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SECCION: 1500
Las teorías astronómicas más antiguas datan del 4000 a.C., son las de los pueblos
mesopotámicos, que creían que la Tierra era el centro del Universo y que todos los demás
cuerpos celestes giraban alrededor de ella. Aristóteles y Tolomeo, explicaban que las
estrellas se movían de noche porque estaban fijas en esferas cristalinas rotatorias. El
astrónomo griego Aristarco de Samos, (270 a.C.), decía que la Tierra gira alrededor del Sol.
Debido a la autoridad de Aristóteles, el concepto de que la Tierra era el centro del
Universo permaneció hasta 1543, cuando el astrónomo polaco Nicolás Copérnico publicó
sus teorías en De revolutionibus orbium caelestium (Sobre las revoluciones de los cuerpos
celestes). Copérnico proponía un sistema en el que los planetas giraban en órbitas
circulares alrededor del Sol, el cual estaba situado en el centro del Universo. Atribuía el
nacimiento y la colocación de las estrellas a la rotación de la Tierra sobre su eje. El
astrónomo alemán Johannes Kepler adoptó el sistema de Copérnico y descubrió que los
planetas giran en órbitas elípticas a velocidad variable, de acuerdo con tres leyes bien
definidas (conocidas desde entonces como leyes de Kepler). Galileo, fue uno de los
primeros en observar los planetas con un telescopio, rechazó la idea de Aristóteles de que
la Tierra era el centro del Universo y se convirtió en un defensor de la visión de Copérnico
del mundo. El matemático y físico inglés Isaac Newton demostró que las leyes de Kepler
sobre el movimiento planetario podían derivarse de las leyes generales del movimiento y
de la gravitación que Newton había descubierto, indicando así que estas leyes físicas eran
válidas en todo el Universo.
Diversos pueblos antiguos como los egipcios, mayas y chinos desarrollaron interesantes
mapas de las constelaciones y calendarios de gran utilidad, pero tal vez fueron los
babilonios los que realizaron cosas más importantes. Para perfeccionar su calendario
estudiaron los movimientos del Sol y de la Luna. Solían designar como comienzo de cada
mes el día siguiente a la luna nueva, cuando aparece el primer cuarto lunar después del
ocaso. Al principio este día se determinaba mediante la observación, pero después los
babilonios quisieron calcularlo por anticipado. Hacia 400 a.C. comprobaron que los
movimientos aparentes del Sol y la Luna de Oeste a Este alrededor del zodíaco no tienen
una velocidad constante. Parece que estos cuerpos se mueven con velocidad creciente
durante la primera mitad de cada revolución hasta un máximo absoluto y entonces su
velocidad disminuye hasta el mínimo originario. Los babilonios intentaron representar
este ciclo aritméticamente
dando por ejemplo a la Luna una velocidad fija para su movimiento durante la mitad de su
ciclo y una velocidad fija diferente para la otra mitad. Perfeccionaron además el método
matemático representando la velocidad de la Luna como un factor que aumenta
linealmente del mínimo al máximo durante la mitad de su revolución y entonces
desciende al mínimo a final del ciclo. Con estos cálculos los astrónomos babilonios podían
predecir la luna nueva y el día que comenzaría el nuevo mes. Como consecuencia,
conocían las posiciones de la Luna y del Sol todos los días del mes.
ASTRONOMIA GRIEGA
Las aportaciones científicas se asocian con los nombres de los filósofos griegos Tales de
Mileto y Pitágoras de Samos, pero no se conserva ninguno de sus escritos. Hacia el año
450 a.C., los griegos comenzaron un fructífero estudio de los movimientos planetarios. Filo
lao, discípulo de Pitágoras, creía que la Tierra,
el Sol, la Luna y los planetas giraban todos alrededor de un fuego central oculto por una
`contra tierra' interpuesta. De acuerdo con esta teoría, la revolución de la Tierra alrededor
del fuego cada 24 horas explicaba los movimientos diarios del Sol y de las estrellas. En 370
a.C., el astrónomo Eudoxo de Cnido explicaba los movimientos observados mediante la
hipótesis de que una enorme esfera que transportaba las estrellas sobre su superficie
interna se desplazaba alrededor de la Tierra, girando diariamente, decía que los
movimientos solares, lunares y planetarios diciendo que dentro de la esfera de estrellas
había otras muchas esferas transparentes interconectadas que giran de forma diferente.
Aristarco de Samos creía que los movimientos celestes se podían explicar mediante la
hipótesis de que la Tierra gira sobre su eje una vez cada 24 horas y que junto con los
demás planetas gira en torno al Sol. Esta explicación fue rechazada por la mayoría de los
filósofos griegos que contemplaban a la Tierra como un globo inmóvil alrededor del cual
giran los ligeros objetos celestes. Esta
teoría, conocida como sistema geocéntrico, permaneció inalterada unos 2.000 años.
En el siglo II d.C. los griegos combinaban sus teorías celestes con observaciones
trasladadas a planos. Hiparco de Nicea y Tolomeo determinaron las posiciones aprox.
1000 estrellas brillantes y utilizaron este mapa estelar como base para medir los
movimientos planetarios. Sustituyeron las esferas de Eudoxo por un sistema de círculos,
plantearon una serie de círculos excéntricos, con la Tierra cerca de un centro común, para
representar los movimientos generales hacia el Este alrededor del zodíaco a diferentes
velocidades del Sol, la Luna y los planetas. Para explicar las variaciones periódicas en la
velocidad del Sol y la Luna y los retrocesos de los planetas, decían que cada uno de estos
cuerpos giraba uniformemente alrededor de un segundo círculo, llamado epiciclo, cuyo
centro estaba situado en el primero. Mediante la elección adecuada de los diámetros y las
velocidades de los dos movimientos circulares atribuidos a cada cuerpo se podía
representar su movimiento observado.
En algunos casos se necesitaba un tercer cuerpo. Esta técnica fue descrita por Tolomeo en
su gran obra, el Almagesto. Otra pensadora, mantuvo viva la tradición de la astronomía
griega en Alejandría en los primeros siglos de la era cristiana, fue Hipatia, discípula de
Platón. Escribió comentarios sobre temas matemáticos y astronómicos y está considerada
como la primera científica y filósofa de Occidente.
La astronomía griega se transmitió más tarde hacia el Este a los sirios, indios y árabes. Los
astrónomos árabes recopilaron nuevos catálogos de estrellas en los siglos IX y X y
desarrollaron tablas del movimiento planetario. Sin embargo, aunque los árabes eran
buenos observadores, hicieron pocas aportaciones útiles a la teoría astronómica. La
astronomía europea del siglo XIII y las traducciones árabes del Almagesto que circulaban
por Europa estimularon el interés por la astronomía. Los europeos se contentaron en un
primer momento con hacer tablas de los movimientos planetarios, basándose en el
sistema de Tolomeo, o divulgar su teoría. El filósofo y matemático alemán Nicolás de Cusa
y el artista y científico italiano Leonardo da Vinci cuestionaron los supuestos básicos de la
posición central y la inmovilidad de la Tierra.
ASTRONOMIA MAYA
Los Mayas, hicieron cálculos exactos, de los periodos sinódicos de Mercurio, Venus,
Marte, Júpiter y Saturno. Calcularon con exactitud, los períodos de la Luna , el Sol y de
estrellas como las Pléyades, a las que llamaban Tzab-ek (estrella cascabel) y marcaba los
inicios de festividades rituales. El Tzol'kin de 260 días es uno de los calendarios más
enigmáticos en cuanto su origen, algunos postulan que se basa en una aproximación a la
gestación humana.2 y otros autores lo relacionan con ciclos de astros visibles desde la
tierra. También hay una hipótesis formulada por el geógrafo Vincent Malmstrom en la que
su origen estuvo determinado por los ciclos del Sol por el cenit de la región sur del Estado
Mexicano de Chiapas (Izapa) y de la nación de Guatemala a unos 15º norte, en donde los
mismos días que ocurren (29 de abril el primero y 13 de agosto el segundo) tienen un
intervalo de 260 días entre uno y otro. La Vía Láctea era parte central de su Cosmología y
la llamaban, aparentemente, Wakah Chan, y la relacionaban con Xibalbá, incluso los Kiche'
de Guatemala aún la llaman Xibalbá be o camino a el inframundo. Tenían un Zodiaco,
basado en la Eclíptica, que es el paso del Sol a través de las constelaciones fijas. Este se
encuentra en la Estela 10 de Tikal y la 1 de Xultún, ambos yacimientos la zona de Petén, en
Guatemala y también en el Códice Grolier Los conocimientos astronómicos mayas eran
propios de la clase sacerdotal pero el pueblo todo los respetaba y conducía su vida de
acuerdo a sus predicciones. Mucho del mismo conocimiento perduró aún después de la
conquista, practicándose en la clandesdinidad y posteriormente, mezclándose con los
rituales de la vida diaria del pueblo maya, muchos de las cuales siguen vigentes en la
actualidad3 Los sacerdotes conocían los movimientos de los cuerpos celestes y eran
capaces de aproximarse a la predicción de los eclipses y el curso del planeta Venus visto
desde la tierra. Esto les daba un especial poder sobre el pueblo que los consideraba así
íntimamente ligados a las deidades.4 Muchas de las deidades recibían distintos nombres y
propiedades, por ejemplo a Venus la llamaban los mayas Ah-Chicum-Ek', la gran estrella
de la mañana, y Xux ek, la estrella avispa. 5 Estrella se dice en maya "ek" y es también el
apellido de muchas personas de la región maya. De los Códices mayas conocidos el de
Dresde es esencialmente un tratado de astronomía.
Los mayas concebían el cosmos como una estructura dividida en tres niveles y cada uno de
ellos se dividía en cuatro esquinas. En la parte superior se encontraba la bóveda celeste,
sostenida por los Bacabs, donde tenían lugar los principales fenómenos astronómicos, en
particular el recorrido diurno del sol. En el nivel intermedio se asentaba el mundo de los
hombres, en el que se desarrollaban todos los aspectos de su vida cotidiana; en este sentido,
la tierra era concebida como una gran superficie cuadrada, cuyas esquinas se orientaban en
la dirección de los puntos cardinales, donde se situaban los pauahtunes. El nivel inferior,
situado bajo el agua, era ocupado por el inframundo, o Xibalbá. En este tenebroso lugar se
libraba una despiadada lucha del sol, después de su recorrido diurno por la bóveda celeste,
con los seres y deidades infernales, a las que vencía reiniciando así su travesía por el nivel
superior del universo.
ASTRONOMIA CHINA
Posteriormente, se tuvo que modificar el modelo para explicar el paso del Sol por el
horizonte; según la nueva versión del Kai t'ien, el cielo y la Tierra son semiesferas
concéntricas, siendo el radio de la semiesfera terrestre de 60.000 Ii. El texto no explica
cómo se obtuvieron las distancias mencionadas; al parecer, el modelo fue diseñado
principalmente para calcular, con un poco de geometría, la latitud de un lugar a partir de
la posición del Sol.
El Kai t'ien era demasiado complicado para cálculos prácticos y cayó en desuso con el paso
del tiempo. Alrededor del siglo II d.C., se empezó a utilizar la esfera armilar como un
modelo mecánico de la Tierra y el cielo. Al mismo tiempo surgió una nueva concepción del
Universo: la teoría del hun t'ien (cielo envolvente), según la cual: "... el cielo es como un
huevo de gallina, tan redondo como una bala de ballesta; la Tierra es como la yema del
huevo, se encuentra sola en el centro. El cielo es grande y la Tierra pequeña."
ASTRONOMIA EGIPCIA
Sintió una gran admiración por Ptolomeo y su obra, su objetivo era construir un sistema
planetario tan complejo como el mostrado en el Almagesto y encontrar el verdadero
orden del universo. El De revolutionibus es el punto de partida de una gran
transformación en el pensamiento astronómico y cosmológico. El libro es muy difícil para
aquellos lectores poco versados en temas de geometría, matemáticas y astronomía,
algunos aspectos del libro primero el cual es una introducción a la obra tal vez podrán ser
comprendidos, pero los demás capítulos (libros) solo los descifrarán matemáticos
consagrados. A pesar de lo que se puede creer este libro refleja en su contenido muy
pocas innovaciones con respecto a las teóricas clásicas; Thomas Kuhn, al respecto nos
dice:
" La mayor parte de los elementos esenciales que asociamos a revolución copernicana, a
saber, los cálculos fáciles y precisos de las posiciones planetarias, la abolición de los
epiciclos y de las excéntricas, la desaparición de las esferas, la idea de un sol semejante a
las estrellas y la de un universo infinito en extensión, así como muchas otras, no aparecen
por parte alguna en la obra de Copérnico. Excepto en lo que se refiere al movimiento
terrestre, el De revolutionibus parece desde todos los puntos de vista más estrechamente
vinculado a las obras de los astrónomos y cosmólogos de la antigüedad y de la Edad Media
que a las generaciones posteriores.
Fueron estas últimas las que, basándose en los trabajos de Copérnico”, pusieron de
manifiesto las radicales consecuencias que derivaban del texto de Copérnico.
El De Revolutionibus fue escrito por Copérnico con el objeto de solucionar el problema de
las estrellas errantes o planetas. Este problema originalmente planteado por Ptolomeo en
el Almagesto, tuvo una gran cantidad de modificaciones y suposiciones planteadas por
matemáticos y astrónomos árabes además de europeos. Estos introdujeron alrededor de
doce variaciones, algunas de ellas por fuera del criterio ptolemaico que dejaron en el
ambiente astronómico tan solo equívocos, ambigüedades y razonamientos
contradictorios. En el libro primero del De revolutionibus, Copérnico retoma, define y
concreta las siguientes afirmaciones:
- Que el universo es esférico. Sea porque es la figura más perfecta, la que encierra mayor
volumen, forma que asumen el Sol y la Luna, una gota de agua, es la forma asignada a los
cuerpos divinos.
- Que la Tierra es también esférica. Desde todos los lados se inclina hacia el centro; para
aquellos que desde cualquier punto de la Tierra se dirigen hacia el norte, la estrella polar
se eleva gradualmente
- Como la Tierra, junto con el agua, forma una sola esfera. El volumen del agua debe ser
menor que el de la tierra afín de que aquella no la inunde por completo, pues una y otra
tienden hacia el mismo centro.
del Sol y de los demás planetas, y, además, que las irregularidades aparentes que
muestran los movimientos celestes se deben de forma única y exclusiva al hecho de no
estar centrados en la Tierra. Bajo tales premisas es muy posible que pudiera aducir una
causa razonable para explicar las irregularidades de los movimientos aparentes. En
realidad, puesto que los astros errantes varían en su posición con respecto a la Tierra,
aproximándose unas veces y alejándose en otras, se deduce necesariamente que ésta no
es el centro de sus círculos.
- Porque los antiguos han creído que la Tierra está inmóvil en medio del universo como su
centro. Los antiguos filósofos intentaron demostrar por diversos métodos que la Tierra
permanece fija en medio del universo. El principal alegato en favor de dicha tesis era la
doctrina de la gravedad y la liviandad. Según ésta, la Tierra es el elemento más pesado y
todas las cosas pesadas se mueven hacia ella, se precipitan hacia su centro. También
intentan probar sus tesis mediante un razonamiento fundado en el movimiento y su
naturaleza. Aristóteles afirma que el movimiento de un cuerpo único y simple es simple,
que los movimientos simples son circulares o rectilíneos y que estos últimos pueden estar
dirigidos hacia arriba o hacia abajo. Ahora bien, caer, es decir, dirigirse hacia el centro,
sólo conviene a los pesados como la tierra y el agua. Por el contrario, el aire y el fuego,
elementos provistos de liviandad, se elevan, se alejan del centro. Parece conveniente
asignar movimiento rectilíneo a los cuatro elementos; por contra, los cuerpos celestes
deben girar alrededor del centro. Así dice Aristóteles.
- Insuficiencia de las razones aducidas y refutación de las mismas. Dicen que fuera del
cielo no hay ni cuerpos, ni espacio, ni vacío, ni absolutamente nada y que, por
consiguiente, [nada] hay donde el cielo pueda ubicar su expansión; en tal caso, es
ciertamente asombroso que alguna cosa pueda ser detenida por nada. Quizá sería más
fácil comprender que nada hay fuera del cielo, que todo está en su interior, sean cuales
sean sus dimensiones, si se admite que el cielo es infinito y sólo está limitado por una
concavidad interior; pero en este caso el cielo sería inmóvil. Dejemos en manos de los
filósofos naturales estas disputas acerca de la finitud o infinitud del mundo. En todo caso
lo que sabemos con certeza es que la Tierra entre sus polos, está limitada por una
superficie esférica. ¿Por qué seguir vacilando en atribuirle un movimiento que se avenga
con su naturaleza y forma? ¿Por qué sacudir violentamente el mundo entero, cuyos
límites nos son desconocidos e imposibles de conocer, y no admitir que la realidad de esta
revolución cotidiana pertenece a la Tierra, mientras que al cielo le corresponde su
apariencia? No hacerlo es comportarse como Eneas de Virgilio cuando dice: " Salimos del
puerto y retroceden tierras y ciudades".
Si pueden ser atribuidos varios movimientos a la Tierra, y del centro del mundo. Puesto
que nada se opone al movimiento de la Tierra, creo que ahora debemos examinar si no
sería conveniente atribuirle varios de ellos, con lo que quedaría equiparada con un
planeta. El desigual movimiento aparente de los planetas y la variación de sus distancias
con respecto a la Tierra nos
demuestran que ésta no es el centro de todas las revoluciones. Bajo el supuesto de que la
Tierra efectúe otros movimientos alrededor de su centro, será necesario que sean de tipo
similar a los observados en muchos fenómenos [planetarios] que tengan un periodo anual.
Si transferimos el movimiento del Sol a la Tierra, concediendo la inmovilidad al Sol, la
salida y puesta de las estrellas fijas, gracias a los que tan pronto amanece como anochece,
se mantendrían inalterables, y veríamos que las estaciones, retrogradaciones y
progresiones de los planetas tenían su origen no en el movimiento de estos, sino en el de
la Tierra. Finalmente, deberemos admitir que el Sol ocupa el centro del mundo. La ley y el
orden que hacen derivar unas de otras así como la armonía existente en el mundo, nos
enseñan que tales son las cosas que ocurren en el universo con sólo mirar, por decirlo, con
los ojos bien abiertos.
astronómica: Una esfera almilar ecuatorial con un anillo de declinación de 2,74 metros de
diámetro, además de un gran número de compases: Sextantes (60°) y Cuadrantes (90°) en
estos último el más preciso hasta ahora construido el "Cuadrante Mural". Tycho fue un
excelente observador, sus medidas astronómicas eran sorprendentemente exactas a
pesar de que no utilizó ningún instrumento óptico. Creó mapas estelares, midió la
duración del año con tan solo un error de 1 segundo, estudio y corrigió la refracción que
produce la atmósfera sobre la luz procedente de las estrellas, las observaciones de los
planetas fueron las más precisas efectuadas hasta entonces, observó el cometa de 1577 y
midió su paralaje desplazándose desde el observatorio en Hven hasta Praga las
mediciones le llevaron a concluir que el cometa estaba más allá de la órbita de la Luna;
también observo los cometas que aparecieron en 1580, 1585, 1590, 1593 y1596.
LEYES DE KEPLER.
El libro de Kepler La nueva astronomía, contenía dos de las tres leyes revolucionarias de
Kepler, que resultaron indispensables para los subsecuentes descubrimientos de Newton.
Dichas leyes eran:
1.-Todo planeta sigue una órbita ovalada alrededor del Sol, la cual se llama elipse. El Sol se
encuentra en un foco de la órbita elíptica. (Así podía explicar Kepler la velocidad irregular
de un planeta en su órbita).
2.-Una línea imaginaria que vaya del centro del Sol al centro de un planeta recorre
siempre un área igual en un tiempo igual, lo que indica que los planetas se mueven más
de prisa cuando están más cerca del Sol.
3.-La tercera ley fue propuesta en la Armonía del mundo de Kepler, publicada en 1619. El
tiempo que necesita un planeta para hacer un recorrido completo al rededor del Sol es su
periodo. Los cuadrados de los periodos de dos planetas son proporcionales a los cubos de
sus distancias medias al Sol.
Además, como quiera que todas las partes de un planeta cualquiera, A, son atraídas a otro
planeta cualquiera, denominado B, y como quiera que la gravedad de cualquier parte es a
la gravedad del todo como a la masa de esa parte es a la masa del todo, el planeta B a su
vez será atraído hacia todas las partes del planeta A, y la atracción que experimenta hacia
el todo como la msas de esa parte es a las masas del todo. Que es todo lo que había de
demostrar.
La atracción ejercida por cada una de las partículas iguales de un cuerpo es inversamente
proporcional al cuadrado de la distancia que hay desde cada partícula. Es evidente por el
de la proposición.
LAS MAREAS
El fenómeno de las mareas se atribuye a la fuerza de gravedad que la luna ejerce sobre los
océanos, al situarse diariamente frente a estos. También influye la masa solar, y la masa
terrestre.
Desde los tiempos de Isaac Newton, los físicos y químicos habían intentado comprender la
naturaleza de la materia y la radiación, su interacción en algunos modelos unificados del
mundo. La hipótesis que sostenía que las leyes mecánicas eran fundamentales se
denominó visión mecánica del mundo. La hipótesis que mantenía que eran las leyes
eléctricas las fundamentales recibió el nombre de visión electromagnética del mundo.
Ninguna de las dos concepciones era capaz de explicar con fundamento la interacción de
la radiación y la materia al ser observadas desde diferentes sistemas de inercia de
referencia, o sea, la interacción producida en la observación simultánea por una persona
parada y otra moviéndose a una velocidad constante.
En 1905, Einstein se dio cuenta de que la solución no estaba en la teoría de la materia sino
en la teoría de las medidas. En su teoría restringida de la relatividad se encontraba el
hallazgo de que toda medición del espacio y del tiempo es subjetiva. Esto le llevó a
desarrollar una teoría basada en dos premisas: el principio de la relatividad, según el cual
las leyes físicas son las mismas en todos los sistemas de inercia de referencia, y el principio
de la invariabilidad de la velocidad de la luz, según el cual la velocidad de la luz en el vacío
es constante. De este modo pudo explicar los fenómenos físicos observados en sistemas
de inercia de referencia distintos, sin tener que entrar en la naturaleza de la materia o de
la radiación y su interacción, pero nadie entendió su razonamiento.
Sistema formado por el Sol, nueve planetas y sus satélites, asteroides, cometas y
meteoroides, y polvo y gas interplanetario. Las dimensiones de este sistema se especifican
en términos de distancia media de la Tierra al Sol, denominada unidad astronómica (UA).
El planeta más distante conocido es Plutón, su órbita está a 39,44 UA del Sol. La frontera
entre el Sistema Solar y el espacio interestelar —llamada heliopausa— se supone que se
encuentra a 100 UA. Los cometas, sin embargo, son los más lejanos del Sol, sus órbitas son
muy raras, extendiéndose hasta 50.000 UA o más. El Sistema Solar es el único sistema
Mercurio es muy denso, en apariencia debido a su gran núcleo compuesto de hierro. Con
una atmósfera tenue, Mercurio tiene una superficie marcada por impactos de asteroides.
Venus tiene una atmósfera de dióxido de carbono (CO2) 90 veces más densa que la de la
Tierra; esto causa un efecto invernadero que hace que la
Tierra es el único planeta con agua líquida abundante y con vida. Existen sólidas pruebas
de que
Marte tuvo, en algún momento, agua en su superficie, pero ahora su atmósfera de dióxido
de carbono es tan delgada que el planeta es seco y frío, con capas polares de dióxido de
carbono sólido o nieve carbónica.
Saturno rivaliza con Júpiter, con una estructura de anillos más complicada y con mayor
número de satélites, entre los que se encuentra Titán, con una densa atmósfera.
Urano y Neptuno tienen poco hidrógeno en comparación con los dos gigantes; Urano,
también con una serie de anillos a su alrededor, se distingue porque gira a 98° sobre el
plano de su órbita.
Plutón parece similar a los satélites más grandes y helados de Júpiter y Saturno; está tan
lejos del Sol y es tan frío que el metano se hiela en su superficie.
También llamada la teoría del Big Bang. En 1948 George Gamow modificó la teoría de Le
maître del núcleo primordial. Gamow planteó que el Universo se creó en una explosión
gigantesca y que los diversos elementos que hoy se observan se produjeron durante los
primeros minutos después de la Gran Explosión, cuando la temperatura extremadamente
alta y la densidad del Universo fusionaron partículas subatómicas en los elementos
químicos. Cálculos más recientes indican que el hidrógeno y el helio habrían sido los
productos primarios de la Gran Explosión, y los elementos más pesados se produjeron
más tarde, dentro de las estrellas. Sin embargo, la teoría de Gamow proporciona una base
para la comprensión de los primeros estadios del Universo y su posterior evolución. A
causa de su elevadísima densidad, la materia existente en los primeros momentos del
Universo se expandió con rapidez. Al expandirse, el helio y el hidrógeno se enfriaron y se
condensaron en estrellas y en galaxias. Esto explica la expansión del Universo y la base
física de la ley de Hubble.
fenómeno de la masa oculta, este método de determinar el destino del Universo será
poco convincente.
Como la luz de las galaxias más alejadas ha estado viajando cientos de miles de años, el
Universo se observa como aparecía en el pasado lejano. Al utilizar nuevos detectores
infrarrojos conocidos como series de gran formato, los astrónomos del Observatorio
Mauna Kea, en Hawái, han registrado cientos de galaxias, las más mortecinas jamás
observadas, la mayoría de ellas agrupadas a una distancia de 600.000 años luz. Una
anomalía en esta visión del Universo de
hace 600.000 años es que, más que una mezcla de tipos galácticos, predomina un tipo:
una clase de galaxias pequeñas y compactas que contienen muchas menos estrellas que la
Vía Láctea u otras de su clase. Las jóvenes galaxias espirales y elípticas que se observan en
la actualidad se pueden haber formado por la fusión de fragmentos galácticos de masa
baja, relativamente tarde en la historia del Universo, mucho después de la Gran Explosión,
y pueden representar cada uno de los estadios en la evolución del Universo.
Los planetas relacionados con los poliedros regulares, según Johannes Kepler