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Calaveritas: una tradición muy nuestra

Origen

La aparición de la calavera mexicana tal como la conocemos hoy en día comenzó en 1949, cuando
el periódico “El Socialista” comenzó a ofrecer epitafios alegóricos (llamados calaveras literarias) en
honor de un personaje, real o ficticio, que se comportaba de manera hipócrita. Casi siempre estaba
relacionado con la pretensión de riqueza o la importancia otorgada a los bienes materiales. Estas
calaveras literarias se acompañaban de ilustraciones que representaban esqueletos elegantemente
vestidos e inusitadamente alegres.
La calavera se populariza en México durante el gobierno de Benito Juárez, época de aperturismo y
de consolidación de la república donde las clases altas intentaban asemejarse a las élites europeas
en su modo de vestir y comportarse.

Esto fue duramente criticado en los periódicos llamados “de


combate” (de corte izquierdista), donde aparecían a menudo
damas representadas del modo previamente mencionado. Sería
José Guadalupe Posada quien acuñara definitivamente la
llamada “calavera garbancera”, asentando la imagen de una
calavera vestida a la manera francesa, acudiendo a eventos de
la alta sociedad.

El significado alegórico se extendió hasta alcanzar a aquellas


personas de extracción humilde que pretendían vivir en la opulencia. Así, la crítica es doble, primero,
a la excesiva importancia otorgada a los bienes materiales (el concepto medieval ubi sunt), y por otro
lado la crítica a quien, sin tener alimento, pretende aparentar lo contrario. El pintor Diego Rivera, en
un mural de 1947, cambiaría el nombre de garbancera al actual Catrina, cuyo significado es similar al
anterior, el de una persona vestida de forma ostentosa.

Hoy en día, lo extendido del símbolo de la calavera en México proyecta la idea de que se trata de
una tradición ancestral, siendo en realidad de creación reciente. No en vano, el festival del Día de los
Muertos ostenta el galardón de la UNESCO como Obra Maestra del Patrimonio Oral e Inmaterial de
la Humanidad.

No se puede negar que ha experimentado un crecimiento y diversificación vertiginosos; entre las


numerosas muestras encontramos las populares calaveras de alfeñique, cráneos de azúcar de caña
con el nombre de una persona querida, normalmente viva, escrito en la frente.

Las calaveras literarias se han transformado en la actualidad para convertirse en epitafios ligeros
escritos para familiares o amigos en forma de epitafios en los que, de un modo cómico, se pide
prosperidad y felicidad. A menudo se apela a “la huesuda”, “la Parca” o “la calaca” términos
extendidos para referirse a la muerte.

No cabe duda de que la Catrina constituye el elemento más reconocible y extendido del culto a la
muerte mexicano. Las figuras, maquillajes, posters, etc. Inundan las festividades y su aspecto
preciosista la ha convertido en un importantísimo símbolo de todo México.

“Taller de calaveritas mexicanas” Insta: @colectivochipocludo Colectivo Chipocludo

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