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Revolución de 1904

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Revolución de 1904

Fecha 1904

Lugar  Uruguay

Conflicto
La Revolución blanca de 1904 fue la última
patriada al estilo del siglo XIX, y movilizó a un
número elevadísimo de combatientes de todas las
clases sociales, en un país que no superaba el
millón de habitantes. Expresó, por un lado, el
deseo gubernamental de recuperar la unidad
política del Uruguay; y, por otro, como en 1897,
manifestó la aspiración de los blancos de gozar de
garantías electorales –representación de minorías,
voto secreto– y transparencia administrativa.

La última gran guerra civil uruguaya marcó el


ocaso de una cultura de raíz rural, ganadera e
independiente. Tras la paz se inició el poderoso
ciclo del Batllismo, que signó la historia del
Uruguay durante al menos cinco
décadas.Revolución de 1897.
Resultado Victoria del Partido Colorado, que gobernaba
Uruguay. Los nacionalistas sublevados obtuvieron
una amnistía general y una promesa de reforma
constitucional que contemplase sus
reivindicaciones.

Beligerantes
 Partido Nacional  Uruguay

Comandantes
Aparicio Saravia Pablo Galarza

Fuerzas en combate
9.000 -15.000
1 2
25.00023-36.0001
(probablemente 12.000)1

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La Revolución de 1904 fue la última guerra civil que se vivió en el Uruguay,


así como la más sangrienta y decisiva en la suerte del país en el siglo XX, cuya
finalización determinó, entre otras consecuencias, un nuevo orden como la
imposición de los valores eminentemente urbanos e intelectualistas –
encarnados por José Batlle y Ordóñez– sobre la cultura del caudillismo rural
imperante desde la independencia hasta aquel momento representado
por Aparicio Saravia.

Índice

 1Introducción
 2Tensión de las posturas o paz armada
 3Inminente estallido de la guerra civil
o 3.1El incidente de Rivera
o 3.2Búsqueda infructuosa de la paz
o 3.3Confirmación del conflicto
 4Comienzos
o 4.1Amague sobre la capital
o 4.2Desastre de Guayabos y búsqueda de Galarza
o 4.3Crisis en el ejército blanco
o 4.4Provisiones revolucionarias y las últimas cartas de Batlle
o 4.5Muerte de Saravia y fin de la guerra civil
 5Fuentes
 6Referencias
 7Enlaces externos

Introducción[editar]
El 1 de marzo de 1903 José Batlle y Ordóñez, líder emergente del Partido
Colorado, fue elegido Presidente de la República con los votos de una fracción
disidente del Partido Nacional –En Uruguay hasta 1922 las elecciones
presidenciales eran indirectas, es decir, votaban los miembros del Parlamento–
encabezada por Eduardo Acevedo Díaz, quien pronto opinaría que Saravia, del
que fue secretario en la Revolución de 1897, “no es más que un pobre gaucho,
engreído y camorrista, antes que belicoso”.
Batlle tenía la intención de denunciar el Pacto de la Cruz –que puso fin a
la Revolución de 1897 y que concedió al Partido Nacional el control político de
seis departamentos–, según lo había proclamado antes de su elección: “La
aspiración de la próxima lucha electoral debe ser el gobierno del partido. La
consecuencia necesaria del triunfo de ese principio debe ser la reconquista de
los departamentos”. En ese plan, el 12 de marzo Batlle designó ser intendente
de Las Piedras y jefes político departamental, entre ellos seis blancos –
nacionalistas–, pero dos (Rivera y San José) los adjudicó al grupo de Acevedo
Díaz, que había sido expulsado del partido. Como fue la última Guerra civil fue
nombrada la paz de Acegua.

Tensión de las posturas o paz armada[editar]


El caudillo blanco ordenó de inmediato al Jefe Político de Rivera, Carmelo
Cabrera, que no entregara el poder. El departamento de Rivera, fronterizo
con Brasil, era una base fundamental y fuente de pertrechos militares para las
guerrillas militares del Partido Nacional. El 16 de marzo Saravia reunió unos
15.000 hombres en pie de guerra “La demostración armada”.
Después de una dramática negociación, llevada a cabo por Alfonso Lamas –
hermano de Diego Lamas y médico personal de Batlle– y José Pedro Ramírez,
el 22 de marzo se llegó a un acuerdo –el Pacto de Nico Pérez– que evitó la
guerra civil: el Partido Nacional controlaría Rivera y otros cuatro
departamentos, pero Batlle designaría el jefe político de San José sin consultar
al Directorio blanco.
El 30 de marzo fue una jornada de apoteosis para Saravia: concentró y luego
dispersó unos 15.000 hombres, casi todos jinetes,2 en la población de Nico
Pérez, departamento de Florida. Durante el resto de 1903 Batlle mejoró
el Ejército, al que dotó de fusiles Máuser e incorporó ametralladoras Colt y
cañones Canet de 75 milímetros.
Batlle y Saravia, quienes nunca llegarían a verse los rostros, se comunicaban a
través de José Pedro Ramírez que, por su espíritu conciliador, suavizaba las
posturas de ambos, con lo cual generó equívocos y, consecuentemente,
contribuyó a precipitar las tensiones. Actuaban, además, sectores y grupos que
querían la guerra sin importar las consecuencias.

Inminente estallido de la guerra civil[editar]


El incidente de Rivera[editar]
La situación se había tensionado al tal extremo, desde la “protesta armada” de
1903, que bastaba una chispa para hacer estallar la tormenta. Y esa chispa la
encendió un incidente de borrachos acontecido en la ciudad de Rivera. El jefe
político de la ciudad era, desde 1903, Carmelo Cabrera, uno de los líderes más
prestigiosos del Partido Nacional y hombre estrechamente vinculado a Aparicio
Saravia. Venía teniendo Cabrera problemas con los brasileños, que transitaban
por entonces, en particular en Río grande do Sul, por una situación política
tensa. El 16 de marzo de 1903, mientras se desarrollaba la “protesta armada”,
y cuando el jefe político de Rivera aún era Abelardo Márquez, gente en armas
del caudillo João Francisco Pereira de Souza había irrumpido en la oriental y
había destruido las instalaciones de dos periódicos publicados por los federales
adversarios de este, en la ciudad oriental: O Maragato y O Canabarro. En
aquella violenta acción habían muerto algunos de los responsables de estas
publicaciones. Si bien Saravia mantenía excelentes relaciones con João
Francisco, se molestó y mucho ante esta violación de la soberanía nacional, y
sustituyó a Márquez por Cabrera. Este no estaba dispuesto a permitir una
repetición de este episodio.
El domingo 1 de noviembre de 1903 hubo un incidente en el curso del cual un
ciudadano brasileño llamado Gentil Gomes cometió diversos desmanes. No era
la primera vez; Gomes había sido uno de los cabecillas de la irrupción de
marzo. En estas circunstancias, Carmelo Cabrera metió en cárcel al revoltoso y
a algunos de sus secuaces. Pero poco tiempo después se reunieron en la
frontera unos 400 hombres de João Francisco, encabezados por Ataliva
Gomes, alcalde de Santa Ana do Livramento y hermano del protagonista de los
incidentes. Ataliva Gomes exigió perentoriamente la liberación de los
detenidos.
Cabrera, que contaba con poco más de 100 hombres en armas, intento
negociar con los brasileños y liberó a todos los detenidos, menos precisamente
a Gentil Gomes, que estaba en la cárcel por disposición judicial. Pero Ataliva
pretendía, concretamente, que se devolviesen la libertad a su hermano, y la
reunión fue en extremo tensa; incluyó un intento de agresión al propio jefe
político, que estuvo a punto de ser asesinado y se salvó por la intervención
de Bernardino Pereira de Souza, hermano de João Francisco. Ante la firmeza
de Carmelo Cabrera, los brasileños entraron en Rivera en actitud francamente
agresiva. El jerarca oriental, entonces, dispuso a sus tropas en formación de
combate y telegrafió a José Batlle y Ordóñez para informarlo de la situación y
pedir auxilios. El presidente ordenó no liberar a Gomes y envió al departamento
dos regimientos de caballería.
A medianoche, mientras se cruzaban disparos, uno de los custodios de Gentil
Gomes lo puso en libertad y se fue con él a territorio brasileño. Con ese hecho
debió por darse por concluido el incidente; pero el 2 de noviembre entraron en
Rivera los dos regimientos enviados por el gobierno y se instalaron en
Tranqueras. El día 3 el directorio del Partido Nacional, presidido por el
doctor Alfonso Lamas, pidió la retirada de esas tropas, dado que el motivo que
había determinado su entrada en Rivera estaba superado. El presidente se
negó en redondo; era su derecho constitucional enviar tropas a cualquier zona
del país, y no admitía compromiso alguno al respecto. Para peor, Carmelo
Cabrera logró descifrar un mensaje en clave del ministro de Guerra,
general Eduardo Vázquez, por el que daba instrucciones a los jefes militares
instalados en Tranqueras de que estuviesen listos para combatir en caso de
que se pretendiera expulsarlos del departamento violentamente. Enterado
Aparicio Saravia de estos hechos, se reunió con Lamas y otros miembros del
directorio; acordaron poner un plazo límite a la permanencia de las fuerzas del
Ejército en Rivera. Si para el 15 de enero de 1904 no se habían retirado, se
enviaría un ultimátum al presidente.
Búsqueda infructuosa de la paz[editar]
Según el escritor Lincoln Maiztegui Casas, el presidente que consideraba
propicio aquel momento para librar una guerra, que veía como inevitable,
decidió aprovechar la coyuntura para provocarla y definir de una vez la tensa
situación política. Batlle, ordenó el movimiento de tropas en todo el país y el 29
de diciembre empezó a enviar tropas al interior del Uruguay, incluidos los
departamentos blancos. El Directorio consideró anulados todos los acuerdos y
Saravia dio órdenes de movilización, aunque evitando de momento los
enfrentamientos, también Batlle detuvo a algunos dirigentes blancos en
Tacuarembó. El directorio comunicó a Batlle, a través de Gonzalo Ramírez, que
consideraba violado el pacto de Nico Pérez.
En ese contexto, el 1 y 2 de enero de 1904 Martín C. Martínez –blanco
disidente, ministro de Hacienda– Aureliano Rodríguez Larreta, José Pedro
Ramírez y Gonzalo Ramírez buscaron frenéticamente y por todos los medios
un acuerdo.
En medio de febriles negociaciones, el 3 de enero Batlle comunicó, a través de
su ministro Martín C. Martínez, que si se llegaba a un acuerdo electoral entre
ambos partidos, no tendría necesidad de tener acampados los regimientos en
las cuchillas y los haría volver a sus cuarteles. El 5 de enero Rodríguez Larreta
se entrevistó en Melo (Cerro Largo) con Saravia, que aceptó la propuesta
presidencial. A las 72 horas el intermediario comunicó a Martín C. Martínez que
la paz era un hecho; pero cuando el ministro habló con el presidente este
respondió con una frase: “Ya es tarde”. Era el 8 de enero de 1904, y aquel
tajante veredicto significaba la guerra.
Confirmación del conflicto[editar]

José Batlle y Ordóñez.

De inmediato la Policía comenzó a detener dirigentes blancos en todo el país.


“El gobierno se ha sublevado” repetían los nacionalistas en el interior uruguayo.
El 3 de enero un grupo de 70 blancos había rechazado a la Caballería
gubernista liderada por Pablo Galarza, que por órdenes de Batlle se proponía
tomar Trinidad; estos primeros tiroteos provocaron a su vez las primeras bajas.
El 8 de enero, enterado de la respuesta del presidente, Saravia ordenó la
movilización general.
A lo largo de la campaña, que duraría ocho meses, unos 12.000 1 a 15.0002
guerrilleros blancos desafiaron a las 36.000 tropas gubernamentales, 1
repitiendo la táctica usada en la revolución de 1897: movimiento permanente,
batallas ocasionales seguidas de retiradas, recibo de pertrechos desde Brasil y
Argentina y extender el enfrentamiento hasta que el gobierno –agotado– acepte
negociar.
Batlle –un líder de notable autoridad y decisión– se sirvió de un Ejército mejor
organizado y armado que el de 1897, empleó bien los recursos modernos como
el ferrocarril, el telégrafo y las nuevas armas, y adoptó medidas de insólita
severidad: leva en masa para servir en las Guardias Nacionales, interdicción de
bienes privados, lugares de reuniones y órganos de prensa. Batlle dirigió
personalmente los movimientos militares y dividió a sus tropas en dos grandes
cuerpos: el del Sur, liderado por Justino Muniz, y el del Norte, comandado
por Manuel Benavente.

Comienzos[editar]
Los primeros enfrentamientos se dieron en el Departamento de Rivera, en el
cual Carmelo Cabrera resistió la entrada de las fuerzas coloradas e hizo
explotar los puentes que permitían el paso del ferrocarril. El 9 de enero Aparicio
atacó una fuerza colorada de pequeño tamaño poniéndola en desbandada,
marchando hacia el Sur de inmediato sobre las fuerzas de Justino Muniz, que
salió con tan solo 3.000 hombres contra los 9.000 de su enemigo
emprendiendo la retirada por consejo de José Saravia, hermano colorado del
caudillo nacionalista, en dicha retirada se produjeron algunas escaramuzas
menores en los parajes de La Ternera, Las Pavas y Sierra de Sosa. Batlle de
inmediato envió 6.000 hombres para respaldar a las fuerzas de Muniz,
produciéndose el 14 de enero el primer combate de gran amplitud, en la Batalla
de Mansavillagra, actual departamento de Florida. La gran capacidad de fuego
de las tropas coloradas, destrozo las barricadas de Aparicio y este debió
retirarse.
En retirada hacia el Norte, el 15 de ese mes los revolucionarios fueron batidos
en el pueblo de Illescas, en el límite departamental de Florida y Lavalleja.
Durante siete días los blancos huyeron hacia Melo. A lo largo de 200 kilómetros
Muniz persiguió a Saravia, que se dirigía hacia la capital cerrolarguense, con
ánimo de traspasar la frontera. En el trayecto se suscitaron algunas
escaramuzas, pero el ejército blanco consiguió llegar a Melo. El 21 de enero, al
frente de 15.000 hombres, Saravia atravesó la ciudad de Melo, luego dividió a
sus tropas en tres grupos y aparentó internarse en Brasil.
Pronto la calle se llenó de hombres gesticulantes, barbudos y harapientos, que pasaban en
nerviosos caballos peludos gritando cosas que yo no entendía. Uno se detuvo un momento, dio a mi
madre una carta, recibió de ésta un paquete y volvió a sumarse al desfile ruidoso, que parecía
interminable. (…) Los blancos eran hombres desaseados, roncos y desagradables. Las banderas,
descoloridas y en jirones, carecían de grandeza. Decididamente, la guerra era para mí cada vez
más incomprensible.
Juana de Ibarbourou, Chico Carlo.

Muniz envió al gobierno noticias de victoria. Pero mientras Muniz perseguía a


Basilio Muñoz hacia el Norte, Saravia –más un guerrillero astuto que un buen
jefe de un ejército formal– giró hacia el sur, atravesó a marchas
forzadas Lavalleja y Florida y llegó hasta el río Santa Lucía. Los revolucionarios
obtuvieron una sorpresiva victoria en la batalla de Fray Marcos el 31 de enero y
el camino hacia Montevideo pareció expedito.
Amague sobre la capital[editar]

Aparicio Saravia.

En la capital cundió el pánico y Batlle ordenó cavar trincheras en Paso Molino y


reforzar la Casa de Gobierno. Pero la toma de Montevideo no estaba en los
planes de Saravia –consciente de sus debilidades y relativa indisciplina de sus
guerrillas–, pues las intactas tropas del Ejército que estaban en el interior del
país lo encerrarían fácilmente. Tras pasar por el departamento de
Canelones marchó abierto en un amplio abanico hacia el litoral del río Uruguay,
en procura de armas que serían enviadas por la Junta de Guerra formada
en Buenos Aires, esta vez con el respaldo del Directorio partidario.
A Saravia, se lo recuerda en un diario de viaje de su campaña, dirigirse desde
el camino de la cuchilla de Peralta, haber cruzado el río Queguay, por la
calzada de Paso del Sauce y hacia el norte, pasó, por la estancia Buen Retiro,
de Francisco León Barreto (Paysandú, 27.02.1904). Luego de describir el sitio,
continuó su viaje, subestimando la rapidez de la persecución de Muniz y,
sorprendido, fue derrotado en la batalla de Paso del Parque el 2 de marzo,
sobre el río Daymán. Se enfrentaron 10.000 de sus hombres contra 7.000
soldados.4 Perdió muchos hombres y pertrechos pero logró escapar. El 13 de
marzo los revolucionarios ingresaron a la ciudad de Rivera, donde se
reorganizaron y reunieron 15.000 hombres2 pero solo la mitad estaban
armados.5 Sus enemigos por su parte tenían 12.000 hombres en operaciones,
con mejor entrenamiento y equipo.6 Luego marcharon hacia el sureste,
cruzaron el río Negro por un puente flotante diseñado por Carmelo Cabrera,
atravesaron los departamentos de Treinta y Tres, Florida y Lavalleja y el 13 de
mayo ingresaron a Minas.
Tras una escaramuza con Muniz en el paso de los Carros del río Olimar
Grande (20 de mayo), Saravia ordenó la retirada hacia el norte. Una vez más
Muniz no lo persiguió, lo que provocó la ira de Batlle, quien lo sustituyó por
Galarza como jefe del Ejército del Sur. Paralelamente el presidente solicitó al
gobierno de Estados Unidos, a través de su embajador en Washington,
Eduardo Acevedo Díaz, que presionara a Brasil y Argentina para que evitaran
proveer de pertrechos a los revolucionarios.
Desastre de Guayabos y búsqueda de Galarza[editar]
Acampado sobre el río Negro, Saravia envió una columna al mando de
Abelardo Márquez hacia Bella Unión, para que recogiese 1700 fusiles y
250.000 cartuchos que la Junta de Guerra había logrado comprar en Buenos
Aires, con la tolerancia casi cómplice del presidente Julio Argentino Roca.
Márquez cumplió el encargo, pero recibió del enviado de la Junta, Carlos Berro,
la orden de tomar la ciudad de Salto, que esperaban convertir en “capital
revolucionaria” y así obtener el reconocimiento internacional como banda
beligerante, en igualdad con el gobierno de Montevideo. Márquez fue
rechazado en Salto y el 6 de junio, en la batalla de Guayabos, perdió todo el
armamento.
Saravia mantuvo el desastre en secreto, y después de una reunión de jefes, se
resolvió atacar directamente al Ejército del Sur de Galarza, estacionado
en Cerro Largo. La batalla de Tupambaé –más de 2300 muertos y heridos–,7 la
más sangrienta de la guerra civil junto con la batalla de Masoller, se peleó el 22
y el 23 de junio; a ambos bandos se les agotaron las municiones 8 y los blancos
se retiraron. La llegada de los heridos a Montevideo avivó el clamor y las
presiones por una paz negociada, hipótesis que el gobierno no descartó.
Crisis en el ejército blanco[editar]

Comisión encargada del pago a las tropas del ejército revolucionario.

En el campo revolucionario las cosas no estaban mejor: Gregorio Lamas


sostenía que la derrota por falta de armas y municiones era inminente. Saravia
envió entonces hacia el Norte el grueso de su desharrapado “Ejército
Nacional”, en busca de armas que proporcionaría Joāo Francisco Pereira de
Souza y, al frente de una pequeña fuerza, emprendió una insólita persecución
de Galarza. Este, escaso de armas y sin el conocimiento cabal de la situación,
no presentó batalla y continuó retirándose hacia el sur, hasta que en el arroyo
de las Pavas recibió pertrechos y dio la vuelta.
Saravia giró hacia el norte, para lo cual atravesó el río Negro sobre otro puente,
el mayor –medía 305 metros– construido por Carmelo Cabrera sobre el paraje
de Picada de Osorio, en Cerro Largo. El caudillo blanco se mostraba entonces
deprimido:
Este ejército me abruma… Si yo pudiera quedarme con tres mil hombres armados aquí, en el Sur, y
mandar la gente desarmada al Norte. Pero en quién confiar….

También por esos días diría:


No tengo quién me ayude, y tendré que hacerme matar para morir con gloria….
Provisiones revolucionarias y las últimas cartas de
Batlle[editar]
Los blancos se unieron en Rivera y todos marcharon de inmediato hacia el
litoral del río Uruguay, donde debían recibir otra partida de armas. Batlle quitó a
Benavente el mando el ejército del norte y designó a Muniz; este acampó
en Tranqueras, con la misión de detener el paso de los revolucionarios hacia el
oeste, pero Saravia lo eludió y entró al departamento de Artigas el 12 de
agosto, lo que motivó la dimisión de Muniz. Batlle, ya sin muchas opciones,
determinó que el ministro de Guerra y Marina, Eduardo Vázquez, tomase el
relevo, cosa que hizo hacia el 27 de agosto.
Los revolucionarios ocuparon Bella Unión el 20 de agosto y con unas 50
chalanas y botes de remo atravesaron el río Uruguay hacia la ciudad correntina
de Monte Caseros, donde recogieron 1.288 fusiles, 700.000 cartuchos y dos
viejos cañones Krupp. Con una moral muy elevada, los blancos se aprestaron a
librar un combate que podía ser decisivo: en ese momento eran 6500 hombres,
a los que se sumaban unos 13 000 que poseían apenas armas blancas y
algunas viejas pistolas.
El 24 de agosto Saravia recibió a un enviado de Batlle, João Baptista de Franca
Mascarenhas, militar y hacendado brasileño radicado en Uruguay quien
presuntamente le ofreció un acuerdo de paz y la administración de algunos
departamentos. En ese marco, Saravia dialogó con su hijo Nepomuceno:
-Nos ofrecen partir la naranja al medio y deseo llegar a Rivera para concretar.
-¿Y por qué no lo hace acá?
-Porque si falla el asunto, continuaremos la guerra hasta que el presidente
quiera. Y si nos toca desarmarnos, podemos devolver muchas armas a
nuestros amigos del Brasil.
Muerte de Saravia y fin de la guerra civil[editar]

Cartel con José Batlle y Ordóñez en primer plano que alude al fin de la Revolución de 1904.
Pero el 1 de septiembre, al hallar la vanguardia de Vázquez al mando de J.M.
Escobar firmemente parapetada tras largos cercos de piedra —las
denominadas mangueras—, los blancos decidieron combatir; se sentían más
fuertes que nunca y probablemente deseaban mejorar su posición en las
negociaciones de paz.
Sin embargo, la sangrienta Batalla de Masoller, que parecía favorable a los
revolucionarios, derivó en la dispersión y posterior derrota de los blancos
después de que Saravia fuese herido en el vientre por un disparo
de Mauser mientras recorría el frente a unos 200 metros de las líneas
enemigas –moriría nueve días después en territorio brasileño–. Algo a tener en
cuenta era el alcance de sus fusiles que ya no eran de 400 m sino de 1800 con
una tecnología muy similar a la de hoy, con esta ventaja a su favor los
francotiradores solo hicieron una descarga e hirieron de muerte a Aparicio que
revoleaba el pòncho en una cuchilla al alcance de estas formidables armas
para la fecha.
Cuando la tropa conoció la noticia, comenzó a dispersarse. Los jefes riñeron
entre sí y se llegó al extremo de ofrecerle el mando a João Francisco Pereira
de Souza, quien lo rechazó. Tampoco la delegación de un triunvirato de
caudillos —Basilio Muñoz, Juan José Muñoz y José González— pudo salvar la
situación; aquel era un ejército saravista y, muerto Saravia, perdió su cohesión
y mística.
Finalmente Basilio Muñoz firmó la Paz de Aceguá el 24 de septiembre de 1904,
que implicó una rendición; los sublevados obtuvieron solamente una amnistía
general y la vaga promesa de una reforma constitucional, que recién se lograría
en 1918. El resto de la tropa revolucionaria entregó las armas el 9 de
octubre en Nico Pérez, y a cambio recibió una pequeña retribución.
La Revolución de 1904 fue la última patriada al estilo del siglo XIX, y movilizó a
un número elevadísimo de combatientes de todas las clases sociales, en un
país que no superaba el millón de habitantes. Expresó, por un lado, el deseo
gubernamental de recuperar la unidad política del Uruguay; y, por otro, como
en 1897, manifestó la aspiración de los blancos de gozar de garantías
electorales –representación de minorías, voto secreto– y transparencia
administrativa.
La última gran guerra civil uruguaya marcó el ocaso de una cultura de raíz
rural, ganadera e independiente. Tras la paz se inició el poderoso ciclo
del Batllismo, que signó la historia del Uruguay durante al menos cinco
décadas.
Hagamos votos porque este dolor sea para nosotros una gran lección; porque no dirimamos ya
nuestras cuestiones en los campos de batalla, porque las dirimamos siempre alrededor de las urnas
(…). Acompañadme a dar una viva a los soldados de las instituciones… a dar un ¡hurra! Tan
doloroso como entusiasta por los que han caído en su defensa… y a explorar la suerte de los que
luchando por lo que ellos creían en un ideal patriótico… han caído también, extraviados en el no
siempre claro camino del deber.
José Batlle y Ordóñez, octubre de 1904.

Fuentes[editar]
 Peirano, Ricardo (2000 - 2002). Gran Enciclopedia
del Uruguay. Barcelona: Sol 90. OCLC 51576630.
 Blixen, Samuel ; Adami, Ángel (1905). Sangre de
hermanos. Montevideo ː Talleres A. Barreiro y
Ramos.

Referencias[editar]
1. ↑ Saltar a:a b c d e Anales de La Universidad, 1929, no. 125,
Montevideo: Universidad de la República, pp. 32
2. ↑ Saltar a:a b c d e Ruth Leger Sivard (1991). World Military
and Social Expenditures, 1996. Washington DC: World
Priorities, pp. 18. ISBN 978-0-91828-109-8.
3. ↑ Lino Leites. "La campaña militar de 1904". Boletín
Histórico del Ejército. Montevideo, 2006, No. 327-330, pp.
45
4. ↑ Leites, 2006: 61
5. ↑ Arturo Olivera Doll (2004).
[http://www.laondadigital.com/laonda/LaOnda/201-
300/202/A4.htm "Aparicio Saravia: siendo caudillo nunca
entró en Montevideo". La Onda. Consultado el 7 de
septiembre de 2012
6. ↑ Leites, 2006: 66
7. ↑ Wilfredo Pérez. "A Cien años de 1904. Parte VII". Diario El
País. Montevideo. 28 de abril de 2004. Consultado el 7 de
octubre de 2012.
8. ↑ Alejandro Sequeira. "Batallas que hicieron historia.
Montevideo". El País. 2005, pp. 40.

Enlaces externos[editar]
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