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El vacío de maternidad y la revolución feminista

Cuando la madre antigua reverdece,


bello pastor, y a cuanto vive aplace…
Lope de Vega

Decía Victoria Sau que el Patriarcado es un vacío de maternidad (1); y este vacío hay
que entenderlo en sus dos dimensiones inseparables, la social y la individual.

La matrística (Borneman,1975 (2); también llamada por los clásicos Edad Dorada) fue
una sociedad organizada según el principio materno, el principio de la identificación
absoluta con el bienestar de otro ser, que es la característica del deseo materno. Es un
tipo de amor que produce el sistema empático humano para garantizar la supervivencia
de las criaturas humanas en su frágil estado al nacer. Los grupos humanos se
organizaban entonces en torno a este aliento materno. Bachofen (3) llamó ‘muttertum’
a este grupo humano formado en el hálito del deseo materno.

La complacencia con otro ser induce a su vez en éste, el deseo de complacencia. El


‘muttertum’ era el ambiente de la recíproca complacencia, el despliegue social del
principio materno. Por eso, los grupos humanos organizados en torno a este principio
generaban la fraternidad, el cuidado mutuo

Decía Cervantes que los que vivían en la Edad Dorada ignoraban las palabras de tuyo y
mío y que todas las cosas eran comunes. El mismo Colon en su diario de Viajes, dejó
constancia de la sorpresa que le produjo la extrema generosidad de los nativos hallados
en el Caribe, con respecto a todas sus pertenencias.

Bachofen decía también que los pueblos matrísticos destacaban por la hospitalidad que
ofrecían siempre al extranjero.

La principal característica, arqueológicamente probada, de aquellas sociedades era la


gran paz que en ellas reinaba. Comenta Bachofen que con la desaparición de aquellas
generaciones de mujeres, desapareció también la paz sobre la Tierra.

Unas generaciones de mujeres que durante milenios preservaron la continuidad del


principio femenino-materno en la sociedad humana.

El principio materno no tolera el sufrimiento de otro ser, enseguida la madre y l@s


herman@s se vuelcan para impedir las causas del sufrimiento del hij@, del herman@ o
de cualquiera. La guerra era algo completamente ajeno a sus vidas.

La revolución patriarcal contra la matrística cortocircuitó de diversas formas, como


ahora veremos, el desarrollo humano según este principio materno, para generar una
sociedad de guerreros y de esclav@s.
El patriarcado fue vaciando la sociedad del principio materno, para organizar la
dominación, el saqueo y la guerra de los sexos que es el pre-requisito para todo el
fratricidio. Las mujeres dejaron de andar tranquilas por los montes y los valles, como
decía Cervantes (el Quijote), que andaban las chicas en la Edad Dorada. No fue una
tarea fácil ni rápida. En el siglo IV a.c. todavía San Agustín decía ‘Dadme otras madres
y os daré otro mundo’, poniendo de manifiesto su conocimiento sobre la función social
de la maternidad. Y en siglos recientes, tenemos que situar la caza de brujas como un
genocidio destinado específicamente a acabar con la trasmisión del conocimiento de la
sexualidad femenina. Y en el contexto de esta guerra contra las mujeres que continúa
en nuestros tiempos, tenemos que situar la llamada violencia doméstica o de género y
las violaciones.

El vacío social de maternidad se construye vaciando la maternidad concreta de cada


mujer, convirtiendo a la madre, como decía Sau, en una impostora que realiza un
maternaje traicionando el principio materno (4). La madre patriarcal no es una
verdadera madre y por eso se proyecta en la sociedad con un rol patriarcal.

Al parir, la identificación de la madre con la criatura que da a luz es, en principio,


absoluta. No hay nada en el mundo para una madre más importante que el bienestar de
su criatura, la madre siente cada palpito de su bebe y se apresta a complacerle. Es el
impulso del deseo materno. Es el amor verdadero, el de la complacencia –placer con- ,
el placer de complacer, sentir placer con el placer del otro. Es el amor que configura la
imagen del Paraíso, del que los humanos fuimos expulsados tras la revolución
patriarcal.

La maternidad es una concatenación de fenómenos fisiológicos, concepción, gestación,


parto y lactancia, en la que cada fenómeno prepara el siguiente; no se puede trocear la
maternidad como hace la medicina convencional. El desarrollo neurológico del cerebro
humano y la formación del alma humana depende de esa concatenación fisiológica y
psíquica.

Toda la fisiología de la maternidad está impulsada por el sistema sexual y empático


humano. El deseo materno es un deseo sexual, y todos los fenómenos fisiológicos de la
maternidad comportan actos sexuales. El deseo materno son descargas de oxitocina que
se vierten en el torrente sanguíneo para encajarse en sus correspondientes receptores en
las zonas erógenas de nuestros cuerpos. Por eso hay partos orgásmicos y mujeres que
tienen orgasmos al lactar, aunque en el estado actual de desconexión corporal, son las
menos. (5)

Para vaciar la maternidad de su contenido, el patriarcado realizó una contrarrevolución


sexual, para que la maternidad se realizase sin el impulso del deseo y la gratificación del
placer. Convirtió a la madre en una máquina reproductora al margen de su libre
sexualidad. Hoy en el mejor de los casos el ‘deseo’ de tener hij@s, es un deseo sólo
racional.
Se ha demostrado desde diversos campos de la ciencia, pero particularmente desde la
década de los 90, desde la neurología, que la formación del cerebro humano, en el
periodo crítico del primer año después del nacimiento, depende de la unión con la
madre; que la separación de la madre de la criatura inmediatamente después de nacer y
la crianza del ser humano separado de la madre, impactan en el desarrollo neurológico
en su etapa de formación (6).

Nacemos solo con un 25% del cerebro formado, a diferencia de otros mamíferos que
nacen con el 80%; nosotr@s alcanzamos ese 80% al año de haber nacido. Nacemos
también con millones de neuronas sueltas y el desarrollo neurológico no es otra cosa
que el establecimiento de las sinapsis neuronales y la fijación de las redes neurales que
nos acompañaran de por vida.

Sin embargo este proceso se ve afectado por la toxicidad de las hormonas del estrés, el
cortisol y otros glucocorticoides, que literalmente destruyen las neuronas. Cuando un
bebé es separado de su madre, muy especialmente al nacer y en todo el periodo
perinatal, entra en un estado de estrés que manifiesta llorando. Este estrés va a impactar
en el desarrollo neurológico determinando las redes neurales que se van a formar y sus
conexiones neuromusculares. Si una criatura humana se cría en estado de estrés, forjará
un esqueleto neuromuscular preparado para el estado de alerta y para la lucha: es el
acorazmiento que estudió Wilhelm Reich.

Por eso la separación de la díada madre-criatura fue el eje principal de la estrategia


patriarcal para forjar una sociedad de sujetos endurecidos, insensibles al sufrimiento
humano, capacitando al ser humano para matar con indiferencia emocional y, en
general, para el ejercicio de la crueldad. El impacto que tiene en la vida humana la
separación de la díada fue descubierto en el Neolítico y por eso se establecieron las
religiones con sus correspondientes sacerdotes, con el mandato de separar la madre de la
criatura, con diversos preceptos y argumentaciones falaces, (el calostro es malo, la
mujer queda impura con el parto con el demonio dentro, etc.) encaminados a promover
tanto la separación de facto como la repulsa de la madre hacia sus propios deseos y su
propio cuerpo. Unas religiones y unos sacerdotes debidamente situados para interceptar
la trasmisión de la sabiduría ancestral de las madres. Impureza y brujería fueron los dos
epítetos tras los que escondieron el verdadero objetivo de la persecución patriarcal:
acabar con el principio femenino-materno.

Hoy la neurología y la investigación clínica neonatal han concluido que la separación de


la díada madre-criatura supone una violación de los cuerpos de la madre y de la criatura
(Bergman 2005). La regla ‘skin to skin’ (piel con piel) del ‘kangaroo mother care’
(cuidado madre canguro) (7) es ya una recomendación de la OMS.

Si la arqueología ha probado la existencia de la sociedad matrística (8), la neurología y


la investigación clínica neonatal han comprobado el impacto en cada ser humano, de por
vida, de la separación de la díada madre-criatura.
Los hombres en el Neolitico aprendieron cómo castrar a los toros para producir bueyes,
y cómo castrar a las mujeres para producir guerreros y esclav@s. Y así construyeron
los primeros imperios con sus ejércitos y sus esclav@s. Sometiendo a la mujer,
corrompiendo su capacidad reproductora, interceptando la trasmisión del principio
femenino-materno. El vacío social de maternidad es el correlato del vaciado de la
maternidad de cada mujer.

Hoy las mujeres menstruamos y parimos con dolor, gestamos y lactamos con molestias,
nuestros cuerpos castrados, funcionando sin el impulso del deseo. Tampoco sabemos
que la complacencia es una vía posible y efectiva de crianza y de relación con l@s
hij@s. Hoy le han puesto otro nombre a la represión (poner limites) y se impide que la
complacencia se implemente y desarrolle la capacidad de amar del alma humana. La
expulsión del Paraíso se realiza implacablemente con cada criatura humana que nace,
por obra y gracia de la castración cultural que se nos inflige a las mujeres, y que es una
estrategia que el patriarcado mantiene con todo el peso de sus aparatos de propaganda y
de Poder en general.

La revolución feminista y antipatriarcal, radical y consecuente es acabar con el vacío de


maternidad a todos los niveles. Acabar con la guerra y la prostitución. Acabar con la
violencia interiorizada que arrastramos las mujeres (Lea Melandri (9). Acabar con siglos
de partos con dolorosísimos calambres y recuperar el latido del útero, suave, placentero
y eficaz. Recuperar la maternidad supone recuperar nuestros cuerpos y nuestra
sexualidad.

El Crimen de la Madre, decía Sau, es el gran secreto de la humanidad. Pero ya está


dejando de ser un secreto. Está ya demostrado que el Paraíso existe, que la ciencia del
bien y del mal es accesible, que los deseos de las criaturas se pueden saciar, y que las
criaturas saciadas expanden la sociabilidad humana (10). Esta es la otra cara del secreto:
el Crimen de la Madre esconde la pérdida del bienestar humano. El patriarcado vacía la
sociedad de maternidad para organizar el sufrimiento humano.

No hay mayor desigualdad que la igualdad que ignora la diferencia. La maternidad no


es igual que la paternidad. El hombre no concibe, no gesta, no pare, no lacta. Cuando
una mujer concibe, no solo se transforma el ovulo en un cigoto, todo el cuerpo de la
mujer se transforma y entra en un equilibrio psíquico y físico, un ‘estado’ –como se
decía antes- neuro-endocrino especial. Ignorar lo que física y psíquicamente supone la
maternidad en la mujer, en nuestros cuerpos y en nuestras almas, ha permitido vaciarla
de contenido. Ignorar la diferencia es un error de bulto y es contribuir a perpetuar la
desigualdad y el vacío de maternidad.

La Alberca, septiembre 2018

Notas

(1) Victoria Sau (1995), El Vacío de Maternidad. Icaria, Barcelona 1995.


(2) Ernest Borneman (1975), Le Patriarcat. PUF, Paris 1979. (1ª publicación,
Franckfort 1975).
(3) J.J. Bachofen (1861), Das Mutterrecht. Suhrkamp, 1997. En castellano: Mitología
arcaica y derecho materno. Anthropos, Barcelona 1988.
(4) Victoria Sau (1994), La maternidad: una impostura. M=f(p). Revista Duoda,
nº6, Barcelona 1994.
(5) Sobre este tema, para una información más detallada ver ‘Pariremos con
placer’, colgado también en esta web.
(6) Nils Bergman (2005) hace una recopilación de estos hallazgos de la neurología
en: Le portage kangaroo, Les dossiers de l’allaitment, Leche League France
especial nº 6, Paris, marzo 2005.
También: A.N. Shore, The effects of early relational trauma on right brain
development, affect regulation, and infant mental health. ‘Infant Mental Health
Journal’, 2001;22 (1-2): 201-69
(7) Nils Bergman (2001), documental Restoring the original paradigm,
www.kangaroomothercare.org
(8) Ver toda la obra de la arqueóloga Marija Gimbutas
(9) Lea Melandri, La infamia originaria. Ed.Ricou, Barcelona 1980
(10) Sobre este último punto, ver el artículo en esta web El metabolismo del
psiquismo y la sociabilidad humana.

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