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Reflexiones sobre prevención de riesgos laborales en el sector de la minería

La minería, por su carácter de concesión administrativa y la diversidad de sustancias


aprovechables y tipología de yacimientos naturales, es probablemente la actividad más
intervenida desde todos los puntos de vista por las administraciones públicas. Estos factores
confieren ciertas particularidades al sector minero en materia de seguridad y salud que han
de ser tenidas en cuenta por el técnico de PRL.

Antecedentes históricos. No es un ningún secreto que el nacimiento de la legislación en


materia de seguridad y salud de los trabajadores fue muy posterior al inicio del “boom”
industrial del mundo occidental. No es hasta mediados del siglo XIX cuando aparecen
escritas unas normas y se realizan las primeras “inspecciones”, todo ello debido a la
precariedad de los puestos de trabajo y a la elevada tasa de mortalidad, especialmente en el
sector minero donde la naturaleza de los trabajos implicaba (y sigue implicando) riesgos
singulares que hacen de este uno de los de más alto riesgo.

Pero la realidad es que hoy, siglo y medio después, la minería es probablemente la actividad
más intervenida desde todos los puntos de vista por las administraciones públicas. Su carácter
de concesión administrativa, unida a la amplia diversidad de sustancias aprovechables y
tipología de yacimientos naturales, derivan en una regulación normativa muy específica y
estrechamente vigilada que afecta a todos los ámbitos de la actividad.

Todos estos factores confieren ciertas particularidades al sector minero en materia de


seguridad y salud que han de ser, al menos, tenidas en cuenta por el técnico de prevención de
riesgos laborales.

Aplicando el principio de Pareto

Realmente, si tenemos en cuenta los antecedentes descritos, en las últimas tres décadas (el
veinte por ciento del tiempo transcurrido desde el inicio del auge de la actividad minera en
España) se han conformado alrededor del el ochenta por ciento de las leyes y normas que
regulan la seguridad y salud en el sector. Así, derivado del antiguo Reglamento de Policía
Minera y Metalúrgica de 1934, se redacta y aprueba en 1985 el actual Reglamento General
de Normas Básicas de Seguridad Minera (R.G.N.B.S.M .), que será desarrollado por
Instrucciones Técnicas Complementarias (I.T.C.) hasta el día de hoy como documento
dinámico en constante actualización en función de diversas circunstancias como son las
derivadas del progreso tecnológico o de la aparición de nuevas normativas de ámbito general
que precisan adaptaciones supletorias para su compatibilidad, como ocurrió con la actual Ley
de Prevención de Riesgos Laborales de 1995 resultado de una transposición Directiva
89/391/CEE que posteriormente dio lugar a la aparición del Real Decreto 1389/1997, por el
que se aprueban las disposiciones mínimas destinadas a proteger la seguridad y la salud de
los trabajadores en las actividades mineras.

Llega el desconcierto general


Esta profusión de normas ciertamente redundantes ha venido siempre acompañada de dudas,
confusión y discrepancia generalizada en multitud de artículos y apartados, algo que ya se
pone de manifiesto en la descripción del ámbito de aplicación y objetivos.

Así, el R.G.N.B.S.M. comienza literalmente su CapÍtulo I diciendo “El presente Reglamento


Básico establece las reglas generales mínimas de seguridad a que se sujetarán las
explotaciones de minas, canteras,(…)”, y continua en su Artículo 2 diciendo que “el presente
Reglamento Básico tiene por objeto: 1.º La protección de las personas ocupadas en estos
trabajos contra los peligros que amenacen su salud o su vida; 2.º La seguridad en todas las
actividades especificadas en el artículo anterior (…)”.

Por otro lado, años más tarde, el mencionado Real Decreto 1389/1997 comienza diciendo en
el Capítulo I: “Disposiciones generales, Artículo 1. Objeto. 1. El presente Real Decreto tiene
por objeto establecer las disposiciones mínimas destinadas a mejorar la protección en materia
de seguridad y salud de los trabajadores de las actividades mineras (…)”.

Además, y para mayor abundancia de controversia, el Reglamento Básico, a continuación de


lo anterior, hace mención de forma rotunda a la obligación del nombramiento de un director
facultativo de forma previa y como condición “sine qua non” para comenzar la actividad de
explotación, dejando caer sobre este prácticamente todo el peso de la responsabilidad de su
cumplimiento, para lo cual se hace constante referencia a esta figura, no solo en todo el
articulado, sino también a lo largo de las I.T.C. que lo desarrollan. Hasta tal punto recae dicha
carga en el director facultativo que le obliga a redactar unas Disposiciones Internas de
Seguridad cuyo objeto es el de regular la “actividad interna de la empresa explotadora” –se
supone que en materia de seguridad–, y tomando como referencia tanto el citado Reglamento
Básico como las ITC que lo desarrolla.
Sin embargo, el Real Decreto 1389/1997 no hace referencia en ningún momento al director
facultativo y descarga el peso de la responsabilidad de su cumplimiento directamente sobre
el empresario titular de la explotación que tendrá que “garantizar la seguridad y salud de los
trabajadores” para lo cual “tomará las medidas necesarias”, además de obligarlo a asegurar
que se elabore y mantenga al día el “Documento sobre Seguridad y Salud que recoja los
requisitos pertinentes contemplados en los capítulos III y V de la Ley 31/1995 de Prevención
de Riesgos Laborales” (D.S.S.).

Los actores

La aparición del RD 1389 supuso un cambio radical en cuanto a la planificación de la


actividad preventiva sobre todo en las pequeñas explotaciones que constituían en ese
momento la práctica totalidad. Este cambio generó gran confusión de funciones entre
empresarios y técnicos tanto de la Administración como directores facultativos y Servicios
de Prevención Ajenos que aún hoy perdura en muchos casos. Para intentar poner algo de
orden, en el año 2.006 se publica la ITC MIE S.M. 02.1.01 2006-01-23, del R.G.N.B.S.M.,
que desarrolla el contenido del D.S.S. y que lo define diciendo que “es aquel en el que queda
plasmado el proceso de elaboración, implantación y forma de aplicación de la planificación
de la acción preventiva en la empresa, además de referir cómo se ha integrado la prevención
de riesgos laborales en su sistema de gestión”. Parece que nos vamos aclarando hasta que
seguimos leyendo: “en el Documento de seguridad y salud especifica la cualificación mínima
de las personas o entidades que colaboran en la realización de dicho documento. Para la
elaboración de este documento, el empresario deberá contar con el asesoramiento que
considere adecuado, siempre que sea conforme a lo establecido en” (… toda la normativa
anteriormente referenciada además del Estatuto del Minero).

El Reglamento Básico hace mención a la obligación del nombramiento de un director


facultativo de forma previa

Todo esto queda rematado cuando a continuación especifica que “en todo caso deberá
integrarse en el equipo de asesoramiento, al menos, un técnico universitario con competencia
y experiencia suficiente en el sector de actividad”.

El reparto de la obra

Si a la escasa definición de la norma unimos la diversidad de opiniones y criterios derivados


de la estructuración de la Administración (comunidades autónomas y Delegaciones
Provinciales), el lío estaba garantizado.

Para resolver el enredo tenemos que echar mano al contenido mínimo del D.S.S. especificado
con detalle en su I.T.C. anteriormente referida y al Real Decreto 39/1997, de 17 de enero,
por el que se aprueba el Reglamento de los Servicios de Prevención.

Por tanto, el empresario para la redacción del D.S.S. tendrá que contar con un equipo formado
por el propio director facultativo y los técnicos del servicio de prevención.
Aclarar las expectativas

En la mayoría de los casos las causas de las dificultades a la hora de la gestión e integración
de las políticas preventivas arraigan en expectativas conflictivas o ambiguas entorno a los
roles y objetivos, especialmente en multitud de pequeñas explotaciones, donde la
comunicación entre el servicio de prevención (en la mayoría de los casos ajeno), la Dirección
Facultativa y el propio empresario es casi nula.

Por lo tanto, permítaseme sugerir cinco principios básicos capaces de construir una relación
adecuada que propicie los mejores resultados:

1. Conformar un equipo equilibrado. Se trata de establecer un organigrama con personas


accesibles y reales –definiendo la misión de cada miembro– y capaces de mantener los
compromisos inherentes al puesto que están asumiendo.

2. Nombrar un coordinador del equipo. Debe ser un puesto remunerado, asumido y


reconocido por la organización en todos los aspectos. Como probablemente será una de las
mejores inversiones de la empresa, la persona elegida en lo profesional ha de responder a un
perfil cualificado y con cierta experiencia técnica en seguridad minera, y en lo personal ha
de tener dotes de comunicación y liderazgo de grupos de trabajo.

3. Planificar reuniones periódicas. Puesto de que se trata de la seguridad de las personas,


es fundamental que el equipo se conozca, exponga y debata. La frecuencia de estas sesiones
dependerá sobre todo del tamaño de la explotación, pero considero que al menos una vez al
año por pequeño que sea el centro de trabajo.

4. Establecer canales y procedimientos de comunicación. En la era de las comunicaciones


no es entendible la ausencia de una comunicación fluida y permanente. Tenemos a nuestro
alcance más medios que en toda la Historia. Es aconsejable plantear utilizar aplicaciones y
plataformas informáticas accesibles por todos.

5. Plantear un plan de formación asumible. En este aspecto las ITC 02.1.02 del
R.G.N.B.S.M. “Formación preventiva para el desempeño del puesto de trabajo” nos facilita
la labor ya que especifica tanto los contenidos, periodicidad, dedicación mínima y los
requisitos que ha de reunir el profesorado. La formación es el mejor vehículo para evitar
accidentes y enfermedades profesionales y esta norma marca los parámetros mínimos
exigibles. La planificación debe de ser anual y en ella deben de intervenir y proponer todos
los miembros del equipo asesor, incluyendo a los especialistas en Medicina del Trabajo y
teniendo en cuenta las demandas de los representantes de los trabajadores.

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