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ID: 000427994
El nacimiento de esta política se encuentra en los trabajos de Hansen y Lerner. Para Hansen “las
actuaciones fiscales deben preocuparse por mantener el nivel de actividad económica”. Para
Lerner, “los ingresos públicos, los gastos públicos y la deuda pública deben ser instrumentos
destinados a mantener un nivel alto y estable del empleo con precios constantes”. Parecido a la
política que conocemos hoy día en la cual, si la actividad económica cae, debe disminuirse la
imposición y aumentar el gasto público (déficit); y en el caso contrario, la política fiscal debe actuar
en sentido opuesto (superávit).
A corto plazo
b) En una situación inflacionista debida a un exceso de demanda agregada se aplica política fiscal
contractiva
• Reducción del gasto real del Estado en bienes y servicios.
• Reducción del gasto en transferencias.
• Aumento de los impuestos.
• Combinación de los tres medios anteriores conjuntamente o de sólo dos de ellos.
A largo plazo
a) Una vez logrado el pleno empleo, es necesario alcanzar una tasa de crecimiento que sea
consistente, a la vez, con la tasa más baja de paro posible y la mayor estabilidad de precios.
Para plantear este modelo debemos tener en cuenta unos actores: las familias y las empresas, que
efectúan gastos en consumo (C) y de inversión (I), y el Estado, que realiza gastos en bienes y
servicios e inversiones (G) y transferencias (R), percibiendo impuestos (T).
El hecho de que existan instrumentos fiscales no quiere decir que estos son influenciados por el
gobierno. Un estabilizador automático como “cualquier mecanismo del sistema económico que
reduce la intensidad de las recesiones y de las expansiones, sin que se produzca ningún cambio
deliberado en la política fiscal”.
EL FUNCIONAMIENTO DE LA POLÍTICA FISCAL KEYNESIANA: LA CUANTIFICACIÓN DE SUS
EFECTOS
Los estabilizadores económicos solo reducen la magnitud de las fluctuaciones en una economía,
pero esto no las evita ni las elimina, ante esto los gobiernos deciden si usar instrumentos fiscales
de manera discrecional o no, el problema es que no podría decir si la intensidad de ese
instrumento es el adecuado o no.
Para conocer precisamente esta intensidad, el primer indicador utilizado fue el signo y la cuantía
del saldo presupuestario efectivo o real, expresado como:
SP = T – G = tY – G
Acelerar o frenar es el dilema a la hora de tomar decisiones de política fiscal, en muchas ocasiones
e inyecta dinero a una economía debido a una crisis, pero una vez la situación se ha regulado, esa
inyección de dinero empieza a cobrar una cuenta de cobro. Un primer obstáculo de la política
fiscal es la falta de oportunidad por la rigidez de su aplicación, así que si actuar presenta la
existencia de retrasos encadenados en los siguientes eslabones: decisión de actuar; cambios en los
programas de ingresos/gastos públicos; cambios en la demanda siguientes a las medidas fiscales, y
alteraciones en el nivel de actividad económica en respuesta a los cambios en la demanda. El
punto de partida es comprobar cómo afecta a la producción una modificación del gasto público.
La política mixta se justifica bajo el argumento de que se debe coordinar las acciones monetarias
con las fiscales, es decir son interdependientes a dos niveles. Primero, porque determinan el nivel
de la demanda agregada. Así esto, una política monetaria más expansiva requiere una política
fiscal más restrictiva, y viceversa, además esta combinación logra ciertos objetivos
macroeconómicos como la composición de la demanda agregada.
Un gobierno debe equilibrar su gasto e ingreso, por el lado del gasto tenemos dos categorías
principales. La primera es el gasto público regular, G, que incluye tanto el consumo como la
inversión pública y los pagos por transferencias. La segunda se corresponde con el pago de los
intereses por la deuda pública acumulada en el pasado (iB). Desde los ingresos, la primera fuente
para financiar los gastos son los impuestos (T).
La manera en que el estado se puede financiar en caso de que exista un exceso de gasto sobre los
ingresos puede ser:
En la actualidad, este no es un tema ajeno a nosotros, tal como ha sucedido en el pasado, nos
encontramos atravesando a nivel global una crisis en la cual cada vez es más inevitable una
recesión económica, para ello, los gobiernos deben practicar políticas fiscales y monetarias que
permiten no eliminar las consecuencias de la recesión sino medidas que puedan amortiguar estas
consecuencias.
Para ello es importante tener en cuenta los siguientes planteamientos del capítulo:
Los estímulos fiscales deben servir para generar un impulso rápido de la demanda
agregada
La política fiscal de estímulo a la demanda debe ser estrictamente temporal y anunciar
previamente que cesará en cuanto las condiciones económicas muestren mejoras
sostenidas.
Los paquetes de medidas de estímulo deben poner su énfasis en las prioridades que son
consistentes con las mejoras estructurales para el crecimiento del propio país: innovación
y educación especialmente, sin desdeñar otros ámbitos.
La política de apoyo al empleo debe evitar las ayudas directas a las empresas, aunque sí
proporcionar incentivos temporales para que éstas mantengan sus trabajadores.
Evitar las ayudas indiscriminadas a grandes empresas en sectores tradicionales.
Conceder incentivos fiscales específicos o subsidios para evitar una caída importante en
los gastos en I+D+i durante la fase recesiva y preparar el terreno para obtener ganancias
de productividad para cuando llegue la recuperación.