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La interconexión

Jon Kabat-Zinn

Parece que desde la infancia sabemos perfectamente bien que todo está conectado
con todo lo demás de cierta manera, que esto ocurre porque aquello ocurrió, que
para que esto ocurra, aquello tiene que ocurrir. Basta con recordar los cuentos
populares, como el que trata de un zorro que se bebe la mayor parte del cubo de
leche de una anciana mientras ésta recoge leña para el fuego. La anciana, en un
acceso de ira, le corta la cola al zorro. Éste le pide que le devuelva la cola, y la
anciana responde que se la volverá a coser si le devuelve la leche. Así pues, el
zorro se va a ver a la vaca que está en el prado y le pide leche, y la vaca le contesta
que le dará leche si le trae un poco de hierba. Entonces, el zorro se va a ver al prado
y le pide un poco de hierba, y el prado le responde: «Tráeme un poco de agua». Y
el zorro se va a ver al arroyo y le pide agua, y el arroyo le dice: «Tráeme una jarra».
Y así continua la historia hasta que un molinero, por compasión y bondad, le da
grano al zorro para que se lo dé a la gallina, para que ésta pueda darle un huevo
que dará al vendedor, para conseguir el abalorio que va a dar a la doncella, para
conseguir la jarra con la que coger el agua... y así el zorro consigue recuperar su
cola y se va feliz y contento. Para que esto ocurra, aquello tiene que ocurrir.
Nada surge de la nada. Todo tiene antecedentes. Incluso la bondad del molinero
procedió de algún lugar.
Si investigamos con profundidad cualquier proceso, podemos ver que siempre se
aplica el mismo principio. Sin agua, no hay vida. Sin plantas, no hay fotosíntesis;
sin fotosíntesis, no hay oxígeno para que respiren los animales. Sin padres,
nosotros no existimos. Sin camiones, no hay comida en las ciudades. Sin
fabricantes de camiones, no hay camiones. Sin obreros de la industria siderúrgica,
no hay acero para los fabricantes.
Sin actividad minera, no hay acero para los obreros de la industria siderúrgica. Sin
comida, no hay obreros de la industria siderúrgica. Sin lluvia, no hay comida. Sin
luz del sol, no hay lluvia. Sin las condiciones adecuadas para que se formen las
estrellas y los planetas en el universo, no hay luz solar, no hay Tierra. Estas
relaciones no siempre son sencillas y lineales. Por lo general, las cosas están
insertadas en una compleja red de interconexiones equilibradas con extrema
precisión y delicadeza. De hecho, lo que llamamos vida, o salud, o biosfera, son
complejos sistemas de interconexiones que carecen de un punto de partida y de un
punto final absolutos.
Así pues, vemos lo fútil y lo peligroso que es permitir que nuestro pensamiento
atribuya a cualquier cosa o circunstancia una existencia absolutamente separada
sin tener en cuenta la interconexión y el cambio constante. Todo está relacionado
con todo lo demás y, en cierto modo, contiene al mismo tiempo todo lo demás y es
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contenido por todo lo demás. Y no sólo eso, todo está en constante cambio. Las
estrellas nacen, pasan por diferentes etapas y mueren. Los planetas también tienen
un ritmo de formación y de desaparición final. Los coches nuevos ya van camino
del desguace antes incluso de dejar la fábrica. Si fuésemos conscientes de esto
realmente podríamos apreciar más la transitoriedad y dar menos por sentadas las
cosas, las circunstancias y las relaciones mientras están presentes. Es posible que
valorásemos más la vida, a la gente, la comida, las opiniones y los instantes si
percibiésemos, a través de mirar estas cosas con mayor profundidad, que todo
aquello con que estamos en contacto nos conecta con el mundo entero a cada
momento, y que las cosas y las demás personas, incluso los lugares y las
circunstancias, sólo están presentes de manera temporal. Esto hace que el ahora
resulte mucho más interesante. De hecho, hace que el ahora lo sea todo.
Respirar con atención plena constituye un hilo en el que podemos ensartar las
cuentas de nuestra experiencia, de nuestros pensamientos, de nuestras sensaciones,
de nuestras emociones, de nuestras percepciones, de nuestros impulsos, de nuestra
comprensión y de nuestra conciencia misma. El collar que se crea de este modo es
algo nuevo; no es una cosa, en realidad, sino una nueva forma de ver, un nuevo
modo de ser, una nueva forma de experimentar que permite una nueva manera de
actuar en el mundo.
Esta nueva manera parece conectar lo que parece estar aislado. Pero en realidad,
nada está nunca aislado ni debe volver a conectarse. Es nuestra manera de ver lo
que crea y mantiene la separación.
Esta nueva manera de ver y de ser sostiene fragmentos de vida y les da un lugar.
Honra cada instante en toda su plenitud en el seno de una plenitud mayor. La
práctica de la atención plena es simplemente el descubrimiento constante del hilo
de la interconexión.
En algún punto, puede que incluso lleguemos a ver que no es muy correcto decir
que somos nosotros los que enhebramos las cosas. Más bien, tomamos conciencia
de la conexión que ha estado presente todo el tiempo. Subimos a un mirador desde
el que podemos percibir la totalidad de forma más directa y acunar el constante
fluir de momentos presentes en el seno de la conciencia. El fluir de la respiración
y el fluir de momentos presentes se interpenetran; son las cuentas y el hilo que,
juntos, dan lugar a algo mayor.

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