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Primer ensayo.
Introducción.
Lo que se conoce en las ciencias sociales como “representación social” es una categoría
desde la cual se ha intentado aprehender los fenómenos sociales desde finales del siglo
XIX y principios del XX. La introducción de este término en las ciencias sociales se
remonta a la obra de Emili Durkheim y su visión de la sociología. Durkheim parte de
estudiar lo que denomina como “hecho social”, el cual está completamente separado de
los fenómenos psicológicos individuales, es decir, no es una mera proyección del
individuo sino que constituye una realidad propia y diferenciable. Los “hechos sociales”
son así el objeto de estudio del conocimiento sociológico (Durkheim, 2001)
Esto implica que los miembros de una sociedad, si bien pueden pensar su entorno desde
su individualidad, no dejan de estar condicionados por las circunstancias sociales que
existen a priori y les preceden. Las representaciones sociales serían entonces el producto
de la reflexión y el consenso colectivo sobre los objetos que les rodean, sirven como
amalgama simbólica entre las percepciones individuales y las experiencias colectivas,
dicho de otro modo, son las ideas comunes que un conglomerado se forma sobre
cualquier fenómeno o cosa externa al individuo (el espacio, el tiempo, las relaciones
sociales, la política, la religión, entre otros). De allí surgen el pensamiento religioso, los
mitos y las creencias comunes de cualquier sociedad, por lo que las representaciones
estarían implícitas en cualquier fenómeno social determinado, lo que hace fundamental
el conocimiento de las representaciones para dar cuenta de los comportamientos y
determinaciones sociales.
Por tanto, las representaciones sociales surgen de la asociación de los individuos en una
cosmovisión común, es decir, de la existencia misma de la sociedad. De allí se infiere
que las representaciones sociales son construcciones históricas que van resignificándose
de acuerdo con los cambios sociales y culturales, Durkheim ejemplifica bien esto
refiriéndose al cristianismo y su papel en el orden social europeo, el cual es muy distinto
en la Europa medieval que en la de finales del siglo XIX (Durkheim, 2001).
Además de ser una creación del imaginario, el mito es un hecho cultural y, por lo tanto,
una realidad social para todos los grupos humanos. Los mitos refl ejan una serie de
experiencias, circunstancias y conocimientos de las sociedades que los transmiten de
generación en generación. De ahí que estos posean un valor histórico universal,
pues no existen culturas que no posean mitos, aunque estos varíen de acuerdo con sus
características.
Los mitos, al igual que la historia, son las vías por las cuales las sociedades buscan un
origen y una identidad común. De esta manera, algunos relatos contienen de forma
simbólica el recuerdo del pasado de un pueblo y las formas culturales del presente. No
obstante, estas visiones del pasado y el presente no son explícitas, se encuentran
codificadas en los hechos y situaciones que se narran. Igualmente, el tiempo en que se
desarrollan los relatos no es histórico ni cronológico, en tanto a que trasciende a las
fechas exactas y rigurosas de la historia escrita. Su temporalidad se remonta a los
orígenes del mundo, al tiempo mítico.
Para la tradición oral de Boconó y otros lugares de Trujillo, el momoy o los momoyes,
son divinidades acuáticas, también conocidas como “espíritus del agua”. Los relatos los
describen como personas pequeñas, con barba larga, visten liquiliqui y usan un
sombrero de cogollo que les cubre la cara. Son criaturas míticas que habitan el agua y
las profundidades de la tierra e influyen en ciertos fenómenos naturales: inundaciones,
deslaves, sequías y enfermedades. Esta descripción nos la ofreció la mayoría de las
personas a quienes pudimos entrevistar, tal como el testimonio del señor Rafael
Montilla:
Mire, un momoy es un espíritu… los momoyes son espíritus del agua, el mundo
tiene cuatro espíritus la tierra tiene espíritu, el aire, el agua y la candela (…) Sí,
mire, los momoyes son guardianes del agua, son unos bichitos chiquitos (…) como
de cincuenta centímetros (…) y tienen una barba largota y sombrero grande (…) y
esos son los que cuidan el agua (…) entonces cuando alguien ensucia el agua, mire,
esos sí se ponen bravos (…) pero cuando alguien llega a un manantial y bebe na’
más, mire (…) ¡Esos se alegran más bien! (Graterol, 2014,215 )
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Aguardiente que se obtiene de la fermentación de la panela y que generalmente es destilado de
manera clandestina en la orilla de quebradas y ríos.
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Pasta de tabaco que se coloca debajo de la lengua para disolverla y escupirla gradualmente, es
consumida por los campesinos como estimulante para mantenerse activos durante la jornada de
trabajo.
transmiten y recrean al mito del momoy, contienen una particular visión de los
campesinos trujillanos sobre su pasado, a continuación, describiremos algunas de estas.
-María: Es que ese no era barranco, si antes le gente trabajaba ahí, mire, abajo
había una casa.
-Rafael: ¡Siete casas se llevó ese barranco! ¿No ve que no les gusta que uno esté en
lo dellos? Ahí había un corte de café y decía papá que uno no se podía parar,
porque ahí había un charco… y en lo que uno se paraba ahí, empezaba a temblar…
eso era todo gúfano [pantanoso], ¡Como saber que yo me tengo que morir,
caramba! Entonces eso fue que se cansaron de aguantarle a uno tantas cosas. Y
empezó a irse el barranco… hasta que llegó a la lagunita y ahí fue que llegó allá a
la carretera del Alto.
-Entrevistador: ¿Y vuelven a abrir el camino y se vuelve a ir el barranco?
-Rafael: Sí señor, se vuelve a esbarrancar… esa gente, mire… esos sí hacen
respetar lo dellos, pa’ que sepa. (Graterol, 2014, 273)
La mudanza implica entonces un desastre natural con consecuencias negativas para los
seres humanos. Esto es algo que en realidad ocurre todos los años, debido a la
pluviosidad y las condiciones de los terrenos en la cordillera andina, ello implica que
este acontecimiento mítico sea una presencia constante en el imaginario rural. Todo lo
cual nos muestra una particular representación de un tiempo marcado por la repetición
cíclica de la lluvia y la sequía, en otro relato se nos presenta mejor esta representación
del tiempo:
-Silvia: Cuando están bravos es que llueve y que los molestan ¡Una vez y que
vieron bajar uno! Con unos pocos de güajes 3, alante iba la creciente y más atrás y
que iban ellos.
-Entrevistador: ¿Bajan en una creciente?
-Silvia: Sí, en una creciente y que los vio... ¡El barranco iba alante y ellos iban
atrás!... ¡Y queda jediondo! ¡Como jediondo a azufre queda eso! Dejan el olor,
cuando ellos se van, o sea, se mudan. Esos hacen una creciente muy bárbara (...)
¡Se mudaron! ¡Y se secó el agua también! (...) Se seca el agua! ¡Cuando ellos se
van se seca el agua onde ellos estaban!
-Entrevistador: ¿Será por eso que se han secado tantos pozos?
-Silvia: ¡Tiene que haber sido por eso! Tiene que ser, porque ellos al irse, al
mudarse, se seca el agua. (Graterol, 2014, 302)
La mudanza del momoy supone una estrecha relación del campesino andino con los
seres míticos, ya que los espíritus del agua forman parte integral de su mundo natural,
tal como lo afirma la antropóloga Jacqueline Clarac, estos relatos nos hablan del “mito
como experiencia vivida” (Clarac, 2003, 18). Lo que vemos es un empeño de humanizar
a la naturaleza, en cierto sentido, construyendo en la figura del momoy, la
representación de un otro distinto, pero muy similar a la vez. Esto se aprecia mejor en
los relatos en que la mudanza está acompañada por una fiesta ruidosa, en donde los
momoyes tocan instrumentos de música y cantan, bastante parecido las fiestas
religiosas, muy comunes en la región:
Y cuando se mudan se escuchan, se escuchan cantar también, y se escuchan las
guitarras, ¡esos cantan muy finito! (…) ¡Eso es un relinche y un relajo, igualito que
si hubiera una muchachera jugando! (...) Pues desde que tienen guitarras, tienen
maracas, tienen, mire, ¡hasta charrascas! ¡Y esos cantan muy sabroso! Lo que pasa
es que no se les entiende cuando cantan (…) Música de cuerdas, tienen unas
guitarritas chiquiticas y no se les entiende nada. (Graterol, 2014, 221)
Así visto, el mito del momoy también da cuenta de una representación propia y auto
referente de la cultura andina, el momoy también es un campesino más, que gusta de la
música, el alcohol y el chimó. En tal sentido, la mudanza representa un diálogo
constante entre el ser humano y la naturaleza que, no pocas veces, resulta conflictivo,
las consecuencias que genera (inundación y sequía) siempre son negativas para las
personas. Es por ello que algunas de estas narraciones se desarrollan dentro de algún
contexto histórico de cambio o de transformación, evidenciando una interesante forma
de preservar la memoria y representar el pasado de los campesinos venezolanos por
medio de su oralidad. A continuación, veremos algunas de estas representaciones de la
memoria construidas a partir de los relatos sobre la mudanza del momoy.
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Tubérculo que crece a la orilla de las nacientes de agua.
Resistencia simbólica frente a la religión católica.
Uno de los aspectos claves por los que el mito del momoy da cuenta de la memoria
colectiva andina, es por su incorporación de elementos históricos bien precisos dentro
de sus narraciones. Un ejemplo significativo es la inclusión del sacerdote católico como
un personaje central que, generalmente, antagoniza al momoy y a todas las figuras
míticas del imaginario andino, representando un conflicto cultural que ha permanecido
durante siglos:
Aquí dijeron una vez que Don Monterudo4 le había salido al padre de la iglesia de
San Alejo, el padre Espinoza, se llamaba ¡Y le dijo que le diera permiso pa’ pasar
por la plaza! (...) Don Monterudo pidió permiso pa’ pasar por la plaza, quería pasar
con la familia por la plaza. Y el padre le dijo que no, que ¿cómo iba a pasar él por
la plaza? Él tenía ganas de mudarse y le pidió permiso al padre de pasar por la
plaza. Eso sí lo escuché yo (...) ¡Pues todos los momoyes! Esa es la familia de él.
(Graterol, 2014, 256)
En otros relatos, es el momoy quien pide permiso al sacerdote para mudarse, este se lo
niega y aquel, en venganza, se muda en medio de una fuerte inundación que destruye la
plaza del pueblo y a la misma iglesia. El sacerdote aparece como un símbolo de
autoridad que encarna una lucha entre dos formas de religiosidad distintas, pero que
pertenecen a una misma cosmovisión. El padre se enfrenta al momoy, es la autoridad
que pretende dominarlo, esto supone una lucha simbólica entre dos tradiciones distintas
y opuestas que conviven en la cultura campesina. Para ilustrar mejor este punto, nos
permitimos citar el fragmento de una canción popular transcrita por la folclorista
Lourdes Dubuc en 1963, quien la grabó de la voz de un campesino de Boconó:
Dicen que en nuestra nación, Doña Aldonza tocaría: Burbusay,
Boconó, San Miguel y Campo Elías. Etcétera hay que poner,
porque falta todavía. Doña Aldonza en realidad trató con el
padre Verde y dijo: Esta América se mueve por una ley natural,
en la América hay tesoros por delante y por detrás. Unos tiene
Doña Aldonza y otros el soberbio Satanás. Pero para traer estos
tesoros hay un salto muy mortal, donde está una brocha de oro,
donde habita un animal que solo tiene mil garras en las dos
patas de atrás fuera de las dos de adelante que es donde tiene
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“Don Monterudo” es otra figura central del panteón mítico andino en Venezuela, se le presenta como la
contraparte masculina de “Doña Aldonza” o “Doña Lionza”, ambas fi guras forman la pareja mítica
dueña de toda la naturaleza, incluso algunas veces son los padres de los momoyes
mucho más. Sigue bien y el compás, al seguir esta aventura,
jalla una nueva fi gura que lo asombra mucho más, preguntóle el
Padre Raúl ¿y eso en qué iba a parar? Nada, dijo Doña Aldonza,
que en negocio lucrativo lo correito es arreglar, porque yo en
esta nación tengo tercia y la mitad, es decir, tengo la mitá e’ la
gente y otra partecita más (Dubuc, 1966, 158-159)
Así como la lucha simbólica entre la tradición católica y la mitología andina, otro
evento histórico importante, representado en los relatos de la mudanza del momoy, es el
de la construcción de las carreteras en las regiones rurales de los andes venezolanos:
Mi tío Eugenio me contó que cuando estaban haciendo la carretera por ahí por El
Chorrerón, y que estaban abriendo la carretera y entonces ahí estaban ellos [los
momoyes] y se arrecharon y que se fueron en una creciente. Mi tío y otros y que
lo vieron esa vez, bajaban ellos delante de la máquina, porque la creciente se
llevó la máquina también (...) Sí señor, ahí sacaron unos muertos también. Y eso
y que los momoyes iban ala’nte del maquinista. (Graterol, 2014, 332)
El mito del momoy recrea los sucesos que afectaron de una u otra manera a los
campesinos, descendientes de los antiguos indígenas, quienes cuentan y hablan acerca
de estas figuras que les son muy cercanas. Para Halbwach, estas representaciones del
pasado son la contraparte de la historia escrita imbuida en el relato nacional, ajeno a
estas colectividades. En tal sentido, el discurso oral de los campesinos sobre su pasado
se encuentra entre un tiempo histórico lineal y un tiempo mítico de constante repetición,
tal como se ha visto con los relatos de la mudanza del momoy. En muchos casos, estas
dos visiones se asimilan, los relatos toman hechos históricos reales para incluirlos
dentro del
mito, y viceversa. De esta manera, encontramos en las narraciones a distintos personajes
míticos —como el Arco y el Momoy— actuando dentro de un contexto histórico real.
Comprender estos mitos nos permite obtener una visión más amplia sobre la historia de
los campesinos andinos, específicamente de Boconó, contada por sus propios
protagonistas.
Bibliografía.
CLARAC DE BRICEÑO, Jacqueline. Dioses en exilio (Representaciones y prácticas
simbólicas en la Cordillera de Mérida). Mérida: Universidad de Los Andes,
Vicerrectorado Académico, 2003.
DUBUC DE ISEA, Lourdes. Romerías por el Folklore Boconés. Mérida: Universidad
de Los Andes, Talleres Gráficos Universitarios, 1966.
DURKHEIM, Emile. “Las reglas relativas a la explicación de los hechos sociales” en
Las reglas del método sociológico. México: Fondo de Cultura Económica, 2001.
GRATEROL GUERRA, Juan Fernando. Aproximación etnohistórica a un mito de los
Andes venezolanos: Los relatos acerca del Momoy en Boconó, estado Trujillo,
Venezuela. Mérida: Universidad de Los Andes, Facultad de Humanidades y Educación,
Escuela de Historia, 2014. (Trabajo Especial de Grado).
GRATEROL GUERRA, Juan y FRANCO, Francisco. “Mito, naturaleza, historia e
imaginario: los relatos acerca del momoy en Boconó (estado Trujillo). Un acercamiento
etnohistórico”. Anuario GRHIAL, nº 8, enero-diciembre, 2014, pp. 129- 162.
HALBWACHS, Maurice. “Memoria colectiva y memoria histórica” en Revista
Española de Investigaciones Sociológicas, n. 69 (1995): 209-219.