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72.
D. Bordwell La narraciön en el cine de/icciön
73. S. Kracauer De Caligari Hitler
75.
F. Vanoye Guiones niode/o ev ntodelos de guiön
76. P. Sorlin Cines ellropeos, sociedades europeas 1939-1990
78. J. Aunnont El Ojo interniinab/e
R. Arnheinn El cine conto arte
93.
B. Nichols - La representaciön de la realidad
del cine
VV. A A. Prefonclo Argento
1 10. J. L. Castro de Paz - E/ surginliento del telejibne
Ill. D Bordwell El cine de Eisenstein
1 13. J. Augros El de
1 14. R. Altnnan Los géneros cinenatogråjicos
1 17. R. Dyer Las estrellas cinenultogrci./icas
118. J.L. Sånchez Noriega De la literatura al cine
Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorizaciön escrita de los titulares del «Copyright», bajo
las sanciones establecidas en las leyes, la reproducci6n total o parcial de esta obra por cualquier
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ISBN: 84-493-1063-6
legal: B. 15.993/2001
Sumario
Prefacio .
9
Introducci6n 13
201
La mutaciön postestructuralista .
211
El anålisis textual
217
El malestar de la interpretaciön .
225
Del texto al intertexto .
235
La amplificaciön del sonido.
247
El ascenso de los estudios culturales .
259
El nacimieqto del espectador
267
Teoria cognitiva y analftica . .
273
La semiötica revisada
287
Justo a tiempo: el impacto de Deleuze .
295
La teorfa homosexual sale del armario .
301
Multiculturalismo, raza y representaciön .
307
Revisiön del Tercer Cine
321
Cine y discurso poscolonial .
333
Poética y politica de la posmodernidad .
341
El valor social de la cultura de masas. .
351
Post-cine: la teoria digital y los nuevos medios 359
La pluralizaci6n de la teorfa cinematogråfica.
373
Bibliografia seleccionada
377
[ndice analitico y de nombres .
407
Prefacio
Este libro fue concebido como parte de una trilogia de libros publica-
dos por la editorial Blackwell dedicados a la teoria cinematogråfica con-
temporånea: una trilogia que incluye, asimismo, dos recopilaciones (ambas
efectuadas junto a Toby Film and Theory, antologia de ensayos
Miller),
te6ricos desde los setenta hasta la actualidad, y A Contpanion to Filnl
Theory, obra en la que destacadas figuras de la teoria del cine trazan un
mapa de sus propias åreas de conocimiento y elaboran pron6sticos de futu-
ro para la disciplina.
Si bien la bibliografia sobre teorfas del cine es extensa, y aunque existen
numerosas antologfas de teorfa y critica cinematogråficas (Nichols, 1985;
Rosen, 1986), los panoramas hist6ricos de alcance internacional son mås
bien escasos. La Historia de las teorias cinemnatogråficas de Guido Aristar-
co fue publicada en 1951, hace ya casi medio siglo. Las principales teorias
cinematogråficas, de Dudley Andrew, y Theories of Fibn, de Andrew Tu-
dor, pese a sus muchas cualidades, fueron escritas a mediados de la década
10 "IEORfAS DEL CINE
de los setenta y, por 10 tanto, no cubren la evoluci6n del tema en Ios filtimos
afios, como hemos intentado hacer en Ia presente obra. (Este volumen se en-
contraba ya en imprenta cuando descubri la traducciön francesa del exce-
lente libro de Francesco Casetti Teorias del cine, publicado en italiano en
cialmente, a través del estimulante trabajo del profesor Bertrand Augst, que
nos mantenia siempre al dia de las ültimas novedades parisinas. En Berke-
ley también participé en un grupo de debate sobre cine que inclufa a Marga-
ret Morse, Sandy Flitterman-Lewis, Janet Bergstron, Leger Grindon, Rick
Prelinger y Constance Penley, donde lefamos los textos teöricos con avidez.
oracias también a las cuatro personas cuya lectura atenta y minuciosa del
manuscrito constituy6 una bendici6n para mf: Richard Allen, James Nare-
more, Ella Shohat e Ismail Xavier. No se puede pedir mejores interlocuto-
res. Finalmente, doy las gracias a la Rockefeller Foundation por ofrecerme
alojamiento en el Bellagio Center, en Italia, donde corregf las pruebas de
este libro. No puedo imaginar lugar mås sereno para Ilevar a término ese tra-
bajo.
Introducciön
neutral, por supuesto (es obvio que siento mayores afinidades con algunas
teorias que con Otras), pero mi propösito no es defender mis propias actitu-
des ni atacar a mis oponentes ide016gicos. A 10 largo del libro me muestro
declaradamente ecléctico, sintético, antrop6fago incluso. Parafraseando a
Godard, diré que en un libro de teoria cinematogråfica uno debe poner todo
10 que le gusta. Si soy partidario de algo, es del «cubismo te6rico»: el uso de
14
TEORfAS DEL CINE
artes: el cine como pintura, el cine como .müsica, el cine como teatro (o an-
titeatro). Puede ser una secuencia de cambios paradigmåticos en las coor-
ergo propter hoc (después de esto, a causa de esto por 10 tanto). Puede que
Ias ideas de los te6ricos que trabajan en un periodo hist6rico determinado no
den frutos hasta mucho mås tarde. (IQuién hubiera imaginado que las ideas
Dziga Vertov en los afios veinte, por ejemplo, no se tradujo al francés hasta
los sesenta y los setenta. En cualquier caso, no suscribo, en lineas generales,
el punto de vista de quienes consideran que la historia de la teoria del cine
nuis efectiva.)
16 TEORiAS DEL CINE
mis propias ideas tal y como han ido evolucionando a 10 largo del tiempo.
Cuando en un pasaje no se indica que estoy resumiendo la obra de otros, el
nista. Los te6ricos franceses han empezado hace poco a citar trabajos en in-
glés, mientras que Ia teoria angloamericana tiende a mencionar s610 aquellas
obras francesas que han Sido traducidas al inglés. Los trabajos escritos en
ruso, espafiol, portugués, italiano, polaco, hfingaro y alemån, y no digamos
ya los textos en japonés, coreano, chino y årabe, quedan muchas veces sin
traducir y su importancia se ve minimizada, cosa que también les sucede a
los trabajos escritos en inglés en paises como la India y Nigeria. Gran canti-
dad de obras fundacionales, por ejemplo los voluminosos escritos sobre cine
de Glauber Rocha —anålogos en ciertos aspectos a la obra escrita de Paso-
lini, que combina la teorfa y la critica con poemas, novelas y guiones—, no
Optica sigue estando aqui mås o menos restringida a los trabajos te6ricos
emprendidos en los Estados Unidos, Francia, Gran Bretafia, Rusia, Alema-
nia, Australia, Aroentina, Brasil e Italia, con ocasionales «visitas» a las teo-
por el lector (el caso de Manny Farber 0 serge Daney). En las dé-
cadas hemos Sido testigos de una «academizaci6n» de la teorfa ci»emato-
gråfica, hasta el punto de que la mayoria de te6ricos actuales posee una
base universitaria.
18
TEORiAS DEL
tema a 10 Hegel sino mås bien como una civica «conversaci6n» que no pre-
tende reivindicar verdades supremas. De manera similar, te6ricos como
Noel Carroll y David Bordwell han abogado por una «teorizaci6n de nivel
medio» que «aceptase como teoria fflmica toda linea de investigaci6n dedi-
cada a producir generalizaciones relativas a fenömenos filmicos o explica-
ciones generales de éstos, o que esté consagrada a aislar, seguir la trayectoria
y/o dar cuenta de cualquier mecanismo, dispositivo, esquema y regularidad
en el åmbito del cine». La teoria filmica, en tal caso, seria cualquier refle-
xiön generalizada sobre los esquemas y las regularidades (o las irregulari-
dades signi cativas) que se puedan hallar en el cine como medio, en el len-
discurso del «fin de las ideologias», acabe dando por sentado que las gran-
tandartes.
Aunque la teorfa cinematogråfica con frecuencia conlleva el debate, la
discusiön no es mås que una dimensiön, bastante limitada, de la teorizaci6n
cinematogråfica. Ademås, 10 peor en la obra de un te6rico suele ser precisa-
mente cuando se empefia en aniquilar a un oponente; la estupidez que el po-
lemista proyecta en su hombre de paja antagonista acaba por alcanzar al pro-
pio polemista, en un efecto de bumerån. Es inquietante, en efecto, cuån
masculinista y testoster6nica es la visi6n de la teoria como una pelea de ga-
verdad» que deba ser refutada como tal. El método analitico comete a veces
10 que los criticos literarios denominaron «herejia de la paråfrasis»; es inca_
case (Por cierto: hay quien afiadiria que Ias teorias cientificas no son mås que
una secuencia de aproximaciones metaföricas.) No sepuede desacreditar la
defensa teörica del cine neorrealista italiano Ilevada a cabo por Bazin del
mismo modo en que se puede desacreditar la defensa de «ciencias» ya su-
peradas como Ia frenologia y la craneologia.
NIås que correctos o erT6neos —aunque a veces sean 10 uno 0 10 otro—,
los distintos esquemas teöricos pueden ser relativamente ricos o pobres, cul-
sante al «aparearse» con Otras teorfas. Las teorias pueden ser prudentemente
correctas en términos positivistas o ambiciosamente interesantes pero de-
sencaminadas. Hay te6ricos que estån profundamente equivocados Y que'
21
INTRODUCCIÖN
sin embargo, van lanzando ideas brillantes «por el camino». La teorfa pue-
de ser metödica y rigurosa o bien fundarse en el juego anårquico de una sen-
sibilidad en torno a un determinado texto o tema. La teoria puede liberar las
energias de sus usuarios o bien inhibirlas. Las teorias tienen sus propias es-
mo, temas que serån motivos recurrentes a 10 largo de este libro. La discusi6n
de la estética cinematogråfica, por ejemplo, hunde sus raices en la extensa
que significa percepciön, sensaciön) surgi6 como disciplina por derecho pro-
pio en el siglo XVIII, como el estudio de Ia belleza artistica y sus temas afines:
10 sublime, 10 grotesco, 10 comico y 10 placentero. En filosoffa, la estética, la
ciales del entorno? O'Hasta qué punto estå vinculada la estética a cuestiones
éticas y sociales a gran escala? Nuede separarse la belleza del uso y la fun-
ci6n social, como insinüa cierta tradici6n kantiana? ßhlål es la relaciön entre
guir siendo repugnantes en términos éticos / politicos? Oan fåcil resulta se-
parar la estética de la ética? (i Todo el arte se ha visto irrevocablemente came
biado por Auschwitz, como sugiere Adorno? OAcaso necesitamos realmente
la estética, o ésta se ve irremediablemente comprometida, como argumenta
Clyde Taylor ( 1998) por sus origenes en discursos racistas del siglo XVIII?
Del mismo modo, los argumentos sobre «especificidad del medio» os-
tentanuna genealogia que se remonta a una larga tradici6n de pensamiento.
El tema de Ia especificidad del medio se remonta como minimo hasta la Poé-
tica de Aristöteles, y de ahi a la distinciön realizada por el fi16sofo alemån
Lessing (en el ensayo Laocoonte, 1766) entre artes espaciales y temporales,
y su insistencia en establecer 10 esencial de cada medio, aquello a 10 que
debe mantenerse «fiel» (te6ricos del cine, de Eisenstein a Carroll, citan de
forma explicita el Laocoonte). Las cuestiones sobre especificidad del medio
también estån latentes cuando los criticos (0 10s espectadores de a pie) afir-
tud tiene dos componentes, uno interno (la relaci6n planteada entre el medio
y la forma de arte que se deriva de éste) y otro externo (su relaciön diferen-
Cial con otras formas y medios artisticos). Una actitud esencialista presupo-
ne mie el cine tiene aptitudes para ciertas cosas (para describir el movi-
l)
maciön. Si el töpico nos dice que «una imagen vale mås que mil palabras»,
valor no tendrån los cientos de planos de una pelicula cualquiera (cada
uno de formados por cientos, si no miles, de imågenes) al interactuar
ellos
simultåneamente con sonidos fonéticos, ruidos, materiales escritos y mfisi-
ca? Es interesante que la propia literatura exprese en ocasiones una cierta
«envidia» del cine, como cuando el novelista Robbe-Grillet aspira al tiempo
verbal perpetuamente presente del cine, o cuando el Humbert Humbert de
Nabokov se lamenta, en Lolita, de que él, a diferencia de un director de cine,
tiene que «poner el impacto de una visi6n instantånea en una secuencia de
palabras» de tal manera que «su acumu1aci6n fisica en la pågina sea el equi_
novela escrita por Pierre Louys en 1898, presenta a una entidad (el persona-
je Conchita), mientras que la adaptaci6n de la novela realizada por Bufiuel,
Ese oscuro objeto del deseo (1977), presenta a tres (o mås) entidades: el per-
sonaje, las dos actrices que interpretan el papel, y la dobladora que las dobla
a ambas.
sobre los géneros literarios. La critica del «género» (de etimologfa latina,
genus, «tipo») naci6, como minimo en 10 que luego dio en llamarse «Occi-
dente», como una clasificaci6n de 10s diversos tipos de textos literarios y Ia
l. Escribo aqui «Occidente» entre cojnillas porque la Grecia clåsica se suele situar
punto de origen de un Occidente idealizado, cuando de hecho la Grecia clåsica era una amal-
gama de culturas africanas, semiticas y (10 que luego dio en llamarse) europeas. Véase Sho-
27
LOS ANTECEDENTES DE LA TEORfA DEL CINE
ses cada vez nuis «inferiores» de personas. Los géneros estån dotados, pues,
de connotaciones de clase. En literatura, la novela decimon6nica, arraigada
en el mundo razonable de la facticidad burguesa, desafia a la de caballerfas,
vinculada a las nociones aristocråticas de cortesanfa y caballeria. El arte se
revitaliza a si mismo tomando estrategias de formas y géneros previamente
marginados, de acuerdo con 10 que Viktor Shklovski denomina «ley de la
sin embargo, hasta el siglo XIX, momento en que empezö a designar un mo-
vimiento en las artes figurativas y narrativas dedicadas a la observaci6n y re-
presentaciön fiel del mundo contemporåneo. Como neologismo acufiado por
los criticos franceses, el realismo estaba vinculado en su Origen a una actitud
opuesta a los modelos romånticos y neoclåsicos de la ficciön y la pintura. Las
novelas realistas de escritores como Balzac, Stendhal, Flaubert, George Eliot
y Ega de Queirös situaban a personajes fuertemente individualizados, fruto
de una intensa elaboraci6n, en situaciones sociales tipicamente contemporå-
neas. Bajo el impulso realista subyacfa una teleologia implicita de democra-
tizaci6n social que favorecfa el surgimiento en el arte de «grupos humanos
mås amplios y socialmente inferiores, convertidos en el tema de una repre-
sentaci6n de la problemåtica existencial» (Auerbach, 1953, påg. 491). Los
criticos literarios distinguian entre este realismo profundo, democratizador, y
un «naturalismo» superficial, reduccionista y obsesivamente verista —cuyo
exponente mås célebre son las novelas de Emile Zola— que modelaba sus re-
presentaciones humanas con arreglo a las ciencias bi016gicas.
Los inicios del cine coincidieron con una especie de crisis del proyecto
verista expresado en la novela realista y el teatro naturalista (donde piezas de
carne reales pendfan en los escaparates de falsas carnicerias reconstruidas en
el escenario) y en exposiciones de arte obsesivamente miméticas. Un peren-
ne debat€ estético de la teoria cinematogråfica intenta decidir si el cine debe
ser narrativo o antinarrativo, realista o antirrealista; es decir, cuål es la rela-
artistica han demostrado muy poco o ningün apego por el realismo. Kapila
Malik Vatsayan habla de una estética muy distinta predominante en buena
parte del mundo:
Una teoria estética connin presidia todas las artes, tanto las interpretativas
como las plåsticas, en el sur y el sureste de Asia. En términos generales, las
tendencias comunes pueden identificarse como la negaci6n del principio de
imitaciön realista en el arte, el establecimiento de una jerarquia de realidades
Esta tradici6n artistica parece haber Sido la predominante en pafses que van
desde Afganistån y la India hasta el Japon e Indonesia, durante dos mil afios
En la India, una tradici6n de dos mil afios de teatro, reflejada por el cine
indio, remite al drama que narra los mitos de Ia cultura
sånscrito clåsico,
hindü mediante una estética fundamentada no tanto en personajes coheren-
tes y una trama lineal como en Ias sutiles modulaciones de las atmösferas Y
Thompson denomina «mimesis del punto medio», esto es, un estilo que elu-
de tanto el realismo ilusionista como la hiperabstracci6n.
naval adopta una estética anticlåsica que rechaza la armonia y unidad formal
en favor de la asimetria, la heterogeneidad, el oximoron y el mestizaje. El
«realismo grotesco» del carnaval invierte la estética convencional para dar
con un nuevo tipo de belleza popular, convulsiva y rebelde, que osa revelar
10 grotesco de los poderosos y la belleza latente en 10 «vulgar». Dentro del
carnaval, todas las distinciones jerårquicas, todas las barreras, todas las nor-
mas y prohibiciones, quedan temporalmente suspendidas, con 10 que se es-
tablece un tipo de comunicaciön cualitativamente distinto, basado en un
«contacto libre y familiar». Dentro de la alegria c6smica del carnaval, la risa
proteica.
Cine y teorfa cinematogråfica: los inicios
la tierra controlada por las potencias europeas pas6 de ser un 67 por ciento
(1884) a un 84,4 por ciento (1914), una situaci6n que no empezö a remitir
Guerra Mundial.l
Los inicios del cine, por 10 tanto, coincidieron con el punto ålgido del
del cine con el inicio del psicoanålisis, con el surgimiento del nacionalismo,
con la emergencia del consumismo—, la coincidencia con el imperialismo
ha Sido la menos Las primeras proyecciones de 10s Lumiere y de
estudiada.)
Edison en la liltima década del siglo XIX tuvieron lugar poco después de Ia
«querella por Åfrica» iniciada a finales de la década de los setenta del XIX,
de la ocupaci6n britånica de Egipto en 1882, de la masacre de los Sioux en
tagonistas mås destacados del imperialismo, uno de cuyos intereses mås diå-
fanos era ensalzar Ia empresa colonial. El cine combinaba narraci6n y es-
pectåculo para explicar la historia del colonialismo desde la perspectiva del
gran parte de Asia, Africa y las Américas. De este modo, el cine eurocolonial
cre6 su propia versi6n de la historia no s610 para los püblicos del pafs de ori-
gen Sino también para el resto del mundo, un fen6men0 que conlleva profun-
das implicaciones para las teorias del espectador cinematogråfico. Se inst6 a
l. Véase H. Magdoff, Imperialisnr Fronj the Colonial Age to the Present, Nueva York,
veinte, la India producfa mås que Gran Bretafia, y pafses como las
pelfculas
Filipinas producian unas 50 pelfculas al afio en los afios treinta. Tomado en
un sentido amplio, 10 que ahora denominamos cine del Tercer Mundo, lejos
de ser un apéndice marginal del cine del Primer Mundo, ha producido en rea-
tad de la producci6n mundial anual. Birmania, Pakistån, Corea del Sur, Tai-
landia, las Filipinas, Indonesia e incluso Bangladesh producen unos 50 lar-
gometrajes anuales. Por 10 tanto, pese a su posici6n hegem6nica, Hollywood
solamente ha aportado una fracci6n de la producci6n mundial anual de lar-
gometrajes. Desgraciadamente, las historias «eståndar» del cine y la teorfa
eståndar del cine pocas veces entran a discutir las repercusiones de esta
abundancia filmica. La gigantesca industria que produce mås pelfculas
india,
que Hollywood y cuya estética hlbrida mezcla los c6digos de continuidad y
los valoris de producci6n de Hollywood con 10s valores antiilusionistas de
la mitologfa hindü, se hat visto reducida por la vision hollywoocéntrica a
constar como mera imitaci6n de Hollywood. Incluso las tendencias en los
estudios cinematogråficos que se muestran criticas con Hollywood suelen
situar a éste como una especie de langue frente a Ia cual las restantes formas
cios «mudos» del medio, que las designaciones aplicadas al cine casi nunca
hiciesen referencia al sonido, aunque Edison vio en el cine una extensi6n del
fon6grafo y dio a sus dispositivos pre-cinematogråficos nombres tales como
«fon6grafo 6ptico» y «kinetophonograph» (escritura del movimiento y el
Ayer por la noche... mis amigos me Ilevaron a losjardines Chi para ver un
espectåculo. Una vez reunido el publico, se apagaron las luces y empez6 la
cender las luces y todas las imågenes desaparecen. Fue, sin duda, un espec-
tåculo milagroso. (Citado en Leyda, 1972, påg. 2.)
pular:
påg. 6.)
Gran parte de los primeros escritos sobre cine vinieron de la mano de fi-
guras literarias. He aqui la reacci6n del novelista ruso Maxim Gorki tras la
alli- Es un mundo sin sonido, sin color. Allf, todo —la tierra, 10s årboles, la
cada sinfonia que siempre acompafia a 10s movimientos de las personas. (Ci.
tado en Leyda, 1972, pågs. 407-409.)
ciliarfa a las naciones hostiles y Ilevaria la paz al mundo, mientras que otros
gradar al püblico de las clases inferiores, arrojåndolo a las redes del vicio o
del cine para la democratizaci6n,tema eterno que emerge con cada nueva
tecnologfby que en nuestros dias acaparan los ordenadores e Internet. Un
colaborador de Moving Picture World afirmaba en 1910 que:ELa pelfcula
cinematogråfica aporta una nota de simpatia tanto a los cultos como a los in-
cultos, a los privilegiados como a los esforzados. Es literatura para los anal-
fabetos... No reconoce fronteras de raza o En un tono que remite a
[EI espectador] va alli para ver, para sentir, para simpatizar. Se libera tem-
poralmente de las limitaciones de su entorno; pasea por Ias calles de Paris; ve
nacer el dia junto al coifboy del Oeste; ahonda en las profundidades de la tie-
Un tema emparentado con éste era la celebraciön del cine como nuevo
«lenguaje universal», tema en el que resonaban, como sefiala Miriam
sen, fuentes tan diversas como la Ilustraci6n francesa, la metafisica del Pr0-
4. Walter M. Fitch, «The Motion Picture Story Considered as a New Literary Forni»olt0•
tion picture World. 19 de febrero de 1910, påg. 248; citado en Hansen, 1991, pågs. 80-81 •
LA TEORiA EN LOS PRIMEROS ANOS DEL CINE MUDO 41
cine podia «reparar las ruinas de Babel» y trascender las fronteras de las na-
ciones, las culturas y las clases. Como escribiö un colaborador de Anterican
Magazine (julio de 1913), en el cine no existen
Durante los afios del cine mudo nos encontramos a veces con una men-
talidad colonizada en el periodismo cinematogråfico de paises como Brasil.
5. Otro numero del Motion Picture World, 10 dejulio de 191 1, titulado «lndians Grieve
over Picture Shows», da cuenta de las protestas por parte de grupos de nativos americanos de
California respecto a la representaci6n que Hollywood hace de éstos como guerreros sedien-
pelicula como ésta comentarå que ya ha visto esas imågenes antes una vein _
tena de veces. Pero sobre sus corazones sofiadores no caerån las sombras de
una terrible brutalidad, ni ningün rostro sucio que pueda robarles la magia
y la poesia. Los j6venes de hoy dia no pueden aceptar la revuelta, la falta de
ejercer el poder.6
cineastas franceses como Jean Epstein para plantear las potencialidades es-
total sobre 10 que se muestrå y, por 10 tanto, podrian dar pie a la infiltraci6n
Vida social cotidiana. El escritor Monteiro Lobato, por ejemplo, expresaba en 1908 Ia repul-
si6n que sentia al ver a 10s cariocas volver a sus casas después del trabajo: «o•C6mo podemos
solucionar 10 de esa gente? Qué terrible problema ha creado aqui para nosotros, en su
ganza inconsciente, el pobre negro africano. Quizå la salvaci6n vendrå de Säo Paulo y Otras
zonas con mayores inyecciones de sangre europea. Los americanos se salvaron del mestiza-
je creando la barrera del prejuicio racial. Esa barrera también existe aqui, pero ünicamente
entre ciertas clases y en ciertas åreas. En Rio no existe» (Monteiro Lobato, A Barca da Gley-
re). Junto con el apoyo a ciertas nociones arias convencionales de belleza. tenemos aqui
insistencia, impregnada de conciencia de clase, en lajerarquia social; ambas tienden a la
clusi6n de 10s negros brasilefios. (La insistencia eufemistica en una «buena apariencia»
Cipa el empleo, en la década de 10s cincuenta, de frases en las ofertas de trabajo del tipo
sona de buena apariencia» como eufemismo politico de «blanco».).
8. Cinearte, I I de diciembre de 1929, påg. 28.
43
LA TEORfA EN LOS PRIMEROS DEL CINE MUDO
åmbito del cine: o•el cine es arte o mero registro mecånico de fen6menos vi-
cultura inglesa y «en general, el mundo critico y literario» (ibid., påg. 45).
El cine, para Lindsay, es un arte democråtico, un nuevo jeroglifico america-
no en la tradiciön whitmanesca. Algunas de las especulaciones de Lindsay
estån relacionadas con temas de género, definido, de modo bastante impre-
ciso, no a partir de la estructura sino del contenido y el tono. Lindsay cita
diferencias entre las photoplays (esto es, las pelfculas) y las representacio-
nes teatrales: mientras que el escenario tiene sus entradas y salidas a ambos
lados y detrås del escenario, «las photoplays eståndar tienen sus entradas y
salidas a través de la imaginaria linea de las candilejas»; si el teatro se basa
en los actqres, las peliculas se basan, en cambio, en «el genio del productor»
(ibid., påg!. 187-188). Una década mås tarde, Gilbert Seldes (1924) se pre-
sent6 en parte como heredero Lindsay en su entusiasta reivindicaci6n del
tesis de McLuhan sobre 10s nuevos medios y la «aldea global». Cuando su-
giere que 10s espectadores deberian hablar durante las proyecciones, por
Otra parte, estå anticipando la idea brechtiana del «teatro de fumadores» y
del «teatro de interrupciones». Lindsay también presta una especie de aten-
ciön etnogråfica a la reacciön del pfiblico. Las peliculas de acci6n, por ejem-
plo, «gratifican la mania por la velocidad presente, de modo latente o desa-
tado, en todoamericano» (Lindsay, 1915, påg. 41). gente le gusta «A la
Mary Pickford», razona, «por ese peculiar aspecto que adopta su cara en el
apogeo de sus emociones» (ibid, pågs 55). Anticipåndose a la cornparaci6n
efectuada afios tarde por Vertov entre el cine y las drogas narc6ticaS
(«cinenicotina», «cine-vodka»), pero sin el tono reprobatorio de Vertov,
Lindsay compara Ios gregarios placeres de la sala de proyecciones con 10s
del saloon. Dado que muchas de las reflexiones, nuis bien vagas y dispersas,
LA TEORiA EN LOS PRIMEROS ANOS DEL CINE MUDO 45
le016gica:
res» del cine, esto es, los avances en el lenguaje cinematogråfico que trans-
forman «episodios que son lugares comunes» en un «arte nuevo y cargado
de promesas» (ibid, pågs. 8-9). Para Munsterberg, la selecciön que el cineas-
9. Munsterberg, 1970, påg. 74. El volun)en fue publicado originalmente bajo el titulo
psic016gico. Para este autor, el despliegue filmico del espacio y del tiempo q
trasciende la dramaturgia teatral mediante dispositivos tales como el primer
Plano, los efectos especiales y los veloces cambios de escenario que permi-
te el montaje. En este sentido, es precisamente la distancia del cine respec-
to a la realidad ffsica aquello que 10 conduce a Ia esfera mental. Partiendo de
«creencia dividida» (split belief), el «je sais mais quand méme» de la teorfa
in
cinematogråfica de 10s setenta. Asimismo, Ia idea de Munsterberg de que las
10. Pueden encontrarse citas relativas al lenguaje de Canudo y Delluc en una serie de an-
tologfas clåsicas: Lapierre (1946), L' Herbier (1946) y L' Herrninier (1960).
I I. Véase Bålåzs (1930), ideas posteriormente retonladas en Bålåzs (1972).
12. Louis Feuillade, «VArt du vrai», Ciné-journal, 22 de abril de 191 1; citado en Jean-
surgieron ya durante el cine mudo, en la büsqueda por parte del cine de una
legitimaci6n artfstica. Ya en 1915, Vachel Lindsay se anticip6 al cine de au-
tor al predecir, en The Art of the Moving Picture, que «algün dfa distingui-
remos entre los distintos maestros del cine como ahora nos deleitamos con
los distintos sabores de O. Henry y Mark Twain» (Lindsay, 1915, påg. 211).
En 1921, el cineasta Jean Epstein, en «Le Cinéma et les lettres modernes»,
aplic6 el término «autor» al cineasta, mientras que Louis Delluc analiz6 las
pelfculas de Griffith, Chaplin e Ince de un modo que para Stephen Crofts re-
sulta «proto-autorista» (Crofts, en Hill y Gibson, 1998, påg. 312). De mane-
ra similar, la caracterizaci6n del cine como séptimo arte concedi6 implicita-
mente a los artistas del cine el estatus que ya posefan escritores y pintores.
La esencia del cine
its.
Q"il,;,
Desde los inicios del cine como medio, los analistas han estado buscan-
do su «esencia», sus rasgos distintivos y ünicos. Algunos te6ricos de los pri-
meros tiempos del cine reivindicaron un cine incontaminado por las otras ar-
tes, como en la idea de «cine puro» planteada por Jean Epstein. Otros
te6ricos y directores ratificaron con orgullo los vinculos que unfan al cine
con el resto de las artes. Griffith sostenia que habia tomado de Dickens el
montaje paralelo de la narraci6n, mientras que Eisenstein ha116 antecedentes
literarios de prestigio para los recursos cinematogråficos: los cambios de
distancia focal en El paraiso perdido o el montaje alternativo del capitulo de
la feria agrfcola en Madame Bovary. Las definiciones del cine que evocan
de forma recurrente otras artes -—«escultura en movimiento» (Vachel Lind-
say),«müsica de luz» (Abel Gance), «pintura en movimiento» (Leopold
Survage), «arquitectura en movimiento» (Elie Faure)— establecfan vincu-
10s con pasado planteando a un tiempo diferencias cruciales: el
las artes del
cine era pintura, pero en movimiento, o mtisica, pero de luz y no de notas
TEORiAS DEL CINE
50
esta vez. El denominador comin era, para todos ellos, la idea de que el cine
era un arte. Asi pues, Rudolf Arnheim expresö en 1933 su asombro ante el
hecho de que el cine no hubiese Sido recibido con Ios brazos abiertos por 10s
amantes del arte. El cine, escribiö, es «el arte par excellence. Su unica pre_
tensi6n ha Sido entretener y distraer; ha vencido a las artes anteriores en
cuanto a belleza se trata. Su musa iba tan ligera de ropa como se podia de_
sear» (Arnheim, 1997, pig. 75). La insistencia tanto en las diferencias como
en las semejanzas entre el cine y el resto de las artes fue un modo de legiti-
mar un medio alinjoven, una manera de decir no s610 que el cine era tan vå-
lido como el resto de las artes sino que debia serjuzgado en sus propios tér-
guras de relieve (Jean Epstein, Abel Gance, Louis Delluc, Germaine Dulac
y Riccioto Canudo), Francia pasö a ser un espacio privilegiado de reflexion
en torno al cine comercial y de vanguardia. Una constelaciön de institucio-
nes (un «campo cultural», en la terminologia de Bourdieu) facilit6 la exhi-
pig. 41). Otra forma de expresar este deseo fue la fotogenia, que Delluc ca-
fotogenia, nada mejor que decir que es al cine 10 que el color a la pintura Y
el volumen a la escultura, el elemento especifico de este arte» (Drummond
y otros, 1979, påg. 38). En otro lugar, Epstein defini6 la fotogenia como
«cualquier aspecto de las cosas, seres 0 almas cuyo caråcter moral se ve am-
quintaesencia que diferenciaba a la magia del cine del resto de las artes. En
otro sentido, el énfasis en la generaci6n de nuevos conocimientos PIISO en
contacto al modernidad artistica
cine con la como proyecto de desafio a las
tradiciones de percepci6n y comprensi6n.
resto de artes. En L 'Usine aux bnages (1926), Canudo sugiri6 que el cine'
tanto «sexto arte», seria como «una pintura y una escultura evolucionando
en el tiempo, como sucede en la musica y la poesia, que se realizan a si mis-
mas al transformar el aire en ritmo durante el tiempo de su ejecuci6n».2 En
la socializadora concepci6n de Canudo, este «arte plåstico en movimiento»
cumplfa la valiosa promesa ut6pica del festival —una noci6n intimamente
relacionada con el «carnaval» de Bajtin— que nos remite tanto al teatro an-
tiguo como a las ferias actuales. Louis Delluc, en su Cinöna et cia (1919),
dijo que el cine era el unico arte verdaderamente moderno porque empleaba
la tecnologia para estilizar la Vida real. Germaine Dulac invoc6 la analogia
musical de una «sinfonia visual»:
berfa... Ilevarnos hacia la idea visual compuesta por movimiento y Vida, hacia
Ia concepci6n de un arte del Ojo, constituido por una inspiraci6n perceptiva
que evoluciona en su continuidad y alcanza, al igual que la müsica, nuestro
pensamiento y nuestros sentimientos. (Citado en Sitney, 1978, påg. 41. )
2. Riccioto Canudo, L'Usine aux images, Paris, Etienne Chiron, 1926; en Abel, 1988.
påg. 59.
211956
TEORiAS DEL CINE
52
experimentamos las colinas, los årboles, los rostros en el espacio, como una
sensaciön nueva. A1 concedérsele movimiento o la apariencia de éste, todo el
19
vil o el aeroplano, posibilita trayectorias especfficas y personales que rever-
beran en todo nuestro fisico. (Citado en Williams, 1980, pågs. 193-194.) ca
no
Anticipando a Bazin, pero en diferente registro y con un Vocabulario rin
distinto, mås mistico, Epstein tomö 10 que para él era la naturaleza automå- cu
tica y no mediatizada del cine como garantia de su «sinceridad» inefable. sul
Para Epstein, el primer plano era «el alma del cine»: «Jamås encontraré la
cin
ral
manera de expresar cuånto me gustan los primeros planos americanos. A
quemarropa. De repente, una cabeza aparece en la pantalla y el drama, de re- en
cia
pente cara a cara, parece dirigirse a mf personalmente y se amplia con ex-
cia
traordinaria intensidad. Estoy hipnotizado».s A1 mismo tiempo, Epstein no
mic
se oponia a la manipulaciön de la imagen. En un texto de 1928, sostiene que:
el e
las
La cåmara lenta aporta, en verdad, un nuevo registro a la dramaturgia. Su
capacidad de desnudar las emociones de las dilataciones dramåticas, su infa- hab
libilidad a la hora de designar los movimientos sinceros del alma son tales sarr
que en la actualidad aventaja a todos los modos trågicos. Estoy seguro, como Ian
todos los que han visto parte de La Chute de la tnaison Usher, que si se hi- al c
Abel,
5. Epstein, «Magnification», en Epstein, 1977, påg. 9. 8.
II de mayo
6. Jean Epstein, «Une Conversation avec Jean Epstein», L'Afni du peuple, 9.
de 1928, en la introducci6n de Annette Michelson a Vertov, 1984, pågs. xLlV-XLV•
LA ESENCIA DEL CINE 53
siado frågil para establecer las cualidades especiales del filme. Asociada nor-
malmente a los textos escrjtos, la narraci6n no podia constituir la base para la
II
Los te6ricos soviéticos del montaje
1957, påg. 257). Montage era la palabra empleada habitualmente para de_
signar el montaje no solo en ruso sino también en las lenguas romånicas.
Como apunta Geoffrey Nowell-Smith, el término posee fuertes resonancias
pråcticas e incluso industriales (cadena de ntontaje, por ejemplo). La alqui-
mia del montaje, para los te6ricos soviéticos, insuflaba Vida y hacia brillar a
los inertes materiales de base del plano a secas. Los te6ricos del montaje
eran también, en cierto sentido, estructuralistas avant la lettre, puesto que
consideraban el plano filmico como una entidad carente de significado in-
trinseco hasta que era situada en una estructura de montaje. En otras pala-
bras, el plano sölo adquiria significado relacionalmente, como parte de un
sistema de mayores dimensiones. Parafraseando a Saussure, la idea es que
en el cinevmo en el lenguaje, «sölo existen diferencias».
oran medida desde el punto de vista del cineasta profesional. (Los libros de Pu-
dovkin fueron traducidos y utilizados en las escuelas de cine e incluso en estu-
dios de todo el mundo.) Para Pudovkin, la clave del cine radica en sus protoco-
los de organizaci6n de la mirada y de control de las percepciones y los
sentimientos del espectador a través del montaje y la puesta en escena, asi
como mediante dispositivos ret6ricos tales como el contraste, el paralelismo y
giere que hay «varios Eisensteins» -—, el cineasta soviético siempre defendi6
lin cine altamente estilizado e intelectualmente ambicioso. Segün las tesis
milenaristas de Eisenstein, el cine no sölo hered6 sino que transform6 los lo-
gros de la historia de todas las artes y de «la totalidad de la experiencia de la
hUmanidad a 10 largo de todas las épocas» (Eisenstein, citado en Bordwell,
1993, pågs. 492-493). En lugar de «purificar» el cine, Eisenstein preferfa en-
TEORfAS DEL CINE
58
riquecerlo mediante una sinestésica fertilizaci6n cruzada con el resto de ar-
tot
tes:de ahi que cite a da Vinci, Milton, Diderot, Flaubert, Dickens, Daumier
y Wagner. El pensamiento de Eisenstein también era 10 que hoy denomina-
rfamos «multiculturalista», puesto que mostraba un interés mås allå de 10 no
ex6tico por la escultura africana, el kabuki japonés, el teatro de sombras chi- co
vanidad del primer ministro Kerensky. Eisenstein veia al cine como un me-
dio que podia estimular el pensamiento Y el cuestionamiento ide016gico me-
ta
diante técnicas constructivistas. En lugar de contar historias en imågeneS' el
taje de Eisenstein, véase Aumont (1987). Asimismo, véase Xavier (1983, pågs. 175-177).
LOS TE(5RICOS SOVIÉTICOS DEL MONTAJE
59
Los ensayos reunidos en El sentido del cine (1942) y Lafonna del cine
(1949) revelan un extraordinario abanico de intereses. En «EI principio ci-
nematogråfico y el ideograma», Eisenstein mode16 su forma alternativa de
hacer cine a semejanza de la escritura ideogramåtica (err6neamente deno-
minada «jeroglffica»), esto es, de los estilizados vestigios de un antiguo len-
guaje de imågenes. El recurso a las «atracciones» y a la estructura ideogrå-
Eisenstein fue también el teörico del empleo del sonido como contra-
Plinto, idea lanzada en un manifiesto de 1928 firmado por él mismo, Pudov-
kin y Alexandrov, en el que los tres directores alertaban en contra de las ten-
taciones del sonido fonético sincr6nico, proponiendo un contrapunto entre
sonido e imagen. Las nociones de contrapunto, tensi6n y conflicto verte-
Vida social sino también a los textos artisticos. Eisenstein estetiza la dialéc-
tica hegeliano-marxista, al tiempo que temporaliza, por asi decirlo, las yux-
taposiciones esencialmente espaciales del collage cubista. Su ideal en el mon-
60 TEORiAS DEL CINE
«La cuarta dimensiön filmica», Eisenstein sugiri6 que los cineastas debian
trabajar con «armönicos» tanto como con la «dominante», a fin de crear un
«impresi nismo» cinematogråfico con reminiscencias del impresionismo
musical d Debussy. Eisenstein, como sefiala David Bordwell (1997), bus-
ca con frecuencia de manera jmplicita las analogfas musicales; de ahi que
recurra repetidamente a conceptos musicales como el compås, los arm6ni-
(verfretndung) brechtiano.
Mientras tanto, Dziga Vertov fue en muchos aspectos incluso mås radi-
cal que Eisenstein. (A1 denominar «grupo Dziga Vertov» a su colectivo for-
mado en los afios sesenta junto a Jean-Pierre Gorin, Jean-Luc Godard esta-
ba apostando por Vertov, politica y formalmente mås radical, en vez del
supuestamente «revisionista» Eisenstein.) En una serie de incendiarios en-
sayos y manifiestos, Vertov dict6 «sentencia de muerte» para el cine co-
mercial «con excesivas ganancias». Este es el texto de «Nosotros: Variante
de un manifiesto», de Vertov:
Declaramos que las Viejas peliculas, basadas en las historias de amor, Ias
del teatro del adulterio» (ibid.); a su vez, reclamaba una «exploraci6n sen-
sorial del mundo a través del cine-ojo». Proyectåndose con whitmanesco ju-
bilo, Vertov antropomorfiz6 la cåmara:
Soy cine-ojo. Soy un Ojo mecånico. Yo, una måquina, os muestro el mundo
como s610 yo puedoverlo.
Ahora y siempre, me libero de la inmovilidad humana. Estoy en constan-
te movimiento. Me acerco a los objetos, para después alejarme de éstos. Me
arrastropor debajo de ellos, trepo hasta su cima. Acelero siguiendo el hocico
de un caballo que galopa. Me precipito a toda velocidad en el seno de la mu-
Nuestro Ojo ve muY poco y muy mal; por este motivo, el hombre concibiö
elmicroscopio para ver fen6menos invisibles; y descubri6 el telescopio para
ver y explorar mundos distantes e ignotos. La cåmara de cine se inventö para
que penetrase con mayor profundidad en el mundo visible, para explorar y re.
gistrar los fen6menos visuales. (Vertov, 1984, påg. 67.)
idea de la burguesia fue emplear el nuevo juguete para entretener a las masas
o, mejor dicho, para distraer la atenci6n de los obreros lejos de su objetivo: la
«La esencia del cine-ojo» era «ayudar a todos los individuos oprimidos y al
fendia el rodaje documental en las Calles, lejos del estudio, para mostrar a la
de los fen6menos sociales. Influido por 10s futuristas italianos pero receloso
ante la tendencia fascista del movimiento, Vertov elogiaba la «poesfa de las
Vertov (1984).
64 TEORfAS DEL CINE
lismo socialista» fue adoptado como estética oficial del partido comunista
soviético; en ese momento, fueron atacados por su «idealismo», su «forma-
lismo» y su «elitismo».
El formalismo ruso y la escuela de Bajtin
terior sobre teorfa literaria.) En Poetikcl Kino, asi como en otros importantes
ensayos sobre cine, especialmente «Literatura y cine» (1924) de Shklovski
y «Cine-Palabra-Müsica» (también de 1924) de Tinianov, 10s formalistas
exploraron una amplia variedad de temas, sentando Ios cimientos de buena
parte de las teorias posteriores. El cine, que por aquel entonces iba camino Sl
de establecerse como arte legitimo por derecho propio, brindaba a 10s for_ la
10
malistas un interesante espacio para ampliar Ias ideas «cientificas» que ya
habian desarrollado trabajando la literatura, en un terreno que, segün 10s ca-
«ineludible convencionalidad del arte» (Eagle, 198 1, påg. 57). Asi pues, el
papel del arte era llatnar la atenci6n sobre la convencionalidad de todo artes
el realista incluido. El naturalistno en el cine, segun Eijenbaunl, «no es me-
nos convencional que el naturalismo literario o teatral» (Eijenbatlln, 1982,
18). Shklovski an1pli6 la concepciön de especificidad literaria al cine,
påg.
analizando la estructura de las peliculas de Charlie Chaplin y viendo en la fi-
gura del vagabundo una entidad construida Inediante una serie de dispositi-
68
del espectador:
tima: observas por asi decirlo, el suefio de Otro. EI minimo ruido exterior aje-
no al filme le perturba mucho mås que si estuviese en el teatro. Si los espec-
tadores que estån junto a él charlan (leyendo en voz alta los titulos de la
me; su ideal es no sentir la presencia del resto de espectadores, sino estar a so-
las con la pelicula, hacerse sordomudo. (Eijenbaum, 1982, påg. 10.)
de la piedra».
70 TEORfAS DEL CINE
las «normas» y los «esquemas» de los estructuralistas de Praga para elabo- apli(
son, y Breading the Glass Annour (1988), asi como en su obra conjunta (y min(
de uso muy extendido) Fibn Art (1996)• Pero aunque los formalistas no hu-
biesen escrito sobre cine per se, sus conceptualizaciones habrian resultado
igualmente influyentes. Bertolt Brecht politiz6 mis tarde el concepto for- (comr
Londr
malista de la «desfamiliarizaci6n», formåndolo en verfrenulungseffekt (tra-
EL FORMALISMO RUSO Y LA ESCUELA DE BAJTIN 71
(sjuzet) —la historia tal y como se narra dentro de una estructura artistica—
también Ileg6 a influir en la teoria y el anålisis del cine, indirectamente a tra-
tradicional «motivo»). El legado que Propp dej6 para Ia teorfa del cine se
evidencia, por ejemplo, en el anålisis realizado por Peter Wollen de Con Ia
Las décadas de los afios diez y veinte fueron el periodo de las «van-
guardias histöricas», el cenit del experimentalismo en las artes: impresio-
nismo en Francia, constructivismo en la Uni6n Soviética, expresionismo en
Alemania, futurismo en Italia, surrealismo en Espafia y Francia, muralismo
en México y modernismo en Brasil. La modernidad, de acuerdo con Perry
Anderson, naci6 como campo de fuerza cultural bajo tres coordenadas: «l)
el arte oficial de regfmenes vinculados aun con las Viejas aristocracias; 2) el
diente, sin conexi6n con los estudios o la industria. Pese a todo, Ia Vanguar-
dia no era en absoluto monolftica. Ian Christie traza una util distinci6n entre
tres movimientos diferenciados: l) los impresionistas (Abel Gance, Louis
Delluc, Jean Epstein y las primeras obras de Germaine Dulac), pr6ximos a
un cierto «cine de arte y ensayo» nacional; 2) los partidarios del «cine puro»
(Fernand Léger, Dulac en una época posterior); y 3) los surrealistas (Chris-
peliculas populares. Hasta las peores peliculas, como sugiri6 Ado Kyrou,
podian ser «sublimes». Los surrealistas distinguian ocultas corrientes sub-
versivas en el cine de artistas como Mack Sennett, Buster Keaton y Charlie
Chaplin. Antonin Artaud celebrö las energfas anårquicas de los Hermanos
Marx. Robert Desnos hablaba de la «locura» que presidia los guiones de
Sennett, mientras que Louis Aragon desarrollö una «critica sintética» cuY0
objetivo era extraer significados intensos y libidinales de secuencias ordina-
rias. Para Aragon, incluso las peliculas policiacas americanas «hablan de la
tas interesados por 'Ia relaci6n entre el cine y otros estados de conciencia.
Para Robert Desnos, el cine era el lugar anticipatorio de la «liberaci6n poé-
tica» y de la «intoxicaciön», un espacio-tiempo mågico donde podia abolir-
se la distinci6n entre suefio y realidad. Fue el deseo de sonar 10 que gener6
la «sed y el amor por el Hablando de «la maravilla del cine», Breton
cine».3
escribi6 que «desde el momento en que toma asiento hasta que se desliza en
2. Linda Williarns ha argumentado que los escritos de los surrealistas en los afios veinte
se bifurcanen dos lineas de pensamiento, una linea «naive» representada por autores como
Desnos, para quien el cine podia transcribir literalmente el contenido de los suefios, y una li-
nea mås sofisticada, la de Artaud por ejemplo, para quien el cine podia aproximarse cons-
tructivamente a lasfonnas del deseo inconsciente. Véase N/illiams (1984).
3. Robert Desnos, «Le Réve et le cinéma», Paris-Journal, 27 de abril de 1923, en Abel,
1988, 283.
'IEORfAS DEL CINE
76
el interior de una ficciön que evoluciona ante sus Ojos, [el espectador] Pasa
por un punto critico tan cautivador e ijnperceptible como el que une Ia vigi_
trario que el teatro, el cine, como el suefio, elige algunos gestos, los aplaza o
los amplia, elimina otros gestos, viaja durante horas, siglos, ki16metros en
breves segundos, acelera, reduce su marcha, se detiene, vuelve atrås. (Ibid.)
Antonin Artaud, en un texto de 1927, fue acin mås categörico. «Si el cine
no expresa suefios o todo 10 que, en la Vida consciente, se asemeja a 10s sue-
fios», afirm6, «entonces el cine no existe».4 Estas analogias relativas a 10 que
después se denominaria «estado de suefio» fueron retomadas mås tarde por
mé
Gil
cor
pre
Art
Poc
4. Antonin Altaud, «Sorcellerie et cinéma», citado en Virmaux y Virmaux, 1976, påg. 28.
påg.
El debate tras la Ilegada del sonoro
méritos relativos del cine sonoro respecto al mudo. En los Estados Unidos.
Gilbert Seldes denunci6 al cine sonoro como recresiön a los modos teatrales
(Seldes. 1928. pig. 706). En Francia Germaine Dulac. incluso antes de la
Ileeada del sonoro, veia el cine como un arte necesariamente mudo.l Marcel
L*Herbier y Leon Poirier también se mostraron hostiles al sonoro. mientras
que otros, como Abel Gance. Jacques Feyder y Marcel Paenol. 10 aceptaron
con cautela. €€La pelicula habladam sostenia Paenol. «es el arte de registrar.
Preservar y difundir el teatro» (Pagnol. 1933, Big. S). Para Epstein. lafo-
nogenia del sonoro podia complementar a lafotogenia de la imagen. Pero
Artaud. en €La madurez prematura del cine» (1933). advertia que el sonoro
Ilevar al cine a adoptar convenciones anticuadas. mientras que René
305.
TEORfAS DEL CINE
78 trill
clair proclamaba que «el cine debe seguir siendo visual a toda costa».a En
tra
Rusia, Eisenstein, Alexandrov y Pudovkin reivindicaban, en su manifiest()
fic(
de 1928, un uso no sincrönico del sonido, advirtiendo que la inclusion
diålogos podia restablecer la hegemonia de métodos ya superados y propi-
Ciar un aluvi6n de «representaciones fotografiadas de caråcter teatral» (Ei-
14)
senstein, 1957, pågs. 257-259). Temian que el sonido sincr6nico destruyese
ren
la cultura del montaje y con ello la verdadera base de la autonomia del cine
fur
como forma En Alemania, Rudolf Arnheim consagrö en nombre
artistica.
tistas, con quienes estudi6 Arnheim, experimentaban en las åreas del «cam-
po visual» y la «percepci6n del movimiento». Influidos por el pensamiento sc
ceptivo que el arte hiperboliza y pone en primer término. Los trabajos de Ar-
heim sobre cine se inscriben, pues, en un proyecto mås amplio en el que las
2. René Clair, •alkie versus Talkie», en Abel, 1988, vol. 11, påg. 39.
EL DEBATE TRAS LA LLEGADA DEL SONORO 79
empleaba esa premisa para formular Ia exigencia estética de que el cine de-
bia ir allå de Ia representaci6n realista. En la via negativa de Arnheim,
los «defectos» en la mimesis del filme, su facilidad para la manipulaci6n a
través de efectos de iluminaciön, superposiciones, movimiento acelerado o
ralentizado y montaje, 10 convertian en algo mås que un mero registro me-
cånico, capaz por 10 tanto de expresividad artistica. A1 sobrepasar la repro-
3. Gertrud Koch, «Rudolf Arnheim: the Materialist of Aesthetic Illusion», en Nell' Ger-
80
påg. 30). En Teoria del cine Bålåzs respondia a esta pregunta sugiriendo que
era el montaje, es decir, la capacidad del cine para variar Ia distancia y el
gulo con respecto a la acciön escenificada, 10 que diferenciaba al cine del te-
atro. El cine descartaba los principios formales båsicos del escenario teatral
—integridad del espacio, posiciön fija del espectador y ångulo fijo de vi-
di
tel
Miramos el balcön de Julieta con los Ojos de Romeo y a Romeo con los
Ojos de Julieta. Nuestro Ojo, y con él nuestra conciencia, se identifican con los
personajes de la pelicula, miramos al mundo a través de sus Ojos y carecemos
de ångulo de visi6n propio. (Bålåzs, 1972, påg. 48.)
dramåticas del silencio y la «intimidad del sonido» que nos hace percibir so-
nidos que normalmente quedan sofocados por el omnipresente bullicio de la
Vida cotidiana (Bålåzs, 1972, påg. 210). También que los criticos
sefiala
contrarios al sonoro nunca ponen objeciones al sonido per se en el cine —en
10s gags sonoros de Chaplin, por ejemplo sino al diålogo como verdade-
del cine para captar las superficies mecanizadas de la Vida moderna. Se in-
rel
«Las pequefias vendedoras van al cine», Kracauer hablaba de Ia funciön ideo_ tuc
nematogråfica Close Up, que desde 1927 a 1933 discuti6 gran variedad de
temas de teorfa cinematogråfica. Como sefiala Anne Friedberg, fue alli don-
de las representantes de la modernidad literaria femenina —H.D., Dorothy
Richardson, Gertrude Stein, Marianne Moore— empezaron a escribir sobre
cine Donald y otros, 1998, pig. 7). Y, no menos importante, la publi-
caciön abri6 un profundo debate en torno a la raza y el racismo, que culmi-
no en un numero especial sobi•e «EI negro y el cine» en agosto de 1929, que
inclufa colaboraciones de criticos blancos y negros y una carta de Walter
White, secretario adjunto de la NAACP5. Anticipåndose a las criticas de la
<<imagen positiva» que iban a producirse muchos afios después, Kenneth
Macpherson advirti6 que «hombre blanco siempre va a representar al ne-
el
gro como a él le gusta verle, por muy benevolentemente que sea. De hecho,
la benevolencia es en si el peligro» (Donald y otros, 1998, påg. 33). Como
si quisiera ilustrar sus propias advertencias acerca de las proyecciones blan-
cas, Macpherson habla en tonos primitivistas de la «delgadez gråcil y selvå-
tica» de Stepin Fetchit. A1 mismo tiempo, Macpherson reivindicaba un
«cine socialista negro confederado», mientras que Robert Herring pedia pe-
cine era el matadero de la cultura, y las salas de cine eran «fauces gargan-
tuélicas» en las que peregrinos hipnotizados, hacinados en largas colas, en-
traban «como ovejas al matadero». Como reacciön ante las adaptaciones
l. Citado en Anton Kaes, «The Debate about Cinema: Charting a Controversy (1909-
cribi6: den
ilus
Y nadie grit6 jasesinato!... Todas esas obras que desde nuestrajuventud he _ aba
mos recitado, temblorosos, con nuestros corazones mås que con nuestros el e
bios, todas esas sublimes canciones que en la edad de Ios entusiasmos apasio-
ble
nados eran el pan nuestro de cada diva, nuestro estudio y nuestra gloria... han
bell
Sido descuartizadas, despedazadas y mutiladas. (Duhamel, 1931, påg. 30.)
obl
10 que soy. No es un arte. No es arte» (ibid. , påg. 37). Desde una optica cons- intc
expulsado a su püblico de
belleza artistica, el cine habia la complacencia,
obligåndole a participar de forma activa y critica.
Benjamin tomö la tan desacreditada «distracci6n» del espectador de cine
e hizo de ella una ventaja cognitiva. Distracciön no equivale a pasividad; es,
que la lectura de una novela provoca, ser espectador de cine implica un acto
necesariamente social y potencialmente interactivo y critico.2 El cine podia,
en consecuencia, transformar e inyectar energia en las masas a efectos de un
cambio revolucionario. La estética politizada del cine de conciencia social y
como de la politica».
.«estetizaci6n
El pensamiento de Benjamin refleja, por una parte, una tendencia pe-
renne, evidenciada mås tarde por las ut6picas tesis de McLuhan respecto a
2. Noel Carroll sefiala que el énfasis que Benjamin pone en la «distracciön» por una pane
Y en el «shock» por la Otra «parecen apuntar en direcciones opuestas» (relajaci6n en el inte-
rés y concentraci6n), pero también admite que Benjamin podia estar pensando que estas ac-
titudes mentales tuviesen lugar «de manera secuencial». Véase Carroll (1998). Como Ador-
no, pero en lenguaje analitico. Carroll sostiene que las radicales afirmaciones de Benjamin
efectl
poråneos, a confiar excesivamente en las posibilidades politicas y estéticas
de los nuevos medios y tecnologfas. Y, efectivamente, la publicaci6n de «La colli(
escuela de Francfort Theodor Adorno atacö a Benjamin por su utopismo tec_ cluia
n016gico que fetichizaba la técnica e ignoraba la alienaci6n social del fun _ Marc
cionamiento de dicha técnica en la realidad. Adorno se mostr6 escéptico de rc
Adorno, la celebraciön que Benjamin hacia del cine como vehiculo para la izqu
mar que «cualquier visita al cine me deja, pese a mi actitud vigilante, mås mar
estüpido peor que antes» (Adorno, 1978, påg. 75). Representante del ala ron
porque no tenia que venderse directamente en un mercado abierto. Sin em- rias
la realidad social de Ia alienaciön. Lo que Adorno pas6 por alto es que el arte hab
popular, el jazz por ejemplo, también puede ser diffcil, discontinuo, com- que
plejo, cuestionador. Per
La modernidad artistica Ileg6 a su Cenit en Ios afios veinte. Pero si 10s soc
veinte fueron una orgia de experimentalismo te6rico, los treinta fueron la re- dor
saca tras la fiesta, mientras el nazismo, el fascismo y el estalinismo (y, de un 10s
pues, los treinta estuvieron marcados por una gran ansiedad respecto a 10s de
LA ESCUELA DE FRANCFORT 89
estån cautivadas hoy dia por el mito del éxito, mås acin que quienes han ob_
tenido el éxito. De manera inquebrantable, insisten en esa ideologia que las
en plenitud a finales de 10s afios sesenta y durante 10s afios setenta y ochen-
ta. La afirmaci6n de Adorno y Horkheimer segün la cual «resulta imposible
LA ESCUELA DE FRANCFORT 91
vado a cabo por figuras como Wilhelm Reich, Erich Fromm y Herbert
Marcuse de crear una sintesis del marxismo y el psicoanålisis. A1 fin y al
cribe la t Italidad social mediante personajes «tipicos». Lukåcs tomö las no-
velas de Balzac y Stendhalecomo modelo de un realismo dialéctico; Brecht,
histöricas. Esa formula artistica habia perdido, para Brecht, su potencial po-
Iftico; los cambios de época requerfan cambios en los modos de representa-
ci6n. Preocupado por la aficiön que los nazis demostraban por los espectå-
minantes. Walter Benjamin ( 1968) tom6 el teatro épico de Brecht como mo-
delo que mostraba como podian transformarse las formas y los instrumentos
de producciön artistica en una direcci6n socialista. El teatro épico, sostenia,
«produce una conciencia viva y productiva por el hecho de ser teatro» (Ben-
jamin, 1973, påg. 4). Mediante interrupciones, citas y efectos de tableatl, el
fotogramas de una pelicula, a diferencia de las escenas del teatro épico, se su-
ceden en una aparente continuidad) y aunque dudemos de que la empatiaper
se sea necesarianzente reaccionaria, tales ideas iban a tener enormes repercu-
siones en la pråctica y la teorfa cinematogråfica de las siguientes décadas.
La escuela de Francfort tuvo gran repercusi6n en las subsiguientes teo-
rias de la industria de la cultura, en las teorias de la recepci6n y en las teorfas
del high mnodernistn y la vanguardia. La influencia de Walter Benjamin no
s610 se cifra en el ensayo sobre «la era de la reproducci6n técnica» sino tam-
bién en sus ideas sobre el «autor como productor» y en la necesidad de sub-
versi6n artistica y social, en la idea de que el arte revolucionario debe serlo,
vela realista.
En los afios cuarenta, sin embargo, el realismo se convierte en una cues-
ti6n apremiante. En cierto sentido, el realismo del cine de la POSguerra
emergiö del humo Y las ruinas de las ciudades europeas; el desencadenante
inmediato del renovado interés por 10 mimético fue el desastre de la Segun-
da Guerra Mundial. Los estudios de la teoria cinematogråfica con frecuen-
cia dejan de sefialar Ia contribuci6n esencial de los te6ricos italianos, entre
Cinénta, Godard sugiere que hubo una 16gica historica tras este Renaci-
gente normal pudiese saber acerca de las vidas de otros, no en nombre del
voyeurismo sino de la solidaridad.
LA FENOMENOLOGiA DEL REALISMO
95
lismo entendido como registro de la Vida diaria no era nunca simple ni carecia
de problemas. Inspiråndose en la obra del teörico marxista hüngaro Georg
Lukåcs y en la del marxista italiano Antonio Gramsci, Aristarco defendia un
«realismo critico» que revelase las causas dinåmicas del cambio social me-
diante situaciones y figuras ejemplares. (Para una excelente vision general
de la teoria neorrealista, véase Casetti, 1999.) Inspiråndose en parte en los
cfa posible un testimonio irrefutable de «las cosas como son». Es esta mis-
Arnheim, la Ilegada del sonoro hizo descarrilar, como si de un tren se trata- para
tradi(
se, la progresi6n normal del arte cinematogråfico hacia un cine consciente-
Flahe
mente artificial, mientras que para Bazin el «Viejo Testamento» del mud()
(formula reveladora del sustrato religioso-providencial del pensamiento del plirse
autor) prepar6 el camino para la realizaci6n del cine en el «Nuevo Testa- concn
mento» del sonoro. Aunque Bazin elogi6 la «dialéctica narrativa» de estilos acont€
mültiples
Bazin también hizo una relectura de la historia y la estética del cines En
su ensayo «La evoluci6n del lenguaje cinematogråfico», postu16 una suer-
Aunque B
en general
te que parece una versi6n abre-
de progreso triunfal del realismo en el cine,
viada de la idea planteada por Auerbach en Mimesis de una literatura occi- Consciente
dental dotada de una verosimilitud cada vez mayor. Bazin distingui6 entre
97
«realidad». Los cineastas de la «imagen», especialmente 10s expresionistas
tradiciön postulada por Bazin se iniciaba con 10s Lumiere, proseguia con
Flaherty y Murnau, se vefa reforzada por Welles y Wyler y Ilegaba a cum-
plirse de manera pråcticamente teleologica en el neorrealismo italiano. En
concreto, Bazin valorö las tramas descarnadas y relativamente carentes de
acontecimientos de las primeras peliculas neorrealistas, las vacilantes mo-
tivaciones de sus personajes y la lentitud y el espesor de los ritmos cotidia-
nos. Distinguia entre un naturalismo plano como el de Zola, que busca la
verosimilitud superficial, y un realismo profundo que ahonda en las raices
de 10 real. Para Bazin, el realismo no tenia tanto que ver con la adecuaci6n
mimética literal entre representaciön filmica y «el mundo de ahi afuera»
como con la honestidad testimonial de la puesta en escena. Deleuze recu-
pera ciertos aspectos de la teleologia hist6rica de Bazin en su obra de los
cepci6n filmica, dado que el espectador gozaba de libertad para explorar los
mültiples planos del campo de
imagen a la büsqueda de su significado.
la
Aunque Bazin hablö en favor del «cine impuro» que combina teatro y cine,
en general Ia estilistica baziniana dejaba poco margen para la mezcla auto-
COnsciente de estilos; Bazin tendia, en efecto, a pasar por alto la mezcla de
Plan0S-secuenciay montaje, de expresionismo y realismo, propia de algu-
nos de sus directores favoritos como Orson Welles. Como senala Peter Wo-
técnicas privilegiadas por Bazin como el plano-secuencia literal (una
rodada en un solo Plano) también podian cumplir funciones dia-
Sectiencia
metralmente opuestas a las defendidas por Bazin; Ia des-realizaci6n y la re-
flexividad, por ejempIo.2 Con todo, Bazin no fue nunca ese «cåndido realis-
98 TEORfAS DEL CINE
ta» tantas veces caricaturizado como tal; tenia plena conciencia del artificio
el realismo. Bazin es, por tanto, formalista en ciertos aspectos, por cuanto su
nico, sin duda, que los te6ricos del cine de los afios setenta utilizasen repe-
bas
tidamente, en su furor antiverista, a Kracauer como cabeza de turco, cuan-
(19
do en numerosos aspectos sus ideas estaban en consonancia con las de
listk
ellos. The Mass Ornamnent, de Kracauer, consagrado al anålisis de t6picos
«prc
del momento como los mapas urbanos, los vestibulos de hoteles y el abu-
tura
rrimiento, constituye un Claro preludio de las Mitologias de Barthes. La
la cu
confusi6n se debe, en parte, a que las obras de 'Kracauer de los afios veinte
mat(
y treinta —especialmente los anålisis luego recogidos en The Mass Orna-
za».
oinent tardaron varias décadas en darse a conocer al püblico (1977 en ale-
nica
mån, 19(An inglés).
«real
El tema de fondo de 10s anålisis de Kracauer es el interés por las poten-
en la
cialidades democråticas y antidemocråticas de los medios de comunicaci6n
nos
de masas. En De Caligari a Hitler (1947), estudio del cine alemån desde
mo
1919 a 1933, Kracauer demostraba como la artificialidad del cine de Wei-
ta» a
mar reflejaba «realmente» «las tendencias psic016gicas profundas» y la lo-
pelict
cura institucionalizada de la Vida alemana. Las peliculas reflejan la psique
talla
nacional porque l) no son producciones individuales sino colectivas y 2) es-
Siem
tån dirigidas y movilizan a una masa de püblico, no mediante temas o dis-
semb(
cursos explicitos sino a través de 10 implicito, 10 inconsciente, 10 escondido,
Guerr
los deseos impronunciados. Desde el Punto de vista «figural» de Kracauer,
Cial di
el cine de Weimar anunci6 la caligaresca demencia nazi. Kracauer detecta-
ba una especie de teleologia m6rbida en obras maestras del expresionism0
como El gabinete del Dr. Caligari (Das Kabinett des Dr. Caligari, 1921) Y
catåstr
M, de Diisseldoff(M-Eine Stadt einen Mörder, 193 1), un movie
el vatnpiro
miento hacia el nazismo evidenciado en las tendencias autoritarias de 10s
propios filmes. En este sentido, Kracauer explora Otro tipo de mimesis
cial: la historicidad de la forma como transposici6n de situaciones sociales•
Catåstrofe. El valor que Kracauer otorgaba al cine tenia su origen, ante todo,
en Ia capacidad de éste para registrar 10 cotidiano, 10 contingente y 10 azaro-
el mundo en su incesante devenir. En palabras de Miriam Hansen:
cibe el vinculo indexical, fotoqufmico, que une imagen y referente, en térmi* cri
nos positivistas como algo que asegure la «verdad» ana16gica de Ia represen_ ali
im
Aunque a veces parezca que Kracauer confunde estética con Ontologia,
en ültima instancia no defendia un estilo unico como el neorrealismo. El
no'
slapstick anarquista de un Mack Sennett podia, para Kracauer, poner criti_ ra-
camente de relieve IOS calculados abusos de la raz6n instrumental. (En este
sentido, Kracauer prefigura el fervor deconstruccionista radical con que 10s
pin
franceses acogieron afios mås tarde los filmes de Jerry Lewis.)
Para Kracauer, el cine escenifica la cita con 10 contingente, con el fluj()
no
impredecible y abierto de Ia experiencia cotidiana. No en vano Kracauer cita
insi
al otro gran te6rico del realismo democråtico, Erich Auerbach, quien habla
de la novela moderna y su registro del «momento azaroso, independiente las I
to, como la Vida diaria».4 Quizå como rechazo visceral de Ias certezas auto.
norr
ritarias y las jerarqufas monumentalistas de la estética fascista, Kracauer
entn
pone el én%sis, como Auerbach, en esa «ocupaci6n ordinaria del vivir». La
entri
vocaci6n del cineasta, desde este punto de vista, seria iniciar al espectador
te ca
en el conocimiento apasionado de la existencia cotidiana y en el amor criti-
el m
co por ésta. En términos generales, la obra de Kracauer anticipa el lugar des-
parte
tacado que en las ideas de Metz ocuparia la analogia entre cine y ensuefio
nerac
diurno, asi como las obras de Jameson sobre la alegoria nacional y el «in-
Sofia
consciente politico» y la concepci6n de la cultura como «continuum discur-
Psico
sivo», propia de 10s cultural studies.
parår
Los te6ricos de la época también mostraron su interés por el Viejo tema
derarse anålogo a la pintura o negar toda relaci6n con ella? La teoria cine-
matogråfica se ve acosada, sobre todo, por ese prestigioso antepasado, la li-
ra-stylo». Maurice Schérer (el futuro Eric Rohmer) escribi6 en una ocasi6n:
«EI cine deberia reconocer la estrecha dependencia que mantiene no con la
pintura o la musica sino con las artes de las que siempre ha intentado dis-
Maurice Merleau-Ponty, «The Film and the New Psychology», pågs. 58-59.
LA fE
102 TEORiAS DEL CINE
Essai sur les principes d'une philosophie du cinémna (1946), de Gilbert Co-
hen-Seat. Inspirados en parte por la fenomenologia, los «filmölogos» pre-
tendfan organizar distintas disciplinas académicas —sociologfa, psicologfa,
estética, lingüistica, psicofisiologia--- en torno al proyecto de una teorfa del
tes, una de las fuentes del intento metziano de clasificar y diferenciar a los
medios sobre la base de su «especificidad»; del mismo modo, los trabajos de
Romano sobre el «caråcter de realidad» que provoca el filme anticipan los
trabajos de Metz sobre «la impresi6n de realidad». La investigaci6n que la
filmologfa Ilev6 a cabo de temas tales como la percepci6n del movimiento,
la impresi6n de profundidad, el papel de la memoria inmediata y diferida,
13
El culto al auteur
tendencia critica que respalda al llamado «cine de autor». Hemos optado por traducirlo, en
general' como «teorfa del autor» en lugar del rnås tradicional «cine de autor», dado que 10 que
aqui se describe no es s610 una tendencia de los cineastas sino una perspectiva especifica de
ci6n.
El novelista y cineasta Alexandre Astruc prepar6 el camino para la teo- asa
ria del autor con su ensayo de 1948 «EI nacimiento de una nueva Vanguar-
dia: la cajnéra-stylo», en el que sostenia que el cine se estaba convirtiendo ell
ser «antiburgués», en realidad estå hecho «por el burgués para el burgués»; nan!
2. El ensayo de Astruc fue publicado por primera vez en Ecran Francaiss no 144, 1948,
y se incluye en Peter Graham (comp.), The New Wave, Londres, Secker and Warburg, 1969,
EL CULTO AL AUTEUR
107
tas a sus directores predilectos: entre 1954 y 1957, Renoir, Bufiuel, Rosse-
Ilini, Hitchcock, Hawks, Ophuls, Minnelli, Welles, (Nicholas) Ray y Vis-
conti fueron objeto de entrevista en las påginas de la publicaciön. En un
artfculo de 1957, «La Politique des auteurs», Bazin resumia la tendencia
como «la elecci6n, en la creaci6n artistica, del factor personal como criterio
de referencia, para postular después su permanencia e incluso su progreso
de una obra a la siguiente». Los criticos de esta tendencia distinguian entre
inetteurs-en-scéne, es decir, quienes se adscribian a las convenciones domi-
nantes y a los guiones que se les confiaban, y los autores que empleaban la
ma de estudios.
A1 otro lado del Atlåntico, las publicaciones americanas sobre cine de fi-
nario, como creador de un mundo sin palabras «que resplandece con infini-
visados, escupir sobre la lente del objetivo— para provocar una visiön trans-
perspectivistica del mundo. auton
fue sugerir que directores de estudio como Hawks y Minnelli también eran
autores. El cine americano, que siempre habia Sido ese «otro» diacritico del
francés.
Nacida en una atm6sfera de violentas polémicas, «la Politique des Au-
teurs» debe traducirse literalmente, como «polftica de los autores» y no
como «teoria». En Francia, la teoria del autor formaba parte de una estrate-
gia que pretendia facilitar un nuevo modo de hacer peliculas. Esta tendencia
fue simultåneamente la inspiraci6n y el instrumento estratégico de los cineas-
tas de la Nouvelle Vague, quienes la emplearon para abrirse camino en el
Parad6jicamente, pues, una teoria que tenia sus raices ide016gicas en un ex-
presionismo romåntico pre-moderno ayud6 a sentar las bases de un cine re-
digaron a los mecanismos artisticos, los defensores del cine de autor 10 pro-
digaron a los hombres —en su mayoria eran hombres— que encarnaban su
idea del cine. El cine renaci6 como religiön secular; el «aura» volvia a estar
plenamente vigente gracias al culto al autor. Entretanto, Bazin se distancia-
ba de Ios qacundos excesos de 10s j6venes turcos. Con su presciencia habi-
tual, en 1557 se mostr6 admonitorio respecto a todo «culto a la personali-
dad» estético que erigiese a los directores preferidos en maestros infalibles.
La teorfa del autor adoptö distinto cariz cuando Andrew Sarris la intro-
dujo en 10s Estados Unidos con su articulo «Notes on the Auteur Theory in
1962». Nueva York tenia, como Paris, gran tradiciön de cineclubes, salas
de repertorio y publicaciones sobre cine, como Fibn Culture. Sarris tom6
ejemplo del énfasis que los criticos franceses ponian en el estilo como ex-
presi6n creativa: «La forma en que un filme se presenta y progresa debe es-
tar relacionada con la forma en que el director piensa y siente». Sarris sos-
tiene que un estilo coherente une el «qué» y el «cömo» en una «proclama
personal» en la que el director se arriesga y lucha contra la estandarizaci6n
(ibid. , pig. 66). El critico debe prestar atenci6n, en consecuencia, a las ten-
siones entre la personalidad del director y los materiales con que éste traba-
tufa un criterio vålido, puesto que algunos directores, como Antonioni, iban
"lås allå de una mera competencia técnica. «Una personalidad reconocible»
carecia de significado, dado que favorecia a los directores repetitivos cuyos Esl
estilos son reconocibles precisamente porque nunca intentan nada nuevo. EI
produc
olor distintivo de las mofetas, afirma, no hace su perfume mis agradable o
Raymo
superior al de las rosas. Kael rechaza el «significado interno», finalmente,
de la au
por insosiVniblemente vago y por favorecer a «directores mediocres que van
riales y
encajando como pueden el estilo en las grietas de la trama». (El intento de
complej
Kael de negar la autoria legitimi de Orson Welles en Ciudadano Kane, atri-
use» y
buyéndola a su vez a Herman Mankiewicz, también iba dirigido a Sarris y a
a Eddie
la teorfa del autor.) El acaloramiento del debate Sarris-Kael enmascaraba el
America
hecho de que ambos compartian una premisa clave: la idea de que la teorfa
ros (The
/ critica cinematogråfica debe ser evaluativa, centrada en clasificaciones
rales» de
comparativas de peliculas y directores. En sus peores ejemplos, este punto
jos del re
de vista desemboc6 en rifias estériles sobre méritos relativos de Ios autores
evocan la
una dialéctica en la que los criticos se jugaban sin dudar sus reputaciones
criticas, mientras la arbitrariedad del gusto se iba traduciendo en jerarqufas
supuestamente inviolables. Resultan sintomåticas, en el caso de Sarris las
tores conu
metåforas bélicas y las metåforas sobre el juego y las apuestas, que remiten ral de 10s
a las mås turbulentas atm6sferas del periodismo competitivo.
La teoria del autor también recibi6 criticas de orden pråctico. Los criti-
qgeni(
LA AMERICANIZACIÖN DE LA TEORiA DEL AUTOR
113
implicados produjeron 10 que parece ser una felicidad pura, natural y en Cier-
to modo inevitable, se aproxima en gran medida a esa quimera de la teorfa
semi6tica, como veremos, la teorfa del autor fue atacada por su celebraci6n
romåntica y apolitica del genio autoral, y se fue transformando gradualmen-
te en un hil)rido denominado «auteur-structuraliyn», que abordaremos en
un posterior capftulo.
Cine y teoria en el Tercer Mundo
lidific6 en forma de una teorfa cohesionada, inspirada en este caso por in-
de cin
turas economicas y politicas se vieron configuradas y deformadas dUrante el
proceso colonial. El término suponfa, ya de por si, un desafio al vocabulari() mirac
do un;
de los colonizadores, quienes entendian que estas naciones estaban «retrasa_
1955. La definiciön fundamental del Tercer Mundo se basaba mås en cues- Alex
tiones de dominaciön economica estructural que en rudimentarias categorias Ios afic
humanisticas («los pobres»), categorias basadas en el desarrollo (los «no in- teoria
culturales («los atrasados») o geogråficas («el Este»). Estas concepciones del manifl€
Tercer Mundo se consideraban imprecisas porque el Tercer Mundo no es ne- Cir
cesariamente pobre en cuanto a recursos (México, Venezuela, Nigeria, Indo- de Holi
nesia e Irak son ricos en petröleo) ni culturalmente atrasado (como atestiguan caricatl
rico y un Sur pobre, reproducfa con sorprendente exactitud la situaciön del Cio
miraciön que sentia por el modo en que 10s cineastas italianos habfan crea-
mericanas.
Tras la victoria vietnamita sobre los franceses en 1954, la revoluciön cu-
bana en 1959 y la independencia argelina en 1962, la ideologia del cine del
Tercer Mundo cristaliz6, a finales de 10s sesenta, en una ola de ensayos-ma-
nifiesto militantes sobre cine —«Estética del hambre» (1965), de Glauber
Rocha, «Hacia un tercer cine» (1969)' de Fernando Solanas y Octavio Geti-
118 TEORiAS DEL CINE
CINI
hacer
Cia. Todo 10 que se necesitaba, como rezaba el eslogan, era «una cåmara en
la mano y una idea en la cabeza». pio df
el dot
En su libro Revisäo Critica do Cinetna Brasileiro, de 1963, Rocha pedia
un «cine libre, revolucionario e insolente, sin historias, reflectores ni repar-
tos de miles de actores» (Rocha, 1963, påg. 13). El deber del cineasta, mås (1969
que ser un «esteta del absurdo», por una parte, o un «nacionalista romåntico»,
por Otra, era, simplemente, ser «revolucionario» (Rocha, 1981, påg. 36). In- adqui
fluido por Brecht, Rocha propuso '10 que podriamos denominar un «trance- res de
afios veinte-— y tenia que desalienar un gusto espectatorial colonizado por la mant
peo de arte y ensayo. Para Rocha, el nuevo cine debia ser «técnicamente mop
imperfecto, dramåticamente disonante, poéticamente rebelde y soci016gica; mas
mente impreciso» (ibid.). Rocha también reivindicaba una perspectiva de
autor que favoreciese a 10s directores j6venes, puesto que si la industria era
CINE Y TEORfA EN EL TERCER MUNDO
119
«el sistema», el autor era «la revoluciön». Pero si el cine de autor europeo
era la via de expresiön de un sujeto individual soberano, el cine de autor del
Tercer Mundo «nacionalizaba» al autor, considerado como la expresi6n no
de una subjetividad individual sino de la naci6n en su conjunto.
En ampliamente traducido, «Hacia un tercer
su fundacional ensayo,
cine» (1969), cuyo subtitulo reza «Notas y experimentos para el desarrollo
de un cine de liberaci6n en el Tercer Mundo», Fernando Solanas y Octavio
Getino denunciaron el colonialismo cultural que normaliz6 la dependencia
latinoamericana. A su juicio, la ideologia neocolonialista operaba incluso en
el ånlbito del lenguaje cinematogråfico, provocando la adopci6n de formas
ide016gicas inherentes a la estética cinematogråfica dominante. Los autores
crearon un esquema que distinguia entre «primer cine» (Holly-
tripartito
wood y sus anålogos en todo el mundo), «segundo cine» (el cine de arte y
ensayo de un Truffaut en Francia o un Torre Nilsson en Argentina) y «tercer
cine», un cine revolucionario compuesto principalmente de documentales
militantes de guerrillade Cine-Liberaci6n en Argentina, pero también el
(el
del colectivo Third World Newsreel en los Estados Unidos, el de Chris Mar-
el Norte de Åfrica —filmes franceses como Pépé le Moko [Pépé le Moko, rope(
cistas, por ejemplo, eran «una liberaciön para las agresiones colectivas». En
Black Skin, White Masks (1952), Fanon empleaba el ejemplo de Tarzån para
nismo
destacar una cierta inestabilidad en la identificaci6n cinematogråfica:
matogr•
ropa. En las Antillas, el joven negro se identifica defacto con Tarzån frente a surreali
los negros. Esto le resulta mucho mås dificil en una sala europea, porque el
resto del publico, que es blanco, le identifica automåticamente con los salva- timos
laliti.
un negro!... Estoy siendo diseccionado por 10s Ojos de 10s blancos. Estoy
perdido».
Incontables peliculas y manifiestos rindieron homenaje a Fanon en los
togrå.
afios sesenta. La pelicula revolucionaria de Solanas y Getino La hora de los
espe-
hornos (1968), «una pelicula-ensayo ideolögica y politica» segün sus pro-
en pr610go, capitulos y epflogo, no s610 cita la frase de
pios autores, dividida
Fanon «Todo espectador es un cobarde o un traidor» sino que también or-
acidad
questra una constelaci6n de temas fanonianos: el estigma psfquico del colo-
Ilismo.
niaii$mo, el valor terapéutico de 'la violencia anticolonial y la necesidad ur-
ivo. La
gente de una nueva cultura y de un nuevo ser humano. Una secuencia
oaråfl•
iconoclasta titulada <<Modelos» evoca la exhortaciön final de Fanon en Los
vocaba
condenados de la tierra: «No rindamos tributo a Europa creando Estados,
instituciones y sociedades a imagen suya. La humanidad espera mås de no-
sotros que esta imitaci6n caricaturesca y en general obscena». Los mani-
vista. fiestos cinematogråficos del Tercer Mundo también ponfan el énfasis, si-
timos al diålogo entre el tercer cine y la Nouvelle Vague: una mujer emba-
oss razada, cåmara en mano, le pide a Rocha que le indique el camino que Ileva
divino y maravilloso en el que todas las preguntas son pråcticas, por ejemplo
y en el caso de Brasil, como formar a300 cineastas para hacer 600 peliculas
mundo.
Para Godard, como «burgués suizo anarcomoralista», escribe Rocha,
«el cine se ha terminado, pero para nosotros acaba de empezar» (Rocha, rii
te
1985, pig. 240).
er
Por 10 que al cine respecta, la eficacia del término «Tercer Mundo» ra-
ch
(incluyendo los filmes producidos antes de que la idea de «Tercer Mundo»
entrase en vigor); otros, como Paul Willemen, prefirieron hablar de «tercer
de
cine» en tanto proyecto ide016gico, esto es, un corpus de peliculas adscritas
ve
a un determinado programa politico y estético, independientemente de si es-
tin producidas por los miembros del Tercer Mundo. Solanas y Getino defl-
na
nen el tercer cine como «el cine que reconoce en [la lucha antiimperialista
del Tercer Mundo y sus equivalentes dentro de los paises imperialistasl..• la
nal
cin
Los manifiestos de 10s afios sesenta y setenta privilegiaron un cine al-
en
ternativo, independiente y antiimperialista mås interesado en Ia militancia
dos
c6d
I. Véase Fernando Solanas y Octavio Getino, «Towards a Third Cinema», en Nichols
(1985).
CINE Y TEORfA EN EL TERCER MUNDO
123
escasez, como dijo Ismail Xavier, «un significante». Se esperaba asi poder
expresar temas nacionales con un estilo nacional. A1 igual que sucede con
los representantes del cine de autor, el estilo «significaba», pero aqui las re-
militancia y el didactismo.
En su entusiasmo revolucionario y en su enfoque sinergfstico de la teorfa
y la pråctica, los te6ricos del cine del Tercer Mundo recordaban a los te6-
Rocha,
ricos del montaje soviéticos de los afios veinte. Como ellos, también eran
Rocha,
te6ricos al tiempo que cineastas, y los interrogantes que se planteaban
eran simultåneamente estéticos y politicos. En un ensayo de 1958, Glauber
Rocha sugiriö que el lenguaje cinematogråfico latinoamericano podia in-
)gråfica
ventarse a partir de Ia fusiön de 10s dos modelos aparentemente antag6nicos
Primer
propuestos por Zavattini y Eisenstein. Asi pues, los te6ricos del Tercer
vlundo»
M ndo se referian con frecuencia a los teöricos soviéticos, al tiempo que re-
Mundo
chazaban el modelo del «realismo socialista» surgido en los afios treinta.
Mundo»
Los tercermundistas desarrollaron una problemåtica continuada, una serie
«tercer
de interrogantes interrelacionados y recurrentes que recibfan respuestas di-
Idscritas
versas, entre los cuales: puede el cine expresar mejor las inquietudes
de si es- nacionales? O'Qué åreas de la experiencia social se han visto descartadas por
ino defl•
el cine? 6"C6mo deben producirse y financiarse las pelfculas progresistas y
erialista nacionalistas? o•Cuåles son las estrategias id6neas para los paises coloniza-
OilitaflCiJ
ciön? (IEI Estado es el protector desinteresado del cine nacional frente a los
Ell
Poderosos intereses extranjeros o estå indirectamente aliado con éstos?
conveftlt
estrategiasde distribuci6n resultarfan mås efectivas? len-
guaje Cinematogråfico es el adecuad0? üCuål es Ia relaci6n entre los méto-
dos de producci6n y la estética? iEl cine del Tercer Mundo debe imitar los
las formas de cultura popular indigena? NAasta qué punto deberfan ser anti-
ilusionistas, antinarrativas, antiespectaculares y vanguardistas las pelfculas?
(Esta ultima pregunta también se la estaban planteando los vanguardistas
del Primer Mundo.) ßhlål es la relaci6n entre los cineastas del Tercer Mun-
do (intelectuales de clase media en su mayorfa) y el <<pueblo» a quienes se
sentir sus efectos en la teorfa del Primer Mundo. Los estructuralistas codifi-
lacionado con Ia critica externa de las consignas europeas Ilevada a cabo por
descolonizadores franc6fonos del Tercer Mundo como Aimé Cesaire (Dis.
curso sobre el colonialistno, 1955) y Frantz Fanon (Los condenados de la
pecj
tes del estructuralismo y el postestructuralismo estaban, ademås, vinculados
con 10 que dio en llamarse Tercer Mundo: Lévi-Strauss tra-
bajö como antrop610go en Brasil; Foucault ensefi6 en Tünez; Althusser, Ci- (Qu
xous y Derrida nacieron en Argelia, donde Bourdieu también hizo trabajos logi
cion
de campo como antropölogo.
Por 10 que al cine respecta, la adopciön de los métodos de las ciencias
causas de este cambio paradigmåtico, es necesario que nos detengamos bre- Mar
vemente a fin de explorar 10s origenes del movimiento estructuralista. Aun- porå
que el lenguaje habia Sido objeto de reflexion filos6fica durante mileni0S' que I
importancia crucial del lenguaje Como agente que configura la Vida y el pen-
samiento humano. En tanto principal triunfo metod016gico del siglo xx, la
linguistica estructural generö una rica proliferaci6n de estructuralismos ba-
sados en Ios principios de la lingüistica de Saussure. La disciplina semioti-
ca puede considerarse, en este sentido, como la manifestaciön especifica de
un «giro lingüistico» a gran escala, un intento, en palabras de Fredric Jame-
son, de «pensarlo todo de nuevo en términos lingüisticos».l
leu.
Vida de los signos», una ciencia que «muestre qué es 10 que constituye a los
signos, qué leyes los rigen». Las investigaciones filosöficas de Peirce, por
su parte, le Ilevaron en la direcci6n de 10 que él denomin6 «semi6tica», es-
lens
pecfficamente a través del interés por los simbolos, a los que consideraba
y trama» de todo pensamiento y de toda investigaci6n cientifica.
tra•
logfa», deriva en gran médida de este doble origen, que dio pie a dos tradi-
cupado por los origenes y la evoluci6n del lenguaje a un énfasis estructural constil
sobre el lenguaje en tanto sistema funcional. en rela
Mås un método que una doctrina, el estructuralismo se centraba en las
cödigo
relaciones inmanentes constitutivas del lenguaje y de todo sistema discursi-
de opc
vo. Rasgo comin a casi todas las variantes del estructuralismo y la semi6ti- conferc
ca era el énfasis en las reglas y convenciones subyacentes al lenguaje, Cuya tural de
importancia se entendia mayor que la de las configuraciones superficiales una mu
del intercambio del habla. Es célebre la sentencia de Saussure segün la cual
ciente, I
en relaci6n con otros elementos como los mitos, las pråcticas sociales y los
IQs
neastas son artistas y todas las peliculas son arte, por la sencilla raz6n de que
el estatus socialmente constituido del cine es un estatus artistico.
Ido
La cuesti6n del lenguaje cinematogråfico
del pensamiento. La semiologia del cine también refleja los cambios en las
ci6n de la lingüistica estructural. Los afios sesenta y setenta pueden consi_ podian s
derarse, en efecto, como las décadas de apogeo del «imperialismo» semiotic o, de cualq
sistema de signos organizados con arreglo a c6digos culturales o procesos del munc
de significado, el anålisis semi6tico podia aplicarse fåcilmente en åreas con- lenguaje
pecto a los estudios literarios o culturales, como las tiras de c6mic, Ias foto- Con IN
novelas, las novelas de James Bond y las peliculas comerciales de entrete- t016gico»
El nucleo del proyecto filmolingüfstico era definir el estatus del cine en sos, asi COI
iEl cine es un sistema lingüistico, esto es, una lengua (langue) o meramen- En poc
te un lenguaje artistico (langage)? (El articulo publicado por Metz en 1964, c
guaje del
«Cinéma: langue ou langage?», sent6 los cimientos de esta corriente de in- ma, de Met
vestigaci6n.) o:Es legitimo emplear la lingüistica para estudiar un medio gage et cin
«ic6nico», omo el cine? Si 10 es, (lexiste en el cine algin equivalente del sig- Cinema en
no lingüfsUco? Si existe un signo cinematogråfico, Na relaci6n entre signi- como L 'Ext
ficante y significado es «motivada» o bien «arbitraria», como sucede con el
Heretical E'
signo lingüistico? (Para Saussure, Ia relaciön entre significante y significa-
ausente); Se
do es «arbitraria», no s610 porque los signos individuales no revelan vincu- e Scrittura
entienden los filmes? Subyace a todos estos interrogantes una cuesti6n me-
Papel
tod016gica. En lugar de buscar una perspectiva esencialista y ontologica
---iqué es el cine?— la atenci6n se centr6 en cuestiones de disciplina Y mé-
LA CUEST16N DEL LENGUAJE CINEMATOGRÅFICO
133
todo. Mås allå de la cuesti6n de si el cine era una lengua (o semejante a una
lengua), estaba la cuestiön, mucho mås amplia, de si 10s sistemas filmicos
podian ser iluminados mediante los métodos de la lingüistica estructural (o
de cualquier Otra lingüistica, de hecho).
Metz fue el ejemplo de un nuevo tipo de teörico del cine, un teörico que
se adentraba en el terreno pertrechado ya con instrumentos analfticos de una
disciplina especifica,un teörico decididamente académico y desvinculado
del mundo de la critica cinematogråfica. Dejando a un lado el tradicional
Metz trabajaba sobre las bases de las obras anteriores de 10s formalistas ru-
sos, asi como las de Marcel Martin (1955) y Francois Chevassu (1963) y es-
pecialmente Jean Mitry (1963, 1965), el te6rico francés aportö un nuevo
grado de rigor disciplinario al terreno.
En pocos afios se public6 una serie de importantes estudios sobre el len-
guaje del cine, entre los cuales destacan Essais sur la signification au ciné-
Metz (1968; traducido al inglés como Filnt Language en 1974); Lan-
de
gage et c lina, de Metz (1971; traducido al inglés como Language and
•
nes Planteadas por Metz. (La obra de Ios italianos, como sefialan Giuliana
franceses.y
De todos ellos, Essais sur la signification au cinétna de Metz fue el mås
influyente. El principal objetivo de Metz, como él mismo sefiala, es «llegar
l. Véase «Francesco Casetti and Italian Film Semiotics», Cinenja Journal, 30, no 2, in-
Vierno 1991.
134
TEORiAS DEL CINE
(habla) el sistema significante abstracto de una lengua, esto es, sus unidades
clave y sus reglas combinatorias en un determinado momento, Metz Ileg() a
contenido en una lata, sino el texto significante. A1 mismo tiempo, sefiala bic
goria «filme», ahora aislado como el auténtico «objeto» especifico de la se- Ulla
plano y palabra, y entre secuencia y frase. Para Metz, existen notables dife>
que el léxico es en principio finito), pero ello 10s hace semejantes a los
2 Los planos son creados por el cineasta, a diferencia de las palabras (que
man parte de un paradigma tan abierto que carece de sentido. (Los sig-
cuencia.)
guaje. Aunque los textos cinematogråficos no pueden ser concebidos como del cir
del lenguaje. Aunque el lenguaje del filme no tiene léxico o sintaxis a prio- solini
ri, no deja de ser un lenguaje. Podriamos llamar «lenguaje», sostiene Metz, discurs
mino de Hjemslev que designa el material a través del cual el significado se discurs
sonido fonético grabado, los ruidos grabados, el sonido musical grabado y Ia Pas
escritura (titulos de crédito, intertftulos, materiales escritos en el Plano). El
Primero
culaciön, Pier Paolo Pasolini afirm6 que el cine formaba un «lenguaje de rea-
Iidad» con su doble articulaciön de «cinemas» (por analogia con fonemas)
e «im-signos» (por analogia con morfemas). La unidad minima del lengua-
je cinematogråfiCO, para Pasolini, estå constituida por 10s distintos objetos
significantes del mundo real presentes en el Plano. El lenguaje de los «im-
signos», para Pasolini, era extremadamente subjetivo y extremadamente ob-
jetivo al mismo tiempo. Postulaba la existencia de unidades minimas del fil-
me, los cinemas, 10s Objetos representados en un plano cinematogråfico,
pero que, a diferencia de los fonemas, eran infinitos en mimero. El cine ex-
plora Ios signos de Ia realidad, reapropiåndose de ellos. Eco sostuvo, por su
parte, que los objetos no pueden ser elementos de una segunda articulaciön,
enos
puesto que ya constituyen de por si elementos con significado.
Tanto Eco como Emilio Garroni criticaron la «ingenuidad semi6tica» de
pasolini al confundir artefacto cultural con realidad natural. Algunos analis-
tas de los ültimos afios, sin embargo, han afirmado que Pasolini distaba de
ser ingenuo; de hecho, estaba avanzåndose a sus contemporåneos. Para Te-
resa de Lauretis, Pasolini no era ingenuo sino profético, anticipando el papel
del cine en «la producciön de realidad social» (ibid., pågs. 48-49). Como se-
GiuliaAa Bruno, Pasolini no es ese pensador ingenuo retratado por Eco; Pa-
april+
solini entendiö que la realidad y su representaci6n filmica eran entidades
discursivas, contradictorias. La relaci6n entre el cine y el mundo es una tra-
ducciön. La realidad es un «discurso de las cosas» que el cine traduce en un
discurso de imågenes, 10 que Pasolini denominaba «el lenguaje escrito de la
oral, el cine adapta el patrimonio comün de Ios gestos y las acciones huma-
Pasolini crefa en un «cine de poesia» mis que en un «cine de prosa». El
Primero era un cine imaginativo, onfrico, subjetivo, formalmente experi-
mental que funde al autor con el personaje, mientras que el segundo término
evoca un cine basado en las convenciones clåsicas de continuidad espacio-
temporal. En Eynpirisnto Eretico, Pasolini también discuti6 sus concepcio-
nes relativas al «discurso libre indirecto» en cine. En literatura, el «style in-
sig
direct libre» hacia referencia a la manipulaciön de la subjetividad en un
10
138 TEORiAS DEL
las figuras ic6nicas; en segundo, las figuras icönicas combinadas en semas; basånd
parte, sostuvo que Metz se Ivabia planteado una pregunta equivocada; la ver_ adi6s»)
je filmico / artistico. Bettetini optaba por una doble articulaci6n basada en la de que
«frase» cinematogråfica por un lado y las unidades técnicas (el encuadre, el sentarse
Plano) por otro. Hablö del «iconema» como unidad privilegiada del lengua- Met;
je cinematogråfico. En L'lndice del Realisnto aplic6 la tricotomfa de Peirce bien-o
al cine, desplegando las tres dimensiones del signo: indexical, ic6nica y sim- no 10 est
b61ica. Bettetini afirm6 que la unidad significante minima del filme, el «ci-
constituy
nellia» o «iconema», es la imagen fflmica y se corresponde no con la pala- Cio puede
También Peter Wollen, en Signs and Meaning in the
bra sino con la frase. me narrat.
Cinenta (1969), considerö demasiado rigida la nociön saussuriana del signo bas de
para un m dio cuyos «nichos estéticos» derivaban de un despliegue calcula-
significanl
do e inesta le de todos estos tipos de signos. Un total de
Para Metz, el cine se convertfa en discurso al organizarse a si mismo lions en 19
como narraci6n, generando de este Inodo un corpus de procedimientos signi-
en Essais s
ficantes. Como sefiala Warren Buckland, es como si la relaciön «arbitraria»
cinéma).
entre significante y significado de Saussure se transfiriese a otro registro: no
adi6s») o de lugar («la secuencia del tribunal»), sin prestar demasiada aten-
ciön a las articulaciones concretas del discurso filmico, e ignorando el hecho
de que una misma acciön (la escena de una boda, por ejemplo) podia repre-
sentarse mediante enfoques sintagmåticos distintos.
I
El plano autÖnotno (un sintagma compuesto por un solo Plano), divi-
dido a su vez en a) la secuencia en un solo plano y b) cuatro clases de
insertos: el inserto no cliegético (un solo plano que presenta objetos
exteriores al mundo ficticio de Ia acciön); el inserto diegético despla-
pectador).
2
El Sintagna paralelo: dos motivos alternantes sin una relaciön espacial
0 temporal Clara, como Ios ricos y los pobres, la ciudad y el campo.
3
El Sintagtna paréntesis: escenas breves que se ofrecen como ejemplos
tipicos de un cierto orden de realidad pero sin secuenciaciön temporal,
0
organizados con frecuencia en torno a un «concepto».
4
El sintagtna descriptivo: objetos mostrados sucesivatnente que sugieren
Coexistencia espacial; emplead0S, por ejemplo, para situar la acciön.
140 TEORfAS DEL CINE
tricc
del perseguidor y del perseguido.
6 La escena: continuidad espacio-temporal percibida sin distorsiones ni abori
sonaj
mentado en distintos planos.
7 La secuencia episödica: resumen simbölico de las distintas etapas de un desen
pales ti
que se plantean al analizar la Gran Sintagmåtica (para una critica exhausti- natural
va, véase Stam y otros, 1992). Baste con decir que mientras que algunos de fiön en
los sintagmas de Metz son convencionales y estån totalmente establecidos sintåcti(
les que abren las sitcc»ns televisivas (por ejemplo, el segmento de montaje
inicial que muestra las actividades cotidianas tipicas de Mary Richards en mero sut
ElShow de Mcuy Tyler Moore) podrian considerarse como sintagmas pa- ncament,
réntesis. De igual manera, 10s planos fragmentados de dos amantes en la ciön del
cama que abren Una nutjer casada (Une femme mariée, 1964) de Godard 10s estudi
constituyen una muestra tipica del «adulterio contemporåneo»; en efect0'
afios Sese
la falta de teleologfa y la inexistencia de climax de la secuencia forman par-
rados hasl
te de una estrategia brechtiana de deserotizaci6n, una «puesta entre parén- sis textual
tesis» del erotismo. No es casual que muchas de las pelfculas en las que
Perspectiv
abundan 10s sintagmas paréntesis puedan caracterizarse como brechtianaS'
Buckland
precisamente porque el sintagma paréntesis resulta especialmente apto para
Sofisticad
representar 10 socialmente «tfpico»• La fåbula brechtiana de Godard sobre
una Optica
la guerra, Los carabineros (Les Carabiniers, 1963), moviliza los sintagmas
Ia sugestiv;
paréntesis como parte de la sistemåtica deconstrucci6n que el filme opera•
X16n intrins
desde dentro, del enfoque tradicional del cine dominante respect() a
experiencia del Gran Cafiön o de leer Hatnlet, pero ello tampoco significa
que la geologia y la lingüfstica sean disciplinas imitiles. En segundo lugar, la
afros sesenta. El esquema de Metz, sin duda el mås sofisticado de los elabo-
Hemos podido ver cömo, en sus intentos de legitimar al cine como arte,
(aunque podria replicarse que los lenguajes ideogråficos o jeroglificos son holil
altamente ic6nicos). Las peliculas estån compuestas por multiples imåge_ por
nes, a diferencia de la fotografia y de la pintura que (generalmente) produ_ codii
cen imågenes unicas. Las peliculas son cinéticas, a diferencia de 10s comics
publicados en Ia prensa, que son eståticos. El enfoque de Metz, por culas
los travellings, estudios para grabar el sonido) y sus propios procedimientos especi
audiovisuales. Esta cuestiön de los «materiales de expresi6n» también evo- ser «c
ca el tema de la evoluci6n tecn016gica. cine el espectåculo IMAX, un midad
CD-ROM narrativo o el videoarte?
El ejercicio mås exhaustivo elaborado por Metz en torno a la filmolin-
güistica fueLangage et cinénta, publicado por primera vez en francés en sentan
1971 y traducido (de forma desastrosa) al inglés en 1974.) Aqui Metz susti-
por eje
tuyö langue y langage por el concepto mås amplio de «cödigo», un concep- natural
para
L Véase Metz (19749. Una traducciön sin duda incompetente convirti6 el texto, algo
årido, de Metz en una monstruosidad ilegible• Dos de los términos clave de Metz —langue Y competenc
langage fueron traducidos err6neamente de manera nuis o menos sistemåtica, con 10
gran parte del libro se convirti6 en un continuo contrasentido.
REVISION DE LA ESPECIFICIDAD CINEMATOGRÅFICA
145
tes, pero las particularidades del Technicolor en los afios cincuenta son
especificas del cine. Por Otra parte, ciertos elementos no especfficos pueden
c6digos realizada por Metz revela una dependencia encubierta respecto a al_
gunas ideas conninmente aceptadas sobre la historia del cine y la «evoluciön te
del lenguaje cinennatogråfico», que constituyen una base tåcita para el reco_
nocimiento de los subcödigos. En consecuencia, Bordwell reclama un ma_
yor historicismo en el estudio de los subcödigos cinematogråficos.2 Ese his.
matogråfico. Otr
tos débiles de Ia linguistica saussuriana (que «pone al referente entre parén. ci6
distingue entre cine y teatro, por ejemplo, a partir de la presencia ffsica del
«cita fallida» que, paradöjicamente, hace aun nuis posible que los especta-
1982.
REVISION DE LA ESPECIFICIDAD CINEMATOGRÅFICA 147
centrada),
ambos medios constituyen virtualmente un mismo lenguaje.
ralisnl surgiö a finales de 10s afios sesenta de una formaci6n cultural de-
terminada, la izquierda londinense de influencias estructuralistas, en con-
creto de la obra cultural-cinematogråfica del Departamento de Educaci6n
del British Film Institute. El auteur-structuralisnl halla sus ejemplos en el
150 TEORfAS DEL CINE
no eran especificos del cine sino que se encontraban ampliamente difundi- tihum[
måntico de la teoria del autor (10s cheyenes de John Ford) con el cientificis- estrella
tentes corrientes del estructuralismo que afirmaban que «el lenguaje dice al
autor» y «la ideologia dice al sujeto» podian asfixiar con facilidad a un «au- dia dar
tor» solitaiV) e indefenso bajo el peso de impersonales «estructuras» a gran Los def
sino de su destino. Asi pues, Barthes deja morir al autor para que pueda
cer el lector.
ALGUNOS INTERROGANIES SOBRE AUTORfA Y GÉNERO
151
muerte del autor. Foucault fecha el nacimiento del autor en el contexto cul-
tural del siglo XVIII, época en que se produjo la «individualizaci6n» de la
;rnom
escépticos no tardaron en puntualizar que los escritores postestructualistas
que habian decretado la muerte del autor eran también autores consagrados,
estrellas incluso, y que nunca se olvidaban de recoger los cheques por sus
derechos de autor.)
En esa misma época se afirm6 que una teoria monolftica del autor no po-
dia dar cuenta de la totalidad de pråcticas distintas que configuraban el cine.
como Third World Newsreel o Grupo Cine de la Base. Asi pues, los activis-
dent tas cinematogråficos de izquierdas que preferian modelos mås colectivos e
igualitarios sentian un comprensible recelo ante los presupuestos jerårqui-
cos y autoritarios de los que se nutria la teoria del autor. Los marxistas criti-
ticos del Tercer Mundo también ofrecieron una acogida ambivalente a la teo-
ria del autor. Glauber Rocha escribi6 en 1963 que «si el cine comercial es la
1973 Claire Johnston sostuvo, por su parte, que la teoria de los autores mar_
caba una intervenci6n importante: «Despojada de sus aspectos normativos
la clasificaciön de peliculas en funci6n de su director ha demostrado ser una
(Johnston, 1973).
El periodo del aliteur-structuralisl)l presenciö el renacimiento del inte_
sentada por Wollen, por ejemplo, se basa en parte en las nociones de géne_
ro cinematogråfico. Su anålisis de las estructuras operativas en la obra de
que se emplean dichos elementos visuales. El director despliega los recursos Cel
to y civilizaciön propuesta por Henry Nash Smith en Virgin Lind para ana- pam
posteriores. Los mitos que el género transmite nos ayudan a leer la historia
nia no s610 sus propios estudios de grabaciön para el sonido sino sus propios
asalariados: guionistas, directores, disefiadores de vestuario.
Hollyvood Genres (1981), de Thomas Schatz, como Ios anteriores tra-
bajos de Wright y Kitses, estå influido por la lectura estructuralista realiza-
da por Lévi-Strauss del mito como agente de resoluci6n de tensiones estruc-
turales. Aplicando el método estructuralista de las oposiciones binarias,
Schatz ivide los géneros de Hollywood entre los que operan para restable-
cer elo en social (westerns, cine de detectives) y los que operan para esta-
aparente farsa. Quizå el modo mås util de emplear el género sea entenderlo
dad que ei director puede emplear para elevar un género «inferior», para
Siva y complice con la burguesia. Espoleada no por la pobreza sino por -la
abundancia, la revuelta fracasö en parte a causa del rechazo del Partido sec
rnunista francés a prestarle apoyo. El ario 1968 marc6 el principio del fin de desarrc
y antiburocråtica, la
rojo?, de Kubrick. Antiautoritaria, socialista, igualitaria sublev,
ser
nueva izquierda se alej6 también del antiguo énfasis emplazado en la explo- ria I
La
taciön de clases, incorporando los discursos del psicoanålisis, el feminismo
y el anticolonialismo en una critica generalizada de la alienaci6n social. 116men(
largo 'Y ancho de la teoria y de la Vida cotidiana. El Mayo de 1968 se vio pre- cia rest
cedido por La Chinoise (1967), profético filme de Godard sobre una célula tildianu
cional Shuacionista sostenia, con estilo aforistico, que la Vida en la sociedad las forn
moderna «se presenta a si misma como una inmensa acumulaci6n de espec- parte a
tåculos». Para Debord, tanto el capitalismo de Estado del bloque socialista desenll
(Afios mås tarde, Debord convertiria su libro en un filme recopilatorio que (Prohi
abogando no por una «crftica del arte revolucionario» sino por «una critica
treinta
revolucionaria de todo arte».
drop
Los acontecimientos de Mayo de 1968 tuvieron repercusiones en el
y los institutos de ensefianza»; «NO confléis en nadie que haya cumplido los
treinta»; «Sintonizad, excitaos y dejad los estudios» (Tune in, turn on and
crititd
160
chat) a
Nuovo en Nueva Ola en México, el Neues Deutsches Kino en Ale_
Brasil, la
cent
mania, el Giovane Cinema en Italia, el New American Cinema en Estados
Unidos y el Nuevo Cine Indio en la India. EI periodo también estuvo marca_
do por la proliferaciön de publicaciones marxistas y de izquierda como posi_
La
tif, Cinétique, Cinönaction, y los (ahora izquierdistas) Cahiers du cinéina en
suponl
Francia; Screen y Frantovork en Inglaterra; Cine-Tracts y, posteriormente
ylarx,
Cine-Action en Canadå; Junip Cut y Cineaste en Estados Unidos;
de éste
Rossi y Fibncritica en Italia; Hablemnos de Cine en Peru; y Cine Cubano en
torno a
Cuba. La teoria cinematogråfica de influencia marxista se formulaba pregun_
twos
tas tales como: son los determinantes sociales de la industria cine_
fundac
matogråfica? (iCuål es el papel ideolögico del cine como instituciön? &xiste
una estética marxista? ßÄ1ål es el papel de la clase social en la producci6n y
concep
recepci6n de peliculas? d?ué estilo y estructuras narrativas deberian adoptar
una
los cineastas, y qué estrategias deberfan aplicar los criticos para analizar las
ci6n m
peliculas desde un punto de vista politico? iC6mo pueden las peliculas
ci6n 111
zaci6n,
idea de que el cine constituia un territorio pråcticamente autonomo de lucha
politica; no se limitaba a «reflejar» las luchas desarrolladas en todo el mun- «parte
human;
do. Si Walter Benjamin habia hablado de la «estetizaci6n de la politica» pro-
v Vida
pia del fascismo, la cultura cinematogråfica de Mayo del 68 tom6 la direc-
I
logia», vocablo que habia idö acumulando multitud de significados a 10 lar- «interp
individ
go de siglos de historia. Raymond Williams sugiere en Keywords (1985,
pågs. 152-157) que el término puede entenderse en tres sentidos: l) un sis- que ac€
sistema de creencias ilusorias —ideas falsas o conciencia falsa— que puede conside
neral de los significados y las ideas. Para los marxistas, el concepto de «ide- ciones
ologfa burguesa» era una forma de explicar como las relaciones sociales ca- como
uso de la fuerza o la coerci6n. o•Cömo interioriza el individuo las normas so- bredetel
Chaba claramente por sus intereses? (IPor qué creian err6neamente ser
«agentes libres», y llamaban «libertad» al sometimiento en que vivian? Nor
qué se aferraban a un sistema capitalista que tan diåfanamente abusaba de
do de lectura empleado por Marx al leer a Smith corno «sintomåtico», por_ les dc
que «divulga el hecho no divulgado por el texto que lee y, en el mismo res,
profundidad, sino por sus limites, sus lapsus y silencios, sus «ausencias es_ logia
tener
tructurantes» y «carencias constitutivas». (Pierre Macherey desarr0116 la
1
idea de lectura sintomåtica en literatura en Pour une théorie de Ia produc_ del suj
También fue influyente la teoria formulada por Althusser de 10s Apara- situacl
tos Ideolögicos del Estad02, familiarmente conocidas como «ISAs» (Ideolo_ conoci
primera, el aparato represivo estatal, incluye al gobierno, el ejército, la poli- ven pal
cia, los tribunales y las prisiones, mientras que los aparatos ide016gicos del
estado los constituyen las iglesias, las escuelas, la familia, 10s partidos poli- tético,
Althusserde la teoria como «pråctica te6rica» sent6 las bases de una teoria lismo p
considerada como forma de activismo, que en ocasiones constitufa una co-
c6mplic
artada para evitar formas de politica mås arriesgadas y de mayores conse- al ambi±
cuencias. (Si Althusser fue la referencia fundamental para la teorfa elabora-
rolario)
da en Screen, Gramsci, como veremos nuis adelante, fue la referencia clave
burgués
para 10 que dio en llamarse «estudios culturales».)
Un
Para Althusser, los «individuos» libres por naturaleza son en realidad
«sujetos» fruto de una producciön cultural. En efecto, el yo «libre» es una
historiac
construcciön imaginaria, cuyos cambios de estado de ånimo e impulsos taba el c
ocultan, por asi decirlo, el silencioso lastre de la dominaci6n social. La li-
Instaurac
bertad es imaginaria en el sentido lacaniano de la fase del espejo, cuando el
til especi
nifio cree reconocerse a si mismo como sujeto unificado. Para Althusser, 10s
aparato
sentaci6r
ci6n psic016gica (procedente, en gran medida, de Francia). hemos optado, en cambio —como
se verå en capitulos posteriores— cuadros
por traducirlo como «disposilivo», siguiendo la linea
apuntada por la critica francesa.. [N. del T.]
1968 Y EL GIRO A LA IZQUIERDA
163
tlabor& rolario) no hacia mås que suturar al espectador en la doxa del sentido comin
burgués.
Un grupo de escritores asociados con dos publicaciones de vanguardia
—Tel Quel y Cinétique— sostuvieron, inspiråndose en parte en la obra del
•ealidad
Las convenciones del montaje narrativo, por su parte, aunaban las dis- zaciones
relaciön entre el sujeto y su discurso, que salvaba la distancia entre 10 ima- sefialan la
ginario y 10 simbölico. Lo «imaginario» tiene que ver con la relaci6n (dual) tos. Los
privilegiada con la madre, mientras que 10 «simb61ico», para Lacan, se vin- feministas
cula al territorio del lenguaje y de 10 simb61ico, asociado con el padre. El tador post
concepto fue empleado por primera vez en la critica de cine por Jean-Pie- El car
rre Oudart, para quien la funci6n de la sutura era ocultar la fragmentaci6n propuesta
inherente al montaje, conjurando de este modo la amenaza del corte (evo- violenta rt
discurso filmico. Oudart sostiene que las peliculas del estilo dominante b61ica, his
cado y holistico, que enmascare un territorio de ausencia. El critico pone 10s critico•
as dis.
zaciones erröneas que presenta la teoria. Los cognitivistas (Bordwell, 1985)
sefialan la ausencia de referencias a Ios compromisos preconscientes y cons-
«sutu.
nante ifr Estado» y del «cine dominante». En lugar del pånico moral fomentado por
10s criticos de la derecha, la critica izquierdista de los anos sesenta aliment6
3. Daniel Dayan, «The Tutor code of Classical Cinema», Filtn Quarterly, vol. 28, no l,
de 1974; impreso de nuevo en Gerald Mast y otros (comp.), Filtn Theory and criti-
de 1975; reeditado en Mast y otros (comp), Filtn Theory and Criticislil, Nueva Yorb, ox.
una suerte de pånico ide016gico. La teoria tomö a un linico medio como chi _
vo expiatorio de toda una alienaciön social a gran escala, sin reconocer que
el cine formaba parte de un continuunt discursivo de mayor alcance, en cuyo
desempefiaban papeles contradictorios y
interior casi todas las instituciones
la
politicamente ambivalentes. Una epistelnologia ahistorica e ingenuamente
hip
realista desembocö, en la obra de algunos teöricos, en una condenaciön
talizadora del aparato corno todopoderoso «rnecanismo influyente» contra
el que cualquier resistencia era intitil. (La desesperaciön frente a la imposi-
rencia entre textos. 1,Acaso resulta razonable pensar que todas las peliculas,
en todas las circunstancias, esorimen exactarnente un mismo determinismo
morbido? iEs que no hay diferencias entre los efectos de una snuff
misögina y los de Thebna vv Louise (Thelma and Louise, 1991 o entre Top
Gun (Top Gun, 1986) y Billicort/l (1998)? El marxismo estructuralista, al
dental, una esencia que permitiö, de una vez para siempre, que el cine fuese
permeable a la metafisica. El planteamiento casi idealista de un deseo trans-
aparato, para las «lecturas aberrantes» o para los textos filmicos que pudie-
sen alertar al espectador respecto a esos mismos procesos.
En ocasiones, la teoria del aparato investia al dispositivo cinematogråfi-
excesos del sectarismo de izquierda podrian dar cuenta también del fracas0'
de la revoluciön anticapitalista, mucho mejor quizå que cualquier teoria
trusa sobre la construcciön del sujeto. Noél Carroll, en Mystifying Movies,
1968 Y GIRO A LA IZQUIERDA 167
logia. Este fen6meno incluye todas las etapas del proceso de producciön: el
tema, los «estilos», las formas, los significados, las tradiciones narrativas
todos ellos subrayan el discurso ideolögico general» (Comolli y Narboni en des
abierta una ventana que permitiese la inclusiön del cine comercial mayorita_
rio, especialnwnte el de autores tan apreciados como John Ford. En un edito_
rial extremadajnente intluyente publicado por Cahiers en 1969, «Cine / Ideo_
tran en t
cos o pr
a su propia fidelidad»), pasando por peliculas superficialmente politicas que
no ponen en duda las convenciones formales, para Ilegar a las que «inciden tilistico
en el hueco producido entre filme e ideologia mostrando como funcionan los preciosi
måtica
tipologia acogia a peliculas que a primera vista parecian estar configuradas
()tft
por la que se desviaban respecto a ésta, peliculas
ideologia dominante pero
donde lasiisyunciones fflmicas exponen las tensiones y los limites de la ideo- lismo, e
logia oficial, cuya lectura oblicua y sintomåtica puede revelar, bajo una apa- model(»
y Narboni generö una ola de anålisis de «huecos y fisuras» un tanto adocena- con los
da y predecible pero que, como minimo, tUVO la virtud de abrir las peliculas entrada
dios culturales de Ios afios ochenta desplazaron la contradicci6n del texto al nal Sobi
espectador: asi, el anålisis efectuado por Stuart Hall de lecturas «dominan- pueda
El realismo volviö a ser uno de los corolarios de este debate; el realismo, Ia exact
171
Ulla noci
misma sea en color. También
puede hablar no de realismo sino de mime
se _
sis (imitaci6n) en sentido amplio: las formas en que Ios text0S imitan a cirnonc6nl
tof / espe'
textos, las formas en que los intérpretes imitan el comportamiento de proto_
fractu
ria
formas en que los espectadores imitan el comportamiento de 10s
tipos, las
filmico, e
personajes o de los intérpretes, o la forma en que un estilo cinematogråfico
titud auto
constituye una analogia del terna o periodo histörico en CUesti6n.
lisli10 coll
El término «realismo» también evoca los debates sobre «cine clåsico» y
cionales para evocar el paso del tiempo (fundidos, efectos de iris), técnicas
variedad
de montaje para suavizar la transiciön entre plano y plano (la regla de 10s 30 Maccabe
novela co
grados, el raccord de posiciön, el raccord de direcciön, el raccord de movi-
de discurs
miento, los insertos para cubrir discontinuidades inevitables) y dispositivos
del narrac
que sugieren la subjetividad (el mon610go interior, los planos subjetivos, el
buibles al
raccord en las miradas, la musica empåtica).
El cine clåsico realista era «transparente» porque pretendfa borrar todos
cine clåsi
los rastros del «trabajo del filme», presentåndolo como algo natural. El cine
clåsico re lista también recurria a 10 que Roland Barthes (en STZ) denomin6 notativa y
tiva de los detalles importaba menos que su papel como creadores de una de Holly»
ilusi6n Optica de verdad. A1 borrar los signos de la producci6n, el cine do- cipales ag
minante persuadia a los espectadores de que tomasen 10 que no eran sino concretos
la literatura del siglo XIX, el cine de ficciön clåsico adquiri6 el poder emocio- nas se deli
nal y el prestigio diegético de la novela realista, Cuya funci6n social y régimen Cio y acci(
estético se veian prolongados en Desde este punto de vista, Colin
el filme. nicativa y
MacCabe, en «Realism and the Cinema: Notes on some Brechtian Themes» tiempo, se
(en MacCabe, 1985), ofrecia, a partir del estudio de Middletnarch, de George nea de diå
Eliot, un anålisis inmanente del realismo como sistema discursivo, como cone La narraci
junto de estrategias con efectos textuales. La noci6n que MacCabe propone
ciertos per
del texto realista clåsico sirve tanto para Ia novela como para la pelicula de fic- na Otros ac
ci6n, definible como texto en el que unajerarqufa clara regula y arbitra entre
Bordwell
10s discursos que 10 componen, y donde Ia jerarqufa se define en términ0S de a su juicio
EL TEXTO REALISTA CLÅSICO
173
tiempo, se nos informa de ello mediante una secuencia de montaje o una li-
afios treinta por Bertolt Brecht, que habia elaborado una critica acentuada-
Bernard Dort sostenia que una critica brechtiana del cine situaria a la politi-
ca en el centro de la discusiön. La critica brechtiana influy6 no s610æn los
te6ricos del cine (Jean-Louis Comolli, Peter Wollen, Colin MacCabe) sino
176
TEORiAS DEL CINE
como sigue: IL
3 La noci6n del Ilegar a ser mås que el ser popular, esto es, la transforma-
vertido, anålogo en ciertos aspectos a 10s placeres del deporte o del cir-
nes congeladas.
7 Interpretaci6n distanciada: distanciamiento entre el actor y su papel, en-
paralelos de expresi6n.
178
TEORiAS DEL CINE
propia construcci6n.
Peter Wollen estuvo muy influido por Brecht en sus formulaciones del
I
Intransitividad narrativa frente a transitividcld narrativa (ruptura siste-
7 Realidad frente a ficciön (revelar las mistificaciones que acarrean las Gidal
ficcio s fflmicas). toda il
vocab
Otros teöricos hicieron cönfluir el materialismo brechtiano con el post- sual P
estructuralismo de Derrida, afirmando que las peliculas debian deconstruir como
y hacer visibles los cödigos operativos y las ideologias del cine
placer,
dominante. Jean-Louis Baudry hablaba de un «texto de écriture» revolu- Sible a
cionario que se caracterizarfa por: l) una relaci6n negativa con Ia narra- sin duc
ci6n; 2) el rechazo de la representacionalidad; 3) el rechazo de Ia noci6n cine
identificaci6n.
puri
992).
LA pRESENClA BRECHT
179
Brecht se deleitaba con historias y fåbulas; los brechtianos, por su parte, re-
chazaban la narraciön. Brecht asumia que su teatro era una forma de entre-
tenimiento; los brechtianos rechazaban todo entretenimiento por el mero
hecho de serlo. En este sentido, los brechtianos recuperaron las invocacio-
nes de Adorno en favor de un arte austero, formalista y dificil. Algunas de
las teorias se basaban en la idea de destruir el placer del espectador. Peter
Gidal ( 1975) hablaba de peliculas «materialistas estructurales» que negarian
toda ilu\ön, representando tan sölo su propia fabricaci6n. Peter Wollen in-
vocaba, directamente, el «displacer», mientras que Laura Mulvey, en «Vi-
sual Pleasure and Narrative Cinema» reclamaba «la destrucci6n del placer
como arma radical», afiadiendo que su intenciön explicita era analizar el
brechtiano, al fin y al cabo, solo podrå ser efectivo si existe algo —una
emoci6n, un deseo— respecto a 10 que distanciarse. Limitarse a lamentar
10s deleites del pciblico frente al espectåculo y la narraci6n delata una acti-
tild puritana respecto al placer del cine. De poco les sirve a las peliculas ser
1992).
180
TEORfAS DEL CINE
juego del deseo y el principio de placer y tanibién 10s obståculos para su rea-
lizaci6n. En la ficciön literaria,Don Quijote sin ir mås lejos, es posible
en
amar la ficciön y la narratividad y al mismo tiempo interrogar a ese amor. El
enemigo nunca ha Sido la ficciön per se, sino las ilusiones generadas por la
sociedad; no las historias, sino los suefios alienados.
Un tc
vocablos
niSmo». I
un princi
Cogi
ncament{
guaje. La
mätico
contempc
Clencia m
trabaja. p
(dentro y
2. «Entretien avec Christian Metz», ca 7/8, mayo de 1975, påg. 23. meras déc
no represe
La politica de la reflexividad
—el cogito ergo sum de Descartes, por ejemplo—, pero se extendi6 metaf6-
ricamente hasta definir la capacidad de autorreflexi6n de un medio o len-
meras décadas del siglo xx, para acabar institucionalizåndose como high
inodernismn tras Ia Segunda Guerra Mundial—, la reflexividad evoca un arte
no representacional caracterizado por la abstracci6n, la fragmentaci6ii y la
'IEORfAS
obra de los teöricos de los anos setenta y ochenta cotno Peter Wollem Chuck
Kleinhans, Laura Mulvey. David Rodowick, Julia Lesage, Robert Slam, Co_
lin MacCabe. Michael Walsh, Bernard Dort y Paul Willemen, entre
otros. En este periodo, la teoria cinernatogråtica «reviviö», citåndolo y adap-
tåndolo evlicitmnente, el debate sobre el reali•no que enfrentö a Brecht y
Lukåcs en los anos treinta, poniéndose del lado de la critica brechtiana del
vidad epistemologica, que modela silliultåneamente los procesos del cine y Ios de la propia
1 A POI IOWA DE LA REFLEXIVIDAD
183
in the Rain, 19521 siernpre han Sido nuis reflexivos que dramas sociales rea-
listas corno lllarty [Marty, 19551), de una época a Otra (en la posmodernidad
contenlporånea la reflexividad es norma y no excepciön) y de un filme a otro
de un niismo director (Zelig [Zelig, 1 9831, de 'Woody Allen, es mås reflexi-
vo que Otra nutjer [Another Wonnan, 1988]). Por Otra parte, el ilusionismo
no Iva tenido nunca un predotninio absoluto, ni siquiera en el cine de ficci6n
convencional. Hasta los textos mås paradigmåticamente realistas
'v' —como
demuestran la lectura efectuada por Barthes de Sarrasine y la lectura que se
hizo en Calliers de El joven Lincoln [Young Mr. Lincoln, 19391
estån
puntuados por huecos y fisuras en su ilusionisnlo. Pocas peliculas clåsicas
encajan del todo en la categoria abstracta de la transparencia que se suele
consider r norma del cine convencional.
Tam oco puede otorgarse un valor positivo o negativo, sin mås, al rea-
han empleado naciones ernergentes del Tercer Mundo (La batalla de Argel
[La bataille d' Alger, 1966]). La teoria brechtiana demostraba la compatibi-
Iidad entre la reflexividad como estrategia estética y el realismo como aspi-
mente determinadas.
No Inenos problemåtico resulta generalizar, equiparando reflexivo con
Progresista. Los textos pueden evidenciar el funcionamiento de sus signifi-
cantes o bien ocultarlo; este contraste no siernpre se puede leer en clave po-
a priori; sus raices pueden ser el esteticismo del arte por el arte, el formalis-
muy activo antes de 1908, cuya estética era mås exhibicionista que voyeuris-
tica, nuis cercana al circo y al vodevil que al futuro cine narrativo dominante.
'ILORfAS DEL CINE
186
Todos sabenlos que el niodelo cloniinante fue cuestionado por las vane
19251), asi como las Cintas nuis irreverentes de Chaplin y algunas peliculas
tih
nematogråfica; Ciudadano Kane, con sus personalizaciones hiperb61icas del
estilo dominante. Tras los pasos de Comolli/Narboni, Burch/Dana también
esbozaron un espectro ideolögico que va de las peliculas que reproducen es-
l. Antonin Artaud, Le Théåtre et son double. Paris, Gallimard, 1964, pågs. 211-212*
2. Patricia Mellenkamp, «Jokes and
and Mellenkamp (1983).
their Relationships to the Marx Brothers», en Heath
IA BÜSQUEDA DE UNA ESHtHCA AIÄERNAHVA
187
decirse, en efecto, que gran parte del arte mås elevado, como el de
Chaucer, Cervantes y Shakespeare, estaba firmemente arraigado en un sus-
milenario de irreverencia y sentido Ifidico de caråcter popular.
En este sentido, las formulaciones del contracine perdian el contacto
la antigua tradici6n de Ias formulas populares sintetizadas en la palabra
liar». Para Bajtin, el carnaval genera una forma peculiar de risa universal,
una alegria cosmica para todos, incluidos los propios participantes en el car-
Vencional para dar con un nuevo tipo de belleza popular, convulsiva y re-
pico (le una Cierta tendencia del racionalisrno positivista. Desde este punto
1
TEORiAS DEL CINE
188
de vista, la dicotornia entre un arte alienante para las masas y un arte de
guardia liberador y dificil es totalinente falsa. No deja espacio para form as OSIIIOC
hilYidas que puedan movilizar con espiritu critico Ias formas CUIturales de
las masas, reconciliando el con la critica social.
atractivo popular 10S afiOS
realista y premoderno, las cinematografias del Tercer Mundo también abun_ tropicall!
Efl
dan en movimientos de vanguardia, modernos y posmodernos. A Considera-
ble distancia de la confluencia entre modernidad brechtiana y moderniza. cender li
ci6n marxista propia de los «nuevos cines» de Cuba (Alea), Brasil (Guerra), dadero
Egipto (Chahine), Senegal (Sembene) y la India (Sen), existen numerosos teatral, r
desde pelfculas como Säo Paulo: Sinfonia de una Cidade (1928) y lecta efi
Soleil O (1970) y West Indies ( 1975) de Med Hondo, para Ilegar a 10s movie picalistt
mientos underground de Argentina y Brasil, sin olvidar los experimentos del desc
anticolonialistas realizados por Kidlat Tahimik en las Filipinas. No se trata Sido la
Se ente
espacio y, iempo.
Las ci ematografias alternativas, nacidas con frecuencia en el Tercer Tercer
Mundo o en las comunidades minoritarias del Primer Mundo, han explora- minadc
do un amplio espectro de estéticas alternativas, cristalizadas en una serie de
homogéneas ni eståticas; varian segün la época y de una regi6n a Otra. To- tura re
das ellas tienen en comin el hecho de eludir las convenciones formales del parte
modernidad resistente. Sus estéticas suelen beber de una serie de tradiciones inco
con otros ritmos histöricos, Otras estructuras narrativas, Otras imågeneS del
cender la oposici6n maniquea establecida por el Cinema Novo entre «el ver-
dadero cine brasilefio» y «la alienaciön de Hollywood». En sus vertientes
Y
estimulos culturales diversos en toda su heterogeneidad. Los cineastas tro-
Se entendfa que un estilo del desecho era el mås adecuado para un pais del
cer
TercerV1undo que rebuscaba entre los restos de un sistema internacional do-
lis.
tuales mågicos. En algunas peliculas africanas recientes como La luz (Ye-
palabra, del tiempo cronolögico y del espacio literal. Los valores de la cul-
tura religiosa africana modelan no s610 el cine africano sino también buena
Parte del cine diåspora africana,
de la como sucede por ejemplo en peliculas
brasilefias como Barravento (1962) y A Forca de Xango (1977) y en pelicu-
las afroamericanas como Daughters Of the Dust (1991), de Julie Dash, que
pos-
incorporan en su seno el simbolismo y Ias pråcticas religiosas africanas (yo-
ruba, generalmente). La preferencia por el simbolismo yoruba es sin duda
-—1a musica, la danza, el vestuario, la poe-
192 cala
ker describia, en términos casi etnogråficos, a la «tribu» de Hollywood
ella viven la pelfcula con neurotica intensidad, como forma de regresi6n so-
to su
cual el sujeto se constituye a si mismo al apropiarse de aspectos de otros in-
ciner
terlocutores humanos, como 10s padres. El término «otro», para Lacan, de-
«deseo». Lacan concebfa al deseo no como impulso bi016gico sino como qué
naci(
movimiento fantasmåtico hacia un «objeto» oscuro que ejerce atracciön es-
bla c
piritual o sexual. Catalizado por la Ley, el deseo era por definici6n imposi-
ble de satisfacer, dado que no era un deseo susceptible de obtenerse Sino un nes?
deseo del «deseo del otro», una lucha por el reconocimiento amoroso que re- tipic
aforismo digno de La Rochefoucauld: «EI amor consiste en dar 10 que uno senti
no tiene a alguien que no 10 quiere». (Uno piensa aqui en la melanc61ica ana- conf
193
teresaron por las mismas cosas que habian centrado la atenci6n de 10s ante-
Ilegar a ser el «divån de los pobres», como sugiriö Félix Guattari? tun qué
sentido Ia narraci6n cinematogråfica reescenifica la historia de Edipo, el
tin. desde un punto de vista distintos habian Ilevado a cabo una lectura objeti\
do exti
co. Dicho de otro Inodo, pretendian explicar el extraordinario poder del cine
lado el
enunciativos de la inutgen (cåmara, proyecciones Opticas, perspectiva mo-
que, en todos Ios casos, inducen al sujeto a proyectarse dentro de ra barr
nocular)
la representaciön. Basåndose en algunos conceptos de la obra anterior de pa
Edgar Morin, teöricos de los anos setenta coino Jean-Louis Baudry, Christian que el
ciön del espectador. Baudry fue el prilnero en recurrir a la teoria psicoanali- siön la
poderosos un en que
puestos a una recepciön pasiva y un ensimismamiento narcisista. El filme
nismos En ef&to, Baudry clot6 de un cariz negativo al «mito del cine total» formu-
va lado en sentido positivo por Bazin. Esa ventana abiefla al mundo tenia aho-
Tistilll
que el deseo no significa desear al otro sino «desear el deseo del otro» apa-
recia como una descripci6n increü)lemente exacta de los procesos de identi-
si6n lacaniana del sujeto engafiado del cine. Dada una inicial carencia de ser
relaci6n dual con la madre, se consideraba que los seres humanos estaban,
de manera constitutiva, alienados, separados de si mismos, con una «identi-
la fase que Lacan denomina del espejo, estadio del desarrollo infantil en el
pectador con la fase del espejo. Metz sefialö que la analogia del espejo s610
10 C
era parcialmente cierta; el cine, a diferencia del espejo, no refleja la propia
5
irnagen del espectador.
Desde una Optica feminista, se entendiö que esta teoria expresaba una
neoaciön masculinista de la diferencia sexual. Para la teoria feminista, ese
sujeto victinla de un autoengafio e ideolögicmnente coherente Construido
proi
por el cine dominante adoptaba un género sexual especifico. Tomando un
término acufiado por Marcel Duchamp y desarrollado por Michel Carrou-
ges, la critica feminista Constance Penley (1989) compar6 afros mås tarde el
Ille
modelo del dispositivo baudriniano con una «måquina célibe», esto es, una
måquina cerrada. autosuficiente y exenta de fricciön controlada por un su_
este
pervisor complice sujeto a una fantasia de clausura y dominio, como placer
Joan Copjec (1989) sostuvo que la teorfa del dispositivo construy6 una må-
Rec
quina antroponlörfica paranoica que tinicamente producia sujetos masculi-
hasl
nos. como «defensa ilusoria frente a la alienaci6n que la elaboraci6n del cine
ata(
como lenguaje abriö en la teoria».
rod
En El significante intaginario, Metz atirmö que la naturaleza doblemen-
viol
te imaginaria del significante cinematogråfico —imaginario en 10 que repre-
tam
senta e imaginario por la naturaleza de su significante— aumenta las posi-
197
nista al &itico-teörico para quien casi todas las pelfculas son «malos obje-
tos» aunque mantenga unæ«buena relaci6n de objeto» con el cine en su con-
junto. Metz se convirti6 en el psicoanalista de los te6ricos del cine, al igual
mada amor: «Se trata de esa alegria particular de recibir, desde el mundo ex-
terior, imågenes que suelen ser internas... de verlas inscritas en un espacio
10
fisico (la pantalla), descubriendo, de este modo, algo casi realizable en
estado de vigilia que activa lin estado cercano al del suefio (en el doble sen-
tido del término). Este descenso del estado de vigilia trae consigo un aleja-
car el grado casi alucinatorio de esta impresi6n de realidad que las pelicu-
las pueden alcanzar.
L.A I-INGÜiSTlCA PSICOt\NÅ
199
La vision de Hollywood como fåbrica cle sugeria que la industria
Los suefios no son Ineras regresiones: son vitales para el bienestar hu-
mer lugar, el cine como industria, que produce mercancias cuya venta en
la måquina mental, interiorizada por los espectadores y que los adopta para
el coniimo de «objetos placenteros». Una economfa, centrada en la obten-
ci6n de beneficios, estå intimamente ligada a la Otra, centrada en la circula-
pués con los personajes), el voyeurismo (la observaci6n de los demås desde
una posici6n segura), el fetichismo (el juego entre la carencia y la negaci6n)
mar parte de una måquina institucional que les proporciona placer al tiempo
el propio psicoanålisis.
Los criticos psicoanaliticos también desarrollaron la cuesti6n del com-
plej() de Edipo en el anålisis del cines Desde una perspectiva lacaniana, la Ley
Por el declive generalizado del prestigio del marxismo en favor del surgi-
miento de la nueva politica de movimientos sociales como el feminismo, la
clase y la ideologia habian donlinado el anålisis, en los afios setenta y ochen_ proce
ta ambas empezaron a dejarse a un lado en favor de un «mantra» de raza, gé_
social cuya jerarquia esté basada en el género. En este sentido, el feminismo Ti•Gfi
liticas centradas en temas de especial importancia para la mujer: las violacio- obra
otros, todo ello sumido en una atm6sfera en la que «lo personal es politico». Luce
La teoria feminista, como se ha sefialado con frecuencia, no es finica
sino plurah El feminismo tiene rafces milenarias que se remontan a figuras
mfticas como Lilith, las guerreras amazonas y obras clåsicas cotno Lisistra-
ta. Pero durante el siglo del cine se han producido, como minimo, dos olea-
pr
das de activismo feminista (en Occidente), la primera de ellas vinculada a la Edimt
I. Se entiende que, a 10 largo del presente capitulo, el término «género» (en inglés•
der), asi como su derivado «genérico», se emplea -—si el contexto no indica 10 contrario-—tn
el sentido de «género sexual» y no en el de «género» cinelnatogråfico (en inglés, genre)' [N
del T/
LA INITRVENCIÖN FEMINISTA
203
suponl'a rechazo del monismo sexual de Freud, la idea de que toda sexua-
Iidad estaba definida por una libido de caråcter esencialmente mascu-
lino. De Beauvoir entendia que tanto las mujeres como 10s negros estaban en
proceso de einancipaci6n de un paternalismo que hasta entonces les mante-
nia en su «lugar» (la formulaciön no contemplaba el hecho de que algunas
de las nmjeres eran negras). Las nuljeres, afirm6, «no nacen, se hacen»; el
ta Ms. 1972.
La tendencia feminista en los estudios sobre cine se vio defendida por
do cojno idealizaciön de la
tridinlensional, era proteico: podia presentarse
mujer en tanto ser Inoralrnente superior, conu) denigraciön de ésta por cas_
trada y asexual, como hipérbole que la convierte en fatale dotada de
un terrorifico poder, como envidia de sus capacidades reproductivas o Como
temor ante la mujer corno encarnaciön de la naturaleza, el envejecimiento y
la muerte. El cine dejaba a las 'tnujeres en un callejön sin salida. Como es_
cook, Rosalind coward, Jacqueline Rose, Kaja Silverman, Mary Ann Doa-
LA INTERVENCIÖN FEMINISTA 205
pafs.)
El feminismo también se hizo eco de diversas corrientes psicoanalfticas.
En Psychoanalysis and Fenlinisnz (1974), Juliet Mitchell sostuvo que aun-
que Freud reflej6 indudablemente las actitudes patriarcales de su época tam-
bién ofreci6 los instrumentos te6ricos para trascenderlas al mostrar como el
patriarcado afectaba a sus pacientes. El texto inaugural de la teoria feminis-
cado en 1975. El ensayo embarcaba a Lacan (que no era feininista) y a All _ edi
mujer pasa a ser objeto pasivo de una mirada espectatorial definida como
masculina. El hombre es el conductor del vehiculo de la narraci6n, la mujer
queda coni0 pasajera. El placer visual en el cine reproduce, por tanto, la es_
(véase Doane, en Doane y otros. 1984, jpåg. 79). Ademås, existen Otras
opciones. Para Doane, la puede identificarse, de forma travesti-
poder al tiempo,
su Propio género; 0 bien
puede identificarse de Inanera masoquista con su propia estigmatizaci6n
como carencia (ibid.). En su estudio del Ivonlan 's filin, Doane (1987) distin-
sostiene que tales peliculas, aun manteniendo en un primer plano a los per-
sonajes femeninos, en liltima instancia limitan y frustran su deseo, dejåndo-
los en una situaciön en la que su tinica opciön es «desear desear». Los di-
distintas Inaneras para conseguir este efecto. En las peliculas cuyo tema es
la enfernrdad, el deseo femenino se reabsorbe en la relaci6n institucional
entre doctor y paciente. En los melodramas familiares, se sublima en la ma-
tåculo de la diferencia sexual, por ejemplo, podria ser mås masoquista que
sådica: «EI dispositivo cinematogråfico y la estética Inasoquista ofrecen po-
dre preedfpica y el deseo que sienten por ésta» (Studlar, 1988, påg. 192).
Monograffas coino Men, VV01nen ancl Chain Scot'S, de Carol Clover, cambia-
suoiriö que el cine debia ir allå de la diferencia sexual para explorar las
las pråcticas de
sexualidad.
la
Mulvey elaborÖ una suerte de autocritica en
Tras las criticas recibidas,
«Afterthoughts on Visual Pleasure», donde reconociö que habia obviado del
los binomios del lacanismo. Kaja Silverman (1992), por su parte, dirigi6 su Otr
peliculas para quién, quién estå mirando y hablando, c6mo, dönde Y a fer
tal
La era de la teoria feminista del cine ha coincidido con el apogeo del tid
209
medias screvvball.)
La teorfa feminista del cine también fue criticada por ser normativa-
mente «blanca» y por marginar a las lesbianas y a las mujeres de color. Ali-
nialistas coni0 IVarciso negro (Black Narcissus, 1946), que otorgan provi-
teoria ferninista. Bell Hooks sostuvo que las espectadoras de raza negra eran
opositoras casi por necesidad, de un modo que iba nuis allå de la mirada cri-
tecto sexisrno en las Inetåforas subliminales de las que se nutrian dichas teo-
Iidad. En una divisiön genérica del trabajo sinlb61ico, a las mujeres se las
tructu
mientras que los varones cargan con la responsabilidad de generar una cul-
påg. 279).
El postestructuralismo ha Sido descrito de distintas maneras, como un
desplazamiento del interés del significado al significante, y del enunciado a
mås inclusivo, si bien se utiliza mås en Norteamérica que en Europa.) La de_ minc
construcciön, por 10 tanto, fue portavoz de un escepticismo radical sobre las
posibilidades de construir un metalenguaje a gran escala, ya que 10s signos
del propio metalenguaje estån de por si sujetos a deslizamientos e indetermi-
Kris
Iosofia del lenguaje (1929), aunque probablemente sin conocer dicho texto,
sed
la deconstrucciön critica los conceptos de signo estable, sujeto unificad0'
identidad y verdad. (Como ya sefia16 Julia Kristeva a finales de IOS afios
sesenta, Bajtin prefigur6 con asombrosa precisi6n los principales topoi POS-
inestable del signo, el posicionamiento del sujeto por parte del disclirS0' el
N POSIT-SIKUCTURALISTA
MUTAcl(5
213
etc.-— como prototipos de una revolucionaria écriture), fue una figura clave.
las obras experimentales del grupo Dziga Vertov (Jean-Luc Godard y Jean-
Pierre Gorin) e incluso las farsas reflexivas de un Jerry Lewis. En ocasiones,
la forma cinematogråfica fue objeto de fetichizaciön, hasta el punto de que
10s te6ricos Ilegaron a olvidar la historicidad de las propias formas. El esti-
Véase, por ejemplo, Julia Kristeva, «Word, Dialogue, and Novel», en Kristeva (1980).
Para mås informaci6n sobre la relaci6n entre Bajtin Y el postestructuralismo, véase Robert
Young, «Back to Bajtin», Cultural Critique, no 2, invierno 1985-1986; y Allon White, {The
Struggle over Bajtin: Fraternal Reply to Robert Young», Cultural Critique, no 8, invierno
1987-1988.
'l EORiAS DEI- CINE
214
Las tesis fornitlladas por Metz en Langage et cinénta, jnientras tant(), se dec)loq
curso finito y oroanizado, por una parte- y una percepci6n del texto nuis pro-
granvåtica, deconstruccionista y vanguardista, por otra. A diferencia de 10s Ciller
telquelistas, Metz no suele enoplear la palabra "texto» como distinci6n ho- cola e
norifica que solo nrrecen las peliculas radicallnente vanguardistas. Para él ofias
todos los filnles son testos y poseen sistemas textuales. Sin embargo, existe
una tensi6n evidente en Langage et cinénul entre una percepciön eståtica, ta-
xonörnica, fornialista-estructuralista de los sisternas textuales y una percep_
c oncepto
nera
cada c6digo en una posici6n determinada respecto a Ia estructura dell asi:
103)
concept
sos de
Esta perspectiva del texto como desplazamiento perpetuo e «inacabado»
Ilificadl
constituye el polo mås dinåmico de Langage et cinénta. El texto de un filme
derridu
no es, por lo tanto, la «lista» aditiva de sus c6digos operativos, sino el tra-
puesto
bajo de reestructuraci6n mediante el cual el filme «escribe» su texto, modi-
escritlll
fica y combina sus cödigos y opone ciertos c6digos a otros, constituyendo
asi su sistema. El sistema textual es, en consecuencia, la instancia que des- ejempl
Stadt e
plaza los c6digos para que éstos puedan modificarse y sustituirse entre sf. Si
por
el lenguaje del filme puede entenderse como un conjunto de cödigos, la écri- Idr
ture filmica es una operaciön activa, el proceso de escritura que mantiene Carla».
215
I
do de un filme a través del trazado de todos sus c6digos. Las implicaciones
de la deconstrucciön en la teorfa cinematogråfica han Sido exploradas por
analistas como Marie-Claire Ropars, Michael Ryan, Peter Brunette, David
Wills y Stephen Heath (via Kristeva). Marie-Claire Ropars, en una serie de
textos publicados linicamente en francés, ha extrapolado al anålisis cinema-
togråfico una concepciön derridiana expansiva de la écriture, entendida
como «hip6tesis teörica» que sustituye la nociön de «signo» por «rastro»
como Arte de un proceso diferencial de significaciön cuyos términos no pue-
den asignarse ni fijarse. Ropars considera que el montaje cinematogråfico,
especialmente tal y comd Eisenstein 10 practica, constituye el medio para
trascender la representaci6n mimética en favor de la creaci6n de un espacio
conceptual abstracto. Los textos «escritos» de Eisenstein revelan los proce-
Sos de su propia écriture, generando, de este modo, inestabilidad en el sig-
nificado. En Le Texte divisé (198 1), quizå el mås complejo de los anålisis
SUradas por dos fuerzas, écriture y contra-écritll/e; una tiende a una energia
escritural diselninadora y la Otra al sentido Y la representaciön. (Bajtin hu-
tionadas sin invocar a Derrida, por supuesto.) Los autores exigen ir mås allå
de las totalizaciones, e invocan Ias posibilidades de una pråctica de lectura
«anagramatical» que considere al cine como escritura, texto, «una interac_
ciön de presencia y ausencia, de 10 visto y 10 no visto, en relaciones que no
puedan reducirse ni a la totalizaci6n ni a la trascendencia» (ibid. , påg. 58).
La deconstrucci6n también ha influido en la teoria y el anålisis cinema-
togråficos de manera indirecta, a través de ciertos escritores influidos por la
suelen ser citados con frecuencia por los te6ricos del cine. Asi, 10s trabajos
minista del falocentrismo lacaniano. Por Otra parte, los criticos de la de-
construcciön han protestado afirmando que ésta es fåcil pasto del elitismo
manos del lenguaje y el discurso la acci6n colectiva que por derecho propio
rtc
pertenece a los sujetos humanos.
El anålisis textual
ce y diseminaci6n.
218 IEORfAS DEL CINE
El surgimiento del «texto filmico», por 10 tanto, tenia sus raices en m(ll_
cula mås de una vez antes de escribir sobre ésta hubiese Sido pronunciada
su coeficient
por un critico literario respecto a Hcunlet o el Ulises, se hubiese interpretado
larse con una
como signo de pereza o incompetencia. La critica literaria, como sefia16
to escrito, pel
Barthes, sielnpre ha Sido una cuestiön de «relectura».
desigual su
El concepto de «texto» —etimolögicamente, «tejido» o «entramado»—
tienen de
conceptua •za el filme no como imitaciön de la realidad sino como artefac-
pérdida de tol
to, como constructo. En «De la obra al texto», Barthes trazö dos distincio-
y facial
nes. Defini6 «obra» como la s*uperficie fenoménica del objeto, por ejemplo poral
el libro que uno sostiene en la lilano, es decir un producto finalizado que traducciön, 111
da en palabra
transmite un significado intencional y preexistente. El «texto», por su parte,
se define como un campo de energia metod016gico, una producciön que ab- detener el filli
sorbe simultåneamente al escritor y al lector. «Ahora sabemos», escribiö lose nos escal
Barthes, «que el texto no es una linea de palabras que libera un unico signi- loco que el an
ginal, se combinan y colisionan entre si» (Barthes, 1977, pig. 146). En SL Plano-contr
Barthes fue mås lejos, distinguiendo entre texto «legible» y «escribible» 0,
Escritura del dios» (Barthes, 1974, påg. 174). El enfoque escribible, por el •
terogeneidad, consciente del trabajo del texto. Convierte a su consurnidor ell Clonadamen
Eli ANÅLISIS 'TEXTUAL
219
para su objeto; el cine siempre escapa a ese lenguaje que trata de constituir-
10. Bellour compara entonces al cine con otros textos artisticos en cuanto a
poral y facial. En el caso de los ruidos, una versiön verbal siempre es una
voca que el analista tan solo pueda intentar, en una «desesperaci6n metödi-
estudio del lenguaje del cine per se) y 2) el anålisis filmico. Si el lenguaje ci-
nematogråfico es el objeto de la teoria cinesemiolågica, el texto es el obje-
to del ancilists filmolingüistico (en la pråctica, como veremos, esta distin-
peliculas son, para Metz, lugares de mezcla; todas ellas emplean c6digos mutuament
nematogråficos y no cinematogråficos. No existe ninguna pelfcula Construi_ si, comp
da unicamente a partir de cödigos cinematogråficos; las peliculas siempre Ibaicamentl
hablan de algo, incluso en los casos en que, como sucede con gran parte del ejemplo, ad
cine de vanguardia, sölo hablen del propio dispositivo o de la experiencia ci_ mite discur:
experiencia.
Las formulaciones de Metz tenian la ventaja de socializar, por asi decir_
y Frainoco.
10, el proceso artistico de la creaci6n. A1 Ilevar a un primer término la écri- curd, IVide
ture como reelaboraciön de cödigos, Metz concibe
Como pråctica
el cine
paid y Cadi
significante que no se basa en oscuras fuerzas romånticas como Ia inspira-
yos escritos
Resultaria ütil, pues, complementar las visiones del texto de Metz y de lisis, Cada an
l. Citado en Pechey (1986), pågs. 113-114. Shklovski emple6 Ia comparaciön tanto estos
seg
Inente distinta reSPeCt0 a los lilnles, caracterizada por una suerte de distan to
ciarniento brechtiano, una oscilaciön entre el amor apasionado y Ia
demostraba, de paso, a los elitistas del arte elevado que ese medio menos- la narri
significado. Por Otra parte, los anålisis variaban en gran medida de escala.
Los limites del texto podian quedar definidos por una sola imagen (por Alfred
ejemplo, el anålisis efectuado por Ronald Levaco y Fred Glass del logo de Deu.v
la MGM), un solo segmento (Bellour sobre Los påjaros [The Birds, 19631),
una pelicula entera (Heath sobre Sed de Inal), por la totalidad de la obra de
sobre Glauber Rocha) o, incluso, por un vasto corpus de filmes (Michéle a cont
Lagny, Marie-Claire Ropars y Pierre Sorlin sobre el cine francés de los afios feracil
treinta, y Bordwell, Staiger y Thompson, desde una perspectiva en gran me- nian
mentales del anålisis del cine: elementos coino 10s personajes, los actoreS'
senta fue recuperado en los setenta por la revista britånica Screen, pasando
ci6n al examinar las producciones sociales y artisticas para detectar los cé-
étnicos y los estudios sobre cultura popular. Por consiguiente, 10s estudios
sobre cine no se vieron invadidos por ese conservadurismo que se habia
atrincherado en åreas mås tradicionales como la literatura y la historia.
mismo como arte; Ios estudios sobre cine tuvieron que legitimarse Como dis_
ciplina. Asentada institucionalmente en la academia y en la industria edito-
rial, la teoria cinematogråfica adquiri6 considerable difusiön y prestigio. El
esnobismo de los académicos literarios tradicionales, su desprecio por la
cultura popular y por el cine como medio supuestamente inferior a las artes
consagradas como la literatura, Ia pintura y la müsica, acab6 propiciando,
inesperadamente, que los estudios sobre cine se esforzasen en demostrar la
En los afios ochenta, el anålisis textual tal y como 10 entendian los se-
mi6ticos del cine se vio atacado desde distintos ångulos. Por una parte, las
corrientes postestructuralistas inspiraban y a la vez desestabilizaban el anå-
lisis textual, poniendo en duda la fe cientificista, propia de los primeros afios
de la semiologia, en que el anålisis pudiese capturar definitivamente el sig-
Convicciön de que 10s textos pueden entenderse como objetos totalmente au-
todeterminados e independientes».
226 'IliC)RfAS DEI- CINE
ciön.
ric
resuelve sugiriendo, coni0 hacen Atljnont y Marie, que los analistas «tam-
—en una especie de amistosa divisi6n del trabajo— historia, economia y so-
ciologia, entre otras disciplinas, estån reproduciendo la actitud de los pro-
nente del texto literario y sölo entonces el estudio de la relaciön entre la serie
literaria y Otras series historicas. Para una verdadera «poética historica», por
el contrario, todos los lenguajes artisticos, por el hecho de ser inherente-
mente dialögicos y dirigirse a interlocutores sociallnente situados, son Siem-
pre y en todo momento sociales e hist6ricos.
El anålisis del filme es, por encima de todo, una pråctica abierta y mar-
cada por 10 histörico guiada por miltiples objetivos. El anålisis tiende a en-
contrar lo que ya estaba buscando. Si 10s miembros del Neve Criticisnt bus-
måtica. (Recordemos que, para los formalistas, el papel del arte consistia en
cuestionar las percepciones automatizadas.) Si Ia lectura se ha de convertir
en una atribuciön de significados sintomåticos, concluye Bordwell, seria 110
obras de Erich Auerbach o Leo Spitzer por ejemplo, siempre han hecho de
la interpretaciön una cuestiön historica. 'Rechazar la interpretaci6n en su
Qi
conjunto simplemente porque algunas interpretaciones son torpes seria
l. El término inglés slab hace referencia, entre otras acepciones, a la mesa de autopsias
pretase queque estaba viendo era una descripci6n realista del comporta-
10
miento tipico de los hombres negros, mientras que con toda probabilidad los
afroamericanos verian a un blanco con el rostro tiznado de negro encarnan-
do un estereotipo vicioso. Quizå un espectador se enfureciese por el com-
portamiento del personaje en la ficci6n; otro, por su parte, haria 10 propio
respecto a quienes planearon y dieron forma a esa ficci6n. Aunque 10s dos
ficas y con frecuencia traumåticas. El ascenso del nazismo oblig6 a IOS di-
Guzmån, tuvo que salir clandestinamente del pais tras el golpe de estado. La
pelfcula india Fuego (Fire, 1996) caus6 disturbios en su pais porque incluia
escenas lésbicas. La historia del cine es algo mås que una combinatoria de
Ira Bhaskar (Miller y Stam, 1999) en una critica de gran amplitud, las no-
1999.) rectamel
cluso.
como los BFI Classics, o la Rutgers Film Analysis Series, o la serie «Etude
3. Para una critica de E/ significado delftbne desde una perspectiva distinta, véase Berys
Gaut, «Making Sense of Films: Neoforrnalisrn and its Litnits», en Fortun for Modern
guage Studies, XXXI:I (1995). Véase asitnismo Malcolm Turvey, «Seeing Theory»• en
Allen y Srnith (1997).
EL MALESTAR DE LA INTERPRE*I'ACIÖN
233
s,uyo reciente Interpreting the Moving linage (1998). Por Otra parte, la era
digital ha otorgado nuevo vigor al anålisis textual. Ahora tenemos CD-
ROMs no s610 de anålisis cinematogråfico en general (los trabajos de Henry
Jenkins y Ben Singer) sino de anålisis de peliculas especificas como Rebe-
ca (Rebecca, 1940), de Hitchcock, y Linlite (193 1 de Peixoto. Aunque po-
damos lamentar los anålisis textuales mås delirantes, no podemos imponer
la ley y el orden en la anarquia de la interpretaciön. Todos aplicamos al cine
hacen visibles los intereses politicos del anålisis cinematogråfico. Las peli-
dinar, por 10 tanto, que un dia podamos estar totalmente «de vuelta» de la in-
no merezca la pena. Que el anålisis textual pueda ser a veces mediocre, mo-
n6tono y vivial no descalifica a la empresa in toto.
Del texto al intertexto
En cierto sentido, el declive del texto como objeto de estudio en los afios
ochenta coincidiö con el ascenso del intertexto. En lugar de concentrarse en
de
ta, del de
Ios anos treinta; Ina traducciön en la que se perdian algunos matices filos6_
sugiere que todo texto forma una intersecciön de superficies textuales. To. pri
dos los textos son tejidos de formulas anönimas inscritas en el lenguaje, va-
das las pråcticas discursivas de una cultura, toda la matriz de enunciados co-
te
roceso de diseminaciön/El cine, en este sentido, hereda (y transforma) mi-
lenios de tradiciön artistica. Lleva inscrita, por asi decirlo, toda la historia
del arte. Una pelicula como El cabo del ntiedo (Cape Fear, 1991), de Scor-
al
sese, Ileva inscrita toda la literatura del apocalipsis, que se remonta como
te
minimo al biblico Libro del Apocalipsis. La loca historia del nutnclo (His-
tory of the World, 1981), de Mel Brooks, no sölo pretende estar contåndo-
nos la historia del mundo, sino que emplea estrategias c6micas extraordina-
b}
judfa que aludfa a la opresiönjudia en Egipto, comprendemos que los orige-
nes de tales referencias se pierden en la noche de 10s tiempos.
El concepto de intertextualidad no puede reducirse a cuestiones de in-
las peliculas con Haven Hamilton, las peliculas con Eliott Gould, junto con
la nuisica gospel, la mfisica countly, 10s discursos politicos populistas, etcé-
sölo a Otras obras de arte Cuya forma sea idéntica o silnilar, sino a todas las
mente, un texto que se acuesta con Otro texto Se estå acostando con IOS
textos que hayan compartido cama eon éste.
cine podria poner en relaciön los generos primarios del discurso —la con_
versaciön familiar, diålogo entre amigos, el intercambio entre jefe y su-
el
bordinado, las discusiones en clase, Ias bromas en los c6cteles, las 6rdenes
grandes
cronotopo tiene milltiples niveles; estå relacionado con Ia representaci6n de
ductivo c
los procesos historicos en el texto, con las relaciones entre espacio y tiempo
rarios de
dentro de la diégesis y con las articulaciones espaciotemporales del propio
cinemato
texto. El cronotopo ofrece escenarios especfficos en los que pueden «tener
lugar» las historias (el bosque atemporal y espiritual de la novela de caba-
Ilerias, el «en ninguna parte» de las utopias de ficci6n, los caminos y las po-
donde «el espacio se carga con los movimientos del tiempo, la trama y la his-
como
que la muerte. (Véase Sobchack en Brown, 1997).
cuencl
El dialogismo opera en toda producciön cultural, sea culta o popular, ver-
bal o no verbal, intelectual o vulgar. El artista del cine, desde este punto de
vista, se convierte en el orquestador, el amplificador de mensajes que flotan
en el ambiente lanzados por todas las series, sean éstas literarias, pict6ricas,
cabeza (el Excedrin en los afios ochenta) evocaban la profundidad de campo Otrost
propia de Orson Welles; los anuncios de café Taster's Choice en los ochenta
evocaban el melodrama romåntico; los anuncios de tejanos mantienen afini- presen
dades con el porno y los anuncios de perfume buscan efectos propios de Ias Genett
fantasias dalinianas. Como sefiala John Caldwell, la historia del cine se con-
vierte en un trampolin para los estilistas de la TV. Luz de luna (Moonlight- gempl
ning) «hacia» cine negro, MTV, Orson Welles, Frank Capra. «Here's Loo-
king at You Kid», de 1989, fue disefiado como réplica de EI Caid (The Sheik, Como I
1921) y Casablanca (Casablanca, 1942) (véase Caldwell, 1994, påg. 91). Pe-
como A Movie (1958), de Bruce Conner, o Froni the Jounlals of Jean
liculas
241
arcaismo, a épocas anteriores en la historia del cine, mientras que 10s subje-
tivizadosmovimientos de cåmara y la estructuraciön de 10s puntos de vista
en Doble cuerpo (Body Double, 1984), de Brian de Palma, delatan la pro-
funda influencia intertextual de Alfred Hitchcock. (El intertexto genérico
conlleva aquiuna carga emotiva propia; en las estructuras formales en sf se
cifran recuerdos y reacciones de temor.) En efecto, algunos movimientos de
Sueüos de un seductor (Play it Again, Sam, 1972) -—, resulta fåcil imaginar
obtenido muy poco para el enorme presupuesto invertido. Por la misma ra-
zön, las notas distribuidas en los pases de prensa suelen orientar la respues-
ta de los periodistas ante las peliculas comerciales. Las informaciones sobre empiea
posibles problernas de censura, como en el caso de la Lolita [Lolita, 19971, civo. rel
2. Las categorias altamente sugestivas de Genette nos tientan a acuiar otros términos en
provi
ese mismo paradigma. Podriamos hablar de la «intertextualidad de Ias celebridades», esto est
*rtextu
las situaciones filmicas en las que la presencia de una estrella del cine o la televisi6n o de una
celebridad intelectual evoca un oénero o un medio cultural (Marshall McLuhan en Annie
Hall [Annie Hall, 19771 0 la galeria de nombres de prestigio en Eljuego de Hollylvood [The
Player, 19911, de Altntan, o en Celebrity [Celebrity, 1998], de Allen). La «intertextualidad
genética» evocaria el proceso mediante el cual la aparici6n de hijos e hijas de actores y actri-
ces populares —Jamie Lee Curtis, Liza Minnelli, Melanie Griffith— evoca el recuerdo de
sus farnosos ancestros. «lntratextualidad», por Otra parte, designaria el proceso con el que las
de Vincente Minnelli citando Cautivos del inal (The Bad and the Beautiful, 1952) en Dos
ntanas en Otra ciudad (Two Weeks in Another Town, 1962). La «falsa intertextualidad»
caria textos del tipo de 10s seudonoticiarios de Zelig o los remedos de peliculas nazis de El
beso de la tnujer araha (Kiss of the Spider Woman, 1985), que inventan una referencia
dointertextual.
DEL TEXIO AL INIERwXTO
243
ren una critica irreverente de las expectativas puestas en juego por las peli-
empieza aludiendo a Shakespeare y acaba con una caida comica de tono las-
civo, remitiéndonos de paso a Sonrisas de una noche de verano (Sommar-
ciones filmicas y
novelas en que éstas se basan, que ahora consideramos
las
como hipertextos derivados de hipotextos anteriores, transformados me-
diante operaciones de selecciön, amplificaciön, concretizaci6n y actualiza-
de todas las obras inspiradas por Robinson Crusoe. El postexto de Crusoe iiriones
también penetra en el mundo del cine, donde una nutrida sucesi6n de adapta- Las teol
ciones enmarca los cambios experimentados por los temas del original. Miss stficiosa±
Crusoe (1919) cambia el sexo del protagonista; El pequefio Robinson Crusoe tdhajos son
(Little R inson Crusoe, 1924) cambia la edad del protagonista; El Robinson Rld Bloom/
mnoderno Robinson Crusoe, 1932) le proporciona al protagonista una
r. se desar
compafiera, «Såbado» en vez de «Viernes»; Los robinsones de los ntares del CLICiados t
sur (Swiss Family Robinson, 1960) permuta el mimero y estatus social de los
Shikespean
personajes; la pelicula de Laurel y Hardy Robinson Crusoeland (1950) tras-
nticada —
lada el género de las aventuras coloniales a la cornedia slapstick; Robinson
(se cent
Crusoe on Mars (1964) convierte, de manera similar, la novela en ciencia-
ficciön; y, en El teniente Robinson (Lieutenant Robinson Crusoe, 1966), la
Qhios
mientras que el loro de Crusoe se convierte en un chimpancé.
La hipertextualidad sefiala todas las operaciones de transformaci6n que
un texto puede operar sobre otro texto. La parodia, por ejemplo, desvaloriza
y «trivializa» irreverentemente un texto «noble» anterior. Muchas comedias
brasilefias como Bacalhau («bacalao») —una parodia de Tiburön (Jaws, mani(
Fuego en el cuerpo, de Kasdan, evoca el corpus del cine negro de 10s anos
escritoras y sus madres literarias, cuya figura seria mis bien la de un colec-
tivo trabajo artesanal de patc/nvork. También pueden verse en esa teoria re-
rar como canü)ales los textos europeos a fin de absorber su fuerza sin Caer
bajo su dominio, como hacfan, segün se cuenta, los indios Tupinamba con
los europeos para apoderarse de su vigor. De manera similar, Henry Louis
Gates ofrece, en Signifying Monkey, una teoria especfficamente afroameri-
cana de la intertextualidad, rastreando los origenes del «significador» de la
sica, materiales escritos), tres de las cuales eran auditivas, estimulö sin duda
una investigaci6n del sonido que relegaba al olvido la Vieja formula de que
el cine era un medio «esencialmente visual». Este interés renovado por el
sonido coincidi6 con una revoluci6n tanto en la tecnologia del sonido como
en las formas de teorizar el sonido en el cine. Historiadores y técnicos ha-
blaron de una revoluci6n del sonoro» cuando las innovaciones en
ces repartidos por toda Ia sala), empleado por primera vez en 1975 cot) do-
cumentales musicales y en peliculas como La guerra de las galaxias (Star
248 TEORiAS DEL CINE
La revoluciön del sonido, por 10 tanto, fue tanto teörica como tecn016gi-
ca. Analistas como Christian Metz, Rick Altman, Elizabeth Weiss, John
Belton, Claudia Gorbman, Kaja Silverman, Arthur Omar, Alan Weiss, Mary
Ann Doane, Alan Williams, Jeff Smith, Kathryn Kalinak, Michel Marie,
Royal Brown, Michel Chion, Daniel Percheron, Dominique Avron, David
Bordwell, Kristin Thompson, Marie-Claire Ropars-Wuilleumier y Francis
da de los anålisis del sonido en cine. La musica de las peliculas, por ejem-
plo, ha estado presente desde los inicios del medio, pero no ha Sido objeto de
anålisis riguroso hasta los anos ochenta y noventa (salvo contadas excep-
so» se justifica quizå en parte por la visi6n convencional del sonido como
simple afiadido o apéndice de la imagen. También podria estar ligado a un
pectadores (no oyentes) que van a ver (no a escuchar) una pelfcula. De igual
LA AMPLIFICACl(6N DEL SONIDO
249
cånica transmitida por ondas de presi6n a través del aire; percibimos, pues,
el sonido en su tridimensionalidad. Un objeto filmado pierde una dimension
al ser registrado en pelicula, mientras que el sonido grabado, en cambio,
mantiene sus dimensiones; se origina como una vibraci6n del aire y sigue
actuando del mismo modo una vez grabado. El sonido atraviesa las paredes,
mientraS que los rayos de luz quedan bloqueados; podemos ofr la banda so-
Plano.
El sonido grabado posee, en consecuencia, un mayor coeficiente de «rea-
cierto es que el cine nunca fue mudo. Incluso en la época del nickelodeon,
existfan paradigmas sonoros en conflicto, procedentes de distintas tradicio-
nes de exhibici6n. Aunque el cine hubiera Sido mudo en sus principios, sos-
250 TEORiAS DEL CINE .8
sonido.
Numerosos te6ricos del sonido han explorado la fenomenologfa de la
exacta entre 10s labios en movimiento y el discurso que Olmos, por ejemplo);
y «directo postsincronizado» (una cuesti6n de Ios procedimiento< técnicos
/
caso del diålogo verbal de la pelicula, por ejemplo, Metz distingui6 entre
culas con una diégesis sin marcas, esto es, peliculas que ocultan la actividad
narrativa, y peliculas que, como Jules y Jitn, poseen una diégesis marcada,
es decir, las que evidencian el acto de la narraci6n.
måsica o el sonido de fondo), la invisibilidad (la jirafa con el micro debe per-
manecer fuera de cuadro), la continuidad (ausencia de cambios bruscos de
volume . la motivaci6n (la distorsi6n debe responder a una motivaci6n, por
ejemplo lando un personaje no puede oir bien) y la legibilidad (todos los
musica «inaudible» propia de las bandas sonoras del cine clåsico.) Los espa-
cios vacios en Ia banda sonora son un verdadero tabfi, puesto que los especta-
dores podrian deducir que el equipo de sonido no estå funcionando. No deben
existir sonidos sin Ia correspondiente imagen que les acompafie, ni imågenes
sin sonidos: de ahi la desorientaciön que provocan los planos silenciosos en
escenas que normalmente deberian producir sonido. El sonido cinematogrå-
fico, en suma, ha Sido objeto de una intensa codificaci6n, una auténtica
construcciön, y se ve constrefiido por nlllnerosas restricciones: es el produc-
(nado a la Voz frente al resto de pistas acfisticas (la nuisica y los ruid05. El
de producci6n del sonido en el cine clåsico estå destinado a ser un
IVORiAS DEL
térniino evoca la vot de la entidad divina que a los silnples mortales les estå
La voz del tuago en El tnago de Oz (The Wizard of Oz. 1939) evoca esa
que todo 10 sabe y todo 10 ve. aunque la pelfeula culmina en una «desacus•
nmatizaciön» irönica. es decir. en un proceso en el que la voz incorporea re
cibe finaltnente un cuerpo, cuando el Gran Oz es descubierto detrås de una
cortina.
Aunque los analistas han invertido considerables ener2ias en clariticar
las cuestiones relativas al punto de vista, han prestado poca atenci6n a 10 que
Chion denornina punto de escucha (point d'écoute), esto es, el postcton.i-
cueha auditivo y visuals por ejetnplo cuando a las figuras hiltnanas le.l.uvs
sinov, 1976, påg. 15), podriamos argumentar que incluso las pistas no ver-
bales, las de müsica y las de ruidos, por ejemplo, también pueden incluir
I Para una critica de estas tesis, véase Noel Carroll. «Cracks in the Acoustic Mirror», en
(1996).
254 TEORiAS CINE
torno posmoderno.
Algunos estudiosos han examinado los distintos coeficientes de mime-
sis en la imagen con respecto a la mtisica. El efecto «realista» de la mfisica
sonoro estas dos funciones se han ido integrando en el texto filmico, ad-
quiriendo cada vez mayor sutileza, sus objetivos siguen siendo los mismos.
Psicosis, Vértigo / De entre los niltertos [Vertigo, 19581 y Taxi Driver [Taxi
Driver, 1976], Franz Waxman para La ventana indiscreta). La måsica pue-
se nos propone como mundo de ficci6n del filme) o puede ser extradiegéti-
ca. aut6noma, y reclamar la atenci6n por si misma en tanto musica (por
LA AMPLIFICACIÖN DEL SONIDO
255
ta en el cuarto de bafio).
La mlisica es polisémica, sugestiva, y estå abierta a infinitas asociacio-
ban por el fastuoso sonido de una rica partitura orquestal, con largos desa-
rrollos me16dicos basados en los leit,notivs wagnerianos. El concepto (le la
estética que unia la mtisica a las acciones, Ios personajes, los diålogos y a 10s
efectos sonoros, aportando el «color» y el entorno musical adecuados.
Sin ånimos de Inenoscabar el talento de estos compositores, podemos
cuestionarnos si su estética debe ser la linica apropiada para un medio tan
ser un dispositivo harto mecånico para vincular ciertos temas a ciertos perso_
najes, temas a los que se volvia una y Otra vez con minimas variaciones a 10
largo del filme. Las partituras de cine tendian a ser redundantes, sublimina_
les, manidas y confortablemente tonales. Eran redundantes por hiperexplici-
tas: las imiigenes alegres se veian intensificadas por sonidos alegres, 10s
mentos trågicos subrayados por arm6nicos «trågicos», y los momentos
culminantes se ajustaban cuidadosamente mediante subidas y crescendos.
La imagen quedaba sepultada bajo el peso de un alto coeficiente, pleonåsti-
ti adas: flautas para los prados, Mendelsohn para las bodas, acordes omi-
no os para las escenas de peligro. Las partituras eran tranquilizadoramente
tonales, finalmente, p9rque descendian espiritualmente del romanticismo
tardio. Devolvian al pfiblico al paraiso perdido de la tonalidad, la melodia y
laresoluciön final, evitando asi de forma rigurosa toda disonancia y tensi6n
de caråcter moderno.
de fondo. Por Otra parte, Ia misica africana en Ias bandas sonoras de pelf-
,nenta de hielo (The Ice Storm, 1997), donde las canciones pop del pasado
se convierten en un recurso eficaz para evocar un periodo hist6rico.
mco, 10s miembros del Birmingham Centre, que en muchos casos estaban
Vinculados a proyectos de educaci6n de adultos, investigaban los aspectos
zas después. Los estudios culturales han absorbido y remodelado una cons-
telaciön de conceptos: la definici6n de Raymond Williams de la cultura
El marxista italiano Antonio Gramsci fue una influencia clave en los es-
tudios hilturales. En sus Quaderni del Carcere, escritos entre 1929 y 1935,
rias. La izquierda tenia que denunciar el «sentido comün» social, esa amal-
orie
tura» es simultåneamente antrop016gica y artistica. Los estudios culturales
pueden definirse partiendo de su concepciön de democratizaciön (hereda•
la
da de la semiötica) de todos 10s fenömenos culturales como fenömenoS
sobre las condiciones sociales e institucionales bajo las que se produce y re-
cibe el significado. Representan un desplaz„arniento del interés por 10s textos
per se hacia un interés por los procesos de interacci6n entre textos, especta-
dores, instituciones y entorno cultural. Radicalizan el interés de la semi6ti-
ca clåsica por todos los textos —no sölo los textos de nivel artistico eleva-
do-—, poniendo el énfasis tanto en 10s momentos de manipulaci6n
hegem61fca como en los de resistencia politica o ideolögica. Pese a la nega-
amenazan con socavarlos? Alounos te6ricos del cine acogen a los estudios
263
ten «doctrinas»
término se emplea deliberadamente para
el una
todoxia estéril y una adhesion de caråcter ritual—-
tos per se, por estar nuis pr6ximos a Gramsci que a Althusser, por mostrar
menos interés en el psicoanålisis que en la sociologia, y por su optimismo
sobre la capacidad del püblico de efectuar lecturas «a la contra». También
pueden ctytionarse los prejuicios que tildan de «doctrinarios» tanto a los
pectivo «p.c.» de los ataques lanzados por la derecha contra los «radicales
acérrimos».
Un elemento clave en los estudios culturales es la cuestiön de la acci6n,
de si la resistencia y el cambio son acin posibles en un tnundo de medios de
des de resistencia que la teoria del aparato althusseriana. Los estudios cultu-
esferas Comandada por los aparatos Y las élites como en las resistencias sub-
pable por las cuestiones del fenlinismo». Y en los afios ochenta se pidiö a 10s
estudios culturales que prestaran mayor atenci6n al tema de la raza, en parte
bajo la influencia de los estudios culturales norteamericanos, que tienden a
centrarse en cuestiones de género o raza antes que en temas de clase.
bur16 de esa escuela «del placer del consumidor como resistencia» que se
dedica a «buscar subversi6n alli donde es tnenos probable que ésta exista».
La mordacidad politica de los estudios culturales se diluye cuando éstos
los fundadores de los estudios culturales. (Se intuye aqui una versiön iz-
quierdista del Viejo lamento europeo sobre esos bårbaros sin historia del Otro
lado del Atlåntico.) En Estados Unidos, por ir6nico que pueda parecer, esos
mismos representantes de 10s estudios culturales han Sido demonizåd0S por
«muerte del autor» y el «nacimiento del lector». En cierto sentido, sin enl-
20S
respuesta (Stanley Fish, Norman Holland) 0 teoria de la recepciön
da la Escuela de Estética de la Recepci6n de Constanza).
El enfoque historicista de Hans Robert Jauss, formalismo y
sintesis del
por el examen de Wolfoang Iser de la
riamos que ta lectura resistente en un eje (la clase, por ejemplo) puede con-
vivir con una lectura dominante en otro eje (la raza, por ejemplo), y asi en to-
das las pernuftaciones de identidad Y filiaci6n social. David Morlgy anade
complejidad al esquema tripartito de Hall y plantea un enfoque discursivo
que definiria al espectador como «el momento en que los discursos del lector
se encuentran con los discursos del texto» (Morley, 1980).
EL NACIMIENTO DEL ESPECI'ADOR
269
ger, Elena Degrado) discuten temas tan diversos como la composici6n del
püblico por clases, Ia urbanizaci6n y el crecimiento de los espectadores de
cine, y el desarrollo de un «imaginario» cinematogråfico. En Babel and
Babylon: Spectatorship in American Silent Film (1991), Miriam Hansen
examina el papel del «fan», y especificamente el culto a Valentino. En In-
negros. Bell Hooks, por su parte, hablö de la «mirada opositora» de las es-
que les oprime (10s nilios nativos americanos que se identifican con los
EL NACIMIENTO DEL ESPECTADOR
271
bovs en lucha contra los «indios»; 10s africanos que se identifican con Tar-
Tin: los årabes que hacen 10 propio con Indiana Jones), del mismo modo que
los miembroS de grupos privilegiados pueden identificarse con las luchas de
los grupos oprimidos. El POSicionamiento del espectador es relacional: las co-
nes de la moral que nos envuelve, del medio social y de la filiaci6n étnica
cultural o politica que «prepare» al espectador para leer con actitud critica
ta. Durante este periodo, te6ricos como Noél Carroll y David Bordwell ata-
Caron casi todos sus principios fundamentales con iconoclasta regocijo y con
una irreverencia como la del nifio del cuento, que descubria que el emperador
iba desnudo por la calle. (Los blancos de estas provocaciones reaccionaron
con olimpica altivez, dignåndose en contadas ocasiones a responder.) Como
representantes de la tradici6n <<postanalitica», por Otra parte, Richard Allen y
logia (la construcciön del sujeto), o tesis que conciernen a los constituyentes
ültimos de la realidad, tienen su origen en un unico aspecto del cine —la na-
---, como si en este rasgo
turaleza causal 0 indexical de la imagen
fotogråfica
de la representaci6n cinematogråfica radicase, en cierto modo, la respuesta a
lEORiAS DEL CINE
274
todas las preguntas que podatnos plantearnos sobre el cine (je incluso sobre la
ciales e intelectuales.
El movimiento de la «teoria cognitiva», que en un sentido amplio inclu-
ye a figuras tan distintas como Gregory Currie, Torben Grodal, Edward Bra-
nigan, Trevor Ponech, Murray Smith, Noél Carroll y David Bordwell, empe-
zo a adquirir fuerza —si dejamos a un lado a «protocognitivistas» como
Munsterberg y 10s filmolingüistas— en 10s afios ochenta. El cognitivismo
busca respuestas alternativas, mås precisas, a las preguntas formuladas por
los semiöticos y por la teoria psicoanalitica en torno a la recepciön del filme.
El cognitivismo ha Sido una de las lineas de trabajo, aunque en modo alguno
la linica, de un autor como David Bordwell. Hace acto de presencia en el ca-
pftulo «La actividad del espectador» de La narraciön en e/ cine dejicciön, en
1996, påg. xvi). Los cognitivistas destacan el papel de los sistemas fisiolögi-
nativa cognitiva a la semi6tica Para explicar de qué modo entienden 10s es-
las inlågenes y los sonidos de Ia pantalla. Desde el punto de vista del filme,
éste opera en dos niveles: l) 10 que los formalistas rusos denominaban syuz-
es decir la forma en que se cuentan los acontecimientos, por fragmenta-
dad y la coherencia.
Los cognitivistas han criticado 10 que para ellos es el hermetismo, las in-
percepci6n del cine (Revor Ponech); historia del cine y revoluci6n cogniti-
nitivistas también discrepan entre si; por ejemplo, Carroll y Currie se oponen
en temas de empatia y simulaci6n; Allen y Carroll en cuestiones de «ilu-
centra, a su vez, en los elementos formales del cine que «coinciden» con las
afirma que «el cine no es un lenguaje», aunque reconoce que el lenguaje de-
dera que la semiologia del cine no puede verificarse ni probarse, y que por
10 tanto no es cientifica; en su opini6n, los trabajos filmolingüisticos de Ch-
ristianMetz «carecen de todo contenido experimental e incluso de toda su-
gerencia respecto a como se puede Ilegar a decidir si sus afirmaciones son
correctas o err6neas» (ibid., påg. I l). Gregory Currie (1995) rechaza la su-
gun conjunto de convenciones que opere para conferir significado a las imå-
Stam, 1999.)
Algunas de estas criticas se muestran algo mezquinas. El propio Metz ya
las habia formulado implicitamente cuando dijo que el cine no era una lan-
cine como lenguaje (o, posteriorrnente, como suefio). Para 10s cognitivistas,
la jnetåfora no es necesariamente un instrumento cognitivo de exploraci6n,
sino nuis bien una especie de error categ6rico (aunque también se podria
efectuar un estudio cognitivo de la propia metåfora). Los cognitivistas tien-
Dead, 1968), distingue entre una lectura realista en un primer nivel, se_ 10
pote
Aunque el cognitivismo se presenta como novedad absoluta, se puede
Por
apreciar en él un movimiento nostålgico que pretende regresar a un mundo
iden
anterior al diferencialismo saussuriano, anterior a la condena de la «raz6n
instumental» por parte de la Escuela de Francfort, anterior al ego desestabi- sujet
lizado de Lacan, anterior a las criticas marxistas y freudianas del «sentido del c
mutuamente constitutiva entre raz6n y locura postulada por éste. El cogniti- conu
vismo manifiesta una conmovedora fe en la razön (después de Auschwitz) Y cionc
losjudios y los nativos arnericanos. La cuestiön ess por supuesto, con qué fin
que otros odian? La teoria cognitiva no permite dar cuenta de la potencial re-
acci6n homof6bica del espectador de A la caca (Cruising, 1979), la poten-
Cial reacciön antiårabe/rnusulmana de The Siege ( 1988) o la potencial reac-
Pero qué vamos a ver peliculas? d,Para realizar inferencias y probar hi-
p6tesis? Ello forma parte del proceso, sin duda, pero también vamos al cine
Por otros motivos: para confirn)ar (o cuestionar) nuestros prejuicios. para
identificarnos con los personajes, para sentir etnociones intensas y «efectos-
sujeto», para imaginar Otra Vida, para disfrutar de los placeres cinestésicos
del cine, para experirnentar glcunour, erotislno, carisma, pasi6n.
La critica que estoy 'formulando ahora no implica el relativismo cultural,
Como algunos imaginan, sino el estudio histörico de las polifacéticas rela-
ciones entre las fornvaciones culturales. Centrarse en los denorninadores co-
thunes cognitivos entre todas las culturas significa situarse fuera del a?can-
todo discurso, sino «la oroanizaciön ret6rica de parte del discurso» (Carroll,
1998, påg. 391). En esta linea, los cognitivistas han Ilevado a cabo impor-
tantes y fructiferos trabajos sobre temas de compromiso espectatorial no con
el aparato o la narrativa en general, sino con los personajes de las peliculas,
un tema que el antihumanismo te6rico habfa mantenido fuera de los limites
king about Fibn and ED10tions (1999) han explorado las aportaciones del
cognitivismo en el estudio de las respuestas emocionales al cine. En Moving
Pictures: A Nov
Theory of Fihn Genres, Feelings and Cognition, Torben
Kragh Grodal presta atenci6n a la fisiologia de la recepciön del filme, ese
aspecto de la experiencia cinematogråfica que nos hace decir que una pelf-
cula nos puso «la piel de gallina» o «nos encogi6 el coraz6n». En palabras
de Grodal,
nuestro est61nago, corazön y piel estån activados en empatia con las situacio-
nes de la historia y la capacidad de los protagonistas de hacerles frente. (Gro-
dal, 1997. påg. l.)
40). Grodal también rebate la idea de que la teoria cognitiva del cine s610 es
apta para los procesos racionales, y que los métodos psicoanalfticos son mås
litiles para explicar respuestas no racionales como las emociones. Sefiala,
con acierto, que las emociones «no son fuerzas irracionales» sino mås bien
«motivadores de la cognici6n y posibles acciones resultantes». Grodal dis-
tingue una jerarquia ascendente de respuestas, cada una de ellas con un po-
tencial de producci6n de emociones: l) percepciön visual de lineas y figu-
ras;
2) correspondencias de la memoria que tienen lugar en 10s archivos
cerebrales; 3) construcci6n de una diégesis; y 4) identificaci6n con los per-
peculaci6n teörica mås ambiciosa, con sus atrevidas afirmaciones que que-
daban sin demostrar, y pot la incesante politizaciön de la screen theory.
Como parte de este viraje hacia 10 cientifico, la teoria cognitiva apuesta por
un vocabulario propio con palabras como «esquema», «datos visuales», «co-
ordinados neuropsicolögicos», «procesamiento de imågenes», «perspectivas
evolutivas», «fisiologia de la respuesta» y el «reetiquetado cognitivo-hed6ni-
punto de vista moral de un personaje). Los te6ricos han unido con frecuen-
cia (2) y (3), sostiene Smith. bajo denominaciones generales como «identi-
«ide016gico» por 10 «moral», por ejemplo, tira por la borda los logros de la
logia, prÖponiendo una definici6n nuis amplia que tenga en cuenta no solo la
1987), A ddin (Aladdin, 1992) y The Siege porque no tienen ningün interés
personal n ver una representaciön positiva; no es su casa la que estå ardien-
do. Los espectadores årabes y musulmanes, por otro lado, se sienten ofen-
didos y ultrajados por los estereotipos incendiarios de todos 10s årabes y
theory oculta ciertos puntos que comparten ambas teorias. La obra de Murray
Slilith, como la de Edward Branigan, pronlueve un diålogo entre la teorfa
bre problemas teöricos precisos. Resulta ir6nico comprobar que tanto Metz
como Carroll emplean la misma metåfora (la måquina de salchichas) para ri-
diculizar el tipo de anålisis cinematogråfico estéril y epigonal que ambos
desprecian por igual. Los dos movimientos también comparten algunos pun-
tos ciegos..Se ha criticado al cognitivismo y a la semiötica metziana por la
i
marxismo, la narratologfa y la translingüistica, aportando ademås buena
parte de su vocabulario. Como resultado de la evoluci6n interna y de los ata-
ques del exterior, la screen theory perdiö en los afios ochenta la arrogancia
que la habia caracterizado. Sin embargo, 10 que Guy Gauthier denomina
semiötica» sigue siendo una presencia poderosa y dinamizadora
en Ia reflexion sobre el cine. (Resulta interesante, en este sentido, que cam-
i
POs relativamente nuevos como la teoria homosexual busquen, para dotarse
criben las obras de Francesco Casetti (1986 en italiano, 1990 en francés) so-
discurso sino histoire. (Aqui Metz recupera su antigua actitud segün la cual
del equivalente de los deicticos del lenguaje verbal, afirma, no tiene sentido.
puesto que 10 que deberfan buscar en realidad 10s te6ricos son ejemplos de
reflexividad autoral, como las miradas directas a la cåmara, los textos pr0-
nunciados directamente a la cåmara, el encuadre dentro del encuadre, la evi-
por su parte, Ilevan a cabo una sintesis de la teorfa de la enunciacién con las
ria lacaniana en figuras como Joan Copjec y Slavoj iiiek. Aunque se mues-
tran criticos con la teoria del dispositivo, estos te6ricos recuperan la teoria
Psicoanalftica en otros åmbitos. Copjec toma el Seminario XI de Lacan para
desarrollar una teoria simb61ica de la mirada. El sujeto, desde esta 6ptica, no
Puede adquirir nunca el estatus trascendental que le atribuye la teoria del
dispositivo, puesto que el sujeto no es nunca visible para si mismo: «La se-
•tliORiAS Dbl.
cine para detuostrar la validez. de las ideas de Lacan. Del mistno Inodo que
para el crevente todo continua la verdad de las Escrituras, para Ziiek todo
bién es algo nuis que eso- En pruner lugar. deniuestra que algunas pelicu-
tente del positivislno; es bien 10 real psiquico del deseo y la fantasia in-
Ding):
Mås allå no estii el orden silnbOlico sino un nucleo real, un nucleo trau-
Cosa corno encarnaciön del goce itnposible (el térnlino Cosa debe entender•
es que el Mås Allå estå vacio, desprovisto de todo contenido positivo: no hay
profundidad alguna de «alma» en él (la mirada de Norman carece totalmente
de alma, como la mirada de los monstruos y de los muertos vivientes). En
este sentido, el Mås Allå coincide con 'la propia mirada... un vacfo sin pro-
fundidad de pura Mirada que no es sino el reverso top016gico de la Cosa.
(Zizék, 1992, pågs. 257-258.)
I
de porS tre y Fanon de un lado y Althusser del otro (en su ensayo «Freud
y Lacan», or ejemplo). Si Foucault sustituye el término «ideologia» por
«discurso», Ziiek mantiene el primero. Pero en vez del antiamericanismo de
Lacan, quien veia a Estados Unidos como el pais iluso de la «psicologfa del
ego», iiiek incorpora a Hollywood y la cultura popular. Efectivamente, su
prosa «dictamina», por asi decirlo, la igualaci6n entre alta y baja cultura.
que, en todo momento, las cosas podrian haber Sido de Otra manera» (iiiek,
1991, påg. 69). iiiek pone a esos directores que «perturban» los protocolos
vanguardia:
En de llasl reglas que garantizan la coherencia
de (la habitual de IOS autores de vanguardia),
la a cabo por Hitchcock de esas m ismas reglas consiste en
disipar el de su falsa «apertura», haciendo visible la clausura como
pie de la letra las reglas de la clausura (como en Psico-
sici6n psfquica del espectador durante la experiencia del filme; no 10s es-
pectadores tal y como son en la Vida real, sino 10s espectadores tal y como
el filme «quiere» que sean. Para Roger Odin, el objetivo de la semioprag-
nvåtica es mostrar los mecanismos de producciön del significado, entender
se entiende un filme. Desde esta perspectiva, tanto la producciön co-
mo Ia recepciön del filme son actos institucionales en 10s que se dan cita ro-
consigue (lie el espectador se haga eco de la ficciön, el proceso que nos im-
pulsa y nos Ileva a identificarnos, a amar o a odiar a los personajes. Odin di-
vide este proceso en siete operaciones distintas:
si.'i_
Casetti (1986) explora los modos en que las peliculas sefialan la presen-
Ines, narraciön y espectador, nos encontramos ante una estructura dual don-
de la pelicula actua directanlente sobre el espectador, que vibra no ante una
ficci6n sino ante variaciones de ritmo, intensidad y color, 10 que Baudrillard
güistico sölo existe como reacci6n frente a una materia no lingüistica que
aquél transforma» (Deleuze, 1989, påg. 29). Denomina a esta materia no lin-
güistica enoncable, «enunciable», una «materia signaléctica» que incluye
pig. 19).
Aunque para Deleuze la relaci6n entre cine y lenguaje sigue siendo «el
que siempre quedaba excluido del enfoque lingüfstico del cine —ese en-
A TIEMPO: EL IMPACTO DE DELEUZE
297
y el movimiento. Una teoria del cine, para Deleuze, no ha de tratar «de cine»
sino del concepto desencadenado por el propio cine, de las formas en que ge-
nera nuevos vinculos entre terrenos y disciplinas. Deleuze no se limita a teo-
rizar el cine de manera innovadora: cinematiza la filosofia. Metz estaba inte-
298
tas como Godard y Bresson y del cine como Batin y Metz.
algunos de IOS eternos de la teoria cinematogråfica
lisn)0, ni0dernidad, evoluciön del lenguaje cinematogråfico— pero los revi_
taliza en una nueva relectura. El realisnu), por ejenlplo, ya no remite a una
adecuaci6n Illimética y analögica entre signo y referente, sino al sentijnien-
to del tielnpo, la intuiciön de la duraciön vivida, esos paneles corredizos de
la durée bergsoniana. El cine no representa 10 real, sino que 10 restituye. El
encuadre, para Deleuze, es inestable, puede disolverse en el flujo del tiem-
que «la especificidad del cine sigue radicando en que despliega la imagen en
el tiempo real, tiempo vivido del pensamiento y del
que se convierte en el
cuerpo». Deleuze también hereda una versiön heroica de la teoria del autor:
movimiento que va de una Inodalidad a la Otra, una ruptura que Deleuze aso-
cia con los primeros afios de la posguerra, que en liltima instancia dieron pie
tes situadas en el interior del encuadre y hacia un todo mås amplio que se de-
-300
tilturo inmediato que alin no ha Ilegado a ser. (Esta idea remite al sketch del
cömico Sid Caesar donde éste pretendia afe1Tar fisicamente el presente, pero
que en cuanto 10 cogia «ya se habia ido».) Con la imagen-tienlpo, el cine del
agente se transforma en el «cine del vidente», movimiento que a nuestro jui_
Cio recoge ecos de las descripciones de la critica literaria respecto a la tran-
de Ia memoria.
Numerosos criticos han cuestionado la originalidad de Deleuze o discu_
tido sus conclusiones. Los analistas han sefialado las deudas que Deleuze
mantiene con anteriores teorias, historias y anålisis del cine (en justicia,
obras de Bazin, Heath, Bordwell y Burch sobre el cine clåsico. Bordwell se_
fiala que Deleuze construye su propia versi6n de la historia del cine basån-
telloni, 1953) no Ilevan a cabo 10 que Deleuze afirma que Ilevan a cabo.
Tienen sus propios agentes reconocibles, sus actividades con sus prop6sitos
especificos y sus cadenas de vinculos. A juicio de Livingston, afirmar, como
hace Deleuze, que ciertos aspectos de esas peliculas «destruyen» la narra-
ciön «seria como decir que las pausas dramåticas "destruyen" las melodias
de la Novena Sinfonia de Beethoven». En liltima instancia, puede recono-
cerse la brillante( de los anålisis de Deleuze, y puede dialogarse con Deleu-
ze, o intentar filosofar como Deleuze, o hacer con otros fi16sofos 10 que De-
leuze hizo con Bergson; mås problemåtico resulta, al parecer, «aplicar» a
cias biolögicas entre hombres y mujeres, si bien en este caso a favor de las
mujeres, consideradas innatamente tiernas, dialogantes. ecolögicas y enri-
en 10s descubri6 que la teoria del cine habia Sido siempre norma-
tivamente blanca y europea, también se descubri6 que habia Sido normati-
vamente heterosexual. El psicoanålisis habia desatendido las cuestiones de
clase y el marxismo habia hecho 10 propio con las razas y los géneros. pero
tanto el psicoanålisis como el rnarxismo habian ignorado la cuesti(fn de la
de por el uso politico de las afirmaciones de ciertos cientificos, segün las cua-
Inen 's studies, también abri6 camino para los estudios gay y lésbicos (luego
denominados queer studies»). Numerosos te6ricos vinculados a esos cam-
pos insistian en que las fronteras en la identidad genérica eran sumamente
permeables y artificiales. Los te6ricos empezaron a afirmar que el género
era siempre «actuaciön» (perfonnance): imitaciön y no esencia. (((lßué le
xuales, y en especial Ios heterosexistas, han cargado en este siglo las fronte-
ras que definen a la minoria "homosexual" respecto a la mayoria "hetero-
sexual"». Sedgewick sostuvo que nuestros «burdos ejes de categorizaci6n»
mutilan y homogeneizan un amplio espectro de identidades sexualizadas y
pråcticas de identificaciön.
En el cäwpo de los estudios sobre cine, el poder de la teoria homosexual
viene avalado por innumerables conferencias, festivales de cines nümeros es-
peciales de revistas (Jiltnp Cut* por ejemplo), asi como por la publicaci6n de
innumerables antologias y monografias dedicadas al cine y a la teoria homo-
sexual. Como sefiala Julia Erhart, Ias investigaciones en el territorio lésbico
empezaban a topar con las restricciones impuestas por la teoria feminista he-
Véase Julia Erhart, «She Must Be Theorizing Things: Fifteen Years of Lesbian Criti-
304
rosexualidad esencial de la teoria psicoanalitica. Aunque Freud reconocfa la
vampira esbiana. Como habia hecho la teoria feminista del cine, y como
hizo desp {s la teoria de la raza, si bien con mucha mayor rapidez, la teorfa
homosexual pasö del anålisis correctivo de estereotipos y distorsiones a mo-
delos de mayor enjundia teöfica. En «Stereotyping» (1977), Richard Dyer
analizö las formas en que operaban los estereotipos gay y lésbico para nor-
mativizar la sexualidad masculina heterosexual, marginando al mismo tiem-
po las formas alternativas hasta hacerlas invisibles. Para Dyer, el objetivo a
alcanzar no era simplemente la denuncia de estereotipos o la creaci6n de
ciones entre mujeres que presentan sus peliculas. La teoria homosexual tam-
bién ley6 text0S populares como La gran aventura de Silvia (Sylvia ScÆIet,
1935) y Los caballeros las prejieren rubias (Gentlemen Prefer Blondes,
1953) en tanto propuestas a contracorriente del entorno heterosexual. Harry
TEOR(A HOMOSEXUAL SALE DEL ARMARIO
305
ci6n que ejercen sobre Ios gays figuras «excesivas» como Carmen Miranda
y Judy Garland. Exploraron el subtexto gay en pelfculas de Hitchcock como
soga (Rope, 1948) o Extrafios en un tren, y en iconos populares como
Batman y Pee Wee Herman (Doty, 1993), detectando también 10 que Patri-
cia White denomin6 «la espectral presencia del lesbianismo». La teoria ho-
pecificas que comporta el hecho de hacer teoria lésbica. Ruby Rich sostuvo
que, mientras los gays pueden recuperar materiales gay del pasado, las les-
arque610gos, las chicas tienen que ser alquimistas» (Rich, 1992, påg. 33). Si
heim, John Greyson, Marlon Riggs, Thomas Allen Harris, Richard Fung,
Prathibha Parmar, Tom Kalin, Derek Jarman, Gus van Sant, Gregg Araki,
Karim Ainouz, Sergio Bianchi y Nick Deocampo.
Multiculturalisnu», raza y representaci6n
su pelicula Black Skin, VVhite Mask, 1996.) Sin duda, quienes practican el
odio desde sus diversas variantes pueden intentar «coaligar» sus prejuicios,
como en el eslogan: «EI feminisnu) es una conspiraci6n de tortilleras judi"as
contra la raza blanca». Tanto la homofobia como el antisemitismo tienen en
connin su proclividad a conferir a su objeto de odio un poder hipotética-
mente enonne: «ellos» 10 controlan todo, «ellos» estån intentando hacerse
con el poder. Pero i,qué es 10 especifico y unico de cada una de estas formas
de opresi6n? Las personas pueden ser victimas de la homofobia en su pro-
pia familia, por ejenlplo, algo bastante menos probable que en el caso del
Odasta qué Punto puede un «ismo»
antisemitislno o del racismo antinegro.
formar filas junto a otros ismos? El sexismo, el racismo y el clasismo pue-
den tener tintes homöfobos, por ejemplo. Muchos te6ricos sugeririan que 10
importante es no separar estos ejes de representaci6n, asumir que la raza tie-
L Para Roger Kimball, multiculturalismo es «un ataque a la... idea de que, pese a nues-
tras multiples diferencias, tenemos en connin un legado intelectual, artistico y Inoral proce-
dente en gran rnedida de 10s griegos y de la Biblia, [quel nos preserva del caos y de kOarba-
rie. Y 10 que pretende el Inulticulturalista es, precisamente, prescindir de ese legado. Véase
Roger Kimball, Tenured Radicals: Hon' Politics has Corrupted Higher Education, Nueva
York, HarperCollins, 199(), epilogo.
MULTICULTURALISM O, RAZA Y REPRESENTAC16N
309
rio y sin ayuda, aparece como «motor» del progreso hist6rico: democracia,
sociedad de clases, feudalismo, capitalismo, revoluci6n industrial. El euro-
centrismo se aduefia de la producciön cultural y material de los no europeos
negando simultåneamente los avances de éstos y el expolio cometido: conso-
La frase «the West and the Rest», que nosotros sepamos, se remonta a la obra de Chin-
The West and the Rest of Us: White Predators, Black Slaves and the African Elite
(Nueva York, Random House, 1975). También se utiliza en Stuart Hall y Gieben
(comp.), Formations of Modernity (Cambridge, Polity Press, 1992).
3. Muchas de estas ideas aparecen desarrolladas con mayor profundidad en Shohat y
( 1994).
310 "IEORiAS DEL CINE
pueden ser antieurocéntricos, del mismo modo que 10s no europeos pueden
ser eurocéntricos. Europa sienvre ha producido sus propios criticos del im-
perio: De las Casas, Montaigne, Diderot, Melville.
En cierto sentido, el concepto de Inulticulturalismo es muy simple; alu-
de a las mClltiples culturas del mundo y a las relaciones hist6ricas que man-
tienen entre si, incluidas la subordinaciön y dominaciön. El proyecto multi-
culturalista (por contraposiciön alhecho Inulticultural) contempla la historia
del mundo y la Vida social contemporånea desde una perspectiva de igual-
dad radical entre los pueblos en cuanto a estatus, inteligencia y derechos. 'En
su versiön mås banal, puede degenerar fåcilmente en un pluralismo estatal o
6 Para una perspectiva similar, véase Joan Scott. «Multiculturalism and the Politicsnjf
Identity October 61 (verano 1992), y Stuart Hall. «Minintal Selves» en Identity: The Real
en la teoria del cine de la época muda, por ejemplo, pese a que en esos mo-
mentos el imperialismo europeo y el racismo cientifico estaban viviendo su
apogeo y existian miles de peliculas colonialistas como King of the Canni-
bals y Le Musuhnan Rigolo Cuando 10s
(1897). te6ricos europeos y norte-
americanos del cine mudo hacen menci6n de la raza, suelen referirse a las
nacionalidades europeas. Asimismo, los comentarios de los te6ricos sobre
peliculas como El nacintiento de una naciÖn tendian a centrarse no en el ra-
cismo del filme sino en su estatus de «obra maestra». Eisenstein fue una ex-
cepci6n a la regla, puesto que en su texto «Dickens, Griffith y el cine de
hoy» hablaba de la naturaleza «repelente» del «monumento en celuloide al
Ku Klux Klan» elaborado por Griffith. También hemos mencionado el mi-
mero de 1929 de Close Up dedicado al tratamiento del «Negro» en el cine.
ademås de si mismos».
En las liltimas décadas se han Ilevado a cabo importantes trabajos sobre
los temas de fa representaciön étnica / racial / cultural en el cine de Holly-
wood. Uno de los primeros textos clave (escrito primero en espafiol pero
Iuego traducido a numerosos idiomas) es Para leer al Pato Donald: contu-
nicaciön. de tnasas y colonialistno ( 1975), de Ariel Dorfman y Armarfd Mat-
telart. En él se denuncia el racismo imperialista patente en los dibujos ani-
mados de Disney:
MULTICULTURALISM O, RAZA Y REPRESENTACIÖN
313
Disney visita... regiones lejanas del mismo modo que 10s personajes ha-
cen con sus cuerpos; esto es, sin nociön alguna de anteriores relaciones his-
toricas censurables, casi como si acabasen de Ilegar al reparto de tierras y de
riquezas... A1 igual que Disney saquea todo el folklore, los cuentos de hadas
y la literatura del siglo XIX y Xx... hace 10 propio con la geografia mundial.
Louis B. Mayer segün la cual los negros s610 debfan aparecer como limpia-
botas o camareros). Crfticos pertenecientes al pueblo nativo americano como
Vine Deloria, Ralph y Natasha Friar (1972), Ward Churchill (1992),
Otros, discutieron la dicotomia que convertia a los indios en bestias sedientas
de sangre o nobles salvajes. Otros estudiosos, entre los que destacan Daniel
Leab, Thomas Cripps (1979), Donald Bogie (1989), James Snead (1992),
Mark Reid, Clyde Taylor (1998), Ed Guerrero (1993), Jim Pines, Jacquie Jo-
nes, Bell Hooks (1992), Michelle Wallace y Pearl Bowser, han explorado los
grupos «nlinorizados», como los latinos (véase Pettit, 1980; Woll, 1980;
Fregoso, 1993). Woll (1980) destaca el sustrato de violencia masculina co.
numeven en una salsa encendida y apasionada que evoca los titulos de las pe-
liculas de Lupe Vélez: Pintienta y Incis pinüenta (Hot Pepper, 1933), Strictly
negros. La moralidad, en estas obras, va ajuego con el color: cuanto mås os-
curo, peor es el personaje (ibid. , påg. 24).
El anålisis de estereotipos, la disecciön critica de las repetidas constela-
ciones de rasgos negativos de los personajes, fue una contribuci6n indispen-
sable porque l) reve16 patrones opresivos de prejuicio en 10 que a primera
vista podrian parecer fenömenos azarosos e incipientes; 2) destac6 Ia devas-
taciön psiquica infligida a 10s grupos afectados por las representaciones sis-
otipos no son un error de percepci6n sino una forma de control social, en-
carnada en 10 que Alice Walker denomina «prisiones de la imagen»
(Alternative Museum, Asimismo, Ia reivindicaci6n de una imagen
1989).
positiva responde a una logica profunda que linicamente serån incapaceS de
comprender los privilegiados de Ia representaciön. Dado que el Cine domi-
nante comercia con héroes y heroinas, las comunidades minoritarias tienen
derecho a pedir su parte del pastel por una simple cuestiön de igualdad en la
representaciön.
MULTICULTURALISM O, RAZA Y REPRESENTACIÖN
315
7 Steve Neale (1979-1980) sefiala que los estereotipos se juzgan sitnultåneamente res-
siön distinta de la moralidad, sino que ésta puede ser incluso Opuesta. Lo
que para el grupo dominante es positivo, por ejemplo los actos de esos «in-
dios» que espian para Ios blancos en Ios westerns, podria ser considerado
como tr iciön por el grupo dominado. El tabli en Hollywood no eran las
imågene positivas sino Ias imågenes de igualdad racial, las imågenes de ira
por Otra parte, una conexi6n automåtica entre el control sobre la representa-
ciön y la producci6n de imågenes positivas. Muchas pelfculas africanas
como Laafi (1991) y Finzan (1990) no ofrecen imågenes positivas de la so-
sociedad africana (10 cual es mucho mås importante). Las «imågenes positi-
mundo peliculas que mostraban a Estados Unidos como una tierra de gångs-
teres, violadores y asesinos.
Cuando se privilegia el anålisis social de las representaciones, las tra-
dentro del Plano, el campo y el fuera de campo, 10s diålogos y 10s silencios.
para hablar de la «imagen» de un grupo social debemos formular preguntas
precisas sobre las imågenes: é,Cuånto espacio ocupan en el plano 10s repre-
sentantes de los distintos grupos sociales? (iSe les ve en primeros planos o
solo en planos largos de conjunto? (üCon qué frecuencia aparecen en com-
paraci6n con los personajes europeos o norteamericanos y cuånto duran sus
apariciones? (iSe les permite relacionarse entre si, o requieren siempre la
y étnica / politica?
Para de los estereotipos, es deseable que los personajes sean
tridimensionales, «redondos», en el seno de una estética dramåtica realista.
rea del critico seria llamar la atenciön respecto al juego de voces culturales,
no sölo las que se escuchan en un «primer plano» auditivo sino también las
que el Wpio texto distorsiona o sofoca. La cuesti6n no es el pluralism
sino la multivocalidad, un enfoque cuyo objetivo sea cultivar e incluso in-
crementar las diferencias •culturales, aboliendo, de paso, las desigualdades
de Origen social.
En los afios ochenta y noventa se ha intentado traspasar la frontera de 10s
9. Mercer y Julien (1988), en una linea similar, distinguen entre «representaci6n como
pråctica de descripciön» y «representaci6n corno pråctica de delegaci6n».
MULTICULTURALISMO, RAZA Y REPRESENU\CIÖN
319
«Los otros tienen raza; nosotros somos gente, simplemente» (ibid, påg. l).
Ian los (etnas de rata y casta en Otros contextos nacionales? (IA qué diseur.
sos se recurre•.' Los estudios de este tipo deberån recorrer un largo camino
antes de Ileear a desterTitoriali;ar una discusiön que eon detnasiada fre-
Durante un largo periodo de tiempo. las historias eståndar del cine y 'la
teoria eurocéntrica del cine ignoraron a los paises del «Tercer Mundo» y las
cine del Tercer Mundo, que se tradujo en una avalancha de textos publica-
dos en inglés sobre el tema: el pionero Third Cinepna in the Third VVorld:
The Aest/letics of Liberation (1982), de Teshome Gabriel, Third World
Filliltnaking aid the IVest ( 1987), de Roy Armes, African Cinetna (1992), de
Manthia Diawara y Black African Cinemna (1994), de Frank Ukadike; mo-
nografias sobre cine cubano, cine mejicano (Mora, 1988), cine argentino,
cine brasilefio (Xavier, 1998), cine israelf (Shohat, 1989) y cine indio; va-
liosas recopilaciones obra de Jim Pines y Paul Willemen (1989), John Dow-
'lUORiAS DEL CINE
término «Tercer Mundo», que pas6 a considerarse una reliquia poco pråcti-
L Para mås inforjnaci(ön acerca del «pos,tercennundismo», véase Shohat y Stan) (1994)
I
y Ella Shohat, «Post-Third Worldist Culture: Gender, Nation and the Cinenla», en Jacquie
posibi\l ades del cine del Tercer Mundo en todo el planeta. Tal y como
apunta Anthony Guneratne. las generalizaciones criticas formuladas acerca
del «cine del Tercer Mundo» serian impensables para el «cine del Primer
cine del Tercer Mundo: «lgnorando al ptiblico de las sociedades del "Tercer
yectar sus propias agendas politicas como requisito moral de las peliculas
del "Tercer IVIundo", sin pedirle nunca nada parecido al cine del Primer
NIundo».2 De este modo, se supone que los cineastas del Tercer Mundo (y de
las «minorias») deben ser la voz de los oprimidos; nadie le pide algo asi a
Tarantino o Scorsese. El concepto de cine del Tercer Mundo ha desemboca-
ioal do, pues, en una especie de presi6n didåctica ejercida sobre las peliculas de
Asia, Africa y Latinoanlérica para que cumplan los requisitos del tercer
cine. Esta especie de exotismo miserabilista entiende que las peliculas del
Tercer Mundo sobre la clase media en Irån, por ejemplo, «en realidad» no
son del Tercer Mundo. La ideologia del cine tercermundista también corre
el riesgo de instaurar una formula para un cine correcto, ignorando, sin em_
bargo, las condiciones, necesidades y tradiciones concretas de 10s distintos
paises.
concepto de Tercer Mundo ignora, asimismo, la presencia de un
El
«Cuarto Mundo» en todos los mundos restantes, que incluye a esos pueblos
que solernos llarnar «indigenas», «tribales» o «primeras naciones»; SUpervi-
vientes, en surna, de los habitantes originales de territorios que Posterior _
mente fueron objeto de ocupaci6n o acotaci6n en un proceso de conquista o edi0
vas, unos 250 niillones de personas, residen en el interior de 10s 2.000 Esta_
ficas», que en los liltimos afios han intentado despojarse de todo vestigio de
actitud colonial. En las peliculas etnogråficas del pasado, voz en off de 10s
'la
contingente. (La antropologia, como sefiala una popular boutade del inglés,
se ha convertido en Anthro-Apology4.) El ideal seria que ya no se tratase de
como representa uno al otro, sino de como colabora el uno con el otro. El
Tin
objetivo, raramente alcanzado, es garantizar la participaCi6n efectiva del
«otro» en todas las fases de producci6n, incluyendo la producci6n teÖrica.
Los pueblos indigenas han emprendido, entretanto, la tarea de represen-
tarse a si mismos, con poca o ninguna mediaci6n. Actualmente, tenemos el
325
obra de Sherman Alexie (spokane) titulada Ranger and
Fistfight in Heaven, y dirigido por Chris Eyre (cheyene), su historia
illiciåtica de dos j6venes Coeur d'Alene ironi7a con frecuencia sobre 10s
de comunicaciön. («Si hay algo patético que contemplar a 10s in-
dios en la televisiön». dice uno de 10s dos protagonistas, «es contemnplar a
indiosque conternplan a los indios en la televisi6n.») En Nueva Zelan-
da, Guerreros de Antano (Once Were Warriors, 1994), de Lee Tamahori,
fue el pruner largometraje maori que obtuvo un éxito internacional. La no-
vedad nuis destacable de los ciltimos tiernpos ha Sido el surgimiento de 10s
son también los receptores, junto con las comunidades rnås pr6ximas y, oca-
sionalmente, instituciones culturales o festivales de otros lugares como 10s
les de cine y video nativos americanos que se celebran regularmente en San Francfsco y en la
mer Mundo recibe muy poco de la vasta producciön cultural del Tercer
Mundo, y 10 que recibe suele estar mediatizado por las grandes etnpresas
8. Ibid.
9. Para una visiön critica del proyecto kayapo, véase Rachel Moore, «Marketing Alte-
rity», Visual Anthropology Revie)i', VOL 8, no 2 (otofio de 1992): y Janw,s C. Faris, «Anthro-
pological Transparency: Filjn. Representation and Politics», en Peter Ian Crawford y David
327
transnacionales. Estos procesos no siempre son negativos, por supuesto. Las
rnultinacionales que divulgan inanes. éxitos de taquilla y
producidas en cadena tarnbién divulgan mtisica de la diåspora africana
reggae y el rap por todo el mundo. El problema no radica en
el el in-
tercambio, sino en la desigualdad que preside dicho intercambio.
meson, hasta cierto punto precipitada y totalizadora, de todos 10s textos del
Tercer Mundo. La alegoria, ademås, tiene pareja validez en las produccio-
nes culturales de todo el mundo. En su ensayo and Nation», Is-
329
objeciones, el concepto de alegoria nacional, concebido aqui en sentido am-
coluo todo enunciado oblicuo o sinecd6tico susceptible de completarse
cine del Tercer Mundo de las filtimas décadas pueden detectarse como mi-
nimo tres corrientes alegöricas. En primer
tenemos las alegorfas na-
lugar,
cionalistaS teleolögicas y de influencia marxista de una primera época (Dios
el diablo en la tierra del sol [Deus e o diabo na terra do sol, 19641), anali-
oran escala.
Una tercera variante de la alegoria, indistintamente teleologica o moder-
na, se encuentra en ciertas peliculas (como Os inconjidentes [19721, de An-
dra en las que la alegoria actåa como camuflaje protector contra 10s regi-
mene censores: aqui, el cine emplea el pasado para hablar del presente, o
nes estudiantiles en Batch '81 [1982], de Mike de Leon) para evocar una es-
tructura macrocosmica (las Filipinas bajo el régimen de Marcos). La tenden-
cia aleg6rica, recurso de todo arte, se incrementa en el caso de los cineastas
mismo modo que todas las peliculas (ya sean sobre mitologia hindfi, melo-
12. Lo indican Behroze Gandhy y Rosie Thomas en su ensayo «Three Indian Film
cionales. Los cineastas del Pruner Mundo parecen flotar «por encima» de
tnezquinos intereses nacionalistas, pero ello es sölo porque euentan con la
alcachofa» que apareceria después de pelar las hojas externas, o como si,
por decirlo con Otra Inetåfora, la naciön fuese la forma ideal escondida en el
331
Toda definiei6n de un nacionalismo debe,
fonso Arau y Guillermo del Toro, por ejemplo, trabajan en Estados Unidos,
mientras que el chileno Ratil Ruiz se asentö en Francia pero trabaja en todas
partes.
Mientras no se les considere entidades preconstituidas y «esenciales»,
sino proyectos que deben forjarse colectivamente y que un dia deberån «di-
solverse», tanto el «Cine del Tercer Mundo» como el «tercer cine» aun po-
seen vigencia tåctica y polémica para una pråctica cultural politizada. Tam-
bién resulta litil distinguir entre el Tercer Mundo como espacio geopolitico
Y el término «tercermundista» referido al discurso y a la orientaci6n ide016-
rastros que esta interacciön ha dejado en la literatura, las artes y las ciencias
cer Mundo» (Xavier, Jameson, Ahmad), los trabajos del «Subaltern Studies
Aunque Fanon nunca hablO de discurso orientalista per se por ejenlplo, sus
criticas del Litnaginario colonialista de los anos cincuenta y principios de 10s
sesenta ofrecian ejernplos prolépticos de critica antiorientalista. Enlpleando
térlninosque podrian describir un sinntinaero de peliculas colonialistas, Fa-
non denuncia en Los condenados de Ia tierra la existencia de un binarismo
colonial ruediante el cual «el colonizador hace la historia: su Vida es un
una Odisea» Inientras frente a él, «unas criaturas aletargadas, devoradas por
en costurnbres ancestrales, constituyen un telön de fondo
la liebre, sujniclas
pea
— sino tanibién en su incapacidad de distinguir las relaciones entre la
Y DISCURSO POSCOLONIAL
((indiuduaci(6n del sujeto que tuvo lugar en 'Europa, por ejemplo, le fue n]
a los colonizados». En las colonias, 10s europeos ejercian un brutal po-
coercitivo distinto al ejercicio de poder
dades fljas. Los criticos. sin ennbargo, no tardaron en indicar que Bhabha, en
su apego por los deslizamientos y descentramientos del «comportamiento
subrepticio», habia despolitizado en ciertos aspectos el ideario anticolonial
mio de consolaciön para los oprimidos, como si se dijese: «Es verdad que
habéis perdido vuestra tierra, vuestra religi6n y que os torturan, pero sed op-
timistas: isois hil)ridos!». También se apuntö que, tiempo atrås, la moderni-
dad literaria en Latinoajnérica y el Caribe ya habia dotado al «hibridismo»
de connotaciones positivas.
La popularizaciön en los afios ochenta del término «poscolonial» para
designar las obras que tratan cuestiones surgidas de las relaciones colonia-
les y sus secuelas coincidiö claramente con el eclipse del antiguo paradigma
del «Tercer Mundo». El prefijo «post» sugiere, como sefiala Ella Shohat,
del Tercer Mundo en las metropolis del Primer Mundo. El término «posco-
Ionial» no deja Claro a qué perspectiva se refiere. (ex)
entonces, i,el prefijo «post» indica la perspectiva del excolonizado (el arge-
336 IEORfAS DEL CINE
Iino, por ejernplo)s del excolonizador (el francés, en este caso), del excolo-
no asentado (pied noir) o del hibrido desplazado a la metröpolis (el argelino
en Francia)? Corno la nvayoria del mundo vive ahora «después» del nacio-
nalisrno, el «post» neutraliza las significativas diferencias existentes entre
Francia y Argelia, Gran Bretafia e Irak, Estados 'Unidos y Brasil. A1 procla-
mar el fin del colonialislno, adenvås, el término «poscolonial» corre el ries-
go de ocultar las huellas deformantes de la resaca colonial en el presente,
deslegitinvando al mismo tiempo la investigaciön del pasado precolonial
(véase Shohat, 1992).
Si el discurso nacionalista de los arios sesenta trazo fronteras claras en-
culas también reflejan una situaci6n real donde los «inmigrantes» mexi-
el e-mail, la televisi6n por satélite, los faxes y, por supuesto, las cadenas lo-
cales de televisiön por cable con programaci6n en espafiol o urdu. El Viejo
concepto de asimilaciön ha dado paso al mantenimiento activo de multiples
lealtades, identidades y filiaciones.
La teoria poscolonial maneja con gran eficacia las contradicciones y sin-
'l
cretismos de indole cultural que genera la circulaci6n global de pueblos y
mercancias culturales en un mundo interconectado de comunicacioné ma-
Sivas, cuyo resultado es una suerte de sincretismo mercantilizado o multi-
338
*IT-ORfAS CINE
nvas. 1985). Etc•ctivarnente, la palabra "lasala fornhl parte cle los titulos de dos
tilines de diåspora india, uno de ellos indo-canadiense (IWasa/c/ | 199 1) y
la 1
discurso
y de resistencia
de reivindicac activa frente a las incursiones coloniales.
poética y politica de la posmodernidad
relegado a los nvårgenes. Todo 10 que sugiriese Inaestria artistica o metana- Ill
tario.
La globalizaciön y el declive de las esperanzas ut6picas revolucionarias
de las tiltilnas décadas han conducido a un replanteanliento de las posibili_
liticas. Desde los afios ochenta, se Ivace presente una distancia autorreflexi-
tro humano.
La teoria contemporånea del cine debe afrontar necesariamente los fe-
Ilegada de una nueva era del capitalisnu) cuyos campos de batalla son 'la cul-
343
tenia que todo 10 que hasta entonces se vivia directamente se habia transfor-
de la politica per se y
situarlo en la economia del signo
laespectacularizaciön de la Vida cotidiana, Debord se anticip6 claramente
a las tesis postuladas afios nuis tarde por Jean Baudrillard.
sistema, el sistema ha dejado de ser visible como tale Hal Foster ( 1983) dis-
visiön conic) The Daily Shove. donde todas las noticias del dia —el hanlbre
en Suclån, las nvasacres de Bosnia, Bill Clinton v Monica Lewinsky
alusiön», por su parte, opera con espectadores que se supone tienen cono-
cimient N' de historia del cine. Se trata de combinar referencias a las fuen-
tes mås h terogéneas en un juego Itidico con el espectador, cuyo narcisismo
se ve alimentado no a través de una identificaciön secundaria con los perso-
gia de reciclaje (Pulp Fiction, True Rontancel). Nos hallamos ante un cine
fia al declive de las utopias. En una era de reniakes, secuelas y reciclajes, nos
sumergimos en el reino de 10 que ya se ha dicho, ya se ha leido y ya se ha
visto; yo he estado alli, yo ya hice eso.
La obra de Jean Baudrillard prolonga y revisa la semi6tica y la teoria
348
a la econonfa per se ignorando a su vet las economias sutiles
del Para Baudrillard, la nueva era se caracteriza por la semiurgia,
esto es. el proceso el cual la producci6n de objetos motor de
la Vida social ha dado paso a la producci6n y proliferaciön de sionos en 10s
Inedios de Baudrillard ( 1983) postu16 la existencia de
dad provoca que el signo se Ivaga mås real que la realidad misma. La desa-
pariciOn del referente e incluso del significado no deja tras de sf sino un
interniinable desfile de significantes vacios. Los Angeles se convierte en
una Inala ilnitaciön de Disneyworld, que se nos presenta como si fuese ima-
ginario para convencernos de que el resto es real. La foto es mås bonita que
el nifio. John Hinkley recapitula la fantasia de rescale de Travis Bickle en
Taxi Driver; entretanto, Reagan confunde su Vida real con su Vida en Ia pan-
talla. Las nvasas, en la era de la muerte de 10 social, se convierten en una
fuerza ilnplosiva en nombre de la cual ya no se puede hablar, una fuerza a la
1997]), no significa que no existan alternativas. Uno no puede pasar tan få-
cilmente de describir las condiciones contemporåneas a rechazar de plano
toda pretensiön de verdad y acci6n politica. Lo unico que ha hecho Baudri-
llard es ofrecer una metanarrativa inversa, una teleologia negativa del pro-
fria. Los criticos del Tercer Mundo han afirmado que la posmodernidad en
general no es sino Otra modalidad occidental de presentar su propia imagen,
POÉTICA Y POI.iTlCA DE LA POSMODERNIDAD
349
manera de hacer pasar sus preocupaciones provincianas por condiciones
tilliversales. «Para los africanos», escribe Denis Epko, «la celebrada condi-
postnoderna no es nuis que el llanto hip6crita y autocomplaciente de
cer Mundo parece ir siempre a la zaga, no sölo economica sino también cul-
ci6n del arte o medio que estemos debatiendo, del contexto nacional de que
se trate y de la disciplina elegida. El cine dominante, por ejemplo, pese a sus
alardes tecn016gicos, su modernidad en sentido material, adopt6 en gran me-
merece la pena examinar por qué tales espacios televisivos son incapaces de
amenazar o perturbar a la cultura dominante» (Caldwell, 1995, påg. 205).
La contribuci6n fundamental de la posmodernidad es la idea de que casi
todas las luchas politicas actuales se libran en el campo de batalla simb61ico
de 10s medios de comunicaci6n. En lugar del eslogan de los anos sesenta:
350 tifORiAS DEL CINE
«La revoluciön no serå televisacla», en los noventa parece que Ia linica re_
cultural studies y a las energias insurgentes del carnaval postulado por Baj-
tin. Pero tanto «cultura popular» conu) de nvasas» distan cle ser es-
su Vida?
La cultura politica de izquierdas ha demostrado a 10 largo de la historia
una actitud esquizofrénica respecto a la cultura de masas. En tanto «hija de
Marx y de Coca-Cola» —por citar al Godard de Masculin, Féyninin—- la
la
izquierda participa en una cultura de masas a la que con frecuencia Condena
desde el punto de vista teörico. Pero incluso nuis allå de toda division entre
oustos personales y actitudes polfticas, la izquierda siempre ha mostrado
anlbivalencia teörica respecto al papel politico de los medios de comunica_
ciön de nvasas. Por una parte, una cierta izquierda con rafces en la escuela de
Francfort (Theodor Adorno, Max Horkheimer, Herbert Louis Baudry, Ar-
nvand Mattelart) y en el mayo
68 (Jean-Louis Baudry, Louis Althusser)
del
desacredita a los medios de comunicaci6n de masas como voz irredenta de
la hegemonia burguesa e instrumento de cosificaciön capitalista. En esta
masas.
Asi pues, la izquierda ha oscilado entre Inelancolia y euforia, adoptando
alternativamente los papeles de «incordio» o eterna optimista. Meeghan
Morris caracteriza, en «Banality in Cultural Studies», las actitudes opuestas
de quienes parecen, segun los casos, cheerleaclers o agoreros. Por fortuna,
algunos analistas han intentado ir mås allå de esta mania ideolögico-depre-
Siva destacando las contradicciones que se agitan bajo la superficie aparen-
temente inm6vil de los medios de comunicaci6n de masas. Numerosos teo-
ricos han amplificado una tendencia ya presente en ciertos pensadores mås
o menos afines a la llamada Teoria Critica (especialmente Kracauer, Benja-
min, Ernst Bloch e incluso Adorno), esto es, un enfoque dialéctic(li que re-
conoce una corriente ut6pica en la cultura de masas, la idea de que 10s me-
dios de comunicaci6n contienen el antidoto de su propio venenos Partiendo
FL VALOR SOCIAL DE LA CULTURA DE MASAS
353
Enzensberger (1974) dijo que 10s medios «eran vulnera-
tradiciön,
bles», y que, aun estando bajo el control de las corporaciones, recibian la
presiön de los deseos populares y dependian de un talento creativo «politi-
c amente poco fiable» para satisfacer su apetito inagotable de programaci6n.
y al cabo, no dejan de ser un intento de captar los distintos deseos del pübli-
co. Como afirman Jameson, Enzensberger, Richard Dyer y Jane Feuer, para
poder explicar la atracci6n del påblico por un texto o un medio debemos
buscar no s610 el «efecto ide016gico» que manipula a la gente en complici-
dad con las relaciones sociales existentes, sino también el nucleo de fantasia
ut6pica que se encuentra mås allå de estas relaciones, en virtud del cual el
medio se constituye como realizaci6n proyectada de 10 que se desea y estå
ausente del stat.u quo. Es sintomåtico que incluso los héroes imperialistas
como Indiana Jones y Rambo no se presenten como opresores sino como li-
meros especiales de October, no 46, otofio de 1988 y New Gennan Critique, no 49, invierno
de 1990.
DIEL CINE
354
bertadores de oprinlidos. Richard Dyer afirnl{l que la cornedia musi_
cal no supone la abolicicin de las estructuras opresivas de la Vida cotidiana
pero su estilizaciön: convierten en una coreografia que queda trascen_
dida en un plano Illitico. Ndediante una «inversiön de sionos» artistica, 10 ne_
gatiu) de la existencia social se transfornla en 10 positivo de la transmuta_
artistica (Dyer. en Alunan, 1981). Las peliculas pueden alimentar
vidi10 contra la sociedad— sino que , tiene lugar entre con1unidades diversas
que contenll)lan peliculas distintas en diferentes contextos y de distintas ma-
en jnuchos aspectoq. Olås «novelistica» que la novela. «Desde el proceso de escritura en co-
laboraci(in propio del cine y de la hasta la negociaci6n entre escritor y productor,
productor y cadena. cadena y censor interno, el diålogo es el eletnento que define la creaciön
del contenido telesisiu».» Véase Horace M. Ne\scornbe, «On the Dialogic Aspects of Mass
Conununication» ( 1984). y Horace M. y Paul M. Hirsch. as a cultu-
ral Forurn: Ijnplications jV»r Research». Quarterly Ret'i('li' of Filnt Studies (verano 1983).
VALOR SOCIAL CUIAJRA MASAS
355
La nociön de «tacto discursivo» propuesta por Baitin y Medvedev pue-
de utilidad en este contexto. definen el
politica.
En el mundo del talk s/1011', los patrocinadores son quienes ejercen, en
liltirna instancia, el poder discursivo; tienen derecho a suspender o incluso
dar por acabada la conversaciön. Una fria red economica y un filtro ideolo-
va; Rupert Pupkin cree, literalmente, que el presentador del talk-shou', Jerry
Langford (personaje creado a imagen de Johnny Carson) es su «amigo». La
utopia comunicativa se ve comprometida, asimismo, no s610 por 10s ingre-
sos y gastos corporativos sino también por la obsesi6n por los indices de au-
diencia, por la blisqueda de victimas cada vez mås sensacionales o de ab-
357
de mercantilizar la melDoria popular y la esperanza de una
sustituir las carcajadas profundas del carnaval por unos aplausos enlatados
celebraciones simuladas, que s610 mantienen unos pocos rasgos inocuos
de la energfa subversiva original del carnaval. Sea cual fuere su orientaci6n
consumo.
Los medios de cornunicaciön de masas contemporåneos ofrecen el si-
tientpo.)
Como ya se ha sugerido, la teoria de izquierdas ha tendido a mostrarse
esquizofrénica, defendiendo en ocasiones al entretenimiento de manera
acritica y en otros casos lamentando el placer que las masas buscan en es-
Pectåculos alienados. La izquierda puritana, como dice el refrån, ha tirado
'IT-ORiAS DEL CINE
deniasiadas veces la fruta fresca del placer junto a 10s frutos podridos de la
ideologia. Este rechazo del placer ha Ilegado a crear un inmenso vacio entre
la critica cultural y aquellos a quienes se supone estå destinada. Las conse-
cuencias politicas del puritanismo de izquierdas han Sido enormes. Una iz-
quierda austera y ensimi»nada que se dirige a su I)liblico en términos mora-
listas. Inientras la publicidad y la cultura de lilasas apelan a 10s deseos y Ias
fantasias nuis profundas del espectador. tiene por fuerza que ver disminuido
el y pragmåtico de su discurso. El hecho es que tanto la in _
alcance teörico
dustria de la conciencia corno el capitalismo son incapaces, en ültima ins-
tancia, de satisfacer las necesidades reales que ellos mismos explotan. Las
lecturas «de anticipaciön», en este sentido, pueden demostrar que 10s textos
de los Inedios de comunicaciön de masas predicen de manera involuntaria
post-cine: la teoria digital y 10s nuevos medios
si6n: ha dejado de ser la antitesis de ésta, por 10 tanto, y existe una elevada
dosis de fertilizaci6n cruzada entre ambos medios (recursos humanos, fi-
en la que tanto las disciplinas corno Ios medios parecen estar perdiendo su
«lugar» establecido. Una respuesta procede del emergente campo te6rico de
la «cultura 'visual», formaci6n interdisciplinaria fronteriza entre disciplinas
-I'EORIAS DEL CINE
360
tan distintas corno la historia del arte, la iconologia y los estudios de 10s me_
dio de cornunicaciön. Por cultura visual entendernos un heterogéneo campo
de intereses cuyo epicentro es la visiön y la importancia de lo visual a la hora
de producir significado, de canalizar las relaciones de poder y de Configurar
las fantasias de un mundo contejnporåneo en que la cultura visual «no es
el
simplemente parte de nuestra Vida cotidiana, sino que es nuestra Vida coti_
diana» (Mirzoeff, 1998, påg. 3). Siguiendo el camino explorado por la teoria
to que casi todos los te6ricos cinematogråficos del pasado privilegiaban 10 vi-
espectador, por asi decirlo, de un panopticon privado, donde observa las sa-
audiencia. siendo los anuncios televisivos «uno de los espacios nuis dinåmi-
«ingentes stillias de dinero» inverlidas, destaca el hecho de que el filme apela a esquemas
cognitivos universales integrados en la 'Dente del ser hurnanov Sin duda sugestiva, esta pers-
pectiva tiene el inconveniente de naturalizar el dontinio de Hollywood en el cine niundial.
Aunque es indudable que se requiere infinitanlente nuis talento para producir un Phrque Ju-
råsico que para hacer una hanlburguesa, hablar de esquemas universales equivale a decir, en
otro nivel, que el «Big Mac se corresponde con esquetnas culinarios integrados en la mente».
pOST-ClNE: LA TEORfA DIG" A1. Y Los NUEVOS MEDIOS
363
la causalidad como trivializadas•, 10s
sonajes no matan siguiendo «proyecto» alguno sino mås bien por accidente
(Pulp Fiction) o debido a un inÄpulso pasajero o una irritaci6n momentånea
La teoria digital puede abordarlo todo, desde el Papel de 10s efectos especiales
de inuigenes generadas por ordenador en 10s grandes éxitos de Hollywood a
los nuevos sistemas de comunicaci6n (la Red), 10s nuevos géneros de entre-
tenimiento (juegos de ordenador), los nuevos estilos de musica (tecno) 0 10s
nuevOS sistemas de representaciön (Ia fotograffa digital o la realidad virtual).
(Jenkins, en Miller y Stam, 1999.)
Aunque muchas voces hablan apocalipticamente del fin del cine, la si-
tuaciön actual recuerda extrafiamente a 10s inicios del cine como medio. El
«pre-cine» y el «post-cine» han Ilegado a parecerse entre sf. Entonces, como
I
ahora, todo parecfa posible. Entonces, coni0 ahora, el cine «lindaba» con un
amplio espectro de dispositivos de simulaci6n. Y ahora, como entonces, el
lugar preeminente del cine entre las artes mediåticas no parecia inevitable ni
claro. A 'como el cine en sus inicios colindaba con los experimentos Cien-
tificos, e género burlesco y las barracas de feria, las nuevas formas de post-
cine limitan con la compra desde el hogar, los videojuegos y los CD-ROM.
Las cambiantes tecnologias audiovisuales repercuten con virulencia en
todas las eternas cuestiones de la teoria cinematogråfica: la especificidad, el
NO explica por qué la clase media de Oriente Medio paga mås por los Big Macs Cilando en su
casa uene kebabs delicadamente sazonados. La noci6n de «universales contingentes», a esta
reproduce la Vieja nociön de Europa (en sentido alnplio) coni() «universal» y el «res-
1999.)
expertos técnicos.
La imagen digital tarnbién implica una desontologizaciön de Ia imagen
baziniana. Con el producci6n de imågenes digitales, que
predominio de Ia
mulacro s también una desventaja; como sabemos que las imågenes pue-
den crearse por medios electrönicos, somos nuis escépticos acerca de 10s va-
lores de verdad de la imagen.
En cuanto al estilo, las nuevas tecnologias ofrecen nuevas posibilidades
tanto para el realismo como para el irrealisnto. Por un lado, facilitan formas
mås deslumbrantes, persuasivas y «envolventes» de «cine total», como 10s es-
pectåculos IMAX. Con la realidad virtual, en la que los usuarios se ponen cas-
cos para interactuar con entornos tridimensionales generados por ordenador,
Ia impresiön de realidad alcanza proporciones vertiginosas. En el paraespacio
cibernético de la realidad virtual, el cuerpo de carne y hueso permanece en el
nero y mirada virtual, convirtiéndose en una plataforma para el juego de iden- jad
tidades. Medios de este tipo nos transforman en 10 que Walter Mitchell (1*992)
365
' II
han desembocado en un discurso euf6rico de la no-
Estas posibilidades
vedad. que en ciertos aspectos remite al que celebr6 la Ilegada del cine un si-
antes. Las nuevas tecnologfas reciben una enorme carga ide016gica. Se
dice que los nuevos medios estimulan de forma inherente el comportamien-
n ado, ademås, sigue estando del lado de quienes crean, divulgan y comer-
cializan estos nuevos aparatos. Internet, por ejemplo, privilegia el inglés en
detrimento de otras lenguas. Tampoco puede decirse que 10s nuevos apara-
acin tiene sentido preguntar cuånto dura una pelicula, ya no 10 tiene pre-
ountar 10 mismo respecto a una narraciön interactiva, a un juego o a un
CD-ROM. El participante decide la duraci6n, la secuencia, la trayectoria. CD-
ROMs como Myst y Riven emplean imågenes de alta definici6n y sonido es-
téreo para introducir al participante en un mundo diegético semejante al del
cine pero con nu'lltiples caminos, salidas y finales. La palabra clave es hoy
dia «interactividad», y no pasividad forzosa: de ahi 10 obsoleto del anålisis
forma de datos que dejan las transacciones a crédito, los registros del im-
puesto sobre la renta o el registro de påginas visitadas en la World Wide
web (Morse, 1998, påg. 7).
Las nuevas tecnologias también tienen evidentes repercusiones en la
vado al uso de aninvaciön por ordenador en Toy Story (Toy Story, 1995) y de
efectos especiales digitales en Parque Juråsico. El Inorphing se emplea para
cuestionar las diferencias raciales esencialistas (por ejemplo, en el video
Black or White de Michael Jackson), en una estética que pone de relieve las
cieron en Star Trek II (Star Trek II, 1983), mientras que Tenninator II (Ter-
minator II, 1991) marc6 la Ilegada de los personajes generados por ordena-
dor. La revista ciberfetichista Wired hablaba en 1997 de «Hollywood 2.0»,
comparando implicitamente la transformaci6n de la industria cinematogrå-
fica con la frenética producci6n de obsolescencia implicita en las actualiza-
bilidad infinita sin pérdida de calidad, puesto que las imågenes se almace-
nan en pixeles sin que exista «original» alguno. Se nos promete, también, la
zontal o verticalmente, con barridos e insertos. Las claves, los crotnas, Diclt-
tes y fundidos, junto con los gråficos digitales, multiplican las posibilida-
tre Jean-Luc Godard anticipaba estas posibilidades con sus videos expe-
de IQs anos setenta como Nuniéro Deux (1975) e Ici et Ailleurs
Louis Armstrong, o permitir que Natalie Cole cante con su padre, fallecido
décadas atrås. Son capaces de camale6nicas combinaciones estilo Zelig e in-
sertos digitales estilo Forrest Gunw (Forrest Gump, 1994). El palimpsest()
de imågenes y sonidos que posibilitan la electronica y la cibernética abre las
documental de Isaac Julien sobre Fanon, Black Skin, VVhite Masks, por ejem-
plo, ofrece una versi6n digital del paratexto del filme, con materiales de ar-
res mås avanzados de hipertextos puedan tomar un dia una novela célebre
Madante Bovary y conviertan su texto en hipertexto, afiadiéndole mfi-
Sica y gråficos y creando de este modo una especie de adaptaci6n hibrida, un
cuasi-filme. Como sefiala Gregory Ulmer, la cultura electr6nica permite la
ra, asi como la apertura de los te6ricos digitales a los modos mixtos y el
del autore La sustituci6n de textos lineales con una sola entrada por textos
fluidos con mültiples puntos de entrada, asi como la apertura del hipertexto
de» todo, los nuevos medios pueden contribuir a crear conexiones relacio-
nales a trAés del espacio y del tiempo: l) enlaces temporales entre distintos
IMAX 0 la World Wide Web; en el Amazonas podrian ser las cåmaras de vi-
10s magnetoscopios y las antenas de televisi6n por satélite. Pese al de-
ferencial, los usos progresistas de los nuevos medios podrian seguir relega-
dos a quienes gocen de acceso privilegiado a la Infobahn. Las islas de
informaci6n-afluencia podrian darse junto a 10 que Mitchell denomina «Ja-
kartas electronicas» para los «desfavorecidos en amplitud de banda». Todas
estas complVdades inducen al una posici6n matizada; por
te6rico a adoptar
asi decirlo, mi actitud seria —parafraseando,a Gramsci— «pesimismo res-
pecto al hardbl'are•, optimismo*respecto al sofftvare».
Pese a las ambigüedades sociales de las nuevas tecnologias, sin duda
abren fascinantes posibilidades para el cine y la teoria del cine. Resulta in-
medios digitales. Stone (1996) invoca el mito nativo norteamericano del Co-
yote, el ser que cambia de forma, para celebrar la capacidad que 10s medios
drgitales poseen de subvertir las identidades sociales fijas y las configura-
clones estables de poder. Los medios digitales se han visto vinculados tanto
al complejo militar-industrial como a la contracultura. Henry Jenkins (en
Miller y Stam, 1999) habla de la «sorprendente afinidad» entre la subcultu-
referente entre paréntesis», esto es, por su mayor insistencia en las interrela-
ciones entre signos que en cualquier correspondencia entre signo y referen-
te En su critica del verismo, el postestructuralismo Ileg6 en ocasiones al ex-
tremo de aislar el arte respecto a todo contexto social e hist6rico. Los
adeptos a la screen theory confundieron a veces historia con historicismo e
Investigaci6n empirica con empirismo. Pero no todos aceptaron la visi6n
gieron voces que preguntaron por qué la semiologia del cine, por ejemplo,
se habia limitado a un tipo de linguistica —la lingüistica estructuralista de
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ROBERT STAM, ROBERT BURGOYNE
Y SANDY FLITTERMAN-LEWIS
IJAM
XOCHIMILCO
COSEI
PN 1994
Tøorios del cine una
introducclon / Robert Stam
Barcelona : Paidos, c200t