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Voluntad

La voluntad es la capacidad de un individuo de tomar decisiones y


organizar su propia conducta, es decir, de disponer de sí mismo con
autonomía. Por ende, las cosas que realizamos con voluntad son
aquellas que hacemos con plena intención de hacerlas, al contrario
de lo que hacemos involuntariamente.
Esta palabra proviene del latín voluntas, derivado del verbo vollo
(“querer”), por lo que está íntimamente vinculada con el deseo, es
decir, con lo que nos gustaría hacer o conseguir, y, por lo tanto, con
aquello que nos proponemos. Por eso hablamos de “buena voluntad”
o “mala voluntad” cuando se hacen las cosas, para decir que fueron
hechas pensando en hacer el bien o en que salgan bien, o por el
contrario, en hacer el mal o sin importar cómo salgan.
También es común referirse a la “última voluntad” o testamento:
un documento en el que se especifican los deseos de una persona
que ha fallecido, en especial en lo que a sus bienes y su dinero
respecta. O también de la “voluntad divina”, que vendría a ser el
mandato de Dios, o sea, lo que Dios desea que ocurra y que, por
ende, debe ocurrir.
La voluntad está vinculada siempre a la conciencia, a la lucidez y a las
decisiones propias, de modo que aquello que se realiza bajo estado
de coacción, o bajo el efecto de sustancias, no se considera llevado a
cabo de manera voluntaria. La voluntad es necesariamente una
expresión de la subjetividad de las personas.

ejemplo: “Tienes que tener fuerza de voluntad para superar una


enfermedad de este tipo”, “Por favor, pon buena voluntad y trata de no
hacer más problemas”, “Tuve que despedirlo por su mala voluntad para
el trabajo en equipo”.
Tipos de voluntad:

Conciencia:
La palabra conciencia (y, en algunos casos, consciencia) posee
diferentes significados, todos relacionados con la mente humana
y con la lucidez, es decir, con la capacidad para percibir nuestro
entorno. No se trata de un término simple de definir, y de ello se han
ocupado disciplinas tan distintas como la filosofía y la psicología.
En su origen, tanto conciencia como consciencia provienen del
vocablo latino conscientia, fruto del prefijo con- (“unión”, “junto”) y el
verbo scire (“discernir” o “separar mentalmente una cosa de otra”), y
que provenía del adjetivo conscius (“confidente”).
Alrededor del siglo I a. C. esta palabra se utilizaba para referirse a los
saberes compartidos, al conocimiento general y, por lo tanto, al
autoconocimiento del ser humano, o sea, al conocimiento que tenía
que ver con su existencia, su pensamiento y sus acciones.
En ese mismo siglo, sin embargo, el término fue empleado por
primera vez con el sentido de “remordimiento”, por el poeta latino
Horacio (65-8 a. C.), para traducir el término griego syneidesis
(equivalente más o menos a “capacidad imaginativa”). A partir de
entonces comenzó a usarse con el sentido de “tener algo en la
conciencia”.
Como podemos apreciar, la palabra ha tenido una historia de
cambios y matices que han ido engrosando su significado. Hoy en
día le atribuimos casi todos esos sentidos provenientes del latín, en
especial los que se relacionan con el conocimiento de sí mismo
(como en “ser consciente”) y el juicio moral de las propias acciones
(como en “tener limpia la conciencia”).
Por lo tanto, cuando hablamos de conciencia nos estamos refiriendo
a:
• La capacidad de conocer nuestro entorno y ubicarnos en él, o
sea, la lucidez.
• La capacidad de reflexionar sobre la realidad y asumir una
postura frente a ella.
• La capacidad de juzgar nuestras acciones desde una
perspectiva moral (buenas o malas).
Juicio de moral:
Juicio moral es un acto mental que permite diferenciar entre lo correcto o
incorrecto. Es una valoración que la persona realiza frente a una acción
juzgando si es buena o mala.

El juicio es la facultad de entendimiento que permite discernir y juzgar mientras


que la moral es relativa a las conductas de las personas desde el punto de vista
de la bondad o maldad, es por ello que el juicio moral es la aptitud de cada
persona para afirmar o negar el valor moral de una situación determinada.

En principio es en el hogar en donde enseñan cuales son los valores morales,


luego las instituciones educativas y por último el medio ambiente que nos
rodea. Asimismo, el juicio moral se va formando en base a las experiencias
vividas de cada persona que van evaluando lo que es correcto dentro de una
sociedad, por medio del juicio moral se establece si una acción carece de
principios éticos o contraría a los mismos.

El juicio moral está comprendido por 3 elementos; el objeto está referido por la
conducta elegida por el sujeto, las circunstancias es el grupo de condiciones
que acompañan el acto y la intención es aquello por el cual el hombre realiza
una determinada acción.

Juicio de valor:
En el análisis del sociólogo alemán Max Weber sobre los métodos de estudio de las ciencias
sociales, Weber define la idea de juicio de valor como la evaluación práctica de un
fenómeno que es capaz de ser influenciado por nuestras acciones, ya sea en su favor o en
su contra. Para Weber, realizar un juicio de valor es evaluar una idea, una tesis, un valor
contable, una política económica, y el etcétera más largo que nos podamos imaginar,
siempre y cuando esta idea o concepto sea susceptible de nuestra influencia.

Por lo tanto, ¿qué es un juicio de valor? Simplemente, la evaluación de un fenómeno,


concepto o idea mediante la aplicación de todo un conjunto de valores propios. Se trata de
poner bajo estudio la certeza o falsedad de algo, su usabilidad o su empleabilidad. Eso sí;
siempre bajo la subjetividad de las creencias que basan nuestro juicio.

la idea del juicio de valor nos rodea constantemente en nuestra vida diaria. Forma parte de
la manera como interactuamos entre nosotros, como valoramos nuestras posesiones, o
cómo entendemos las políticas económicas de un país.

El juicio de valor es un concepto algo abstracto con aplicaciones en todos los ámbitos de las
ciencias, la economía o la política. Vamos a intentar resumir su significado focalizándose en
su aplicación en el ámbito de la economía y la empresa.

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