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14 de octubre

SANADO AL CONSTRUIR
Todos trataban de tocarlo, porque de él salía poder
sanador, y los sanó a todos. Lucas 6:19

N o extraño las playas, los ukeleles o los cocos, pero extraño a las personas
que dejé en Saipán cuando regresé del servicio misionero. Especialmente a
Jonas, uno de los grandes amigos que hice allí.
Era un gigante, y sus manos eran enormes y ásperas, resultado de toda una
vida de trabajo manual. Jonas también fue el hombre más humilde y amable que
he conocido. En nuestra iglesia, le encantaba estrechar la mano de todos y darles
abrazos. Jonas cortaba el césped y limpiaba las sillas con gran entusiasmo. Que-
ría hacer algo por la iglesia de Dios y no le importaba si era algo grande o pequeño.
Una de las congregaciones adventistas locales acababa de comprar una pro-
piedad para construir una iglesia. La tierra estaba en la aldea de Jonas, y estaba
tan emocionado que apenas podía controlarse. Con una gran sonrisa, me dijo:
“¡Voy a ayudar a construir la iglesia de Dios!”
No entendía bien qué iba a hacer Jonas, porque tenía que usar dos bastones
para moverse, y cada paso que daba le causaba un gran dolor. Supuse que podría
sentarse a la sombra, tocar el ukelele y brindar apoyo moral al resto de los cons-
tructores. Pero, cuando comenzamos a ejecutar el proyecto, Jonas se presentó
a trabajar. Con un bastón en una mano y un machete en la otra, dio todo lo que
tenía. Le rogamos que dejara de trabajar, pero simplemente respondió: “¡No! Ayu-
daré a construir la iglesia de Dios”.
Jonas se arrastraba por el suelo rocoso sobre sus manos y sus rodillas, car-
gando bloques de concreto y cubos hasta una escalera, donde los elevaba hacia
los hombres que construían las paredes. Era doloroso ver su esfuerzo, pero día
tras día un milagro comenzó a suceder.
Poco a poco, Jonas dejó de gatear, se puso de pie y empezó a cojear. ¡Final-
mente, logró caminar! Mientras trabajaba, el Señor renovó sus fuerzas. ¡Todos
los trabajadores se emocionaron al ver el poder de Dios manifestarse y hacer que
Jonas caminara de nuevo como cuando era joven! Recuperado, visitó a muchos
de sus amigos. Cuando le preguntaron dónde estaban sus muletas, dijo: “Dios me
sanó para que pudiera ayudar a construir su iglesia. ¡Por favor, amigos, vengan y
adoren con nosotros!”
Gracias al testimonio de Jonas, muchas personas asistieron a las reunio-
nes de evangelización y entregaron su vida a Cristo al ser bautizadas. Soy
Kris Akenberger y serví como obrera bíblica voluntaria en Saipán, en las Islas
Marianas del Norte.

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