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El documento describe la rivalidad entre las iglesias y la plaza de Almagro. Las imponentes iglesias comunicaban el poder de Dios, haciendo que los almagreños construyeran su propia plaza para recuperar su individualidad y perpetuar su memoria. Aunque ambos monumentos buscaban la eternidad, las iglesias estaban protegidas por Dios mientras que la plaza dependía solo del esfuerzo humano. Finalmente, la plaza y las iglesias lograron una armonía que las convirtió en maravillas del mundo.
Descripción original:
Título original
ORIGEN EPICO DE ALMAGRO JOSE ANTONIO ALCAIDE NEGRILLO 2
El documento describe la rivalidad entre las iglesias y la plaza de Almagro. Las imponentes iglesias comunicaban el poder de Dios, haciendo que los almagreños construyeran su propia plaza para recuperar su individualidad y perpetuar su memoria. Aunque ambos monumentos buscaban la eternidad, las iglesias estaban protegidas por Dios mientras que la plaza dependía solo del esfuerzo humano. Finalmente, la plaza y las iglesias lograron una armonía que las convirtió en maravillas del mundo.
El documento describe la rivalidad entre las iglesias y la plaza de Almagro. Las imponentes iglesias comunicaban el poder de Dios, haciendo que los almagreños construyeran su propia plaza para recuperar su individualidad y perpetuar su memoria. Aunque ambos monumentos buscaban la eternidad, las iglesias estaban protegidas por Dios mientras que la plaza dependía solo del esfuerzo humano. Finalmente, la plaza y las iglesias lograron una armonía que las convirtió en maravillas del mundo.
atributos, e, igualmente, su capacidad artística sólo se podría tra-
ducir en espléndidas y enormes construcciones con las que comu-
nicar un omnímodo pero pavoroso poder. Entonces la escasa porción de indiferencia con que el alma- greño pudiera enfrentarse a estas iglesias se extinguiría por com- pleto al obtener la certidumbre sobre quién era el autor de las mismas. Era Dios, una revelación como para inquietar al paisano más despreocupado, para comprender su relevo a un plano secun- dario de anonimato que aceptaría el fracaso de su anterior com- bate sin la humillación en que la igualdad de fuerzas presunta- mente imaginada le había colocado. Por otra parte, este aliento recobrado revitalizaría unas postradas fu erzas cuya humillación enervaba el enconado deseo de reconquistar la individualidad per- dida, porque ahora la comprensión del supuesto enemigo haría olvidar la rabia de una solución vindicativa para, al contrario, resu- citar un generoso anhelo de emulación que fijará su proyecto en la construcción de un edificio que devolverá esa personalidad tem- poralmente extinguida y, así lo cree el paisano, la perpetuará. Este es el origen de la hermosa plaza de Almagro, monumento singular con el que los almagreños encarnarán la capacidad de trabajo y el deseo de gloria e inmortalidad del hombre. Desde su construcción se han equiparado las fuerzas de ambos contendientes, empeiiados en una guerra silenciosa y acaso inútil cifrada en la obtención de la eternidad y en la muerte para el con- trario Pero ni unas ni otra sucumbirán, las iglesias porque han sido forjadas por Dios cuyo primer atributo, la eternidad, ha inocu- lado en tan recios e imperturbables muros; la plaza porque sin ser obra de ningún dios es, no obstante, el fruto de un celoso afán de inmortalidad traducido en una pétrea hermosura incomparable. En vistas de lo cual, es posible que una secreta inteligencia haya ocu- pado el lugar de una rivalidad improductiva y abocada a una angus- tiosa soledad infinita, y, mancomunadas sus virtudes en una armo- nía de hermosura y grandeza inigualables, conquistarse un primer lugar entre las nrnravillas del mundo. Cierto que Almagro lo ha co;1seguido. No se puede restar, sino con ingratitud, ni un ardite de hermosura a tan antiguas e ilustres iglesias, y su incomparable plaza casi desdeña el concurso del asom- brado juicio humano. Pero entre tanta grandeza ilimitada el hom- bre apenas cuenta, su presencia casi se desvanece al lado de tales monumentos. El almagreño, que un cierto día merced a su fervor divino pro- pició la creación de unas imponentes iglesias e inmerso en el fragor humano rindió culto a su desvelo con la ejecución de una criatura singular, la plaza flamenca, no querrá continuar su admiración sin reservas hacia unos seres cuya hermosura lo eclipsa; acaso se habrá arrepentido demasiado tarde de unas creaciones, que, en vez de perpetuar su memoria, aceleran el curso de su fugitividad, e, inútil- mente, reprochará el desacato de estas bellas iglesias y de su mila- grosa plaza, hundida su perpetua apoteosis en la secreta aspiración de una deshumanización absoluta para, cobrada una plena indepen- dencia, enseñorearse de un mundo sin emociones.
BA R
ALMAGRO
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Biblioteca Virtual de Castilla-La Mancha. Mirador de Almagro. 1/12/1985.