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de la música en la educación
secundaria
Competencias docentes y aprendizaje
Directores de la colección: Pep Alsina, Maravillas Díaz, Andrea Giráldez, Juan Rafael Muñoz y Pasqual Pastor
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Reprográficos, www.cedro.org).
Índice
Prólogo
Introducción
2. Currículo y competencias
Características generales del currículo de música
Organización curricular
Objetivos, contenidos y criterios de evaluación
Consideraciones didácticas sobre el currículo de música
Competencias y educación musical
Las competencias básicas
Definición de las competencias musicales en educación secundaria a partir de los bloques de contenido
Criterios para la programación por competencias en el área de música
Una propuesta de programación anual al hilo de las competencias
La programación de aula: unidades didácticas y secuencias formativas
Descripción de una secuencia didáctica: la coda
3. Alumnos y profesores
Universo adolescente: la motivación y el aprendizaje
¿Qué piensan los alumnos?
La motivación escolar
Metas de ejecución y metas de aprendizaje
Objetores escolares
Locus de control, expectativas y atribución causal
Los adolescentes y la música en el aula
Universo docente: teorías sobre los profesores y la enseñanza
6. Metodología didáctica
Método y reflexión pedagógica
Los métodos didácticos en el aula de música: de la recepción al descubrimiento
Enseñanza transmisiva
Enseñanza expositiva activa
Enseñanza para el descubrimiento guiado
Enseñanza para la práctica autotélica
Enseñanza para el descubrimiento autónomo
Referencias bibliográficas
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A diferencia del aprendizaje mecánico o puramente memorístico, aquello que aporta el aprendizaje
significativo, a través de la acción de diversos dispositivos pedagógicos, técnicos y estratégicos, es el
logro de conocimientos versátiles, ya sean declarativos, procedimentales o axiológicos. Una de sus
características es que se transfiriere y generaliza más allá del aula, es decir, que contribuye
funcionalmente a la adquisición de las competencias y a su uso cuando lo requiere el contexto. Por otra
parte, de una manera u otra, siempre ha existido aquello que ahora denominamos aprendizaje
significativo. Lo que ocurre es que lo que antes era implícito y, como consecuencia, apenas se trataba o
se debatía, ahora se ha convertido en conocimiento encarnado que permite tratarlo y debatirlo, con la
doble ventaja que ello supone. Por una parte, enriquecer las perspectivas del conocimiento y, por otra,
ofrecer instrumentos para la acción y la reflexión didáctica. En este capítulo se propone una
perspectiva de aprendizaje musical significativo que intenta reflejar su potencialidad en el aula,
teniendo en cuenta el contexto donde se lleva a cabo el proceso de enseñar y aprender.
Los organizadores expositivos se emplean cuando el alumno tiene poco conocimiento sobre la información
nueva para proporcionar inclusores donde integrarla, mientras que los organizadores comparativos se usan
cuando la información nueva es más familiar y su función es introducir el nuevo material estableciendo
analogías entre lo nuevo y lo conocido.
De lo dicho hasta ahora, aun sin describir la tercera condición ausubeliana para el aprendizaje
significativo, para cualquier docente, sobre todo para aquellos que se inician en la enseñanza
secundaria con poca experiencia previa, estas dos condiciones pueden representar un problema de
gran complejidad:
Si dos de las condiciones para lograr aprendizajes significativos son la significación lógica y la psicológica,
¿cómo puedo establecerlas ante un número tan elevado de alumnos por clase y con tanta heterogeneidad
entre ellos, con tantas diferencias en cuanto a sus conocimientos previos, con las pocas horas de clase
semanal que estoy con ellos (una, dos o tres, a mucho pedir) y cómo saber de qué situación parte cada uno
de ellos?
No es sencillo, pero tampoco imposible. Nadie con sentido común puede rebatir la funcionalidad didáctica
de estas dos condiciones para producir aprendizajes significativos, como de la misma manera es impensable
llevar a cabo el cumplimiento de las mismas de forma sistemática. Más que conseguirlo, lo importante es
que la acción didáctica tienda a considerar la relevancia primordial de estas variables de forma que guíen o
rijan la toma de decisiones. Porque una cosa son los postulados teóricos y otra los condicionantes
imperativos que nos ofrece la realidad del aula en determinadas ocasiones. El mensaje debe ser claro, la
vinculación entre la teoría y la práctica es imprescindible para el progreso de la enseñanza, pero sabiendo
relativizar y contextualizar esta relación de influencia mutua, con habilidad pragmática, aprovechando sus
potencialidades. Hay que evitar que una progresiva sobrecarga teórica sature la capacidad de gestión
práctica y que, en consecuencia, conlleve una renuncia explícita al saber teórico. En este caso, las
competencias didácticas, la experiencia y el conocimiento del grupo a lo largo del curso, su dinámica y
rendimiento general, junto con el conocimiento directo de los alumnos en su singularidad, permite
acercarse a las condiciones de significación con una aceptable validez y fiabilidad.
Predisposición del alumno hacia el aprendizaje. Recuperamos el recurrente tema de la
motivación. Alguien podría pensar:
O sea que las condiciones anteriores, además de difíciles de ejecutar, son papel mojado si el alumno no
está motivado para aprender, ¡así cualquiera!
Realmente esta tercera condición de Ausubel es la piedra de toque en la etapa educativa que tratamos.
Como antes, conviene relativizar, no para evidenciar las dificultades obvias, sino para poner de relieve la
perspectiva más funcional. Esta tercera condición nos da a entender (con toda lógica) que ante la tarea de
aprender, el alumno debe manifestar un cierto grado de predisposición a la hora de realizar un esfuerzo
activo, volitivo, hacia el aprendizaje, no solamente porque un nivel de activación3 elevando facilitará el
proceso, sino porque sólo desde la movilización de sus conocimientos previos será posible que se realice la
conexión y se inicie el proceso de reelaboración cognitiva imprescindible. Asimismo, hay que tener en
cuenta que no se exige la motivación como condición previa, sino que ésta debe darse en el proceso. Es
decir, por una parte el docente debe ser consciente de que deberá usar alguna estrategia para motivar la
predisposición y, por otra, si la significación lógica de los contenidos es adecuada y la significación
psicológica se atiene a la realidad mayoritaria de los alumnos, el cumplimiento de estas dos condiciones se
retroalimenta con la tercera, adquiriendo más coherencia y verosimilitud en todo el proceso.
Éstas son las tres condiciones de partida para que el proceso y el resultado del aprendizaje resulten
significativos. Pero, al mismo tiempo, en el retrato dinámico de la praxis en el aula se pueden visualizar
otras variables, seguramente de menor peso, que optimizarán, ralentizarán u obstaculizaran el proceso
hacia un aprendizaje significativo. El cuadro 2 refleja algunas de estas variables en conjunción con las
tres descritas anteriormente. Las celdas que aparecen en color más oscuro representan una secuencia
ideal de las condiciones para la enseñanza y el aprendizaje musical en el aula, las de color más claro
ofrecen una secuencia más neutra. Las condiciones que se representan en la secuencia de las celdas en
blanco supondrían las condiciones menos favorables. Seguramente han quedado otras variables con sus
respectivos valores por enumerar, pero sirva este cuadro como muestra. Como se observa, se pueden
determinar muchísimas situaciones didácticas a partir de la combinación lineal de los valores de cada
variable. Ésta es la riqueza del acto didáctico y, al mismo tiempo, su dificultad más evidente. Pero en
lugar de dejarse impresionar por la magnitud de situaciones posibles a las que hay que hacer frente,
quizá sea mejor interpretar estos datos como un conocimiento adquirido que puede usarse con
anticipación para prevenir situaciones inesperadas. Lo mismo sucede con las teorías: en lugar de
abrumarnos en una primera impresión, permiten todo lo contrario (ya lo dijo Kurt Lewin: «No hay nada
más práctico que una buena teoría»). Una vez comprendidas, vinculadas y relativizadas al contexto real
de aplicación, nos sirven para encontrar explicaciones verosímiles, abren el abanico de las
competencias heurísticas y facilitan la toma de decisiones en el diseño de los contenidos y las
actividades, de manera que incrementan la funcionalidad didáctica, abriendo el camino a la innovación.
A todo ello hay que añadir los contenidos de aprendizaje de diversa tipología que no siempre están
sujetos a explicitación y análisis, cuestión que no evita que existan y se aprendan. Así, en una secuencia
didáctica, debería tenerse en cuenta la combinación de la tipología de aprendizajes (cuadro 4). nos
referimos tanto a los conocimientos previos sobre los contenidos, que también, sino a otros
conocimientos latentes que el alumno usa implícitamente como resultado de sus recuerdos y
experiencias vitales particulares. Estos conocimientos se activan como respuesta a la información que
el alumno va procesando y le van suscitando determinadas asociaciones cognitivas y emocionales.
Estas relaciones entre conocimientos se añaden al aprendizaje del nuevo material y lo envuelven de
significado singular: una palabra, un expresión, una imagen, una música, un material, cualquier
elemento de la interacción didáctica puede despertar el recuerdo de este tipo de conocimiento singular.
Al final, cada alumno presentará un bagaje de resultados del aprendizaje personalizado, con una
percepción de lo aprendido que puede estar más o menos cerca de los objetivos iniciales del profesor y
que éste debe saber interpretar mediante la retroalimentación recibida y a partir de los criterios de
evaluación formativa que tenga prefijados. La propuesta del cuadro 5 intenta reflejar el proceso y la
complejidad del aprendizaje teniendo en cuenta estas variables:
Cuadro 4. Contenidos de aprendizaje de diversa tipología
TIPOLOGÍAS DE DEFINICIÓN
APRENDIZAJES
Aprendizajes Son aquellos contenidos explicitados en la secuencia didáctica que se concretan en el
diana diseño de las actividades, cuyo objetivo es que lleguen a ser aprendidos por todos los
alumnos.
Aprendizajes Se trata más bien de re-aprendizajes, es decir, de contenidos aprendidos anteriormente,
complementarios disponibles con mayor o menor accesibilidad en la estructura de conocimientos previos
de soporte de los alumnos, que son necesarios para sustentar la construcción de los nuevos
contenidos. El hecho de recuperarlos y activarse en calidad de organizadores e
inclusores permite su nueva reelaboración a la luz de los nuevos contenidos, por lo que
el re-aprendizaje los convierte en nuevas estructuras de conocimiento.
Aprendizajes Se trata de contenidos que suelen estar poco explicitados, pero siempre presentes en los
derivados procedimientos de aprendizaje en el aula. Nos referimos tanto a los cognitivos (atención,
concentración, entrenamiento de habilidades cognitivas y psicomotrices, etc.), como a
los axiológicos (actitudes y valores asociados a los contenidos declarativos y a los
procedimientos musicales)21.
Aprendizajes En relación con el currículo oculto del que ya se ha tratado con anterioridad. A pesar de
derivados ocultos ello, queremos dejar constancia de la fuerza e importancia que tienen los mensajes y los
gestos que proyectamos sistemáticamente hacia los alumnos, más allá del significado
neutro de las palabras.
Para ilustrar con más detalle este complejo proceso planteado en el cuadro 5 quizá valga la pena
desglosar los momentos del mismo mediante un ejemplo esquemático muy concreto:
Cuadro 7. Esquema descriptivo de la relación entre los procedimientos musicales de aprendizaje y su conceptuación
Es cierto que el nivel técnico de algunos procedimientos musicales debe alcanzar un grado de
dominio casi automático, por ejemplo, la técnica de interpretación instrumental. Sin esta
automatización no sería posible interpretar un repertorio de piezas musicales con un cierto nivel de
calidad. Es lo que la programación neurolingüística describe como competencia inconsciente (Álvarez,
1998), pero atención al peligro que supone automatizar demasiado los procedimientos, porque
podemos perder de vista los elementos del proceso que son primordiales para potenciar el aprendizaje
estratégico: aprender a aprender y transferir, utilizando las prestaciones de la metacognición. De todo
ello podemos extraer una conclusión con claras implicaciones didácticas: sea cual sea el tipo de
conocimiento musical que enseñemos, es pertinente situar las condiciones del proceso de aprendizaje
de los alumnos en el ámbito del control explícito del proceso y del resultado, tanto desde el saber para
saber hacer mejor, como desde el saber hacer para saber más, sin perder de vista que el objetivo de los
conocimientos declarativos es la potenciación de la experiencia musical práctica.
Grado de familiaridad musical que facilite la expectativa anticipatoria. Aunque depende mucho
de la estructura y del lenguaje usado (música para escuchar a la primera o música mucho más
compleja), el primer contacto con una música genera una reacción estética y emocional de
calidad inferior comparado con el segundo o tercer encuentro con ella, porque el efecto de
repetición va interiorizando la música en nuestra memoria permanente y facilita la expectativa
anticipatoria, es decir, el placer que produce que se nos acerquen los sonidos y se den tal como
los esperamos, suscitando unas reacciones emocionales muy satisfactorias. Para gran parte del
alumnado, a menudo las músicas que ponemos en clase es la primera vez que las oyen. Si,
además, no son precisamente músicas que se puedan escuchar a la primera (que enganchen por
sus repeticiones internas o por los esquemas rítmicos sobresalientes), es fácil entender que no
causen las impresiones que provocan en nosotros. Asimismo, la experiencia nos dice que las
músicas que escuchamos con asiduidad durante mucho tiempo sufren un decaimiento de su
potencial emocional por simple saturación. ¿Qué docente no ha tenido una sensación de cierto
hastío cuando escucha por enésima vez el Adagio de Albinoni, el Canon de Pachelbel, la Pequeña
música nocturna de Mozart o La Primavera de Vivaldi? Como se verá en el último capítulo, la
mera reflexión sobre los procesos perceptivos de la escucha musical es suficiente para crear
actitudes entre el alumnado que favorezcan experiencias musicales más enriquecedoras.
Los conocimientos previos sobre la música. Es decir, todo lo que sabemos de lo que vamos a
escuchar o tocar, todos aquellos conocimientos musicales que están latentes para ser puestos en
acción: características estilísticas, contexto creativo, elementos musicales, estructura, autores y
otras relaciones que puedan evocar estos conocimientos (conocimientos declarativos o
enculturación musical), a los que hay que añadir el dominio de los conocimientos
procedimentales acumulados (habilidades perceptivas, interpretativas y/o creativas).
De cómo se configuren y combinen estas cuatro variables, y quizá de otras no tan relevantes que se
han obviado, dependerá el nivel de calidad de las experiencias musicales compartidas en el aula. Sobre
la cuarta variable, los conocimientos previos y su relevancia para optimizar la construcción y la
vivencia de los aprendizajes musicales, trata el siguiente apartado.
Supongamos que en clase decidimos estudiar el concierto solista y diferenciarlo del concierto grosso. Para
ello, empezamos con un vídeo en el que la famosa violinista Anne-Sophie Mutter interpreta un concierto de
Vivaldi. Al empezar la actividad decidimos no dar demasiadas pautas, solamente les pedimos que observen
atentamente las imágenes, porque el formato visual es muy importante para diferenciar estos dos tipos de
concierto. Para crear un poco más de expectación, informamos a nuestros alumnos de que la intérprete está
tocando un violín Stradivarius de su propiedad, que tiene incluso nombre propio: el violín Lord Dunn-Raven.
¿Qué nos evoca, como docentes y músicos, la palabra (en concepto de) Stradivarius y qué evocará a
muchos de nuestros alumnos y alumnas adolescentes? En nuestro caso depende de cada docente pero, como
efecto de la experiencia, la formación y la enculturación de cada uno, la palabra Stradivarius nos puede
evocar conocimientos y emociones muy variados que se relacionen de una forma muy directa y potente
entre ellos, para pasar a sucesivos grados inferiores de conectividad. Una primera asociación puede
llevarnos a Cremona, donde el famoso luthier creó la leyenda sobre la calidad de estos instrumentos,
también podemos recordar algunos de los pocos intérpretes que logran poseer uno de ellos (por ejemplo la
también violinista Viktoria Mulova). Quizá algún docente se sitúe en el palacio real de Madrid, donde se
custodia y se puede contemplar el quinteto de Stradivarius Palatinos. También podemos acordarnos de otros
constructores de instrumentos de la época, como Amati o Guarnieri y, por extensión, la palabra Stradivarius
nos provoque una sensación global de música barroca, de la época y los compositores que situaron el violín
como el instrumento estrella, como posteriormente lo sería el piano. También puede haber quien recuerde la
película El violín rojo… y muchas otras conexiones, cada vez más periféricas, que se activan en la red
cognitiva de conocimientos ante este estímulo concreto. En todo caso, nos interesa dejar constancia de la
riqueza transversal, la explosión en red cognitiva, que un estímulo significativamente conectado puede
generar en nuestra conciencia y, a la vez, cómo ésta configura la percepción de la información recibida.
Hemos situado el efecto desencadenante sobre un único elemento del contexto de la audición (visualizada)
de los muchos que se pueden dar en el transcurso de la actividad y de los cuales, como conocedores
expertos (comparados con los alumnos), podemos extraer un cúmulo sin fin de conexiones que no harán sino
enriquecer y singularizar nuestra percepción del evento, en este caso un concierto para violín. El esquema
simplificado (que debería ser tridimensional y gráficamente mucho más complejo) intenta reflejar un
ejemplo de expansión de la red cognitiva de un docente de música ante la activación del elemento
Stradivarius.
Cuadro 8. Ejemplo de expansión de la red cognitiva de un docente de música ante la activación del elemento Stradivarius
En cambio, para la mayoría del alumnado de la ESO la palabra Stradivarius no está asociada con la música
y puede que sea la primera vez que la oigan referida a estos instrumentos legendarios, para su sorpresa,
porque muchos de nuestros adolescentes asocian esta palabra con proyección unívoca al nombre de una
cadena de tiendas de ropa de moda femenina. Será después de la observación del instrumento tocado por la
violinista interpretando música de Vivaldi cuando el alumnado, sobre todo quienes hayan tenido una actitud
de interés durante la actividad, podrán construir un conocimiento asociado al Stradivarius conectado a la
música, además de con la moda.
Cuadro 9. Ejemplo de expansión de la red cognitiva de un supuesto alumno o alumna ante la activación del elemento
stradivarius
Si consideramos que los conocimientos previos y los componentes emocionales asociados construyen
y modulan la percepción musical, en el caso que nos ocupa la diferencia perceptiva entre el alumnado y
nosotros será notable. De ahí que no podemos pretender que la audición musical (o cualquier otra
experiencia con la música), suscite más vivencia emocional de la que provoque la lógica del
conocimiento relacionado, adquirido con anterioridad. Por esta razón es didácticamente recomendable
conocer y activar los conocimientos que consideremos que el alumnado puede vincular con más
facilidad con la música que se trate, y probablemente que no activaría por sí mismo. La información
previa que facilitemos deberá encaminarse a desvelar todas aquellas aproximaciones preparatorias que
abran el abanico de la conectividad y la reacción en cadena, aunque algunos de estos conectores no
estén directamente vinculados. Lo esencial es que, ante una audición, ante una música antes no
escuchada, establezcamos algún lazo, alguna expectativa, que provoque el interés del alumno hacia
aquello que se le presenta para ser disfrutado y comprendido. Se trata de contextualizar la música para
dar soporte a la atención y el interés por la escucha.
También es didácticamente eficaz que la música se recupere, vuelva a escucharse en clase, sin que
ello signifique repetir la actividad. Como se describe en el apartado anterior, la familiaridad auditiva es
imprescindible para que la música se escuche con más atención y se disfrute a fondo, aprovechando la
expectativa anticipatoria que suscita la música a partir de la segunda audición.
El primer factor, cómo enseña el docente, consiste básicamente en la aplicación de una secuencia que
presupone un método didáctico determinado (por ejemplo, enseñaza por recepción activa) y una
estrategia didáctica que, en caso necesario7, puede ir acompañada de una estrategia psicopedagógica.
Cuando se trabaja en formato de gran grupo, la metodología didáctica en un principio puede parecer
una variable poco relevante para explicar la diversidad de significación del aprendizaje entre el
alumnado, ya que desde un análisis superficial podríamos deducir que hemos enseñado lo mismo a
todos los alumnos, por lo que todos han tenido la oportunidad de aprender los mismos contenidos (y
también la obligación de hacerlo). Pero muy a menudo esto no es exactamente así, y no sólo por causas
atribuibles a las diversas capacidades y disposiciones del alumnado para afrontar el aprendizaje –que
es el segundo factor explicativo citado–, sino por el tipo de reacciones que suscitan en el docente estas
disposiciones del alumnado y que pueden pasarle desapercibidas. Estas reacciones y acciones
pedagógicas tienen más que ver con lo implícito que con lo explícito: hablamos de las acciones
didácticas selectivas que dedicamos a determinados alumnos en detrimento de otros. Se trata de
interacciones que pueden llegar a ser discriminatorias hacia un sector del alumnado cuyas actitudes
incitan al docente a rebajar progresivamente tanto el tiempo de dedicación como la calidad didáctica
del mismo, y se suelen dar en un tipo de actividades de aprendizaje más que en otras. A partir de la
diferencia entre las actividades sincrónicas y las que necesariamente no lo son, intentamos clarificar
estas ideas:
En el transcurso de una clase de música se suelen realizar actividades grupales sincrónicas (todos juntos
y a la vez) en las que pedimos al alumnado la misma tarea en ese momento, como por ejemplo en la
interpretación musical vocal o instrumental. Por otra parte, también llevamos a cabo actividades en las que
la sincronía no es una condición necesaria, por ejemplo en las tareas de análisis musical, donde el ritmo de
enseñanza y aprendizaje se diversifica en procesos y resultados diferentes para cada alumno en particular.
En estas dos tipologías de actividades se trabaja en formato grupo-clase, pero las acciones didácticas y las
interacciones entre docente y alumnado tienden (o pueden tender) a ser de diversa calidad e
intencionalidad en cada caso, por lo general, con mucha más frecuencia en las actividades no sincrónicas
que en las sincrónicas. En el primer tipo de actividad, en los procesos de aprendizaje sincrónicos grupales,
el docente utiliza un discurso genérico dando consignas técnicas o expresivas para todos los alumnos y
alumnas implicados en una misma labor compartida para conseguir una interpretación musical fruto del
trabajo común, cuyo objetivo es el logro de un resultado único y de conjunto, incluso más allá de la suma
individual de las partes. En este tipo de proceso de enseñanza sincrónico, el resultado de la interpretación,
su nivel de calidad y la satisfacción que pueda producir se debe a todos, al grupo-clase como ente
idiosincrásico vivo y dinámico. El docente no trata explícitamente la diversidad, pues su intención es que los
adolescentes se sientan iguales, competentes y propositivos, mostrando conductas de clara afiliación
grupal.
En el segundo tipo de actividad, en el ejemplo de análisis musical citado, el formato de trabajo también es
en gran grupo, pero el objetivo didáctico, dada la diversidad actitudinal y aptitudinal del alumnado, no se
fundamenta en conseguir que todos los alumnos alcancen por igual los mismos niveles en cuanto a la
cantidad y calidad de los aprendizajes (empeño fuera de lugar desde todos los puntos de vista dentro de la
ESO), sino que, a partir de la acción didáctica y del trabajo de cada uno, se vayan consiguiendo los
aprendizajes previstos. Debido a esto, y guiados por la lógica pedagógica, el docente planifica (debe
planificar) el aprendizaje de unos contenidos mínimos (enseñanzas mínimas) de la unidad didáctica que se
trate para que ningún alumno o alumna quede excluido de la posibilidad de alcanzar los objetivos
fundamentales de la unidad. Será desde el cumplimiento de este precepto que el docente, valiéndose de sus
competencias didácticas, podrá elevar el listón de los aprendizajes, ampliar los niveles de abstracción de los
contenidos y dedicar atención, como resultado de la retroalimentación, a las demandas, preguntas,
explicaciones, etc., que formule el alumnado. En esta dinámica de enseñar y aprender el docente
interacciona con mayor frecuencia con los alumnos más participativos de la clase (que no deben coincidir
obligatoriamente con los más competentes), dedicándoles una atención y una acción didáctica selectiva
acorde con su nivel de expectativas, en detrimento de otros alumnos que, por pasividad o interrupción, no
incitan al docente a la interacción didáctica positiva.
En resumen, se trata de evitar la correspondencia unívoca (de atribución causal externa por parte del
docente) que explica como única causa de los diferentes niveles de significación de los aprendizajes de
los alumnos su disposición (motivación) y su aptitud (competencia y estrategias) para aprender. Es
necesario incluir la diversidad de acciones didácticas selectivas en cantidad y calidad que realiza el
docente hacia el alumnado durante la praxis, que acrecenta, o puede acrecentar, estas diferencias de
significación si, en primer lugar, no es consciente del efecto de sus acciones selectivas y, en segundo, si
no aplica medidas compensatorias para minimizar sus efectos (atribución causal interna) (véase el
cuadro 10). Quizás podamos llegar a pensar que este trato discriminado no se dé si el formato de
aprendizaje se diseña a partir del trabajo en pequeños grupos cooperativos. Ciertamente, el método de
aprendizaje cooperativo entre iguales puede minimizar el efecto discriminatorio, pero no desaparece
del todo si no es por voluntad explícita del docente, porque, de una manera u otra, éste interacciona
con los alumnos más receptivos, activos, con aquellos que tienen más facilidad para lograr un vínculo
pedagógicamente funcional, aunque simplemente se dedique a supervisar y guiar el aprendizaje
cooperativo.
Este trato diferenciado en cuanto a cantidad y calidad, y la consecuencia en el diverso resultado del
aprendizaje de los alumnos es, como mínimo, éticamente cuestionable y puede llegar a ser un
argumento perverso si el docente justifica estas acciones como método de tratamiento de la diversidad
en el aula. Tratar la diversidad es otra cosa: es muy importante tenerlo en cuenta. Tanto el tiempo de
dedicación como la calidad didáctica del mismo (nos referimos al tacto pedagógico, al nivel de
implicación profesional y humana del docente, no a su complejidad en la enseñanza de los contenidos)
debe darse a todo el alumnado por igual, aunque en la práctica resulte sumamente complicado: a nadie
se le escapa que las condiciones y el formato de enseñanza son estresantes y muy a menudo causan
elevados niveles de frustración docente, fundamentalmente debido a la baja predisposición de algunos
o muchos alumnos por aprender y/o comportarse de una manera adaptativa. Nuestro empeño por
conseguir una predisposición general hacia el aprendizaje genera un desgaste psicológico que
repercute (puede repercutir) en unos progresivos y sutiles cambios de dinámica didáctica, que se
manifiestan en una atención y dedicación que favorece al alumnado más receptivo, que proporcionan, a
su vez, mayor satisfacción profesional al docente, reforzando la tendencia a atender más a unos
alumnos que a otros. A nuestro entender, estas diferencias de trato son la cuestión fundamental para
explicar la diversidad en la significación de los aprendizajes del alumnado.
Cuadro 10. Selección de ideas clave
IDEAS CLAVE SOBRE LAS CAUSAS DE LAS DIFERENCIAS DE SIGNIFICACIÓN DEL APRENDIZAJE
1. Los diversos niveles se significación del aprendizaje de los alumnos se explican por dos factores
interdependientes:
Por la diversidad aptitudinal y actitudinal del alumnado.
Por las posibles acciones didácticas selectivas del docente.
2. Tratar la diversidad consiste en partir de los conocimientos iniciales y disposiciones motivacionales del
alumnado para lograr aprendizajes a diferentes niveles de abstracción, partiendo siempre de objetivos
mínimos que debe alcanzar todo el alumnado.
3. El formato de enseñanza, la presión, el estrés y en ocasiones el malestar, invitan al docente a salvaguardar
su autoestima profesional mediante un trato preferente en tiempo y calidad didáctica a los alumnos y
alumnas más competentes y/o predispuestos, dejando progresivamente de lado a los más disruptivos y/o
apáticos. Así se rompe el principio de tratamiento de la diversidad equitativo.
4. Para que la diversidad en el aula no amplíe el rango y la convierta en algo inabordable pedagógicamente,
el tiempo de dedicación y calidad didáctica (tacto pedagógico) debe ser equitativo. El docente debe ser
consciente de ello y aplicar medidas de corrección, preferentemente mediante las estrategias
psicopedagógicas, ya que en la ESO las diferencias más significativas vienen dadas por los niveles de
motivación hacia el aprendizaje, más que por diferencias en las capacidades cognitivas de los alumnos.
Cuadro 11. Modelo explicativo de las diferencias de significación en los aprendizajes del alumnado en el aula: modelo de
retroalimentación negativa
Ya se ha comentado que, en los niveles de la enseñanza obligatoria, el éxito o el fracaso del
aprendizaje están mucho más relacionados con la motivación y la madurez psicológica que con la
inteligencia o las capacidades innatas. Por esta razón, y a pesar del desgaste que ello supone, las
acciones y la atención equitativa hacia todos los alumnos que tienda a incentivar la disposición a
aprender se convierte en la herramienta más efectiva para minimizar el efecto negativo y creciente de
unos rangos de diversidad que pueden llegar a ser excesivamente amplios, por lo que, en determinados
casos, resultan de difícil gestión pedagógica. En los cuadros 12 y 13 se visualizan los procesos que
causan las diferencias en la significación del aprendizaje por el efecto de la acción pedagógica del
docente.
Cuadro 12. Modelo explicativo de las diferencias de significación en los aprendizajes del alumnado en el aula: modelo de
retroalimentación positiva
Exploración
La primera fase es una toma de contacto, una exploración de los ejemplos musicales a la búsqueda de
aquello que los caracterice. En esta primera fase se trata de activar la atención selectiva de los alumnos
para identificar y verbalizar aquello que de común va apareciendo de una forma más o menos reiterativa en
cada unos de los ejemplos seleccionados. Por ejemplo, imaginemos que estamos formando el concepto de
riff. Este concepto musical contiene dos atributos imprescindibles, uno asociado a su estructura musical –
frase relativamente corta y repetitiva que realiza una función de apoyo entre la base armónica-rítmica y la
melodía solista– y otro que se refiere a los estilos musicales donde el recurso del riff se usa en exclusiva: la
música de jazz y el rock. En otros estilos musicales, principalmente en la música renacentista o barroca, el
denominado ostinato sería el concepto más aproximado al riff.
Etiquetaje
En la segunda etapa se trata de reunir, bajo una denominación común, una etiqueta, el conjunto de
atributos denotados, que dará nombre al que será un nuevo concepto para los alumnos, permitiendo
generalizar con una sola palabra cualquier ejemplo musical que contenga los atributos identificados. En
esta ocasión conviene usar ejemplos canónicos y también contraejemplos, es decir, músicas que no
contengan riffs, o lo que es lo mismo, usando ejemplos por analogía y contraste. Para ello podríamos elegir
diversos fragmentos de música del jazz o del rock, o como contraejemplos otras músicas también de estilo
jazzístico y rock, pero sin asomo de contener riffs. ¿Por qué no usar como contraejemplos músicas de otros
estilos más alejados al jazz o al rock? Por una simple razón, porque en esta segunda fase conviene resaltar
al máximo el o los atributos diferenciadores pertenecientes al concepto que queremos enseñar y, para que
los alumnos capten mejor estos atributos, la mejor manera es mantener con la mayor homogeneidad el
máximo de elementos comunes entre las músicas elegidas, de forma que resalten aquellos atributos del
concepto que se deben descubrir. Si, por el contrario, los contraejemplos son de músicas muy diferenciadas,
no sólo porque no contienen riffs, sino también por el resto de elementos estilísticos, se introducen
demasiados elementos de contraste que interfieren en la abstracción del elemento deseado.
Deducción
En la tercera fase, una vez inducido el concepto, éste se incorpora a la estructura cognitiva como
conocimiento latente y se pone a prueba su validez como aprendizaje funcional. El alumno no sólo debe ser
capaz de verbalizar los atributos del concepto cuando los reconozca en los ejemplos, sino de argumentar
con criterio las características particulares de los mismos o la ausencia de ellos en las músicas que se
propongan como nuevos contraejemplos. Por ejemplo, los dos atributos citados del riff pueden aparecer
dentro de una gran variedad de matices que los hace singulares en cada ejemplo, por lo que es importante
describir con criterio la presencia o ausencia de los atributos en cada caso, de manera que el proceso de
abstracción quede definitivamente consolidado.
Generalización
Cuando finalmente el nuevo concepto aprendido alcanza la categoría de aprendizaje significativo, está en
disposición de ser utilizado de forma propositiva. Es decir, el alumno no sólo tendrá la habilidad de
identificarlo si se encuentra con él en cualquier situación, aunque sea por azar, es decir, sin que se dé una
instrucción previa, sino que podrá ir a buscarlo voluntariamente, generando ejemplos y usándolos
activamente a través de la interpretación o la creatividad. Por ejemplo, un alumno o alumna comenta en
clase que ha asistido a un concierto de su grupo musical preferido y nos explica que en tal canción la
guitarra interpretaba un riff. Asimismo, durante una actividad de creatividad en el aula en formato de
pequeños grupos instrumentales, el alumnado se inventa un riff que complementa el ritmo básico y la
melodía que han creado entre todos. Por otra parte, cuando la significación del aprendizaje del concepto es
funcionalmente potente, su fuerza conectiva se expande hacia conocimientos adyacentes en los que los
atributos comienzan a sufrir solapamiento o difuminación debido precisamente al grado de validez con que
se utilizan, ya que el dominio funcional de un concepto conlleva a su vez una reflexión crítica del mismo que
los relativiza y los cuestiona, liberando al usuario, en este caso, al alumno o alumna, de la presión
dogmática de sus atributos. He aquí cómo un riff puede reconvertirse en un ostinato y viceversa, no por
ignorancia del usuario sino por todo lo contrario, por su dominio competente que, de forma consciente y
planificada –por ejemplo, mediante una creación musical de fusión entre la música barroca y el jazz–,
incorpora elementos estéticos de los estilos musicales originarios de ambos conceptos.
Desde una perspectiva global del área, y como conclusión de lo expuesto en este apartado sobre el
diseño de secuencias de aprendizaje para formar conceptos musicales significativos, queremos
evidenciar que en muchos casos no es necesario seguir de forma sistemática el protocolo de formación
de conceptos que hemos descrito porque muchos de los conceptos susceptibles de ser aprendidos no
requieren de un dispositivo de enseñanza tan sistematizado. A menudo las fases de inducción se
pueden simplificar gracias al soporte que dan los conocimientos inclusores o subordinados ya
aprendidos, a lo que cabe añadir la simplicidad de algunos conceptos que pueden pasar rápidamente a
la fase deductiva desde una simple explicación oral. Nos referimos a la capacidad que tiene el sistema
cognitivo para generar nuevos aprendizajes con la mera activación de los conocimientos previos
adyacentes. Es más, sería quimérico pretender que los conceptos musicales aprendidos siguieran todas
las fases prescritas, ya que ni disponemos de una carga lectiva suficiente, ni es perentorio que todo
aquello que se aprenda logre un nivel de significación extraordinario, pues la funcionalidad de los
conceptos también está sujeta al devenir de cada alumno dentro de su contexto cotidiano, y esto es una
tarea que éste deberá realizar en el futuro.
Nuestra obligación es incentivar la transferencia del aprendizaje e instaurar la curiosidad musical, el
gusto por aprender más allá del aula. No obstante, mantenemos que el protocolo descrito es
especialmente indicado para todos aquellos conceptos que el docente considere primordiales y de
probada validez, que sean referentes del currículo. En estos casos, la inversión del tiempo lectivo en
este protocolo se justifica plenamente con el fin de consolidar estos aprendizajes funcionales básicos en
nuestra área.
PROFESOR : Ya os he explicado la definición de riff, ahora os mostraré cuándo aparece. Escuchad con
atención.
PRIMER EJEMPLO: (suena la música) Ahora aparece con los saxos… ahora termina, ¡ya! SEGUNDO
EJEMPLO : Ídem, (pero ahora son trompetas, por ejemplo).
PRIMER CONTRAEJEMPLO: Como veis, en este fragmento no aparece ninguna breve melodía reiterativa
que acompañe a los solistas, por tanto, en esta música no hay riffs.
Etc.
Vemos que, en este tipo de método, los alumnos no participan ni trabajan demasiado, siendo el
proceso inductivo de muy baja calidad, si es que se ha producido. De hecho, podemos considerar que la
inducción, si ha tenido lugar, se ha llevado a cabo durante la explicación teórica del concepto por parte
del docente. De la deducción, de la cual también dudamos, puede haberse dado durante la audición de
los ejemplos, ya que los alumnos ya disponían del concepto al ser definido al inicio de la actividad. Este
conocimiento dependerá también del nivel de atención y activación de los aprendizajes previos del
alumnado respecto a los atributos: melodía breve, reiteración, acompañamiento, solista, etc., por lo que
cada uno lo habrá conceptualizado a diferentes niveles de significación y, en consecuencia, lo habrá
reconocido de forma más o menos clara durante las ejemplificaciones musicales. Ante un
procedimiento didáctico de esta naturaleza, el tiempo de dedicación es la parte más ventajosa, porque
no es necesario mucho tiempo para explicar la definición y exponer algunos ejemplos ilustrativos. El
problema aparece si el docente cree que con este procedimiento el concepto aprendido estará
perfectamente consolidado para la mayoría de la clase. Y esto es poco probable, no sólo por la escasa
actividad constructiva del alumnado en su aprendizaje sino por la ausencia evidente de interacción
didáctica entre docente y discentes que sirva como instrumento de observación y evaluación del
aprendizaje: una cosa es el contenido que se enseña y otra, a menudo diferente, lo que en realidad
aprenden los alumnos.
En el extremo opuesto del rango de la ayuda hacia la conceptuación pasamos del todo a la nada. Si
antes proporcionábamos toda la información al alumno de forma que su actividad se limitaba a la mera
recepción de información, en el sentido opuesto podemos dejar a los alumnos completamente
desamparados, sin que lleguen a entender en qué consiste la tarea de aprendizaje. No obstante, a
diferencia del método receptivo que puede ser verosímil en determinadas prácticas docentes, es difícil
y extraño que los docentes dejen en manos de los alumnos toda la responsabilidad del aprendizaje y
que el docente no dé unas consignas mínimas ni trace unos objetivos que guíen a los alumnos. Lo que
queremos dejar patente es que si un extremo del rango ahorra tiempo a costa de producir aprendizajes
de baja calidad, el otro lo malgasta sin garantía de que los aprendizajes significativos se produzcan por
descubrimiento autónomo.
Dicho esto, parece lógico que de estos extremos deduzcamos un método didáctico que se muestre
más eficaz en el aprendizaje, teniendo en cuenta el coste-beneficio del mismo. No referimos a lo que
comúnmente se entiende por aprendizaje por descubrimiento guiado, uno de los métodos que se
analizan en el capítulo siguiente que resulta difícil de especificar en cuanto al nivel de ayuda, ya que
éste dependerá de factores dinámicos y heurísticos del contexto real donde se lleve a cabo, así como de
otras variables que serán tratadas en el siguiente capítulo, pero que podemos sintetizar en el siguiente
principio didáctico: «Todo aquello que el alumno pueda aprender (descubrir) por sí mismo o con ayuda
de otros, no se le transmita de forma receptiva y terminada». Dejemos al alumnado (a todo el
alumnado, ya veremos cómo), un cierto tiempo para que reelaboren las partes del rompecabezas que
les vamos dosificando, incentivémosles a que se rebanen los sesos durante unos minutos (o unos
segundos) resolviendo enigmas y situaciones problema, siempre que esto sea posible, sobre todo antes
de aburrirlos con largas y narcóticas explicaciones.
1. Novak, treinta años después de la publicación de la teoría de Ausubel, realiza una revisión de la misma a la luz de los nuevos
marcos de la psicología del aprendizaje (Martín y Solé, 2007). Este autor amplía el ámbito de los contenidos de aprendizaje más
allá de lo conceptual y hace hincapié en que construir significados implica integrar tres elementos: pensar, sentir y actuar,
cogniciones, emociones y conductas que incrementan la capacidad de las personas para entender las experiencias de aprendizaje
y su significado. Pero a pesar de aludir a la integración de estos tres elementos, que para nuestros intereses didácticos nos iría
como anillo al dedo, el autor no va más allá en el análisis y no profundiza en la especificidad de los procesos para cada uno de los
elementos.
2. En el capítulo de metodología se pone de manifiesto que estas dos perspectivas teóricas, en situación aplicada, no son tan
antagónicas como ahora pueda parecer, sobre todo, cuando ambas se relativizan mediante una confluencia metodológica, casi
ecléctica.
3. También denominado nivel de Arousal.
4. Aunque los aprendizajes relacionados con los valores están integrados de forma explícita en el DCB, no siempre se exteriorizan
y reflexionan durante la interacción didáctica en el aula. Esto no significa que el docente pase por alto aquellas acciones de tacto
pedagógico que promueven este tipo de aprendizaje axiológico entre el alumnado, pero si no se dan los espacios y los momentos
de reflexión explícita sobre estos valores educativos, estos aprendizajes axiológicos pierden efectividad deslizándose hacia el
terreno de lo implícito.
5. Los conceptos no están ahí, como en el mundo de las ideas que describía Platón, sino que se aprehenden empíricamente, por la
experiencia, como diría Aristóteles, es decir, mediante algún procedimiento: escuchando, leyendo, observando, induciendo y
deduciendo, cantando, tocando, etc.
6. Por ejemplo, ¿para qué sirve diseccionar y explicar las endiabladas combinaciones rítmicas de un fragmento del Cuarteto para
el fin de los tiempos de Messiaen si en realidad nuestra intención es escuchar ciertos efectos musicales que describen el canto de
los pájaros y contextualizar el motivo que dio origen a su composición cuando el compositor estaba prisionero en un campo de
concentración nazi?
7. Está comprobado que los alumnos que se examinan en la misma clase y el mismo lugar donde han realizado el aprendizaje de
la materia tienen más posibilidades de recordar lo aprendido que los que realizan las pruebas en aulas diferentes a la habitual.
8. Cabe recordar que el método didáctico incluye los preceptos que defendemos en este texto. Nos referimos a que la enseñanza
de los contenidos musicales de aprendizaje se acompañe de una didáctica metacognitiva que, por defecto, incluya el aprendizaje
estratégico o condicional. Así, el contenido aprendido se relacionará directamente con la competencia de aprender a aprender
que, a su vez, incentivará a los alumnos a la reflexión, al autoconocimiento y la autonomía del aprendizaje.
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