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CÓMO LLEGUÉ HASTA AQUÍ

Agustín Pichot: de “déspota” a líder positivo, el adiós a Los


Pumas, sus charlas con Maradona y un mensaje a la familia
de Fernando Báez Sosa.
El ex capitán de la selección nacional de rugby cuenta cómo se convirtió en jugador, dice
que no era el más talentoso sino “el más apasionado”. Cuenta los sacrificios que hizo para
cumplir sus sueños, por qué ama la libertad de “siempre hacer lo que debo”. Y revela los
secretos de su despedida tras el mundial de Francia, cómo aprendió a ser un buen líder de
grupo y qué cosas lo avergüenzan de los últimos escándalos que rondaron al deporte
28 de mayo de 2021

“Siempre digo lo mismo cuando me toca entrar y ver gente: me era mucho más fácil entrar
ante 80 mil personas que entrar a hablar a gente que no conozco”.
Cuando dice 80 mil personas, no es en sentido figurado. Es que Agustín Pichot jugó al rugby
en el más alto nivel mundial y llegó a ser un símbolo de Los Pumas. Aún hoy, 14 años
después de su retiro de Los Pumas en el Mundial de Francia 2007 (en el que la selección
logró un tercer puesto histórico), Pichot sigue siendo el máximo emblema. ¿Cómo lo logró? “Sin
ser el más alto, ni el más fuerte, ni el más talentoso”, como revelará en esta nueva entrega
de Cómo Llegué Hasta Aquí.
Además, habla de los temas más controversiales para el rugby, confiesa lo que piensa su
propia hija sobre el ambiente y asegura que hay que desnaturalizar muchas prácticas
violentas. En primera persona, con ustedes, el largo camino de un hombre que se construyó a
sí mismo.
“Yo nunca me hubiese imaginado cuando era chico que iba a lograr las cosas que fui viviendo o
las experiencias que fui teniendo. El deporte se me dio desde muy chico. Yo a los 4 años ya
quería jugar en Los Pumas, y soñaba con algún día ser aplaudido por miles de personas
con una camiseta celeste y blanca. Me lo decía mi abuela mucho tiempo después, porque
créanme que yo no me acuerdo de esos 4 años. Me decía que ya desde muy chico había algo
energético, algo en esa relación de amor que iba a pasar para que mucho tiempo
después, casi a los 20 años, pueda jugar por primera vez contra Australia una mañana en
Brisbane, representando y cantando el himno argentino y cumpliendo mi gran sueño. "Yo nunca
me hubiese imaginado cuando era chico que iba a lograr las cosas que fui viviendo o las
experiencias que fui teniendo", dice al comienzo de la charla.
Por supuesto, para eso tuve que pasar por un montón de cosas, porque uno no llega a un
sueño porque a los 4 años lo soñó, pero sí estoy convencido de que, gracias a la
contención de mi familia, de mis abuelos, de mis padres, de mis hermanos, ese sueño
pudo ir haciéndose realidad.
Uno siempre pregunta por el talento. Sí, el talento es parte de, pero todo empieza con una
construcción desde esos 4 años hasta que se convierte en una realidad. Hay un montón de
cosas que van pasando, pero la principal de todas es el amor, el amor que siente uno
hacia las cosas. La pasión.
De pasión podemos hablar un rato largo, pero sobre todo el amor y el amor que le brindan a
uno, por lo menos en el deporte que me tocó a mí. Desde mi padre que jugaba, desde mis
entrenadores que me acompañaron y sobre todo de mis amigos, que mucho tiempo después (y
después de muchos éxitos y muchos fracasos) siguen siendo mis amigos. Esos que a los 4, 5,
6 años nos íbamos a Escobar a las ocho y media de la mañana a jugar o a divertirnos. Por eso,
cuando me preguntan qué se necesita para tener éxito (y éxito lo hablo desde el lado de
cumplir algo), pienso en un camino de mucho sacrificio, de mucha entrega, de muchos
errores, de cosas buenas y cosas malas y sobre todo más cosas malas. Esas cosas te van
educando. Cuando uno cae tiene que tratar de salir lo más rápido posible de ese espiral
negativo, que puede hacer que no vuelvas a encontrar el camino. Pero, sobre todo, las cosas
negativas me enseñaron a ser empático, a escuchar, a ser humilde, a escuchar a las
personas que te quieren, y a saber que los aplausos a veces excesivos confunden. Y a veces
las críticas despiadadas también confunden.
Por eso hay que saber qué aplausos son los que valen y qué críticas son las que valen. Y
en ese balance uno puede seguir su propio camino, ni el de las críticas ni el de los aplausos
sino ser fiel a uno, pero escuchando siempre lo que pasa, siendo empático con el alrededor, ser
sensible con el alrededor. Cuando uno es sensible con el alrededor, crece como persona,
crece como deportista, crece como líder. Con amor, con sacrificio, con empatía uno
consigue los sueños que se propone. Por lo menos yo estoy convencido de que se puede.
"Cuando me preguntan qué se necesita para tener éxito, pienso en un camino de mucho
sacrificio, de mucha entrega y de muchos errores", dice Agustín Pichot.
Por qué llegó tan lejos y por qué se retiró
“Es difícil hablar de uno. Creo que yo no era el más rápido ni el más talentoso, pero era el
más apasionado, estaba obsesionado con mi sueño. Y entendí rápido que sin sacrificio
no funcionaban las cosas. Todos sabemos lo que cuesta hacer deporte hasta el límite, ¿no?
Te dicen hacer veinte abdominales o hacer una plancha, llegás al momento límite y decís basta
profe, ya está… O correr, lo que fuera. Cuando vos querés lograr un sueño, es un poquito más.
Siempre un poco más de ese límite. Eso es sacrificio.
Ahí empezás a tener esa caja de sexta, como le digo yo. Para tener esa caja de sexta hay
que empujar a la cabeza y al cuerpo un poquito más. Y vos me preguntás hoy: cómo fue
durante esa época de la llegada, porque es difícil llegar y después es difícil mantenerse, pero
llegar es difícil también. Hay casi cien mil jugadores de rugby en el país y hay un solo
medio scrum que juega en Los Pumas ese día. ¿Por qué llegás ahí? Porque estuviste
muchas veces en ese límite y lo empujaste. Buscaste tu caja de sexta. Buscaste desafiarte un
poquito más. Buscaste mediante los que están a tu alrededor, empujarte un poquito más.
Mi relación con el rugby arranca con mi papá y viene de mi abuelo, que jugaba en Obras
Sanitarias y después fue referee mucho tiempo. Venía de una transferencia de padre y abuelo y
es como que no tuve una opción de elegir, pero sin elegir ya quería eso: jugar en Los Pumas.
Es como que ya lo iba trayendo del amor, la pasión que tenía mi papá por el rugby.
Después, de joven, empezás a cuestionar ese sueño, pensás si vas a llegar y empiezan las
dudas: yo no soy tan bueno, yo mido tanto, soy bastante chiquito... Imagínense en un
deporte que es muy de contacto, yo era muy chiquito. Y ni hablar cuando fue
internacionalmente. Por eso después cuando jugaba contra gente muy muy grande o contra los
All Blacks, que son muy muy grandes de verdad, ya venía acostumbrado. Porque yo de chiquito
era el segundo de la fila, había alguien al que yo le decía enano, y yo era el segundo. Y los
demás, todos me decían enano, lo cual era una pelea entre enanos entre yo y él. Y yo fui toda
la vida ‘enano’ para mis amigos, enano.
"Mi relación con el rugby arranca con mi papá y viene de mi abuelo, que jugaba en Obras
Sanitarias y después fue referee mucho tiempo", cuenta.
Eso te golpea, no te gusta. ‘¿Y el sueño? Buen sí, Los Pumas, pero pará… mirá lo que soy’.
Hay dudas, existen las dudas. Yo no era una persona que era súper talentoso y mucho menos
me imaginaba que iba a vivir de esto, o sea no estaba en mi cabeza. Y esas dudas yo digo
siempre que tiene que ver con que mi padre siempre me decía: no, jugá al fútbol, jugá al
tenis. Yo jugaba al tenis, al squash, al básquet, al rugby... claramente me gustaban los
deportes. En mi test vocacional la señora dijo: usted tiene que estar con los pantalones
cortos.
Hice bien después en elegir jugar al rugby, por más que haya estudiado. Tenía que ver con que
mi papá me ayudaba a tener esa elección: ‘Está bien, el rugby te gusta, pero pará, fijate que
hay un montón de otras cosas y fijate que podés elegir, que sos libre’. Y me dijo algo muy
especial que después me sirvió para otro momento de mi vida: ‘Que es jugar, que es disfrutar,
que es divertirte, tenés que sentir eso, que te estás divirtiendo, que esto es un juego y vos
tenés que jugar’.
Si estás jugando y no te divertís, no tenés que jugar más, a lo que fuera, no tiene sentido si
estás haciendo algo porque lo tenés que hacer. Esto es para divertirse. Y esa conciencia
sobre la libertad me sirvió mucho después en mi vida para tomar distintos caminos: abrir
una productora, dedicarme a las energías renovables o a cosas que hago hoy. Fue eso lo
que me hizo decir en su momento, cuando estaba en un vestuario de Los Pumas llorando
porque sentía que era mi última camiseta (habíamos salido terceros en el mundo y
habíamos roto todos los libros de nuestro deporte en un Mundial en Francia), habiéndole
ganado a Francia dos veces… en ese momento me acordé de mi papá, que ya no estaba
conmigo, y pensé: ‘Si ya no me voy a seguir divirtiendo es momento de dejar la camiseta
donde estaba’.
Ya demasiado me había dado esta camiseta, era momento de entregársela a otro. Y eso
tenía que ver con la libertad, la libertad de poder sentirlo. Y la responsabilidad de la libertad,
porque la libertad no es hago lo que quiero, no, es mucho más profundo que eso, es hago lo
que debo. En ese hago lo que debo no solo está lo que le pasa a uno sino qué le dejo al
otro. Si yo hago lo que quiero y molesto al otro, no soy libre. Soy un déspota, porque
estoy molestando o haciendo algo mal para quien tengo al lado. Y eso en un deporte de
conjunto es muy importante, porque si yo hago algo mal o yo hago una de más, el equipo no va
a funcionar, y eso como líder uno lo va a aprendiendo.
"Si yo hago lo que quiero y molesto al otro, no soy libre. Soy un déspota", define Pichot en
relación al liderazgo.
Lo mismo es en la vida, si hacés una de más con un amigo, si hacés una de más en un
semáforo, si hacés una de más porque llegás tarde... ¿A quién estás perjudicando? A los
demás. Y no está bueno. No es ser empático. Si discriminás, si creés que, porque sos famoso
podés hacer o decir lo que se te canta, eso no es ser libre. A mí el deporte me enseñó que
ser libre es hacer lo que debo, es llegar temprano al entrenamiento, es respetar a mis
compañeros, es respetar al rival, respetar al referee y sobre todo respetar mi pasión. Por eso el
día que solté la camiseta (y podría haber jugado un Mundial más, miren que lo pensé, mi
egoísmo decía: llegás a Nueva Zelanda en 2011, estás impecable) ese día llorando como
nunca había llorado en mi vida, yo tenía la camiseta en la mano y lloraba, lloraba, lloraba,
ese día fui libre. Era la libertad, lo que me estaba costando la libertad. Yo no podía
traicionar lo más sagrado que tenía, que era esa libertad, lo que debo hacer. Y nunca me voy a
arrepentir de esa acción, jamás, jamás, porque en ese momento yo fui libre”.
El liderazgo
“Me di cuenta de que era líder desde muy chico. Después me di cuenta de que era un
líder negativo cuando era más grande, que es peor. Y después, gracias a que me di cuenta de
que era un líder negativo, construí un líder positivo. Me corrijo: me ayudaron mis
compañeros a construir un líder positivo, pero de muy chico…
Para mí el liderazgo viene con un tema de personalidad, pero se te abren dos grandes
caminos: el líder déspota o negativo, el líder seductor y que convence. Uno mediante su
vida y su crecimiento se encuentra en una pelea entre los dos todo el tiempo, porque uno viene
como seducido por la fama, por el dinero, por el éxito, como decían los emperadores romanos:
la gloria. Pero el buen líder tiene mucho más que ver con la empatía, tiene mucho más que ver
con la humildad y tiene más que ver con ponerse uno a disposición del otro.
Todo esto lo digo así con esta claridad, pero fueron casi treinta años de carrera, de esos 4 años
que empecé a jugar hasta los 34 que me retiré. Fueron treinta años de un aprendizaje sobre
liderazgo, que es de lo más duro. Los líderes son muy solitarios, somos muy solitarios. En
algún momento, por más empatía que construyas, se tiene que tomar una decisión, el líder
toma una decisión, o sea, vamos para allá. Y todos te miran diciendo: bueno Agustín, vamos…
Decís: hoy le ganamos a Francia, hoy le vamos a ganar, y Mario Ledesma me miraba como
diciendo… Y yo: créeme, hoy le vamos a ganar, le vamos a ganar. No es ‘seguime que yo le
voy a ganar a Francia, dámela a mí’. El ‘dámela a mí, le pego yo, tres dedos al ángulo’, no
me funcionó nunca. Las colgaba en cualquier lado.
"El buen líder tiene mucho más que ver con la empatía, tiene mucho más que ver con la
humildad y tiene más que ver con ponerse uno a disposición del otro", dice
Así que el liderazgo tiene algo que es muy lindo y muy gratificante que es que cuando las cosas
salen bien, es el equipo. Cuando salen mal, ¿quién tomó la decisión? No podés mirar para
ningún lado, tenés que levantar la manito. Y ahí es donde viene salir del fracaso.
Me acuerdo una anécdota de 2003. Un taxista me dijo cuándo volvíamos de Australia en pleno
apogeo de la Pumamanía, de lo que fue 2000, 2001 y 2002, y nos creíamos Los Beatles
cuando íbamos a la calle. Estábamos como Calamaro firmando autógrafos, creíamos que
éramos, no sé, rockstars... y me acuerdo que un taxista me dijo: ‘Qué desastre, pibe’. Tenía
razón, nos habíamos ido a casa en la primera rueda. Ahí viene la autocrítica, no por lo que
había dicho el taxista en sí, que tenía razón, sino por la empatía de escuchar. Yo podría haber
puesto cualquier excusa, perdimos por un punto contra Irlanda, no sé, había viento, el referee
nos cobró mal, que solemos poner la culpa siempre al referee, parece que es el mal de todo el
mundo, el VAR… Eso es enfermizo, se los digo a los que les pase: traten de moderarlo
porque siempre hay una nube de conjeturas y de sistemas que atentan contra todo… No,
es uno que toma malas decisiones y es un juego y se pierde a veces.
En ese fracaso uno después construye, pero hay que ver con humildad que es uno el que
comete el error, no una máquina. Si te quedás en eso, no vas a poder trasladar el fracaso a un
éxito”.
Su historia como dirigente
“Mi historia con la dirigencia fue una linda historia. Vuelvo a lo mismo, la responsabilidad de la
libertad, lo que habíamos hablado. Cuando dejo el rugby tengo la hoja en blanco. Empiezo
el camino profesional de los medios o de la productora con la radio, al mismo momento
sentí un deber con mi deporte. Y había que aggiornarlo, había que pelearse. Y decidí durante
casi diez años de mi vida brindar mi tiempo para cambiar los sistemas y que sean más justos
en el país y en el mundo. Hasta que en un momento sentí de nuevo que estaba ocupando un
lugar, nada más. Y me dijeron: no, pero seguí viajando por el mundo. A mí no me interesa viajar
por el mundo, les dije, a mí me interesa cambiar las cosas. Y el presidente, que era el que
me había llevado, me dijo: ‘Quedate cuatro años, calentá la silla y después en cuatro años
sos el presidente vos’. De nuevo, estaba faltando a mi libertad. ‘Voy a ir contra vos porque
vos no estás desafiando al sistema y hay muchas cosas que hay que cambiar’, le dije, y perdí
la elección. Al otro día presenté mi renuncia a todos los board en los que estaba. Agradecí a
todos por el aprendizaje de los años y me dediqué a las energías renovables 100%.
Hoy Agustín se dedica a la producción audiovisual (es dueño de la productora Pegsa), y
renovables.
Es muy fácil hablar de que el poder en verdad es transitorio, pero nadie lo quiere largar,
se agarran todos a la silla, así no se va nadie. Parece que es una rueda sin fin. Te van
mintiendo: reelección, reelección… Y te hacen creer como que está bien. Pero es un horror, es
un horror porque hay que dejar a otras personas, hay otras ideas. Uno puede estar X cantidad
de años liderando, después tiene que haber otros. Y yo no podía decir una cosa y hacer otra.
Así que, dicho y hecho, me fui.
Yo por lo menos creo que soy coherente con lo que pienso y con lo que digo. Al día siguiente
nadie lo podía entender, no formé parte más de ninguna decisión del rugby internacional
ni local. Entreno a los menores de 18 del CASI, esa es mi pasión, mi hilo que sigue con el
rugby: estar a la noche entrenando a los chicos de 17-18 años en el club, con mis amigos de la
camada 74″.
Los sacrificios y el reconocimiento
“Los sacrificios que me marcaron sin lugar a dudas tienen que ver con mi juventud y sobre todo
con la parte social. A todos nos gusta salir, a todos nos gusta acostarnos tarde y divertirnos.
Desgraciadamente la noche no es compatible con el deporte. No es compatible con ser la
mejor versión de uno, no funciona así, desgraciadamente o afortunadamente, que cada uno
elija.
Para mí, fue un sacrificio simple porque era tal la obsesión que yo tenía con llegar que no me
parecía un sacrificio. Yo me levantaba contento a la mañana para correr X cantidad de
kilómetros, hacer barrancas o hacer esos abdominales de más. Entonces para mí el sacrificio
más duro fue cuando se enfermó mi viejo, que no podía estar cerca de él. Me tomaba el avión
el sábado, volaba para verlo... Ahí viví un momento muy duro de mi vida. Eso fue sacrificio de
verdad, no poder estar cerca de él cuando estaba enfermo. Si comparás eso con el resto, no
fue nada duro.
“Los sacrificios que me marcaron a mí sin lugar a dudas tienen que ver con mi juventud y sobre
todo con la parte social", dice. Y aclara que sin embargo, el sacrificio mayor que tuvo en la vida
es estar lejos de su padre cuando se enfermó.
Después, la euforia y el reconocimiento del deportista de alto rendimiento, del ‘ídolo’, es difícil
de llevar cuando te falta. A mí no me pasó, no sé si es porque cerré tan bien una historia de
amor que no me faltó. Y otra cosa importante es que la euforia no es la vida. Es mucho más
lindo mirar a tus hijas que una cancha llena. Entonces cuando no tenía la cancha, jugar con
mis hijas era mucho más placentero.
En esos momentos oscuros donde uno se siente mal, donde la hoja en blanco no
funciona, tenés a tus amigos, tus hijas, tu alrededor que te contiene, y eso se
construye. A mí no me costó y he hablado con muchos amigos míos que se han retirado y al
día de hoy les cuesta. Es raro. A mí no me costó nada, no lo quiero decir desde un lado
soberbio. Lo único que sí extraño mucho mucho, que eso sí es verdad y no me puedo hacer
el boludo, extraño mucho el vestuario, la locura del vestuario.
El vestuario llegaba a un nivel de locura, a un nivel de intensidad que estábamos a dos metros
del suelo. Y eso no lo encontrás. Es como en la montaña rusa cuando te tirás y decís de nuevo,
de nuevo. Eso es difícil, a mí entrar y gritar en un vestuario, esa adrenalina, que vas a salir por
el vestuario y salís con la camiseta de Los Pumas... Eso sí falta. Pero bueno, no está más, hay
que hacer el proceso y llevarlo”.
Preguntas para Agustín
Como en cada encuentro, los presentes en la Usina del Arte pudieron conversar con Agustín
Pichot al término de la charla. Muchos le agradecieron lo inspiradora que fue su charla y hubo
muchas preguntas. Muchas de ellas despertaron una encendida y emocionada respuesta de
parte del ex capitán de Los Pumas, que entre otras cosas envió un mensaje a la familia
de Fernando Báez Sosa, el joven asesinado por un grupo de rugbiers en Villa Gesell en el
2020.
"El gran problema que hemos tenido como deporte es no haber diferenciado lo bueno y lo
malo", define.
—Últimamente hubo muchos casos de violencia dentro del rugby y muchos creen que
esa violencia la generan los valores que comparten quienes practican el deporte. ¿Por
qué cree que sucede esto?
—Muy buena pregunta. Y es una pregunta que en mi cabeza ronda hace muchos muchos
años, te diría que desde que soy muy chico. Tengo que ser muy cuidadoso para no herir
susceptibilidades de gente que se puede sentir tocada. Yo creo que eso que decís vos de los
valores es más bien la percepción de los valores, porque los valores son de una sociedad, no
son ni del rugby, ni del fútbol, ni del tenis, son de una sociedad. Después, a veces algo es
interpretado como amistad, y en ocasiones interpretado como manada, porque vamos todos en
grupo. Eso está buenísimo para una cosa, a mí por lo menos me hizo muy bien en muchas
cosas, pero también es pésimo para otras. El gran problema que hemos tenido como
deporte -y lo tenemos como deporte-, es no haber diferenciado lo bueno y lo malo. Haber
naturalizado la violencia. Y no es que los chicos toman anabólicos… No va por ahí. Lo mismo
que si te acostaste con veintisiete minas sos un genio, o a este lo cagamos a piñas y es como
si nada. Decir “genio, qué crack, chupate otro fondo blanco, dale, dale” ¿Dale qué? ¿Sabés la
cantidad de hechos de violencia que hay…?
Yo soy parte de mi comunidad y lo digo con una recontra autocrítica, a veces no le gusta a
nuestra comunidad… No, los valores, no, los valores nada. Yo nunca dejé que me bajen la
línea de los valores, para eso está mi mamá y mi papá, antes de los valores. Ya de chico
cuando me hacía el canchero me decían ‘no esto, no esto, no esto, no esto, no esto’. ¿Por qué
tratás mal a tu hermana? ¿Por qué le gritás? ¿Por qué le pegás a tu hermana? Viste cuando
sos chiquito que te ponen los límites… Tocar a mi hermana, se acababa el tema, no había vida
para mí. Entonces, a tu pregunta, creo que el rugby naturalizó muchas cosas que estaban
mal. ¿Vos me preguntás exactamente qué es? No son los valores. Naturalizamos que en un
bautismo te caguen a trompadas, que te muerdan hasta que no te puedas sentar, a mí me
pasó, les hablo de la experiencia mía. ¿Sabés cómo estaba? Me mordieron la cola, un cachete,
una persona de 130 kilos que tiene una mandíbula diferente y te agarra y parece un dogo, no
me pude sentar por cuatro días, de verdad te lo digo, no sabés lo que me dolía. Todo el bondi
riendosé. Cero gracioso. Me cortaron todo el pelo, que yo amaba mi pelo, no tiene nada de
gracioso, naturalizás.
Cuando yo fui capitán, no, y tuve muchas discusiones. Por eso, empieza con autocrítica y con
no naturalizar. Son años de una forma de ver las cosas, como es el machismo en la
sociedad. Hay muchas cosas. Hay un revisionismo importante y al rugby durante el último año
le tocaron todas juntas. Bien, no hay que discutirlas. No está bien esto, mataron un chico, no
está bien. Los tweets que pasaron (Ndr: de Pablo Matera, el capitán actual de Los Pumas),
no están bien. Díganme lo que quieran, no está bien. Me putean, pero no está bien. Pero no
está bien no para hacerme el progresista y decir no… Para que no pase, lo primero que le
pregunté a mi hija (hija no del ambiente del rugby, porque crecimos afuera, vinimos a vivir acá
porque yo amo mi país), lo primero que le pregunté después de lo de Fernando Báez Sosa, nos
sentamos en la mesa y le pregunté ese mismo día: ‘¿Qué pensás de los jugadores de rugby?
“Son unos patoteros, quilomberos, agresivos”. No me iba a sorprender, pero una chica de 18
años, que el papá había sido un símbolo, llamalo como ustedes quieran, alguien conocido en el
ambiente del rugby, está diciendo eso… Por eso le mandé un mensaje al papá de Fernando
pidiéndole disculpas en lo que me competía a mí, porque en definitiva yo había sido uno
de los que había transmitido esa naturalización, desde mi lugar, de alguna forma.
"Creo que el rugby naturalizó muchas cosas que estaban mal", dice Pichot, y cuenta que le
envió un mensaje al padre de Fernando Báez Sosa.
—Hace un rato nos hablaste de los dos lados del liderazgo. Me gustaría saber qué
cambios tuviste que hacer en tu persona para poder reconvertirte en un líder positivo
para los demás.
—Humildad. Necesité volver a las bases, necesité volver a cerrarme con mis amigos del club,
del barrio, con mi familia, salir de la euforia de la revista Gente, de Los Personajes del Año…
Lo digo bien, porque uno de golpe siente que es parte de un lugar que a veces mal tomado te
distrae. Nada, volver a lo básico. Esa humildad básicamente. De golpe estás en un lugar y es
increíble, es raro. Yo siempre lo hablaba con Maradona. Le decía: ‘¿No te parece raro que
todos nuestros chistes son graciosos? Dicen que somos facha, que bailamos bien, que
cantamos bien, que hablamos de política bien’… Podemos hablar un rato largo si querés de
cómo uno cree que es lo que le dicen que uno es, es increíble. Los chistes que cuento son
malísimos, soy malísimo contando chistes, canto peor que un perro y en un momento creés -no
me preguntes qué es o si es debilidad de uno, o si es inseguridad- que podés decir cualquier
cosa, podés hablar de cualquier cosa… Te preguntan de economía y escribís la Tablita de
Machinea como si fueses un economista eximio de Harvard y decís, juego al rugby. Y eso, en el
liderazgo es parte del líder que no. Y Diego siempre me decía: “Vos tenés que saber quién
sos vos, al margen de los demás”. Y me lo decía el pibe más popular del mundo, muchas
veces llorando los dos. Él me decía: “Me cuesta mucho ser Maradona”. Y yo lo miraba y
decía: si a él le cuesta ser Maradona… Tenés que saber que no sos gracioso, que no podés
ser modelo para una pasarela, que no cantás bien, que jugás bien al rugby a veces, a veces
jugás mal también. Eso te va poniendo en un lugar donde una vez que lo entendés, podés
encauzar mejor la empatía para los que están alrededor tuyo.

Por: Joaquín Sánchez Mariño. Fotos: Gustavo Gavotti


Agradecimiento: Usina del Arte y Susana Mitchell, Coordinadora Laboratorio de Comunicación y
Medios-FCS-UCA y Fontenla (Furniture Design)
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