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E D I T O R I A L T R O T T A
COLECCIÓN ESTRUCTURAS Y PROCESOS
Serie Derecho
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EL DESPIDO O LA VIOLENCIA DEL PODER PRIVADO
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ÍNDICE GENERAL
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PRÓLOGO
Umberto Romagnoli
Se dice muy pronto: «vamos a hablar del despido». Sería quizá conve-
niente preguntarse si eso es posible todavía, porque el lector informado
sabe que el despido se ha convertido en un tema que no se presta a
diálogos serenos. Verdaderamente nunca lo ha sido. Pero ahora se ha
convertido en un terreno de confrontación en el que antes que el sonido
de las palabras se oye el de los cráneos aplastados. Más aún, la crisis
más devastadora que haya conocido el mundo desde los años treinta
hasta aquí, debe haber excitado los ánimos más allá de lo lícito si se está
asentando la opinión según la cual el mejor incentivo legal para crear
puestos de trabajo consiste en permitir la destrucción de los existentes
por parte de los operadores económicos. Es decir, que el miedo a perder
el puesto de trabajo como consecuencia de un despido facilitaría su bús-
queda y en consecuencia la restitución de la licencia para despedir que
ha sido revocada en todas partes contribuye a hacer efectivo el derecho
al trabajo.
No es que el interés protegido por las regulaciones limitativas del
despido sea ajeno al horizonte de sentido de los enunciados constitu-
cionales que reconocen el derecho al trabajo: todo lo contrario. Sin
embargo nadie sospechaba que la protección del interés en la conser-
vación del puesto de trabajo acabara por sacrificar aquel derecho. Se
daba pacíficamente por adquirida la existencia de un nexo de interde-
pendencia no conflictiva entre ambos, porque la protección del interés
a la continuidad de la relación de trabajo y el reconocimiento constitu-
cional del derecho al trabajo actúan con ópticas que no coinciden sino
parcialmente. Una cosa es promover el pleno empleo, otra diferente es
tutelar a los empleados frente el riesgo de despidos injustificados. En el
primer caso se trata de adoptar políticas económicas que procuren la ge-
neralización del acceso a la ciudadanía social que gobernantes y gober-
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PRÓLOGO
No son detalles que puedan pasarse por alto. Son pasajes por los que
pueden transitar incluso las ideas más extravagantes o desprejuiciadas.
Como la idea —ya subrayada— de que la tutela contra el despido debe
ser reducida porque, más allá de un cierto nivel, daña al outsider. No en
vano Antonio Baylos y Joaquín Pérez Rey hacen notar que la figura del
contrato del fomento del empleo indefinido introducida en 1997 «pasa
porque cueste menos destruirlo». No menos insidiosa es la idea de la no
esencialidad de las regulaciones limitativas de la libertad de despedir.
Una idea que —ojo a las fechas— entra en circulación en la Unión Eu-
ropea después de la performance pre- o para-constitucional (aún no sé
si lo he comprendido bien) de la Carta de Niza del siglo XXI.
En el 2001, un autorizado comentarista —que había sido también
uno de sus inspiradores— se declaraba convencido de que la Carta in-
fluiría las dinámicas político-institucionales europeas con independen-
cia de su juridificación. De otra parte, en el considerable arco temporal
transcurrido, el de Niza sigue siendo el documento político que era
y ha podido desarrollar en el firmamento del derecho comunitario la
función de una estrella de la que de vez en cuando nos llega su luz. Sin
la intermitencia de sus brillos no habría habido períodos de oscuridad
marcados por las acrobacias verbales que han permitido al Tribunal de
Justicia —en los casos Viking, Laval y Rüffert— vaciar de contenido lo
dispuesto en la Carta de Niza que reconoce explícitamente el derecho
de huelga (mientras se desliza, lo que es significativo, a propósito del
cierre patronal). Ni habríamos asistido a las cabriolas dialécticas con las
que los tecnócratas de Bruselas y alrededores han decidido despachar la
flexsecurity como complejo de medidas modernizadoras del más euro-
céntrico de los derechos. Cabriolas que parecen disgustar a Antonio
Baylos y a Joaquín Pérez Rey, pero sobre las que no podían dejar de
pronunciarse —aunque fueran cogidos por los pelos.
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PRESENTACIÓN
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PRESENTACIÓN
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ABREVIATURAS MÁS FRECUENTES
A Marginal Aranzadi
AIEE Acuerdo Interconfederal para la Estabilidad en el Empleo
AL Actualidad Laboral
AS Aranzadi Social
ATC Auto del Tribunal Constitucional
ATS Auto del Tribunal Supremo
CC Código Civil
CDFUE Carta de Derechos Fundamentales de la Unión Europea
CE Constitución Española
CES Consejo Económico y Social
CFCI Contrato de Fomento de la Contratación Indefinida
CRL Cuadernos de Relaciones Laborales
DA Disposición Adicional
DF Disposición Final
DL Documentación Laboral
DPC Derecho Privado y Constitución
DT Disposición Transitoria
EBEP Estatuto Básico del Empleado Público
ET Real Decreto Legislativo 1/1995, de 24 de marzo, por el que se
aprueba el Texto refundido de la Ley del Estatuto de los Trabaja-
dores
ETT Empresa/s de Trabajo Temporal
FJ Fundamento Jurídico
FSE Fundación Sindical de Estudios
GS Gaceta Sindical
IT Incapacidad Temporal
JL Justicia Laboral
LD Lavoro e Diritto
LEBEP Ley 7/2007, de 12 de abril, del Estatuto Básico del Empleado Pú-
blico
LETT Ley 14/1994, de 1 de junio, por la que se regulan las Empresas de
Trabajo Temporal
LGSS Real Decreto Legislativo 1/1994, de 20 de junio, por el que se
aprueba el Texto Refundido de la Ley General de la Seguridad So-
cial
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LO Ley Orgánica
LOLS Ley Orgánica 11/1985, de 2 de agosto, de Libertad Sindical
LPL Real Decreto Legislativo 2/1995, de 7 de abril, por el que se aprue-
ba el Texto Refundido de la Ley de Procedimiento Laboral
LRL Ley 16/1976, de 8 de abril, de Relaciones Laborales
MAC Método abierto de coordinación
MTAS Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales
OIT Organización Internacional del Trabajo
RD Real Decreto
RDL Real Decreto-Ley
RDLRT Real Decreto-Ley 17/1977, de 4 de marzo, sobre Relaciones de
Trabajo
RDS Revista de Derecho Social
REDT Revista Española de Derecho del Trabajo
RL Relaciones Laborales
RMTAS Revista del Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales
RPS Revista de Política Social
RT Revista de Trabajo
RTSS Revista de Trabajo y Seguridad Social
SAN Sentencia de la Audiencia Nacional
STC Sentencia del Tribunal Constitucional
STJCE Sentencia del Tribunal de Justicia de las Comunidades Europeas
STS Sentencia del Tribunal Supremo
STSJ Sentencia del Tribunal Superior de Justicia
TC Tribunal Constitucional
TJCE Tribunal de Justicia de las Comunidades Europeas
TL Temas Laborales
TRADE Trabajador autónomo económicamente dependiente
TS Tribunal Supremo
TSJ Tribunal Superior de Justicia
UE Unión Europea
Ve Versión electrónica
WP CSDLE Working Papers del Centro Studi di Diritto del Lavoro Europeo
«Massimo D’Antona»
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Capítulo Introductorio
1. Así, por ejemplo, la STS de 14 de mayo de 2007 (A. 5084), donde se afirma que
«es criterio de la Sala —incluso con anterioridad a la doctrina unificada— que la expresión
«despido» no debe entenderse constreñida al que tenga origen disciplinario, ya que su
significado también comprende —por lo general— cualquier otro cese unilateralmente
impuesto por el empresario al trabajador, aunque estuviese fundado en causa ajena incum-
plimiento contractual; por lo que el despido constituye un concepto genérico y diversifi-
cable, por razón de su causa, en especies distintas, tal como se desprende de los artículos
49 y 52.c ET, el Convenio número 158 de la OIT y Directiva 75/129 [reformada por la
92/56]. Acerca del concepto jurisprudencial de despido vid. J. García Murcia, «Sobre el
concepto jurisprudencial de despido y sus consecuencias procesales»: REDT 52 (1992); y
A. Desdentado Bonete y A. de la Puebla Pinilla, Despido y jurisprudencia: La extinción del
contrato de trabajo en la unificación de doctrina, Lex Nova, Valladolid, 2002, pp. 23 ss.
2. M. Alonso Olea, El despido, IEP, Madrid, 1958, p. 13.
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Ello implica «el carácter autónomo y constitutivo del acto mismo del despido,
que ni siquiera se desvirtúa en los casos de despido nulo» (STS de 7 de diciem-
bre de 1990, A. 9760 o STS de 21 de octubre de 2004, A. 7029)7, hasta el punto
que el mismo se define como «la decisión unilateral del empresario que extin-
gue la relación laboral, viva y vigente hasta entonces, que le unía al trabajador
despedido» (STS de 30 de marzo de 1995, A. 2352), extinción que una vez
producida no permite ni siquiera que «por una decisión unilateral empresarial
posterior con ofrecimiento de readmisión se restablezca un vínculo contractual
ya roto e inexistente, privando [al trabajador] no sólo de una acción como la
de despido ya ejercitada y del derecho a la calificación del acto empresarial
olvidando la naturaleza consensual y bilateral del contrato de trabajo con obli-
gaciones recíprocas para ambas partes contratantes, y que su finalización tuvo
por causa la sola voluntad del empleador» (STS de 1 de julio de 1996, A. 5628).
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19. Los ejemplos en este dominio son repetidos y constituyen una verdadera fór-
mula de estilo. Por sólo referirse al caso español en sus fechas más recientes, es decir, a
partir de la victoria en marzo del 2004 del PSOE y mientras duraba la concertación sobre
la reforma del mercado de trabajo emprendida entre sindicatos y patronal, se pueden
encontrar los siguientes titulares de periódicos: «La OCDE aconseja a España abaratar el
coste del despido» (Cinco Días, 8 de julio 2004); «El Banco Mundial constata que España
es uno de los países de la OCDE con mayor coste en despedir a un trabajador» (Expan-
sión, 7 de octubre de 2005); «Pedro Solbes afirma que generalizar el coste del despido
a 33 días le parece positivo» (Cinco Días, 18 octubre 2005); «La OCDE hace recomen-
daciones para abaratar las elevadas indemnizaciones del sistema español» (Cinco Días, 10
noviembre 2005); «El Banco de España apuesta por abaratar los costes de despido de los
contratos indefinidos» (El Mundo, 7 de noviembre 2005); «Gary Becker, premio Nobel
de economía, apuesta por abaratar el despido para mejorar la tasa de desempleo en una
conferencia en la Fundación San Pablo-CEU de Madrid, organizado por la FAES presidida
por Jose María Aznar» (www.eleconomista.com, 15 de junio 2006); «El Fondo Moneta-
rio Internacional aconseja a España abaratar el despido y contener el gasto público» (El
País, 14 de junio 2006). Con la presencia reciente de la crisis a mediados del 2008, esta
relación entre la reactivación del mercado y la economía y el coste del despido, vuelve a
producirse. Así, en la reunión de expertos llamados a la Moncloa para conjurar la crisis,
uno de los principales elementos barajados por los «sabios» convocados era la reducción
de las indemnizaciones por el despido en el marco de la llamada «flexibilidad laboral»
(El País, 25 de julio 2008). En medio del desencuentro sobre el diálogo social, ya en el
2009, el presidente de la CEOE, Díaz Ferrán, afirmaba con gran capacidad sintética: «No
pedimos el despido libre porque ya existe, lo que pasa es que es carísimo» (Público, 18 de
febrero 2009).
20. A Bilbao, «Prólogo» a R. González León, El debate sobre el capitalismo en la
sociología alemana. La ascesis en la obra de Max Weber, CIS, Madrid, 1998, p. XV.
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25. J. Pérez Rey Estabilidad en el empleo..., cit. La reducción del monto indemniza-
torio de esta fórmula del contrato estable ha originado las críticas más recias a esta figura.
De manera sintética, se puede comprobar esa crítica política en A. Moreno, «Breve histo-
ria del Estatuto de los Trabajadores, de sus reformas y consecuencias: el déficit laboral en
España», en S. Gálvez Biesca, La clase trabajadora después del Estatuto de los Trabajadores
y sus reformas, numero monográfico Papeles de la FIM 26-27 (2008), pp. 221 ss. En la
doctrina laboralista, M. R. Alarcón Caracuel, «El fomento de la contratación indefinida
y la facilitación del despido», en Asociación Española de Iuslaboralistas, Las reformas
laborales de 1997, Aranzadi, Pamplona, 1998, pp. 72 ss.
26. El crack del año ocho es el título de un trabajo de J. R. Capella y M. Á. Lorente
Celaya, pendiente de publicación en la editorial Trotta este mismo año.
27. Porque el abaratamiento del despido «da confianza» al empresario en la capaci-
dad de reacción del mercado y la economía. Vid. las declaraciones de Díaz Ferrán, presi-
dente de la patronal española, en Público, 18 de febrero 2009.
28. A. Desdentado Bonete y N. Orellana Cano, Los trabajadores ante el concurso.
Una guía práctica para laboralistas, Bomarzo, Albacete, 2007, pp. 150 ss.
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29. En este sentido, J. Lahera Forteza, «Los efectos de la reforma del despido»,
en P. Gete Castrillo y F. Valdés Dal-Re (dirs.), Nuevo régimen jurídico del despido y del
desempleo. Análisis crítico de la ley 45/2002, Cinca, Madrid, 2003, pp. 180 ss; J. M. Fer-
nández Pérez y A. Jiménez Hidalgo, «Una nueva fórmula extintiva en el Estatuto de los
Trabajadores: el desistimiento del empleador ex art. 56.2», en F. Pérez Amorós (dir.), La
extinción del contrato de trabajo, Bomarzo, Albacete, 2006, pp. 239 ss.
30. Sobre este objetivo de reducción del control judicial, se lleva produciendo un de-
bate conducido en el terreno de la opinión pública. La última fase del mismo se presenta
ya, más correctamente, como opciones de política del derecho sugeridas desde operado-
res jurídicos opuestos: el estudio jurídico Garrigues y los servicios jurídicos de CC.OO.,
sin que se haya suscitado un debate doctrinal subsiguiente, mostrando quizá el desplaza-
miento del centro de gravedad de la discusión teórica sobre las grandes opciones de la
regulación del trabajo al campo de los «expertos prácticos» más que al de los «profesores».
El intercambio de opiniones, en Cinco Días de 19 de julio 2005 —con un artículo de Fe-
derico Durán López que ya anticipa prácticamente en los mismos términos en Expansión,
11 de enero de 2002— y en el mismo diario, el 10 de agosto de 2005, la respuesta de En-
rique Lillo Pérez. Con este planteamiento convergen las actuales pretensiones patronales
de hacer desaparecer el expediente de regulación de empleo para los despidos colectivos,
sustituyendo el momento colectivo y el arbitraje de la autoridad pública por el control
judicial limitado.
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Tales visiones predominantes coinciden sin embargo con otras que re-
sultan preteridas o no consideradas en el debate ideológico que sustenta
las referencias relevantes en la cultura jurídica y política que orienta la
acción normativa y la interpretación judicial. Una línea de tendencia
teórica recupera la concepción de la democracia sustantiva o material
que reconoce derechos a los ciudadanos en una orientación progresi-
va hacia la igualdad material y que se apoya en sujetos colectivos que
representan grupos y clases sociales subalternos. Éstos reaccionan con-
tra la producción por parte de la economía de mercado y del sistema
de libre empresa de una variada gama de situaciones de desigualdad
que genera pobreza y riqueza en términos extremadamente asimétricos
y que restringe la libertad desde la extensión de la necesidad y de la
exclusión social. Estos sujetos colectivos progresivamente se han ido
incluyendo en el área de la plena ciudadanía y han ido ampliando las
determinaciones precisas de los contenidos de los derechos fundamen-
tales, especialmente mediante el reconocimiento de nuevos derechos
sociales43. De esta manera se aprecia una «polaridad» en tensión entre
un «liberalismo de los intereses o del mercado (global) y un liberalismo
de los derechos o de la ciudadanía (universal)»44. Esta tensión se mani-
fiesta en la progresiva capacidad inclusiva de las nociones de ciudadanía
y de derechos, y en la afirmación de prácticas sociales que permitan
realizarlos y asegurar la efectividad de los mismos.
La polaridad y la tensión referidas no niegan la nueva situación
normativa a partir del constitucionalismo europeo de la segunda pos-
guerra mundial, edificado en torno a la ciudadanía social y su conjunto
de derechos. Al contrario las presuponen porque estos derechos atri-
buidos en función de la posición social del sujeto se encuentran siempre
en conflicto con su garantía, es decir, con la capacidad que poseen los
mecanismos previstos por los ordenamientos jurídicos nacionales para
dotar de eficacia concreta a los derechos sociales garantizados constitu-
cionalmente. Esta construcción es relevante desde la esfera política (y
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63. M. Bresson, Sociologie de la précarité, Armand Colin, Paris, 2007, pp. 48 ss.
64. No se atiende el punto de vista del trabajador despedido como noción subjetiva
que condicione socialmente la validez y el contenido del acto empresarial en función
de las características personales del despedido; solamente se atiende al individuo como
sujeto de una relación contractual laboral determinada en el círculo de organización de la
producción de bienes y de servicios.
65. Cf. J. Aparicio Tovar y M. Olmo Gascón, La edad como factor de tratamientos
desiguales en el trabajo, Bomarzo, Albacete, 2007.
66. «Quizá han leído a Thomas Hobbes, según el cual las corporations son casi pe-
queñas repúblicas en las entrañas del Leviatán» (U. Romagnoli, «La estructura de la em-
presa», ahora en U. Romagnoli, Trabajadores y Sindicato, Ediciones GPS, Madrid, 2006,
p. 13).
67. M. Revelli, La política perdida, Trotta, Madrid, 2008, pp. 47-51.
68. A. Bilbao, Léxico de economía, Talasa, Madrid, 1993, p. 9.
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69. «Los juristas, por el contrario —y no sólo los juristas— han dudado y dudan
todavía en reconocer de manera explícita la naturaleza fundamentalmente política de la
empresa» (U. Romagnoli, «Autoridad y democracia en la empresa: teorías jurídico-políti-
cas»: Cuadernos de Derecho del Trabajo 1-2 [1975-1976], p. 197. Se trata de la traducción
al español obra de T. Sala Franco, del conocido ensayo del autor publicado en Politica del
Diritto en 1971).
70. U. Romagnoli, «La estructura de la empresa...», cit., p. 13.
71. Aquí puede aplicarse el concepto de despotenciación, esto es de merma o dis-
minución y redimensionamiento de los medios a través de los que se ejerce el poder. Cf.
M. Revelli, La política perdida..., cit., p. 96.
72. U. Romagnoli, «Weimar, ¿y después?», en J. Aparicio y A. Baylos (dirs.), Autori-
dad y democracia en la empresa, Trotta, Madrid, 1992, pp. 17-26.
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primer lugar, hay que poner de manifiesto que la exigencia, que forma
parte de los aspectos básicos del derecho al trabajo (de su contenido
esencial), de garantizar al trabajador un canal de reacción adecuada
frente al despido supone que la actividad empresarial en este terreno es
siempre fiscalizable a instancias del trabajador. Por ello el despido, cual-
quiera que sea su variante, no puede quedar adscrito al conjunto de los
poderes discrecionales del empleador, sino que constituye una fórmula
jurídica revisable en fondo y forma. Es por tanto incompatible con la
CE cualquier intento reformador dirigido a privar al trabajador de la
posibilidad de que el despido del que es objeto sea susceptible de revi-
sión. Esta conclusión se aplica al despido disciplinario, pero también a
otros tipos de despido como los que la ley encuadra bajo la expresión
de «extinción del contrato por causas objetivas», en cuyo seno, precisa-
mente y sobre todo por lo que se refiere a los despidos económicos del
artículo 52.c ET, no han faltado ni faltan propuestas dirigidas a eliminar
o recortar las facultades revisoras atribuidas a la jurisdicción social en
esta clase de despidos9. Estas propuestas, por consiguiente, no resultan
conciliables con el contenido esencial del derecho al trabajo.
Sin embargo, sostener la inconstitucionalidad de los modelos jurídi-
cos que impidan al trabajador revisar su despido se confronta aún hoy
con la aceptación muy extendida, incluso entre laboralistas, de la exis-
tencia práctica del despido libre en el sistema jurídico laboral español10.
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2009, que mantiene que el despido libre ya existe «con extraordinaria flexibilidad» en
nuestro sistema.
11. Vid., entre otros muchos, A. Blasco Pellicer, «Proceso laboral y efectividad de la
tutela judicial»: RDS (12), 2000, pp. 35-37.
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14. A. Baylos Grau, «El derecho al trabajo como derecho constitucional», en F. Sali-
nas Molina y G. Moliner Tamborero, La protección de derechos fundamentales en el orden
social, CGPJ, Madrid, 2005, p. 37.
15. F. Valdés Dal-Ré, «Itinerarios circulares del Derecho del Trabajo: del despido
libre al despido indemnizado»: RL 11 (2001), p. 3.
16. Cf. P. Albi, «Stabilità del posto di lavoro e accezione ‘debole’ del rapporto di
lavoro»: Lavoro e Diritto 4 (2007), p. 551. Esta patrimonialización del derecho al trabajo
no deja de ser, por otro lado y como el propio TC español ha reconocido, un subrogado
de la libre rescindibilidad del contrato de trabajo, haciendo suya la clásica expresión de
Mancini (STC 142/1985).
17. F. Valdés Dal-Ré, «Itinerarios circulares...», cit., p. 4.
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22. Fue la primera versión del ET la que amplió el ámbito de la nulidad en materia
de despido más allá de los confines tradicionales del defecto formal, trasladándola tam-
bién a los despidos discriminatorios y a los despidos durante la suspensión del contrato,
aun cuando, se insiste, dichos motivos de nulidad fueron limitados en su alcance procesal.
Acerca de esta normativa y sus problemas, vid. M. R. Alarcón Caracuel, «El despido nulo
en el Estatuto de los Trabajadores y en el Texto Refundido de la Ley de Procedimiento
Laboral», en AA.VV., Los convenios colectivos y la extinción del contrato de trabajo en la
Ley del Estatuto de los Trabajadores, Ministerio de Sanidad y Seguridad Social, Madrid,
1981, pp. 275-286.
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23. La interpretación llevada a cabo por el Alto Tribunal no supuso, con todo, una
separación frontal del régimen procesal diseñado por la LPL de 1980, pues, de un lado,
la nulidad radical no era preciso que operase en todos los supuestos de nulidad sino tan
sólo en los que se debían a la lesión de derechos fundamentales no alcanzando, por tanto,
la doctrina constitucional a la nulidad por defectos de forma; y en este sentido sentencias
posteriores confirmaron que, fuera del respeto a los derechos y libertades públicas del
trabajador, «la transformación, en ejecución de sentencia, de la condena contenida en
ésta, en un equivalente pecuniario [...] por sí sola no genera una violación del artículo
24 de la Constitución, ni una violación de los derechos constitucionales del ciudadano»
(STC 58/1983). Por otro lado, la ejecución de la readmisión se remitió analógicamente
por el TC al sistema previsto en la LPL de 1980 (arts. 212 y 213) para los representantes
de los trabajadores que estaba lejos de garantizar la ejecución in natura de la obligación
de readmitir, lo que llevo a la doctrina a considerar que el TC se había quedado corto.
Vid. M. C. Palomeque López, Despidos discriminatorios y libertad sindical. En torno a la
sentencia del Tribunal Constitucional de 23 de noviembre de 1981, Civitas, Madrid, 1983,
p. 68, y la doctrina que allí se cita.
24. Aun con ciertos avatares en materia de ejecución de sentencias, tras la reforma
de la LPL en 1995 y la eliminación del artículo 282 LPL, aunque la doctrina recuperara
la capacidad judicial de imponer apremios pecuniarios a partir del artículo 239 LPL, de
aplicación general a toda la ejecución y al principio de que ésta ha de realizarse en sus
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propios términos. Una visión general sobre el debate doctrinal subsiguiente a la reforma
laboral de 1994, en A. Baylos Grau, «Obligaciones de hacer: las multas coercitivas (Aná-
lisis del artículo 239 LPL)», en AA.VV., Puntos críticos en ejecución de sentencias, CGPJ,
Madrid, 1998, pp. 333 ss.
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25. «El único antídoto contra la quiebra de las técnicas antidiscriminatorias», dice
O. Mazzotta, «La reintegrazione nel posto...», cit., p. 546.
26. Como ha recientemente dispuesto en el ámbito del derecho italiano una senten-
cia de la Sezioni Unite della Cassazione, según la que «el derecho del trabajador a su pues-
to de trabajo, protegido por los artículos 4 y 35 CE, sufriría una expropiación sustancial
si se redujera como regla general de derecho a la percepción de una suma dineraria»; su
cita y la afirmación de su trascendencia en P. Albi, «Stabilità del posto...», cit., p. 553.
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Éste es el motivo por el que las reformas que en nuestro país han
afectado al régimen del despido desde las consideraciones de la política
de empleo, han evitado afectar frontalmente a las causas del mismo o
al derecho del trabajador a la revisión del despido, centrándose más
bien en la denominada «flexibilidad de ingreso», mediante la articu-
lación de la contratación temporal «a la carta», la descausalización de
los tipos contractuales y la creación de figuras eventuales de inserción
con salarios reducidos y escasa protección social. Ha sido ésta una vía
preferente en nuestro devenir legislativo36, que, aparentemente, ha per-
mitido que el despido se mantuviera durante algunos años al margen
de las reformas orientadas por el empleo, aunque estaba implícito en la
regulación de la temporalidad como forma generalizada de incorpora-
ción de fuerza de trabajo la exclusión de estos trabajadores temporales
de las garantías del despido y del coste que la extinción unilateral del
contrato llevaba aparejada. El contrato temporal descausalizado, idó-
neo para cubrir cualquier tarea permanente y estable de la empresa,
implica la eliminación de los «costes de salida» de la relación laboral,
es decir la posibilidad del control judicial, los salarios de tramitación
y la indemnización por improcedencia, generando así la desigualdad
radical entre los trabajadores y fragmentando sus identidades respecto
a la estabilidad en el empleo. Jóvenes y mujeres son fundamentalmente
los «trabajadores desiguales».
Sin embargo, con la reforma de 1994, y sin que fuera sugerido en
el debate producido en el seno del CES ni públicamente constituyera
una reivindicación patronal, se incorporó a la Ley 11/1994 un conjunto
de medidas que se caracterizaban por ser reformas fundamentalmente
procesales sobre la figura del despido disciplinario, hasta el momento
alejado del debate sobre las políticas de empleo, que eran justificadas
como medidas convergentes en el favorecimiento de la creación de em-
pleo y que inauguraron una senda en la que se ha insistido en reformas
posteriores , muy especialmente en la reforma de 2002. En este sentido,
la desaparición del carácter formal constitutivo de la validez del despido
disciplinario, con la consiguiente reducción del campo de la nulidad
por motivos formales (art. 108 LPL), la subsanación subsiguiente del
acto de despido formalmente defectuoso (art. 55.2 ET), la reforma del
sistema de ejecución provisional (arts. 111 y 112 LPL), o la limitación
68
EL DESPIDO Y SU REVISIÓN JUDICIAL. PUNTOS DE PARTIDA
37. Este sentido autónomo de las reformas en el plano del control judicial del des-
pido disciplinario y las reglas procesales que lo rodean impide hablar, como hacen P. Ca-
chón Villar y A. Desdentado Bonete (Reforma y crisis del proceso social [1994-1996]. Los
problemas de aplicación de las últimas reformas procesales: jurisdicción, procesos especia-
les y sistemas extrajudiciales de composición, Aranzadi, Pamplona, 1996, pp. 28-29), de
que la reforma de 1994 sólo traslada al plano procesal las consecuencias de la modifica-
ción de la ley material; el significado profundo de esta modificación, prioritariamente de
alcance procesal abriendo un camino luego más veces transitado, y su conexión con los
objetivos de la política económica es un dato que se debe destacar.
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EL DESPIDO O LA VIOLENCIA DEL PODER PRIVADO
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EL DESPIDO Y SU REVISIÓN JUDICIAL. PUNTOS DE PARTIDA
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EL DESPIDO O LA VIOLENCIA DEL PODER PRIVADO
Existe un elemento adicional que agrava los efectos que sobre las garan-
tías de los trabajadores puede tener la filtración de la política de empleo
en el régimen procesal del despido y en las características atribuidas al
control judicial del mismo. El proceso por despido se ha ido convirtien-
do en una figura procesal que acoge cualquier revisión de la extinción
unilateral del contrato por parte del empresario, señalando así tanto la
polivalencia de este proceso especial como, significativamente, la ido-
neidad del mecanismo del control judicial sobre la corrección de otros
actos extintivos por parte del empresario consecuencia del ejercicio de
facultades organizativas o directivas no reconducibles a los esquemas
de despido disciplinario u objetivo (arts. 54 y 52 ET). Se comprende-
rá, entonces, que las filtraciones de la política de empleo en las reglas
procesales del despido tienen repercusiones más allá del estricto ámbito
jurídico al que van referidas alcanzando también a todas aquellas otras
decisiones extintivas que quedan en la práctica asimiladas al despido.
Esta deriva hacia el proceso de despido es obra principal de la ju-
risprudencia, que de esta manera extiende de forma homogénea las
consecuencias de su control —la calificación del acto extintivo y sus
efectos— a otras decisiones empresariales que técnicamente no pueden
calificarse de despido. Y con ello, se consigue generar una especie de
régimen común42 de la extinción empresarial del contrato de trabajo y,
en consecuencia, una «monetización» de la respuesta a la extinción de
la relación laboral, trasladando las técnicas de la sustitución de la obli-
gación empresarial de restituir al trabajador en su puesto de trabajo por
una cantidad de dinero a todos los recovecos imaginables, sin que por
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EL DESPIDO Y SU REVISIÓN JUDICIAL. PUNTOS DE PARTIDA
43. SSTS de 23 de enero de 1996 (A. 122); 22 de mayo de 1996 (A. 4610) o 21 de
diciembre de 2000 (A. 1868): «La doctrina reiterada de esta Sala [...] establece un criterio
claro de diferenciación entre despido y negativa al reingreso en la excedencia, declaran-
do que cuando el trabajador solicita el reingreso y la empresa no contesta su petición
o la rechaza pretextando falta de vacantes o circunstancias análogas que no suponen el
desconocimiento del vínculo existente entre las partes, el trabajador podrá ejercitar la
acción de reingreso, mientras que cuando se produce una negativa rotunda e inequívoca
que implica el rechazo de la existencia de la relación entre las partes, esta negativa no es
ya únicamente un desconocimiento del derecho a la reincorporación, sino un rechazo de
la existencia de algún vínculo entre las partes, y la acción que debe ser ejercitada frente
a ella es la de despido». A su vez, la Sentencia de la propia Sala de fecha de 23 de enero
de 1996 razona que «constante doctrina jurisprudencial, reiterada de manera precisa por
nuestra Sentencia de 19 de octubre de 1994, según la cual ante la negativa empresarial
a la petición de reingreso desde la situación de excedencia voluntaria quedan abiertas al
trabajador dos vías, alternativas y no optativas, para impugnar tal decisión: el proceso
de despido cuando dicha negativa, por las circunstancias en que se produce, manifiesta
no el mero rechazo del derecho a la reincorporación, sino voluntad inequívoca, aunque
se produzca tácitamente, de tener por extinguido el vínculo laboral hasta entonces en
suspenso; y el proceso ordinario en aquellos otros supuestos en que la negativa denota
simple desconocimiento del mencionado derecho, pero sin negar la persistencia de la
relación de trabajo, aunque con voluntad de que se conserve en suspenso». Sigue argu-
mentando esta resolución que «la utilización en uno y otro caso de las mencionadas vías
no queda al arbitrio del trabajador al que se niega su eventual derecho al reingreso; para
que su pretensión alcance éxito, resulta obligado seguir la procedente, pues son distintas
las reglas aplicables y las consecuencias que derivan de la diferente postura adoptada por
la empresa al responder, expresa o tácitamente, a la petición efectuada por el excedente
voluntario en orden a su reingreso».
73
EL DESPIDO O LA VIOLENCIA DEL PODER PRIVADO
44. SSTS de 6 de febrero de 1995 (A. 2004); 23 de octubre de 1995 (A. 7867) y
ATS de 12 de noviembre de 1997 (A. 8214): «La especial naturaleza del trabajador fijo
discontinuo, que, por una parte, tiene una vinculación con la empresa con interrupciones
necesarias, y, por otro, se le otorga una adscripción permanente a ella, obliga a distinguir
el incumplimiento, por parte de la empresa, de incorporar al trabajador al inicio de cada
campaña, que ha de hacerse por orden de rigurosa antigüedad en cada especialidad [...] y
la rescisión definitiva de su adscripción a la misma. Es cierto que el primer incumplimien-
to se estima, por la ley, como despido, pero esta asimilación legal no puede llevarse hasta
sus últimas consecuencias, pues, como ha quedado dicho, la ley no le impone formalida-
des escritas y otorga al trabajador una gran flexibilidad para el ejercicio de la acción, lo
que le constituye en un despido «sui generis», cuya finalidad exclusiva es garantizar que la
empresa cumpla la obligación legal de convocar al trabajador, convocatoria que puede ser
omitida por razones ajenas a la voluntad de rescindir de modo definitivo la vinculación
permanente, piénsese en los múltiples errores en la antigüedad de los trabajadores, de sus
domicilios, etcétera. Por ello, aunque la Sala ha extendido la obligación de comunicar por
escrito el despido, aunque éste no sea disciplinario, esta extensión sólo es posible hacerla
a aquellas rescisiones de la relación laboral, que implican, por parte de la empresa, una
indiscutida voluntad expresa o tácita de rescindir el vínculo laboral, y no a este especialí-
simo despido».
45. La jurisprudencia en este caso es tan abundante que exime de su cita pormeno-
rizada.
46. Aunque ni siquiera de forma completa dada la posibilidad, derivada de la inter-
pretación jurisprudencial, de entender rota la continuidad del trabajador temporal en la
empresa una vez transcurrido el plazo de caducidad de la acción por despido entre con-
trato y contrato; criterio, sin embargo, que es dudoso que pueda seguir aplicándose tras
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materia logró asomarse con algo más de decisión a los Tratados fun-
dacionales51, no pasó por alto incluir entre los ámbitos de la política
social comunitaria la denominada «protección de los trabajadores en
caso de rescisión del contrato laboral»; permitiendo al Consejo, en la
versión más tímida, alentar y fomentar la cooperación entre los Esta-
dos miembros (art. 137.2.a TCE), o, acogiéndose a la alternativa más
«normativista», proceder a la armonización por la vía de las directivas
(art. 137.2.b TCE). Ahora bien, el hecho de que la «protección de los
trabajadores en caso de rescisión del contrato laboral» sea uno de los
posibles ámbitos a los que puede quedar referida la política social co-
munitaria no evita que se trate de una materia cuyo condicionamiento
comunitario levanta recelos entre los Estados miembros como muestra
de forma palmaria el hecho de que la toma de decisiones se lleve a cabo,
como regla general, por unanimidad, haciendo muy difícil la interven-
ción comunitaria.
En cualquier caso, la sola circunstancia de que entre el elenco de
materias que conforman el artículo 137 TCE se encuentre la protección
de los trabajadores frente a la extinción de su contrato demuestra que
la misma, de una u otra forma con una u otra intensidad, conforma un
valor comunitario52 y, por ende, compartido por el conjunto de Estados
que constituyen la UE; constatación que se refuerza e intensifica desde
el momento en que la Carta de Niza (2000) eleva la protección frente al
despido a la categoría de derecho fundamental en los términos siguien-
tes: «Todo trabajador tiene derecho a protección en caso de despido
injustificado, de conformidad con el Derecho de la Unión y con las le-
gislaciones y prácticas nacionales» (art. 30 CDFUE)53. Si bien el grado y
el nivel de protección se conforman por referencias externas a la propia
Carta54, lo cierto es que el derecho del que hablamos es autosuficiente
al menos en dos aspectos capitales y complementarios.
En primer lugar, y como parece obvio, la protección frente al des-
pido constituye una exigencia comunitaria concebida como derecho
fundamental del trabajador; protección, en segundo lugar, que gira en
51. Lo que se puede datar en 1992 con la inclusión como anexo en el Tratado de
Maastricht del Acuerdo sobre Política Social y, sobre todo, a partir de 1997 momento en
el que el Tratado de Ámsterdam incorpora completamente las previsiones sobre política
social al derecho originario, poniendo fin a la exclusión de Irlanda y Gran Bretaña.
52. Cf., en similar sentido, G. de Simone, «Il valore della stabilità...», cit., p. 561.
53. Vid. un análisis de la protección frente al despido con ocasión de la Constitución
europea en M. L. Arastey Sahún, «La protección por despido en la Constitución Euro-
pea»: RMTAS 57 (2005), pp. 372 ss.
54. W. Daübler, «La carta de los derechos fundamentales de la Unión Europea y el
Derecho Colectivo del Trabajo»: RDS 17 (2002), pp. 13 ss.; G. Azzariti, «Il futuro dei di-
ritti fondamentali nell’era della globalizzazione», en Politica del Diritto XXXIV/3 (2003),
pp. 331 ss.
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EL DESPIDO O LA VIOLENCIA DEL PODER PRIVADO
55. Un análisis del tema, en el que con todo se concluye que la protección de los de-
rechos reconocidos en el texto es «incierta», en B. Bercusson e I. Omarjee, «Qu’attendre
de la promotion de la Charte des droits fondamentaux par le Traité de Lisbonne?»: Revue
de Droit du Travail 2 (2008), pp. 74 ss.
56. Sobre las encrucijadas de la UE después de la victoria del No en el referéndum
irlandés, vid. G. Pisarello y J. Asens, «¿Qué europeismo?»: Público, 17 de junio 2008.
57. Esto es, la versión adaptada el 12 de diciembre de 2007 en Estrasburgo (2007/C
303/01; DOU 14 de diciembre de 2007), que, en el artículo 30, no introduce ninguna
alteración significativa.
58. «Explicaciones sobre la Carta de los Derechos Fundamentales» (2007/C 303/02;
DOU 14 de diciembre de 2007).
59. Adoptada en Estrasburgo el 3 de mayo de 1996.
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68. L. López López, «La regulación del despido en el contexto europeo: sobre el
proceso de descontractualización de la relación laboral»: RL 12 (2007), p. 3.
69. M. Llobera, «Algunos apuntes sobre la ‘flexiseguridad’ desde la perspectiva co-
munitaria: el imperativo de la competitividad y el empleo en las reformas del despido en
España y en Europa»: OSL-FSE 53 (2007), p. 6.
70. M. Rodríguez-Piñero y Bravo-Ferrer, «Flexiseguridad: el debate europeo en cur-
so»: RL 5-16 (2007), p. 4.
71. COM (2006) 708 final.
72. Para una valoración general y sintética del documento comunitario, vid. A. Bay-
los y J. Pérez Rey «Sobre el Libro Verde modernizar el Derecho laboral para afrontar los
retos del siglo XXI»: Cuadernos de la Fundación Sindical de Estudios 5 (2006). Como
complemento es útil leer el manifiesto valorativo que cerca de cuarenta profesores italia-
nos realizaron sobre el mismo y que se encuentra en la labourweb de la universidad de
Catania (www.lex.unict.it) con el título «I giuslavoristi e il Libro Verde ‘Modernizzare il
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EL DESPIDO O LA VIOLENCIA DEL PODER PRIVADO
diritto del lavoro per rispondere alle sfide del XX secolo’. Una valutazione critica e pro-
positiva» (marzo 2007).
73. Un programa de aplicación «razonable» de la flexiseguridad en el ordenamiento
español que, naturalmente, implica una rebaja en el monto indemnizatorio del despido
improcedente es el que desgrana, pedagógico, J. L. Gil Gil, «Seguridad versus flexibilidad
en la protección contra el despido injustificado», en R. Escudero Rodríguez (coord.),
Aportaciones al debate comunitario sobre «flexiseguridad», La Ley/Kluwer, Madrid, 2007,
pp. 143 ss. y especialmente 163 ss. en lo relativo al coste indemnizatorio.
74. L. Zoppoli, «Flexicurity e licenziamenti: la strict Employment Protection Le-
gislation»: WP C.S.D.L.E. «Massimo D’Antona».INT, 57 (2007), p. 5. De forma muy
sugerente, M. Rodríguez-Piñero y Bravo-Ferrer, «Per una flexi-security virtuosa»: Lavoro
e Diritto 2 (2008), p. 343: «Cuando el Libro Verde sostiene que una legislación rígida en
materia de despido condiciona el dinamismo del mercado de trabajo y agrava las pers-
pectivas de empleo de mujeres, jóvenes y sujetos de edad avanzada, es claro que sugiere
de alguna manera el retorno a la licencia para despedir. No será el repristinamiento del
despido ad nutum de antaño, pero sin embargo es claro que lo que se pide es una mayor
libertad para despedir, una revisión de las causas de despido, la reducción de su coste, la
reducción del preaviso y en general una simplificación del procedimiento. Es cierto que
el Libro Verde repite cansinamente que el contrato de trabajo estable es el supuesto de
hecho normal, pero al mismo tiempo se preocupa por hacerlo mas atractivo para los em-
presarios, sin darse cuenta que una operación de marketing de este tipo sólo con mucha
dificultad puede abrirse camino en el derecho del trabajo».
75. M. Rodríguez-Piñero y Bravo-Ferrer, «Flexiseguridad: el debate europeo...», cit.,
p. 15.
76. COM(2007) 359 final.
77. Recogidos en el impresionante Dossier a cargo de C. Massimiani, «Dossier Flexi-
curity. Rev. finale 03/08» (http://www.lex.unict.it/eurolabor/ricerca/dossier/dossier10.
pdf).
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83. CISS, «Istituzioni e Politiche Europee dopo Lisbona...», cit., pp. 84-85 del origi-
nal.
84. Cf. E. Ales, «Dalla politica sociale europea alla politica europea di coesione eco-
nomica e sociale. Considerazioni critiche sugli sviluppi del modello sociale europeo nel-
la stagione del metodo aperto di coordinamento»: WP C.S.D.L.E. «Massimo D’Antona»
.INT 51 (2007), pp. 7 ss.
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Capítulo 2
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1. STS de 1 de julio de 1996 (A. 5628); en la misma línea: SSTS de julio de 2001
(A. 7797) y de 24 de mayo de 2004 (A. 7097).
2. Vid. en este sentido, por ejemplo, la propuesta de Ichino en Italia: P. Ichino,
Lezioni di Diritto del Lavoro. Un approccio di labour law and economics, Giuffrè, Milano,
2004, p. 543; o las propuestas en nuestro país del denominado contrato estable dirigido
a conjugar una dilatada duración con una indemnización de fin de contrato, vid. en este
sentido la propuesta de J. A. Sagardoy Bengoechea y J. L. Gil y Gil, «De la estabilidad en
el empleo a la empleabilidad. Un análisis crítico de la evolución del Derecho del Trabajo»,
en AA.VV., Reforma laboral, tutela judicial y derechos fundamentales. Estudios en ho-
menaje a Juan Antonio Linares Lorente, CGPJ, Zaragoza, 1997, p. 67. Todas ellas se han
reiterado, bajo fórmulas semejantes, en los últimos avatares de la crisis y de la reforma
laboral permanente que de ella se hace derivar.
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13. J. L. Gil y Gil, «La noción del despido disciplinario», en A. V. Sempere Navarro
(dir.), El despido: Aspectos sustantivos y procesales, Aranzadi, Cizur Menor, 2004, pp. 82-
83.
14. Vid. sintética y divulgativamente expresada la idea por F. Durán López, «Control
judicial de los despidos y Tribunal Supremo», en íd., Una visión liberal de las relaciones
laborales, Universidad de Córdoba, Córdoba, 2006, p. 98.
15. J. M. Goerlich Peset, «Libertad de empresa y extinción del contrato de trabajo»,
en F. Pérez de los Cobos Orihuel (dir.), Libertad de empresa y relaciones laborales en
España, IEE, Madrid, 2005, p. 255.
16. Vid. recientemente A. Cidoncha, La libertad de empresa, IEE/Civitas, Madrid,
2006; donde, por cierto, se sostiene que «el poder de despido» integra el contenido esen-
cial de la libertad de empresa (pp. 270, 314-315), basando tal criterio curiosamente en la
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STC 192/2003 y en su afirmación según la cual «el principio general de la limitación legal
del despido [...] no quiere decir que, como poder empresarial, la facultad de despido no
se enmarque dentro de los poderes que el ordenamiento concede al empresario para la
gestión de su empresa y que, por ello, su regulación no haya de tener en cuenta también
las exigencias derivadas del reconocimiento constitucional de la libertad de empresa y
de la defensa de la productividad». Ha de tenerse presente, en primer lugar, que de esta
reflexión del TC no parece derivarse más que una relación no concretada entre libertad
de empresa y despido (la regulación legal de este último ha de tener en cuenta la primera)
y no desde luego la consideración del despido como poder empresarial integrante del
contenido esencial de la libertad de empresa; por otra parte, no puede tampoco perderse
de vista que la apelación de la sentencia a la libertad de empresa en el ámbito del despido
se hace con el propósito de concluir que lo que «resulta claro es que no puede deducirse
de esa libertad de empresa ni una absoluta libertad contractual, ni tampoco un principio
de libertad ‘ad nutum’ de despido, dada la necesaria concordancia que debe establecerse
entre los artículos 35.1 y 38 CE y, sobre todo, el principio de Estado social y democrático
de Derecho». Para la consideración del despido como «contenido fundamental» de la
libertad de empresa vid. también A. Rivas Vañó y M. C. Rodríguez-Piñero Royo, «Rela-
ciones laborales y libertad de empresa: algunas reflexiones», en M. E. Casas Baamonde,
F. Durán López y J. Cruz Villalón, Las transformaciones del Derecho del Trabajo en el
marco de la Constitución española. Estudios en homenaje al profesor Miguel Rodríguez-
Piñero y Bravo-Ferrer, La Ley, Madrid, 2006, p. 758.
17. STC 37/1987 (FJ 5.º), y la propia STC 192/2003. Obsérvese también como en
los países de nuestro entorno jurídico se ha evitado fijar un contenido esencial de la liber-
tad de empresa, vid. M. Aragón Reyes, «El contenido esencial del derecho constitucional
a la libertad de empresa», en F. Pérez de los Cobos Orihuel (dir.), Libertad de empresa...,
cit., pp. 45-46.
18. Cf. A. Blasco Pellicer, «La extinción del contrato de trabajo en el sistema cons-
titucional de relaciones laborales», en A. V. Sempere Navarro, El modelo social en la
Constitución española de 1978, MTAS, Madrid, 2003, p. 456.
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19. SSTS de 10 de mayo de 2006 (A. 7694); 31 de mayo de 2006 (A. 3971).
20. M. E. Casas Baamonde, «Los despidos económicos en el marco de la reforma
legislativa laboral y de la normativa de la Unión Europea», en J. P. Aramendi Sánchez
(dir.), Los despidos por causas técnicas, organizativas y productivas, CGPJ, Madrid, 1996,
p. 34.
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21. Vid. las SSTS ya citadas de 10 de mayo de 2006 (A. 7694); 31 de mayo de 2006
(A. 3971).
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22. Como constata el acertado voto particular formulado por el magistrado Gullón
Rodríguez a la STS de 31 de mayo de 2006 (A. 3971).
23. Vid., comentando la STS de 10 de mayo de 2006, J. Lahera Forteza, «Proce-
dencia del despido objetivo por externalización de actividad: la juridificación del interés
empresarial en el despido (STS 4.ª de 10 de mayo de 2006)»: RL 1 (2007), pp. 509-514.
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el derecho a la salud del artículo 43 CE. Señala por el contrario que lo que está en juego es
el derecho al trabajo del artículo 35 CE, que lo garantiza al trabajador incluso en situacio-
nes de infortunio físico, pero que no excluye la extinción indemnizada del contrato sobre
la base voluntaria de éste. Sin embargo, el derecho a la integridad física reconocido en el
artículo 15 CE se ha manejado en alguna jurisprudencia de suplicación, vid. las SSTSJ de
Madrid de 18 de julio de 2006 (Jur. 279688 y A. 2985), así como el voto particular a la
STSJ de Madrid de 5 de noviembre de 2007 (A. 490). Un comentario a esta doctrina de
suplicación en R. Gil Alburquerque, «La calificación del despido con causa en la enferme-
dad temporal [sic] del trabajador. Comentario a la STSJ de Madrid de 4 de diciembre de
2007», original fotocopiado.
28. STS de 29 de enero de 2001 (A. 2069). Doctrina confirmada por sentencias pos-
teriores: SSTS 23 de septiembre de 2002 (A. 1923); 12 de julio de 2004 (A. 7075); 23 de
mayo de 2005 (9656); 22 de enero de 2008 (A. 1621). También el TC se ha pronunciado
al respecto recientemente en la STC 62/2008, de 26 de mayo, desestimando el recurso
de un trabajador despedido tras haber permanecido en IT, al considerar que el despido
no había lesionado la prohibición de discriminación constitucional: Un comentario a esta
sentencia en F. J. Gualda Alcalá, «La calificación del despido por razón de la enfermedad
del trabajador: simplemente improcedente, o nulo por lesivo de derechos fundamentales.
Comentario a la STC 62/2008»: RDS 42 (2008), pp. 125 ss.; vid. también, desde otra
perspectiva, M. Rodríguez-Piñero y Bravo-Ferrer, «Despido por enfermedad y discrimi-
nación»: RL 20 (2008).
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una garantía que exige el conocimiento del empleador con los que ello
conlleva de debilitamiento de la tutela dispensada por el ET. Con inde-
pendencia de la crítica que ello merece desde el análisis de los preceptos
legales32, lo cierto es que este nuevo ejemplo de postergación de la
nulidad del despido a favor de la improcedencia demuestra, además, la
inercia a considerar que la salida natural y salvo excepciones del despi-
do es la que transcurre por la vía de la estabilidad obligatoria quedando
confinada la nulidad y sus efectos de recomposición del vínculo laboral
al terreno de la excepción, interpretada además en estos términos de
excepción.
Esta línea jurisprudencial del TS ha sido corregida por ignorar va-
lores constitucionales fundamentales. Para la STC 92/2008, de 21 de
julio, si bien el conocimiento empresarial del embarazo constituye un
requisito necesario para apreciar conducta discriminatoria, tal conclu-
sión no alcanza a la redacción del artículo 55.5 ET tras su redacción por
la LCVLF, pues nada en dicho precepto «permite apreciar que el legisla-
dor haya establecido como exigencia para la declaración de nulidad de
los despidos no procedentes efectuados durante el período de embarazo
de una trabajadora la acreditación del previo conocimiento del embara-
zo por el empresario que despide y, menos aún, el requisito de una pre-
via notificación por la trabajadora al empresario de dicho estado. Antes
al contrario, todos los criterios de interpretación gramatical, lógica y
teleológica aplicables (art. 3.1 CC) además del criterio último y supe-
rior, que es el de interpretación conforme a la Constitución, conducen
a considerar que [...] la nulidad del despido tiene en el artículo 55.5.b
un carácter automático, vinculado exclusivamente a la acreditación del
embarazo de la trabajadora y a la no consideración del despido como
procedente por motivos no relacionados con el mismo».
Así entendida la redacción estatutaria, el órgano judicial que, se-
parándose de dicho entendimiento, somete la nulidad del despido de
la trabajadora embarazada al previo conocimiento empresarial de la
gestación, está conculcando el derecho a la tutela judicial efectiva de
la trabajadora, derecho cuya tutela se refuerza cuando de él pueden
depender otros derechos fundamentales, como sucedía en este caso con
el derecho a la no discriminación.
En cualquier caso, se confirma la sensación de que en estos supues-
tos, el TS se mueve en un espacio de producción de derecho autónomo
con plena aceptación de postulados ideológicos neoliberales, en un te-
rreno de frontera con el respeto mismo a la Constitución, de forma que
32. Vid. la reflexión más detenida sobre este derrotero jurisprudencial de R. Cendón
Torres, «El despido de la trabajadora embarazada por empleador que ignora el estado de
gravidez»: RDS 36 (2006), pp. 173 ss.
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35. Lo que fue en su día calificado doctrinalmente como «ataque disparatado e irre-
flexivo al estatuto protector de los trabajadores», vid. C. Molina Navarrete, «Formalismo
jurídico, democracia en la empresa y tutela de la persona: la nueva configuración legal del
despido disciplinario sin forma»: REDT 70 (1995).
36. Para un acercamiento monográfico al mismo vid. M. J. López Álvarez, El expe-
diente disciplinario laboral, Aranzadi, Pamplona, 1999.
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LA CALIFICACIÓN JURÍDICA DEL DESPIDO
nuevo despido, una vez salvados los defectos de forma del primero.
La reforma de 1994 articuló en el artículo 55.2 ET un mecanismo de
subsanación previo a la realización del control jurisdiccional del pri-
mer despido según el cual, advertido por el empresario que su acto
incumplía alguno de los requisitos de forma legal o convencionalmente
exigidos, puede proceder a un nuevo despido, por las mismas causas,
en el plazo improrrogable de veinte días a contar desde el día siguiente
al del primer despido, coincidente con el plazo de caducidad para la
reclamación del trabajador39. Surge aquí la duda de si esta posibilidad
de subsanación sólo es válida hasta la presentación de la papeleta de
conciliación o demanda judicial por el trabajador despedido tal y como
venía entendiendo la jurisprudencia antes de la reforma de 199440 o
si, en cambio, cabe atender literalmente al plazo de 20 días legalmente
dispuesto con independencia de si la relación jurídico procesal ha sido
trabada a instancias del trabajador. Una interpretación finalista de la
norma aconsejaría seguir manteniendo la construcción jurisprudencial
e impedir la subsanación del despido una vez interpuesta la demanda
por el trabajador41. Naturalmente que al realizar este segundo despi-
do que subsana el anterior ante portas de su revisión jurisdiccional42,
el empresario debe pagar al trabajador «los salarios devengados en los
39. Y que debe regirse por las reglas de la caducidad de la acción de despido, que es
la que condiciona el alcance de la facultad empresarial, cf. A. Baylos Grau, J. Cruz Villa-
lón y M. F. Fernández López, Instituciones de Derecho Procesal Laboral, Trotta, Madrid,
2
1995, p. 318. En el mismo sentido P. Cachón Villar y A. Desdentado Bonete, Reforma y
crisis del proceso social (1994-1996)..., cit., p. 97.
40. STS 1 de julio de 1996 (A. 5628).
41. Cf. A. Baylos Grau, J. Cruz Villalón y M. F. Fernández López, Instituciones...,
cit., pp. 317-318. M. E. Casas Baamonde, «El despido disciplinario en la jurisprudencia
de unificación de doctrina y la reforma legislativa de 1994», en Gárate Castro (coord.),
Cuestiones actuales sobre el despido disciplinario. Estudios ofrecidos al profesor Manuel
Alonso Olea con motivo de su investidura como doctor «honoris causa» por la Universidad
de santiago de Compostela, Universidad Santiago de Compostela, Santiago de Composte-
la, 1997, p. 263. J. L. Goñi Sein, La reiteración del despido ineficaz, Aranzadi, Pamplona,
1997, pp. 85-90 Otro sector doctrinal se decanta por entender que la subsanación es
posible en cualquier momento dentro de los 20 días dispuestos por el artículo 55.2 ET
con independencia de si el trabajador ha interpuesto o no la demanda frente al despido
informal; para el caso de que así haya obrado la reparación de las carencias formales por
parte del empresario procediendo a un nuevo despido pondría fin al proceso iniciado al
entenderse satisfecha extraprocesalmente la pretensión, vid. A. Cámara Botía, «La forma
del despido y el despido improcedente por defecto de forma», en AA.VV., Estudios so-
bre el despido. Homenaje al Profesor Alfredo Montoya Melgar en sus veinticinco años de
Catedrático de Derecho del Trabajo, UCM, Madrid, 1996, p. 52. Una solución similar a
la vista de la actual LEC en A. Desdentado Bonete y A. de la Puebla Pinilla, Despido y
jurisprudencia..., cit., pp. 58-59.
42. Aunque, como hacen notar P. Cachón Villar y A. Desdentado Bonete (Reforma y
crisis del proceso..., cit., p. 97), en puridad se trata de un nuevo despido, lo que no impide
que se inserten hechos nuevos y causas, aunque respecto de éstos no funcionará el efecto
interruptivo de la prescripción.
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EL DESPIDO O LA VIOLENCIA DEL PODER PRIVADO
En este caso, la ley permite volver a despedir por los mismos moti-
vos, subsanando los defectos formales advertidos en la sentencia, siem-
pre que se cumplan dos condiciones: la opción por la readmisión del
trabajador, y el ejercicio del nuevo despido en el plazo de siete días
desde la notificación de la sentencia.
Parecería que el orden de valores presente en la norma se rige por
un axioma del tipo «la falta cometida por el trabajador no ha de que-
dar jamás impune», más propio de un serial radiofónico de los años
cincuenta del siglo pasado que de la racionalidad que se predica para
la gestión empresarial. El afán vindicatorio del empleador sobre la con-
ducta del trabajador a su servicio que ha constituido un incumplimiento
contractual grave, lleva a excepcionar, de forma a todas luces excesiva,
los plazos de prescripción de las faltas laborales previstas en el artícu-
lo 60 ET. Se intuye en esta regulación una exacerbación de los compo-
nentes fiduciarios del contrato de trabajo carente de sentido una vez
que el ámbito formal del despido disciplinario ha escapado por decisión
legal al ámbito de la nulidad y, por ende, deja en manos del empresario
la decisión última de proseguir o no aprovechando los servicios del tra-
bajador. Con todo, el espíritu según el cual una mera cuestión de forma
no debe impedir un buen despido, está completamente instalado en la
reflexión jurisprudencial donde la prescripción de las faltas laborales se
interpreta con excesiva laxitud hasta el punto que la denominada pres-
cripción larga se deja en la práctica sin efecto mediante interpretaciones
como la de las infracciones continuadas o las realizadas con ocultación,
por no hablar del despido ad cautelam al que nos referimos en el capí-
tulo anterior y que permite mantener en vigor infracciones distintas a
43. Desde una perspectiva de seguridad jurídica, defiende esta opción M. E. Casas
Baamonde, «La nulidad del despido..», cit., p. 454.
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LA CALIFICACIÓN JURÍDICA DEL DESPIDO
aquellas que han motivado un primer despido y para el caso de que éste
no consiga poner fin a la relación laboral como consecuencia de la revi-
sión judicial. Y todo ello como fórmula interpretativa para corregir un
instituto que se considera disfuncional desde el momento en que puede
dejar impunes conductas graves y dolosas de las que el empresario no ha
tenido conocimiento a tiempo44. Esta última consideración se inscribe
en una concepción de las relaciones laborales asentada sobre la confian-
za frente a la que cede casi de forma absoluta la seguridad jurídica (del
trabajador), valor sólo predicable de la empresa y su gestión. Desde el
punto de vista de los intereses tutelados por la norma merece comparar
esta excepcionalidad del instituto de la prescripción de las faltas con
la rigurosa doctrina constitucional que establece el principio contrario
en los supuestos de vulneración de derechos fundamentales; en estos
supuestos el desvalor social que lleva consigo la agresión a los dere-
chos ciudadanos básicos o la vulneración del principio de trato igual,
no consigue modificar, por mor de una seguridad jurídica interpretada
exclusivamente desde la óptica de la empresa, la rígidas reglas sobre la
prescripción y caducidad de acciones y los cortos plazos —los veinte
días de caducidad en lo que al despido se refiere— típicos del derecho
laboral45, mientras que aquí el interés de empresa en sancionar compor-
tamientos contrarios al orden y la disciplina en los lugares de trabajo,
logran sin esfuerzo dejar sin efecto las reglas sobre la prescripción de
las faltas laborales.
El principio sobre el que reposa este mecanismo es el de la impres-
criptibilidad de los hechos que constituyeron falta muy grave sanciona-
ble con el despido, pero que no han podido ser enjuiciados al realizarse
el acto empresarial con defectos de forma46. Hay que tener en cuenta
que la «congelación» de este supuesto de hecho se mantiene hasta que
se obtenga una sentencia que declare la improcedencia del despido, de-
111
EL DESPIDO O LA VIOLENCIA DEL PODER PRIVADO
cisión judicial que ha de ser firme47, por lo que nada obsta a que el
empleador recurra la obtenida en primera instancia, que será ejecutada
provisionalmente en los términos previstos en el artículo 295 LPL y
que, confirmada en su caso la declaración de improcedencia en el tribu-
nal superior, y optado por la readmisión, se abra entonces el plazo de
siete días para volver a despedir previsto en el artículo 110.4 LPL. En el
transcurso de ese tiempo debe el trabajador seguir percibiendo la remu-
neración y seguir trabajando —salvo que el empresario prefiera pagarle
sin recibir sus servicios—, y la conducta que constituyó el incumpli-
miento sancionable continúa adherida a éste, sin que haya prescrito,
más allá del plazo máximo de seis meses que señala el artículo 60.2 ET,
hasta que el empresario la recupere mediante la realización de un nuevo
despido por hechos viejos.
Por otra parte, la previsión de un plazo perentorio de siete días no
implica que todos los trámites formales incumplidos deban subsanar-
se dentro de este tiempo; la jurisprudencia de unificación de doctrina
ha entendido, permitiendo que se den las condiciones de aplicabilidad
de esta figura, que para aquellos requisitos formales que requieran un
conjunto de actos de comunicación y traslado de opiniones, es suficien-
te que el trámite formal se inicie dentro de los siete días y tenga una
duración razonable, «lo que conduce a que, con estas condiciones, los
días que se apliquen a ese trámite deben excluirse del cómputo»48. En
el caso de la comunicación escrita simple, esta doctrina obviamente no
tiene sentido.
Es dudoso que esta posibilidad legal sea funcional al desarrollo co-
tidiano de las relaciones laborales, dada la posibilidad que el emplea-
dor tiene de optar por una indemnización y realizar definitivamente
su deseo de liberarse del trabajador incumplidor, como se analizará
más adelante. En cualquier caso esta opción es claramente rechazable
en los despidos de representantes de los trabajadores, en donde la op-
ción por la readmisión no le corresponde al empresario. En estos casos
puede conjeturarse, sobre todo en las pequeñas y medianas empresas,
un empleo «resistente» del mecanismo del nuevo despido del represen-
tante electo o sindical como forma de mantenerle alejado del centro
de trabajo y de prolongar una situación de hostilidad hacia el mismo.
Sucede que, sin embargo, en estos supuestos el tránsito hacia la anti-
sindicalidad debería frustrar esta maniobra, puesto que el mecanismo
47. El dies a quo del plazo de siete días previsto en la norma se inicia a partir de la
firmeza de la sentencias que aprecia los defectos de forma en el acto de despido, señala la
STS de 10 de noviembre de 1995 (A. 8400).
48. STS de 10 de noviembre de 1995 (A. 8400), a propósito de la omisión del trá-
mite de audiencia previa a los delegados sindicales del sindicato al que estaba afiliado el
trabajador despedido.
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49. Cf. en esta línea J. L. Goñi Sein, La reiteración del despido..., cit., pp. 147-148.
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50. Así, J. M.ª Marín Correa, «Comentario al Art. Segundo, Tres, Ley 45/2002»,
en A. Sempere y J. A. Sagardoy (coords.), Despido y desempleo. Comentarios a la Ley
45/2002, de 12 de diciembre, de medidas urgentes para la reforma del sistema de protec-
ción de desempleo y mejora de la ocupabilidad, en el monográfico de Documentación
Laboral n.º 67 (2003), pp. 97 ss; J. Gárate Castro, «La reforma del régimen jurídico del
despido, en particular, de los salarios de tramitación», en el monográfico de Relaciones
Laborales 4 (2003), pp. 20 ss.; J. C. García Quiñones, «El depósito de la indemnización:
mecanismo liberatorio de los salarios de tramitación», en P. Gete Castrillo y F. Valdés Dal-
Re (dirs.), Nuevo régimen jurídico del despido y del desempleo. Análisis crítico de la Ley
45/2002, Cinca, Madrid, 2003, pp. 166 ss.
51. STS de 23 de noviembre de 2008, «el objetivo de la reforma operada por la
Ley 45/2002 fue claramente la de reducir el coste que para el empresario comportan los
despidos improcedentes, eliminando o reduciendo los salarios de tramitación».
52. STC 84/2008, de 21 de julio, que analiza el reproche de diferencia de trato
arbitraria basada en la mera conveniencia económica del empresario sobre la base de su
decisión de readmitir o de considerar extinguido en contrato en orden al percibo por
parte del trabajador de los salarios de tramitación.
53. J. Gárate Castro, «La reforma del régimen jurídico del despido, en particular, de
los salarios de tramitación», cit., p. 20, subrayando que desde 1926, el despido injustifica-
do siempre ha comportado el pago de los salarios dejados de percibir.
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54. J. Lahera Forteza, «Los efectos de la reforma del despido», en P. Gete Castrillo
y F. Valdés Dal-Re (dirs.), Nuevo régimen jurídico del despido y del Desempleo..., cit.,
pp. 181-182.
55. A. Ceinós Suárez, El desistimiento como causa de extinción del contrato de tra-
bajo, Thompson/Aranzadi, Cizur Menor, 2008, pp. 53-54.
56. J. Lahera Forteza, «Los efectos de la reforma del despido», cit., p. 182.
57. J. M.ª Marín Correa, «Comentario al Art. Segundo, Tres, Ley 45/2002», cit.,
pp. 101-102.
58. J. Rentero Jover, «Algunos aspectos de la nueva regulación del despido»: RDS 25
(2004), p. 19.
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59. J. Rentero Jover, «Algunos aspectos de la nueva regulación del despido», cit.,
pp. 24-25, en donde menciona no sólo los despidos arbitrarios, sino los que encubren
despidos por causas económicas y por tanto nulos tanto por incumplir requisitos formales
del despido objetivo como por fraude de ley al tratarse de despidos colectivos cuyo pro-
cedimiento se quiere evitar.
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67. Cf. A. Baylos, Derecho del Trabajo: Modelo para armar, Trotta, Madrid, 1991,
pp. 95-99; un completo estudio en F. Valdés Dal-Ré, «Los derechos fundamentales de la
persona del trabajador», en AA.VV., XVII Congreso Mundial de Derecho del Trabajo y de
la Seguridad Social, FCU, Montevideo, 2003, pp. 37 ss.
68. Vid. los hitos de la construcción de esta categoría en A. M. Badiola Sánchez, La
nulidad de la extinción del contrato de trabajo, Lex Nova, Valladolid, 2003, pp. 250 ss.
Téngase presente, además, que el despido colectivo, aun con autorización administrati-
va, si es movido por un propósito discriminatorio o contrario a un derecho fundamen-
tal o, con independencia de este propósito, produzca estos resultados, vid. M. E. Casas
Baamonde, «La calificación jurídica del despido. Despidos improcedentes y nulos», en
J. Aparicio Tovar y A. Baylos Grau (eds.), El régimen del despido tras la reforma laboral,
Madrid, 1995, pp. 72-73.
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69. M. E. Casas Baamonde, «La calificación jurídica del despido...», cit., p. 73.
70. Las posiciones al respecto son unánimes, por citar algunos acercamientos mo-
nográficos vid. A. Pedrajas Moreno, Despido y derechos fundamentales..., cit., p. 175;
A. M. Badiola Sánchez, La nulidad de la extinción..., cit., p. 287; o, sin resultar categóri-
co, C. Riera Vayreda, El despido nulo, Tirant lo Blanch, Valencia, 1999, p. 160.
71. Y también, por cierto, a la libertad de empresa cuyo tratamiento como derecho
fundamental, a diferencia de lo que acaece con el derecho al trabajo tradicionalmente
minusvalorado, se ensalza en los estudios recientes, vid. M. Aragón Reyes, «El conteni-
do esencial del derecho...», cit., pp. 23 ss., o A. Cidoncha, La libertad de empresa, cit.,
pp. 175 ss.
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[...] aquellos despidos disciplinarios en los que, frente a los indicios de lesión
de un derecho fundamental [...] el empresario alcanza a probar que el despido
obedece realmente a la concurrencia de incumplimientos contractuales del tra-
bajador que justifican la adopción de la medida extintiva. [...] Cuando se ventila
un despido pluricausal, en el que confluyen una causa, fondo o panorama discri-
minatorio y otros eventuales motivos concomitantes de justificación, es válido
para excluir que el mismo pueda considerarse discriminatorio o contrario a los
derechos fundamentales que el empresario acredite que la causa alegada tiene
una justificación objetiva y razonable que, con independencia de que merezca la
72. Las hipótesis de despidos donde la lesión de los derechos fundamentales del
trabajador se explicita en la conducta empresarial son escasas y hasta anecdóticas pero no
inexistentes, así, por ejemplo, en los supuestos conocidos por las SSTC 173/1994 donde
la empresa reconoce que la no renovación de un contrato temporal se debía al embarazo
de la trabajadora; o la STC 140/1999 en donde la propia carta de despido reconocía que
la extinción se producía como consecuencia de la reclamación efectuada por los trabaja-
dores para pedir la calificación como laborales de sus contratos.
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73. Vid. una consideración de algunos de los pronunciamientos más recientes del TC
al respecto en Y. Maneiro Vázquez, «La prueba en los despidos pluricausales: posición del
Tribunal Constitucional»: AL 14 (2008).
74. FJ 7.º STC 138/2006, citando a su vez el FJ 7.º STC 14/2002.
75. Vid. I. García Perrote, «Causas del despido nulo», en AA.VV., Estudios sobre el
despido disciplinario, ACARL, Madrid, 21992, p. 248.
76. De nuevo la STC 138/2006.
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77. Para una reproducción sintética del mismo vid. A. M. Badiola Sánchez, La nuli-
dad de la extinción..., cit., pp. 254-272.
78. Para las referencias concretas, A. M. Badiola Sánchez, La nulidad de la extin-
ción..., cit., pp. 263-271.
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84. M. E. Casas Baamonde, «La nulidad del despido...», cit., pp. 439-445, con de-
talle.
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85. P. Cachón Villar y A. Desdentado Bonete, Reforma y crisis del proceso..., cit.,
p. 99.
86. Ibid., p. 99.
87. M. E. Casas Baamonde, «La nulidad del despido...», cit., p. 441, para quien «sólo
en estos supuestos la nulidad judicial queda minorada».
88. En este sentido P. Cachón Villar y A. Desdentado Bonete, Reforma y crisis del
proceso..., cit., p. 99.
89. J. Aparicio Tovar, «El despido de los representantes de los trabajadores y del afi-
liado al sindicato», en J. Aparicio Tovar y A. Baylos Grau (eds.), El régimen del despido...,
cit., p. 195.
90. «Procedimiento dentro de la empresa y proceso judicial de control se encuen-
tran estrechamente relacionados, pero no son parte de una misma actividad, ni es posible
reparar su falta atendiendo al hecho de que después sea posible defenderse en el proceso
ante los Tribunales» (M. F. Fernández López, El poder disciplinario..., cit., pp. 347-348).
91. M. E. Casas Baamonde, «La nulidad del despido...», cit., p. 443.
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94. J. Aparicio Tovar, «El despido de los representantes...», cit., pp. 213-214.
95. P. Cachón Villar y A. Desdentado Bonete, Reforma y crisis del proceso..., cit.,
pp. 122-123.
96. M. T. Igartúa Miró, «Requisitos formales del despido objetivo», en J. Gorelli
Hernández (coord.), El despido. Análisis y aplicación práctica, Tecnos, Madrid, 2004,
pp. 458.
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98. Así por ejemplo y según cabe deducir de la doctrina del TC el despido de la em-
barazada cuyo estado de gestación es desconocido por la empresa no sería, conforme al
discurso general del despido discriminatorio, nulo; pues la doctrina del Alto Tribunal «ha
considerado necesario el conocimiento por parte de la empresa del estado de embarazo
de la trabajadora para apreciar la existencia de un panorama indiciario de la lesión del
derecho fundamental, bien porque conste dicho conocimiento en los hechos probados de
las resoluciones recurridas, bien porque, aun no constando expresamente, existan otros
datos que permitan deducir la probabilidad de la lesión. En efecto, difícilmente puede
apreciarse la existencia de un tratamiento peyorativo basado en el embarazo de la tra-
bajadora cuando no haya quedado acreditado el conocimiento por la empresa de dicho
embarazo o de cualquier otra situación o circunstancia que pudiera entenderse conectada
con el mismo, ni existan otros datos de los que, pese a la falta de constancia expresa del
conocimiento, pueda deducirse la probabilidad de la lesión» (STC 92/2008, FJ 4.º).
99. Así adviértase, como ejemplo del rigor al que nos referimos, como el TC casi
niega literalmente la propia acepción de indicio cuando habla de la necesidad de aportar
por el trabajador «un principio de prueba revelador de la existencia de un panorama
indiciario del que surgiera, de modo razonable, la vehemente y fundada sospecha de una
discriminación» (STC 87/2004, FJ 3.º, negrita nuestra) o, en el caso de la STC 41/2002,
donde ni siquiera un previo despido discriminatorio una vez agotado el permiso de ma-
ternidad es considerado indicio suficiente para alterar el reparto probatorio en favor de la
trabajadora embarazada.
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100. Como bien se ha apreciado, se establece una tutela especializada en esta materia,
cuya efectividad se obtiene actuando sobre dos circunstancias del despido: la exclusión de
la calificación de improcedencia y la supresión de la carga de la prueba indiciaria para el
demandante, vid. M. B. Cardona Rupert, Protección de la trabajadora embarazada: Tutela
preventiva y tutela antidiscriminatoria, Aranzadi, Cizur Menor, 2002, p. 98.
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LA CALIFICACIÓN JURÍDICA DEL DESPIDO
El despido nulo por fraudulento constituye una categoría que aparece le-
galmente dirigida a los despidos objetivos por causa económica previstos
en el artículo 52.c ET que eluden el procedimiento de control para los
despidos colectivos del artículo 51 ET. Pero junto a esta categoría, que se
analizará a continuación, se plantea el interrogante de si existe también
una categoría de despidos disciplinarios fraudulentos, tal como había
sido creada por la jurisprudencia durante la vigencia de la LPL de 1980.
Respecto de la posible «resurrección» de la categoría del despido
nulo por fraude de ley, es decir, el despido antijurídico, arbitrario, con
atentado a los principios centrales del ordenamiento jurídico-laboral104,
una jurisprudencia muy contundente del TS rechazó la aplicación de esta
figura al proceso laboral tras la reforma de la LPL en 1990105. El núcleo
argumental de las mismas era, en palabras textuales, que «el legislador
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LA CALIFICACIÓN JURÍDICA DEL DESPIDO
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EL DESPIDO O LA VIOLENCIA DEL PODER PRIVADO
106. J. Rentero Jover, «El despido tras el estatuto básico del empleado público»: Re-
vista de Jurisprudencia 1 (2008), p. 3.
107. J. B. Vivero Serrano, «El despido improcedente de los empleados públicos en el
estatuto Básico del Empleado Público»: RDS 40 (2007), pp. 72-81.
108. Interpretación propuesta por J. B. Vivero Serrano, «El despido improcedente...»,
cit., p. 74.
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LA CALIFICACIÓN JURÍDICA DEL DESPIDO
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Capítulo 3
1. Despido procedente
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LOS EFECTOS DEL DESPIDO. LA EJECUCIÓN DE SENTENCIAS DE DESPIDO
4. Cf. J. Pérez Rey, «La modernización del régimen del despido: el debate euro-
peo», en J. P. Landa Zapirain (coord.), Flexiguridad: debates europeos, Bomarzo, Albace-
te, 2009.
5. Es cierto, como pone de manifiesto C. Viqueira Pérez (La prestación por desem-
pleo derivada del despido, Tirant lo Blanch, Valencia, 2004, pp. 17-18), que el reconoci-
miento de la prestación en el momento mismo del despido no exige necesariamente como
hizo el RDL 5/2002 prescindir de los salarios de tramitación, es decir, que a diferencia
de lo que ocurre con el despido procedente no hay ninguna exigencia técnica que ligue
indefectiblemente el momento de acceso a la prestación con el mantenimiento o no de los
salarios de tramitación. Otra cosa es que el legislador de 2002 intentara asimilar ambos
conceptos con e propósito de enmascarar, sin éxito, que la reforma del desempleo lo era
a su vez del despido y en términos claramente degradatorios.
6. M. Rodríguez-Piñero y Bravo-Ferrer, Flexiseguridad: el debate europeo..., cit.,
p. 24.
7. Aunque en este caso, sin motivo aparente, el tope máximo de la indemnización
es el de nueve y no doce meses.
147
EL DESPIDO O LA VIOLENCIA DEL PODER PRIVADO
8. Como sucede en el supuesto conocido por la STC 18/2004, donde varios traba-
jadores despedidos por causas objetivas rechazan, en un principio, percibir la indemniza-
ción, así como el preaviso y la liquidación, formulando demanda por despido. Considera-
do procedente el despido por la sentencia de instancia, los trabajadores, tras anunciar su
propósito de recurrir el fallo, aceptaron las cantidades y suscribieron el correspondiente
documento de saldo y finiquito lo que, en opinión de la empresa, suponía renunciar a
continuar con el recurso. La opinión empresarial fue rechaza por el Tribunal Superior de
Justicia que conoció del recurso y acabó declarando el despido improcedente, sin embar-
go, en trámite de ejecución de sentencia el Tribunal rechazó la posibilidad de ejecución
basándose precisamente en los documentos de saldo y finiquito suscritos por los trabaja-
dores. Para el TC tal proceder contraría el artículo 24 CE en su vertiente de derecho a la
ejecución de sentencias en su núcleo más propio de efectividad, pues el pacto alcanzado
no puede excluir el derecho al recurso, lo que sería tanto como afirmar que el documento
de saldo y finiquito transforma una extinción unilateral ya causada en un sobrevenido mu-
tuo acuerdo resolutorio; de modo que no se está en este caso ante una mera cuestión de
interpretación del alcance y contenido de los fallos de las sentencias o de sus consecuen-
cias sino, por el contrario, ante la alteración del criterio jurídico sentado sobre cuestiones
ya planteadas en el proceso declarativo.
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LOS EFECTOS DEL DESPIDO. LA EJECUCIÓN DE SENTENCIAS DE DESPIDO
2. Despido improcedente
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LOS EFECTOS DEL DESPIDO. LA EJECUCIÓN DE SENTENCIAS DE DESPIDO
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LOS EFECTOS DEL DESPIDO. LA EJECUCIÓN DE SENTENCIAS DE DESPIDO
14. STS 11 de marzo de 2004 (A. 3401). Adviértase que la doctrina de esta sentencia
versa en realidad de la indemnización derivada de la resolución del contrato de trabajo a
instancias del trabajador aunque su traslación al despido improcedente es por completo
procedente, una vez que el artículo 50.2 ET se remite a las indemnizaciones para aquel
tipo de despido.
15. Vid. A. V. Sempere Navarro y J. A. Buendía Jiménez, «El carácter tasado de la
indemnización por resolución del contrato de trabajo. Comentario a la STS de 11 de
marzo de 2004»: AS 14 (2004).
16. Vid. un elenco de los supuestos más frecuentes de los que ha conocido la ju-
risprudencia en reclamaciones por daños y perjuicios derivadas del despido en I. Marín
Moral, La indemnización por despido, Aranzadi, Cizur Menor, 22006, pp. 226-227.
17. M. F. Fernández López, «Indemnizaciones tasadas por daños...», cit., pp. 66-67.
De al algún modo esto ha sido reconocido por el TS cuando afirma que el español es «un
régimen de indemnización tasada que atiende en el cálculo de la misma a la pérdida del
puesto de trabajo y no a la eventual privación de derechos sociales» (STS de 31 de enero
de 2001, A. 2137). En este caso concreto el argumento se usaba para admitir el rescate
por los trabajadores de un fondo constituido para la cobertura de las contingencias de
jubilación, muerte o invalidez permanente, cuando la relación laboral se extinguía por
causas distintas a las citadas como, por empleo, el despido. Pero, al margen de los detalles
concretos del caso, lo cierto es que parece claro que el razonamiento judicial confina la
ratio de la indemnización que nos detiene a la pérdida del empleo y no a otros daños
153
EL DESPIDO O LA VIOLENCIA DEL PODER PRIVADO
154
LOS EFECTOS DEL DESPIDO. LA EJECUCIÓN DE SENTENCIAS DE DESPIDO
b) Cálculo de la indemnización
20. La discusión del salario en el proceso por despido viene siendo validada por la
jurisprudencia desde la STS de 7 de diciembre de 1990 (A. 9760), siendo muy amplias las
posibilidades de revisar el salario a efectos indemnizatorios, considerándose incluso que
no hay acumulación indebida cuando se trata de decidir sobre la base de la clasificación
profesional controvertida del trabajador. Así la STS de 12 de julio de 2006 (A. 6310)
según la que el hecho de que se solicite que «las indemnizaciones por despido se calculen
sobre el salario que, en virtud de las normas aplicables, correspondía a las funciones
que efectivamente venía desempeñando la trabajadora [...] es una pretensión propia del
proceso de despido que ha de resolverse en él. Lo que se produce en estos casos no es
una acumulación de acciones, sino la presencia en el orden de las decisiones propio de
una controversia por despido de una cuestión prejudicial en la que han de tomarse en
cuenta las normas sobre clasificación profesional: tiene que decidirse si, conforme a estas
normas, los trabajos realizados son los propios de la categoría reconocida o corresponden
a otra categoría con retribución superior. Pero obsérvese que, tal como está planteado el
pleito, no se trata de una decisión prejudicial de clasificación, pues no se pide que a efec-
tos del despido se considere que la trabajadora tiene la categoría de encargada; de lo que
se trata es de que se tomen las retribuciones de encargada».
21. Se plantea el interrogante de si, además de en el proceso de despido, el salario
relevante para la indemnización podría discutirse en otro procedimiento y trasladar sus
efectos a la indemnización ya fijada cuando los efectos del primero se retrotrajeran a una
fecha anterior al despido. Haciendo gala una vez más de su apego a la seguridad jurídica
en esta materia, la jurisprudencia ha descartado tal proceder advirtiendo que la indem-
nización ha de «permanecer inalterable y no actualizable a consecuencia de los sucesivos
incrementos que se hayan podido producir por disposición legal o por convenio colecti-
vo [...] salvo que el trabajador continuara en la prestación de sus servicios en ejecución
provisional de sentencia» (STS de 30 de enero de 1991, A. 193). Ahora bien, como con
acierto pone de manifiesto la doctrina, esta invariabilidad de la indemnización ligada a
consideraciones procesales como la de cosa juzgada debe necesariamente ceder cuando
155
EL DESPIDO O LA VIOLENCIA DEL PODER PRIVADO
156
LOS EFECTOS DEL DESPIDO. LA EJECUCIÓN DE SENTENCIAS DE DESPIDO
tuyan salario aun cuando sean de percepción irregular como sucede con
las horas extraordinarias, las comisiones, los incentivos o las opciones
sobre acciones25; o se trate de salario en especie.
25. Acerca de los problemas que platea el cómputo de estas partidas salariales a
efectos de la indemnización por despido vid. de nuevo L. Collado García, «Costos eco-
nómicos derivados...», cit., pp. 129-139. También con abundante cita de jurisprudencia
I. Marín Moral, La indemnización por despido, cit., pp. 27-68.
26. En la doctrina vid. F. Valdés Dal-Ré, «El cómputo de los años...», cit.; L. Collado
García, «Costos económicos derivados...», cit., pp. 140-146 y I. Marín Moral, La indem-
nización por despido, cit., pp. 82 ss.
27. STS de 8 de marzo de 1993 (A. 1712).
28. STS de 30 de noviembre de 1998 (A. 10043).
157
EL DESPIDO O LA VIOLENCIA DEL PODER PRIVADO
29. Entre los últimos pronunciamientos STS de 12 de marzo de 2003 (A. 3811).
30. Pues como pone de manifiesto L. Collado García, «Costos económicos deriva-
dos...», cit., p. 143, de los términos del artículo 46.1 ET parece inferirse la equiparación
de los efectos de la excedencia forzosa a otros supuestos de suspensión del contrato con
reserva de puesto de trabajo en los que sí se tienen en cuenta los períodos de suspensión
(IT, maternidad, etc.).
31. STS de 26 de septiembre de 2001 (A. 322).
32. No se computarían servicios prestados en régimen civil o mercantil, aunque sí
los períodos de trabajo prestados bajo la cobertura formal de un contrato administrativo
(STS de 4 de abril de 2001 [A. 4482]).
33. STS de 4 de julio de 2006 (A. 6419).
34. De forma detallada acerca de esta importante línea jurisprudencial vid. J. Pérez
Rey, La transformación de la contratación temporal en indefinida. El uso irregular de la
temporalidad en el trabajo, Lex Nova, Valladolid, 1994, pp. 398 ss.
35. Vid. esta extensión de la regla de los 20 días al cómputo de la antigüedad, por
ejemplo, en la STS de 28 de febrero de 2005 (A. 3399).
36. Un comentario a la misma en J. Lahera Forteza, «Nuevo cálculo del complemen-
to de antigüedad en las cadenas de contratación temporal: un impacto inevitable en el
examen de legalidad de los contratos (Comentario a la STS 4.ª de 16 de mayo de 2005)»:
RL 23 (2005).
158
LOS EFECTOS DEL DESPIDO. LA EJECUCIÓN DE SENTENCIAS DE DESPIDO
37. STS de 8 de marzo de 2007 (A. 3613); STS de 17 de diciembre de 2007 (A. 1390)
o la STS de 3 de noviembre de 2008 (A. 6094).
38. STJCE de 4 de julio de 2006, según la cual «la cláusula 5 del Acuerdo marco
sobre el trabajo de duración determinada debe interpretarse en el sentido de que se opo-
ne a una normativa nacional como la controvertida en el litigio principal, que considera
que únicamente deben calificarse de «sucesivos» a efectos de dicha cláusula los contratos
o relaciones laborales de duración determinada que no estén separados entre sí por un
intervalo superior a veinte días laborables». La nueva doctrina de la unidad esencial del
vínculo a la que nos venimos refiriendo establecida a partir de la ya citada STS de 8 de
marzo de 2007 (A. 3613) se funda, entre otros argumentos, en esta sentencia comunitaria.
39. En este sentido con absoluta corrección señala la STS de 31 de mayo de 2006
(A. 3353) que «para que dos deudas sean compensables, es preciso, de conformidad con
159
EL DESPIDO O LA VIOLENCIA DEL PODER PRIVADO
el artículo 1196 del CC, que las dos estén vencidas, que sean líquidas y exigibles. Pues
bien, en el caso de autos, las cantidades que se pretende compensen parte del importe de
la indemnización por despido fueron satisfechas en su momento por el empleador como
uno de los elementos integrantes de una serie de operaciones que, en su conjunto, se han
calificado como contrataciones en fraude de Ley, y por ello, no generaron una deuda del
trabajador a la empresa, e, inexistente la deuda, obviamente no procede compensación
alguna».
40. STS de 31 de octubre de 2007 (A. 297).
160
LOS EFECTOS DEL DESPIDO. LA EJECUCIÓN DE SENTENCIAS DE DESPIDO
161
EL DESPIDO O LA VIOLENCIA DEL PODER PRIVADO
declare la improcedencia hasta aquella en la que tenga lugar la readmisión, salvo que, por
causa imputable al trabajador, no se hubiera podido realizar en el plazo señalado».
45. En el ámbito del incidente de no readmisión, el artículo 279.2.c LPL dispone
que el juez «condenará al empresario al abono de los salarios dejados de percibir desde
la fecha de la notificación de la sentencia que por primera vez declare la improcedencia
hasta la de la mencionada solución».
46. La STS de 7 de julio de 1994 (A. 6351), en un caso de responsabilidad solidaria
por subcontratación sobre obligaciones de naturaleza salarial, incluyendo los salarios de
tramitación en este concepto, sobre la base de una «interpretación literal» de la normativa
en vigor.
47. STS de 14 de marzo de 1995 (A. 2010) que, en realidad, recuperó la doctrina
fijada por el propio TS en sus sentencias de 30 de enero de 1991 (A. 193) y de 13 de mayo
de 1991 (A. 3907). Pronunciamientos más recientes insisten en esta línea de la naturaleza
indemnizatoria de los salarios de tramitación sobre todo al objeto de descartar la respon-
sabilidad solidaria de la empresa principal en las hipótesis de subcontratación, así las SSTS
de 14 de julio de 1998 (A. 8544); 9 de diciembre de 1999 (A. 9718); 23 de enero de 2001
(A. 2062) o 20 de febrero de 2006; también, con otros propósitos, la STS de 18 de abril
de 2007 (A. 3540).
48. Recuérdese lo que ya se señaló en el Capítulo I acerca de la eficacia originaria
del despido y su basamento interpretativo en la redacción dada por la reforma de 1994 al
artículo 55.7 ET: «el despido procedente convalidará la extinción del contrato...».
49. A. Martín Valverde, «Incidencia de la reforma laboral...», cit., p. 156.
162
LOS EFECTOS DEL DESPIDO. LA EJECUCIÓN DE SENTENCIAS DE DESPIDO
163
EL DESPIDO O LA VIOLENCIA DEL PODER PRIVADO
53. El propio A. Blasco Pellicer, La reforma del sistema..., cit., p. 39 y J. Agustí Juliá,
«La regulación de los salarios de tramitación en la Ley 45/2002», en J. Aparicio Tovar
(coord.), Estudios sobre el salario, Bomarzo, Albacete, 2004, p. 181.
54. La STS de 18 de abril de 2007 (A. 3540) advierte que conoce la doctrina ema-
nada de la jurisprudencia comunitaria aun cuando la misma no sea «susceptible de exten-
derse al supuesto que es objeto del [...] recurso. Además, deviene intrascendente para su
resolución, la determinación de cual sea la naturaleza jurídica de los salarios de tramita-
ción, es decir, si tienen naturaleza salarial (o retributiva), o meramente indemnizatoria».
No parece, por tanto, cerrarse la puerta definitivamente a reconsiderar la naturaleza de
los salarios de trámite cuando su determinación sea relevante para resolver el recurso,
aunque no se puede obviar tampoco que el resto de la sentencia mantiene con firmeza la
naturaleza indemnizatoria de los salarios si bien no resultaba aplicable al caso el régimen
jurídico posterior a la reforma practicada por la Ley 45/2002.
55. Pues a lo obtenido en este tipo de trabajos extiende las posibilidades de descuen-
to el TS (STS de 22 de marzo de 1999, A. 210) a pesar de que la ley es clara al hablar de
empleo que, en su contexto, parece remitir exclusivamente al trabajo por cuenta ajena.
No obstante, en estos casos de trabajo autónomo el descuento es especialmente complejo
dadas las dificultades probatorias para acreditar lo obtenido, máxime cuando la legisla-
ción fiscal permite la tributación objetiva en este tipo de actividades, vid. J. Luján Alcaraz
y J. M. Ríos Mestre, «Despido y salarios de tramitación», en A. V. Sempere Navarro, El
despido..., cit., p. 610.
164
LOS EFECTOS DEL DESPIDO. LA EJECUCIÓN DE SENTENCIAS DE DESPIDO
56. STS de 13 de mayo de 1991 (A. 3907), ya citada, continuada por las SSTS de 2
de diciembre de 1992 (A. 10050), 19 de mayo de 1994 (A. 4284) y 14 de marzo de 1995
(A. 2010), sobre la base de la naturaleza indemnizatoria de los salarios de tramitación.
La crítica doctrinal a esta solución se basa en que se considera inadecuada a los efectos
característicos de la nulidad de los actos jurídicos. Cf. M. E. Casas Baamonde, «El despido
disciplinario...», cit., pp. 268-269; L. E. de la Villa, «Los efectos del despido nulo», en
AA.VV., Estudios sobre el despido disciplinario, ACARL, Madrid, 21992, p. 589.
57. Puesto que es el trabajador quien «tiene normalmente un control sobre la prueba
de lo que percibió realmente mayor del que puede atribuirse al empresario de la primera
relación laboral», en palabras de la STS de 31 de enero de 1996 (A. 490). Sigue esta mis-
ma doctrina la más reciente STS de 10 de octubre de 2007 (A. 8488) que, sin embargo, a
sensu contrario, parece admitir la aplicación del artículo 217.6 LEC cuando el empresario
ha intentado sin éxito acreditar los emolumentos percibidos por el trabajador en el nue-
vo empleo, de forma que junto a la presunción del SMI podría atemperarse aún más el
rigor probatorio que proclama el artículo 56.1.b ET. En esta línea señala la sentencia que
«cuestión distinta hubieran sido si, a pesar de la actividad probatoria desplegada por el
empresario, no hubiera logrado acreditar lo percibido por el trabajador en la otra empresa
—a pesar del requerimiento el trabajador no aportó las nóminas, el nuevo empresario
no informó de lo abonado al trabajador, en prueba de interrogatorio el trabajador no
reconoció el importe de su salario, no acudió como testigo el representante de la nueva
empresa— en cuyo caso podría haberse aplicado lo dispuesto en el apartado 6 del artícu-
lo 217 de la Ley de Enjuiciamiento Civil, atemperando el Juez la rigidez de las normas
sobre la carga de la prueba».
58. STS de 3 de octubre de 1994 (A. 7740) y 16 de junio de 1994 (A. 5442). Vid.
M. E. Casas Baamonde, «El despido disciplinario...», cit., p. 270.
165
EL DESPIDO O LA VIOLENCIA DEL PODER PRIVADO
59. STS de 28 de mayo de 1999 (A. 5002): «si la incapacidad temporal suspende el
contrato de trabajo y esta suspensión exonera de las obligaciones de trabajar y de remu-
nerar el trabajo, cuando el despido se produce en ese tiempo en que no son debidos los
salarios, tampoco cabe imponer a la empresa el abono de los de tramitación en el despido
declarado improcedente, en el tramo temporal que coincidan el despido con la incapaci-
dad temporal y con las prestaciones debidas por esta contingencia».
60. La ya citada STS de 18 de abril de 2007 (A. 3540).
166
LOS EFECTOS DEL DESPIDO. LA EJECUCIÓN DE SENTENCIAS DE DESPIDO
61. Para este planteamiento higiénico vid., por ejemplo, M. I. Romero Pradas, La
posible limitación de los salarios de tramitación ex art. 56.2 ET. Incidencias procesales,
Tirant lo Blanch, Valencia, 1998, pp. 12-15.
62. «No pedimos el despido libre porque ya existe, lo que pasa es que es carísimo»,
afirmaba, en ese sentido, el presidente de la CEOE, Díaz Ferrán (Público, 18 de febrero
de 2009).
63. R. Bodas Martín, «La detracción de los salarios de tramitación», original fo-
tocopiado, p. 2. En la jurisprudencia del TS, vid. STS de 22 de enero de 2008, A. 1620
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EL DESPIDO O LA VIOLENCIA DEL PODER PRIVADO
168
LOS EFECTOS DEL DESPIDO. LA EJECUCIÓN DE SENTENCIAS DE DESPIDO
rios el error excusable70. Teoría ésta, la del error excusable, que como
justamente ha sido observado71, desestabiliza la institución a favor de
una de las partes y se vacía de contenido su doble finalidad, puesto que
el trabajador no tiene otra opción que pleitear y pierde, aunque tenga
razón, la indemnización por el período de tramitación, lo que significa
sencillamente que no se le restituye íntegramente en su derecho.
Si se cumplen todas estas exigencias, y se ponen en conocimiento
del trabajador, el mecanismo previsto en el artículo 56.2 ET permite
limitar o eliminar las cantidades adeudadas en concepto de salarios de
tramitación del siguiente modo: si la consignación judicial de la indem-
nización se produjo en el plazo de 48 horas72 desde el despido los
salarios de tramitación se suprimen por completo; si en cambio este
plazo no se cumple los salarios de trámite se devengan hasta la fecha
del depósito que, en cualquier caso, no puede producirse después de la
conciliación73 que es donde la ley sitúa el dies ad quem del mecanismo
liberatorio del artículo 56.2 ET.
Dada la función constitucional de la revisión judicial del despido
como contenido esencial del derecho al trabajo, la puesta en marcha del
mecanismo liberatorio de los salarios de tramitación no pone (no puede
poner) en entredicho la capacidad del trabajador de instar el control
judicial de la decisión empresarial. En primer lugar parece claro que si
el trabajador rechaza la consignación y sigue adelante con el proceso, la
limitación o eliminación, en su caso, de los salarios de tramitación sólo
operará si la sentencia confirma la improcedencia del despido pero no si
la sentencia declara la nulidad del despido. Más problemático es deter-
minar si, en caso de continuar el trabajador con el proceso, la empresa
que ha previamente reconocido la improcedencia puede en el ámbito del
proceso judicial defender la procedencia del despido desligándose de su
manifestación de voluntad anterior que habría quedado sin efecto al no
haber aceptado el trabajador la indemnización. Las reglas de la doctrina
de los propios actos, así como las garantías de defensa del trabajador en
70. Entre las decisiones más recientes, STS de 13 de noviembre de 2006 (A. 6554);
STS 19 de junio de 2007 (A. 107) y STS 27 de junio de 2007 (A. 8218).
71. R. Bodas Martín, «La detracción de los salarios...», cit., p. 14.
72. Para cuyo cómputo se excluyen los días inhábiles: STS de 16 de octubre de 2006
(A. 7749).
73. Tal y como sucedía en la regulación anterior a 2002 surge la duda de si esta
conciliación es la administrativa (art. 63 LPL) o la judicial (art. 84 LPL). El alejamiento
definitivo, tras el 2002, del artículo 56.2 ET del fomento del acuerdo extrajudicial y su
puesta al servicio del ahorro de los costes derivados del despido permite sostener que la
conciliación a la que el legislador se refiere es la judicial al permitir una mayor extensión
temporal del mecanismo liberatorio, vid. M. Alegre Nueno, La impugnación del despido,
cit., pp. 289-293. Textualmente en este mismo sentido, STS de 3 de noviembre 2008
(A. 6612).
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EL DESPIDO O LA VIOLENCIA DEL PODER PRIVADO
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LOS EFECTOS DEL DESPIDO. LA EJECUCIÓN DE SENTENCIAS DE DESPIDO
171
EL DESPIDO O LA VIOLENCIA DEL PODER PRIVADO
pagados por el empresario para resarcir al trabajador de los daños causados por
la superación de los plazos de sustanciación previstos en la ley, pero entre estos
no se encuentran, una vez acreditada tal circunstancia, aquellos que coincidan
en el tiempo con período trabajado y retribuido por otras empresas81. Por su
parte, el trabajador sólo tiene legitimación frente al Estado cuando no haya
cobrado del empresario los salarios de tramitación a causa de la insolvencia de
éste (art. 116 LPL).
3. Despido nulo
172
LOS EFECTOS DEL DESPIDO. LA EJECUCIÓN DE SENTENCIAS DE DESPIDO
173
EL DESPIDO O LA VIOLENCIA DEL PODER PRIVADO
87. Para un completo análisis de la evolución vid. M. Sepúlveda Gómez, Los efectos
patrimoniales derivados de la conducta antisindical del empresario, Bomarzo, Albacete,
2004, pp. 76 ss.
88. Así la STS de 9 de junio de 1993 (A. 4553) donde se advierte que «no es nece-
sario probar que se ha producido un perjuicio para que nazca el derecho al resarcimiento
sino que, por el contrario, una vez acreditada la vulneración del derecho fundamental se
presume la existencia del daño y debe decretarse la indemnización correspondiente».
89. STS de 23 de marzo de 2000 (A. 3121).
90. M. Sepúlveda Gómez, Los efectos patrimoniales..., cit., p. 94.
91. STS de 23 de diciembre de 2003 (A. 2004).
174
LOS EFECTOS DEL DESPIDO. LA EJECUCIÓN DE SENTENCIAS DE DESPIDO
92. Que debe entenderse dado su contexto aplicable a cualquier conducta lesiva de
derechos fundamentales y no sólo a las discriminatorias como una visión estricta del texto
normativo avalaría, vid. J. F. Lousada Arochena (coord.), Ley de igualdad y contrato de
trabajo, Francis Lefebvre, Madrid, 2007, p. 205.
93. A. Baylos Grau, J. Cruz Villalón y M. F. Fernández López, Instituciones..., cit.,
pp. 205-206.
94. P. Cachón Villar y A. Desdentado Bonete, Reforma y crisis del proceso..., cit., p. 3.
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EL DESPIDO O LA VIOLENCIA DEL PODER PRIVADO
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LOS EFECTOS DEL DESPIDO. LA EJECUCIÓN DE SENTENCIAS DE DESPIDO
(1994), pp. 355 ss.; A. Blasco Pellicer, «Proceso laboral y efectividad de la tutela judicial»:
RDS 12 (2000), pp. 40 ss. o, de forma muy completa, M. J. Serrano García, La ejecución
de los despidos improcedentes, Lex Nova, Valladolid, 2001, pp. 29 ss.
101. M. F. Fernández López, «El derecho a la ejecución...», cit., pp. 358 y 360. El
resto de los elementos que integran la condena por despido pertenecen, por otra parte,
al género común de la ejecución dineraria y por tanto donde el proceso de ejecución se
encuentra «más seguro» y experimentado.
102. Un recorrido por la labor del TC en esta materia en M. Pérez Pérez, «Impli-
caciones constitucionales de la ejecución provisional de sentencias laborales», en M. E.
Casas Baamonde, F. Durán López y J. Cruz Villalón, Las transformaciones del Derecho del
Trabajo..., cit., pp. 1129 ss.
103. M. Rodríguez-Piñero y Bravo-Ferrer, «El carácter autónomo de la ejecución pro-
visional de las sentencias de despido»: RL I (1994), pp. 87 ss.
104. STC 104/1994, de 11 de abril; STC 87/1996, de 21 de mayo; STC 5/2003, de
20 de enero.
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LOS EFECTOS DEL DESPIDO. LA EJECUCIÓN DE SENTENCIAS DE DESPIDO
109. P. Cachón Villar y A. Desdentado Bonete, Reforma y crisis del proceso..., cit.,
p. 127, plantean que puede interponer el recurso de unificación de doctrina el Ministerio
Fiscal (art. 218 LPL) con independencia de las partes, y también en este caso debe esti-
marse aplicable el artículo 295 del mismo texto legal.
110. La dicción legal en este punto es algo equívoca pues estrictamente interpre-
tada podría dar lugar a considerar que durante la ejecución provisional el trabajador
tiene derecho a los salarios correspondientes a la fecha del despido sin que se computen
las eventuales actualizaciones o incrementos salariales que pudieran tener lugar. Ésta es
una interpretación que necesariamente hay descartar al menos cuando el trabajador a
requerimiento del empresario presta sus servicios durante la ejecución provisional, por
lo cuales tendrá derecho al salario actualizado para no incurrir en la paradoja de verse
retribuido por debajo de lo previsto en la normativa aplicable (cf. J. Gorelli Hernández,
El cumplimiento específico de la readmisión obligatoria, Civitas, Madrid, 1995, p. 245 o
A. Blasco Pellicer, El régimen procesal..., cit., p. 334). Más dudoso es si esta actualización
salarial sería posible, dada la literalidad normativa, en los supuestos donde el empresario
no requiere del trabajador sus servicios optando por el abono salarial sin contraprestación
laboral; donde, dada la finalidad reconstructiva de la relación laboral que anima el régi-
men de la ejecución provisional, habría que llegar a idéntica conclusión teniendo derecho
el trabajador a percibir los salarios actualizados al momento de su obtención (en este
sentido se pronuncia también F. Navarro Nieto, La ejecución judicial de la readmisión en
los despidos, Tirant lo Blanch, Valencia, 2005, p. 164).
111. Acerca de la polémica que envuelve la naturaleza jurídica de los salarios de sus-
tanciación vid. S. Plaza, La ejecución provisional de sentencia en los procesos laborales
por despido, Tirant lo Blanch, Valencia, 2003, pp. 288 ss., quién a su vez defiende la
naturaleza salarial de los mismos sobre la base de considerar estos salarios provinientes
del cumplimiento de una obligación legal autónoma, incluso, de la propia existencia de la
relación laboral (pp. 296-297).
112. Cf. F. Navarro Nieto, La ejecución judicial..., cit., p. 151 y la doctrina que allí
se cita. Mantiene incluso algún sector doctrinal (L. F. Andino Axpe, Ejecución en el orden
jurisdiccional, Comares, Granada, 21996, pp. 357-358) con razones atendibles que el
179
EL DESPIDO O LA VIOLENCIA DEL PODER PRIVADO
incumplimiento por parte del trabajador de sus obligaciones (no sólo del deber de prestar
servicios, sino también de sus obligaciones laborales básicas) supone la pérdida definitiva
de los salarios de sustanciación, pero no autoriza un nuevo despido.
113. Que, a los efectos que ahora interesa, permite acceder a la prestación por des-
empleo inmediatamente después de producido el despido de forma que es perfectamente
posible que en el momento de procederse a la ejecución provisional de la sentencia el
trabajador esté percibiendo la renta de desempleo.
114. Al respecto vid. C. Viqueira Pérez, La prestación por desempleo..., cit., pp. 83-
89.
115. Por revocación no ha de entenderse exclusivamente la modificación de la sen-
tencia de instancia, sino que incluye también las hipótesis en que la sentencia que pone
fin al recurso anule las actuaciones (STC 266/2000) incluso por infracción de un derecho
fundamental del empresario (STC 191/2000) o por considerar que existe incompetencia
de jurisdicción (STC 234/1992), vid. acerca de esta doctrina constitucional M. E. Casas
Baamonde, «La ejecución provisional...», pp. 143 ss.
116. STS 6 de octubre de 1995 (A. 7201), que insiste en la doctrina constitucional y
recuerda que «el derecho a los salarios de subsistencia» establecidos en el (actual) artículo
295 LPL, «es inmune a la sentencia que en su caso revoque la recurrida», lo contrario,
continúa esta decisión, «supondría premiar la conducta antijurídica del demandado que
incumplió la obligación que la ley le imponía».
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EL DESPIDO O LA VIOLENCIA DEL PODER PRIVADO
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LOS EFECTOS DEL DESPIDO. LA EJECUCIÓN DE SENTENCIAS DE DESPIDO
entre empresas [...] El hecho de que la protección frente al desempleo descanse en buena
medida en una indemnización (lo que en términos coloquiales se llama costes de despido)
a cargo exclusivamente del sector privado...».
122. No en vano en el debate doctrinal y jurisprudencial que sucedió a la reforma de
1994 acerca de la ejecución provisional de sentencias de despido hubo posiciones (F. Car-
mona Pozas, «Ejecución provisional de las sentencias de despido», en AA.VV., Reforma de
la legislación laboral. Estudios en homenaje al profesor Alonso García, AEDTSS/Marcial
Pons, Madrid, 1995, p. 471) que defendieron que en el artículo 111 LPL se establece un
régimen de excepción de la protección por desempleo mientras dura la tramitación del
recurso de suplicación. Alguna decisión jurisprudencial se alineó con esta postura (STSJ
Galicia de 13 de diciembre de 1995) al entender que la prestación por desempleo que
se abona durante la tramitación del recurso no constituye la prestación por desempleo
propiamente dicha que se ha de facilitar y abonar cuando la sentencia sea firme, puesto
que la LPL ha procedido a crear, por asimilación, una situación de desempleo ex lege de
peculiares características, transfiriendo al INEM la carga de retribuir al trabajador mien-
tras dure la tramitación del recurso, y que tiene una vigencia temporal, acabada la cual
«surge a la vida del derecho la real y verdadera situación de desempleo». Sin embargo, y
como era previsible, tal deriva interpretativa fue rápidamente descartada por el TS al ad-
vertir que «lo que ha hecho el artículo 111 LPL, a partir de la reforma de la Ley 11/1994,
es ajustar esta situación a la supresión de la ejecución provisional en los supuestos en que
se opta por la indemnización, aclarando que en este caso puede percibirse la prestación
de desempleo durante la tramitación del recurso al no existir ya ejecución provisional.
Esta conclusión es clara porque la extinción del contrato de trabajo de la que se deriva
la pérdida del empleo protegida es única —el despido improcedente— y lo único que
se concreta es el momento en que debe entenderse producida esta prestación. El nuevo
precepto no crea una nueva situación de desempleo distinta de la que la recurrente consi-
dera como normal u ordinaria, de forma que en la práctica se sucedan dos situaciones: la
correspondiente a la tramitación del recurso y la que surge luego con el reconocimiento
de la improcedencia del despido por una sentencia firme. Esto no es así porque, como
ya se ha dicho, la situación es unitaria en su origen, que está determinado por la misma
causa: un despido improcedente con no readmisión y lo único que se aclara es la fecha del
comienzo del abono de las prestaciones» (STS 10 de marzo de 1998, A. 2380).
183
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LOS EFECTOS DEL DESPIDO. LA EJECUCIÓN DE SENTENCIAS DE DESPIDO
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nes que las que regían antes del despido, sin que afecte a tal realidad fáctica el que no
se hubieran satisfecho los salarios de tramitación, que pueden y deben hacerse efectivos,
cuando voluntaria y tempestivamente no se abonaran por la empresa, a través de la vía
ejecutiva adecuada». La sentencia cuenta con interesante voto particular formulado el
magistrado Juan Antonio Linares Lorente.
128. M. F. Fernández López, «Ejecución provisional...», cit., pp. 162-163. Acerca de
la práctica de esta comprensión flexibilizadora de la readmisión que, en último término,
se vincula al ejercicio de los poderes empresariales vid. M. J. Serrano García, La ejecución
de los despidos..., cit., pp. 281 ss.
129. De «prescripción facultativa» lo califica M. J. Serrano García, La ejecución de los
despidos..., cit., p. 155.
130. Se da en este caso (art. 277.1.b LPL) el problema no precisamente menor de que
el dies a quo lo constituye la fecha de notificación de la sentencia al empresario dada la
invocación del artículo 276 LPL, fecha que el trabajador no conoce directamente.
131. Esta regulación del plazo de ejercicio de la acción ejecutiva no tiene en cuenta
un supuesto especial, del que antes se predicaba la nulidad, y es el del trabajador que
tiene en suspenso el contrato de trabajo. Los plazos previstos y la función que cumplen
no están pensados para quien tiene en suspenso el contrato por alguno de los supuestos
tendencialmente de duración mayor que los tres meses de cierre.
132. Esto es la de 45 días por año prevista en el artículo 56.1.a ET o la prevista en su
correspondiente normativa para las relaciones laborales de carácter especial. Se plantea
la duda de si en el caso de estar en presencia de un despido objetivo improcedente que
afecta al CFCI regulado en la DA 1.ª de la Ley 12/2001, el auto judicial debe consignar la
indemnización de 45 días o la especial de 33 prevista para ese contrato. A nuestro juicio
la solución pasa por atenerse a lo dispuesto en el artículo 110.1 LPL al que remite, sin
distingos, el artículo 279.2 del mismo texto legal, es decir, la indemnización de 45 días
prevista en el artículo 56.1 ET. En el buen entendido que esta remisión al ET lo es exclu-
sivamente para fijar el módulo de cálculo de una indemnización que no es la estatutaria
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LOS EFECTOS DEL DESPIDO. LA EJECUCIÓN DE SENTENCIAS DE DESPIDO
sino superior dado que la norma adjetiva impone considerar como tiempo de servicios el
transcurrido hasta la fecha del auto (art. 279.1.b LPL); se produce así una desvinculación
entre la indemnización resultante del auto dictado en el proceso de ejecución de la or-
dinariamente prevista para la improcedencia del despido también en el caso especial del
despido objetivo en el CFCI. Ello, por otra parte, es lógico dado el especial desvalor que
rodea al comportamiento empresarial renuente a la readmisión.
133. Aunque no deja de ser cierto, como manifiesta la doctrina, que esta indemniza-
ción complementaria no constituye una técnica puramente resarcitoria de los daños oca-
sionados, sino un mecanismo de represión y disuasión de la actitud empresarial rebelde
al cumplimiento de una obligación ya declarada, vid. Y. Valdeolivas García, «La ejecución
de sentencias firmes de despido», en AA.VV., El proceso laboral..., cit., p. 879. Desde este
punto de vista para la condena a la indemnización no sería preciso requerir al trabajador
acreditación de los daños producidos al menos para acordar su imposición, más allá de su
cuantía.
134. M. F. Fernández López, «Ejecución provisional...», cit., p. 163, subraya la inapli-
cación de la figura y la unánime desestimación de las peticiones de indemnizaciones adi-
cionales en la jurisprudencia.
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EL DESPIDO O LA VIOLENCIA DEL PODER PRIVADO
135. De estas premisas, el régimen legal de la nulidad del despido que impone la
readmisión sin permitir al trabajador optar por un equivalente pecuniario es perfectamen-
te ajustado a la CE Vid. el ATC 311/1999, de 14 diciembre.
136. Vid. las ya citadas SSTS de 26 de diciembre de 2000 (A. 1877) y 5 de octubre de
2001 (A. 1421).
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LOS EFECTOS DEL DESPIDO. LA EJECUCIÓN DE SENTENCIAS DE DESPIDO
Se trata del artículo 138.6 LPL, que prevé la ejecución por equiva-
lente de la sentencia que declara el carácter injustificado de la decisión
empresarial, sustituyendo la obligación de reposición por una extinción
indemnizada del contrato de trabajo con arreglo al artículo 50.1.c ET.
Sin perjuicio de lo criticable de una solución legal que ante una reposi-
ción irregular del trabajador en sus anteriores condiciones de trabajo,
o la mera negativa a la misma, sólo permite aquietarse a la orden em-
presarial declarada improcedente o ejecutar la sentencia a través de la
extinción del contrato de los artículos 277 a 279 LPL analizados en el
epígrafe anterior, es evidente que existe una «laguna legal» en esta mate-
ria respecto de los representantes de los trabajadores, para los que no se
les ha previsto, como en el caso de despido, un derecho de opción entre
la reposición «en sus propios términos» y la extinción indemnizada137.
Bastaría así, para conseguir el despido definitivo de un representante
sindical o unitario, realizar un traslado irregular o una modificación
de condiciones de trabajo, y negarse a la reposición del mismo en sus
anteriores condiciones, para que éstos no pudieran sino ejecutar la sen-
tencia mediante la extinción y la indemnización, a lo sumo mejorada ex
artículo 279.2 LPL. Tal solución vulnera el derecho de libre sindicación
y la garantía de acción de los representantes de los trabajadores. Por eso
a este supuesto se le debe extender el régimen de opción del despido
del que gozan estos representantes, adecuándolo a las posibilidades de
reposición o indemnización.
La negativa a la readmisión o la readmisión irregular en los su-
puestos considerados pone en marcha el proceso de ejecución forzosa
que, tras la solicitud por el trabajador de su readmisión, da inicio con
el requerimiento de juez al empresario para que «reponga al trabajador
en su puesto de trabajo en el plazo de tres días». Si el empresario no
cumple este requerimiento o readmite de forma incorrecta, el trabaja-
dor debe solicitar la ejecución forzosa de la sentencia firme en el plazo
de 20 días desde el último del plazo máximo para la reincorporación,
abriéndose un trámite incidental análogo al que ya se ha analizado con
los despidos «comunes», sino que en esta ocasión el auto del órgano
jurisdiccional tiene un contenido unívoco. En efecto, «en el supuesto de
que se estimara que la readmisión no tuvo lugar o no lo fue en forma
regular, ordenará reponer al trabajador a su puesto dentro de los cinco
días siguientes a la fecha de dicha resolución» con apercibimiento al
empresario de que si persiste en su actitud, se adoptarán las medidas
adicionales que establece el artículo 282 LPL.
Las reglas que la LPL articula frente a la desobediencia del empre-
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EL DESPIDO O LA VIOLENCIA DEL PODER PRIVADO
138. La garantía del cumplimiento de las deudas de Seguridad Social queda abando-
nada, pues, a la diligencia de las Entidades Gestoras, señalará M. F. Fernández López,
«Ejecución provisional...», cit., p. 166.
139. Se ha advertido de forma muy crítica que, si bien el aseguramiento de la fun-
ción representativa debe mantenerse dentro del apremio, es absurda la forma en la que
el legislador lo mantiene: «convierte al juez social en un recadero, pues producida queja
del obrero, se limitaría, sin comprobación incidental alguna, a remitir al quejoso a otra
ventanilla; sería la Administración laboral la encargada de comprobar la certeza del hecho
infractor y tras ello, imponer la sanción pecuniaria adecuada, cuyo fundamento último,
para colmo, se discutiría ante los tribunales del contencioso-administrativo. Visto el pa-
norama, urge expulsar del artículo 282 su apartado c). Lo contrario equivale a perpetuar
un desatino ridículo» (B. Ríos Salmerón, «Ejecución provisional y ejecución definitiva de
las sentencias de despido», en AA.VV., Estudios sobre el despido..., cit., pp. 126-127).
140. A. Baylos Grau, J. Cruz Villalón y M. F. Fernández López, Instituciones..., cit.,
p. 491.
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LOS EFECTOS DEL DESPIDO. LA EJECUCIÓN DE SENTENCIAS DE DESPIDO
141. Cf. M. C. Ortiz Lallana, La ejecución de sentencias, cit., pp. 263-266, quién hace
referencia a figuras análogas en los ordenamientos francés, italiano y alemán. Reciente-
mente, acerca de la readmisión del trabajador despedido en el Derecho alemán, vid. el
interesante estudio de J. Martínez Girón, «La readmisión del trabajador despedido en el
derecho alemán del trabajo»: REDT 135 (2007), pp. 557 ss., donde se da cuenta de la
posibilidad de apremio pecuniario (Zwangsgeld) en el marco común del proceso civil que
es hacia donde se derivan la ejecución de las condenas a readmitir (p. 572).
142. P. Cachón Villar y A. Desdentado Bonete, Reforma y crisis del proceso..., cit.,
p. 130, explican que el legislador entendió «suficientemente garantizada la posición jurí-
dica y laboral del trabajador ejecutante con las medidas del actual artículo 282 LPL».
143. G. Ghezzi y U. Romagnoli, Il rapporto di lavoro, cit., p. 305.
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EL DESPIDO O LA VIOLENCIA DEL PODER PRIVADO
144. En todo caso repárese que en virtud de lo dispuesto en el último inciso del
artículo 285.2.d LPL los apremios del artículo 239 LPL no son aplicables cuando la ejecu-
ción se dirija frente a entes públicos; lo que no significa que en estos casos las sentencias
no hayan de ejecutarse en sus propios términos que sería una conclusión no compatible
con la CE. Vid. al respecto L. E. de la Villa Gil, «Ejecución de sentencias de despido, fren-
te a entes públicos y en materia de Seguridad Social», en AA.VV., La ejecución laboral,
CGPJ, Madrid, 2005, p. 180.
145. M. F. Fernández López, «Ejecución provisional...», cit., p. 157 o, sobre las bases
del sentido de la reforma de 1994, vid. J. Gorelli Hernández, El cumplimiento específi-
co..., cit., p. 135. Menos atendibles y rechazables son, sin embargo, aquellos argumentos
que pasan por negar la aplicación de apremios sobre la base de evitar los perjuicios a la
unidad productiva y por olvidar que en los tiempos actuales se «pondera el sometimiento
del interés individual al colectivo de la empresa, en pos de su pervivencia económica
productora de empleo», vid. en este sentido J. B. Lorenzo de Membiela, Ejecución de
sentencias de despido, Aranzadi, Cizur Menor, 2004, p. 168, quien parece no ponderar
adecuadamente que se está en presencia de un incumplimiento empresarial calificado por
contrariar una resolución judicial al punto de que el perjuicio económico puede ser evita-
do simplemente cumpliendo la disposición judicial que es algo que, lógicamente, debiera
presidir el comportamiento del buen comerciante.
146. M. L. Rodríguez Fernández, «La ejecución de las sentencias...», cit., pp. 479 ss.;
M. C. Ortiz Lallana, La ejecución de sentencias, cit., pp. 266 ss.; B. Ríos Salmerón, «Eje-
cución provisional...», cit., p. 125; A. Baylos Grau, «Anotaciones al mandato legal sobre
la ejecución de sentencias en sus propios términos»: RDS 11 (2000), p. 43 o, más recien-
temente, F. Navarro Nieto, La ejecución judicial..., cit., p. 126.
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LOS EFECTOS DEL DESPIDO. LA EJECUCIÓN DE SENTENCIAS DE DESPIDO
establecen los artículos 235 ss. LPL, en cuya lógica deben integrarse las
reglas específicas del despido. Estas no excepcionan el régimen general
de la ejecución, sino que delimitan supuestos concretos de la misma, que
deben asumir los principios básicos de efectividad de la tutela judicial.
En el caso del artículo 282 LPL, hay que leer las medidas en él conte-
nidas como la reacción primera que la ley propone, medidas específicas
respecto de la adopción del apremio coercitivo del artículo 239 LPL,
que es la norma general frente «a la parte que dejara transcurrir injus-
tificadamente el plazo concedido sin efectuar lo ordenado», y que en el
despido, mediante una ponderación de intereses respetuosos del poder
empresarial, no se aplica de entrada, juzgando suficientes para garanti-
zar la obligación de readmitir las tres garantías —salarial, de seguridad
social y representativa— que el artículo 282 contiene. Pero si el empre-
sario perseverara en su incumplimiento, siempre sería posible, tras el
trámite incidental previsto en el artículo 239.2 LPL, aplicar al «pertinaz
ejecutado»147 el apremio coercitivo en los términos ya señalados.
Debe repararse, sin embargo, en que la situación es diferente a la
que estaba vigente antes de la reforma laboral de 1994; tras ésta el apre-
mio no es imperativo, sino potestativo para el órgano jurisdiccional, y
su incidencia en términos económicos es más suave, puesto que el mó-
dulo de referencia no es el salario diario del trabajador, sino el relativo
a la pena de multa del CP. De esta manera se evita en cualquier caso una
cierta falta de coordinación entre el módulo empleado para el apremio
—el salario del trabajador—, que sugiere un carácter indemnizatorio de
la pérdida de ocupación efectiva de éste, y la función de la medida, que
es la de ejercer una presión sobre el empresario para la reintegración
del trabajador, venciendo su resistencia a los requerimientos del juez,
lo que implica más bien un componente sancionatorio que en el artícu-
lo 239 LPL está perfectamente claro.
Por lo demás, tampoco resulta descartable que en el marco de la
ejecución de sentencias que han declarado el despido contrario a los de-
rechos fundamentales resulte de aplicación supletoria lo previsto en el
artículo 710 LEC para las condenas de no hacer que, más allá de su ver-
tiente penal, podría suponer, ante una reiteración en el comportamien-
to del ejecutado de negarse a cumplir la orden judicial de cesar en su
comportamiento antisindical o lesivo de otros derechos fundamentales,
el señalamiento de una nueva indemnización en trámite de ejecución de
sentencia que funcionaría a modo de garantía adicional para procurar
la readmisión148.
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EL DESPIDO O LA VIOLENCIA DEL PODER PRIVADO
ciamiento Civil en la ejecución laboral»: RDS 10 (2000), p. 31. Además, como ha sido
puesto de manifiesto, en materia de ejecución de sentencias firmes y dado el tenor del
artículo 235.1 LPL la aplicación de la LEC aparece reforzada, yendo incluso más allá de
lo que es estrictamente el nexo de supletoriedad entre normas, vid. A. Martín Valverde,
«La ejecución de sentencias de la jurisdicción social en la jurisprudencia: una primera
aproximación», en AA.VV., La ejecución laboral, cit., pp. 417-418.
149. A. Baylos Grau, J. Cruz Villalón y M. F. Fernández López, Instituciones..., cit.,
pp. 596-597.
150. M. F. Fernández López, «Ejecución provisional...», cit., p. 167.
151. Y. Valdeolivas García, «La ejecución de sentencias...», cit., p. 901.
152. J. Gárate Castro, «La ejecución no dineraria», en B. Ríos Salmerón y A. V. Sem-
pere Navarro (coords.), Incidencia de la Ley de Enjuiciamiento Civil en el Procedimiento
Laboral, Aranzadi, Pamplona, 2001, pp. 644-645. Parece defender esta opción asimismo
F. Navarro Nieto, La ejecución judicial..., cit., p. 134.
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