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Resumen

Marco y Remus han sido los mejores amigos desde que eran unos
cachorros. Marco idolatraba la tierra que Remus pisaba. Si tan sólo el
leopardo no fuera tan cabeza dura, Marco podría tener la oportunidad de ser
feliz. Pero cuando ayuda a Remus a rescatar a un hombre lobo de los
laboratorios Dexcom, su vida dará un giro que le dejará una cicatriz para
siempre.
Lo que comienza como dos amigos ayudando a su alfa se convierte en
una situación de pesadilla de la que Remus no está seguro poder sobrevivir. 1

Mientras tanto, la guerra estalla en la puerta delantera de la Casa


Blanca. Enrique Marcelo está determinado a hacer que el presidente detenga
esa locura, o a matar al hombre por desear que los cambiantes sean
exterminados… tal vez ambas.
Pero terminar la guerra no será fácil, y tampoco lo será la tarea de
disolver a los Cazadores de Especies y a los mercenarios. Rick, Dorian, y las
personas que han luchado a su lado encuentran traición, mentiras y una
decepción que estremece sus mismos cimientos mientras se levantan para
vivir.
Capítulo Uno
Rick torció el cuchillo en su mano y luego metió el filo en el estuche en
su muslo. —No creo que se levante pronto.
Dorian arrugó su nariz mientras se estremecía, quedándose ahí parado,
luciendo como si fuera a vomitar. Rick estuvo a punto de reírse ante la
expresión en el rostro de su pareja. —No después de que le arrancaras el
corazón. Eso fue simplemente asqueroso.
—Puede que sí, gatito1 —dijo Rick mientras arrojaba el corazón tan
lejos como podía—, pero es la única forma en la que de verdad puedes matar
a un vampiro. No sé cómo puedes seguir siendo tan escrupuloso después de
todo este tiempo.
Dorian sacó su pistola de su funda, apuntó y disparó al vampiro en la
cabeza. Rick sabía que aun cuando ahora Dorian era un cambia formas, seguía
prefiriendo hacer las cosas de la manera en que se le hacían más cómodas. 2
Rick le concedería eso. Una lenta sonrisa ladeó un lado de su boca mientras
sacudía su cabeza. —¿Te sientes mejor?
—Mucho —dijo mientras volvía a enfundar su pistola—. Ahora sé que
está verdaderamente muerto.
Rick palmeó la espalda de su pareja y luego le dio un ligero apretón en
su hombro. —Vamos, bebé, regresemos con nuestro grupo.
Ese era el séptimo vampiro que mataban en dos noches. Rick realmente
estaba comenzando a irritarse. El grupo de Rebeldes se encaminaba a
Washington, pero parecía que cada vez que se daban la vuelta, o alguien
necesitaba ayuda o estaban luchando por salir de una situación. No ayudaba el
hecho de que el maestro vampiro, Kraven, estuviera escondiéndose, pero
enviando a sus Segadores de Almas tras ellos cada pocos días. Nunca mataban
a ninguno, y Rick estaba empezando a pensar que esa era la forma en la que
Kraven estaba jodiendo sus cabezas.
Como si necesitaran eso. Rick amaría poner sus manos en el maldito
hombre.
1
Lo que aparece en negrita y cursiva está en español en el original.
Ni siquiera Salvador, un antiguo vampiro de Brasil, podía detectar la
localización de Kraven. Y eso no le sentaba bien a Rick. Eso significaba que
Kraven estaba aumentando su poder o tonteando alguna mierda oscura de
vudú.
Dorian caminó hacia la camioneta y se metió en el asiento del copiloto
mientras Rick prendía fuego al cadáver. Quería asegurarse de que esa maldita
cosa estuviese muerta. Que no se levantaría después de esto. Se aseguró de
que la fogata estuviese rugiendo antes de dirigirse hacia su camioneta. Rick
no tenía idea de por qué razón los vampiros estaban atacando repentinamente.
Tal vez Kraven estaba enviándolos. Tal vez no. No era como si fuera a
detenerlos en medio de una batalla para preguntarles. Pero, fuera lo que fuera
que estuviese pasando, había hecho que los vampiros atacaran a todos los
grupos de Rebeldes en los alrededores. Los vampiros y los Segadores de
Almas podían ser dos incidentes separados, pero Rick realmente lo dudaba.
Cruzando el césped para llegar a la carretera en donde estaba
estacionado, Rick escaneó el área una última vez. Sabía que necesitaban
llegar a Washington. Los grupos de Rebeldes a lo largo de la nación estaban
esperando a que los llamara a la acción. Pero Rick no quería hacer esa 3
llamada hasta que estuviese cerca de la Casa Blanca. Con todos los retrasos
que estaban experimentando, no estaba seguro de que fueran a llegar en
cuestión de unos pocos días.
Diablos, oraba para que llegarán allí antes de fin de año, para lo cual
quedaba mucho tiempo. Con los vampiros atacándolos y esas pequeñas cosas
retrasándolos, Rick estaba empezando a pensar que el destino estaba
manteniéndolos apartados de su meta.
—¿Vienes? —Preguntó Dorian mientras se inclinaba hacia adelante,
mirando por la ventana del copiloto, sus ojos marrones miraban a Rick
intensamente—. A menos que pienses que hay más vampiros cerca. Si es así,
voy a quedarme sentado en la camioneta. Observar cómo les cortas los
corazones no es mi pasatiempo favorito.
Una sonrisa ladeó la boca de Rick mientras rodeaba la camioneta y se
deslizaba en el asiento del conductor. —Eres un cobarde.
Dorian emitió una protesta ahogada mientras se recostaba y colocaba
sus brazos sobre su pecho. —Antes de que todo esto empezara era un
vendedor de delicatessen. Realmente dudo que pueda añadir rebelde y asesino
de vampiros a mi currículo una vez que esto termine. Estoy seguro que a
nadie le gustaría que escribiera que puedo cortar carne mientras arranco un
corazón.
Rick se rio entre dientes, fastidiando a su pareja. —Sigues siendo un
cobarde.
Aunque Dorian estaba mirando a Rick con los ojos entrecerrados, Rick
podía ver que su pareja estaba luchando por no reírse. Era bueno ver que
volvía a su viejo yo. Había odiadoy sentido inútilcuando su pareja había
tenido ese ataque hace no mucho tiempo atrás. Era algo que Rick no quería
volver a ver que su pareja atravesaba. Había temido perder a Dorian mientras
el hombre ponía las cosas en orden en su cabeza. Rick no podía culpar a
Dorian. Tenía razón. El chico había sido un vendedor de delicatessen antes de
que todo esto empezara. Arrastrar a su pareja a esto y esperar que no se
derrumbara fue una pura estupidez por parte de Rick.
Debería haber anticipado que algo así sucedería. Pero Rick había estado
tan inmerso en la pelea que no había prestado atención a las señales.
Ahora les estaba prestando atención. 4

Saliendo del césped en donde había estacionado, Rick condujo por la


carretera y se dirigió de vuelta a la casa segura en la cual estaban residiendo
actualmente. Debería ser reacio a usar la casa de cualquiera después de lo que
había pasado antes, pero ya no había más centros de detención, y realmente
rezaba para que nadie más los traicionara.
—¿Has oído de Salvador? —preguntó Dorian.
Rick sacudió su cabeza mientras miraba a la carretera. —No. La última
vez que vieron a Freedman, Omar y Salvador fue en Canadá. No estoy seguro
de qué tan cerca están de rastrear a Kraven.
Dorian lucía cómo si estuviera reflexionando, y entonces habló. —
Pensarías que tan poderoso como es Salvador, no tendría problemas atrapando
a Kraven. Vi lo que puede hacer, y era una mierda espeluznante.
Rick concordó. Desde que había comenzado esta guerra, sus ojos
habían sido abiertos a muchas cosas. Había algunos horrores que lo
perseguirían por siempre. Pero Salvador estaba en la cima de las cosas raras
con las que se había topado. El antiguo vampiro incluso estaba por encima del
fantasma que los había ayudado a liberar a Ian del vampiro que lo estaba
lastimando en el mundo de los sueños. —Especulo que Kraven está jugando
con vudú muy oscuro.
—¿Cómo la abuela de Miguel? —Preguntó Dorian mientras se giraba
en su asiento.
Rick sacudió su cabeza. —No. Ella era una aficionada, pero no era
malévola. Kraven es malvado hasta su maldito núcleo. —Rick casi apostaría a
que el maestro vampiro era un engendro del mismísimo Satán. Nunca había
conocido a nadie que no tuviera absolutamente ninguna conciencia de lo que
le hacía a los otros o cómo los hería. Al hombre simplemente no le importaba.
Si algo no le beneficiaba, simplemente se alejaba de ello, o mataba a quien
sea que se metiera en su camino.
Incluso había abandonado a su aquelarre cuando Salvador salió tras él,
dejándolos para que fueran sacrificados por los militares que los habían
rastreado. —Espero que atrape al bastardo y use sus espeluznantes truquitos
para arrancarle las bolas de su cuerpo.
La respingada nariz de Dorian se arrugó, su expresión era 5
desaprobadora. —Eres tan jodidamente gráfico.
Rick meneó sus cejas mientras bajaba por la calle en la que estaban. —
Pero te encanta mi crude… —Rick pisó los frenos, toda la cola de la
camioneta se desvió bruscamente antes de detenerse por completo. Su pareja
tenía una mano en el salpicadero, pero llevaba puesto el cinturón, así que no
salió volando.
—Qué demo… —Las palabras de Dorian fueron cortadas cuando miró
a través del parabrisas—. ¡Vámonos, vámonos, vámonos! —Gritó.
Rick hizo que la camioneta retrocediera por el camino y luego condujo
hacia adelante, conduciendo por el camino por el que había venido. Su pie
estaba hasta el piso, pero para él, no iban lo suficientemente rápido. El
Hummer militar les estaba pisando los talones.
Rick no tenía ni idea de cómo habían encontrado la casa segura, pero
no iba a quedarse cerca para averiguarlo. —Llama a Nate y asegúrate de que
él, Selene y Sasha están bien.
Los tres eran los únicos que estaban en el grupo de Rebeldes de Rick
ahora. Los otros habían ido a diferentes lugares donde los necesitaban otros
grupos. Si algo les pasaba a esos tres, Rick iba a hacer que la maldita Casa
Blanca desapareciera del mapa.
Dorian se removió para agarrar el móvil del centro de la consola,
marcando rápidamente mientras miraba atrás. —Todavía están siguiéndonos.
—Lo veo, gatito. —Rick tomó una curva con brusquedad, casi
volcando la camioneta. Las ruedas del lado de Dorian habían abandonado el
suelo, la camioneta rebotó cuando volvió a aterrizar sobre las cuatro.
—¡Salgan! —Gritó Dorian al teléfono—. Saben dónde estamos.
Rick tomó otra curva, girando el volante con tanta fuerza que empezó a
rezar para que volcaran. No iba a permitir que los capturaran. Estaban
demasiado cerca de llevar esta lucha a Washington. También estaban
demasiado cerca de que ganaran o perdieran esta maldita guerra. No había
llegado así de cerca para perder.
—¡Tú qué! —Gritó Dorian—. Eres tan imbécil, Sasha. 6
—¿Qué? —Preguntó Rick.
—Da la vuelta. —Dorian arrojó el móvil en el centro de la consola, y
luego pasó sus manos por la cara. Rick podía decir que su pareja estaba
frustrada.
—¿A qué te refieres con que dé la vuelta? —Mirando por el retrovisor,
Rick podía ver que el Hummer seguía pisándoles los talones. No había forma
que diera la vuelta y simplemente se entregaran a la gente que los quería
muertos—. ¿Estás loco?
—No, pero Sasha sí. Es el que está conduciendo la camioneta que nos
está persiguiendo.
Rick pisó los frenos, la camioneta se desvió bruscamente antes de
detenerse. Poniendo el freno de mano, salió del asiento del conductor. El
Hummer se detuvo detrás de ellos y ahí fue cuando Rick vio la larga trenza
rubia sobre el hombro de Sasha. ¿En qué diablos estaba pensando Sasha? Eso
no importaba. Sea cual sea el juego que estaba jugando simplemente estaba
mal.
Abriendo la puerta del Hummer, Rick agarró la parte frontal de la
camisa de Sasha y lo sacó de la camioneta. Echó su brazo hacia atrás, listo
para darle un puñetazo al bastardo cuando Sasha se apartó rápidamente. El
puño de Rick terminó en el lateral del Hummer.
¡Joder, eso duele!
—¿Esto es algún tipo de juego enfermo para ti? —Gritó, todavía sentía
su corazón latiendo salvajemente ante la idea de que Dorian saliera lastimado.
No era divertido. Sasha podía haber hecho que Rick matara a Dorian con esas
maniobras defensivas cuando tomaba esas curvas cerradas con rapidez.
Un gruñido brotó de los labios de Sasha mientras empujaba sus manos
en el pecho de Rick. —Si vuelves a ponerme las manos encima, te mataré.
—¡Entonces explícate!
—¡Jódete! —Espetó Sasha.
—Whoa —dijo Nate mientras salía del asiento trasero—. Cálmense los
dos.
7
—No cuando tu pareja piensa que es divertido perseguirnos por la
ciudad pretendiendo ser nuestro enemigo.
—Eso no es lo que pasó, Rick. —Nate tiró a Sasha detrás de él y Rick
podía ver que el ejecutor estaba desgarrado entre su pareja y su lealtad a
Rick—. Cuando aparecieron en la calle, estábamos corriendo por nuestras
vidas.
La mirada de Rick se arrastró por el Hummer de ese feo color verde,
viendo a Selene sentada en el asiento del copiloto con una expresión de
sorpresa.Colocando sus manos en sus caderas, Rick exhaló un largo suspiro,
conteniendo su miedo y furia. —¿Qué pasó?
—¡Deberías haber preguntado eso antes de actuar como un imbécil!
Rick fue tras Sasha de nuevo. Iba a agarrar al leopardo, pero Sasha era
jodidamente rápido. Nate volvió a insertar su corpulento cuerpo entre ellos.
—¿Van a dejar de intentar matarse?
Rick alzó sus manos al aire en señal de frustración. —Bien, dime que
pasó. —Posó sus ojos en Sasha, desafiando al hombre a decir otra palabra. En
vez de su comportamiento coqueto habitual, el alfa estaba mirándolo
fijamente, sus ojos color verde prometían retribución si Rick volvía a ir tras
él.
Como si le importara.
—Hubiésemos llamado y les hubiésemos dicho que andaban detrás de
nosotros, pero tuvimos que huir tan rápido como pudimos —dijo Nate—.
Dorian nos llamó antes de que tuviéramos la oportunidad.
De acuerdo, entonces no habían hecho esto a propósito. Pero Sasha
seguía siendo un bastardo arrogante. Rick llevaba deseando golpear al hombre
desde hace mucho tiempo.
—Simplemente aparecieron —continuó Nate—. Saltamos por la
ventana del segundo piso y robamos su vehículo mientras bajaban por las
escaleras.
—¡Ya estoy harto! —Gritó Rick mientras pateaba la rueda delantera del
Hummer—. Ese es otro simpatizante que se volvió en nuestra contra. Me
estoy cansando de esta mierda de las traiciones. 8
Al parecer de aquí en adelante usarían habitaciones de motel. Rick no
iba a arriesgar su libertad y sus vidas de nuevo. No a causa de que alguien les
prestara su casa. Esto era pura mierda. Estaba harto de que la gente le sonriera
en la cara mientras contemplaban entregarlos por una recompensa. El monto
por su cabeza era astronómico, pero maldición. ¿Podría conseguir lealtad en
alguna parte?
—Considérate afortunado de que le agrades a Nate o te sacaría la
mierda.
Rick se giró, dirigiéndose hacia su camioneta. —Jódete, Sasha.
Le gustaría ver que el maldito hombre lo intentara.

Dorian tenía la pistola en su regazo. Realmente no quería usarla, pero


no iba a quedarse ahí sentado observando a Sasha lastimar a Rick. Cuando vio
a su pareja dirigiéndose hacia la camioneta, metió la pistola en la guantera.
Pero Rick no subió. En su lugar, se paseó frente a la camioneta,
hablando consigo mismo, no, discutiendo consigo mismo en su lengua nativa.
Sí, estaba molesto.
Dorian abrió la puerta y salió, yendo al frente de la camioneta. —¿Pasa
algo malo?
Rick detuvo su paseo, pero el ceño estaba profundamente marcado en
su rostro. —Otra persona nos prestó su casa y luego nos traicionó para cobrar
la recompensa.
Dorian podía sentir cómo empezaba a hervir su propia rabia. Tiempo
atrás, cuando vivía una existencia mundana, nunca había atravesado tantas
emociones en su vida. Desde que todo esto pasó, había pasado por cada
emoción que poseía una persona, y alguna que no tenía. Esto le estaba
colmando la paciencia. —Entonces es eso. No recibamos ayuda de nadie que
no conozcamos.
—También hemos sido traicionados por gente a la que conocemos,
gatito —le recordó Rick—. Joder. Ponte en contacto y dile a Clyde que corra 9
la voz. Estoy harto de esta mierda y quiero que termine. Nos vamos a
Washington.
Dorian asintió rápidamente. Ya era hora. Ayudar a otros y matar al
enemigo era bueno y maravilloso, pero Dorian, junto con todos los demás,
estaba listo para terminar esta guerra. Regresó a la camioneta y agarró el
móvil, marcando el número de Clyde. Su corazón estaba latiendo rápido,
diciéndole que era esto. Estaban listos para ir tras los peces gordos. Ya se
habían encargado de la mayoría de los otros asuntos… en su mayoría. Los
centros de detención se habían ido. El Escuadrón de la Muerte ya no existía.
Los laboratorios habían sido destruidos.
Todo lo que tenían que hacer era matar a Kraven y a sus Segadores de
Almas, y todo estaría bien en el mundo. Bueno, no realmente, pero bastante
cerca. Todavía tenían que disolver a los mercenarios y a los Cazadores de
Especies. Pero se estaban acercando bastante a su meta.
—Clyde.
Dorian amaba el hecho de que a Clyde no le importaba quién sabía que
estaba peleando en esta guerra. Entendía la precaución de Rick cuando
respondía el teléfono. Cada persona que no estaba en su bando estaba
apuntando su arma hacia Rick. Pero Clyde, bueno, a Dorian le gustaba el oso.
—Nos vamos.
—Maldita sea, ya era hora —dijo Clyde con una ligera risa—. Tendré a
los grupos de Rebeldes en Washington en siete días a partir de ahora.
—Suena bien —dijo Dorian—. Dejaré que Rick lo sepa.
—Llamaré a Edward y a los otros. Sé que no querrán perderse esto.
Kara se está muriendo por que regrese a casa a donde pertenece mi peludo
trasero. —La risa baja de Clyde se filtró por el teléfono—. Sus palabras, no
las mías.
Dorian se rio entre dientes. Sabía que todos los que estaban apareados
no podían esperar a asentarse o regresar con los que habían dejado atrás
cuando se inició esta lucha. —Rick te llamará tan pronto como lleguemos a la
frontera.
—Tengan cuidado. —Todo el humor se había ido del tono de Clyde—.
Estos son tiempos muy peligrosos, Dorian. Todos están buscando a Rick. Una 10
vez ponga un pie en Washington, el calor aumentará hasta los mil grados.
Dorian lo sabía. Rick estaría entrando al territorio del capitán O’Hanlon
del Special Naval Warfare. El hombre había iniciado la guerra para
deshacerse de su hijo biológico. Si todos pensaban que la guerra ya era dura,
no habían visto nada hasta que Rick pusiera un pie en el patio trasero de su
papi biológico.
—Le manifestaré tu preocupación. —Colgando el teléfono, Dorian
caminó de regreso con su pareja.
—¿Está todo listo?
Dorian asintió. —Dijo que fueras precavido.
Rick se rio entre dientes, lo cual le dijo a Dorian que el mal humor se
estaba desvaneciendo. —Es como una mamá gallina.
—Necesitamos salir de aquí antes de que los militares nos encuentren y
a su vehículo perdido —les recordó Nate—. Dirigirnos al noreste nos llevará
más cerca de donde necesitamos llegar.
Dorian concordó. Estaba harto de quedarse en esos pueblecillos. Al
menos en las grandes ciudades, tenían muchas avenidas por las cuales
escapar. Aquí el único lugar a donde podían huir era hacia la plaza de la
ciudad. No había nada sino calles abiertas a todo a su alrededor, y eso ponía
nervioso a un hombre.
—Entonces pongámonos en marcha —respondió Rick—. Adelántense
y lideren el camino. Prefiero seguirlos que ir al frente.
Dorian frunció sus cejas. —¿Por qué?
—Porque —dijo Rick mientras se dirigía hacia su lado del vehículo—.
¿Qué será lo primero que vean en las barricadas?
—Oh —respondió Dorian—. Si ven a un vehículo militar, los dejarán
pasar.
—Exactamente. Y si vamos justo detrás de ellos, la gente de las
barricadas pensará que no somos más que unos Cazadores de Especies
siguiendo la camioneta.
—Qué listo. —Dorian recordó su brillante plan de usar uniformes 11
militares y los vehículos, pero habían descubierto que poner sus manos en los
artículos era más fácil decirlo que hacerlo. No hubo ningún lugar que
descubrieron en el que pudieran irrumpir. Parecía que el gobierno de los
Estados Unidos había puesto bajo llave todos los edificios de suministros.
Ahora tenían un vehículo, y Dorian realmente esperaba que pudieran
usarlo todo el camino hasta Washington. El último que tuvieron se lo habían
robado los Cazadores de Especies.
Mientras Dorian se subía a la camioneta, miró alrededor de la pequeña
ciudad y supo que llegar a Washington no sería una tarea fácil. Cuando se
corriera la voz de que Rick se dirigía hacia allá, se desataría todo el infiernoy
ni siquiera empezaría a describir las masacres y el caos sobre el que
caminarían.
Capítulo Dos
Meciendo a su hijo para que se durmiera, Edward bajó la mirada hacia
su diminuto rostro. Se había emitido el llamamiento. Todos se reuniría
masivamente en Washington en una semana, y Edward sabía que iba a ir. Ya
había hecho provisiones para Isabelle y EJ. Phillip y Frisk iban a cuidar de su
pareja e hijo. Lillian y Howard también estarían allí con los otros niños.
Odiaba la idea de dejar a Isabelle y al bebé. Eran su vida.
—Necesitas ponerte en marcha —le recordó Isabelle desde la entrada de
una cabaña en la que se estaban escondiendo en lo alto de las montañas—.
Clyde llegará a recogerte en cualquier minuto.
Poniéndose de pie, Edward acostó a su hijo en su diminuta cama y luego
lo cubrió con una delgada manta. La cabaña era cálida, permitiéndole usar la
tela delgada. —No quiero dejaros. —Pasó sus nudillos por el suave pelaje,
preguntándose cuando es que su hijo cambiaría a su forma humana. El ciervo 12
que había ayudado a dar a luz al bebé dijo que tal vez pasara un año o dos
antes de que pasara a causa de sus diversas razas.
Aunque Edward amaba ver a EJ en su forma cambiante, le encantaría
conocerlo en su forma humana.
Isabelle se paró junto a Edward, envolviendo sus manos alrededor de su
cintura. —Deja de preocuparte tanto. Estaremos bien. —Sabía que sólo estaba
tratando de tranquilizarlo. Edward podía oler su nerviosismo. Ella había sido
la única persona en su vida que con quien había llegado a un nivel tan
profundo, y era la única a quien Edward amaba más que a su propia vida,
junto con su hijo.
—Mantén tu móvil encendido —dijo mientras un golpe en la parte
delantera de la puerta llamaba su atención. Sabía que Phillip o Frisk dejarían
entrar a Clyde—. Si algo no se siente bien, toma a EJ y vete.
Isabelle ahuecó su rostro, haciendo que Edward mirara sus bonitos ojos
pardos. Le dio una leve sonrisa, una llena de tal emoción que Edward tuvo que
luchar por no apartar la mirada. Era todo su mundo. Si moría, ella también
dejando solo a su hijo… no podía pensar eso.No iba a permitirse pensar en
todas las posibilidades.
—Sé qué hacer —le dijo—. Sólo tienes que traer tu culo de regreso una
vez que hayas terminado esta guerra sin ayuda.
Edward se rio entre dientes. —Creo que Rick estaría en desacuerdo con
esa declaración.
—Sí, bueno, mi hermano puede venir a verme si eso no le gusta. —Sus
labios se curvaron en una sonrisa, pero Edward podía ver el temor en sus
ojos—. Sólo regresa.
Podría quedarse con su pareja e hijo, pero Edward sabía que respondería
al llamamiento. Rick le había dado el regalo más precioso, incluso si Edward
quisiera al hombre muerto en un principio. Pero a causa del hombre lobo alfa
había conocido a Isabelle. También sabía que, si no se unía a la batalla,
siempre sentiría como si alguien más hubiese luchado por su libertad. Edward
no podría vivir con eso. Quería ser capaz de ver a su hijo a los ojos y saber que
había hecho todo lo posible para asegurarse de que EJ pudiera vivir su vida en
paz. 13

Quería que su hijo estuviera orgulloso de él.


Pasando su mano por el largo cabello castaño de Isabelle, Edward se
inclinó para besarla. Éste fue lento, dulce y lleno de todas las emociones que
encontraba difícil poner en palabras, emociones que a veces lo ahogaban y
hacían que respirar fuera imposible. La amaba tanto, tan profunda y
hambrientamente a la vez que tenerla entre sus brazos se sentía como un
sueño. Su lengua trazó la suave plenitud de sus labios, devorando el suculento
sabor de la mujer a la cual le había consagrado su mismísima existencia.
Sus dedos rozaron su brazo con gentileza mientras trataba de acercarla
más. Nunca podía estar así de cerca y no desear estar dentro de ella. Era como
su propia droga personal.
Isabelle mordisqueó su labio inferior mientras retrocedía, sus ojos
centelleaban con necesidad. —Será mejor que te vayas antes de que termines
quedándote.
Tenía razón. La polla de Edward estaba dura. Si no salía de aquí ahora,
iba a quedarse en su dormitorio por los próximos días mostrándole cuánto se
preocupaba por ella mientras la follaba contra el colchón.
Apartarse de ella fue la cosa más difícil que había tenido que hacer. —
Cuando vuelva, vamos a terminar esto.
Le dio una triste sonrisa y asintió. —Te tomaré la palabra.
Edward se dio la vuelta y abandonó la habitación. No miró atrás. No
podía mirar hacia atrás, porque si lo hacía, no se iría. Después de cerrar la
puerta del dormitorio, caminó hacia la sala de estar, viendo a Clyde ahí parado
con uno de sus hombres.
—Pensé que iba a tener que regresar —dijo Clyde con una conocedora
sonrisa.
—Si no salimos de aquí, eso pasará. —Edward agarró su liviana
chaqueta y el bolso del portátil, dirigiéndose hacia la puerta. Se giró, sus ojos
se posaron en Phillip y Frisk. —Con sus vidas.
Ambos asintieron, comprendiendo lo que había querido decir Edward. 14
Sería mejor que murieran protegiendo a su pareja e hijo. No aceptaría nada
menos. En esta guerra, todo el mundo estaba jugando por sobrevivir,
incluyendo a Edward. No habría excusas si es que le fallaban.
Salió al porche, echando su cabeza hacia atrás y mirando a la temprana
luz matinal que recién aparecía por encima de las montañas. Era una vista
impresionante. Él e Isabelle habían compartido muchas mañanas tan solo
observando al sol elevándose sobre esas montañas. Edward estaba
determinado a compartir muchas más mañanas con ella.
No planeaba asentarse aquí, pero la vista era igual de buena desde el
porche trasero de su casa. Dios, se sentía como si hubiese pasado una
eternidad desde que se paró en su cocina y se hizo una taza fresca de café.
Eranincreíbles las pequeñas cosas que más extrañaba una persona cuando éstas
les eran arrebatadas. Desde hace un año y medio se le había impedido el
simple hecho de caminar por su cocina.
Y ese era el por qué iba a esta batalla. Quería esas simples acciones de
regreso.
—¿Listo? —preguntó Clyde mientras se paraba junto a Edward.
Con una última mirada a los matices rosas y azules extendiéndose por
los cielos, Edward asintió.
—Mi clan está esperándonos en la ciudad. Estamos yendo profundo, tal
como sabes. Esquivar los obstáculos no será fácil.
—Vamos a correr directamente a través de ellos. Si tratan de
detenernos, mataremos a los bastardos. —Y quiso decir eso. Esto era todo. Era
tiempo de demostrarles a los humanos que querían erradicarlos de la faz del
planeta que no estaban jodiendo. Iban a llegar a Washington aun si tenían que
dejar un rastro de cadáveres detrás de ellos.
Edward estaba determinado a regresar con su familia.
Se situó en el asiento delantero, abrochándose el cinturón. Observó la
cabaña desapareciendo de su vista mientras Clyde conducía, alejándose, y tuvo
la urgencia de decirle al oso que se detuviera y lo dejara salir. Dios, era un
cobarde. Tan sólo pensar en estar lejos de Isabelle estaba haciendo que
Edward empezara a sudar frio.
—Estará bien —dijo Clyde mientras conducía por la tortuosa 15
carretera—. Les ordené a algunos de mis hombres que vigilaran la cabaña
mientras estabas fuera.
Edward estaba agradecido de que hubiese cuerpos capaces vigilando a
su familia. —Gracias. —Cuando llegaron a la ciudad, la mandíbula de Edward
casi cayó. Había diez gigantescos camiones situados en una gasolinera,
hombres parados fuera de ellos esperando—. No estabas bromeando.
—No —dijo Clyde—. Miguel y Benito se reunirán con nosotros
mañana, junto con una manada de coyotes de Iowa.
—Si alguien nos ve, vamos a ser un enorme objetivo. —Antes de tener a
Isabelle y a EJ, a Edward no le hubiese importado una mierda. Los hubiese
desafiado a que intentaran detenerlo. Pero ahora era más precavido. Un
hombre sin nada que perder era peligroso. Un hombre con todo que perder era
letal. No planeaba invitar a los problemas, pero planeaba regresar con su
pareja e hijo.
Clyde se metió en la gasolinera, los hombres se separaron para dejarlos
pasar. Bajó su ventana, sacando la cabeza. —Ahora podemos largarnos de
aquí —les gritó a los hombres.
Edward observó al clan de osos subiéndose a sus camionetas, saliendo
de la gasolinera y dirigiéndose hacia el este. Miró hacia la carretera que
conducía hacia la cabaña y rezó con fuerzas para que pudiera posar sus ojos en
ella de nuevo.

Miguel abrió la cerradura de la puerta trasera de un pequeño supermercado. La


maldita cosa era más difícil de violar de lo que había pensado. El marco no era
el mejor, pero la cerradura parecía ser de mejor calidad. Se aferró a su amada
vida hasta que Miguel se la arrebató.
—¿Lo lograste? —preguntó Benito por detrás de él en donde estaba
escaneando la zona.
—Lo logré —respondió mientras empujaba la puerta para abrirla.
Ambos hombres entraron de prisa, Miguel cerró la puerta tras él—. Hagamos
esto rápidamente—. Habían avistado un convoy de camionetas militares a
unos ocho kilómetros al sur, y Miguel no estaba seguro de si se dirigían hacia 16
ellos.
No iba a arriesgarse. Habían sido afortunados por haber llegado tan
lejos quedándose en las carreteras segundarias y evitando las barricadas lo
mejor que podían, pero no sería tan fácil huir de todo un convoy.
Benito caminó rápidamente hacia las estanterías, agarrando los artículos
enlatados y un poco de comida no perecedera. Ambos se estaban muriendo de
hambre. No es como si pudieran llegar hasta una ventanilla de auto servicio y
ordenar una hamburguesa. Afortunadamente tenían un abrelatas robado en el
auto. ¿Quién hubiese sabido que un maldito abrelatas sería una herramienta
salvavidas?
También había aprendido cómo encender un auto sin tener las llaves en
menos de setenta segundos. Desde que se había convertido en un rebelde,
Miguel había aprendido un montón de cosas que seguramente nunca habría
sabido si todavía estuviera en casa viviendo una vida ordinaria.
Agarrando una de las pequeñas canastas de plástico para las compras,
Miguel empezó a llenarla. Qué mal que el supermercado no tuviera
electricidad. Hubiese sido agradable tomar una bebida fría. Pero la guerra
había durado demasiado, los no perecederos eran la apuesta más segura. No
quería comida envenenada.
—De acuerdo, podemos salir de aquí —dijo Benito mientras sostenía su
canasta llena—. Estoy bien.
Miguel rodeó la estantería y se dirigió hacia la puerta de atrás, Benito la
cerró detrás. No necesitaban quedarse cerca. Uno, por los militares, y dos, iban
a reunirse con Clyde y su equipo mañana por la tarde. Habían dejado su grupo
hacía dos meses para ayudar a una manada de gacelas.
Joder, Miguel y Benito había luchado por no darle un mordisco a uno de
ellos. Pero una vez que habían logrado poner a salvo sus deliciosos bocados,
alguien más necesitó ayuda. Era un cuento de nunca acabar. A Miguel no le
importaba. Le gustaba ayudar a quienes lo necesitaban. Pero extrañaba a su
propio grupo de Rebeldes. No podía esperar por volver a ver a Rick y Dorian.
Miguel se detuvo cuando un hombre apareció frente a ellos, escopeta en
mano. Había salido de una habitación por la puerta trasera que Miguel no
había notado. Sus ojos mustios estaban entrecerrados y su mano temblorosa
estaba demasiado cerca del gatillo. Miguel temía ser disparado sólo porque lo 17
presionó accidentalmente. —¿Robándome?
Campanas del infierno. Esta era la primera vez que tenía que huir de
este problema. Normalmente, las tiendas estaban desiertas. —No, sólo
haciendo inventario. —Miró la escopeta en los brazos del hombre,
preguntándose si esa cosa siquiera tenía algún tipo de seguro.
¿Estaba dispuesto a descubrirlo?
Joder, no.
Sabía muy bien que ser disparado por esa cosa dejaría un agujero
tremendo en su pecho. Ni siquiera un cambia formas podía recuperarse de eso.
Miguel dio un paso atrás cuando oyó un gruñido bajo retumbando detrás de él.
Benito se estaba preparando para atacar. Puede que bromearan mucho,
pero lo que la mayoría de la gente no sabía era cuán letales podían llegar a ser.
Benito, sobre todo. Tenía una tolerancia muy baja para la ignorancia de
cualquier tipo.
Los ojos del extraño se ampliaron. —Animales. —Su arma apuntó más
alto—. Voy a matarlos.
¿Por qué el tipo tenía que ir y decir algo estúpido como eso? Miguel
saltó quitándose del camino justo a tiempo antes de que el sonido de la
escopeta explotara desgarrando el aire. Miró detrás de él para ver que Benito
no estaba a la vista.
Antes de lograr ponerse de pie, Benito estaba detrás del extraño,
arrancando el arma de sus temblorosas manos.
—No hagas nada alocado —le advirtió el hombre mientras daba un paso
alejándose de Benito.
—¿Cómo qué? —Preguntó Benito con acidez—. ¿Cómo dispararle a
alguien?
—¡Estabais robándome!
Miguel se sacudió. —No, querías dispararnos sólo porque somos
cambia formas.
Los opacos ojos marrones del hombre le decían a Miguel que había
dado en el clavo. El humano lo repugnaba. Era gente como él los que
mantenían esta maldita guerra en marcha. Era gente como él quienes se unían 18
a los Cazadores de Especies. Miguel tenía el presentimiento de que, si el tipo
no fuera tan viejo, sería parte de ese maldito grupo ahora mismo.
—Noquéalo, Benito.
Los ojos azul cerúleo de su primo decían que quería hacer más que sólo
noquear al hombre. Benito quería hacerlo pedazos. —Este es el por qué te
queda un largo camino por recorrer —le dijo más gentilmente—. Necesitas
aprender cuando matar y cuando dejar a alguien con vida.
Benito levantó la escopeta, su mandíbula se tensó firmemente. —
Definitivamente estaba tratando de asegurarse de que muriéramos.
—¿Ojo por ojo, Benito? —preguntó Miguel. Tenía la vista puesta en
algo a largo plazo. Puede que su primo estuviese molesto ahora, pero conocía
a Benito. El hombre se arrepentiría de matar a un viejo. Benito tenía
conciencia. Esto lo perseguiría durante los años venideros si es que permitía
que el hombre continuara con esto.
En vez de responder, Benito levantó la pistola y golpeó la parte
posterior del cráneo del hombre. El humano cayó rápidamente. Incluso dejarlo
inconsciente iba a molestar a Benito.
El tipo era viejo.
—Salgamos de aquí. —Benito titubeó y dejó el arma en el mostrador—.
No puedo dejarlo indefenso.
Miguel no estaba seguro si debería elogiar a Benito por sus acciones o
golpearlo en la parte posterior de la cabeza. Sin embargo, huyeron. Su primo
era su mejor amigo, y todo lo que su primo hacía o había hecho siempre sería
visto con buenos ojos por parte de Miguel. Nunca juzgaría al hombre o diría
palabras duras para traer dolor a sus ojos. Conocía a Benito. Su primo habría
agonizado sobre lo que le había hecho al viejo si hubiese llegado demasiado
lejos.
—Gracias —masculló Benito mientras guardaba la canasta en el
maletero. Miguel sabía a qué se estaba refiriendo. No dijo ni una palabra
mientras cerraba el maletero de golpe, con una bolsa de Doritos en la mano, y
se metió en el auto. 19

—Necesitamos avanzar. Nuestro punto de reunión con Clyde está


malditamente lejos.
Benito asintió mientras arrebataba la bolsa de la mano de Miguel y la
abría. Masticó las patatas mientras Miguel arrancaba y se dirigía al este. Con
suerte no se encontrarían con el convoy.
—Están rancios, pero saben realmente bien. —Benito bajó la mirada
hacia la bolsa azul—. Lo que no daría por una comida hecha en casa.
Miguel sabía cómo se sentía el chico. Estaba harto de gorronear comida.
Simplemente podía imaginar un plato de spaghetti con un gran pedazo de pan
de ajo a un lado. Su boca empezó a hacerse agua ante la imagen. —Dame un
poco. —Aun cuando las patatas eran un pobre sustituto para la pasta, tendrían
que ser suficiente.
Cuando sonó el teléfono de Miguel, lo agarró, esperando que el
identificador de llamadas señalara el número de Rick o de Clyde. En vez de
eso era un número que se había vuelto muy familiar para él en los últimos
meses—. Beastman está llamando de nuevo.
Podía ver a su primo tensándose junto a él mientras destrozaba una
patata en su boca. —No respondas —respondió mientras masticaba.
Esa era la misma respuesta que Benito le había estado dando desde que
comenzaron las llamadas telefónicas. —Al menos dile que deje de llamarte.
Empujando a un lado la bolsa, Benito se limpió el polvo de las manos.
—Si le digo, eso sólo lo animará a llamar otra vez.
Miguel podía escuchar la decepción en el tono de Benito. Sabía que a su
primo le gustaba el hombre conejo. Simplemente no entendía su extraña
atracción. Miguel había tenido su cuota justa de líos de una noche a lo largo
del curso de su vida, muchas desde que había comenzado la guerra, pero
nunca había tenido a alguien obsesionado con él como parecía estarlo el
pequeño conejito cuando se trataba de Benito.
Y los dos ni siquiera habían dormido juntos.
—¿Realmente piensas que te lo comerías? —preguntó Miguel, haciendo
su mejor esfuerzo para contener la sonrisa en su rostro.
Benito se encogió de hombros, observando por la ventana lateral. —No 20
quiero descubrirlo. No funcionará, Miguel, así que déjalo.
Miguel odiaba ver la mirada de arrepentimiento en el rostro de Benito,
pero no había nada que pudiera hacer al respecto. No es como si pudiera hacer
que Benito estuviera con el conejito. El chico se había metido bajo la piel de
Benito. Miguel lo sabía. Podía leer a Benito como la palma de su mano.
Quería extender la mano y consolar a su primo, pero Miguel sabía que Benito
no quería ser tocado en este instante. Cuando estaba con este tipo de humor, el
muchacho siempre quería que lo dejaran solo.
Volviendo a meter el teléfono en su bolsillo, Miguel dejó que la llamada
pasara al buzón de voz. El tipo no llamaba muy a menudo, pero cuando lo
hacía, Benito se quedaba tranquilo, pensativo. —Alcanza el asiento de atrás y
agarra esa caja de galletas. Me estoy muriendo de hambre.
Benito se estiró y las agarró, y ambos compartieron las golosinas
azucaradas hasta que en la caja ya no quedaban más que migajas. Las calorías
vacías no estaban llenando a Miguel, pero no tenían un plato caliente para
cocinar algo. Si tuviera uno, ni siquiera tenía electricidad.
Miguel se estiró y agarró la mano de Benito, entrelazando sus dedos
mientras frotaba su pulgar sobre el dorso de la suave mano.
—Ya no tengo cinco años, Miguel. No necesito que me tranquilices.
Miguel le dio un suave apretón a la mano de Benito. —Siempre
necesitaras que te tranquilice. —Como él siempre necesitaría a su primo a su
lado. Benito era el mundo de Miguel y no podía imaginar un día sin él.
Conduciendo a través de las carreteras secundarías de Ohio, Miguel se
preguntó contra qué se iban a enfrentar una vez que llegaran a Washington.
Clyde lo había llamado y le había dicho que estaban en marcha. Miguel nunca
había sentido que su corazón latía tan rápido. Sabía que este día iba a llegar,
pero escuchar que finalmente había llegado era demasiado surrealista.
Le ofreció una oración a quien sea que estuviese escuchando para que él
y Benito sobrevivieran.

21
Capítulo Tres
Dorian sentía como si estuviera en una neblina mientras conducían por
las carreteras secundarias. ¿Qué iba a hacer Rick una vez que llegaran a la
Casa Blanca? ¿Qué iba a decir para detener la guerra? Mordisqueando su uña,
Dorian sabía que no iba a ser fácil. Buen dios, ¡por qué habían llegado a
pensar que podían ganar la guerra!
—Dejar de lucir tan preocupado, gatito. —Rick se estiró y tiró de la
mano de Dorian, quitando la uña de su boca.
—No puedo evitarlo. Esto es todo. Vamos a enfrentarnos con el
presidente. Siento como si estuviésemos conduciendo hacia las puertas del
infierno. —Dorian podía sentir el pánico tratando de asentarse, pero se las
arregló para ponerle una tapa antes de que saltara de la camioneta y rodara.
Había tenido su justa porción de dudas, pero esta era la más grande hasta la
fecha.
22
—Te ves como si fueras a vomitar —dijo Rick un minuto después.
—¿Y tú no? —Dijo Dorian mientras frotaba las palmas de sus manos
por la parte delantera de sus vaqueros—. ¿Cómo puedes estar tan calmado?
—¿Necesito ir a dejarte con tu mamá? —Dijo Rick mientras un lado de
su boca se torcía con una sonrisa oculta, y entonces se puso serio—. No he
estado calmado desde que todo esto comenzó, Dorian. Mis nervios han estado
enroscándose constantemente. Apenas duermo y estoy preocupado todo el
tiempo. Es sólo que no lo demuestro en el exterior.
Por alguna extraña razón, eso hizo que Dorian se sintiera mejor. No
sentía como si fuera el único con esos sentimientos. El grande y malo Enrique
Marcelo era un lío de nerviosismo en su interior, igual que Dorian. —¿Qué
vamos a hacer una vez que lleguemos allá? —Había estado realmente curioso
desde que Rick dijo que llevaría esto al presidente. ¿Simplemente iba tocar el
timbre y charlar con el hombre en la puerta?
—Tengo el presentimiento de que hablar con él no será una hazaña
sencilla. Pero no voy a darme por vencido. Quiero saber cómo puede perdonar
lo que está haciendo O’Hanlon. —Las cejas de su pareja estaban fruncidas, y
Dorian podía ver la agitación tratando de asirse. Nadie entendía cómo es que
el presidente podía permitir que comenzara una guerra sólo porque un hombre
quería que su hijo muriera. Dorian quería decirle muchas cosas a O’Hanlon.
No sabía cómo alguien podía querer muerto a Rick.
Seguro, al principio Dorian pensaba que era un imbécil. Pero una vez
que llegó a conocer a Rick, le había gustado lo que descubrió. Su pareja era
amable, gentil y ayudaba a aquellos que lo necesitaban, aunque cruzarse con el
tipo no era un movimiento muy inteligente. Rick podía ser tan letal cómo era
posible.
—Sé qué puedo alejar tu mente de los nervios. —Rick le dio una
conocedora mirada. Esa que decía que realmente, realmente quería que Dorian
le diera una mamada.
Dorian jugó a hacerse el tímido. —¿Y eso qué sería, Sr. Marcelo? —
Usar el apellido del hombre seguía siendo algo muy excitante para Rick. Eso
desconcertaba a Dorian, pero cualquier cosa funcionaba.
—Eso involucra a esos espectaculares labios tuyos.
23
—¿Quieres que hable?
Rick gruñó. —Oh, no, no a menos que puedas tararear una canción con
mi polla en tu boca.
Dorian sofocó una sonrisa con su mano, haciendo su mejor esfuerzo
para bromear con su pareja. Podía oler la excitación de Rick y era densa,
picante. Su boca se hizo agua ante el aroma. También se aguó cuando vio el
distintivo contorno en los pantalones del hombre. Rick no estaba en el
departamento pequeño cuando se trataba del tamaño de su pene. Estirándose,
Dorian pasó un único dedo por el bulto. —¿Qué es esto?
—Mis llaves —respondió Rick sarcásticamente—. Están tintineando
por ti.
Dorian no pudo contener la carcajada. Usó dos dedos para pinchar
ligeramente la erección de Rick, disfrutando del gemido bajo proveniente de
los labios de su pareja. —¿Cómo puedo chupártela mientras conduces?
Sabía malditamente bien que podía. Pero amaba escuchar a Rick
hablando de sexo detalladamente. Era su perversión.
—Muy fácilmente, gatito. Saco mi polla, bajas tu cabeza a mi regazo y
abres ampliamente.
La naciente erección de Dorian creció más. —¿Así de fácil?
—Inténtalo. —Rick mantuvo una mano en el volante, usando la otra
para desabrochar sus pantalones. Dorian podía ver la excitación acumulándose
en los ojos gris claro de su pareja. También podía ver que Rick se removía
infructuosamente para liberar su polla. El hombre iba a sacarlos de la carretera
si no dejaba de sacudirse.
Teniendo piedad de su pareja, Dorian ahuyentó la mano de Rick. Se
escabulló más cerca, liberando la endurecida carne. Dios, ahora que era un
cambia formas, Dorian podía oler los aromas más sutiles y estaba oliendo el
pre-semen de Rick.
Olía divino. Envolvió sus dedos alrededor de la gran circunferencia,
dándole unas cuantas caricias mientras observaba los labios de Rick
separándose ligeramente. —Ahora, ¿qué querías que hiciera con esto?
—Chúpalo, gatito. Dios, chúpalo. 24
Bueno, cuando le rogaba así, ¿cómo podría Dorian decir que no?
Además, le encantaba chupar la polla de Rick. Su boca siempre se extendía
tanto que sentía que en vez de eso se estaba tragando un melón.
Dorian se elevó y raspó sus labios a lo largo de la mandíbula sin afeitar
de Rick, disfrutando la áspera textura antes de bajar su cabeza y dejar que su
lengua se deslizara alrededor de la cabeza. Así de cerca, el intoxicante aroma
era mucho más fuerte, llenando sus pulmones en toda su capacidad. Dorian se
acomodó en sus rodillas, asegurándose de que el pene no se deslizara de su
boca. El sabor era salado, pero un sabor que a Dorian le encantaba.
Eso le recordaba a Dorian a un hombre muy masculino, algo que lo
excitaba en el momento. Sus labios se separaron en una figura redonda
mientras los deslizaba por el eje de Rick. Podía sentir todas las venas y la
sedosa piel mientras sus labios emprendían un viaje más profundo. Pronto su
nariz estaba tocando el pelo negro y grueso. Contrayendo su garganta, Dorian
exprimió, sabiendo muy bien que Rick se volvía loco cuando hacía esto.
—Joder —gruñó Rick mientras trataba de moverse más hacia atrás.
Dorian alzó la mirada para ver los ojos de su pareja pasando rápidamente de
mirar la carretera a mirarlo a él. Dándole un guiño a su pareja, Dorian chupó…
con fuerza.
—Eso es, bebé. Eso es. —Rick soltó una mano del volante, agarrando
un puñado del cabello de Dorian—. Más fuerte.
¿El tipo no se había dado cuenta de lo grande que era? Dorian tenía
talento, pero incluso él tenía dificultades cuando la polla de Rick estaba
apretada contra su garganta. Pero lo intentó, chupando con más fuerza
mientras empezaba a tirar de sus labios por la hinchada polla.
La textura y el sabor recorrieron su lengua, haciendo que Dorian
buscara a tientas para desabrochar su pantalón. Su polla estaba igual de dura,
pulsando al mismo ritmo que su acelerado corazón. Necesitaba alivio, y
masturbarse era el remedio.
—Juega contigo, bebé. —Rick levantó sus caderas, volviendo a empujar
su polla en la garganta de Dorian. Hizo falta mucha coordinación, pero Dorian
se las arregló para liberar su eje mientras seguía manteniendo su boca
empalada en el pene de Rick.
25
Una vez tuvo su polla en su mano, Dorian empezó a jugar. Enrolló su
lengua alrededor de la sedosa piel lisa, dejando que la punta trazara cada
borde, cada realzada vena. Más pre-semen chorreaba en su boca y Dorian
tragó el líquido que descendió por su garganta.
Dorian apretó su polla con más fuerza, rezando para que Rick no los
sacara de la carretera. Ahora el hombre estaba gruñendo y embistiendo más
fuerte, su mano en la cabeza de Dorian, manteniéndolo en su lugar mientras
follaba su boca.
Como si estuviera coreografiado, Dorian gimió alrededor de la polla de
Rick mientras su pene pulsaba en su mano. Al mismo tiempo, Rick enterró su
eje en la garganta de Dorian, su semilla pulsaba en chorros mientras Dorian
tragaba.
Retrocediendo, Dorian recuperó el aliento, lamiendo sus labios mientras
se volvía a sentar. Dios, necesitaba eso. La única cosa que hubiese sido aún
mejor era que Rick hubiese podido joderlo.
Rick lucía como si fuera a desmayarse detrás del volante cuando dio un
gran bostezo. Dorian se rio entre dientes, palmeándose la espalda. —
¿Necesitas que conduzca?
Justo cuando Rick empezó a asentir, la parte trasera de la camioneta fue
golpeada, Rick maldijo mientras trataba de no conducirlos hasta la profunda
zanja a un lado de la carretera. Dorian miró detrás de él y vio una camioneta
llena de Cazadores de Especies.
Al parecer, su ardid había terminado.

Rick simplemente esquivó la zanja. Enderezó la camioneta y aceleró,


parpadeándole sus luces al Hummer frente a él. Aun cuando Sasha estaba
enojado con Rick, sabía que el leopardo no dejaría que los Cazadores de
Especies… —¡Mierda! —gritó Rick cuando volvieron a chocar con la parte
trasera de la camioneta.
Iba a matar a esos hijos de puta. No estaba seguro de cómo sabían que 26
Rick no era quien pretendía ser, pero sabía que no podía permitir que lo
detuvieran.
El Hummer ralentizó, trasladándose al carril opuesto, y luego dejó pasar
a las dos camionetas. Rick observó por el espejo mientras Sasha conducía
hasta quedar detrás de la camioneta, golpeándola con fuerza. Realmente estaba
harto y cansado de estos tipos. En lo que a Rick concernía, todos los
Cazadores de Especies podían tener una muerte miserable. Odiaba a cada uno
de ellos.
—¿Qué vamos a hacer? —preguntó Dorian mientras seguía mirando
detrás de ellos con miedo en sus ojos marrones. Rick quería destripar a los
hombres que estaban atacándolos sólo porque hacían que Dorian tuviese
miedo. Odiaba ver así a su pareja.
—Huir de ellos —respondió Rick—. Así que asegúrate de que tu
cinturón de seguridad está bien puesto. —Qué forma de arruinar la diversión
que acababa de tener con su pareja. Eso le molestaba. La única cosa que Rick
quería hacer era acercar a su pareja y acurrucarse mientras conducía.
Que se joda esta maldita escena de persecución.
—Todavía no los hemos perdido.
—Puedo ver eso, Dorian.
—¿No deberíamos hacer algo como, darnos la vuelta y comérnoslo o
algo así?
A pesar de la gravedad de la situación, Rick se rio entre dientes. Dorian
nunca se había comido a nadie y la imagen le hizo sonreír. Podía ver a su
pareja arrugando su pequeña nariz. —No me tientes.
Por otro lado, Rick no tenía ningún problema.
No iba a disculparse con nadie por actuar como un cambiante. Estaba en
su naturaleza. Era un hombre lobo.
Rick se agachó cuando escuchó los disparos, empujando a Dorian al
mismo tiempo. —Realmente están empezando a fastidiarme. —Levantó la
cabeza para ver la carretera, y pasó a mirar su espejo retrovisor. Nate estaba
colgando por un lado del Hummer, pistola en mano. Selene estaba en el otro
lado, colgando por la ventana trasera, también con un arma en sus manos.
27
Dios, amaba a sus ejecutores.
—Sujétate, gatito. Esto podría sacudirte. —Rick pisó los frenos. La
camioneta con los Cazadores de Especies se estrelló en su portón y el vehículo
de Sasha golpeó el de ellos. Con la velocidad de un cambiante, Rick salió de
su camioneta, dirigiéndose hacia la puerta del conductor de la camioneta de
los Cazadores de Especies. Agarró al conductor, sacándolo por la ventana
abierta. Sus dos ejecutores, junto con Sasha, tenían cubiertos a los otros
hombres.
—¿Cómo me encontraron? —Preguntó Rick mientras empujaba al
hombre en la puerta—. Dime. —A medida que hablaba, sus caninos
descendían. Estaba más que molesto. Rick estaba listo para despellejar
lentamente al hombre si no comenzaba a hablar.
El fuerte olor a orina llenó sus fosas nasales, haciendo que Rick bajara
la mirada. Debería tener piedad del humano que se había mojado, pero esto
sólo lo disgustó. El humano gimoteó. Eso no era lo bastante bueno.
Rick dejó que sus garras se deslizaran de sus dedos, cortando al hombre
en la parte superior de su brazo. Sabía que los cazadores habrían hecho algo
peor si fuesen ellos los que los hubiesen agarrado. Probablemente en este
instante estaría muerto.
No se merecían menos. —Dímelo.
Cuando el hombre siguió sin responderle, usó una única garra para
rasgar una línea desde el hombro hasta el codo. El tipo aulló de dolor y Rick
tuvo que forzar a su lobo a no reaccionar al olor de la sangre.
Fue realmente difícil dominar a su bestia.
—Estoy a cinco segundos de comerte. Te sugiero que hables.
El cazador literalmente temblaba para separarse del agarre de Rick. —
Tu médico.
A Rick le tomó un segundo comprender de quien estaba hablando el
tipo. Solamente tenía un médico, y ese era Bryson. Pero Bryson le había
jurado a Rick que podía confiar en él. Había sido firme en cuanto a su lealtad.
Si el cambia formas había traicionado a Rick, iba a enterrarlo en una fosa llena
de escorpiones. —¿Qué pasa con él?
28
Dios, por favor, no dejes que Bryson me haya traicionado.
Rick estaba harto de que aquellos en quienes pensaba que podía confiar
lo entregaran a su enemigo. Si el médico había hecho precisamente eso, Rick
había terminado con la vida en manada. Pensaba que era un alfa justo y recto,
pero al parecer no era lo bastante duro. Aquellos por quienes se preocupaba le
habían pasado por encima en su apuro por negociar una forma de salir de esta
guerra.
—Nos dijo dónde estabas y a dónde te estabas dirigiendo.
La mandíbula de Rick se apretó tan fuerte que casi destruyó sus dientes.
—¿Y cómo le sonsacaste esta información?
—No le digas —le advirtió otro cazador.
Sasha silenció al hombre… permanentemente. El cuerpo se desplomó
en el piso, esto sólo hizo que el hombre al que Rick estaba interrogando
comenzara a llorar. ¿Qué mierda? Pensaba que los Cazadores de Especies eran
humanos rudos que pensaban que podían erradicar a su especie. No eran más
que unos cobardes llorones que se escondían detrás de sus armas. Golpeó al
hombre contra la camioneta una vez más. —¿Cómo?
—T-torturándolo.
El intestino de Rick se retorció en mil nudos mientras procesaba esa
palabra. Bryson había sido tomado como cautivo, torturado para que le dijeran
dónde estaba Rick. El médico no era un luchador. Rick sabía esto. Estaba en
esto para salvar vidas, no para quitarlas. Seguro, había usado una pistola
cuando era necesario, pero Rick sabía con toda seguridad que el hombre no
habría sido capaz de resistir a lo que le estaban haciendo los cazadores. —
¿Dónde está? —Preguntó Rick mientras sus garras se hundían en el brazo del
hombre—. Dime dónde lo tienen.
Otro cazador lucía como si quisiera advertirle al tipo, pero una mirada
de Rick y selló sus labios. Si el bastardo hubiese abierto la boca, Rick
personalmente le hubiese arrancado la maldita lengua.
Volvió a mirar al hombre parado frente a él. —Quiero saber dónde lo
tienen.
29
—Si te digo, me matarás. —Levantó su barbilla, pero Rick podía ver
que sólo era un acto. El hombre estaba tan asustado como para mear sus
pantalones.
—Si no me lo dices, te arrancaré la piel lentamente, manteniéndote con
vida durante días sólo para que puedas sentir el dolor por el que le hiciste
pasar a mi médico. Tu elección. Mueres rápido o lentamente. —Rick dejó que
la garra que cortó el brazo del hombre con un tajo, bajara por el costado del
rostro del tipo, dejando un rastro de sangre detrás. El cazador gritó, luchando
por liberarse. Pero Rick lo tenía bajo un firme agarre—. No puedes liberarte…
humano.
El hombre cerró sus ojos y tragó con brusquedad. Rick podía oler el
horror absoluto. El cazador sabía que iba a morir. —Está en un edificio a las
afueras de Shelton.
La mente de Rick corrió para pensar en todos los edificios que rodeaban
su ciudad. Había demasiados para encontrar a Bryson rápidamente. —¿Qué
edificio?
—El laboratorio de Dexcom.
No podía oler una mentira. También sabía que el hombre estaba
demasiado malditamente asustado como tratar de soltar algo más que la
verdad. Rick terminó con la vida del hombre rápidamente, como había
prometido, pero sabía que el tipo debería haber sufrido.
Bryson había sufrido.
—Dorian, ponte al teléfono y llama a… —¿Quién diablos quedaba en
Shelton para que rescatara a Bryson? Todos se habían ido. Iba a tener que
enviar a alguien tras su médico. Sólo rezaba con todas sus fuerzas para que, a
quienenviara, lograra llegar a Bryson a tiempo.
Eso era, si no estaba muerto ya.
—Remus está cerca —le dijo Sasha—. Lo envié a explorar la ciudad y
asegurarse de que no quedaban rezagados. Lo llamaré.
Rick asintió mientras daba un paso atrás, pensando en Bryson y cómo le
había ayudado a Rick en incontables ocasiones. El hombre había sido
indispensable en esta guerra. No sólo había salvado la vida de Dorian, sino las
vidas de muchos otros. 30
Si estaba muerto, Rick juró que haría pagar a cada Cazador de Especies
que estuviera involucrado. Estaba harto y cansado de perder a buenos
hombres. Ese pensamiento sólo hizo que pensara en los que ya había perdido.
Se le vinieron a la mente los padres de Miguel, haciendo que el corazón de
Rick se retorciera en su pecho.
Aunque fuera la última cosa que hiciera, Rick iba a asegurarse de que el
presidente pusiera fin a esta maldita locura.
Capítulo Cuatro
—Sí, conozco el lugar del que estás hablando. —Remus colgó. Maldita
sea. Estaba a punto de salir de la ciudad antes de ser llamado por Sasha. Ahora
tenía que ir a rescatar a un hombre lobo.
¿Qué sabía sobre rescatar a alguien? La última vez que lo intentó,
terminó en el centro de detención principal. Apestaba en esto. Pero Sasha era
su alfa, e iba a hacer lo que fuese con el fin de sacar a este Bryson.
Remus sabía que no podía ir con su manada en busca de ayuda. Esas
personas eran unos gatos perezosos centrados en sí mismos. Esperaba que
Sasha cortara lazos con ellos cuando regresara. No se merecían a alguien tan
noble como el leopardo alfa.
Miró a su mejor amigo, Marco, y se preguntó si le ayudaría. Había una
posibilidad del cincuenta por ciento de que el chico dijera que no. No porque
fuera como el resto de su manada, sino porque era una tremenda gallina. — 31
Tengo que ir a una misión. ¿Vienes?
—¿Comida? —Preguntó Marco mientras saltaba del sillón—. Me estoy
muriendo de hambre.
Remus pensó en ello por un minuto y asintió. —Sí, seguro, comida. —
Era la única forma en la que iba a hacer que el hombre estuviera de acuerdo.
Bueno, eso no era cierto. Podían llegar al laboratorio Dexcom y Marco podía
huir.
Les tomó cerca de veinticinco minutos llegar allí, y Marco estaba
furioso para cuando Remus se metió detrás de un soto de árboles. Estaba lo
bastante lejos para poder ver, pero no lo bastante cerca como para ser visto.
—¡Esto no es un McDonald’s! —dijo Marco acaloradamente—. ¿Para
qué diablos me trajiste aquí?
—Hay alguien a quien necesitamos rescatar. —Remus abrió la puerta
del auto tan silenciosamente como pudo y salió.
—En caso de que no lo hayas notado, soy un petimetre de 56 kg.
estando mojado. ¿Qué diablos voy a rescatar? ¿Una Big Mac 2? —Marco cerró
de golpe la puerta del auto y Remus quiso estrangular al hombre.
—Dejarás de hacer tanto ruido —dijo en un siseo bajo—. ¿Por qué no
dejas que los tipos malos sepan que estamos aquí?
Los ojos de Marco se ampliaron mientras empezaba a sacudir su cabeza.
—¿T-tipos malos? De ninguna forma, hombre. Hasta ahora me las he
arreglado para esconderme. No voy a ser atrapado y torturado.
—No te preocupes —dijo Remus—. Ya no andan torturando.
Simplemente te matarían de inmediato.
—Entonces, si matan, ¿a quién vamos a rescatar? ¿Cómo sabes que esto
no es una trampa?
—No lo sabemos. —Remus comenzó a caminar hacia la entrada trasera
que daba al bosque. Cuando vio que Marco se dirigía a la carretera, se
apresuró hacia él y agarró a su amigo, tirándolo hacia atrás—. No tan rápido.
Marco golpeó la mano de Remus. El más pequeño no tenía oportunidad 32
de escapar. Remus tenía un firme agarre sobre él. —No voy a entrar ahí, para
morir. —Se removió un poco más, pero Remus no iba a dejarlo ir.
—No hagas que te atrapen y no morirás. —Tiró de Marco junto a él—.
Sólo no hagas mucho ruido y asegúrate de quedarte fuera de su vista.
Remus podía sentir que su propio corazón estaba golpeando. De nuevo,
¿qué sabía sobre rescatar a alguien? Tan sólo tenía veinte años, ni siquiera
tenía la edad legal para beber. Pero esta era la segunda vez que un alfa le pedía
que sacara a alguien de un problema. Enrique realmente había perdido la
cabeza cuando le pidió a Remus que rescatara a Edward de los hombres hiena.
Así fue cómo había sido atrapado.
Rezaba para que la historia no se repitiera. Sólo que esta vez no sería
transportado a un centro en donde sería torturado. Iba a morir. Tal vez Marco
tenía la idea correcta.

2
Un tipo de hamburguesa que se sirve en el McDonald’s.
No, tenía que hacer esto. Sasha nunca le había pedido mucho. Remus
podría concederle esto. ¿Debería entrar por la puerta de atrás o trepar por una
ventana? Remus no estaba seguro.
—No sé ni una mierda sobre irrumpir en un lugar, pero estoy bastante
seguro de que no se supone que simplemente te quedes afuera. —Marco
empujó la espalda de Remus—. Andando.
Decidiéndose por la ventana, Remus probó para ver si la maldita cosa
estaba abierta. Para su sorpresa, se abrió de inmediato. Eso debería haber sido
una advertencia para Remus. Debería haberle dicho que algo estaba mal, pero
no pensó al respecto cuando trepó por ella, se giró y ayudó a Marco a entrar.
Mirando alrededor de la habitación, vio que estaban en algún tipo de
oficina. Tal vez el hombre que trabajaba en esta oficina había querido aire
fresco y había olvidado cerrarla. Era posible. Él se olvidaba de cerrar la puerta
principal todo el tiempo.
Vislumbrando la puerta, Remus se movió silenciosamente hacia ella.
Sabía escuchar cualquier movimiento al otro lado. Este era su primer asalto
real. Ni siquiera había llegado así de cerca cuando fue a rescatar a Edward. 33
Los hombres hiena lo habían fijado contra un costado del edificio,
entregándolo a la policía dentro de los primeros diez minutos de su intento de
rescate.
Eso hizo que Remus se sintiera un poco más confiado.
Cuando no oyó nada, Remus tiró de la puerta entreabriéndola
ligeramente, mirando a través de la rendija.
—¿Ves algo?
Remus se giró rápidamente y calló a Marco. —¿Quieres que nos oigan?
—El hombre había hablado en un tono normal, nada callado o susurrado. El
tipo era un asco a la hora de irrumpir en lugares. Pero por supuesto, Remus no
era un profesional. Pero sabía lo suficiente como para no ser ruidoso. Tal vez
pudiera encontrar cinta adhesiva y pegar un pedazo en la boca de Marco.
Tal vez haberlo traído con él no fue tan buena idea.
Remus abrió más la puerta, mirando el pasillo de arriba abajo. No vio a
nadie, pero eso no significaba que alguien no fuera a aparecer por la esquina
en cualquier momento. Era bastante tarde, por lo que debería haber muy poca
gente dentro, pero sabía que no estaría desierto.
Sus palmas estaban tan sudorosas que Remus tuvo que frotárselas en la
parte frontal de sus pantalones. Su corazón también estaba acelerado. El
pasillo era un lugar indescriptible con paredes blancas y unas cuantas piezas
de arte extraño colgando aquí y allá. Sólo había unas cuantas pinceladas en
cada imagen, como si el artista se hubiese olvidado de terminar la pintura.
Nunca lo comprendería. ¿Qué tenía de malo los perros jugando póker en una
mesa? El arte moderno siempre lo confundía.
A lo largo del corredor había unas cuantas puertas. Remus no estaba
seguro de qué hacer. ¿Debería revisar cada una? ¿No debería haber alguna
señal que le apuntara hacia la sala de tortura?
Eso hubiese sido agradable, pero estaba atascado buscándolo. No tenía
ni idea de dónde mantendrían al hombre lobo. Echando su cabeza hacia atrás,
Remus inhaló profundamente, esperando que pudiera usar el olor para
localizar al médico.
Estaba moviendo sus manos con rápido y obvio nerviosismo, abriendo 34
cada puerta y asomándose dentro. Este pasillo parecía contener nada más que
oficinas. Remus iba a tener que trasladarse a otro pasillo. Era una idea que
realmente no le gustaba. Realmente estaba esperando encontrar a Bryson y
largarse de aquí dentro de los primeros diez minutos de su asalto. Se giró
cuando Marco lo tocó en el hombro. Su mejor amigo estaba señalando sus ojos
y luego haciendo un gesto raro con sus manos.
Remus no tenía ni idea.
Y Marco se veía como un idiota.
—¿Qué? —articuló. Sea lo que sea que Marco tratara de decirle, Remus
estaba perdido. El hombre no tenía sentido para él. Si Remus tuviera que
adivinar lo que Marco estaba tratando de decirle, pensaría que había una rata
borracha tambaleándose en el pasillo y había perdido una pierna. Pero sabía
que eso no estaba bien.
—Ve a la izquierda —articuló Marco.
¿Por qué diablos simplemente no había apuntado a la izquierda? El
hombre estaba realmente loco, pero ¿qué decía eso de él si Marco era su mejor
amigo? A Remus no le importaba. Conocía a Marco desde que eran cachorros.
Le gustaba pasar el rato con el muchacho. Marco lo mantenía entretenido. El
hombre siempre estaba metido en problemas, generalmente por su propia
culpa.
Girando a la izquierda al final del pasillo, Remus vio una única puerta.
Estaba al final y había un gran cristal en el medio. Más allá de eso podía ver
equipamiento de laboratorio. Realmente dudaba que alguien hubiese torturado
a Bryson ahí. En esa habitación había equipo demasiado caro.
Así que miró a la derecha.
También había una puerta al final de esta. Pero la puerta lucía sólida,
como si pudiera mantener algo peligroso dentro. Estaba hecha de acero y las
bisagras eran pesadas. Ahora, esa se parecía más a la habitación en donde
retendrían a un hombre lobo.
Inclinando su cabeza hacia su derecha, Remus agarró el brazo de Marco
y tiró de él hacia la puerta de metal. Se detuvo frente a ella. ¿Cómo se suponía
que se escabullera dentro? Por todo lo que sabía, estaba entrando a una
habitación llena de humanos. 35

Trató de presionar su oreja contra ella, pero no había sonido alguno. Eso
sólo podía significar que la puerta era demasiado gruesa como para escuchar.
Pero también podía significar que no había nadie ahí. Dios, odiaba esta
mierda. Remus era un manojo de nervios. Su leopardo estaba tratando de hacer
que se diera la vuelta y huyera, pero Remus le había dicho a Sasha que haría
esto.
Cuando había sido mantenido cautivo en el centro de detención, había
orado para que alguien lo rescatara. ¿Podrían dejar que torturaran a alguien,
sabiendo que probablemente estuvieran orando para ser rescatados?
No, no podía.
Tomando una profunda respiración para calmar sus nervios, Remus
comprobó la manilla. La puerta estaba sin pestillo. De acuerdo, esto era un
poco demasiado fácil. Debería haber guardias. Alguien debería haberlos
atrapado en el pasillo. Ya debería haber pasado algo.
Pero todo estaba en silencio.
Remus esperaba que las bisagras chillaran considerando cuán pesada era
la puerta, pero se abrió con facilidad y sin esfuerzo, sin sonido en lo absoluto.
Podía sentir los dedos de Marco enroscándose en la parte trasera de su camisa,
tirando de ella ligeramente. Sí, también era un manojo de nervios. Daría lo que
sea por ser capaz de rescatar a Bryson y salir de aquí antes de que alguien
fuera más sabio.
Su especialidad era reunir información, no ésta mierda de encubierto.
Remus era malditamente bueno consiguiendo la información que necesitaba, o
incluso la que otros necesitaban. Ese era el por qué tenía un trabajocomo
reportero de un periódico. Desde la guerra, estaba demasiado asustado de salir
a trabajar. ¿Qué pasa si comprobaban su sangre? Pero desde que fue
trasladado al centro de detención, ahora está en el banco de datos. Su patrón ya
tenía que saberlo.
Lo cual realmente apestaba porque Remus amaba su trabajo.
Enviando una plegaria, Remus se deslizó en la habitación, Marco justo
detrás de él. Rápidamente cerró la puerta tras él. A sus ojos les tomó un
minuto ajustarse a la oscuridad. No había una luz encendida por ningún lado,
36
ni siquiera una lámpara. Al ser un cambia formas, no tenía problemas viendo
en la oscuridad, sólo tenía que permitir que sus ojos de gato se hicieran cargo.
Avistó a un hombre en el piso en medio de la habitación. Parecía estar
muerto, pero Remus podía oler que todavía estaba vivo… apenas. También
había un distintivo olor a lobo. Este tenía que ser Bryson. No estaba seguro
porque todo lo que podía oler era sangre. El cuerpo estaba tan severamente
golpeado que el chico ni siquiera se parecía a un chico. Lucía como un montón
de masilla, todavía siendo reformado.
Marco emitió un gruñido bajo detrás de él. Remus sabía que el hombre
leopardo estaba reaccionando al abrumador aroma de la sangre, y estaba
luchando también, pero tenían que sacar a Bryson de aquí, no comérselo.
Tomando un precavido paso al frente, Remus contuvo su aliento,
esperando que la táctica funcionara a medida que se acercaba al desastre
sangriento.
Cuando se acercó más, una luz se encendió de golpe, inundando la
habitación con brillo hasta el punto en que sus ojos empezaron a doler. Remus
lanzó sus brazos sobre sus ojos, protegiéndolos hasta que se reajustaron a la
repentina y cegadora iluminación.
—Estoy tan contento de que se pudieran unir a nosotros —dijo una voz
a su derecha—. Pero estaba esperando a Enrique Marcelo.
Mierda. ¡Esto era una trampa! Debería haberlo sabido por la facilidad
con la cual lograron entrar. Marco dejó salir un alarido detrás de él y luego los
dedos que habían estado enroscados en su camisa fueron separados.
Remus dejó que su brazo descendiera, giró, y vio a dos hombres
sujetando a su mejor amigo. Uno sostenía una pistola en la cabeza de Marco.
—¿Por qué no vino Enrique? —preguntó la voz a su derecha.
Girándose, Remus vio a un humano bajito. No parecía gran cosa. Si no
hubiera armas en la habitación, sabía que podría derrotar a este humano con
facilidad. Sus ojos se posaron en el hombre que yacía en el suelo, viendo su
cabello rubio enmarañado y desordenado. La sangre era espesa y estaba seca
en las hebras doradas y su rostro era irreconocible.
—¿Te gusta mi obra? —preguntó el hombre. 37

Remus se encogió de hombros. —Baja tus armas y te mostraré cómo se


hace realmente.
Había algo persistiendo en el fondo de su mente. Conocía a este hombre
de algún lado. Lo había visto antes. Entonces, como si pensarlo fuera lo que
necesitaba, Remus recordó de dónde.
El centro de detención.
El nombre del tipo era Jayson. Era el peor humano en ese lugar olvidado
por dios. El humano había obtenido puro regocijo torturando a los cambia
formas. Por el brillo en los malvados ojos del hombre, supo que Jayson
también lo había reconocido. Esto no era bueno. Remus estaba con un pedazo
de mierda muy sádico.
—¿Dónde está Enrique? —preguntó Jayson una vez más—. ¿Por qué te
envió?
Remus no iba a responder. Había aprendido anteriormente que
responder no le ganaba favores. El tipo iba a torturarlo de todas formas. La
única cosa que lo corroía de esta situación era el hecho de que había traído a
Marco. El leopardo se las había arreglado para mantenerse escondido todo este
tiempo. Ahora fue Remus quien lo había traído aquí para enfrentar sólo dios
sabe qué.
—Tráeme a su amigo —dijo Jayson mientras caminaba hacia la mesa
que Remus había visto y deseaba no haberlo hecho. Había unos instrumentos
muy afilados puestos en una fila. Los conocía por lo que eran. Un medio para
maltratar a alguien.
Marco gritó cuando los guardias lo llevaron, retorciendo y forcejeando
bajo su agarre, haciendo su mejor esfuerzo por liberarse.
—¡Ya sabes dónde está! —Gritó Remus, lanzándose para ayudar a
Marco. Se detuvo de golpe cuando la pistola fue apuntada hacia él. Sus ojos se
posaron de la mesa a Marco, imágenes plagadas de horror llenaron su cabeza.
—Sí, pero no podemos localizar a los hombres que envié tras él. La
única conclusión a la que puedo llegar a partir de su silencio es que están
muertos. —Jayson agarró algo largo y afilado de la mesa. La cosa le recordó a
Remus un escalpelo quirúrgico de un doctor, sólo que el extremo tenía forma 38
de gancho y era dentado.
Mientras se quedaba ahí parado respirando en pequeños jadeos, llegaron
más hombres a la habitación. Remus sabía que no iba a salir de aquí con vida.
Su único arrepentimiento era que Marco hubiese venido con él. Debería haber
dejado a su mejor amigo en dónde estaba a salvo.
El leopardo estaba tratando de ser valiente. Remus podía verlo en sus
ojos marrón oscuro. Pero olía el horror absoluto proveniente de Marco. El
hombre estaba cagado de miedo, y ¿quién podía culparlo? —Lo lamento —
articuló Remus cuando Jayson se dio la vuelta—. Lo lamento tanto.
Marco le dio una sonrisa temblorosa, las lágrimas se reunían en sus ojos
mientras miraba de Remus a la cosa que estaba en la mano de Jayson.
—Ahora —dijo Jayson mientras volvía a darse la vuelta—. ¿Cuáles son
los planes de Enrique?
—¿Qué te hace pensar que me lo dijo? —preguntó Remus, haciendo su
mejor esfuerzo para comprar tiempo hasta que averiguara una forma de salir
de esto.
—Eso es muy malo. —Jayson usó la herramienta para cavar un surco en
el atractivo rostro de Marco. Instantáneamente la sangre comenzó a brotar de
la herida. Remus rugió con rabia y saltó hacia adelante, pero fue golpeado con
la culata de algún rifle. Se estrelló contra el piso, deslizándose cerca del
cuerpo inconsciente de Bryson.
—¿Cuáles son sus planes? —preguntó Jayson otra vez mientras usaba la
herramienta para cavar otro surco a un lado de la cara de Marco. Los gritos
horrorizados iban a perseguir a Remus por el resto de su vida, si es que
sobrevivía. Los sonidos lo destrozaron, haciendo que su corazón se sintiera
como si se estuviera marchitando y muriendo en su interior.
No podía hacer esto. Remus no podía quedarse aquí echado y escuchar
cómo rasgaban a su mejor amigo. Su leopardo se estaba volviendo loco,
arañando para liberarse, pero Remus lo retuvo.
Una cosa que había aprendido sobre Jayson era que el hombre amaba
cuando un cambia formas se transformaba. Sentía un placer sádico mutilando
a cualquier bestia que saliera. Si Remus era herido, ¿cómo podría ayudar a
Marco o a Bryson? Tenía que pensar en algo. Incluso si le decía a Jayson que
39
Rick se dirigía a Washington, el humano seguiría cortando a Marco.
Poniendo a un lado el terror ante lo que le haría Jayson, Remus se
transformó, sintiendo la bala entrando en su pierna tan pronto como se
convirtió en un leopardo por completo. Pero no dejó que eso lo detuviera.
Tenía un mejor amigo al cual rescatar y un hombre lobo al cual salvar.
Porque después de observar lo que Jayson le estaba haciendo a su mejor
amigo, Remus dio con una sorprendente verdad que nunca había enfrentado
hasta ahora.
Siempre había estado enamorado de Marco, y Jayson estaba tratando de
matar al hombre con el que Remus tenía intención de aparearse.
Capítulo Cinco
—Estarán bien —dijo Papi desde atrás de él mientras Willow y Deluca
llevaban a los niños a la cabaña.
—Es sólo que no quiero dejarlos. ¿Qué pasa si alguien descubre que
están aquí?
—Clyde dejó a una docena de osos vigilando el lugar y Papá también se
va a quedar —respondió su Papi.
Odiaba dejarlos aquí. No era tan seguro como la casa en Nueva Orleans.
Pero esa casa casi había sido allanada.
Desde entonces, se habían estado quedando en una casa que Brooke ni
siquiera sabía que poseían sus padres. Era una pequeña cabaña en lo alto de las
montañas, algo así como esta. La única razón por la que estaban aquí era
porque Isabelle y el bebé estaban. Lillian y Howard Campbell habían
40
aparecido al mismo tiempo que Brooke y su familia.
Miró la cabaña, pensando que todas las personas importantes en el
grupo de Rick estaban dentro de este único lugar. Si lo encontraban y
atacaban, todo el grupo sufriría una pérdida de la que sabía que no se
recuperarían.
Demonios, él tampoco se recuperaría de ella. Kell, Peanut, Trisha, e
incluso Sammy, Samuel, Hunter, Boston, y EJ habían llegado a significar
mucho para él. Todavía no había tenido la oportunidad de conocer a
Christmas, pero Brooke estaba bastante seguro de que le gustaría el pequeño
hombre hiena.
—Mason también va —dijo Papi—. Si crees que dejar a tu familia es
difícil, tan sólo puedo imaginar lo que están atravesando esos dos.
Sí, pero Ian tendría a su mamá. Lillian estaría ahí para el hombrecito. Le
daría el consuelo que necesitaba durante la ausencia de Mason. Se preguntó si
Mason se sentía tan culpable como Brooke al dejar atrás a sus seres queridos.
Tal vez ponerlos a todos bajo un mismo techo no era la cosa más
inteligente. La última vez que eso pasó, los militares habían aparecido con
toda su fuerza, tratando de hacer su mejor esfuerzo para matar a todos los que
estaban en la casa de Brooke.
Gracias a que su Papá y su Papi eran hombres paranoicos y habían
construido un bunker debajo de la casa. Eso fue lo que los había salvado.
—Sé que estás preocupado, hijo. Pero tenemos que confiar en que
cuidarán de ellos. Necesitamos concentrarnos en la pelea.
Brooke no estaba seguro de cómo sentirse sobre que viniera su Papi. Era
cierto que era un hombre duro, pero ya no era un polluelo.
¿Iba a decirle eso?
Diablos, no. No era así de suicida. Pero si algo le pasaba a Papi, Brooke
nunca se lo perdonaría. Había intentado convencer al hombre de que no
viniera, pero una vez que su padre tenía algo en mente, nada lo disuadiría.
Asintió hacia Mason mientras el cambiaformas jaguar pasaba junto a la
camioneta. Mason asintió y luego llevó a Ian adentro. Podía ver en los ojos de
Mason que no quería dejar a Ian detrás.
41
Pero Rick había emitido el llamamiento y todos estaban respondiendo.
Hasta el último cambia formas y humano que estaba de su lado querían que
esta maldita guerra terminara. Brooke había sido convertido en un hombre
coyote con el fin de salvar su vida, pero Deluca había elegido ser uno.
Había sido convertido, así que los dos eran tan buscados como el resto
de la especie de cambiaformas.
Brooke se sentó cuando vio a Deluca saliendo de la cabaña. Había un
cambiaformas oso sentado en el porche, luciendo relajado, pero Brooke sabía
que sólo era una actuación. Estaba tratando de hacer como si todo fuera
normal en la cabaña.
Rezaba para que se mantuviera de esa manera.
Deluca se deslizó en el asiento trasero con un pesado suspiro. —Tratar
de explicarle a Boston por qué no puede venir es agotador.
El leopardo adolescente había argumentado su punto durante todo el
camino. Había dicho que era lo bastante mayor para unirse, pero Brooke había
recibido instrucciones de Sasha de que no trajeran a su hijo. Aunque Boston
fue convertido en un leopardo, el muchacho seguía siendo demasiado joven.
Sasha temía perder al chico.
Brooke elogiaba a Boston por su necesidad de ayudar, pero Sasha tenía
razón. Boston no había sido un cambia formas durante tanto tiempo y carecía
de las habilidades para sobrevivir ahí afuera. No iba a ir en contra del padre
del chico ni a ponerlo en riesgo.
—Mason va a seguirnos —dijo Deluca—. Está arrastrando a Ian con
Lillian.
Esperaron diez minutos más hasta que Brooke vio a Mason saliendo de
la cabaña, su mandíbula apretada y su andar depredador. El hombre estaba
molesto. No quería dejar a Ian. Era evidente por el brillo afilado en los ojos
del hombre.
Encendió la camioneta y condujo por la larga carretera que iba a la
ciudad. Tenían que reunirse con unos hombres tigre en Iowa quienes se iban a
unir a la pelea. A Brooke todavía le sorprendía cuantos cambia formas se
unían para terminar esta guerra.
42
Sólo rezaba con todas sus fuerzas para que no terminara en un baño de
sangre.
Brooke sonrió cuando Deluca cogió un trozo de carne seca y agarró una
caja de zumo. Le recordó a cuándo rescataron a Kell. El hombre no era nada
más que un niño grande de corazón. Incluso había jugado con Kell y Peanut
durante horas y horas. Le hacía bien al corazón de Brooke ver a su mejor
amigo jugando en el piso a alguna escena de batalla con los juguetes de Kell,
sabiendo que Deluca estaba divirtiéndose tanto como el bebé.
No quería perder eso. No sólo hacía que Brooke se preocupara de que le
pasara algo a la gente que acababa de dejar atrás, sino que también le
preocupaba que le pasara algo a Deluca. Habían estado juntos por muchísimo
tiempo, y Brooke no podía imaginarse una vida sin ese cabeza dura.
—Estará bien —dijo Papi tranquilamente junto a él mientras cargaba su
rifle.
—¿Quién? —preguntó Deluca antes de tomar un ruidoso sorbo de la
caja de zumo.
Brooke sonrió mientras miraba por su espejo para ver si Mason todavía
los seguía. —Tú.
Deluca le dio una mordida a la carne seca con una tonta sonrisa en su
rostro. —Ah, rayos, no te preocupes por mí. Le prometí a Kell que regresaría
para jugar a los monstruos con él. No puedo romper una promesa a nuestro
hijo.
Si tan sólo fuera así de fácil. Si lo fuera, Brooke le habría hecho una
tonelada de promesas de que regresaría a todos los que estaban en la casa.
Pero sabía que las posibilidades de sobrevivir eran del cincuenta por ciento. Se
dirigían a la capital de la nación en donde se ubicaba la mayoría de las fuerzas
armadas. Lograr entrar iba a ser realmente complicado.
Brooke estaba malditamente seguro de que todo el camino en dirección
al estado tenía barricadas.
Y ese era el por qué no iban a ir por ninguna carretera. Todos los
humanos que estaban con ellos conducían, incluyendo su Papi, los cambia
formas iban a tomar todos y cada uno de los pasajes a la capital del estado.
Una vez que pasaran los bloqueos, iban a reunirse en Piney Branch Park y 43
dirigirse hacia la Decimosexta Calle. Era un movimiento arriesgado, y uno que
esperaban que los militares no esperaran que hicieran.
Mientras Brooke conducía hacia su punto de reunión con los hombres
tigre, se preguntó si había recordado apagar el horno.

Nate se quedó ahí parado con la mandíbula colgando. No podía creer lo que
veían sus ojos. No había ni una jodida manera de que estuviera mirando su
Yukon rojo. No parecía real. Pensó que tendría que esperar hasta que la guerra
terminara con el fin de tenerlo de vuelta y hacerlo reparar. —¿Cómo?
La sonrisa de Sasha era bromista, juguetona. —Sé cuánto lo extrañabas.
Cobré algunos favores de unos amigos cambiaformas e hice que repararan los
daños y nos lo trajeran. —Sasha ondeó una mano hacia la carcasa dentada. El
trabajo de la pintura había sido enviado al infierno y había agujeros de bala
por todo el maldito lugar.
Pero tenía su Yukon de regreso.
—Cómo puedes ver, la carcasa todavía necesita mucho trabajo. Pero…
Nate agarró a Sasha y tiró de él para darle un feroz abrazo. —Gracias.
—Nunca entenderé tu obsesión con esta cosa —dijo Selene y luego
sonrió—. Pero lo extrañé.
—Eres una chica. Nunca entenderás el amor de un hombre por su
vehículo —dijo Sasha juguetonamente.
Selene resopló. —Tú tampoco lo entiendes, gato. Puedo verlo en tus
ojos. —Lo apuntó acusadoramente—. Todo lo que querías hacer era ganarte
unos puntos con él.
Sasha se inclinó acercándose, lamiendo la punta de la oreja de Selene.
—Y lo hice, ¿no es así?
A Nate lo le importaba que discutieran. De todas formas, era una
constante entre ellos. Sabía que Sasha y Selene se preocupaban por el otro,
pero ahora mismo, sólo tenía ojos para su Yukon. —Te extrañé, bebé. —Nate
pasó su mano por la puerta del conductor, sonriendo ante la sensación familiar
de su vehículo. 44

—¿En serio le estás hablando a eso? —preguntó Selene con


desconcierto.
—Nunca lo entenderé —masculló Sasha. Nate no estaba seguro de si se
lo decía a Selene o a Nate.
No importaba.
Abrió un poco la puerta, inhalando el interior antes de subirse detrás del
volante. El aire estaba un poco rancio, pero nada de lo que no pudiera
encargarse conduciendo con las ventanas abajo. No le importaba si ahora
mismo olía a basura.
Tenía a su bebé de vuelta.
Nate giró la llave y casi tuvo un orgasmo cuando el motor rugió a la
vida.
—¿Terminaste de joder a tu camioneta o necesitas más tiempo? —
preguntó Rick mientras caminaba hacia el Yukon y golpeaba gentilmente su
puño en la puerta del conductor.
—Creo que necesita el resto de la noche —respondió Selene.
—Alguien está celosa —ronroneó Sasha.
Una cosa que Nate había aprendido sobre Sasha y Selene era que, si ella
no estaba amenazándolo y él no estaba yendo tras ella, entonces algo andaba
mal. Algunos podían ver su relación como bizarra, pero funcionaba para ellos.
—Seymour va a conducir el Hummer —dijo Rick mientras apuntaba un
pulgar hacia el leopardo que le había traído su camioneta a Nate—. De esa
forma no tienes que separarte.
El alfa lo estaba molestando, pero a Nate no le importaba. Había
recuperado a su bebé. Pasó las manos sobre el volante y apoyó la mejilla sobre
él.
—Realmente le está haciendo el amor —dijo Selene con un tono
atónito—. Creo que estoy celosa.
—No te preocupes —dijo Sasha mientras acercaba a Selene—. Te
acariciaré y frotaré de la misma manera.
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Le dio un codazo. —Tenemos que ponernos en marcha.
Sasha se rio como siempre cuando se ponía terca… o le apuntaba una
pistola a la cara.
—¿Has oído algo de Remus? —preguntó Rick mientras se giraba hacia
el leopardo alfa.
La expresión de Sasha se puso seria cuando sacudió su cabeza. —
Todavía no.
—Ya debería haber llamado —interpuso Nate—. Algo anda mal.
Nate podía ver el alboroto de emociones en el rostro de Rick. Tenían
que reunirse en Washington en cuestión de unos días, pero también sabía que
el alfa no iba a dejar hombres atrás. Remus debería haberse puesto en contacto
con ellos. Rescatar a alguien no tomaba veinticuatro horas. Nate no conocía
muy bien a Remus, pero estaba bastante seguro de que el tipo les habría
dejado saber que había sacado a Bryson.
Algo andaba verdaderamente mal. Podía sentirlo en su interior. —
¿Quieres dar una vuelta por allá? —Sería extremadamente peligroso para Rick
mostrar su rostro en Shelton. Si hacían esto, tendrían que andar tan de
encubierto que nadie supiera siquiera que estaban en la vecindad. Trataría de
persuadir a su alfa para que no lo hiciera, pero Rick era un hombre muy
obstinado. Si elegía ir, no habría forma de persuadirlo. Pero tenía que
intentarlo. —Selene, Sasha y yo podemos regresar y descubrir qué anda mal.
Rick frotó su barbilla. El hombre necesitaba una afeitada. Los costados
de su cara se veían ásperos con el vello negro. Nate nunca antes había visto
que Rick se lo dejara crecer tanto. Mientras Nate miraba al hombre, notó unas
líneas alrededor de los ojos y la boca de Rick que nunca antes había notado. Al
parecer, luchar en esta infructuosa batalla le estaba pasando factura.
Nate sabía cómo se sentía. No se estaba volviendo más joven, y sólo
quería ir a casa y establecerse en una vida mundana con su familia. Todavía no
había tenido la oportunidad de conocer a Sammy y a Boston. Nate estaba
esperando eso con ansias. Nunca había tenido hijos y ahora que tenía dos, no
podía estar más feliz.
—¿Hay alguien a quien pueda enviar a comprobarlos? —preguntó
finalmente Rick. El tipo estaba dividido. Nate podía verlo.
46
—Yo puedo ir. —Seymour se ofreció voluntario—. Sólo díganme a
quien estoy buscando.
Rick lucía aliviado. Nate también lo estaba. Hubiese ido, pero prefería
quedarse pegado al lado de Rick ahora que se dirigían a lo que, con suerte,
sería la batalla final. Era su trabajo proteger a su alfa y a su pareja. Nate no
planeaba fallar en la parte más importante de su viaje.
Mientras Rick estaba ahí parado diciéndole a Seymour lo que necesitaba
saber, Nate miró a sus compañeros. Podía decir que querían averiguar qué le
había pasado a Remus y Bryson. Todos querían saber. Pero también tenía que
priorizar. La mitad de la nación, Nate estaba esperando que fueran lo bastante
afortunados como para conseguir esa cantidad, iba a reunirse con ellos en
Washington. No se vería bien si el líder de la Rebelión no aparecía.
—Llévate el Hummer —dijo Rick cuando finalizó—. Te ayudará a
pasar un montón de barricadas. Sólo permanece lejos de las carreteras
principales y no aceleres. No necesito que te detengan.
Seymour le dio un torpe saludo a Rick mientras se subía al Hummer y
se iba. Nate sonrió. Acababa de conocer al tipo, pero ya le gustaba. No hacía
daño el que Seymour le hubiese traído a su bebé.
—De acuerdo —dijo Rick mientras se daba la vuelta—. Necesitamos
ponernos en marcha. Miguel y Benito se van a reunir con Clyde y su grupo
hoy. Se supone que nos reunamos con ellos en Pennsylvania.
Nate conocía a Miguel y Benito desde antes de que empezara todo esto.
Pero no los había conocido bien hasta ahora. Tenía que admitir que extrañaba
a esos dos. Habían crecido el último año y medio, y Nate no podía estar más
orgulloso de los ejecutores juveniles.
Todo en su vida había cambiado. Algunas de las personas a las que
conocía antes ya no estaban cerca, como Graham y Olivia o los padres de
Miguel. Sus vínculos con algunos de sus amigos de la manada se habían
vuelto más fuertes, y ahora estaba apareado y tenía hijos.
Nate sabía que ahora había mucho más que perder. Ya no podía hacer
las cosas a medias. Tenía que pensar en la gente por la que más se preocupaba.
Seguía siendo tan letal como antes, pero todos los riesgos que solía tomar 47
ahora eran tenían más peso.
Sasha se subió en el asiento delantero mientras Selene se estiraba en el
trasero. Nate se estaba emocionando de nuevo mientras sus manos recorrían la
circunferencia del volante.
—Trata de no excitarte demasiado. —Rick se rio entre dientes mientras
regresaba a su camioneta.
Dorian salió por la ventana del copiloto, dándole a Nate un pulgar arriba
y una amplia sonrisa. No le importaba quien pensara que estaba loco. Amaba
su camioneta.
A medida que salía a la carretera, siguiendo a Rick, Nate sabía que tal
vez se correría en sus pantalones. Regresó a él la familiar acometida de
conducir a esta bestia. Estaba medio tentado a acelerar en la carretera.
Diablos, estaba tentado a salirse del camino.
—Por favor —dijo Selene—. Contén tu maldita excitación. Oler tu
aroma está poniéndome realmente caliente.
Nate se rio entre dientes mientras Sasha miraba al asiento trasero. —
Puedo ir allá atrás y jugar juegos muy sucios contigo, mi pequeña zorra.
—Sólo si puedo meter mi pistola… mierda, dejé mi pistola en el
Hummer.
—Bueno, ahora ya es demasiado tarde —respondió Nate—.
Encontraremos una en algún lugar a lo largo del camino.
—Realmente me gustaba esa pistola. —Selene hizo un puchero.
—¿Cómo me gusta mi Yukon? —preguntó Nate.
Selene rodó sus ojos. —Dije que me gustaba mi pistola. No estoy
obsesionada con esa maldita cosa.
—No hay nada malo con una saludable obsesión —discutió Nate.
—¿Qué diablos tiene de saludable estar enamorado de un pedazo de
metal? —preguntó.
Nate se echó hacia atrás y se relajó, dándole una amplia sonrisa por el
48
espejo retrovisor. Pero por dentro, estaba muy nervioso. Se estaban dirigiendo
hacia lo que posiblemente fueran sus muertes. Sin importar cuanto deseara no
pensar en ello, sabía que era una gran posibilidad.
—Estaremos bien —dijo Sasha a su lado—. Sólo mantén la cabeza
gacha y sigue avanzando.
Nate asintió mientras el gato se estiraba y agarraba la mano de Nate,
entrelazando sus dedos. Hace un año y medio, Nate nunca habría pensado que
fuera posible tener una relación con el leopardo o Selene. No parecía como si
alguna vez fuera a convertirse en realidad.
Pero ahora que los tenía a ambos, habían aumentado más las apuestas.
Capítulo Seis
Remus rodó sobre su estómago, apenas era capaz de abrir sus ojos.
Había recibido una paliza peor que cuando estaba en el centro de detención.
Le dolía todo. No le sorprendería si tuviera unas cuantas costillas rotas por la
forma en la que había sido herido.
Y estaba en su forma humana. Ya debería haberse transformado para
poder sanar.
—Es un pequeño regalo con el que me crucé por pura suerte —dijo
Jayson desde detrás de él—. Ya no puedes cambiar de forma. Eso se te ha
quitado.
Remus pensó en el virus que los humanos habían querido desatar en la
población. ¿Había sido infectado con eso? Si era así, el virus iba a esparcirse.
Rick y los otros habían luchado con fuerza para no permitir que los humanos
pusieran sus manos en la tarjeta de datos. Sabía que Rick todavía la tenía. El 49
alfa de los hombres lobo había planeado mostrarle al presidente qué estaba
haciendo la milicia.
Pero si habían encontrado a alguien que la duplicara…
—No hay escapatoria. También podrías decirme qué está tramando
Enrique. —Hubo un sonoro chirrido y luego una sombra apareció frente a
Remus. Su visión seguía estando borrosa, pero podía oler al humano.
Si no le hubiesen sacado la mierda, le cortaría la garganta al hombre.
Nunca en su vida había odiado a alguien tanto como a este hombre. Remus se
juró que, si salía de esta con vida, él… se quedó quieto cuando el olor de la
sangre llenó sus pulmones.
Incluso si Jayson no hubiese jodido su ADN, Remus sabía que aun así
hubiese reaccionado. Su instinto más básico era reaccionar a lo que sangraba.
El hecho de que no estaba reaccionando le decía que la sangre había sido
derramada en exceso.
Marco.
Remus bajó su cabeza, cerrando sus hinchados ojos mientras la verdad
trataba de asentarse en su interior. Su mejor amigo y el hombre con el que
sabía que quería aparearse, estaba muerto. No había otra explicación plausible
para estar saturado del olor de la sangre que llenaba la habitación hasta el
punto de ser abrumador.
Se quedó allí acostado y lloró, sin importarle si Jayson o cualquier otro
espectador lo veía. Su cuerpo estaba demasiado jodido como para luchar, pero
eso ya no importaba. Le habían arrancado el corazón del pecho. Marco estaba
muerto. Todo porque Remus había estado demasiado asustado para venir solo.
Fue el único que puso a Marco en esta situación y el leopardo había pagado el
precio final.
—Veo que tu fuerte olfato sigue funcionando —dijo Jayson—. Sabes
que maté a ese animal, ¿cierto?
—¿Por qué? —preguntó Remus en un susurro estrangulado—. ¿Por qué
no sólo lo inyectaste para que ya no pudiera volver a transformarse? ¿Por qué
tenías que matarlo? —Se odiaba por preguntar, por rogarle a Jayson que le
diera una respuesta. Pero Remus tenía que saber.
50
—Fue mi forma de pagarte por escaparte del centro de detención —dijo
Jayson con un gruñido en su tono—. No puedes engañar a los humanos y
esperar salirte con la tuya. Además —dijo Jayson mientras tiraba del cabello
de Remus—, que dos hombres estén juntos es una enfermedad mental, una
plaga. No creas que no tenía idea sobre tu relación con el pequeño mocoso.
Les hice un favor a ambos.
A pesar de lo mucho que le dolía, Remus se acurrucó en una bola y
continuó llorando. En este punto, ni siquiera estaba seguro sobre Bryson.
Remus no sabía si el hombre lobo estaba vivo o muerto. No podía abrir los
ojos lo suficiente como para ver lo que estaba justo frente a él, y mucho menos
alguien más lejos.
Pero Bryson no era su única preocupación ahora mismo. No cuando un
enorme agujero negro estaba abierto dentro de él y lo succionaba en un vórtice
de soledad y desesperación.
Marco se había ido.
Remus envolvió sus brazos alrededor de su cintura, ignorando el dolor,
y balanceándose mientras las imágenes de su mejor amigo jugaban en su
mente. Marco había sido tonto, inmaduro, excitable y francamente adorable.
Había sido todo lo que Remus estaba buscando en un compañero. Había
estado demasiado ciego para verlo antes de hoy.
Ahora era demasiado tarde.
Cualquier esperanza que hubiese albergado, se había ido. La única cosa
que le quedaba era un frío y solitario corazón.
—Ahora, una vez más, quiero que me digas a dónde se dirige Enrique y
qué planea o mataré al otro hombre.
Entonces Bryson seguía vivo. A pesar de que sonaba muy malo, eso
trajo un poco de consuelo al dolorido corazón de Remus. Llegado a este punto,
no le importaba. Sus emociones estaban bloqueadas, haciendo que se sintiera
tan entumecido como parecía estar su mandíbula.
Que se joda Jayson. Que se joda Bryson. Que se joda la guerra. Que se
jodan todos. Podían irse al infierno, a Remus ya no le importaba. Jayson podía
tomar su vida ahora mismo y Remus le daría la bienvenida. Eso era mejor que
quedarse aquí echado tan dolorido que pensaba que el dolor iba a consumirlo 51
vivo.
—Ve a ver qué fue ese ruido —le espetó Jayson a alguien en la
habitación—. Con suerte, Enrique apareció en mi pequeña fiesta sorpresa.
Remus empezó a arrastrarse dentro de su mente. No quería estar aquí.
Sin Marco, Remus no quería estar en ningún lugar.
—¡Ve, ahora! —gritó Jayson cuando los disparos llenaron el silencio.
Demasiado poco, demasiado tarde.
Remus trató de abrir sus ojos. Quería ver que Marco estaba muerto.
Sabía que era cierto, pero tenía que verlo. Luchando por aclarar la visión
borrosa que se aferraba a él con fuerza, Remus abrió los ojos lentamente.
Todo lo que podía ver eran sombras. Sin importar cuanto lo intentara,
las sombras no se apartaban para permitirle un último vistazo del hombre que
amaba.
Oyó gritos, más disparos, y luego cosas siendo golpeadas. Remus se
arrastró por el piso, yendo hacia donde el olor a sangre era más fuerte. Sus
dedos tocaron algo sólido.
La garganta de Remus se apretó mientras tragaba una y otra vez, las
lágrimas recorrían su cara. Sabía que era Marco. El aroma del hombre se
estaba desvaneciendo, pero era indiscutible. Remus tiró más fuerte hasta que
se las arregló para cubrir el cadáver, acurrucándose alrededor mientras
empezaba a llorar con más fuerza.
Sabía que esta era una guerra en la que iban a morir muchos, y habían
muerto. Pero nunca pensó que sería tan cercano, que esto lo tocaría
personalmente.
—Aquí —gritó alguien.
Remus se aferró con más fuerza mientras se oían unas pesadas pisadas
acercándose.
—¿Eres Remus Douglas?
Remus no respondió. 52

—¿Eres Remus Douglas? —Preguntó de nuevo el hombre—. Enrique


me envió. —El tono era gentil mientras se acercaba—. Necesito saberlo.
—Bryson está por allá —susurró Remus sin moverse, sabiendo que el
hombre sabría con quién estaba hablando.
—Es… —El chico tragó con fuerza—. ¿Es tu pareja?
Las lágrimas comenzaron a caer de nuevo mientras Remus agarraba con
más fuerza el cuerpo de Marco.
—Cuidaremos bien de él. —Unas manos agarraron a Remus, y sin
importar lo herido que estaba, luchó con una fuerza venenosa.
—¡No puedes quitármelo! —Sus dedos se enterraron con fuerza en la
camisa de Marc, tratando desesperadamente de quedarse con el hombre.
—Remus, tenemos que salir de aquí. No estoy seguro de quién más
anda por este lugar. No es seguro.
—No lo dejen —rogó Remus.
—No lo haremos —le aseguró el hombre—. No dejamos a nadie atrás.
Tienes mi palabra.
Con una resolución que se sentía como si estuviera abandonando su
propia existencia, Remus liberó a Marco. En el instante en que sus dedos
dejaron el cuerpo, su cerebro empezó a cerrarse. Remus no podía manejar la
realidad ahora mismo. No podía manejar la fría y dura verdad de que el
hombre que amaba estaba muerto.
—Te tengo.
Nadie lo tenía. Era Marco quien había traído tal calidez al corazón de
Remus.
Nadie volvería a tenerlo de nuevo.

Remus yacía en la parte trasera de la camioneta, su cuerpo se sentía como si


hubiese sido dividido y armado de la forma incorrecta. Le dolía todo, pero, 53
sobre todo, su corazón.
—Oye —dijo uno de los hombres que estaba con ellos desde atrás.
Había puesto gentilmente el cuerpo de Marco en la parte trasera, algo a lo que
Remus estaba haciendo su mejor esfuerzo para no prestarle atención. Sus
emociones estaban lo suficientemente expuestas sin el recuerdo de por qué se
estaba muriendo por dentro.
—¿Qué? —preguntó Seymour. Había averiguado el nombre del hombre
cuando estaba llevando a Remus hasta la camioneta.
—Está respirando.
Remus luchó por sentarse. Tan doloroso como era, luchó como loco
para poner su mano en el respaldo del asiento para poder asomarse en la parte
trasera. Estaba realmente agradecido de que su visión por fin se hubiese
aclarado, pero mirar el cuerpo de Marco no era algo que quisiera hacer. Había
sido firme al respecto, pero ahora, simplemente no podía.
—¿Estás seguro? —Porque si el hombre estaba equivocado, eso sólo
enviaría a Remus de regreso al pozo de desesperación en el que se estaba
revolcando ahora.
—Apenas, pero tiene un pulso débil.
Remus casi gritó de alegría, pero no iba a permitirse falsas esperanzas.
Marco estaba luchando por mantenerse con vida. Estaba en la resbaladiza
pendiente entre la vida y la muerte. Si terminaba muriendo, Remus no quería
volver a sumergirse en el abismo.
Pero no podía evitar orar para que Marco lo lograra.
—¿Cómo podemos salvarlo? —preguntó Remus rápidamente, su mente
saltaba en miles de direcciones diferentes. Tenía que haber una manera de
sacar a Marco del borde de la muerte. Remus no iba a aceptar el hecho de que
Marco seguía con vida, solamente para perderlo otra vez.
—Necesita atención médica —dijo Seymour—. El problema es que, el
médico está inconsciente.
—Llévalo a un hospital —gritó Remus. 54

Seymour le dio una mirada compasiva. —Sabes que no podemos hacer


eso. Descubrirán que es un cambia formas y llamaran a los policías.
—Entonces pon una maldita pistola en la cabeza de un doctor y
secuestrado del estacionamiento. No me importa, sólo salva a Marco, maldita
sea.
Mientras Remus observaba a su mejor amigo, los eventos fluían de
vuelta a él, y ahí fue cuando recordó que había sido inyectado. No estaba
seguro de si era el virus o no, pero sabía que necesitaba advertirles a los
hombres a su alrededor. Mirando a Seymour, Remus tragó con fuerza. —Creo
que fui inyectado con un virus que posiblemente se esparza como un incendio
forestal.
Seymour se quedó quieto a medio subirse al asiento delantero. —¿Qué
tipo de virus?
—Llama a Enrique. Puede explicártelo mejor. Pero si es cierto, tú y los
otros que entraron en contacto conmigo también están infectados.
Seymour rebuscó su teléfono, marcando rápidamente. Habló
rápidamente, sus ojos posados en Remus durante toda la conversación. Remus
escuchaba mientras Seymour le decía a Rick lo que encontraron y lo que
Remus acababa de revelar.
—Dice que no hay posibilidad de que estés infectado con el virus
porque la formula fue robada y la original destruida. Te deben haber dado algo
diferente.
—Dile que no puedo cambiar a mi leopardo. —Y la realización golpeó a
Remus con fuerza. Amaba a su leopardo. ¿Qué pasa si Jayson le había dicho la
verdad y nunca iba a volver a transformarse de nuevo?
—¡Jayson! —GritóRemus mientras miraba por la puerta trasera—.
Tenemos que…
—Matamos a todos los que encontramos, Remus. —Seymour todavía
tenía el teléfono en su oreja. Remus pudo escuchar el sonoro gruñido en el
otro lado.Seymour le entregó el teléfono a Remus.
—¿Hola? 55
—¿Dijiste Jayson? —ladró Rick.
—Sí —respondió Remus—. Era el mismo humano que me torturó en el
centro de detención. Está obsesionado contigo.
—Dile a Seymour que te muestre los cadáveres. Quiero una foto de cada
uno de ellos. Envíamelas. Quiero asegurarme de que ese jodido bastardo está
muerto.
Remus asintió y entonces se dio cuenta de que Rick no podía verlo. —
De acuerdo. ¿Pero qué pasa con la inyección que me puso? ¿Estás seguro de
que no puedo esparcir el virus?
—Sasha tenía la única copia e hicimos que cambiaran la fórmula
original. Realmente dudo que sea el virus. Supongo que te dio algo más. —
Rick suspiró—. Realmente lamento lo de Marco, Remus. Y lamento que tal
vez nunca seas capaz de transformarte de nuevo. Si hubiese sabido que eso iba
a ocurrir, nunca hubiese dejado que Sasha…
—No —dijo Remus, incapaz de dejar que Rick cargara la culpa con
respecto a esto—. Conocía los riesgos cuando acepté. —Aunque no sabía que
Marco acabaría tan cercano a la muerte—. Necesito ir. Haré que Seymour
tomé las fotos, pero tenemos que ir a secuestrar a un doctor.
Rick ni siquiera preguntó por qué. La única cosa que había dicho fue
buena suerte.
Remus iba a necesitarla. Nunca había secuestrado a nadie en su vida.
Parecía que estaba haciendo muchas primicias últimamente. Le devolvió el
teléfono a Seymour con las instrucciones de Rick. Sólo que no le dijo al tipo
que Rick quería que lo acompañara. Dejó que Seymour fuera por su cuenta.
Remus no podría manejar ver a Jayson de nuevo… si el hombre de verdad
estaba muerto.
De alguna forma, pensaba que alguien así de malvado no era asesinado
con tanta facilidad. La maldad nunca se iba por completo. Pero Remus estaba
determinado a no dejar que siguiera tocándolo a él y a Marco. Cómo iba a
cumplir esto, no estaba seguro. Pero iba a morir intentándolo. Nadie iba a
volver a lastimar a Marco.
Seymour se apresuró en regresar a la camioneta y se subió, alejándose
rápidamente. —Nunca antes he secuestrado a nadie —confesó el hombre. 56

—Ni yo —respondió Remus. Bajó la mirada hacia el asiento, avistando


una pistola escondida en su funda. Cogiéndola, se la entregó a Seymour—.
Usa esto.
Seymour rodó sus ojos. —Ya tengo un arma. ¿Cómo crees que te saqué
de ahí?
—Oye —dijo uno de los otros hombres desde la parte trasera del
Hummer.
—Perdón —respondió Seymour—. Te sacamos de ahí. Quédatela.
Puede que necesites usarla.
Remus miró la pistola como si fuera un alíen de otro planeta. Nunca en
su vida había usado una. Demonios, nunca había sostenido una. Era más capaz
de dispararle a un amigo que a un enemigo. Aunque Seymour y sus hombres
eran de una manada diferente, Remus no quería ponerle un agujero al hombre
sólo porque manejó mal esa maldita cosa.
Volvió a bajar la funda, diciéndose que puede que resultara más sabio si
no usaba una pistolay más saludable para todos los demás.
Seymour condujo pasando el hospital dos veces, Remus revisaba a
Marco continuamente. Notó que su mejor amigo seguía en su forma humana y
tenía unas cortadas verdaderamente malas. La única explicación para que no
se transformara era que Jayson le había dado a Marco la misma inyección que
él había recibido.
Sonó un móvil y Seymour respondió. Era Rick, diciéndoles que ninguno
de los cadáveres era Jayson. Remus podría haber identificado las fotos, pero
no pudo obligarse a mirarlas. Ahora que sabía que el bastardo flacucho seguía
con vida, tenía una meta.
Y esa meta era ver a Jayson muerto.
—Ahí —dijo Remus cuando avistó a un hombre usando bata. El tipo
lucía lo bastante importante como para ser un doctor. Remus sólo rezaba con
todas sus fuerzas para que en su lugar no fuera una ordenanza. Por la forma en
la que iba su suerte, cogerían al portero.
Seymour se acercó.
—¿Qué estás haciendo? —preguntó Remus. 57
—Voy a secuestrar a un doctor.
Remus rodó sus ojos. —No puedes secuestrarlo desde el
estacionamiento. Tienes que seguirlo, dejarlo solo. —Incluso Remus sabía
eso. Este tipo era peor secuestrador que Remus.
Seymour esperó hasta que el auto salió del estacionamiento y luego lo
siguió. Remus se quedó ahí sentado todo el tiempo preocupado de que esto no
fuera a funcionar. Sus costillas estaban matándolo mientras se enderezaba,
pero Remus aplacó el dolor.
Tenía que hacer esto por Marco. No importaba cuánto dolor estuviera
sintiendo, iba a asegurarse de que su mejor amigo sobreviviera.
El auto se estacionó cerca de quince minutos después. Estaban en un
vecindario muy caro. El tipo tenía que ser un doctor para poder permitirse este
lugar. Ahora Remus estaba preocupado de que los vieran. En un vecindario así
de rico, seguramente había unos cuantos vecinos chismosos.
—Asegúrate de que nadie te vea —dijo mientras Seymour estacionaba
el Hummer en la curva. No era como si pudiesen esconderse. Estaban en un
jodido vehículo militar. Iban a destacar como un pulgar dolorido.
El doctor salió de su auto, inconsciente del Hummer estacionado justo
en frente de su casa. Remus no estaba seguro de cómo es que el hombre no los
había notado, pero entró sin mirar hacia ellos.
—Ahora.
Seymour miró a Remus. —No necesito instrucciones paso a paso.
El leopardo salió, junto con uno de sus hombres, y luego se apresuró
hacia la puerta principal. Remus lo observó todo.
Cuando el doctor atendió a su puerta, Seymour metió una pistola en el
estómago del hombre, asintiendo hacia el Hummer.
En vez de lucir aterrado, el hombre se veía completamente molesto.
Algunas personas simplemente estaban demasiado llenas de sí mismas. Remus
bajó la ventana. —Asegúrate de que tiene algún tipo de bolso médico.
58
Seymour redirigió al humano hacia el auto. Una idea inteligente. Al
parecer el leopardo había supuesto correctamente que el tipo tendría
suministros médicos ahí porque sacó un bolso antes de marchar hacia la
camioneta.
Remus agarró la pistola del asiento y luego se movió. Seymour metió al
doctor en el asiento trasero y luego se apresuró hacia el frente, subiéndose
rápidamente antes de acelerar.
—¡Haré que los arresten a todos!
Remus emitió un gruñido bajo mientras colocaba la funda en su regazo.
Esperaba que luciera amenazante. —Eso puede ser, pero primero vas a
salvarle la vida a alguien.
Capítulo Siete
Rick se rio entre dientes cuando vio a Benito y a Miguel saltando del
auto que habían estado conduciendo, yendo directamente hacia él. Estaba feliz
de verlos. Y aparentemente ellos estaban felices de verlo.
Los dos prácticamente cayeron en sus brazos, ambos sonriendo como
lunáticos. Rick le dio un firme apretón a cada uno antes de entregárselos a
Dorian, quien hizo lo mismo. Benito casi golpeó a Dorian por haberlo
abrazado tan fuerte.
—¿Cómo están, chicos? —preguntó Rick mientras frotaba sus cabezas
afectuosamente.
—Bien —dijo Benito mientras se reía cuando Dorian trató de derribarlo.
Miguel rodó sus ojos. —Exceptuando que Benito trató de comerse a las
gacelas a las que nos enviaste a ayudar.
59
—¡Tú también! —gritó Benito y se rio.
Rick estaba sorprendido de lo bien que se sentía tener a estos dos de
regreso. Eso sólo le demostraba cuán unido estaba a los dos ejecutores. Había
pasado de ser un alfa que mantenía a su manada unida, trabajando y lidiando
con lo que le traía la vida, a alguien que verdaderamente se preocupaba por los
hombres y mujeres a su alrededor. Realmente se sentía como una familia.
—¿Están seguros de que no le dieron tan sólo una mordidita? —bromeó
Rick.
—Confía en mí —dijo Benito con un brillo lobuno en sus ojos—. Lo
intenté.
Rick sonrió y luego vio a Clyde dirigiéndose hacia él. Ahora, este era un
hombre con el que estaba feliz de reunirse. Clyde había estado ahí para él
desde que empezó toda esta cosa. El hombre oso era un luchador increíble al
cual tener de su lado y un buen hombre para tener como amigo. Chocó las
palmas con el fornido hombre, feliz de ver que el tipo todavía seguía de una
pieza. Todavía odiaba que Clyde estuviese profundamente involucrado en todo
esto con un cachorro y una pareja esperando por él.
Rick odiaba involucrar a cualquiera con seres queridos en casa. El
riesgo de que murieran era demasiado alto. —Es bueno verte de nuevo, Clyde.
—Lo mismo digo. —El oso palmeó a Rick en el hombro—. Todavía
sido vivo, así que todo está bien.
¿No era esa la verdad? Rick abrió su boca para decir algo cuando vio a
Selene encorvada a un lado de la camioneta, vomitando. Nate llegó a su lado
rápidamente, Sasha también. Rick caminó hacia donde estaban parados,
preocupado.
—¿Está bien? —Por supuesto que no lo estaba. Todavía estaba
encorvada, pero Rick no estaba seguro de qué decir.
Selene trató de incorporarse, pero se balanceó. Nate enroscó sus brazos
debajo y la levantó, sosteniéndola cerca de su pecho. Todos a su alrededor se
giraron, mirando para ver qué estaba pasando. Nate acarició el cuello de
Selene con su nariz. Rick sabía que el hombre estaba preocupado. Podía
olerlo.
Lo que no había esperado era que Nate levantara la cabeza de golpe, sus 60
ojos amplios. El hombre había olido algo, Rick podía decirlo. —¿Pasa algo
malo, Nate?
En vez de responderle, Nate se giró hacia Sasha, susurrándole en un
tono bajo. Rick no estaba tratando de escuchar, y no podía oír qué estaba
diciendo, pero estaba preocupado.
—No inventes —dijo Sasha en voz alta, una sonrisa apareció en su
rostro.
—Maldita sea —dijo Rick—. ¿Qué pasa? —Si estaba demasiado
enferma como para pelear, necesitaba saberlo. Podía hacer que uno de los osos
llevara a Selene a la cabaña en dónde se estaban quedando todos los demás.
Pero Rick sabía que a Selene le daría un ataque. Ella quería pelear tanto como
los demás.
—Al parecer nuestra pequeña zorra está embarazada —anunció Sasha,
el orgullo era claro en su ronroneo gatuno—. Va a ser mamá.
Las felicitaciones provinieron de todos. Rick se rio entre dientes
mientras miraba a Selene, quien parecía estar a punto de vomitar.
—Necesitamos enviarla con Isabelle —dijo Edward—. No puede
pelear.
—Por supuesto que puedo —protestó Selene, recuperando la fuerza
suficiente como para retorcerse en los brazos de Nate—. Estoy bien.
—No vas a pelear —discutió Nate, negándose a dejarla ir—. No es
seguro para el bebé.
Esto detuvo a Selene en su apuro por liberarse. Miró a Nate como si no
le creyera. —Estoy embarazada. —Las palabras fueron pronunciadas
suavemente, en un tono susurrado.
—Así es, mi pequeña zorra—dijo Sasha—. Y Nate tiene razón.
Necesitas ir a la cabaña.
Lucía como si quisiera discutir, pero finalmente asintió. —Pero no creas
ni por un minuto que no hubiese pateado algunos traseros.
Dorian fue el único que sonrió disimuladamente esta vez. —Estoy
seguro de que lo habrías hecho.
61
Clyde eligió a uno de sus osos para escoltar a Selene de regreso a la
cabaña. Una vez que se hubo despedido de todos, y besuqueado mucho a sus
compañeros, se fue. Para ser honesto, Rick estaba aliviado de que no hubiese
dicho más que sólo una mera protesta. Podía ser muy obstinada a veces.
La mirada en los rostros de Sasha y Nate no era nada menos que de
orgullo. Ambos estaban sonriendo como locos. Una palanca no habría podido
separar esas sonrisas de sus caras.
—Whoop, whoop —gritó Benito—. Otro bebé con quién jugar.
—De acuerdo, deberíamos irnos —anunció Rick por encima de la
charla—. Quedarnos en un punto demasiado tiempo no es bueno. Somos un
grupo demasiado grande… —Rick se quedó callado cuando escuchó ramitas
quebrándose en el bosque que bordeaba la carretera junto a la que se habían
detenido.
Todos se giraron.
Mientras estaba ahí parado, Rick podía oler las hojas secas y la tierra.
Era tan fuerte que casi se ahogó con el aroma. El olor flotó hasta él, retrocedió
y luego le dio un puñetazo en el estómago. Nunca antes había olido a un
vampiro así de fuerte.
Tenía que ser… Rick observó con absoluta incredulidad como una
horda de no-muertos empezaba a emerger del bosque. Estaban llegando en
masa hasta los cambia formas. Era una masacre a punto de ocurrir.
Rick dio un paso atrás, por primera vez en su vida le temía a un no-
muerto. Es que simplemente eran demasiados. Ni siquiera podía reunir la
confianza de saber que iba a ganar esta pelea. La realidad finalmente se asentó
en Rick, y su hombre lobo apareció. Echó su cabeza hacia atrás y dejó salir un
largo y profundo aullido desde su pecho.
Todos a su alrededor comenzaron a transformarse a medida que la horda
se acercaba. Cuando el primer vampiro lo alcanzó, Rick agarró al no-muerto
por su rostro con sus enormes garras y le arrancó la piel de los huesos mientras
hundía sus dientes en la carne y lo destrozaba.
Su pareja estaba a su lado, en su forma de hombre lobo, peleando tanto
como Rick. Odiaba que Dorian fuera una parte de esto. Su pareja no debería
tener que pasar por esta mierda. Todo lo que Rick quería era ir a casa, 62
establecerse con el hombre, y vivir una existencia tranquila.
Pero esos bastardos tenían otros planes.
Rick vio a los osos, hombres lobo, e incluso a un leopardo participando
en la batalla. Pero parecía ser que no importaba a cuantos mataran, venían
más.
No iban a ganar.
Dos osos ya yacían muertos en el suelo.
Rick temía que uno de ellos fuera Clyde.
—¡Retirada! —gritó Rick por encima del ruido de la batalla. Agarró a
Dorian y se marchó al otro lado de la carretera, dirigiéndose hacían unos
grandes maizales. Nunca antes había huido de una pelea, pero Rick sabía
cuándo cortar por lo sano y desaparecer.
Pero era demasiado alto y el maíz no era lo bastante alto para ocultarlo.
Su cabeza sobresalía como un blanco. Rick podía oír el sonido de cascaras
siendo pisoteadas cuando los vampiros entraron en el campo. Sujetó con más
fuerza la mano de Dorian mientras aceleraba a toda velocidad.
Con esta cantidad, alguien tenía que estar controlándolos. No había
forma de que fueran así de organizados, no después de haberse estado
escondiendo por tanto tiempo.Pero Rick sabía sin ninguna duda que Salvador,
Omar y Freedman estaban en Canadá rastreando a Kraven.
No había forma de que el maestro vampiro tuviera un alcance mental
que se extendiera tan lejos… ¿o sí? Desde que iniciaron este viaje, Rick había
visto algunas mierdas bastante bizarras. No descartaría la posibilidad de que
Kraven no estuviera en algún lado orquestando esto.
Mientras Rick se acercaba al otro lado del maizal, le preocupaba que no
lograran… ¿qué fue eso? Alzando la mirada, Rick vio una gran sombra
silbando por encima del maíz. No sabía qué hacer al respecto. No hasta que
aparecieron dos ojos rojos.
La Sombra.
Habiendo huido de la Sombra en unas cuantas ocasiones, Rick no estaba 63
realmente familiarizado con la cosa. Podía estar ayudando a los vampiros o a
los Rebeldes. No estaba seguro.
—¿Esa es la Sombra? —preguntó Dorian mientras corría, su cabeza
echada hacia atrás y mirando hacia el cielo.
—Lo es, pero no estoy seguro si… —Rick se detuvo en seco cuando la
forma de la Sombra comenzó a crecer, llenando el cielo nocturno como una
inexplicable nube oscura, creciendo, girando y haciendo que el maíz empezara
a doblarse cuando el viento arreció.
—¿Qué está haciendo? —gritó Dorian.
Rick no tenía ni una maldita idea. Nunca antes había visto nada como
eso. La nube oscura establecida contra el cielo nocturno tenía una apariencia
ominosa. Era densa, como un humo negro girando en un infierno, seguía
creciendo.
Y entonces fue como si una onda sónica estallara por el campo. Rick y
Dorian cayeron sobre sus traseros. El maíz yacía plano, como si hubiese
bajado una mano gigantesca y aplastado el laberinto.
Rick levantó la mirada después de quitarse de encima al caprichoso
maíz y vio la Sombra parada frente a él. Estaba completo de nuevo, y sus
misteriosos ojos se posaban sobre el campo. Mirando detrás de él, Rick podía
ver que los cambia formas se estaban moviendo, como si salieran de una
bruma, pero los vampiros no estaban a la vista.
—Gracias —dijo Rick mientras se ponía de pie.
—Entre más te acerques a tu meta, más difícil se volverá el camino por
el que viajas —dijo la Sombra antes de evaporarse en una delgada brisa.
—Críptico —dijo Dorian mientras se ponía de pie.
—Sí, pero estamos vivos. —Rick sólo rezaba para que permanecieran
de esa manera. Comprendió el mensaje perfectamente. Entre más se acercarán
a Washington, más obstáculos iba a tener que enfrentar.

Remus se paseó por el dormitorio en el que estaban mientras el doctor 64


examinaba a Marco. —¿Quién le hizo esto?
—Uno de tu especie —dijo Seymour.
—¿Hombre? —Preguntó el doctor—. ¿O un doctor?
Remus agarró a Seymour cuando el leopardo fue tras el humano listillo.
La tensión en la habitación era alta. Si empezaba una pelea ahora, el doctor no
sobreviviría.
—En realidad, al otro tipo al que tienes que revisar está… o estaba,
estudiando para ser un doctor. Qué mal que su sangre lo convirtiera en un
animal como para dedicar su vida a ayudar a otros —dijo Remus
amargamente. No podía evitarlo. Estaba harto de saber que la gente era
perseguida sólo porque eran diferentes. Por lo que le había dicho Rick, Bryson
había arriesgado su vida muchas veces para ayudar a aquellos que estaban
heridos y desangrándose. El chico ni siquiera reaccionaba a la sangre de la
forma en la que lo hacían la mayoría de los cambia formas.
Y él estaba manteniendo un ojo en Seymour y sus camaradas. Si uno de
ellos trataba de convertirse a causa de las heridas de Marco y Bryson, Remus
iba a matarlos directamente. No razonaría con los hombres. Sabía esto. Lo
aceptaba.
No estaba seguro de si podría lidiar con los tres mientras protegía a los
inconscientes y al humano. Ya no podía transformarse. Eso hacía que los tres
cambia formas en la habitación, a los que apenas conocía, fueran muy
peligrosos.
Al parecer el humano captó el malestar de Remus, porque detuvo su
humor de cabecera y empezó a trabajar en Marco. Mientras desenvolvía al
mejor amigo de Remus de la manta, la extensión de sus lesiones fue revelada.
Remus sentía que se le subía la bilis hasta la parte posterior de su garganta. El
escalpelo aserrado que Jayson usó en Marco había hecho su trabajo con una
competente exactitud. Estaba cortado por todos lados, y las cuchilladas no
eran menores.
—Hasta ahora no veo ningún daño muscular o en las arterias principales
—dijo el doctor—. Ayudaría si pudiera llevarlo al hospital donde podría…
—De ninguna manera. —Remus cortó al hombre—. No es humano.
65
El humano parecía irritado, pero Remus no estaba seguro de por qué.
—Me convertí en doctor para salvar vidas. Esta guerra me importa una
mierda.
Qué mal que no todos pudieran decir eso. Si Marco era llevado al
hospital como quería el doctor, entonces su mejor amigo sería asesinado.
Remus no tenía dudas de que la policía local dispararía a Marco apenas lo
vieran, junto con Remus y cualquier otro que descubrieran que era un
cambiaformas.
No era una opción.
Remus observó mientras el doctor terminaba su examen y luego
empezaba a suturar a Marco, como si fuera Humpty Dumpty. Tenía que
admitirlo, el doctor era bueno. Las líneas estaban limpias y las costuras eran
firmes.
Pero aun así quedarían cicatrices. Si Marco tan sólo pudiera
transformarse, entonces podría sanar por su cuenta, sin dejar marcas que
tacharan su fina piel. Tomando asiento en la cabecera de la cama, Remus pasó
sus dedos a través del cabello de Marco. El muchacho estaba inconsciente,
pero él necesitaba el consuelo más que el hombre leopardo. Remus era un
manojo de nervios. Estaba esperando a que cayera el otro zapato, a que el
doctor le dijera que Marco iba a morir.
Remus no estaba seguro de cómo había sobrevivido el hombre. Aunque
ahora creía en los milagros. Esa era la única cosa que había salvado a su mejor
amigo.
El doctor le dio una rápida mirada a Remus mientras continuaba
trabajando.—¿Es tu amante?
La tierna forma en la que Remus estaba acariciando a Marco sería
malinterpretada por un humano. Ellos no sabían sobre los cambia formas y su
necesidad de consuelo. —Espero que lo sea —respondió honestamenteRemus.
Quería corregir al hombre y decir pareja, pero entre menos supiera el doctor,
mejor.
—Cuidaré muy bien de él —dijo el hombre en un tono muy uniforme,
sin mirar atrás. Remus apreciaba la actitud del tipo. No conocía a Marco o a
Remus, aun así, el hombre había contenido simpatía en sus ojos. Era bueno
saber que no todos los humanos eran unos imbéciles, aparte de los 66
simpatizantes. Ellos no contaban en el grupo de imbéciles.
Capítulo Ocho
Marco gimió, sintiendo como si hubiese sido pasado por una picadora
de carne. Sentía dolor por todos lados. Incluso le dolían sus malditos globos
oculares. Su rostro se sentía tenso y su cuerpo estaba jodido. Podía sentirlo.
¿Así que por qué no se había transformado?
—Tómalo con calma.
Marco se derritió por dentro cuando oyó el profundo tono de Remus. O
había muerto y su ángel era el hombre al que había amado toda la vida, o
estaba vivo y el hombre al que había amado toda la vida estaba justo junto a
él.
Cualquiera de las opciones le encajaba bien. —¿Qué pasó?
—Tuviste una pelea con un escalpelo y perdiste.
Las palabras de Remus trajeron de regreso la pesadilla. Marco recordó 67
su rostro siendo cortado, y luego se desmayó después de eso. Se estiró y sintió
los vendajes a ambos lados de su rostro.
—Trata de no tocar —dijo Remus mientras la cama se hundía—.
Necesitas sanar.
—¿Por qué no puedo cambiar? —preguntó Marco. Todavía podía sentir
a su leopardo, pero no salía.
—Creo que Jayson nos jodió a ambos —dijo Remus mientras sus dedos
empezaron a pasar por el pelo de Marco. No lo interpretó como afecto. Todos
los cambia formas, excepto la manada a la que pertenecían él y Remus, se
tocaban para calmarse. Eso no quería decir que Remus se preocupara por él.
No de la forma en la que Marco oraba desde que descubrió que le gustaban los
chicos en vez de las chicas.
—¿Cómo?
—Nos dio una inyección para suprimir a nuestros leopardos.
Marco estaba agradecido de que Remus no estuviera tratando de
mentirle o evitar la verdad. Pero Remus siempre había sido así. El hombre le
decía a Marco cómo era, incluso cuando a veces Marco no quería escuchar la
verdad.
Eso era lo que hacían los mejores amigos. —¿Para siempre? —preguntó
Marco.
Oyó un ruido de disgusto en la parte trasera de la garganta de Remus. —
Eso es lo que dijo Jayson.
—Oh —respondió Marco. No estaba seguro de qué decir. ¿Qué podría
decir teniendo a su leopardo enjaulado dentro de él? Pero sentía como si su
bestia hubiese muerto. Si no podía transformarse, Marco no estaba seguro de
qué haría. Amaba ser un leopardo.
—Saldremos de esta.
Lentamente, Marco abrió sus ojos. La habitación en la que estaba,
estaba débilmente iluminada con una pequeña lámpara encendida. Pero era
suficiente como para ver las atractivas facciones de Remus. Tenía los ojos
verdes más bonitos que Marco había visto. Su cabello era una mezcla de rubio
y castaño, sus cejas gruesas. También estaba sin afeitar. Marco amaba cuando 68
Remus se veía desaliñado. Lo hacía ver más rebelde.
Para ponerlo en palabras simples, el hombre era impresionante.
Qué mal que simplemente hayan permanecido como amigos durante
veinte años. Habría sido agradable convertirse en la pareja del hombre.
—Oye —dijo Remus mientras deslizaba un dedo por la nariz de
Marco—. No luzcas tan deprimido. Estás vivo, y eso es todo lo que importa.
—¿Lo mataste? —Preguntó Marco—. ¿Este tipo, Jayson? ¿Está
muerto?
La mandíbula de Remus se tensó, líneas de rabia delinearon su boca. —
No, huyó.
Esto no le sentó bien a Marco. ¿Qué pasa si volvía para terminar con lo
que había empezado? ¿Qué pasa si esta vez se las arreglaba para matar a
Marco? —¿Vas a volver a la pelea? —preguntó. Marco no podía imaginar
atravesar esta pesadilla sin Remus. Fue bastante difícil cuando se fue la
primera vez. Remus se había ido por más de un año. Fue la peor época en la
vida de Marco. Nunca antes había estado separado del hombre.
No quería volver a estar separado de él.
Remus sacudió su cabeza. —Rick ya tiene a bastantes cambia formas
agrupados para reunirse con él en Washington. Además, no voy a luchar si no
me puedo transformar. Sólo los estorbaría.
Marco podía oír la amargura en el tono de Remus. No estaba seguro de
si era por el hecho de que Remus no podría pelear, o porque no podía
transformarse. Puede que ambos. Alcanzándolo, Marco tiró de la mano de
Remus en la suya, dándole un suave beso a los nudillos del hombre. —Gracias
por salvarme.
Estaba cansado de esconder sus sentimientos por Remus, y al mismo
tiempo, temía que el hombre lo rechazara. A lo largo de su vida, Remus nunca
le había dado ninguna indicación de que quisiera a Marco como algo más que
un amigo.
Le rompería el corazón si Remus sólo quería su amistad.
Remus tiró de su mano para liberarla. —No te salvé. Te dejé morir. Fue
un doctor humano quien te mantuvo con vida. 69
Esto sorprendió a Marco. ¿Había muerto? ¿Cuándo? Se sentía bastante
vivo. ¿Qué doctor? ¿Qué diablos le había pasado? Retiró los cobertores para ir
con Remus y tratar de tranquilizar al hombre cuando notó que su cuerpo
estaba cubierto de gasa.
Marco tragó con fuerza. Podía sentir las lágrimas brotando de sus ojos
mientras miraba a cada uno de los blancos vendajes.
—No —dijo Remus mientras se acercaba, agarrando los cobertores de
las manos de Marco, y cubriéndolo—. No necesitas preocuparte sobre eso
ahora mismo. Sólo necesito que te mejores.
—¿Para qué podamos ir a rescatar a alguien más? —Lo había dicho
juguetonamente, tratando de quitar las líneas de estrés del rostro de Remus,
pero el hombre sólo frunció más el ceño.
—Lamento haberte arrastrado en esto.
Dios, era el que estaba cubierto de múltiples vendajes y era Remus
quien tenía la mirada abatida en su rostro. Qué iba a tener que hacer para hacer
que el hombre sonriera, ¿bailar una tirolesa? Estaba jodido. Podía ver eso.
Pero Marco no iba a dejar que eso lo deprimiera. Como había dicho Remus,
había vivido.
Cuando Remus trató de evitar que se volviera a levantar, Marco
ahuyentó sus manos. —¿Podrías parar?
—¿Por qué estás siendo imposible?
—¿Por qué estás actuando como si se hubiera muerto tu cachorro? —
Marco se las arregló para sentarse, aunque hacerlo era demasiado
malditamente doloroso. La parte posterior de sus piernas se sentían como si
estuvieran en llamas. Tal vez el haberse levantado no era la cosa más
inteligente.
—¡Porque moriste! —dijo Remus vehementemente—. Moriste justo
frente a mis ojos.
—¿Entonces cómo diablos estoy aquí sentado discutiendo contigo? —
Dios, el hombre era obstinado. Estaba decidido y condenado a autoflagelarse
por esto.
—No importa —dijo Remus mientras salía de la habitación. 70

Bueno, eso salió más que bien. Marco literalmente podía sentir las
llamas abrasando entre ellos.
No.
Quería que Remus lo notara, no que discutiera con él. Marco se estaba
muriendo por que el hombre lo tocara como un amante. Devoraba el consuelo
que le estaba dando Remus, pero, maldita sea, quería más.
Casi había muerto. Eso al menos debería haberle conseguido un beso.
Bastardo testarudo.
Ahora Marco no estaba seguro de qué hacer. No era mundano cuando se
trataba de relaciones. Si lo fuera, Remus ya estaría apareado con él. En vez de
eso, estaba sentado en esta habitación desconocida, mirando una puerta
cerrada.
Cuando la puerta se abrió, Marco pensó que Remus regresaba. En su
lugar, entró un extraño. Marco podía oler claramente que era un humano.
Alejándose del hombre, su espalda golpeó la pared. Marco agarró los
cobertores y trató de escudarse, aunque sabía que eso no le serviría de nada. —
¡Remus!
—No voy a lastimarte —dijo el hombre mientras levantaba sus
manos—. Sólo quiero revisarte.
—¡Remus! —volvió a gritar Marco. Remus pasó por la puerta a toda
velocidad, su musculoso cuerpo llenando el marco mientras sus ojos recorrían
el lugar.
—¿Pasa algo malo?
—No lo sé. —Marco apuntó al desconocido—. Es humano. Es un tipo
malo.
Las facciones de Remus se relajaron. —Es el doctor que secuestramos
para que te arreglara.
—¿Arreglarme? —¿Qué diablos estaba mal con él? ¿Remus acababa de
decir que había secuestrado a alguien? ¿Por qué?
Los bonitos ojos verdes de Remus se posaron en el doctor, como si 71
estuviera pidiéndole al maldito desconocido que le explicara las cosas. Podía
sentir la tensión en su amistad con Remus. Marco no estaba realmente seguro
de lo que le había pasado desde que se desmayó hasta que se despertó, pero
fuese lo fuese, había roto a Remus de alguna manera.
Quería respuestas.
—Tienes cortadas bastante serias —dijo el doctor—. Tienes más de
trecientos puntos.
—¿Trecientos? —¡Santo cielo!
—Necesito que te acuestes para que así pueda revisar tus heridas.
Los ojos de Marco se posaron en su mejor amigo. —Sólo si Remus se
queda.
—Está demasiado ocupado sintiendo lástima de sí mismo —respondió
el doctor—. Está revolcándose en la culpa.
—Cierra la puta boca —espetó Remus.
—Ves —susurró el doctor—. Se culpa por lo que te pasó.
—Dije que te calles —volvió a rugir Remus.
—¿O qué? —Preguntó el doctor—. ¿Vas a lastimarme? Realmente lo
dudo. Si me lastimas, ¿cómo puedo atender a mis pacientes?
—¿Pacientes? —Preguntó Marco, total y absolutamente confundido.
Deseaba que alguien, quien sea, le contara toda la historia. Le estaba dando un
maldito dolor de cabeza.
—Sí —dijo el doctor—. Un colega doctor estaba herido severamente.
—¿Entonces por qué no lo traes aquí?
—Es el chico al que fuimos a rescatar —respondió Remus—. Ahora
acuéstate y déjale echarte una mirada.
—Puedes dejar de mangonearme, imbécil —masculló finalmente
Marco. Estaba harto de la actitud cobarde de Remus. No estaba acostumbrado
a ella. Normalmente, Remus era un tipo realmente agradable. Su actitud
gruñona estaba afectando al último nervio de Marco. Estaba a cinco segundos 72
de golpear a Remus.
No sabía sobre qué se sentía culpable el leopardo, pero fuese lo que
fuese, necesitaba acabar con ello. Pasaba mierda en una guerra. Nadie sabía
eso mejor que Marco. Había perdido a sus padres y a su hermana. Si alguien
tenía una razón para estar sombrío, ese era Marco.
¿Pero estaba abatido?
No.
—Marco.
—No me vengas con Marco. Sólo ven acá y asegúrate de que este
humano no me haga algo diabólico. No necesito una cabeza extra.
Esto le sacó una sonrisa al hombre.
También obtuvo un ceño fruncido por parte del doctor.
Marco ignoró al doctor. La única cosa que podía ver era el ligero
repunte en los hermosos, besables y lamibles labios de Remus. Por una vez en
su vida, Marco no aplacó su excitación. Endureció su columna y dejó que el
aroma llenara la habitación.
Remus frunció las cejas mientras miraba a Marco. Era casi como si el
hombre fuera demasiado tonto como para comprender el olor. Dios, ¿iba a
tener que deletreárselo al muchacho? Tal vez no. Los ojos de Remus se
tornaron gatunos y luego regresaron a sus irises normales rápidamente.
Había olido la necesidad de Marco.
Ahora todo lo que tenía que conseguir era hacer que Remus actuara al
respecto. Cuando el leopardo tomó asiento al otro lado de la habitación, Marco
quiso gritar.
—Bueno, no reventaste los puntos tratando de levantarte de la cama. Mi
consejo es que descanses hasta que esos chicos malos salgan. —El doctor
abandonó la habitación.
Eso dejó a Remus sentado al otro lado de la habitación luciendo
perplejo. Marco quería preguntarle al chico si estaba tan atraído por él como él
lo estaba por Remus. Pero era un gallina tremendo. El rechazo no era algo que 73
manejara muy bien.
Con su suerte, sería dejado chillando en la cama mientras Remus dejaba
su corazón destrozado en el suelo.
—Necesito un poco de aire.
Marco observó con impresionada incredulidad como el leopardo salía
de la habitación. Si no estaba equivocado, justo antes de que Remus se fuera,
Marco había visto un profundo ceño fruncido en el rostro del hombre.
Suspirando, se acostó. Al parecer había sido rechazado. Lo que lo
desconcertó fue el hecho de que Remus se hubiese molestado porque Marco se
sintiera atraído por él. Eso no parecía ser algo que haría su amigo.
Remus era más propenso a decirle a Marco que estaba loco y que
olvidara eso. ¿Por qué el ceño fruncido?
Con nada que hacer, Marco miró sus piernas y decidió echar un vistazo.
Se estiró, tirando del borde de uno de los vendajes, deseando ver con qué se
enfrentaba.
Cuando separó la gasa, Marco miró con horror la fea línea de quince
centímetros que recorría la parte superior de su muslo derecho. Presionó el
pedazo firmemente en su lugar y fue tras otro, esta vez en la parte interna de
su muslo izquierdo.
El corte era incluso más largo. Lucía como si alguien hubiese tratado de
rajarlo para hacerlo pedacitos. Marco reposicionó el vendaje y luego dejó caer
su cabeza en la almohada, lanzando su brazo sobre sus ojos. El dolor en su
rostro sólo le recordó que tenía una cicatriz ahí, también.
Tal vez ese era el por qué Remus no lo quería. Se veía como un pavo
tallado. ¿Qué hombre en su sano juicio desearía a un Frankenstein? Todo lo
que necesitaba eran pernos a los lados de su cuello y el ensamblaje estaría
completo.
Cuidadosamente, Marco se dio la vuelta, tirando el cobertor sobre su
hombro, y acostándose ahí, preguntándose si alguna vez alguien lo querría.
Era un fenómeno.
Un fenómeno con cicatrices. 74
Un fenómeno gay con cicatrices.
Las palabras de su padre sonaron en su cabeza. Había dicho que Marco
tenía algún tipo de enfermedad mental. Esa era la única explicación por la que
su hijo era gay. El hombre lo llamó pervertido y abominación. Había dicho
que Marco se iría al infierno.
Marco nunca le había dicho esto a Remus. Había estado demasiado
avergonzado. Su padre sólo había escupido esas palabras llenas de odio
cuando nadie más andaba cerca. El hombre creía que debía tener una imagen
impecable.
Pero Marco sabía quién era verdaderamente.
Y tal vez estaba en lo cierto. Ahora que ya no podía transformarse para
sanar, iba a cargar las cicatrices en su cuerpo por el resto de su vida.
Y al parecer Remus no quería a un fenómeno con cicatrices.
Capítulo Nueve
Remus los trasladó a la casa segura al día siguiente. No quería
permanecer en un lugar demasiado tiempo. Trasladar a Marco era complicado
considerando sus heridas, así que Remus fue tan cuidadoso como le fue
posible.
Podía ver a Marco mirándolo con curiosidad desde el asiento trasero
mientras conducían hasta la siguiente casa segura a las afueras de Shelton.
Esas casas ya habían sido registradas, y Remus esperaba que nadie regresara
pronto. Su amigo necesitaba descansar, y Remus necesitaba pensar.
Había dejado que el doctor se fuera tan pronto como abandonaron la
última casa segura. Extrañamente, tenía el presentimiento de que no iba a
volverse en su contra por haberlo secuestrado. El tipo había trabajado a
contrarreloj para curar a Marco y a Bryson.
Bryson finalmente había cambiado a su forma de hombre lobo. No 75
estaba seguro de qué le había tomado tanto tiempo al cambiaformas, pero
fuese cual fuese la razón, el muchacho estaba descansando en la parte trasera
de su camioneta, sanando. Eso era más de lo que podía decir de Marco. Su
amigo seguía en su forma humana con múltiples vendajes cubriendo todo su
cuerpo.
Seymour y sus amigos también se habían ido. Remus no podía decir que
estuviera triste por verlos irse.
—De acuerdo, ya no puedo aguantarlo más. ¿Por qué estás tan
malditamente tranquilo? —Preguntó Marco—. Y no me vengas con esa
mierda de que necesitas concentrarte en conducir. Te conozco de toda mi vida,
Remus. Alimenta a alguien más con esa mierda.
—¿Pensabas que ese doctor era lindo? —Estaba haciendo su mejor
esfuerzo para mantener la ira fuera de su tono. Marco ya estaba sufriendo por
sus heridas. Pero Remus no podía evitar que la rabia saliera a la superficie.
Marco le dio una mirada extraña. Casi lucía como si tuviera el corazón
roto. —¿A ti sí?
—Maldita sea, Marco, responde la pregunta.
Su amigo se encogió de hombros. —Era un hombre bien parecido, para
ser un humano.
Esa respuesta sólo aumentó la rabia de Remus. Todos esos años siendo
amigo de Marco, Remus había estado demasiado ciego para ver lo que estaba
justo frente a él. Ahora que sabía que quería que Marco fuera suyo, la pequeña
mierda se había excitado cuando el maldito doctor lo tocó.
El olor casi envió a Remus por el borde. Había hecho falta toda su
fuerza de voluntad para evitar que su leopardo matara al doctor. Marco era
suyo. —¿Quieres que vaya a buscarlo? —preguntó con un amargo sarcasmo.
—¿Para qué? —preguntó Marco, y Remus podía oír la decepción en el
tono del hombre.
Remus estaba confundido. —Pensé que te gustaba. —Más bien lo
deseabas. Una vez más, Remus estaba luchando por no dejar que su leopardo
persiguiera al humano y se deshiciera de la competencia.
—Aparte de por salvar mi vida, no tengo ningún interés en él. 76

—Entonces quien… —Remus enroscó sus labios cuando la


comprensión se hizo evidente. Dios, tenía una recepción tan lenta. Sólo había
dos personas en la habitación cuando Marco se excitó. Si no le gustaba el
doctor…
—Aquí estamos —dijo Remus para cambiar de tema. Se metió en la
gran entrada y fue hacia la parte trasera de la casa, escondiendo su
camioneta—. Te meteré primero y luego regresaré por Bryson.
—¿Qué ibas a decir? —preguntó Marco cuando Remus apagó el motor.
—Nada. —Remus no estaba seguro de por qué razón de repente su
lengua se sentía atada. Debería haber estado gritando de alegría porque Marco
no se sentía atraído por el médico, pero todo lo que podía hacer era
concentrarse en la tarea que tenía entre manos.
El nerviosismo lo estaba golpeando con fuerza. Habían sido amigos de
toda la vida. Ahora estaba considerando llevar las cosas un paso más allá.
¿Qué pasa si eso jodía su amistad? Remus apreciaba lo que tenía con Marco.
Conocía a unos cuantos chicos que habían tratado de salir con sus amigos.
No sólo no había funcionado, sino que la amistad había desaparecido.
Remus no podía imaginar su vida sin que Marco estuviera en ella.
Una vez que hubo acomodado al hombre más pequeño en la cama, fue a
buscar a Bryson.El médico finalmente estaba despierto y acostado en la
camioneta en forma humana.
—¿Qué demonios me pasó?
—Te arrolló un caballo y una calesa —respondió Remus mientras
ayudaba a Bryson a salir de la camioneta.
—Puedo caminar —dijo Bryson—. Sólo ayúdame a conseguir un poco
de ropa.
Registrando las bolsas que todavía estaban en la parte trasera, Remus
sacó un par de pantalones y una camiseta. Ayudó a Bryson a vestirse, porque
el hombre estaba seriamente inestable al estar de pie.
Para cuando Bryson tiró de la camisa sobre su cabeza, parecía estar
sintiéndose mucho mejor. Era más de lo que Remus podía decir de Marco. El
hombre no podía transformarse, así que sanar iba a tomarle un largo tiempo. 77

Bryson se giró hacia él, sus ojos dorados como la miel perforaron a
Remus. —Dime qué ha estado pasando.
Remus se quedó ahí parado y le contó al médico sobre la llamada que
había recibido de Sasha para que rescatara a Bryson. También le dijo sobre los
eventos hasta que terminó con ellos yendo a este lugar y Remus llevando a
Marco al segundo piso.
—¿Lo secuestraste? —preguntó Bryson.
Remus asintió. —Efectivamente. —No tenía remordimientos por haber
secuestrado al humano. Eso le había salvado la vida a Marco. Hubiese
mantenido al tipo con él cuando dejó la otra casa segura, pero el humano había
hecho todo lo que podía. No había razón para traerlo aquí o involucrarlo aún
más en la vida de los cambia formas.
—Entonces déjame ir a echarle un vistazo a Marco —dijo Bryson
mientras cerraba la parte trasera de la camioneta—. Quiero revisar sus heridas
y asegurarme de que está sanando.
Puede que estuviera mal, pero Remus estaba feliz de que fuera un
cambia formas el que cuidara de Marco. No es que ese doctor no hubiese
hecho un trabajo magnifico, pero Bryson comprendería las necesidades de sus
especies mejor que un humano.
—También necesito llamar a Rick —iba diciendo Bryson mientras
entraba por la puerta trasera de la casa. Caminó por el lugar como si hubiese
estado ahí antes. No hubo pasos titubeantes mientras subía por las escaleras y
se dirigía hacia la habitación en la que estaba Marco—. Va a necesitarme una
vez que comience la batalla final. Estoy bastante seguro de que van a haber
muchísimos heridos que necesiten tratamiento.
Con toda honestidad, Remus se había olvidado de eso. Sólo había estado
preocupado de que Bryson y Marco sobrevivieran. No se le había cruzado por
la cabeza que necesitarían a Bryson. Estaba realmente contento de que Jayson
no hubiese tenido éxito matando al hombre lobo.
Bryson abrió la puerta del dormitorio, y Remus pudo ver de inmediato
que Marco estaba levantado y lucía aburrido. Al menos podía lucir aburrido.
Estaba vivo. Remus tenía que seguir diciéndose eso una y otra vez. Todavía lo
78
perseguía con fuerza el temor del hombre muerto allí en el piso.
Sin pensar, Remus fue con Marco inmediatamente, sentándose a su lado
mientras Bryson hacía que se acostara.
—¿Cuántas veces más van a tener que revisarme? —preguntó Marco
mientras miraba de Remus a Bryson. Sus oscuros ojos marrones contenían
irritación. Remus podía comprenderlo. Marco había sido picado y pinchado
demasiadas veces en los últimos días—. Estoy empezando a sentirme como un
maldito fenómeno en exhibición.
Pasando sus dedos gentilmente a través del cabello corto y negro del
hombre. Remus emitió un gruñido bajo. —No eres un fenómeno.
Marco se sentó perfectamente quieto mientras Bryson lo examinaba, sin
decir otra palabra. Remus sabía que no era porque el hombre estuviera
cooperando. Marco no era del tipo que se quedaba ahí acostado sin hacer un
montón de preguntas.
No, Remus tenía el presentimiento de que Marco realmente creía que
era un fenómeno, lo cual era absolutamente absurdo. Sólo porque tenía
cicatrices no significaba que fuera menos atractivo para Remus. Para él, éstas
eran heridas de batalla. Marco debería llevarlas con orgullo.
Bryson se echó hacia atrás, con una sonrisa en su rostro. —Al parecer
secuestraron a alguien de primera categoría. Cuando quiten los puntos, apuesto
de que quedarán cicatrices muy pequeñas.
—¿En serio? —Preguntó Marco—. No estás mintiendo, ¿no?
—¿Huelo como si estuviera mintiendo? —preguntó Bryson mientras se
levantaba.
Remus no podía evitar jugar con el cabello de Marco. Las hebras eran
suaves y amaba ser capaz de inhalar el aroma del hombre. También le estaba
ayudando a su leopardo. Entre más se quedaba ahí sentado junto a Marco, el
olor del hombre llenando sus pulmones, menos agitado se encontraba su
leopardo, aunque su bestia quería reclamar a Marco, hacer que este muchacho
fuera suyo, y tranquilizarse de que el hombre más pequeño de verdad estaba
bien.
Todavía seguían apareciendo imágenes fugaces de cómo lucía Marco 79
acostado en la parte trasera de la camioneta después de ser sacado del
laboratorio. Podía sentir el cuerpo frío del hombre bajo el suyo mientras
Remus se aferraba a su mejor amigo, sintiendo como si nunca fuera a ser feliz
de nuevo. Estar sentado junto a Marco era calmante para su alma.
—Voy a hacer algunas llamadas telefónicas. Descansa un poco,
campeón. —Bryson cerró la puerta al salir y una vez más Remus fue dejado
solo en la habitación con Marco. Pero estaba vez no iba a enojarse por pensar
que Marco se sentía atraído por el doctor humano.
Dentro de todos los años de su amistad, este era el momento más
incómodo.
—Entonces —comenzó Marco mientras usaba sus manos para alisar la
manta. Remus podía ver el ligero temblor en ellas—. ¿Vas a besarme o tengo
que pasarte una nota que diga que tienes que revisar la caja si es que te gusto?
Remus apartó su mano del pelo de Marco. —Me encantaría besarte.
¿Pero qué pasa si esto no funciona? —Remus ondeó una mano entre ellos—.
He visto qué puede salir mal entre amigos cuando volverse amantes resulta ser
una mala idea.
Marco inclinó su cabeza. —Sólo pedí un beso. ¿Quién dijo algo sobre
ser amantes?
Remus estaba confundido. Si se besaban, ¿acaso eso no conduciría a
más? Sabía que lo haría, así que no estaba seguro de por qué bajó su cabeza
mientras ahuecaba la mandíbula del hombre, presionando sus labios en un
casto beso.
Pero Marco tenía otros planes.
Su mejor amigo envolvió sus brazos alrededor del cuello de Remus y
tiró, haciendo que Remus tuviera que sujetarse para no lastimar a Marco o a
sus heridas. No era un tipo de peso ligero. Pero el movimiento los llevó
íntimamente cerca.
Puede que Marco fuera quien inició el beso más profundo, pero Remus
podía decir que el muchacho no tenía ni idea. No había forma de que Marco
hubiese besado a un chico con anterioridad. El pensamiento envió una ráfaga
de celos a través de Remus, pero la falta de experiencia por la forma en la que
Marco lo besaba era desconcertante.
80
Entonces, Remus tomó el control. Inclinó la boca de Marco con un dedo
bajo la barbilla del hombre para rozar los labios de Marco con los suyos. Los
ligeros jadeos provenientes de Marco eran alentadores. Era todo lo que podía
hacer para no devorar al hombre.
Besó los labios de Marco, su mandíbula, su cuello. Sus labios trazaron
cada centímetro expuesto de carne, su lengua trazaba círculos perezosos hasta
que sus labios se reunieron de nuevo. Esta vez el beso no fue tan casto. Marco
empezó a retorcerse debajo de él mientras Remus tanteaba los labios de Marco
con su lengua hasta que el hombre se abrió para él.
Deslizó su lengua en su interior, y al mismo tiempo presionó sus manos
a ambos lados del cuerpo de Marco, haciendo su mejor esfuerzo por mantener
el peso lejos del hombre. Sus labios fueron duros y escrutadores mientras
Marco se desmoronaba justo debajo de él.
Pero Remus sabía que tenía que retroceder. Su cerebro no estaba
completamente a cargo, su cuerpo sí, pero sabía que no podía llevar esto más
allá.
Marco todavía se estaba recuperando.
Con arrepentimiento, Remus retrocedió, mirando los oscuros pozos de
Marco. Eran como lava derretida mientras miraban a Remus.
—¿Por qué te detuviste?
Remus tuvo que aclarar su garganta antes de que siquiera pudiera
hablar. El hombre más pequeño lo estaba afectando hasta ese nivel. —Porque,
todavía estás herido.
—Pero no estoy tan herido como para no poder besar.
Dios, realmente era un tonto inocente. ¿Marco no sabía cómo estaba
afectando a Remus? Quería lanzar los cobertores a un lado, desnudarlo y
meter su polla profundamente en el culo de Marco. Si seguían besándose de
esta manera, Remus iba tener que hacer eso. —Estás haciéndome cosas que
están peligrosamente cerca de dejarte con el cuerpo escayolado. —Remus
estaba bromeando con Marco, tratando de aligerar el humor.
Las cejas de Marco se fruncieron por un momento, y luego se arquearon
pronunciadamente. —¿Así de bueno?
Remus fue incapaz de resistirse. Acarició el cuello de Marco con su 81
nariz y luego posó un beso en la manzana de Adán del hombre. —Así de
bueno.
Marco empezó a reírse mientras Remus lamía el cuello del chico. Sabía
que su amigo tenía cosquillas. Habían tenido muchas guerras de cosquillas
cuando eran más jóvenes. Pero ahora el juego parecía ser mucho más
interesante desde que se había tornado sexual.
—¡Me rindo! —gritó Marco mientras empujaba el pecho de Remus.
La sonrisa de Remus era amplia e hizo que su corazón se sintiera ligero.
Casi había perdido esto. —¿Te rindes tan rápido?
Una vez que las risitas cesaron, Remus vio una mezcla de alegría y
excitación en los ojos de Marco. —Sí, porque me polla se está poniendo dura.
Jesús. ¿El hombre no tenía un filtro? Su descarado comentario sólo
había hecho que el pene de Remus se endureciera hasta casi una excitación
dolorosa. Si no dejaba a Marco a solas, realmente iba a joder al chico. —
¿Hambriento? —Maldita sea, su voz sonaba estrangulada.
—Me muero de hambre —admitió antes de echarse hacia adelante y
darle un rápido beso a Remus, lo cual se convirtió en otra adictiva sesión de
Remus metiendo su lengua hasta el fondo de la garganta de Marco.
Remus estaba tan jodidamente caliente que estaba listo para masturbarse
ahí mismo, frente a su mejor amigo. Esta vez, cuando retrocedió, se apartó de
la cama.
Quedarse más cerca era demasiado tentador.
—Encontraré algo para comer.
Marco se quedó ahí acostado viéndose como un desastre perverso. Las
hebras de cabello en su cabeza estaban en todas las direcciones y sus labios
hinchados y húmedos. La polla de Remus pulsó ante la imagen que Marco
había creado para él.
—Volveré —dijo rápidamente mientras se apresuraba a salir de la
habitación. Cuando Marco dijo sólo besarnos, el chico sabía cómo convertir el
acto en nada menos que tener sexo con sus bocas.
Y aquí estaba Remus pensando que el hombre era inocente. 82

Eso estaba lejos de la verdad. Marco parecía determinado a hacer que


Remus fuera suyo y Remus no tenía ni un problema con eso. Tan solo
esperaba que estuvieran haciendo lo correcto y su amistad no se destruyera.
Marco no tenía ni idea. Si Remus lo hiciera a su manera, el pequeño
leopardo ya estaría apareado.
Capítulo Diez
Rick y el grupo de hombres con el que estaba se detuvieron en un
comedor cerrado. Realmente esperaba que hubiese electricidad. Si no, alguien
iba a encontrar una forma de regresar la energía al lugar. Estaba harto de la
comida enlatada. Rick se estaba muriendo por una comida hecha en casa.
—¿Por qué nos detuvimos aquí? —preguntó Dorian a su lado.
—Porque voy a encontrar a alguien que sepa de electricidad y nos haga
una comida hecha en casa.
—¡En serio! —exclamó Dorian emocionado—. Nunca pensé que
extrañaría una comida caliente tanto como ahora. Nunca voy a volver a darlo
por garantizado.
Ni Rick. Las otras camionetas se detuvieron junto a ellos y los hombres
empezaron a salir.
83
—¿Hay alguna razón para haber parado aquí? —preguntó Clyde.
—Dime que alguno de los que viene contigo sabe sobre electricidad —
dijo Rick—. Me estoy muriendo por una comida cocinada.
—Maldita sea, eso suena bastante bien en este momento —respondió
Clyde—. Parece que andamos con suerte. Uno de los miembros de mi clan
trabajaba en una compañía de electricidad.
¡Sí! Rick estuvo malditamente cerca de abrazar al oso. Tuvo que
detenerse para no hacer una pequeña danza feliz. —Entonces vamos a ver qué
comida tenemos dentro y tal vez puedas persuadir a algunos de tus hombres
para que cace carne fresca.
La sonrisa de Clyde era amplia. —Estás haciendo que se me haga agua
la boca, lobo. —El oso se alejó, dirigiéndose hacia los miembros de su clan
mientras Rick y Dorian descargaban la comida que traían.
—¿Qué tal un conejo asado? —preguntó Miguel mientras entraba una
caja de comida.
Rick notó que Benito le daba una mirada cortante a su primo. Lo cual
significaba que el cambiaformas conejo seguía llamando a Benito. Rick se
preguntó si el pequeño conejito iba a rendirse alguna vez. El hombre había
estado fascinado con Benito desde el principio y al parecer su enamoramiento
no había disminuido.
—Ya basta. —Rick le dio una juguetona mirada de advertencia a
Miguel—. Deja en paz a Benito y a su conejito.
Benito dejó caer la caja en el mostrador y salió hecho una furia. Rick tan
solo pudo sacudir su cabeza. Algunas parejas, o intereses amorosos, eran
demasiado malditamente extrañas como para ponerlo en palabras.
Rick y Dorian buscaron los utensilios en la cocina. Realmente esperaba
tener un poco de carne fresca, pero si no, aún podían hacer una comida
decente con las cosas que ya tenían.
—Necesitamos un poco de agua caliente porque esas sartenes necesitan
una buena enjabonada —dijo Dorian—. Tienen un montón de polvo
acumulado.
84
—Saca uno de los galones de agua de la camioneta. Incluso si alguien se
las arregla para conseguir electricidad, no confiaría en el agua. —El lugar
lucía como si hubiese estado cerrado por un largo tiempo, y Rick no iba a
arriesgarse.
Empezó a desempacar las cajas mientras Dorian abandonaba la cocina.
Justo cuando removió el último artículo, regresó la electricidad. Rick sonrió.
Ahora estaban a punto de ponerse manos a la obra. Cuando Dorian trajo el
agua, Rick la hirvió y luego él y su pareja lavaron lo que iban a necesitar.
Algunos de los hombres trajeron conejo, lo cual Benito no pasó por alto.
También había ardilla, e incluso venado.
El grupo comió, habló y simplemente disfrutó de una noche de buena
comida y amigos. Rick extrañaba estos momentos. Eran muy escasos en estos
días y muy apreciados.
Después de que terminó de comer, Rick tiró a Dorian hacia la despensa
y luego la cerró tras ellos.
—¿Qué estás haciendo? —preguntó Dorian mientras sonreía. El hombre
sabía muy bien qué iba a hacer Rick.
—Deseo joder a mi pareja —respondió Rick descaradamente—. Ahora,
enséñame tu trasero para que pueda meter mi polla de veinticinco centímetros
en tu culo.
—Qué romántico —dijo Dorian secamente. Rick sabía que Dorian una
vez se había quejado de que las cosas se estaban volviendo muy poco
románticas entre ellos, pero lo había compensado más que suficiente por eso.
De vez en cuando le gustaba caliente y sucio.
Y esta era una de esas veces. —Inclínate y te mostraré tu romanticismo
—dijo Rick mientras desabrochaba sus pantalones liberando su dolorida polla.
La acarició unas cuantas veces, observando como el pre-semen se deslizaba
por sus dedos—. Dime que no quieres esto embistiendo tu culo.
Dios, estaba tan jodidamente caliente.
—Bueno, cuando lo pone así, Sr. Marcelo.
La polla de Rick palpitó ante el uso de su apellido. Dorian sabía muy
bien que eso lo excitaba. Su pareja se dio la vuelta, bajó sus pantalones, y
retorció su culo ante Rick. Sólo quería morder cada nalga expuesta. 85
—No tengo lubricante, pero sé dónde conseguir un poco —declaró
Rick.
—Dónde… ¡oh, mierda! —Rick agarró la polla de Dorian y empezó a
acariciarla como si fuera la última cosa que se le permitiera hacer en la tierra.
Dorian gritó, retorciéndose y tratando de levantar una pierna, pero sus
pantalones lo evitaron. Estaban en sus tobillos y lo mantenían en su lugar.
Justo de la forma que deseaba Rick.
—Córrete para mí, gatito. —Rick gruñó bruscamente en la oreja de
Dorian. Rick llegó detrás de su pareja con su otra mano y empezó a jugar con
el apretado agujero de Dorian. En cuestión de minutos, Dorian disparó su
semilla en la mano de Rick.
Le habría encantado lamer sus dedos para limpiarlos, pero necesitaba las
gotas blancas para lubricar. —Ahí vamos —canturreó en el oído de Dorian
mientras llegaba tras él y usaba la esperma para lubricar y estirar a su pareja.
—Tú… oh… dios —dijo Dorian entre jadeos—. No creo que jamás me
hayan masturbado tan jodidamente rápido.
—Estoy desesperado —respondió Rick mientras alineaba su polla y
empujaba hacia adelante, sujetando las caderas de Dorian mientras enterraba
su pene hasta la empuñadura. Esto era lo que más amaba Rick. No sólo el
sexo, sino esos momentos robados cuando sólo estaba él y su pareja. Movió
sus manos de las caderas de Dorian y las trasladó haciendo círculos hasta el
pecho de su pareja, acercando a Dorian mientras besaba un camino
descendente por el cuello del hombre.
Empezó a moverse, metiendo y sacando su polla del interior de Dorian
mientras le mostraba a su pareja cuán romántico podía ser. —Te amo, gatito.
—También te amo, Rick.
Rick emitió un gruñido bajo de aprobación mientras su polla entraba y
salía, recordándole cuán maravillo era sentir el cuerpo de su pareja envuelto a
su alrededor. Pero pronto no fue suficiente. Todavía lo quería caliente y sucio.
Rick se echó hacia atrás, colocando sus manos en los costados de
Dorian, y embistió a su pareja con todo lo que tenía. Ya no tenía que
preocuparse por lastimar a Dorian. Su pareja era un cambia formas, capaz de
manejar lo que Rick realmente quería darle. 86

Sus caderas se movieron a la velocidad de la luz, sus bolas se apretaron,


la presión casi inaguantable hasta que se encontró gruñendo su liberación, su
semilla salió disparada en el culo de su pareja dejando a Rick ahí parado listo
para una jodida siesta.
Besando a Dorian en su cuello, Rick sacó su polla.
—Ese fue un rapidito para recordar —se quejó Dorian—. ¿Estás
perdiendo tu toque o sólo te estás haciendo viejo?
Rick mordisqueó el hombro de Dorian, justo en donde fue puesta la
marca de apareamiento hace tanto tiempo. —Te mostraré cuán viejo soy la
próxima vez que te tenga debajo de mí.
Dorian palmeó la mejilla de Rick. —Estoy contando con ello.

Marco no estaba ciego. Veía la forma en la que Remus estaba tratando de


evitarlo. Había pensado que esa sesión caliente habría acercado al hombre,
pero no. Remus estaba manteniéndose ocupado en la cocina mientras Bryson
hablaba por teléfono.
Al menos Bryson le dio permiso para bajar en vez de tener que comer
en la cama. Marco estaba harto de estar acostado en cama. Se sentía bien salir
y deambular por ahí, incluso si sólo era hasta la cocina.
—De acuerdo —anunció Bryson—. Vamos a reunirnos con Rick dentro
de dos días. Eso debería darle a Marco el tiempo suficiente para sanar y viajar.
—¿Vamos? —dijeron Marco y Remus al mismo tiempo. Marco había
hecho todo lo que podía para permanecer escondido. Hasta que Remus lo
había metido en esa misión de encubierto, lo había estado haciendo bastante
bien.
—¿Crees que aquí estamos más a salvo que en cualquier otro lugar?
—Sí —dijeron al unísono de nuevo.
—Bueno, pues no —discutió Bryson—. Prepárense para salir en la
mañana. 87

Marco observó al hombre lobo abandonar la cocina y se preguntó si


hablaba en serio. No quería ir a una pelea. Marco nunca había dejado Shelton
desde el día que nació. ¿Ahora iba a irse para unirse a una rebelión contra el
gobierno?
¿En serio?
Era más propenso recibir un disparo que dispararle a alguien. —¿Habla
en serio?
Remus todavía estaba mirando la puerta por la que había salido Bryson.
—Creo que sí.
Rayos.
—¿Cómo podemos salir de esto? —preguntó Marco, sintiendo que el
pánico comenzaba a asentarse. No estaba avergonzado de admitir que era un
gallina. En lo más mínimo. Preferiría regresar a su pequeño escondite y
permanecer ahí hasta que la guerra terminara.
Si es que terminaba.
Cuando Remus por fin lo miró, simplemente lo vio. ¿Cuál era el maldito
problema del hombre? —¿Remus?
Su mejor amigo aclaró su garganta mientras se volvía a girar hacia el
horno. Este era uno de los pocos lugares en donde todavía había electricidad y
Marco estaba agradecido, pero estaba cansando de que Remus lo ignorara. La
silla arañó el pisó cuando se levantó. Remus iba a hablarle incluso si tenía que
arrancar el cabello del hombre.
Parándose detrás del tipo, Marco tocó su espalda. Y dios, qué gloriosa
era la espalda de Remus. Era amplia, musculosa y tan malditamente
mordisqueable. Si Remus no lo quería porque estaba lleno de cicatrices, el
hombre al menos podía decir eso. Marco se merecía eso como mínimo.
—Estoy cocinando, Marco —declaró Remus.
Marco agarró el brazo de Remus y giró al hombre, mirándolo con rabia.
—Entonces qué, me usaste para un beso caliente y soy arrojado a un lado, ¿eso
es todo?
—Marco. —Remus dijo su nombre en advertencia. 88
Marco levantó su mano. —No. Ahora escúchame tú a mí, hombrecito.
Si quieres que nos quedemos sólo como amigos, bien. Hemos sido amigos
desde que me mordiste la oreja en preescolar. Pero quiero que me lo digas.
Nunca antes hemos tenido problemas para hablar. ¿Qué pasa con este acto de
ignorarme?
Marco podía decir que Remus fue pillado con la guardia baja porque el
hombre simplemente se quedó ahí parado parpadeando. Quería tirar de su
amigo para darle otro beso estremecedor, pero temía que el chico lo rechazara.
Era una posibilidad real considerando que Remus lo había estado ignorando
desde su último beso.
—Estoy tratando de ser un adulto al respecto —dijo Marco cuando
Remus siguió sin responderle—. No hagas que me ponga violento.
Para Marco, violento sería tirarledel pelo a Remus y golpearlo. Eso era
lo más violento que sabía ser. Pero lo haría. Sí, lo haría.
—Marco.
Se estiró y tiró de la oreja de Remus, con fuerza. —Te di una
advertencia justa.
Para su deleite, Remus agarró sus muñecas y lo hizo retroceder hasta la
encimera. Marco podía sentir que se endurecía como una roca. Quería frotar su
erección contra Remus, pero el hombre mantenía su cuerpo lo bastante lejos.
Maldición.
—Estoy tratando de procesarlo en mi cabeza —dijo Remus—. Cuando
se trataba de vida o muerte estaba tan seguro de que te quería.
—¿Pero ahora? —preguntó Marco, temiendo lo peor.
—¿Qué pasa si jodemos nuestra amistad?
Marco estaba dispuesto a arriesgarla. ¿Por qué Remus no? Su amistad
era sagrada para él, pero Marco había estado enamorado de Remus desde
hacía mucho tiempo. —Te preocupas demasiado.
—Y tú no te preocupas lo suficiente —respondió Remus.
89
—Maldición —dijo Marco mientras tiraba de sus muñecas, pero Remus
no lo dejó ir—. No regresé de la muerte para quedarme aquí parado y discutir
contigo. Te quiero, mandril cabeza dura. Te he querido desde que mi di cuenta
de que podía usar mi pene para otras cosas además de mear.
—Eso es asqueroso.
—Y qué, maldita sea. Estás perdiendo el punto, Remus. Finalmente hice
que me mirarás como algo más que sólo un amigo. No voy a dejar que me
ignores. Ahora, quieres que nos quedemos como amigos o quieres… —El
resto de sus palabras fueron amortiguadas cuando Remus bajó su cabeza y
capturó los labios de Marco.
Para cuando Remus se retiró, estaba a punto de desmayarse. —¿Eso
responde tu pregunta?
Y un poco más.
—Entonces, ¿ya no vas a seguir ignorándome? —preguntó Marco.
—Ya no voy a ignorarte —respondió Remus.
¡Oh, maldición! —Marco se acurrucó en el rudo cuerpo de Remus, listo
para ronronear cuando olió algo quemándose.
—Mierda. —Remus quitó la sartén de la cocina rápidamente mientras
Marco sonreía. Finalmente tenía a su mejor amigo justo donde lo quería.
Ahora todo lo que tenía que hacer era convencer al hombre de aparearse
con él. De alguna forma, Marco sabía que era más fácil decirlo que hacerlo.

90
Capítulo Once
—Tengo miedo —dijo Marco mientras se dirigían hacia la camioneta—.
Nunca he abandonado Shelton y nunca he peleado en una guerra.
Remus ya sabía esto. Ese era el por qué nunca había presionado a Marco
para que se fueran. Pero Bryson tenía razón. Ya no había ningún lugar seguro.
Si iban a sobrevivir, su mejor apuesta sería estar junto a la Rebelión. Rick
había llegado así de lejos. Si Remus quería que Marco permaneciera con vida,
iban a tener que estar con alguien que supiera cómo.
Tiró de Marco a un lado mientras Bryson encendía la camioneta. —Lo
sé —dijo mientras ahuecaba el rostro del hombre más pequeño. —Pero el
hombre lobo tiene razón, Marco. Estaré a tu lado todo el tiempo, ¿de acuerdo?
Marco no lucía muy convencido. Remus no quería perder a su amigo
una segunda vez, pero tampoco podía dejarlo atrás. —¿Cómo cuando fuimos
al McDonald’s? 91
Remus se rio entre dientes. —Amigo, deberías haber sabido que pasaba
algo. ¿Cuándo fue la última vez que viste abierto un maldito local de comida
rápida?
Sacándole su lengua a Remus, Marco se dirigió hacia la camioneta. —
¿Quién dice que pienso bien cuando se menciona la comida?
Remus no estaba escuchando. Estaba demasiado ocupado frotando su
estómago mientras observaba el culito apretado de Marco alejándose.
Maldición. No podía esperar a que el hombre sanara. Iba a estar encima de
todo eso. Sus inseguridades sobre arruinar su amistad se estaban
desvaneciendo, y la excitación estaba tomando su lugar.
Quería meter su polla…
—¿Vienes? —preguntó Marco.
Tan pronto como volviera a tener al hombre a solas.
Remus sonrió para sí mismo mientras subía a la camioneta sentándose.
—Me siento como un chofer —se quejó Bryson mientras se alejaba de
la casa segura.
—Bueno, no voy a soltar a Remus —dijo Marco mientras se acurrucaba
al lado de Remus. Remus no estaba seguro de cómo se las arreglaba para lucir
tan cómodo considerando que todavía tenía los vendajes puestos, pero no olió
malestar proveniente del hombre.
Remus admitía estar preocupado por dirigirse a la pelea. Todavía tenía
pesadillas sobre permanecer en el centro de detención. No había estado allí por
mucho tiempo, pero un minuto era demasiado tiempo en un lugar en donde
torturaban a alguien. Si no hubiese sido por Rick y su grupo, probablemente
Remus ya estaría muerto.
Le debía su vida a Rick, así que ayudar al alfa de los hombres lobo ni
siquiera era una pregunta.
Pero sí lo era involucrar a Marco. Sabía que efectivamente el pequeño
leopardo no iba a salir cuerdo si era llevado al centro de detención. Jayson
sólo había tenido al muchacho durante una sesión y estuvo malditamente cerca
de matarlo. 92

Se estremeció ante las imágenes que todavía tenía sobre la muerte de


Marco. No quería volver a pasar nada así nunca más en su vida.
Remus le había dicho a su amigo la honesta verdad. Los centros de
detención ya no existían. Si los atrapaban serían asesinados. Esa teoría fue
probada en el laboratorio de Dexcom.
—¿Qué pasa? —preguntó Marco mientras miraba a Remus, sus cejas se
arrugaron.
Remus ni siquiera se había dado cuenta de que estaba tenso. Sus
pensamientos se habían vuelto taciturnos y al parecer su cuerpo había
reflejado eso. Relajándose, Remus le dio una tranquila sonrisa a Marco. —
Nada.
Marco golpeó a Remus en el pecho. —Siempre has sido un asco
mintiendo.
No realmente, pero no iba a corregir al muchacho. Remus quería que lo
dejara pasar. Si le decía a Marco que estaba igual de asustado, no había forma
de adivinar cómo reaccionaría su amigo. Durante años, Remus notó que
Marco seguía su liderazgo. Si se volvía inseguro y preocupado, entonces
Marco también lo haría.
No es que el chico no lo estuviera ahora. Acercó al hombre, posando un
beso en la cabeza de Marco. Al mismo tiempo, inhaló el olor del hombre,
dejando que el aroma se asentara en su interior. Esto pareció apaciguar al
chico, porque Marco no hizo más preguntas.
Y así era cómo lo deseaba Remus.
Pasando su mano por el brazo de Marco, Remus observó la carretera
delante de él. Cuando volvió a bajar la mirada, Marco estaba fuera de
combate. Su cabeza estaba reposando contra el pecho de Remus, sus labios
ligeramente separados.
—Sólo quería volver a decir gracias por salvarme —dijo Bryson desde
el asiento delantero—. Todavía no puedo creer que fui atrapado.
—¿Cómo pasó? —preguntó Remus.
—Los Cazadores de Especies me atraparon en una carretera secundaria
mientras iba de camino de regreso a Rick. Jayson estaba con ellos. El humano 93
decidió usarme como cebo para capturar a mi alfa. También decidió sacarme
la mierda mientras esperaba.
Eso sonaba como esa pequeña comadreja. Si Remus llegaba a cruzarse
con ese hombre de nuevo, iba a disfrutar castigando al bastardo antes de
matarlo.
Mientras pasaban por lo que parecía ser un servicio de bodegas
abandonado, Remus vio tres camionetas llenas de gente. Usualmente eso
significaba algo malo. O eran los Cazadores de Especies o eran mercenarios.
Cualquier opción haría que los mataran.
También podían ser un grupo de Rebeldes, pero con la suerte de Remus
este último tiempo, realmente lo dudaba. —¿Viste eso?
Bryson asintió. —Sólo espero que no vengan tras nosotros. Ya he tenido
suficientes chicos malos como para el resto de mi vida.
Pero la dama de la fortuna no estaba de su lado. Qué mal que Seymour
se hubiese llevado el Hummer. Quienquiera que fuesen ni los hubiesen
mirado. Pero no estaban en un vehículo militar.
No, estaban en un Dodge Ram con una extensión de cabina. No estaba
seguro de cuán rápido podía ir este chico malo, pero estaban a punto de
descubrirlo.
—Realmente odio esta mierda —dijo Bryson mientras empezaba a
incrementar su velocidad. También Remus. En realidad, ni siquiera tenía un
arma. Y si la tuviera, no sabría cómo usarla. Sabía que básicamente era
apuntar y disparar. Pero necesitaba una pistola para poner esa teoría en
práctica.
—¿Tienes alguna pistola aquí dentro? —preguntó Remus mientras
miraba detrás de ellos para ver que las tres camionetas los seguían
continuamente.
—No, así que tendremos que huir de ellos y rezar con todas nuestras
fuerzas para que no nos disparen en algo de vital importancia.
A pesar de que odiaba hacerlo, Remus codeó a Marco para despertarlo.
El hombre lucía simplemente adorable parpadeando hacia Remus.
—Tenemos a unos chicos malos persiguiéndonos. Ponte el cinturón. — 94
Marco se movió rápidamente, sus manos temblaban mucho. Remus terminó
teniendo que ponerle el cinturón al chico—. Mantén tu cabeza abajo.
—No puedo —dijo Marco con pánico—. El cinturón de seguridad no
me deja deslizarme debajo del asiento.
Remus estuvo tentado a decirle que se lo quitara, pero podría salvar la
vida del hombre. —Entonces deslízate de lado lo mejor que puedas.
Marco inclinó su cuerpo y fue suficiente para apartar la cabeza de la
ventana trasera. Podía oler el dolor proveniente de su amigo. Presionar sus
heridas tenía que doler como una perra, pero ¿qué podía hacer Remus? El tipo
tenía que permanecer agachado o arriesgarse a que le arrancaran la cabeza.
—Creo que terminaron de andar jugando —dijo Remus mientras volvía
a mirar por la ventana—. Están ganando velocidad.
—Entonces nosotros también —dijo Bryson mientras la camioneta
cogía velocidad. Vio los anuncios con lo rápido que se suponía de esta
camioneta. Remus realmente esperaba que estuvieran diciendo la verdad. Con
tantos tipos malos yendo tras ellos, no habría sobrevivientes si es que eran
atrapados.
—Tengo miedo —susurró Marco.
Remus se estiró y acarició el pelo de Marco, esforzándose en calmar al
muchacho. Sabía que su amigo tenía que estar asustado. Hasta ahora, no se
había involucrado en la guerra. Ahora estaba experimentando de primera
mano cuán horrenda podía ser.
Bueno, había conseguido esa experiencia con Jayson, pero ser
perseguido tampoco era divertido. Remus sabía en lo profundo de su interior
que ahora la inocencia de Marco se había ido. Había sido expuesto a la
crueldad de esta guerra.
Pero estaba orando para que no cambiara demasiado al chico. Remus
amaba a Marco justo de la forma que era. Remus se congeló por un segundo
en la palabra amor, pero la empujó rápidamente hasta el fondo de su mente
para examinarla después.
—Igual que todos —dijo Bryson. Remus miró el velocímetro y vio que
estaban yendo a noventa y cinco. Podía decir que oficialmente estaba
asustado. Estaban en una carretera secundaria con curvas y vueltas. Un
movimiento equivocado y los tres podrían terminar en al fondo de una 95
quebrada.
—Simplemente toma la autopista —dijo Remus.
—Pero, Rick siempre dice…
—Creo que cada tipo malo allá afuera sabe que tomamos los caminos
secundarios. Apuesto mis bolas a que no nos estarán esperando en las
autopistas principales. —Remus estaba tomando una apuesta que muy bien
podría llevarlos directo a un convoy militar, pero no tenían opción. Las
camionetas tras ellos estaban ganando velocidad y no había mucha
maniobrabilidad en una calle de dos carriles.
—Espero que tengas razón.
También Remus.
Bryson empujó su pie hasta el piso, yendo hacia la interestatal. Las
balas comenzaron a golpear su camioneta. Remus se dobló sobre Marco,
haciendo su mejor esfuerzo por protegerlo. Los dedos de Marco se enterraron
en la camisa de Remus, acercándolo más.
—No me gusta esta mierda —dijo Marco quedamente.
—A mí tampoco —dijo Remus mientras besaba el cuello de Marco.
Remus apartó los dedos de Marco lo suficiente para mirar por la ventana
trasera. —Creo que está funcionando —dijo cuando vio que estaban
superando a las otras camionetas. Ayudaba el que los hombres que los seguían
manejaban modelos más viejos y desgastados. Bryson conducía una camioneta
más nueva. Remus no estaba seguro de si el hombre lobo había pedido
prestado esta camioneta o no, pero estaba realmente feliz.
—¿Se fueron? —preguntó Marco mientras empezaba a sentarse. Remus
lo mantuvo cerca, usando su espalda como un escudo por si acaso esos
maleantes los alcanzaban milagrosamente.
Manejaron el resto del día por la carretera. Remus se sorprendió de que
estuviera tan vacío. Ni una sola vez habían sido detenidos por un oficial en
algún punto de control o cualquier otro ser. No habían visto a nadie. Cuando
llegó el atardecer, Bryson bostezaba y Remus estaba luchando por no cerrar
los ojos. No había dormido por miedo a encontrarse con otro obstáculo. Pero
estaba listo para dormir las próximas seis u ocho horas. 96

—¿Qué tal si conseguimos una habitación? —preguntó Remus cuando


vio a Bryson bostezando de nuevo.
Salieron de la carretera y Remus se puso en alerta. Vigiló la zona por la
que pasaban mientras Bryson entraba en un estacionamiento. No estaban en un
motel. Estaban en la casa de alguien. —¿Conoces a esta gente?
—El garaje está abierto, y no hay vehículos —dijo Bryson—. La casa
está oscura y no veo a nadie mirando. Creo que podemos esconder la
camioneta en el garaje y tener una buena noche de descanso.
Remus estaba completamente de acuerdo. Tan sólo tenían que
comprobar el lugar primero para asegurarse de que de verdad no había nadie
en casa.
—Quédate con Marco y revisaré el lugar —dijo Bryson mientras salía
de la camioneta entrando al garaje para dos autos y salía.
Después de cinco estresantes minutos, Bryson regresó a la camioneta.
—No hay nadie dentro.
Remus ayudó a Marco a salir de la camioneta y luego cerró la puerta del
garaje. Los tres se dirigieron adentro. Era una casa de un piso con dos
dormitorios. Remus y Marco tomaron uno, Bryson el otro.
—Voy a llamar a Rick y dejarle saber dónde estamos —dijo Bryson
justo antes de ir a su dormitorio.
Remus era un muerto andante. Sin pensarlo, se desvistió y se subió a la
cama, cerrando los ojos por fin después de un viaje asquerosamente largo.
Sintió que la cama se hundía y luego un cálido y desnudo cuerpo estaba
presionándose en su espalda. Remus estaba exhausto, pero se dio la vuelta y
acercó a Marco. —Un día aterrador.
Marco asintió. —Pero no fue tan malo. Nadie salió herido.
Estaba eso. Remus estaba feliz de que su amigo no estuviera
enloqueciendo. Marco podía llegar a ser muy dramático. Una vez había visto
al hombre ponerse tenso cuando encontró la ropa de color mezclada con la
blanca en su lavadora. Remus había intentado ser amable y lavar la ropa de
Marco. Nunca volvió a acercarse a la maldita máquina. Pero Marco no estaba 97
enloqueciendo. En su lugar, Remus podía sentir algo muy duro presionando su
estómago.
Sólo necesitó una conjetura para darse cuenta de que era la dura polla de
Marco. Remus miró al hombre fijamente, los ojos oscuros de Marco se
volvieron apasionados mientras se sonrojaba.
La mano de Remus temblaba cuando alcanzó el endurecido eje. La polla
de Marco era pesada y gruesa y se sentía caliente al tacto. Ahora que la tenía
en la mano parecía aún más grande. El miembro de Marco se había vuelto
grueso y no estaba recortado. Los vellos oscuros también salpicaban su saco.
Deslizó su mano arriba y abajo, hipnotizado por la forma en que el prepucio se
deslizaba por la cabeza.
Remus se deslizó por la cama y le dio una lamida a la parte inferior de
la cabeza, causando que Marco gruñera. Su lengua lamió el eje de un lado al
otro, luego chupó cada una de sus peludas bolas.
—Chúpamela —le rogó. Agarró la cabeza de Remus y la empujó hacia
su polla—. Tómalo en tu boca. Chúpala.
Maldición, al parecer Marco era un maldito tigre en la cama. ¿Quién lo
habría pensado?
La cabeza caliente de la polla de Marco se deslizó en la boca de Remus.
Su prepucio se retrajo y Remus probó el sudor almizclado debajo. Dejó
escapar un gemido y cerró los ojos mientras el sabor estallaba en su lengua.
Bajó lo más que pudo hasta que estuvo a punto de amordazarse, luego se
retiró, chupando con fuerza mientras lo hacía.
Mientras chupaba el pene de Marco, Remus empujó dos gruesos dedos
lentamente dentro de Marco, hasta el primer nudillo. Éstos se deslizaron con
facilidad con el escupitajo que Remus había usado. Remus empezó a mover
sus dedos lentamente, dentro y fuera, y cuando los metió de nuevo, golpeó ese
punto dentro de Marco que tuvo al hombre jadeando de placer. —¡Remus!
Remus estaba mirando fijamente a los ojos de Marco cuando soltó la
polla del hombre y susurró: —ahí está el lugar. Te gusta eso, ¿no? Imagínate
lo que sentirás cuando es mi polla golpee ese lugar.
Remus sonrió cuando todo el cuerpo de Marco se estremeció. Frotó ese
punto una y otra vez, haciendo que su amante gimiera y lloriqueara. Un dulce 98
aroma de excitación flotó en el aire. Ese olor estaba grabado en su memoria
para siempre desde la primera vez que lo olió.
El leopardo ya no se negaría lo que era suyo. Ya no negaría a su pareja.
Remus planeaba hacer que Marco fuera suyo, pero de nuevo, sentía que su
mejor amigo siempre le había pertenecido. Remus había sido demasiado ciego
para ver la verdad.
La esquina del labio de Remus se torció y gruñó. Había abierto los ojos
y no iba a contenerse. Volvió a tomar la polla de su amante en su boca,
chupándola hasta el fondo de su garganta.
—¡Dios... maldición! —gritó Marco. El culo de Marco apretó los dedos
de Remus mientras su cuerpo empezaba a temblar. Remus retrocedió y luego
acarició los rizos antes de lamer un camino hasta el eje completamente duro y
chupando la hinchada cabeza para saborear el pre-semen de Marco. Mientras
tragaba la polla de Marco una vez más, sintió una mano en su cabeza y levantó
la vista para ver a su amante mirándolo.
—Voy a correrme si no te detienes —advirtió Marco con una
respiración inestable. Remus podía ver el pecho del hombre subiendo y
bajando rápidamente, sus ojos con un calor líquido, vidriosos de placer.
Remus fue golpeado con una ola de lujuria. Su polla se tensó aún más.
Se moría por estar dentro de Marco. Todo en lo que podía pensar era reclamar
al hombrecillo. Quería marcar a Marco, para que todos supieran que el hombre
era suyo y que mejor se mantuvieran alejados. —Voy a reclamarte, Marco.
Los ojos de Marco se ampliaron mientras empezaba a asentir. —Sí, por
favor, reclámame.
Remus miró a su alrededor y vio una botella de loción en la mesita de
noche. Tendría que funcionar. Olía a flores, pero por el momento, a Remus le
importaba una mierda. Frotó la loción sobre su polla y luego utilizó una
generosa cantidad para lubricar el trasero de Marco.
Arrojando la botella a un lado, se acercó a Marco, acomodándose entre
sus piernas. Marco extendió las piernas con impaciencia, permitiendo que
Remus se deslizara hacia delante y posicionara la cabeza de su polla en el
agujero de Marco. Un duro empujón enterró hasta la empuñadura su gruesa y 99
dura erección como el acero en el cuerpo de Marco. Remus gimió mientras su
pene era envuelto en un calor abrasador y una opresión sedosa. El cuerpo de
Marco se estremeció cuando Remus tomó una temblorosa respiración. Marco
se sacudió debajo de él, sus caderas arqueadas, empujando a Remus con más
fuerza en la suave carne del culo de Marco, moliéndose contra él.
Remus agarró las caderas de Marco y sujetó al hombre a la cama. —
Tranquilízate. —Si Marco no lo hacía, Remus iba a correrse demasiado
rápido. Deslizó las manos bajo el culo de Marco y lo levantó más alto, dándole
al hombre un pequeño gruñido de advertencia.
Marco se lamió los labios y asintió, diciéndole a Remus que lo seguiría
en vez de intentar liderar. Eso era mucho mejor. Remus ya estaba teniendo
bastantes dificultades con su control. El olor de la excitación de Marco sólo
estaba aumentando, llenando la habitación y los pulmones de Remus.
Marco lloriqueó.
Remus ronroneó.
—Por favor, Remus —rogó Marco—. Por favor, muévete.
El cuerpo de Remus ardía de necesidad, un dolor duro y urgente. Una
vez seguro de que podía moverse sin perder el control, Remus estableció un
ritmo lento y relajado. No quería precipitarse. Iba a reclamar a Marco. Era una
noche que Remus quería que el hombre recordara durante mucho tiempo.
Apoyando un brazo junto al hombro de Marco, Remus se inclinó para
reclamar la boca de Marco mientras su polla reclamaba el culo del hombre.
Marco se volvió realmente sumiso. Permitió que Remus se hiciera cargo, su
cuerpo volviéndose flexible cuando Remus se movió dentro del hombre más
pequeño, su lengua embistiendo la boca de Marco.
Las manos de Remus comenzaron a explorar la suave piel de Marco, el
cuerpo del hombre encarcelando a Remus en una red de ardiente excitación.
Levantó una de las piernas de Marco en su cadera y comenzó a pasar su mano
por el muslo del hombre.
Se tomó su tiempo, follando y besando a Marco, tocando y acariciando.
Marco levantó su otra pierna, apretándolas alrededor de Remus, presionando
sus talones en los músculos del culo de Remus que se alternaban entre la
flexión y larelajación. Empaló su pene más profundo, presionando su duro eje
100
en el sedoso canal de Marco.
Cuando besó a Marco, deslizando su lengua en la boca del hombre,
cogió el ritmo y su empuje se hizo más intenso. Remus estaba perdiendo el
control. Dios, estaba perdiendo el control. El apretado cuerpo de Marco se
había vuelto demasiado, y Remus sabía que no iba a durar tanto como había
esperado.
Remus rompió el beso y se echó hacia atrás, mirando hacia donde se
unían sus cuerpos. Era una vista maravillosa, una que Remus podía mirar
durante horas. Cuando miró hacia arriba, Marco lo estaba observando. —¿Eres
mío, Marco?
Remus quería escuchar las palabras. Quería oír que Marco se entregara
a Remus.
—Sí —dijo Marco mientras su cabeza empezaba a golpear de lado a
lado—. Siempre he sido tuyo.
Remus se inclinó hacia adelante y hundió sus caninos en la tierna carne
de la base del cuello de Marco, reclamando, poseyendo, haciendo suyo a su
mejor amigo. Estaba más que sorprendido de que pudiera cambiar
parcialmente y estaba realmente agradecido de que pudiera reclamar a Marco
adecuadamente. Las uñas de Marco se clavaron en los hombros de Remus,
rompiendo la piel mientras el pequeño hombre trataba de acercarlo.
Un solo gruñido bajo impidió que Marco intentara tomar el control. En
cambio, arqueó la espalda y gritó, su semen mojando sus cuerpos mientras se
retorcía debajo de Remus.
Aferrándose al cuello del hombre con los dientes, Remus comenzó a
golpear el culo de Marco con su polla. El olor de la semilla del hombre y saber
que acababa de aparearse con Marco lo envió por el borde.
Remus echó la cabeza hacia atrás, y con un rugido primitivo del nombre
de Marco, su semilla inundó el cuerpo, todavía estremecido, de su pareja. Sacó
su polla del culo de Marco, viendo como el hombre trataba de recuperar el
aliento.
—¿Estás bien? —Preguntó Remus mientras apartaba el pelo húmedo de
su pareja—. No dañé tus heridas, ¿o sí?
Marco sacudió su cabeza. —No. 101
—Bueno —respondió Remus mientras se acostaba junto a su amante,
pareja, y mejor amigo, acercándolo mientras por fin cerraba los ojos y
conseguía el tan necesitado descanso.
Saber que había cambiado parcialmente le daba esperanzas a Remus de
que tal vez lo que Jayson les había hecho no era permanente.
Capítulo Doce
Dorian salió por la parte trasera del comedor para tirar un poco de la
basura en el basurero. No sabía cuánto bien haría considerando que no iba a
pasar nadie a recogerla. Pero odiaba que se acumulara, lo cual era irónico
porque la pequeña ciudad en la que se habían detenido lucía como una zona de
guerra, pero Dorian no podía tirar la basura al piso.
Mientras vaciaba la cubeta, Dorian captó algo en el viento. No estaba
seguro de qué era, pero su lobo estaba gruñendo. Esa era la primera vez que
había pasado eso. Todavía estaba acostumbrándose a la maldita cosa dentro de
él. Por supuesto que sabía que gruñir era algo malo.
—Dorian Campbell.
Eso era algo realmente malo. Dorian conocía esa voz. No podía
ubicarla, pero la reconoció. Miró hacia los arboles detrás del comedor,
tratando de oler en dónde estaba el intruso. Dorian todavía estaba 102
acostumbrándose a toda esa cosa del olfateo, pero tenía los conocimientos
básicos adecuados. Era en situaciones como esta cuando era arrojado a un
territorio desconocido.
—¿Quién anda ahí? —Dorian bajó el basurero, sintiendo sus garras
tratando de emerger.
—Dime que no sabes quién soy.
—Deja de esconderte y entonces yo… —Mierda. En un instante Dorian
supo quién era.
Jayson.
—Ah, veo que te está regresando la memoria. —Jayson salió de detrás
de un gran árbol con una maliciosa sonrisa en su rostro—. Nos encontramos
de nuevo.
El instinto de Dorian era ir tras el bastardo, pero una voz en el fondo de
su mente le advirtió que fuera cuidadoso. No había nada que dijera si Jayson
estaba solo. Esto podría ser una trampa. Sabía que el tipo era un pedazo de
mierda cuando trabajó con él, pero nunca imaginó… sí, lo hizo. Jayson era del
tipo que se unía a los radicales.
—¿Qué es lo que quieres? —Preguntó mientras bajaba el cesto de la
basura—. Eres un imbécil, Jayson, incluso antes de que comenzara todo esto.
—Y tú tenías que ir y unirte al lado equivocado, Dorian. —Jayson se
acercó un poco más—. ¿Por qué te pondrías del lado de los animales?
Dorian parpadeó. Se dio cuenta que Jayson no tenía ni idea de que
Dorian había sido convertido. El tipo no era consciente de que Dorian era uno
de esos animales ahora. —¿Qué le pasó a Cherry? —preguntó Dorian,
evitando la pregunta de Jayson.
Jayson emitió una fuerte y malvada carcajada. —A pesar de toda la
mierda que hablaba, la perra se apareó con uno de esos animales. Los maté a
ambos.
Un estremecimiento de repulsión se deslizó por la columna de Dorian.
Nunca había estado muy encariñado con Cherry, pero nunca deseó su muerte.
Había sido un poco fastidiosa, pero inofensiva, en su opinión. —Has causado 103
mucho dolor. —Eso era una declaración. Bryson había llamado para decir que
no sólo casi lo había matado, sino también al mejor amigo de Remus.
Dorian supo en ese momento que a Jayson no se le podía permitir vivir.
Bueno, había sabido eso desde hacía mucho tiempo, pero sabía que tenía que
ser él quien acabara con este saco de mierda. El hombre que había matado,
mutilado y torturado a tantos, y Dorian quería la cabeza de este tipo en un
plato.
—Te daré la oportunidad de vivir, Dorian —dijo Jayson mientras
caminaba hasta que estaba a tres metros—. Dame a Enrique y en su lugar
puedes unirte a mi grupo.
—¿Eres jodidamente estúpido? —Preguntó Dorian con total
exasperación—. ¿Escogerte a ti por encima de él?
Jayson lucía confundido, como si de verdad creyera que Dorian
cambiaría de bando. Dios, el hombre era un idiota más grande de lo que
Dorian había pensado al principio. Malvado, pero un idiota. Cómo era posible
que este tipo se las hubiera arreglado para mantenerse con vida tanto tiempo
era un misterio.
—Bien —espetó Jayson finalmente—. Entonces morirás como el resto
de ellos. —Jayson sonrió con satisfacción, mirando a Dorian con una sonrisa
jubilosa—. Por cierto, ¿sabías que fui quien mató a los padres de ese pequeño
inmigrante?
—¿Miguel? —Preguntó Dorian en shock absoluto—. ¿Mataste a los
padres de Miguel?
—Oh, sí —admitió Jayson con orgullo—. Llevé a los policías a esa
casa. Ellos los atacaron, pero fui yo quien hizo que los mataran. Fue algo así
como mi iniciación en los Cazadores de Especies.
Dorian sintió que su estómago rodaba, su comida amenazaba con
regresar. Pensó en cómo lucía Miguel el día que había ido a unirse a ellos. El
hombre había estado devastado.
En un parpadeo, Dorian estaba frente a Jayson, cortando una larga línea
por el brazo del hombre. Dorian retrocedió hacia los contenedores de basura
con la misma rapidez.
—Qué de… —Jayson miró a su brazo y luego a Dorian, sus ojos se 104
redondearon—. ¡Eres uno de ellos!
—Lo soy —admitió Dorian mientras el olor de la sangre lo golpeaba
con fuerza. Luchó con dientes y uñas para no atacar.
—¿Cuál fue el punto de cortarme? —Preguntó Jayson, su mirada atónita
se desvaneció. Ahora lucía molesto—. Realmente eres un…
La puerta trasera del comedor se abrió y Dorian observó a los cambia
formas salir lentamente. Sus ojos tenían manchas amarillas, brillando en la luz
de la tarde. Rick estaba al frente, su labio se curvó hacia atrás cuando vio
quién estaba sangrando.
—Miguel —dijo Dorian cuando Miguel y Benito se pusieron al frente—
. Jayson acaba de compartir conmigo un pedacito de información muy
interesante.
Los ojos de Jayson estaban malditamente cerca de caerse de su cabeza
cuando vio a Miguel ahí parado. —No se supone que estés aquí. —El hombre
comenzó a retroceder, pero algunos de los osos habían rodeado a Jayson por
detrás, atrapándolo.
—¿Por qué viniste aquí? —Preguntó Dorian.
—Se suponía que tenía que explorar este lugar. Pero cuando te vi… —
Jayson se encogió de hombros, sosteniendo una mano sobre su brazo
ensangrentado—. No pude resistirme.
—Debiste hacerlo —respondió Dorian—. Y no deberías haberme
confesado que fuiste quien mató a los padres de Miguel.
Tan pronto como las palabras salieron de su boca, Miguel saltó,
azotando su cuerpo contra el de Jayson y derribando al hombre. Dorian
observó mientras Miguel y su primo despedazaban a Jayson.
De acuerdo, podría haber terminado sin ver cómo se comían al bastardo,
pero una vez que comenzó el frenesí, todos se unieron. El lobo de Dorian
estaba tratando de llevarlo hacia adelante, para unirse a los otros, pero Dorian
no iba a comerse al hombre.
Rick había dicho que Dorian era diferente, que sus instintos y su
consciencia se enfrentaban dentro de su cabeza. El hombre había tenido razón.
Dorian noiba a tocar eso. En su lugar, regresó al interior del comedor, 105
sintiendo que le dolía la cabeza por las pesadillas que había causado ese
bastardo.
Miguel había conseguido justicia, aunque Dorian estaba bastante seguro
de que eso no ayudaría a Miguel con su pérdida. Pero Jayson por fin estaba
muerto.
Por fin.
Eso le trajo un poco de consuelo. Dorian se giró cuando oyó la pelea.
Mierda. Se había olvidado de que probablemente Jayson no había venido solo.
Corrió hacia la puerta trasera y luego al exterior.
Dorian no vaciló cuando vio a los humanos atacando a los cambia
formas. Saltó sobre la primera persona en la que pudo poner sus garras y
atacó. Realmente deseaba tener una pistola justo ahora. Desgarrar la garganta
de alguien iba a ser realmente asqueroso.
Sí, era un cambia formas llorón. Demándenlo.
Pero hizo lo que tenía que hacer. Dorian derribó al humano y fue tras
otro. Los otros cambia formas también estaban batallando. La Sombra había
dicho que entre más se acercaran a Washington, más obstáculos enfrentarían.
No estaba mintiendo.
Pero eventualmente la batalla cesó.
—Necesitamos salir de aquí —dijo Rick mientras miraba a los
cadáveres en el suelo—. Estoy bastante seguro de que Jayson tenía más en
camino.
Todos reunieron sus cosas rápidamente y cargaron sus camionetas.
Tanto esfuerzo por tomarse un tiempo para descansar.
Dorian no podía esperar a que esta mierda terminara para poder ir a casa
y no hacer absolutamente nada. Iba a encerrarse con Rick por un año entero.
Deslizándose en la camioneta, Rick se alejó del comedor, los otros lo
siguieron. No fue hasta que el comedor fue dejado muy atrás que Dorian dejó
escapar una temblorosa respiración. —Odio esta mierda.
106
—Yo también, gatito—dijo Rick mientras exhalaba—. Estoy cansado
de correr, pelear, esconderme y mirar sobre mi hombro cada segundo de cada
día. Es hora de ponerle fin a todo esto.
—Voy a matar a ese maldito papi biológico tuyo —refunfuñó Dorian—.
Si alguna vez pongo mis manos en él… ―Dorian estranguló el aire con sus
manos, haciendo una mímica de él estrangulando a O’Hanlon. Incluso sacó la
lengua hacia un lado como añadidura.
Rick se rio entre dientes. —Lo sujetaré para ti.
—Bien —dijo Dorian—. Porque quiero darle una buena bofetada antes
de que lo mates.
—Debidamente anotado —respondió Rick.
Dorian se desplomó. Dejando las bromas a un lado, realmente quería
sacarle la mierda a bofetadas a O’Hanlon. El tipo había volteado sus mundos
de adentro hacia afuera. La única cosa buena que vino de esta guerra fue
aparearse con Rick. Si no hubiesen sido forzados a huir juntos, Dorian sabía
que Rick nunca le habría hablado.
Supuso que podía agradecerle al bastardo antes de abofetearlo. Empezó
a reírse ante ese pensamiento, imágenes de él estrechando la mano de
O’Hanlon antes de que Rick lo destrozara en pequeños pedacitos de alguna
forma le pareció increíblemente divertido.
—¿Estás bien? —Preguntó Rick, sus ojos gris claro saltaban entre
Dorian y la carretera—. ¿Debería estar preocupado?
Dorian sacudió su cabeza mientras se calmaban las carcajadas
burbujeantes. —No, sólo estoy perdiendo la cabeza. Nada nuevo.
—Bueno, antes de que la pierdas totalmente, necesito que llames a
Bryson y le dejes saber que la ubicación ha cambiado.
Dorian agarró el móvil que Rick le entregó y marcó el número.
Continuó mirando el espejo para asegurarse de que no los estaban siguiendo
unos indeseados invitados. Sus nervios estaban deshechos después de lidiar
con Jayson, y luego ver a los cambia formas comiéndoselo.
—Hola, Bryson —dijo Dorian cuando el médico respondió el
teléfono—. Ya no estamos en el comedor. Tuvimos unos indeseados 107
visitantes.
—¿Quién? —preguntó Jayson.
—Apareció un viejo némesis mío llamado Jayson…
—Dime que no es el mismo Jayson que me emboscó y casi mató a
Marco. —Dorian podía escuchar el ligero gruñido en la voz de Bryson y no
culpaba al hombre ni un poco. Jayson había sido un dolor en el culo cuando
Dorian trabajaba con él. Se volvió un monstruo una vez que se unió a los
Cazadores de Especies.
—El único y el mismo —respondió Dorian.
—Por favor, dime que no se escapó.
Al menos Dorian podía consolarse con que estaba dándole algún tipo de
buenas noticias al hombre. —Está muerto.
—¿Estás seguro?
Oh, sí, estaba seguro. Había visto a los cambia formas, Dorian se
estremeció. —Bastante.
—Sólo deseo haber sido yo quien lo matara —dijo Bryson y luego se
quedó callado por un momento antes de continuar. Dorian pudo oír una
pequeña aclaración de garganta y supo que era un momento emotivo para
Bryson—. ¿A dónde se dirigen ahora?
Dorian apartó el teléfono de su oído. —Bryson quiere saber a dónde
vamos.
Rick miró a Dorian y pudo ver la preocupación en los ojos de su pareja.
Bryson casi había muerto a manos de Jayson. Eso no se les había escapado a
ninguno. —Dile que se dirija al comedor y nos llame cuando esté cerca. Le
dejaré saber desde ahí.
—¿Escuchaste eso?
—Sí —respondió Bryson—. Me reuniré con vosotros mañana. Necesito
dejar que Marco descanse y comprobar sus heridas en unas cuantas horas.
—¿De verdad no pueden transformarse? —preguntó Dorian, sintiendo
la rabia acumulándose en su interior. No conocía a Marco personalmente, pero
era realmente jodido que te quitaran una parte de ti de una manera tan 108
violenta. Aunque Dorian todavía era considerado un neófito, extrañaría a su
hombre lobo si ya no fuera capaz de cambiar.
—No, y Remus tampoco. Ambos están dormidos ahora, pero puedo ver
cuán duro es para ellos. Sea lo que sea que haya hecho Jayson, realmente los
jodió a ambos.
Dorian deseó que pudieran revivir al hombre para que Remus y Marco
pudieran buscar su venganza. El hombre había lastimado a mucha gente. Qué
mal que no muriese al inicio de esta guerra.
Lo que más molestaba a Dorian era el hecho de que Jayson hubiese
matado a los padres de Miguel. Tan absurdo.
—Te llamaré después —dijo Bryson antes de colgar. Bajó el teléfono y
miró por la ventana, pensando en toda la gente que habían perdido y en
aquellos que aún podían perder. No estaba seguro de cuánto más podía
soportar.
¿Qué pasaría si hubiese sido Rick o Miguel quienes hubiesen muerto?
Dorian se estremeció ante la posibilidad de que Benito o Nate murieran.
Apreciaba a todos los de su grupo. Incluso le agradaban Clyde y Ross.
No quería perder a ninguno, ni que otra persona estuviera de luto por la
pérdida de un ser querido.
—Puedo oler tu tristeza, gatito, y me rompe el corazón —dijo Rick en
la tranquilidad de la camioneta.
—No quiero que muera nadie más —admitió—. No creo que pueda
manejarlo si muere uno de los más cercanas a nosotros. Ya sufro por aquellos
que ni siquiera conozco los cuales sacrificaron sus vidas por nosotros.
—No por nosotros —dijo Rick mientras se estiraba y agarraba la mano
de Dorian—. Sacrificaron sus vidas por libertad, por una oportunidad de ser
quienes nacieron para ser. Nunca debemos olvidar eso.
Dorian no lo haría. No podía, porque las personas seguían
sacrificándose. Hasta que terminara esta guerra, morirían más y muchísimos
más estarían de luto por las pérdidas.

109
Capítulo Trece
Remus no estaba seguro de qué estaba pasando. Bryson estaba hablando
con un grupo de hombres que les habían indicado que se detuvieran. Había
discutido que detenerse por desconocidos era una muy mala idea. No había
nada que les dijera si eran amigos o enemigos. Pero Bryson no había
escuchado. El médico había sobrepasado al hombre lobo en él y se detuvo.
¿El tipo estaba loco? Los desconocidos podrían haber sido Cazadores de
Especies o mercenarios. Al parecer el médico tenía deseos de morir. El deseo
de morir no era algo que Remus compartiera con el lunático. Tenía que estar
loco como para dejar que un desconocido lo hiciera detenerse.
—¿Es seguro? —preguntó Marco desde debajo de Remus—. Voy a
quedar con la maldita espalda encorvada. Eres realmente pesado. ¿Sabías eso?
Remus no quería dejar que el hombre se enderezara. Si las cosas se iban
a la mierda, quería que Marco estuviera debajo de él dónde Remus podría 110
escudar al leopardo. Simplemente odiaba que Marco todavía tuviese puntos de
sutura. Sabía que estaba poniendo presión indebida en el hombre, pero había
poco que pudiera hacer al respecto. Remus estaba determinado a mantener a
su pareja a salvo.
Mientras Bryson se inclinaba en la parte trasera de la camioneta, Remus
se sentó un poco más. ¿Qué diablos estaba haciendo? Remus estaba dividido
entre mantener a Marco a salvo y asegurarse de que Bryson estaba bien.
Estaba empezando a darse cuenta de que a veces el corazón del hombre
sobrepasaba su sentido común.
—Hijo de puta —dijo Remus cuando vio a Bryson luchando con quien
sea que estuviera en la parte trasera de la camioneta. A pesar de que quería
mantener a Marco a salvo, Remus no iba a dejar que Bryson saliera herido.
Incluso si el hombre lobo había sido quien se detuvo.
Saltando rápidamente de la camioneta, Remus se movió hacia los
desconocidos con la velocidad de un cambiaformas. Agarró al tipo que había
estado parado en la puerta trasera, justo detrás de Bryson, y lo tiró al piso.
—¿Qué diablos estás haciendo? —preguntó el muchacho cuando golpeó
el pavimento.
Remus lo ignoró mientras agarraba el brazo de Bryson. Podía escuchar
gritos y temió lo peor. Alcanzándolo, Remus ayudó al pobre padre a ponerse
de pie. —Lamento eso —dijo mientras el tipo liberaba su mano.
Remus podía oler que era humano.
Genial. Como si los humanos no nos vieran ya como unos salvajes,
tenía que ir y probarlo. En su defensa, había pensado que Bryson estaba en
problemas. No podían usar eso en su contra.
—¿Por qué me derribaste?
Porque no puedo decir la diferencia entre una pelea y una mujer
gritando mientras da a luz. —Pensé que mi amigo estaba en problemas.
—¿Por mi esposa embarazada?
Cuando el padre lo decía así, Remus quería largarse con sus manos
metidas en sus bolsillos y su cabeza agachada. —No sabía que tu esposa 111
estaba embarazada, amigo. Todo lo que vi fue que mi amigo estaba luchando y
escuché gritos.
El tipo se quedó ahí parado por un momento, y luego una lenta sonrisa
se formó en su rostro. —Sin daño no hay culpa. —Extendió su mano y Remus
la estrechó—. En realidad, el me derribaras me ayudó.
No había estado esperando esa declaración. —¿Cómo?
Miraron a donde Bryson estaba parado y luego miró a Remus. —Estaba
empezando a enloquecer por escuchar a mi esposa gritando así.
Sí, Remus podía comprenderlo. Si escuchara a Marco gritando, también
se volvería loco. Esos sonidos golpeaban a un hombre en el corazón cuando un
ser amado era quien los hacía. Aun cuando nadie la estaba lastimando, Remus
podía ver a que se refería el desconocido.
—Sólo respira con calma. Bryson es médico.
—Eso fue lo que dijo.
Remus miró sobre su hombro para ver a Marco saliendo del asiento
trasero. Se veía como la mierda. Su pareja necesitaba descansar seriamente.
Remus daría cualquier cosa si Marco pudiera transformarse para sanar.
Estaba demasiado delgado, pálido y los vendajes sobresalían
contrastando con espanto en su delgada figura. Su cabello corto y negro
sobresalía por todos lados porque Marco pasaba sus manos a través de las
hebras repetidamente.
Y a pesar de que el hombre parecía un completo desastre, todavía estaba
tan hermoso como siempre para Remus. No había otro que se igualara a su
Marco.
—¿Tuyo? —Preguntó el extraño.
Remus no estaba seguro de qué estaba hablando el tipo hasta que se giró
y lo vio mirando. Tenía que haber visto la mirada enamorada en el rostro de
Remus. —Sí, mío. —Y se sintió orgulloso de esa declaración.
Ambos se giraron cuando el estridente grito de un bebé rompió a través
del silencioso aire. El desconocido tenía lágrimas rebosando sus ojos mientras 112
miraba la espalda de Bryson.
—Felicitaciones, hermano. —Remus palmeó al tipo en su brazo. Agarró
la mano de Marco cuando su pareja llegó a su lado, escuchando el sonido de
una nueva vida en medio de un mundo que se había vuelto loco. Era un
recordatorio serio de qué estaban luchando, y por qué. Remus deseó que un
sonido así nunca se extinguiera.
Bryson se dio la vuelta, una camisa envuelta en sus brazos. —Tienes un
hijo —declaró orgullosamente al desconocido y luego le entregó el bebé a su
padre. Las manos del hombre temblaron y tragó como mil veces antes de
tomar lo que Bryson le estaba ofreciendo.
Tan pronto como el padre tuvo al bebé acunado en la curva de su brazo,
Bryson se giró y empezó a atender a la madre una vez más. Remus no estaba
seguro de por qué, y no iba a asomarse para descubrirlo.
En vez de eso, miró por encima de la camisa escocesay vio una
diminuta carita con los ojos azules más grandes que había visto. —¿Cuál es su
nombre?
El padre miró a Remus y sacudió su cabeza. —Todavía no hemos
escogido un nombre. —Sus ojos se posaron en Bryson y los llenó una
expresión pensativa—. Creo que me gusta Bryson.
También a Remus. El nombre era apropiado considerando la
circunstancia.
—Lindo niño —dijo Marco mientras le echaba un vistazo al bebé—.
Deberías llamarlo Marco.
Remus se rio entre dientes. —¿Por qué? No lo trajiste a este mundo.
—Bryson Marco Dillinger. Me gusta—dijo el padre.
—¿En serio? —Preguntó Marco, sus oscuros ojos se redondearon con
sorpresa—. ¿Le pondrías mi nombre a tu hijo?
—Si no fuera por los tres prudentes hombres, probablemente habría
perdido a mi esposa e hijo. No lo estaba haciendo muy bien antes de que
apareciera Bryson.
Estaban lejos de ser tres hombres prudentes, pero Remus estaba feliz de 113
que Bryson no lo hubiese escuchado esta vez. Volvió a mirar al bebé con
admiración. —Es tan diminuto.
El hombre le dio una sonrisa que decía que era el padre más orgulloso
del planeta. —Me llamo Lawson Dillinger.
—Soy Remus.
—Bueno, Remus, ¿te gustaría sostener a Bryson?
—Eso no suena bien en tantos niveles —bromeó Remus—. Pero no, es
demasiado pequeñito. Tal vez se me caiga.
—¿Y tú crees que soy un profesional? —Preguntó el tipo—. Me estoy
sacudiendo como una hoja.
Marco le dio un suave empujón a Remus en el hombro. —Vamos,
sostén a Tiny3
—Me gusta eso —dijo Lawson—. Tiny, sí.

3
Tiny: muy pequeño o diminuto.
Con las palmas sudorosas y un corazón acelerado, Remus alcanzó al
bebé. Dios, estaba aterrado de que fuera a tirar al niño. Sólo era una camisa.
Pero una vez que tuvo el pequeño peso en sus brazos, Remus lo sostuvo con su
vida.
Pero Tiny no pareció notarlo. Parpadeó rápidamente y luego miró a
Remus con curiosidad. Era un hombre grande, aun así, su garganta comenzó a
apretarse mientras miraba al recién nacido. No era nada menos que un milagro
en los brazos de Remus, llana y simplemente.
Bryson salió de la camioneta, sangre en su parte delantera y sudor en su
rostro.
—Debería estar bien para viajar. Todo salió bien. Tu esposa está
durmiendo ahora.
Lawson dio unos cuantos pasos y luego tiró a Bryson en un apretado
abrazo, agradeciéndole al hombre antes de dar un paso atrás. —No hay forma
de que sea capaz de pagártelo.
—Sólo cuida muy bien de ellos —declaró Bryson—. Y ven de vez en 114
cuando para que pueda ver al pequeñín.
—Nombra el lugar y estaremos allí —declaró Lawson firmemente.
Bryson les dijo donde vivían, y los ojos de Lawson se ampliaron un
poco. —¿Acaso ahí no es donde estaba viviendo Enrique Marcelo?
Los tres cambia formas se miraron entre sí, y entonces Bryson inclinó
un poco su cabeza. —Así es.
—Entonces allí estaré—dijo Lawson—. Definitivamente me encantaría
conocer al hombre que hizo que nuestro gobierno cayera de culo.
Remus se relajó y luego entregó a Tiny a Lawson. —Necesitamos irnos.
¿Estás seguro de que estarás bien?
Lawson miró a su hijo y sonrió. —Hemos llegado hasta aquí. —Miró a
Remus—. Estaremos bien.
—Deja que tu esposa descanse un poco, pero el bebé necesitará
alimentarse pronto. Quédense fuera de la vista y traten de encontrar algún
lugar seguro hasta que termine esta guerra —dijo Bryson.
—Eso podría ser durante años —dijo Lawson.
—No. —Remus sacudió su cabeza—. Confía en mí, acabará pronto.
Lawson no dijo ni una palabra, pero la comprensión se hundió en sus
pálidos ojos azules. Les dio un asentimiento mientras caminaba de regreso a
su auto. —Los mantendré a salvo.
Remus observó a Lawson meter a Tiny con su madre, y luego se metió
en el asiento del conductor y se fue, despidiéndose por la ventana mientras
desaparecía por la carretera.
—Es realmente bueno lo que hiciste por ellos —dijo Remus mientras
tiraba de la mano de Marco, guiando a su pareja de vuelta a su vehículo.
—Es para lo que nací —dijo Bryson—. Puede que sea joven, pero
encontré mi vocación a una edad temprana.
Así fue.

115

Marco todavía estaba radiante de orgullo porque su nombre había sido usado
en el bebé recién nacido. ¿Cuán genial era eso? No era como nada que hubiese
sentido antes. Definitivamente esperaba que el padre mantuviera su palabra y
llevara a Tiny para verlos.
Pero hasta entonces, estaba aquí acostado esperando a que Bryson le
quitara todos los puntos. Dolía un montón, y el hombre no tenía
medicamentos. Marco nunca escondió el hecho de que no era tan fuerte como
la mayoría de los leopardos. Eso no quería decir que fuera un debilucho. Eso
siempre lo había hecho un objetivo para los matones a medida que crecía. Si
no hubiese sido por Remus, habría recibido muchas más patadas en el culo
que las que ya había tenido que soportar.
Y los leopardos eran famosos por escoger a los débiles. Eran perversos
y crueles, sin preocuparse por nadie más que ellos mismos. Había unas
cuantas excepciones, como Sasha y Remus. Eran los raros a los que realmente
les daban una mierda.
Esa era parte de la razón por la cual se había enamorado de Remus. El
leopardo no sólo había ahuyentado a los matones, sino que también estaba allí
simplemente para pasar el rato. Marco pudo estar cerca de Remus y el cambia
formas nunca lo había mirado de forma diferente.
—Eso duele —se quejó Marco cuando Bryson sacó un punto de su
muslo. Dios, se sentía como si el hombre estuviera sacándole sus
terminaciones nerviosas a través de su piel. Marco no estaba acostumbrado a
lidiar con las cosas a un nivel humano.
Simplemente apestaba no ser capaz de cambiar y sanar. Extrañaba a su
leopardo. Marco no iba a enojarse y quejarse al respecto. Iba a encontrar una
manera de arreglarlo, o bien, lidiar con la pérdida. Al estar a punto de morir
había aprendido que la vida era demasiado corta como para quejarse.
—Estoy tratando de ser gentil —dijo Bryson—. Es que no tengo el
equipamiento correcto.
—¿Para quitar los puntos? —Preguntó Marco mientras sus cejas caían
sobre sus ojos—. Dame un par de alicates y yo lo haré.
116
—No lo creo —dijo Bryson—. Eres capaz de causar más daño que bien
con un par de alicates.
—Deja de quejarte —dijo Remus de una forma bromista—. Están
saliendo, no entrando.
Marco tenía una mente tan sucia. Remus estaba hablando de los puntos.
Así que, ¿por qué le sonaba tan travieso?
—¿Pueden esperar a que termine antes de que se pongan calientes y
duros? —dijo Bryson mientras tiraba de la piel de Marco—. Se está volviendo
imposible respirar aquí.
Marco podía sentir su rostro acalorándose por la vergüenza, así que se
escondió en los pliegues de sus brazos sobre los que estaba acostado. Podía
escuchar la risa de Remus. Marco deseaba estar a solas con su pareja. Se
unirían al grupo de Rick en poco tiempo, y ahí apenas tendrían un poco de
privacidad.
—¿Con cuantas personas está Rick? —preguntó Marco mientras volvía
a girar su cabeza.
—Demasiadas —respondió Bryson—. Tiene su propio grupo. Creo que
son como doce personas. Luego está el grupo de Clyde. Rick me dijo que tenía
como cuarenta cambia formas con él. Y los coyotes de Iowa acababan de
unirse cuando Miguel y Benito regresaron al grupo.
Marco apenas podía envolver su mente alrededor de tantas personas
viajando por la carretera. —¿Cómo están viajando con tantas personas sin ser
atrapados? —Ese era otro temor que tenía Marco. ¿Qué pasa si había salido de
su escondite sólo para ser asesinado por Cazadores de Especies, mercenarios,
o militares? Eran demasiadas posibilidades.
—Siendo muy cuidadosos —respondió Bryson y luego dio un paso
atrás—. Así que descansa un poco. Nos uniremos a ellos en unas cuantas
horas.
—Gracias —dijo Marco mientras Bryson y Remus limpiaban los
vendajes descartados. Ahora todo lo que Marco tenía que hacer era mirar en el
espejo las cicatrices en su rostro.
Lo que le aterraba y hacía que su estómago se acalambrara era el hecho
de que simplemente pudiera verse como el fenómeno, que su padre le había 117
acusado ser.
Capítulo Catorce
Marco tomó una profunda respiración cuando se sentó en el retrete del
motel que habían encontrado para que Bryson le quitara los puntos. Estaba
muerto de miedo de mirar en el espejo. Sus manos estaban inestables mientras
las pasaba por su cabello.
¿Qué pasa si lucía horrible y Remus se arrepentía de aparearse con él?
Todo su cuerpo estaba cubierto de cicatrices. Lo menos que pudo haber hecho
el bastardo de Jayson era dejar en paz su rostro. Pero esa fue la primera cosa
que el hombre atacó.
Marco todavía sentía el dolor del cuchillo mientras cortaba su piel.
Marco todavía tenía pesadillas al respecto. Se despertaría sudando frío sólo
para darse cuenta de que no estaba en esa habitación de hormigón y Jayson no
estaba por ningún lado.
—Puedo hacer esto —se susurró—. Puedo mirarme en el espejo. — 118
Necesitaba dejar de ser un jodido cobarde y simplemente enfrentarlo. Marco
se levantó del inodoro y luego volvió a sentarse.
—Joder —dijo mientras apretaba sus dientes. Descubrir si era un
fenómeno con la cara rajada era más difícil de lo que pensaba. La valentía no
llegaba. Sin importar lo que se dijera, su cuerpo no lo llevaría esos pocos
pasos hacia el espejo.
—¿Está todo bien ahí dentro? —Preguntó Remus desde el otro lado de
la puerta.
Marco metió sus manos bajó sus axilas y trató de normalizar su
respiración. No estaba bien. Y si era un fenómeno por lo que Jayson le había
hecho, nunca estaría bien. Ya era bastante malo que fuera pequeño para ser un
leopardo. Ahora también era feo. Para empezar, no era como si fuera un
magnifico modelo.
—Jódete, destino —apretó los dientes mientras se quedaba ahí sentado
con las manos pegajosas y el comienzo de un dolor de cabeza.
—¿Marco?
Secando sus sudorosas palmas en sus pantalones, Marco volvió a
empujarse hasta el borde del inodoro. Dio un paso, y luego otro hasta que
estaba parado frente al lavamanos. Pero su cabeza seguía gacha.
—¿Qué está pasando? —Preguntó Remus por detrás. El tipo había
entrado, y aunque Marco estaba muy enojado con el destino, no podía
encontrarse gritándole a Remus que se fuera. El cambia formas era lo único
que tenía ahora. Marco no iba a ser lo bastante tonto como para alejarlo. Sólo
esperaba que Remus no saliera corriendo cuando viera la cara de Marco. Tan
pronto como Bryson terminó de sacarle los puntos, Marco se había apresurado
al baño.
—Marco, háblame.
Su pareja deslizó sus brazos alrededor de la cintura de Marco y tiró de
su espalda contra el pecho de Remus. —¿Por qué estás aquí parado?
—¿Qué tan mal me veo? —le preguntó a Remus—. ¿Soy un monstruo
horrendo?
—¿De qué estás hablando? —Preguntó Remus—. ¿De las cicatrices? 119
—Sí, las cicatrices —dijo Marco amargamente—. Respóndeme.
Los brazos de Remus se tensaron a su alrededor. Marco sabía que era
por la forma en la que le había hablado a Remus. Marco nunca antes había
sido amargado con su mejor amigo. —¿Por qué no te miras tú mismo?
Marco sacudió su cabeza. —N-no puedo.
Remus metió sus dedos debajo de la barbilla de Marco y levantó su
cabeza.Marco cerró sus ojos de golpe. —Mírate, bebé.
Con un corazón acelerado, Marco abrió sus ojos lentamente. Se miró en
el sucio espejo, viendo por primera vez lo que Jayson le había hecho. Había
una línea desde el exterior de su ojo hasta la esquina de su boca a ambos
lados.
—Ves, no es tan malo y apenas se nota.
Si Marco hubiese estado viendo a alguien más, no habría pensado nada
de las dos líneas verticales. Pero estaba viendo las cicatrices en su cara. Para
Marco, resaltaban como un faro en la noche.
Trató de darse la vuelta para escapar, pero Remus lo sostuvo con
firmeza en su lugar. —No vas a huir de mí, Marco. Te conozco demasiado
bien, y no permitiré que te autoflageles por esto.
—Por supuesto que no —espetó Marco—. No eres quien tiene estas
cicatrices.
—Ya córtala —dijo Remus mientras sacaba a Marco del baño y lo
sentaba en la cama—. Apenas se notan. El doctor hizo un maldito buen
trabajo.
Marco giró su cabeza, sintiéndose como Humty Dumty una vez más.
Estaba todo cosido para unirlo de nuevo, aun así, sentía como si fuera a hacer
estallar los puntos. —Di la verdad, Remus. Odias haberte apareado conmigo.
Estás atascado con un fenómeno.
Remus emitió un estruendoso gruñido mientras atrapaba las manos de
Marco a los lados de su cuerpo. Se inclinó, sus ojos verdes estaban
oscurecidos con furia. —Nunca me arrepentiré de aparearme contigo, Marco.
¡Nunca vuelvas a decir algo así! No eres un maldito fenómeno. Sigues siendo
tan impresionante como siempre. Deja que de andar enfurruñado o juro que 120
voy a patearte el trasero.
Por primera vez en la vida de Marco, realmente le temía a Remus. El
hombre lo haría. Marco no dudó de la amenaza ni por un segundo. Podía ver
la dura promesa en los ojos del hombre. —Pero…
—Sin peros, Marco —dijo Remus justo antes de bajar su cabeza y besar
cada lado de la cara de Marco—. Eres muy impresionante, bebé.
No estaba muy seguro de qué decir ante eso. Sabía que Remus le estaba
diciendo la verdad a partir del olor del hombre. Remus realmente creía que
Marco era atractivo. Mil emociones enredadas atravesaron a Marco. Quería
creer a su pareja. Realmente quería. ¿Cuántas veces en su vida su padre lo
había llamado fenómeno antes de morir? ¿Mil, diez mil?
Y aquí estaba su pareja, confesando que pensaba que Marco era
atractivo y que se llamara fenómeno molestaba a Remus. En ese momento
Marco supo cuán afortunado era. Tenía una pareja a quien verdaderamente
amaba y que le quería.
Marco deslizó su mano por detrás del cuello de Remus y acercó más la
cabeza de su pareja, enterrando su rostro en la curva del cuello de Remus. —
Gracias.
—¿Por qué? —Preguntó Remus—. ¿Por decirte la verdad
honestamente? —Remus tiró hacia atrás la cabeza de Marco y le dio una
sonrisa que causó estragos en el cuerpo de Marco—. Amo la forma en la que
luces. Desde las hebras negras en tu cabello hasta las sexis puntas de tus pies.
—¿Crees que los dedos de mis pies son sexis? —preguntó Marco
atónito.
—Corazón, todo sobre ti es sexi. —Como si probara su punto, Remus
liberó a Marco y se deslizó en la cama, agarrando sus pies y besando la punta
de cada uno. El hombre no tenía ni idea lo superlativo que era. Marco movió
sus dedos y se rio.
—Si vas a lamer alguna parte de mi cuerpo, las puntas de mis pies no
están en la parte superior de mi lista. —Marco liberó su pie y luego se levantó,
dándole a Remus una seductora demostración meneándose para salir de sus
pantalones. Se aseguró de levantar su culo en el aire cuando se agachó para 121
quitárselos.
Casi se cayó cuando Remus agarró una nalga y apretó.—Vas a
volverme loco, ¿no es cierto?
Marco se torció a un lado y sonrió. —Voy a intentarlo.
El amor en los ojos de Remus destrozó cualquier duda que Marco
tuviera sobre el hombre. Su pareja lo amaba independientemente de cómo se
veía ahora. Marco se enderezó y se dio la vuelta, tirando a Remus en sus
brazos y abrazándolo con fuerza. —Te amo, Remus.
Una mano gentil alisó su espalda. —También te amo, Marco. Ahora
termina de desvestirte antes de que te folle con tu camisa puesta.
Marco sonrió mientras dejaba ir a Remus y se quitaba su camisa. Podía
ver a Remus mirándolo de la cabeza a los pies. Era un poco intimidante
considerando que su pareja estaba completamente vestido. —¿No vas a
desnudarte?
—Tan pronto como esté satisfecho —dijo mientras empezaba a caminar
alrededor de Marco.
—Nunca supe que eras tan pervertido.
—Eso es porque acabamos de empezar a dormir juntos, bebé. Vas a
descubrir que me gustan un montón de cosas. Una sería tenerte de rodillas
chupando mi polla.
El tipo iba en serio. Marco sintió revoloteos en su estómago mientras
descendía sobre sus rodillas. Estaba mirando directo a los vaqueros de Remus
en donde veía un duro contorno.
—No morderé. Lo prometo.
Marco se estiró y desabrochó el botón, y luego bajó la cremallera. El
olor del pre-semen de su pareja lo golpeó incluso antes de que viera el punto
húmedo en la ropa interior de color gris oscuro que usaba Remus. Deslizó su
dedo en la pretina del bóxer de su pareja y luego le dio un tirón a la tela.
El movimiento reveló la cabeza de la polla de Remus. Marco casi no
podía respirar. Bajó su cabeza, saboreando la esencia de su pareja mientras
lamía el líquido claro que estaba chorreando pesadamente.
—No juegues conmigo, bebé —dijo Remus en un tono que era pura 122
seducción—. Te necesito demasiado.
Esas palabras, combinado con el sabor de su pareja, y la mirada
complacida en los ojos de Remus impulsó a Marco a tomar toda la polla en su
boca. Tomó a Remus hasta el fondo de su garganta, respirando a través de su
nariz e inhalando el olor del hombre hasta su núcleo.
—Eres tan hermoso, Marco. —Remus hundió su mano en el cabello de
Marco y le dio un pequeño tirón mientras empezaba a empujar sus caderas
hacia adelante.
Marco cerró los ojos mientras saboreaba a su pareja, su toque, y sobre
todo, su polla. Su lengua se burló del hinchado eje, trazando las venas y
deslizándose bajo la cabeza mientras oía los gemidos de aprobación de Remus.
Los sonidos de su compañero se apoderaron de Marco mientras abría la
garganta para tomar la polla de Remus una y otra vez. Sus dedos se enterraron
en los muslos cubiertos por los vaqueros de Remus, su sangre corriendo con
una euforia que nunca había pensado posible. La única vez que podría superar
esto era cuando Remus lo reclamó.
Cuando abrió sus ojos, su pareja estaba mirándolo con tal suavidad en
sus ojos. Marco admiró el cabello castaño claro de Remus, su rostro sin afeitar
y su tostado cuerpo.
—Sigue mirándome de esa manera y tal vez piense que me deseas —
dijo Remus antes de agarrar el pelo de Marco y liberar su polla.
Marco quería quejarse. Le encantaba el sabor de su compañero en su
lengua. Pero cualquier protesta que pudiera haber tenido murió en sus labios
cuando Remus hizo que Marco se levantara y lo inclinó sobre el lado de la
cama. Su pareja todavía no se había desnudado. Marco empezaba a
preguntarse si lo haría. La áspera tela de mezclilla de Remus se sentía en la
parte posterior de sus piernas mientras su compañero se ponía sobre él, su
mano se deslizaba sobre el trasero de Marco. —Me encanta que este culo sea
todo mío.
Los ojos de Marco rodaron hasta la parte posterior de su cabeza
mientras se mordía el labio inferior. Los dedos de Remus se burlaban de su
agujero, presionando contra él y luego retrocediendo. Siempre había seguido
el liderazgo de Remus a medida que crecían y sabía que el hombre tenía una
123
personalidad dominante, pero sentir que Remus tomaba el control era como un
subidón para Marco.
—Maldita sea, quiero joderte —dijo Remus contra su oído—. Sólo
pensar en hundir mi polla en tu culo me pone duro.
—Entonces hazlo —se quejó Marco mientras empujaba su culo contra
los dedos de Remus, sintiendo la necesidad de ser follado palpitando a través
de su ingle y su culo—. Jódeme, Remus.
Se estaba empezando a desesperar por sentir a su pareja dentro de él.
—Paciencia —dijo Remus mientras mordisqueaba a Marco—. No
puedo simplemente joderte, bebé. —Un dedo presionó con fuerza la entrada
de Marco.
—Sí —rogó Marco—. N-no me importa. —No podía creer que
estuviera contándole a Remus su pequeña y secreta perversión. Marco no
quería ser golpeado o algo así, pero había fantaseado con ser follado de esa
manera.
—¿Qué estás diciendo, Marco? —Preguntó Remus mientras se estiraba
y registraba su bolso en el suelo, sacando una botella de lubricante—. ¿No
quieres ser estirado?
Marco podía sentir su rostro sonrojándose mientras asentía. No estaba
seguro de por qué estaba avergonzado de decirle a Remus lo que quería, pero
sentía que estaba bajo un microscopio cuando Remus selló sus ojos con los
suyos.—¿Estás seguro?
—A-al menos quiero intentarlo.
Remus lo miró por un largo momento y luego bajó su cabeza, rozando
sus labios sobre los de Marco. —Sólo quiero que estés satisfecho en nuestra
vida sexual.
—Lo estoy —declaró Marco rápidamente, aunque hasta ahora sólo
habían tenido sexo una vez. Pero, maldición, su primera vez juntos había sido
memorable.
—Si quieres que me detenga, entonces dilo. —Remus retrocedió,
pateando sus pantalones para quitárselos y arrojándolos a un lado antes de 124
rociar su polla con el lubricante—. En serio.
Marco podía sentir que su corazón latía más rápido cuando Remus bajó
la botella, esparció el gel claro sobre su erección, y entonces se acercó a él. Se
giró, agarrando las sábanas mientras Remus cubría su espalda.
La cabeza roma de la polla de su compañero presionó contra su agujero,
y entonces Marco se mordió el labio inferior mientras Remus empezaba a
entrar en él. Al principio Marco pensó que había cometido un grave error con
su petición, pero el placer estaba allí, junto con el intenso ardor.
—¿Se siente bien? —Preguntó Remus mientras sus dedos se enterraban
en los costados de Marco—. ¿Te gusta?
—Remus —lloriqueó Marco, incapaz de poner sus sentimientos en
palabras. Era como nada que había sentido antes. La mezcla era simplemente
increíble, pero esa ni siquiera era una descripción correcta. Era más que
increíble. Su respiración era laboriosa mientras Remus adentraba su polla
lentamente.
Marco envolvió sus tobillos alrededor de Remus y empezó a empujar
hacia atrás. Su respiración se atascó en su garganta cuando sintió la barbilla
sin afeitar de su pareja raspando junto a su hombro. La sensación añadida hizo
que Marco gritara.
—Cualquier cosa que quieras, bebé —murmuró Remus. Remus empujó
el resto del camino hasta que estaba enterrado hasta la empuñadura—. Joder.
Marco sujetó las sábanas con más fuerza, montando la ola de dolor y
placer. Y entonces Remus comenzó a curvar sus caderas y follar a Marco
como un hombre agonizante. Podía sentir las garras de su compañero saliendo,
y eso sólo hizo que Marco se excitara más. No quería ser arañado, pero saber
que estaba haciendo que Remus perdiera el control era emocionante. Su pareja
ya había demostrado que podía cambiar parcialmente cuando reclamó a
Marco. Aunque Marco estaba encantado de que Remus todavía tuviera
algunas habilidades, no se estaba dando la falsa esperanza de que ambos, tarde
o temprano, recuperaran su capacidad para cambiar.
Marco lloriqueó cuando Remus cambió su ángulo y su punto dulce fue
golpeado una y otra vez. —Oh, dios… jódeme más fuerte, Remus.
Su compañero le tomó la palabra. Marco inclinó las caderas hacia arriba
mientras su compañero embestía su culo, enviando a Marco más cerca del 125
borde. Tan sólo necesitaba un poco más, algo que haría... Marco gritó cuando
Remus le mordió el hombro. Su cuerpo se estremeció y convulsionó debajo de
su pareja, su polla explotó y su semilla parecía que estaba siendo arrancada de
su cuerpo.
Remus se hundió más profundo, moviéndose aún más rápido antes de
ponerse rígido detrás de Marco y luego soltó su hombro, aullando su
liberación.
Marco apoyó su cabeza en la cama, jadeando mientras su pareja
colapsaba encima de él. —Te amo, Remus, pero quítame tu pesado culo de
encima.

Edward respondió su teléfono al segundo tono, esperando que la persona que


llamaba fuera su pareja. Extraña escuchar su voz y deseaba desesperadamente
que todo esto terminara para así poder ir a casa y estar con su familia.
—Edward.
—Soy Phillip.
Edward se alejó del bullicio de los hombres que lo rodeaban y encontró
una zona más aislada. —¿Pasa algo malo?
Su primo no debería estar llamándolo. Edward dejó muy claro que
apagaran los teléfonos mientras estaban en la cabaña. No quería que rastrearan
a ninguno de ellos.
—Frisk está desaparecido —dijo Phillip—. No puedo encontrarlo por
ningún lado. —Edward podía oír el pánico en la voz del cambia formas.
—¿Isabelle y EJ? —Preguntó Edward mientras sentía su corazón
trepando hasta su garganta—. ¿Dónde están, Phillip? —Edward ya empezaba
a moverse hacia la camioneta de Clyde. Iba a dirigirse de regreso a la
cabaña.Edward se congeló ante las siguientes palabras de Phillip.
—N-no lo sé.

126
Capítulo Quince
Frisk no estaba seguro de qué hacer, pero sabía que tenía que hacer algo
y no era quedarse ahí sentado sobre su culo con una banda de hombres coyote
mirando a Isabelle y a él. Isabelle estaba sosteniendo a EJ en sus brazos,
presionándolo cerca de su pecho mientras ambos se sentaban en el piso sucio
del túnel debajo de la cabaña.
Un tic palpitó en la mandíbula de Frisk mientras observaba al líder jugar
con su cuchillo, haciéndolo girar en su mano. —Estoy tan sorprendido por
haber sido capaz de capturarlos a los dos que no estoy seguro de qué hacer con
vosotros.
Frisk también estaba sorprendido. Nunca pensó en mantener un ojo en
el túnel. Era su medio de escape. No se le había ocurrido que también podría
ser un punto de entrada para cualquier enemigo.
Había sido un maldito tonto. 127

Si esos bandidos tenían éxito a la hora de matar a todos los que estaban
en la cabaña, muchas vidas serían destruidas.
—¿Lastimarías a un bebé? —Preguntó Isabelle a través de sus dientes
apretados, sus ojos pardos estaban llenos de odio y miedo.
—Señora —dijo el líder mientras se acercaba más. Frisk se acercó,
negándose a permitir que dañaran a Isabelle. No sólo su rey le había dado a
Frisk la responsabilidad de vigilarla, sino que Frisk sabía que moriría por
protegerla, incluso si Edward no hubiese emitido la amenaza—. Haría
cualquier cosa con el fin de capturar a los seres queridos de los hombres más
buscados en los Estados Unidos. ¿Sabes lo que pagarían por tenerlos de
regreso?
—¿Entonces esto se trata de dinero? —preguntó Frisk, rechazaba que
una persona usara a otro ser por una ganancia monetaria.
—Siempre se trata de dinero —respondió el hombre—. La guerra
terminará tan pronto como los Rebeldes lleguen a Washington. La nación va a
tener que ser reconstruida. Preferiría estar sentado en la cima que
arrastrándome para sobrevivir.
—Eres despreciable —espetó Frisk.
—Por qué, gracias —dijo el líder, como si Frisk estuviera dándole un
cumplido.
—Estaba insultándote, idiota —intervino Isabelle.
—Todo depende de cómo lo mires. —El líder retrocedió y los dos
guardaespaldas con él se rieron. Frisk podía derribar a uno de ellos, pero no a
los tres. También sabía que los imbéciles usarían a Isabelle para dominar a
Frisk. No podía arriesgarla,ni al bebé.
Qué mal que nadie había visto a los hombres entrando a la habitación de
Isabelle. Frisk había estado ahí jugando con EJ cuando la parte trasera del
armario se había abierto y los tres hombres entraron al dormitorio.
Frisk mantuvo un ojo en el cuchillo del hombre mientras trataba de
averiguar una forma de salir de esta. Su única forma de escapar era por el túnel
de la cabaña. Los coyotes estaban bloqueando el camino que los conduciría al 128
bosque.
—Digo que los atemos, llevémoslos a nuestra camioneta, y luego
regresemos por más —dijo uno de los otros idiotas.
—Pero no sabemos quiénes son todos los que están en la cabaña —
respondió el líder—. Tenemos que proceder con lógica.
Frisk dudaba si es que tenían un solo hueso lógico entre los tres. Podía
decir que secuestro y mantener a alguien para pedir un rescate no era su día de
trabajo. Pero, aunque los tres parecían inciertos, eso no significaba que no
fueran mortales. Frisk no iba a cometer ese error.
Y no iban a atarlo. Si Frisk podía evitarlo, no iba a dejar que lo tocaran.
—Muy bien —dijo finalmente el líder mientras agarraba su cuchillo con
fuerza en su mano—. Levantaos y empezar a moveros.
Ayudando a Isabelle a ponerse de pie, Frisk hizo su mejor esfuerzo para
caminar a su lado, pero el túnel no era una estructura amplia. En cambio,
caminó detrás de ella, asegurándose de que no la tocara ninguno de esos sacos
de mierda. Caminando despacio, trató de elaborar un plan en su mente.
El túnel empezó a descender un poco y el aire se enfrió. Podía sentir el
frío rozando su piel. No tenía puesta una chaqueta cuando fue forzado a entrar
en el túnel.
—Estás cometiendo un gran error —discutió Isabelle mientras
caminaba—. No tienes ni idea de qué va a hacer Edward cuando descubra que
nos secuestraste.
Frisk no se dejó engañar por sus palabras. No tenían ni idea de lo que
les haría Isabelle si le dieran la oportunidad. Pero tenía a EJ, por lo que pelear
estaba fuera de la cuestión. Frisk no estaba seguro de las opciones que tenía.
Estaba en desventaja numérica y se dirigía hacia la salida. Si estos hombres
lograban sacarlos de allí, el grupo de Rebeldes tendría dificultades para
encontrarlos.
¿Y dónde estaban los osos que se suponía que vigilaban la zona
circundante? Saber que los tres coyotes habían logrado pasarlos le dijo a Frisk
que estos hombres eran más peligrosos de lo que pensaba. Si habían 129
conseguido acabar con los cambiaformas oso, entonces eran capaces de reunir
a todos los que estaban en la casa y llevárselos.
Todos los cambia formas eran mujeres, o bien, menores de edad,
excepto Phillip. También había humanos allí, pero Frisk sabía que un humano
no tenía ninguna posibilidad contra los coyotes. No sólo eran fuertes, sino que
también deshonestos.
—Apresuraros —dijo el coyote detrás de él mientras colocaba una mano
en el hombro de Frisk, empujándolo.
—Déjalo en paz —discutió Isabelle—. Ya nos tienes. No hay necesidad
de andar empujándolo.
Frisk quería decirle que era un hombre que no necesitaba que nadie
hablara por él, pero se quedó callado, nos estaba dispuesto a hacer que les
hicieran más daño. Tenía que pensar en Isabelle y EJ.
Caminando, Frisk escuchó un gruñido bajo en la distancia. Las sucias
paredes devoraban cualquier sonido más allá de ellas, no se oían ecos. Pero
escuchó un gruñido de advertencia.
Boston los estaba siguiendo. El chico podía ser un adolescente, pero era
un cambia formas. Eso los haría dos contra tres.
Frisk comenzó a ralentizar aún más, tratando de darle al niño la
oportunidad de alcanzarlos. No podía permitir que abandonaran los túneles.
—¿Escuchaste eso? —Preguntó uno de los coyotes. Frisk podía ver al
hombre mirando detrás de ellos—. Escuché algo.
Esperaba que lo dejaran pasar. Frisk sabía que Boston había dado una
señal para dejarle saber que el adolescente les estaba pisando los talones. Pero
un ataque sorpresa era la única apuesta ahora.
—No escuché nada —dijo el líder mientras se detenía y miraba detrás
del pequeño grupo—. Necesitamos movernos si vamos a regresar a tomar al
resto. —Se giró sobre sus talones y empezó a caminar otra vez.
Frisk tenía que pensar rápido. Pretendió caerse, golpeando con fuerza el
piso cubierto de suciedad.
—Levántate —dijo uno de los matones mientras se agachaba y agarraba
a Frisk con rudeza por el brazo—. Sé que puedes ver perfectamente bien acá 130
abajo. Deja de ser tan torpe.
Mientras Frisk se ponía de pie, vio los ojos verdes del gato
persiguiéndolos, acosando a los hombres. Y entonces vio otro par de ojos.
Eran más pequeños y de un color azul grisáceo. Sammy.
Sasha mataría a Frisk si les pasaba algo a sus niños. Pero si los dos no
interferían, Frisk e Isabelle no tendrían ni la más mínima oportunidad de
escapar.
EJ empezó a retorcerse en los brazos de Isabelle, y Frisk supo que el
joven cachorro olió a sus compañeros de juegos. Frisk estaba sorprendido de
que los coyotes no hubiesen olido a los dos leopardos detrás de ellos. Tropezó
y se volvió a caer.
—¿Cuál es tu maldito problema? —Dijo el coyote con irritación—.
¿Qué eres, un retrasado mental?
Frisk agarró el tobillo de Isabelle y le dio un tirón, que cayó
rápidamente mientras Frisk cambiaba a su forma de hombre rata, atacando al
hombre que trató de volver a levantarlo.
—¡Hijo de puta! —Gritó el cambia formas cuando Frisk mordió su
mano.
Boston y Sammy atacaron, luchando contra los otros dos coyotes. Frisk
podía oír los gritos distantes y supo que los hombres de la cabaña no estaban
demasiado lejos. Debían haber seguido a los dos leopardos.
—¡Maldita sea! —Gritó el coyote mientras golpeaba a Frisk en la
cabeza—. Quítatede encima. —Justo cuando dijo la última palabra, el hombre
cambió a su forma de coyote. Frisk se arriesgó a dar una mirada rápida y vio
que Isabelle se había puesto de pie y se apresuraba a regresar por el túnel, un
pequeño infante en forma humana en sus brazos.
Ya era la maldita hora de que EJ se transformara.
—¡Ayuda! —Gritó Isabelle—. ¡Aquí abajo!
Frisk se alejó rápidamente del coyote cuando sonó un disparo y la bestia
contra la que estaba luchando cayó. Dos disparos más y los tres bandidos
estaban tumbados en el piso cubierto de suciedad.
—¿Están todos bien? —Preguntó Papá mientras se arrodillaba junto a 131
Frisk—. ¿Estás herido, hijo?
Frisk sacudió su cabeza diciendo que no. Estaba sacudido por que la
situación de vida o muerte había terminado, pero no estaba más que
desgastado.
—Volvamos a la cabaña, muchachos —dijo Howard, el padre de
Dorian—. Tenemos algunos osos heridos, pero parecen estar vivos. Voy a
hacer que uno de ellos esté aquí vigilando la entrada una vez que se sientan
mejor.
Frisk necesitaba unas serias vacaciones.

—Sólo espera, Edward —dijo Rick mientras agarraba el brazo de su cuñado—


. Vuelve a llamar a Phillip y averigua qué está pasando. No puedo creer que
les haya pasado nada malo con tanta gente cuidándolos.
—¡No sabe en dónde está mi pareja y mi hijo! —discutió mientras
empujaba a Rick.
Su familia también estaba allí. Rick enviaría un mensaje a través de la
red de que la lucha era pospuesta si necesitaban volver a la cabaña. No había
forma de que dejara que le pasara nada a nadie.
Edward no parecía convencido, pero marcó de todos modos. Había un
fino tic en la mandíbula del hombre mientras esperaba. Mientras ambos
esperaban.
—¿Edward?
—¿Qué está pasando, Phillip?
Rick se quedó ahí parado y escuchó la conversación, su estómago tenía
un apretado nudo.
—Habían unos coyotes que encontraron la entrada del túnel… —Rick
escuchó mientras Phillip relataba lo que había pasado. Podía ver los incisivos
de Edward alargándose cuando su sobrino le dijo que Isabelle y EJ habían sido
raptados. 132

—Pero ahora están muertos —dijo Phillip mientras empezaba a finalizar


su historia—. Papá y Howard pusieron a uno de los osos en la entrada de
abajo. No creo que volvamos a tener problemas.
Rick estaba orgulloso de Frisk por mantener la cabeza fría. También
estaba orgulloso de Boston y Sammy por rastrear a los bandidos y pelear para
mantener a los otros a salvo. Eso le demostró que los juveniles se estaban
subiendo al plato y protegiendo a su familia.
Era una tarea intimidante para los más jóvenes. Pero los tiempos habían
cambiado. Responsabilidades que no debería recaer en sus hombros todavía,
ahora las tenían alrededor.
—EJ cambió —dijo Phillip—. Se transformó en el túnel.
Rick podía ver la felicidad y el arrepentimiento en los ojos de Edward.
El hombre debería haber estado ahí para ese momento. Esta guerra les había
quitado tantas cosas. Rick odiaba que su cuñado se perdiera algo tan precioso.
—Pon a Isabelle al teléfono —dijo Edward, su voz espesa con la
emoción. Rick dejó su lado, dándole algo de privacidad mientras buscaba a
Dorian.
—¿Está todo bien? —Preguntó su pareja.
—Ahora sí —respondió Rick mientras deslizaba su brazo alrededor del
cuello de Dorian—. Sólo es otra cosa que el destino está tratando de arrojar en
nuestro camino para que reduzcamos la velocidad.
—¿Realmente piensas eso? —Preguntó Dorian—. ¿Crees que tal vez ir
a Washington sea una mala idea?
—No —respondió Rick honestamente—. Pero creo que la vida como la
conocemos ya no seguirá existiendo. Se avecinan cambios, Dorian, cambios
que ojalá sean beneficiosos para todos nosotros. —Rick podía sentir algo en
su interior. Había un presentimiento en el centro de su pecho que le decía que
las cosas iban a cambiar para siempre una vez que llegaran a la Casa Blanca.
Simplemente no sabía qué cambios iban a ser. La única cosa que Rick
podía hacer era emitir una plegaria para que los vientos por fin cambiaran a su 133
favor.
—Bueno, si la crisis ha sido evitada, creo que necesitamos seguir
moviéndonos. —Justo cuando Dorian pronunció las palabras, Rick vio a
Brooke estacionando. Podía ver a Papi sentado en el asiento delantero, Deluca
en el de atrás.
Otro auto estaba detrás de ellos, Mason conducía. —Ya era hora,
maldición —masculló Rick mientras caminaba hacia allá para reunirse con
ellos—. ¿Qué hizo que se demoraran tanto? —preguntó Rick mientras
apoyaba un brazo en la ventana abierta del conductor.
—Tuvimos que tomar unos cuantos desvíos para evitar a los lugareños
—respondió Brooke—. Tengo el presentimiento de que nuestro viaje ya no es
un secreto. No sólo los cambia formas se están reuniendo numerosamente,
sino que también nuestros enemigos. Vi el convoy más grande que he visto
desde que empezó está guerra allá en Indiana.
Rick sabía que no serían capaces de mantener su viaje en secreto para
siempre. Así como los cambia formas habían estado esperando a que Rick
diera la señal, también lo habían hecho todos los demás. Eso sólo significaba
que iban a ser golpeados con fuerza por los Cazadores de Especies,
mercenarios y militares.
—Entonces sugiero que no permanezcamos aquí. —Rick palmeó el
costado de la camioneta y luego se dirigió hacia su propio vehículo. Se
estaban dirigiendo al este, a través de Pennsylvania, pero se sentía como si
tuvieran otros veinte estados entre ellos.
El viaje sería largo, difícil y lleno de obstáculos, pero Rick estaba
determinado a alcanzar su meta. Mientras salían del punto de estacionamiento
en el que habían estado descansando, Rick escuchó el sonido distante de los
helicópteros, que se estaba acercando.

134
Capítulo Dieciséis
El capitán O’Hanlon del Special Naval Warfare entró en el restaurante y
avistó al almirante James inmediatamente. El hombre estaba recostado en una
silla, su cena ya estaba frente a él en la mesa.
—Capitán —dijo el almirante James mientras O’Hanlon se aproximaba
a la mesa—. Tome asiento.
Podía decir a partir del tono del almirante que el tipo ya sabía que los
problemas se dirigían en su camino en gran número. Inteligencia secreta
estaba reportando que había un gran movimiento en el norte de Pennsylvania,
y una persona había confirmado que Enrique Marcelo estaba con el grupo de
Rebeldes.
—Le dije que, si esto se venía abajo, iba a tener que caer por esto.Su
incompetencia no sólo ha permitido que el animal viviera, sino que ahora se
está dirigiendo hacia nosotros —dijo el almirante James con una tranquila 135
rabia—. No hay forma de arreglar esto. He despachado a las tropas para
acabar con Enrique y su grupo.
—¿Y cree que las tropas pueden acabar con Enrique Marcelo cuando
incluso el Escuadrón de la Muerte falló en esa tarea? —O’Hanlon estaba
cansado de andar jodiendo alrededor del almirante James. El hombre era una
espina constante en su costado.
Así como se había encargado del vicealmirante Harrington, O’Hanlon
sabía que el almirante James tenía que ser silenciado. Había sido
extremadamente cuidadoso al permanecer tan distante como pudo.
La única persona que sabía su verdadera intención era el teniente
comandante John Freedman. Pero desde que el hombre era un enemigo del
estado, era la palabra de O’Hanlon contra la del teniente. Qué mal que no
había logrado matar al hombre.
—Tu Escuadrón de la Muerte era una broma.
—Eran los mejores hombres que hemos entrenado —señaló
O’Hanlon—. No se olvide que aquí estamos lidiando con animales. Se
enfrentaron contra unos fenómenos de la naturaleza.
El almirante James secó su boca y luego colocó la servilleta en la mesa,
reclinándose cuando el mesero trajo una taza de café fresco y la colocó frente
al Almirante. Una vez que volvieron a estar solos, James se inclinó hacia
adelante, sus ojos calculadores. —Vamos a cortar esta mierda, David. Ambos
sabemos qué estás apostando en esto. Engendraste un animal y ahora estás
tratando de eliminar la evidencia. Nuestras manos están sucias. Si el
presidente…
—Nunca lo sabrá —declaró O’Hanlon con pura confianza.
El almirante James cogió su café y tomó un sorbo, mirando a O’Hanlon
por encima del borde. —¿Cómo estás tan seguro de que no sabe sobre
nosotros? Alguien se esforzó mucho en silenciar a Harrington. Estoy dispuesto
a apostar que sabes algo sobre su muerte.
Y el almirante estaría en lo correcto. Pero O’Hanlon mantuvo eso para
sí mismo. No era de los que se jactaba de sus sucios secretitos. Tenía el 136
presentimiento de que el almirante James eventualmente descubriría su
relación con Enrique. Sólo era cuestión de tiempo.
—Y usted tiene sangre en sus manos, almirante. La muerte de su
hermana fue una pérdida tan trágica para usted.
—Aún lo es —dijo el almirante James como si no fuera quién ejecutó a
su hermana y a su pareja—. Qué vergüenza.
—Entonces, ¿me pidió que viniera aquí para decirme que voy a caer
junto con todo esto? —preguntó O’Hanlon calmadamente.
—No —dijo el almirante James mientras bebía su café—. Te pedí que
estuvieras aquí para averiguar si has enterrado nuestros nombres lo bastante
profundo. Los Rebeldes se acercan. Si pasan nuestras tropas, estarán aquí el
viernes a más tardar. Necesitamos tomar medidas de contraataque para
asegurarnos que nuestros nombres no están asociados al escándalo más grande
del que Washington jamás ha sido testigo.
O’Hanlon pasó la punta de su dedo alrededor del borde del vaso puesto
frente a él. Era el agua del almirante. Limpió el polvo entre sus dedos y luego
sonrió al almirante James. —Confíe en mí. No enfrentará sus acusaciones. Lo
prometo.
O’Hanlon se puso de pie justo mientras el almirante James comenzaba a
ahogarse con su propio aliento. Su rostro se tornó de un azul oscuro y se
estaba agarrando su garganta.
Saliendo al frío aire de la noche, O’Hanlon empezó a caminar hacia su
auto. Vislumbró entre las sombras al mesero, que había traído el café
envenenado del almirante,esperándole. En vez de pagar al joven, O’Hanlon
sacó su pistola, el silenciador puesto, y disparó a la sombra justo entre los
árboles.
Subiéndose a su auto, O’Hanlon pasó el pintoresco río, se detuvo, y
lanzó el arma.
No, el almirante James no iba a enfrentar sus acusaciones, sólo a su
creador.

137

Salvador Santos Almeida caminó por el terreno con una gracia silenciosa.
Cada paso que daba era medido, exacto. Sus compañeros y él habían
conducido a Kraven al límite de los Territorios del Norte y lo estaban
rastreando hacia el este. Estaban tan lejos de la guerra como podían.
Hacía un frío de mierda aquí, también. Pero Salvador no iba a dejar que
Kraven se alejara. Si lo hacía, entonces los Segadores de Almas causarían tal
estrago que la especie humana nunca estaría a salvo. No, la única forma de
controlar a las criaturas sin alma era matando o confinando al vampiro.
—Si no estuviéramos cazando a un vampiro demente, este sería un
pintoresco lugar para pasar las vacaciones —dijo Freedman mientras se
quedaba ahí parado mirando a su alrededor—. Es simplemente hermoso.
—Siempre y cuando no seamos comidos por un oso polar —dijo Omar
mientras sujetaba su mochila con fuerza—. Esa sería una horrible manera de
morir.
Efectivamente, lo sería, pero Salvador sabía que podía mantener a los
osos alejados. Eran el menor de sus problemas. Se estaba volviendo bastante
claro en su mente que Kraven había adquirido unos poderes desagradables y
estaba usándolos en su beneficio. A Salvador nunca antes se le había
dificultado tanto perseguir a alguien.
Kraven no sólo tenía la habilidad de enmascarar su mente, sino que
también sabía cómo evadir a Salvador, lo que estaba empezando a molestarle.
Nunca antes había estado tan frustrado y descubrió que no le gustaba.
De una u otra forma, iba a atrapar a Kraven. Y cuando lo hiciera, el
bastardo iba a desaparecer.

—¿Qué es ese sonido? —preguntó Remus mientras miraba a través de la


ventana de la camioneta en la que se encontraban. Buscó a su alrededor, pero
no vio ninguna otra alma a la vista. Las carreteras estaban vacías y su viaje
desde que habían dejado el destartalado motel iba sin incidentes.
—Helicópteros —dijo Bryson mientras sus manos se apretaban en el
volante—. Al parecer el gobierno sabe que los cambia formas van de camino. 138

Remus sabía que estaban cerca de su punto de reunión con Rick, pero,
maldición, ¿helicópteros? ¿Cómo se suponía que fueran a evadir esas cosas?
El gobierno sabía que se estaban acercando porque al parecer estaban
enviando a sus tropas, todo su ejército. Remus volvió a mirar por la ventana y
vio tres helicópteros muy, muy grandes encima de sus cabezas, dirigiéndose
hacia el este, hacia el destino exacto hacia el que estaban conduciendo.
Agarrando su móvil, Remus llamó a Rick. —Estamos como a diez
minutos de nuestro punto de encuentro y acaban de pasarnos tres helicópteros
gigantescos. —Eran lo bastante grandes como para transportar soldados.
Estaba a punto de surgir una guerra en el lugar. Remus sabía que la única
forma de salir de esto era huir. No es que Rick y los Rebeldes fueran cobardes,
pero su lucha no era con las tropas. Su lucha era en Washington.
—Lo sé. Los escuché a la distancia, pero… mierda, aquí están. Tenemos
que irnos. —Rick colgó.
—Acelera —le instruyó Remus a Bryson—. Rick y su grupo están a
punto de salir pitando,y no quiero perderlos.
—¿Corremos hacia la pelea? —Preguntó Marco.
Remus acunó el rostro de su pareja y depositó un beso en sus labios. —
Así es, bebé. Sólo mantén la cabeza abajo y quédate pegado a mí. —Remus
rezó para que fuera así de fácil. Deseaba poder haber dejado a Marco en
Shelton en donde se había estado escondiendo, pero ningún lugar era seguro y
no podía soportar la idea de no tener al hombre a su lado.
Marco asintió rápida y espasmódicamente. Remus podía ver cuán
aterrado estaba su pareja. Ni a Remus ni a su leopardo le gustaba ver a Marco
de esta manera. Sabía desde niño que Marco no era un luchador. Aceptaba eso
y lo amaba a pesar de y por esa debilidad.
—¿Necesito un arma? —Preguntó Marco.
—Uh, no —respondió Remus, encogiéndose interiormente ante la idea
de que Marco tratara de dispararle a alguien. Era más posible que se disparara
su propio pie. Remus sabía que de hecho el hombre nunca había manejado una
pistola en su vida.
Remus levantó la mirada cuando escuchó el sonido de una escopeta. La 139
vista ante él hizo que un escalofrío lo recorriera hasta los huesos. No sólo
habían venido a jugar los helicópteros, sino que había una armada de
vehículos militares bloqueando la carretera. Parecía una jodida invasión.
—Necesitamos otra ruta —dijo Bryson mientras tomaba la rampa de
salida más cercana—. No hay forma de que atravesemos eso.
Remus concordó. Justo cuando salieron, vio un gran tanque
descargando. El sonido fue como nada que hubiese escuchado antes y oró para
que nunca lo escuchara de nuevo. La única persona que Remus podía perder
era a Marco. No tenía familia. Sasha era la cosa más cercana que tenía a una
familia, pero Remus ni siquiera era así de cercano al leopardo alfa.
Se preocupaba por los otros cambiaformas, pero nunca había tenido a
alguien que significara el mundo para él como lo hacía Marco. El hombre
siempre había tenido un lugar especial en su corazón, desde que eran niños.
Escuchar al tanque descargando de nuevo era un recordatorio muy
sombrío de que podía perder no sólo a Marco, sino a los hombres y mujeres de
los que se había vuelto amigo, aunque había conocido el doloroso temor de
perder a Marco cuando pensó que el hombre murió.
Remus nunca quería volver a pasar por eso. Estirándose, entrelazó sus
dedos con los de Marco, necesitando el contacto, la cercanía.
—De alguna manera, nunca pensé que algo podría ser peor que lo que
pasó en el gimnasio de la secundaria —dijo Marco. Remus recordó esos días.
Habían sido un infierno para Marco. Era un adolescente desgarbado que
carecía de la coordinación para participar en muchos deportes. Los otros
adolescentes habían sido brutales.
Remus no siempre había estado ahí para su amigo cuando lo necesitaba.
Pero desde el momento en el que reclamó a Marco, Remus supo que el
leopardo no iba a tener que volver a enfrentar nada solo.
Una cosa que Remus siempre agradecería era el hecho de que él y
Marco finalmente habían puesto su vida en orden y confesado sus verdaderos
sentimientos. Había hecho falta que casi perdiera al hombre para que Remus
se diera cuenta de cómo se sentía, pero sabía en lo profundo que los
sentimientos estaban ahí. Siempre habían estado ahí.
Remus acercó a Marco, enterrando su rostro en el cuello de su pareja
mientras lo desgarraba una multitud de emociones. Se formó un firme nudo en 140
su pecho cuando pensó en la pelea frente a ellos.
Por favor, no dejes que lo pierda. Es mi mejor amigo y todo lo que
tengo en este mundo.
Marco envolvió sus brazos alrededor de Remus, abrazándolo con
fuerza, sus suaves labios tocaron la mejilla de Remus. —Superaremos esto,
Remus. Te amo y no vamos a perdernos.
Remus quería mantener cerca de su corazón eternamente el dulce aroma
de su pareja, la cálida sensación del cuerpo de su pareja entre sus brazos y las
bonitas palabras que su pareja estaba murmurando.
—Allí están —dijo Bryson mientras conducía la camioneta alrededor
del campo y lo presionaba para moverse más rápido mientras aceleraban para
alcanzar al convoy de los vehículos de los cambia formas huyendo
rápidamente.
Remus tiró con fuerza del cinturón de seguridad de Marco,
asegurándose de que estuviera cómodo. —Este va a ser un viaje movido.
Bryson giró el volante, llevando la camioneta fuera de la carretera y a
través del césped, acortando su camino hacia Rick y el grupo que estaba
huyendo de la milicia.
Remus y Marco fueron agitados como palomitas de maíz. Gracias a que
tenían puestos sus cinturones. Pero la táctica funcionó. La camioneta sacudió
la tierra cuando las ruedas golpearon el pavimento una vez más. Bryson se
deslizó en la línea de vehículos.
—No estoy seguro de a dónde se dirige Rick —dijo Bryson—, pero
realmente espero que sepa lo que está haciendo.
Los vehículos de los cambia formas abarcaban ambos lados de la
carretera. Remus esperaba que nadie se dirigiera por el sentido contrario
porque serían sacados de la carretera. También estaban manteniendo una
formación apretada, sin permitir que ninguna camioneta militar pasara junto a
ellos.
Los humanos los veían como animales sin alma. Estaba dispuesto a
apostar que probablemente pensaran que tampoco tenían sentimientos. A
Remus le gustaba creer que tenía alma. 141

Sí, era un animal. Pero también era humano.


También tenía sentimientos. Esa era la única cosa concreta que podía
argumentar inequívocamente. Sus sentimientos hacia Marco, y los hombres
junto a los que estaba peleando, eran reales, casi tangibles. Y tenía que poseer
un alma porque nada amaría tanto a un hombre como él sin tener una. Esa era
la creencia que defendía. En su mente, era una prueba sólida de que era mucho
más que tan sólo la enfermedad que los humanos clamaban que eran los
cambia formas.
Cuando el camino se dividió en tres, algunos de los vehículos de los
cambia formas fueron a la izquierda, algunos a la derecha, y algunos
mantuvieron su curso, yendo recto. Se estaban separando. Remus incluso vio a
unas cuantas camionetas saliendo de la carretera.
Estaban dividiendo a los militares, rompiendo el gran numero para
convertirlo en una bestia más fácil de manejar. Bryson permaneció con Rick
que viró a la derecha. Los cambia formas estaban tratando de mantener a los
militares lejos del líder de su Rebelión.
Todos sabían que era Rick quien tenía que llegar a Washington. Era su
única oportunidad de acabar con esto. Era el hijo biológico del hombre que
había comenzado esta guerra. Era quien tenía la prueba en su camioneta que le
demostraría al presidente que los cambia formas no habían iniciado todo esto.
Unas cuantas camionetas con humanos los siguieron. Dispararon sus
armas mientras Bryson usaba maniobras tácticas para esquivar el violento
ataque de las balas. Remus no sólo podía ver la camioneta de Rick delante de
ellos, sino también el Yukon rojo de Nate.
El Yukon se echó hacia atrás y condujo detrás de su camioneta. La
siguiente cosa que Remus supo fue que Nate estaba inclinándose por la
ventana, abriendo fuego. Había algunos cambia formas más que habían ido
por la derecha y también estaban disparando a los militares.
Desde que avistaron a los helicópteros, Remus finalmente sintió como si
de verdad pudieran escapar.

142
Capítulo Diecisiete
Miguel maldijo cuando sintió el impacto de la bala en su hombro. El
calor y el dolor desgarraron su hombro y casi le hicieron volver a deslizarse
por la ventana, pero tenía que quitar a esos imbéciles de la cola de Rick.
—Estás sangrando. —El tono de Benito estaba lleno de rabia y
preocupación mientras conducía—. Vuelve aquí.
—Estoy bien —dijo Miguel mientras succionaba el dolor y continuaba
devolviendo el fuego—. Sólo concéntrate en el maldito camino.
—No me hagas detener este auto —le amenazó Benito y Miguel le dio
una sonrisa—. Lo haré.
Y sabía que Benito lo haría. Su primo estaba lo bastante loco como para
detenerse para patear el culo de Miguel por usar un tono tan cortante con él. —
Lo siento —dijo mientras apuntaba a la rueda delantera del vehículo tras ellos
143
y disparaba el rifle repetidamente. El dolor al sujetar el rifle en su hombro le
recordó que estaba herido. Pero tenía un trabajo que hacer y un alfa al que
proteger. Justo antes de volver a meterse en el auto, Miguel se deshizo de los
hombres que los estaban siguiendo.
—¿Qué puedo decir? —bromeó Miguel, aunque el dolor pulsante le
recordó que necesitaba sacar la bala. No estaba seguro de cuánto daño le
habían infligido, pero si no sacaba pronto esa maldita cosa, iba quedarle una
cicatriz—. Estoy comprometido.
—Deberías. —Los nudillos de Benito se tornaron blancos en el
volante—. Estás sangrando por toda mi tapicería.
—¿Cómo que tu tapicería? Es un auto robado, Benito. —Miguel hizo
una mueca y mordió su labio inferior mientras ataba su camisa alrededor de su
hombro para parar el sangrado.
—Mientras estoy conduciendo, es mío. —Miguel sabía que Benito
estaba usando humor para esconder sus preocupaciones. Miguel odiaba ser
maternal, al igual que lo odiaba Benito. Así que usaban el humor cuando
estaban preocupados.
—Me aseguraré de que la maldita cosa sea descrita antes de
devolvérsela a su dueño. —El sangrado se había detenido, pero el dolor
parecía haberse amplificado. Necesitaba agarrar a Bryson o transformarse.
Puesto que estaban en una persecución de alta velocidad, Bryson estaba fuera
de la cuestión. Así que tenía que transformarse. Ahora mismo necesitaban a
cada hombre disponible. Miguel no podía permitirse ponerse peludo. No
cuando estaban tratando de proteger a Rick y alejarlo de los hombres que lo
querían muerto.
—No me estoy sintiendo muy bien —admitió Miguel a regañadientes
cuando su sangre comenzó a sentirse como si estuviera hirviendo dentro de él.
Se sentó hacia adelante y luego gritó de dolor cuando su visión empezó a
duplicarse y su cuerpo comenzó a arder.
—¿Q-qué tipo de balas están usando? —Preguntó Benito.
—No estoy seguro, se me olvidó preguntarles. —Miguel se desplomó
contra la puerta. Su corazón se sentía como si estuviera trabajando extra
mientras se aceleraba dentro de su pecho.Tragó con fuerza mientras cerraba
sus ojos. —Creo que estoy en problemas.
144

Marco estaba agradecido de que los helicópteros hubieran perseguido a los


otros hombres. Los vehículos con los que se encontraba habían perdido la cola
y se dirigían por la carretera en la oscuridad de la noche. Escuchó mientras
Bryson hablaba por teléfono.
—¿Cuán grave es?
Marco se acurrucó más profundamente en el costado de Remus. Su
pareja miraba por la ventana, pensando profundamente. Quería preguntar en
qué estaba pensando Remus, pero no estaban solos. Lo que no daría por una
habitación agradable y privada ahora mismo.
—De acuerdo, encuentra el primer lugar en el que puedas detenerte para
que pueda echarle una mirada.
Marco levantó su cabeza del hombro de Remus. —¿Qué pasó?
—Miguel ha sido disparado.
Marco no sabía quién era Miguel, pero por el tiroteo que habían tenido
antes, se sorprendió de que no hubiese más hombres heridos. Había sido una
persecución angustiosa, y Marco había pensado que iban a ser atrapados a
partir de la cantidad de perseguidores que tenían.
Sólo había estado viajando durante unos días. Marco le dio su apoyo a
los que habían estado haciendo esto desde el principio. Sabía que la guerra era
brutal, pero Marco no tenía ni idea de lo grave que era hasta que lo había visto
de primera mano.
Remus se rascó el rastrojo en su mandíbula y luego se giró para mirar a
Marco. Sus brillantes ojos verdes se suavizaron mientras le daba una cálida
sonrisa a Marco. —¿Qué tal estás?
Frotó una reconfortante mano por el brazo de Marco, como si pudiera
leer sus pensamientos y supiera lo aterrado que estaba. Sabía que
probablemente su pareja podría olerlo. El miedo era una emoción difícil de
esconder. El miedo, la ira, el amor y la lujuria eran las emociones más fuertes.
Un cambia formas requería mucha fuerza para enmascarar el olor.
—Aún desearía que estuviéramos dirigiéndonos al McDonald’s — 145
confesó Marco—. Cuando todo esto acabe me debes una Big Mac.
—Incluso le agregaré un batido de fresa.
Dios eso sonaba tan bien. Marco estaba increíblemente hambriento. No
podía recordar la última vez que había comido. Sólo el pensar en comida hacía
que su estómago se quejara. Remus miró al estómago de Marco. —Me
aseguraré de que comas algo más tarde. —Su cálido aliento revolvió el cabello
de Marco y provocó un escalofrío en su mejilla.
Ni siquiera estaba seguro de que Remus estuviera hablando de comida.
Pensaba que conocía a su mejor amigo de adentro hacia afuera. Pero
había un aspecto de la vida de Remus que Marco nunca había conocido hasta
que se aparearon. Remus era muy dominante cuando se trataba de sexo.
Debería haberlo adivinado. El leopardo era dominante en su amistad. Lo que
no esperaba era el nivel de necesidad que Remus parecía tener dentro de él
cuando se trataba de joder a Marco.
Parecía que el tipo no podía tener suficiente.
Remus mordió su oreja, un suave ronroneo vibró en su garganta. —
Puedo oler tu excitación, bebé, y está volviéndome loco.
Aun a pesar de la severidad de la situación en la que estaban, Marco
sonrió. Remus siempre podía hacerlo sonreír. Pero encontró que el hombre
también tenía una forma de hacer que se sonrojara profusamente. —¿Mi
estómago está gruñendo y tú pensando en sexo? —Se burló Marco—. Eres un
hombre muy retorcido.
Remus emitió una risa baja que hizo que su polla se engrosara con
necesidad.
Bryson metió la camioneta en un estacionamiento y estacionó. —
Volveré. —Salió y cerró la puerta. Los otros vehículos también se habían
detenido, haciendo que Marco inspeccionara sus alrededores. Puede que
hubiesen perdido a sus perseguidores, pero eso no quería decir que los
militares se hubiesen rendido. Hasta donde sabía, los chicos malos seguían
tras ellos, no demasiado lejos.
Un sudor frío y pegajoso llenó las manos de Marco. Si aparecían ahora,
los cambia formas serían atrapados. Sus ojos siguieron el camino por dónde se 146
fue Bryson. Parecía que cada cambia formas que se había detenido estaba
parado alrededor del auto.
Todas sus expresiones eran sombrías. Quien sea que fuese Miguel,
Marco podía decir que era muy querido. ¿Qué se sentiría tener a tanta gente
preocupada por su bienestar? Marco nunca había conocido ese nivel de
compasión. Sus padres le habían hecho saber que odiaban tener un hijo débil.
Su padre le había dicho que Marco debería haber sido una mancha en las
sábanas. El hombre no tenía compasión en su corazón para su hijo. Era tan
brutal e indiferente como lo niños que lo molestaban en la escuela.
Si no hubiese sido por Remus, Marco no estaba seguro de que dónde
estaría ahora mismo. El hombre se había puesto de pie del lado de Marco más
veces de las que podía contar. Remus fue el único en defenderlo cuando los
otros niños lo lastimaban.
Siempre había sido Remus.
Siempre sería Remus.
Era la única luz brillante en la vida completamente desalentadora de
Marco. Incluso trabajar en el restaurante local había sido un intento fallido de
intentar vivir una vida casi normal. Los otros cambia formas que trabajaban
con él vieron la debilidad de Marco y la usaron en su contra. Lo empujaban y
lo obligaban a hacer todo el trabajo.
Marco nunca le había dicho a Remus lo que pasó en el pub local. Su
mejor amigo habría ido allá y le hubiese sacado la mierda de sus compañeros
de trabajo. Marco había necesitado el trabajo, por lo que había sufrido en
silencio.
Sabía que no todos los hombres podían ser rudos y valientes. Así no era
cómo funcionaba la vida. Pero a menudo deseaba ser un poco más fuerte,
tener un poco más de valor que con el que había nacido.
Marco se sentó cuando un hombre fue sacado del coche. Por la sangre
que podía ver, debía de ser Miguel. Tres cambia formas lo sujetaron mientras
Bryson trabajaba en el herido. Miguel estaba peleando con uñas y dientes. No
estaba seguro de cómo es que alguien podía trabajar con la forma en que el
hombre estaba agitando sus puños.
147
—Maldición —dijo Remus—. Vuelvo enseguida.
Su pareja se escabulló dela camioneta y cerró la puerta. ¿Cómo es que
Remus podía ir allá? Había sangre sobre Miguel por todos lados. ¿Su pareja no
se transformaría y trataría de comérselo? Los otros no lo habían hecho, lo que
le dijo a Marco cuán querido era el hombre.
—¡Voy a cortarte las pelotas! —Gritó Miguel con la fuerza suficiente
como para que Marco lo escuchara desde el otro lado del estacionamiento.
Bryson continuó trabajando, ignorando la amenaza.
Marco no podía seguir aguantando. Salió de la camioneta y cerró la
puerta, pero no se movió más allá.
—Es plata —dijo Bryson—. La bala ha estado dentro demasiado
tiempo.
¿Qué significaba eso? Marco sabía que la plata era muy mala para los
cambia formas, pero nunca había conocido a nadie que hubiese sido disparado
con una bala de plata. ¿Qué le pasaría ahora?
Miguel se agitó de nuevo. Esta vez su puño conectó con uno de los
hombres que trataba de sostener al hombre. El tipo que fue golpeado pareció
recibir el ataque dando un paso atrás. Agarró el brazo del Miguel y lo clavó en
el suelo.
—Benito va a hacerte pagar por eso más tarde.
Un hombre de apariencia más vieja se dirigía hacia Marco. Olfateó el
aire y descubrió que el hombre era humano. El tipo levantó su mano. —Me
llamo Papi.
Marco estrechó la mano ofrecida, no estaba realmente seguro de lo que
quería hacer. Le sorprendió que tuvieran humanos en su grupo. Sabía que
había simpatizantes que ayudaban, pero Marco no tenía ni idea de que estaban
huyendo con Rick. —Marco.
—Ah, la pareja de Remus.
Marco no estaba seguro de cómo lo sabía Papi. —¿Quién es Benito?
—El primo de Miguel y su mano derecha. Es al que Miguel golpeó. —
Papi se apoyó contra la camioneta, cruzando sus brazos sobre su pecho. 148
Aunque el tipo era humano, Marco podía ver una fuerza inherente en los ojos
del hombre. No era alguien con quien querrías cruzarte.
—¿Cómo te mezclaste en todo esto? —preguntó Marco con curiosidad.
—Mis muchachos están a cargo de la seguridad de Rick.
Si Papi era humano, entonces sus muchachos también lo serían. ¿Los
humanos habían estado protegiendo a Rick? Maldición, al parecer Marco se
había perdido de mucho quedándose en Shelton. Sentía que necesitaba algún
tipo de manual para leerlo con el fin de entender los eventos actuales.
Tal vez le pediría a Remus cuando estuvieran a solas que le diera una
versión condensada. Marco había esperado que el humano mirara
abiertamente sus cicatrices faciales, pero Papi no lo había mirado fijamente.
De todas formas, tenía la urgencia de cubrir las dos finas líneas.
Estaba expuesto a la vista de todos.
Remus pudo haber dicho que eran apenas perceptibles, pero para
Marco, una vez más se sentía muy consciente de sí mismo. Su cabello ni
siquiera tenía el largo suficiente para usarlo como un velo para ocultar las
marcas. Marco enroscó los dedos, negándose a cubrirse la cara.
Remus regresó, luciendo un poco pálido. Sus ojos verdes estaban llenos
de algo que Marco no pudo leer. —¿Va a estar bien?
Su pareja se encogió de hombros. —En este punto, la verdad es que
nadie lo sabe. Miguel está ahí, pero estaba hablando locuras y diciendo cosas
que nadie puede entender. Creo que el veneno está jodiendo su cabeza.
—Maldita sea —dijo Papi—. Déjame ir a ver lo que está pasando. —El
humano más viejo los dejó mientras Remus se acercaba más. Su cálido cuerpo
se sentía bien y confortable mientras tiraba de Marco entre sus brazos. Marco
se maldijo cuando sintió un fino temblor deslizándose sobre él mientras su
cerebro se preguntaba en qué se había metido.
Esta era una guerra. Ver los tanques y a los hombres persiguiéndolos
había hecho que comprendiera ese punto. No era un luchador. ¿Por qué no
había discutido para quedarse escondido en casa? Puede que no haya sido más
que un refugio, pero lo había mantenido a salvo el pasado año y medio.
149
—Deja de temblar, bebé. No dejaré que te pase nada.
—Debes pensar que no soy más que equipaje extra —dijo Marco en el
cuello de Remus mientras se aferraba a su pareja con los brazos—. No puedo
pelear y no tengo ninguna habilidad que pueda ayudar.
—Me estás ayudando a mantenerme cuerdo —respondió Remus—.
Estaría distraído si te hubieses quedado, preocupándome si estabas a salvo y
comiendo.
Eso no ayudaba a Marco a sentirse mejor. Necesitaba un propósito,
sentirse necesitado en este grupo. Se negaba a ser un estorbo. Pero ¿qué podía
hacer con hombres, huyendo, y nada más que un pequeño bolso de ropa a su
nombre?
No estaba seguro, pero iba a descubrir una manera de ser útil. Era un
aprendiz rápido y sabía que, si podía encontrar algo con qué ayudar, se sentiría
más valioso.
—Necesitamos entrar en la camioneta —dijo Remus mientras
retrocedía—. Van a cargar a Miguel en la camioneta de Nate y nos iremos.
Quedarse en un lugar demasiado tiempo no es un movimiento inteligente.
Marco entró, haciendo espacio para Remus. —Gracias.
Remus cerró la puerta una vez que se hubo acomodado. —¿Por qué?
—Por ser tú. —Marco se inclinó y dio un rápido pico a los labios de
Remus—. Por amarme a pesar de mis deficiencias.
Remus emitió un gruñido bajo mientras tiraba de Marco, acercándolo
más. —Ya basta de esta mierda de dudar de ti mismo, Marco. Te he dicho
cientos de veces que nunca escuches la mierda de otras personas.
Especialmente la de tu padre. —Remus añadió la última parte en un aliento
susurrado, pero Marco atrapó las palabras.
Estaba sorprendido de que Remus supiera la mierda que le había
dicho su padre. Nunca se lo había contado a su mejor amigo. —Gracias —
susurró. Realmente parecía que Remus era el único que lo amaba y
comprendía.
Bryson se metió en el asiento del conductor y luego se marcharon una
vez más. Marco se reclinó, dejando que su mente vagara, todavía tratando de
averiguar cómo podía ser útil en este grupo de Rebeldes. 150
Capítulo Dieciocho
Rick estaba enfermo de preocupación por Miguel. El ejecutor estaba
alucinando y balbuceando incoherentemente. Pero lo que realmente le
preocupaba era la línea de veneno de plata que casi llegaba a su corazón antes
de que Bryson le hubiera quitado la bala.
Como cambiaformas, lo único que Miguel podía hacer en este punto era
dejar que la plata recorriera su sistema y rezar para que no terminara muerto o
dañado. No tenían suministros médicos reales ni nada que pudiera
contrarrestar los efectos. Todo dependía del destino y del único ADN cambia
formas de Miguel.
—Maldición —dijo Dorian mientras golpeaba su puño en el
salpicadero—. He conocido a Miguel desde que era un nervioso trabajador
inmigrante en la tienda. ¿Cómo diablos alguien podría herirlo?
Dorian había recorrido un largo camino desde pensar que Miguel era 151
una plaga a amar al hombre como un hermano. Mientras Rick miraba el
compungido rostro de Dorian, viendo la preocupación y la rabia que
destrozaban su belleza, pensó cuán lejos había llegado Dorian desde que esto
empezó. Todavía le quitaba el aliento a veces cuando pensaba en lo mucho
que amaba al tipo.
—Miguel es un luchador —dijo Rick—. Tenemos que confiar en que
luchará para salir de esto.
—Tal vez, pero eso no evitará que me preocupe por… ¡cuidado! —gritó
Dorian mientras Rick veía demasiado tarde una sombra pasando junto a su
ventana. Giró el volante, tratando de evitar lo que sea que fuera. El
movimiento hizo que su camioneta se deslizara fuera de control. Golpeó algo
y luego empezó a rodar una y otra vez.
En ese momento, Rick pudo sentir el miedo desgarrador golpeándolo.
Dorian no tenía el cinturón puesto. Su pareja fue arrojada por el interior como
una muñeca de trapo. La única cosa que podía hacer era sujetarse con fuerza
hasta que la camioneta se estabilizara.
Cuando lo hizo, Rick estaba de cabeza. Trató de quitarse el cinturón de
seguridad, pero la presión de su cuerpo era demasiado pesada, forzando la
correa y haciendo que fuera imposible liberarse. Usando una garra, lo arrancó
de su cuerpo. Cayó al techo con un estrepito.
—¡Dorian! —gritó Rick mientras se enderezaba y movía a su pareja. La
sangre estaba por todos lados. La ventana lateral había estallado y al parecer el
vidrio había usado a Dorian como un alfiletero.
Los neumáticos chillaron y los hombres comenzaron a gritar, pero todo
lo que Rick podía ver era el cuerpo tumbado de Dorian que yacía sin vida en
un montón de escombros de la camioneta. Rick enroscó sus labios en un
gruñido feroz mientras se movía para salir de la camioneta para así poder
llegar al otro lado y soltar a Dorian.
Antes de que supiera lo que estaba sucediendo, Rick salió volando de la
camioneta, con los pies colgando unos centímetros del suelo.
—¿Honestamente pensaste que Salvador iba a capturarme?
Kraven estaba ahí parado en medio de la carretera, sus Segadores de 152
Almas estaban detrás de él. Sus ojos eran un vívido fuego negro, el color de la
muerte, cuando sus dedos comenzaron a torcerse. Rick fue arrojado al suelo y
luego fue levantado de nuevo en el aire. El dolor explotó a través de su cabeza
y podía sentir la sangre goteando de su nariz.
—Me he vuelto más poderoso que ese anciano e inútil vampiro. Nadie
puede detenerme, Enrique Marcelo, ni puede derrotarme. —Kraven lucía
triunfante, y loco. Sus facciones estaban retorcidas, su contorsionada sonrisa
era jubilosa.
Rick luchó contra la fuerza invisible que lo sostenía en el aire, pero a
pesar de cuánto lo intentaba, no podía liberarse. —Te mataré.
Kraven se acercó, la sonrisa cruel permanecía en sus labios. —
Realmente dudo que puedas cumplir esa amenaza. Como puedes ver… —
ondeó una mano hacia los Rebeldes, quienes estaban atrapados en sus propios
cuerpos, incapaces de moverse, sus ojos miraban a Kraven asesinamente—…
no hay nadie que pueda ayudarte.
Rick pensó en Dorian desangrándose en los restos de su camioneta.
Tenía que ir con su pareja. Tenía que salvarlo.
—He ganado —dijo Kraven.
—Todavía no —respondió Rick, sintiendo que sus encías ardían
mientras forzaba que sus caninos descendieran—. No, siempre y cuando yo
siga respirando.
—Podemos encargarnos de ese pequeño detalle. —Kraven cerró su
mano en un puño, y Rick gritó mientras su corazón sentía la presión de las
impresionantes habilidades del vampiro. Se retorció y peleó en medio del aire,
alcanzando lo profundo de su núcleo, llamando a su hombre lobo con
desesperación.
Su hombre lobo aulló, luchando contra la supresión de Kraven, y luego
el lobo de Rick se liberó en un estallido. Cayó al suelo al mismo tiempo que
Kraven. Rick no entendía lo que acababa de suceder, pero en ese segundo, los
otros Rebeldes fueron liberados del asimiento del maestro vampiro. Las razas
estallaron provenientes de los hombres a su alrededor. Jaguares, leopardos,
osos, coyotes y otras criaturas gritaban, aullaban, gruñían y siseaban. Rick se
puso en pie de un salto, al igual que Kraven.
—¡Vas a pagar por eso! —Gritó Kraven mientras alzaba sus manos en 153
el aire y luego las lanzaba hacia adelante. Los Segadores de Almas atacaron.
Rick trastabilló retrocediendo cuando fue golpeado con fuerza en su
pecho. Luchó por quitarse la criatura de encima, pero pronto se dio cuenta de
que estaba perdiendo la batalla. No había forma de que ganara contra esas
cosas, simplemente no había forma de ganar contra los Mãos da Morte.
Pero no se dio por vencido. Lo que lo hizo luchar más duro fue cuando
sintió que el vínculo entre él y Dorian se debilitaba. Su pareja se estaba
muriendo y Rick no podía llegar a él. Ese pensamiento hizo que Rick quisiera
gritarle al destino mientras luchaba contra la criatura. Podía sentir los cortes y
las heridas profundamente incrustadas que le estaban infligiendo, pero todo lo
que podía pensar era en Dorian.
Su gatito.
Su vida.
Su pareja.
Si Dorian moría, entonces Rick también. Estaban atados, sus corazones
como uno. Tenía que seguir luchando. Tenía que ganar y salvar a Dorian.
Por el rabillo de su ojo, Rick vio algo que le dio un leve rayo de
esperanza. Salvador apareció, la Sombra a su lado, su aquelarre detrás de él. El
hombre debió haber usado sus habilidades paranormales para llegar aquí desde
Canadá y Rick estaba realmente agradecido.
Sabía que el antiguovampiro no pelearía contra los Segadores de Almas.
Hacer eso solo le infligiría dolor a sí mismo. Kraven los había creado a partir
de la sangre robada de Salvador. El antiguo vampiro estaba conectado a ellos a
nivel del ADN. Al dañarlos, Salvador se estaría dañando a sí mismo.
Kraven se dio la vuelta justo cuando Salvador atacó al vampiro. La
Sombra giró alrededor de la pareja de combatientes, su nube negra bloqueando
a cualquiera que intentara interferir. La criatura contra la que Rick había
estado luchando lo dejó para ir a ayudar a Kraven.
Dándole una breve mirada a la pelea, Rick vio al aquelarre de Salvador
uniéndose a la batalla. Rick se giró, dirigiéndose directo a su camioneta. Cayó
de rodillas, sacando el cuerpo de Dorian de los restos. —Cambia, gatito.
Tienes que transformarte para sanar.
Edward estaba al lado de Rick en segundos, pero no había nada que su 154
cuñado pudiera hacer. No había nada que pudiera hacer si Dorian no
cambiaba. Bryson y Freedman vinieron después. Freedman registró su bolsa
mientras Bryson inyectaba algo en el brazo de Dorian.
Rick sólo se quedó allí arrodillado, aturdido, observando a los dos
hombres trabajando. Freedman puso un torniquete alrededor de la parte
superior del brazo de Dorian, deslizando algo en su vena, y luego señaló a
Rick. —Ambos comparten el mismo ADN licantrópico, lobo. Necesito que le
des una infusión de sangre.
Rick enrolló su manga rápidamente. Freedman trabajó para adjuntar un
dispositivo en el brazo de Rick y luego en el de Dorian. Observó cómo su
sangre se deslizaba por el tubo y entraba en su pareja.
—Necesitamos estabilizarlo —dijo Bryson—. Si no podemos hacer que
regrese la sangre suficiente, entonces tal vez podamos despertarlo el tiempo
suficiente como para hacer que se transforme.
—¿Cómo está Miguel? —le preguntó Rick a Bryson. El rostro del
médico estaba sombrío mientras sacudía su cabeza—. No muy bien. Nate y
Benito han donado sangre. Estoy tratando de eliminar el veneno con una
infusión de sangre fresca, pero me temo lo peor. Creo que ya hay hecho daño
en su cuerpo. No tengo los suplementos médicos necesarios para darle el
tratamiento apropiado.
Rick se sentó en su culo mientras escuchaba la pelea, observando su
sangre abandonar su cuerpo para salvar a Dorian, y pensó en su ejecutor,
Miguel. Ni siquiera habían llegado a su destino, y ya estaban perdiendo la
batalla. Si Salvador no mataba a Kraven, estaban todos condenados.

Marco no tenía ni idea de qué estaba haciendo, pero un humano llamado


Brooke le había entregado su portátil, enviando una alerta de peligro a todos y
cada uno de los Rebeldes en la zona.
—Sólo dales nuestras coordenadas y diles que se larguen —dijo Brooke
mientras se alejaba de Marco para ayudar a los cambia formas heridos. Los
dedos de Marco temblaban mientras hacía lo que Brooke le pidió, pero su
mente seguía tambaleándose por ser testigo de lo que Remus había llamado 155
Segadores de Almas.
¿Cómo demonios podría existir algo como esas criaturas? Su existencia
era incomprensible. Luchó contra la oleada de náuseas mientras escribía tan
rápido como se podían mover sus dedos. Y aquí estaba pensando que su vida
estaba jodida. No era nada comparado con lo que podía ver a su alrededor.
Unos cuantos cambia formas estaban muertos. Marco podía ver la
desgarradora prueba en sus ojos sin vida. Trató de no mirar, pero sus ojos
regresaban a sus pálidos rasgos. También sabía que algunos de los Rebeldes
con ellos estaban luchando para salvar a Miguel. Remus le había dicho que la
pareja de Rick se estaba muriendo. Y había una pelea de increíbles
proporciones épicas a medio kilómetro por la carretera.
Todo era tan surrealista.
Apretó enviar y dejó el portátil a un lado. Marco se bajó de la camioneta
y caminó entre la carnicería en un sentido ajeno de realidad.
Sus encías hormigueaban y su piel se empapaba ante el olor, pero nada
más que eso. Marco cayó de rodillas y vomitó cuando vio a un cambiaformas
muerto, con sus entrañas tiradas en el suelo junto a él.
Se balanceó sobre sus manos y rodillas, sollozando ante un trágico
desperdicio. ¿Cómo alguien podía ser tan cruel, tan jodidamente malvado que
mató a un extraño sin otra razón más que porque podía? Había sentido el
poder del vampiro que había aparecido cuando Marco quedó atrapado dentro
de su propio cuerpo, incapaz de moverse. Fue el sentimiento más aterrador de
su vida.
Incluso había triunfado sobre Jayson tratando de matarlo.
—Vamos, amiguito. —Deluca, la pareja de Brooke, puso a Marco de
pie—. La guerra es un horrible desastre. Mata a quienes amamos y nos deja
preguntándonos por nuestra cordura. Pero tienes que ser fuerte o los chicos
malos ganarán.
Marco se secó su boca y asintió, dejando que Deluca lo guiara de
regreso a la camioneta. —¿Ha sido así todo este tiempo? —Preguntó Marco.
Deluca le ofreció un sombrío asentimiento. —Esto es poco comparado
con lo que hemos pasado. Sólo descansa en la parte trasera. Si Salvador no
gana a Kraven, todos vamos a necesitar nuestra fuerza.
156
Marco tragó saliva ante las palabras de Deluca. Había visto la pelea. Las
criaturas que habían atacado no se parecían a nada que hubiese visto antes.
Habían rebasado a los cambia formas y los habían golpeado antes de que el
otro vampiro apareciera. Marco sabía en lo profundo de su interior que si este
tipo, Salvador, no ganaba, todos iban a morir.
Escudriñó la zona de guerra en busca de Remus y lo vio ayudando a
otro con los heridos. Las facciones de su compañero eran estoicas mientras
ayudaba a un simpatizante humano. Había aprendido que algunos humanos se
habían unido a los hombres coyote que se habían unido al grupo de Rick.
Lo que lo sorprendió fue el hecho de que superaban en número a los
vampiros malvados por cinco a uno, pero todavía no podían derrotarlos.
¿Cómo iban a ganar contra los humanos en Washington?
A pesar de que Marco quería acostarse, descartó el consejo de Deluca y
vagó hasta su pareja. —¿Qué puedo hacer para ayudar?
Remus lo miró, y Marco podía ver el orgullo en los ojos verdes del
leopardo. —Revisa a los cambia formas que han caído. Asegúrate de que están
sanando y no necesitan ayuda adicional.
Marco asintió mientras se inclinaba y le daba un beso rápido a Remus
antes de marcharse. Estaba decidido a mantenerse fuerte. No iba a volver a
vomitar, y no iba a huir. Había un oso en el suelo, su respiración laboriosa.
Arrodillándose junto a la cabeza del cambiaformas, Marco se inclinó. —
¿Estás bien? —Realmente no estaba seguro de qué preguntar o cómo revisarlo.
Marco nunca antes había tratado con un oso. La raza tenía un tamaño inmenso,
haciendo que Marco se sintiera incluso más pequeño de lo que era—.
¿Necesitas ayuda?
El oso levantó su cabeza lo suficiente como para perforar a Marco con
una mirada dudosa y luego emitió un gruñido.
—De acuerdo, entonces —retrocedió—. Sólo te dejaré aquí sanando.
Marco se sentía obligado a ayudar de alguna manera, pero después de su
tercer rechazo, estaba empezando a preguntarse si alguien lo necesitaría.
—Por aquí.
Marco miró sobre su hombro para ver a Papi agitando su mano. Había
un gran jaguar a su lado, y Deluca también estaba allí.Caminando, Marco miró 157
a su alrededor, pero no vio nada que requiriera ayuda.
Los vientos comenzaron a arreciar, alborotando el cabello de Marco.
Vio a los dos vampiros que estaban lanzando golpes fatales el uno al otro. La
nube negra que había estado rodeándolos se estaba diluyendo, y los Segadores
de Almas estaban luchando contra los vampiros que habían venido con
Salvador.
Se quedó allí clavado en el lugar, incapaz de apartar los ojos de la
batalla. Se estaba ejerciendo tanto poder y fuerza que Marco podía sentir un
fino temblor a lo largo de su piel. Era misterioso mirar, sentir.
Salvador lanzó un golpe que tiró a Kraven de sus pies, pero el vampiro
no se quedó abajo. Se levantó y fue tras Salvador.El impacto sacudió el suelo
bajo los pies de Marco.
—Mierda santa —dijo Deluca mientras se paraba junto a Marco.
—Nunca vi nada como eso —añadió Papi.
Marco miró hacia donde estaba Remus para ver a su pareja mirando la
pelea también. Todos miraban. Nadie se movía ni hacía ruido.
Los dos vampiros lanzaron sus brazos hacia adelante al mismo tiempo y
ambos salieron volando hacia atrás. Marco se estremeció, diciéndole a
Salvador que matara a Kraven en voz baja. No conocía a ninguno de los dos,
pero sabía que el que Salvador ganara era una cosa malditamente buena.
Sólo esperaba que el tipo ganara.
—Rick nos ordenó movernos mientras todavía se está librando la pelea
—dijo Deluca—. Mete a tantos heridos como puedas en la parte trasera de tu
camioneta. Si Salvador pierde, no queremos quedarnos aquí.
Le tomó un segundo procesar las palabras. —Pero no puedo levantarlos
por mi cuenta —le dijo a Deluca—. Esos osos son enormes.
—Mason y yo te ayudaremos.
Marco asumió que el jaguar era Mason porque los siguió. En un abrir y
cerrar de ojos, el gato negro se transformó en un ser humano de apariencia
muy fuerte. Marco se apresuró hacia la camioneta que compartía con Bryson y 158
Remus, dejando caer el portón trasero.
Trabajaron rápidamente, cargando a los cambia formas y a los humanos
en varias camionetas. Marco vio a Rick levantando a su pareja y ponerlo
suavemente en la parte trasera del Yukón rojo, junto a Miguel. Pero la pareja
de Rick ya no era humano. Era un hombre lobo.
Remus agarró su brazo y tiró de Marco junto con él. —Bryson viajará
con Nate sólo en caso de que Dorian o Miguel lo necesiten.
Marco se subió al asiento del copiloto y se puso el cinturón mientras el
vehículo de Remus, junto con los otros, retrocedía y tomaba la carretera
alejándose de la pelea. —Me siento mal por dejarlos. —Marco miró por la
ventana detrás de ellos para ver a los dos vampiros que seguían yendo tras el
otro.
—No hay absolutamente nada que podamos hacer, bebé. Actualmente
estamos en el camino. No podemos derrotar a los Segadores de Almas o a
Kraven. Nuestro mejor curso de acción es marcharnos.
Marco se reclinó en su asiento, masticando su labio inferior. —Deluca
dijo que la guerra ha sido peor que esto.
Comenzó un tic en la mandíbula de Remus. —Yo estaba en el centro de
detención cuando empezó y luego fui sacado por Edward. No he visto mucho
de lo que ha estado pasando. Tan pronto como pude, volví por ti. Tendré que
tomar la palabra de Deluca sobre lo que ha estado pasando.
Marco no estaba seguro si debería preguntarle a Remus sobre su tiempo
en el centro de detención. Su pareja no había hablado al respecto. —¿Qué te
hicieron en ese horrible lugar?
Las facciones de Remus se tornaron estoicas mientas sus ojos verdes
miraban a la carretera. —Cosas que sólo aparecen en las pesadillas.
Cuando no dijo más, tampoco lo hizo Marco. Sabía de primera mano de
qué estaban hechas las pesadillas. Llevaba las cicatrices no sólo en todo su
cuerpo, sino también en su interior. Pero sus cicatrices habían comenzado
mucho antes de la guerra.
Su padre las había incrustado profundamente en el interior de Marco. 159
Buscó un modo de equilibrar lo que había vivido y lo que le quedaba por
experimentar. Remus era su equilibrio. Marco lo sabía. Sin su mejor amigo,
Marco habría caído en el oscuro abismo hace mucho tiempo.
Así que ahora era su turno de sacar a Remus y mostrarle que, aunque las
cosas parecían terribles, la vida no se desperdiciaría en recuerdos amargos,
sino en los felices que iban a crear.
Capítulo Diecinueve
Salvador estaba cansado hasta los huesos, pero no podía parar, no podía
ceder. Si dejaba escapar un centímetro, Kraven lo mataría. No entendía cómo
el vampiro se había vuelto tan poderoso, pero tenía sus propios trucos.
—Ríndete, viejo —le tentó Kraven—. Nunca me derrotarás. Me he
vuelto demasiado poderoso.
Salvador apenas estaba de pie. Cada golpe que su aquelarre daba a los
Segadores de Almas los sentía en su propio cuerpo. Ni siquiera estaba seguro
de cómo estaba erguido todavía. El dolor y las lesiones deberían tenerlo
inconsciente en el suelo.
—No eres un verdadero vampiro. —Salvador retornó la incitación con
veneno—. Eres un chucho4, convertido, no nacido en mi gloriosa raza. No hay
forma de que un chucho pueda ser tan fuerte como yo.
160
Kraven soltó un rugido gutural mientras se movía lentamente,
deliberadamente hacia Salvador. La táctica de intimidación no funcionaría en
él. Salvador había superado a hombres diez veces más dignos que este pedazo
de estiércol que se dirigía hacia él.
Salvador todavía podía oír la lucha detrás de él y se estaba debilitando a
causa de ella. Pero se mantuvo firme, observando cómo las nubes que se
alzaban arriba se tornaban furiosas y gruesas. El aire estaba electrificado, las
corrientes pasando a lo largo de su piel eran como arañas diminutas
arrastrándose por todo su cuerpo. Sus cabellos estaban levantados por la carga
eléctrica.
Se estaba preparando, juntando toda su energía en una bola apretada y
compacta dentro de su pecho. Salvador tenía que derrotar a este bastardo. Tiró
del poder restante de la Sombra, también de su aquelarre. Los dejaba más
débiles, pero pronto no importaría. Si esto no funcionaba, todos morirían de
todos modos.

4
Chucho: perro sin raza. En Chile se les dice quiltro.
El único pesar que Salvador tenía en ese momento era no poder ver a
sus compañeros una última vez. Habían huido con Rick, una orden que
Salvador había emitido antes de que se unieran a la pelea. Omar y Freedman
habían discutido hasta el agotamiento, pero Salvador no había vacilado.
Debían permanecer a salvo bajo cualquier costo.
Pensó en el color de sus ojos, aunque ambos eran azules, uno era tan
claro como los cristales mientras que el otro era del color del cielo de verano.
Lo que no daría por mirar a los dos pares por última vez, sentir a Freedman
tomándolo mientras conducía a Omar al borde de la locura con unos embistes
tan profundos que Salvador podía sentir el placer del hombre. El conocimiento
de que nunca podría poner los ojos en ellos otra vez destrozó su cansada alma.
Los sentimientos trajeron una aceptación tranquila de que esto era lo que tenía
que hacerse, no importaba lo que quería, lo que anhelaba.
Relámpagos fueron disparados desde el cielo, el viento empezó a
arreciar e hizo que su pelo volara en todas direcciones mientras Salvador
sentía que la energía entraba en él, cargando y electrificando su cuerpo de una
manera que no sólo alimentaba sus poderes, sino que le daba el máximo
ímpetu. 161
Su verdadero linaje corría a través de sus venas y le recordaba que
Kraven era el subordinado, no él. Salvador era un muerto desde el útero, no
Kraven. El vampiro había sido humano en algún punto, nacido de una madre y
un padre, comía, bebía, follaba y cualquier otra cosa que hubiese hecho ese
patético bastardo.
Salvador había nacido en la oscuridad, amamantado en los brazos de la
Madre Oscuridad. Nunca había conocido la luz, nunca había conocido los
problemas con los que lidiaban los humanos.
Kraven se acercó a él y Salvador paró los golpes con todas sus fuerzas.
Finalmente, Salvador sintió que la energía acumulándose dentro de él
alcanzaba su pináculo. Con siglos de pulida práctica, empujó la bola de
energía hacia fuera, la explosión incendió el aire a todo su alrededor tan
fuertemente que Salvador voló hacia atrás y golpeó el suelo.
Todavía podía sentir la estática en el aire mientras rodaba a su lado, su
cuerpo protestó contra el movimiento mientras se ponía en pie. Vaciló y casi
cayó sobre su trasero. Un intenso dolor desgarraba su cráneo mientras
avanzaba tambaleándose hacia donde Kraven yacía en una zanja a seis metros
de distancia.
Por primera vez en la existencia de Salvador, sintió ganas de vomitar. El
dolor era tan severo, tan intenso que no estaba seguro de si iba a entrar en
coma o no.
Llamó a su aquelarre, quienes parecían estar a punto de caer. Los
Segadores de Almas habían desaparecido después de la liberación de la
energía de Salvador. No estaban a la vista. Salvador se giró hacia Kraven, que
estaba allí tendido en un lío contorsionado, pero no estaba muerto. No podía
entender cómo el vampiro había resistido la fuerza dirigida a él, pero podía
sentir la vida todavía fluyendo a través de la sangre de la miserable criatura.
—Debemos contenerlo antes de que recupere sus poderes. —Salvador
no sabía explicar lo que estaba pasando, pero sabía que el tiempo era esencial.
Kraven tenía que ser enterrado en tierra santa, en un ataúd fuertemente
encadenado que estuviera cubierto con artículos religiosos. Era la única
verdadera forma de atrapar a un vampiro. Necesitaría ayuda. Si Salvador
entraba a tierra santa, sería el equivalente a caminar bajo el sol. Recogiendo el
162
laxo cuerpo de Kraven del suelo, Salvador podía pensar en el único lugar para
enterrar a este hombre en el que estaba seguro que nunca escaparía.
Shelton.
Se tendrían que fijar guardianes para asegurarse de que la tumba de
Kraven nunca fuera perturbada. Si el vampiro se levantaba de la tierra, sus
Segadores de Almas también lo harían. Kraven estaba demente, el verdadero
mal encarnado. Tenía que ser vigilado y observado por toda la eternidad.
La elección de los guardianes quedaría a cargo de Enrique Marcelo.
Salvador sabía que el cambia formas era honorable. El alfa se aseguraría de
que Kraven nunca escapara de su sepulcro.
Con eso en mente, Salvador empezó su viaje hacia la pequeña ciudad de
Shelton en donde encontraría a un humano que le ayudara a enterrar al
monstruo que yacía inconsciente en sus brazos.

Remus ayudó a Rick a llevar a Miguel y a Dorian a sus habitaciones. No le


gustaba la forma en que lucía Miguel. El hombre estaba pálido, sus venas
pronunciadas, y miraba a Remus con una vidriosa mirada.
Benito retiró los cobertores mientras Remus lo depositaba en la cama.
No estaba seguro de qué decirle al primo del hombre. Era más que obvio lo
que Benito sentía por Miguel. Tenía círculos oscuros debajo de los ojos y
seguía frotándose la frente mientras miraba a su primo.
—Déjame saber si necesitan algo. —¿Qué más podía decir? Remus
conocía a los dos, pero no tan bien. Haría cualquier cosa para ayudar, pero
ahora mismo sentía como si estuviera en el camino.
Saliendo de la habitación, caminó hacia la que compartía con Marco.
Muchos de los moteles que habían encontrado a lo largo del camino estaban
desiertos. Algunos necesitaban que quitaran las sábanas, el colchón desnudo
era más atractivo que lo que posiblemente había manchado la ropa de cama.
Otras habitaciones parecían como si las hubiesen hecho, pero olvidado.
Remus y Marco tuvieron suerte y encontraron una habitación con
sábanas sin usar. La cama estaba todavía muy bien hecha, las esquinas
metidas. Tuvieron que irrumpir en las habitaciones cuando el grupo se tropezó 163
con un motel, pero era mejor que dormir en la camioneta.
—Oye —le dijo a Marco mientras cerraba la puerta detrás de él. Su
pareja estaba desparramada en la cama, mirando al techo—. ¿Está todo bien?
Su pareja parecía que estaba pensando profundamente mientrasposaba
sus ojos sobre Remus, su cabeza los siguió lentamente. —¿Recuerdas cuando
teníamos doce y me convenciste de que esa cacería de serpientes era una
forma de probar nuestra hombría?
Remus lo recordaba. El patio trasero de Marco estaba cubierto de
malezas y las serpientes pensaron que era el lugar perfecto para esconderse del
sol caliente durante el día. En esa época, Remus era un poco más aventurero,
pensando que la caza de serpientes era como jugar al rey de la selva. Estaba
cagado de miedo, pero también amaba el peligro que presentaba. —Sí.
Marco rodó a su costado, apoyando su cabeza en su mano. —¿En ese
entonces estabas tratando de decirme algo?
Remus arrugó sus cejas, preguntándose de qué diablos estaba hablando
su pareja. —¿Qué estaría tratando de decirte?
—No importa. —Marco volvió a acostarse, mirando a las manchas de
arriba.
Remus se movió en la habitación, sentándose en la orilla de la cama. Se
estiró, girando la cabeza de Marco con unos gentiles dedos. —No, dime.
Marco tragó repetidamente mientras trataba de alejarse, pero Remus se
negó a dejarlo ir. —Nunca antes has tenido problemas conversando conmigo.
¿Qué pasa?
Alejando la mano de Remus de un empujón, Marco rodó hasta ponerse
de pie. —Hoy fui testigo de algo que sacudió mis cimientos. Lo que podían
hacer esos vampiros era muy sorprendente. Pero eso no es lo que realmente
me molestó.
—¿Qué te molestó, Marco?
Marco frotó su mano sobre su nuca, sus facciones tensas mientras se
apartaba para pararse junto a la cómoda. —Estaba rodeado de verdaderos
depredadores, hombres que se merecen el título. Traté de ayudar a los osos, y
me miraron como si fuera un chiste. Soy un jodido leopardo. Se supone que 164
sea letal y mortífero, pero ni siquiera puedo intimidar a los juveniles de
nuestra manada.
—Esos osos eran imbéciles —dijo Remus mientras se levantaba—.
Algunos depredadores piensan que están por encima de los demás.
—Ese es mi punto, Remus. Soy un depredador. No debería ser mirado
en menos, pero así fue. He lidiado con esa mierda cada día de mi vida, pero
ver que otra raza me trata de la misma forma que los leopardos, hace que me
plantee ese hecho. —Los labios de Marco se adelgazaron mientras miraba con
rabia a la cama. Estaba evitando los ojos de Remus. El hombre se veía como si
quisiera golpear algo.
—No todos pueden ser fuertes, Marco. Demonios, soy un leopardo,
igual que tú, y estoy cagado de miedo la mitad del tiempo, inseguro de si voy a
vivir otro día.
—Eso es diferente, Remus. Esta es una guerra. Todos están asustados.
Pero si estuviéramos en casa, o en cualquier otra circunstancia, ¿hubieses
dejado que los osos te hablaran de esa manera?
Diablos, no. Remus habría ido mano a mano con ellos. No permitiría
que nadie le faltara el respeto. Tal vez no supiera ni una maldita cosa sobre
asaltar, irrumpir o rescatar a alguien, pero nunca permitiría que nadie caminara
sobre él como un felpudo.
Mientras observaba a su compañero, podía ver que lo que los osos
habían hecho realmente afectó al hombre. Marco se sintió ofendido, insultado.
Su mejor amigo había lidiado con matones y gente que no lo había respetado
durante toda su vida. Remus había intentado protegerlo de ese tipo de
imbéciles, pero parecía que incluso ahora, apareado con Remus, su promesa de
protección no era suficiente.
No estaba seguro de qué decirle a Marco. ¿Cómo calmar a un hombre
que se siente menos que un hombre? El ego de Marco estaba magullado y
dolido. Su compañero necesitaba algún tipo de control o se iba a alejar de
Remus.
No había forma de que fuera a permitir que eso pasara. Marco
significaba demasiado para él. Cerrando la distancia, Remus agarró a Marco y
envolvió al muchacho más pequeño en sus brazos. Se aseguró de que su pareja
165
estuviera mirándolo antes de hablar. —Jódeme.
Marco se quedó ahí parado por un momento como si Remus hubiese
hablado en un lenguaje extraño y no pudiera comprender las palabras.
Entonces sus ojos se ampliaron ligeramente. —¿Quieres que haga qué?
Remus retrocedió y se desnudó. Se acostó a lo largo de la cama,
separando sus piernas y exponiendo su zona más íntima, su ano. —Haz lo que
quieras conmigo.
Los ojos de Marco se dirigieron a donde Remus jugaba seductoramente
con su agujero y luego los orbes de satén negro se apartaron rápidamente.
Chupó su labio inferior y empezó a mordisquearlo nerviosamente mientras
cruzaba su brazo izquierdo sobre el derecho. —Si estás tratando de hacer un
punto, lo entiendo. Eres el macho dominante entre nosotros.
¡Por dios, el hombre era un verdadero cabeza dura! Remus quería
golpear al hombre en su cabeza con su polla. Saltó de la cama, cruzando la
áspera alfombra, y tiró a Marco hacia él. —Toca mi culo.
Cuando Marco no se movió, Remus agarró la mano de su compañero y
la empujó detrás de él. —Sabes exactamente dónde quiero tus dedos.
Tentativamente, la mano de Marco se deslizó a través de la nalga de
Remus y luego se sumergió en el pliegue. Cerrando sus ojos, Remus se dijo
que no retrocediera, que no se tensara. Mientras Marco lo exploraba, Remus
los acercó a la cama, animando a su compañero a ir más lejos que tocar el
músculo externo con los dedos.
Se giró, se arrastró hasta la cama y se puso a cuatro patas, bajando los
hombros. —Sólo soy yo, Marco. No te dejes intimidar.
Marco asintió ausentemente mientras se desnudaba, sus oscuros ojos
nunca dejaron el culo de Remus. Si Remus no estuviera tan jodidamente
nervioso, habría sonreído ante el inocente miedo en los ojos de su pareja. —
Nadie te ha jodido jamás —dijo Marco con absoluta seguridad—. ¿Por qué me
estás dejando?
Dándose la vuelta hasta que estuvo sentado en el borde de la cama,
Remus alcanzó a su compañero, tirando del hombre en el vértice de sus
piernas. —Porque... —empezó Remus, esperando que pudiera expresar sus
pensamientos correctamente para que Marco lo entendiera. Ni él mismo estaba
cien por ciento seguro de por qué, pero era sólo... Dios, iba a joder esto—.
166
Necesitas esto.
Marco empujó a Remus, sus facciones se volvieron turbulentas. —¿Esta
es una jodida por lástima?
—No. —Remus agarró a Marco antes de que pudiera alejarse. —
Necesito esto. Necesito mostrarte lo que estoy dispuesto a darte para que sepas
lo mucho que significa nuestro apareamiento para mí. —Remus se estaba
frustrando. No estaba expresando sus pensamientos correctamente. Todavía
sonaba como una jodida por lástima a sus propios oídos.
—Algunos hombres dominantes —comenzó mientras se recostaba en la
cama, atrayendo a Marco por encima de él—, sólo quieren dejarlo ir, dejar que
las responsabilidades recaigan sobre alguien más por una vez. —Remus no
conocía a un hombre dominante que permitiera que su compañero lo follara,
pero tenía que hacérselo entender a Marco.
Su pareja lucía escéptica, pero alcanzó entre las piernas de Remus y
cogió donde había soltado. La punta de un dedo lo penetró y Remus se
congeló.
—Siempre has sido un mentiroso terrible —dijo Marco—. Pero ¿esto es
lo que realmente quieres?
Remus no estaba seguro de qué estaba pidiendo. Todo lo que sabía era
que quería que Marco fuese feliz, seguro de quien era. —Sí.
Remus se relajó, viendo la verdad en los profundos ojos oscuros de su
pareja. Marco estaba intimidado por lo que estaba pidiendo Remus, pero
dispuesto a complacerlo.
Puede que fuera el alfa de los dos, pero en el dormitorio, felizmente se
turnarían entre joder y ser jodido. Las piernas de Remus empezaron a temblar
cuando Marco frotó un poco de lubricante entre las nalgas y sobre su
tembloroso agujero. Su cabeza cayó de nuevo sobre la almohada, sus labios se
separaron para aspirar jadeos de aire mientras Marco deslizaba un grueso dedo
dentro de su culo. Cada respiración era audible en la habitación mientras el
peso de Marco hacía que la cama se hundiera.
Gimió cuando Marco se concentró en su punto dulce, acariciándolo
varias veces antes de añadir un segundo dedo. La polla de Remus lanzó un
chorrito de pre-semen en la suave mano de Marco mientras sus ojos se 167
redondeaban. Remus le sonrió.
—¿Cómo lo estoy haciendo? —preguntó Maco mientras añadía un
tercer dedo, estirando los músculos de Remus cuidadosamente. Gruñó
mientras los dedos de Marco entraban y salían.
—Perfecto.
Remus cerró los ojos cuando Marco sacó los dedos y los reemplazó con
su polla, abriéndose camino lentamente, un largo gemido salió por entre sus
apretados dientes. Arqueó su espalda, sus ojos se cerraron mientras Marco
levantaba sus piernas sobre sus brazos y empujaba dentro. —¡Joder! —gritó
Remus. Sus ojos se aguaron mientras sus puños agarraban las sábanas con
fuerza.
Mientras Remus trataba de respirar a través del dolor, los profundos
ojos oscuros de Marco estaban humeantes y llenos de preocupación, mientras
miraba a Remus. La sensación de estar lleno ni siquiera comenzaba a describir
la experiencia. Sus piernas temblaban por envolverse alrededor de Marco, pero
estaba demasiado asustado de lastimar a su pareja. Remus sintió su polla
hormigueando, doliendo por liberarse, sus bolas se acercaron ya tensas. Marco
parpadeó, sus pestañas oscuras revoloteaban lentamente al principio, luego
más rápidamente a medida que pasaban los segundos. Su cabeza se inclinó
hacia un lado mientras miraba a Remus. —Nunca supe que esto se pudiera
sentir tan bien.
Lentamente, la lengua de Marco atrajo la atención de Remus mientras el
hombre más pequeño lamía el cuello de Remus, besando y mordisqueando
mientras palpaba las bolas de Remus, que estaban apretadas y duras.
Gimió cuando Marco deslizó la lengua por su garganta, convirtiendo el
dolor en placer. Marco retrocedió, su polla rozando a lo largo de las
terminaciones nerviosas que hacían temblar a Remus. Minúsculas explosiones
salían del interior Remus mientras Marco follaba su culo.
Las sensaciones tenían la sangre de Remus en llamas. Cerró los ojos y
respiró hondo, evitando su orgasmo, deseando que este momento con el
hombre que amaba durara para siempre. Su cuerpo estaba zumbando y su
polla se estaba engrosando a medida que Marco empujaba más duro, profundo
y rápido en su culo.
—Estoy cerca —dijo Marco mientras presionaba sus dedos en las 168
caderas de Remus, su polla entrando y saliendo del culo de Remus con una
velocidad mayor mientras un gruñido desgarraba el pecho de Marco.
Remus no tuvo que esperar mucho tiempo. Marco cubrió su espalda,
sudor atrapado entre sus cuerpos fuertes y duros mientras Marco rozaba sus
labios sobre el hombro de Remus, enviando estremecimientos de placer a
través de su cuerpo. —Quiero reclamarte de nuevo —susurró Marco en su
oído mientras lamía alrededor de la concha.
—Hazlo —Remus se encontró rogando—. Muérdeme, Marco.
Marco lo sostuvo mientras sus caderas chocaban a una velocidad
increíble. Su polla continuó rozando sus terminaciones nerviosas antes de que
Marco liberara sus dientes, su lengua deslizándose sobre su piel mientras
gruñía su liberación.
Remus podía sentir cada chorro de la caliente semilla de Marco en su
culo.
Remus hizo erupción, su semilla golpeó su pecho y barbilla. Remus
estalló de nuevo cuando Marco se inclinó y lamió la simiente de su cuello. —
Sabes bien.
Remus se estiró y agarró a su pareja, tirándolo entre sus brazos. —Te
amo, bebé.
—También te amo. —Marco serpenteó sus manos hasta detrás del
cuello de Remus y lo sostuvo, un suspiro feliz escapó de sus labios.
Eran dos personas que se comprendían el uno al otro, se necesitaban,
siempre habían estado para el otro, y Remus no podía amar más a Marco por
ello.

169
Capítulo Veinte
Dorian seguía sintiéndose un poco descentrado mientras Rick entraba en
el Distrito de Columbia. Se había curado del accidente en el que había estado
y ahora estaba allí sentado con nudos apretados en su estómago.
Estaban aquí, donde iba a tener lugar la batalla final. Mierda, no podía
volver a tener su corazón bajo control. Estaba palpitando tan fuerte en su
pecho que Dorian temía que se liberara.
—Relájate, gatito —dijo Rick a su lado.
—¿Cómo estás tan calmado? —preguntó, sintiendo que Rick debería ser
el único en pánico. Era líder de la Rebelión, el hombre más buscado de los
Estados Unidos. ¿Cómo diablos podía estar ahí sentado con una postura tan
relajada? Dorian se estaba desmoronando, y Rick estaba calmado y cuerdo—.
Estoy esperando que las tropas aparezcan en cualquier segundo y nos hagan
explotar de la faz de la tierra. 170
—Tienes que pensar positivo.
—De acuerdo, positivamente van a venir tras nosotros en cualquier
minuto y hacernos explotar. —Aun así, su pareja se quedó ahí sentada con su
mano en el volante, desplomado en su asiento, sus facciones libres de estrés.
¿Qué mierda? Dorian estaba medio tentado a fastidiar al hombre sólo para
sacarle una reacción.
—Mira lo que ya hemos pasado para llegar aquí, Dorian. Las
probabilidades ya están apiladas en contra nuestra, aun así, pasamos un año y
medio sin ser asesinados. Tenemos Rebeldes reuniéndose con nosotros, y este
es el último paso de nuestro viaje. Positivamente todo el infierno va a
desatarse. —Los ojos de color gris líquido de Rick se fijaron en él—. Pero no
voy a quedarme aquí sentado mordiéndome las uñas porque hemos entrado en
la guarida del monstruo. Si me permito entrar en pánico, no tendré la cabeza
clara.
Tenía sentido para Dorian, pero todavía no podía evitar preocuparse.
O'Hanlon tenía que saber que estaban aquí, o cerca. El hombre no iba a
quedarse parado y permitir que Rick y sus hombres sólo entraran aquí y
hablaran con el presidente. El humano había hecho alguna mierda sombría y
cruel, incluyendo el inicio de esta guerra. Iba a proteger su culo, pase lo que
pase.
No iba a ser fácil entrar a hablar con el presidente. Dorian no iba a
engañarse. Una vez que al hombre le llegara la palabra probablemente iba a
ser trasladado a un lugar no revelado. Tenían que llegar hasta él antes de que
se fuera.
—Vamos a detenernos a las afueras de la ciudad. —Rick empezó a
hablar—. Ahí veremos cuántos cambia formas y simpatizantes tenemos y
organizaremos nuestros planes.
Dorian iba a llamar a su familia una vez que estuvieran en su lugar de
reunión. Tenía que hacerles saber cuánto los amaba. Puede que no saliera vivo
de esto. Dorian ni siquiera les había dicho que se había convertido. Había
tanto que necesitaba decirle a su papá, mamá e Ian.
Mirando a su pareja, Dorian todavía estaba asombrado por lo fuerte que
se había vuelto. No sólo físicamente. Rick tenía una fuerza interior que
brillaba en tiempos de crisis. El hombre no se dobló bajo la presión ni mató a 171
los humanos porque estaban tratando de matarlo. Administró justicia a los que
se lo merecían, pero incluso después de todo lo que había pasado, Rick seguía
preocupado por los que lo rodeaban y trataba de evitar las causalidades.
¿Cómo es que alguien podría querer que este hombre muriera? Sólo la
idea de que O'Hanlon lastimara a Rick hacía que Dorian viera rojo. El bastardo
no tenía ni idea de lo precioso y raro que era un hombre como Rick.
—¿Ya llegamos, Ma?
La cabeza de Dorian se giró de golpe ante la voz rasposa de Miguel. Era
la primera vez que estaba consciente desde que Bryson extrajo la bala. Dorian
estaba increíblemente agradecido de que el chico estuviera consciente. Había
estado preocupado de que el hombre lobo estuviese desmayado por más de
veinticuatro horas. —¿Miguel?
—Oh, joder —gimió cuando abrió los ojos. Miguel estaba acostado en
el asiento trasero, una manta cubría su cuerpo. Todavía estaba blanco como el
papel, pero un poco de color estaba regresando a sus mejillas—. ¿Conseguiste
el número de la camioneta que me golpeó?
—Te dispararon —le recordó al ejecutor—. Usaron balas de plata.
—Tendré que recordar enviarle una tarjeta de agradecimiento a quien
sea que me haya disparado. —Arrojó sus brazos sobre sus ojos—. ¿Dónde está
Benito?
Dorian miró por la ventana trasera para ver a Benito en el convoy de
vehículos conduciendo detrás de ellos. —Siguiéndonos en el auto en el que
estaban los dos.
—Escóndeme de él —murmuró Miguel.
Dorian frunció el ceño. —¿Por qué?
—Porque ya estaba quejándose sobre limpiar la tapicería.
Probablemente está echando humo por los agujeros de bala y mi sangre.
—¿Recuerda que ese auto es robado? —preguntó Rick.
—Dile eso. —Miguel rodó a su costado y trató de erguirse, pero terminó
cayendo de nuevo en el asiento—. ¿Alfa?
172
—¿Sí, hermano?
—¿Por qué no puedo sentir mi brazo derecho? —Miguel echó la manta
a un lado, su mano se deslizó por el brazo derecho. Dorian observó cómo
Miguel usaba su mano buena para levantar su brazo, sólo para que el miembro
volviera a caer en el asiente con un ruido sordo—. ¿Por qué no puedo sentir mi
brazo derecho? —preguntó de nuevo, su voz estaba adquiriendo un tono de
pánico.
La mirada de Dorian se dirigió a Rick. No quería ser quien le diera la
noticia a Miguel de que podría estar jodido permanentemente. La garganta de
Dorian ya se estaba encogiendo al ver la desesperación que desgarraba los
hermosos rasgos de Miguel.
—Bryson dijo que estuviste mucho tiempo con la bala enterrada en tu
hombro —respondió Rick con un tono que casi hizo llorar a Dorian—. Cree
que tal vez tengas daño permanente.
Dorian no era un llorón, no desde hace tiempo, pero al ver el horror en
la cara de Miguel ante las palabras de Rick, podía sentir su garganta
tensándose mientras tragaba repetidamente. Los profundos ojos azules del
hombre barrieron el interior del camión, y Dorian supo que estaba absorbiendo
lo que estaba pasando mientras trataba de componerse.
Girándose, Dorian le dio toda la intimidad que podía considerando que
estaba en los pequeños confines de la camioneta. Su corazón estaba con el
chico. Dorian sabía que Miguel se había sacado la mierda para convertirse en
uno de los ejecutores de Rick y se enorgullecía de luchar junto a su alfa en esta
guerra.
No podía imaginar cómo se sentiría perder la habilidad de su brazo.
Dorian quería recordarle a Miguel que al menos estaba vivo, pero se guardó
esas palabras tranquilizadoras. Era demasiado pronto, y Miguel no les daría la
bienvenida.
—¿Quieres viajar con Benito? —preguntó Rick.
Miguel estaba tan tranquilo que Dorian no creyó que el hombre le
respondería. Finalmente, un pequeño y firme no pudo ser oído. Viajaron en
silencio hasta el punto de encuentro, los tres perdidos en sus propios
pensamientos.
173

Los ojos de Marco se ampliaron al entrar en lo que parecía ser el punto de


encuentro. Nunca había visto tantos autos, camionetas, motocicletas y
furgonetas en su vida. Parecía más una convención que una reunión de la
Rebelión.
—¿Toda esta gente está aquí para ayudarnos? —le preguntó a Remus
mientras encontraba un lugar para estacionarse. Era un gran trecho de campo,
de camino a la parte de atrás. Si tenían que escapar rápidamente, sería a pie.
No había forma de que fueran capaces de regresar a su camioneta en un apuro.
—Esto es sólo la mitad —dijo Remus mientras apagaba el motor—. La
otra mitad llegará mañana.
Cuando los ojos de Marco barrieron la multitud, vio a hombres y
mujeres conversando en pequeños grupos, uno a uno, o en una gran
colección.Algunos lucían como hombres de negocios mientras otros se veían
como rudos proscritos. Incluso vio a un tipo con una bata de hospital. Al
parecer los cambiaformas provenían de todos los ámbitos de la vida.
Marco ya lo sabía, pero ver a las diferentes personas de cerca lo
sorprendió. Había latinos, afroamericanos, caucásicos, asiáticos y cada raza en
el medio. El grupo tenía hombres y mujeres grandes y musculosos, gente baja
y robusta, alta y delgada, joven y vieja. Algunos llevaban lo que equivalía a
ceñidos trajes de batalla, mientras que otros llevaban vaqueros, camisetas y
chaquetas de cuero. Algunas mujeres llevaban pantalones cortos, y algunos
hombres llevaban trajes a la medida. Incluso un puñado de gente estaba en sus
formas animales.
Remus y Marco navegaron por la multitud hasta que estuvieron de pie
junto al grupo de Rebeldes de Rick. Rick estaba hablando con algunas
personas, Dorian a su lado. Vio a Brooke y Deluca, e incluso a Papi.
Las otras caras eran desconocidas para él. Pero Marco vio a Sasha allí
de pie hablando con su pareja. Tenía que haber al menos doscientos hombres y
mujeres aquí, si no más. Los números eran abrumadores y tranquilizadores.
—Rick está hablando con todos los alfas que se unieron a nosotros —
remarcó Remus mientras se quedaban ahí parados—. Creo que va a repasar
una estrategia con ellos.
174
—Yo ni siquiera sabría por dónde comenzar —respondió Marco—. Hay
demasiadas personas aquí. ¿Cómo pueden organizar una protesta? A mí me
tomaría al menos un mes planearla.
—A ti y a mí —dijo Remus y luego maldijo.
—¿Qué? —Preguntó Marco, mirando alrededor en la gran multitud,
buscando alguna señal de problemas—. ¿Qué viste?
—Astoria está aquí.
Eso era malo. Astoria era el leopardo que continuamente le daba
problemas a Sasha. El hombre no desafiaba directamente al alfa por su
liderazgo, pero daba a conocer cuánto odiaba al leopardo.Astoria no era más
que malas noticias.
En opinión de Marco, la única cosa en la que podría contribuir el
leopardo era en los problemas. Astoria era malo hasta la punta de sus pies.
—Voy a advertirle a Sasha de que está aquí. —Remus agarró la mano
de Marco, llevándoselo con él. Marco se apresuró detrás de Remus. No iba a
quedarse parado rodeado de desconocidos. Puede que fueran de la misma
especie, pero eso no los convertía en amigos automáticamente. Aquí había un
montón de depredadores. Eran los más mezquinos del grupo.
Nuevamente, Marco se sintió menospreciado porque no era más feroz,
pero después de lo de anoche, estaba llegando a un acuerdo con quién era.
Remus era un depredador, un macho dominante, y le había dado
desinteresadamente un regalo que los hombres más poderosos ni siquiera
pensaban en dar. Había sabido lo que su compañero estaba haciendo y el truco
había funcionado. Marco caminaba con un poco más de confianza, sin sentirse
como una presa.
Llegaron junto a Sasha y Remus le dijo al alfa quién había asistido a su
reunión. El alfa no parecía muy feliz.
—Debí haber sabido que aparecería —dijo Sasha en un tono que era
letal—. Estoy dispuesto a apostar que está aquí más por información que para
ayudar. Si tiene tantas ganas de tener la manada, entonces puede pelear
conmigo por ella.
—¿Pensé que habías dicho que te habías hartado de ser el alfa? —
preguntó Nate. 175

La noticia sacudió a Marco. Amaba a Sasha y no podía pensar en otra


persona que quisiera que los guiara. Era cierto que su manada se estaba
desmoronando, pero si Sasha se iba, ¿qué iban a hacer él y Remus?
—Así es, pero eso no significa que voy a inclinarme con gracia. —
Sasha tiró su trenza larga y rubia por encima de su hombro mientras sus ojos
revisaban la multitud.
—Selene va a matarte si sales herido —le advirtió Nate.
Marco aún no la conocía, pero Remus le había contado que su alfa se
había apareado con dos hombres lobo. No le importaba. Para Marco, la ley que
gobernaba a su especie era anticuada y estúpida. No debería importar con
quién se apareara Sasha o qué sangre corría por sus venas. Siempre y cuando
pudiera hacer su trabajo, la otra mierda no importaba.
Quizás cuando la guerra terminara, los alfas pudieran sentarse y elaborar
nuevas leyes, unas que fueran más apropiadas para esta generación. Los
ancianos habían escrito las antiguas en un momento en que el velo seguía
abierto.
Eso fue hace mucho tiempo. Era hora de seguir adelante.
—¿Qué vas a hacer con la manada? —preguntó Marco antes de que
pudiera pensarlo mejor. Un juvenil nunca cuestionaba a su alfa. Estaba
prohibido, pero Marco se sentía desesperado. Sólo esperaba que Sasha no le
entregara su culo en bandeja de oro.
El alfa posó sus ojos verdes en Marco. Todo lo que Marco pudo hacer
fue tragar ásperamente. —No te dejaré colgando, Marco. Las cosas se
resolverán una vez que esto quede atrás.
Marco inclinó su cabeza, aliviado de que el alfa no fuera a abandonarlo
a él y a Remus. Aunque los leopardos eran criaturas solitarias. Marco se había
acostumbrado demasiado a tener a Sasha como su alfa.
—Marco, este es Nate —los presentó Remus—. Es uno de los
compañeros de Sasha.
Inclinando la cabeza hacia un lado en señal de respeto, Marco mantuvo
su mirada apartada hasta que Nate tocó su cuello a modo de aceptación. ¡El
tipo era jodidamente enorme! Lo había visto desde lejos desde que se reunió 176
con el grupo de Rick, pero al estar de pie junto a él se sentía como si Marco
estuviera parado junto a una montaña. Sus ojos sólo llegaban hasta el esternón
del hombre.
—Sasha Monroe.
Marco se tensó instantáneamente cuando oyó la áspera voz de Astoria.
Destilaba jocosidad y repugnancia. No estaba seguro de por qué, pero Nate se
trasladó frente a él y Remus inmediatamente, como si los protegiera.
—Juvenil. —Sasha condujo a Astoria a su posición adecuada,
diciéndole al leopardo con el uso de la palabra que estaba por debajo de Sasha.
Marco pudo ver el tic en la mandíbula de Astoria. El tipo estaba tan
lleno de sí mismo que sentía que debería ser abordado con una posición más
alta en la jerarquía. Marco lo había oído decir esto muchas veces cuando Sasha
no estaba cerca.
—Descubrí unas noticias muy interesantes sobre ti —continuó Astoria,
su sentimiento de ser menospreciado aparentemente olvidado. Ahora estaba
mirando a su alfa como un gato listo para saltar sobre un ratón—. Muy
interesante, de hecho.
Sasha frunció el ceño. —¿Qué, que soy un mestizo?
—¡Entonces lo admites!
—Lárgate antes de que te rompa el cuello —dijo Nate—. Eres como un
mosquito que está zumbando alrededor de mi cabeza. No me hagas aplastarte.
Marco hubiese corrido si Nate hubiese emitido esa amenaza hacia él.
Tan grande como era, Astoria debería haber escondido la cola y huido. Pero
era demasiado estúpido para su propio bien.
—Conoce tu lugar, perro.
¡Oh, mierda! Marco parpadeó y Nate tenía su gran y robusta mano
envuelta alrededor del cuello de Astoria, exprimiendo su vida. —¿Cómo me
llamaste, niño?
Astoria rasguñó y arañó, pero no pudo quitar la mano de Nate de
alrededor de su garganta. Sasha simplemente se quedó ahí parado con una
expresión divertida en su rostro. —¿Por qué tengo el presentimiento de que, si
no te mato, sólo regresarás a joder con nosotros? —preguntó Nate mientras
Astoria empezaba a tornarse de una oscura sombra de rojo. Marco podía oír 177
que las voces rodeándolos se acallaban y sabía que no sólo estaban siendo
observados, sino escuchados. Eso aumentaba las apuestas ahora porque aun
cuando Sasha ya no quería la manada, no podía perder la fachada.
—Porque lo hará —habló Marco—. Piensa que debería ser el alfa.
Unas cuantas risitas se escucharon detrás de él. Marco sabía cómo se
sentían. Puede que Astoria fuera más grande que él, pero era
significativamente más bajo que Sasha. Nate miró a Marco, haciendo que
diera un paso atrás.
Sasha finalmente ondeó una mano hacia Astoria. —Si quiere ser el alfa,
deja que me desafíe por el título.
Capítulo Veintiuno
Sasha podía ver el color salpicando las mejillas de Astoria. A partir de
la forma en que el hombre había actuado en casa, sabía que ese día iba a venir.
Astoria estaba lleno de sí mismo y todos los que conocían al hombre se daban
cuenta de esto tarde o temprano.
La mayoría de las veces temprano.
—¿Qué estás esperando? —le tentó Sasha con la alegría por la que era
conocido—. Has ido diciendo mierda por demasiado tiempo, pensé que
saltarías ante la oportunidad de acabar conmigo. —El calor de Nate estaba
detrás de él, pero Sasha no necesitaba que su pareja lo defendiera. Había
crecido peleando porque tenía un secreto que ocultar, y aunque actuaba
juguetón y ronroneante, Sasha era un hijo de puta letal. Había afilado sus
habilidades a la perfección, y el leopardo ante él no iba a quedarse ahí parado
con una mirada presumida.
178
Estaba determinado a borrar esa mirada del rostro del hombre… con sus
garras.
—Eres un mestizo. —Dijo Astoria lo bastante fuerte como para que los
cambia formas a su alrededor los escucharan—. ¿Con qué estás mezclado,
Sasha?
—Pregúntale a tu madre. Le di un poco de mi ADN anoche. —Sasha
escuchó a Nate gruñir ante la crudeza de sus palabras, pero todo valía cuando
lidiaba con un hombre que pensaba que podía acabar con Sasha Monroe.
—¡Cómo te atreves! —Astoria arremetió contra Sasha, sus brazos
extendidos mientras trataba de envolverlos alrededor de la cintura de Sasha.
Pero fue rápido. Dando un paso a un lado con rapidez, Astoria únicamente se
las arregló para envolver sus brazos alrededor de la camioneta de alguien.
Maldición, eso tuvo que doler.
La situación era casi risible, si no fuera por el hecho de que Astoria
acababa de desafiar a Sasha abiertamente. Hacer un movimiento hacia él era
un desafío en y por sí mismo. No podía retroceder ahora ni quería hacerlo.
Pero burlarse del hombre ayudaría a Astoria a enfurecerse tanto que perdería
el enfoque. Sasha usaba cualquier técnica que pudiera cuando estaba en una
batalla.
Con las fosas nasales flameando, Astoria se levantó del suelo al que
había aterrizado con tan poca gracia cuando besó el portón de la camioneta.
Movió un dedo hacia Sasha. —No mereces ser el alfa. Eres un mestizo. —
Escupió la palabra como un insulto, pero nadie siquiera pestañeó. A decir
verdad, Sasha había aprendido que la mayoría de los cambia formas eran de
hecho mestizos. Sólo lo ocultaron debido a la antigua ley que declaraba que
los mestizos debían ser tratados como perros callejeros. Nadie quería ser
excluido de su grupo, clan, manada o lo que sea a lo que pertenecieran. El
intento de Astoria de hacer que Sasha fuera un monstruo había fallado y podía
ver que Astoria se daba cuenta de esto.
—También soy gay. Me gustan las pollas y me encanta sentir a Nate…
—Sasha. —Nate lo miró fijamente, una advertencia para que no dijera
otra palabra sobre sus intimidades.
—Captas el punto —le dijo Sasha a Astoria mientras le daba una sonrisa 179
juguetona a su pareja—. ¿Quieres exponer eso también?
Algunos de los cambia formas que estaban a su alrededor miraron hacia
Astoria con desprecio. El leopardo hizo una pausa mientras permanecía allí, su
expresión claramente indicando que estaba tratando de encontrar una nueva
táctica para usarla contra Sasha.
—Eres un idiota patético —declaró Sasha—. Quieres ser alfa, aun así,
todo lo que haces es quedarte ahí parado tratando de insultarme en vez de
hacer lo que haría cualquier hombre digno de su salario… pelear.
Ahora, eso era un verdadero insulto. Sasha desmenuzó las palabras y se
estaba cansando de burlarse de la pobre excusa de leopardo. Estaba listo para
terminar con esto. Con unas rápidas zancadas, Sasha levantó su brazo y golpeó
a Astoria con el dorso de su mano tan fuerte que el leopardo fue arrancado de
sus pies, aterrizando sólidamente en su culo. —Si das un paso hacia mí para
desafiarme, estate preparado para asumir a un leopardo digno del título de alfa.
Regresa con tu madre y mama de su teta por unos cuantos años más antes de
desafiarme de nuevo.
Astoria se puso de pie y saltó. Un dolor penetrante explotó en su
costado mientras Sasha se daba cuenta de que el hombre tenía un arma en la
mano. Tenía que ser un cuchillo pequeño para ser ocultado tan fácilmente.
Mientras el olor de su sangre penetraba el aire, Sasha supo demasiado tarde lo
que Astoria estaba haciendo. Iba a conducir los cambia formas a un frenesí de
sangre. Con tantos a su alrededor, Sasha quedaría hecho trizas.
El lobo de Nate estalló cuando Rick y los otros de su grupo de Rebeldes
se movieron para bloquear a Sasha, haciendo todo lo posible por detener el
ataque de los cambia formas que avanzaban hacia ellos.
—Si alguno de vosotros va tras él, yo iré tras vosotros personalmente y
los destrozaré miembro por miembro —dijo Rick con un tono que no admitía
dudas sobre su sinceridad—. ¡Controlen a sus malditas bestias y retrocedan!
Unos pocos no escucharon. Se lanzaron hacia Sasha. Pero no era de los
que se escondían detrás de la falda de una mujer. Se encargó de tres cambia
formas, derribándolos antes de que siquiera empezaran. Pero la pelea había
incrementado el flujo de sangre de su herida. Unos cuantos cambia formas
más avanzaron en dirección a Sasha. Sabía que no podía derrotar al inmenso
180
número que lo rodeaba. Nate lo agarró y arrastró su culo hasta el Yukón,
lanzando a Sasha en su interior antes de irse. —Esa pequeña comadreja me
apuñaló. —Sasha miró su mano que había estado presionada contra la herida
para ver el color carmesí manchando su piel—. Joder, voy a matarlo.
—Rick agarró a Astoria mientras te metía en la camioneta. No se
alejará. Cambia y sana, entonces regresaremos para que puedas desgarrarle la
garganta.
Sasha hizo lo que le sugirió su pareja, dejando que su leopardo saliera
para poder sanarse. Tan pronto como regresara a estar en forma, iría tras esa
peste irritante.

Rick arrojó a Astoria al piso con disgusto. —Si fueras un alfa digno, no
habrías usado ese movimiento tan marica.
—¿Qué sabes tú sobre ser digno? —le replicó Astoria—. Eres tan
mestizo como Sasha. ¿Estas personas saben que fue tu padre quien empezó
esta guerra?
¿Cómo diablos Sasha había dejado a este hombre vivo por tanto tiempo?
Estando a su alrededor por treinta minutos, Rick ya estaba listo para dispararle
entre los ojos. —Buen intento, pero la voz sobre quién comenzó esto se corrió
bastante rápido. Nuestra especie… la mayoría, de todas formas, me juzgan por
quien soy, no por quién tuvo mano en mi creación.
—¡Todos los mestizos son unos fenómenos!
Rick tuvo que alejar a Astoria cuando dos cambiaformas oso gruñeron y
se dirigieron hacia él. —Realmente eres suicida. Te mataría, pero estoy
bastante seguro de que Sasha se molestaría conmigo por quitarle algo que va a
disfrutar. —Dejando que su lobo se deslizara entre sus ojos entrecerrados,
Rick le dio una última mirada a Astoria antes alejarse. Había unos cuantos
hombres vigilando al leopardo, por lo que no se alejaría, pero si Rick no se
apartaba del imbécil, no quedaría nada que pudiera matar Sasha.
No estaba seguro de por qué, pero algunas personas todavía lo 181
asombraban. Debería estar entumecido con gente como Astoria. El Señor sabía
que la guerra había abierto sus ojos y lo había expuesto a la traición y el
engaño. Pero tal vez no estaba tan cansado como pensaba. Esa idea se asentó
en una parte de él que Rick temía que hubiera perdido… su compasión y
humanidad. Pero todavía estaba allí, seguía intacta.
Podría estar dispuesto a dar un pedazo de éstos para estrangular a
Astoria hasta la muerte. Buscando a su pareja, Rick vio a Dorian con Miguel y
Benito. Estaban junto al auto que Benito había robado, hablando entre ellos.
Cuando Rick se aproximó, vio a Miguel apoyando su brazo derecho, su
mano izquierda colocada suavemente sobre el codo. Le molestaba saber que el
ejecutor nunca podría usar la extremidad otra vez. En este momento, Bryson
no estaba seguro. Dijo que Miguel podría recuperar la fuerza, o que podría
perderla para siempre. Era un juego de esperar y ver.
—¿De qué están hablando, muchachos? —preguntó Rick mientras se
paraba detrás de su pareja, necesitando una conexión a tierra, el toque que sólo
Dorian podía darle para calmar la agitación en su interior. Su pareja acomodó
la espalda en el pecho de Rick, el calor y el olor calmaron instantáneamente a
su hombre lobo.
—Sobre mañana en la noche —respondió Benito mientras se paraba
junto a su primo. Rick podía ver a Benito extendiendo una mano hacia Miguel
y luego dejándola caer. El titubeo le dijo a Rick que Miguel no quería ser
tocado a ahora mismo. Su lesión era algo que Miguel estaba procesando
dentro de su cabeza. No había nada que nadie pudiera decir en este instante
para ayudarle hasta que Miguel se diera cuenta de lo que podría pasar.
—¿Qué pasa con eso? —Rick envolvió sus brazos alrededor de los
hombros de Dorian y apoyó su barbilla en el oscuro cabello castaño de su
pareja—. Vamos a entrar, acabar con las tropas, y tratar de ganarnos la entrada
a la Casa Blanca. Muy fácil.
Benito le dio una mirada incrédula a Rick. —¿Muy fácil?
—Algo así —añadió, tratando de aligerar el humor de los tres hombres.
Iban a entrar en el corazón de Washington bajo la oscuridad de la noche. Rick
sabía que no iba a ser fácil. Nada había sido fácil en los pasados dieciocho
meses. 182

Dorian se agitó en sus brazos, torciéndose hasta que enfrentó a Rick.


Sus labios se separaron ligeramente mientras le miraba con esos ojos color
café. Trazando sus pulgares sobre las cejas arqueadas, Rick contempló
maravillado a un hombre que podía destruirlo con una sola palabra, un solo
toque, haciendo que su alma llorara por toda la eternidad si alguna vez perdía
a la maravilla entre sus brazos.
—¿Qué pasa, gatito? —Preguntó, su garganta constreñida mientras
pensaba en mañana. Había tantas posibilidades que podían ocurrir, tantos
resultados. Si hubiera un deseo que le pudiese ser concedido, sería la promesa
de que su pareja sobreviviera.
Era un deseo egoísta y lo sabía. Había muchas vidas más en juego,
tantas muertes que ya habían ocurrido. Las pérdidas iban a ser pesadas,
impresionantes. No había forma de prevenirlas cuando se peleaba por la
libertad.
Dorian enterró su rostro en el pecho de Rick, como si supiera los
pensamientos exactos de Rick. Su pareja probablemente podía oler su
inquietud, su preocupación, pero parecía que provenían de una sola mente en
este momento. Los dedos de Dorian se aferraron a él y Rick calmó a su
compañero pasando las manos por la delgada espalda del hombre más
pequeño.
Benito y Miguel estaban allí parados, observando a Rick con su pareja,
ambos con expresiones de solemne preocupación. Todos los cambia formas
reunidos en la abiertaextensión del campo sabían que podrían no llegar a casa,
sin embargo, habían venido, dispuestos a luchar y dar sus vidas por lo que
creían.
Rick vislumbró el Yukón rojo a la distancia. ¿Cómo sabía que Sasha no
se iría durante mucho tiempo? El leopardo alfa era persistente. Ni siquiera una
herida le impediría ocuparse de los negocios.
Y ahora mismo, Astoria era su negocio. Rick comprendió la necesidad
de aplastar a todos y cada uno de los que pensaban que podían desafiarlo, pero
nadie pensaría nada de Sasha si se tomara unas horas para sanar.
A medida que la camioneta se acercaba, Rick podía ver la firme
mandíbula de Nate. No estaba feliz de volver tan pronto. Sus ojos verde jade
estaban lívidos. 183

—No voy a acercarme a ese hombre —dijo Benito cuando sus ojos
rastrearon el progreso del Yukón—. Luce como si estuviera a punto de
desgarrar a algo o alguien. Tal vez matará a Sasha y no tendremos que seguir
sufriendo su arrogancia.
—Muy poco probable —dijo Miguel—. Es más probable que nos crezca
una segunda cabeza antes de que Nate lastime a su gato. Además, puede que
ahora Sasha esté apareado con el tipo, pero sigue siendo alguien con quien no
querrás cruzarte.
Rick escuchó las bromas y sabía que Miguel tenía razón. A pesar de lo
molesto que estaba Nate, no dañaría ni un rubio cabello en la cabeza Sasha.
Nate miraba a su pareja de la misma manera que Rick miraba a Dorian, con
total y absoluto amor en sus ojos.
—Definitivamente no querría ser Astoria —comentó Dorian—. Sasha se
ve igual de malvado.
—Hacen un equipo increíble —dijo Benito—. Añade a Selene y hay
una pesadilla que no querría enfrentar en un callejón oscuro, ni siquiera en uno
iluminado.
Por eso Rick tenía a Nate y Selene como sus ejecutores jefes. Joder con
ellos era pedir ser asesinado. Todos en Shelton y los condados circundantes
conocían la reputación de los dos ejecutores y se alejaban tanto de Nate como
de Selene.
—Oh, mierda —chirrió Benito cuando Sasha salió de la camioneta,
azotando la puerta, y se dirigió hacia donde Astoria estaba siendo vigilado.
Poniendo a Dorian a un lado, Rick lo siguió. Quería asegurarse de que
nadie interfiriera. Si Astoria volvía a hacer alguna mierda oculta, Rick quería
sacar a Sasha de allí antes de que los cambia formas atacaran.
Aparentemente Nate tenía la misma idea porque le estaba pisando los
talones a Sasha. El ejecutor parecía que estaba masticando clavos y listo para
hacer volar la cabeza de los hombros de cualquiera si es que respiraban en
dirección a Sasha.
184
—¡Levántate! —Le gritó Sasha a Astoria mientras se acercaba
furiosamente dando zancadas—. Vamos a terminar esto.
Astoria se puso de pie, los cambia formas que lo vigilaban se movieron
a un lado. —Tú huiste como una pequeña perra —tentó el leopardo.
—Y tú peleaste como una —contratacó Sasha antes de balancear sus
garras frente a él tan rápido que Rick casi no captó el movimiento. Astoria
estaba en el piso una vez más, maldiciendo mientras sostenía un lado de su
cara.
Los cambia formas se acercaron ante el olor a sangre, pero Sasha les
gruñó con un tono tan demoniaco que dieron un paso atrás.—¡Es mío!
Tambaleándose al ponerse de pie, Astoria sacudió su cabeza, haciendo
una mueca antes de pararse erguido. —¿Eso es todo lo que tienes?
Sasha le sonrió al hombre. —Voy a pelear contigo como un hombre y
entonces te mataré como un animal. —Justo cuando la última palabra
abandonó la boca de Sasha, lanzó un puñetazo que hizo que Astoria
trastabillara. El leopardo alfa tomó una postura de boxeador, pies separados,
manos frente a su cara.
Astoria intentó encajonar el alfa, pero no era rival. Rick se preguntó
cómo el hombre había pensado que podría desafiar a Sasha. Pero de nuevo, si
Rick tenía que adivinar, Astoria no había planeado pelear. Pensó que, al
anunciar el linaje de Sasha, los otros atacarían y harían el trabajo por él.
Maldición, había estado equivocado.
Sasha le lanzó algunos golpes más a Astoria y luego balanceó su brazo
derecho hacia arriba, golpeando al leopardo bajo su barbilla y enviando a
Astoria lejos con el impacto. ¡Maldita sea! Incluso Rick sintió ese puñetazo en
su mandíbula.
—Ahora terminé de jugar contigo —dijo Sasha mientras rodeaba al
leopardo caído, sus ojos se salpicaron de amarillo y sus caninos se
expusieron—. ¿Querías hacerme sangrar para que fuera devorado?
Rick dio un paso hacia adelante, pero era demasiado tarde. Sasha usó
sus garras para rebanar a Astoria, abriendo al hombre en tantos lugares que no
había forma de que pudieran evitar que los cambia formas atacaran. Quizá
algunas personas vieran lo que había hecho Sasha como algo malo, pero sabía
que, si Sasha no hubiese acabado con el hombre, Astoria hubiese regresado, 185
matando a Sasha por la espalda.
Esa era una forma cobarde de manejar las cosas.
Rick se dio la vuelta, alejándose del olor de la sangre. Por una vez, su
lobo no estaba interesado en comer esa carnicería. Su mente estaba demasiado
enfocada en mañana y en salir con vida.
Capítulo Veintidós
Remus todavía no estaba seguro de por qué Rick los había elegido a él y
a Marco para estar a su lado. Llegado a este punto, todo el mundo debería
saber que apestaba irrumpiendo en lugares. Su historial sólo debería hacer que
Rick se asegurara de que estuviera lo más lejos posible de la primera línea.
Siempre había estado bien con el alfa, pero esta situación requería más que
obtener información ocasional sobre lo que estaba sucediendo.
Remus extrañaba sus días de reporteo. Este nuevo trabajo apestaba.
—Sólo quédate a mi lado y vigila mi espalda —le instruyó Rick
mientras le hablaba al grupo que los rodeaba. Remus estaba ahí parado, Marco
apoyado a su lado, sus brazos descansando en los hombros de Remus. Su
mejor amigo siempre se había relajado de esta forma con Remus. Ahora que
estaban apareados, no estaba seguro de cómo se había perdido las sutiles pistas
que el hombre le había estado dando todos esos años. Dios, fue tan cabeza
dura. 186

—Todavía no entiendo por qué nos necesita —dijo Marco y luego bajó
su cabeza rápidamente—. No es que esté discutiendo su decisión, alfa.
Remus deslizó su mano en la de Marco, dándole un suave apretón para
darle alivio. No había nada malo con lo que acababa de preguntar Marco, y
sólo hizo eco de los mismos pensamientos de Remus.
—Necesito hombres a los que pueda confiarles mi espalda —respondió
Rick—. Conozco a Remus desde hace tiempo, y ya que eres su pareja, voy a
confiar en ti.
Remus sabía el impacto de esa declaración. Con todos los quehabían
traicionado al hombre lobo, era sorprendente que el hombre pudiera confiar en
alguien. Si hubiera sido Remus quien liderara la Rebelión, habría expulsado a
todos a su alrededor y hecho las cosas él mismo. Las personas en las que
deberías confiar no podrían traicionarte si trabajas solo. Al menos en la
opinión de Remus.
—No estoy pidiéndoles que se lancen frente a una granada —continuó
Rick—. Sólo asegúrense de que nadie venga por mi espalda mientras busco al
presidente.
—Eso es, si es que podemos entrar, siquiera —señaló Dorian mientras
cruzaba sus brazos sobre su pecho y se inclinaba a un lado de la camioneta—.
Estoy bastante seguro de que la Casa Blanca está más cerrada que Fort Knox.
—Si no encontramos una forma de entrar, gatito, entonces esto se
acabó, para todos. —Rick miró al grupo, su expresión sombría—. Si fallamos,
entonces nuestra raza caerá en las manos de los humanos, y también nuestro
destino. Sin ofender a los humanos que nos están ayudando, pero preferiría
decidir lo que es mejor para mí, no los políticos.
—Sí, porque han sido oh, tan agradables con nosotros —dijo Remus—.
Su hospitalidad es de primera. —Recordó sus días en el centro de detención y
sintió que su estómago se tensaba. Había atravesado horas y horas de tortura
con esos científicos locos. Morir sería un destino más amable que dejar que
esos hombres le pusieran las manos encima de nuevo. Todavía tenía horribles
pesadillas sobre su tiempo en ese basurero.
187
Marco comenzó a frotar su mejilla sobre el hombro de Remus en un
gesto similar al de un gato. Remus sabía que estaba emitiendo malas
vibraciones mientras pensaba en lo que le había pasado. Su pareja estaba
tratando de consolarlo. Remus envolvió sus brazos alrededor del delgado
hombre y le dio un beso en la frente.
—Todos tienen sus asignaciones —dijo Rick—. Llegaremos en menos
de dos horas. Sin embargo, no estoy seguro de cuánto tiempo pasaremos sin
ser detectados.
Habían llegado a Piney Branch Park sin ser vistos, pero Remus sabía
que no iban a estar aquí mucho antes de que las tropas descubrieran su
presencia. Estaban a sólo cinco kilómetros y medio de la Casa Blanca. El resto
de los grupos de la Rebelión estaban dispersos en los otros parques, o en
cualquier lugar donde pudieran permanecer fuera de la vista.
El corazón de Remus latía más fuerte a medida que se acercaban. Notó a
Rick hablando quedamente con Dorian, Nate con Sasha, Brooke con Deluca.
Parecía que todas las parejas estaban teniendo conversaciones inaudibles.
Apartando a Marco de los otros, Remus colocó sus manos a los lados
del rostro de su pareja. —Quiero que me escuches cuidadosamente.
Marco trató de retirar su cabeza, pero Remus lo sostuvo rápidamente. —
No hagas esto, Remus. No me des el discurso de si muero. No puedo lidiar con
eso. He esperado demasiado tiempo para que seas mío.
Remus sacudió a Marco ligeramente, fijando a su pareja con una
penetrante mirada. —Escúchame, Marco. Si la mierda sale mal, quiero que
corras, ¿me entiendes? Lárgate de aquí tan rápido como puedas. Ve a mi
casa…
—No —gimoteó Marco.
—Ve a mi casa. En el armario de mi dormitorio, hay una tabla suelta.
Tengo veinte grandes escondidos ahí. Tómalos y ve a esconderte. ¿Me
entendiste?
Lagrimas caían de los bonitos ojos oscuros de Marco mientras aferraba
sus manos sobre las de Remus. —No voy a dejarte, Remus. Has estado ahí
toda mi vida. N-no creo que pueda continuar sin ti. 188
Remus frotó su pulgar sobre la humedad en las mejillas de Marco,
besando a su pareja en los labios y luego presionando su frente en la de su
pareja. —Eres muchísimo más fuerte de lo que te das crédito. Sobrevivirás,
bebé. Tengo fe en ti.
—Te amo, Remus. —Marco envolvió sus brazos alrededor de la cintura
de Remus, abrazándolo con tanta fuerza que apenas podía respirar. Remus
acarició su mano por el pelo de su pareja, mirando a su alrededor, deseando
que las cosas fueran diferentes.
Pero no lo eran y ambos tenían que enfrentar la fría y dura realidad de
que un montón de gente, incluyéndose ellos, podrían no salir de aquí con vida.
Los humanos no iban a dejar que marcharan por el jardín frontal de la Casa
Blanca y demandaran una audiencia con el presidente.
No iba a ser así de fácil.
Un gran peso colgaba en el fresco aire nocturno. Remus podía sentir la
resignación a su alrededor de que los cambiaformas sabían que algunos iban a
morir. Era como una manta de niebla que envolvía el área urbana, una
sensación de desconsuelo que se desprendía de su especie escondida en cada
parte de la ciudad. Esta noche se derramaría sangre y los cuerpos caerían, los
gritos rasgarían el aire cuando los disparos se convirtieran en el sonido
predominante en el cielo nocturno.
Y a través de todo esto, Remus rezaba con fervor que Marco
sobreviviera… que su pareja no se convirtiera en uno de los caídos. Abrazó a
su pareja, acercándolo más, cerrando sus ojos y susurrando la primera de las
muchas oraciones que serían cantadas esta noche.

—Es a mí a quien quieren —dijo Rick mientras sus manos acariciaban el


rostro de Dorian—. Prométeme que no tratarás de hacer nada heroico.
—Y tú no tratarás de convertirte en un jodido mártir —dijo Dorian con
un tono juguetón, pero Rick podía oír la tensión cerrando la garganta de su
pareja. El hombre estaba tratando de mantenerse calmado, usando la broma
como una forma de lidiar con la inminente lucha y el desconocido resultado.
Dorian le dio a Rick una sonrisa torcida, una que siempre hacía que Rick 189
sintiera como si el destino lo hubiese bendecido con el hombre más compasivo
y valiente de la tierra—. Hemos pasado por muchas cosas juntos, ¿eh?
—Y pasaremos muchas más juntos, gatito. No has corrido en tu forma
de hombre lobo en el Great Oak Forest. No has vivido hasta que sepas lo que
se siente. Nuestros ancestros eran dueños de eso y mucho más. El Great Oak
Forest solía ser de mil acres hasta que el desarrollo urbano se trasladó y casi lo
hizo desaparecer. Pero cuando corres, puedes sentir su presencia corriendo
junto a ti. Es mágico.
—No puedo esperar —dijo Dorian mientras retorcía sus manos en su
camisa, bajando la mirada hacia sus pies—. Suena maravilloso.
Rick usó su índice y pulgar para reclinar la cabeza de Dorian, mirando a
esos profundos ojos color café, ojos que había llegado a amar tanto que su
corazón dolía cada vez que miraba a su pareja. —Sé que esta no es la vida que
hubieses elegido…
—Pero es la vida que aprecio ahora —lo cortó Dorian—. No
reemplazaría a Miguel, Benito, Nate, Selene o a cualquiera de los cambia
formas por nada del mundo. —Dorian inhaló bruscamente, su respiración
temblorosa—. No cambiaría aparearme contigo.
Rick se inclinó, sonriéndole a su pareja. —¿Pensé que era un imbécil?
—Y un idiota —añadió Dorian, dándole una atractiva sonrisa a Rick—.
Pero creciste en mí5.
Envolviendo a Dorian en sus brazos, Rick emitió una suave risa entre
dientes. —Como moho.
—Como moho —concordó Dorian suavemente. Echó su cabeza hacia
atrás—. ¿Juntos hasta el final?
—Hasta el final —respondió Rick mientras su pecho se apretaba y sus
manos empezaban a temblar—. Si nos separamos…
—Nos reuniremos en Shelton —finalizó Dorian y luego giró su cabeza
a un lado—. Te esperaré para siempre.
Rick agarró a Dorian y se aferró a él con tanta fuerza que sintió que las
lágrimas ardían detrás de sus ojos. Sus dedos agarraron la camisa de su pareja, 190
su mandíbula apretada con tantas emociones que nunca habría tiempo
suficiente para profesarlas todas. —Permanece con vida.
—Tú también —dijo Dorian, y entonces empezó a llorar—. No te
atrevas a morir, Rick.
—No planeo hacerlo. —Rick retrocedió, capturando los labios de
Dorian, vertiendo todo en ese beso. Sus cuerpos se envolvieron juntos, sus
lenguas lucharon, sus corazones doloridos y temerosos.
—Ya es hora —dijo Edward mientras caminaba hasta Rick, sus ojos
llenos de emociones que Rick sabía que era arrepentimiento, por no haber
tenido otro minuto con Isabelle y su hijo, otro momento para sostener a su
pareja, decirle que la amaba.
—Ella lo sabe —dijo Rick y luego agarró la mano de Dorian, parándose
erguido y orgulloso, su espalda rígida con determinación—. Ya es la hora.

5
Quiere decir que le tomó cariño, pero se ha traducido así porque si no se pierde el chiste con lo del moho.
Marco se dio la vuelta y metió el filo en el pecho del soldado, justo en su
corazón. No tuvo tiempo de inmovilizarse con el conocimiento de que acababa
de matar a otro ser. Estaban en movimiento, corrían por las calles, las cabezas
agachadas y dirigiéndose a la Casa Blanca.
Rick estaba a la cabeza, Dorian justo detrás de él. Tan pronto como
salieron del parque, los militares habían estado sobre ellos y estaban
persiguiendo incansablemente los pasos de los Rebeldes. Marco casi había
caído en estado de shock cuando un tanque les disparó.
¡Un jodido tanque!
Había visto los videojuegos y las películas con hombres en situaciones
de guerra. Pero ser una parte real de esto era demasiado malditamente
surrealista. No se parecía en nada a como había sido representado. Los sonidos
eran ensordecedores, los muertos no se recuperaban, y no había un botón de
reinicio en ninguna parte. La violencia era mil veces más siniestra en la 191
realidad.
Los Rebeldes salían hasta por debajo de las tablas, luchando contra los
militares en las calles, algunos en forma humana, otros en forma de cambia
formas. Marco había pasado junto a un oso cuando una ametralladora derribó
a la criatura, desgarrando su carne cubierta de pelaje como un cuchillo caliente
a través de la mantequilla.
Los humanos habían tratado de mantenerse enfocados en Rick, pero los
Rebeldes le dieron bastante cubierta. Cada vez que las balas se esparcían en su
dirección, un grupo de Rebeldes acababa con el tirador.
El corazón de Marco permaneció en su garganta todo el tiempo.
—Ahí —gritó Rick y luego cortó por la calle K, corriendo entre algunos
edificios. Marco golpeó su espalda en el hormigón mientras trataba de
recuperar su aliento. Podía oír la pelea distante y el sonido de las llantas
chocando contra los reflectores de la calle mientras pasaban junto a ellos,
conduciendo lentamente y buscando al infame Enrique Marcelo.
Marco arrojó sus manos sobre su cabeza cuando oyó una fuerte
explosión, y luego otra. Estaban cerca, demasiado cerca para su comodidad.
Su respiración quedó atrapada en su garganta cuando oyó voces justo al
otro lado del edificio tras el que se escondían.
—Sé que los vi correr por este camino.
Los ojos gris claro de Rick se posaron sobre Remus, y luego sobre
Marco, antes de aterrizar en Dorian. Nate y Sasha también estaban con ellos,
pero habían perdido a Edward, Brooke y Deluca, junto con Papi. Marco no
tenía ni idea de dónde estaban.
No habían visto a Mason desde que abandonaron el parque. Marco
realmente no conocía a los demás, pero esperaba que estuvieran bien.
—Trae una unidad para acá para revisar los edificios.
Rick señaló hacia un hueco donde había algunos coches aparcados
cerca. Marco se dirigió hacia él silenciosamente, su pareja justo detrás. Justo
cuando la última persona se trasladó a las sombras, Marco vio a los hombres a
la vuelta de la esquina.
—Necesitamos respaldo antes de dirigirnos allá —dijo uno de los
humanos—. Podría ser una emboscada. 192

—Charlie y su grupo deberían estar aquí en cualquier segundo —


respondió el segundo humano—. Si Enrique está aquí abajo, es un hijo de puta
muerto.
El estómago de Marco rodó ante la satisfacción en la voz del soldado.
No podía entender cómo alguien podría estar tan feliz por matar a otro ser.
Sentía que iba a vomitar por tener que apuñalar a un hombre para salvar su
propia vida. Simplemente no tenía ningún sentido para él.
—Necesitamos movernos ahora antes de que lleguen sus refuerzos —
moduló Nate a Rick—. Podemos encargarnos de ellos.
Rick dio un sombrío asentimiento antes de salir de su escondite. Los
humanos todavía no habían notado al hombre lobo alfa, pero Rick, junto con
Nate y Sasha, se movían rápidamente. Nate rompió el cuello del primer
humano con una refinada exactitud.
El segundo humano recibió un disparo antes de que Rick empujara una
pistola en el intestino del hombre y tirara del gatillo. Marco olió sangre
instantáneamente. Al principio, había pensado que era el hombre al que Rick
había disparado, pero luego notó la mancha extendiéndose por el hombro de
Rick.
—¡Te dispararon! —susurró Marco sonoramente.
Dorian maldijo mientras salían corriendo. Rick no le prestó atención a
la herida cuando las balas empezaron a golpear los edificios a su alrededor.
A medida que los pasos aumentaban su número y se volvían más
ruidosos, Marco supo que Charlie y su equipo habían llegado.

193
Capítulo Veintitrés
La herida le alarmó, el dolor de ella, como un gran cuchillo apuñalando
su hombro una y otra vez. Pensó en rápida sucesión… Casa Blanca. Luego,
Dorian. Luego, objetivo. Pero sabía que la Casa Blanca no estaba muy lejos.
Había memorizado el mapa de las calles. Estaban cerca, ¿no? Rick había
marcado con un círculo el área en el mapa, recitado los nombres de las calles,
y estaba mirándolos mientras corrían. Estaban a una manzana de donde
deberían estar y tenían que volver a la pista. Y Dorian... ¿su pareja seguía con
él? Se giró para ver a su pareja corriendo directamente detrás de él. Rick no
había perdido al hombre. Bien. Trató de recordar su objetivo, pero el dolor
comenzaba a anular sus pensamientos, empujándolos hacia afuera, dejando en
su mente un caldero de información que no podía encadenar.
Se estaba desangrando demasiado rápido.
—Estamos cerca. —Dorian aceleró sus pasos hasta que estuvo junto a
Rick, sus ojos se enfocaron en la herida—. ¿Vas a lograrlo? 194

—Sí. —Rick agarró su hombro, tratando de aplicar presión mientras


corrían por las calles, usando su velocidad de cambiaformas para adelantar a la
unidad que pisaba sus talones. Sus pies golpearon el suelo, chapoteando a
través de los charcos dejados por la lluvia que había caído la noche anterior. A
sus oídos, era fuerte, diciéndole a su enemigo por qué dirección corrían. Pero
el enemigo era humano. No estaba seguro si estaban lo suficientemente cerca
para oír los sonidos mientras el grupo se apresuraba hacia su meta.
Al detenerse, Rick vio la Casa Blanca asomándose a la vista. No había
manera de que lograra entrar. Estaba rodeada de tanto arsenal, tantos
humanos, perros de patrulla, faros y helicópteros que incluso la Sombra
tendría dificultades para superar la protección otorgada al presidente.
—Cómo vamos… —Nate miró a Rick, sus ojos llenos de pavor—.
Dime cómo y haremos que suceda. —La dedicación era clara en el tono de
Nate. Haría cualquier cosa que le pidiera Rick. Sólo tenía que averiguar cómo
pasar la seguridad. Era una situación de pesadilla.
—Vamos.
Rick miró alrededor, sabiendo muy bien que había escuchado la voz. No
había pertenecido a nadie de su grupo. Dorian se acercó. —La Sombra.
Rick debió invocar al hombre, porque cuando miró detrás de él, vio a la
mano derecha de Salvador en la oscuridad.
—No tienes mucho tiempo. Apresúrate.
Agarrando la mano de Dorian, Rick se movió hacia la Sombra. —
¿Sabes cómo hacernos entrar?
—Los Rebeldes ya vienen. —Los misteriosos ojos brillaron de rojo, la
silueta casi difuminada—. Distraerán a los humanos el tiempo suficiente para
que puedan entrar.
¿Acaso algo podría dar la distracción suficiente? Se preguntó Rick. A
pesar de la cantidad de Rebeldes que tenía de su lado, los humanos parecían
superarlos en dos a uno. Las probabilidades parecían estar apiladas en su
contra. Los humanos tenían tanques, helicópteros y muchas otras cosas
destructivas, los cambia formas sólo tenían armas y garras. Cómo diablos…
Rick se giró cuando una ola de cambia formas pasó corriendo junto a él, 195
trepando por el portón negro y corriendo hacia los humanos.
Se iniciaron los disparos, la mayoría provenía de los helicópteros, y
luego la segunda ola de cambia formas se unió a la primera.
—Ahora. —La Sombra se acercó—. Vayan ahora.
Rick podía oír el duro golpeteo de su corazón en sus oídos a medida que
se alejaba, sin detenerse a cuestionar la cordura de lo que estaba haciendo.
Rick alcanzó el portón de hierro negro que rodeaba la Casa Blanca y saltó
sobre él, sus pies se estrellaron contra la hierba mojada. No se detuvo allí. Se
empujó más allá de la lucha, del derramamiento de sangre y las balas que
pasaban por su cabeza.
—Mi noche de suerte.
Los pies de Rick se deslizaron en el césped cuando un humano del doble
de su tamaño, se paró frente a él, una pistola apuntando directamente el pecho
de Rick.
—Voy a recibir una medalla de honor por matarte.
Su hombre lobo estaba tratando de liberarse, de abrirse camino con sus
garras hasta llegar a la superficie. Todo lo que veía era peligro y quería
proteger a Rick. No podía permitir que eso sucediera. Rick iba a encontrarse
con el presidente en su forma humana, y no desnudo. Luchando para mantener
a raya a su hombre lobo, Rick cayó al suelo y rodó, haciendo que a su enemigo
le fuera difícil apuntarle. Había demasiadas peleas y Rick se perdió en la
espesa pared de cuerpos.
Los helicópteros ya no estaban disparando, la mezcla de humanos y
cambia formas era demasiado abrumadora como para identificar al enemigo.
Se cernían alrededor de la parte superior del edificio, pero sus armas estaban
en silencio. Eran las personas en el suelo las que gritaban, luchaban y
peleaban entre sí lo que le daba cobertura mientras se acercaba a su objetivo.
—Rick. —Su pareja estaba sin aliento cuando agarró la mano de Rick—
. Vamos. —Dorian tiró de Rick para ponerlo de pie y a través del gentío de
hombres y mujeres. Rick mantuvo su cabeza gacha, tratando de esconder su
identidad. Tal vez debería haber usado una sudadera. Hubiese sido un gran
disfraz, pero ahora era demasiado tarde. Estaba aquí y corriendo.
196
El dolor desgarró la pantorrilla derecha de Rick, casi haciendo que se
desplomara en el suelo. Sabía, mientras trastabillaba hacia adelante, que
alguien le había disparado.
—¡Ahí está!
No estaba seguro de quien había dicho esas palabras, pero sabía que
tenía que largarse de ahí o cada humano a su alrededor iba girarse y abrir
fuego. Desde un comienzo Rick supo que ganar la guerra no iba a ser fácil.
Las probabilidades habían estado en su contra desde el principio. Le
sorprendía que hubiese llegado así de lejos.
—No reduzcas la velocidad. —Dorian tiró de su mano—. Corre.
Cogiendo toda la velocidad que pudo, considerando que estaba en una
masa de gente, Rick empujó, tiró y codeó para abrirse camino. Vio a Sasha
peleando a su izquierda. El leopardo era rápido, derribando a un humano tras
otro. Pero entonces Rick vio a Sasha caer. Quería cambiar su rumbo y ayudar
al alfa, pero Dorian tiró de nuevo. —No olvides tu meta, nuestra meta.
Preocupado por el leopardo, Rick mantuvo su curso. Las puertas
delanteras se alzaban delante, pero sabía que usarlas como medio de entrada
sería una tontería. La parte trasera de la casa probablemente era la mejor
forma de entrar.
Con un hombro y una pierna heridos, Rick empujó el dolor en el que
estaba y giró a la izquierda. Más cambiaformas se unieron a la lucha, haciendo
más difícil pasarlos a todos. Unos cuantos humanos lo vieron, sus ojos se
ensancharon, pero pronto se pusieron a pelear cuando un cambia formas,
manteniendo al enemigo lejos de su espalda, los atacó.
Justo cuando rodeó la casa, alguien lo tacleó.
—No lo creo. —Un puñetazo aterrizó en su cabeza antes de que Rick
pudiera darse la vuelta y quitarse al soldado de encima—. No vas a acercarte a
mi presidente.
Dejando que sus garras se liberaran, Rick arañó el rostro del hombre,
oliendo la sangre instantáneamente. Rick contuvo la respiración. Había olido
la sangre que se derramaba a su alrededor, pero tan cerca, su hombre lobo
quería comer. Rick no podía permitir que eso sucediera.
Dorian atacó, sorprendiendo mucho a Rick. Su pareja había sido tan 197
inflexible sobre no comer carne cruda. Pero el hombre estaba desgarrando al
soldado. Rick no estaba seguro si era la adrenalina de la situación, o si
finalmente había cedido ante los deseos de su hombre lobo. En cualquier caso,
Dorian no se detuvo hasta que el hombre quedó irreconocible.
—Necesitamos irnos. —Rick empujó gentilmente a Dorian desde el
piso. Sabía que su pareja iba a pensar sobre esto después y… mierda, Dorian
estaba vomitando, derramando sus entrañas mientras caía de rodillas. Siempre
había sabido que su pareja era diferente, pero Rick nunca había conocido a un
cambia formas al que no le gustara una matanza fresca.
Aparentemente, Dorian era la excepción a la regla. —Vamos, gatito.
Debemos irnos. —Su tono era gentil, suave mientras ayudaba a su pareja a
levantarse. Rick se echó hacia atrás cuando la sangre lo salpicó encima. Un
soldado había disparado a la cabeza de un cambia formas justo junto a él.
—Eso te enseñará, animal.
Antes de que Rick pudiera hacer algo, otro cambia formasreemplazó al
muerto, arrancando la garganta al humano. Dorian se veía pálido al mirar la
ropa de Rick y luego a la carnicería a sus pies.
Rick se giró sobre sus talones mientras agarraba el brazo de Dorian,
yéndose una vez más. Vio el helicóptero del presidente en el jardín trasero, las
aspas girando rápidamente en el aire. No, tenía que impedir que el hombre se
fuera. Iba a encontrarse con Rick. Si se escapaba ahora, todo se acabó.
Rick sacó la pistola de su pretina cuando vio hombres rodeando al
presidente Owen, apresurándolo hacia el helicóptero. —¡Deténganse justo ahí!
—Rick apuntó la pistola, disparándole a uno de los hombres que llevaban al
presidente a un lugar seguro.
Rick apuntó de nuevo, pero en vez de disparar, una vez más le
dispararon. Esta vez la bala entró en la parte superior de su pierna, justo
debajo de su culo. Dorian extendió sus brazos y atrapó a Rick antes de que
cayera. Se aferró a su pareja con fuerza. —Por favor —gritó—. ¿Vas a
erradicar a toda una especie a causa de tus temores?
El presidente Owen se detuvo, girándose hacia Rick.
En ese segundo, Rick inhaló mientras la conmoción lo atravesaba, hasta
sus cimientos.
198
¡El presidente de los Estados Unidos, el hombre que había permitido
que murieran tantos de la especie de Rick, quien había condonado lo que
estaba pasando, era un cambiaformas! Los ojos del hombre contenían un leve
brillo, sólo una diminuta pizca, suficiente para que Rick viera la verdad. —
¡Bastardo! —Rick se desplomó contra Dorian, su corazón luchaba por
continuar mientras sus extremidades se sentían como peso muerto tirando de
él. Miró a los ojos del traidor—. ¿Cómo pudiste?
—Tráelo aquí —ordenó el presidente, alejando las manos que lo
sujetaban.
—¡Tira tu arma! —gritó alguien.
Rick tenía una elección que tomar. Podía dispararle entre los ojos al
imbécil traidor, lo suficiente como para terminar con su vida y la de Dorian
cuando retornaran el fuego. O podía dejar caer su pistola y rezar para que aun
asíno fuera el final de su vida y la de Dorian. —Gatito. —Su corazón pesaba
mientras pensaba en lo que debería hacer.
—La elección es tuya, Rick. Sea lo que sea que decidas, estoy contigo
hasta el final. —Los brazos de Dorian lo agarraron con fuerza—. Te amo.
En ese preciso segundo, para Rick todo se volvió claro como el cristal.
No era un luchador. No era un líder. Era un pobre bastardo que había quedado
atrapado en un desastre creado por el monstruo que lo había engendrado. No
pertenecía aquí, de pie en el jardín trasero de la Casa Blanca, con tres balas en
él, enfrentándose con el presidente.
Sólo era un hombre lobo alfa local, un gerente de distrito que ahora
tenía una pareja y sólo quería ir a casa. Sus dedos se desenrollaron cuando
dejó caer la pistola, escuchando el metal cuando se estrelló contra el suelo. Su
pareja lo acercó más, sosteniéndolo para que no se derrumbara.
Sonó un disparo y Rick se giró con violencia, saliendo de los brazos de
Dorian cuando vio que el piso ganaba velocidad.
—¡No!
Finalmente había terminado.

199
Capítulo Veinticuatro
—¿Estás conmigo?
¿Bryson? Rick parpadeó unas cuantas veces, luces brillantes hirieron
sus ojos cuando intentó enfocarse. ¿Dónde estaba? ¿Estaba muerto? Si lo
estaba, ¿qué diablos estaba haciendo Bryson aquí? ¿Dónde estaba Dorian?
—Dorian. —Su voz apenas era audible, y hablar era increíblemente
doloroso. En donde sea que estuviera, Rick sintió una suavidad detrás de él.
¿Una cama? ¿Un sillón?
—Tómatelo con calma. —La voz de Dorian flotó hacia él—. Estás
sedado y recuperándote.
—La batalla —se las arregló para decir, pidiéndole a dios algo para
beber. Su garganta estaba seca.
—Todavía está ocurriendo. 200

Rick trató de sentarse cuando oyó la voz de un desconocido. No sabía


dónde estaba, y había alguien extraño con ellos. Tenía que proteger a Dorian.
—Whoa, acuéstate. —La mano de Bryson estaba en su pecho,
empujándolo para que volviera a tumbarse—. Vas a joder todo el trabajo que
he hecho reparándote. Quédate quieto, joder.
Los ojos.
Mientras Rick yacía ahí, recordó los ojos del presidente Owen. El
hombre era un jodido cambia formas. Parpadeando unas cuantas veces más,
Rick alzó la mirada. Dorian estaba ahí parado, y también Bryson. Incluso
Remus y Marco estaban con él.
Y también el presidente Owen. —Mátenlo.
—No podemos. —Dorian se acercó, arrodillándose para quedar al nivel
de Rick—. Fue quien te salvó la vida.
—Es un cambia formas.
La cabeza de Dorian se levantó de golpe, sus ojos se ampliaron cuando
miró al presidente. —Hueles a humano.
Owen metió sus manos en sus bolsillos delanteros, mirando a los
cambia formas en la habitación. —Estoy tomando algo para suprimir mi
aroma.
—Traidor —gruñó Rick. Bueno, trató de gruñir, pero con la garganta
tan seca, fue más como un sonido retumbante.
—No. —Owen sacó una mano de su bolsillo y la pasó por su cabello
corto y castaño—. Sólo trato de encontrar una forma de terminar esta guerra
sin que me maten por ser un no-humano.
Rick notó que los hombres de Owen no estaban en la habitación con
ellos. ¿Por qué el presidente se quedaría desprotegido con el enemigo? —
¿Qué pasó?
Dorian agarró la mano de Rick. —Nate abordó al presidente, poniendo
una pistola en su cabeza. Demandó que te trajeran aquí. Lo tenemos como una
especie de rehén. 201
—¿Nate?
—Le dispararon. —Dorian parpadeó unas cuantas veces, las lágrimas
reuniéndose en sus ojos—. Está curándose en el otro sillón. Estuvo cerca. Le
dieron en el pecho, a unos centímetros de su corazón.
—Entonces, ¿cómo es que Owen me salvó? —A Rick no le preocupaba
dirigirse al presidente apropiadamente. Qué se joda. Era un maldito cambia
formas, dejando que su propia especie muriera a miles. Rick estaba medio
tentado a lanzar al hombre afuera y revelar su tan bien escondido secreto.
—Fue su idea ser usado como rehén. —Dorian agarró la mano de Rick
con más fuerza—. Se quedó vulnerable al alejarse de sus hombres,
permitiendo que Nate lo agarrara.
Nate debería haberle disparado al imbécil. Iba a tener que hablar con su
ejecutor sobre su maldito corazón compasivo. No importaba la forma en que el
presidente explicara las cosas, Rick estaba realmente amargado porque no
había detenido la guerra antes de ahora. Podía haber salvado tantas vidas.
—¿Ahora qué? —Rick aclaró su garganta unas cuantas veces, haciendo
su mejor esfuerzo para recuperar su voz normal—. ¿Sabías que el capitán
O’Hanlon de la Special Naval Warfare fue quien empezó todo esto?
El presidente Owen parecía sorprendido. —¿Cómo… por qué?
—Es el papi biológico de Rick —respondió Dorian por Rick—. No
quería que nadie supiera que tenía un hijo ilegitimo que era un cambia formas.
—Un hijo que era un animal —corrigió Rick—. ¿No te examinaron?
El presidente asintió. —Pero mi personal y yo descubrimos una forma
de engañar al test.
—¿Tu personal?
Una triste sonrisa curvó los labios del presidente, haciendo que luciera
años más joven. —Todo el personal, junto con mi servicio secreto, es
cambiaformas. Necesito protección de cualquiera que descubra la verdad.
Mantuvimos el secreto bien escondido.
Rick quería golpear al hombre. —Mientras el resto de nuestra especie 202
moría por tener ADN no-humano.
La expresión del presidente se oscureció. —He estado estableciendo
medidas, Enrique, para asegurar que nuestra especie no se extinga. No he
estado sentado sobre mi culo todo este tiempo.
—Caramba, gracias —dijo amargamente—. ¿Qué pasa con O’Hanlon?
—Se encargarán de él y será encerrado por lo que ha hecho. No sólo
tengo el respaldo de la mitad de los líderes del congreso, sino que la ONU
también está de nuestro lado. El primer ministro es un jaguar.
Rick estaba impresionado por aprender que tantos lideres eran cambia
formas. Había pensado que todos eran humanos. —¿Cuáles son nuestras
posibilidades de terminar esta guerra y sacar leyes que protejan a los cambia
formas?
—¿Qué pasa con los vampiros? —preguntó Owen.
Rick movió su boca para decir que se jodieran, pero recordó a Salvador,
su aquelarre y la Sombra. —A ellos también.
—Las leyes ya están escritas. Te lo dije, he estado estableciendo
medidas. Sólo estaba esperando a que llegaras.
Rick no estaba seguro de lo que quería decir. —¿Por qué?
—Porque eres quien va a terminar esta guerra. —Owen se movió hacia
la puerta y la abrió. Rick agarró a Dorian, incluso si sus extremidades se
sentían lentas y su cuerpo protestó de dolor ante tal acción. Empujó a su pareja
detrás de él cuando unos hombres vestidos de negro entraron en la habitación.
—Ya he llamado un alto al fuego en el exterior —dijo Owen mientras
volvía a girarse hacia Rick—. Pero pareciera que algunos soldados están muy
determinados en matar a cada cambia formas a la vista.
Rick todavía podía oír la lucha, los disparos, los gritos y alaridos. Esos
sonidos iban a perseguirlo por siempre. —¿Cómo vas a detenerlo?
—Pedí refuerzos. Deberían llegar pronto. El problema será disolver a
los Cazadores de Especies y a los mercenarios. Se han extendido y todavía
están siendo pagados por corporaciones privadas. Tan pronto como rastree a
quien los financia, serán arrestados. 203
—Haces que suene tan fácil. —Rick colocó una mano detrás de él,
evitando que Dorian se moviera.
—No es tan simple, Enrique —dijo Owen—. Pero se hará. Cualquiera
que sea atrapado usando el PAS6 o lastimando a algún cambiaformascumplirá
una cadena perpetua. —Sus ojos se entrecerraron—. Tendré tolerancia cero
cuando se trate de asesinar cambia formas.
—¿Cómo saldremos de esto? —Preguntó Rick—. Además de nuestra
libertad, lo cual quiero añadir que no llegará tan fácilmente. No todos los
humanos van a aceptarnos.
El presidente asintió. —Nada valioso resulta fácil. Pero ahora toda la
Costa Este es territorio de cambiaformas. Puede que los humanos continúen
viviendo ahí, pero será gobernado por cambia formas. Cualquier humano que
rompa la ley responderá ante el alfa local.
El hombre estaba entregándole a Rick un sueño hecho realidad. Estaba
más que asustado de pensar que era real. Había un montón de resistencia y

6
PAS: prueba de anomalías sanguíneas.
lucha por delante, no todos se conformarían con los métodos del nuevo
gobierno. Podía pensar en un buen número de humanos que iban a protestar
contra los nuevos mandatos.
Esto significaba que ahora Rick gobernaba completamente su territorio,
sin participación humana. Se levantó lentamente, sintiéndose como la
mierda.—¿Baño?
Owen señaló a su izquierda. —Por esa puerta.
Rick volvió a mirar a Dorian.
—Está a salvo. Tienes mi palabra.
—Y la mía. —Sasha estaba parado al lado del cuerpo tumbado de Nate,
su expresión fiera. Rick estaba realmente feliz de ver que el leopardo no había
muerto—. Nadie va a joder con él.
Saber que Sasha estaba ahí para proteger a Dorian hizo que Rick se
sintiera ligeramente mejor. No mucho, pero lo suficiente para permitirse ir al
baño sin tener que llevarse a su pareja con él.
204
Con pasos intranquilos, Rick llegó al baño y cerró la puerta tras él. No
le prestó atención a las pinturas lujosas o los accesorios de gama alta
adornando el baño. No podía importarle menos. En su lugar, se sentó en el
asiento cerrado del inodoro y dejó salir una temblorosa respiración. Esto no
iba a ser tan fácil como lo hacía sonar Owen. Los Cazadores de Especies
todavía andarían rondando. Siempre andarían rondando mientras hubiera
alguien a quien odiar.
Los mercenarios… eran una historia diferente. Si Rick los encontraba en
su territorio, iban a ser asesinados apenas los vieran. Ante sus ojos, el
genocidio era un crimen horrible, y no demostraría piedad ante cualquier
cambia formas que descubriera matando a su propia especie.
Este momento era tan jodidamente irreal. Durante dieciocho meses,
Rick había estado peleando en una guerra que nunca debería haber ocurrido.
¿Realmente iba a terminar? ¿Su especie finalmente estaría casi a salvo? ¿Por
fin podrían vivir en paz sin temor a ser asesinados debido a su sangre no-
humana?
Tendría que echarle una mirada a las nuevas leyes. También iba a tener
que añadir algunas. Como esa anticuada sobre los mestizos. Esa ley sería
arrojada por la ventana junto con esa sobre la que un alfa tenía que aparearse a
la edad de los treinta y cinco.
Sin embargo, si no hubiese sido por esa arcaicaley, Rick no tendría a
Dorian… un apareamiento que agradecía cada día.
Rick se puso de pie, caminó hasta el lavamanos, e hizo correr el agua,
necesitando saciar su reseca garganta. Tampoco le gustaba la sensación de
mareo y confusión. Iba a tener que hablarle a Bryson sobre los medicamentos
que usaba. Rick no podía permitirse enajenarse en un momento como este.
Bebiendo de sus manos ahuecadas, Rick empezó a salpicar agua en su
rostro, tratando de traer el enfoque de vuelta a su cerebro. Mientras se secaba
su rostro con toallas de papel, vio algo moviéndose en el espejo.
Rick se giró, casi cayéndose a causa del dolor y los medicamentos.
O’Hanlon había pasado por una puerta secreta, pistola en mano.
—¿Pensaste que me rendiría tan fácilmente? —La expresión del hombre
llena de rabia—. Has arruinado mi vida, mi carrera, y todo por lo que he
trabajado tan duro para conseguir.Te veré muerto antes de permitir que 205
gobiernes tu propio territorio. Esta guerra no va a terminar a favor de los
animales. Mataré hasta el último de vosotros yo mismo si tengo que hacerlo.
El hombre estaba loco. Rick podía verlo en los pálidos ojos grises de su
padre, ojos que eran el reflejo de los de Rick. Sólo que los suyos no estaban
llenos de tal aborrecimiento, tal odio. Rick sabía que no podría razonar con
O’Hanlon, no podría hablar sobre sus planes de dominar al mundo, o
cualquiera fuese la mierda que estaba persiguiendo. El hombre creía que Rick
era el mal, el enemigo e iba a matarlo.
—Es una enorme vergüenza que nunca dejaras ir tu rabia y descubrieras
quien soy realmente —dijo—. Pero puedo decirte una cosa. —Rick se acercó,
sin importarle la pistola en la mano de O’Hanlon. Le habían disparado tantas
veces que una bala más no sería nada para él. Bueno, siempre y cuando no
fuera un disparo letal—. Tú eres el verdadero animal. Eres uno tan lleno de
odio que te cegaste. Empezaste esta jodida guerra, sin importarte quien moría
sólo para que cubrieras tu sucio secretito. Soy tu hijo biológico, un cambia
formas. Dejarías que murieran cientos de miles para mantener oculto el hecho
de que engendraste un animal.
—Un error que planeo corregir. Nunca deberías haber nacido, Enrique.
Deberías haber sido la semilla corriendo por la pierna de tu madre muerta
cuando terminé de follarla.
Rick se lanzó hacia O’Hanlon al mismo tiempo que su padre disparó la
pistola. Oyó la bala destrozar el espejo mientras Rick tiraba a su padre al
suelo, envolviendo su mano alrededor de la garganta del hombre. —Te odio
tanto —gritó mientras usaba la otra mano para golpear repetidamente al
hombre en su rostro—. Has matado a tantas personas que amaba. Te. Odio. —
Asestó un puñetazo con cada palabra.
Rick sintió que se convertía en alguien que no le gustaba, alguien que
no reconocía mientras ahogaba a O’Hanlon. El hombre luchó para quitarse las
manos de Rick de alrededor de su garganta, pero Rick tenía la fuerza de un
cambiaformas.
La puerta del baño se abrió de golpe, y los hombres de Owen alejaron a
Rick de O’Hanlon. Rick echó su cabeza hacia atrás y aulló su dolor debido a
lo que se había convertido. Puede que hubiese matado por necesidad, pero no
era un asesino. No era el hijo de su padre.
206
—Nos encargaremos y será sentenciado —dijo uno de los hombres—.
Recibirás tu justicia.
Era una mentira. Rick nunca recibiría justicia por lo que les había
pasado a los padres de Miguel, a Olivia y Graham, dos cambia formas que
habían tomado la decisión equivocada para tratar de salvar a su preciosa
familia. Leon nunca regresaría y Silvia y George nunca tendrían su boda. Aun
cuando habían traicionado a Rick, hubo una época en la que los llamó amigos.
Si no hubiese sido por O’Hanlon, quien sabe si hubiesen hecho esa elección
para tratar de salvarse en vez de permanecer fieles a él.
Habían cambiado tantas cosas, habían muerto tantos. Todo por causa del
hombre que yacía en el piso frente a él. Rick arremetió, lanzando a un lado a
los cinco hombres que lo sostenía mientras iba tras O’Hanlon de nuevo, listo
para matar al bastardo satánico.
—Ten cuidado de quienes dejas entrar en tu vida. No todos son los que
aparentan ser.
Rick paró en seco, la voz le era familiar de algún lugar hace mucho
tiempo atrás. Se giró para ver al anciano con ojos azules y piel arrugada.
Estaba realmente confundido. —¿Cómo…? —Rick no estaba seguro de cómo
terminar esa oración. Fue sorprendido hasta quedarse en silencio.
El anciano se acercó más, rodeando a los hombres de Owen hasta que
estaba parado frente a Rick. —No todos son lo que aparentan ser. —Sonrió—.
Soy tu abuelo, Enrique. Soy Jordan O’Hanlon.
Rick parpadeó lentamente, preguntándose si iba a despertar de este
sueño. Nada, absolutamente nada parecía real ahora mismo. Su vida estaba
sobre una pista con la que Rick no estaba familiarizado y se dirigía a un
destino desconocido. Quería gritar que el tren se detuviera, que le dejara
descender en un lugar que reconociera. Esta realidad era demasiado
malditamente desconcertante. —Pero… —Rick se giró, pasando sus manos
por su cabeza—. Estabas en esa parada de descanso, apareciste en mi
habitación del hotel. —Se volvió a girar—. ¿Por qué no me lo dijiste?
El anciano le dio una triste sonrisa. —Tenías que descubrir las cosas por
tu cuenta. Pero siempre estuve ahí, Enrique, incluso hace años cuanto tehiciste
gerente de distrito, cuando te convertiste en el alfa de tu manada. —El anciano
miró a O’Hanlon, quien estaba noqueado—. Incluso traté de detener el
207
asesinato de tu hermano Bruno. Pero llegué demasiado tarde. Lamento eso, y
la muerte de tus padres. Una trágica pérdida.
—No puedo lidiar con esto ahora mismo. —Rick empujó alos hombres
para pasar, caminando hacia el otro lado de la habitación, pasando sus manos
repetidamente por su cabello—. Sólo quiero ir a mi maldita casa. —Rick
expresó sus sentimientos en voz alta. Ya no quería seguir siendo el líder de la
Rebelión, aunque sabía que su viaje todavía no había terminado.
—Una vez que las leyes estén establecidas y tengamos el respaldo de
todo el mundo, eres libre de irte —dijo Owen—. Pero todavía necesitas
terminar esta guerra.
—¿Cómo? —preguntó Rick.
—Por un lado, la prueba que has estado recolectando. Hiciste las copias
y se las enviaste a los medios. Los cambios empezaron hace meses cuando
estuviste en el aire. Es hora de enseñar tu mano, dales todo lo que tienes. —
Owen miró hacia el baño en donde estaban los hombres del servicio secreto
vigilando a O’Hanlon—. Tenemos grabada su confesión. Una vez que el
público oiga por qué comenzó la guerra, será el principio del fin de esta
locura.
Lo cual significaba que Rick y su grupo estaban aquí atrapados durante
meses. Lidiaría con eso, siempre y cuando resultara en la libertad de los
cambia formas. Miró a su abuelo, inseguro de cómo sentirse. Rick dudaba que
pudiera llegar a tener una relación con el hombre, pero saber que no todos los
O’Hanlon eran malvados tranquilizaba algo en lo profundo de su interior.

208
Capítulo Veinticinco
Remus condujo por Shelton, viendo el desastre a su alrededor. Iba a
tomar mucho tiempo limpiar este desorden. Se había ofrecido para ayudar a
Rick y lo que quedaba de su manada a limpiar la ciudad y devolverle el orden.
Pero hasta entonces, se iba a casa. Sasha decidió mantener la manada,
declarando que él, Nate y Selene iban a ser estrictos. Eso no solo hizo que
Remus fuera un hombre feliz, sino que Marco también.
Su pareja adoraba a Sasha como su alfa. Amar a quien los lideraba y
adorarlo eran dos cosas muy diferentes. Remus iba a tener que hablar con su
compañero sobre quién tenía en un pedestal. Sí, estaba celoso. Demandarlo.
—No puedo creer que todo haya terminado —dijo Marco a su lado—.
No parece real que ahora pueda caminar por la calle sin ser acosado. —Marco
sacudió su cabeza—. No más que lo usual.
209
Remus gruñó mientras tiraba de Marco, acercándolo. —Nadie va a joder
contigo, bebé. Si lo hacen, tendrán que responder ante mí. —Pasó la punta de
sus dedos sobre las cicatrices en el rostro de Marco y luego posó un beso en
cada una. Casi estaban en la casa de Remus y no podía esperar a llevar a su
pareja. Todo se sentía diferente ahora, tan extrañamente nuevo. Remus había
conocido a Marco toda su vida, aun así, sentía que había tanto que no sabía.
Eso iba a cambiar. Remus iba a conocer a su pareja de dentro afuera. —
Eres tan malditamente glorioso.
Marco ya no mantenía la cabeza agachada tratando de esconder sus
cicatrices. El hombre mantenía su cabeza en alto, un poco más confiado en la
forma que hablaba. La guerra les había cobrado peaje a todos, pero también
habían venido un montón de cosas buenas con ella.
Como el hombre sentado junto a él. Su amistad había florecido en algo
mucho mejor. Remus se metió en su entrada, feliz de poder llegar a casa por
fin. Apagando el motor, Remus salió del auto y se reunió con Marco al otro
lado. Sin una palabra, deslizó al hombre más pequeño en sus brazos y lo cargó
atravesando el umbral. Estaba caliente, pero quería darle a su pareja toda la
atención y el amor que pudiera.
Mientras entraban, Remus vio la condición de su casa. Dios, este lugar
estaba realmente polvoriento. ¿Y qué era ese olor?
—Huele a vómito aquí dentro. —Marco sujetó su nariz mientras Remus
lo ponía sobre sus pies—. Al menos la electricidad está de regreso.
Remus siguió la fuente y encontró su bañera llena de agua de la
alcantarilla. Debió haber regresado cuando volvió la electricidad. Marco y él
trabajaron para drenar la bañera, limpiarla y dejarla inmaculada.
Para cuando hubieron terminado, ambos necesitaban una ducha. Remus
encendió el agua y la dejó correr, desvistiendo a su pareja en el proceso. El
cuerpo de Marco contenía una multitud de cicatrices por lo que Jayson le
había hecho, pero todo lo que Remus veía era al hermoso hombre que había
sobrevivido. No le importaba nada más.
Pasando sus manos por los costados de Marco, Remus alzó la mirada
para ver a su pareja observándolo con esos sexis ojos con los párpados caídos.
En cierta forma, se sentía extraño que su mejor amigo lo mirara con tal anhelo.
Pero por supuesto, no podía creer que hubiese vivido sin Marco como su
pareja durante todos esos años. 210

—Se supone que íbamos a tomar una ducha —le recordó Marco, pero
Remus podía oír la profunda necesidad en la voz de su pareja.
—Así es —dijo, lamiendo un sendero alrededor del ombligo de Marco.
—Así que métete bajo el chorro.
Marco no se movió. Sólo se quedó ahí parado, jadeando. Remus sonrió
y luego se levantó, desvistiéndose y guiando a su pareja al cubículo. Tan
pronto como el agua caliente lo golpeó, Remus gimió. Dios, eso se sentía bien.
—Sigue haciendo ruidos como ese y nunca saldremos de aquí. —Marco
agarró el gel y vertió un poco en su mano. Remus pensó que iba a lavarse,
pero en su lugar, Marco se giró hacia él y empezó a enjabonar el cuerpo de
Remus. Se quedó quieto, deleitándose en la sensación de las manos de su
pareja deslizándose sobre sus músculos y pliegues que lo hacían estremecer.
—¿Sabes cuantas veces te he escuchado bañándote aquí cuando pasaba
por tu casa y cómo deseaba estar aquí contigo? —Marco deslizó sus manos
por la espalda de Remus, que se movían en un patrón circular—. Seguro que
sabes cómo torturar a un chico.
—No lo sabía —dijo Remus honestamente—. Llámame Sr. Cabeza
dura.
Marco se rio entre dientes. —Pensé que iba a tener que golpearte la
cabeza con mi polla para que me vieras como algo más que sólo tu amigo.
—Eso hubiese funcionado —respondió Remus—. Aunque
probablemente habría pensado que sólo estabas bromeando.
Marco lo miró boquiabierto. —Realmente eres un cabeza dura.
—Culpable —respondió Remus—. Pero ya deberías saber eso.
—Lo sé —dijo Marco y luego su mano se deslizó entre las piernas de
Remus, agarrando su polla desde atrás. Remus presionó sus manos en la pared,
gimiendo mientras su pareja usaba el paño enjabonado para acariciarlo.
¿Quién sabría que una ducha podría ser tan erótica?
Remus separó más sus piernas, retorciendo su cuerpo en la mano que
estaba envuelta tan deliciosamente alrededor de su polla. Estaba malditamente
cerca de gritar cuando Marco lo liberó. Pero no fue por mucho tiempo. Marco
lo rodeó, sus manos escurridizas se deslizaron por el pecho de Remus. — 211
Jódeme.
Remus agarró a su pareja, empujándolo bajo el chorro de agua mientras
capturaba sus labios, sus manos rozaron hasta que sus dedos estaban jugando
con el agujero de Marco. Bromeó con el músculo, presionando, pero sin
entrar.
—Y todavía sabes cómo jugar con un chico. —Marco empujó su culo
hacia atrás, persiguiendo el dedo de Remus mientras gemía.
Remus finalmente tuvo piedad de su pareja, deslizando dos dedos dentro
de su apretado y caliente cuerpo. Su polla se engrosó aún más mientras sus
dedos embestían profundamente, sus labios rozaron la mandíbula de Marco.
Quería comerse al hombrecito. Marco era todo lo que Remus podía haber
deseado en una pareja. No estaba seguro de cómo no lo había visto antes.
—R-Remus, por favor.
Tirando de Marco, su pareja envolvió sus piernas alrededor de la cintura
de Remus. No fue fácil. Su pareja estaba resbalando por todas partes, pero
Remus logró mantener una mano firme en él mientras colocaba su polla y
entraba profundamente.
La cabeza de Marco cayó hacia atrás, sus labios se separaron y sonó un
jadeo ahogado en el cubículo cuando Remus apretó los dientes ante el placer.
Enterró su cara en el cabello mojado de Marco, disfrutando de los sonidos que
estaba haciendo su pareja mientras lo follaba contra la pared.
Marco se quejó cuando el ángulo de Remus se alteró y se clavó en el
punto dulce de su pareja una y otra vez. Las emociones que inundaban a
Remus casi eran demasiado. No sólo casi había perdido a este hombre, sino
que Marco casi se había arrastrado dentro de un caparazón a causa de sus
cicatrices. Los combates en Washington tampoco habían sido un día de
campo. Marco había matado a un hombre y Remus sabía que tenía que haber
cambiado al leopardo de alguna forma.
Sin embargo, su mejor amigo todavía estaba aquí, en sus brazos,
rogándole que lo jodiera más duro. Remus se juró que iba a darle al hombre la
mejor vida posible. No merecía nada menos.
Los caninos de Remus se alargaron y los hundió en el hombro de 212
Marco, reclamando a su pareja una vez más. Marco gritó mientras su polla
explotaba entre ellos. Remus no estaba muy lejos del hombre. Lamió la herida,
sosteniendo a su pareja un poco más antes de retirar su polla y ponerlo de pie.
Se lavaron el uno al otro, bromearon, jugaron y Remus sabía en su
corazón que no sólo tenía una pareja, sino un mejor amigo. No había mejor
combinación.
—Me siento gracioso —dijo Marco mientras se enjuagaba—. Un poco
mareado.
También Remus. Había pensado que era la sensación por el sexo que
acababan de tener, pero mientras salía de la ducha, tuvo que agarrar la pared
para no caerse. Sacudió su cabeza, tratando de aclararla… y entonces cambió.
—¡Remus! —gritó Marco justo antes de caer al piso, retorciéndose.
Remus acarició el cuerpo de su pareja con su nariz, deseando saber qué le
estaba pasando a Marco, y en el fondo de su mente sabiendo qué iba a pasar.
Aparentemente la inyección que Jayson les había puesto no era
permanente. Remus había esperado en el fondo de su mente que ese fuera el
caso ya que se había transformado parcialmente, pero no quería que él o
Marco se decepcionaran si eso nunca pasaba.
Dios, deseaba que el bastardo presumido estuviera vivo por un segundo
para poder frotar en la cara del hombre el hecho de que habían recuperado a
sus gatos. El malvado esquema de Jayson había fallado al final y Remus gritó
su triunfo interiormente.
Después de un momento de gritos agonizantes, Marco se convirtió en su
leopardo. Remus lo lamió, sonriendo internamente.
Jayson no había ganado después de todo.

Rick se paró en el Great Oak Forest, mirando la sepultura. —¿Estás seguro de


que no conseguirá salir?
Salvador extendió sus manos mientras se encogía de hombros. —Habría
sido mejor si hubiese sido enterrado en tierra santa. Pero encontrar a alguien 213
que me ayudará probó ser un problema. Recordé a Omar contándome sobre
este maravilloso lugar y pensé que era perfecto. Dijo que los espíritus de sus
ancestros aún corrían aquí.
Rick levantó su cabeza, mirando al bosque mientras sentía la suave brisa
rozar su cara. Estaba en casa, finalmente. Aquí de pie, en su lugar favorito
para correr, parecía como si estuviera de pie en un sueño. —Así es, pero no
creo que eso sea suficiente para mantener a Kraven bajo candado y llave.
Salvador se acercó, girándose hacia Rick. —Tienen que asignarse
guardias, Enrique. Debes escoger a hombres valientes que vigilen esta tumba y
se aseguren de que Kraven nunca escape. Si lo hace, los Segadores de Almas
regresarán de las sombras y el vampiro traerá el infierno a la tierra.
Rascando el rastrojo en su mandíbula, Rick asintió. —Me encargaré de
eso. Conozco a los perfectos cambia formas para mantener vigilada esta
sepultura. —Rick iba a asignar a Miguel como el guardián principal. El
hombre lobo podría escoger a su equipo. El hombre, junto con Benito, habían
probado su valor. Miguel no sólo poseía las cualidades para ser el futuro líder
alfa, sino que era más juicioso que Benito. No despreciaba a Benito, sin
embargo. El hombre se había probado también. Pero aun así tenía cualidades
de un beta, más que de un alfa.
Rick sabía que cuando llegara el momento de ceder el puesto, Miguel
tomaría el manto del liderazgo. Estaba capacitando al hombre lobo para la
posición. Sus brazos todavía seguía un poco inmóvil, pero Miguel estaba
recuperando su uso lentamente.
—Debo irme —dijo Salvador, arrancando a Rick de sus profundos
pensamientos—. Mis compañeros me esperan.
—Voy a extrañarlos chicos.
—Brasil no está tan lejos… para mí. —Salvador guiñó un ojo—. Los
visitaremos de vez en cuando. Pero es mi hogar y a donde llevaré a vivir a mis
compañeros. Además, mi aquelarre se está impacientando. Extrañan la selva
tropical.
Rick extendió su mano, dándole un firme apretón a Salvador. Oh, pero
qué demonios. Rick tiró del antiguo vampiro a un masculino abrazo antes de
liberarlo. —Cuídate. 214
Salvador se inclinó un poco. —Igualmente, Enrique Marcelo. —Y
entonces se fue. Rick miró la sepultura una vez más, marcada por una única
roca en forma de cruz.
Rick caminó hasta su auto, sonriendo mientras miraba a su bebé. Tenía
su mustang de regreso, restaurado, y se veía simplemente glorioso mientras
brillaba. La luz de la luna resplandecía en el cromo pulido, haciendo que
lucera como un ángel celestial.
Sí, estaba obsesionado con su auto. Qué gran cosa.
Mientras se deslizaba en el asiento de cuero, Rick pensó en las leyes que
habían establecido, los meses en los que él y los otros habían trabajado para
poner fin a la guerra, y cómo su vida estaba retornando lentamente a la
normalidad, incluso si no era como solía ser.
Sasha estaba de regreso en su manada, llevándose a Nate, Selene y a los
niños con él. Miguel y Benito ahora eran sus ejecutores jefes y Rick no podía
pedir dos mejores candidatos.
Rick había escuchado a Benito en el teléfono con el conejo, hablando
suavemente y sabía que esos dos eventualmente se reunirían de nuevo. Benito
estaba demasiado flechado con el chico, quisiera admitirlo o no. Rick apostaba
hasta su último dólar a que, al final, iban a aparearse.
Podía sentirlo en sus huesos.
Brooke, Deluca y Willow se habían asentado en Nueva Orleans, Mason
e Ian se fueron con ellos. La tierra que había poseído Garret fue dada a los
coyotes desalojados que solían pertenecer a su manada. Edward le había
entregado su manada al miembro de su manada, Frisk, y ahora estaba
residiendo en Shelton con Isabelle y EJ.
Rick no podía estar más feliz.
Los padres de Dorian habían decidido permanecer en Shelton. Aunque
Lillian odiaba que Ian se mudara lejos, comprendía su necesidad de estar lejos
de su familia en donde su pareja podría ayudarlo a sanar.
Bryson finalmente se había establecido, asumiendo el cargo de sanador
de la manada. El hombre era indispensable. 215
La corporación se había puesto en contacto con Rick y le había
regresado su trabajo como gerente de distrito, aunque sospechaba que el
presidente Owen tenía algo que ver en ello. Rick también había averiguado
que fue el sobrino de Owen quien expuso a su especie. El león, tristemente,
había sido asesinado por los hombres hiena cuando descubrieron su escondite.
O’Hanlon estaba en prisión en dónde Rick esperaba que el hijo de puta
se pudriera.
Los Cazadores de Especies ya no conducían por los alrededores en sus
camionetas cazando a los cambia formas, al menos no abiertamente. Dejen
que Rick viera a uno de ellos e iba a removerles la cabeza de sus hombros.
Los mercenarios se disolvieron cuando las corporaciones privadas
retiraron su financiación. El presidente le había dado a Rick una completa
revelación sobre qué hacer con cualquier cambiaformas que encontrara
participando en la matanza de su propia raza.
Y el juez Tormel. Rick se sonrió. Había encontrado a la comadreja en el
trabajo, gobernando sobre su corte. El hombre sentía que tenía inmunidad ya
que sostenía una posición tan alta. Rick había disfrutado probándole que
estaba equivocado. Le condenó a muerte por lo que hizo a los juveniles.
Aun así, para Rick, no había sido un castigo lo suficientemente duro.
—¡Tío Rick! —gritaron Samuel y Hunter cuando Rick atravesó la
puerta de su casa. Dios, se sentía bien estar aquí. Habían hecho mucha
limpieza, los policías que habían registrado su casa la habían arruinado, pero
todo estaba en orden otra vez.
—Pensé que el tío Edward ya los habría venido a recoger, mocosos —
dijo mientras los dos infantes saltaban sobre él. Rick se rio entre dientes,
cayendo de culo mientras Samuel trataba de morder sus dedos y Hunter
mordisqueaba su brazo.
—De acuerdo, niños —dijo Dorian mientras entraba a la sala de estar—.
Su tío está aquí. Lárguense.
Rick rodó sobre su estómago, sonriendo mientras veía a los dos correr a
la puerta. Edward apareció, agarrando sus bolsos del sillón.
—Isabelle dijo que les recordara que estuvieran para la cena del 216
domingo. Entonces les regresaré a este par de alborotadores.
—Dile que nos iremos de la ciudad tan pronto como los niños estén en
el auto —bromeó Rick, sabiendo muy bien que no iba a ir a ningún lado.
Amaba a su pequeña familia y no podía estar más feliz de pasar su tiempo en
casa.
Edward entrecerró sus ojos a Rick. —No me hagas rastrearte.
—Allí estaremos —dijo Dorian—. Y gracias por llevártelos por el fin de
semana.
Edward miró a Hunter y Samuel, corriendo hacia la puerta. Rick vio el
brillo de felicidad en los ojos del hombre. —Para eso está la familia.
Dorian cerró la puerta detrás de Edward, girándose para sonreírle a
Rick. —Por fin solos.
Rick se acostó en el piso, sus brazos metidos debajo de su cabeza
mientras miraba al hombre que significaba más para él que su propia vida. —
Ven aquí, gatito.
Dorian cruzó sus brazos sobre su pecho, sonriendo. —Pensé que querías
relajarte detrás de tu escritorio con una taza de café.
—Después. —Rick se quitó los zapatos, empujando sus pantalones por
sus piernas, y tirando su camisa sobre su cabeza—. Pero primero vas a
montarme.
—Oh, no lo sé, Sr. Marcelo. Ahora somos padres. Pensé que los padres
no tenían sexo.
—Entonces estoy a punto de reventar esa teoría. Ahora trae tu culo aquí
y siéntate en mi polla.
Dorian empezó a desvestirse, sus ojos color café brillaban. —Me
encanta cuando actúas como un imbécil.
El hombre estaba seriamente trastornado. Sus ojos siguieron cada
movimiento que Dorian hacía hasta que su pareja se estiró encima de él en el
duro piso de madera. Rick agarró al hombre, tirando de él hasta que Dorian
estaba a horcajadas sobre su regazo. —Mucho mejor.
—Siéntate en mi polla, bebé —dijo Rick mientras agarraba los costados 217
de su pareja y levantaba las caderas de Dorian en el aire—. Móntame.
Los ojos de Dorian brillaron como diamantes gemelos cuando se sentó,
sus manos apoyadas en el pecho de Rick.
—Eres tan sexy, gatito —susurró Rick mientras veía a Dorian descender
lentamente sobre su polla. Observó donde se unían sus cuerpos,su respiración
cada vez más rápida a cada segundo que pasaba. No podía apartar los ojos.
Ver a Dorian hundirse en su pene era increíblemente erótico. —Sólo mírate —
murmuró—. Tu culo fue hecho para mi polla.
—Dices las cosas más dulces —gimió Dorian mientras echaba su
cabeza hacia atrás en sus hombros, sus ojos revolotearon al cerrarse.
Los ojos de Rick subieron despacio por el cuerpo de Dorian, pasando
por el abdomen plano del hombre hasta su estómago bien definido y luego su
pecho ligeramente musculoso. Glorificó la forma en que estaba construido
Dorian. El hombre no era un tipo flaco con un cuerpo estrecho y sin
definición. No, su compañero era corto, cincelado y verlo era realmente
erótico. El hombre estaba bien constituido por todas partes, y el lugar favorito
de Rick en el cuerpo de su pareja, aparte de su culo, era laV bien definida que
empezaba a ambos lados del estómago del hombre y corría entre sus piernas.
Los ojos de Rick volvieron a recorrer el cuerpo de Dorian hasta los
pezones de color marrón a cada lado del pecho de su pareja y sabía que eran
una obra de arte.
Eran aún más hermosos después de que Rick los alcanzó y los pellizcó
entre sus dedos. Se convirtieron en guijarros blancos antes de tornarse rosa y
luego volver a su color dorado bronceado. Perfecto. Pero el dulce siseo que
escapó de los labios de su hombre lobo fue aún mejor.
—Te gusta cuando hago eso, ¿cierto? —preguntó Rick mientras volvía a
las pequeñas protuberancias.
Dorian asintió rápidamente, sus ojos adquirieron un tono aturdido,
oscureciendo de un marrón claro a un café negro. A Rick le asombraba lo que
podía provocarle a otro ser, que podía traerle tanto placer a un hombre del que
se había enamorado profundamente. Deseó que ese éxtasis sensual nunca
abandonara el rostro de su pareja.
218
Rick se quedó allí acostado por un segundo, sintiendo que su corazón se
expandía y abarcaba al hombre que lo montaba. Hubo tantas veces en que casi
perdió a Dorian. El corazón de Rick se convertía en hielo de tan siquiera
pensar que el resultado podría haber sido tan diferente para él y su pareja.
Habían ido en contra de toda una raza, e incluso la suya para luchar por una
oportunidad de vivir sus vidas en paz, y habían ganado.
Pero eso no impidió que Rick se sintiera agradecido cada jodido día en
el que aún tenía a Dorian a su lado.
Dorian lamió sus labios, sus ojos vidriosos descendieron hasta Rick. —
Amo la forma como se siente tu polla dentro de mí.
—Y amo la forma como te ves sentado encima de mí. —Envolvió su
mano alrededor de la nuca de Dorian y tiró de él hasta que sus narices casi se
tocaron. Movió su mano hasta que pudo acunar el lado de la cara de Dorian,
frotando su pulgar a lo largo de la suave piel de la mejilla de su pareja.
—Hasta el final.
Los ojos de Dorian brillaron con chispas de café fundido. Sonrió. —
Hasta el final —susurró Dorian—. Te amo, Rick.
—También te amo, gatito —Rick gimió cuando agarró las caderas de
Dorian y comenzó a empujar hacia arriba, empujando su polla dentro y fuera
del apretado culo de su pareja. Enterró sus talones en el suelo y se reunió con
los rápidos movimientos de Dorian cada vez que el hombre bajaba y se
empalaba sobre su pene. Podía sentir la expansión de la piel alrededor de la
entrada de su pareja, cediendo mientras la polla de Rick entraba en el cuerpo
de su pareja una y otra vez.
—Joder, gatito, cómo… —Rick gimió y cerró la boca de golpe cuando
Dorian inició una especie de movimiento circular con sus caderas, girándolas
y conduciendo más profundo la polla de Rick en su cuerpo. Dioses, ¿cómo
sabía cómo hacer eso? Estaba volviendo loco a Rick. Dorian parecía apretar
sus músculos internos alrededor de la polla de Rick al mismo tiempo que se
dejaba caer sobre él.
Dorian cayó hacia adelante, rodando sus caderas en un movimiento
rápido mientras arqueaba su espalda, mirando directamente a los ojos de Rick.
—¿Vas a morderme, Rick?
Rick miró a su pareja, inseguro por lo cómodo que se sentía ante la
219
retorcida sonrisa en el rostro de su pareja. Dorian era un poco aterrador cuando
se veía feliz durante el sexo.
Dorian meneó sus cejas castañas. —Bueno, Sr. Marcelo, ¿lo hará?
Gruñó, girando a Dorian sobre su espalda. Qué locura se había
apoderado de él, Rick nunca lo sabría. Agarró un puñado de cabellos de
Dorian con una mano y con la otra subió la pierna del hombre hasta su pecho.
Había doblado a Dorian como un pretzel. Las rodillas de su pareja tocaban sus
orejas mientras Rick golpeaba su polla en el culo de su pareja. Rick presionó
ambas manos en el suelo a cada lado de la cabeza de Dorian, los pies de su
pareja en las orejas. Dioses, era un desastre perverso, y Rick estaba aún más
caliente. El hombre estaba doblado a la mitad y sonriéndole.
¡Sonriendo!
—¡Mío! —gruñó justo antes de que golpeara, hundiendo sus dientes en
la suave carne entre el hombro de Dorian y su cuello. El dulce sabor de la
sangre dadora de vida de su pareja le arrebató el último control a Rick.
Echó su cabeza hacia atrás mientras su sonoro rugido llenaba la
habitación, estremeciendo las ventanas mientras su liberación se aferraba a él
y lo lanzaba dichoso sobre el borde. Rick oyó su propio grito de liberación
resonando en el suave grito de su pareja.
Rick embistió el pulsante culo de Dorian, lamiendo la herida para
cerrarla mientras lo último de su semilla se vaciaba de sus apretadas bolas. Sus
brazos temblaron mientras el sudor escurría por su rostro. El estómago de su
pareja estaba cubierto con su propio semen mientras Dorian yacía ahí
sacudiéndose ligeramente, la saciedad montaba sus facciones con fuerza.
Rick tenía suficientes células cerebrales para rodar a un lado cuando se
dejó caer en el piso, llevándose a Dorian con él. Rick envolvió sus brazos
alrededor de Dorian mientras el hombre se acurrucaba en su pecho. Pudo oír
un pequeño sonido feliz proveniente de su pareja, y no pudo evitar sonreír.
Finalmente estaba en casa, su pareja en sus brazos, y la guerra había
terminado.
—¿Rick?
—¿Sí, gatito? —Rick pasó una mano por el cabello de Dorian,
inhalando el hermoso y sudoroso aroma de su pareja. 220
—Una vez que regrese a trabaja, quiero un aumento.
Rick se rio entre dientes. —Tan pronto como presentes tu currículo
actualizado. Estoy bastante seguro de que la corporación amará tus habilidades
adicionales.

Fin
Sobre el Autor
Lynn Hagen ama escribir sobre algo imperfecto, pero adorable.
También ama a un héroe que puede ver más allá de todas las asperezas, para
encontrar el brillante diamante de un corazón hermoso.
La puedes encontrar, cualquier día, acurrucada con su portátil y una taza
de café caliente, dejando que el siguiente conjunto de personajes, cuenten su
historia.

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Créditos
Phoenix
Mila
Pervy
Clau
Morgana Celtic
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