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Yo soy la resurrección y la vida

Lectura del Santo Evangelio según San Juan (11,3-7.17.20-


27.33b-45):
“Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque
haya muerto, vivirá; y el que está vivo y cree en mí, no morirá
para siempre
¡Señor, Tu amigo está enfermo…!
Pero Él no se da prisa. Jesús dijo: “Esta enfermedad no acabará en la
muerte, sino que servirá para la gloria de Dios, para que el Hijo del
hombre sea glorificado por ella”.
Dar gloria, glorificar a Dios, es la respuesta
espontánea del ser humano,
dotado de inteligencia y voluntad
Jesús se hace presente en Betania.
Ha llegado no a sanar al amigo
enfermo, sino a dar a conocer,
mediante un milagro, que Él es
origen y clave de la vida terrena y
de la vida eterna
“Señor, si hubieras estado aquí
no habría muerto mi hermano”

Así, con palabras de reclamo y


desilusión, recibe al Señor la
hermana dolida.
Quizás también nosotros estemos tentados
a expresarle nuestro pesimismo porque
sentimos que ya nada puede hacerse, no
encontramos salidas.

Nuestros países huele a corrupción, huelen


a miedo, a terrorismo y a droga, nuestras
familias no perciben el aroma de la armonía
y del cariño, todo huele mal.

Pero cuando todo huele mal, Jesús está


ahí cerca del que tanto ama.
No le importan sus olores, para Jesús
sigue siendo el amigo
“Tu hermano resucitará”.

Martha respondió: “Ya sé que resucitará


en la resurrección del último día”.

Martha ignoraba que el que es la


Resurrección y la Vida estaba allí, frente
a ella.

Jesús le dijo: “Yo soy la


resurrección y la vida”.
Esta afirmación clara, categórica,
tiene tal fuerza, que es la clave de
la persona y la obra de Cristo.

No dice: “Yo traigo la vida”, no


afirma: “Yo doy la vida”.

Dice que Él es, y el verbo ser sólo


une al verbo con el complemento
yo soy, lo cual identifica su
persona.
El amor de Jesús se hace
presente en las situaciones más
difíciles y complicadas.

La muerte y la corrupción no
logran mantenerlo lejano y su
presencia nos llena de una sana
esperanza
“¿No te he dicho que si crees
verás la gloria de Dios?”.

De la fe nos lanza a la acción; pero de una verdadera fe, la


misma que le ha exigido a Marta. No solamente creer
teóricamente en la resurrección, sino experimentar vivamente
que Jesús es la resurrección y la vida.
Y Jesús no habla de una resurrección allá, lejana, al final, sino
que nos manifiesta su compromiso por la vida ahora, aquí, en
medio de todos.

Para esto se requiere la fe pero también poner a Jesús


como fuente de nuestra vida, de nuestras actividades
y de nuestro interior
Ahora Jesús hace también realidad
esas palabras.

Sólo espera nuestra confesión


confiada: “Sí, Señor. Creo firmemente
que Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios,
el que tenía que venir al mundo”.

Una confesión que le permite actuar


en nuestra vida.
También a nosotros nos dice: “Sal de ahí”.
Podremos salir de la muerte y corrupción no
basados en nuestras propias fuerzas, sino
basados en su amor.

Confiados en su palabra asumimos el


compromiso de desatar, de quitar losas,
de acrecentar la fe.
“Desátenlo, para que pueda andar”
Es la tarea ingente que debemos asumir
todos.

La fe es el motor que nos moverá para


comprometernos a crear unos países mejores.
Hay que desatar tantas cadenas de injusticia,
hay que quitar tantas losas que oprimen, pero
sobre todo necesitamos:

Experimentar una fe viva en Cristo


que es “la resurrección y la vida”.
Nunca se ha encontrado a alguien que
afirme que él es la vida, porque “nadie, sólo
Dios, puede decirlo.

Cristo lo dijo y probó lo que dijo. Pero es


necesario creer para ver, para experimentar
el regalo de Dios. Por eso Dios dice.
El verdadero creyente es una persona que no se contenta con vivir de
cualquier manera.
Desea dar un sentido acertado a su vida.
Responder a esas preguntas que nacen dentro de nosotros:

➢ ¿De dónde le puede llegar a mi vida un sentido más pleno?


➢ ¿Cómo puedo ser yo más humano?
➢ ¿En qué dirección he de buscar?

Si hay tantas personas que hoy, no sólo no abandonan la fe, sino que se
preocupan de cuidarla y purificarla, es porque sienten que Cristo les
ayuda a enfrentarse a la vida de un modo más sano y positivo.
“Ser cristiano es tener la audacia de ser hombre
hasta el final”.

Alentado por el mismo Espíritu de Cristo, el cristiano va


descubriendo nuevas posibilidades a su vida y va
aprendiendo maneras nuevas y más humanas de amar, de
disfrutar, de trabajar, de sufrir, de confiar en Dios.
Poco a poco, el creyente va descubriendo que esas
palabras de Jesús “Yo soy la resurrección y la vida” no
son sólo una promesa que abre nuestra existencia a una
esperanza de vida eterna; al mismo tiempo va
comprobando que, ya desde ahora, Jesucristo es
alguien que resucita lo que en nosotros estaba muerto,
y nos despierta a una vida nueva, y así será entonces
momento de hacer latir nuestro corazón al mundo.

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