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Marco y Remus han sido los mejores amigos desde que eran unos
cachorros. Marco idolatraba la tierra que Remus pisaba. Si tan sólo el
leopardo no fuera tan cabeza dura, Marco podría tener la oportunidad de ser
feliz. Pero cuando ayuda a Remus a rescatar a un hombre lobo de los
laboratorios Dexcom, su vida dará un giro que le dejará una cicatriz para
siempre.
Lo que comienza como dos amigos ayudando a su alfa se convierte en
una situación de pesadilla de la que Remus no está seguro poder sobrevivir. 1
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Capítulo Tres
Dorian sentía como si estuviera en una neblina mientras conducían por
las carreteras secundarias. ¿Qué iba a hacer Rick una vez que llegaran a la
Casa Blanca? ¿Qué iba a decir para detener la guerra? Mordisqueando su uña,
Dorian sabía que no iba a ser fácil. Buen dios, ¡por qué habían llegado a
pensar que podían ganar la guerra!
—Dejar de lucir tan preocupado, gatito. —Rick se estiró y tiró de la
mano de Dorian, quitando la uña de su boca.
—No puedo evitarlo. Esto es todo. Vamos a enfrentarnos con el
presidente. Siento como si estuviésemos conduciendo hacia las puertas del
infierno. —Dorian podía sentir el pánico tratando de asentarse, pero se las
arregló para ponerle una tapa antes de que saltara de la camioneta y rodara.
Había tenido su justa porción de dudas, pero esta era la más grande hasta la
fecha.
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—Te ves como si fueras a vomitar —dijo Rick un minuto después.
—¿Y tú no? —Dijo Dorian mientras frotaba las palmas de sus manos
por la parte delantera de sus vaqueros—. ¿Cómo puedes estar tan calmado?
—¿Necesito ir a dejarte con tu mamá? —Dijo Rick mientras un lado de
su boca se torcía con una sonrisa oculta, y entonces se puso serio—. No he
estado calmado desde que todo esto comenzó, Dorian. Mis nervios han estado
enroscándose constantemente. Apenas duermo y estoy preocupado todo el
tiempo. Es sólo que no lo demuestro en el exterior.
Por alguna extraña razón, eso hizo que Dorian se sintiera mejor. No
sentía como si fuera el único con esos sentimientos. El grande y malo Enrique
Marcelo era un lío de nerviosismo en su interior, igual que Dorian. —¿Qué
vamos a hacer una vez que lleguemos allá? —Había estado realmente curioso
desde que Rick dijo que llevaría esto al presidente. ¿Simplemente iba tocar el
timbre y charlar con el hombre en la puerta?
—Tengo el presentimiento de que hablar con él no será una hazaña
sencilla. Pero no voy a darme por vencido. Quiero saber cómo puede perdonar
lo que está haciendo O’Hanlon. —Las cejas de su pareja estaban fruncidas, y
Dorian podía ver la agitación tratando de asirse. Nadie entendía cómo es que
el presidente podía permitir que comenzara una guerra sólo porque un hombre
quería que su hijo muriera. Dorian quería decirle muchas cosas a O’Hanlon.
No sabía cómo alguien podía querer muerto a Rick.
Seguro, al principio Dorian pensaba que era un imbécil. Pero una vez
que llegó a conocer a Rick, le había gustado lo que descubrió. Su pareja era
amable, gentil y ayudaba a aquellos que lo necesitaban, aunque cruzarse con el
tipo no era un movimiento muy inteligente. Rick podía ser tan letal cómo era
posible.
—Sé qué puedo alejar tu mente de los nervios. —Rick le dio una
conocedora mirada. Esa que decía que realmente, realmente quería que Dorian
le diera una mamada.
Dorian jugó a hacerse el tímido. —¿Y eso qué sería, Sr. Marcelo? —
Usar el apellido del hombre seguía siendo algo muy excitante para Rick. Eso
desconcertaba a Dorian, pero cualquier cosa funcionaba.
—Eso involucra a esos espectaculares labios tuyos.
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—¿Quieres que hable?
Rick gruñó. —Oh, no, no a menos que puedas tararear una canción con
mi polla en tu boca.
Dorian sofocó una sonrisa con su mano, haciendo su mejor esfuerzo
para bromear con su pareja. Podía oler la excitación de Rick y era densa,
picante. Su boca se hizo agua ante el aroma. También se aguó cuando vio el
distintivo contorno en los pantalones del hombre. Rick no estaba en el
departamento pequeño cuando se trataba del tamaño de su pene. Estirándose,
Dorian pasó un único dedo por el bulto. —¿Qué es esto?
—Mis llaves —respondió Rick sarcásticamente—. Están tintineando
por ti.
Dorian no pudo contener la carcajada. Usó dos dedos para pinchar
ligeramente la erección de Rick, disfrutando del gemido bajo proveniente de
los labios de su pareja. —¿Cómo puedo chupártela mientras conduces?
Sabía malditamente bien que podía. Pero amaba escuchar a Rick
hablando de sexo detalladamente. Era su perversión.
—Muy fácilmente, gatito. Saco mi polla, bajas tu cabeza a mi regazo y
abres ampliamente.
La naciente erección de Dorian creció más. —¿Así de fácil?
—Inténtalo. —Rick mantuvo una mano en el volante, usando la otra
para desabrochar sus pantalones. Dorian podía ver la excitación acumulándose
en los ojos gris claro de su pareja. También podía ver que Rick se removía
infructuosamente para liberar su polla. El hombre iba a sacarlos de la carretera
si no dejaba de sacudirse.
Teniendo piedad de su pareja, Dorian ahuyentó la mano de Rick. Se
escabulló más cerca, liberando la endurecida carne. Dios, ahora que era un
cambia formas, Dorian podía oler los aromas más sutiles y estaba oliendo el
pre-semen de Rick.
Olía divino. Envolvió sus dedos alrededor de la gran circunferencia,
dándole unas cuantas caricias mientras observaba los labios de Rick
separándose ligeramente. —Ahora, ¿qué querías que hiciera con esto?
—Chúpalo, gatito. Dios, chúpalo. 24
Bueno, cuando le rogaba así, ¿cómo podría Dorian decir que no?
Además, le encantaba chupar la polla de Rick. Su boca siempre se extendía
tanto que sentía que en vez de eso se estaba tragando un melón.
Dorian se elevó y raspó sus labios a lo largo de la mandíbula sin afeitar
de Rick, disfrutando la áspera textura antes de bajar su cabeza y dejar que su
lengua se deslizara alrededor de la cabeza. Así de cerca, el intoxicante aroma
era mucho más fuerte, llenando sus pulmones en toda su capacidad. Dorian se
acomodó en sus rodillas, asegurándose de que el pene no se deslizara de su
boca. El sabor era salado, pero un sabor que a Dorian le encantaba.
Eso le recordaba a Dorian a un hombre muy masculino, algo que lo
excitaba en el momento. Sus labios se separaron en una figura redonda
mientras los deslizaba por el eje de Rick. Podía sentir todas las venas y la
sedosa piel mientras sus labios emprendían un viaje más profundo. Pronto su
nariz estaba tocando el pelo negro y grueso. Contrayendo su garganta, Dorian
exprimió, sabiendo muy bien que Rick se volvía loco cuando hacía esto.
—Joder —gruñó Rick mientras trataba de moverse más hacia atrás.
Dorian alzó la mirada para ver los ojos de su pareja pasando rápidamente de
mirar la carretera a mirarlo a él. Dándole un guiño a su pareja, Dorian chupó…
con fuerza.
—Eso es, bebé. Eso es. —Rick soltó una mano del volante, agarrando
un puñado del cabello de Dorian—. Más fuerte.
¿El tipo no se había dado cuenta de lo grande que era? Dorian tenía
talento, pero incluso él tenía dificultades cuando la polla de Rick estaba
apretada contra su garganta. Pero lo intentó, chupando con más fuerza
mientras empezaba a tirar de sus labios por la hinchada polla.
La textura y el sabor recorrieron su lengua, haciendo que Dorian
buscara a tientas para desabrochar su pantalón. Su polla estaba igual de dura,
pulsando al mismo ritmo que su acelerado corazón. Necesitaba alivio, y
masturbarse era el remedio.
—Juega contigo, bebé. —Rick levantó sus caderas, volviendo a empujar
su polla en la garganta de Dorian. Hizo falta mucha coordinación, pero Dorian
se las arregló para liberar su eje mientras seguía manteniendo su boca
empalada en el pene de Rick.
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Una vez tuvo su polla en su mano, Dorian empezó a jugar. Enrolló su
lengua alrededor de la sedosa piel lisa, dejando que la punta trazara cada
borde, cada realzada vena. Más pre-semen chorreaba en su boca y Dorian
tragó el líquido que descendió por su garganta.
Dorian apretó su polla con más fuerza, rezando para que Rick no los
sacara de la carretera. Ahora el hombre estaba gruñendo y embistiendo más
fuerte, su mano en la cabeza de Dorian, manteniéndolo en su lugar mientras
follaba su boca.
Como si estuviera coreografiado, Dorian gimió alrededor de la polla de
Rick mientras su pene pulsaba en su mano. Al mismo tiempo, Rick enterró su
eje en la garganta de Dorian, su semilla pulsaba en chorros mientras Dorian
tragaba.
Retrocediendo, Dorian recuperó el aliento, lamiendo sus labios mientras
se volvía a sentar. Dios, necesitaba eso. La única cosa que hubiese sido aún
mejor era que Rick hubiese podido joderlo.
Rick lucía como si fuera a desmayarse detrás del volante cuando dio un
gran bostezo. Dorian se rio entre dientes, palmeándose la espalda. —
¿Necesitas que conduzca?
Justo cuando Rick empezó a asentir, la parte trasera de la camioneta fue
golpeada, Rick maldijo mientras trataba de no conducirlos hasta la profunda
zanja a un lado de la carretera. Dorian miró detrás de él y vio una camioneta
llena de Cazadores de Especies.
Al parecer, su ardid había terminado.
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Un tipo de hamburguesa que se sirve en el McDonald’s.
No, tenía que hacer esto. Sasha nunca le había pedido mucho. Remus
podría concederle esto. ¿Debería entrar por la puerta de atrás o trepar por una
ventana? Remus no estaba seguro.
—No sé ni una mierda sobre irrumpir en un lugar, pero estoy bastante
seguro de que no se supone que simplemente te quedes afuera. —Marco
empujó la espalda de Remus—. Andando.
Decidiéndose por la ventana, Remus probó para ver si la maldita cosa
estaba abierta. Para su sorpresa, se abrió de inmediato. Eso debería haber sido
una advertencia para Remus. Debería haberle dicho que algo estaba mal, pero
no pensó al respecto cuando trepó por ella, se giró y ayudó a Marco a entrar.
Mirando alrededor de la habitación, vio que estaban en algún tipo de
oficina. Tal vez el hombre que trabajaba en esta oficina había querido aire
fresco y había olvidado cerrarla. Era posible. Él se olvidaba de cerrar la puerta
principal todo el tiempo.
Vislumbrando la puerta, Remus se movió silenciosamente hacia ella.
Sabía escuchar cualquier movimiento al otro lado. Este era su primer asalto
real. Ni siquiera había llegado así de cerca cuando fue a rescatar a Edward. 33
Los hombres hiena lo habían fijado contra un costado del edificio,
entregándolo a la policía dentro de los primeros diez minutos de su intento de
rescate.
Eso hizo que Remus se sintiera un poco más confiado.
Cuando no oyó nada, Remus tiró de la puerta entreabriéndola
ligeramente, mirando a través de la rendija.
—¿Ves algo?
Remus se giró rápidamente y calló a Marco. —¿Quieres que nos oigan?
—El hombre había hablado en un tono normal, nada callado o susurrado. El
tipo era un asco a la hora de irrumpir en lugares. Pero por supuesto, Remus no
era un profesional. Pero sabía lo suficiente como para no ser ruidoso. Tal vez
pudiera encontrar cinta adhesiva y pegar un pedazo en la boca de Marco.
Tal vez haberlo traído con él no fue tan buena idea.
Remus abrió más la puerta, mirando el pasillo de arriba abajo. No vio a
nadie, pero eso no significaba que alguien no fuera a aparecer por la esquina
en cualquier momento. Era bastante tarde, por lo que debería haber muy poca
gente dentro, pero sabía que no estaría desierto.
Sus palmas estaban tan sudorosas que Remus tuvo que frotárselas en la
parte frontal de sus pantalones. Su corazón también estaba acelerado. El
pasillo era un lugar indescriptible con paredes blancas y unas cuantas piezas
de arte extraño colgando aquí y allá. Sólo había unas cuantas pinceladas en
cada imagen, como si el artista se hubiese olvidado de terminar la pintura.
Nunca lo comprendería. ¿Qué tenía de malo los perros jugando póker en una
mesa? El arte moderno siempre lo confundía.
A lo largo del corredor había unas cuantas puertas. Remus no estaba
seguro de qué hacer. ¿Debería revisar cada una? ¿No debería haber alguna
señal que le apuntara hacia la sala de tortura?
Eso hubiese sido agradable, pero estaba atascado buscándolo. No tenía
ni idea de dónde mantendrían al hombre lobo. Echando su cabeza hacia atrás,
Remus inhaló profundamente, esperando que pudiera usar el olor para
localizar al médico.
Estaba moviendo sus manos con rápido y obvio nerviosismo, abriendo 34
cada puerta y asomándose dentro. Este pasillo parecía contener nada más que
oficinas. Remus iba a tener que trasladarse a otro pasillo. Era una idea que
realmente no le gustaba. Realmente estaba esperando encontrar a Bryson y
largarse de aquí dentro de los primeros diez minutos de su asalto. Se giró
cuando Marco lo tocó en el hombro. Su mejor amigo estaba señalando sus ojos
y luego haciendo un gesto raro con sus manos.
Remus no tenía ni idea.
Y Marco se veía como un idiota.
—¿Qué? —articuló. Sea lo que sea que Marco tratara de decirle, Remus
estaba perdido. El hombre no tenía sentido para él. Si Remus tuviera que
adivinar lo que Marco estaba tratando de decirle, pensaría que había una rata
borracha tambaleándose en el pasillo y había perdido una pierna. Pero sabía
que eso no estaba bien.
—Ve a la izquierda —articuló Marco.
¿Por qué diablos simplemente no había apuntado a la izquierda? El
hombre estaba realmente loco, pero ¿qué decía eso de él si Marco era su mejor
amigo? A Remus no le importaba. Conocía a Marco desde que eran cachorros.
Le gustaba pasar el rato con el muchacho. Marco lo mantenía entretenido. El
hombre siempre estaba metido en problemas, generalmente por su propia
culpa.
Girando a la izquierda al final del pasillo, Remus vio una única puerta.
Estaba al final y había un gran cristal en el medio. Más allá de eso podía ver
equipamiento de laboratorio. Realmente dudaba que alguien hubiese torturado
a Bryson ahí. En esa habitación había equipo demasiado caro.
Así que miró a la derecha.
También había una puerta al final de esta. Pero la puerta lucía sólida,
como si pudiera mantener algo peligroso dentro. Estaba hecha de acero y las
bisagras eran pesadas. Ahora, esa se parecía más a la habitación en donde
retendrían a un hombre lobo.
Inclinando su cabeza hacia su derecha, Remus agarró el brazo de Marco
y tiró de él hacia la puerta de metal. Se detuvo frente a ella. ¿Cómo se suponía
que se escabullera dentro? Por todo lo que sabía, estaba entrando a una
habitación llena de humanos. 35
Trató de presionar su oreja contra ella, pero no había sonido alguno. Eso
sólo podía significar que la puerta era demasiado gruesa como para escuchar.
Pero también podía significar que no había nadie ahí. Dios, odiaba esta
mierda. Remus era un manojo de nervios. Su leopardo estaba tratando de hacer
que se diera la vuelta y huyera, pero Remus le había dicho a Sasha que haría
esto.
Cuando había sido mantenido cautivo en el centro de detención, había
orado para que alguien lo rescatara. ¿Podrían dejar que torturaran a alguien,
sabiendo que probablemente estuvieran orando para ser rescatados?
No, no podía.
Tomando una profunda respiración para calmar sus nervios, Remus
comprobó la manilla. La puerta estaba sin pestillo. De acuerdo, esto era un
poco demasiado fácil. Debería haber guardias. Alguien debería haberlos
atrapado en el pasillo. Ya debería haber pasado algo.
Pero todo estaba en silencio.
Remus esperaba que las bisagras chillaran considerando cuán pesada era
la puerta, pero se abrió con facilidad y sin esfuerzo, sin sonido en lo absoluto.
Podía sentir los dedos de Marco enroscándose en la parte trasera de su camisa,
tirando de ella ligeramente. Sí, también era un manojo de nervios. Daría lo que
sea por ser capaz de rescatar a Bryson y salir de aquí antes de que alguien
fuera más sabio.
Su especialidad era reunir información, no ésta mierda de encubierto.
Remus era malditamente bueno consiguiendo la información que necesitaba, o
incluso la que otros necesitaban. Ese era el por qué tenía un trabajocomo
reportero de un periódico. Desde la guerra, estaba demasiado asustado de salir
a trabajar. ¿Qué pasa si comprobaban su sangre? Pero desde que fue
trasladado al centro de detención, ahora está en el banco de datos. Su patrón ya
tenía que saberlo.
Lo cual realmente apestaba porque Remus amaba su trabajo.
Enviando una plegaria, Remus se deslizó en la habitación, Marco justo
detrás de él. Rápidamente cerró la puerta tras él. A sus ojos les tomó un
minuto ajustarse a la oscuridad. No había una luz encendida por ningún lado,
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ni siquiera una lámpara. Al ser un cambia formas, no tenía problemas viendo
en la oscuridad, sólo tenía que permitir que sus ojos de gato se hicieran cargo.
Avistó a un hombre en el piso en medio de la habitación. Parecía estar
muerto, pero Remus podía oler que todavía estaba vivo… apenas. También
había un distintivo olor a lobo. Este tenía que ser Bryson. No estaba seguro
porque todo lo que podía oler era sangre. El cuerpo estaba tan severamente
golpeado que el chico ni siquiera se parecía a un chico. Lucía como un montón
de masilla, todavía siendo reformado.
Marco emitió un gruñido bajo detrás de él. Remus sabía que el hombre
leopardo estaba reaccionando al abrumador aroma de la sangre, y estaba
luchando también, pero tenían que sacar a Bryson de aquí, no comérselo.
Tomando un precavido paso al frente, Remus contuvo su aliento,
esperando que la táctica funcionara a medida que se acercaba al desastre
sangriento.
Cuando se acercó más, una luz se encendió de golpe, inundando la
habitación con brillo hasta el punto en que sus ojos empezaron a doler. Remus
lanzó sus brazos sobre sus ojos, protegiéndolos hasta que se reajustaron a la
repentina y cegadora iluminación.
—Estoy tan contento de que se pudieran unir a nosotros —dijo una voz
a su derecha—. Pero estaba esperando a Enrique Marcelo.
Mierda. ¡Esto era una trampa! Debería haberlo sabido por la facilidad
con la cual lograron entrar. Marco dejó salir un alarido detrás de él y luego los
dedos que habían estado enroscados en su camisa fueron separados.
Remus dejó que su brazo descendiera, giró, y vio a dos hombres
sujetando a su mejor amigo. Uno sostenía una pistola en la cabeza de Marco.
—¿Por qué no vino Enrique? —preguntó la voz a su derecha.
Girándose, Remus vio a un humano bajito. No parecía gran cosa. Si no
hubiera armas en la habitación, sabía que podría derrotar a este humano con
facilidad. Sus ojos se posaron en el hombre que yacía en el suelo, viendo su
cabello rubio enmarañado y desordenado. La sangre era espesa y estaba seca
en las hebras doradas y su rostro era irreconocible.
—¿Te gusta mi obra? —preguntó el hombre. 37
Nate se quedó ahí parado con la mandíbula colgando. No podía creer lo que
veían sus ojos. No había ni una jodida manera de que estuviera mirando su
Yukon rojo. No parecía real. Pensó que tendría que esperar hasta que la guerra
terminara con el fin de tenerlo de vuelta y hacerlo reparar. —¿Cómo?
La sonrisa de Sasha era bromista, juguetona. —Sé cuánto lo extrañabas.
Cobré algunos favores de unos amigos cambiaformas e hice que repararan los
daños y nos lo trajeran. —Sasha ondeó una mano hacia la carcasa dentada. El
trabajo de la pintura había sido enviado al infierno y había agujeros de bala
por todo el maldito lugar.
Pero tenía su Yukon de regreso.
—Cómo puedes ver, la carcasa todavía necesita mucho trabajo. Pero…
Nate agarró a Sasha y tiró de él para darle un feroz abrazo. —Gracias.
—Nunca entenderé tu obsesión con esta cosa —dijo Selene y luego
sonrió—. Pero lo extrañé.
—Eres una chica. Nunca entenderás el amor de un hombre por su
vehículo —dijo Sasha juguetonamente.
Selene resopló. —Tú tampoco lo entiendes, gato. Puedo verlo en tus
ojos. —Lo apuntó acusadoramente—. Todo lo que querías hacer era ganarte
unos puntos con él.
Sasha se inclinó acercándose, lamiendo la punta de la oreja de Selene.
—Y lo hice, ¿no es así?
A Nate lo le importaba que discutieran. De todas formas, era una
constante entre ellos. Sabía que Sasha y Selene se preocupaban por el otro,
pero ahora mismo, sólo tenía ojos para su Yukon. —Te extrañé, bebé. —Nate
pasó su mano por la puerta del conductor, sonriendo ante la sensación familiar
de su vehículo. 44
Bueno, eso salió más que bien. Marco literalmente podía sentir las
llamas abrasando entre ellos.
No.
Quería que Remus lo notara, no que discutiera con él. Marco se estaba
muriendo por que el hombre lo tocara como un amante. Devoraba el consuelo
que le estaba dando Remus, pero, maldita sea, quería más.
Casi había muerto. Eso al menos debería haberle conseguido un beso.
Bastardo testarudo.
Ahora Marco no estaba seguro de qué hacer. No era mundano cuando se
trataba de relaciones. Si lo fuera, Remus ya estaría apareado con él. En vez de
eso, estaba sentado en esta habitación desconocida, mirando una puerta
cerrada.
Cuando la puerta se abrió, Marco pensó que Remus regresaba. En su
lugar, entró un extraño. Marco podía oler claramente que era un humano.
Alejándose del hombre, su espalda golpeó la pared. Marco agarró los
cobertores y trató de escudarse, aunque sabía que eso no le serviría de nada. —
¡Remus!
—No voy a lastimarte —dijo el hombre mientras levantaba sus
manos—. Sólo quiero revisarte.
—¡Remus! —volvió a gritar Marco. Remus pasó por la puerta a toda
velocidad, su musculoso cuerpo llenando el marco mientras sus ojos recorrían
el lugar.
—¿Pasa algo malo?
—No lo sé. —Marco apuntó al desconocido—. Es humano. Es un tipo
malo.
Las facciones de Remus se relajaron. —Es el doctor que secuestramos
para que te arreglara.
—¿Arreglarme? —¿Qué diablos estaba mal con él? ¿Remus acababa de
decir que había secuestrado a alguien? ¿Por qué?
Los bonitos ojos verdes de Remus se posaron en el doctor, como si 71
estuviera pidiéndole al maldito desconocido que le explicara las cosas. Podía
sentir la tensión en su amistad con Remus. Marco no estaba realmente seguro
de lo que le había pasado desde que se desmayó hasta que se despertó, pero
fuese lo fuese, había roto a Remus de alguna manera.
Quería respuestas.
—Tienes cortadas bastante serias —dijo el doctor—. Tienes más de
trecientos puntos.
—¿Trecientos? —¡Santo cielo!
—Necesito que te acuestes para que así pueda revisar tus heridas.
Los ojos de Marco se posaron en su mejor amigo. —Sólo si Remus se
queda.
—Está demasiado ocupado sintiendo lástima de sí mismo —respondió
el doctor—. Está revolcándose en la culpa.
—Cierra la puta boca —espetó Remus.
—Ves —susurró el doctor—. Se culpa por lo que te pasó.
—Dije que te calles —volvió a rugir Remus.
—¿O qué? —Preguntó el doctor—. ¿Vas a lastimarme? Realmente lo
dudo. Si me lastimas, ¿cómo puedo atender a mis pacientes?
—¿Pacientes? —Preguntó Marco, total y absolutamente confundido.
Deseaba que alguien, quien sea, le contara toda la historia. Le estaba dando un
maldito dolor de cabeza.
—Sí —dijo el doctor—. Un colega doctor estaba herido severamente.
—¿Entonces por qué no lo traes aquí?
—Es el chico al que fuimos a rescatar —respondió Remus—. Ahora
acuéstate y déjale echarte una mirada.
—Puedes dejar de mangonearme, imbécil —masculló finalmente
Marco. Estaba harto de la actitud cobarde de Remus. No estaba acostumbrado
a ella. Normalmente, Remus era un tipo realmente agradable. Su actitud
gruñona estaba afectando al último nervio de Marco. Estaba a cinco segundos 72
de golpear a Remus.
No sabía sobre qué se sentía culpable el leopardo, pero fuese lo que
fuese, necesitaba acabar con ello. Pasaba mierda en una guerra. Nadie sabía
eso mejor que Marco. Había perdido a sus padres y a su hermana. Si alguien
tenía una razón para estar sombrío, ese era Marco.
¿Pero estaba abatido?
No.
—Marco.
—No me vengas con Marco. Sólo ven acá y asegúrate de que este
humano no me haga algo diabólico. No necesito una cabeza extra.
Esto le sacó una sonrisa al hombre.
También obtuvo un ceño fruncido por parte del doctor.
Marco ignoró al doctor. La única cosa que podía ver era el ligero
repunte en los hermosos, besables y lamibles labios de Remus. Por una vez en
su vida, Marco no aplacó su excitación. Endureció su columna y dejó que el
aroma llenara la habitación.
Remus frunció las cejas mientras miraba a Marco. Era casi como si el
hombre fuera demasiado tonto como para comprender el olor. Dios, ¿iba a
tener que deletreárselo al muchacho? Tal vez no. Los ojos de Remus se
tornaron gatunos y luego regresaron a sus irises normales rápidamente.
Había olido la necesidad de Marco.
Ahora todo lo que tenía que conseguir era hacer que Remus actuara al
respecto. Cuando el leopardo tomó asiento al otro lado de la habitación, Marco
quiso gritar.
—Bueno, no reventaste los puntos tratando de levantarte de la cama. Mi
consejo es que descanses hasta que esos chicos malos salgan. —El doctor
abandonó la habitación.
Eso dejó a Remus sentado al otro lado de la habitación luciendo
perplejo. Marco quería preguntarle al chico si estaba tan atraído por él como él
lo estaba por Remus. Pero era un gallina tremendo. El rechazo no era algo que 73
manejara muy bien.
Con su suerte, sería dejado chillando en la cama mientras Remus dejaba
su corazón destrozado en el suelo.
—Necesito un poco de aire.
Marco observó con impresionada incredulidad como el leopardo salía
de la habitación. Si no estaba equivocado, justo antes de que Remus se fuera,
Marco había visto un profundo ceño fruncido en el rostro del hombre.
Suspirando, se acostó. Al parecer había sido rechazado. Lo que lo
desconcertó fue el hecho de que Remus se hubiese molestado porque Marco se
sintiera atraído por él. Eso no parecía ser algo que haría su amigo.
Remus era más propenso a decirle a Marco que estaba loco y que
olvidara eso. ¿Por qué el ceño fruncido?
Con nada que hacer, Marco miró sus piernas y decidió echar un vistazo.
Se estiró, tirando del borde de uno de los vendajes, deseando ver con qué se
enfrentaba.
Cuando separó la gasa, Marco miró con horror la fea línea de quince
centímetros que recorría la parte superior de su muslo derecho. Presionó el
pedazo firmemente en su lugar y fue tras otro, esta vez en la parte interna de
su muslo izquierdo.
El corte era incluso más largo. Lucía como si alguien hubiese tratado de
rajarlo para hacerlo pedacitos. Marco reposicionó el vendaje y luego dejó caer
su cabeza en la almohada, lanzando su brazo sobre sus ojos. El dolor en su
rostro sólo le recordó que tenía una cicatriz ahí, también.
Tal vez ese era el por qué Remus no lo quería. Se veía como un pavo
tallado. ¿Qué hombre en su sano juicio desearía a un Frankenstein? Todo lo
que necesitaba eran pernos a los lados de su cuello y el ensamblaje estaría
completo.
Cuidadosamente, Marco se dio la vuelta, tirando el cobertor sobre su
hombro, y acostándose ahí, preguntándose si alguna vez alguien lo querría.
Era un fenómeno.
Un fenómeno con cicatrices. 74
Un fenómeno gay con cicatrices.
Las palabras de su padre sonaron en su cabeza. Había dicho que Marco
tenía algún tipo de enfermedad mental. Esa era la única explicación por la que
su hijo era gay. El hombre lo llamó pervertido y abominación. Había dicho
que Marco se iría al infierno.
Marco nunca le había dicho esto a Remus. Había estado demasiado
avergonzado. Su padre sólo había escupido esas palabras llenas de odio
cuando nadie más andaba cerca. El hombre creía que debía tener una imagen
impecable.
Pero Marco sabía quién era verdaderamente.
Y tal vez estaba en lo cierto. Ahora que ya no podía transformarse para
sanar, iba a cargar las cicatrices en su cuerpo por el resto de su vida.
Y al parecer Remus no quería a un fenómeno con cicatrices.
Capítulo Nueve
Remus los trasladó a la casa segura al día siguiente. No quería
permanecer en un lugar demasiado tiempo. Trasladar a Marco era complicado
considerando sus heridas, así que Remus fue tan cuidadoso como le fue
posible.
Podía ver a Marco mirándolo con curiosidad desde el asiento trasero
mientras conducían hasta la siguiente casa segura a las afueras de Shelton.
Esas casas ya habían sido registradas, y Remus esperaba que nadie regresara
pronto. Su amigo necesitaba descansar, y Remus necesitaba pensar.
Había dejado que el doctor se fuera tan pronto como abandonaron la
última casa segura. Extrañamente, tenía el presentimiento de que no iba a
volverse en su contra por haberlo secuestrado. El tipo había trabajado a
contrarreloj para curar a Marco y a Bryson.
Bryson finalmente había cambiado a su forma de hombre lobo. No 75
estaba seguro de qué le había tomado tanto tiempo al cambiaformas, pero
fuese cual fuese la razón, el muchacho estaba descansando en la parte trasera
de su camioneta, sanando. Eso era más de lo que podía decir de Marco. Su
amigo seguía en su forma humana con múltiples vendajes cubriendo todo su
cuerpo.
Seymour y sus amigos también se habían ido. Remus no podía decir que
estuviera triste por verlos irse.
—De acuerdo, ya no puedo aguantarlo más. ¿Por qué estás tan
malditamente tranquilo? —Preguntó Marco—. Y no me vengas con esa
mierda de que necesitas concentrarte en conducir. Te conozco de toda mi vida,
Remus. Alimenta a alguien más con esa mierda.
—¿Pensabas que ese doctor era lindo? —Estaba haciendo su mejor
esfuerzo para mantener la ira fuera de su tono. Marco ya estaba sufriendo por
sus heridas. Pero Remus no podía evitar que la rabia saliera a la superficie.
Marco le dio una mirada extraña. Casi lucía como si tuviera el corazón
roto. —¿A ti sí?
—Maldita sea, Marco, responde la pregunta.
Su amigo se encogió de hombros. —Era un hombre bien parecido, para
ser un humano.
Esa respuesta sólo aumentó la rabia de Remus. Todos esos años siendo
amigo de Marco, Remus había estado demasiado ciego para ver lo que estaba
justo frente a él. Ahora que sabía que quería que Marco fuera suyo, la pequeña
mierda se había excitado cuando el maldito doctor lo tocó.
El olor casi envió a Remus por el borde. Había hecho falta toda su
fuerza de voluntad para evitar que su leopardo matara al doctor. Marco era
suyo. —¿Quieres que vaya a buscarlo? —preguntó con un amargo sarcasmo.
—¿Para qué? —preguntó Marco, y Remus podía oír la decepción en el
tono del hombre.
Remus estaba confundido. —Pensé que te gustaba. —Más bien lo
deseabas. Una vez más, Remus estaba luchando por no dejar que su leopardo
persiguiera al humano y se deshiciera de la competencia.
—Aparte de por salvar mi vida, no tengo ningún interés en él. 76
Bryson se giró hacia él, sus ojos dorados como la miel perforaron a
Remus. —Dime qué ha estado pasando.
Remus se quedó ahí parado y le contó al médico sobre la llamada que
había recibido de Sasha para que rescatara a Bryson. También le dijo sobre los
eventos hasta que terminó con ellos yendo a este lugar y Remus llevando a
Marco al segundo piso.
—¿Lo secuestraste? —preguntó Bryson.
Remus asintió. —Efectivamente. —No tenía remordimientos por haber
secuestrado al humano. Eso le había salvado la vida a Marco. Hubiese
mantenido al tipo con él cuando dejó la otra casa segura, pero el humano había
hecho todo lo que podía. No había razón para traerlo aquí o involucrarlo aún
más en la vida de los cambia formas.
—Entonces déjame ir a echarle un vistazo a Marco —dijo Bryson
mientras cerraba la parte trasera de la camioneta—. Quiero revisar sus heridas
y asegurarme de que está sanando.
Puede que estuviera mal, pero Remus estaba feliz de que fuera un
cambia formas el que cuidara de Marco. No es que ese doctor no hubiese
hecho un trabajo magnifico, pero Bryson comprendería las necesidades de sus
especies mejor que un humano.
—También necesito llamar a Rick —iba diciendo Bryson mientras
entraba por la puerta trasera de la casa. Caminó por el lugar como si hubiese
estado ahí antes. No hubo pasos titubeantes mientras subía por las escaleras y
se dirigía hacia la habitación en la que estaba Marco—. Va a necesitarme una
vez que comience la batalla final. Estoy bastante seguro de que van a haber
muchísimos heridos que necesiten tratamiento.
Con toda honestidad, Remus se había olvidado de eso. Sólo había estado
preocupado de que Bryson y Marco sobrevivieran. No se le había cruzado por
la cabeza que necesitarían a Bryson. Estaba realmente contento de que Jayson
no hubiese tenido éxito matando al hombre lobo.
Bryson abrió la puerta del dormitorio, y Remus pudo ver de inmediato
que Marco estaba levantado y lucía aburrido. Al menos podía lucir aburrido.
Estaba vivo. Remus tenía que seguir diciéndose eso una y otra vez. Todavía lo
78
perseguía con fuerza el temor del hombre muerto allí en el piso.
Sin pensar, Remus fue con Marco inmediatamente, sentándose a su lado
mientras Bryson hacía que se acostara.
—¿Cuántas veces más van a tener que revisarme? —preguntó Marco
mientras miraba de Remus a Bryson. Sus oscuros ojos marrones contenían
irritación. Remus podía comprenderlo. Marco había sido picado y pinchado
demasiadas veces en los últimos días—. Estoy empezando a sentirme como un
maldito fenómeno en exhibición.
Pasando sus dedos gentilmente a través del cabello corto y negro del
hombre. Remus emitió un gruñido bajo. —No eres un fenómeno.
Marco se sentó perfectamente quieto mientras Bryson lo examinaba, sin
decir otra palabra. Remus sabía que no era porque el hombre estuviera
cooperando. Marco no era del tipo que se quedaba ahí acostado sin hacer un
montón de preguntas.
No, Remus tenía el presentimiento de que Marco realmente creía que
era un fenómeno, lo cual era absolutamente absurdo. Sólo porque tenía
cicatrices no significaba que fuera menos atractivo para Remus. Para él, éstas
eran heridas de batalla. Marco debería llevarlas con orgullo.
Bryson se echó hacia atrás, con una sonrisa en su rostro. —Al parecer
secuestraron a alguien de primera categoría. Cuando quiten los puntos, apuesto
de que quedarán cicatrices muy pequeñas.
—¿En serio? —Preguntó Marco—. No estás mintiendo, ¿no?
—¿Huelo como si estuviera mintiendo? —preguntó Bryson mientras se
levantaba.
Remus no podía evitar jugar con el cabello de Marco. Las hebras eran
suaves y amaba ser capaz de inhalar el aroma del hombre. También le estaba
ayudando a su leopardo. Entre más se quedaba ahí sentado junto a Marco, el
olor del hombre llenando sus pulmones, menos agitado se encontraba su
leopardo, aunque su bestia quería reclamar a Marco, hacer que este muchacho
fuera suyo, y tranquilizarse de que el hombre más pequeño de verdad estaba
bien.
Todavía seguían apareciendo imágenes fugaces de cómo lucía Marco 79
acostado en la parte trasera de la camioneta después de ser sacado del
laboratorio. Podía sentir el cuerpo frío del hombre bajo el suyo mientras
Remus se aferraba a su mejor amigo, sintiendo como si nunca fuera a ser feliz
de nuevo. Estar sentado junto a Marco era calmante para su alma.
—Voy a hacer algunas llamadas telefónicas. Descansa un poco,
campeón. —Bryson cerró la puerta al salir y una vez más Remus fue dejado
solo en la habitación con Marco. Pero estaba vez no iba a enojarse por pensar
que Marco se sentía atraído por el doctor humano.
Dentro de todos los años de su amistad, este era el momento más
incómodo.
—Entonces —comenzó Marco mientras usaba sus manos para alisar la
manta. Remus podía ver el ligero temblor en ellas—. ¿Vas a besarme o tengo
que pasarte una nota que diga que tienes que revisar la caja si es que te gusto?
Remus apartó su mano del pelo de Marco. —Me encantaría besarte.
¿Pero qué pasa si esto no funciona? —Remus ondeó una mano entre ellos—.
He visto qué puede salir mal entre amigos cuando volverse amantes resulta ser
una mala idea.
Marco inclinó su cabeza. —Sólo pedí un beso. ¿Quién dijo algo sobre
ser amantes?
Remus estaba confundido. Si se besaban, ¿acaso eso no conduciría a
más? Sabía que lo haría, así que no estaba seguro de por qué bajó su cabeza
mientras ahuecaba la mandíbula del hombre, presionando sus labios en un
casto beso.
Pero Marco tenía otros planes.
Su mejor amigo envolvió sus brazos alrededor del cuello de Remus y
tiró, haciendo que Remus tuviera que sujetarse para no lastimar a Marco o a
sus heridas. No era un tipo de peso ligero. Pero el movimiento los llevó
íntimamente cerca.
Puede que Marco fuera quien inició el beso más profundo, pero Remus
podía decir que el muchacho no tenía ni idea. No había forma de que Marco
hubiese besado a un chico con anterioridad. El pensamiento envió una ráfaga
de celos a través de Remus, pero la falta de experiencia por la forma en la que
Marco lo besaba era desconcertante.
80
Entonces, Remus tomó el control. Inclinó la boca de Marco con un dedo
bajo la barbilla del hombre para rozar los labios de Marco con los suyos. Los
ligeros jadeos provenientes de Marco eran alentadores. Era todo lo que podía
hacer para no devorar al hombre.
Besó los labios de Marco, su mandíbula, su cuello. Sus labios trazaron
cada centímetro expuesto de carne, su lengua trazaba círculos perezosos hasta
que sus labios se reunieron de nuevo. Esta vez el beso no fue tan casto. Marco
empezó a retorcerse debajo de él mientras Remus tanteaba los labios de Marco
con su lengua hasta que el hombre se abrió para él.
Deslizó su lengua en su interior, y al mismo tiempo presionó sus manos
a ambos lados del cuerpo de Marco, haciendo su mejor esfuerzo por mantener
el peso lejos del hombre. Sus labios fueron duros y escrutadores mientras
Marco se desmoronaba justo debajo de él.
Pero Remus sabía que tenía que retroceder. Su cerebro no estaba
completamente a cargo, su cuerpo sí, pero sabía que no podía llevar esto más
allá.
Marco todavía se estaba recuperando.
Con arrepentimiento, Remus retrocedió, mirando los oscuros pozos de
Marco. Eran como lava derretida mientras miraban a Remus.
—¿Por qué te detuviste?
Remus tuvo que aclarar su garganta antes de que siquiera pudiera
hablar. El hombre más pequeño lo estaba afectando hasta ese nivel. —Porque,
todavía estás herido.
—Pero no estoy tan herido como para no poder besar.
Dios, realmente era un tonto inocente. ¿Marco no sabía cómo estaba
afectando a Remus? Quería lanzar los cobertores a un lado, desnudarlo y
meter su polla profundamente en el culo de Marco. Si seguían besándose de
esta manera, Remus iba tener que hacer eso. —Estás haciéndome cosas que
están peligrosamente cerca de dejarte con el cuerpo escayolado. —Remus
estaba bromeando con Marco, tratando de aligerar el humor.
Las cejas de Marco se fruncieron por un momento, y luego se arquearon
pronunciadamente. —¿Así de bueno?
Remus fue incapaz de resistirse. Acarició el cuello de Marco con su 81
nariz y luego posó un beso en la manzana de Adán del hombre. —Así de
bueno.
Marco empezó a reírse mientras Remus lamía el cuello del chico. Sabía
que su amigo tenía cosquillas. Habían tenido muchas guerras de cosquillas
cuando eran más jóvenes. Pero ahora el juego parecía ser mucho más
interesante desde que se había tornado sexual.
—¡Me rindo! —gritó Marco mientras empujaba el pecho de Remus.
La sonrisa de Remus era amplia e hizo que su corazón se sintiera ligero.
Casi había perdido esto. —¿Te rindes tan rápido?
Una vez que las risitas cesaron, Remus vio una mezcla de alegría y
excitación en los ojos de Marco. —Sí, porque me polla se está poniendo dura.
Jesús. ¿El hombre no tenía un filtro? Su descarado comentario sólo
había hecho que el pene de Remus se endureciera hasta casi una excitación
dolorosa. Si no dejaba a Marco a solas, realmente iba a joder al chico. —
¿Hambriento? —Maldita sea, su voz sonaba estrangulada.
—Me muero de hambre —admitió antes de echarse hacia adelante y
darle un rápido beso a Remus, lo cual se convirtió en otra adictiva sesión de
Remus metiendo su lengua hasta el fondo de la garganta de Marco.
Remus estaba tan jodidamente caliente que estaba listo para masturbarse
ahí mismo, frente a su mejor amigo. Esta vez, cuando retrocedió, se apartó de
la cama.
Quedarse más cerca era demasiado tentador.
—Encontraré algo para comer.
Marco se quedó ahí acostado viéndose como un desastre perverso. Las
hebras de cabello en su cabeza estaban en todas las direcciones y sus labios
hinchados y húmedos. La polla de Remus pulsó ante la imagen que Marco
había creado para él.
—Volveré —dijo rápidamente mientras se apresuraba a salir de la
habitación. Cuando Marco dijo sólo besarnos, el chico sabía cómo convertir el
acto en nada menos que tener sexo con sus bocas.
Y aquí estaba Remus pensando que el hombre era inocente. 82
90
Capítulo Once
—Tengo miedo —dijo Marco mientras se dirigían hacia la camioneta—.
Nunca he abandonado Shelton y nunca he peleado en una guerra.
Remus ya sabía esto. Ese era el por qué nunca había presionado a Marco
para que se fueran. Pero Bryson tenía razón. Ya no había ningún lugar seguro.
Si iban a sobrevivir, su mejor apuesta sería estar junto a la Rebelión. Rick
había llegado así de lejos. Si Remus quería que Marco permaneciera con vida,
iban a tener que estar con alguien que supiera cómo.
Tiró de Marco a un lado mientras Bryson encendía la camioneta. —Lo
sé —dijo mientras ahuecaba el rostro del hombre más pequeño. —Pero el
hombre lobo tiene razón, Marco. Estaré a tu lado todo el tiempo, ¿de acuerdo?
Marco no lucía muy convencido. Remus no quería perder a su amigo
una segunda vez, pero tampoco podía dejarlo atrás. —¿Cómo cuando fuimos
al McDonald’s? 91
Remus se rio entre dientes. —Amigo, deberías haber sabido que pasaba
algo. ¿Cuándo fue la última vez que viste abierto un maldito local de comida
rápida?
Sacándole su lengua a Remus, Marco se dirigió hacia la camioneta. —
¿Quién dice que pienso bien cuando se menciona la comida?
Remus no estaba escuchando. Estaba demasiado ocupado frotando su
estómago mientras observaba el culito apretado de Marco alejándose.
Maldición. No podía esperar a que el hombre sanara. Iba a estar encima de
todo eso. Sus inseguridades sobre arruinar su amistad se estaban
desvaneciendo, y la excitación estaba tomando su lugar.
Quería meter su polla…
—¿Vienes? —preguntó Marco.
Tan pronto como volviera a tener al hombre a solas.
Remus sonrió para sí mismo mientras subía a la camioneta sentándose.
—Me siento como un chofer —se quejó Bryson mientras se alejaba de
la casa segura.
—Bueno, no voy a soltar a Remus —dijo Marco mientras se acurrucaba
al lado de Remus. Remus no estaba seguro de cómo se las arreglaba para lucir
tan cómodo considerando que todavía tenía los vendajes puestos, pero no olió
malestar proveniente del hombre.
Remus admitía estar preocupado por dirigirse a la pelea. Todavía tenía
pesadillas sobre permanecer en el centro de detención. No había estado allí por
mucho tiempo, pero un minuto era demasiado tiempo en un lugar en donde
torturaban a alguien. Si no hubiese sido por Rick y su grupo, probablemente
Remus ya estaría muerto.
Le debía su vida a Rick, así que ayudar al alfa de los hombres lobo ni
siquiera era una pregunta.
Pero sí lo era involucrar a Marco. Sabía que efectivamente el pequeño
leopardo no iba a salir cuerdo si era llevado al centro de detención. Jayson
sólo había tenido al muchacho durante una sesión y estuvo malditamente cerca
de matarlo. 92
109
Capítulo Trece
Remus no estaba seguro de qué estaba pasando. Bryson estaba hablando
con un grupo de hombres que les habían indicado que se detuvieran. Había
discutido que detenerse por desconocidos era una muy mala idea. No había
nada que les dijera si eran amigos o enemigos. Pero Bryson no había
escuchado. El médico había sobrepasado al hombre lobo en él y se detuvo.
¿El tipo estaba loco? Los desconocidos podrían haber sido Cazadores de
Especies o mercenarios. Al parecer el médico tenía deseos de morir. El deseo
de morir no era algo que Remus compartiera con el lunático. Tenía que estar
loco como para dejar que un desconocido lo hiciera detenerse.
—¿Es seguro? —preguntó Marco desde debajo de Remus—. Voy a
quedar con la maldita espalda encorvada. Eres realmente pesado. ¿Sabías eso?
Remus no quería dejar que el hombre se enderezara. Si las cosas se iban
a la mierda, quería que Marco estuviera debajo de él dónde Remus podría 110
escudar al leopardo. Simplemente odiaba que Marco todavía tuviese puntos de
sutura. Sabía que estaba poniendo presión indebida en el hombre, pero había
poco que pudiera hacer al respecto. Remus estaba determinado a mantener a
su pareja a salvo.
Mientras Bryson se inclinaba en la parte trasera de la camioneta, Remus
se sentó un poco más. ¿Qué diablos estaba haciendo? Remus estaba dividido
entre mantener a Marco a salvo y asegurarse de que Bryson estaba bien.
Estaba empezando a darse cuenta de que a veces el corazón del hombre
sobrepasaba su sentido común.
—Hijo de puta —dijo Remus cuando vio a Bryson luchando con quien
sea que estuviera en la parte trasera de la camioneta. A pesar de que quería
mantener a Marco a salvo, Remus no iba a dejar que Bryson saliera herido.
Incluso si el hombre lobo había sido quien se detuvo.
Saltando rápidamente de la camioneta, Remus se movió hacia los
desconocidos con la velocidad de un cambiaformas. Agarró al tipo que había
estado parado en la puerta trasera, justo detrás de Bryson, y lo tiró al piso.
—¿Qué diablos estás haciendo? —preguntó el muchacho cuando golpeó
el pavimento.
Remus lo ignoró mientras agarraba el brazo de Bryson. Podía escuchar
gritos y temió lo peor. Alcanzándolo, Remus ayudó al pobre padre a ponerse
de pie. —Lamento eso —dijo mientras el tipo liberaba su mano.
Remus podía oler que era humano.
Genial. Como si los humanos no nos vieran ya como unos salvajes,
tenía que ir y probarlo. En su defensa, había pensado que Bryson estaba en
problemas. No podían usar eso en su contra.
—¿Por qué me derribaste?
Porque no puedo decir la diferencia entre una pelea y una mujer
gritando mientras da a luz. —Pensé que mi amigo estaba en problemas.
—¿Por mi esposa embarazada?
Cuando el padre lo decía así, Remus quería largarse con sus manos
metidas en sus bolsillos y su cabeza agachada. —No sabía que tu esposa 111
estaba embarazada, amigo. Todo lo que vi fue que mi amigo estaba luchando y
escuché gritos.
El tipo se quedó ahí parado por un momento, y luego una lenta sonrisa
se formó en su rostro. —Sin daño no hay culpa. —Extendió su mano y Remus
la estrechó—. En realidad, el me derribaras me ayudó.
No había estado esperando esa declaración. —¿Cómo?
Miraron a donde Bryson estaba parado y luego miró a Remus. —Estaba
empezando a enloquecer por escuchar a mi esposa gritando así.
Sí, Remus podía comprenderlo. Si escuchara a Marco gritando, también
se volvería loco. Esos sonidos golpeaban a un hombre en el corazón cuando un
ser amado era quien los hacía. Aun cuando nadie la estaba lastimando, Remus
podía ver a que se refería el desconocido.
—Sólo respira con calma. Bryson es médico.
—Eso fue lo que dijo.
Remus miró sobre su hombro para ver a Marco saliendo del asiento
trasero. Se veía como la mierda. Su pareja necesitaba descansar seriamente.
Remus daría cualquier cosa si Marco pudiera transformarse para sanar.
Estaba demasiado delgado, pálido y los vendajes sobresalían
contrastando con espanto en su delgada figura. Su cabello corto y negro
sobresalía por todos lados porque Marco pasaba sus manos a través de las
hebras repetidamente.
Y a pesar de que el hombre parecía un completo desastre, todavía estaba
tan hermoso como siempre para Remus. No había otro que se igualara a su
Marco.
—¿Tuyo? —Preguntó el extraño.
Remus no estaba seguro de qué estaba hablando el tipo hasta que se giró
y lo vio mirando. Tenía que haber visto la mirada enamorada en el rostro de
Remus. —Sí, mío. —Y se sintió orgulloso de esa declaración.
Ambos se giraron cuando el estridente grito de un bebé rompió a través
del silencioso aire. El desconocido tenía lágrimas rebosando sus ojos mientras 112
miraba la espalda de Bryson.
—Felicitaciones, hermano. —Remus palmeó al tipo en su brazo. Agarró
la mano de Marco cuando su pareja llegó a su lado, escuchando el sonido de
una nueva vida en medio de un mundo que se había vuelto loco. Era un
recordatorio serio de qué estaban luchando, y por qué. Remus deseó que un
sonido así nunca se extinguiera.
Bryson se dio la vuelta, una camisa envuelta en sus brazos. —Tienes un
hijo —declaró orgullosamente al desconocido y luego le entregó el bebé a su
padre. Las manos del hombre temblaron y tragó como mil veces antes de
tomar lo que Bryson le estaba ofreciendo.
Tan pronto como el padre tuvo al bebé acunado en la curva de su brazo,
Bryson se giró y empezó a atender a la madre una vez más. Remus no estaba
seguro de por qué, y no iba a asomarse para descubrirlo.
En vez de eso, miró por encima de la camisa escocesay vio una
diminuta carita con los ojos azules más grandes que había visto. —¿Cuál es su
nombre?
El padre miró a Remus y sacudió su cabeza. —Todavía no hemos
escogido un nombre. —Sus ojos se posaron en Bryson y los llenó una
expresión pensativa—. Creo que me gusta Bryson.
También a Remus. El nombre era apropiado considerando la
circunstancia.
—Lindo niño —dijo Marco mientras le echaba un vistazo al bebé—.
Deberías llamarlo Marco.
Remus se rio entre dientes. —¿Por qué? No lo trajiste a este mundo.
—Bryson Marco Dillinger. Me gusta—dijo el padre.
—¿En serio? —Preguntó Marco, sus oscuros ojos se redondearon con
sorpresa—. ¿Le pondrías mi nombre a tu hijo?
—Si no fuera por los tres prudentes hombres, probablemente habría
perdido a mi esposa e hijo. No lo estaba haciendo muy bien antes de que
apareciera Bryson.
Estaban lejos de ser tres hombres prudentes, pero Remus estaba feliz de 113
que Bryson no lo hubiese escuchado esta vez. Volvió a mirar al bebé con
admiración. —Es tan diminuto.
El hombre le dio una sonrisa que decía que era el padre más orgulloso
del planeta. —Me llamo Lawson Dillinger.
—Soy Remus.
—Bueno, Remus, ¿te gustaría sostener a Bryson?
—Eso no suena bien en tantos niveles —bromeó Remus—. Pero no, es
demasiado pequeñito. Tal vez se me caiga.
—¿Y tú crees que soy un profesional? —Preguntó el tipo—. Me estoy
sacudiendo como una hoja.
Marco le dio un suave empujón a Remus en el hombro. —Vamos,
sostén a Tiny3
—Me gusta eso —dijo Lawson—. Tiny, sí.
3
Tiny: muy pequeño o diminuto.
Con las palmas sudorosas y un corazón acelerado, Remus alcanzó al
bebé. Dios, estaba aterrado de que fuera a tirar al niño. Sólo era una camisa.
Pero una vez que tuvo el pequeño peso en sus brazos, Remus lo sostuvo con su
vida.
Pero Tiny no pareció notarlo. Parpadeó rápidamente y luego miró a
Remus con curiosidad. Era un hombre grande, aun así, su garganta comenzó a
apretarse mientras miraba al recién nacido. No era nada menos que un milagro
en los brazos de Remus, llana y simplemente.
Bryson salió de la camioneta, sangre en su parte delantera y sudor en su
rostro.
—Debería estar bien para viajar. Todo salió bien. Tu esposa está
durmiendo ahora.
Lawson dio unos cuantos pasos y luego tiró a Bryson en un apretado
abrazo, agradeciéndole al hombre antes de dar un paso atrás. —No hay forma
de que sea capaz de pagártelo.
—Sólo cuida muy bien de ellos —declaró Bryson—. Y ven de vez en 114
cuando para que pueda ver al pequeñín.
—Nombra el lugar y estaremos allí —declaró Lawson firmemente.
Bryson les dijo donde vivían, y los ojos de Lawson se ampliaron un
poco. —¿Acaso ahí no es donde estaba viviendo Enrique Marcelo?
Los tres cambia formas se miraron entre sí, y entonces Bryson inclinó
un poco su cabeza. —Así es.
—Entonces allí estaré—dijo Lawson—. Definitivamente me encantaría
conocer al hombre que hizo que nuestro gobierno cayera de culo.
Remus se relajó y luego entregó a Tiny a Lawson. —Necesitamos irnos.
¿Estás seguro de que estarás bien?
Lawson miró a su hijo y sonrió. —Hemos llegado hasta aquí. —Miró a
Remus—. Estaremos bien.
—Deja que tu esposa descanse un poco, pero el bebé necesitará
alimentarse pronto. Quédense fuera de la vista y traten de encontrar algún
lugar seguro hasta que termine esta guerra —dijo Bryson.
—Eso podría ser durante años —dijo Lawson.
—No. —Remus sacudió su cabeza—. Confía en mí, acabará pronto.
Lawson no dijo ni una palabra, pero la comprensión se hundió en sus
pálidos ojos azules. Les dio un asentimiento mientras caminaba de regreso a
su auto. —Los mantendré a salvo.
Remus observó a Lawson meter a Tiny con su madre, y luego se metió
en el asiento del conductor y se fue, despidiéndose por la ventana mientras
desaparecía por la carretera.
—Es realmente bueno lo que hiciste por ellos —dijo Remus mientras
tiraba de la mano de Marco, guiando a su pareja de vuelta a su vehículo.
—Es para lo que nací —dijo Bryson—. Puede que sea joven, pero
encontré mi vocación a una edad temprana.
Así fue.
115
Marco todavía estaba radiante de orgullo porque su nombre había sido usado
en el bebé recién nacido. ¿Cuán genial era eso? No era como nada que hubiese
sentido antes. Definitivamente esperaba que el padre mantuviera su palabra y
llevara a Tiny para verlos.
Pero hasta entonces, estaba aquí acostado esperando a que Bryson le
quitara todos los puntos. Dolía un montón, y el hombre no tenía
medicamentos. Marco nunca escondió el hecho de que no era tan fuerte como
la mayoría de los leopardos. Eso no quería decir que fuera un debilucho. Eso
siempre lo había hecho un objetivo para los matones a medida que crecía. Si
no hubiese sido por Remus, habría recibido muchas más patadas en el culo
que las que ya había tenido que soportar.
Y los leopardos eran famosos por escoger a los débiles. Eran perversos
y crueles, sin preocuparse por nadie más que ellos mismos. Había unas
cuantas excepciones, como Sasha y Remus. Eran los raros a los que realmente
les daban una mierda.
Esa era parte de la razón por la cual se había enamorado de Remus. El
leopardo no sólo había ahuyentado a los matones, sino que también estaba allí
simplemente para pasar el rato. Marco pudo estar cerca de Remus y el cambia
formas nunca lo había mirado de forma diferente.
—Eso duele —se quejó Marco cuando Bryson sacó un punto de su
muslo. Dios, se sentía como si el hombre estuviera sacándole sus
terminaciones nerviosas a través de su piel. Marco no estaba acostumbrado a
lidiar con las cosas a un nivel humano.
Simplemente apestaba no ser capaz de cambiar y sanar. Extrañaba a su
leopardo. Marco no iba a enojarse y quejarse al respecto. Iba a encontrar una
manera de arreglarlo, o bien, lidiar con la pérdida. Al estar a punto de morir
había aprendido que la vida era demasiado corta como para quejarse.
—Estoy tratando de ser gentil —dijo Bryson—. Es que no tengo el
equipamiento correcto.
—¿Para quitar los puntos? —Preguntó Marco mientras sus cejas caían
sobre sus ojos—. Dame un par de alicates y yo lo haré.
116
—No lo creo —dijo Bryson—. Eres capaz de causar más daño que bien
con un par de alicates.
—Deja de quejarte —dijo Remus de una forma bromista—. Están
saliendo, no entrando.
Marco tenía una mente tan sucia. Remus estaba hablando de los puntos.
Así que, ¿por qué le sonaba tan travieso?
—¿Pueden esperar a que termine antes de que se pongan calientes y
duros? —dijo Bryson mientras tiraba de la piel de Marco—. Se está volviendo
imposible respirar aquí.
Marco podía sentir su rostro acalorándose por la vergüenza, así que se
escondió en los pliegues de sus brazos sobre los que estaba acostado. Podía
escuchar la risa de Remus. Marco deseaba estar a solas con su pareja. Se
unirían al grupo de Rick en poco tiempo, y ahí apenas tendrían un poco de
privacidad.
—¿Con cuantas personas está Rick? —preguntó Marco mientras volvía
a girar su cabeza.
—Demasiadas —respondió Bryson—. Tiene su propio grupo. Creo que
son como doce personas. Luego está el grupo de Clyde. Rick me dijo que tenía
como cuarenta cambia formas con él. Y los coyotes de Iowa acababan de
unirse cuando Miguel y Benito regresaron al grupo.
Marco apenas podía envolver su mente alrededor de tantas personas
viajando por la carretera. —¿Cómo están viajando con tantas personas sin ser
atrapados? —Ese era otro temor que tenía Marco. ¿Qué pasa si había salido de
su escondite sólo para ser asesinado por Cazadores de Especies, mercenarios,
o militares? Eran demasiadas posibilidades.
—Siendo muy cuidadosos —respondió Bryson y luego dio un paso
atrás—. Así que descansa un poco. Nos uniremos a ellos en unas cuantas
horas.
—Gracias —dijo Marco mientras Bryson y Remus limpiaban los
vendajes descartados. Ahora todo lo que Marco tenía que hacer era mirar en el
espejo las cicatrices en su rostro.
Lo que le aterraba y hacía que su estómago se acalambrara era el hecho
de que simplemente pudiera verse como el fenómeno, que su padre le había 117
acusado ser.
Capítulo Catorce
Marco tomó una profunda respiración cuando se sentó en el retrete del
motel que habían encontrado para que Bryson le quitara los puntos. Estaba
muerto de miedo de mirar en el espejo. Sus manos estaban inestables mientras
las pasaba por su cabello.
¿Qué pasa si lucía horrible y Remus se arrepentía de aparearse con él?
Todo su cuerpo estaba cubierto de cicatrices. Lo menos que pudo haber hecho
el bastardo de Jayson era dejar en paz su rostro. Pero esa fue la primera cosa
que el hombre atacó.
Marco todavía sentía el dolor del cuchillo mientras cortaba su piel.
Marco todavía tenía pesadillas al respecto. Se despertaría sudando frío sólo
para darse cuenta de que no estaba en esa habitación de hormigón y Jayson no
estaba por ningún lado.
—Puedo hacer esto —se susurró—. Puedo mirarme en el espejo. — 118
Necesitaba dejar de ser un jodido cobarde y simplemente enfrentarlo. Marco
se levantó del inodoro y luego volvió a sentarse.
—Joder —dijo mientras apretaba sus dientes. Descubrir si era un
fenómeno con la cara rajada era más difícil de lo que pensaba. La valentía no
llegaba. Sin importar lo que se dijera, su cuerpo no lo llevaría esos pocos
pasos hacia el espejo.
—¿Está todo bien ahí dentro? —Preguntó Remus desde el otro lado de
la puerta.
Marco metió sus manos bajó sus axilas y trató de normalizar su
respiración. No estaba bien. Y si era un fenómeno por lo que Jayson le había
hecho, nunca estaría bien. Ya era bastante malo que fuera pequeño para ser un
leopardo. Ahora también era feo. Para empezar, no era como si fuera un
magnifico modelo.
—Jódete, destino —apretó los dientes mientras se quedaba ahí sentado
con las manos pegajosas y el comienzo de un dolor de cabeza.
—¿Marco?
Secando sus sudorosas palmas en sus pantalones, Marco volvió a
empujarse hasta el borde del inodoro. Dio un paso, y luego otro hasta que
estaba parado frente al lavamanos. Pero su cabeza seguía gacha.
—¿Qué está pasando? —Preguntó Remus por detrás. El tipo había
entrado, y aunque Marco estaba muy enojado con el destino, no podía
encontrarse gritándole a Remus que se fuera. El cambia formas era lo único
que tenía ahora. Marco no iba a ser lo bastante tonto como para alejarlo. Sólo
esperaba que Remus no saliera corriendo cuando viera la cara de Marco. Tan
pronto como Bryson terminó de sacarle los puntos, Marco se había apresurado
al baño.
—Marco, háblame.
Su pareja deslizó sus brazos alrededor de la cintura de Marco y tiró de
su espalda contra el pecho de Remus. —¿Por qué estás aquí parado?
—¿Qué tan mal me veo? —le preguntó a Remus—. ¿Soy un monstruo
horrendo?
—¿De qué estás hablando? —Preguntó Remus—. ¿De las cicatrices? 119
—Sí, las cicatrices —dijo Marco amargamente—. Respóndeme.
Los brazos de Remus se tensaron a su alrededor. Marco sabía que era
por la forma en la que le había hablado a Remus. Marco nunca antes había
sido amargado con su mejor amigo. —¿Por qué no te miras tú mismo?
Marco sacudió su cabeza. —N-no puedo.
Remus metió sus dedos debajo de la barbilla de Marco y levantó su
cabeza.Marco cerró sus ojos de golpe. —Mírate, bebé.
Con un corazón acelerado, Marco abrió sus ojos lentamente. Se miró en
el sucio espejo, viendo por primera vez lo que Jayson le había hecho. Había
una línea desde el exterior de su ojo hasta la esquina de su boca a ambos
lados.
—Ves, no es tan malo y apenas se nota.
Si Marco hubiese estado viendo a alguien más, no habría pensado nada
de las dos líneas verticales. Pero estaba viendo las cicatrices en su cara. Para
Marco, resaltaban como un faro en la noche.
Trató de darse la vuelta para escapar, pero Remus lo sostuvo con
firmeza en su lugar. —No vas a huir de mí, Marco. Te conozco demasiado
bien, y no permitiré que te autoflageles por esto.
—Por supuesto que no —espetó Marco—. No eres quien tiene estas
cicatrices.
—Ya córtala —dijo Remus mientras sacaba a Marco del baño y lo
sentaba en la cama—. Apenas se notan. El doctor hizo un maldito buen
trabajo.
Marco giró su cabeza, sintiéndose como Humty Dumty una vez más.
Estaba todo cosido para unirlo de nuevo, aun así, sentía como si fuera a hacer
estallar los puntos. —Di la verdad, Remus. Odias haberte apareado conmigo.
Estás atascado con un fenómeno.
Remus emitió un estruendoso gruñido mientras atrapaba las manos de
Marco a los lados de su cuerpo. Se inclinó, sus ojos verdes estaban
oscurecidos con furia. —Nunca me arrepentiré de aparearme contigo, Marco.
¡Nunca vuelvas a decir algo así! No eres un maldito fenómeno. Sigues siendo
tan impresionante como siempre. Deja que de andar enfurruñado o juro que 120
voy a patearte el trasero.
Por primera vez en la vida de Marco, realmente le temía a Remus. El
hombre lo haría. Marco no dudó de la amenaza ni por un segundo. Podía ver
la dura promesa en los ojos del hombre. —Pero…
—Sin peros, Marco —dijo Remus justo antes de bajar su cabeza y besar
cada lado de la cara de Marco—. Eres muy impresionante, bebé.
No estaba muy seguro de qué decir ante eso. Sabía que Remus le estaba
diciendo la verdad a partir del olor del hombre. Remus realmente creía que
Marco era atractivo. Mil emociones enredadas atravesaron a Marco. Quería
creer a su pareja. Realmente quería. ¿Cuántas veces en su vida su padre lo
había llamado fenómeno antes de morir? ¿Mil, diez mil?
Y aquí estaba su pareja, confesando que pensaba que Marco era
atractivo y que se llamara fenómeno molestaba a Remus. En ese momento
Marco supo cuán afortunado era. Tenía una pareja a quien verdaderamente
amaba y que le quería.
Marco deslizó su mano por detrás del cuello de Remus y acercó más la
cabeza de su pareja, enterrando su rostro en la curva del cuello de Remus. —
Gracias.
—¿Por qué? —Preguntó Remus—. ¿Por decirte la verdad
honestamente? —Remus tiró hacia atrás la cabeza de Marco y le dio una
sonrisa que causó estragos en el cuerpo de Marco—. Amo la forma en la que
luces. Desde las hebras negras en tu cabello hasta las sexis puntas de tus pies.
—¿Crees que los dedos de mis pies son sexis? —preguntó Marco
atónito.
—Corazón, todo sobre ti es sexi. —Como si probara su punto, Remus
liberó a Marco y se deslizó en la cama, agarrando sus pies y besando la punta
de cada uno. El hombre no tenía ni idea lo superlativo que era. Marco movió
sus dedos y se rio.
—Si vas a lamer alguna parte de mi cuerpo, las puntas de mis pies no
están en la parte superior de mi lista. —Marco liberó su pie y luego se levantó,
dándole a Remus una seductora demostración meneándose para salir de sus
pantalones. Se aseguró de levantar su culo en el aire cuando se agachó para 121
quitárselos.
Casi se cayó cuando Remus agarró una nalga y apretó.—Vas a
volverme loco, ¿no es cierto?
Marco se torció a un lado y sonrió. —Voy a intentarlo.
El amor en los ojos de Remus destrozó cualquier duda que Marco
tuviera sobre el hombre. Su pareja lo amaba independientemente de cómo se
veía ahora. Marco se enderezó y se dio la vuelta, tirando a Remus en sus
brazos y abrazándolo con fuerza. —Te amo, Remus.
Una mano gentil alisó su espalda. —También te amo, Marco. Ahora
termina de desvestirte antes de que te folle con tu camisa puesta.
Marco sonrió mientras dejaba ir a Remus y se quitaba su camisa. Podía
ver a Remus mirándolo de la cabeza a los pies. Era un poco intimidante
considerando que su pareja estaba completamente vestido. —¿No vas a
desnudarte?
—Tan pronto como esté satisfecho —dijo mientras empezaba a caminar
alrededor de Marco.
—Nunca supe que eras tan pervertido.
—Eso es porque acabamos de empezar a dormir juntos, bebé. Vas a
descubrir que me gustan un montón de cosas. Una sería tenerte de rodillas
chupando mi polla.
El tipo iba en serio. Marco sintió revoloteos en su estómago mientras
descendía sobre sus rodillas. Estaba mirando directo a los vaqueros de Remus
en donde veía un duro contorno.
—No morderé. Lo prometo.
Marco se estiró y desabrochó el botón, y luego bajó la cremallera. El
olor del pre-semen de su pareja lo golpeó incluso antes de que viera el punto
húmedo en la ropa interior de color gris oscuro que usaba Remus. Deslizó su
dedo en la pretina del bóxer de su pareja y luego le dio un tirón a la tela.
El movimiento reveló la cabeza de la polla de Remus. Marco casi no
podía respirar. Bajó su cabeza, saboreando la esencia de su pareja mientras
lamía el líquido claro que estaba chorreando pesadamente.
—No juegues conmigo, bebé —dijo Remus en un tono que era pura 122
seducción—. Te necesito demasiado.
Esas palabras, combinado con el sabor de su pareja, y la mirada
complacida en los ojos de Remus impulsó a Marco a tomar toda la polla en su
boca. Tomó a Remus hasta el fondo de su garganta, respirando a través de su
nariz e inhalando el olor del hombre hasta su núcleo.
—Eres tan hermoso, Marco. —Remus hundió su mano en el cabello de
Marco y le dio un pequeño tirón mientras empezaba a empujar sus caderas
hacia adelante.
Marco cerró los ojos mientras saboreaba a su pareja, su toque, y sobre
todo, su polla. Su lengua se burló del hinchado eje, trazando las venas y
deslizándose bajo la cabeza mientras oía los gemidos de aprobación de Remus.
Los sonidos de su compañero se apoderaron de Marco mientras abría la
garganta para tomar la polla de Remus una y otra vez. Sus dedos se enterraron
en los muslos cubiertos por los vaqueros de Remus, su sangre corriendo con
una euforia que nunca había pensado posible. La única vez que podría superar
esto era cuando Remus lo reclamó.
Cuando abrió sus ojos, su pareja estaba mirándolo con tal suavidad en
sus ojos. Marco admiró el cabello castaño claro de Remus, su rostro sin afeitar
y su tostado cuerpo.
—Sigue mirándome de esa manera y tal vez piense que me deseas —
dijo Remus antes de agarrar el pelo de Marco y liberar su polla.
Marco quería quejarse. Le encantaba el sabor de su compañero en su
lengua. Pero cualquier protesta que pudiera haber tenido murió en sus labios
cuando Remus hizo que Marco se levantara y lo inclinó sobre el lado de la
cama. Su pareja todavía no se había desnudado. Marco empezaba a
preguntarse si lo haría. La áspera tela de mezclilla de Remus se sentía en la
parte posterior de sus piernas mientras su compañero se ponía sobre él, su
mano se deslizaba sobre el trasero de Marco. —Me encanta que este culo sea
todo mío.
Los ojos de Marco rodaron hasta la parte posterior de su cabeza
mientras se mordía el labio inferior. Los dedos de Remus se burlaban de su
agujero, presionando contra él y luego retrocediendo. Siempre había seguido
el liderazgo de Remus a medida que crecían y sabía que el hombre tenía una
123
personalidad dominante, pero sentir que Remus tomaba el control era como un
subidón para Marco.
—Maldita sea, quiero joderte —dijo Remus contra su oído—. Sólo
pensar en hundir mi polla en tu culo me pone duro.
—Entonces hazlo —se quejó Marco mientras empujaba su culo contra
los dedos de Remus, sintiendo la necesidad de ser follado palpitando a través
de su ingle y su culo—. Jódeme, Remus.
Se estaba empezando a desesperar por sentir a su pareja dentro de él.
—Paciencia —dijo Remus mientras mordisqueaba a Marco—. No
puedo simplemente joderte, bebé. —Un dedo presionó con fuerza la entrada
de Marco.
—Sí —rogó Marco—. N-no me importa. —No podía creer que
estuviera contándole a Remus su pequeña y secreta perversión. Marco no
quería ser golpeado o algo así, pero había fantaseado con ser follado de esa
manera.
—¿Qué estás diciendo, Marco? —Preguntó Remus mientras se estiraba
y registraba su bolso en el suelo, sacando una botella de lubricante—. ¿No
quieres ser estirado?
Marco podía sentir su rostro sonrojándose mientras asentía. No estaba
seguro de por qué estaba avergonzado de decirle a Remus lo que quería, pero
sentía que estaba bajo un microscopio cuando Remus selló sus ojos con los
suyos.—¿Estás seguro?
—A-al menos quiero intentarlo.
Remus lo miró por un largo momento y luego bajó su cabeza, rozando
sus labios sobre los de Marco. —Sólo quiero que estés satisfecho en nuestra
vida sexual.
—Lo estoy —declaró Marco rápidamente, aunque hasta ahora sólo
habían tenido sexo una vez. Pero, maldición, su primera vez juntos había sido
memorable.
—Si quieres que me detenga, entonces dilo. —Remus retrocedió,
pateando sus pantalones para quitárselos y arrojándolos a un lado antes de 124
rociar su polla con el lubricante—. En serio.
Marco podía sentir que su corazón latía más rápido cuando Remus bajó
la botella, esparció el gel claro sobre su erección, y entonces se acercó a él. Se
giró, agarrando las sábanas mientras Remus cubría su espalda.
La cabeza roma de la polla de su compañero presionó contra su agujero,
y entonces Marco se mordió el labio inferior mientras Remus empezaba a
entrar en él. Al principio Marco pensó que había cometido un grave error con
su petición, pero el placer estaba allí, junto con el intenso ardor.
—¿Se siente bien? —Preguntó Remus mientras sus dedos se enterraban
en los costados de Marco—. ¿Te gusta?
—Remus —lloriqueó Marco, incapaz de poner sus sentimientos en
palabras. Era como nada que había sentido antes. La mezcla era simplemente
increíble, pero esa ni siquiera era una descripción correcta. Era más que
increíble. Su respiración era laboriosa mientras Remus adentraba su polla
lentamente.
Marco envolvió sus tobillos alrededor de Remus y empezó a empujar
hacia atrás. Su respiración se atascó en su garganta cuando sintió la barbilla
sin afeitar de su pareja raspando junto a su hombro. La sensación añadida hizo
que Marco gritara.
—Cualquier cosa que quieras, bebé —murmuró Remus. Remus empujó
el resto del camino hasta que estaba enterrado hasta la empuñadura—. Joder.
Marco sujetó las sábanas con más fuerza, montando la ola de dolor y
placer. Y entonces Remus comenzó a curvar sus caderas y follar a Marco
como un hombre agonizante. Podía sentir las garras de su compañero saliendo,
y eso sólo hizo que Marco se excitara más. No quería ser arañado, pero saber
que estaba haciendo que Remus perdiera el control era emocionante. Su pareja
ya había demostrado que podía cambiar parcialmente cuando reclamó a
Marco. Aunque Marco estaba encantado de que Remus todavía tuviera
algunas habilidades, no se estaba dando la falsa esperanza de que ambos, tarde
o temprano, recuperaran su capacidad para cambiar.
Marco lloriqueó cuando Remus cambió su ángulo y su punto dulce fue
golpeado una y otra vez. —Oh, dios… jódeme más fuerte, Remus.
Su compañero le tomó la palabra. Marco inclinó las caderas hacia arriba
mientras su compañero embestía su culo, enviando a Marco más cerca del 125
borde. Tan sólo necesitaba un poco más, algo que haría... Marco gritó cuando
Remus le mordió el hombro. Su cuerpo se estremeció y convulsionó debajo de
su pareja, su polla explotó y su semilla parecía que estaba siendo arrancada de
su cuerpo.
Remus se hundió más profundo, moviéndose aún más rápido antes de
ponerse rígido detrás de Marco y luego soltó su hombro, aullando su
liberación.
Marco apoyó su cabeza en la cama, jadeando mientras su pareja
colapsaba encima de él. —Te amo, Remus, pero quítame tu pesado culo de
encima.
126
Capítulo Quince
Frisk no estaba seguro de qué hacer, pero sabía que tenía que hacer algo
y no era quedarse ahí sentado sobre su culo con una banda de hombres coyote
mirando a Isabelle y a él. Isabelle estaba sosteniendo a EJ en sus brazos,
presionándolo cerca de su pecho mientras ambos se sentaban en el piso sucio
del túnel debajo de la cabaña.
Un tic palpitó en la mandíbula de Frisk mientras observaba al líder jugar
con su cuchillo, haciéndolo girar en su mano. —Estoy tan sorprendido por
haber sido capaz de capturarlos a los dos que no estoy seguro de qué hacer con
vosotros.
Frisk también estaba sorprendido. Nunca pensó en mantener un ojo en
el túnel. Era su medio de escape. No se le había ocurrido que también podría
ser un punto de entrada para cualquier enemigo.
Había sido un maldito tonto. 127
Si esos bandidos tenían éxito a la hora de matar a todos los que estaban
en la cabaña, muchas vidas serían destruidas.
—¿Lastimarías a un bebé? —Preguntó Isabelle a través de sus dientes
apretados, sus ojos pardos estaban llenos de odio y miedo.
—Señora —dijo el líder mientras se acercaba más. Frisk se acercó,
negándose a permitir que dañaran a Isabelle. No sólo su rey le había dado a
Frisk la responsabilidad de vigilarla, sino que Frisk sabía que moriría por
protegerla, incluso si Edward no hubiese emitido la amenaza—. Haría
cualquier cosa con el fin de capturar a los seres queridos de los hombres más
buscados en los Estados Unidos. ¿Sabes lo que pagarían por tenerlos de
regreso?
—¿Entonces esto se trata de dinero? —preguntó Frisk, rechazaba que
una persona usara a otro ser por una ganancia monetaria.
—Siempre se trata de dinero —respondió el hombre—. La guerra
terminará tan pronto como los Rebeldes lleguen a Washington. La nación va a
tener que ser reconstruida. Preferiría estar sentado en la cima que
arrastrándome para sobrevivir.
—Eres despreciable —espetó Frisk.
—Por qué, gracias —dijo el líder, como si Frisk estuviera dándole un
cumplido.
—Estaba insultándote, idiota —intervino Isabelle.
—Todo depende de cómo lo mires. —El líder retrocedió y los dos
guardaespaldas con él se rieron. Frisk podía derribar a uno de ellos, pero no a
los tres. También sabía que los imbéciles usarían a Isabelle para dominar a
Frisk. No podía arriesgarla,ni al bebé.
Qué mal que nadie había visto a los hombres entrando a la habitación de
Isabelle. Frisk había estado ahí jugando con EJ cuando la parte trasera del
armario se había abierto y los tres hombres entraron al dormitorio.
Frisk mantuvo un ojo en el cuchillo del hombre mientras trataba de
averiguar una forma de salir de esta. Su única forma de escapar era por el túnel
de la cabaña. Los coyotes estaban bloqueando el camino que los conduciría al 128
bosque.
—Digo que los atemos, llevémoslos a nuestra camioneta, y luego
regresemos por más —dijo uno de los otros idiotas.
—Pero no sabemos quiénes son todos los que están en la cabaña —
respondió el líder—. Tenemos que proceder con lógica.
Frisk dudaba si es que tenían un solo hueso lógico entre los tres. Podía
decir que secuestro y mantener a alguien para pedir un rescate no era su día de
trabajo. Pero, aunque los tres parecían inciertos, eso no significaba que no
fueran mortales. Frisk no iba a cometer ese error.
Y no iban a atarlo. Si Frisk podía evitarlo, no iba a dejar que lo tocaran.
—Muy bien —dijo finalmente el líder mientras agarraba su cuchillo con
fuerza en su mano—. Levantaos y empezar a moveros.
Ayudando a Isabelle a ponerse de pie, Frisk hizo su mejor esfuerzo para
caminar a su lado, pero el túnel no era una estructura amplia. En cambio,
caminó detrás de ella, asegurándose de que no la tocara ninguno de esos sacos
de mierda. Caminando despacio, trató de elaborar un plan en su mente.
El túnel empezó a descender un poco y el aire se enfrió. Podía sentir el
frío rozando su piel. No tenía puesta una chaqueta cuando fue forzado a entrar
en el túnel.
—Estás cometiendo un gran error —discutió Isabelle mientras
caminaba—. No tienes ni idea de qué va a hacer Edward cuando descubra que
nos secuestraste.
Frisk no se dejó engañar por sus palabras. No tenían ni idea de lo que
les haría Isabelle si le dieran la oportunidad. Pero tenía a EJ, por lo que pelear
estaba fuera de la cuestión. Frisk no estaba seguro de las opciones que tenía.
Estaba en desventaja numérica y se dirigía hacia la salida. Si estos hombres
lograban sacarlos de allí, el grupo de Rebeldes tendría dificultades para
encontrarlos.
¿Y dónde estaban los osos que se suponía que vigilaban la zona
circundante? Saber que los tres coyotes habían logrado pasarlos le dijo a Frisk
que estos hombres eran más peligrosos de lo que pensaba. Si habían 129
conseguido acabar con los cambiaformas oso, entonces eran capaces de reunir
a todos los que estaban en la casa y llevárselos.
Todos los cambia formas eran mujeres, o bien, menores de edad,
excepto Phillip. También había humanos allí, pero Frisk sabía que un humano
no tenía ninguna posibilidad contra los coyotes. No sólo eran fuertes, sino que
también deshonestos.
—Apresuraros —dijo el coyote detrás de él mientras colocaba una mano
en el hombro de Frisk, empujándolo.
—Déjalo en paz —discutió Isabelle—. Ya nos tienes. No hay necesidad
de andar empujándolo.
Frisk quería decirle que era un hombre que no necesitaba que nadie
hablara por él, pero se quedó callado, nos estaba dispuesto a hacer que les
hicieran más daño. Tenía que pensar en Isabelle y EJ.
Caminando, Frisk escuchó un gruñido bajo en la distancia. Las sucias
paredes devoraban cualquier sonido más allá de ellas, no se oían ecos. Pero
escuchó un gruñido de advertencia.
Boston los estaba siguiendo. El chico podía ser un adolescente, pero era
un cambia formas. Eso los haría dos contra tres.
Frisk comenzó a ralentizar aún más, tratando de darle al niño la
oportunidad de alcanzarlos. No podía permitir que abandonaran los túneles.
—¿Escuchaste eso? —Preguntó uno de los coyotes. Frisk podía ver al
hombre mirando detrás de ellos—. Escuché algo.
Esperaba que lo dejaran pasar. Frisk sabía que Boston había dado una
señal para dejarle saber que el adolescente les estaba pisando los talones. Pero
un ataque sorpresa era la única apuesta ahora.
—No escuché nada —dijo el líder mientras se detenía y miraba detrás
del pequeño grupo—. Necesitamos movernos si vamos a regresar a tomar al
resto. —Se giró sobre sus talones y empezó a caminar otra vez.
Frisk tenía que pensar rápido. Pretendió caerse, golpeando con fuerza el
piso cubierto de suciedad.
—Levántate —dijo uno de los matones mientras se agachaba y agarraba
a Frisk con rudeza por el brazo—. Sé que puedes ver perfectamente bien acá 130
abajo. Deja de ser tan torpe.
Mientras Frisk se ponía de pie, vio los ojos verdes del gato
persiguiéndolos, acosando a los hombres. Y entonces vio otro par de ojos.
Eran más pequeños y de un color azul grisáceo. Sammy.
Sasha mataría a Frisk si les pasaba algo a sus niños. Pero si los dos no
interferían, Frisk e Isabelle no tendrían ni la más mínima oportunidad de
escapar.
EJ empezó a retorcerse en los brazos de Isabelle, y Frisk supo que el
joven cachorro olió a sus compañeros de juegos. Frisk estaba sorprendido de
que los coyotes no hubiesen olido a los dos leopardos detrás de ellos. Tropezó
y se volvió a caer.
—¿Cuál es tu maldito problema? —Dijo el coyote con irritación—.
¿Qué eres, un retrasado mental?
Frisk agarró el tobillo de Isabelle y le dio un tirón, que cayó
rápidamente mientras Frisk cambiaba a su forma de hombre rata, atacando al
hombre que trató de volver a levantarlo.
—¡Hijo de puta! —Gritó el cambia formas cuando Frisk mordió su
mano.
Boston y Sammy atacaron, luchando contra los otros dos coyotes. Frisk
podía oír los gritos distantes y supo que los hombres de la cabaña no estaban
demasiado lejos. Debían haber seguido a los dos leopardos.
—¡Maldita sea! —Gritó el coyote mientras golpeaba a Frisk en la
cabeza—. Quítatede encima. —Justo cuando dijo la última palabra, el hombre
cambió a su forma de coyote. Frisk se arriesgó a dar una mirada rápida y vio
que Isabelle se había puesto de pie y se apresuraba a regresar por el túnel, un
pequeño infante en forma humana en sus brazos.
Ya era la maldita hora de que EJ se transformara.
—¡Ayuda! —Gritó Isabelle—. ¡Aquí abajo!
Frisk se alejó rápidamente del coyote cuando sonó un disparo y la bestia
contra la que estaba luchando cayó. Dos disparos más y los tres bandidos
estaban tumbados en el piso cubierto de suciedad.
—¿Están todos bien? —Preguntó Papá mientras se arrodillaba junto a 131
Frisk—. ¿Estás herido, hijo?
Frisk sacudió su cabeza diciendo que no. Estaba sacudido por que la
situación de vida o muerte había terminado, pero no estaba más que
desgastado.
—Volvamos a la cabaña, muchachos —dijo Howard, el padre de
Dorian—. Tenemos algunos osos heridos, pero parecen estar vivos. Voy a
hacer que uno de ellos esté aquí vigilando la entrada una vez que se sientan
mejor.
Frisk necesitaba unas serias vacaciones.
134
Capítulo Dieciséis
El capitán O’Hanlon del Special Naval Warfare entró en el restaurante y
avistó al almirante James inmediatamente. El hombre estaba recostado en una
silla, su cena ya estaba frente a él en la mesa.
—Capitán —dijo el almirante James mientras O’Hanlon se aproximaba
a la mesa—. Tome asiento.
Podía decir a partir del tono del almirante que el tipo ya sabía que los
problemas se dirigían en su camino en gran número. Inteligencia secreta
estaba reportando que había un gran movimiento en el norte de Pennsylvania,
y una persona había confirmado que Enrique Marcelo estaba con el grupo de
Rebeldes.
—Le dije que, si esto se venía abajo, iba a tener que caer por esto.Su
incompetencia no sólo ha permitido que el animal viviera, sino que ahora se
está dirigiendo hacia nosotros —dijo el almirante James con una tranquila 135
rabia—. No hay forma de arreglar esto. He despachado a las tropas para
acabar con Enrique y su grupo.
—¿Y cree que las tropas pueden acabar con Enrique Marcelo cuando
incluso el Escuadrón de la Muerte falló en esa tarea? —O’Hanlon estaba
cansado de andar jodiendo alrededor del almirante James. El hombre era una
espina constante en su costado.
Así como se había encargado del vicealmirante Harrington, O’Hanlon
sabía que el almirante James tenía que ser silenciado. Había sido
extremadamente cuidadoso al permanecer tan distante como pudo.
La única persona que sabía su verdadera intención era el teniente
comandante John Freedman. Pero desde que el hombre era un enemigo del
estado, era la palabra de O’Hanlon contra la del teniente. Qué mal que no
había logrado matar al hombre.
—Tu Escuadrón de la Muerte era una broma.
—Eran los mejores hombres que hemos entrenado —señaló
O’Hanlon—. No se olvide que aquí estamos lidiando con animales. Se
enfrentaron contra unos fenómenos de la naturaleza.
El almirante James secó su boca y luego colocó la servilleta en la mesa,
reclinándose cuando el mesero trajo una taza de café fresco y la colocó frente
al Almirante. Una vez que volvieron a estar solos, James se inclinó hacia
adelante, sus ojos calculadores. —Vamos a cortar esta mierda, David. Ambos
sabemos qué estás apostando en esto. Engendraste un animal y ahora estás
tratando de eliminar la evidencia. Nuestras manos están sucias. Si el
presidente…
—Nunca lo sabrá —declaró O’Hanlon con pura confianza.
El almirante James cogió su café y tomó un sorbo, mirando a O’Hanlon
por encima del borde. —¿Cómo estás tan seguro de que no sabe sobre
nosotros? Alguien se esforzó mucho en silenciar a Harrington. Estoy dispuesto
a apostar que sabes algo sobre su muerte.
Y el almirante estaría en lo correcto. Pero O’Hanlon mantuvo eso para
sí mismo. No era de los que se jactaba de sus sucios secretitos. Tenía el 136
presentimiento de que el almirante James eventualmente descubriría su
relación con Enrique. Sólo era cuestión de tiempo.
—Y usted tiene sangre en sus manos, almirante. La muerte de su
hermana fue una pérdida tan trágica para usted.
—Aún lo es —dijo el almirante James como si no fuera quién ejecutó a
su hermana y a su pareja—. Qué vergüenza.
—Entonces, ¿me pidió que viniera aquí para decirme que voy a caer
junto con todo esto? —preguntó O’Hanlon calmadamente.
—No —dijo el almirante James mientras bebía su café—. Te pedí que
estuvieras aquí para averiguar si has enterrado nuestros nombres lo bastante
profundo. Los Rebeldes se acercan. Si pasan nuestras tropas, estarán aquí el
viernes a más tardar. Necesitamos tomar medidas de contraataque para
asegurarnos que nuestros nombres no están asociados al escándalo más grande
del que Washington jamás ha sido testigo.
O’Hanlon pasó la punta de su dedo alrededor del borde del vaso puesto
frente a él. Era el agua del almirante. Limpió el polvo entre sus dedos y luego
sonrió al almirante James. —Confíe en mí. No enfrentará sus acusaciones. Lo
prometo.
O’Hanlon se puso de pie justo mientras el almirante James comenzaba a
ahogarse con su propio aliento. Su rostro se tornó de un azul oscuro y se
estaba agarrando su garganta.
Saliendo al frío aire de la noche, O’Hanlon empezó a caminar hacia su
auto. Vislumbró entre las sombras al mesero, que había traído el café
envenenado del almirante,esperándole. En vez de pagar al joven, O’Hanlon
sacó su pistola, el silenciador puesto, y disparó a la sombra justo entre los
árboles.
Subiéndose a su auto, O’Hanlon pasó el pintoresco río, se detuvo, y
lanzó el arma.
No, el almirante James no iba a enfrentar sus acusaciones, sólo a su
creador.
137
Salvador Santos Almeida caminó por el terreno con una gracia silenciosa.
Cada paso que daba era medido, exacto. Sus compañeros y él habían
conducido a Kraven al límite de los Territorios del Norte y lo estaban
rastreando hacia el este. Estaban tan lejos de la guerra como podían.
Hacía un frío de mierda aquí, también. Pero Salvador no iba a dejar que
Kraven se alejara. Si lo hacía, entonces los Segadores de Almas causarían tal
estrago que la especie humana nunca estaría a salvo. No, la única forma de
controlar a las criaturas sin alma era matando o confinando al vampiro.
—Si no estuviéramos cazando a un vampiro demente, este sería un
pintoresco lugar para pasar las vacaciones —dijo Freedman mientras se
quedaba ahí parado mirando a su alrededor—. Es simplemente hermoso.
—Siempre y cuando no seamos comidos por un oso polar —dijo Omar
mientras sujetaba su mochila con fuerza—. Esa sería una horrible manera de
morir.
Efectivamente, lo sería, pero Salvador sabía que podía mantener a los
osos alejados. Eran el menor de sus problemas. Se estaba volviendo bastante
claro en su mente que Kraven había adquirido unos poderes desagradables y
estaba usándolos en su beneficio. A Salvador nunca antes se le había
dificultado tanto perseguir a alguien.
Kraven no sólo tenía la habilidad de enmascarar su mente, sino que
también sabía cómo evadir a Salvador, lo que estaba empezando a molestarle.
Nunca antes había estado tan frustrado y descubrió que no le gustaba.
De una u otra forma, iba a atrapar a Kraven. Y cuando lo hiciera, el
bastardo iba a desaparecer.
Remus sabía que estaban cerca de su punto de reunión con Rick, pero,
maldición, ¿helicópteros? ¿Cómo se suponía que fueran a evadir esas cosas?
El gobierno sabía que se estaban acercando porque al parecer estaban
enviando a sus tropas, todo su ejército. Remus volvió a mirar por la ventana y
vio tres helicópteros muy, muy grandes encima de sus cabezas, dirigiéndose
hacia el este, hacia el destino exacto hacia el que estaban conduciendo.
Agarrando su móvil, Remus llamó a Rick. —Estamos como a diez
minutos de nuestro punto de encuentro y acaban de pasarnos tres helicópteros
gigantescos. —Eran lo bastante grandes como para transportar soldados.
Estaba a punto de surgir una guerra en el lugar. Remus sabía que la única
forma de salir de esto era huir. No es que Rick y los Rebeldes fueran cobardes,
pero su lucha no era con las tropas. Su lucha era en Washington.
—Lo sé. Los escuché a la distancia, pero… mierda, aquí están. Tenemos
que irnos. —Rick colgó.
—Acelera —le instruyó Remus a Bryson—. Rick y su grupo están a
punto de salir pitando,y no quiero perderlos.
—¿Corremos hacia la pelea? —Preguntó Marco.
Remus acunó el rostro de su pareja y depositó un beso en sus labios. —
Así es, bebé. Sólo mantén la cabeza abajo y quédate pegado a mí. —Remus
rezó para que fuera así de fácil. Deseaba poder haber dejado a Marco en
Shelton en donde se había estado escondiendo, pero ningún lugar era seguro y
no podía soportar la idea de no tener al hombre a su lado.
Marco asintió rápida y espasmódicamente. Remus podía ver cuán
aterrado estaba su pareja. Ni a Remus ni a su leopardo le gustaba ver a Marco
de esta manera. Sabía desde niño que Marco no era un luchador. Aceptaba eso
y lo amaba a pesar de y por esa debilidad.
—¿Necesito un arma? —Preguntó Marco.
—Uh, no —respondió Remus, encogiéndose interiormente ante la idea
de que Marco tratara de dispararle a alguien. Era más posible que se disparara
su propio pie. Remus sabía que de hecho el hombre nunca había manejado una
pistola en su vida.
Remus levantó la mirada cuando escuchó el sonido de una escopeta. La 139
vista ante él hizo que un escalofrío lo recorriera hasta los huesos. No sólo
habían venido a jugar los helicópteros, sino que había una armada de
vehículos militares bloqueando la carretera. Parecía una jodida invasión.
—Necesitamos otra ruta —dijo Bryson mientras tomaba la rampa de
salida más cercana—. No hay forma de que atravesemos eso.
Remus concordó. Justo cuando salieron, vio un gran tanque
descargando. El sonido fue como nada que hubiese escuchado antes y oró para
que nunca lo escuchara de nuevo. La única persona que Remus podía perder
era a Marco. No tenía familia. Sasha era la cosa más cercana que tenía a una
familia, pero Remus ni siquiera era así de cercano al leopardo alfa.
Se preocupaba por los otros cambiaformas, pero nunca había tenido a
alguien que significara el mundo para él como lo hacía Marco. El hombre
siempre había tenido un lugar especial en su corazón, desde que eran niños.
Escuchar al tanque descargando de nuevo era un recordatorio muy
sombrío de que podía perder no sólo a Marco, sino a los hombres y mujeres de
los que se había vuelto amigo, aunque había conocido el doloroso temor de
perder a Marco cuando pensó que el hombre murió.
Remus nunca quería volver a pasar por eso. Estirándose, entrelazó sus
dedos con los de Marco, necesitando el contacto, la cercanía.
—De alguna manera, nunca pensé que algo podría ser peor que lo que
pasó en el gimnasio de la secundaria —dijo Marco. Remus recordó esos días.
Habían sido un infierno para Marco. Era un adolescente desgarbado que
carecía de la coordinación para participar en muchos deportes. Los otros
adolescentes habían sido brutales.
Remus no siempre había estado ahí para su amigo cuando lo necesitaba.
Pero desde el momento en el que reclamó a Marco, Remus supo que el
leopardo no iba a tener que volver a enfrentar nada solo.
Una cosa que Remus siempre agradecería era el hecho de que él y
Marco finalmente habían puesto su vida en orden y confesado sus verdaderos
sentimientos. Había hecho falta que casi perdiera al hombre para que Remus
se diera cuenta de cómo se sentía, pero sabía en lo profundo que los
sentimientos estaban ahí. Siempre habían estado ahí.
Remus acercó a Marco, enterrando su rostro en el cuello de su pareja
mientras lo desgarraba una multitud de emociones. Se formó un firme nudo en 140
su pecho cuando pensó en la pelea frente a ellos.
Por favor, no dejes que lo pierda. Es mi mejor amigo y todo lo que
tengo en este mundo.
Marco envolvió sus brazos alrededor de Remus, abrazándolo con
fuerza, sus suaves labios tocaron la mejilla de Remus. —Superaremos esto,
Remus. Te amo y no vamos a perdernos.
Remus quería mantener cerca de su corazón eternamente el dulce aroma
de su pareja, la cálida sensación del cuerpo de su pareja entre sus brazos y las
bonitas palabras que su pareja estaba murmurando.
—Allí están —dijo Bryson mientras conducía la camioneta alrededor
del campo y lo presionaba para moverse más rápido mientras aceleraban para
alcanzar al convoy de los vehículos de los cambia formas huyendo
rápidamente.
Remus tiró con fuerza del cinturón de seguridad de Marco,
asegurándose de que estuviera cómodo. —Este va a ser un viaje movido.
Bryson giró el volante, llevando la camioneta fuera de la carretera y a
través del césped, acortando su camino hacia Rick y el grupo que estaba
huyendo de la milicia.
Remus y Marco fueron agitados como palomitas de maíz. Gracias a que
tenían puestos sus cinturones. Pero la táctica funcionó. La camioneta sacudió
la tierra cuando las ruedas golpearon el pavimento una vez más. Bryson se
deslizó en la línea de vehículos.
—No estoy seguro de a dónde se dirige Rick —dijo Bryson—, pero
realmente espero que sepa lo que está haciendo.
Los vehículos de los cambia formas abarcaban ambos lados de la
carretera. Remus esperaba que nadie se dirigiera por el sentido contrario
porque serían sacados de la carretera. También estaban manteniendo una
formación apretada, sin permitir que ninguna camioneta militar pasara junto a
ellos.
Los humanos los veían como animales sin alma. Estaba dispuesto a
apostar que probablemente pensaran que tampoco tenían sentimientos. A
Remus le gustaba creer que tenía alma. 141
142
Capítulo Diecisiete
Miguel maldijo cuando sintió el impacto de la bala en su hombro. El
calor y el dolor desgarraron su hombro y casi le hicieron volver a deslizarse
por la ventana, pero tenía que quitar a esos imbéciles de la cola de Rick.
—Estás sangrando. —El tono de Benito estaba lleno de rabia y
preocupación mientras conducía—. Vuelve aquí.
—Estoy bien —dijo Miguel mientras succionaba el dolor y continuaba
devolviendo el fuego—. Sólo concéntrate en el maldito camino.
—No me hagas detener este auto —le amenazó Benito y Miguel le dio
una sonrisa—. Lo haré.
Y sabía que Benito lo haría. Su primo estaba lo bastante loco como para
detenerse para patear el culo de Miguel por usar un tono tan cortante con él. —
Lo siento —dijo mientras apuntaba a la rueda delantera del vehículo tras ellos
143
y disparaba el rifle repetidamente. El dolor al sujetar el rifle en su hombro le
recordó que estaba herido. Pero tenía un trabajo que hacer y un alfa al que
proteger. Justo antes de volver a meterse en el auto, Miguel se deshizo de los
hombres que los estaban siguiendo.
—¿Qué puedo decir? —bromeó Miguel, aunque el dolor pulsante le
recordó que necesitaba sacar la bala. No estaba seguro de cuánto daño le
habían infligido, pero si no sacaba pronto esa maldita cosa, iba quedarle una
cicatriz—. Estoy comprometido.
—Deberías. —Los nudillos de Benito se tornaron blancos en el
volante—. Estás sangrando por toda mi tapicería.
—¿Cómo que tu tapicería? Es un auto robado, Benito. —Miguel hizo
una mueca y mordió su labio inferior mientras ataba su camisa alrededor de su
hombro para parar el sangrado.
—Mientras estoy conduciendo, es mío. —Miguel sabía que Benito
estaba usando humor para esconder sus preocupaciones. Miguel odiaba ser
maternal, al igual que lo odiaba Benito. Así que usaban el humor cuando
estaban preocupados.
—Me aseguraré de que la maldita cosa sea descrita antes de
devolvérsela a su dueño. —El sangrado se había detenido, pero el dolor
parecía haberse amplificado. Necesitaba agarrar a Bryson o transformarse.
Puesto que estaban en una persecución de alta velocidad, Bryson estaba fuera
de la cuestión. Así que tenía que transformarse. Ahora mismo necesitaban a
cada hombre disponible. Miguel no podía permitirse ponerse peludo. No
cuando estaban tratando de proteger a Rick y alejarlo de los hombres que lo
querían muerto.
—No me estoy sintiendo muy bien —admitió Miguel a regañadientes
cuando su sangre comenzó a sentirse como si estuviera hirviendo dentro de él.
Se sentó hacia adelante y luego gritó de dolor cuando su visión empezó a
duplicarse y su cuerpo comenzó a arder.
—¿Q-qué tipo de balas están usando? —Preguntó Benito.
—No estoy seguro, se me olvidó preguntarles. —Miguel se desplomó
contra la puerta. Su corazón se sentía como si estuviera trabajando extra
mientras se aceleraba dentro de su pecho.Tragó con fuerza mientras cerraba
sus ojos. —Creo que estoy en problemas.
144
4
Chucho: perro sin raza. En Chile se les dice quiltro.
El único pesar que Salvador tenía en ese momento era no poder ver a
sus compañeros una última vez. Habían huido con Rick, una orden que
Salvador había emitido antes de que se unieran a la pelea. Omar y Freedman
habían discutido hasta el agotamiento, pero Salvador no había vacilado.
Debían permanecer a salvo bajo cualquier costo.
Pensó en el color de sus ojos, aunque ambos eran azules, uno era tan
claro como los cristales mientras que el otro era del color del cielo de verano.
Lo que no daría por mirar a los dos pares por última vez, sentir a Freedman
tomándolo mientras conducía a Omar al borde de la locura con unos embistes
tan profundos que Salvador podía sentir el placer del hombre. El conocimiento
de que nunca podría poner los ojos en ellos otra vez destrozó su cansada alma.
Los sentimientos trajeron una aceptación tranquila de que esto era lo que tenía
que hacerse, no importaba lo que quería, lo que anhelaba.
Relámpagos fueron disparados desde el cielo, el viento empezó a
arreciar e hizo que su pelo volara en todas direcciones mientras Salvador
sentía que la energía entraba en él, cargando y electrificando su cuerpo de una
manera que no sólo alimentaba sus poderes, sino que le daba el máximo
ímpetu. 161
Su verdadero linaje corría a través de sus venas y le recordaba que
Kraven era el subordinado, no él. Salvador era un muerto desde el útero, no
Kraven. El vampiro había sido humano en algún punto, nacido de una madre y
un padre, comía, bebía, follaba y cualquier otra cosa que hubiese hecho ese
patético bastardo.
Salvador había nacido en la oscuridad, amamantado en los brazos de la
Madre Oscuridad. Nunca había conocido la luz, nunca había conocido los
problemas con los que lidiaban los humanos.
Kraven se acercó a él y Salvador paró los golpes con todas sus fuerzas.
Finalmente, Salvador sintió que la energía acumulándose dentro de él
alcanzaba su pináculo. Con siglos de pulida práctica, empujó la bola de
energía hacia fuera, la explosión incendió el aire a todo su alrededor tan
fuertemente que Salvador voló hacia atrás y golpeó el suelo.
Todavía podía sentir la estática en el aire mientras rodaba a su lado, su
cuerpo protestó contra el movimiento mientras se ponía en pie. Vaciló y casi
cayó sobre su trasero. Un intenso dolor desgarraba su cráneo mientras
avanzaba tambaleándose hacia donde Kraven yacía en una zanja a seis metros
de distancia.
Por primera vez en la existencia de Salvador, sintió ganas de vomitar. El
dolor era tan severo, tan intenso que no estaba seguro de si iba a entrar en
coma o no.
Llamó a su aquelarre, quienes parecían estar a punto de caer. Los
Segadores de Almas habían desaparecido después de la liberación de la
energía de Salvador. No estaban a la vista. Salvador se giró hacia Kraven, que
estaba allí tendido en un lío contorsionado, pero no estaba muerto. No podía
entender cómo el vampiro había resistido la fuerza dirigida a él, pero podía
sentir la vida todavía fluyendo a través de la sangre de la miserable criatura.
—Debemos contenerlo antes de que recupere sus poderes. —Salvador
no sabía explicar lo que estaba pasando, pero sabía que el tiempo era esencial.
Kraven tenía que ser enterrado en tierra santa, en un ataúd fuertemente
encadenado que estuviera cubierto con artículos religiosos. Era la única
verdadera forma de atrapar a un vampiro. Necesitaría ayuda. Si Salvador
entraba a tierra santa, sería el equivalente a caminar bajo el sol. Recogiendo el
162
laxo cuerpo de Kraven del suelo, Salvador podía pensar en el único lugar para
enterrar a este hombre en el que estaba seguro que nunca escaparía.
Shelton.
Se tendrían que fijar guardianes para asegurarse de que la tumba de
Kraven nunca fuera perturbada. Si el vampiro se levantaba de la tierra, sus
Segadores de Almas también lo harían. Kraven estaba demente, el verdadero
mal encarnado. Tenía que ser vigilado y observado por toda la eternidad.
La elección de los guardianes quedaría a cargo de Enrique Marcelo.
Salvador sabía que el cambia formas era honorable. El alfa se aseguraría de
que Kraven nunca escapara de su sepulcro.
Con eso en mente, Salvador empezó su viaje hacia la pequeña ciudad de
Shelton en donde encontraría a un humano que le ayudara a enterrar al
monstruo que yacía inconsciente en sus brazos.
169
Capítulo Veinte
Dorian seguía sintiéndose un poco descentrado mientras Rick entraba en
el Distrito de Columbia. Se había curado del accidente en el que había estado
y ahora estaba allí sentado con nudos apretados en su estómago.
Estaban aquí, donde iba a tener lugar la batalla final. Mierda, no podía
volver a tener su corazón bajo control. Estaba palpitando tan fuerte en su
pecho que Dorian temía que se liberara.
—Relájate, gatito —dijo Rick a su lado.
—¿Cómo estás tan calmado? —preguntó, sintiendo que Rick debería ser
el único en pánico. Era líder de la Rebelión, el hombre más buscado de los
Estados Unidos. ¿Cómo diablos podía estar ahí sentado con una postura tan
relajada? Dorian se estaba desmoronando, y Rick estaba calmado y cuerdo—.
Estoy esperando que las tropas aparezcan en cualquier segundo y nos hagan
explotar de la faz de la tierra. 170
—Tienes que pensar positivo.
—De acuerdo, positivamente van a venir tras nosotros en cualquier
minuto y hacernos explotar. —Aun así, su pareja se quedó ahí sentada con su
mano en el volante, desplomado en su asiento, sus facciones libres de estrés.
¿Qué mierda? Dorian estaba medio tentado a fastidiar al hombre sólo para
sacarle una reacción.
—Mira lo que ya hemos pasado para llegar aquí, Dorian. Las
probabilidades ya están apiladas en contra nuestra, aun así, pasamos un año y
medio sin ser asesinados. Tenemos Rebeldes reuniéndose con nosotros, y este
es el último paso de nuestro viaje. Positivamente todo el infierno va a
desatarse. —Los ojos de color gris líquido de Rick se fijaron en él—. Pero no
voy a quedarme aquí sentado mordiéndome las uñas porque hemos entrado en
la guarida del monstruo. Si me permito entrar en pánico, no tendré la cabeza
clara.
Tenía sentido para Dorian, pero todavía no podía evitar preocuparse.
O'Hanlon tenía que saber que estaban aquí, o cerca. El hombre no iba a
quedarse parado y permitir que Rick y sus hombres sólo entraran aquí y
hablaran con el presidente. El humano había hecho alguna mierda sombría y
cruel, incluyendo el inicio de esta guerra. Iba a proteger su culo, pase lo que
pase.
No iba a ser fácil entrar a hablar con el presidente. Dorian no iba a
engañarse. Una vez que al hombre le llegara la palabra probablemente iba a
ser trasladado a un lugar no revelado. Tenían que llegar hasta él antes de que
se fuera.
—Vamos a detenernos a las afueras de la ciudad. —Rick empezó a
hablar—. Ahí veremos cuántos cambia formas y simpatizantes tenemos y
organizaremos nuestros planes.
Dorian iba a llamar a su familia una vez que estuvieran en su lugar de
reunión. Tenía que hacerles saber cuánto los amaba. Puede que no saliera vivo
de esto. Dorian ni siquiera les había dicho que se había convertido. Había
tanto que necesitaba decirle a su papá, mamá e Ian.
Mirando a su pareja, Dorian todavía estaba asombrado por lo fuerte que
se había vuelto. No sólo físicamente. Rick tenía una fuerza interior que
brillaba en tiempos de crisis. El hombre no se dobló bajo la presión ni mató a 171
los humanos porque estaban tratando de matarlo. Administró justicia a los que
se lo merecían, pero incluso después de todo lo que había pasado, Rick seguía
preocupado por los que lo rodeaban y trataba de evitar las causalidades.
¿Cómo es que alguien podría querer que este hombre muriera? Sólo la
idea de que O'Hanlon lastimara a Rick hacía que Dorian viera rojo. El bastardo
no tenía ni idea de lo precioso y raro que era un hombre como Rick.
—¿Ya llegamos, Ma?
La cabeza de Dorian se giró de golpe ante la voz rasposa de Miguel. Era
la primera vez que estaba consciente desde que Bryson extrajo la bala. Dorian
estaba increíblemente agradecido de que el chico estuviera consciente. Había
estado preocupado de que el hombre lobo estuviese desmayado por más de
veinticuatro horas. —¿Miguel?
—Oh, joder —gimió cuando abrió los ojos. Miguel estaba acostado en
el asiento trasero, una manta cubría su cuerpo. Todavía estaba blanco como el
papel, pero un poco de color estaba regresando a sus mejillas—. ¿Conseguiste
el número de la camioneta que me golpeó?
—Te dispararon —le recordó al ejecutor—. Usaron balas de plata.
—Tendré que recordar enviarle una tarjeta de agradecimiento a quien
sea que me haya disparado. —Arrojó sus brazos sobre sus ojos—. ¿Dónde está
Benito?
Dorian miró por la ventana trasera para ver a Benito en el convoy de
vehículos conduciendo detrás de ellos. —Siguiéndonos en el auto en el que
estaban los dos.
—Escóndeme de él —murmuró Miguel.
Dorian frunció el ceño. —¿Por qué?
—Porque ya estaba quejándose sobre limpiar la tapicería.
Probablemente está echando humo por los agujeros de bala y mi sangre.
—¿Recuerda que ese auto es robado? —preguntó Rick.
—Dile eso. —Miguel rodó a su costado y trató de erguirse, pero terminó
cayendo de nuevo en el asiento—. ¿Alfa?
172
—¿Sí, hermano?
—¿Por qué no puedo sentir mi brazo derecho? —Miguel echó la manta
a un lado, su mano se deslizó por el brazo derecho. Dorian observó cómo
Miguel usaba su mano buena para levantar su brazo, sólo para que el miembro
volviera a caer en el asiente con un ruido sordo—. ¿Por qué no puedo sentir mi
brazo derecho? —preguntó de nuevo, su voz estaba adquiriendo un tono de
pánico.
La mirada de Dorian se dirigió a Rick. No quería ser quien le diera la
noticia a Miguel de que podría estar jodido permanentemente. La garganta de
Dorian ya se estaba encogiendo al ver la desesperación que desgarraba los
hermosos rasgos de Miguel.
—Bryson dijo que estuviste mucho tiempo con la bala enterrada en tu
hombro —respondió Rick con un tono que casi hizo llorar a Dorian—. Cree
que tal vez tengas daño permanente.
Dorian no era un llorón, no desde hace tiempo, pero al ver el horror en
la cara de Miguel ante las palabras de Rick, podía sentir su garganta
tensándose mientras tragaba repetidamente. Los profundos ojos azules del
hombre barrieron el interior del camión, y Dorian supo que estaba absorbiendo
lo que estaba pasando mientras trataba de componerse.
Girándose, Dorian le dio toda la intimidad que podía considerando que
estaba en los pequeños confines de la camioneta. Su corazón estaba con el
chico. Dorian sabía que Miguel se había sacado la mierda para convertirse en
uno de los ejecutores de Rick y se enorgullecía de luchar junto a su alfa en esta
guerra.
No podía imaginar cómo se sentiría perder la habilidad de su brazo.
Dorian quería recordarle a Miguel que al menos estaba vivo, pero se guardó
esas palabras tranquilizadoras. Era demasiado pronto, y Miguel no les daría la
bienvenida.
—¿Quieres viajar con Benito? —preguntó Rick.
Miguel estaba tan tranquilo que Dorian no creyó que el hombre le
respondería. Finalmente, un pequeño y firme no pudo ser oído. Viajaron en
silencio hasta el punto de encuentro, los tres perdidos en sus propios
pensamientos.
173
Rick arrojó a Astoria al piso con disgusto. —Si fueras un alfa digno, no
habrías usado ese movimiento tan marica.
—¿Qué sabes tú sobre ser digno? —le replicó Astoria—. Eres tan
mestizo como Sasha. ¿Estas personas saben que fue tu padre quien empezó
esta guerra?
¿Cómo diablos Sasha había dejado a este hombre vivo por tanto tiempo?
Estando a su alrededor por treinta minutos, Rick ya estaba listo para dispararle
entre los ojos. —Buen intento, pero la voz sobre quién comenzó esto se corrió
bastante rápido. Nuestra especie… la mayoría, de todas formas, me juzgan por
quien soy, no por quién tuvo mano en mi creación.
—¡Todos los mestizos son unos fenómenos!
Rick tuvo que alejar a Astoria cuando dos cambiaformas oso gruñeron y
se dirigieron hacia él. —Realmente eres suicida. Te mataría, pero estoy
bastante seguro de que Sasha se molestaría conmigo por quitarle algo que va a
disfrutar. —Dejando que su lobo se deslizara entre sus ojos entrecerrados,
Rick le dio una última mirada a Astoria antes alejarse. Había unos cuantos
hombres vigilando al leopardo, por lo que no se alejaría, pero si Rick no se
apartaba del imbécil, no quedaría nada que pudiera matar Sasha.
No estaba seguro de por qué, pero algunas personas todavía lo 181
asombraban. Debería estar entumecido con gente como Astoria. El Señor sabía
que la guerra había abierto sus ojos y lo había expuesto a la traición y el
engaño. Pero tal vez no estaba tan cansado como pensaba. Esa idea se asentó
en una parte de él que Rick temía que hubiera perdido… su compasión y
humanidad. Pero todavía estaba allí, seguía intacta.
Podría estar dispuesto a dar un pedazo de éstos para estrangular a
Astoria hasta la muerte. Buscando a su pareja, Rick vio a Dorian con Miguel y
Benito. Estaban junto al auto que Benito había robado, hablando entre ellos.
Cuando Rick se aproximó, vio a Miguel apoyando su brazo derecho, su
mano izquierda colocada suavemente sobre el codo. Le molestaba saber que el
ejecutor nunca podría usar la extremidad otra vez. En este momento, Bryson
no estaba seguro. Dijo que Miguel podría recuperar la fuerza, o que podría
perderla para siempre. Era un juego de esperar y ver.
—¿De qué están hablando, muchachos? —preguntó Rick mientras se
paraba detrás de su pareja, necesitando una conexión a tierra, el toque que sólo
Dorian podía darle para calmar la agitación en su interior. Su pareja acomodó
la espalda en el pecho de Rick, el calor y el olor calmaron instantáneamente a
su hombre lobo.
—Sobre mañana en la noche —respondió Benito mientras se paraba
junto a su primo. Rick podía ver a Benito extendiendo una mano hacia Miguel
y luego dejándola caer. El titubeo le dijo a Rick que Miguel no quería ser
tocado a ahora mismo. Su lesión era algo que Miguel estaba procesando
dentro de su cabeza. No había nada que nadie pudiera decir en este instante
para ayudarle hasta que Miguel se diera cuenta de lo que podría pasar.
—¿Qué pasa con eso? —Rick envolvió sus brazos alrededor de los
hombros de Dorian y apoyó su barbilla en el oscuro cabello castaño de su
pareja—. Vamos a entrar, acabar con las tropas, y tratar de ganarnos la entrada
a la Casa Blanca. Muy fácil.
Benito le dio una mirada incrédula a Rick. —¿Muy fácil?
—Algo así —añadió, tratando de aligerar el humor de los tres hombres.
Iban a entrar en el corazón de Washington bajo la oscuridad de la noche. Rick
sabía que no iba a ser fácil. Nada había sido fácil en los pasados dieciocho
meses. 182
—No voy a acercarme a ese hombre —dijo Benito cuando sus ojos
rastrearon el progreso del Yukón—. Luce como si estuviera a punto de
desgarrar a algo o alguien. Tal vez matará a Sasha y no tendremos que seguir
sufriendo su arrogancia.
—Muy poco probable —dijo Miguel—. Es más probable que nos crezca
una segunda cabeza antes de que Nate lastime a su gato. Además, puede que
ahora Sasha esté apareado con el tipo, pero sigue siendo alguien con quien no
querrás cruzarte.
Rick escuchó las bromas y sabía que Miguel tenía razón. A pesar de lo
molesto que estaba Nate, no dañaría ni un rubio cabello en la cabeza Sasha.
Nate miraba a su pareja de la misma manera que Rick miraba a Dorian, con
total y absoluto amor en sus ojos.
—Definitivamente no querría ser Astoria —comentó Dorian—. Sasha se
ve igual de malvado.
—Hacen un equipo increíble —dijo Benito—. Añade a Selene y hay
una pesadilla que no querría enfrentar en un callejón oscuro, ni siquiera en uno
iluminado.
Por eso Rick tenía a Nate y Selene como sus ejecutores jefes. Joder con
ellos era pedir ser asesinado. Todos en Shelton y los condados circundantes
conocían la reputación de los dos ejecutores y se alejaban tanto de Nate como
de Selene.
—Oh, mierda —chirrió Benito cuando Sasha salió de la camioneta,
azotando la puerta, y se dirigió hacia donde Astoria estaba siendo vigilado.
Poniendo a Dorian a un lado, Rick lo siguió. Quería asegurarse de que
nadie interfiriera. Si Astoria volvía a hacer alguna mierda oculta, Rick quería
sacar a Sasha de allí antes de que los cambia formas atacaran.
Aparentemente Nate tenía la misma idea porque le estaba pisando los
talones a Sasha. El ejecutor parecía que estaba masticando clavos y listo para
hacer volar la cabeza de los hombros de cualquiera si es que respiraban en
dirección a Sasha.
184
—¡Levántate! —Le gritó Sasha a Astoria mientras se acercaba
furiosamente dando zancadas—. Vamos a terminar esto.
Astoria se puso de pie, los cambia formas que lo vigilaban se movieron
a un lado. —Tú huiste como una pequeña perra —tentó el leopardo.
—Y tú peleaste como una —contratacó Sasha antes de balancear sus
garras frente a él tan rápido que Rick casi no captó el movimiento. Astoria
estaba en el piso una vez más, maldiciendo mientras sostenía un lado de su
cara.
Los cambia formas se acercaron ante el olor a sangre, pero Sasha les
gruñó con un tono tan demoniaco que dieron un paso atrás.—¡Es mío!
Tambaleándose al ponerse de pie, Astoria sacudió su cabeza, haciendo
una mueca antes de pararse erguido. —¿Eso es todo lo que tienes?
Sasha le sonrió al hombre. —Voy a pelear contigo como un hombre y
entonces te mataré como un animal. —Justo cuando la última palabra
abandonó la boca de Sasha, lanzó un puñetazo que hizo que Astoria
trastabillara. El leopardo alfa tomó una postura de boxeador, pies separados,
manos frente a su cara.
Astoria intentó encajonar el alfa, pero no era rival. Rick se preguntó
cómo el hombre había pensado que podría desafiar a Sasha. Pero de nuevo, si
Rick tenía que adivinar, Astoria no había planeado pelear. Pensó que, al
anunciar el linaje de Sasha, los otros atacarían y harían el trabajo por él.
Maldición, había estado equivocado.
Sasha le lanzó algunos golpes más a Astoria y luego balanceó su brazo
derecho hacia arriba, golpeando al leopardo bajo su barbilla y enviando a
Astoria lejos con el impacto. ¡Maldita sea! Incluso Rick sintió ese puñetazo en
su mandíbula.
—Ahora terminé de jugar contigo —dijo Sasha mientras rodeaba al
leopardo caído, sus ojos se salpicaron de amarillo y sus caninos se
expusieron—. ¿Querías hacerme sangrar para que fuera devorado?
Rick dio un paso hacia adelante, pero era demasiado tarde. Sasha usó
sus garras para rebanar a Astoria, abriendo al hombre en tantos lugares que no
había forma de que pudieran evitar que los cambia formas atacaran. Quizá
algunas personas vieran lo que había hecho Sasha como algo malo, pero sabía
que, si Sasha no hubiese acabado con el hombre, Astoria hubiese regresado, 185
matando a Sasha por la espalda.
Esa era una forma cobarde de manejar las cosas.
Rick se dio la vuelta, alejándose del olor de la sangre. Por una vez, su
lobo no estaba interesado en comer esa carnicería. Su mente estaba demasiado
enfocada en mañana y en salir con vida.
Capítulo Veintidós
Remus todavía no estaba seguro de por qué Rick los había elegido a él y
a Marco para estar a su lado. Llegado a este punto, todo el mundo debería
saber que apestaba irrumpiendo en lugares. Su historial sólo debería hacer que
Rick se asegurara de que estuviera lo más lejos posible de la primera línea.
Siempre había estado bien con el alfa, pero esta situación requería más que
obtener información ocasional sobre lo que estaba sucediendo.
Remus extrañaba sus días de reporteo. Este nuevo trabajo apestaba.
—Sólo quédate a mi lado y vigila mi espalda —le instruyó Rick
mientras le hablaba al grupo que los rodeaba. Remus estaba ahí parado, Marco
apoyado a su lado, sus brazos descansando en los hombros de Remus. Su
mejor amigo siempre se había relajado de esta forma con Remus. Ahora que
estaban apareados, no estaba seguro de cómo se había perdido las sutiles pistas
que el hombre le había estado dando todos esos años. Dios, fue tan cabeza
dura. 186
—Todavía no entiendo por qué nos necesita —dijo Marco y luego bajó
su cabeza rápidamente—. No es que esté discutiendo su decisión, alfa.
Remus deslizó su mano en la de Marco, dándole un suave apretón para
darle alivio. No había nada malo con lo que acababa de preguntar Marco, y
sólo hizo eco de los mismos pensamientos de Remus.
—Necesito hombres a los que pueda confiarles mi espalda —respondió
Rick—. Conozco a Remus desde hace tiempo, y ya que eres su pareja, voy a
confiar en ti.
Remus sabía el impacto de esa declaración. Con todos los quehabían
traicionado al hombre lobo, era sorprendente que el hombre pudiera confiar en
alguien. Si hubiera sido Remus quien liderara la Rebelión, habría expulsado a
todos a su alrededor y hecho las cosas él mismo. Las personas en las que
deberías confiar no podrían traicionarte si trabajas solo. Al menos en la
opinión de Remus.
—No estoy pidiéndoles que se lancen frente a una granada —continuó
Rick—. Sólo asegúrense de que nadie venga por mi espalda mientras busco al
presidente.
—Eso es, si es que podemos entrar, siquiera —señaló Dorian mientras
cruzaba sus brazos sobre su pecho y se inclinaba a un lado de la camioneta—.
Estoy bastante seguro de que la Casa Blanca está más cerrada que Fort Knox.
—Si no encontramos una forma de entrar, gatito, entonces esto se
acabó, para todos. —Rick miró al grupo, su expresión sombría—. Si fallamos,
entonces nuestra raza caerá en las manos de los humanos, y también nuestro
destino. Sin ofender a los humanos que nos están ayudando, pero preferiría
decidir lo que es mejor para mí, no los políticos.
—Sí, porque han sido oh, tan agradables con nosotros —dijo Remus—.
Su hospitalidad es de primera. —Recordó sus días en el centro de detención y
sintió que su estómago se tensaba. Había atravesado horas y horas de tortura
con esos científicos locos. Morir sería un destino más amable que dejar que
esos hombres le pusieran las manos encima de nuevo. Todavía tenía horribles
pesadillas sobre su tiempo en ese basurero.
187
Marco comenzó a frotar su mejilla sobre el hombro de Remus en un
gesto similar al de un gato. Remus sabía que estaba emitiendo malas
vibraciones mientras pensaba en lo que le había pasado. Su pareja estaba
tratando de consolarlo. Remus envolvió sus brazos alrededor del delgado
hombre y le dio un beso en la frente.
—Todos tienen sus asignaciones —dijo Rick—. Llegaremos en menos
de dos horas. Sin embargo, no estoy seguro de cuánto tiempo pasaremos sin
ser detectados.
Habían llegado a Piney Branch Park sin ser vistos, pero Remus sabía
que no iban a estar aquí mucho antes de que las tropas descubrieran su
presencia. Estaban a sólo cinco kilómetros y medio de la Casa Blanca. El resto
de los grupos de la Rebelión estaban dispersos en los otros parques, o en
cualquier lugar donde pudieran permanecer fuera de la vista.
El corazón de Remus latía más fuerte a medida que se acercaban. Notó a
Rick hablando quedamente con Dorian, Nate con Sasha, Brooke con Deluca.
Parecía que todas las parejas estaban teniendo conversaciones inaudibles.
Apartando a Marco de los otros, Remus colocó sus manos a los lados
del rostro de su pareja. —Quiero que me escuches cuidadosamente.
Marco trató de retirar su cabeza, pero Remus lo sostuvo rápidamente. —
No hagas esto, Remus. No me des el discurso de si muero. No puedo lidiar con
eso. He esperado demasiado tiempo para que seas mío.
Remus sacudió a Marco ligeramente, fijando a su pareja con una
penetrante mirada. —Escúchame, Marco. Si la mierda sale mal, quiero que
corras, ¿me entiendes? Lárgate de aquí tan rápido como puedas. Ve a mi
casa…
—No —gimoteó Marco.
—Ve a mi casa. En el armario de mi dormitorio, hay una tabla suelta.
Tengo veinte grandes escondidos ahí. Tómalos y ve a esconderte. ¿Me
entendiste?
Lagrimas caían de los bonitos ojos oscuros de Marco mientras aferraba
sus manos sobre las de Remus. —No voy a dejarte, Remus. Has estado ahí
toda mi vida. N-no creo que pueda continuar sin ti. 188
Remus frotó su pulgar sobre la humedad en las mejillas de Marco,
besando a su pareja en los labios y luego presionando su frente en la de su
pareja. —Eres muchísimo más fuerte de lo que te das crédito. Sobrevivirás,
bebé. Tengo fe en ti.
—Te amo, Remus. —Marco envolvió sus brazos alrededor de la cintura
de Remus, abrazándolo con tanta fuerza que apenas podía respirar. Remus
acarició su mano por el pelo de su pareja, mirando a su alrededor, deseando
que las cosas fueran diferentes.
Pero no lo eran y ambos tenían que enfrentar la fría y dura realidad de
que un montón de gente, incluyéndose ellos, podrían no salir de aquí con vida.
Los humanos no iban a dejar que marcharan por el jardín frontal de la Casa
Blanca y demandaran una audiencia con el presidente.
No iba a ser así de fácil.
Un gran peso colgaba en el fresco aire nocturno. Remus podía sentir la
resignación a su alrededor de que los cambiaformas sabían que algunos iban a
morir. Era como una manta de niebla que envolvía el área urbana, una
sensación de desconsuelo que se desprendía de su especie escondida en cada
parte de la ciudad. Esta noche se derramaría sangre y los cuerpos caerían, los
gritos rasgarían el aire cuando los disparos se convirtieran en el sonido
predominante en el cielo nocturno.
Y a través de todo esto, Remus rezaba con fervor que Marco
sobreviviera… que su pareja no se convirtiera en uno de los caídos. Abrazó a
su pareja, acercándolo más, cerrando sus ojos y susurrando la primera de las
muchas oraciones que serían cantadas esta noche.
5
Quiere decir que le tomó cariño, pero se ha traducido así porque si no se pierde el chiste con lo del moho.
Marco se dio la vuelta y metió el filo en el pecho del soldado, justo en su
corazón. No tuvo tiempo de inmovilizarse con el conocimiento de que acababa
de matar a otro ser. Estaban en movimiento, corrían por las calles, las cabezas
agachadas y dirigiéndose a la Casa Blanca.
Rick estaba a la cabeza, Dorian justo detrás de él. Tan pronto como
salieron del parque, los militares habían estado sobre ellos y estaban
persiguiendo incansablemente los pasos de los Rebeldes. Marco casi había
caído en estado de shock cuando un tanque les disparó.
¡Un jodido tanque!
Había visto los videojuegos y las películas con hombres en situaciones
de guerra. Pero ser una parte real de esto era demasiado malditamente
surrealista. No se parecía en nada a como había sido representado. Los sonidos
eran ensordecedores, los muertos no se recuperaban, y no había un botón de
reinicio en ninguna parte. La violencia era mil veces más siniestra en la 191
realidad.
Los Rebeldes salían hasta por debajo de las tablas, luchando contra los
militares en las calles, algunos en forma humana, otros en forma de cambia
formas. Marco había pasado junto a un oso cuando una ametralladora derribó
a la criatura, desgarrando su carne cubierta de pelaje como un cuchillo caliente
a través de la mantequilla.
Los humanos habían tratado de mantenerse enfocados en Rick, pero los
Rebeldes le dieron bastante cubierta. Cada vez que las balas se esparcían en su
dirección, un grupo de Rebeldes acababa con el tirador.
El corazón de Marco permaneció en su garganta todo el tiempo.
—Ahí —gritó Rick y luego cortó por la calle K, corriendo entre algunos
edificios. Marco golpeó su espalda en el hormigón mientras trataba de
recuperar su aliento. Podía oír la pelea distante y el sonido de las llantas
chocando contra los reflectores de la calle mientras pasaban junto a ellos,
conduciendo lentamente y buscando al infame Enrique Marcelo.
Marco arrojó sus manos sobre su cabeza cuando oyó una fuerte
explosión, y luego otra. Estaban cerca, demasiado cerca para su comodidad.
Su respiración quedó atrapada en su garganta cuando oyó voces justo al
otro lado del edificio tras el que se escondían.
—Sé que los vi correr por este camino.
Los ojos gris claro de Rick se posaron sobre Remus, y luego sobre
Marco, antes de aterrizar en Dorian. Nate y Sasha también estaban con ellos,
pero habían perdido a Edward, Brooke y Deluca, junto con Papi. Marco no
tenía ni idea de dónde estaban.
No habían visto a Mason desde que abandonaron el parque. Marco
realmente no conocía a los demás, pero esperaba que estuvieran bien.
—Trae una unidad para acá para revisar los edificios.
Rick señaló hacia un hueco donde había algunos coches aparcados
cerca. Marco se dirigió hacia él silenciosamente, su pareja justo detrás. Justo
cuando la última persona se trasladó a las sombras, Marco vio a los hombres a
la vuelta de la esquina.
—Necesitamos respaldo antes de dirigirnos allá —dijo uno de los
humanos—. Podría ser una emboscada. 192
193
Capítulo Veintitrés
La herida le alarmó, el dolor de ella, como un gran cuchillo apuñalando
su hombro una y otra vez. Pensó en rápida sucesión… Casa Blanca. Luego,
Dorian. Luego, objetivo. Pero sabía que la Casa Blanca no estaba muy lejos.
Había memorizado el mapa de las calles. Estaban cerca, ¿no? Rick había
marcado con un círculo el área en el mapa, recitado los nombres de las calles,
y estaba mirándolos mientras corrían. Estaban a una manzana de donde
deberían estar y tenían que volver a la pista. Y Dorian... ¿su pareja seguía con
él? Se giró para ver a su pareja corriendo directamente detrás de él. Rick no
había perdido al hombre. Bien. Trató de recordar su objetivo, pero el dolor
comenzaba a anular sus pensamientos, empujándolos hacia afuera, dejando en
su mente un caldero de información que no podía encadenar.
Se estaba desangrando demasiado rápido.
—Estamos cerca. —Dorian aceleró sus pasos hasta que estuvo junto a
Rick, sus ojos se enfocaron en la herida—. ¿Vas a lograrlo? 194
199
Capítulo Veinticuatro
—¿Estás conmigo?
¿Bryson? Rick parpadeó unas cuantas veces, luces brillantes hirieron
sus ojos cuando intentó enfocarse. ¿Dónde estaba? ¿Estaba muerto? Si lo
estaba, ¿qué diablos estaba haciendo Bryson aquí? ¿Dónde estaba Dorian?
—Dorian. —Su voz apenas era audible, y hablar era increíblemente
doloroso. En donde sea que estuviera, Rick sintió una suavidad detrás de él.
¿Una cama? ¿Un sillón?
—Tómatelo con calma. —La voz de Dorian flotó hacia él—. Estás
sedado y recuperándote.
—La batalla —se las arregló para decir, pidiéndole a dios algo para
beber. Su garganta estaba seca.
—Todavía está ocurriendo. 200
6
PAS: prueba de anomalías sanguíneas.
lucha por delante, no todos se conformarían con los métodos del nuevo
gobierno. Podía pensar en un buen número de humanos que iban a protestar
contra los nuevos mandatos.
Esto significaba que ahora Rick gobernaba completamente su territorio,
sin participación humana. Se levantó lentamente, sintiéndose como la
mierda.—¿Baño?
Owen señaló a su izquierda. —Por esa puerta.
Rick volvió a mirar a Dorian.
—Está a salvo. Tienes mi palabra.
—Y la mía. —Sasha estaba parado al lado del cuerpo tumbado de Nate,
su expresión fiera. Rick estaba realmente feliz de ver que el leopardo no había
muerto—. Nadie va a joder con él.
Saber que Sasha estaba ahí para proteger a Dorian hizo que Rick se
sintiera ligeramente mejor. No mucho, pero lo suficiente para permitirse ir al
baño sin tener que llevarse a su pareja con él.
204
Con pasos intranquilos, Rick llegó al baño y cerró la puerta tras él. No
le prestó atención a las pinturas lujosas o los accesorios de gama alta
adornando el baño. No podía importarle menos. En su lugar, se sentó en el
asiento cerrado del inodoro y dejó salir una temblorosa respiración. Esto no
iba a ser tan fácil como lo hacía sonar Owen. Los Cazadores de Especies
todavía andarían rondando. Siempre andarían rondando mientras hubiera
alguien a quien odiar.
Los mercenarios… eran una historia diferente. Si Rick los encontraba en
su territorio, iban a ser asesinados apenas los vieran. Ante sus ojos, el
genocidio era un crimen horrible, y no demostraría piedad ante cualquier
cambia formas que descubriera matando a su propia especie.
Este momento era tan jodidamente irreal. Durante dieciocho meses,
Rick había estado peleando en una guerra que nunca debería haber ocurrido.
¿Realmente iba a terminar? ¿Su especie finalmente estaría casi a salvo? ¿Por
fin podrían vivir en paz sin temor a ser asesinados debido a su sangre no-
humana?
Tendría que echarle una mirada a las nuevas leyes. También iba a tener
que añadir algunas. Como esa anticuada sobre los mestizos. Esa ley sería
arrojada por la ventana junto con esa sobre la que un alfa tenía que aparearse a
la edad de los treinta y cinco.
Sin embargo, si no hubiese sido por esa arcaicaley, Rick no tendría a
Dorian… un apareamiento que agradecía cada día.
Rick se puso de pie, caminó hasta el lavamanos, e hizo correr el agua,
necesitando saciar su reseca garganta. Tampoco le gustaba la sensación de
mareo y confusión. Iba a tener que hablarle a Bryson sobre los medicamentos
que usaba. Rick no podía permitirse enajenarse en un momento como este.
Bebiendo de sus manos ahuecadas, Rick empezó a salpicar agua en su
rostro, tratando de traer el enfoque de vuelta a su cerebro. Mientras se secaba
su rostro con toallas de papel, vio algo moviéndose en el espejo.
Rick se giró, casi cayéndose a causa del dolor y los medicamentos.
O’Hanlon había pasado por una puerta secreta, pistola en mano.
—¿Pensaste que me rendiría tan fácilmente? —La expresión del hombre
llena de rabia—. Has arruinado mi vida, mi carrera, y todo por lo que he
trabajado tan duro para conseguir.Te veré muerto antes de permitir que 205
gobiernes tu propio territorio. Esta guerra no va a terminar a favor de los
animales. Mataré hasta el último de vosotros yo mismo si tengo que hacerlo.
El hombre estaba loco. Rick podía verlo en los pálidos ojos grises de su
padre, ojos que eran el reflejo de los de Rick. Sólo que los suyos no estaban
llenos de tal aborrecimiento, tal odio. Rick sabía que no podría razonar con
O’Hanlon, no podría hablar sobre sus planes de dominar al mundo, o
cualquiera fuese la mierda que estaba persiguiendo. El hombre creía que Rick
era el mal, el enemigo e iba a matarlo.
—Es una enorme vergüenza que nunca dejaras ir tu rabia y descubrieras
quien soy realmente —dijo—. Pero puedo decirte una cosa. —Rick se acercó,
sin importarle la pistola en la mano de O’Hanlon. Le habían disparado tantas
veces que una bala más no sería nada para él. Bueno, siempre y cuando no
fuera un disparo letal—. Tú eres el verdadero animal. Eres uno tan lleno de
odio que te cegaste. Empezaste esta jodida guerra, sin importarte quien moría
sólo para que cubrieras tu sucio secretito. Soy tu hijo biológico, un cambia
formas. Dejarías que murieran cientos de miles para mantener oculto el hecho
de que engendraste un animal.
—Un error que planeo corregir. Nunca deberías haber nacido, Enrique.
Deberías haber sido la semilla corriendo por la pierna de tu madre muerta
cuando terminé de follarla.
Rick se lanzó hacia O’Hanlon al mismo tiempo que su padre disparó la
pistola. Oyó la bala destrozar el espejo mientras Rick tiraba a su padre al
suelo, envolviendo su mano alrededor de la garganta del hombre. —Te odio
tanto —gritó mientras usaba la otra mano para golpear repetidamente al
hombre en su rostro—. Has matado a tantas personas que amaba. Te. Odio. —
Asestó un puñetazo con cada palabra.
Rick sintió que se convertía en alguien que no le gustaba, alguien que
no reconocía mientras ahogaba a O’Hanlon. El hombre luchó para quitarse las
manos de Rick de alrededor de su garganta, pero Rick tenía la fuerza de un
cambiaformas.
La puerta del baño se abrió de golpe, y los hombres de Owen alejaron a
Rick de O’Hanlon. Rick echó su cabeza hacia atrás y aulló su dolor debido a
lo que se había convertido. Puede que hubiese matado por necesidad, pero no
era un asesino. No era el hijo de su padre.
206
—Nos encargaremos y será sentenciado —dijo uno de los hombres—.
Recibirás tu justicia.
Era una mentira. Rick nunca recibiría justicia por lo que les había
pasado a los padres de Miguel, a Olivia y Graham, dos cambia formas que
habían tomado la decisión equivocada para tratar de salvar a su preciosa
familia. Leon nunca regresaría y Silvia y George nunca tendrían su boda. Aun
cuando habían traicionado a Rick, hubo una época en la que los llamó amigos.
Si no hubiese sido por O’Hanlon, quien sabe si hubiesen hecho esa elección
para tratar de salvarse en vez de permanecer fieles a él.
Habían cambiado tantas cosas, habían muerto tantos. Todo por causa del
hombre que yacía en el piso frente a él. Rick arremetió, lanzando a un lado a
los cinco hombres que lo sostenía mientras iba tras O’Hanlon de nuevo, listo
para matar al bastardo satánico.
—Ten cuidado de quienes dejas entrar en tu vida. No todos son los que
aparentan ser.
Rick paró en seco, la voz le era familiar de algún lugar hace mucho
tiempo atrás. Se giró para ver al anciano con ojos azules y piel arrugada.
Estaba realmente confundido. —¿Cómo…? —Rick no estaba seguro de cómo
terminar esa oración. Fue sorprendido hasta quedarse en silencio.
El anciano se acercó más, rodeando a los hombres de Owen hasta que
estaba parado frente a Rick. —No todos son lo que aparentan ser. —Sonrió—.
Soy tu abuelo, Enrique. Soy Jordan O’Hanlon.
Rick parpadeó lentamente, preguntándose si iba a despertar de este
sueño. Nada, absolutamente nada parecía real ahora mismo. Su vida estaba
sobre una pista con la que Rick no estaba familiarizado y se dirigía a un
destino desconocido. Quería gritar que el tren se detuviera, que le dejara
descender en un lugar que reconociera. Esta realidad era demasiado
malditamente desconcertante. —Pero… —Rick se giró, pasando sus manos
por su cabeza—. Estabas en esa parada de descanso, apareciste en mi
habitación del hotel. —Se volvió a girar—. ¿Por qué no me lo dijiste?
El anciano le dio una triste sonrisa. —Tenías que descubrir las cosas por
tu cuenta. Pero siempre estuve ahí, Enrique, incluso hace años cuanto tehiciste
gerente de distrito, cuando te convertiste en el alfa de tu manada. —El anciano
miró a O’Hanlon, quien estaba noqueado—. Incluso traté de detener el
207
asesinato de tu hermano Bruno. Pero llegué demasiado tarde. Lamento eso, y
la muerte de tus padres. Una trágica pérdida.
—No puedo lidiar con esto ahora mismo. —Rick empujó alos hombres
para pasar, caminando hacia el otro lado de la habitación, pasando sus manos
repetidamente por su cabello—. Sólo quiero ir a mi maldita casa. —Rick
expresó sus sentimientos en voz alta. Ya no quería seguir siendo el líder de la
Rebelión, aunque sabía que su viaje todavía no había terminado.
—Una vez que las leyes estén establecidas y tengamos el respaldo de
todo el mundo, eres libre de irte —dijo Owen—. Pero todavía necesitas
terminar esta guerra.
—¿Cómo? —preguntó Rick.
—Por un lado, la prueba que has estado recolectando. Hiciste las copias
y se las enviaste a los medios. Los cambios empezaron hace meses cuando
estuviste en el aire. Es hora de enseñar tu mano, dales todo lo que tienes. —
Owen miró hacia el baño en donde estaban los hombres del servicio secreto
vigilando a O’Hanlon—. Tenemos grabada su confesión. Una vez que el
público oiga por qué comenzó la guerra, será el principio del fin de esta
locura.
Lo cual significaba que Rick y su grupo estaban aquí atrapados durante
meses. Lidiaría con eso, siempre y cuando resultara en la libertad de los
cambia formas. Miró a su abuelo, inseguro de cómo sentirse. Rick dudaba que
pudiera llegar a tener una relación con el hombre, pero saber que no todos los
O’Hanlon eran malvados tranquilizaba algo en lo profundo de su interior.
208
Capítulo Veinticinco
Remus condujo por Shelton, viendo el desastre a su alrededor. Iba a
tomar mucho tiempo limpiar este desorden. Se había ofrecido para ayudar a
Rick y lo que quedaba de su manada a limpiar la ciudad y devolverle el orden.
Pero hasta entonces, se iba a casa. Sasha decidió mantener la manada,
declarando que él, Nate y Selene iban a ser estrictos. Eso no solo hizo que
Remus fuera un hombre feliz, sino que Marco también.
Su pareja adoraba a Sasha como su alfa. Amar a quien los lideraba y
adorarlo eran dos cosas muy diferentes. Remus iba a tener que hablar con su
compañero sobre quién tenía en un pedestal. Sí, estaba celoso. Demandarlo.
—No puedo creer que todo haya terminado —dijo Marco a su lado—.
No parece real que ahora pueda caminar por la calle sin ser acosado. —Marco
sacudió su cabeza—. No más que lo usual.
209
Remus gruñó mientras tiraba de Marco, acercándolo. —Nadie va a joder
contigo, bebé. Si lo hacen, tendrán que responder ante mí. —Pasó la punta de
sus dedos sobre las cicatrices en el rostro de Marco y luego posó un beso en
cada una. Casi estaban en la casa de Remus y no podía esperar a llevar a su
pareja. Todo se sentía diferente ahora, tan extrañamente nuevo. Remus había
conocido a Marco toda su vida, aun así, sentía que había tanto que no sabía.
Eso iba a cambiar. Remus iba a conocer a su pareja de dentro afuera. —
Eres tan malditamente glorioso.
Marco ya no mantenía la cabeza agachada tratando de esconder sus
cicatrices. El hombre mantenía su cabeza en alto, un poco más confiado en la
forma que hablaba. La guerra les había cobrado peaje a todos, pero también
habían venido un montón de cosas buenas con ella.
Como el hombre sentado junto a él. Su amistad había florecido en algo
mucho mejor. Remus se metió en su entrada, feliz de poder llegar a casa por
fin. Apagando el motor, Remus salió del auto y se reunió con Marco al otro
lado. Sin una palabra, deslizó al hombre más pequeño en sus brazos y lo cargó
atravesando el umbral. Estaba caliente, pero quería darle a su pareja toda la
atención y el amor que pudiera.
Mientras entraban, Remus vio la condición de su casa. Dios, este lugar
estaba realmente polvoriento. ¿Y qué era ese olor?
—Huele a vómito aquí dentro. —Marco sujetó su nariz mientras Remus
lo ponía sobre sus pies—. Al menos la electricidad está de regreso.
Remus siguió la fuente y encontró su bañera llena de agua de la
alcantarilla. Debió haber regresado cuando volvió la electricidad. Marco y él
trabajaron para drenar la bañera, limpiarla y dejarla inmaculada.
Para cuando hubieron terminado, ambos necesitaban una ducha. Remus
encendió el agua y la dejó correr, desvistiendo a su pareja en el proceso. El
cuerpo de Marco contenía una multitud de cicatrices por lo que Jayson le
había hecho, pero todo lo que Remus veía era al hermoso hombre que había
sobrevivido. No le importaba nada más.
Pasando sus manos por los costados de Marco, Remus alzó la mirada
para ver a su pareja observándolo con esos sexis ojos con los párpados caídos.
En cierta forma, se sentía extraño que su mejor amigo lo mirara con tal anhelo.
Pero por supuesto, no podía creer que hubiese vivido sin Marco como su
pareja durante todos esos años. 210
—Se supone que íbamos a tomar una ducha —le recordó Marco, pero
Remus podía oír la profunda necesidad en la voz de su pareja.
—Así es —dijo, lamiendo un sendero alrededor del ombligo de Marco.
—Así que métete bajo el chorro.
Marco no se movió. Sólo se quedó ahí parado, jadeando. Remus sonrió
y luego se levantó, desvistiéndose y guiando a su pareja al cubículo. Tan
pronto como el agua caliente lo golpeó, Remus gimió. Dios, eso se sentía bien.
—Sigue haciendo ruidos como ese y nunca saldremos de aquí. —Marco
agarró el gel y vertió un poco en su mano. Remus pensó que iba a lavarse,
pero en su lugar, Marco se giró hacia él y empezó a enjabonar el cuerpo de
Remus. Se quedó quieto, deleitándose en la sensación de las manos de su
pareja deslizándose sobre sus músculos y pliegues que lo hacían estremecer.
—¿Sabes cuantas veces te he escuchado bañándote aquí cuando pasaba
por tu casa y cómo deseaba estar aquí contigo? —Marco deslizó sus manos
por la espalda de Remus, que se movían en un patrón circular—. Seguro que
sabes cómo torturar a un chico.
—No lo sabía —dijo Remus honestamente—. Llámame Sr. Cabeza
dura.
Marco se rio entre dientes. —Pensé que iba a tener que golpearte la
cabeza con mi polla para que me vieras como algo más que sólo tu amigo.
—Eso hubiese funcionado —respondió Remus—. Aunque
probablemente habría pensado que sólo estabas bromeando.
Marco lo miró boquiabierto. —Realmente eres un cabeza dura.
—Culpable —respondió Remus—. Pero ya deberías saber eso.
—Lo sé —dijo Marco y luego su mano se deslizó entre las piernas de
Remus, agarrando su polla desde atrás. Remus presionó sus manos en la pared,
gimiendo mientras su pareja usaba el paño enjabonado para acariciarlo.
¿Quién sabría que una ducha podría ser tan erótica?
Remus separó más sus piernas, retorciendo su cuerpo en la mano que
estaba envuelta tan deliciosamente alrededor de su polla. Estaba malditamente
cerca de gritar cuando Marco lo liberó. Pero no fue por mucho tiempo. Marco
lo rodeó, sus manos escurridizas se deslizaron por el pecho de Remus. — 211
Jódeme.
Remus agarró a su pareja, empujándolo bajo el chorro de agua mientras
capturaba sus labios, sus manos rozaron hasta que sus dedos estaban jugando
con el agujero de Marco. Bromeó con el músculo, presionando, pero sin
entrar.
—Y todavía sabes cómo jugar con un chico. —Marco empujó su culo
hacia atrás, persiguiendo el dedo de Remus mientras gemía.
Remus finalmente tuvo piedad de su pareja, deslizando dos dedos dentro
de su apretado y caliente cuerpo. Su polla se engrosó aún más mientras sus
dedos embestían profundamente, sus labios rozaron la mandíbula de Marco.
Quería comerse al hombrecito. Marco era todo lo que Remus podía haber
deseado en una pareja. No estaba seguro de cómo no lo había visto antes.
—R-Remus, por favor.
Tirando de Marco, su pareja envolvió sus piernas alrededor de la cintura
de Remus. No fue fácil. Su pareja estaba resbalando por todas partes, pero
Remus logró mantener una mano firme en él mientras colocaba su polla y
entraba profundamente.
La cabeza de Marco cayó hacia atrás, sus labios se separaron y sonó un
jadeo ahogado en el cubículo cuando Remus apretó los dientes ante el placer.
Enterró su cara en el cabello mojado de Marco, disfrutando de los sonidos que
estaba haciendo su pareja mientras lo follaba contra la pared.
Marco se quejó cuando el ángulo de Remus se alteró y se clavó en el
punto dulce de su pareja una y otra vez. Las emociones que inundaban a
Remus casi eran demasiado. No sólo casi había perdido a este hombre, sino
que Marco casi se había arrastrado dentro de un caparazón a causa de sus
cicatrices. Los combates en Washington tampoco habían sido un día de
campo. Marco había matado a un hombre y Remus sabía que tenía que haber
cambiado al leopardo de alguna forma.
Sin embargo, su mejor amigo todavía estaba aquí, en sus brazos,
rogándole que lo jodiera más duro. Remus se juró que iba a darle al hombre la
mejor vida posible. No merecía nada menos.
Los caninos de Remus se alargaron y los hundió en el hombro de 212
Marco, reclamando a su pareja una vez más. Marco gritó mientras su polla
explotaba entre ellos. Remus no estaba muy lejos del hombre. Lamió la herida,
sosteniendo a su pareja un poco más antes de retirar su polla y ponerlo de pie.
Se lavaron el uno al otro, bromearon, jugaron y Remus sabía en su
corazón que no sólo tenía una pareja, sino un mejor amigo. No había mejor
combinación.
—Me siento gracioso —dijo Marco mientras se enjuagaba—. Un poco
mareado.
También Remus. Había pensado que era la sensación por el sexo que
acababan de tener, pero mientras salía de la ducha, tuvo que agarrar la pared
para no caerse. Sacudió su cabeza, tratando de aclararla… y entonces cambió.
—¡Remus! —gritó Marco justo antes de caer al piso, retorciéndose.
Remus acarició el cuerpo de su pareja con su nariz, deseando saber qué le
estaba pasando a Marco, y en el fondo de su mente sabiendo qué iba a pasar.
Aparentemente la inyección que Jayson les había puesto no era
permanente. Remus había esperado en el fondo de su mente que ese fuera el
caso ya que se había transformado parcialmente, pero no quería que él o
Marco se decepcionaran si eso nunca pasaba.
Dios, deseaba que el bastardo presumido estuviera vivo por un segundo
para poder frotar en la cara del hombre el hecho de que habían recuperado a
sus gatos. El malvado esquema de Jayson había fallado al final y Remus gritó
su triunfo interiormente.
Después de un momento de gritos agonizantes, Marco se convirtió en su
leopardo. Remus lo lamió, sonriendo internamente.
Jayson no había ganado después de todo.
Fin
Sobre el Autor
Lynn Hagen ama escribir sobre algo imperfecto, pero adorable.
También ama a un héroe que puede ver más allá de todas las asperezas, para
encontrar el brillante diamante de un corazón hermoso.
La puedes encontrar, cualquier día, acurrucada con su portátil y una taza
de café caliente, dejando que el siguiente conjunto de personajes, cuenten su
historia.
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Créditos
Phoenix
Mila
Pervy
Clau
Morgana Celtic
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