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Buenos Aires 2015

Mancini, Edgardo
Fe al límite. No permitas que los problemas te hablen . - 1a ed. - Ciudad Autónoma de
Buenos Aires: Certeza Argentina, 2015.
128 p. ; 20x14 cm.
ISBN 978-950-683-211-7
1. Fe. 2. Cristianismo. I. Título
CDD 230

© 2014 Ediciones Certeza Argentina


Queda hecho el depósito que marca la ley argentina 11.723. Prohibida la reproducción
total o parcial sin la autorización
de los editores.
Las citas bíblicas corresponden a la versión Reina-Valera 1960.
Edición: Ayelen Horwitz
Diseño de cubierta: Walter Saucedo
Corrección: Adriana Riccomagno

Certeza Argentina es un ministerio de la Asociación Bíblica Universitaria Argentina


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Impreso en Argentina. Printed in Argentina.


Contenido
Introducción
Relación, no religión
Área de las emociones
Área del conocimiento
Aprender todo el tiempo
Área del espíritu y de la fe
Fe al límite en la Biblia
Una fe que crece
Jesús desafía nuestra fe
Desarrolla poderosamente tu fe
Fe al límite hoy en día
Aplicación práctica de las 3 áreas
Epílogo: Corramos con paciencia
Introducción
¿Es que a nadie le va bien?
Muchas de las ideas que dieron origen al contenido de este libro
fueron presentadas en una predicación en la cual el Señor me
llevó a enseñar acerca de las emociones y de la fe.
Posteriormente, el Espíritu Santo me guió a hacer una serie de
predicaciones acerca de la fe y me mostró claramente que había
tres áreas en las que, de manera continua, nos movemos: nuestras
emociones, nuestro conocimiento y la fe que nos fue dada.
Comencé a meditar al respecto y me di cuenta de que, aun para
los cristianos, es difícil mantener el equilibrio entre estas tres
áreas.
Vivimos en una sociedad con un gran déficit afectivo, con
presiones constantes que muchas veces no sabemos manejar y con
ofertas de todo tipo. Todo esto lleva nuestras emociones al
límite… manejamos nuestros automóviles al límite, tenemos la
adrenalina al límite y estamos al límite con los problemas. Sin
embrago, casi nunca vivimos la fe al límite. Este es un mundo
complejo y conflictivo. Nosotros, los cristianos, vivimos en este
mundo, pero no pertenecemos a él.
Con la fe al límite
Es tiempo de reflexionar y responder a la pregunta con la que
comenzamos la introducción: ‘¿Es que a nadie le va bien?’…
¡¡Sí!! A muchos les va bien. En este libro veremos que es posible
aumentar nuestra fe y, así, vivir una mejor vida, una vida con
propósito, en la que nos vaya bien. Recorreremos principios que
nos acercarán al Único que nos puede hacer cumplir nuestro
propósito: Jesús, nuestro Señor; el único que siempre vivió de
acuerdo a todo lo que su Padre le pedía.
Este no es un libro científico ni médico. Todos los ejemplos y
las analogías que se usan son para poder comprender de mejor
manera cómo funcionamos integralmente. El mensaje de estas
páginas es sencillo, pero poderoso: Animémonos a vivir como a
Dios le gusta… con una FE AL LÍMITE.
Edgardo Mancini Monti
Cómo leer este libro
Querido lector, querida lectora, escribo este libro como pastor y
con el deseo de ayudarte a vivir la vida plena que te promete
Jesucristo en Juan 10.10. Esta plenitud se alcanza cuando vivimos
por fe. Fuimos creados para vivir por fe, como dice Romanos
1.17: ‘Más el justo por la fe vivirá’. Cuando entendemos para qué
fuimos hechos, logramos alcanzar el propósito de nuestra vida y
estamos en condiciones de recibir toda nuestra herencia como
hijos e hijas de Dios Padre. Colocar nuestra fe en Jesucristo
genera poder para transformar nuestra vida y, a través de ese
cambio, alcanzamos a los que están cansados, agotados y sin
ninguna esperanza.
Escribí este libro en acuerdo con el Espíritu Santo para que
dejes de basar tu vida solamente en las emociones y para que, con
el entrenamiento necesario y el ejercicio de la voluntad, cobres
impulso y avances hacia un lugar mejor al cual, por razones
prácticas, en este libro llamaremos ‘el área del Espíritu y la fe’.
Probablemente, ya hace años que te decidiste por el
cristianismo y te congregas en una iglesia. Sin embargo, cuando
recibes una noticia negativa, desapruebas un examen, te peleas
con tu pareja, te diagnostican una enfermedad, fallece un ser
querido o sufres algún robo, te enojas con Dios y te ves superado,
superada por el temor y la ansiedad. Justamente, cuando más
tendrías que apoyarte en el Señor, las emociones negativas se
colocan en el centro de tu vida, se adueñan del timón y te
desestabilizan. Y justo cuando más tendrías que apoyarte en Dios,
más te alejas de él. Te propongo que leas estos capítulos y te
desafíes a crecer del área de las emociones al de la fe, pasando
por el área del conocimiento, puente que te ayudará a avanzar de
un área a otra.
Relación, no religión
C
uando Dios creó al ser humano y lo puso en el huerto del
Edén, lo hizo para tener una relación directa con él. Un día
Eva cometió el error de hablar y de responderle
a la serpiente. Cuando llegó su esposo, él también cayó en
tentación. Dice la Biblia que al comer del fruto prohibido, fueron
abiertos los ojos de ambos y reconocieron que estaban desnudos.
Después de eso, al escuchar la voz del Señor que se paseaba por
el huerto, inmediatamente, ellos se escondieron (se apartaron de
su presencia). Entonces Dios los llamó y les preguntó… ‘¿Dónde
estás?’ (Génesis 3.9). El Señor no hizo esta pregunta para recibir
información de parte de Adán (porque él lo sabe todo) sino para
darle la oportunidad de que se arrepintiera de su pecado.

Cuando Dios nos hace una pregunta no es para obtener


información sino para llevarnos a una reflexión.

Desgraciadamente, Adán decide responder de manera


equivocada, echándole la culpa a su mujer (Génesis 3.12–13).
Ella hace lo mismo que Adán, le echa la culpa a otro, en este
caso, a la serpiente. Lamentablemente, ninguno de los dos le da
opción a Dios y, en consecuencia, dice la Biblia, Jehová Dios los
saca del huerto del Edén.
No sabemos cuánto tiempo pasó, pero sabemos que Adán y Eva
tuvieron dos hijos, Caín y Abel (Génesis 4). Hasta ese momento
ninguno había dado una ofrenda al Señor. Caín y Abel lo hicieron
por primera vez en la historia.
Una ofrenda agradable
Hebreos 11.4 dice así:
Por la fe Abel ofreció a Dios más excelente sacrificio que Caín,
por lo cual alcanzó testimonio de que era justo [por sus ofrendas].
Entonces la primera vez que un hombre agradó a Dios (después
de la caída en pecado) fue ‘por la fe’ (Hebreos 11.4). Por la fe,
Abel fue justo, por la fe sus ofrendas agradaron al Señor.
Claramente, aquí queda demostrado que fuimos creados para vivir
por fe y que esto empezó a manifestarse desde el principio.
En el Capítulo 11 de Hebreos dice: ‘Por la fe…’ dieciocho (18)
veces y cada una de esas veces la referencia son hechos
sobrenaturales, promesas que se creyeron con todo el corazón,
gente que fue sostenida ‘como viendo al Invisible’. Por la fe
cruzaron el mar, vieron caer muros, conquistaron reinos, apagaron
incendios, sacaron fuerzas de la debilidad, pusieron en fuga
ejércitos…
Las tres áreas
Pasaremos ahora a trabajar sobre las tres áreas en las que los seres
humanos nos movemos constantemente. Para lograr un equilibrio
que nos permita vivir plenamente, debemos familiarizarnos con
cada una de ellas.
Lamentablemente, la caída afectó mucho más los planes y
propósitos de Dios de lo que nosotros podamos imaginar. Casi sin
darnos cuenta, nos fuimos deslizando del área de la fe (lugar para
el cual el Señor nos creó para cumplir todos sus perfectos planes
con y en nosotros) hacia el área de la mente y del conocimiento.
Empezamos a reemplazar lo sobrenatural y lo milagroso por el
conocimiento racional acerca de Dios. Empezamos a conocer del
Señor a través de la Teología, del estudio acerca de quién es él,
sus atributos, sus cualidades. Todas cosas muy buenas en sí, pero
que no nos sirven si nos alejamos de la expereinacia de vivir una
relación con él. No es suficiente que nos hagamos conocedores de
la Palabra si dejamos de lado la noción de que es el Espíritu quien
la vivifica.
Área de la fe
Mas el justo por la fe vivirá.
Romanos 1.17
Es muy importante saber para qué fuimos hechos, porque esa es
la única manera de lograr nuestro propósito. También es la única
forma que tenemos de recibir toda nuestra herencia como hijos e
hijas del Dios Padre. Nuestra fe puesta en Jesucristo genera el
poder para transformar nuestra vida y, a través de ese cambio,
alcanzar a todos los que están cansados, agotados y sin ninguna
esperanza. A esta área la llamaremos área 3, de la fe y del
Espíritu.
Área del conocimiento
En el área del conocimiento podemos hablar acerca de Dios;
podemos enseñar sobre él; podemos orar por las personas; por sus
necesidades; también podemos bendecirlas; pero todo lo hacemos
desde un conocimiento intelectual del Señor. En esta área no
somos transformados, no recibimos revelación; esta es el área del
conocimiento pero no hay entrenamiento con el Espíritu Santo.
En esta área hablamos de lo que sabemos de Dios, pero no
llegamos a tener una amistad con el Espíritu Santo. A esta la
vamos a llamar el área 2, el lugar del conocimiento.
En mi experiencia de veintiocho años de pastorado, teniendo
más años de cristiano que de edad (iba a la iglesia ya desde la
panza de mi mamá) y siendo tercera generación de cristianos
evangélicos, he observado que, generalmente, la mayoría de estos
no viven en ninguna de las dos áreas antes descriptas, ni la de la
fe ni la del conocimiento.
Área de las emociones
La mayoría de las personas se manejan en el área de las
emociones. Se guían por sus sentimientos, es decir, toman sus
decisiones de acuerdo a las emociones que prevalecen (muchas
veces se parecen a una montaña rusa). Resuelven sus problemas
con la guía de los sentimientos y de las circunstancias. Viven
conectados con su cerebro emocional ignorando que ahí se liberan
hormonas que, a su vez, generan ansiedades, temores, alergias.
En esta área se somatiza y, muchas veces, se deriva en
enfermedades. Las emociones relacionadas con la ansiedad y el
miedo pueden aumentar las palpitaciones del corazón, bajar o
aumentar la presión arterial y muchas otras cosas.
Establecernos en esta área, sin nunca avanzar a la de la fe
mediante el área de conocimiento, es dañino y trae confusión y
sufrimiento. Cuando estamos en esta área reaccionamos, de
manera casi constante, con enojos, ira, resentimiento, depresión y,
a veces, incluso con violencia verbal y física.
En este lugar no podemos recibir milagros. Muchas veces nos
enojamos con Dios porque creemos que él no nos escucha,
sentimos que él no nos habla, pero nunca pensamos que somos
nosotros los que no podemos escucharlo. En esta área los
problemas no tienen solución porque estamos incapacitados para
ver la salida. A esta área la llamamos el área 1, el área de las
emociones y los sentimientos.
Experimentemos victorias
En los próximos capítulos vamos a comenzar a analizar cada una
de estas áreas. Veremos que muchos de los siervos de Dios las
transitaron y que nuestras realidades tienen mucho que ver con las
que ellos vivieron. Además, vamos a experimentar victorias…
Aprenderás, de manera muy práctica, a salir del área 1 (área de
las emociones), a usar el área 2 (área del conocimiento) como un
puente que te llevará al área 3 (del Espíritu y de la fe) para que
allí vivas la plenitud que nos ofrece Jesucristo. Recuerda, fuiste
creado, creada para vivir por fe y para desarrollar tu fe al límite.
Área de las emociones
Emociones, ¿qué son?
Las emociones son alteraciones del ánimo; pueden ser intensas y
pasajeras, agradables o penosas. Se generan a partir de cómo nos
impresionan o percibimos las cosas; y, con frecuencia, se traducen
en sentimientos, actitudes, gestos e incluso enfermedades.
Todos nosotros fuimos creados por Dios con emociones y
sentimientos, esto nos hace humanos. El problema se da cuando
colocamos los sentimientos como base de nuestra vida. Al hacer
esto, perdemos el equilibrio, ya que las emociones son pasajeras,
inconstantes. Si nos regimos solo por ellas, terminaremos por
perder nuestra salud porque si bien es cierto que las emociones
nos permiten disfrutar de muchas cosas, también lo es que
muchas veces nos traicionan.
Dice jeremías 17.9: ‘Engañoso es el corazón más que todas las
cosas’. Esto es, no podemos basar vuestra vida solamente en
nuestras emociones porque estas son inestables. Muchas veces,
frente a las dificultades aparecen emociones negativas que no nos
permiten pensar ni evaluar las cosas, no nos dejan hacer una
reflexión objetiva de la situación. Piensa, ¿te has encontrado
frente al temor o al sentimiento de derrota y has exclamado ‘No
voy a poder’, ‘ni Dios puede con esto’?
¡Debes superar esta área! Es sumamente importante que no nos
estanquemos aquí, sino que decidamos qué actitud vamos tener
frente a los problemas y a las reacciones que estos nos provocan.
Los sentimientos nos ensordecen
Lo que sucede cuando nos movemos solamente en el área de las
emociones es que los sentimientos nos gritan fuertemente y no
nos permiten escuchar nada más. Creemos todo lo que nos dicen,
aunque sea equivocado. Entonces, empezamos a pensar: ‘Nadie
me entiende’, ‘no saben lo que estoy pasando’, ‘para ellos es muy
fácil decirme lo que tengo que hacer, porque no están en mi
lugar’.
Los sentimientos gritan y
no nos permiten escuchar nada más.

En esta área es fácil sentirse víctima, las grandes mentiras nos


parecen verdades absolutas. No es fácil salir de aquí. Nuestros
problemas se agudizan porque cuando estamos en el área de las
emociones no podemos escuchar un consejo ni tampoco la voz
del Espíritu Santo. Y, cuando eso sucede, nos preparamos para
graves peligros. En esta área nunca podremos recibir ayuda ni
Palabra de Dios aunque, equivocadamente, creamos que él nos
habla.
Reflexionemos un poco. Piensa en tu vida, en los problemas
que has tenido, ¿fueron por estar estacionado en esta área?, ¿por
vivir bajo la guía de tus emociones? ¿Cuántas pérdidas tuviste por
haber edificado sobre emociones? ¿Las decisiones emocionales te
han metido en problemas, te han traído sufrimientos?
En resumen, las emociones y los sentimientos pueden
engañarnos. Algunas veces, vivimos emociones tan fuertes que
llegamos a creer que si no las obedecemos, el mundo se va a
terminar y perderemos la gran oportunidad de la vida. Mientras
permanezcamos en esta área, aunque oremos, no escucharemos;
aunque leamos la Biblia, no encontraremos revelación. No
importa cuánto ores, ayunes, no importa cuán cristiano seas, no
importa que leas la Biblia completa en una semana… mientras
estés guiado solamente por los sentimientos, nunca habrá cambios
en tu vida.
¡Tenemos que movernos! Necesitamos ir a un lugar seguro,
Cristo nos mostrará cómo hacerlo.
La necesidad de movernos a otra área
Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?
¿Por qué estás tan lejos de mi salvación, y de las palabras de mi
clamor?
Dios mío, clamo de día, y no respondes;
y de noche, y no hay para mí reposo.
Salmos 22.1–2
David era un hombre de Dios (un gran guerrero que sabía cómo
derrotar al enemigo), pero llegó un momento en que se sintió
solo, desamparado, abandonado. Fue entonces cuando escribió
este Salmo. Aquí podemos verlo en un momento en el que él
piensa que el Señor está muy lejos; durante el día su cabeza da
vueltas y vueltas y por la noche no hay descanso. Él se ve siempre
en el mismo lugar. Atrapado sin importar para dónde se mueva,
con pérdidas completas en lo material y en lo espiritual. No tiene
consuelo sobre su vida y ora desde el área equivocada, el área de
las emociones.
La cultura que nos rodea nos formó para vivir en esa área. Esta
cultura vive cultivando nuestras emociones, quiere que nos
guiemos por la ‘sensación térmica emocional’, la que siente
nuestra piel. Por eso, desde el área emocional, no podemos elegir
la carrera que vamos a estudiar, nuestra pareja, no podemos elegir
nada. Este no es el lugar para establecerse ni para edificar.

No debemos tomar decisiones basados solamente en las


emociones.

Mira lo que dice el salmista: ‘¿por qué me desamparaste?’ (se


enoja). Así también pasa con nosotros, generalmente, no podemos
recibir milagros en esta área porque estamos enojados con Dios.
Entonces, pensamos: ‘¿Señor, por qué nunca me escuchas?’. Y
Dios no habla y nosotros nos enojamos con él. Pero el problema
no lo tiene él… Cuando nos enojamos porque alguien no nos oye,
no solemos pensar que nosotros somos los que estamos en el
lugar equivocado y los que no podemos escuchar.
Algunas cosas que hemos aprendido en el área de las
emociones se nos han grabado muy profundamente en la mente,
son frases como: ‘A mí no me escuchan, pregunto y nadie me
responde’. Entonces, empezamos a sentir autocompasión:
‘pobrecito, pobrecita, todos me olvidan, nadie se acuerda de mí’.
Por vivir basados únicamente en las emociones, llega un
momento en que comienza a irnos mal. Empiezan los problemas
en el matrimonio, con los hijos, en el trabajo. Y llegamos a
pensar: ‘La vida es problemas’. No hay nada peor que creer
nuestras propias mentiras, porque vivimos de acuerdo a lo que
creemos.

En esta área no se reflexiona, se reacciona.

Es en esta área donde aprendemos a echarle la culpa a otros: ‘Yo


nunca me equivoqué, la que se equivocó fue mi mamá, mi papá,
mi esposa, mi esposo…’. Pero nunca reconocemos nuestros
errores. Vivimos en una realidad distorsionada, sentimos
desamparo y soledad, dormimos poco y sentimos el cansancio
durante el día porque vivimos la vida sostenida en nuestras
emociones.
Las decisiones no se toman por los sentimientos. Creo que la
decisión más importante que debemos tomar es qué actitud vamos
a tener frente a los problemas, frente a las reacciones que estos
nos provocan y frente a las muchas cosas que no podemos
controlar. Cuando vivimos la vida sostenida en nuestras
emociones, vivimos una distorsión de la realidad. Por eso es
necesario que demos el paso a la siguiente área…
Área del conocimiento
A
quí se define lo que uno sabe, esta es el área de la mente y de
los pensamientos. Una cosa es lo que sientes y otra cosa es lo
que sabes. En esta área está nuestro
conocimiento intelectual acerca de Dios, que no debemos
confundir con lo que sabemos de él en nuestra experiencia con el
Espíritu Santo; una cosa es el conocimiento intelectual y otra el
espiritual (este último lo veremos con más profundidad en el
próximo capítulo).
El partido de nuestra vida
Usemos nuestra imaginación y pensemos que el Señor está
preparando una selección para jugar un gran partido, mejor, el
partido. Él ya tiene la estrategia, sabe cómo debe desarrollar el
juego. La pregunta que necesitamos hacernos es ¿cómo nos
entrenamos para estar en ese equipo?
Quizás cuando escuchas que tus líderes te dicen: ‘Tenemos que
ir a la célula porque ahí aprendemos a vivir con Dios’, ‘vamos a
tal encuentro para conocer más al Señor’, ‘aprendamos a hacer
devocionales’1, etcétera, no sientas ganas de hacerlo y no veas la
importancia y trascendencia que estas tareas tienen para tu vida.
Esto puede ocurrirte porque tu mente aún no ha sido renovada.
Para entender un poco más a qué me refiero te propongo analizar
el pasaje en el cual Jesús se encuentra con Nicodemo…
Había un hombre de los fariseos que se llamaba Nicodemo, un
principal entre los judíos.
Este vino a Jesús de noche, y le dijo: Rabí, sabemos que has
venido de Dios como maestro; porque nadie puede hacer estas
señales que tú haces, si no está Dios con él.
Respondió Jesús y le dijo: De cierto, de cierto te digo, que el que
no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios.
Nicodemo le dijo: ¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo?
¿Puede acaso entrar por segunda vez en el vientre de su madre, y
nacer?
Respondió Jesús: De cierto, de cierto te digo, que el que no
naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de
Dios.
Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del
Espíritu, espíritu es.
No te maravilles de que te dije: Os es necesario nacer de nuevo.
Juan 3.1–7
Cuando el Maestro se encuentra con Nicodemo pone el énfasis en
que ‘es necesario nacer de nuevo’ (Juan 3.3). Este ‘nuevo
nacimiento’ nos permite conocer a Dios y comenzar a hacer su
voluntad, tal como lo afirma Colosenses 1.9. Efesios 4.23 (NTV)
dice que debemos dejar ‘que el Espíritu [nos] renueve los
pensamientos y las actitudes’ y en Romanos 12.2 el Apóstol nos
alienta a dejar que el Señor nos transforme mediante la
renovación de nuestra mente. En todos los casos el punto es el
mismo: Nuestra alma necesita ser cambiada, renovada y
santificada.
Efesios 4.22–24 dice:
En cuanto a la pasada manera de vivir, despojaos del viejo
hombre, que está viciado conforme a los deseos engañosos, y
renovaos en el espíritu de vuestra mente, y vestíos del nuevo
hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad.
Esto afirma que cuando llegamos a Cristo nuestra mente está
llena de ideologías, argumentos y paradigmas que fuimos
tomando del mundo. Ahora necesitamos cambiar nuestra vana
manera de pensar, renovándola, meditando en la Palabra de Dios,
orando para que su voluntad se establezca en nosotros y
permitiendo al Espíritu Santo que restaure y sane nuestras heridas
del pasado.
¿Recuerdas cuando, en la escuela primaria, la maestra te
mandaba a hacer los deberes? ¿Qué te gustaba más, hacer los
deberes o ir al recreo? Estoy seguro de que todos responderíamos,
‘¡Ir al recreo!’. Pero aquí no se trata de ‘hacer los deberes’, de
cumplir con una pesada obligación, sino de descubrir al Señor y
trabajar para tener una relación con él. ¡Considerar esto como un
‘deber’ es una grave equivocación! Tus líderes te están ayudando
a entrenarte para que conozcas a Dios y funcione en ti el poder de
su Espíritu.

El saber no es cuánto leíste sino cuánto guardaste; esa es tu


riqueza.

Aunque tengo muchos años de pastor, asimismo hago yo, pues


nunca se termina el entrenamiento. Sigo leyendo y aprendiendo
de la Biblia, aunque muchas veces este proceso parezca inútil.
Porque un día sucede que voy manejando y Dios, utilizando todo
lo que he aprendido, me habla. Entonces pienso: ‘Señor no tengo
en dónde escribir, ¿por qué no me hablaste cuando estaba sentado,
tranquilo?’. Y su respuesta no se tarda: ‘Porque te enseño de a
poquito y te hablo ahora para que siempre estés atento’.
Dios tiene todas las jugadas preparadas de antemano, lo único
que nosotros debemos hacer es entrenar para jugar en su equipo.
El Dios de la Biblia vive y es poderoso. Él tiene muchas
bendiciones, pero requiere que tú hagas tu parte. Hoy, como
siempre, descansa en él: ‘Deléitate así mismo en Jehová, y él te
concederá las peticiones de tu corazón. Encomienda a Jehová tu
camino, y confía en él; y él hará’2.
Entrenar, entrenar, entrenar
Hace muchos años atrás decidí aprender a tocar la guitarra.
Disfrutaba mucho hacer las cosas ‘lindas’, pero después el
profesor me decía: ‘Bueno, ahora cien veces este rasgueo’. ‘¿Cien
veces?’. Imagínate cómo me quedaban las uñas… cien veces.
Después, me enseñaba un arpegio y me decía: ‘Bueno, ahora dale
a las cuerdas para ablandar la mano’. Me quedaba toda la mano
marcada por las cuerdas y, encima, me dolía. Más tarde, cuando
aprendí a poner la cejilla, me dolía todo el brazo. No tomaba las
seis cuerdas juntas, se me escapaba una y sonaba mal. Recuerdo
que esa hora ahí era maravillosa, pero era necesario practicar
todos los días un ratito para conocer este instrumento y mejorar.
Por eso, pienso que nadie aprende a tocar un instrumento para no
practicarlo, nadie va a la universidad para no estudiar, al trabajo
para no trabajar. Lo mismo sucede con la fe. Es necesario
entender que para ser cristianos hay que entrenarse. Entonces, ve
a la célula con alegría, lee la Biblia y haz los devocionales con
fidelidad, porque a través de eso tu mente pasará del área de las
emociones a la del conocimiento donde aprenderá de Dios.
La mente funciona como un frízer
Vamos a usar una analogía que nos ayudará a comprender un
poco más sobre el funcionamiento de nuestra mente. Todo lo que
aprendemos queda guardado allí, en la parte inconsciente de
nuestra mente. Esto es muy parecido a lo que nosotros hacemos
cuando guardamos algún alimento en el frízer. Cuando llega el día
en que necesitamos aquello que hemos guardado, allí lo tenemos.
Esto quizás nos dé la salida al problema que estemos enfrentando
y, en algunos casos, será usado por el Espíritu Santo para salvar
nuestra vida. Aquí reside la importancia de esta área: Todo lo que
vamos aprendiendo acerca de la Palabra de Dios queda en
nosotros.
Nadie te podrá quitar aquello que tengas guardado. Conocer la
Biblia te cambiará la vida, te ayudará a que no te equivoques con
tanta frecuencia y, también, te preparará para tu próxima victoria.
Serás guiado por la Palabra que has ido ‘guardando en el frízer’.
El Espíritu Santo irá llevando lo que tienes de la parte
inconsciente de tu mente a la consciente.
Ahora bien, si no tienes nada en tu frízer, nunca tendrás nada
que ir a buscar; si no has guardado, no habrá nada. Tener el frízer
lleno requiere trabajo, tienes que ir guardando y haciendo acopio
de bendiciones. Todo lo que aprendes hoy queda allí y, mañana, el
Espíritu Santo te ayuda a tenerlo a disposición.
1. Recomiendo: Buscando su presencia: Una manera sencilla de hacer nuestro
devocional, de E. Mancini Monti.
2. Salmos 37.4–5
Aprender todo el tiempo

Pero tú eres santo, tú que habitas entre las alabanzas de Israel.


En ti esperaron nuestros padres; esperaron, y tú los libraste.
Clamaron a ti, y fueron librados;
confiaron en ti, y no fueron avergonzados.
Salmos 22.3–5
El salmista habla de lo que sabe, y ¿qué es lo que sabe? Que Dios
es Santo, que habita en medio de las alabanzas de Israel, que en él
esperaron sus padres, que estos fueron librados y recibieron todo
tipo de cosas buenas y poderosas de manos del Señor. Es
maravilloso tener un corazón enseñable porque esto nos permite
descubrir las cosas del Señor.
Es por esta razón que en muchas iglesias se insiste todo el
tiempo en hacer retiros, ir a los encuentros caseros, participar de
las reuniones, etc. Todo esto nos capacita y nos llena de
conocimiento espiritual para salir de la trampa y el engaño en el
que pueden meternos las emociones. El área 2, área del
conocimiento, es fundamental para que podamos pasar al área 3,
el lugar donde Dios nos quiere, donde nos prepara para vivir en su
presencia.

En el área 2 hay reflexión.


Aquí hay reflexión. Todo lo que recibes cuando lees la Palabra de
Dios o cuando oras, todo lo que escuchas en los encuentros
caseros y aquello sobre lo que reflexionas cuando haces el
devocional, te ayuda a revisar si estás o no en un camino
equivocado. Allí empieza a cambiar todo el panorama y eres
entrenado para el área donde el Señor te quiere llevar: el área 3 en
la que el Espíritu Santo será tu entrenador personal para
desarrollar una fe al límite.
Conocer de Dios vs. conocer a Dios
“A él me refería yo cuando dije: ‘Después de mí viene uno que es
más importante que yo, porque existía antes que yo’. Yo mismo no
sabía quién era; pero he venido bautizando con agua
precisamente para que el pueblo de Israel lo conozca”.
Juan también declaró: “He visto al Espíritu Santo bajar del cielo
como una paloma, y reposar sobre él. Yo todavía no sabía quién
era; pero el que me envió a bautizar con agua, me dijo: ‘Aquel
sobre quien veas que el Espíritu baja y reposa, es el que bautiza
con Espíritu Santo’. Yo ya lo he visto, y soy testigo de que es el
Hijo de Dios”.
Al día siguiente, Juan estaba allí otra vez con dos de sus
seguidores. Cuando vio pasar a Jesús, Juan dijo:
—¡Miren, ese es el Cordero de Dios!
Juan 1.30–36, DHH (énfasis añadido)
Analicemos en detalle este texto. El narrador dice: ‘Yo mismo no
sabía quién era’… ‘yo todavía no sabía quién era’. Estas son
palabras pronunciadas, nada más y nada menos, que por Juan el
bautista. Lo que está diciendo este siervo es que conoce sobre
Jesús pero todavía no conoce a Jesús porque le falta tener un
encuentro espiritual con él. Él está parado en el lugar del
conocimiento, pero necesita, a través del poder del Espíritu Santo,
conocer a Cristo. Dice la Biblia que al día siguiente Juan vio a
Jesús y lo reconoció como el Cordero de Dios, el que iba a llegar
después de él.
Este pasaje de Juan nos permite comprender un poco más sobre
el área 2. Esta área, reiteramos, involucra todo lo que sabemos de
Dios, sin embargo, aún nos queda dar un paso más para
desarrollar una relación personal con el Espíritu Santo.
Este es un buen momento para preguntarnos en qué área
estamos. ¿Es posible que estés en esta área? ¿Puede ser que
hables de Dios, conozcas sobre él, pero todavía no lo conozcas en
su esencia? Estemos atentos porque podemos ser fieles y, aun así,
no conocer al Señor.
Veamos lo que dice Job 1.1:
Hubo en tierra de Uz un varón llamado Job;
y era este hombre perfecto y recto, temeroso de Dios y apartado
del mal.
Aquí se habla de Job como un hombre fiel, servidor de Dios. Lo
que es más, en el versículo 8, el Señor dice acerca de él:
No hay nadie en la tierra como él, que me sirva tan fielmente y
viva una vida tan recta (DHH).
Job pasó por situaciones de enfermedad, desánimo y depresión.
Llegó a ser tanto su sufrimiento que exclamó ‘¿para que nací?’.
En ese momento, podemos decir que este siervo conocía mucho
de Dios pero aún le faltaba conocer a Dios cara a cara. Más tarde,
en medio de sus dificultades, la confesión profunda de su corazón
dice:
De oídas te había oído;
más ahora mis ojos te ven.
Job 42.5
Este siervo fiel y recto vivía una vida que agradaba a Dios, pero
aún no había llegado a conocer a su Señor profundamente. David
afirma algo parecido. Habla de Dios, pero del Dios de sus padres.
Sabe de él, pero necesita una revelación fresca. Hay un nivel
superior para conocer verdaderamente a Dios. Este es para los
hambrientos. Tú eres desafiado, desafiada a pasar también a este
nuevo nivel. ¡No te quedes en esta área sin conocer al Señor!
Tienes un lugar, un propósito que cumplir.
Área del espíritu
y de la fe
Pero tú eres el que me sacó del vientre;
el que me hizo estar confiado desde que estaba a los pechos de mi
madre.
Sobre ti fui echado desde antes de nacer;
desde el vientre de mi madre, tú eres mi Dios.
Salmos 22.9–10
El lugar donde Dios te creó para vivir
Fuiste hecho por Dios para estar en este lugar donde actúa la fe, la
fe es tu único motor. En Hechos 1.8 el Señor Jesús dice: ‘...
cuando el Espíritu Santo venga sobre ustedes, recibirán poder ...’
(DHH).
La palabra poder en el original es dunamis, de esta se deriva la
palabra dínamo. La dínamo es una máquina destinada a
transformar la energía mecánica en energía eléctrica, es decir, un
motor que tiene la capacidad de generar electricidad. Sabemos lo
imprescindible que es en nuestro tiempo tener energía eléctrica,
ya que la mayoría de las cosas que tenemos en nuestra casa
funcionan con ella. En el sentido espiritual, podemos decir que la
fe es como una dínamo que nos permite ‘[crear] las cosas que aún
no existen’ (Romanos 4.17, DHH). Cuando recibimos a Jesús, viene
a nosotros el Espíritu Santo y él es nuestro motor… No
necesitamos a nadie más que al Espíritu porque a través de él se
genera todo lo que Dios desea para nuestra vida.
El Señor te hizo para el área que denominamos ‘área 3’, donde
tienes la posibilidad de tener una experiencia cercana con el
Espíritu Santo. Aquí suceden todas las cosas increíbles,
sobrenaturales, poderosas. ¡Es donde Dios te quiere! Donde
liderarás tu vida, donde el hombre va a ser sacerdote y bendición
para su casa, y la mujer va a ser verdadera bendición en todo, y
los hijos serán también bendición en una manera armónica porque
el Señor los tiene en el área correcta.
En el área de la fe te mueves solo por lo que crees y, aquello
que creas, debe estar basado siempre en la Biblia. Veamos, por
ejemplo, lo que expresa el salmista en el Salmo 22.9–10 con el
que comenzamos este capítulo. En un principio, él se hallaba en el
área de las emociones, desorientado y desanimado por emociones
negativas. Sin embargo, salió de lo que sentía (área 1), gracias a
lo que él sabía (área 2); y ahora, en medio de sus circunstancias,
se mueve por fe (área 3).

En el área del espíritu y de la fe suceden cosas increíbles,


sobrenaturales, poderosas.
Descongelar lo que tenemos en el frízer
¿Recuerdas que en el capítulo anterior comparamos a la mente
como un frízer? Bueno, ha llegado el momento de que
aprendamos cómo poner a disposición todo lo que hemos
almacenado allí. Esta es, precisamente, el área en la que
podremos hacerlo.
El área del conocimiento es el área ‘puente’ que nos permite
pasar de nuestros sentimientos (área de las emociones) al
conocimiento de Dios (área de la fe). Hemos dicho que la parte
inconsciente o subconsciente de la mente es como un frízer en
donde vamos almacenando los sucesos de nuestra vida, nuestras
experiencias, lo que estudiamos, etc., hasta que llega el momento
en que, por alguna razón, necesitamos aquello que hemos
guardado. Cuando eso sucede, de manera inmediata, el Espíritu
Santo nos ayuda a ubicar aquello que habíamos puesto en el
‘frízer’ y lo coloca en el ‘microondas mental’ para que ese
recuerdo esté disponible al instante.
Veámoslo de manera más concreta, cuando empiezas a sentir
una emoción que te desequilibra (área 1), el Espíritu Santo te
ayuda a buscar lo que necesitas en el frízer (mente
subconsciente), lo lleva al microondas y, al instante, lo pasa a tu
mente consciente. Ahora lo puedes usar de manera inmediata. Esa
emoción que sentías se interrumpe porque ingresa a tu situación
‘un recurso sobrenatural’. Entonces, en vez de quedarte en el área
1 (área de los fracasos y sufrimientos constantes), pasas de
inmediato al área 3 (área de la fe).
En esta área, Dios —por medio del Espíritu Santo— nos dice:
‘vamos a ir a buscar algo al frízer’. Así, al instante, lo que hemos
guardado pasará a la parte consciente de la mente y, entonces, lo
que sentimos (emociones negativas, tóxicas, ansiedades…) se
interrumpirá por una palabra rhema, esto es, algo específico que
Dios nos dice. En el frízer teníamos un recurso sobrenatural,
ahora es un milagro porque el Señor lo trae a la situación precisa
en que la que lo necesitamos. Lo que está en el frízer es muy
importante, pero para tenerlo a disposición en el momento
adecuado, necesitamos la ayuda de Dios.

Si nos basamos únicamente en nuestras emociones,


acabaremos por edificar nuestra vida en arenas movedizas.

Cuando edificamos nuestra vida en el área de la fe, estamos


estableciéndonos en la Roca, que es Jesús. Esa Roca será siempre
firme y estable.
Resumiendo, al área del Espíritu y de la fe se llega a través de
lo que se ha aprendido, es decir, de lo que tenemos guardado en el
frízer. Cuando nos establecemos en el área de la fe, empezamos a
gozar y a disfrutar de todo lo que Dios nos dice sin correr el
riesgo de equivocarnos porque no tomamos decisiones
momentáneas basadas solamente en nuestras emociones, sino en
el conocimiento que el Espíritu nos da.
Cuanto más entrenes en este maravilloso sistema creado por
Dios, más fácil te será llegar a la victoria. Por eso debemos vivir
entrenando. Pregúntate, ¿normalmente, en cuántos partidos
interviene un jugador de fútbol en un año? Mi cálculo es que
juega entre 40 y 50 partidos, pero entrena por lo menos 320 días.
¿Cómo puede entrenar tantos días para jugar tan pocos partidos?
Lo mismo sucede con el rali Dakar, donde se entrenan por más de
300 días para correr solo 15. Los competidores entienden que el
entrenamiento les puede salvar la vida. Cuanto más
entrenamiento, más posibilidades de ganar, de llegar a la meta e,
incluso, de seguir vivos.
Necesitamos entrenar para edificar nuestra vida en la fe y no
solamente en las emociones.

Abre las puertas de tu cárcel


¿Te sientes atado, atada? ¿Te encuentras muy a menudo en el área
1? ¿Te cuesta recordar que perteneces a Dios? ¿Se te hace difícil
cruzar el puente del área del conocimiento para edificar tu vida en
el área del Espíritu y la fe? En la alabanza puedes hallar la
libertad. Dice la Biblia:
Pero a medianoche, orando Pablo y Silas, cantaban himnos a
Dios; y los presos los oían. Entonces sobrevino de repente un
gran terremoto, de tal manera que los cimientos de la cárcel se
sacudían; y al instante se abrieron todas las puertas, y las cadenas
de todos se soltaron.
Hechos 16.25–26
Pablo y Silas estaban presos y quedaron libres por la alabanza. La
Palabra no dice que fuera por la predicación. La alabanza es la
que da libertad interna, pero también la que te permite expresarte
con el cuerpo. Nunca la subestimes. Dios transforma tu vida
cuando estás metido en la alabanza y en la oración y te prepara
para que puedas ser tierra fértil para las semillas que son la
predicación, los dones, las sanidades, las palabras proféticas y el
discernimiento.

Nunca subestimes la alabanza.

Alaba, adora. Tu cárcel comenzará a temblar, las puertas se


abrirán y las cadenas se soltarán. Naciste para vivir por la fe y en
el Espíritu.
Da el paso de fe
[Jesús] les dijo:
—Ustedes sabrán quién es en realidad el Hijo del hombre cuando
me cuelguen de una cruz. También sabrán que no hago nada por
mi propia cuenta, sino que sólo digo lo que mi Padre me ha
enseñado.
Juan 8.28 (TLA)
Y él [Jesús] se apartó de ellos a distancia como de un tiro de
piedra; y puesto de rodillas oró, diciendo: Padre, si quieres, pasa
de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya. Y se le
apareció un ángel del cielo para fortalecerle.
Lucas 22.41–43
Observemos en detalle estos pasajes. Jesús declara sobre sí
mismo: ‘no hago nada por mi propia cuenta, sino que solo digo lo
que mi Padre me ha enseñado’. Cuando él está en Getsemaní es,
probablemente, el momento más difícil de toda su vida, allí tiene
que tomar la decisión de seguir camino a la cruz. Guiado por las
emociones dice: ‘pasa de mí esta copa’. Pienso que por unos
instantes se hizo un silencio en el cielo, ¡aunque habrá parecido
una eternidad! El plan de Dios estaba por perderse. Jesús mostró
que era un hombre. Su voluntad, su sentir y sus emociones lo
llevaron a querer evitar el trago amargo… Pero, de manera
inmediata agrega: ‘pero no se haga mi voluntad, sino la tuya’. El
cielo comenzó a celebrar, el Plan del Padre se iba a cumplir.
Jesús decide dejar de lado sus emociones y el estrés que le está
provocando esta situación y avanza en su camino por obediencia
al Señor. A continuación se le aparece un ángel para fortalecerlo.
La fortaleza de Dios siempre aparece después que decidimos
obedecerle. Después de esto, su plan se cumple en su totalidad;
Jesús muere en la cruz llevando todos nuestros pecados y, al
tercer día, resucita triunfando sobre la muerte. En este relato
vemos que el Maestro recorrió las tres áreas y decidió vivir en la
voluntad perfecta de Dios, en el área de la fe.
¿Podemos ver el principio? Cualquiera sea la circunstancia en
la que nos encontremos hoy, el Señor nos desafía a que
comprobemos cuál es su voluntad, pues esta es buena y perfecta.
No negociemos la voluntad de Dios, solo obedezcamos y veremos
grandes milagros.
Fe al límite en la Biblia
La gestación de los milagros
Saliendo Jesús de allí, se fue a la región de Tiro y de Sidón.
Y he aquí una mujer cananea que había salido de aquella región
clamaba, diciéndole: ¡Señor, Hijo de David, ten misericordia de
mí! Mi hija es gravemente atormentada por un demonio.
Pero Jesús no le respondió palabra. Entonces acercándose sus
discípulos, le rogaron, diciendo: Despídela, pues da voces tras
nosotros.
El respondiendo, dijo: No soy enviado sino a las ovejas perdidas
de la casa de Israel.
Entonces ella vino y se postró ante él, diciendo: ¡Señor,
socórreme!
Respondiendo él, dijo: No está bien tomar el pan de los hijos, y
echarlo a los perrillos.
Y ella dijo: Sí, Señor; pero aun los perrillos comen de las migajas
que caen de la mesa de sus amos.
Entonces respondiendo Jesús, dijo: Oh mujer, grande es tu fe;
hágase contigo como quieres. Y su hija fue sanada desde aquella
hora.
Mateo 15.21–28
En esta historia, vemos cómo la mujer cananea recorre de una
manera perfecta las tres áreas (de las emociones, pasando por el
conocimiento, hasta el área del Espíritu y la fe) y, finalmente,
obtiene victoria.
El contexto
¿Por qué crees que la Biblia señala el lugar donde se encuentra
Jesús y el hecho de que la mujer de esta historia es ‘cananea’?
Estos son detalles muy importantes; no son solo datos ilustrativos,
sino que nos revelan algo del sentido de la historia. (A veces,
algunas cosas nos parecen simples ilustraciones, pero son
importantes revelaciones. Desde que leo la Palabra así, mi vida ha
cambiado. Te propongo que también cambies tu forma de
acercarte a leer la Biblia y comiences a buscar revelaciones).
En el siglo I había una división muy marcada entre los judíos y
todos aquellos que no lo eran. El mundo se dividía en judíos y
gentiles. Jesús pertenecía a un sector y esta mujer a otro: ella era
gentil y él, judío; esto era un impedimento para que ella pudiera
acercarse a él, ya que ella pertenecía a otra etnia. Esta mujer
cananea, griega no era parte del ‘pueblo escogido’. Todo esto lo
explica la Biblia para que entendamos lo que Jesús dice en el
pasaje (si no nos damos cuenta de estos detalles, podemos pensar
que ese día él tenía un mal día).
A veces nos parecen simples ilustraciones, pero pueden ser
importantes revelaciones.
En el área de las emociones negativas
La Biblia dice en el versículo 22b que la mujer se dirigió a Jesús
y le dijo: ‘Señor, hijo de David ten misericordia de mí, mi hija es
gravemente atormentada’. La mujer cananea está pidiendo desde
el área 1; sufre, clama. Incluso, podemos imaginarla diciendo:
‘Señor, date cuenta, no sabes lo mal que la está pasando. Me voy
a acostar y cuando estamos durmiendo de repente se levanta y
grita, toma cosas y las tira, le sale espuma por la boca… Señor, no
podemos vivir más así, nadie pudo solucionar esto…’.
La mujer está atrapada en el área de las emociones; no sabe qué
hacer, necesita una salida. Recordemos que en esta área aparecen
las quejas y las feas sensaciones, desde aquí no podemos ver la
salida a los problemas y parece que todo se termina, que no hay
esperanza. La mujer desesperada grita, clama, pero Jesús no le
responde palabra. ¿Por qué? Porque en esta área es imposible
escuchar la voz del Espíritu Santo. En cambio, los discípulos sí se
meten y le dicen a su Maestro que la eche porque va gritando por
el camino. Ellos, a veces, simplifican demasiado las cosas. Sin
embargo, Jesús parece no escucharlos y, después de un rato, se
dirige a la mujer: ‘no soy enviado sino a las ovejas perdidas de
la casa de Israel’ (versículo 24).
En esta área de las emociones negativas es imposible oír al
Espíritu Santo.
¿Por qué Jesús responde de ese modo? Él tenía una misión que
cumplir. Podríamos suponer que lo que él responde es algo como:
‘Vine a este mundo y tengo que cumplir el ministerio que Dios
me dio. No tengo opciones. Tengo que hacer aquello para lo cual
nací. Mi Padre me envió a mi Pueblo Israel porque está perdido,
cree en ídolos y otros dioses. Vine a recuperar a mi Pueblo. Por
eso no puedo hacer nada fuera de él’. (Recordemos que, hasta
Pentecostés todo iba dirigido a los judíos y al pueblo de Israel. Es
en Hechos que Dios derrama su Espíritu sobre hombres y mujeres
y muestra que todos eran y son iguales para él. Griego, romano o
judío, todos serían iguales, pero después de Pentecostés).
Y, entonces, sucede algo interesante y sorprendente: ella se da
cuenta de que en el área 1 no puede obtener nada y es tan sabia
que se mueve al área 2, que es el puente para llegar al área 3.
En el área del conocimiento
Ella continúa con su pedido. Viene y se postra ante Jesús y le
dice: ‘Señor, socórreme’ (versículo 25). Desde el lugar en que
empezó a pedir ayuda no era consciente de su real necesidad, no
veía que estaba equivocada, pero en el área 2 comienza a tener
consciencia. Pero ¿por qué lo hace? Porque conoce
espiritualmente de quién se trata y ahora está parada sobre la
Palabra y, más aún, está a instantes de su victoria. Está por pasar
al área 3, donde encontrará triunfos y victorias.
Observe como le responde Jesús: ‘No está bien tomar el pan de
los hijos, y echarlo a los perrillos’. ¿Por qué dice eso Jesús? (De
nuevo, otro detalle significativo). Los judíos eran un poco
orgullosos. Consideraban ‘perros’ sin importancia a quienes no
fueran parte de su pueblo. Podríamos decir que el Maestro,
sabiendo que esto estaba instalado en la sociedad, en la cultura,
dice: ‘vine a darle de comer a mi pueblo. No puedo quitarles la
comida para dársela a gente extraña’. Sin embargo, esta mujer
ahora tiene entendimiento, y le dice: ‘Sí, Señor’. No discute. Y
con sabiduría agrega: ‘Jesús ahora entiendo que no has venido
para mí, pero igual quiero pedirte una cosa, no quiero que tomes
la comida que tienes preparada para ellos, lo único que te digo es
que los perritos, en las casas, se meten debajo de la mesa y no
piden permiso para comer las migajas’ (paráfrasis mía).
Si esta señora aún estuviera gobernada por sus emociones no
respondería así. Es impresionante que esta mujer, común, de
pueblo, se exprese de este modo. Afirma que está bien que el
Señor no le dé el pan de los hijos, sin embargo —con mucho
ingenio— pide que la deje comer las migas que caen al piso.
Cualquiera que tiene perros o va a algún lugar donde los hay, sabe
cómo son las cosas cuando se cae un pedazo de comida de la
mesa. El perro se lo come antes de que alguien llegue
a recuperarlo… Ahora, ¿qué le está diciendo ella a Jesús? Con lo
que sobra y se cae al piso, sé que puedes hacer el milagro para
que mi hija esté libre y sana.
El área de la fe
En esta progresión de hechos, vemos como Jesús no abandona a
la mujer en el proceso. Lo que es más, para darle su milagro, saca
el potencial de fe que ella tiene. Él le muestra cómo se pasa del
área 2 al área 3, lugar donde los milagros se hacen reales. ¿Por
qué Jesús no le da de inmediato lo que ella pide? La respuesta es
muy sencilla, no lo hace porque ama a la gente que insiste, que
ora, que clama, que tiene fe.
Quizás tú estés pasando por un serio problema en este
momento y clamas como la mujer: ‘Mi hija, mi hijo, Señor’, ‘Mi
familia se viene abajo’, ‘Este negocio nos hunde’, ‘Señor,
Señor…’. No obstante, él sabe qué hay dentro de ti y debe hacerlo
salir para que el clamor se transforme en fe y no en
autocompasión. Con autocompasión, nunca encontrarás milagros.
Tus oraciones serán una pérdida de tiempo porque, en realidad,
serán un lamento. Sin embargo, pueden ser milagros que se estén
gestando si oramos en el área correcta.
Una fe que crece
Entró Jesús otra vez en Capernaum después de algunos días; y se
oyó que estaba en casa. E inmediatamente se juntaron muchos, de
manera que ya no cabían ni aun a la puerta; y les predicaba
la palabra.
Entonces vinieron a él unos trayendo un paralítico, que era
cargado por cuatro.
Y como no podían acercarse a él a causa de la multitud,
descubrieron el techo de donde estaba, y haciendo una abertura,
bajaron el lecho en que yacía el paralítico.
Al ver Jesús la fe de ellos, dijo al paralítico: Hijo, tus pecados te
son perdonados.
Estaban allí sentados algunos de los escribas, los cuales cavilaban
en sus corazones:
¿Por qué habla éste así? Blasfemias dice. ¿Quién puede perdonar
pecados, sino sólo Dios?
Y conociendo luego Jesús en su espíritu que cavilaban de esta
manera dentro de sí mismos, les dijo: ¿Por qué caviláis así en
vuestros corazones? ¿Qué es más fácil, decir al paralítico: Tus
pecados te son perdonados, o decirle: Levántate, toma tu lecho y
anda?
Pues para que sepáis que el Hijo del Hombre tiene potestad en la
tierra para perdonar pecados (dijo al paralítico): A ti te digo:
Levántate, toma tu lecho, y vete a tu casa.
Entonces él se levantó en seguida, y tomando su lecho, salió
delante de todos, de manera que todos se asombraron, y
glorificaron a Dios, diciendo: Nunca hemos visto tal cosa.
Marcos 2.1–12
El evangelio nos habla acerca de una fe creciente. Fe que podrá
resolver los problemas, las necesidades e inconvenientes en
nuestras vidas. Me gustaría que pudiéramos analizar esto a la luz
de la situación que se describe en la historia de Marcos 2.
Jesús fue a una casa como lo hacía habitualmente. Él iba a la
casa de sus seres queridos a buscar un poco de tranquilidad y
descanso, pero la gente se enteraba de que estaba allí y el lugar se
llenaba. No había descanso, la familia ya no podía hacer lo que
tenía previsto. En un minuto la vivienda se transformaba en una
iglesia donde sucedían milagros y maravillas.
Trata de imaginar tu casa, el lugar donde vives. Invitas a Jesús
y, apenas pasan unos minutos, tu casa está llena de gente. Gente
en el comedor, en la cocina, arriba de la heladera, arriba de la
mesada, ¡hasta en la puerta del baño! Tu vivienda pasó a ser un
lugar donde el Espíritu Santo prepara a las personas para los
milagros que vendrán. ¿Puedes dimensionarlo? La Biblia no
menciona de quién era esa casa, pero en el capítulo anterior
menciona que en Capernaum Jesús visitó la casa de Pedro, donde
sanó a su suegra. La continuidad del relato nos hace pensar que
podría ser esa misma vivienda.
En la historia hay tres grupos diferentes: los amigos, el
paralítico y los escribas. Veamos las reacciones de cada uno.
Cuando el Espíritu Santo se mueve
Entonces vinieron a él unos trayendo un paralítico, que era
cargado por cuatro.
Y como no podían acercarse a él a causa de la multitud,
descubrieron el techo de donde estaba, y haciendo una abertura,
bajaron el lecho en que yacía el paralítico.
Marcos 2.3–4
Los amigos de este paralítico, sin duda, habrán pensado: ‘No hay
manera, no se puede entrar, ¡¿cómo vamos a hacer?! Esto está
dado así’. Habrá habido un momento de deliberación entre ellos
mismos en el que se preguntaron qué hacer. ‘No hay manera de
entrarlo… ¿nos vamos?’. ‘¡No! Si la razón por la que estamos
aquí es que nuestro amigo entre y reciba el milagro’. Los cuatro
se estaban jugando la vida por un amigo. Lo habían llevado al
lugar donde se movía el Espíritu Santo porque este hombre no
podía hacerlo por sí solo.
Pensemos por unos instantes en otros inválidos, aquellos que
aunque sí pueden caminar se encuentran inmovilizados de otras
maneras… Hay gente que está paralizada por los problemas, por
las formas, las depresiones, las frustraciones y la lista puede
seguir interminablemente. También, hay gente que quiere ir a la
iglesia, pero no puede… Algo los ata; hay gente que quisiera ir a
la célula a estudiar la Biblia con hermanos y hermanas, pero
cuando llega el momento y está todo preparado, hay una fuerza
mayor que no le permite ir. Y la pregunta es: ¿Qué tenemos que
hacer? ¡Lo que hicieron estos hombres llenos de fe! Ir a buscarlos
y llevarlos. Debemos buscar con amor a estas personas para que
vayan, para que no se pierdan el encuentro porque seguramente
algo glorioso les va a pasar. No te conformes con mandarles un
mensajito. Tráelos. ¿Por qué? Porque no pueden ir por sí solos;
aunque tengan sanos los pies, tienen otro tipo de parálisis.
Volviendo al texto. Estos cuatro amigos tenían algo que yo
llamo ‘consciencia de oportunidad’, es decir, sabían distinguir
cuál era el momento adecuado. Ellos eran conscientes de que
estaban frente a una oportunidad única y no se la iban perder.
Entraron cuatro caminando y uno en camilla. Y cuando se fueron
de allí, los cinco caminaban. Ellos lo sabían de antemano, ellos
tenían consciencia de que esto era posible.

Los impedimentos son


para que tu fe llegue al límite.
Los impedimentos son una preparación para el milagro porque
en esos momentos es cuando se te ocurren cosas que a nadie más
se le hubieran ocurrido, como pensar en subirse al techo (¡aunque
no había escalera y el hombre estaba paralítico!).
Los amigos agujerean el techo. ¿Te imaginas el ruido que
hicieron?, ¿el polvillo que caía dentro mientras Jesús predicaba?
De repente, baja un hombre. La multitud no entiende nada… El
Señor se detiene, los mira y ve ‘la fe de ellos’. Él sana al hombre
paralítico que tuvo una fe ‘prestada’, la fe de ellos. Hay gente que
hoy necesita de tu fe para dar el primer paso porque no tiene fe
propia, por el momento Dios acepta la fe prestada.
Mi problema es…
Lo primero que dijo Jesús fue: ‘Hijo, tus pecados son
perdonados’. Imaginemos qué habrá pensado el hombre. ‘¿Para
eso rompimos el techo? ¿Me van a tener que sacar otra vez por
ahí arriba?’. ‘¿Para qué quiero perdón de pecados si mi problema
son las piernas?’. ¿Para qué quiere un paralítico perdón si no
camina? Su problema está solo en la imposibilidad de caminar…
¿o no?
Muchos buscamos a Cristo por el motivo equivocado.
Buscamos a Jesús por nuestros problemas… porque tenemos un
problema en el trabajo, en la familia o en la economía. Pero él nos
soluciona el único y verdadero problema que todos tenemos: la
‘deuda eterna’ por nuestros pecados. Jesucristo tiene el orden
correcto de las cosas.
Veamos desde la mirada de Jesucristo, él no dejaría que el
paralítico se fuera caminando, pero lleno de pecados y con el
futuro eterno sin resolver. Jesús le da un pasaje a la vida eterna,
porque él sabe cuáles son las prioridades. Primero la gente debe
ser salva para que luego sea sana… Jesús vino a este mundo a
‘salvar lo que se había perdido’ (Mateo 18.11). Él mismo dice en
Juan 12.47 b: ‘no he venido a juzgar al mundo, sino a salvar al
mundo’.
Todas las cosas tienen un orden y entiendo que la salvación es
lo primero que debe recibir una persona. Muchas veces he visto
gente recibir milagros de Dios y, después de un tiempo, apartarse
de la congregación. No tengo dudas de que Jesucristo sana y
también liberta pero sé que la primera razón por la cual el Señor
envió a su Hijo Jesucristo es para salvación ‘por cuantos todos
pecaron y están destituidos de la gloria de Dios’ (Romanos 3.23).
Los corazones duros
Finalmente, hablaremos del tercer grupo de personas que se
encontraban presentes: ‘Estaban allí algunos escribas o de los
maestros de la ley’… ‘Que cavilaban en sus corazones, razonaban
en sus mentes y decían ¿Por qué habla este así?’. Estas personas
no veían nada, no podían entender a causa de sus duros corazones
y despectivamente llamaban a Jesús: ‘Este’.
¿Para qué fue esta gente a la casa? Aparentemente ellos venían
a ver quién era y qué enseñaba Jesús. Es necesario recordar que
este tipo de personas está en todos lados, es el grupo que critica
siempre a los que servimos al Señor, aunque ellos no hagan nada.
Hablan de todo y de todos; porque quienes no hacen nada solo
realizan una actividad: hablar tonterías, juzgar personas.
Hay que olvidarse de este tipo de gente para concentrarse en el
Espíritu Santo. No nos podemos distraer cuando estamos en un
lugar de milagros. Entonces, este grupo minoritario (maestros de
la ley) empieza a decir: ‘¿qué pasa?’. Parece que a Jesús estas
críticas también lo motivan. Cuando le dicen que no podía
perdonar pecados, él, lo sana. Conoce hasta la manera en
que piensan, mira cómo les habla. El versículo 8 dice que conoció
Jesús en su espíritu. Y les preguntó: “¿por qué razonan así en sus
corazones? ¿Qué es más fácil decirle al paralítico: ‘tus pecados te
son perdonados’?”. Jesucristo aquí nos da una profunda
enseñanza. Ante las circunstancias adversas, los cristianos crecen.
Cuando hay problemas, los cristianos crecen. Cuando no
entienden lo que sucede, los cristianos se llenan de fe y se
transforman en gente poderosa. No se caen y, si se caen, se
levantan. No se frustran, pero si se frustran, vuelven a tomarse de
la fe. El mundo cae y la Iglesia se levanta. El mundo no sabe
dónde va, pero la Iglesia sabe cuál es su destino. El mundo dice:
‘no puedo más’, mientras la Iglesia dice: ‘esto es difícil, pero
Dios me está entrenando porque bajo presión sacará lo mejor
de mí’.
Jesús desafía nuestra fe
En seguida Jesús hizo a sus discípulos entrar en la barca e ir
delante de él a la otra ribera, entre tanto que él despedía a la
multitud.
Despedida la multitud, subió al monte a orar aparte; y cuando
llegó la noche, estaba allí solo. Y ya la barca estaba, en medio del
mar, azotada por las olas; porque el viento era contrario.
Mas a la cuarta vigilia de la noche, Jesús vino a ellos andando
sobre el mar.
Y los discípulos, viéndole andar sobre el mar, se turbaron,
diciendo: ‘¡Un fantasma!’. Y dieron voces de miedo.
Pero en seguida Jesús les habló, diciendo:
‘¡Tened ánimo; yo soy, no temáis!’.
Entonces le respondió Pedro, y dijo: Señor, si eres tú, manda que
yo vaya a ti sobre las aguas.
Y él dijo: Ven. Y descendiendo Pedro de la barca, andaba sobre
las aguas para ir a Jesús.
Pero al ver el fuerte viento, tuvo miedo; y comenzando a
hundirse, dio voces, diciendo:
¡Señor, sálvame!
Al momento Jesús, extendiendo la mano, asió de él, y le dijo:
¡Hombre de poca fe! ¿Por qué dudaste? Y cuando ellos subieron
en la barca, se calmó el viento.
Entonces los que estaban en la barca vinieron y le adoraron,
diciendo: Verdaderamente eres Hijo de Dios.
Mateo 14.22–33
Analicemos este relato por partes…
Fe al límite con viento en contra
… Y ya la barca estaba, en medio del mar, azotado por las olas;
porque el viento era contrario…
Jesús les había dicho a los discípulos que cruzaran al otro lado del
mar. Como el viento era contrario, tenían que hacer un tremendo
esfuerzo para poder llevar la barca. Muchas veces, en nuestra vida
experimentamos vientos contrarios, es más, si lo miramos desde
una perspectiva correcta, deberíamos decir que los vientos para
los cristianos suelen ser contrarios porque vivimos en un mundo
que está en contra de Dios; porque no se le da premio a quien
trabaja bien y es honesto.
En medio de un viento contrario, necesitamos pedirle a Dios
revelación. La Biblia dice de manera reiterada que en tiempos
difíciles se experimentan más milagros.
No te quedes estancado en la queja y el desánimo, porque es
precisamente en este tiempo cuando el Señor manifiesta su gloria.
Él se manifiesta cuando las cosas están difíciles.
¿Cuántas veces has dicho: ‘Aquí estoy, remando’? Confía,
Jesús te espera del otro lado. Si estás remando, estás bien. No
uses esta expresión como sinónimo de ‘no puedo más’ sino de
‘estoy esperando el milagro’. Cambiemos la manera de pensar
para que cambie lo que nos rodea y se transforme en una
atmósfera de milagros.
Fe al límite frente al miedo y el desánimo
Y los discípulos, viéndole andar sobre el mar, se turbaron,
diciendo: ¡Un fantasma! Y dieron voces de miedo. Pero en
seguida Jesús les habló, diciendo: ¡Tened ánimo; yo soy, no
temáis!
Lo que les sucedió a los discípulos es algo más natural de lo que
pensamos. Ellos simplemente tuvieron miedo. Doce hombres
estaban en una barca. Y, aunque estaban acostumbrados al mar,
ver algo que se les acercaba sobre el agua los asustó. Estaban tan
dormidos que no se acordaron de que Jesús despediría a la
multitud, iría a orar y, después, los alcanzaría. Claro, quizás
nunca pensaron que los alcanzaría así, caminando sobre el agua.
No podemos imaginar las múltiples formas que Dios tiene para
hacer un milagro. Es interesante que cuando lo vieron venir
caminando por el agua no tuvieron una reacción espiritual,
profunda, llena de gran conocimiento, sino que dijeron que
pensaron que se trataba de un fantasma. Enseguida, Jesús les dice
a los discípulos ‘tengan ánimo’. ¿Por qué? Porque ellos estaban
desanimados, se sentían solos y hasta, quizás, pensaban que él
los había abandonado. Las emociones pueden engañarnos en
situaciones en las que pasamos por temor y podemos
desanimarnos y sentirnos abandonados por Dios, pero esto no es
así. Lo primero que Jesús nos dirá en medio de un problema o una
circunstancia contraria es que no estamos solos. Nunca estás solo,
sola, ten ánimo.
Debemos reconocer que las circunstancias desfavorables nos
desaniman. Impiden que nuestro potencial se exprese. El
desánimo es como una puerta que abrimos al miedo y, cuando el
desánimo y el miedo están juntos, se asocian. Empezamos a
pensar que todo está mal, que las cosas no van a cambiar, que el
Señor se equivocó, que la Biblia no es para nosotros… Todo esto
porque el desánimo nos hace tener miedo.
Cuando Jesús dice: ‘Soy yo’, significa que no hay razón para
estar asustados ni para tener miedo. Él transforma el desánimo de
ellos en fe, por eso Pedro —de un instante a otro— puede ver las
cosas de manera totalmente diferente. Unos minutos antes, Pedro
gritaba, pero ahora él ve a Jesús desde el área del conocimiento.
Y piensa, me imagino: ‘¿Por qué voy a dejar que camine solo en
el agua? Si él puede, yo también puedo hacerlo… ¡Sí, puedo!’.
Pedro había llegado al área de la fe…
Fe al límite
Entonces le respondió Pedro, y dijo: Señor, si eres tú, manda que
yo vaya a ti sobre las aguas. Y él dijo: Ven. Y descendiendo Pedro
de la barca, andaba sobre las aguas para ir a Jesús. Pero al ver el
fuerte viento, tuvo miedo; y comenzando a hundirse, dio voces,
diciendo: ¡Señor, sálvame!
En medio de la dificultad, Jesús le dice a Pedro: ‘ven’. Pedro sale
de la barca y camina sobre el agua. Todos los discípulos estaban
en el área 1 con el viento contrario: desánimo, miedo y creyendo
en fantasmas. Eso sucede porque ahí se tiene una visión
distorsionada de la realidad. Esta es un área de confusión, donde
todo parece difícil.
De repente, Pedro empieza a ver que se trata de su maestro,
Jesús. Pasa al área 2. Y ante la invitación de este, rápidamente se
va al área 3 y podemos imaginarnos que dice: ‘Sí, Jesús, voy a
caminar contigo’. El Señor le responde: ‘ven’, y Pedro empieza a
caminar en una nueva dimensión. Sería un error creer que la
dimensión se llama agua. ¡No! Se llama fe.
Y la dimensión a la que va no es una dimensión líquida, es
espiritual porque él pudo pasar rápidamente al área correcta.
Aunque los otros once se habrán aliviado porque no salieron,
Pedro tuvo el privilegio de vivir esa experiencia de fe. ¿Cuántos
de nosotros caminamos por el agua? Jesús y Pedro, nadie más.
Cuando veas a alguien a quien Dios bendice no te enojes y
pienses: ‘¿Qué tiene él? ¿Qué tiene ella?’. Por el contrario,
afírmate en la fe ya que, si él o ella pudieron, tú también puedes.
Pide que te enseñen para que puedan caminar juntos sobre el
agua.
¡Qué experiencia! Impresionante, caminar sobre el agua… Sí,
pero ¡al final se hundió! Eso significa que Pedro volvió al área 1.
¿Cuál fue el problema de Pedro? Que la realidad todavía tenía
mucho peso para él y desde el área 3, la fuerza de la realidad lo
llevó al área 1. Él se enfocó en la realidad que lo rodeaba; no en
quien rodeaba a esa realidad.
La realidad no es amiga de la fe. Aunque sea cien por ciento
verdad, la realidad no es la única verdad. La única verdad es Jesús
y su fe en él. El punto es que debes tener en mente que puedes
elegir vivir en el nivel de la realidad o en de la fe. No se trata de
negar la realidad, sino de afirmar que Dios puede hacer algo
distinto.

No hay que negar la realidad, solo hay que entender que hay
un nivel superior: la fe al límite.

¿Piensas que si el día hubiera sido calmo habría habido alguna


diferencia para caminar en el agua? Ciertamente, ¡no! No se
puede caminar sobre el agua ni en un día tranquilo. Te hundes
porque hay una ley física que dice que no se puede caminar sobre
el agua, salvo… que esté Jesús. Entonces día lindo o feo, día
nublado, de lluvia o día de humedad, ¡es lo mismo!
La historia hubiera sido distinta si Pedro se hubiera mantenido
pensado: ‘Qué importa que haya viento y las olas me muevan, si
yo no estoy caminando por una realidad sino por un hecho
sobrenatural. Jesús me dijo que fuera hacia él, y le obedecí’. Pero
¿qué fue lo que ocurrió? En medio de su caminata, Pedro mira el
viento, las olas y, como no mira a Jesús, el agua empieza a subir.
En realidad él empieza a hundirse. Reflexiona sobre esto, no es
que el agua suba, sino que tú te hundes.
Entonces Pedro lanza un grito desesperado para que el Señor lo
salve. Esta expresión me gusta: ‘sálvame’. Él está en el área 1,
por eso se hunde, pero enseguida puede estirarse hacia el área 3,
gritando… ‘¡Jesús sálvame!’. Solo el Señor puede salvar, nunca
busques a otro más que a él. Cada vez que tengas miedo, te
hundirás, aunque haya poca agua. Porque el miedo no te permite
usar la fe. Y no se camina sobre el agua si no es por fe.
Fe al límite de la mano de Jesús
Al momento Jesús, extendiendo la mano, asió de él, y le dijo:
¡Hombre de poca fe! ¿Por qué dudaste? Y cuando ellos subieron
en la barca, se calmó el viento.
Entonces los que estaban en la barca vinieron y le adoraron,
diciendo: Verdaderamente eres Hijo de Dios.
Observemos cuán interesante es esto: Si Pedro se está hundiendo
y Jesús todo lo que hace es extender la mano, significa que el
Señor está más cerca de lo que Pedro cree. El punto es este: Jesús
siempre está muy cerca. El miedo no lo dejó ver a un Jesús
cercano. Podemos imaginar a Jesús diciéndole al oído: ‘Estoy al
lado tuyo Pedrito… ¿Qué pasa?’, y Pedro respondiendo, ‘Señor
casi me ahogo’.
El Señor lo llama ‘hombre de poca fe’. ¿Qué es lo que le
dice?… Podemos suponer que le dice: ‘Pedro, es un problema de
poca fe, si hubieras tenido un poco más de fe nos íbamos
caminando juntos sobre el agua, es más corto el viaje’. Cuando
cantas aquella canción tradicional: ‘Tan cerca de mí, tan cerca de
ti, que hasta lo puedo tocar…’, ¡es verdad! No es solo una
adoración, es la declaración de una de las verdades espirituales
más grandes: Jesús siempre está cerca.
Contrariamente a todo lo que has visto hasta ahora, serás
sorprendido por otro nivel de revelación. Jesús no te invitó a
caminar sobre el agua… Mira bien el pasaje, Jesús le dice a
Pedro: ‘ven’. Lo invita a caminar sobre la palabra rhema, no
sobre el agua. Jesús dice ‘ven’ y Pedro no tiene que ir al agua,
sino a la palabra.
Camina sobre una palabra. El viento es contrario, pero Dios te
habla. La Biblia dice que el justo vivirá por la fe. Desde el área 3,
ves la realidad, pero estás sobre el agua. Los discípulos como
mínimo habrían estado unas dos o tres horas remando; en cambio,
Jesús llegó en minutos. El punto no es que sea fácil o complicado,
el punto es la fe, saber que Jesús está tan cerca.
¿Cómo se llama esto? Fe al límite. Podrás decir que fuiste
desafiado a caminar sobre el agua y, en cierto sentido, es correcto.
Has sido llamado, llamada a caminar sobre lo que el Espíritu nos
revela, la palabra rhema. Pon tus ojos en Jesús, en él todo es
posible.
A rhemar
Rhema es una palabra específica, para un tiempo específico que
siempre sale de la Biblia. Es subjetiva porque no es igual para ti
que para mí. La palabra rhema es una palabra que, de repente, se
ilumina para mí; y mediante la cual sé que el Espíritu Santo me
habla de forma personal. Es una palabra que sobresale del resto,
que se mete dentro de mí, ‘que se me clava en el pecho’ (Hebreos
4.12).
¿Quiere que le diga cómo terminó esta historia? Como todo lo
que hace Dios, de manera sobrenatural. Mira esta ecuación:
11 hombres sin fe + 1 hombre con poca fe
= 12 hombres casi sin fe
A pesar del resultado de esta ecuación (de la pobreza de su fe),
esa fe fue suficiente para que ellos se dieran cuenta de que
estaban frente al Salvador. Por eso: ‘Vinieron y le adoraron y le
dijeron: verdaderamente eres Hijo de Dios’.
No se trata de caminar sobre el agua sino de caminar sobre una
palabra rhema. La palabra rhema en este caso en particular y para
Pedro fue ‘ven’. Es por eso que siempre hay que buscar esa
palabra porque si no, seguiremos remando toda la vida. Fuimos
desafiados a caminar sobre el agua. Fuimos enviados a caminar
sobre el agua. Fuimos llamados a caminar sobre el agua. Como
sabemos siempre crecemos con vientos contrarios, por eso
vivimos con una fe al límite.
El filósofo Séneca dijo: ‘no hay viento favorable para quien no
conoce su rumbo’. Los que hemos nacido de nuevo podemos
responder las tres preguntas más angustiantes que se hace el
mundo: ¿Quién soy?… ¿De dónde vengo?… y ¿adónde voy? Ya
que sabemos que somos de Dios, que nuestro origen es el Señor
mismo —ya que somos hechos a su imagen y semejanza
(Génesis 1.26)— y, también, conocemos nuestro destino —Jesús
dijo ‘En la casa de mi Padre muchas moradas hay… voy, pues, a
preparar lugar para vosotros’ (Juan 14.2)—. Los vientos
contrarios son una necesidad, sin ellos no llegaríamos a tener un
carácter maduro y nunca podríamos experimentar y disfrutar el
fruto del Espíritu.
Cuando las cosas que suceden en nuestra vida nos resultan
incomprensibles, cuando las circunstancias se hacen más y más
difíciles, cuando parece que todo está perdido, Dios nos da la
capacidad y el poder de reenfocarnos y colocar las velas de
nuestra barca para permitir que esos vientos se transformen en
bendición y crecimiento.
‘Sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les
ayudan a bien’ (Romanos 8.28). Los vientos contrarios hacen
crecer nuestra vida y de una manera muy especial nuestra fe, por
eso con vientos contrarios vivimos con una fe al límite.
Desarrolla poderosamente tu fe
La fe
Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo
que no se ve.
Hebreos 11.1
Hemos llegado al punto clave: ¿Cómo podemos desarrollar el
poder de la fe? ¿De qué se trata este don de Dios? Para responder
a estas preguntas, necesitamos tener la base de Hebreos 11.1.
El capítulo 11 de Hebreos describe a personas parecidas a
nosotros que lograron cumplir tremendos desafíos solo porque
tuvieron fe. Describe lo que es una impresionante galería de
hombres y mujeres que durante muchos siglos hicieron lo que
Dios les decía, aun cuando esto parecía completamente imposible
para ellos.
El listado de estos hombres y mujeres de fe comienza con
Abel. Él fue el primero que agradó al Señor. Luego está Abraham,
el padre de la fe (recuerda que él tenía 100 años y su mujer 90
cuando pudieron ser padres por primera vez). Él creyó en Dios a
pesar de que estaban fuera del tiempo de concebir y, además, Sara
era estéril. Y un día nació Isaac, el hijo de ambos. Desde él hasta
nuestros días, la fe ha podido hacer cosas impresionantes. Por eso,
aunque no veamos la salida o nos parezca imposible la resolución
de algunos temas, debemos creerle al Señor.
Cómo desarrollar la fe
Por tanto, nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan
grande nube de testigos, despojémonos de todo peso y del pecado
que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos
por delante, puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la
fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz,
menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de
Dios.
Hebreos 12.1–2
Trabajaremos ahora algunas claves para desarrollar nuestra fe.
Nos basaremos en este pasaje de Hebreos.
La gran nube de testigos
Por tanto, nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan
grande nube de testigos.
Imagina un anfiteatro en donde lo único iluminado es el
escenario; el sector del público permanece a oscuras. El Espíritu
Santo nos ha llevado hasta allí, vamos caminando junto a él
cuando nos dice:
—Quiero decirles algo…
—¿Qué?
—Es momento de que pongan su fe en Jesucristo de manera
más firme que nunca.
—Sí, ya sabemos que es el mejor momento, pero…
—Pero hay algo más
—¿Qué más, Espíritu Santo?
—Quiero que estén tranquilos, que vean que esto funciona. Voy
a prender las luces…
Y así lo hace.
—Ahora, levanten su cabeza y vean que este estadio está lleno.
Nos sorprendemos, ya que no habíamos imaginado que
estábamos acompañados… Los asientos del anfiteatro están todos
ocupados.
El Espíritu Santo nos dice:
—Miren, aquel es Abraham.
—¿Aquél es Abraham?
—Sí. Y aquel es Noé, y por allá está Abel.
—¿Abel?
—Sí, también Eliseo, y el que está al lado es Elías.
Antes de seguir, preguntamos: —¿Qué están haciendo todas
estas personas?
—Todos ellos son la gran nube de testigos.
Cuando pensamos en nuestra vida, a veces, decimos: ‘¡Esto sí que
se está poniendo difícil!’. Pero es entonces cuando el Espíritu
Santo nos hace levantar la cabeza. Nos manda a preguntarle a
Noé si fue difícil vivir cien años construyendo un arca cuando
nunca antes había llovido en esa región. (‘¿Noé, fue difícil
construir…?’. ‘¿Cuántos años te tomó?’. “Estuve ciento veinte
años para juntar los materiales, darle la forma indicada y
proveerme de todo lo necesario, mientras todos me preguntaban
para qué. Yo anunciaba que iba a llover y se iba a inundar todo lo
conocido. ‘¿Qué significa llover?’, me preguntaban. ‘Llover es
cuando cae agua de arriba para abajo”’. Difícil de comprender un
concepto y creer, si eso nunca pasó. Pero un día llovió y solo se
salvaron Noé, su familia y los animales que subieron al arca).
El Espíritu Santo nos está diciendo que cuando nos
desanimemos él nos va a encender las luces del anfiteatro para
que miremos las tribunas. Allí nos encontraremos con personas de
fe que, de la mano de Dios, enfrentaron dificultades. El Señor nos
muestra que alrededor de nosotros hay una tremenda nube de
hombres y mujeres de fe que nos dicen: ‘Aunque te parezca difícil
vas a poder hacerlo’. ¿Todo esto te parece imposible? No hay
imposibles para ti, en Dios. Mira a Moisés, quien levantó una
vara y se abrió el mar. O Eliseo, que resucitó a un muerto, o a
Ester, mujer de fe, quien se tuvo que presentar delante del rey y
eso significó la diferencia para todo un pueblo.
¡Sí! Pon tus ojos en Jesús porque en él todo es posible. El
Señor te lleva a mirar en su Palabra a quienes estuvieron antes
que tú y yo, y las obras que hicieron. Empieza a mirar con
atención. El tiempo de ellos fue maravilloso, pero ahora llego tu
tiempo. Y en este tiempo en el que estás viviendo necesitas
reforzar todavía más tu fe. Cuando el libro de Hebreos dice:
‘Puestos los ojos en Jesús’, nos está pidiendo gran concentración
en una sola persona: Jesús. Aprendamos de las vidas de quienes
nos precedieron en la fe. Para esto, tendremos que leer con
atención la Palabra.
La vida es una carrera
…despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y
corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante,
puestos los ojos en Jesús…
Cuando empecé a leer la Biblia, descubrí que la vida es una
carrera. Podemos correr más o correr menos, pero no podemos
evitar que la vida sea una carrera. Estas tienen dos cosas que las
distinguen: una es que hay una meta a la cual llegar, la otra es que
para correr necesitamos estar lo más livianos que podamos,
porque así nos cansaremos menos.
En esta carrera que se llama ‘vida’, ¿has dicho alguna vez ‘No
puedo más’, ‘Me rindo’, ‘No corro más, no me importa correr, ni
llegar, no me importa, estoy cansado, cansada’? Quizás, ya ni
sabes cuántas veces lo has dicho…
La meta. Hablemos primero de la carrera que tenemos que
correr y de la meta puesta por delante. El objetivo existe, tú tienes
que decidir si alcanzarlo o no. La Biblia dice que si corres y lo
haces como Hebreos 12.1–2 lo describe, lo vas a alcanzar.
Muchas veces, el mayor problema que tenemos es que cuando
miramos nuestra vida, lo hacemos en forma parcial. No pensamos
en el total. No sé si esto te ocurre, pero al menos eso es lo que me
pasa a mí. Sin embargo, esos parciales son muy subjetivos, esas
evaluaciones son de las últimas semanas o meses y tienen que ver
con los peores momentos que pasamos. Entonces cuando
hacemos este balance, el resultado es que vemos la vida de
manera negativa. Cuando completes la carrera te darás cuenta lo
buena y hermosa que ha sido aquella.
El peso. Deja a un lado todo lo que te estorba para correr la
carrera. Algunas cosas (pensamientos, situaciones) son como peso
sobre los hombros, con ellas nos costará muchísimo correr. La
carrera está delante de nosotros. Por lo tanto, cada vez que quieras
correr la única manera que tienes de hacerlo es ir hacia adelante.
Parte del lastre son las cosas del pasado que queremos traer al
presente. En ocasiones, tu mente te llevará a pensamientos del
pasado, como por ejemplo: ‘¡Mi vida fue muy difícil!’, ‘A mí mis
padres me abandonaron’, ‘Yo fui violada’, “Mi sobrenombre era
‘el inútil’”… Sin embargo, la Biblia dice: ‘las cosas viejas
pasaron; todas son hechas nuevas’ (2 Corintios 5.17, RVR95).
Tenemos a Dios como nunca antes, a Cristo en nuestro corazón;
digámosle al pasado: ‘Basta, estás atrás’. Concentrémonos en lo
que está delante porque vamos a alcanzar la meta que el Señor
nos da. Dicho de otro modo, todo lo que no te permita correr,
déjalo ya. Porque para correr tienes que estar liviano, liviana.
Olvida las cosas del pasado, la carrera es hacia delante.

A causa de las cosas que nos distraen, de los pensamientos que


nos van enredando, vamos perdiendo el objetivo y así es muy
fácil ser llevado a cualquier lugar. Por eso, debemos tener claro
cuál es el objetivo. La Biblia dice que hay una sola manera de no
perderlo: ‘Puestos los ojos en Jesús’. No en mis problemas ni en
mis circunstancias ni en mi pasado. La propuesta de Dios no es
olvidarse de la realidad sino elevar la mirada. Cuando centramos
nuestros pensamientos en el problema no encontramos la
solución, porque la solución se encuentra pensando en la
solución. Aligera tu carga. Para alcanzar la meta necesitas sacar
todo aquello que no te permite correr liviano, liviana. Te
propongo que comiences a revisar cuáles son tus lastres porque el
Señor quiere que ganes la carrera…
Corramos con paciencia. Una de las cosas que más falta en el
‘mercado de lo espiritual’ es la paciencia… Esto me recuerda a
aquel hombre que reconociendo su falta de paciencia, un día oró
así: ‘Dios, te pido por misericordia que me des paciencia.
¡Dámela ya!’.
Algunos definen a la ‘paciencia’ como la ciencia de la paz. No
hay dudas de que el término ‘apacentar’, tiene el mismo origen.
Jesús nos enseñó que la paz se recibe de él: ‘Mi paz les doy…’
(Juan 14.27a, NVI). Por eso, no hay mejor lugar para buscar la paz
que la presencia de Dios. Es resultado de mi búsqueda personal,
porque al hacerlo me encuentro con… ‘el Dios de paz’
(1 Tesalonicenses 5.23, NVI).
Pero también la paciencia es fruto del Espíritu Santo. Dejemos
fluir el fruto y la paciencia vendrá sin esfuerzo. Nos ayuda mucho
conocer el origen de la palabra paciencia. Esta tiene varios
significados: resistencia, esperanza, constancia y perseverancia.
Todas estas cualidades son fundamentales en esta carrera.
El pecado que nos asedia. Esta es una manera muy interesante
de presentar al pecado. El pasaje habla del ‘pecado que nos
asedia’ y, en otra traducción, del ‘pecado que nos enreda’. En
realidad, ambos son verbos que nos permiten entender que el
pecado siempre está alrededor. Cuando nos enredamos,
generalmente, nos caemos. Después, viene el pecado y nos
encuentra caídos, indefensos. Entonces, para huir del pecado,
¡necesitamos entrenar!
Si sabes que eres débil ante algo, ve por la vereda de enfrente.
Quizás, haya cosas en tu vida que todavía no han sido lo
suficientemente trabajadas o en las cuales aún te cuesta ser
obediente. Dios nos pide que te alejes de esa fuente de peligro
porque te enredarás y caerás. Y, cuando estamos caídos, no
podemos correr y, menos aún, alcanzar la meta. Entonces, todo
aquello que te puede hacer caer (no importa la cantidad de cosas
que sean) ni la forma en que lo puedan enredar, quítalas de tu
vida. Sé sabio, sabia. Vales demasiado para abandonar la carrera.
Algo importante que debemos entender es que el problema del
pecado no es una obsesión de Dios que él nos quiere transmitir.
Por el contrario, el pecado es algo que nos destruye y lo único que
el Señor hace es avisarnos porque no quiere nuestra destrucción.
En realidad, lo que él quiere es que no estemos cerca de aquello
que nos destruye. Es como si dejaras a uno de tus hijos sin
vacunar y lo llevaras a un lugar de alto contagio donde fácilmente
puede ser contaminado. Cuando Dios habla de pecado, lo que él
está haciendo es avisarnos que si no nos damos la vacuna y nos
vamos al lugar del contagio (donde es muy probable que nos
contaminemos), podemos tener una complicación que nos cueste
la vida. ¡Demos gracias al Señor que nos avisa porque no nos
damos cuenta del peligro que corremos! Él nos está cuidando para
que no nos enfermemos, contaminemos o contagiemos. Al
hablarnos del pecado Dios nos está ayudando, previniendo.
Una cuestión de enfoque
Puestos los ojos en Jesús…
Hace muchos años atrás, cuando no existían las cámaras tan
maravillosas de hoy en día, aprendí a sacar fotos, era mi
pasatiempo. Un día, logré comprar una cámara usada, pero buena.
Tuve que aprender todo sobre el tema: saber de dónde venía la
luz, cómo calcular las distancias. Había que hacerlo todo
manualmente y había que imaginarse cómo iba a salir la foto de
acuerdo a lo que uno sabía o ignoraba. Lo primero que me
enseñaron en este tiempo fue saber elegir aquello que quería que
saliera destacado. En una foto pueden salir muchas cosas, pero
hay una que se puede destacar. El fotógrafo tiene la posibilidad de
usar la cámara sabiéndolo. Insistí, insistí, hasta que aprendí…
¿Recuerdan el detalle del enfoque? Aprendí a hacerlo muy bien,
aprendí que todo es una cuestión de enfoque.
Asimismo sucede con la fe, debes enfocarte en Jesús. Si tu
mirada no está puesta en él, algo harás, pero no será lo que Dios
quiere. Nunca lo olvides: el enfoque es lo que te dará la
posibilidad de tener lo que el Señor dice que vas a tener, pero
cuando te desenfoques nunca obtendrás lo que él tiene para darte.
¿Por qué? Porque estás desenfocado, desenfocada y cuando esto
sucede una de las cosas que ocurre en la vida (como con esas
antiguas cámaras) es que se nubla lo que estás mirando.

El enfoque es lo que te dará la posibilidad de tener lo que Dios


dice que vas a tener.

Este es un desafío, ya que en esta época todos estamos pensando


constantemente en cincuenta cosas a la vez. Sin embargo, es hora
de que te enfoques en una sola y lo hagas con alta concentración
hasta que logres resultados. La Biblia nos anima a que nos
enfoquemos en Jesús. Él es el autor de la fe, es decir, quien hace
la fe. Esto significa que por él tu fe es posible. Él es autor y
consumador.
Frente a tus dificultades ora y dile a Jesús: ‘No me voy a
estancar en esta situación del pasado; pero me está pasando algo
que, todavía, me desestabiliza, Señor guíame’. Pídele ayuda a
Jesús para correr la carrera y experimentarás soluciones en él.
Una relación inversamente proporcional
¿Cómo aumenta mi fe?… Mirando a Jesús. ¿Cómo disminuye?…
Mirando mis problemas. Los problemas ‘gritan’. Es decir, nos
llaman tanto la atención que parece que tuvieran la capacidad de
hablarnos muy fuerte, escucharlos nos lastima, daña, debilita. No
permitamos que las circunstancias nos fuercen a quitar nuestra
mirada de Jesús.
Cuando leemos Hebreos 11, donde se habla de hombres y
mujeres de fe, vemos que no fueron gente sin problemas, pero
fueron llamados por Dios para hacer cosas grandes. Fueron gente
igual a nosotros con problemas como los tuyos y los míos. La
única diferencia es que ellos dijeron: ‘lo voy a hacer’. Le pidieron
al Señor que aumentara su fe, tuvieron enormes problemas,
vivieron cosas verdaderamente increíbles y alcanzaron la meta.
Corrieron la carrera, llegaron y recibieron la corona.
No permitas que las circunstancias te sigan
hablando
… Mas el justo por la fe vivirá.
Romanos 1.17
Por la fe el justo vivirá, y para que esto suceda tanto la Palabra de
Dios como el Espíritu Santo lo ayudarán. Muchas veces creí que
estaba viviendo el último día de mi vida. Dije basta, me rindo, y
me fui a dormir. Pero al otro día me desperté y cambié de parecer,
y seguí. Oré al Señor diciéndole perdóname… no dije basta, dije
sigo (casi sin aire), pero sigo, la meta está por delante. Aunque un
ejército venga delante de mí, yo sé quién es Dios. Hay consuelo
de parte de él y una fuerza nueva de su parte. Llegaré a la meta, y
nada ni nadie podrán detenerme porque el Señor está conmigo.
¿Quién contra mí? Sigo y no importan las cosas que vengan. Y lo
hago solo por una razón: solo por Jesús. Dios me dio la plenitud y
satisfacción como no me la dio nadie nunca. Entendí que la
carrera es puesta por él, que corro con el Espíritu Santo y que voy
a poder llegar. Aun cuando intentaron desviarme, miré a Jesús.
Nunca lo voy a dejar de hacer, porque nada es comparable a ser
llamado hijo de Dios. No hay nada más hermoso que vivir una
vida en obediencia y hacer lo que el Señor quiere no importa lo
que él pida.
Desea desafíos todo el tiempo
Cuando el Señor me pide algo que para mí es loco, yo me
entusiasmo porque quiero desafíos todo el tiempo. Y si alguien a
mi lado en la carrera se cae, voy a levantarlo y lo animo a que
siga, a que nunca se rinda.
Tus manos fueron hechas para levantarte y para levantar a los
que han caído. Muchos te atacarán para impedirte continuar la
carrera, pero sigue. Solo uno podría sacarte del camino y ese es
Dios (¡pero nunca lo hará!). Jamás te quedes con ganas de saber
cómo termina la carrera. Ve a terminarla. Vivimos con una fe al
límite, para que cuando lleguemos al límite de nuestra fe
descubramos que nuestra fe no tiene límites.
Dominio propio o demonio propio
Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas
estas cosas os serán añadidas.
Mateo 6.33
Por último, me gustaría hablar del ‘dominio propio’. ¿Por qué?
Porque necesito ejercitarlo para pasar de área a área. Cuando mi
mente se ‘quiere ir’, la tengo que traer, debo volver a enfocarme.
Todo el tiempo tengo que hacer el ejercicio de llevar mi mente
donde yo decido. No es ella que me lleva a mí, soy yo quien la
enfoco. Cuando queramos salirnos de nuestros cabales, empezar a
gritar y a enojarnos acudiremos al dominio propio, entonces, no
gritaremos ni nos enojaremos. Veamos un ejemplo: Le prestas el
auto a tus hijos y ellos lo chocan; entonces, Dios dice: ‘Usa el
dominio propio, no mates a nadie’. Otro ejemplo, decides
comenzar a estudiar una carrera, pero no es sencillo. Si no te
acostumbras a manejar tu mente, puedes estar tres años para
cursar uno. Porque lo más importante no es la capacidad
intelectual, lo único que importa es saber que te vas a tener que
sentar por horas y horas para estudiar. Entonces, el dominio
propio gobierna y las prioridades se alinean. El orden de Dios es
muy sencillo, en primer lugar busca el Reino y, después de eso,
todas las cosas se someten a su Reino, esto es vivir en el área 3.

Si algo sale de control en nuestra mente, es nuestro


pensamiento.
Algunos dejan que su mente se vaya a cualquier lugar y, en vez de
usar el dominio propio, usan el ‘demonio propio’: su carácter
equivocado, la incredulidad, las emociones negativas…
Hay dos personas que saben mucho sobre esto, una se llama
Jehová, Dios, y la otra se llama Satanás. Dios intenta hacerte
entender para que te mantengas siempre en su camino. Por otro
lado, el diablo intenta bloquear o desviar tu mente (demonio
propio). Porque él sabe que cuanto más entiendas la Palabra, ores
concentrado en el Espíritu Santo, él queda afuera. Entonces como
él no quiere quedar afuera, viene y le hace ‘regalitos’ a tu mente.
Y, entonces, mientras lees la Biblia te distraes con lo que vas a
cenar esta noche, y el postre que comerás y, después, un pedacito
de la mente te hace ver el helado y el otro pedacito de la mente te
dice que esperes media hora más antes de orar. La mente divaga,
se ‘cuelga’ pensando en algo sin sentido. Se proyecta veinte años
al futuro, pero no se hace cargo del presente. Aquí es necesario
ejercer el dominio propio, oír lo que el Señor te dice. Hacer el
devocional concentrado, sin el celular, ni Facebook ni nada.
Porque si por distracción o falta de enfoque, una verdad de Dios
no entra a tu corazón, te pierdes una bendición del Espíritu Santo.
Fe al límite hoy en día
Por la fe… ¿las plantas se secan?
Mucho tiempo atrás cuando comencé a abrir mi corazón a todas
las cosas nuevas de Dios, tuve la enorme bendición de conocer a
uno de los hombres que el Señor está usando más poderosamente
en su Reino. Llegué un día a la campaña del evangelista Carlos
Annacondia. Después de participar de esa fiesta del Espíritu, pude
conocerlo personalmente; él oró por mí y algo cambió en mi
espíritu.
Tiempo después una persona que me conocía, pero que nunca
había tenido un trato directo conmigo, me llamó por teléfono y
me pidió que fuera a su casa. Esta persona me comentó que él y
su esposa estaban viviendo cosas muy extrañas. Ella amanecía
con hematomas y sentía que la golpeaban cuando dormía. Otras
veces, mientras caminaba por la casa, sentía que alguien la
empujaba fuertemente y ‘volaba’ algunos metros hasta caer
contra el piso y lastimarse mucho.
Fui a la casa de esta pareja, conocí a la mujer que era muy
amable, muy educada y muy normal. Comencé a hablar con ella y
me contó de sus sufrimientos; algunas cosas parecían realmente
increíbles. Me comentó que, muchas veces, después de que su
marido se levantaba para ir a trabajar ella sentía que ‘alguien’
se metía en la cama y tenía relaciones sexuales con ella… Tenía
miedo de ser tratada como loca.
Después de varias preguntas que le hice y de guiarla a que
recibiera a Jesús como su Señor y Salvador, comencé a orar por
ella. De manera inmediata ella se transformó en algo que nunca
había visto en mi vida (¿Dónde está la mujer tan amable y
ubicada?, me pregunté). Ella comenzó a hablar con otra voz, una
voz muy desafiante y un tanto burlona. El marido estaba sentado
a un costado de nosotros y asombrado me preguntaba qué estaba
pasando. La realidad es que yo también me hacía esa pregunta, y
no sabía qué hacer… Unos minutos después fui llevado con mi fe
al límite y fue ahí que le pregunté:
—Demonio inmundo, ¿cómo entraste en ella?
Escuché una respuesta que me sorprendió:
—Entré por la planta.
Podrán imaginarse que ahora entendía menos que antes… Le
pregunté al esposo si para él tenía algún sentido lo que
acabábamos de escuchar. Él pensó por algunos minutos hasta que,
finalmente, me dijo: ‘Cuando nos casamos, una persona de la
familia nos regaló una planta muy grande y muy linda, que
todavía la tenemos. Creció tanto, que la plantamos en el jardín’.
Mi fe al límite me llevó a no tener límites y guiado por el
Espíritu Santo le dije que me llevara al jardín. Llegué al lugar y
me encontré con una planta común, de hojas muy grandes, de más
de un metro y medio de altura, después de mirarla por algunos
segundos puse mis manos sobre ella, oré , cancelé toda maldición
que entró por ella, eché fuera todo espíritu inmundo y me fui.
Dos días después, recibí un llamado de este hombre. La planta
había comenzado a secarse. Le pregunté cómo estaba el resto del
jardín (y ahí es donde recibí la mayor sorpresa), y el hombre me
respondió que el jardín estaba en perfectas condiciones, pero que
los brotes de esta planta, que habían sido sembrados en otros
lugares y, también en una maceta, todos ellos se estaban secando.
Intenté explicarle que todo eso estaba pasando porque
habíamos orado en la autoridad que nos da el Señor Jesucristo.
Cuando terminé de hablar por teléfono, me quedé varios minutos
pensando y hablando con Dios honestamente. Si bien no entendía
completamente lo que había pasado, le daba toda la gloria a él
porque sabía que esta era su obra y que yo no había hecho nada
para que esto sucediera.
Mucho tiempo después, aprendí que cuando nuestra fe es
llevada al límite —cuando nosotros no podemos controlar la
situación— si obedecemos, veremos milagros. La fe al límite es
el terreno que Dios prepara para que nos animemos a más, porque
el Señor siempre quiere llevarnos a una dimensión mayor de fe.

Si obedecemos a Dios cuando nuestra fe es llevada al límite,


recogemos milagros.

La niña está por morir


Hace algunos años atrás, yo también tuve que ‘subir por el techo’
como aquellos amigos del relato de Marcos 2.1–12. Esta historia
no ocurrió en Capernaum sino en el Hospital Fernández de la
Ciudad de Buenos Aires.
Un día recibí una llamada para ir a orar por una beba recién
nacida. Ella tenía pocos días de vida y su diagnóstico era
terminal: meningitis viral. Llegué a ese hospital muy tarde en la
noche, después de haber trabajado casi todo el día. El primer
impedimento lo tuve en la puerta de ingreso, cuando una persona
de seguridad me dijo muy seriamente que no podía entrar. Le
expliqué la razón por la cual debía entrar, la gravedad del estado
de la beba y que su mamá ya había arreglado con la jefa del piso
para que yo pudiera ingresar en cualquier horario.
Este hombre se enojó conmigo y me repitió que no me iba a
permitir ingresar al hospital. Le mostré mis documentos, mi
carnet pastoral, y volví a explicarle que estaba autorizado a entrar
como sacerdote cuando se trataba de un enfermo grave. El
guardia, visiblemente enojado, casi manifestado volvió a decirme
que no iba a permitirme ingresar. Yo le exigí que se identificara y
que, ya que me impedía entrar a orar por ella, que se hiciera
responsable delante de su jefe por el futuro de esa niña.
Cuando entendió que no había manera de persuadirme para que
me fuese, me dijo que iba a llamar a la médica del piso y que iba
a hacer lo que ella le dijese. Inmediatamente lo hizo. Cuando se
comunicó con la médica, ella le dijo que me dejara subir porque
me estaban esperando. Fue así que subí al cuarto piso donde
estaba la sala de terapia intensiva, me recibió la médica y me
explicó muy amablemente cuál era el diagnóstico y, también, me
dijo que su pronóstico era irreversible, que era muy difícil que esa
niña siguiera viva.
Mientras iba camino a orar por esa beba, traté de olvidarme de
todo lo que la profesional me había dicho porque tenía que tener
mi mente libre. Cuando llegué al lugar donde estaba esta pequeña,
estaba puesta boca abajo, con sus manos y sus piernas encogidas,
parecía que medía 30 cm., conectada a todo tipo de cables que
puedas imaginar. Al verla, mi fe llegó al límite. Puse mis manos
sobre su espalda y, desafiando todo pronóstico, oré sobre ella,
declarando sanidad y vida.
Luego, conversé unos minutos con la familia. Les di ánimo y
consuelo… A las 24 horas la niña fue trasladada a una sala
intermedia; a la semana salió del hospital, sana y sin meningitis.
Los médicos le indicaron que debería hacerse controles durante
un año. Al final de ese año de controles, declararon que esta niña
estaba sana y sin ninguna secuela de la enfermedad infecciosa en
su cerebro. Hoy la vemos jugar, correr, caminar. Ya cumplió 11
años y es una bendición de Dios para nosotros.

No vas a caminar nunca más1


Mi nombre es Matías. Llegué a la iglesia Un Lugar para el
Encuentro con Jesús, invitado por mi cuñada Adriana en el mes
de septiembre del 2007. Llegué sin saber nada de Dios. Venía de
Salta, lugar donde viví siempre hasta que tuve que mudarme a
Buenos Aires para ser tratado por una enfermedad de nacimiento.
Esta enfermedad se llama Acondroplasia Bilateral (este trastorno
trae una forma de enanismo por un crecimiento anormal del
cartílago con piernas y brazos cortos). A los 8 meses de estar en
el vientre de mi madre ella se quedó sin líquido amniótico y yo
dejé de crecer, esto produjo una mal formación en mis huesos.
Debido a esto, no podía caminar y, para intentarlo, debía
someterme a tres operaciones.
Como puedes imaginarte, a causa de este problema yo no tenía
una vida normal. No pude disfrutar de mi niñez, veía jugar a los
demás niños y no podía ser parte ya que no tenía fuerzas en mis
piernas y brazos. En mi adolescencia, esto me llevó a sentir
muchos complejos, no podía resistir la burla de los demás y
empecé a consumir drogas y alcohol para evadirme de mi
realidad.
El día jueves 20 de septiembre de 2007 llegué a la iglesia por
primera vez caminando con dificultad y sobre dos muletas. Ese
día, la pastora Mabel Mancini estaba predicando acerca de
Mefiboset (uno de los hijos de Jonatán, que había quedado
lisiado). Realmente, la palabra que se predicó estaba describiendo
mi realidad y me daba fe para creer que yo también podía recibir
el milagro. Al finalizar la predicación, la pastora hizo una oración
en la que invitaba a recibir a Jesús como Señor y Salvador, luego
invitó a pasar adelante a aquellos que habían dado ese paso de
fe… yo pasé. Ella se acercó a mí e hizo una oración y me dijo (sin
conocerme) que Dios iba a hacer que los tiempos de mi
tratamiento fueran acortados y que esta sería la última operación.
Yo estaba por pasar por la primera operación, la recuperación y
posterior rehabilitación, todo llevaría aproximadamente dos años.
A los pocos días me operaron y, al tercer día de haber pasado
por la cirugía, pude pararme sin muletas y dar unos pasos (lo que
era imposible según los médicos). Cuando me pasó esto, recordé
la palabra que Dios le había dado a la pastora ese día para mí.
El 30 de diciembre del mismo año, asistí a una reunión que la
iglesia realizaba en el estadio del club Allende. La pastora me vio
llegar en silla de ruedas y declaró, nuevamente, una palabra de
sanidad. Me dijo que, en poco tiempo, iba a dejar la silla de
ruedas y las muletas, porque iba a vivir completamente sano.
¡Y fue así! El tratamiento que iba a durar dos años, terminó en
solo ocho meses. Salí caminando tres días después de la
operación.
De ahí en más, empezaron a ocurrirme milagros. Cada vez que
asistía a la iglesia, Dios tenía un milagro para mí. En cada control
médico, los profesionales quedaban sorprendidos por lo que
pasaba en mi cuerpo, asombrados por mi extraordinaria
evolución. El último día que fui al control con el traumatólogo, la
médica que me operó me llevo a una sala donde habían muchos
médicos y expuso mi ‘caso’. Ella dijo que estaba sorprendida por
la evolución rápida y eficaz del tratamiento al que había sido
sometido, del resultado de la rehabilitación, del aceleramiento de
los tiempos y los procesos en la recuperación. También dijo que
mis huesos formaron el callo muy rápidamente (algo que no
sucede normalmente).
Las otras dos operaciones que estaban programadas se
suspendieron debido a mi evolución. Aquí pude ver también la
intervención milagrosa del Señor. Concurrí a un encuentro en la
iglesia y un líder oró por mis brazos, yo tenía uno más corto que
el otro. Ese brazo más corto creció y ¡ahora los dos están iguales!
Hace poco tiempo asistí a un control en el hospital donde me
operaron. Cuando llegué, la médica me hizo pasar; me senté en la
camilla y me examinó en detalle. Me dijo, ‘Hay algo que me
llama la atención en tu frente’. Llamó al esposo, que es el jefe de
Traumatología, y le explicó que yo antes tenía una marca que
indicaba mi problema en los huesos y, ahora, esa marca no estaba
más. Ella no entendía por qué… Entonces, la médica y su equipo
de profesionales me indicaron hacer estudios de sangre y muchas
radiografías de todo el cuerpo. Aún hoy, ellos todavía están
confundidos con mi diagnóstico.
Lo que me dijo la médica fue: ‘Matías, estás sin diagnóstico
médico debido a que, lo que te habíamos diagnosticado, hoy no lo
vemos en ti y estamos confundidos con tu caso, es por eso que
vamos a seguir haciéndote estudios para saber qué problema
tuviste’.

Lo único que sé es que en mi momento de desesperanza, Dios


me dio fe, aquello que me prometió lo cumplió y hoy llevo una
vida plena.

¡Puedo hacer absolutamente de todo! Hoy juego al fútbol, ando en


bicicleta, corro el colectivo, salto, estudio, trabajo. Estoy sano por
dentro y por fuera. Mi fe llegó al límite y allí fue cuando conocí el
poder del amor de Dios por mí.
1. Este testimonio fue escrito por Matías. Creemos que es muy importante que forme
parte de este libro. Hoy Matías es líder de células de niños, y sirve fielmente en la
iglesia.
Aplicación práctica de
las 3 áreas
E
n los capítulos anteriores hablamos sobre las tres áreas.
Ahora estamos listos para hacer un análisis personal y pensar
en qué área nos encontramos. Debemos recordar que estas
áreas
interactúan entre sí y que nunca podemos estar solo en una de
ellas.
Veamos un ejemplo: Algo nos genera enojo (estamos en el área
1). Pero, recordamos que la Biblia dice: ‘No se ponga el sol sobre
tu enojo’. Cuando esta palabra viene a nuestra mente (pasa del
frízer al microondas) ya tenemos la manera de salir del área 1
(porque esta palabra la recibo en el área 2). Si de manera
inmediata la obedezco, hago lo que sea necesario para salir de ese
enojo ese mismo día, ya me trasladé al área 3 (el área de la fe, de
la obediencia), la cual me permitirá prepararme para vivir un
milagro. En esta última área sucede todo lo sobrenatural de Dios,
las señales, los portentos, las sanidades, la liberación…
Por la fe
En las páginas siguientes podrás anotar cuáles son las emociones
negativas (área 1) por las que atraviesas. La Palaba de Dios que
usarás para neutralizar esa emoción (área 2). Y, por último, la
victoria que obtendrás por haber entrenado y obedecido la rhema
de Dios.
Ahora, lee el siguiente pasaje:
Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo
que no se ve.
Porque por ella alcanzaron buen testimonio los antiguos. Por la fe
entendemos haber sido constituido el universo por la palabra de
Dios, de modo que lo que se ve fue hecho de lo que no se veía.
Por la fe Abel ofreció a Dios más excelente sacrificio que Caín,
por lo cual alcanzó testimonio de que era justo, dando Dios
testimonio de sus ofrendas; y muerto, aún habla por ella. Por la fe
Enoc fue traspuesto para no ver muerte, y no fue hallado, porque
lo traspuso Dios; y antes que fuese traspuesto, tuvo testimonio de
haber agradado a Dios. Pero sin fe es imposible agradar a Dios;
porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y
que es galardonador de los que le buscan. Por la fe Noé, cuando
fue advertido por Dios acerca de cosas que aún no se veían, con
temor preparó el arca en que su casa se salvase; y por esa fe
condenó al mundo, y fue hecho heredero de la justicia que viene
por la fe. Por la fe Abraham, siendo llamado, obedeció para salir
al lugar que había de recibir como herencia; y salió sin saber a
dónde iba. Por la fe habitó como extranjero en la tierra prometida
como en tierra ajena, morando en tiendas con Isaac y Jacob,
coherederos de la misma promesa; porque esperaba la ciudad que
tiene fundamentos, cuyo arquitecto y constructor es Dios. Por la
fe también la misma Sara, siendo estéril, recibió fuerza para
concebir; y dio a luz aun fuera del tiempo de la edad, porque
creyó que era fiel quien lo había prometido. Por lo cual también,
de uno, y ése ya casi muerto, salieron como las estrellas del cielo
en multitud, y como la arena innumerable que está a la orilla del
mar. Conforme a la fe murieron todos éstos sin haber recibido lo
prometido, sino mirándolo de lejos, y creyéndolo, y saludándolo,
y confesando que eran extranjeros y peregrinos sobre la tierra.
Porque los que esto dicen, claramente dan a entender que buscan
una patria; pues si hubiesen estado pensando en aquella de donde
salieron, ciertamente tenían tiempo de volver. Pero anhelaban una
mejor, esto es, celestial; por lo cual Dios no se avergüenza de
llamarse Dios de ellos; porque les ha preparado una ciudad. Por
la fe Abraham, cuando fue probado, ofreció a Isaac; y el que
había recibido las promesas ofrecía su unigénito, habiéndosele
dicho: En Isaac te será llamada descendencia; pensando que Dios
es poderoso para levantar aun de entre los muertos, de donde, en
sentido figurado, también le volvió a recibir. Por la fe bendijo
Isaac a Jacob y a Esaú respecto a cosas venideras. Por la fe Jacob,
al morir, bendijo a cada uno de los hijos de José, y adoró apoyado
sobre el extremo de su bordón. Por la fe José, al morir, mencionó
la salida de los hijos de Israel, y dio mandamiento acerca de sus
huesos. Por la fe Moisés, cuando nació, fue escondido por sus
padres por tres meses, porque le vieron niño hermoso, y no
temieron el decreto del rey. Por la fe Moisés, hecho ya grande,
rehusó llamarse hijo de la hija de Faraón, escogiendo antes ser
maltratado con el pueblo de Dios, que gozar de los deleites
temporales del pecado, teniendo por mayores riquezas el vituperio
de Cristo que los tesoros de los egipcios; porque tenía puesta la
mirada en el galardón. Por la fe dejó a Egipto, no temiendo la ira
del rey; porque se sostuvo como viendo al Invisible. Por la fe
celebró la pascua y la aspersión de la sangre, para que el que
destruía a los primogénitos no los tocase a ellos. Por la fe pasaron
el Mar Rojo como por tierra seca; e intentando los egipcios hacer
lo mismo, fueron ahogados. Por la fe cayeron los muros de Jericó
después de rodearlos siete días. Por la fe Rahab la ramera no
pereció juntamente con los desobedientes, habiendo recibido a los
espías en paz.
Hebreos 11.1–31 (énfasis añadido)

Las áreas en tu vida


En Hebreos 11.1–31 aparece 19 veces la expresión ‘por la fe’.
Únete a nuestros antecesores en Cristo y describe lo que
alcanzarás por la fe.

Por la fe, yo, (anota tu nombre)

Área 1
Escribe cuáles son las emociones negativa que a partir de ahora
vas a poner en control del Espíritu Santo. Luego, anota cómo las
vas trabajando según lo que has aprendido hasta ahora. Para
avanzar hacia el área 2 te recomiendo que leas y respondas
primero la sección de preguntas para profundizar.

Área 2
¿Qué cosas has aprendido que podrán ayudarte en aquello que te
propones alcanzar?, ¿qué estás haciendo para aprender más acerca
de Dios?

Área 3
Ahora es tiempo de que te posiciones en el área 3 y hagas una
declaración escrita para vivir tu fe al límite.

Preguntas para profundizar


el conocimiento
1. ¿Vives solo guiado, guiada por tus emociones? ¿Reflexionas o
reaccionas? (Capítulo ‘Área de las emociones’)
2. Un jugador de fútbol interviene en 40–50 partidos en un año,
sin embargo, entrena 320 días (Capítulo ‘Área del espíritu y de la
fe’). ¿Cómo haces para entrenarte?

3. ¿Por qué es importante aprender y almacenar la Palabra de


Dios en tu mente? ¿Qué necesitas para entrar en la libertad de tus
emociones tóxicas? (Capítulo ‘Área del espíritu y de la fe’).

4. Repasando el accionar de Jesús con la mujer cananea, ¿por qué


piensas que él no le da en forma inmediata lo que ella pide?
(Capítulo ‘Fe al límite en la Biblia’).

5. Jesús invita a Pedro a caminar sobre la palabra rhema,


¿qué quieres, qué necesitas que Jesús haga por ti?
(Capítulo ‘Jesús desafía nuestra fe’).

6. ¿Para qué fuimos hechos? ¿Cuáles son los impedimentos que


Jesús puede usar hoy como oportunidad para hacer milagros en tu
vida? (‘Cómo leer este libro’ y capítulos ‘Fe al límite en la Biblia’
y ‘Fe al límite hoy en día’).
7. ¿Alguna vez sentiste desánimo?, ¿miedo? De acuerdo con lo
que aprendiste, ¿qué se experimenta en tiempos de dificultad?
(Capítulo ‘Desarrolla poderosamente tu fe’).

8. ¿Qué tienes que hacer para desarrollar tu fe? Podrías repasar


los pasos a seguir en el capítulo ‘Desarrolla poderosamente tu fe’
cuando comparamos la vida con una carrera.

9. ¿Dónde está puesta tu fe? ¿Por qué necesitas ejercitar el


dominio propio? (Capítulo ‘Desarrolla poderosamente tu fe’).

10. Explica por qué el autor hace referencia a ‘una relación


inversamente proporcional’. ¿Cuáles son las acciones a tomar
para vivir enfocado, enfocada en Jesús? (Capítulo ‘Desarrolla
poderosamente tu fe’).

Oración de bendición
Padre Dios, quiero darte gracias por este maravilloso regalo que
es la vida.Te pido perdón porque muchas veces no resolví los
problemas usando ese don tan maravilloso que se llama fe.
A partir de este día tomo la decisión de ser más sensible a la voz
de tu Espíritu Santo basándome únicamente en tu Palabra escrita
(la Biblia).
Como dice el libro de Filipenses, yo decido poner mi confianza,
en ti, sabiendo que Aquel que comenzó en mí ‘la buena obra la
perfeccionará hasta el día de Jesucristo’ (1.6).
Señor ayúdame para que las emociones nunca me confundan y el
conocimiento no juegue en mi contra porque sé que hay un solo
lugar donde me creaste para vivir. Ese lugar es el área del Espíritu
y aun en medio de mis circunstancias más difíciles viviré como el
justo, experimentaré victorias y alcanzaré a desarrollar mi fe al
límite.
Todo esto lo haré para gloria y honra tuya.
En Cristo Jesús. Amén y amén.
Epílogo: Corramos con paciencia
E
stimado lector, estimada lectora, estoy convencido de que
cuando antes entendamos las propuestas de Dios, antes
llegaremos a la metas y esto será con menor sufrimiento y
mayor felicidad. Es por eso que me parece fundamental cerrar con
un última reflexión sobre la carrera de la vida. Recordemos el
pasaje de Hebreos sobre el que trabajamos en el capítulo
‘Desarrolla poderosamente tu fe’:
Por tanto, nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan
grande nube de testigos, despojémonos de todo peso y del pecado
que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos
por delante, puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la
fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz,
menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de
Dios.
Hebreos 12.1–2
Es importante que recordemos que hemos nacido en pecado.
David lo relataba así: ‘He aquí, en maldad he sido formado, y en
pecado me concibió mi madre’ (Salmos 51.5). Pero no todo está
perdido. Frente a esta realidad, Hebreos 12.1–2 nos propone
despojarnos de todo peso y del pecado que nos asedia y correr
con paciencia la carrera. Cuando seguimos este consejo (y lo
hacemos de forma continua en nuestra vida), entramos en ‘la
carrera’.
Notemos que Hebreos no habla en plural, no dice ‘varias
carreras’, sino ‘la carrera’; se trata de una sola y única carrera y
de una meta. ‘Corramos’ es una invitación para ti y para mí.
Ahora, me gustaría que veamos otra traducción de este pasaje,
que puede ayudarnos a entenderlo mejor (marcaré en cursiva el
nuevo aspecto que esta nos brinda. La Nueva Traducción Viviente
dice: ‘La carrera que Dios nos ha puesto por delante’. Esta
traducción añade que el Señor es quien nos ha puesto ‘en carrera’.
Esto es tremendamente significativo y muy esperanzador; yo no
me inscribí para correr, Dios lo hizo por mí. Sabemos que todo lo
que él hace es para mi bien, así que si Dios nos anotó para correr,
eso debe darnos la plena seguridad de que alcanzaremos la meta.
Todos los que hemos sido llamados por el Señor necesitamos
entender en nuestro espíritu (porque en la mente ya lo sabemos)
que de nada sirve correr si no alcanzamos la meta. Debemos
‘correr para alcanzar el premio’. El Apóstol Pablo dice: ‘He
acabado la carrera’ (2 Timoteo 4.7). Jesús lo expresa de esta
manera: ‘He acabado la obra que me diste que hiciese’ (Juan
17.4b). Tanto nuestro Señor como el apóstol Pablo nos enseñan lo
mismo: En el Reino todo lo que se comienza se debe terminar.
Sería muy importante encontrar todos los días un tiempo para
meditar esta palabra. Pues nos ayudará a no claudicar en el
camino.
Permíteme mostrarlo así (haré una paráfrasis): Corramos la
carrera en la que Dios nos inscribió. La que nos da la seguridad
de alcanzar la meta, mirando a Jesús, el único camino. Corramos
aceptando la propuesta maravillosa que nos da el Espíritu Santo,
mientras permitimos que la paciencia (uno de los frutos) cada vez
sea mayor en nosotros.
Mientras corres, experimentarás, aumentarás tu resistencia,
correrás con esperanza, nunca te faltará la constancia y la
perseverancia. Por otro lado está la promesa… ‘esta guardada la
corona de justicia, la cual [nos] dará el Señor’ (2 Timoteo 4.8).
Te sorprenderás de encontrar en el camino a tantos que corren.
Te estimulará saber que, en Jesús, ya está terminada la obra, Él
dijo ‘consumado es’ (Juan 19.30). ¡Animo! … No se dormirá el
que te guarda (Salmos 121.4).
Corramos, perseveremos, disfrutemos… y no olvidemos que,
como dice Hebreos 12.1:
Hay sobre nosotros una gran nube de testigos.
Table of Contents
FAL_Portada
FAL_Legales
FAL_Contenido
FAL_Introduccion
FAL_Como leer este libro
FAL_01 Relacion no religion
FAL_02 Area de las emociones
FAL_03 Area del conocimiento
FAL_04 Aprender todo el tiempo
FAL_05 Area del espiritu y de la fe
FAL_06 Fe al limite en la Biblia
FAL_07 Una fe que crece
FAL_08 Jesus desafia nuestra fe
FAL_09 Desarrolla poderosamente tu fe
FAL_10 Fe al limite hoy en dia
FAL_11 Aplicacion practica de las 3 areas

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