Está en la página 1de 281

ENCICLOPEDIA BOLIVIANA

LAS
COMUNIDADES
INDIGENAS
BOLIVIA
EDITORIAL “LOS AMIGOS DEL LIBRO"
BIBLIOTECA DIGITAL

TEXTOS SOBRE BOLIVIA

AYLLU

HISTÓRICO

FICHA DEL TEXTO

Número de identificación del texto en clasificación filosofía: 742


Número del texto en clasificación por autores: 13936
Título del libro: Las Comunidades indígenas en Bolivia
Autor (es): Arturo Urquidi
Editor (es): Editorial Los Amigos del Libro
Derechos de autor: Dominio Público
Imprenta: Editorial Universitaria de Cochabamba
Año: 1970
Ciudad y País: Cochabamba - Bolivia
Número total de páginas: 280
Fuente: Digitalizado por la Fundación
Temática: Ayllu histórico
ARTURO URQUIDI

Nacido en Cochabamba en 1905, su vida


ha sido consagrada por entero a la educa­
ción superior. Desempeñó la cátedra de
Sociología en la Facultad de Derecho de la
Universidad Mayor de San Simón y la recto­
ría de esa Casa de Estudios Superiores por
varios períodos, con singular valimiento.

La contribución del doctor Urquidi a la


sociología boliviana es de enorme significa­
ción y rebasa el marco de lo simplemente
especulativo, ora en cuanto a educación su­
perior se refiere ora en orden a sus estudios
sistemáticos histórico-sociales sobre la comu­
nidad indígena y la reforma agraria en Bo-
livia.

De sólida formación humanista, el doc­


tor Urquidi pertenece a esa generación de
estudiosos interesados en la transformación
de las arcaicas estructuras sociales de corte
liberal y cuyo pensamiento orienta la acción
de los grupos progresista de Bolivia.

Su obra es, verdaderamente, de permanen­


te consulta en la especialidad sociológica ele­
gida por él.
LAS COMUNIDADES INDIGENAS EN
BOLIVIA

Sabido es que la producción literaria del


sociólogo doctor Arturo Urquidi viene avala­
da siempre por una seria y abundante informa­
ción documental, que se expresa en una ex­
posición clara, metódica y elegante. Desde
el magistral ejercicio de la cátedra universi­
taria hasta el brillante desempeño de la rec­
toría de la Universidad Mayor de San Simón
de Cochabamba, la actividad del Profesor
Urquidi fue orientada hacia la investigación
de los problemas sociales y, particularmen­
te, de los de naturaleza rural; prueba de ello
son sus escritos sobre Etnografía boliviana
(1939) y La comunidad indígena (1941), que
lo singularizan como a uno de los más ca­
lificados sociólogos de nuestro país. Su apor­
te a la materialización de la Reforma Agraria
boliviana es, asimismo, de enorme significa­
ción, vicepresidente de la Comisión Nacio­
nal organizada en 1953, es autor del Plan
General para la Reforma Agraria y de sus
Bases Sociológicas.

Todos los antecedentes anotados hacen,


pues, de Las Comunidades Indígenas en Bo-
Hvia, una obra trascendente, dedicada a la
elucidación del complejo problema de la co­
munidad indígena de carácter gentilicio, que
constituye algo así como un cincuenta por
ciento de la población campesina del país.

“ La Comisión que redactó la Ley de Re­


forma Agraria tuvo el buen sentido — dice
el doctor Urquidi— de no aventurar dispo­
siciones de fondo al respecto (de las comu­
nidades indígenas), porque, consciente de la
complejidad y magnitud del problema, pen­
só sagazmente que las citadas organizacio­
nes, en razón de su estructura y régimen de
vida peculiares, debían ser objeto de una le­
gislación especial, previa una fase de inves­
tigación y estudio a cargo de expertos en
la materia” .

Nadie más autorizado, a nuestro juicio,


que el doctor Arturo Urquidi para realizar
el estudio preconizado por él mismo y que
tiene cabal realización en este libro, que
agota el tema en sus fases socio-jurídicas, al
punto de rematar en un proyecto legislativo
destinado a precautelar los intereses de las
nombradas comunidades, tanto en el orden
individual como colectivo.
ENCICLOPEDIA BOLIVIANA

Tomo 1 Prehistoria de Bolivia (Agotado)


Dick Edgar Ibarra Grasso.
Tomo 2 Antología — Prosa y Verso de
Bolivia.
Tomo 3 Antología — Prosa y Verso de
Bolivia.
Tomo 4 Antología — Prosa y Verso de
Bolivia.
Tomo 5 Antología — Prosa y Verso de
Bolivia.
Porfirio Díaz Machicao.
(4 tomos).
Tomo 6 La Cultura de los Inkas. Tomo I
Tomo 7 La Cultura de los Inkas. Tomo II.
Jesús Lara.
Tomo 8 Medinaceli Escoge — Antología.
Carlos Medinaceli.
Tomo 9 Mineralogía Boliviana
Federico Ahlfeld.
Tomo 10 El Poder y la Caída. (2 edición)
Sergio Almaráz Paz.
Tomo 11 Diccionario de Bolivianismos.
Nicolás Fernández y
Dora G. de Fernández
Tomo 12 Historia del Movimiento Obrero
Boliviano.
Tomo I. 1848 - 1900.
Guillermo Lora.
Tomo 13 Historia del Movimiento Obrero
Boliviano
Tomo II. 1900 - 1923.
Guillermo Lora.
Tomo 14 Historia del Movimiento Obrero
Boliviano.
Tomo III. 1923 - 1933.
Guillermo Lora.
Tomo 15 Antología Oratoria Boliviana.
Porfirio Díaz Machicao
Tomo 16 Geografía Física de Bolivia.
Federico Ahlfeld.
Tomo 17 Plantas Medicinales de Bolivia.
Enrique Oblitas Poblete.
Tomo 18 Breve Historia de Bolivia.
Augusto Guzmán.
Tomo 19 Historia de Bolivia. Siglo X V I.
Eduardo Arze Quiroga.
Tomo 20 La Verdadera Historia de los
Incas.
Dick Ibarra Grasso.
Tomo 21 Documentos Políticos
Guillermo Lora.
Tomo 22 Geografía Agrícola de Bolivia
A Cardozo y G . Barja.
Tomo 23 Diccionario Quechua - Castella­
no - Quechua.
Jesús Lara.
LAS COMUNIDADES INDIGENAS

EN BOLIVIA
ARTURO URQUIDI

LAS COMUNIDADES INDIGENAS

EN BOLIVIA

EDITORIAL “LOS AMIGOS D EL LIBHO”

Cochabamba - Bolivia

1970
Colección dirigida por:
Héctor Cossfa Salinas y
W em er Guttentag T.

OTRAS OBRAS DEL AUTOR:

Etnografia bolivia na, 1930


La comnnidad indigena, 1941
Labor universitaria (tomo V>), 1951
Pian generai para la Reforma Agraria y sua B a­
sca Sociológicas, 1953
Labor universitaria (tomo 2*?), 1955
EI Feudalismo en América Latina y la Reforma
Agraria Boliviana, 1966
Bolivia y su Reforma Agraria, 1969

Es propiedad de los Editores,


quienes reservan sus dere­
chos conforme a Ley según
Depósito Legal C.019-70.

Impreso en Bolivia

Printed in Bolivia

UMSS — EDITORIAL UNIVERSITARIA — 1970

para EDITORIAL “ LOS AMIGOS DEL LIBRO”

Primera edición. Tirada: 1.800 ejem plares en


rústica y 200 empastados.
SI Decreto-Ley de 2 de agosto de 1959, elevado a la
categoría de ley en 29 de octubre de 195B, en en are.
138 reconoce tres clases de comunidad ee campesinas:
a) la eamnmttad da hacienda; t ) la oomuiildad campe.
■iTin. agrupada; y c) la omnunldad Indígena.
Taa dos primeras configuran, propiamente, comuni­
dades rurales de simple vecindad», cuyos vlncnlos
emergen del hecho de vivir en di mismo lugar, oxte-
riorinSndose en intereses locales y modos de existencia
comunes.
l e comunidad. Indígena, en cambio, caracteriza a los
agregados sociales gentilicios, Que conserven aún loa
vlnculoa aglutinantes del apila tradicional, y cuya con­
dición de sujetos de derecho sobre la tierra Que po­
seen eolectlvameuite arranca desde loe tiempos colo­
niales.
La presente exposición se refiere exclusivamente
a & g

último tipo de comunidad que séllala la ley, o sea a


comunidad Indígena, de carácter gentilicio, basada
la supervivencia del ayllu.
P R O L O G O

H e aquí un libro de indudable importancia y que


nunca será ponderado lo suficientemente. E l doctor
friu ra Urquidi M orales, notable estudioso de nues­
tros problemas agrario-indígenas y cuyas ejecutorias
de sociólogo, político y autoridad universitaria son
sobradamente conocidas dentro y fuera del país, nos
ofrece ahora un medular estudio sobre L A S C O M U ­
N I D A D E S I N D I G E N A S E N B O U V I A . E l au­
tor, dadas sus preocupaciones de investigador y estu­
dioso, ha dedicado su atención, no sólo con hondura
sino con carino, a la dilucidación de un problema de
primordial interés para el país; y podemos afirmar,
desde ahora, que su obra, acaso la más alquitarada
y predilecta, alcanzará significativos relieves en el pla­
no sociológico nacional y latinoamericano.

En efecto, L A S C O M U N I D A D E S I N D I ­
G E N A S E N B O L I V I A , es obra de madurez inte­
lectual del autor, quien, en su larga trayectoria de es­
critor castizo y avezado, ha ofrecido ya al país impor­
tantes libros tales como L A C O M U N I D A D I N D I ­
G EN A (1 9 4 1 ); P L A N G E N E R A L P A R A E L
E S T U D IO D E L A R E F O R M A A G R A R I A V
B A S E S S O C IO L O G IC A S de la misma ( 1 9 5 3 ) ;

— 9 —
ANTEPROYECTO DE LEY GENERAL DE
C O M U N ID A D E S IN D IG E N A S (1 9 6 4 -6 5 ); E L
F E U D A L IS M O E N A M E R IC A Y L A R E ­
F O R M A A G R A R IA B O U V IA N A (1 9 6 6 );
B O U V IA Y SU R E F O R M A A G R A R IA
( 1 9 6 9 ) , esta última galardonada con un primer pre­
mio en concurso auspiciado por la Fundación Uni­
versitaria Patino. Sin referirnos ya a sus valiosos y
muy estimables trabajos sobre problemas universita­
rios, etnográficos y demográficos, dejemos por esta­
blecido que al lado de los meritorios ensayos ya cita­
dos. el libro L A S C O M U N I D A D E S I N D I G E ­
N A S E N B O L I V I A , que amerita este prólogo,
constituye realmente una obra de madurez y de ver­
dadera consagración para el doctor Arturo Urquidi.
E l que estas lineas escribe, no sin vacilaciones, desea­
rla penetrar en el meollo del libro, tratando, hasta
donde sus menguadas posibilidades le permiten, de
responder al honor que para él significa prologar una
obra sociológica innegablemente valiosa y trascenden­
te.

Para dar una visión integral de la obra, podría


comenzarse por esbozar una descripción resumida de
su contenido, que ahorco los aspectos histórico, so­
ciológico y legal.

Una R E S E N A H I S T O R I C A , escrita con aco­


pio de antecedentes valiosos y quizá irrefutables, nos
muestra el origen y desarrollo de L A S C O M U N I ­
D A D E S IN D I G E N A S , desde la Epoca Precolom­
bina ( período preincaico y período incaico), pasan­
do por la E poca Colonial, hasta la Republicana. D e
esta reseña, se desprenden algunas valiosas conclusio­
nes: si bien la L ey de Reform a Agraria habla de
comunidades campesinas y reconoce como tales, a la

— 10 —
comunidad de hacienda, a la comunidad campesina
agregada y a la comunidad indígena, eZ libra del doc­
tor Arturo Urquidi se refiere únicamente a esta última,
a la cual caracteriza, con criterio estrictamente socio-
lógico, como " a los agregados sociales gentilicios, que
conservan aún los vínculos aglutinantes del ayllu tra­
dicional, y cuya condición de sujetos de derecho sobre
la tierra que poseen colectivamente arranca desde los
tiempos coloniales".

Esta caracterización y delimitación de lo que de­


bemos entender por comunidad indígena ( agregado
“ de carácter gentilicio, basado en la supervivencia del
a y llu "), tiende, desde el comienzo, a evitar toda duda
y confusión; y muestra, por otra parle, la versación
histérico-sociológica del autor. Ciertamente que las
comunidades indígenas actuales, como anota el doc­
tor Urquidi, arrancan su condición de sujetos de de­
recho a la tierra que poseen colectivamente, sólo des­
de la época colonia/; pero, como agregado social,
naturalmente que la comunidad indígena tiene una
antigüedad mucho mayor. Una verdad resalta pues, a
este respecto, del estudio del Dr, Urquidi: " e l ayllu
o clan peruano, es muy antiguo, anterior con muchos
siglos a la sociedad incaica. E l clan nace al mismo
tiempo que la agricultura; y ésta aparece, a su vez,
en sus formas embrionarias, en la Edad Neolítica,
P or lo tanto, se halla ligado el clan, a las formas más
antiguas de la organización social".

Sin duda que la célula básica del imperio incai­


co siguió siendo el ayllu, vale decir, la misma antigua
comunidad gentilicia, aunque sufriendo indudables cam­
bios al influjo de factores nuevos que se dieron en esa
sociedad. L os incas, en efecto, modificaron el régi­
men de propiedad colectiva característico de la co­
munidad ayllal, y segregaron apreciables porciones de
la misma, para asignarlas al servicio del culto y del

— 11 —
m ea; afiarle Je que éste se adjudicó también la pro­
piedad de las minas, cocales, tierras de pastos, montes,
abrevaderos, ganado cerril, etc., haciendo sólo pos­
teriormente concesiones limitadas en favor de la co­
munidad. Con todo, el imperio incaico, por su técnica
productiva todavía atrasada ( aunque en algunos domi­
nios de la producción logró progresos evidentes) , por
la subsistencia de relaciones sociales basadas en el
parentesco y por la presencia de la propiedad colecti­
va de la tierra, pertenece a la E dad Prolohistórica, co­
mo señala el doctor Urquidi, y corresponde a las
sociedades gentilicias arcaicas.

L a llegada de los españoles significa un cambio


en la estructura económico-social incaica. En realidad,
la conquista crea un nuevo modo de producción y
consiguientemente nuevas relaciones sociales entre los
hombres. Gracias á la ocupación violenta de la pro­
piedad colectiva incaica, los españoles introducen, co­
mo forma bigamos predominante y única, la propie­
dad privada sobre los medios de producción, base so­
bre la cual se erigen las nuevas relaciones sociales
propias del feudalismo peninsular. Capitulaciones, R e ­
partimientos, Encomiendas y Composiciones, son los
medios instrumentales a través de los cuales la Colo­
nia crea las nuevas formas de propiedad; propiedad
realenga, propiedad de los españoles, propiedad ecle­
siástica y propiedad indígena, la misma que mantuvo
su carácter comunal, sólo en aquellas regiones aleja­
das, a las cuales ya no pudieron tener acceso los es­
pañoles. P o r lo demás, es sabido que allá donde los es­
pañoles se apoderaron de las tierras del imperio incai­
co, constituyeron la gran propiedad privada feudal
sometiendo a los nativos al sistema de vida y trabajo
de la servidumbre.

— 12 —
Las vicisitudes de la comunidad indígena en el
curso de nuestra vida republicana, están también cla­
ramente expuestas en la obra del (factor Urquidi. E l
Libertador Bolívar, imbuido de espíritu liberal, quiso
instituir la propiedad privada campesina, porque creía
que ésta era la mejor base de sustentación de un veraz
régimen democrático y republicano. 7endio a la su­
presión de la servidumbre, de las servicios personales
gratuitos y del tributo mdigenal, instituciones típicas
del feudalismo, que la República necesariamente de­
bía abolir. E l Libertador propugnó la disolución de
las “ comunidades” , disponiendo para el efecto la dis­
tribución de tierras comunarias entre los indios que
no tupiesen tierras. P ero estas medidas, lejos de fa ­
vorecer a los comunarias y al desarropo de la agri­
cultura, fueron perjudiciales; tendieron a cortar en
redondo el proceso natural de desarrollo de las co­
munidades y a considerar los terrenos sobrantes como
propiedad del Estado, cosa que nunca fue admitida
por los comunarios. Luego se tendió a establecer, co­
mo en la Argentina de Rioadaüia, un sistema enfi-
téutico, en virtud del cual los indígenas “ originarios"
tendrían solamente el dominio útil, usufructo, diga­
mos, de las tierras que desde antiguo venían poseyendo,
mientras que el Estado detentaría el dominio directo,
el derecho eminente sobre esas tierras, medida que
igualmente equivalía a un despojo a los comunarios de
sus tradicionales derechos a la tierra.

E l Presidente M elgarejo, en ¡8 6 6 , mediante un


decreto dictatorial y apremiado por urgencias económi­
cas, declaró a los indígenas propietarios d e sus tie­
rras, disponiendo el previo pago de determinadas su­
mas de dinero, a fijarse de acuerdo a la aprecíacío'n
pericial respectiva. Los indígenas que no hubiesen satis­
fecha esos pagos en el plazo de 6 0 días, deberían ser
despojados de sus tierras, las mismas que habrían de
ser adjudicadas a terceras personas en subasta pública.
Esta medida creó el más grande descontento y rebe­
lión de oastas masas de campesinos comunarios que, al
luchar en defensa de sus derechos, fueron víctimas de
masacres e inenarrables sufrimientos. La medida de
M elgarejo fue el antecedente más inmediato de la for­
mación del latifundio edificado sobre el despojo de
las tierras de comunidad.

E s üerdad que el Presidente Agustín M orales,


en 18 7 1 , trató de dejar sin efecto las injustas y bár­
baras medidas del Presidente M elgarejo. Empero, las
malas artes que los compradores de tierras de comu­
nidad pusieron en juego, no permitieron la reparación
de las injusticias cometidas con los comunarios; por el
contrario, se fue afirmando con poderes cada vez más
omnímodos la gran propiedad, el latifundio. E l poder
público se puso de lado siempre de los latifundistas y
los indígenas fueron gradualmente sometidos a servi­
dumbre; al paso que los comunarios, al margen de
toda protección, iban reduciendo sus heredades y ale­
jándose cada Vez más a zonas inaccesibles y poco fér­
tiles.

L a L ey de 5 de octubre de 1874, inspirada en


el pensamiento bolivariano, a título de ex-üincubación
de tierras de comunidad, trató nuevamente de implan­
tar la propiedad privada. E n virtud de ella, todos los
comunarios se convertirían en propietarios privados de
sus sayonas, previa la obtención de los títulos que las
comisiones revisitadoras organizadas al efecto habrían
de expedirles. E n consecuencia, podrían transferir sus
propiedades a titulo de venta. Quedaban suprimidas ju­
rídicamente las comunidades y ningún curaca podría
arrogarse la representación de los ayllus declarados in­
existentes desde la fecha de promulgación de la ley.
Una otra disposición legal del año 192 5 , si bien man­
tiene el reconocimiento del derecho de propiedad priva­
da de los comunarios sobre sus sayañas, en cambio.

14 —
vuelve a considerarlos interdictos para el efecto de la
tienta o hipoteca de aquéllas, puesto que ninguno Je
estos actos jurídicos poJrían realizar sin la asistencia y
cenia del Ministerio Publico, debiendo las nenias /fa­
cerse precisamente en subasta pública.

P or fin, la Constitución de 1938, reconoce la


existencia legal de la comunidad indígena.

Hasta la Reform a Agraria de 2 de agosta de


1953, que liquidó el latifundio y abolió la servidum­
bre campesina, no encontramos, como anota el D r. Ur-
quidi, disposición alguna digna de mención relatiüa a
las comunidades indígenas. L a ley misma de reforma
agraria, no toca tan palpitante problema y se limita
a disponer que los indígenas comunarios que hubie­
sen sido tiíctimas de usurpación de sus tierras, podrán
intentar juicios de reivindicación ante la justicia agra­
ria.

Las comunidades indígenas han corrido pues mu­


chos albures. Cerca Jas, digamos así, por el latifundio
y por la indiferencia del P oder Público, han vivido
al margen de toda posibilidad de desarrollo, al margen
de la vida nacional, configurando ciertamente institu­
ciones arcaicas y destinadas a un uegetar intrascen­
dente, a una vida gris y sin horizontes. D e ahí por
qué, en la hora actual, se imponga como una necesi­
dad perentoria, la urgencia de pensar en una reforma
de las comunidades indígenas, que aprovechando los
elementos de vida comunitaria, de propiedad colectiva
que aún puedan contener, las reordene con criterio
moderno que les permita desarrollarse y recobrar, si
acaso es posible, el relativo esplendor económico y
social que sin duda fue su característica del pasado.

— 15 —
Sin duda que la parte más extensa del enj'un-
dioso estudio del D r. Urquidi, es el E N F O Q U E S O -
C IO L O C IC O , que abarca muchísimas páginas cuya
lectura causa verdadero deleite por su contenido y por
el riquísimo acervo de fuentes bibliográficas utilizadas.

M ucho se ha discutido en el terreno doctrinario


sobre el carácter de la organización social incaica. ¿S e
trataba de un imperio socialista, como sostiene Luis
Baudin, d e un imperio que, ubicándose en la Edad
Neolítica o Protohistoria, participaba todavía de mu­
chas formas y manifestaciones del comunismo primiti­
vo, aunque ya en transición hacia formas de organi­
zación social más avanzadas? Todos estos aspectos,
con el aporte de muchos investigadores y con el juicio
critico propio, son convenientemente dilucidados por el
D r. Urquidi,

Si la cuestión radica en ubicar histórica y socio­


lógicamente la organización social incaica, nada más
correcto que estudiar las grandes fases del desarrollo
social. Vale decir, las grandes formaciones económico-
sociales. Siguiendo diversos criterios clasificatorios, el
D r. Urquidi aborda este estudio desde los puntas de
vista cronológico, tecnológico, económico-social, ge­
nética-político e histórico-materialisla; y llega a la
conclusión, ciertamente correcta, de que el imperio in­
caico, "conservando aún ciertas modalidades propias
de la gran fase histórica de la "comunidad primitiva” ,
atravesaba por un período d e descomposición de di­
cho régimen, en cuyo seno empezaban a surgir fuerzas
o instituciones nacientes que ya correspondían a etapas
o formaciones inmediatamente superiores como eran la
esclavitud y el feudalismo".

Termina el enfoque con una caracterización so­


ciológica de la comunidad indígena, la cual se iden­
tifica con el ayllu, siendo éste una construcción nada

— 16 —
original, sino, por el contraria, identificada a su oez
con el d an y la gens, organizaciones primitivas genfrVi-
c¡'as, comunes a todos los pueblos de la humanidad y
que, entre los antiguos peruanos, tomaron la denomi­
nación de ayllu (conjunto de familias ligadas por
vínculos paren tales).

Un estudio de la Comunidad Indígena, desde el


punto de vista d e su origen, localización geográfica,
composición étnica, régimen de propiedad agraria, si­
tuación legal de las tierras de comunidad, economía y
técnica productiva, relaciones de producción y clases
sociales (trabajo familiar, ayni, mincca, taaki, al par­
tir, la salja, la faena, etc., o sea formas todas de re­
laciones de trabajo), organización político-territorial,
y expresiones culturales, cierra esta importante segunda
parte de la obra.

"¿C u á l será el porvenir que la historia depara a


las comunidades i n d í g e n a s se pregunta el doctor
Urquidi; y en verdad que ésta es una pregunta que a
todos debe inquietar. E l censo agropecuario de 1950,
daba testimonio de la existencia de 3 .7 7 9 comunida­
des indígenas, poseedoras de una superficie total de
7 .1 7 8 .4 4 8 ,5 7 hectáreas y una superficie cuitfila­
da de 1 7 0 .1 0 6 ,4 4 hectáreas. Si la población rural
del país, en 1 9 5 0 fue estimada en 1 .9 9 5 .6 6 6 habi­
tantes, como señala el propio D r. Urquidi, se puede
admitir que e l 5 0 % de este total, o sea 9 9 7 .7 3 3 cam­
pesinos indígenas, pertenecen a las comunidades indí­
genas. Como se ve, desde el ppnto de vista demográ­
fico y territorial, las comunidades indígenas constituyen
un problema serio para el país. S e hallan, como ya di­
jimos, ütrtualmente al margen de la nacionalidad.
Constituyen, por decirlo así, una nacionalidad oprimi­
da, puesto que viven sometidas, no participan del go­
bierno, viven en el analfabetismo, la insalubridad y un
bofísimo nivel de vida, al mismo tiempo que sus tradi-

— 17 —
cienes culturales y sus modos de vida, son subesti­
madas y quizá hasta sistemáticamente ignoradas.

En tales circunstancias, ¿cuál será el futuro de


las comunidades indígenas?. E l D r. Urquidi estudia
todas las corrientes doctrinarias al respecto. Examina
la tesis abolicionista, ya de antigua dala, y que pue­
de cumplirse por la disolución intencional, voluntaria,
o por la caducidad natural, puesto que se trata de
organizaciones económico-sociales arcaicas. Estudia
la posible cooperaiivización de las comunidades y aca­
so su posible tránsito ulterior hacia el socialismo, o
finalmente, hacia la propiedad individual.

Las comunidades indígenas son organizaciones


sociales sin duda arcaicas; pero eso no implica nece­
sariamente su caducidad, pues tienen a su favor la
dura prueba del tiempo, ya que han sobrevivido a la
opresión colonial y republicana; han soportado todos
los embates del infortunio y aunque en cierto modo
laroadas, han dado pruebas de reciedumbre que na­
die puede desconocer, por el hecho de que en lo in­
trínseco conservan todavía el ánima colectivista que
heredaron del pasado. L a única solución posible, es
que mediante una reforma, una legislación adecuada,
se dote a las comunidades indígenas de nueva savia
que las vivifique y les permita sobreponerse a su actual
destino. E l Dr. Urquidi, al término de su importante
obra, propone un importante proyecto de ley para el
efecto.

E ste proyecto de ley parte de una orientación


sociológica realista y de hondo sentido reivindicativo
y humanitario. R econ oce la libertad del campesino ca-
munario, base esencia/ de todo ordenamiento jurídico.
L a libre determinación de los comunarios, es el punto
de partida. Y este solo hecho es ya un elemento sufi­
ciente para desterrar las tradiciones paternalistas que

— 10 —
dirigieron toda obra de legislación indigenal en S oli­
via. Considerar al campesino indígena, sobre todo al
comunario, como menorválido y dictar en su favor
una legislación protectora, fue el norte del liberalismo.,
del conservadorismo y aún de muchas corrientes re­
formistas. P ero es ya hora de abandonar esos criterios
pasadistas y partir de una nueva concepción: la auto­
determinación de los campesinos comunarios, quienes
podrán, sin cortapisas, elegir las vías más convenien­
tes de su desarrollo. E l proyecto de ley del D r. Ur­
quidi se limita, pues, a señalar esas vías, y no cier­
tamente a tratar de imponerlas.

E l problema de las comunidades indígenas es


predominantemente sociológico, antes que jurídico. P or
esta razón, la obra del D r. Urquidi, no se limita a la
fundamenlación altamente especializada de un pro­
yecto de ley. P or el contrario, ha incursionado en es­
tudios profundos de carácter histórico-sociológico, que
por igual habrán de interesar a los hombres de gobier­
no, y en general a todos los estudiosos.

Trabajos especializados, de carácter teórico y


empírico sobre las comunidades indígenas, existen po­
cos en nuestro país. E l D r. Urquidi ha dedicado sus
vigilias a este tema, que necesariamente tiene impli­
caciones políticas y sociales; y lo que nos corres­
ponde, al término de estas líneas, es recomendar su
Zectura a todos cuantos creen que, deber inaplazable
de los bolivianos, es resolver los problemas de una
vasta masa de connacionales que tal vez se consideren
todavía como proscritos en su propia tierra y sien­
tan, por eso mismo, hambre y sed de justicia.

Potosí, Septiembre de 1970.

D r. A B E L A R D O V ILL A LP A N D O R.

— 19 —
CAPITULO I

PANORAMA HISTORICO

1. EPOCA PRECOLOMBINA

A) PERIODO PREINCAICO

a) Culturas anteriores a la inealca. H


en estos momentos, todo un proceso de revisión
de la sociedad incaica, no sólo en cuanto a su
origen, sino, también, respecto a su estructura
social y el estadio cultural que aquélla represen­
ta dentro de estricta valoración sociológica.
Como consecuencia de esa labor de revisión, hoy
va afirmándose, cada vez más, la opinión de que
la sociedad incaica no fue sino la culminación
de la obra cultural de varios otros pueblos más
antiguos y que bu misma organización social no
tuvo, desde el punto de vista de la felicidad hu­
mana, los caracteres ideales que muchos han
querido asignarle.

— 21 —
ARTURO URQUID1

Probablemente, en este orden, corresponde


la posición más radical al Prof. Dick Edgar Iba-
rra Grasso, quien, después de afirmar que “ to­
da la historia tradicional de los Incas, anterior
a Pachacutec, es falsa” U> llega a formular es­
te juicio categórico: “ Los Incas, su civilización,
no nacieron de la nada; fueron los herederos
(aunque por piratería) de la civilización de Tia-
huanacu y del Reino Colla; así se explica su
cultura y su desarrollo que por cierto no comen-

(1) Varios cronistas, especialmente Sarmiento de Gamboa,


refieren que Pachacutoc reunió un "congreso da his­
toriadores" con la misión die elaborar una historia so­
bre el “origen y cosos notables" de la dominación in­
caica, habiéndose registrado loa pasajes importantes
de esa historia, por mabdato del mencionado Inca,
en una serie de tablones para su mejor conservación
y a manera de biblioteca
Ibarra Grasso, aduciendo pruebas arqueológicas, lin­
güisticas, históricas, etc., sostiene que en el citado
Congreso se "falsificó” la historia de los Incas, en
"todos los bechus anteriores a Pachacutec", coa el pro­
pósito de "borras- la dependencia en que estuvieron sus
antepasados con respecto a loe reyes collas" y do
ofrecer una hlBtorla según la cual sus antecesores
fueron “reyes independientes y de origen divino".
Además, a Juicio del citado autor, el cronista Garci-
iaso de la Vega también ha presentado una visión de­
formada y fantasiosa de la cultura ib caica. “En su
obra —sostiene Ibarra Grasso, refiriéndose ai nom­
brado cronista—, presenta una historia Ibcaica embe­
llecida « i todas sus acciones: ios diversos monarcas,
todos ellos desde el principio al fin, aon personas sa­
pientes y de mansedumbre y humildad más que cris­
tianas, que se dedican a realizar conquistas con ob­
jeto de llevar su civilización a pueblos todavía sal­
vajes sacrifLcéhdoBe verdaderamente en ello. En otras
palabrea —agrega—, una Imagen de la Edad de Oro
de la antigua Grecia, trasladada al continente preco­
lombino. (D. E. Ibarra Grasso. "Sobre el desarrollo de
las civilizaciones precolombinas de Bolivla y el ori­
gen dal Imperio Incaico", Separata de Revista do II-
vro. Rio de Janeiro, Brasil, pp. 79-B2). intimamente

— 22 —
LAS COMUNIDADES INDIGENAS EN BOLIVIA

zó con ellos. Dos mil años al menos, de civiliza­


ción anterior, iue lo que recogieron” . (2)

Ya en 1903, Bautista Saavedra, el conocido


autor de El Ayllu, refiriéndose al mismo proble­
ma, anotaba sagazmente: “ La gran civilización
a que llegó el imperio del Sol, al igual del roma­
no, se operó mediante la asimilación lenta y si­
lenciosa de las instituciones de los vencidos. A
su vez, las leyes e instituciones salidas del nú­
cleo, que podríamos llamar propiamente incási­
co, sin que sea posible señalar cuáles son éstas
en toda su originalidad, fueron a flotar superfi­
cialmente en un principio, como en todo régimen
establecido por ,1a conquista, y a impregnar
fuertemente, después, en las costumbres y nor­
mas de la vida agrícola de los pueblos someti­
dos al cetro cuzqueño’MS)

Por su parte, Manuel Rigoberto Paredes, con


mayor rotundidad, decía, asimismo: no ca­
be duda que los Incas no fueron sino imitado­
res y continuadores de esa civilización (la de
Tiahuanacu), cuyos restos se harán salir un
día del polvo que los cubre, como Pompeya y
Herculano están surgiendo, en los últimos tiem­
pos, de la lava que por tantos siglos los sepul­
tara” . («

há salido a lúa la importante obra de este autor titula­


da lia verdadera historia, da Los lu s a (La Paz-Cn-
cbabamba. Loa Amigos del Libro, 1869). cuyo capitula
II, pp. 65-117, está dedicado a "La versión de Gar-
cllaso sobre la Historia Incaica".
(2) D. E. Ibarra Grasso, articulo aparecido en Revista Ar­
te, La Paz, publicación del Ministerio de Educación y
Bellas Artes. Alto I, vol. I. N« 2,- mayo-agosto de 1961,
p. 61.
(8) E. Saavedra, El Ayllu, París. P. Ollendorff, 1913, p. 126.
(4) M. R. Paredes, T U u u i u s j la Provínola do Ingsvi
La Fas, Ed. Isla, 1955, P. 135.

— 23
ARTURO URQUIDI

En forma más discreta, entre los autores pe­


ruanos también va tomando cuerpo la misma
opinión. En concepto de Luis E. Valcárcel, por
ejemplo, “ la cultura desarrollada en el área an­
dina es el resultado de las mezclas de los círcu­
los culturales primarios que ocuparan nuestro te­
rritorio en las zonas de selva, de serranía y de
litoral marítimo. Como toda alta o superior cul­
tura no es simple sino compleja, no es pura si­
no mestiza". (5)
(5) L. S¡. Vaicárc©]. Hiatorla. de la. cuitan, antigua- dsl
Perú, Tomo I, vol. I, Lima, Imp. de] Museo Nación a],
1918, p. 26.

“paisaje lu n n u n oo"

-2 4 —
LAS COMUNIDADES INDIGENAS EN BOLIVIA

Y según Jorge Basadre, la “ unidad social-


econòmica relativa que antecede a la expansión
inca y la facilita, cabe explicarla por la existen­
cia de uno o más imperios antiquísimos, de los
cuales los Incas no fueron tal vez sino un rena­
cimiento” . IB)

Quien, sin embargo, en los últimos tiempos,


ha dado mayor profundidad y consistencia a la

(6) J. Banadre, Historia del Derecho Fontano, Lima, Ed.


Antena, 1937, p. 101.

F oto: Dr. Daniel Gandía

— 25 —
ARTURO URQUIDI

tesis revisionista sobre el origen de la cultura


incaica, es el joven escritor boliviano José Fell-
man Velarde, con su reciente obra Los Imperios
Andinos. A su juicio, las diversas culturas an­
dinas, después de una "época de transición’
"caracterizada por el conocimiento de algunos
cultivos, todavía hortenses” , alcanzan su mayor
desarrollo y esplendor en Tiwanaku, gracias a
la influencia decisiva de la papa y el maíz, ca­
racterizando toda una época que él prefiere lla­
mar la de los "Grandes Cultivos", en lugar de
la época “ Formativa” o Antigua como la deno­
minan los arqueólogos, en relación con el ciclo
cultural que representa aquella metrópoli an­
dina.
“ SI área de la papa —dice el citado autor—
constituye el habitat de la Cultura de Tiwanacu
y de otras culturas menores que Tiwanacu ori­
ginó, influenció o absorbió” . En su concepto es­
ta cultura debe ser llamada “ Cultura Aymara” ,
no en su significación racial sino más bien idio­
màtica, “ por cuanto la difusión del aymara fue
lino de los elementos característicos de la expan­
sión tiwanacota y el más perdurable” . La deno­
minación de "Cultura Colla” , propuesta por al­
gunos investigadores, le parece “ insuficiente a
todae luces, puesto que los collas fueron una de
las varias federaciones de ayllus de habla ayma­
ra con las cuales, 2.000 años después de la fun­
dación de Tiwanacu, contendieron los Incas por
el dominio del Altiplano” .
“ El desarrollo del Imperio Quechua —escri­
be Fellman, sintetizando su pensamiento— no fue,
ciertamente, un fenómeno aislado, aunque el
esplendor de su gloria tiende a obscurecer la
presencia de los otros pueblos que existían en
la región de los Andes Centrales durante la mis­
ma época de su formación” . (T)
LAS COMUNIDADES INDIGENAS EN BOLIVIA

Es posible que la obra de Fellman Velarde


sea objetable en muchos aspectos, como en eso
de anteponer la familia al clan o en el de vin­
cular la existencia de éste con la vida errante
de los cazadores, etc. Con todo, su idea funda­
mental es respetable y digna de consideración,
porque no se limita a sostener que hubo cultu­
ras más antiguas que la incaica, sino que trata
de explicar la existencia y dinamismo de dichas
culturas mediante el desarrollo de las fuerzas
productivas de la época.

En fin, todos los investigadores modernos,


sean éstas arqueólogos, historiadores o sociólo­
gos, coinciden en la idea de admitir que la so­
ciedad incaica estuvo precedida por una serie
de pueblos, de cultura bastante avanzada, al­
gunos con organización estatal inclusive, seña­
lándose entre ellos, principalmente, a los Collas,
Chinchas, Chancas, Chimiis, etc. Al respecto, hay
quienes llegan a sostener que recientes descu­
brimientos arqueológicos prueban un desenvol­
vimiento cultural de algo más de dos milenios
anterior a los incas, a tal punto que la cerámica
trabajada por éstos “ aparece como una fase de­
cadente del período tiwuanacota, integrante de
la cerámica colla” .

En cuanto a la estructura social de la orga­


nización incaica y su verdadera caracterización
sociológica —aspecto más importante, sin duda,
que el anterior—, cabe mencionar también valio­
sas disquisiciones y ensayos, pero a ellos nos
referiremos después, en el capítulo respectivo
de esta exposición.

(7) J. Fellman Velarde, Loa Imperios Andinos, La Fas,


Don Busca, 1961, pp. 24, 25, 29 y 89.

— 27 —
ARTURO URQUIDI

b) £1 a jila y el Mesolíüco americana (8). L


consideraciones precedentes nos permiten llegar
a la conclusión de que el aylln o clan peruano
es de antiquísima data, anterior en muchos si­
glos a la sociedad incaica, no sólo porque tal
género de agrupación social sirvió de fundamen­
ta a todas las culturas prehispánicas de la re­
gión andina, sino, sobre todo, porque la existen­
cia del clan, tanto en América como en los de­
más continentes, se halla vinculada a las formas
más antiguas o primitivas de la organización so­
cial de los pueblos. En efecto, el clan, en la
prehistoria universal, Burge de modo concomi­
tante con la agricultura, con la actividad pro­
ductora de alimentos por parte del hombre. Y
bien se sabe que Ja agricultura, por su parte,
aparece, en sus formas embrionarias, en la re­
motísima Edad Mesolitica; es decir, cuando el
hombre empieza a hacerse sedentario, abando­
nando su vida trashumante de horda, gracias al
cultivo de la tierra. Es cierto que la agricultu­
ra, como actividad sistemática y definida del
hombre, es conquista que corresponde más pro­
piamente a la Edad Neolítica; pero en sus for­
mas incipientes, cuando está a punto de operar­
se el tránsito entre la mera actividad recolectara
y la producción de alimentos, pertenece, según
acreditan pruebas arqueológicas fehacientes, a
la Edad Mesolitica, vale decir a esa época in­
termedia entre las grandes edades Paleolítica y
Neolítica.

¿América habrá tenido su Edad Mesolitica?

(8) Actualmente se discute, en los círculos científicos,


la cuestión referente a la existencia, de un periodo
mesolitioo, como fase interno edfeTla y de transición
entre las edades paleolítioa y neolítica, Por numero­
sas razones, nosotros nos inclinamos a aceptar dicho
período.

— 28 —
LAS COMUNIDADES INDIGENAS EN BOLIVIA

Tal es, a nuestro juicio, el problema funda­


mental y previo para averiguar los orígenes del
ayllii.

Hasta hace poco se pensaba que los tipos


culturales de los primeros pobladores de América
correspondían exclusivamente al nivel de un
Neolítico Temprano o, a lo sumo, al de las pos­
trimerías del Paleolítico Superior; pero hoy, in­
vestigaciones arqueológicas recientes, vienen de­
mostrando que dichas culturas son de data más
antigua, comprendidas dentro de las fases infe­
riores del Paleolítico,

En Norte América, por ejemplo, según los


especialistas de la materia, las piezas encontra­
das en Folsom, Sandia y Yuma, ofrecen una “ ti-
pologia paleolítica” , similar a la del Solutren-
se europeo. Asimismo, en Sud América, los ya­
cimientos precerámieoe de Ayampitin y Visca­
cha ni, descubiertos por A. Rex González y Dick
Edgar Ibarra Grasso, respectivamente, ponen en
evidencia un instrumental litico semejante a las
llamadas puntas del tipo Folsom y Sandia ante­
riormente indicadas.

“ Según sus formas y técnica de trabajo —in­


forma Ibarra Grasso—, el material hallado en la
terraza más baja corresponde claramente a dos
periodos muy distintos. El primero, que llama­
mos cultura Viscachanense, se caracteriza por
trabajar la piedra según la técnica de percusión,
con lo que se han obtenido piezas muy toscas, de
tipo del Paleolítico inferior de Europa” .

“ ... En la terraza un poco más alta, que no


es por cierto la mayor del lugar, aparece un ma­
terial similar pero sin puntas de jabalina y sin
trabajo biíacial; existen allí unas pocas hachas

— 29 —
ARTURO URQU1DI

de mano muy toscas e infinidad de filos de toda


clase, láminas y raspadores de innúmeras for­
mas; propiamente son atípleos en cuanto a for­
ma, habiéndose aprovechado las láminas en la
forma primaria en que han salido ante los gol­
pes. Hay abundancia de láminas de un tipo
clactoniense primitivo, una lámina tipo Ievalloi-
slunse, etc. En conjunto, nos parece un Muste-
riense muy primitivo” .

Por comparación con el yacimiento arqueo­


lógico descubierto en el Departamento de Arti­
gas, en el Uruguay, el citado autor atribuye al
Viscachanense más antiguo, o N? II, una anti­
güedad de 30 a 40.000 años. Y a la segunda cul­
tura de Viscachani, en la cual cree encontrar la
influencia del Ayampltlnense argentino del pri­
mer período, le asigna una antigüedad aproxi­
mada de 20.000 años, con el antecedente de que
el análisis radiocarbónico registra la data de
26.000 años para las puntas Sandia de Nuevo Mé­
xico. (9)
La organización social característica de la
Edad Paleolítica es la horda, o sea aquel agre­
gado social embrionario, inestable y errabun­
do, cuya economía descansa exclusivamente en
la recolección y en la caza. Si los descubrimien­
tos arqueológicos que hemos mencionado acredi­
tan la existencia de tipos culturales paleolíticos
en Nuestro Continente, quiere decir, entonces,
que los primitivos pobladores de América vivie­
ron todavía en hordas, llevando una vida erran­
te por terrenos incultos, sin nociones de agri­
cultura.

(9) Buena parte de las investigaciones arqueológicas del


Dr. Ibarra Grasso, referentes a Bolivia, ha Bido sin­
tetizada por ésta en su obra Prehistoria de Solivia,
La Paz, Los Amigos del Libro, 1985.

— 30
LAS COMUNIDADES INDIGENAS EN BOLIVIA

Surge aquí, sin embargo, la consabida dispu­


ta entre dos teorías tradì clonalmente rivales: la
difusiomsta y la form ativa. Los partidarios de la
primera sostienen que los primeros pobladores
de América, o sea aquellos que pasaron por el
estrecho de Behring, ya conocían algo de agri­
cultura, puesto que étnicamente representaban
una derivación de la cultura mesolítica de los
natufianos del Viejo Mundo, cuyo foco original
de dispersión fue Palestina.

Esas primitivas incursiones humanas, al de­


cir de los difusionistas, dieron lugar en nuestro
Continente a dos tipos culturales del mismo es­
tadio, es decir mesoliticos. en Norte América, a
la cultura Cochise; y en Sud América, a la de
Hnaca Prieta, en la costa peruana, con una an­
tigüedad de 4.500 años antes de la Era. Confor­
me a la misma tesis, los Ge del Brasil constitu­
yen una supervivencia actual de esa primitiva
corriente inmigratoria, quienes representan to­
davía una cultura mesolítica preccrámica. (io)

(10) Sobre la existencia de una, cultura, meooOltlna en


Centro América, a "un nivel de agricultura, primi­
tiva cota economía mixta de recolección, caza y cul­
tivo", Olmeda aporta estas valiosas referencias : "En
las cuevas de la sierra de Tamaultpas, de México, la
cultura de La Psfrra representa, como la de Hueca
Prieta, un nivel do agricultura primitiva con eco­
nomía mixta de recolección (todavía predominante),
caza y cultivo. A juzgar por la relativa importancia
de loa restos halladas en los depósitos, alrededor
del 10% de la alimentación estaba formulo por los
productos d e , la cara, mayor, 86% constituido por
plantas silvestres e insectos (saltamontes, larvas) y un
4% por plantas cultivadas (calabaza y maíz) El In­
ventarlo del utillaje Incluye molinos de mano y
cestas, esteras y redes; pero no cerámica. Hay una
fecha de carbono 14, aproximadamente 2 500 a.c.,
ligeramente posterior a los testimcftiios de cultivo
más antiguos. "Las recientes excavaciones (1964) be-
cbas en una cueva eu el Callón del Infiernillo, de la

— 31 —
ARTURO URQUIDl

Las culturas más avanzadas de América, co­


rrespondientes a la Edad Neolítica, de acuerdo
con los partidarios de esta teoría, fueron obras
de otras y posteriores inmigraciones, proceden­
tes de Australia y Melanesia, según unos, o de
Indochina e Indonesia, según otros, que aborda­
ron a nuestro Continente por vía marítima y con
toda probabilidad por la costa occidental.
La segunda teoría, o sea la form atlva o de
Invención, tiene también muchos y ardorosos
prosélitos. Sostienen éstos que la agricultura
americana nació en su propio territorio, deter­
minada por factores y necesidades internas del
proceso de desarrollo de las fuerzas productivas.
Hay razones valederas que fundamentan esta
opinión, como aquellas que se refieren al bají-
simo nivel cultural de los primeros pobladores y
al inmemorial proceso de domesticación que su­
pone la existencia de muchos productos vegetales
oriundos de América.
“ Es indispensable suponer — decía Tello —
que el hombre llegó al Perú en estado muy ba-
Slerra Azul (suroeste de Tamaulipas), han revelado
datos adicionales de gran importancia sobre la tran­
sición de una economía preagrlcola a un nivel de
agricultura Incipiente y al desarrollo posterior da
culturas sedentarias. Los testimonios más antiguas
de ocupación de la cueva indican un nivel de reco­
lectores; con la aparición de calabaza y frijol esa
cultura se transformó en otra semejante a la de La
Perra, con la mayor parte de la dieta compuesta to­
davía ae plantas silvestres.
“ Los testimonios mencionados indican que se debe
asignar a los comienzos del cultivo en este Continen­
te una antigüedad mínima de 3.000 a.c. Un cuanto a
la cuestión de los centros de origen, serrín los datos
arqueológicos, el cultivo comenzó en este Continente
a i la zona intertropical probablemente en la porte de
ella que se llans. América nuclear".— Mauro Olmeda,
Sociedades FrecaplteUstaB, Tomo I, 2«. ed. México,
1901, p. 228.
LAS COMUNIDADES INDIGENAS EN BOLIVIA

jo de cultura, debió penetrar por el Oriente o el


Norte, alimentarse con los productos de la ca­
za, con las raíces y frutos silvestres, habitar las
cuevas y llevar, en general, vida seminóma-
de” . « »

Acerca de la existencia de un estado de fran­


ca recolección y caza en América, E. Cboyl1 12*1
1 )
—acucioso investigador peruano que empieza a
producir obras serias y de renovada tendencia
en arqueología—, acaba de proporcionamos es­
tas valiosas referencias:

“ No es posible aún precisar la fecha de la


aparición de los primeros cazadores-recolectores.
En la síntesis al día de Handbook of S. A. In­
diana, publicado bajo el título de Native peoples
of South America, Steward, tomando como refe­
rencia los datos de Junius Bird del Sur de Chi­
le, cree prudente señalar para América del Sur,
una duración de caza y recolección entre 8.000
y 3.000 a .c. que sumados a los 4.000 años que
asigna a las primeras manifestaciones de agri­
cultura, hace un total aproximado de 10.000 años
para los orígenes del hombre sudamericano” . W
y 031

(11) J. O Telia. Introducción a la Mstarta antigua, del Pa­


r í, Lima, Sil}, Evporífin, 1921.
(12) E. Choy, La revolución neolítica y loa orígenes de la
civilización penuria, Lima, Tall. Graí. P. L. VUlanue-
va, 1960, p. ISO.
(1S) En cuanto al mulümllenarlo proceso de domestica­
ción de ciertas espacies vegetales nativas, como otra
posible prueba de autoctonía de la agricultura en
América, y sobre datos ‘tomados de Ricardo E. LaL-
cham, en otra oportunidad decíamos: "La remota an­
tigüedad de la agricultura americana parece estar
probada por los siguientes hechos: 1». Porque muchas
familias y especies de plantas cultivadas no eran co­
nocidas fuera de América antes del viaje de Qolfin; 2«

— 33 —
ARTURO URQU1DI

En nuestras días, la teoría formativa, enri­


quecida por una interpretación dialéctica de la
historia, tiene en Emilio Choy a uno de sus de­
fensores más firmes y decididos. Oigámosle en
sus razonamientos esenciales: “ El origen de la
agricultura en el Perú —escribe— no fue el re­
sultado de obsequios exteriores, de bandas de
agricultores que nos llegan importadas desde
Asia u otro lugar. Las revoluciones no se expor­
tan, surgen de las condiciones internas’’ . . . “ Pa­
ra las recolectores iniciar la revolución agrícola
no fue un proceso difícil, debido a la experiencia
adquirida a través de muchas generaciones. Si
el cambio fue súbito, dependió de una acumula­
ción de factores. La revolución vino después de
la evolución productiva, en el proceso de apro­
vechar lo que espontáneamente brindaba la na­
turaleza. La siembra no surge como una idea di­
vina, sino de la práctica de la recolección que le
permitió captar las leyes rudimentarias a que
tiene que ceñirse la planta, desde la semilla has­
ta la obtención del fr u to "... “ Fue el conocimien­
to adquirido por la recolectora en milenios, y el
salto brusco apoyado en la evolución de esta ac­
tividad, lo que determina el origen de la agricul­
tura. Se ha creído que la revolución agrícola fue
un acto accidental, descubierto por la mujer, al
arrojar ciertas semillas cerca de las viviendas” ...
“ Los inmensos contrastes de la Geografía del
Perú, que no tienen comparación en América,

Porque varias de esas plantas cultivadas no han de­


jado rastros de sue ascendientes silvestres, lo cual
revela que para propagarse necesitaban la Interven­
ción del hombre; y 3«. Porque algunas de dichas plan­
tas han perdido la facultad de producir semillas y
solamente pueden propagarse por medio de gafos a
esquejes". (A. Urquidl, "Bases sociológicas de la re.
forma agraria", en Labor Universitaria 1B61-1B5E», Co­
chabamba, Imp. Universitaria, 1982, p. 250. Cf. R. E.

— 34 —
LAS COMUNIDADES INDIGENAS EN BOLIVIA

han influido en actividades diversificadas de los


primitivos cazadores-recolectores; pero como
causa esterna o condicionante en acelerar o re­
tardar los cambios culturales. La cauBa inter­
na ha sido la base de las transformaciones,
porque toda influencia externa tiene que actuar
por intermedio de la causalidad interior. O sea
que la diversidad ecológica, en este caso, influ­
yó en acelerar el cambio de la diversidad cuan­
titativa, representada por la práctica producti­
va” . (14)
Corresponderá a las ciencias antropológicas
del porvenir pronunciar su fallo definitivo sobre
ésta y otras cuestiones relacionadas con la so-
ciogenia americana y peruana en particular.
Mientras tanto, en esta reseña histórica, lo único
que nos interesa es saber que el aylia es una
antiquísima institución, vinculada con los oríge­
nes mismos de los pueblas precolombinos del
área andina, ya que su existencia data desde las
primeras fases de sedentarización de los nú­
cleos humanos integrantes de dichos pueblos, fe­
nómeno que, a su vez, está en concomitancia
con los albores de la agricultura en la zona geo­
gráfica que aquellos ocuparon.

No sólo en la prehistoria peruana, sino en


la prehistoria universal, agricultura y sedenta.

Latcham. La agrión!tora precolombina, Santiago de


Chile, Ed. de la Universidad, 1936, p. 113). Por bu
parte, Juan Comas, mediante determinaciones del
Carbón 14. confirma la íxistencla de plantas cultivadas
an América entre 3.000 y 1500 antea de J. C., " espe­
cialmente en las tierras altas de Mesoamérica, reglón
andina peruana-boliviana y costa norte del Perú" (J.
Comas. Principales aportaciones Indígenas pre-colonn
binas a la cultura universal, México, Instituto Indi­
genista Interamericano, 1957, p. 10).
(14) Choy, Emilio, ob cit. paga. 164, 158, 162, 165.
ARTURO URQUIDI

rización humana, como fenómenos coexistentes


y correlativos, sociológicamente determinan la
aparición del clan, en sus formas embrionarias.
Según las investigaciones científicas respectivas,
todos esos hechos, en su dimensión temporal, co­
rresponden a la llamada Edad Mesolítlca.

Lo caracteristico de este estadio cultural es


que la sedentarización no es aún franca ni com­
pleta la formación del clan, porque el escasísimo
rendimiento de la agricultura, consiguiente al
estado rudimentario de la técnica productiva, no
alcanza a garantizar el sustento humano. La re­
colección y la caza subvienen todavía, en gran
parte, a la alimentación del grupo social que
trata de adquirir la coherencia del clan, el cual,
por tal circunstancia, lleva aún una vida prác­
ticamente semisedentaria.
En la prehistoria americana, peruana con­
cretamente, hay pruebas fehacientes de una Edad
Mesolítlca. La cultura Cochiae, al Norte, la de
La Perra, al Centro, y las de Hnaca-Prleta y Ge,
al Sud, son testimonios fidedignos de la existencia
de un Mesolítico Americano, con la circunstancia
de que la nombrada en último término, al decir
de los etnólogos, todavía constituye una supervi­
vencia actual del indicado nivel de cultura, con
organización matriarcal y agricultura precerámi­
ca. Varios investigadores modernos admiten tam­
bién la existencia en Valdivia, Ecuador, de una
cultura mesolítica, pero con cerámica, de una an­
tigüedad de 4.450 años, comparable a la de Hua-
ca-Prieta.
Forzoso es reconocer, por lo tanto, que el
ayllu peruano surgió en medio de esas culturas
mesollticas adoptando su primitiva forma de
clan, es decir, con un sistema de organización
matriarcal.

— 36 —
LA3 COMUNIDADES INDIGENAS EN BOLIVIA

El clan, en todas las latitudes del orbe, es la


organización social característica de la Edad
Neolítica. Se inicia en el semisedentarismo de
la Edad Mesolítica, pero adquiere la plenitud de
su desarrollo en la Edad Neolítica, cuando los
primitivos recolectores y cazadores se convierten
en productores de alimentos, mediante una agri­
cultura plenamente estahlecida.
El ayllu sigue la misma trayectoria históri­
ca, a lo largo de la Edad Neolítica peruana, que
se extiende hasta después de la época incaica
inclusive, alcanzando su ulterior modalidad de
gens, o sea su fase de organización patriarcal.

B) PERIODO INCAICO

a) Evolución del ayllu y sus relaciones.


Característica principal de la hoTda nómade es
su aislamiento, la falta de vinculación con otros
grupos semejantes. El clan, en cambio, ya se ar­
ticula con organizaciones cuya magnitud se acre­
cienta, gradualmente, formando una especie de
círculos concéntricos, al través de las fratrías, la
tribu y la confederación tribal respectiva, fase
postrera de la sociedad gentilicia, donde se origi­
na la nacionalidad y, posteriormente, la nación,
cuando el desarrollo económico da consistencia a
la comunidad de territorio, de idioma y de vida
síquica o espiritual. Con razón, Durkheim decía
que el clan es una “ agregación genético-política” ;
genética en cuanto hay en él núcleos familiares,
y política, porque los clanes forman parte de la
tribu, esto es, de una unidad social de tipo ma­
yor.
El ayllu, o clan peruano, tuvo, sin duda, el
mismo proceso de evolución, puesto que las di­

— 37 —
ARTURO URQUIDI

versas comunidades andinas eran, en realidad,


un vasto sistema de tribuB y aun de confederacio­
nes tribales. Lo que cabe destacar aquí, es que
ese recorrido histórico se cumplió antes de ins­
taurarse el régimen incaico, una vez que la or­
ganización sociopolitica de Tiawanaku (o “ Impe­
rio Aymara” como otros prefieren llamarlo), el
“ Reino Colla” y las “ monarquías menores” de los
Chinchas, Chancas, Chimús, etc., ya revestían,
incuestionablemente, el carácter de verdaderas
confederaciones tribales, inclusive con poder po­
lítico fuertemente centralizado. O, lo que es lo
mismo, que dichas comunidades andinas prein­
caicas, en el orden político llegaron a una fase
de organización estatal, lo cual supone, a su
vez, que en el aspecto social ya encaraban una
división de clases más o menos definida.
Esa fue la herencia que recogieron los incas
en cuanto al proceso de formación de las comu­
nidades humanas y a su organización política. Es
cierto que, según aseveran los historiadores de la
época, al advenimiento del régimen incaico pre­
cedió un largo período de desintegración de los
agregados sociales andinos, como consecuencia
de la ruina o eclipse de Tiawanaku por causas
aún no debidamente explicadas.
En tales circunstancias, los incas asumen,
ciertamente, el papel de restauradores, demos­
trando en su larga dominación genio y capaci­
dad administrativa indiscutibles. La misión de
las diversas dinastías que se suceden no consiste
únicamente en reponer la obra de sus predece­
sores, sino en acrecerla 'y superarla ventajosa­
mente, en todos los órdenes, al punto de haber
configurado un gobierno y una organización social
de relieves evidentemente perdurables. La histo­
ria no ha podido menos que conservar el recuer­
do del Tahuantinsuyo como un notable ejemplo
LAS COMUNIDADES INDIGENAS EN BOLIVIA

de aquel Estado de transición entre el comunis­


mo primitivo y las fases históricas inmediata,
mente posteriores.
Continuando la tradición de los pueblos pre­
cedentes el ayllu es la célula fundamental de la
sociedad incaica, pero dentro de un sistema
político más rígido y de mayor centralización
estatal. Sin embargo, dentro de este nuevo régi­
men, la condición del ayllu sufre ciertos cambios
importantes en varios aspectos, alectado por una
serie de medidas de orden politico, económico y
administrativo.
b) Tipos de régimen comunal agrario. Sir
Gerard Clauson, Consultor de la F.A.O., a quien
esta organización internacional encomendó, re­
conociendo su autoridad sobre la materia, reali­
zar un trabajo de investigación sobre el "R é­
gimen Comunal Agrario", dentro de la Comisión
de Expertos encargada de estudiar “ los princi­
pales rasgos y problemas de los distintos regí­
menes de tierras que existen en el mundo” , cla­
sifica la tenencia comunal de tierras en tres ti­
pos: el primario, el secundario y el terciario.
"La tenencia comunal primaria —dice el citado
autor— es la forma que predomina entre pueblos
que no han concebido jamás la posibilidad de la
propiedad individual de la tierra o de los dere­
chos de aprovechamiento de la misma. La seciui.
daña, es la que prevalece en los pueblos que ha
biendo concebido ya la posibilidad de tales dere­
chos del individuo sobre la tierra, en determi­
nadas circunstancias, los consideran más bien
como la excepción que como la regla y como
una adquisición sujeta a los derechos de la co­
munidad en general, por lo que constituye un
tipo de tenencia que no llega al concepto de pro­
piedad tal y como se entiende en los países de
occidente... La tenencia comunal terciaria es,
ARTURO URQUIDI

en la historia, un fenómeno mucho más tardío.


Aparece cuando un grupo de personas que no se
hallen forzosamente vinculadas por la sangre,
se unen voluntariamente, o se ven obligadas a
unirse por el Estado o cualquiera otra autoridad
superior, para ejercer sus derechos sobre la tie­
rra en común. Ejemplos característicos de esto
son las órdenes religiosas cristianas que culti­
van las tierras de sub monasterios, los asenta­
mientos rurales colectivos de Israel, designados
con el nombre hebreo de kvutsoth y las gran­
jas colectivas o kolkhozes de la URSS. Ejemplos
primitivos muy interesantes de tenencia comu­
nal terciaria se encuentran en ciertos rasgos
del régimen agrario de los incas, especialmen­
te en el sistema aplicado a las tierras reales, y
a las religiosas, así como en la institución de
los mitimaes o colonias estatales de carácter mi­
litar y agrícola” . (IB)

Cuando el ayllu empezó a constituirse en te­


rritorio peruano, y durante un largo periodo de
su historia, seguramente la posesión de la tie­
rra fue de carácter plenamente comunal, es de­
cir, del “ tipo primario", según el esquema que
antecede, puesto que tal régimen se hallaba de­
terminado por el bajísimo nivel de la técnica
productiva en todas las sociedades primitivas.
Pero después, en la época de las culturas ante­
riores a la incaica, ya debieron bosquejarse si
no 'los dos tipos ulteriores indicados, por lo me­
nos el segundo de ellos. Las informaciones son
muy deficientes al respecto. José Mejía Vele­
ra —uno de los pocos que ha tratado el tema—
nos dice: la propiedad, factor subjetivo, fue1
5

(15) G. Claustra, E l régimen oonuuuU agrario, Roma, Orga-


nlaaoión de las Nociones Unidas para la Agricultura
y la Alimentación (FAQ), 1959, pp. 5-6.

— 40
LAS COMUNIDADES INDIGENAS EN BOLIVIA

un derecha que correspondió al Ayllu como Per­


sona Jurídica, representada por el Camachicuc
y la Posesión, factor objetiva, estuvo adjudicada
a cada familia miembro del Ayllu y dividida en
razón del aprovechamiento personal. El Derecho
de propiedad, pues, se refirió al Ayllu, y el de
Posesión a la familia, en los bienes inmuebles
de naturaleza agropecuaria” .tiai
Ateniéndonos siempre a la clasificación antes
mencionada, se comprende, por lo que acabamos
de ver, que la sociedad incaica .puso en vigencia
un sistema combinado en el régimen de la tierra :
el “ tipo secundario” para los ayllus populares o
de jatunrnnas y el “ tipo terciario” para los ay­
llus de las clases altas, vale decir, para la no­
bleza incaica y el sacerdocio, integrantes am­
bos de la aristocracia dominante.
El llamado “ tipo terciario” de Clauson —di­
gámoslo entre paréntesis— debería comprender,
a nuestro juicio, tres subtipos clara y específi­
camente diferenciados, como los que siguen:
1*?. Régimen comunal primitivo, anterior al
establecimiento de la propiedad privada;
20. Régimen comunal esporádico, existente
dentro de un sistema social basado en
el reconocimiento de la propiedad priva­
da; y
30. Régimen comunal generalizado, dentro de
una sociedad socialista.
La subdivisión propuesta se justifica plena­
mente, porque cada uno de los subtipos indicados
obedece a causas y finalidades diferentes.1
6
(16) J. M ejia Várela, Ozsaalaaddn. de la Sociedad en e]
Par& Fisoolomtrino hasta la aparición d d Estado loica,
Lima. Cía. de Impresiones y Pubiiokled H. Bustaman-
te 7 Ballivián, 1946, pp. 175-176.

— 41 —
ARTURO URQUIDI

c) Innovaciones Incaicas en el régimen d


tierras. Las variaciones experimentadas por el
ayUiz en sus condiciones de existencia, derivan so­
bre todo, del nuevo régimen de tierras estableci­
do por los incas. Es sabido que éstos, modifican­
do las reglas tradicionales de la marca, segre­
garon gran parte de ella en beneficio del Inca y
del culto y se atribuyeron, en suma, el derecho
eminente sobre los territorios sometidos a su po­
der. Conocida es, al respecto, la división de las
tierras en tres grandes porciones: la del Inca, la
del Culto y la destinada a las Comunidades o ay-
Uus.
Fuera de las tierras asignadas en su bene­
ficio, el Inca se reservó la propiedad exclusiva
de las minas, de los cultivos de coca y de los
montes. El ganado cerril o indómito también le
pertenecía en absoluto; y en cuanto al manso
o domesticado, regía la misma división triparti­
ta que para las tierras de cultivo, en cuya virtud
existían rebaños del Inca, del Culto y de la Co­
munidad.

Las tierras del soberano eran cultivadas en


conjunto, sin loteamiento previo, por todos los
miembros de la comunidad, con excepción de los
viejos y enfermos.

Las tierras del Culto, destinadas a subvenir


las necesidades de la institución sacerdotal y del
ritual religioso, eran también cultivadas por los
miembros de la comunidad, en las mismas con­
diciones que las pertenecientes al Inca.

Finalmente, las tierras destinadas a la Co­


munidad se fraccionaban en pequeñas parcelas
denominadas tnpus. A cada padre de familia se
le adjudicaba un tupu cuyo número guardaba
relación con la prole en la proporción de uno por

— 42 —
LAS COMUNIDADES INDIGENAS EN BOLIVIA

cada hijo varón y de una mitad por cada hija.


Estas adjudicaciones se efectuaban en forma pe­
riódica, anualmente según sostiene la mayor
parte de los historiadores. Sin embargo, lo proba­
ble es que la repartición de tierras aún siendo ca­
da año, debió hacerse sin afectar, en lo posible, a
los antiguos beneficiarios y comprendiendo sólo
a quienes por razón de edad o de matrimonio, se
hacían acreedores a poseer su correspondiente
lote. Descontando el sentido poco práctico de una
distribución integral y muy frecuente de tierras,
los estudias de etnología comparada revelan que
las comunidades primitivas, en cierta fase de su
desarrollo, evolucionan necesariamente hacia la
apropiación más o menos estable de la tierra.

Los miembros de la comunidad, adjudicata­


rios de los tupos, tenían sobre éstos un simple
derecho de usulructo. La facultad de libre dis­
posición, inherente a la propiedad individual, no
les estaba permitida, puesto que las tierras per­
tenecían colectivamente a toda la comunidad.

Pese al carácter individualizado de loa tupas,


éstos eran trabajados en forma colectiva por los
miembros del ayllu, mediante el sistema de coo­
peración conocido con el nombre de mlncca;
institución al través de la cual aquel agregado
gentilicio seguía conservando el sentido de es­
trecha solidaridad, característico de los grupos
primigenios de la humanidad.
El rendimiento de los tupus beneficiaba a
sus poseedores y a sus respectivas familias.

í hiera de trabajar colectivamente los tupus


o lotes que poseían en la parte asignada a la
comunidad, los miembros del ayllu estaban obli­
gados a cultivar también las tierras reservadas
para el Inca y el Culto. Lo hadan igualmente,

— 43 —
ARTURO URQUID1

en estos dos últimos casos, en forma colectiva,


sujetándose esta vez a las normas estatuidas por
la chunca y la mitta; es decir, por equipas so­
metidos a turno obligatorio.

Dentro de la organización incaica el traba­


jo llegó a tener, en realidad, el carácter de tri­
buto, compulsivamente exigible.d1 ?)

Además del trabajo obligatorio, el régimen


incaico impuso tributos en especie o productos.

“ Comunidad agraria y Estado —dice Basa-


dre— convivieron en el caso de los Incas: he
aquí, como se ha dicho, la originalidad histórica
del Perú antiguo. El ayllu fue utilizado por e)
Estado en provecho propio. A su vez, el Estado
recibió la influencia del espíritu de cooperación,
de solidaridad y de asistencia característicos en
el ayllu” . as)

Ninguna originalidad había en la conviven­


cia de la comunidad agraria y el Estado en el
Perú incaico, puesto que el fenómeno se repite
en varios pueblos que atraviesan por la misma
fase de desarrollo histórico. Ahí tenemos, por
ejemplo, el caso del pueblo romano, donde en
parecidas circunstancias históricas, “ ia gens es
la célula del E stado... que se compone dei rey,
del consejo de ancianos (senatus) y de la colec­
tividad de gentiles” . La similitud no sólo se
presenta en este aspecto, sino también en la
división tripartita de la tierra. “ El ager roma-1
8
7

(17) A U rquidl, B1 len dajiu iio « o Am érica y la B eform »


A grada B oliviana, Coch&bamba, Xrop. TJnivarsitaria,
1966, pp. 98-101.
(18) J . Easadre, H istoria Sal Derecho Pera ana, U rna. A b­
tena, 1937, p. 118.

44 —
LAS COMUNIDADES INDIGENAS EN BOLIVIA

ñus —dice a propósito Aguiluz Herlioz— se divi­


dió en tres partes, destinando cada una de ellas
a diversos fines. La primera porción debía res­
ponder a las necesidades del culto; la segunda,
que constituía el ager publicas, correspondía al
Estado, y la tercera, destinada al reparto entre
el popnlus romanua, formaba el ager privatus,
como emanación solemne de la propiedad pú­
blica” ^ « )

Sin ir lejos, los aztecas ofrecen el mismo


fenómeno. Su organización social correspondía,
como en el caso de los incas, al tipo arcaico de
la llamada sociedad gentilicia, ya que tal orga­
nización se fundaba en el parentesco de sangre,
real o ficticio. Consiguientemente el clan, cono­
cido con el nombre de calpulli, era la unidad bá­
sica de este pueblo. Y como los aztecas ya avan­
zaron también hasta la fase de la confederación
tribal, oon un poder público centralizado, quie­
re decir que entre ellos convivieron, igualmente,
la comunidad agraria y el Estado, en condicio­
nes similares a las de la sociedad incaica. El ré­
gimen de tierras ofrecía también características
muy semejantes, no sólo al que adoptaron los in­
cas sino al de otros muchos pueblos compren­
didos en el mismo estado de desarrollo social.
En resumen, “ los pretendidos monarcas pro-
tohiBtóricos de América, como Monctezuma, Ata-
huallpa y Tisquezuza comandaban sociedades
gentilicias que tenían a los clanes como células
básicas y a las confederaciones como las for­
mas más elevadas de su organización” .cao)10
2
9

(19) R. Aguiluz Berlioz, Begimemsa agrarios 2a. od. Gua­


temala, Tip. Nacional, 195E, p, 71.
(20) G. Hernández Rodríguez, ‘‘La estructura social chib-
cha", o í Revisita de la Univeraidad Nacional de Co­
lumbia, Bogotá, N» 6, 1966. p. 2B9.

— 45 —
ARTURO URQUIDI

2. LA COLONIA

a) Diferencia y conflicto de culturas.— En


las postrimerías de la sociedad incaica ya se bos­
quejaban la propiedad familiar indivisa y aún la
propiedad privada sobre la tierra. La primera en
relación con los jatanrunacnna o miembros co­
munes de los ayllus, y la segunda, con referencia
a los jefes de las pachacas, de las huarangas y
de los hunos, es decir, de los miembros de la no­
bleza investidos de autoridad. Sin embargo, el
sistema general, predominante, imprimía toda­
vía un carácter social o colectivo a la propiedad
de la tierra, a la posesión de los medios de pro­
ducción. O lo que es lo mismo, la sociedad incai­
ca, con todos los progresos alcanzados, pertene­
cía en su estructura fundamental al tipo de las
sociedades arcaicas o gentilicias, caracterizadas
por la apropiación colectiva de la tierra, el bajo
nivel de la técnica productiva y el predominio
de las relaciones de parentesco. En otros térmi­
nos, atendiendo al escaso desarrollo de las fuer­
zas productivas, la sociedad incaica correspon­
día aún a la llamada Edad Neolítica. A decir
verdad, ya fluctuaba entre ésta y la Edad Eneo­
lítica, pero como el empleo de los instrumentos
de cobre y bronce se lo hacía más con carácter
ornamental o suntuario, sus rasgos esenciales la
sitúan, propiamente, dentro de la primera de
las hombradas edades.

Los españoles, en cambio, representaban una


sociedad que pertenecía a una fase avanzada
de la Edad de Hierro, con cultura plenamente
histórica y larga tradición de ordenamiento po-
lltico-territoriRl, que pugnaba entre la feudali-
dad y la etapa mercantil del régimen capitalis­
ta, en cuanto al modo de producción y las rela­
ciones económicas consiguientes.

— 46 —
LAS COMUNIDADES INDIGENAS EN BOLIVIA

Esta diferencia y conflicto de culturas había


de traducirse necesariamente en una violenta
superposición de instituciones nuevas y en un
cambio radical de las condiciones de vida de los
pueblos sometidos. En el aspecto que más di­
rectamente concierne a los fines de este estu­
dio, la imposición de la propiedad privada, a cos­
ta de las tierras del Inca, del culto y de los ay-
Uus incaicos, fue una de las primeras y más
fundamentales consecuencias de la dominación
ibérica.
b) Formas de propiedad agraria Los con­
quistadores instituyeron la propiedad privada, con
todos los atributos consagrados por el derecho
romano, mediante las llamadas capitulaciones y
repartimientos, principalmente, y de modo sub­
sidiario, por las encomiendas y ia composición
de tierras.
Con tales procedimientos, durante la Colonia
pronta la propiedad de la tierra se conformó a
la siguiente división:

1) Propiedad realenga.
2) Propiedad de los españoles.
3; Propiedad eclesiástica.
4) Propiedad de los indígenas.

1) Propiedad realenga. Comprendía el patri­


monio del Rey en su condición de Jefe del Es­
tado; en cuya virtud, “ todas las tierras, abso­
lutamente todas, eran consideradas, en principio,
como regalía” . Por tal razón, aun la propiedad
concedida a los particulares, presuponía la gra­
cia o la merced real. (21)

(21) J. M. Ota Capdanul, El régimen da la, tierra en la


América española durante tí periodo colonial, Ciudad
Trujillo, Ed. Montalvo, 1948, p. 27.

— 47 —
ARTURO URQUIDI

2) Propiedad de los españoles. Se constituyó


por merced real y como retribución por servicios
prestados a la Corona de España, mediante las
capitulaciones y los repartimientos, en un prin­
cipio, y, posteriormente, también como efecto de
la composición y las encomiendas. Las encomien­
das devinieron en fuentes de apropiación particu­
lar, cuando los colonizadores, llevados de su am­
bición y prepotencia, desvirtuaron el sentido de
esa institución, destinada únicamente a la per­
cepción de tributos y adoctrinamiento de nativos.

3) Propiedad eclesiástica. Es la que se asig­


nó en beneficio de la clerecía, la cual, como cas­
ta tradicionalmente privilegiada, llegó a poseer
vastas extensiones de tierra. La institución de
capellanías y censos enfitéuticos, fuera de otros
múltiples beneficios, contribuyó a una rápida
expansión de esta clase de propiedades durante
la Colonia.

4) Propiedad de los indígenas. La propiedad


de los españoles, sean éstos seglares o religiosos,
se constituyó, por cierto, despojando las tierras
de los ayllus o comunidades nativas, en cuya vir­
tud muchos de ellos se sometieron al nuevo ré­
gimen de la servidumbre campesina, en tanto
que otros se vieron relegados a zonas margina­
les y menos propicias por la calidad de las tie­
rras.
En las partes no despojadas, de modo gene­
ral, la propiedad de los aborígenes conservó su
carácter comunal. Algunos de ellos, sin embar­
go, llegaron a poseer tierras a título particular,
en virtud de mercedes acordadas por el Rey co­
mo reconocimiento de servicios prestados.

c) La técnica productiva. Los peninsulares


instauraron en América un nuevo modo de pro-

48 —
LAS COMUNIDADES INDIGENAS EN BOLIVIA

dncclón, caracterizado por el empleo de instru­


mentos de trabajo propios de la Edad de Hie­
rro, por una mayor división social del trabajo y
por un intercambio monetario de productos.

Por otra parte, la nueva técnica productiva,


al configurar un tipo de sociedad diferente, hizo
surgir relaciones de producción también diferen­
tes en el seno de la sociedad colonial.

En primer lugar, habiéndose introducido con


la Conquista la propiedad privada, las relaciones
de producción, se establecieron sobre la base de
la propiedad privada de los medios de producción,
a diferencia de la sociedad incaica cuyas rela­
ciones de producción se basaban, fundamental­
mente, en la propiedad social de dichos medios
de producción.

Concretamente, en el dominio de la agricul­


tura, esta actividad se desenvolvió en condicio­
nes típicamente feudales, tanto por la naturale­
za de los instrumentos de trabajo como por la
institución de la servidumbre campesina. Los
inRt.Tnmp.ntnH de trabajo de la sociedad colonial,
pese a la circunstancia de pertenecer ya a la
Edad de Hierro, eran todavía poco desarrollados.
En realidad correspondían aún, en su expresión
más evolucionada, al nivel de desarrollo de la
técnica feudal propiamente dicha. En la agri­
cultura, por ejemplo, los instrumentos de trabajo
principales eran el arado primitivo con reja de
hierro, el azadón, la pala, la piqueta, la hoz, la
guadaña, el rastrillo, etc.

La servidumbre campesina —institución ca­


racterística del régimen feudal de producción—,
tuvo expresión plena o directa en los “ reparti-
mientos” y carácter potencial o indirecto en las

— 49 —
ARTURO URQU1DI

“ encomiendas” . Consiguientemente, las relacio­


nes de producción en la actividad agrícola se es­
tablecieron entre una clase feudal de terratenien­
tes, constituida por peninsulares y criollos, y una
masa indígena de siervos. En el área peruana es­
tos siervos tenían el nombre de yanaconas, ante­
cesores de los colonos o pongos del período repu­
blicano.

di Las redacciones. “ Sacando la ciudad del


Cuzco y algunos otros lugares grandes que tienen
forma de pueblos —dice Cobo—, todos los demás
■no la tenían, sino que las casas estaban amon­
tonadas sin orden, ni correspondencia de unas con
otras, cada una aparte sin trabar ni continuarse
entre sí, de modo que ni formaban calles ni pla­
zas. Eran pequeños como aldeas de a cien vecinos
para abajo y raro los que pasaban deste núme­
ro. No tenían defensa de castillos, murallas ni
otros pertrechos para su defensa en tiempos de
guerra. Los sitios en que los asentaban procu­
raban que fuesen en parte que no ocupasen la
tierra de labor, y a esta causa, donde habían
valles cercados de cerros estaban estas po­
blaciones en las faldas dellos y muchas sobre
riscos y lugares fragosos. Las que estaban asen­
tadas en campiñas fértiles tenían las casas más
apartadas por tener alrededor dellas los indios
espacio en que sembrar maíz y otras legumbres.
Los quichuas llaman al pueblo LJacta; y Marca
los Aymarás". (235

Por su parte, Cieza de León expresa asimis­


m o: “ Y en ninguna parte deste reyno del Perú
se halló forma de ciudad con noble ornamento
si no fue este C uzco... Y sin esto las más pro­
vincias de las Indias son poblaciones. Y si hay

(321 Citado por José ü e jla Valéis, en ob. cit, págs. 45-46.
¡ w ■ y* •>
LAS COMUNIDADES INDIGENAS EN BOLIVIA

algunos pueblos no tienen traza ni orden ni caaa


política que haya de loar” .(23)
Varios otros cronistas coinciden en iguales
apreciaciones. Parece pues, evidentemente, que
la vida urbana estuvo poco desarrollada en la
sociedad incaica, reduciéndose a muy escasos
centros que podían merecer el calificativo de
“ ciudades". Las informaciones transcritas están
corroboradas, además, por el estado todavía in­
cipiente de las fuerzas productivas de origen ur­
bano, como las artesanías y el comercio, por
ejemplo. Guarnan Poma de Ayala hace referen­
cia a la existencia de ciertos oficios manuales
como los de platería, tintorería, cantería, alba-
ñilería, carpintería, etc., etc.(24)j pero todos los
practicantes de estos oficios todavía se desem­
peñaban como servidores del Inca y de los círcu­
los allegados a éste, sin haber alcanzado aún
la categoría de trabajadores independientes. En
cuanto al comercio, todavía se discute su exis­
tencia entre los antiguos peruanos, al menos en
su estricta significación de “ actividad lucra­
tiva” . Sin embargo, por una serie de anteceden­
tes, es posible afirmar que la sociedad incaica
llegó a caracterizar ciertas modalidades de In­
tercambio, en consonancia con el tipo de su or­
ganización económico-social y el estado de des­
arrollo de sus fuerzas productivas.
Otra cosa es que, dentro de dicha sociedad,
por los datos que nos proporcionan los historia­
dores, ni los artesanos ni los comerciantes habían
llegado todavía a constituirse en clases sociales
concretas y definidas.
(28) Id. José Mejla Valere, pág. 4fi.
(24) F. Guamán Poma de Ayala. n Primer Ignava Crónica
y Buen G obierno, Ed. par el P ro!. Arthur Posnacsky,
La Paa, Instituto Ttahuanacu de Antropología, Etnolo­
gía y Prehistoria, 1944, p. 338.

— 52 —
ARTURO URQU1DI

El desequilibrio que había en el grado de


desarrollo de las fuerzas productivas de carácter
agrícola y el de las fuerzas productivas de ori­
gen urbano, con evidente ventaja para las pri­
meras, determinó, cabalmente, el predominio de
la agricultura sobre las manualidades y el co­
mercio, la supremacía del campo sobre los cen­
tros urbanos, en un proceso de naciente contra­
posición entre ambos géneros de actividad y m o­
dos de existencia.

La fundación de ciudades de tipo europeo,


fue, por eso, uno de los hechos significativos de
la obra colonizadora por sus repercusiones econó­
micas y sociales en la vida de los pueblos ame­
ricanos

Fundamental preocupación de la política me­


tropolitana era la de asentar colonos españoles
en las tierras conquistadas, en cuya virtud los
"repartimientos” de tierras y solares debían su­
jetarse, sobre todo, a las Ordenanzas de nuevas
poblaciones.

Según esas Ordenanzas, una nueva población


fundada por los conquistadores, comprendía, en
primeí lugar, el llamado fundo legal o sea el
"casco” o base física donde se asentaban las
viviendas. Circuyendo el fundo legal debía estar
el ejido, el cual, fuera de permitir a los habitan­
tes la necesaria expansión para diversos menes­
teres, respondía a la previsión de que los cen­
tros poblados, a medida de su crecimiento, tu­
viesen el espacia suficiente para extenderse. A
continuación se encontraban las dehesas, o cam­
pos destinadas al pastoreo y guarda del ganado.
Finalmente, a mayor distancia que las dehesaB,
se abrían los campos de cultivo, con parcela-
miento de carácter individual.

— 53 —
LAS COMUNIDADES INDIGENAS EN BOLIVIA

Fuera de las zonas anteriormente especifi­


cadas, dentro del fundo legal existían, además,
los solares y terrenos conocidos con el nombre de
propios, destinados a edificios y gastos públi­
cos ;

Igual criterio primó respecto a los aboríge­


nes para concentrarlos en las llamadas reduccio­
nes o pueblos de indios, si bien en este caso guió
más una iinalidad utilitaria, antes que el propó­
sito de estimular hábitos de vida urbana en
aquéllos.

“ Al disgregarse el Imperio .. y mientras


fueron introduciéndose los españoles desde la pe­
riferia hacia el centro —dice Levillier—, trasla­
dábanse aylius de mitimaes, libres ya de andar
a sus anchas, de unos lugares a otros en el Pe­
rú. Algunas tribus apegadas a su suelo, no se
habían movido o habían vuelto pasados los pri­
meros impulsos de temor. Otras huyeron a las
selvas para escapar de las ciudades, de las minas
o del trabajo de las encomiendas, bajo el do­
minio castellano. Habitaban punas y barrancas,
montes y lugares inaccesibles. Anarquizados los
castellanos por sus guerras civiles, pasaron aqué­
llas cerca de treinta años en la costumbre de
mantenerse aisladas o vagar libres. ¿Cómo, en
tales condiciones, civilizar, doctrinar u organizar
vida social? Se imponia volver a la reducción de
los indios en comunidades, dándoles para ello
tierras y campes, y trazando pueblos nuevos
cuando los viejos no convinieran . . ” (25)

El Virrey Dn. Francisco de Toledo fue el


grande y esforzado ejecutor de las reducciones2
5

(25) R. Levillier, Don Prandsoo de Toledo^ Supremo Orge.


nlsador del Peru, Madrid, Eapaña-Calpe, 1995, p, 247.

— 54 —
ARTURO URQU1DI

en el Perú, de quien se asegura que llegó a fun­


dar tales núcleos urbanos en el crecido número
de 616.

Los resguardos eran la base territorial para


estructurar la vida económica de laB reducciones
o pueblos de indios. “ E l resguardo —explica el
jurista hispano Ots Capdequí— lo constituye una
unidad económica, estaba integrado por el térmi­
no municipal de cada pueblo de indios, de cada
reducción; era un bien, en conjunto, inalienable;
pero para el aprovechamiento de las tierras que
integraban el resguardo se hacia una diferencia­
ción entre “ tierras de aprovechamiento comunal,
otras que se repartían a censo entre familias de
cultivadores indios, y otras que eran cultivadas
por turno en beneficio de la colectividad según
el sistema que gráíicametne se llamaba de obli­
gaciones” . (201

El gobierno de las reducciones estaba enco­


mendado a funcionarios indígenas salidos de su
propio seno. “ Ordenamos —dice la Ley XV, Tit.
III, Lib. VI— que en cada pueblo, y Reducción
haya un Alcalde Indio de la misma Reducción;
y si pasare de BO casas, dos Alcaldes, y dos Re­
gidores, también indios.. . ’1Í2T)

Los españoles, no obstante haber introduci­


do la organización político-territorial en América,
admitieron con sentido práctico la realidad social
preexistente y optaron por institucionalizar los
ayllus o comunidades indígenas, agrupándolos en
las llamadas Reducciones o “ pueblos de indios” y
dándoles la categoría de “ sujetos de derecho” en
materia de propiedad.

(26) J. M. Ote Capdequí, m régimen de la -tierra p. 101


102.
(27) Recopilación de lee Leyes de India*, foL 200.

— 55 —
LAS COMUNIDADES INDIGENAS EN BOLIVtA

Jurídicamente hablando, gracias a las “ re­


ducciones” las comunidades llegaron a ser due­
ñas de laB tierras que ocupaban, refundiendo los
derechos de posesión y de propiedad, a diferen­
cia de los ayllus incaicos que ejercían una mera
posesión sobre ellas. “ Las reducciones —opina
al respecto Moisés Saenz— sirvieron més que
ninguna otra medida colonial para promover la
institucionalización de los aborígenes y tuvieron
también el excelente resultado de haber defini­
do el derecho del indio en materia de propie­
dad". (28)

El “ resguardo", o “fundo legal” por otro


nombre, como base territorial destinada a las
reducciones, comprendía, en realidad, la misma
zonificación que hemos indicado para las pobla­
ciones en general, es decir, el casco de los edifi­
cios o viviendas, el ejido, las dehesas, los cam­
pos de cultivo parcelados y los propios.

Hay quienes piensan que las comunidades in­


dígenas actuales, organizadas por el sistema de
reducciones, son una “ obra colonial” exclusiva­
mente. Participan de esta opinión, por ejemplo,
los autores peruanos Carlos Valdez de la Torre
y Emilio Romero, entre otros. Más justa nos pa­
rece, sin embargo, la posición del antropólogo
francés Dr. Jean Vellard, para quien “ la comu­
nidad indígena de los Andes, tal como la conoce­
mos hoy día, lleva la doble marca de la volun­
tad de centralización del imperio incásico y de la
influencia de la comuna española" .(20)*2
9

(385 M. Saenz, Sobre al indio peruano y m Inoorpoiaáón al


medio Tutelóme!, México, Secretaria de Educación Pú­
blica, 19SS, p. 77.
(29) J. Vellard. E l régimen de Tierras en le comunidad,
trad. inédita de la Prof. STta. Elvira Pommier M ontó.

— 56 —
ARTURO URQUIDI

La cultura nativa aportó la organización so­


cial del ayllu, y la obra colonizadora, la organi­
zación urbana y administrativa, aplicando las
tradicionales normas existentes en la Península
para las “ comunidades agrarias” , similares al
ayllu. “ Nuestros gobernantes —decía a propósi­
to Joaquín Costa—, en las Ordenanzas de pobla­
ciones, que disponían lo conveniente sobre orga­
nización de las que habían de constituir los in­
migrantes de la metrópoli, no cayeron en el error
de implantar un régimen crudamente individua­
lista: copiaron el sistema mixto que imperaba
en España, con sus bienes de propios para dota­
ción de la hacienda municipal, sus dehesas bo­
yales y concejiles para los caballos y bueyes
de labor, para las reses necesarias a la carni­
cería y para el número ordinario de los demás
ganados que los pobladores habían de tener; con
sus ejidos; con sus baldíos de reserva para nue­
vas concesiones a los que en adelante fueren a
poblar y lo que ha de parecer más extraño, con el
sistema de la derrota de mieses, que hacía co­
mún el pasto de todas las tierras concedidas o
vendidas por el Rey luego de alzada la cose­
cha” . ISO)

3. LA REPUBLICA

a) Los decretos bollvarianos. La política


agraria de Bolívar, incluida por las ideas libe­
rales de su tiempo, persiguió el establecimiento
de la propiedad privada campesina y la digni­
ficación del elemento indígena. Los memorables
decretos de Trujillo y el Cuzco, posteriormente
(SO) J. Conta, Ooleottvinno agrario en Espilla, Buenas Ai­
res, AmerlcaJee, 1014. p, 55.

— 57 —
LAS COM UNIDADES INDIGENAS EN BOLIV1A

ratificados en Bolivia, consagraban las siguien­


tes medidas esenciales:

1?. La constitución de la propiedad privada


campesina; 2^. La supresión del servicio perso­
nal; 3?. La institución del salario; y 4*, La aboli­
ción del tributo indigenal.

Exceptuando la última, las tres primeras


medidas antes señaladas ban tenido la importan­
cia de constituir, precisamente, los principios bá­
sicos en que se sustenta la Reforma Agraria del
año 1953; o, lo que es lo mismo, que todavía fue
necesario que transcurriese cerca de siglo y me­
dio para que las ideas bolivarianas en materia
agraria adquieran realidad y vigencia..

En relación con las "comunidades” , el De­


creto de 8 de abril de 1824, expedido en Trujillo,
disponía que aquéllas se repartan “ entre todos
los indios que no gocen de alguna suerte de tie­
rras, quedando dueños de ellas” , debiendo ven­
derse las sobrantes como tierras pertenecientes
al Estado. (31)

Pese a la buena intención que parece inspi­


rarla, esta medida resultaba no sólo desatinada
sino injusta, porque aparte de forzar la disolu­
ción de las comunidades, contrariando el proce­
so natural de su desarrollo, se incurría en el
error de considerar sus tierras sobrantes como
pertenecientes al Estado.

Una reforma agraria bien inspirada, para


ser consecuente inclusive con el propio ideario
liberal de la época, debía haber empezado por
constituir la propiedad privada campesina a base

(31) M . B onifaz, L egislación agM aío-lnjUgenal, Cochábam-


ba, Im p. U niversitaria, 1953, p. B.

58 —
ARTURO URQUID1

de los latifundios existentes y establecidos des­


de la Colonia, ya que sólo con una medida se­
mejante pudo tener sentido práctico la misma
supresión del “ servicio personal” .
Los decretos bolivarianos quedaron sin efec­
to, porque la clase terrateniente, investida del
poder público, no veia con simpatía la aplica­
ción de medidas antifeudales, como la abolición
de Iob servicios personales, la institución del
salario, etc. La no vigencia de dichos decretos
beneficiaba también a las comunidades indíge­
nas, puesto que así, por vía indirecta, se evitó
su desintegración inmediata. Es cierto que tal
beneficio fue momentáneo, porque después, al co ­
rrer del tiempo, aquéllas habían de sufrir el
embate sistemático de la expansión latifundista
a lo largo de nuestra historia.

b) Comunidad y enfiteusls. La reacción con­


tra la política liberal del Libertador se hizo pa­
tente, sobre todo, con la reaparición de la ser­
vidumbre campesina y el restablecimiento del
tributo con el nombre de "contribución indige-
nal’', durante el gobierno del General Andrés
Santa Cruz. Bajo la misma administración, me­
diante la ley de 28 de septiembre de 1831 se de­
claró la propiedad de los originarios contribu­
yentes de los terrenos en cuya pacífica posesión
se hayan mantenido por más de diez años.

Con referencia a las comunidades indígenas


—aspecto que más directamente nos interesa—,
siguiendo únicamente el curso de las medidas
más importantes acerca de ellas, encontramos la
Circular de 14 de diciembre de 1842, expedida
durante la presidencia del General José Balli-
vián. Según esta Circular, los miembros de co­
munidad o indígenas “ originarios” son declara­
dos simples enfiteutas de las tierras que poseen,

59 —
LAS COMUNIDADES INDIGENAS EN BOLIVIA

en cuya virtud no se les reconoce sino el domi­


nio útil de tales tierras, ya que el dominio directo
de ellas corresponde al Estado, entidad a la cual
deben pagar, en consecuencia, el respectivo ca­
non por concepto de usufructo. 02)

Can arreglo a ese nuevo concepto jurídico, el


Estado mediante sus personeros, tiene la facul­
tad de adjudicar las tierras vacantes en favor de
otro indígena, asi como la de distribuir las frac­
ciones que ae consideran sobrantes de las comu-
dades.
c) Aplicación momentánea del pensamiento
bollvariano. El decreto de 8 de abril de 1824, ex­
pedido en Trujillo y que se hizo extensivo a Bo-
livia, declaró la propiedad absoluta en favor de
los indígenas de les tierras que poseían, quedan­
do comprendidos en esta disposición tanto los
miembros originarios de las comunidades, como
los indígenas que formando parte de ellas care­
ciesen de tierras y que recibirían su asignación
respectiva, conforme a ordenanzas, repartiendo
las llamadas tierras de comunidad. Por su par­
te, el decreto de 4 de julio de 1825, expedido en
el Cuzco, vigente tamhién en Bolivia, ordenó que
a cada indígena, de cualquier sexo o edad, se le
diera un topo de tierra en lugares pingües o re­
gados, y en los estériles o sin riego dos topos.
Finalmente, la ley de 28 de septiembre de 1831,
dictada durante la administración del Mariscal
Santa Cruz, declaraba, igualmente, la propiedad
a favor de los originarios contribuyentes, de los
terrenos en cuya pacifica posesión se hubiesen
mantenido por más de diez años.

No habiendo tenido aplicación ninguna de las


citadas disposiciones en un lapso de más de 30

(32) M. Bonitas, ob c lt, p. 89-80.

— 60 —
ARTURO URQUIDI

años, el gobierna del General José Maria de


Achá dicta un importante Decreto Supremo fe­
chado en 28 de febrero de 1883, mediante el cual
se pone en vigencia el decreto bolivariano de 4
de julio de 1825, expedido en el Cuzco, ordenan^
do darse a los indígenas denominados forasteros
dos topos en lugares pingües o regados, y cua­
tro topos en los estériles o sin riego, en propie­
dad o dominio absoluto; así como también se
puso en vigencia la ley de 28 de septiembre de
1831, promulgada durante .el gobierno del Ma­
riscal Santa Cruz, declarando a los originarios
contribuyentes, propietarios de las tierras que
poseían pacíficamente en aquella época desde
diez años atrás.

“ En medio de las contradicciones y diver­


sidad de criterios en que ha fluctuado la legisla­
ción agraria —comenta el Dr. Casto Rojas—,
merece citarse el importante decreto de 28 de
febrero de 1853, que ee el que mejor compren­
dió la mente de Iob decretos dictatoriales de Tru-
jillo y el Cuzco, expedidos por el Libertador Bo­
lívar los añoB 1824 y 1825, proclamando el de­
recho de propiedad de los' indígenas y la aboli­
ción del tributo” .
“ Los considerandos de aquel decreto, suscri­
to por el Ministro de Hacienda del General
Achá, D. Melchor Urquidi, contienen una expo­
sición completa de los antecedentes legales de
la materia y llegan a conclusiones de una justi­
cia perfecta, las que sirvieran después de base
para las leyes definitivas de 1874 y IBB0” .(B3)

Lamentablemente, el mencionado decreto ri­


gió apenas pocos meses, ya que se lo abrogó

(34) C. R ojas, H istoria flnazudena de B oU rii, L a Paz, TaJI.


G raf. M aiinúhi, 1916, p. 336.

— 61 —
LAS COMUNIDADES INDIGENAS EN BOLIVIA

mediante ley de 19 de junio del propio año de


1883, durante el mismo gobierno del General
Achá.

d) La administración Melgarejo. Siguiend


ia tradicional concepción jurídica de que las tie­
rras poseídas por los indígenas eran tierras del
Estado, el presidente Melgarejo, instigado por
quienes ambicionaban convertirse en terratenien­
tes leúdales a costa de la propiedad comunita­
ria y para sortear apremios financieros de su go­
bierno, inició su administración en materia agra­
ria con el decreto dictatorial de 20 de marzo de
1886, declarando “ propietarios con derecho ple­
no a los indígenas que poseen los terrenos del
Estado", (34) mediante el pago de una cantidad
que no baje de 25 pesos ni sea mayor a 100 pe­
sos, conforme a la apreciación pericial respec­
tiva.

Los indígenas que a los 60 días de expedido


dicho decreto no hubiesen legalizado su situa­
ción de propietarios, recabando el correspondien­
te titulo, serían privados de sus tierras, debiendo
éstas ponerse en subasta pública.

"De esta manera —escribe Pefialoza— se


obligaba al indio, por una vez más, a recom­
prar las tierras que había poseído inmemorial­
mente, y que la misma corona española, a la
que históricamente calificó la República de
usurpadora de tierras, le había reconocido dán­
dose el caso paradójico de que, en tanto la Re­
pública había reconocido derechos incluso a los
acreedores de la Corana española, en virtud de
la llamada “ deuda Española” , no hacía lo mis­
mo con quienes habían pagado a la misma Co-

(34) M, Bonifaz, ob cit, p. 1G9.

— 62 —
ARTURO URQU1DI

roña el uso y goce a perpetuidad de tierras, co­


mo era el caso de loa indios", t®)

Poco después, en abril de 1866, el mismo


Melgarejo dictaba otro decreto ordenando que las
tierras del Estado, conocidas con el nombre de
sayañas, sean vendidas por cuenta del fisco, es­
pecialmente aquellas que en los yungas del De­
partamento de La Paz se hallaban poseídas por
elementos no indígenas.

Mayor gravedad que los decretos anterior­


mente citados revistió, sin embargo, la Ley de
28 de Septiembre de 1868, sancionada por la
Asamblea Nacional de ese año, y según la cual
se declara categóricamente que las tierras . de
comunidad, poseídas por la raza indígena, eran
propiedad del Estado, ordenando, en consecuen­
cia, que ellas sean vendidas en pública subasta
para cubrir la deuda interna y subvenir a los
gastos del servicio nacional.

Simultáneamente abolióse la contribución in-


digenal, ya que ésta era pagada en concepto de
que los aborígenes tenían la condición de sim­
ples enfiteutas o arrendatarios de las tierras del
Estado.

El atentado, como era lógico esperar, provo­


có una seria reacción entre los agraviados y
pueblo en general. Los sectores adversos al go­
bierno hicieron bandera política de la reposi­
ción de tierras conminarías, y les victimas de la
usurpación —más de 650.000 indios—, tratando de
reconquistar sus derechos, tuvieron que padecer
el sangriento pero infructuoso martirologio de
Guaicho, San Pedro y Ancoraimes.

(36) Tj. PefLaloza, Historia. e ocoóm in de Balivie, La Faz,


Tal!. Graf. Bolivianos, 1963, p. 239.

— 63 —
LAS COMUNIDADES INDIGENAS EN BOLIVIA

José María Santivañez, en frase elocuente al


par que conmovida, pinta de este modo las esce­
nas de aquel momento: “ Ahogada en sangre la
insurrección, se procede a consumar el despojo
de las propiedades de los comunarios’’ .

“ ¡A cuántas escenas de desolación da lugar


la consumación
#
de este atentado” .

“ Aquí el nuevo propietario hace del indígena


mismo el instrumento de la devastación de tra­
bajo de veinte generaciones” .

“ Allí se intima al comunario que desaloje al


instante el hogar. Inútil es el ruego, inútiles las
lágrimas, y cual en otras épocas nefastas, los
habitantes de las ciudades arrasadas por el hie­
rro y fuego del conquistador, abandonaba, car­
gado de sus dioses penates, la patria para ir a
fundar lejanas colonias; así la desolada familia
del comunario, cargada de sus modestos ense­
res, emprende una peregrinación sin rumbo, sin
destino, lanzando una mirada última a esos lares
que ni ella ni sus descendientes volverán a ver
quizá". (S6)

e) Reivindicación de tierras comnnarias. La


Ley de 31 de julio de 1871 se encargó de reparar
el atropello cometido por la administración Mel­
garejo. “ Los indígenas comunarios —dice el Ar­
tículo 19 de esta Ley— han sido y son propieta­
rios de los terrenos de origen y de comunida­
des. Quedan, en esta virtud —prosigue el mismo
artículo—, anuladas como atentatorias al dere­
cho de propiedad, todas las ventas, adjudicacio­
nes o enajenaciones de cualquier clase, que de

(36) J. M . B an tivafiez, M t íii M o m M ii de lo a tenemos de c o ­


rntmidjL-d, Cochabamba, Imp. del Siglo, 1871, pp. 33,24.

— 64 —
ARTURO URQUIDI

dichos terrenos se hubiesen hecho, bajo la do­


minación de don Mariano Melgarejo” . (3^)
«ti
La misma ley salva la situación de los com­
pradores, disponiendo el reembolso en dinero, o
en valores fiduciarios, según haya sido la forma
de adquisición. Igual devolución prescribíase pa­
ra los indígenas que hubiesen efectuado la con­
solidación de sus tierras. En cambio, no tenían
opción al reembolso los funcionarios públicos que
hubiesen adquirido tierras de comunidad, direc­
tamente o por interpósitas personas, los com­
pradores con pago simulado o con fondos fisca­
les, los que hubiesen sido eximidos de pagar el
precio por órdenes emanadas del Gobierno, y,
finalmente, los que de modo ostensible hubie­
sen adquirido dichas tierras con los dineros mal­
versados durante la administración Melgarejo.
En cuanto a los terrenos llamados sobrantes de
comunidad, se declaró la nulidad de las ventas, si
en su adjudicación no se hubiesen observado las
leyes anteriores a 1864.

A pesar de estas disposiciones concretas, mu­


chos indígenas no llegaran a recobrar sus tierras.
En forma de transacciones, o de simple exacción,
fueron perdiendo definitivamente su derecho so­
bre ellas.
f) Exvinculación de tierras de comunidad. La
Ley de 5 de octubre de 1874, llamada de "exvin­
culación de tierras de comunidad” , persistiendo
en los móviles que inspiraron el decreto dicta­
torial del Libertador, de 8 de abril de 1824, y las
leyes de 28 de septiembre de 1831, 28 de febrero
de 1863 y de 31 de julio de 1871, declara el de­
recho de propiedad absoluto de los indígenas so­
bre sus respectivas pertenencias, así las tuviesen
(3T) IX. Banifaz, ah. c it , p. 225.

— 65 —
ARTURO URQUIDI

en calidad de originarios, forasteros, agregados,


o bajo cualquier otra denominación; pudiendo,
en consecuencia, vender a ejercer toda otra for­
ma de dominio sobre sus terrenos, desde la fe­
cha en que se les extienda sus títulos, en la mis­
ma manera y forma que establecen las leyes ci­
viles respecto a las propiedades de los demás
ciudadanos (Arta. 1? y 5?)

El Art. 4? considera sobrantes los demás te­


rrenos que no se hallan poseídos por los indí­
genas y, como tales, pertenecientes al Estado, y
el Art. 70 da por extinguidas las comunidades
indígenas. “ Desde que sean conferidos los títu­
los de propiedad dice el citado Artículo— la ley
no reconocerá comunidades Ningún individuo o
reunión de individuos, podrá tomar el nombre de
comunidad o aillo, ni apérsonarse por éstos an­
te ninguna autoridad. Los indígenas gestionarán
por sí o por medio de apoderados en todos sus
negocios, siendo mayares de edad, o se harán
representar, siendo menores de edad, con arre­
glo a las disposiciones civiles del caso” .

“ Desde el momento en que las Juntas (revi-


sitadoras) principien a ejercer sus funciones
—complementa el Artículo 59—, serán descono­
cidas jurídicamente las comunidades y aillos.
Ni las juntas revisitadoras, ni ninguna otra au­
toridad de la República, admitirán ni darán cur­
so en adelante a las solicitudes que se dirijan a
nombre suyo".

La acción tuitiva del Estado sobre el indí­


gena propietario se manifiesta únicamente y en
forma demasiado débil, cuando la ley sujeta a
ciertas formalidades la potestativa disposición
de sus bienes; formalidades que, según el Art.
8*? de la citada ley, consisten en obligar a que

— 66 —
LAS COMUNIDADES INDIGENAS EN BOLIVIA

teda trasmisión de terrenos de origen se h a g a ,


precisamente, por escritura pública y en capi­
tal de departamento, con intervención del Mi­
nisterio Público, so pena de nulidad.

Las medidas legislativas posteriores (Ley de


1? de Octubre de 1880, decreto de 1? de diciem­
bre del mismo año, resolución suprema de 1G de
agosto de 18B1, decreto de 30 de diciembre de
igual año, resolución de 16 de marzo de 1882,
ley de 30 de octubre de 1890, etc.), modifican
ciertos aspectos de la mencionada ley, o intro­
ducen algunas disposiciones ampliatorias, con­
servando lo fundamental de ella.

Dictada la ley de “ ex-vinculación de tierras


de comunidad” y desconocida la existencia le­
gal de las “ comunidades” , en los gobiernos que
se suceden desde 1874 hasta poco antes de la
Reforma Agraria de 1953, no encontramos dispo­
siciones de mayor relieve en materia agraria.
Si a unos les preocupa la “ educación indígena”
en forma simplemente teórica, sin relacionarla
con el problema de la tierra ni con el de la ser­
vidumbre campesina; a otros, por el contrario,
les interesa, únicamente, rodear de ciertas ga­
rantías formales la transferencia de las tierras
poseídas por los indios.

La Convención Nacional del año 1938 rom­


pe esa especie de statu quo (que se había pro­
ducido desde la época en la cual se dispuso la
“ ex-vinculación de tierras de oomunidad” ) me­
diante la incorporación de dos medidas de inne­
gable importancia en la Constitución Política del
Estado: la ‘'función social” de la propiedad y
el reconocimiento, por parte del Estado, de la
“ existencia legal de las comunidades indígenas” .
ARTURO URQUIDI

Por último, como prolegómenos de la Refor­


ma Agraria, el gobierno de Villarroel promue­
ve en 1945 un congreso indigenal y suprime los
servicios personales, aunque dicha supresión re­
sulta meramente teórica porque no se modifica
la base real de la servidumbre campesina ni se
afecta el régimen feudal imperante a la sa­
zón. (38)

El statu quo a que nos hemos referido fue tal


sólo en el plano legal o administrativo. En la
práctica, todo un largo periodo de nuestra histo­
ria (1866-1938) se presenta como marco tempo­
ral del más intenso crecimiento del latifnndismo
a costa de la propiedad indígena.

La ley ex-vdnculatoria de las tierras de co­


munidad se había constituido en el recurso más
eficaz para el crecimiento y consolidación de la
gran propiedad feudal.

“ Según las apreciaciones de los economis­


tas bolivianos del siglo pasado (José María Da-
lence, Plácido Orosco, Pedro Vargas, José Ma­
ría Santivañez, José Vicente Dorado, etc.) —di­
ce Jorge Ovando Sanz— “ más de las tres cuar­
tas partes de nuestra territorio cultivable esta­
ba ocupado por los indios” . .. “ El proceso de
usurpación violenta de las tierras pertenecien­
tes a las nacionalidades indígenas —continúa el
mismo autor— empieza en 1866 y termina en los
primeros años del presente siglo; en otros tér­
minos, la contradicción entre propiedad indíge­
na y propiedad boliviana tiene-un período de vio­
lenta agudización que dura aproximadamente 50
años, dentro de los cuales tiene lugar en Boli-

(98) cr. todas las disposiciones legales citadas, en M. Boni­


tas, oí), cit., pasflim.

— 66
LAS COMUNIDADES INDIGENAS EN BOLIVIA

Via la formación de la gran propiedad terrate­


niente, feudal, en manos de los usurpadores bo­
livianos a expensas de las nacionalidades in­
dígenas” . O9)

Plácido Orosco, uno de los economistas de]


siglo pasado que cita Ovando Sanz, sostiene, evi­
dentemente, que “ las tres cuartas partes del te­
rritorio nacional” se encontraban antes de Mel­
garejo en poder de los indígenas, según puede
apreciarse al través del siguiente comentario:

‘ ‘£1 Jeneral Melgarejo i sus Ministros, que


abrieron una honda fosa en la hacienda pública
con sus derroches i despiltarros, quisieron col­
marla recurriendo a la venta de las tierras de
originarios, i bajo el pretexto de que era necesa­
rio arrancar las tres cuartas partes del territo­
rio nacional de las manos muertas para poner­
las al servicio del comercio, de la agricultura
i de lu industria en general, hicieron tajos de
ese territorio nacional, sin que en la mayor par­
te de las ventas se hubiesen observada las for­
malidades del Decreto reglamentario que ellos
mismos dieran” .WO)

El censo agropecuario de 1950 consigna 3.779


comunidades indígenas, que ejercen dominio so­
bre 7.178.448.57 Has., de las cuales se hallan en
cultivo solamente 170.100.44 Has.

La extensión poseída es todavía bastante


apreciable. Sin embargo, hay razones para co­
legir que las actuales tierras comunitarias ya
no representan de ningún modo "las tres cuar-

(3B) J . Ovando Sajiz, Sobra al problem * naclanal 7 colonial


de B olivia, Cochabamba, Hd. Canelafl, 1961, p. 197-198.
(49) P . OroBco. EatndloB fluanoialea de B olivia, Cochabam­
ba, Im p. del Siglo, 1871, p. 9,
ARTURO URQU1DI

tas partes del territorio nacional” . Lo que quie­


re decir que, efectivamente, el mayor crecimien­
to del latifundismo se ha producido sólo a partir
del gobierno de Melgarejo; o sea, como afirma
el mismo Ovando Sanz, desde cuando la “ nacio­
nalidad boliviana” se convirtió en “ nación bo­
liviana” propiamente dicha, como consecuencia
del desarrollo capitalista que experimentó nues­
tro país.

De esta manera, al lado de los terratenien­


tes tradicionales, herederos de los colonizadores
españoles, fuése constituyendo una nueva capa
de latifundistas entre comerciantes, banqueros
y otras gentes enriquecidas al favor de las con­
diciones creadas por la penetración imperialis­
ta, pero no para impulsar una agricultura indus­
trial o de tipo capitalista, sino, más bien, para
consolidar el régimen feudal entonces imperante.

— 70 —
CAPITULO II

ENFOQUE SOCIOLOGICO

1. Opiniones sobre el carácter de la organiza­


ción social incaica.

“ La civilización incaica que encontró Es­


paña y conquistó con la punta de la espada de
Pizarro —decia Rafael Reyeros, hace poco, en
un artículo periodístico—.vivía la etapa de la bar­
barie media. Además de su portentosa organiza­
ción agraria que hasta hoy na se sabe si fue de
fisonomía comunista, socialista o liberal, flore­
cían cerámica y tejidos".(1)

Desde el descubrimiento y conquista de Amé­


rica pocos temas han merecido tanta atención
como el referente a la cultura incaica. Histo­
riadores, sociólogos, etnólogos y ensayistas, de las
más diversas categorías, lo han estudiado y si-

(1) R. Rayame, árdanlo publicado en Ultima Hoza, La Faz,


julio 23, 1984.

— 71 —
ARTURO URQUIDI

guen ocupándose de tal tema con rara perseve­


rancia y especial predilección. El caudal lite­
rario pertinente es inmenso, concretándose en
una serie inagotable de libros, folletos, mono­
grafías, ensayos, etc., etc. Sin embargo, pese a
tan abrumadora producción bibliográfica, no se
Babe hasta hoy —como bien expresa Reyeros—
si la organización agraria de la sociedad incai­
ca “ fue de fisonomía comunista, socialista o li­
beral” .
Por contraste can las desigualdades econó­
micas y sociales consiguientes a las primeras
fases del régimen capitalista en Europa, el añ­
ílelo de justicia dio lugar a no pocas fantasías
cuando el Viejo Mundo se enteró acerca de las
características de la sociedad incaica. Hay
quienes sostienen que los llamados ‘ ‘socialistas
utópicos” como Campanella, Morelly, Bellamy,
etc., se inspiraron en dicha organización para
concebir bus sistemas sociales irreales o quimé­
ricos.
Sin embargo, si hemos de buscar una califi­
cación más precisa sobre el carácter de la or­
ganización sedal del pueblo peruano de aquella
época, Letomneau se cuenta, al parecer, entre
los primeros en aventurar una opinión de tal na­
turaleza, ya que en su concepto la sociedad in­
caica representaba “ la mayor experiencia prácti­
ca del socialismo de EBtado que hasta hoy haya
existido en la Historia” . (21 Baudin refiere que
también Lorente, Marteus y Reclus, entre otros
autores, la calificaron de socialista, ‘ ‘porque la
tierra en el Perú era objeta de un derecho de
propiedad colectivo de los habitantes” .O)
(2) GIL por J. CoBta, OolecUrlnmo sa la rio en BapafiB) p .
55.
(3) L, Bandín, m Imparto socialista de lo« Incas, Santiago
de Chile, Zig-Zag, 1943, P. 7.

— 72 —
ARTURO URQUIDl

Ultimamente, entre loe autores europeos,


quien ha dado mayor énfasis a la calificación
de “ socialista” para la sociedad incaica es el
propio Baudin, antes citado, en su conocida obra
El Imperio Socialista de los Incas. Los soberanos
incas, a su juicio, “ crearon de arriba abajo un
marco socialista de producción, de reparto, de
consumo, y jerarquizaron la población en forma
que todo el poder y toda la responsabilidad es­
tuviesen en manos de los Jefes” . (4)

Para dar esa calificación, el nombrado autor


encuentra los siguientes fundamentos:

19. “ Racionalización de la sociedad".


29. “ Anonadamiento del individuo".
39. “ Tendencia a la igualdad” .
49. “ Supresión de la propiedad privada” .

No siendo nuestra propósito detenemos en


el análisis y discusión de todos los fundamentos
expuestos, muy de pasada debemos hacer notar
que la razón aducida en el último punto destru­
ye, por su base, la concepción de Baudin, pues­
to que mientras en el régimen socialista, propia­
mente dicho, hay, en efecto, “ supresión de la pro­
piedad privada” —de la propiedad privada, base
del sistema capitalista—, mal pudo ser suprimi­
da ésta en una sociedad donde no existe tal gé­
nero de propiedad.

En la sociedad incaica, como todos lo sa­


ben, la propiedad privada estaba más bien en
vdas de surgir, en oposición al colectivismo pri­
mitivo de la indicada sociedad.
Entre los autores americanos de los últimas
tiempos, citaremos las opiniones de tres renom-

(4) Ibidem, p. 310.

— 74 —
LAS COMUNIDADES INDIGENAS EN BOLIVIA

brados intelectuales: José Garlas Mariátegui,


Raúl Haya de la Torre y José Antonio Arze.
La opinión del primero de aquéllos fluye de
ios siguientes párrafos:
“ Al comunismo inkaico, —que no puede ser
negado ni disminuido por haberse desenvuelto
bajo el régimen autocrótico de los Inkas— se le
designa por esto como comunismo agrario’ ’ . (5)
“ Las leyes de Indias amparaban la propie­
dad indígena y reconocían su organización co­
munista''.(9)
“ La fe en el resurgimiento indígena no pro­
viene de un proceso de “ occidentalización" ma­
terial de la tierra quechua. No es la civilización,
no es el alfabeto del blanco, lo que levanta el
alma del indio. Es el mito, es la idea de la re­
volución socialista. La esperanza indígena es ab­
solutamente revolucionaria. El mismo mito, la
misma idea, son agentes decisivos del despertar
de otros viejos pueblos, de otras viejas razas en
colapso; indúes, chinos, etc. La historia univer­
sal tiende hoy como nunca a regirse por el mis­
mo cuadrante. ¿Por qué ha de ser el pueblo in­
kaico, que construyó el más desarrollado y ar­
mónico sistema comunista, el único insensible
a la emoción mundial? La consanguinidad del mo­
vimiento indigenista con las corrientes revolu­
cionarias mundiales es demasiado evidente para
que precise documentarla. Yo he dicho ya que
he llegado al entendimiento y a la valorización
justa de lo indigena por la vía del socialis-
mo” .t7)

(E) J. C. M ariátegui, Blata tom aos da Interpretación da te


realidad peruana, 6*. ed., Lim a, B iblioteca Amanta, 1958,
p. 46.
(6) Ibidem , p. 59.
(7) Ibidem , p. 92,

- 75 —
ARTURO URQUIDJ

Según los teóricos de la doctrina marxiste, “ el


socialismo y el comunismo constituyen dos fases
de desarrollo de la formación social comunista.
SI comunismo es la fase superior de esta for­
mación, fase que se caracteriza por un nivel más
alto de desarrollo de las fuerzas productivas que
en el socialismo, por la existencia de una pro­
piedad única de todo el pueblo, la propiedad co­
munista sobre los medios de producción, y por la
desaparición de las clases y las diferencias de
clase, de las diferencias sustanciales entre la
ciudad y el campo y entre el trabajo físico y el
intelectual.. . ’ ’ (8)
El “ comunismo incaico” estaba muy lejos,
por cierto, de tener las características de la for­
mación social que en el léxico moderno se lla­
ma “ comunismo” . Hay que suponer, por lo tan­
to, que la calificación de Mariátegui, al hablar
de los incas, se refería, en realidad, al “ comu­
nismo primitivo” , es decir, a esa fáse inicial que
configura la organización de todos los pueblos
en los albores de su historia; y que el énfasis
puesto en dicha calificación se explica, tal vez,
por el sentido polémico de todas sus produccio­
nes intelectuales.

Era erróneo, sin duda, que Mariátegui cata­


logara a la sociedad incaica dentro de una tí­
pica fase de “ comunismo primitivo” , puesto que
la desigualdad patrimonial, la diferenciación de
clases, la aparición del Estado y otros factores
ya la situaban en un período de franca transi­
ción hacia formaciones económico-sociales de ti­
po superior. Además, Mariátegui anduvo equivo­
cado también en proclamar la “ vitalidad del oo-

(8) Academia de Ciencias de la ILB-H.S. Distituto de Eco­


nomia, Manual de Economía Política, Méixco, Crijsldn,
1957, p p . 5B0-591.
LAS COMUNIDADES INDIGENAS EN BOLIVIA

munisma indígena” , en condiciones casi indefi­


nidas, y en considerar a este régimen como la
posible solución del problema agrario peruano.

Raúl Haya de la Torre, en su obra El añil-


imperialismo y el Apra, califica, simultánea­
mente, de “ socialista” y de “ comunista” al an­
tiguo imperio peruano. Esta dual calificación re­
vela ya, desde luego, la equivocada concepción
que aquél tiene sobre ambos sistemas sociales.
Más, como insiste y reitera en la segunda califi­
cación, habrá que deducir que su pensamiento
se concreta, preferentemente, en el epíteto "c o ­
munista” .

Pues bien, situándose en ese punto de vista,


el citado autor precisa m ejor su concepto en
estos términos: “ En el comunismo incásico hay
dos aspectos fundamentales: el del comunismo
primitivo propiamente dicho, semejante al co­
munismo patriarcal de Asia y Europa y la orga­
nización de ese comunismo primitivo —que ge­
neralmente se presenta como elemental forma
societaria de tribus o clanes poco numerosos—
en un vasto sistema político y económico, en un
Imperio inmenso por su extensión territorial y
por su población. Radica en este punto lo sin­
gular y verdaderamente característico del orga­
nismo social incásico... El comunismo primi­
tivo —reitera— es elevado a una categoría su­
perior, sistematizado, engrandecido, puesto a to­
no con la época y teocratizado, pero progresa
su esencia comunista aunque indudablemente
progresa técnicamente poco” . O)

Estrictamente hablando, los incas no cono­


cieron ya el comunismo primitivo propiamente
(9) V . K. H aya de la Torre, E l AntHmportaUsnto y e l Apra,
Santiago de Chile, 1936.
ARTURO URQUID1

dicho, es decir, esa “ elemental forma societaria


de tribus o clanes poco numerosos” como lo de­
fine Haya de la Torre, puesto que bu organi­
zación, desde un principio, se caracterizó por
una considerable desmembración de las tierras de
los ayllus en favor de una poderosa “ aristocra­
cia gentilicia” , la división de clases y una fuerte
centralización estatal. A decir verdad, esa “ ele­
mental forma societaria” debió preceder en mu­
chos siglos inclusive a las culturas que antece­
dieron a los in ca s... Empero, aun admitiendo
que la sociedad incaica, por su organización gen­
tilicia y el régimen de la tierra fundamentalmen­
te colectiva, estaba todavía comprendida, con­
siderando genéricamente el caso, dentro de esa
gran formación económico-social conocida con el
nombre de “ comunismo primitivo” , lo cierto es
que la segunda modalidad que Haya de la Torre
encuentra en la organización incaica, como “ co­
munismo primitivo elevado a una categoría su­
perior, sistematizado, engrandecido, puesto a to­
no con la época y teocratizado” , con su “ esen­
cia comunista” en progreso, era ya, en realidad,
lo menos comunista que se podía dar, ya que en
esas circunstancias, la indicada sociedad, esta­
ba más bien a punto de superar la fase del “ co­
munismo primitivo” , debido a las instituciones
y fuerzas contrapuestas a este régimen que em­
pezaban a operar en su seno.
En síntesis, Haya de la Torre califica de
“ comunista” y lo magnifica basta la exaltación,
precisamente a un sistema decadente, en pleno
proceso de desintegración. Es verdad que los in­
cas demostraron, a lo largo de su historia, gran
habilidad y sabiduría en la conducción de su vas­
to y notable Imperio.
José Antonio Arze, por su parte, después de
hacer una rápida revisión de algunos “ postula-

— 78 —
LAS COMUNIDADES INDIGENAS EN BOLIVIA

dos del socialismo científico” , a manera de ob­


jeción contra los puntos de vista sostenidos por
Baudin en su obra El Imperio Socialista de los
Incas, resume su pensamiento acerca de dicho
Imperio en los siguientes términos:

" ...L a s fórmulas ideales del socialismo mar-


xista, ¿tienen mucho de semejante con el supues­
to socialismo del Imperio Inkaiko? Evidente­
mente que no: el socialismo exige come base
una técnica productiva avanzada y el Imperio
la tenía sumamente rudimentaria; el socialismo
exige, para su implantación, la previa presen­
cia de un Proletariado que es consecuencia de
la gran industria y el Inkanato desconocía esa
clase; el socialismo marxista tiende a una efec­
tiva igualdad de todos los seres humanos, a
emanciparlos económicamente preparando así
las condiciones de la libertad del Individuo en
sus altas manifestaciones, todo lo cual culmina
en la racionalización de la Vida Social como
resultado de la acción inteligente y libre de todos
los componentes de la Sociedad; en el Imperio
Inkaiko el fundamento de la organización es la
desigualdad declarada entre la élite sojuzgante
y la gran masa: ésta, por tanto, carece de ver­
dadera libertad e interviene en el proceso so­
cial con pasividad de autómata, ya que la fun­
ción racionalizadora es atributo exclusivo de la
aristocracia.

“ Sería, pues, profundamente erróneo el con­


cluir que el Socialismo, como ideal de emanci­
pación, es imposible o inaconsejable, porque la
experiencia inkaika demostró ya en vasta esca­
la sus funestos resultados. . . Para la validez de
este razonamiento, habría que empezar por de­
mostrar que el Imperio Inkaiko fue efectiva­
mente una organización de tipo socialista, y cree-

— 79 —
ARTURO URQU1DI

mos, por nuestra parte, haber demostrado que


no lo era en el sentido científico de la palabra
socialismo, porque carecía de la técnica produc­
tiva indispensable para la posibilidad de ese
régimen y porque era una organización esen­
cialmente clasista.
“ El calificativo que podría aplicarse a lo
sumo a la organización iñkaika es el de semi-
socialista, con las reservas que esta designación
supone” .(10)
El calificativo de “ semi-socialista” que el
Dr. Arze acepta para la organización incaica, a
modo de simple concesión, carece, igualmente, a
nuestro juicio, de la debida propiedad, porque
ateniéndonos a una estricta valoración sociológi­
ca, aquella sociedad no presentaba sino la fase
culminante, si se quiere, pero, también, de des­
integración y tránsito hacia otros sistemas, de la
formación económico-social que ha venido en
llamarse “ comunismo primitivo” , dentro de los
grandes períodos de desarrollo alcanzados por la
humanidad en el curso de su historia.

Es verdad que, posteriormente, el Dr. Arze


rectificó su opinión, cuando al referirse al Impe­
rio Incaico dijo “ que no fue socialista ni comu­
nista, sino precapitalista en su técnica y clasis­
ta en su estratificación social” .dD

2. Grandes fases del desarrollo social.

Sociologia e Historia son ciencias conexas


y recíprocamente complementarias entre si. No

(10) X A. Arze, Soolografi*, del ÜLtorio, Lh Paz, Ed. Fénix,


1952, p. 23-24.
(11) Nota inserta caí: A. TJrquidi, labor Unlversttaria (1961-
1955), p. 257.

— 80 —
LAS COMUNIDADES INDIGENAS EN BOLIVIA

se concibe Sociología sin Historia, ni la Historia


habría alcanzado categoría científica sin la So­
ciología.

La Historia aporta datos, hechos concretos,


sucesos o acontecimientos para las investigacio­
nes y conclusiones sociológicas; y la Sociología,
por su parte, relaciona los hechos, los explica, los
generaliza y descubre leyes en medio de los pro­
cesos o fenómenos sociales. “ La Historia —dice
Caso muy expresivamente —se preocupa de estu­
diar lo singular, lo asimétrico, lo que no se repi­
te, se interesa en el fenómeno, el aspecto de la
diferenciación; en cambio, la Sociología estudia
lo genérico, lo común, estudia lo que se parece
y lo que se repite’’ . (12) De esta manera, Historia
y Sociología no sólo se relacionan estrechamente,
sino que son disciplinas inseparables y comple­
mentarias.
Esta mancomunidad de Historia y Sociología
ha impuesto, como medida previa, la necesidad
de Clasificar en grandes fases o períodos el des­
arrollo histórico de la humanidad, teniendo en
cuenta las modalidades específicas que aquéllos
presentan. No todas las clasificaciones de la his­
toria de la humanidad tienen el mismo valor des­
de el punto de vista científico; pero aun en las
más imperfectas de ellas hay que ver un es­
fuerzo meritorio por sistematizar el acontecer
humano, precisamente para hacer posible el co­
nocimiento científico del proceso que ha seguido
la vida de la especie al través del tiempo. Ade­
más, a medida que avanzan los conocimientos
humanos las diferentes clasificaciones se combi­
nan unas con otras, contribuyendo al mayor pro­
greso de las ciencias antropo-sociales. Hecha es­
ta salvedad, veamos, en rápida ojeada, algunas

(12) A. Caso, Sociología, México, Etl. Polis, 1039, p. 14.

— 81 —
ARTURO URQUID1

de las más importantes clasificaciones que se han


propuesto al respecto:
A ) Clasificación técnico-cronológica. Divide
la historia de la humanidad en los isiguientes
grandes periodos: prehistoria, protohistoria e
historia.
La Prehistoria comprende las manifestaclo-
nes culturales del hombre anteriores a toda tra­
dición o documento escrita. Se divide en tres
épocas: a) Paleolítica o de la piedra antigua; b)
Neolítica o de la piedra nueva; y c) Mesolitica o
de la piedra media.
La ProtohiBtoria abarca el periodo que trans­
curre entre la prehistoria y la historia. Se ca­
racteriza por el empleo de los metales en sus pri­
meras fases. Coincide, propiamente, con la lla­
mada edad de bronce, hasta los comienzos de la
edad de hierro.
La Historia, por último, abarca desde el ad­
venimiento de la edad de hierro hasta nuestros
dias. Comprende cuatro grandes edades: a) An­
tigua; b) Media; c) Moderna; y d) Contempo­
ránea.
B) Clasificación tecnológica. Basada en la
evolución de la tecnología, comprende las Edades
de la Piedra, del Bronce y del Hierro. Esta cla­
sificación, ideada por J. C. Thomsen, constitu­
ye, al decir de Childe, “ la base del ordenamien­
to sistemático de los restos del pasado iletrado
en un orden cronológico” . Posteriormente, John
Lubbock propuso la división de la Edad de Pie­
dra en Paleolítica (antigua piedra) y Neolítica
(nueva piedra), con aceptación general. Actual­
mente, los autores convienen en reconocer una
Edad intermedia, llamada Mesolitica o de la pie­
dra media, comprendida entre las edades Paleo­
lítica y Neolítica.

— 02
LAS COMUNIDADES INDIGENAS EN BOLIVIA

A medida del progreso tecnológico, esta cla­


sificación sin duda irá completándose con nue­
vas edades, como las del Vapor y la Electricidad,
de los Plásticos, de la Energía Atómica, etc.

C) Clasificación económico-social. Luis H.


Morgan, inspirándose “ en los progresos realiza­
dos en la producción de lbs medios de existen-
cia” , divide el proceso cultural de la humanidad
en los siguientes grandes períodos: a) Salvajis­
m o; b) Barbarie; y c) Civilización.
“ Cada uno de estos períodos posee —según
Morgan— una cultura distinta y exhibe modos
de vida más o menos especiales y peculiares” .
Los períodos del Salvajismo y la Barbarle
los divide, a su vez, en tres subperíodos: Inferior,
medio y superior, a los cuales corresponden di­
ferentes “ estadios” culturales, designados en el
mismo orden y con igual nomenclatura.

Durante el Salvajismo el hombre vive ex­


clusivamente de la recolección, la caza y la pes­
ca; es decir, depende, en absoluto, de produc­
ios espontáneos que brinda la naturaleza.
En el período de la Barbarie el hombre ya
es un productor de alimentos, pues incrementa
sus medios de subsistencia mediante la práctica
de la agricultura y la ganadería.

La Civilización, finalmente, se caracteriza por


la elaboración de productos artificiales, la vida
citadina y el uso de la escritura alfabética.

D) Clasificación genétlco-política. Divide el


proceso histórico de la humanidad en dos gran­
des períodos: la sociedad gentilicia y la sociedad
política-territorial. En la primera los hombres
se asocian por sus afinidades de sangre. El pa-

— 83 —
ARTURO URQUIDI

rentesco, real o supuesto, como vinculo de cohe­


sión, predomina sobre el del territorio, que des­
empeña un papel accidental o secundario. El
clan o la ge na es el núcleo fundamental de este
tipo de sociedades. En la sociedad político-terri­
torial se invierten los papeles: la relación de
sangre, el parentesco, carece de significación en
el agrupamiento y organización social de los hom­
bres; la circunscripción geográfica, en cambio,
cobra mayor preeminencia, como marco o esce­
nario para la actuación civil y política de aqué­
llos. El municipio es la unidad básica de esta
forma de sociedad.

E) Clasificación hlstórioo-materialista. La teo­


ría que inspira esta clasificación empieza por es­
tablecer la premisa de que el factor fundamen­
tal, determinante, del desarrollo de la sociedad
es el modo de producción de los bienes materia­
les; es decir, el modo cóm o los hombres obtie­
nen sus alimentos, el vestuario, la vivienda, el
combustible y los instrumentos de que se valen
para que la sociedad pueda vivir y desarrollar­
se.
El modo de producción —según la misma teo­
ría— tiene dos aspectos indisolublemente vincu­
lados: las fuerzas productivas y las relaciones
de producción. Las fuerzas productivas, a bu vez,
comprenden los instrumentos de producción, por
una parte, y los hombres capaces de manejar
dichos instrumentos, por otra. Las relaciones de
producción, finalmente, comprenden los víncu­
los que ligan a los miembros del respectivo agre­
gada social en el proceso de producción de los
bienes materiales.
Por último, siempre de acuerdo con esta con­
cepción, teniendo Ibb “ relaciones de producción"
el carácter de relaciones “ fundamentales” , “ pri-

— 84 —
LAS COMUNIDADES INDIGENAS EN BOLIVIA

marias” de la sociedad, constituyen, al mismo


tiempo, la única base real y objetiva que permi­
te advertir la repetición y la regularidad en loe
fenómenos sociales, requisito indispensable para
que la Historia y la Sociología alcancen catego­
ría verdaderamente científica.
Con tales fundamentos, la presente clasifica­
ción reconoce en el curso de la historia huma­
na las siguientes “ formaciones económico-so cía­
les" : a) Comunidad primitiva; b) Esclavismo;
c) Feudalismo; d) Capitalismo; y e) Socialismo.

a) Comunidad primitiva. Se inicia el momen­


to en que el hombre se escinde de la animali­
dad, o sea desde el momento en que aparece la
sociedad propiamente dicha. Este acontecimien­
to trascendental, que importa el “ paso del esta­
do zoológico al estado social", tiene lugar cuan­
do el ser prehumano empieza a crear una técnica
productiva, a satisfacer sus necesidades con su
propio trabajo y a comunicarse con sus seme­
jantes mediante el lenguaje articulado.

Las duras condiciones de vida que impone


una naturaleza primitiva y hostil, asi como el
estado sumamente rudimentario de los instru­
mentos de producción, obligan al hombre a sub­
venir sus necesidades mediante el trabajo co­
lectivo, la propiedad común de los medios de
producción y la distribución igualitaria entre los
miembros del grupo.
En estas circunstancias, no existiendo la pro­
piedad privada sobre los medios de producción,
tampoco eran posibles las desigualdades patri­
moniales, la diferenciación de claaea sociales ni
la explotación del hombre por el hombre.
“La ley económica fundamental del régimen
de la comunidad primitiva —dicen los expósito-

— 85 —
7

ARTURO URQUIDI

res de esta teoría— se cifra en asegurar los me­


dios vitalmente necesarios de la existencia de
los hombres, con ayuda de instrumentos de pro­
ducción rudimentarios, sobre la base de la pro­
piedad colectiva sobre los medios de producción
y mediante el trabajo en común y la distribución
igualitaria de los productos’ '. (1S)

La fase de la “ comunidad primitiva” es la


más extensa de cuantas le sucedieron en el cur­
so de la historia. Abarca, en realidad, las edades
arqueológicas conocidas con los nombres de Edad
Paleolítica, Mesolítica, Neolítica y Eneolítica...
Consiguientemente, el desarrollo de las fuerzas
productivas en orden a instrumentos de trabajo
comprende desde los simples palos y las piedras
toscamente desbastadas de los primeros tiempos,
hasta los artefactos y herramientas de metal, ma.
nufacturados a base de cobre y bronce principal­
mente. El descubrimiento del fuego, hecho de
gran significación para la cultura humana, es
también una importante conquista tecnológica de
esta época.

Las relaciones de producción de este período


se perfilan gradualmente desde la llamada coo­
peración simple hasta la división social del tra­
bajo y el cambio que trae como consecuencia la
desigualdad patrimonial y la diferenciación de
clases.
Las relaciones geneonómicaB tienen también
un largo proceso de desarrollo: desde el estado
promiscuitarío, o ausencia de normas que regi-
menten la vida sexual, hasta las familias m&s o
menos singularizadas o monogámicas, con sus
fases de matriarcado y patriarcado en cuanto al
(13) Academia de Ciencias dle la TJ.R.S.S. Instituto de fleo-
Uomia.. de Econom ía PoHUca. pp. 21-23.

— 86 —
LAS COMUNIDADES INDIGENAS EN BOLIVIA

régimen de filiación o parentesco. Los expertos


en esta materia sostienen que la comunidad pri­
mitiva alcanza su florecimiento bajo el matriar­
cado, ya que el patriarcado lleva ya en su seno
los gérmenes de desintegración de este régimen.

Dentro de la primitiva formación económico-


social que nos ocupa, la constitución de las ''c o ­
munidades humanas” se inicia con las hordas
aisladas y errantes, más propiamente con los
clanes y gens, o sea con las hordas ya sedenta-
rizadas, continúa con las fratrias y las tribus, pa­
ra rematar en la asociación de estas últimas o
confederaciones tribales, fase postrera en que
todavía se manifiestan supervivencias gentilicias.
Durante este proceso de formación de desarrollo
de las “ comunidades humanas” , encaminadas
hacia la futura constitución de nacionalidades y
naciones, el fenómeno político evoluciona desde
la “ soberanía difusa” de los clanes y gens pri­
mitivos, hasta la centralización del poder esta­
tal, en consonancia con el desarrollo de las fuer­
zas productivas, la división social del trabajo
y las relaciones de intercambio.
Si lo característico de la “ comunidad pri­
mitiva” es la propiedad común de los medios de
producción y la ausencia de clases sociales,
quiere decir, entonces, que la aparición del Es­
tado, con su b antecedentes inevitables de la des­
igualdad patrimonial y la diferenciación clasis­
ta de la sociedad, ya supone que se ha transpues­
to los límites de aquella organización social, o
que marca, cuando menos, un período de tran­
sición hacia formaciones económico-sociales in­
mediatamente posteriores.
b) Esclavismo. Según la concepción que nos
ocupa, “ sirvió de base al paso de la sociedad al
régimen esclavista el incremento de las fuerzas
ARTURO URQUIDI

productivas, el desarrollo de la división social


del trabajo y del cambio” .i14) En lugar de los
instrumentos de piedra, el hombre ya dispone pa­
ra esta época de instrumentos de metal, al prin­
cipio de bronce y más tarde de hierro. Con la ayu­
da del hacha de hierro y el arado con reja del
mismo material, el trabajador pudo despejar y
labrar campos de cultiva más extensos que antes.
La agricultura y la ganadería progresan ostensi­
blemente, constituyéndose en dos ramas funda­
mentales de la economía de esos tiempos. La es-
pecialización que requieren ambas actividades
hace que se opere la "primera gran división so­
cial del trabajo” . Simultáneamente progresa tam­
bién la producción de herramientas, de utensilios
y de prendas de vestir, convirtiéndose en. ocupa­
ción independiente que genera la aparición de los
□ñcios o artesanías. Al desarrollarse esta rama
especial de la producción y cobrar autonomía
respecto a la agricultura y la ganadería tuvo lu­
gar la “ segunda gran división social del traba­
jo " .
El incremento de la productividad del traba­
jo y la división social de éste favorecen, por
otra parte, el intercambio de productos, inician­
do, todavía en limitada escala, la economía
mercantil, ya que el régimen esclavista se ca­
racteriza, fundamentalmente, por una economía
natural o de simple consumo. Con la aparición
de la economía mercantil, y a medida que au­
menta el volumen de las mercancías destinadas
al cambio, surgen también los mercaderes o co­
merciantes.
El progreso de los instrumentos de trabajo,
al hacer posible el trabajo individual en la agri­
cultura, la ganadería y los oficios, determina la
( l i ) Academ ia de Ciencias de la TXR.fl.fl. Instituto de BíO-
uomía. Manual de Eoomcmla PoUttoa. jxp.

— 88
MUSICOS INDIGENAS
ARTURO URQUIDl

desintegración de la comunidad gentilicia, pri­


meramente en grandes familias patriarcales y,
después, en pequeñas familias monogámicas,
compuestas por el marido, la mujer y los hijos.

La desintegración de la comunidad primiti­


va en familias individualizadas trae consigo la
configuración de la propiedad privada y, consi­
guientemente, la desigualdad patrimonial o eco­
nómica y el surgimiento de las otases sociales.

El desarrolla de la economía comercial pri­


mitiva concentra los medios de producción en
pocas manos y determina que las minorías po­
derosas sojuzguen a las mayorías desposeídas
y las sometan a un régimen de trabajo esclavis­
ta. Sobre todo las guerras proporcionan el ele­
menta trabajador sujeto a esta condición ya que
la experiencia demuestra que en lugar de aniqui­
lar al prisionero era mejor aprovechar su esfuer­
zo convirtiéndolo en esclavo. Cuando este siste­
ma de trabajo se generaliza y se constituye en
la base de sustentación de la economía social,
adquiere, entonces, su verdadero carácter el
modo esclavista de producción, escindiendo la so­
ciedad en doB grandes clases antagónicas: la de
los esclavos y la de I ob esclavistas.
El trabajo y aún la propia persona del es­
clavo pertenecen al amo en forma absoluta. El
esclavo, privado de los derechos más elementa­
les, puede ser objeto de tráfico comercial y aun
victimado, sin traba ni miramiento alguno, por
su dueño o señor.
La propiedad social de los medios de produc­
ción —rasgo esencial del régimen de la comuni­
dad primitiva— desaparece y e l desarrollo de las
fuerzas productivas beneficia únicamente a un
reducido número de explotadores. La caracte-

— 90 —
LAS COMUNIDADES INDIGENAS EN BOLIVIA

rística fundamental de este nuevo régimen con­


siste, pues, no sólo en el hecho de que los me­
dios de producción pasan a ser objeto de apro­
piación privada, sino, sobre todo, en la circuns­
tancia de que esta forma de apropiación abarca
inclusive a la persona misma del trabajador,
del esclavo.

La división de la sociedad en clases anta­


gónicas impone la formación del Estado “ para
refrenar a la mayoría explotada, en interés de la
minoría explotadora” .

Pese a su inhumanidad, el régimen es cía vis­


te tuvo un sentido progresista. “ Fue la esclavitud
—dice Engels— la que hizo pasible la división
del trabajo en gran escala entre la agricultura
y la industria, creando de este modo las condi­
ciones para el florecimiento de la cultura del
mundo antiguo, para la cultura griega. Sin la
esclavitud no habrían llegado a existir el Estado
griegb, el arte ni la ciencia de Grecia. Sin la
esclavitud no habría llegado a existir el Estado
romano. Y sin los fundamentos establecidos por
Grecia y por Roma, no existiría tampoco la m o­
derna Europa". GB

El modo esclavista de producción que, en


cierto momento histórico, había significado un
ascenso en él desarrollo de las fuerzas produc­
tivas de la sociedad, acabó por convertirse en un
obstáculo para el mayor progreso de dichas fuer­
zas. La inhumana explotación de los esclavos,
relegados al nivel de simples bestias de trabajo,
condujo a aquéllos a su degradación física y es­
piritual; lo cual significaba, en el fondo, la des­
trucción de la principal fuerza de trabajo como1 5

(15) F . Engels. Ini vtoümala, Madrid, Ed. America, a. í., p.


33.

— 9 ) —
ARTURO URQUIDI

son los hombres, los trabajadores. Por reacción


natural a las vejatorias condiciones de vida que
sobrellevaban, los esclavos no sólo que no te­
nían el menor interés por el mejoramiento de la
producción, sino que méa bien se daban modos
para perjudicarla. Un hombre privado de Su li­
bertad, que no tiene esperanza alguna y que tra­
baja por la fuerza no tiene pues ningún estímulo.

El menosprecio pcvr el esclavo hizo que el


trabajo manual se considerase como una activi­
dad inferior, indigna de los hombres lllnes. Es­
te prejuicio generó una mentalidad despectiva
hacia el trabajo, a cuya consecuencia el para­
sitismo fue tomando cada vez mayor volumen.

Cuando “ la gran producción esclavista no era


ya económicamente rentable, Iob esclavistas co­
menzaron a dar libertad a numerosos grupos de
esclavos, cuyo trabajo no les resultaba ya lucra­
tivo, Las grandes posesiones se desintegraron
en pequeñas parcelas. Estas eran entregadas ba­
jo determinadas condiciones a los antiguos escla­
vos manumitidos o a ciudadanos antes libres,
obligados ahora a soportar numerosas presta­
ciones y tributos en beneficio del terrateniente.
Los nuevos cultivadores quedaban vinculados al
terruño y podían ser vendidos con la tierra que
trabajaban. Pero hablan dejado de ser esclavos” .

“ Era ésta una nueva capa de pequeños pro­


ductores, que ocupaban un lugar intermedio en­
tre los hombres Ubres y los esclavos y se haUa-
ban hasta cierto punto interesados en su trabajo.
Recibían el nombre de colonos y fueron los an­
tecesores de los siervos de la Edad Media” .U©1 6

(16) Academ ia de Ciencias d e la U .E.S.8. Instituto de Eco.


non-lia. M anual de Econom ia P olitica, p. 32.

— 92 —
LAS COMUNIDADES INDIGENAS EN BOLIVIA

c) Feudalismo. Con el colonato, surgido en el


período de descomposición del régimen escla­
vista, Be anuncia la Sociedad feudal. En el cur­
so de esta última, cuando fueron desapareciendo
las diferencias entre loa antiguos esclavos, los
colonos y los campesinos libres, toma cuerpo y
se fisonomiza la institución de la dependencia
personal de los labriegos hacia el terrateniente,
hacia los señores feudales.
La servidumbre campesina es una forma ate­
nuada de la esclavitud. Sin embargo, como el
úervo ya eB un sujeto de derecha y se le per­
mite tener una pequeña economía personal, el
régimen feudal abre ciertas posibilidades de des­
arrollo a las fuerzas productivas.
La economía de la sociedad feudal es pre­
dominantemente rural, destacándose en medio de
ella la actividad agrícola.
La base de las relaciones de producción es
la propiedad del señor sobre la tierra y su par­
cial dominio sobre el trabajador campesino. A
cambio de una parcela de tierra concedida en
usufructo, el labriego está obligado a pagar tri­
butos y a realizar servicios personales en favor
del terrateniente. Por este sistema, la sociedad
feudal tiene su principal base de sustentación
en el trabajo de los siervos de la gleba.
“ La ley económica fundamental del feuda­
lismo se cifra en la producción del producto adi­
cional para satisfacer las necesidades de los se­
ñores feudales, mediante la explotación de los
campesinos dependientes, a base de la propie­
dad del señor sobre la tierra y de su propiedad
incompleta sobre los siervos, ocupados en la pro­
ducción” .1
7

(17) Ibidem , p. 81.

— 93 —
ARTURO URQUIDI

Paralelamente a la masa campesina, en las


ciudades se desarrolla la clase artesanal. Los
artesanos son trabajadores libres que producen
manufacturas diversaa para la venta. El inter­
cambio de productos entre las ciudades y el cam­
po hace surgir subsidiariamente a los comer­
ciantes.

“ El desarrollo de la producción mercantil, al


descomponer la economía natural, ahonda el
proceso de diferenciación entre campesinos y ar­
tesanos. El capital comercial acelera la desin­
tegración del artesanado y contribuye al naci­
miento de las empresas capitalistas, de las ma<
nnfacturas. La superación del fraccionamiento
feudal y la creación de grandes Estados centra­
lizados facilitan el nacimiento y desarrollo de las
relaciones capitalistas” .d 8)

Dada la estrecha relación que existe entre la


vida urbana y la vida campesina, la actividad
agrícola experimenta a su vez algunos progre­
sos importantes; se abandona el primitivo mé­
todo de dejar en barbecho por varios años los
terrenos de cultivo y se adopta el sistema inten­
sivo conocido con el nombre de tres campos, o
de tres hojas; se utiliza el abono en mayor can­
tidad y se introduce el cultivo de plantas forra­
jeras para el ganado, cuyo incremento se pro­
duce en forma paralela al mayor consumo de
carne.

El aumento de la población campesina y su


creciente rebeldía, por una parte, y la necesi­
dad de retener al labriego en el campo y de me­
jorar el rendimiento de la tierra, por otra, obli­
gan a los señores feudales a admitir la emanci­
pación campesina en proporciones cada vez ma-1
(1S) Ib ídem, p. 61.

— 94 —
LAS COMUNIDADES INDIGENAS EN BOLIVIA

yores. Cuando el campesino libre representa una


cifra dominante en la población rural, la servi­
dumbre toca a su fin, y con ella la sociedad feu­
dal, para dar paso a la organización política de
tipo liberal o burgués, basada en la democrati­
zación de la tierra.

d) Capitalismo. Tiene como fundamento el


sistema de producción mercantil, en virtud del
cual los productos no se destinan a la satisfac­
ción de las propias necesidades, sino a la venta,
a las relaciones de intercambio. Lo que se pro­
duce está condicionado exclusivamente por las
exigencias del mercado, del tráfico comercial. La
satisfacción de las necesidades sociales Be su­
pedita a la obtención de ganancias, al enriqueci­
miento de los capitalistas.

La producción mercantil ya existía bajo los


regímenes esclavista y feudal; pero es dentro
de la formación económico-social del capitalismo
cuando supera sus formas simples y adquiere su
expresión más típica.

SI capitalismo Intensifica la división social


del trabajo y acrecienta considerablemente el
desarrollo de las fuerzas productivas. En el or­
den industrial, la fábrica, dotada de maquinarias
substituye al taller del artesano y a la propia
manufactura capitalista, basados en el trabajo
manual. Y en cuanto a las actividades agrícolas,
la gran explotación mecanizada reemplaza, igual­
mente, a los primitivos sistemas de producción
campesina.
Las nuevas técnicas puestas en juego incre­
mentan notablemente la producción y hacen que
ésta, al sobrepasar las necesidades locales, dé
lugar a la formación de una economía y de un
mercado de carácter mundial.

— 95 —
ARTURO URQUIDI

El progreso técnico trae consigo, paralela­


mente, la necesidad de contar con una mano de
obra experta, con trabajadores capaces de ma­
nejar los nuevos instrumentos de producción. Sur­
ge asi, impuesto por la moderna economía capi­
talista, el asalariado, cuya cultura y experiencia
en el trabajo son superiores a las del siervo de
la época feudal.
Dentro de este régimen, la base de las rela­
ciones de producción es la propiedad privada so­
bre los medios de producción, mas no sobre la
persona de los productores mismas, como ocu­
rría, por ejemplo, durante el esclavismo o la
época feudal. "A diferencia del esclavo y del
siervo de la gleba —dice Kanstantinov—, el obre­
ro asalariado se halla, formalmente, libre de to­
da dependencia personal. El obrero aparece en
el mercado de trabajo como poseedor de una
mercancía, como propietario de su fuerza de tra­
bajo. Pero, aunque jurídicamente sea Ubre o in­
dependiente del capitalismo, depende de él eco­
nómicamente. El obrero, privado de medios de
producción y de vida, se ve obligado a vender
al capitalista su fuerza de trabajo y a someterse
al yugo de la explotación ” .U9)

La contradicción fundamental del sistema


capitalista consiste en que mientras la produc­
ción se realiza en forma social o colectiva al tra­
vés de grandes empresas industriales, los me­
dios de producción y el producto del trabajo aso­
ciado siguen siendo objeto de monopolio o de
propiedad individual.

el Socialismo. Representa una fase más alta


y evolucionada de las formaciones económico-so-1
9
(19) F. V. Konetuntlnuv (dir.). E l materialismo UstArloo,
MÉxIco, GvijaJbo. 1957. p. 73.

— 96 —
LAS COMUNIDADES INDIGENAS EN BOLIVIA

cíales que históricamente recorre la humanidad.


Persigue como meta la “ substitución de la pro­
piedad privada Bobre los medios de producción
por la propiedad social y la supresión de toda
explotación del hombre por el hombre” .
A juicio de los teóricos de la concepción que
venimos examinando, “ el socialismo sólo puede
constituirse sobre la base de una gran produc­
ción maquinlzada” . Por eso la gran industria
maquinizada, creada por el capitalismo, se con­
sidera por aquéllos como una premisa material
importante para la instauración de este régimen.
La base de las relaciones de producción es
la propiedad social sobre los medios de produc­
ción. Eliminados asi I09 privilegios y toda forma
de explotación del hombre por el hombre, los
productos creados se distribuyen con arreglo al
trabajo, según el principio de " e l que no trabaja
no come” . Las relaciones de producción guar­
dan armonía con el estado de las fuerzas produc­
tivas, garantizando el ininterrumpido desarrollo
de la productividad del trabajo y la elevación
constante del bienestar material y espiritual de
los miembros de la sociedad.
Fluyen de aqui los rasgos esenciales de la
ley económica fundamental del socialismo y re­
side en el hecho de “ asegurar la máxima satis­
facción de las necesidades materiales y cultura­
les, en constante ascenso, de toda la sociedad,
mediante el desarrollo y el perfeccionamiento
ininterrumpido de la producción socialista sobre
la base de la técnica más elevada” .
“ El socialismo no presenta una forma inmu­
table y acabada de la vida social; bajo él, la so­
ciedad progresa dialécticamente. El socialismo es
la primera fase, o fase inferior, de la sociedad
comunista, pero en ella se crean las condiciones

— 97 —
ARTURO URQUIDI

necesarias para pasar a la fase superior del des­


arrollo social, el comunismo” . La diferencia en­
tre una y otra fase consiste en el grado de des­
arrollo de la sociedad comunista.
Bajo el régimen socialista, cada uno traba­
ja según su capacidad y recibe los artículos de
consumo no conforme a sus necesidades, sino de
acuerdo con el trabajo que realiza. “ La remu­
neración igual por trabajo igual, independiente­
mente del sexo, la edad, la nacionalidad o la raza
del trabajador” , es la norma que rige la distri­
bución de los bienes materiales.
El paso del socialismo al comunismo se lle­
va a cabo gradualmente, proceso durante el cual
un impetuoso desarrollo de las fuerzas producti­
vas y de la cultura, brinda a la sociedad un alto
grado de bienestar material y espiritual y la vi­
gencia plena del siguiente principio: “ de cada
uno, según su capacidad; a cada uno, según sus
necesidades” .

6. Estadio cultural del Perú Incaico.

Nos hemos detenido en el examen de las cla­


sificaciones antes indicadas para establecer cuál
fue, en realidad, el estadio cultural a que llegó la
sociedad incaica dentro de los esquemas previs­
tos por cada una de dichas clasificaciones. Apli­
cando tales esquemas, la sociedad incaica co­
rrespondería a los siguientes tipos de caracte­
rización:
A) Clasificación técnico-cronológica: Prehisto-
toria - Protohistoria e Historia.

En relación con este esquema, la sociedad


incaica correspondía a la Protohistoria, periodo
comprendido entre la Prehistoria y la Historia,
ya que su desarrollo tecnológico había avanzado

— 98 —
LAS COMUNIDADES INDIGENAS EN BOLIVIA

hasta la fabricación y empleo del bronce, rasgo


característica de aquella edad intermedia.
La precedente caracterización ae halla corro­
borada, además, por el hecho de que la indicada
sociedad no puede ser situada llanamente en la
Prehistoria, puesto que recientes investigaciones
revelan que ya conocía cierto tipo de escritura,
habiendo dejado, en consecuencia, algunos docu­
mentos expresivos de ese grado de cultura. Pe­
ro tampoco se la puede comprender en la his­
toria, porque ignoraba aún la técnica del hierro,
signo especíñco de esta edad.
B) Clasificación tecnológica: Edades de la
Piedra, del Bronce y del Hierro.

Pese a que el pueblo peruano de la época


incaica había avanzado en su tecnología hasta el
conocimiento del bronce, su cultura correspon­
día aún, fundamentalmente, a la Edad de la
Piedra, si bien en su fase más desarrollada o sea-
la Neolítica. Sus principales instrumentos de tra­
bajo eran todavía de piedra. En cambio, los ar­
tefactos de cobre y bronce estaban destinados a
satisfacer, sobre todo, necesidades ornamentales
y suntuarias.
C) Clasificación genétlco-política: Sociedad
Gentilicia, Sociedad Político-Territorial.

El núcleo fundamental de la sociedad incai­


ca era el ayllu, es decir, una unidad social inte­
grada por familias emparentadas. Consiguiente­
mente, de acuerdo con este sistema clasificatorio
el pueblo peruano de la época incaica pertenecía
a la llamada sociedad gentilicia, tipo arcaico de
organización humana que erige el predominio de
lás relaciones párenteles o de sangre como víncu­
los de aglutinación social.

- 99 -
ARTURO URQUIDI

La sociedad politico-territorial, propia de pue­


blos más evolucionados, basada en la unidad del
municipio, ya corresponde a la época colonial.

D) Clasificación económico-social: Salvajismo-


Barbarie - Civilización.

En su conocida obra “ El Origen de la Fa­


milia, de la Propiedad Privada y del Estado“ ,
Federico Engels dice: los indios de los lla­
mados pueblos de Nuevo México, los mexicanos,
los centroamericanos y los peruanos de la época
de la conquista, hallábanse en el estadio medio
de la barbarie; vivían en casas de adobes y de
piedra en forma de fortalezas; cultivaban el maíz
y otras plantas alimenticias, diferentes Begún la
orientación y el clima, en huertos de riego arti­
ficial que suministraban la principal fuente de
alimentación; basta habían reducido a la domes-
ticldad algunos animales: los mexicanos, el pava
y otras aves; los peruanos, el llama. Además,
sabían laborear los metales, excepto el hierro;
por eso continuaban en la imposibilidad de pres­
cindir de sus armas e instrumentos de piedra.
La conquista española cortó en redondo todo ulte­
rior desenvolvimiento autónomo” .(20)

E) Clasificación historieo-tnateriallsta: Comu­


nidad Primitiva - Esclavismo - Feudalis­
mo - Capitalismo y Socialismo.

La cultura incaica, considerada en sus ras­


gos esenciales, se caracterizaba por el empleo de
una técnica rudimentaria, la apropiación colecti­
va de 1h tierra y la organización gentilicia de la
sociedad. En vista de tales características, pro-20

(20) S'. Engola, HI origen de le íumM », de I» propiedad


privada, y del estado, Butnos Aires, Ed. Claridad, 1941.
p. 27.

— 100 —
LAS COMUNIDADES INDIGENAS EN BOLIVIA

pías de las sociedades arcaicas, dicha cultura


no puede menos que ser catalogada, genérica­
mente hablando, en la primera formación econó­
mico-social que contempla el presente esquema
histórico, o sea en la fase de la llamada Comu­
nidad Primitiva.

Sin embargo, hay sobradas razones para ad­


mitir que la sociedad incaica no sólo había lle­
gado a las últimas fases de esta formación eco-
nómico-social, sino que atravesaba por un pe­
ríodo de franca descomposición de tal régimen,
proceso en el cual pugnaban por abrirse paso la
esclavitud y el feudalismo como sistemas socia­
les subsiguientes que ya contenía en germen di­
cha sociedad.

En rigor de verdad, la fase de la “ Comuni­


dad primitiva” , propiamente dicha, se caracte­
riza por el trabajo colectivo, la propiedad en co­
mún sobre la tierra y demás medios de produc­
ción, la distribución igualitaria de los productos
del trabajo y la ausencia total de clases sociales.
Este estado social corresponde en realidad, úni­
camente, en. sus formas más genuinas, a los
clanes o gens primitivos, sujetos a una organiza­
ción matriarcal, ya que “ el patriarcado —al de­
cir de muchos sociólogos— llevaba ya en su seno
los gérmenes de desintegración de este régimen” .
Cuando se anuncia la propiedad privada y se de­
bilitan los vínculos gentilicios, el clan o la gens
primitivos se convierten en la llamada comuni­
dad rural, la cual ya no es un núcleo de miem­
bros emparentados, sino una simple asociación
de vecinos. Todavía hay, sin duda, superviven­
cias gentilicias en las comunidades rurales ori­
ginarias, pero tales vínculos se enervan gradual­
mente para dar paso a relaciones de simple ve­
cindario.

— 101 —
I

ARTURO URQU1D1

Demás está decir que la transformación de


los clanes a gens primitivos en comunidades ru­
rales y, consiguientemente, el paso a la sociedad
de clases, requirió un proceso de siglos y no
alcanzó un grado uniforme de desarrollo en todas
partes. La intensidad de ese proceso dependía
del carácter de las fuerzas productivas y del
mayor o menor aislamiento de los respectivos
agregados sociales. Así se explica que mientras
en algunas regiones del planeta la descomposi­
ción de la comunidad primitiva demandó perío­
dos relativamente breves, en otras tal fenóme­
no fue mucho más lento, al través de cuyo des­
arrollo los vínculos gentilicios persistían con gran
vitalidad.

Partiendo de tales antecedentes, consagra­


dos por la ciencia sociológica, habrá que conve­
nir en que dentro de la sociedad incaica los ay-
llus o clanes originarios ya se hablan transfor­
mado en comunidades rurales, propiamente di­
chas, conservando, si bien es verdad, fuertes re­
sabios de su antigua tradición gentilicia.

Las comunidades rurales originarias o de


honda raigambre tradicional ofrecen las siguien­
tes características: "L a casa, la hacienda do­
méstica, el ganado: todo pertenece en propie­
dad privada a cada familia. En cambio, los bos­
ques, las praderas, las aguas, etc., asi como
también, hasta llegar a cierto período, las tierras
labrantías, siguen siendo de propiedad comunal.
Al principio, las tierras de labor distribúyense
periódicamente entre los miembros de la comu­
nidad, hasta que, más tarde, pasan a ser de pro­
piedad privada” . (2i)2
1

(21) Academia de Ciencias de la U.R.S.8. Instituto de Eco­


nomía MmumI de Economía Poli Una, p. 1S.

— 102 —
LAS COMUNIDADES INDIGENAS EN BOLIVLA

Todos los historiadores, tanto antiguos como


modernos, están conformes en describir una si­
tuación semejante respecto a la sociedad incaica.

Fluye de todo lo expresado lineas arriba que


el pueblo incaico no conoció ya, en realidad, la
“ comunidad primitiva” en su forma típica y
originaria. A decir verdad, la comunidad rural,
como sucesora de los ayllus primigenios, debió
configurarse desde tiempos muy anteriores, en
medio de las culturas que precedieron a dicho
pueblo.

Las noticias sobre la organización social de


los pueblos anteriores al incaico son muy escasas.
Los historiadores se limitan a decir que “ la divi­
sión en ayllus o hathas se remonta a tiempos muy
antiguos de la época preincaica” , Pero como el
ayllu no es un agregado social estático, lo que fal­
ta por esclarecer es el grado de evolución a que
llegó ese grupo gentilicio antes de los incas: sí
todavía conservaba laB características genuinas
de la comunidad primitiva o ya se había trans­
formada en una comunidad rural o de aldea.

Por deficientes que sean las informaciones al


respecto, es posible afirmar que el ayllu pre­
incaico ya tenia en realidad una larga tradición
de oomunldad rural o de simple vecindario, si
bien conservaba todavía arraigados vínculos gen­
tilicios. Mejía Valera, entre otros, sostiene que la
tierra, antes de los incas, ya se adjudicaba en
“ parcelas" a “ cada familia miembro del ayllu'’ ,
y que “ después del primer reparto, los terrenos
adjudicados se usufructuaban de por vida, ex­
cepto en las regiones donde la naturaleza de las
tierras requería de un descanso periódico para
el mejor logro de las cosechas, lo que reclama­
ba de repartos sucesivos entre las familias que

— 103 —
A R T U R O URQUIDI

integraban el AylluM.(22) “ Habla curacas por sus


ayliuB y tenían chacras cada parcialidad por sí,
y cada indio por si” , dicen, por su parte, Cris­
tóbal de Castra y Diego Ortega Morejón, refirién­
dose a los chinchas “ antes que fuesen sujetos
a los ingas” . (28) Jorge Basadre, al ocuparse de
los “ ayllus pre-incas’ ’, escribe asimismo: “ Los
trabajos agrícolas de los diferentes “ ayllus” no
fueron aislados o individuales. Se efectuaron en
común, aunque hubiera repartos de lotes o por­
ciones individuales o familiares. “ Según este au­
tor, los miembros del ayllu pre-inca tenían pues,
entre gus derechos, el de “ recibir una porción de
tierra suficiente para ellos y sus familias” . W
A mayor abundamiento, Mejía Valera aporta
el siguiente valioso dato: "Recuérdese —dice—
que durante las proximidades a la aparición del
Estado Inca, el Derecho Paterno habla irrumpi­
do poderoso a través de las costumbres nupcia­
les pero arrastrando tras sí una serie de rema­
nencias procedentes de la filiación materna” .(23)

La existencia de las parcelas familiares, pre­


cursoras de la propiedad privada, y la filia­
ción patriarcal de que nos habla Mejía Valera
san, pues, antecedentes muy sugestivos que nos
permiten inducir que los ayllus pre-incaicos ya
hablan perdido los rasgos esenciales de la comu­
nidad primitiva para convertirse en comunidades
rurales o de vecindario, o que, cuando menos, se
encontraban en ese proceso de transformación.2 *
4
3

(22) J. Mejía Valera, ob. oit, p. 175-177.


(23) Cit. por H. CTunow, en X « Organiracifiii Social del Im­
perio Oe los Incas, Lima, D. Miranda, 1933, p. 29.

(24) J. Basadre, ob, olt., p. 94 y 95.


(2E) J. Mejía Va)era, ob. cit., p. 187.

— 104 —
LAS COMUNIDADES INDIGENAS EN BOLIVIA

Sabido es que el desarrollo de las fuerzas


productivas es un factor importante para la trans­
formación y progreso de la sociedad humana. En
los tiempos primitivos, el cultivo de las plantas,
la domesticación de animales y la fundición de
metales dieron un gran impulso a la técnica pro­
ductiva y originaron, consiguientemente, cam­
bios más o menos profundos en las condiciones
de vida y en las formas de organización social.
Partiendo de estas premisas, vemos, también,
que los pueblos preincaicos ya habían hecho
avances significativos en este orden. Bautista
Saavedra cataloga un rico vocabulario de los ay­
marás en relación con las actividades agrícolas
y ganaderas. (261 Emilio Romero, con referencia
al mismo pueblo, enumera varios instrumentos
de trabajo, los cuales, posteriormente, fueron
aprovechados por los incas.W) Ricardo E. Lat-
cham, finalmente, al hablar de Tiawanaku, que
también representa, en su máxima expresión, a
la cultura de aquel pueblo, sostiene que "otro de
los caracteres distintivos de esta civilización es el
empleo de objetos de metal y en especial bronce,
desconocido en las culturas anteriores” .(281

Hay que suponer que tal grado de desarrollo


en la técnica productiva hacia ya innecesario el
trabajo colectivo de todo el ayllu, Un grupo me­
nor com o es la familia ya era capaz de abaste­
cerse y podía organizar una economía indepen­
diente, aunque la parcela de tierra poseída por

(26) B. Saavedra, HI A rilo , p. ISO, 131.

(27) JE. Rom ero, S ta tori* eoan/mrina dal Fard, Buenos Aires,
Ed. Sudamericana, ISIS, p. 42.2 8

(28) R . E . Latcham , Pheris torda chileno, Santiago de Chi­


le Oficina, del U fare, 1996, p. 29-30.

— 105 —
ARTURO URQUIDI

aquélla no tuviese aún Iob caracteres de la plena


propiedad.
El ayllu —ya lo decíamos en otra parte— no
es un grupo aislado, sino una unidad políticoso-
cial. Su existencia se halla vinculada, necesaria­
mente, con otros ayllus, todos los cuales, en con­
juntos progresivamente mayores, llegan a inte­
grarse en tribus y en federaciones tribales.
Este proceso de evolución del ayllu tuvo lu­
gar antes de los Incas, puesto que los Chimús,
Chancas, Collas o Aymarás, etc., eran ya, en rea­
lidad, verdaderas confederaciones tribales, con
poderes públicos claramente diferenciados.
Corrientemente se admite que la organización
estatal sólo apareció con los Incas. Ahora esta
idea va siendo rectificada, a la luz de investiga­
ciones más profundas y serias sobre las culturas
precolombinas. "Muchos creen —dice a propósito
Emilio Choy— que el Estado aparece con los In­
cas, pero la verdad es que el año 656 D.C. ya el
estado mochlca estaba dominando firmemente en
varios valles costeños entre ellos el Valle de
Vini...".U8>
La serie de antecedentes expuestos nos lle­
va a la conclusión de que no sólo los Incas, Bino,
también, las culturas que le antecedieron ya ha­
bían superada la comunidad primitiva en sus ca­
racteres originales y atravesaban por un período
de transición hacia formaciones económico-socia­
les inmediatamente superiores.
Hemos dicho que el paso de la comunidad
primitiva a la sociedad de clases requirió mu­
cho tiempo, variable según las circunstancias.
Durante ese largo proceso de transición la so-20

(20) E. Choy, ob. dL, p. 190.

— 106 —
LAS COMUNIDADES INDIGENAS EN BOLIVIA

ciedad presenta diversos estadios característicos,


que no ofrecen “ diferencias fundamentales y cua­
litativas entre sí, sino sólo diferencias cuantita­
tivas y de grado” . R. Guenther y G. Schrot se­
ñalan los siguientes tres distintos estadios de
desarrollo: a) la etapa patriarcal de la primera
sociedad de clases; b) la forma antigua de la
primera sociedad de clases; y c) la forma tardía
de la sociedad antigua.
En la etapa patriarcal, la comunidad primi­
tiva conserva aún sus modalidades fundamenta­
les, pero empiezan a surgir en su seno ciertas
manifestaciones esclavistas. “ Todavía no se pue­
de hablar de comunidad primitiva que termina
y tampoco de sociedad esclavista antigua plena­
mente desarrollada” . “ En esa época —dicen los
autores antes citados— la división del trabajo ya
está avanzada, se ha establecido la propiedad
privada de los medios de producción, ya existe
la explotación en la producción, la diferenciación
social ya ha alcanzado proporciones considera­
bles y las instituciones estáticas de las clases di­
rigentes eliminan cada vez más a las antiguas
instituciones de una sociedad concluida. Pero la
esclavitud y la explotación de esclavos nc era
aún el hecho dominante en esos territorios” .
Egipto, Mesopotamia, la India, China, Grecia y
Roma antiguos, por ejemplo, habrían correspon­
dido a este estadio.
La segunda fase, o sea “ la forma antigua de
la primera sociedad de clases” , tiene como ras­
gos típicos “ la explotación extrema y brutal de
los principales productores, los esclavos; nivel
máximo de la producción; acentuación de las
contradicciones internas de la sociedad; opresión
violentísima de la población de los países con­
quistados” . La economía esclavista empieza a
predominar en este período, arrastrando a la

— 107 —
ARTURO URQUIDI

ruina a los pequeños productores libreB. La in­


humana explotación de los esclavos provoca ma­
nifestaciones de rebeldía, pero éstos aún son in­
capaces de jugar el papel de una clase histórica­
mente progresista ni de “ sustituir la explotación
esclavista por algo cualitativamente nuevo” .
Grecia y Roma en los comienzos del esclavismo
serían los tipos representativos de este período.

Finalmente, la forma tardía de la sociedad


antigua se caracteriza por cambios importantes
en la producción, “ sobre todo a consecuencia de
la aparición de los elementos feudales primiti­
vos, es decir, de las relaciones feudales en el
interior de las relaciones de producción existen­
tes” . Se anuncia el colonato en sus primeras
manifestaciones como institución precursora de
la servidumbre campesina y como un sistema de
relaciones de producción que, posteriormente y
debida a un mayor desarrollo de las fuerzas pro­
ductivas, se opone y supera al régimen esclavis­
ta. Pero, tanto la esclavitud como el feudalismo
primitivos, si bien representan ya modalidades
de un orden social superior, cuantitativamente di­
ferenciadas del sistema social que las va gene­
rando, sen todavía formas embrionarias, que no
alcanzan aún a constituir un modo predominan­
te de producción, circunstancia por la cual co­
rresponde situarlos, propiamente, “ dentro del an­
tiguo orden de cosas. C30)

Aplicando este nuevo esquema, propuesto


por los nombrados autores para el período de
descomposición de la comunidad primitiva, ¿a
qué estadio correspondía la sociedad incaica?(S
)
O

(SO) Estado y alases en 1« antigüedad esolavista, Buenos


Aires, Bd. Platina. 1S80, p, 15i 16 y 17.

— 108 —
109
FIESTA INDIGENA E N E L ALTIPLANO
las COMUNIDADES INDIGENAS EN BOLIVIA

Resulta difícil, naturalmente, al menos si se


ha de proceder con criterio de exclusividad, en­
casillarla dentro de tal o cual estadio concreta­
mente definido. Y ello no sólo por la compleji­
dad de la cultura incaica, sino, también, porque
el referido esquema parece inspirarse, sobre to­
do, en la antigüedad clásica, aparte de que, a
nuestro juicio, la gran formación económico-so­
cial de la comunidad primitiva y su largo perio­
do de descomposición, por razones obvias, toda­
vía requiere de estudios más profundos en bus di­
versos niveles de transición.
Sin embargo, en forma simplemente tentati­
va, nos parece que la sociedad incaica podría
acomodarse a las siguientes líneas generales:

Los historiadores están conformes en admi­


tir que dentro de la sociedad incaica regía una
monogamia más o menos estable para la gente
común y la poligamia para el Inca y la nobleza,
en “ relación directa con el potencial económico
y con la jerarquía social del hombre” . Ello que­
rría decir, estrictamente hablando, que la fam i­
lia patriarcal, entendida como la asociación fa­
miliar numerosa, integrada por la mujer o mu­
jeres, los hijos, los nietos y los esclavos, “ todos
bajo la potestad del jefe varón más viejo, el pa­
triarca” , ya tuvo su expresión en las capas pri­
vilegiadas de la indicada sociedad.
Sin embargo, la presencia de este tipo de or­
ganización familiar no es suficiente para carac­
terizar la “ etapa patriarcal” como el primer
estadio en el proceso de descomposición de la
eomunidad primitiva. Según el pensamiento de
los autores a cuyo esquema venimos refiriéndo­
nos, deben concurrir, además, otros factores,
tales como la progresiva división del trabajo, el
establecimiento de la propiedad privada sobre los

— 110 —
ARTURO URQUID1

medios de producción, la existencia de sistemas


expoliatorios en la producción, la acentuada di­
ferenciación social, etc.
Veamos, con algún detalle, si esas condicio­
nes ya existían en la organización del pueblo
incaico.
Pasando por alto la división natural del tra­
bajo, forma elemental adaptada a las condicio-
ciones del sexo y la edad, fácil es comprobar que
la división social del trabajo ya hizo avances
efectivos hacia sus modalidades más importan­
tes o fundamentales: la diferenciación entre la
agricultura y la ganadería, por una parte, y la
aparición de los oficios y el cambio, por otra.
Es cierto que la segregación de los pastores,
por el género de ganado con que se contaba, no
fue tan nítida como en otras sociedades. En rea­
lidad, por el mayor desarrollo de la agricultura,
la ganadería estuvo aún subordinada a aqué­
lla como una actividad complementaria. El pro­
greso urbano y la división del trabajo estimula­
ron, por otra parte, la especialización de cier­
tos oficios manuales, como los de tapiceros, al­
fareros, lapidarios, orfebres, tintoreros, albañi­
les, etc. Verdad es que estOB cultores de la ar­
tesanía, en sus diversas ramas nacientes, toda­
vía se desempeñaban como servidores del In­
ca y de los círculos allegados a éste, sin haber
alcanzado aún la categoría de trabajadores in­
dependientes. Sin embargo, cuando menos una
parte de lo producido por aquéllos, ha debido ser
objeto de tráfico en los mercados o catas y en
las ferias periódicas, ya que es sabido que el
propia Inca fomentaba la realización de dichas
ferias.
En resumen, por los datos que nos propor­
cionan los historiadores, podemos llegar a la con-

— 111
LAS COMUNIDADES INDIGENAS EN BOLIVIA

clusión de que ni los artesanos ni los comercian­


tes habían llegado todavía a constituirse en cla­
ses sociales concretas y definidas, sin que ello
nos autorice, empero, a desconocer la existencia
en ciernes de las indicadas formas de activi­
dad.
Conservando la propiedad comunal de la
tierra y el trabajo colectivo, loe núcleos familia­
res ya poseían parcelas individualizadas, perió­
dicamente sorteadas, y con tendencia a estabi-
hzarse en ellas bajo la forma de propiedad pri­
vada. Recordemos que la casa y el huerto adya­
cente ya tenían, en efecto, el carácter de pa­
trimonio particular.
La división tripartita de la tierra instituida
por los incas y en virtud de la cual la aristocra­
cia gobernante, integrada por sus ramas civil y
sacerdotal, retenía las dos terceras partes de la
propiedad territorial, “ introdujo —como decía
José Antonio Arze— . un claro sistema de des­
igualdad en el reparto de los medlOB de produc­
ción” . Tal desigualdad importaba —continuamos
nosotros— casi un monopolio si se tiene en cuen­
ta, además, que la aristocracia gobernante ejer­
cía el dominio eminente sobre las tierras de las
comunidades o ayllus, dominio que se exteriori­
zaba en la facultad de distribuir periódicamente
parcelas de tierra a los jefes de famiba, con­
ceder donaciones, adjudicarse la propiedad de
las minas, etc.
Finalmente, testimonios diversos confirman
la existencia de la propiedad privada inmobiliaria
en las clases superiores o privilegiadas. “ A los
Incas que son los de la Sangre Real —dice Gar-
cilazo— daban al mismo respecto donde quiera
que vivían de lo mejor de la tierra; y esto sin
la parte común que todos ellos tenían en la ba-

— M2 —
ARTURO URQUID1

cien da del Rey y en la del Sol, como hijos y Her­


manos de aquél” . Guamén Poma de Ayala hace
referencia, igualmente, a que el Inca “ tenía un
jardín y huerta para su recreación” , y los “ ca-
pac apo” principales (grandes señores), sus “ sem­
brados de verduras y yuyos” .
Los sistemas expoliatorios en la producción
podemos encontrar en el hecho de que los miem­
bros comunes del ayllu, poseedores de los tupus
familiares, quedaban reatados al compromiso de
trabajar obligatoriamente en las tierras del Inca
y en las del Sol, aBÍ como en el de pagar tributos
en especie, bí bien éstos se extraían de las cha­
cras especialmente cultivadas con ese objeto en
laB tierras segregadas para el soberano; lo cual,
sin embargo, no desvirtúa el carácter de tales
tributos, ya que las referidas chacras insumían,
de todos modos, el esfuerzo de los mismos tra­
bajadores.
La diferenciación social, como otro rasgo
característico de este período, iba acentuándose
cada vez más entre una aristocracia gobernante,
fastuosa y privilegiada, y la masa común de los
ayUus, sometida a un sistema de opresión y a
un bajo nivel de vida.
“ La explotación extrema y brutal de los prin­
cipales productores, los esclavos, y la opresión
violentísima de la población de los países con­
quistados” , a mo requisitos condicionantes de la
“ forma antigua de la primera sociedad de cla­
ses” según el presente esquema, no existían aún
dentro dé la organización incaica, no sólo por­
que la esclavitud estaba apenas en ciernes, como
luego lo veremos, sino también porque loa gober-

(81) Cf. Inca Garcllaao de la Vega, Comentarlos resale*, Ma­


drid, 1839. F. Ruaraán Poma de Ayala, el) cit.

— 113 —
LAS COMUNIDADES INDIGENAS E N BOLIVIA

nantes incas, sin dejar de ser rígidos, observa­


ban más bien un trato “ paternalista” con sus
súbditos.
Por raro que parezca, dentro de la sociedad
incaica se anunciaban ya, hasta cierto punto, pe­
ro todavía en forma embrionaria, las caracterís­
ticas de la llamada “ fase tardía de la sociedad
antigua", consistentes en las instituciones de la
esclavitud y el feudalismo.

Según Cuvillier, el feudalismo, entendido co­


mo “ un tipo general de organización politico­
económica” , se define por Iob caracteres si­
guientes: 1? existencia de una sociedad estrati­
ficada, provista de una jerarquía; 2? compromi­
so personal del vasallo para con el soberano y
que hace de él un "hombre-ligado” a éste; de
donde se deduce un conjunto de prestaciones per­
sonales, a cambio de lo cual el soberano debe a
su vasallo ayuda y protección, en toda circuns­
tancia; 3? culto de sentimientos tales como el
honor, la fidelidad y el respeto del rango, impli­
cados en sus relaciones recíprocas; y 4*? unión
intima de la soberanía y de la propiedad, por la
fusión de las atribuciones regalianas y dominia-
les; la propiedad feudal, por lo menos como fic­
ción, es concedida siempre por el soberana a su
vasallo, (32)
Sin duda alguna la sociedad incaica ya ofre­
cía el caso de una sociedad estratificada, provis­
ta de una compleja jerarquía. La existencia de
una capa social dominadora frente a una masa
popular sojuzgada es pues un hecho indiscutible.
Según Basadre, “ la capa social dominadora se
descompuso, entre los Incas, en reyecía y noble-3 2

(32) A. OuvUlter. wr«in»i da Sociología, Buenos Airee, E<3.


Ateneo, 1S58, p. 494.

— 114 —
ARTURO URQUIDI

za, dividiéndose ésta en nobleza imperial, noble­


za local y nobleza por nombramiento” . Canals
Frau, corroborando el mismo punta de vista, sos­
tiene que “ no solamente la administración im­
perial, sino que la sociedad toda estaba rígida­
mente jerarquizada y estratificada en el Impe­
rio de los Incas” .(33)
Los ayllus, considerados como personas co­
lectivas, eran dueños de las tierras asignadas a
la comunidad dentro de la división tripartita es­
tablecida por el régimen incaico. Sin embargo,
como el Inca tenia derecho de intervenir, me­
diante sus autoridades o representantes, en la
distribución periódica de las parcelas o topas fa­
miliares, resulta claro que aquél había llegado
a detentar el dominio eminente de dichas tie­
rras, en cuya virtud éstas aparecían en el hecho
como concedidas por el soberano. Tal deducción
se refuerza mayormente, si se tiene en cuenta
que los miembros del ayllu, poseedores de los
tupas familiares, quedaban reatados al compro­
miso de trabajar obligatoriamente en las tierras
del Inca y en las del Sol, así como al de pagar
tributos en especie.
Fluye de lo anterior, que los miembros del
ayllu, al través de la posesión de una parcela de
tierra, quedaban ligados al soberano mediante
una relación típicamente feudal, expresada en
la obligación de trabajar y de rendir tributos
en beneficio del Inca. El carácter feudal de este
esquema se completa, si recordamos que los
hatnronacnna debían sumisión absoluta al sobe­
rano y estaban forzados, además, a concurrir en
calidad de combatientes, cuantas veces las cir­
cunstancias lea imponían esta misión.

<S3) a Ornala Frau, L&i tfyüfanjn— preblap&nlaae de


AmArloa, Buetaos Airee, Eá. Sudamericana, 1965, p. 386.
LAS COMUNIDADES INDIGENAS EN BOLIVIA

Empero, el referido esquema feudal surge


con mayor nitidez cuando se establecía la pro­
piedad particular de la tierra en favor de ciertos
donatarios, caso en el cual la dependencia de
los labriegos hada el señor de la tierra era, sin
duda, más directa y con todos los visos de la ser­
vidumbre.
Pero no hay que pensar que la servidumbre
era la única forma de trabajo que existía en la
sociedad incaica.
Aunque embrionariamente también llegó a fi-
sonomizarse la esclavitud, como lo reconoce la
mayor parte de los autores que se han ocupado
de esta cultura. Baudín, por ejemplo, pese a su
manifiesto afán de ponderar la organización in­
caica, al hablar de los “ yanacunHs” no ha po­
dido menos que admitir la existencia de la escla­
vitud como un hecho real y emitir el siguiente
juicio: “ Esta categoría de indios (los yanacu-
nas) se encuentra colocada al margen de la so­
ciedad incaica: comprende a individuos que son
verdaderos esclavos, y a otros que se convirtie­
ron en grandes dignatarios” . . . “ Los yanaconas
no dependían de los jueces ordinarios y no esta­
ban adscritos a ningún organismo local; no se
los contaba en las estadísticas, porque no eran
contribuyentes; su trabajo pertenecía exclusiva­
mente a su amo. En los ejércitos, acompañaban
a las tropas para transportar los equipajes; al­
gunos de ellos eran empleados en el servicio de
los templos” .(34)
Basadre, a su vez, caracteriza la condición
de los "yanacunas” en estos términos: ‘ ‘Los
“ yanacunas” o servidores vivían en una situa-

(34) I*. Baudín, El Imperlo socialista de los Incas, p. 131-


ísa.

— 116 -
ARTURO URQUIDI

ción seguramente muy variable. Desligados de


los aylluB, no sujetos a tributo, su suerte depen­
día de su destreza, actividad o lealtad. Algunos
se quedaban en el estado bajo, sujetos a labores
rudas. Otros alcanzaron influjo, poder y, dentro
de las limitaciones impuestas por aquella vida
social, riqueza” .(35)
Por los párrafos transcritos se ve que el es­
tatuto social de los yanaconas era muy diferen­
te al de los miembros comunes del ayllu, cuya
condición, en última instancia, era equiparable
a la del siervo, o sea, a la de un hombre adscrito
a la tierra y sometido, por medio de ella, a la
autoridad del dueño o señor de la tierra. En cam­
bia los “ yanacunas” tenían una condición seme­
jante a la del esclavo, no sólo porque, al des­
vincularse del régimen de loe ayilus, se les pri­
vaba de la posesión de la tierra y de los bene­
ficios acordados a los hatnnmacuna, sino tam­
bién porque se les obligó a sobrellevar la situa­
ción azarosa y deprimente de “ domésticos here­
ditarios” , como los califica Cieza de León, al
“ margen de la sociedad incaica". Esta caracte­
rización social de los "yanacunas” no se desvir­
túa, de ninguna manera, por el hecho de que va­
rios de ellos, excepcionalmente, hubieran alcan­
zado situaciones espectables, redimiéndose de su
oprobiosa condición, Dichos casos aislados no
pueden destruir, en efecto, el hecho real de que
la institución de la esclavitud ya existió, aunque
en forma incipiente, en la sociedad incaica, por
mucho que tal institución no hubiese alcanzado
todas las modalidades de la esclavitud europea.

Negar la existencia de la esclavitud en el pue­


blo peruano importaría admitir el postulado fal­

cas) J. Baaadre, ob. cit„ p. 140.

- 117 —
LAS COMUNIDADES INDIGENAS EN BOLIVIA

so de que la sociedad incaica era una sociedad


estacionaria, sin perspectivas de ulterior des­
arrollo. (36)
Al parecer, la incipiente esclavitud incaica
todavía se hallaba confinada en el ámbito pura­
mente familiar, tal como ocurrió también en
otros puebloB en los comienzos de aquella insti­
tución. Algunos "yanacunas” realizaban ya cier­
tas actividades agrícolas en beneficio de sus
amos; pero, en general, aquella naciente clase
social no constituía aún la base de la producción.

En resumen, el extenso análisis precedente


nos permite concluir que la sociedad incaica,
conservando aún ciertas modalidades propias de
la gran fase histórica de la “ comunidad primi­
tiva” , atravesaba por un período de deacompot-
siciór. de dicho régimen, en cuyo seno empeza­
ban a surgir fuerzas o instituciones nacientes
que ya correspondían a fases o formaciones in
mediatamente superiores como eran la esclavi­
tud y el feudalismo.
Conforme al esquema de R. Guenther y G.
Schrot, si hemos de buscar mayores precisiones,
el proceso de descomposición de la sociedad in­
caica correspondía más exactamente a lo que
los indicados autores llaman “ la etapa patriar­
cal de la primera sociedad de clases” .

N. G. Alexandrov y otros distinguen dos eta­


pas de la esclavitud: la primera es la primitiva
esclavitud patriarcal, con vestigios del régimen
de comunidad primitiva, como en el antiguo
Oriente, y la segunda, la esclavitud antigua o
grecorromana, donde adquiere pleno desarrollo;3 6

(36) Cf. A. Urquidi, El fendallnno en Amfetca., p. 109-


110.
ARTURO URQUIDI

de la simple tendencia a recolectar medios de
vida inmediatos, característico de la primera
etapa, se tiende, en la segunda, a “ la produc­
ción de mercancías para el enriquecimiento ca­
da vez mayor de los esclavistas".(3?)

La existencia indudable de “ vestigios de la


comunidad primitiva", la producción destinada
fundamentalmente a la subsistencia y el incipien­
te desarrollo del comercio en la sociedad incai­
ca, corroboran, al parecer, la caracterización que
acabamos de hacer sobre el estadio cultural que.
alcanzó la indicada sociedad.

4. Caracterización sociológica de la comuni­


dad indígena.
Raúl Haya de la Torre, en su mentada obra
El Antilmperiallsmo y el Apra, dice rotunda y
sentenciosamente: “ La comunidad o ayllu in­
caico no puede incluirse en ninguna de las clasi­
ficaciones sociales planteadas por la ciencia eu­
ropea. Gentes hay que en su afán de rusificar a
indoamérica opinan que el ayllu es lo mismo que
el mir ruso. El paralelo es simplista, unilateral,
superficial, falso” .
Emilio Romero, historiador y economista
peruano, escribe asimismo: "La organización del
ayllu, sus vínculos y su forma de vida nos pre­
sentan un concepto de familia muy distinto al
concepto europeo. No se trata del padre, la ma­
dre y los hijos. Se trata más bien de un grupo
de familias” .

“ Para definir con claridad la forma del ay­


llu —continúa el citado autor—, no hay otro án-37

(37) N. G. Alexandrov y otros, Teoría del estado y dM de­


recho, México, Ed. Grtjalbo, 1962, p, 57.

- 119 —
LAS COMUNIDADES INDIGENAS EN BOLIVIA

guio mejor que el punto de vieta económico. En


un paisaje como el de Europa, paisaje primitivo
subtropical, cubierto de bosques, con una flora
y una fauna propicias, la familia natural, el hom­
bre y la mujer, o el hombre aislado, pudo ha­
berse formado ambiente recogiendo bellotas para
comer, matando lobos o liebres o buscando raí­
ces no amargas. El paisaje les brindaba un am­
biente de lucha y de fuerza, con sus estaciones
bien marcadas y un clima estimulante. La fa­
milia europea pudo haber sido la pareja bíblica
de Adán y Eva, un hombre y una mujer fundan,
do un linaje. Construyendo a la vez las bases de
un mundo egoísta, con el uso de los bienes de la
tierra a favor de los más reducidos grupos hu­
manos. En resumen, la tierra para la familia na­
tural” .

“ En el Perú primitivo —concluye Homero—,


la familia de concepción europea habría pereci­
do, frente a los desiertos, las punas o los pára­
mos. Sobre el paisaje peruano, Adán y Eva jamás
habrían podido sobrevivir. Ese tipo de familia
mínima y egoísta habría dejado sus huesos
blanqueados en las arenas de los desiertos de la
costa o en los páramos helados y excelsos de los
Andes” . (3S)

Finalmente, una institución científica tan


seria como es la Smithsonian Institution - Bureau
of American Ethnology Handbook of South Ame­
rican Indias, por su parte expresa: “ Al hablar
de la unidad básica de la Sociedad Quechua, el
término comunidad es preferible al uso del mlB-3

(3S) E. Romero, meterla económica del Perú, p. 26.

— 120 —
LA3 COMUNIDADES INDIGENAS EN BOLIVIA

CAMPESINOS E N FAENAS DE LABRANZA

— 121 —
ARTURO URQUID1

terioso y casi inidentiflcable concepto de ay-


11U” .(3 3 )

He ahí el singular concepto que se tiene acer­


ca del aylln, presentándolo como una organiza­
ción no sólo exclusiva y sui generis, sino como
algo “ misterioso” e “ inidentificable” , del área
cultural perú-boliviana.
Sin embargo, a la luz de los conocimientos
sociológicos modernos, se sabe ahora que el ay-
llu no es nada original ni extraordinario, sino,
simple y llanamente, un clan o una gens que en­
tre los primitivos peruanos tomó aquel nombre
en su fase de organización gentilicia, fase, por lo
demás, común a todos los pueblos de la huma­
nidad. El agregado social que en esta parte de
América se llamó ayllu, en otras latitudes del
orbe recibió diferentes denominaciones, pero con
la misma significación sociológica. El calpulli
azteca, el ealpur de los quichés, el allmend sui­
zo, el mtr ruso, la zadruga yugoslava(40), el no-

(39) Smithaonian Institution, A., Clvllizacianes andinas:


hoa Quechuas contemporáneos, Boletín N» 143. Trad. de
Raquel Arze y A.
(40) Mauro Olmeda, autor de la notable obra Sociedades
preoapltalistas, a propósito del mlr ruso y la sadxuga
yugoslava dice:
"Los casos clásicos que aún se citan como represen­
tativos de una etapa de aprovechamiento comunal de la
tierra, son las instituciones conocidas con el nombre
de mlr ruso y de la zadruga yugoslava...
“Lia idea equivocada predominante aun entre muchos
etnólogos, según la cual el mlr ruso se un caso repre­
sentativo de tenencia comunal de la tierra, ha sido
Inspirada en una época relativamente reciente, como
consecuencia de itrut organización provocada par los go­
biernas zaristas atendiendo rezones politices, y espe­
cíficamente orientadas a asegurar el cobro idfe los Im­
puestos que establecieron sobre la economía de las al-

— 122 —
LAS COMUNIDADES INDIGENAS EN BOLIVIA

mn egipcio, la slppe germánica, el panohayato


hindú, etc., son, por ejemplo, nominaciones más
c menos equivalentes, que denotan organizacio­
nes similares, correspondientes a una misma fa­
se histórica.

deas campesinas mencionadas: "Su significación des­


cansaba estrictamente sobre la recaudación de impues­
tas. Solamente para netos efectos presentaba la ca­
muña una organización comunal; para ninguna otra
finalidad poseían los campeamos nada en común. La
comunidad aldeana de los ruaos no es el producto de
un proceso natural, ni ee una forma de organización,
social que haya nacido naturalmente mediante la unlóh
libremente concertada de sus componentes, sino que
ha sido organizada por el gobierno.. ”
“Por lo que se refiere a la zadruga yugoslava, una
ley croata da 1B70 la define en los términos siguientes:
"Varias familias o personas que bajo la jefatura de un
líder habitan en te. misma casa, que trabajan conjun­
tamente su propiedad indivisa y que consumen en co­
mún la totalidad dul producto, se llama zadruga” . A
diferencia de la comunidad aldeana de loa ruaos, en
la que babia redistribución periódica de la tierra de
la comunidad, las comunidades de casa de los esla­
vas del Sur eran Invariables, esto es, quB a determi­
nada, familia corTeapotadia una determinada extensión
de tierra. El individuo aislado podia pretender ciertos
derechos solamente en cuanto miembro de úna fami­
lia y en función de su relación con la misma. La pro­
piedad no em de una sola persona, sino que pertene­
cía a la familia como patrimonio común de ella.
"A la vista de eBta caracterización legal de la zar
draga, no puede decirse que ella sea representativa de
forma alguna de comunismo típico del que los parti­
darios de la leyenda bíblica haii supuesto peculiar
de las sociedades preciosistas. Los yugoslavos nos
□frecen en la zadruga una forma de posesión de la tie­
rra Individualizada en la familia extensa, similor n
las que encontraremos en muchos otros pueblos y más
especialmente entre los pueblos pastoree" (M. Olme­
da Sociedad precapltaHstaa, Tomo II, México, 1960,
p. 248-249).
Las "reducciones” coloniales del Alto y Bajo Pe­
rú tehian también por objeto, fundamentalmente; el

— 123
ARTURO URQU1DI

Esa diversa nomenclatura, impuesta por la


diferencia de lenguas y lugares, la ciencia socio­
lógica la ha uniformado en el concepto genérico
de oían o de gens, asignándoles la significación
de comunidades primigenias, constituidas a base
de parentesco o ascendencia común, propias de
la fase gentilicia de la humanidad.
A ) E l clan y la gens. “ La palabra latina
gens, que Morgan emplea para este grupo de
consanguíneos —dice Engels—, procede como la
palabra griega del mismo significado gens, de
la raíz aria común gan (en alemán —donde, se­
gún la regla, la k debe reemplazar a la g aria—
kan), que significa engendrar. Las palabras gens
en latín, genos en griego, djanas en sánscrito,
kunl en gótico (según la regla anterior), kyn en
antiguo noruego y anglosajón, kln en inglés y

cobro de tributos y el apruvechamiento del trabajo in­


dígena por loa españoles. Sin embargo, tal circunstan­
cia no desdice, de ninguna manera, que dichas "re­
ducciones” tenían por base el aylln tradicional, es de­
cir, un núcleo social de tipo gentilicio. Lo que ha ol­
vidado decimos Olmeda es si las medidas administra­
tivas impuestas al mlr ruso aprovecharon también una
base social de igual naturaleza, o sea, un agregada
de carácter también gentilicio, aun cuando ese agre­
gado ya estuviera en una fase do comunidad rural, con
simples resabios gentilicios. Porque ee muy difícil, si
no imposible, instituir formas comunales de •tenencia
sobre la tierra en virtud de medidas meramente ad­
ministrativas^ cuando el desarrollo de las fuerzas
productivas y la diferenciación social ya toman ana­
crónico aquel régimen de propiedad.
Similares cobsid oraciones caben acerca da la Badzu-
ga yugoslava, porque las características descritas pá­
rrafos arriba, nos presentan, a lo sumo, una variante
—quizá, más avanzada— en el proceso de transforma­
ción de todas las sociedades de cepa gentilicia, pues­
to que la posesión estable de una extensión concreta
de tierra ya configura la llamada, propiedad familiar,
fase precursora de la propiedad privada propiamente
dicha.

124
LAS COMUNIDADES INDIGENAS EN BOLIVIA

kune en medio-altoalemñn, significan de igual


modo parentesco, descendencia. Pero gens en
latín o genos en griego se emplean especialmente
para designar ese grupo que se jacta de una
descendencia común (del padre común de la tri­
bu, en el presente caso), y que está unido por
ciertas instituciones sociales y religiosas, for­
mando una comunidad particular.. .” .WU

La palabra clan, de origen irlandés, “ signi-


ca niños, es decir descendientes” . En la termi­
nología sociológica se la emplea para caracteri­
zar los primeros grupos humanos sedentarios,
iniciadores de la agricultura, cuyos miembros
se consideran ligados por relaciones de sangre o
parentesco en razón de sus antepasados comu­
nes. Tiene, consiguientemente, la misma acepción
semántica y sociológica que la palabra gens.waj

(41) B*. Erígela, Origen de le firniUta..., p. 94-45.

(42) El Prof. Dlck Edgar Ibarra Grueso, Director del Mu­


seo Arqueológico de la universidad de Cochabamba, en
testo original que nos ha proporcionado el autor, aca­
ba de lanzar una original como audaz teoría que dee-
conooe el carácter "naturai" y "casi biológico" que ge­
neralmente se da, en el campo de la Investiga«tóh et­
nológica y sociológica, a los agregados humanos pri­
mitivos como la "gefcs", "gana” , "oían” , "ayllu",
“calmiUi", etc., que constituyen la llamada "sociedad
gentilicia", atribuyéndoles, por el contrario, un ori­
gen "artificial, puramente cultural y planeado".
Apoya su beeis en loe siguientes argumentos;
"En Grecia antigua —dice— tenemos para comenzar
cuatro tribu, luego siguen dooe fratría« y ai final te­
nemos trescientas ausenta gene".
"En Roma antigua, tenemos tras tribu, cada, una de
ellas formada por diez curias, y cada curia se hallaba
formada por diez gana. O sea, en total, troerientas
g e n ".

— 125 —
ARTURO URQU1DI

Sin embargo, las escuelas sociológicas, según


su especial modo de concebir el problema, esta­
blecen algunas distinciones entre ambos términos.
Los sociólogos americanos, por ejemplo, suelen
llamar clan al núcleo gentilicio cognaticio o ma­
tronimico y gens al núcleo agnaticlo o patroní­
mico. En cambio, Luis E. Morgan y Federico En-

"Tenemoa asi, con toda claridad, —prosigue— Que la


organización gentilicia griega y romana cataba orde­
nada de acuerdo con el calendario que cada, uno de
eses pueblos usaba; el ndmero de las subdivisión ee
sociales en la Grecia antigua, por ejemplo, era de
cuatro tribus, igual a las cuatro estaciones del año,
doce fratrías, Igual a los doce meses del año; y tres­
cientas sesenta gens, Igual a loe días del año. Loa ro­
manos hacían lo mismo, de acuerdo al tipo de calenda­
rio que UHtthah".
Bn concepto del citado autor, tanto en Grecia co­
mo en Roma las cifras finales de laa gene correspon­
den, pues, duramente, a "cifras calendáricas"., con la
sola circunstancia de aue mientras en Grecia el año te­
nia doce meses, en Boma, en tiempos remotos, tenia
tínicamente diez, pero que posteriormente fueron com­
pletados también a dooe.
"rielante da semejantes cifras concordantes —con­
cluye Iban-a Grasa«—, creemos que no es posible sos­
tener que la organización gentilicia de griegos y ro­
manos correspondía a una organización natural, basa­
da en un desarrollo Interno y progresivo de la geno.
Allí hubo un pensamiento previo, cosmogónico, que
organizó y distribuyó los grupos, colocando a cada
individuo en el grupo previamente ooncebldo” .
Generalizando su teoría, el nombrado profesor en­
cuentra también en América algunas pruebas que acre­
ditan la misma concepción cosmogónica. "Bn la Amé-
rúa Indígena —reflexiona ai respecto— tenemos ejem­
plos comparables, aunque de muy distinta. índole;
las pirémidES meso americanos más primitivas siguen
un orden numérico variado, pero, en loa tiempos mée
recientes, tenemos que la pirámide de B1 Tajfn tiene
360 nichos en sus costados, y la de Chichén Iitza 360
escalones en bus costados. Se sigue de aquí el mismo
orden numérico, aunque aplicadlo a distintos hechos,
y ello revela la misma concepción del mlindo".

— 126
LAS COMUNIDADES INDIGENAS EN BOLIVIA

gela, con mayor propiedad y sencillez, adoptan


el nombre de gens para ambas formaciones gen­
tilicias, diferenciándolas, únicamente, en gens
matriarcal y gens patriarcal, respectivamente,
según rija la filiación materna o la paterna.
La fase primaria de la humanidad tiene su
expresión en la horda, razón por la cual suele
calificarse a ésta, muy significativamente, como
la "nebulosa social” . En este estado, apenas su­
perior a las “ pobladas” de los grandes mamí­
feros, las agrupaciones humanas no debieron de

“Dentro de la interpretación que presentamos —su­


pliese, finalmente, el profesar Ib&rra Grasso—, los
rasgos de la organización gentilicia en el Imperio In­
caico s o n de fundamental importancia. Alli, eh épo-
aas anteriores a loa Incas, se habla difundido un ti­
po de organización social numérica, indudablemente
un poca mée desarrollada que la que presentamos
para loe indígenas de las Fraileras taorteamericanaB.
Alguno« pueblos presentarían eso en forma mucho
más desarrollada, en tanto que otros incluao no ha­
brían pasado de ese sistema . .. Fachacutec IX organizó
bu nuevo Imperio en una forma absolutamente numé­
rica. A las gens provenientes de loe pueblos organlza-
zados anteriormente siguiendo su propio sistema nu­
mérico, los distribuyó en una nueva forma, esencial­
mente decimal; cada una de las gema de loe pueblas
dominadas debía estar constituida por cien fuu ;
las grupoB que tenían m is de esa cantidad, erain dis­
minuidos hasta quedar en eso; loe que tenían menos;
eran aumentados hasta llegar a la cantidad requerida,
can aportes de otros grupos en donde el número so­
braba. Luego, con cada diez grupos da éstos, de ríen
familias, constituía un grupo mayor de mil familias;
y can diez de estos grupos de mil familias otro
superior de diez mil familias; cuatro de estos grupos
de diez mil familias constituían una provincia. El go­
bernador de cada grupo de diez mil familias se lla­
maba Curaca de Horra (tjunu, diez mil, en quichua);
el gobernador de la Provincia se llamaba Tuonhiouc
(el que todo lo ve).
“Bu el Cuaco, loe ayllris o gens reales, se distribu­
yeron en el número de d ie z ...”

— 127 —
ARTURO URQUIDI

reconocer aún ni la filiación materna ni la pa­


terna, puesto que tal hecho supone ya una orga­
nización bastante compleja y avanzada. En
efecto, según la autorizada opinión de Ricardo
E . Latcham “ en las hordas —agrupaciones ais­
ladas— no existe ni matriarcado ni patriarcado;
no se suscita en ellas el problema de filiación ;
tanto el padre como la madre pertenecen a la
misma horda y con sólo el hecho de nacer el

"Está claro en todo —cohcluye Ibarra G-rasso—. pa­


ra los que quieran examinar ésto, que la organiza­
ción de loa ayllus reales del Cusco era completamen­
te artificial, y lo mismo la organización forzosa en
grupos de a cien familias impuesta en todos los terri­
torios del Imperio. Nadie podrá suponer y acepten que
en forma natural las geni o ayllus del Imperio Incai­
co estuviesen naturalmente formados por esa cantidad
de familias, de modo que eee sistema numérico fue
impuesto desde arriba, sin tomar en consideración las
parentescos realee o supuestos existentes antes".(1)
La teoría del Froí. Ibarra Gthsbo es ingeniosa y de
una base lógica Impresionante. Las pruebas que apor­
ta. coineldentes en varios y sigbificatlvoa casos, hacen
ver que, efectivamente, los grupos gentilicios parecen
haber obedecido en su organización a un sistema nu­
mérico, inspirado en concepciones "cosmogónicas” o
‘‘oalendártcas", como aquél soetiebe. Sin embargo,
por verosímil que sea su teoría, no oreemos que ésta
llegue al punto de socavar la vid a concepción genti­
licia de los primitivos grupos humanos, puesto que
los vínculos sociales, en los albores de la historia, só­
lo eran posibles ehfcre aquellos a quienes la misma
naturaleza les habla raido por su origen común. Tzu
"alianzas de sangre", en los tiempos primigetaloe, hnn
debido imponerse como una necesidad incontrastable
en la coustitucióh de loa grupos elementales u origina­
rios de la especie, aun custado, posteriormente, ios
nociones ttobre el parentesco, por los complicaciones
totémicas, se hubieran extendido Inclusive a relacio­
nes puramente convencionales o ficticias. Cora dife­
rente ea que sobre esa base real, constituida por las
prodichas “ alianzas de sangre" —enervados, sin du­
do, al correr del tiempo, por la Incorporación de miem­
bros extraños a los núcleos originales—. bien han po-

— 128 —
LAS COMUNIDADES INDIGENAS EN BOLIVIA

niño también pertenece a ella, eB hijo de ella” .


(43)

Tras un recorrido histórico de milenios, ya


cuando alborean los tiempos neolíticos y los gru­
pos elementales empiezan a cultivar la tierra,
superando su vida nómada y recolectora, sola­
mente entonces surge la sociedad gentilicia pro­
piamente dicha, caracterizada por la presencia
de las llamadas gentes (plural de la palabra
gens), que pueden ser matriarcales o patriarca­
les, según su grado de evolución.

La sociedad gentilicia comprende, por lo tan­


to, ese estado de la evolución humana en el
cual los agregados sociales se constituyen sobre
la base de sus afinidades de sangre o relaciones
de parentesco, ya reales, ya supuestas. El clan
y la gens son modalidades o fases estructurales
de una misma sociedad: la sociedad gentilicia
Ambas formaciones son similares entre sí, por

dido aplicarse sistemas numéricos por razones mera­


mente organizativas. Por eso, sin desconocer méritos
al audaz pensamiento del Prof. Ibarra Grasso. oreemos
Que su teoría puede concillarse con la clásica concep­
ción gentilicia de la sociedad, sin menoscabo alguno
para esta última.
Como proceso natural o como producto preconcebi­
do y artificioso, con sistema numérico o sin él, lo
evidente es que la humanidad, en sus primeras fa ­
ses de ervoiudfili, ofrece ciertas tipos de agrupemicn-
to aimilasea en su organización y funcionamiento. 7
es ésto, precisamente, lo único que Interesa a la cien­
cia desde el ángulo sociológico.

(1) (D. E. Ibarra Graaao, S otos la Prim itiva Organización


G entilicia, original, proporcionado por el autor).4
8

(48) R, E. Latch.im, Materiallamo histórico y la etnografia


mod arm, Santiago de Chile, 1933.

— 129 —
ARTURO URQUIDI

eu estructura y dinamismo, cual si dijéramos


partes gemelas de un todo. La única diferencia
consiste en que el clan se subordina a un prin­
cipio de filiación materna o uterina y la gens
a un principio de filiación paterna, i4*) Por
eso, para evitar confusiones, convendría llamar
simplemente gens a las dos formaciones indica­
das, distinguiéndolas, únicamente, por el régi­
men de filiación, conforme proceden Morgan y
Erigels.
Guillermo Hernández Rodríguez caracteriza
el clan (o gens matriarcal) del siguiente modo:
a) £1 clan implica la existencia real o mítica de
una o de varias mujeres como antecesoras co­
munes a todos los miembros del clan; b) el clan
supervive y se prolonga en forma unilateral por
el agrupamiento de todos los descendientes de
las mujeres del clan, con prescindencia absoluta
de todos los descendientes por el costado mascu­
lino; c) La característica anterior señala la
práctica de la exogamia, o sea que los miem­
bros de un clan no se pueden casar entre ellos
mismos. Las mujeres se casarán con hombre de
otros clanes pero todos sus hijos pertenecerán
al clan de la madre. Los hombres tendrán que
ir a buscar mujer a otros claneB y los hijos no
pertenecerán al clan del padre sino al de las
mujeres que los concibieron1'. (4fi)
(44) CUJi. "Grupo de parientes día filiación unilinesJ y can
frecuencia exógamn; en la originarla terminología de
los científicos norteamericanos designaba un grupo
de filiación matrillneal". Gaos. "Grupo de linaje ero-
gamo y unj lineal, especialmente cuando está caracte­
rizado por la descendencia patrilimeal” . D lodonario
da Sociología Henry Pratt Fafrchajld, «di, México,
Pondo de Cultura Eoonóroteo, 1949, p. 40 y 130.4 5

(45) G. Hernández Rodríguez, "La Estructura Social C hib-


cha", B crista de la Unívanidad andona! de Colom­
bia, 1946, p. 195.

— 130 —
LAS COMUNIDADES INDIGENAS EN BOLIVIA

Cama característica subsidiaria, bastante ge­


neralizada pero no Inevitable, el mismo autor
señala el totemismo, o sea el reconocimiento de
un símbolo de valor religioso o sagrado, que sue­
le adoptarse como nombre colectivo por el gru­
po gentilicio,

El aspecto típico de las organizaciones gen­


tilicias radica en que éstas son de carácter uni­
lateral, pues la descendencia se bifurca y per­
tenece al grupo de la madre o del padre, en for­
ma excluyente, según se trate de gens matriar­
cal o patriarcal.

Esa unilateralidad explica, por otra parte,


el carácter exogámico de los grupos gentilicios.
Los clanes y las gens son exogámicos, porque
las uniones matrimoniales se realizan entre in­
dividuos pertenecientes a diferentes grupos de
esta naturaleza; pero las tribus ya son endogá-
micas, desde el momento en que las relaciones
sexuales se producen dentro de la misma orga­
nización tribal, aunque entre personas de clanes
y de gens diferentes. De manera que, en las so­
ciedades gentilicias, hay exogamia y endogamia
simultáneamente, según que las uniones sexuales
tengan lugar con referencia a los clanes y gens
o con relación a la tribu respectivamente.

Ahora bien; ¿Cuál es la relación que existe


entre la familia propiamente dicha y el clan o
gens? Según Durkhem los grupoB familiares se
forman con posterioridad al clan y dentro de
éste. Mientras la familia —dice el mismo autor—
es una agregación genético-consan guinea, el clan
es una agregación genétlco-política; genética, en
cuanto hay en él núcleos familiares, y política,
porque los clanes forman parte de la tribu, es­
to es, de una unidad de tipo mayor.

— 131 —
ARTURO URQUIl I

Otra diferencia entre la familia y el clan


reside en el hecho de que los miembros de aqué­
lla están ligados por reales vínculos de consan­
guinidad, siendo entre ellos hermanos o primos;
mientras que en el clan, sus componentes bien
pueden no estar unidos por lazos- efectivos de con­
sanguinidad, pero que tienen la conciencia inti­
ma, firmemente arraigada, de que todos ellos pro­
ceden de un antepasada común, de que tienen un
tótem común.

Claro está, si por familia ha de entenderse,


simple y llanamente, el grupo hiológico conse­
cuente al fenómeno fisiológico de la procreación*
tal familia ha existido, naturalmente, como hecho
real e inevitable; pero como desde el punto de
vista sociológico lo que interesa no es únicamen­
te el nexo biológico entre los hijos y sus proge­
nitores, sino, sobre todo, la significación e im­
portancia que tal grupo ha tenido en la vida y en
el concepto sociales, vemos entonces que la fa­
milia propiamente dicha, tal como la entende­
mos en la actualidad, no existía dentro de las
sociedades gentilicias, sencillamente porque la
organización ciánica fracciona la descendencia
y ascendencia consanguínea en dos ramas que
no conviven dentro de un mismo grupo. La fa­
milia como grupo bilateral que asocia tanto a
los descendientes del hombre como a los de la
mujer, fue, por eso, una formación histórica
posterior, cuya personalidad social empieza a
destacarse sólo al sobrevenir la crisis del ré­
gimen gentilicio. <<W)

Históricamente, la organización en clanes y


gens corresponde a los estadios del salvajismo46

(46) Cf. A. Unjuidl, ü rto * UUvenM uta (1951-1'6«. D. 243,


244.

— 132 —
LAS COMUNIDADES INDIGENAS EN BOLIVIA

y la barbarie, pudiendo observarse que ella está


muy generalizada en casi todos los pueblos de
la tierra.

La reunión de varias gentes (matriarcales o


patriarcales) da lugar a las fratrías; la agrupa­
ción de estas últimas constituye una tribu; la
asociación o confederación de tribus origina la
nacionalidad; y esta última; finalmente, en el
período capitalista, evoluciona en la nación
cuando el proceso histórico culmina en una co­
munidad de idioma, de territorio, de vida eco­
nómica y de cultura.

En la sociedad gentilicia se opera un proce­


so de desintegración e integración alternativas y
convergentes en función de los recursos dispo­
nibles y la productividad del trabajo. Como con­
secuencia del desequilibrio entre la cifra demo­
gráfica y los medios de subsistencia —fenóme­
no que se conoce con el nombre de superpobla­
ción absoluta—, los grupos elementales, incapa­
ces de contrarrestar dicho fenómeno por el es­
casa desarrollo de le técnica, se escinden en
otros grupos secundarios, manteniendo, empero,
un nexo de solidaridad entre ellos. Inversamen­
te, al mejorar las condiciones de vida y la pro­
ductividad del trabajo, dichos grupos elemen­
tales vuelven a integrarse en agrupaciones más
vastas y de mayor radio de acción. Tal es el
proceso que, a partir de los clanes o gens prima­
rios, se observa en la formación de las fra­
trías, las tribus y las confederaciones tribales.
Morgan nos ilustra al respecto en los siguientes
términos: “ La evolución de una confederación
salida de dos gens, pues nunca se hallan menos
de dos en tribu cualquiera, puede deducirse his­
tóricamente de los hechos conocidos de la expe­
riencia de los indios. Asf la gens se multiplica en

— 133
ARTURO URQUIDI

el número de sus miembros y Be divide en dos;


éstas, a su vez, se subdividen y con el tiempo
vuelven a unirse en dos o más fratrías. Estas
fratrías componen una tribu cuyos miembros ha­
blan el mismo dialecto. Con el transcurso del
tiempo esta tribu se fracciona en varias por el
proceso de segmentación, las que, a su vez, se
vuelven a unir en una conferedación. Tal confe­
deración es el producto a través de la tribu y
de la fratría de un par de gens” .
Los clanes o las gentes se agrupan y orga­
nizan en función de sus vínculos gentilicios y to-
témicos; la tribu lo hace, principalmente, en fun­
ción del territorio. Sin embargo, la tribu no ex­
cluye los lazos de sangre, puesto que no deja de
ser una asociación de clanes emparentados. Te­
rritorio, comunidad de origen, dialecto común,
similares preocupaciones religiosas, etc., con­
curren pues, simultáneamente, para caracteri­
zar la entidad superior llamada tribu.
No en vano se dice que las tribus fueron pa­
ra las sociedades gentilicias lo que hoy son las
naciones para las sociedades modernas.
Si en la sociedad gentilicia el territorio des­
empeña un papel secundario o accidental, en la
“ sociedad política", hada la cual evoluciona
aquélla tras un largo recorrido histórico, asume
una importancia fundamental como vínculo de
cohesión y com o la base física necesaria para el
desarrollo de la vida política, civil y adminis­
trativa de un país. Por eso, en los tiempos actua­
les, el territorio, como elemento integrante del
Estado, pertenece originariamente a la colecti­
vidad, a la "sociedad politicamente organiza­
da” .
B) El ayllu y la marca. Nos hemos detenido
en caracterizar con alguna amplitud el clan y la

— 134 —
LAS COMUNIDADES INDIGENAS E N BOLIVIA

gens, precisamente para demostrar que el ayllu


no constituye una organización sui géneris o ex­
clusiva de nuestro pueblo como generalmente se
cree. El ayllu es, simple y llanamente, la gene
peruana, la unidad consanguínea de la sociedad
gentilicia de esta parte de América.

El sociólogo boliviano Dr. Bautista Saavedra


está en lo cierto al considerar el aylln como una
gens. “ El ayllu —dice a propósito— no es sino la
gens primitiva de las poblaciones del centro del
continente sudamericano” .(47) Sin embargo, en
su conocida obra sobre este tema, no llega a ca­
racterizar debidamente el ayllu, ni en su estruc­
tura ni en sus relaciones dentro de la sociedad
gentilicia. En su concepto, el clan es muy dife­
rente de la gens, olvidando que tanto éste como
aquél son expresiones de la misma organización
gentilicia, con sólo la diferencia de que el prime­
ro reconoce la filiación materna y la segunda,
la filiación paterna. Confunde, pues, el clan con
la tribu y pierde de vista, en primer lugar, que
él ayllu también ha tenido, sin duda, el carácter
de clan en su fase o modalidad cognaticia, y, en
segundo lugar, que las tribus peruanas estuvie­
ron constituidas, en sus respectivos periodos
históricos, por ayllus tanto matriarcales conjC
patriarcales, o lo que es lo mismo, tanto por
clanes como por gentes.

Cronistas coloniales y autores modernos ha­


cen referencia, en efecto, a la existencia del
matriarcado y el patriarcado entre los antiguos
peruanos. El Visitador Cava de Castro y el Mi­
sionero fray Reginaldo de Castro, por ejemplo,
dan testimonia acerca de las “ capullanas’1 0
•‘tapollanas” , es decir, de cierto tipo de muje-4
7

(47) B. Saavedra, H1 AyUn, p. 28.

— 135 —
ARTURO URQUIDI

— 136 —
LAS COMUNIDADES INDIGENAS EN BOLIVIA

reB investidas de mando y aún de la facultad


de practicar la poliandria en sus relaciones se­
xuales. López de Gomara, refiriéndose al siste­
ma hereditario, sostiene que "e l ayllu heredan
los sobrinos, hijos de las hermanas, cuando no
tenían hijos, diciendo que aquellas son más cier­
tos parientes suyos” . Entre los tratadistas con­
temporáneos, Henrich Cunow, corrobora aque­
llas informaciones cuando opina: "E l hecho de
que algunos ayllus tuviesen pacarinas femeninas
(madres de los antepasados) y que en otras las
huacas, deidades gentilicias, fueran llamadas
"mamas” y estuviesen simbolizadas en figuras
femewnas, demuestra la existencia del matriar­
cado” . (4S)

Por otra parte, varios autores aseveran que


cuando sobrevino la conquista española el ay­
llu ya ofrecía un régimen de filiación agnatacia
o patriarcal. "Un escritor de mediados del siglo
XVI, fray Domingo de Santo Tomás —informa
Puigrós—, señala la existencia de aylluB con
filiación masculina: “ El ayllu —dice— compren­
día todas las gentes que llevaban un mismo nom­
bre, y no solamente los hijos de un hombre, sino
también bus deseen dientes’1(43) "E n la antigua
historia peruana y aun en la familia indígena
actual —escribe, por su parte, Castro Pozo—,
para evidenciar la existencia de una era de ma­
triarcado cortada por el patriarcalismo inca,
hay una serie de pruebas exhibidas por Max
Uhle, Latcham y Bandelier como la palabra “ pa-
naka” (hermana) en los ayllus principales de
(J8) Cltae tomadas de: H. Mac Loan y Eebenda, Sociología
d (t Perú, México, TTniremidad Nacional Autónoma de
México, Instituto de InvestigacdoneB Sociales, 1959, p.
248-244.4
9
*

(49) R. Pulgros, De la colonia a 1« revolución, Buenos Ai­


res, Lautaro, 1948, p. SI-

— 137 —
ARTURO URQU1DI

los Incas; el papel más importante del hermano


de la madre que llegaba a poner el nombre a la
criatura y le cortaba la primera vez las uñas y
el pelo, interviniendo además en otras ceremo­
nias familiares aun en nuestros días en algunas
localidades; el nombre de padre-madre que se
da a la autoridad del ayllu entre los uros; el
mismo matrimonio del Inca con su hermana; la
propia palabra “ madre” que no sólo se usaba
con el significado actual sino que se extendía a
las tías maternas o madres colectivas, etc. Re­
ferencia especial merece la costumbre de que el
mayorazgo fuera otorgado en ciertas regiones
al primogénito de la mujer legítima; si la mujer
legítima no tenía hijos, la herencia pasaba a la
estirpe del marido, a los sobrinos, o sea a los
hijos de su hermana. Otro remanente matriarcal
es la costumbre que aún persiste en ciertas re­
giones, de que la mujer trabaje en la tierra” .(50)
El Derecho Materno —sostiene, finalmente, Me-
jía Valera—, en una época muy anterior a la for­
mación del estado Inca, fenómeno social que he
tomado como referencia cronológica, fue aboli­
do y reemplazado por el Derecho Paterno” . ..
“ Eli Derecho Paterno tuvo su más alta expresión
durante las inmediaciones del Estado Inca, en
la compra de la esposa, en el sentimiento del
derecho de propiedad sobre la mujer, en I ob crue­
les castigas de los adulterios y, en especial, en el
desplazamiento de la mujer de su Ayllu de ori­
gen al Ayllu del m arido., .” .( 61)

Está claro, por lo mismo, que el ay]ln, como


todas las sociedades de su género, al través de
la historia fue evolucionando de su primitiva for-

(50) H. Casto Foso, Del Ayllu al coaparattvlsn» ■□cjAUjti,


Lima, 1938, p. 83.1
5

(51) J. lle jla Valetta, ob, Bit., p. 78 y 74

- 138 —
LAS COMUNIDADES INDIGENAS EN BOLIVIA

ma de clon o gene matriarcal hacia su configu­


ración más desarrollada como es el clan patriar­
cal o gens propiamente dicha.

Pero el ayllu no evolucionó sólo en ese sen­


tido, sino que, como unidad política, fue articu­
lándose, sucesivamente, con las fratrías o ayllus
filiales desprendidos del ayllu troncal o matriz
que en lengua quechua, al decir de Mejía Vale­
re, tenían el nombre de sulla, (52) hasta integrar
se en la tribu y, posteriormente, en una liga o
confederación tribal.

En la fase de la tribu, el territorio empieza a


desempeñar un papel importante como factor
de coheaión social, sobreponiéndose a los víncu­
los puramente gentilicios, y el consejo supremo,
constituido por representantes de los ayllus aglu­
tinados en la tribu, ya anuncia la concentración
de la soberanía o poder político. Finalmente, al
través de las ligas a confederaciones tribales, el
ayllu acaba por insertarse en una organización
definitivamente estatal, primero dentro de la
cultura aymara o colla, y más tarde, dentro de
la cultura quechua o incaica.5 2

(52) "D e . esta suerte, cierto número de cansanguineos se


trasladaban a un lugar, cercano o lejano, donde fuera
posible idicsarrollar ana condiciones da vida y mante­
ner la posesión de los territorios ocupados ante el
orAisensa de los demás Ayllus. Esto, sin embargo, no
idispersó al parentesco emocional; los Ayllus despren­
didos seguían a la ITuaca de sus padres. Esta reunión
de Ayllus que ae hablaii desprendido unos de otros, Que
conservaban el vinculo emocional de un mismo origen,
objetlvizado por la Hueca Gentilicia y que se diferen­
ciaban por el ser individual de los Malquia a quienes
rendían culto, y que conservaban unidad en los aspec­
tos objetivos de su propia organización, tomó el nom­
bre de Sullu". I. Mejía Valero, Organización dé la So­
ciedad en el Pazfl Precolombino, Lima, Tall. de Imp.
E. Buatemante y Ballivián, 1945, p. 82.

— 139 —
ARTURO URQUIDI

los Incas; el papel más importante del hermano


de la madre que llegaba a poner el nombre a la
criatura y le cortaba la primera vez las uñas y
el pelo, interviniendo además en otras ceremo­
nias familiares aun en nuestros días en algunas
localidades; el nombre de padre-madre que se
da a la autoridad del ayllu entre los uros; el
mismo matrimonio del Inca con su hermana; la
propia palabra “ madre” que no sólo se usaba
con el significado actual sino que se extendía a
las tías maternas o madres colectivas, etc. Re­
ferencia especial merece la costumbre de que el
mayorazgo fuera otorgado en ciertas regiones
al primogénito de la mujer legítima; si la mujer
legítima no tenía hijos, la herencia pasaba a la
estirpe del marido, a los sobrinos, o sea a los
hijos de su hermana. Otro remanente matriarcal
es la costumbre que aún persiste en ciertas re­
giones, de que 1h mujer trabaje en la tierra” .(BO)
El Derecho Materno —sostiene, finalmente, Me-
jia Velera—, en una época muy anterior a la for­
mación del estado Inca, fenómeno social que he
tomado como referencia cronológica, fue aboli­
do y reemplazado por el Derecho Paterno” . . .
“ El Derecho Paterno tuvo su más alta expresión
durante las inmediaciones del Estado Inca, en
la compra de la esposa, en el sentimiento del
derecho de propiedad sobre la mujer, en los crue­
les castigos de los adulterios y, en especial, en el
desplazamiento de la mujer de su Ayllu de ori­
gen al Ayllu del m arido.. . ” .(51)

Está claro, por lo mismo, que el ayllu, como


todas las sociedades de su género, al través de
la historia fue evolucionando de su primitiva for-

(50) H. Casto Pozo, Del Ayllu al cooperattyiímo aoajallata,


Lima, 1336, p. 8a5
1
(51) J. MeJIa Valora, ob. ciL, p. 79 y 74.

— 138 —
LAS COMUNIDADES INDIGENAS EN BOLIVIA

ma de clan o gens matriarcal hacia su configu­


ración más desarrollada como es el clan patriar­
cal o gens propiamente dicha.

Pero el ayllu no evolucionó sólo en ese sen­


tido, sino que, como unidad política, fue articu­
lándose, sucesivamente, con las fratrías o ayUus
filiales desprendidos del ayllu troncal o matriz
que en lengua quechua, al decir de Mejía Vale-
ra, tenían el nombre de sulla, (G2) hasta integrar
se en la tribu y, posteriormente, en una liga o
confederación tribal,.

En la fase de la tribu, el territorio empieza a


desempeñar un papel importante como factor
de cohesión Bocial, sobreponiéndose a los víncu­
los puramente gentilicios, y el consejo supremo,
constituido por representantes de los ayllus aglu­
tinados en la tribu, ya anuncia la concentración
de la soberanía o poder político. Finalmente, al
través de las ligas o confederaciones tribales, el
ayllu acaba por insertarse en una organización
definitivamente estatal, primero dentro de la
cultura aymara o colla, y más tarde, dentro de
la cultura quechaa o incaica.5 2

(52) "D e esta aliarte, cierto número de conflanguüneoa aa


trasladaban a un lugar, cercado o lejano, donde fuera
posible desarrollar sus condiciones da vida, y mante­
ner la posesión de los territorios ocupados ante el
consenso de los demás Ayilus. Bato, sin 'embargo, no
dispersó al parentesco emocional; los Ayllua despren­
didos seguían a la Huaca de sus padres. Seta reunión
de Ayllus que se habíaii desprendido unos de otros, que
conservaban el vinculo emocional de un mismo origen,
o b je tiv a d o por la Huaca Gentilicia y que se diferen­
ciaban por el ser individual de los Malquia a quienes
rendían culto, y que conservaban unidad en lo s aspec­
tos objetivos de su propia organifficlón, tomó el nom­
bre de Sullu” . J. Mejía Valera, Oignniaación de' la So­
ciedad en el Ferd Precolombino, Urna, Tal!, de Imp.
T¡¡. Buatamante y BallivlAn, 1946; p. 82.

— 139 —
ARTURO URQUIDI

Por otra parte, el ayllu en su carácter de


agregado económico-social básico o elemental, a
lo largo del proceso histórico que hemos señala­
do, también fue experimentando trensformaciones
sensibles no sólo en el orden genético o familiar,
sino, asimismo, en el aspecto económico-agrario
y en él de su constitución urbana. La genuina
“ comunidad primitiva” de tiempos lejanamente
pretéritos, caracterizada par la propiedad común
de la tierra, el trabajo colectivo y el reparto
igualitario de los productos del trabajo, que sin
duda existió en la fase matriarcal del ayllu, si­
glos más tarde vino a convertirse en una comu­
nidad n i a l o de aldea, en la cual se parcela la
tierra en asignaciones familiares, de posesión to­
davía precaria o inestable, y se debiliten gra­
dualmente los vínculos de parentesco.

Carecemos de datos suficientes para saber


en qué período histórico empezó a producirse
esa transformación de la “ comunidad primitiva”
en ‘ ‘comunidad rural o de aldea” . Sin embargo,
las noticias, aunque aisladas, que nos proporcio­
na Mejfa Valera en sentido de que la tierra, an.
tes de los incas, ya se adjudicaba en “ parcelas”
a “ cada familia miembro del ayllu” , con ten­
dencia al usufructo estable después del primer
reparto, así com o sobre el hecho importante de
haberse operado en esa misma época la transi­
ción al régimen patriarcal del ayllu, nos permi­
ten suponer que la auténtica “ comunidad pri­
mitiva” también ya estaba desvirtuada en sus
rasgos esenciales aun antes del advenimiento de
los incas.

Con todo, este aspecto, como muchos otros


de las primitivas culturas peruanas, requiere
todavía de investigaciones más profundas para
emitir juicios de mayor autoridad y consistencia.

— 140 —
LAS COMUNIDADES INDIGENAS EN BOLIVIA

El área geográfica donde el ayllu ejerce su


soberanía territorial se conoce con el nombre de
marea. Los contornos de ésta —según Hildebran-
do CaBtro Pozo— estarían determinados por el
“ coto” primitivo, o lugar de las correrías de la
horda en busca de alimentos, de tal manera que
el usufructo impuesto Bobre ese territorio, traía
consigo el derecho de Impedir que otros grupos
similares penetrasen en él. (ES)
A1 desarrollarse la agricultura y la ganade­
ría —base de sustentación económica del ayllu,
particularmente en su fase tribal—, la llaota o
centro urbano vino a constituir el núcleo funcio­
nal de los grupos gentilicios asentados en la
marea. Es en este última aspecto que la marea
suele definirse como una “ comunidad de aldea” ,
opinión can la cual coinciden muchos sociólogos,
entre ellos Bautista Saavedra.
De todas maneras, sea que se tome la marca
en sentido amplio o restringido, aquélla consti­
tuye la base geográfica o unidad territorial don­
de el ayllu ejerce su soberanía y desarrolla su
vida económica, política y social. Cuando el ay­
llu se articula con otras agrupaciones semejantes
dentro de la organización superior de la tribu,
la marca primitiva también acrece sus confines
y adquiere mayor importancia com o factor de
cohesión social. Es el momento histórico en él
cual, la significación puramente agrario-ecanómi-
c b de la marca, circunscrita al ayllu, trasciende
al plano político como territorio de la tribu, vale
decir, corno la base física y política de la nacio­
nalidad en ciernes.
La superficie de la marca estaba dividida en
dos porciones: Llaotapacha y marca-pacha. La

(B3) H. ' lastra P obo, ob. c t t , p. 8 L

— 14T —
ARTURO URQUID1

primera comprendía la parte cultivada por el


pueblo y fraccionada en parcelas individuales o
tupas; y la segunda, las tierras comunes o de
reserva.

Las duras condiciones del medio geográfico,


el escaso desarrollo de la técnica productiva y
también, seguramente, la tradición colectivista
heredada de la lejana “ comunidad primitiva” ,
obligaron a sistematizar la cooperación social .en
el ayllu. El trabajo asociado se practicaba habi­
tualmente y tenía su expresión en múltiples for­
mas de reconocida eficacia. La chunca (clasifi­
cación de equipos para el laboreo de la tierra), la
mltta (tumo obligatorio para la ejecución de tra­
bajos agrícolas y de otro orden) y la minoca y
el ayni (préstamos de trabajo en beneficio gene­
ral o privado), prueban, en efecto, que el ayllu
peruano organizó el trabajo con admirable sabi­
duría y fomentó .en vasta escala la conjunción
o solidaridad de esfuerzos,

Sin estas organizaciones del trabajo, que los


incas llevaron a su más alto grado de perfección,
no podrían explicarse el progreso de la agricul­
tura y la alfarería, ni esas obras de gran alien­
to que se trasuntan en las andenerías o terrazas,
los acueductos, los caminos, etc., que la cultura
peruana —preincaica e incaica— ha dejado a
la posteridad.
En su evolución de conjunto, la sociedad in­
caica, al llegar a la fase de la liga o confedera­
ción tribal, ya ofrece una clara transición de la
sociedad gentilicia hacia la sociedad político-te­
rritorial. Se sabe, en efecto, que, administrativa­
mente, el Imperio Tribal Incaico se dividía en
cuatro grandes circunscripciones llamadas su-
yus: Chlnohasuyu al Norte, Collasuyu al Sud,
Antlsuyo al Este, y Cuutisuyn al Oeste, razón por

— 142 —
LAS COMUNIDADES INDIGENAS EN BOLIVIA

la cual esta vasta organización tenia el nombre


de Tahuantinsuyu, o “ Imperio de las Cuatro Re­
giones’’ , cuya capital central fue el Cuzco, asien­
to del Inca y del Consejo Supremo compuesto
por los apus o gobernadores regionales.

Las circunscripciones se dividían en huama-


nia o provincias, presididas por el tucuyricuc
que residía en la capital de aquéllas. El nombre
de la capital se diferenciaba del que correspon­
día a la provincia en general con el aditamento
de hatum, como Hatun-oolla o capital de la pro­
vincia de los Collas, Hatiuisora o capital de los
Soras, etc.
Las provincias, a su vez, se dividían en sa­
yas o “ partes” . Por lo general comprendían dos
sayas: una superior o “ de arriba” , Hanansaya;
y otra inferior o "de abajo” , Hurinsaya.

Finalmente, las sayas comprendían un nú­


mero variable de ayllus. El jefe del ayllu se lla­
maba ayllucamayoc, que quiere decir “ el que
posee el ayllu” . También recibía el nombre de
curaca, que deriva de curaj, el mayor. Incorpo­
rándose a este término el numeral correspon­
diente a los tributarios o familias sometidos al
mando de aquella autoridad, se originaban las
voces de pachaccuraca, o jefe de 1G0 familias;
pichcapachaccuraca, o jefe de 500 huarancacu-
raca, o jefe de 1.000; hunucuraca, o jefe de 10.000
familias, etc.

C) La Comunidad Indígena en Bolivia.

a) Origen histórico. En el capitulo pertinen­


te, al reseñar el proceso histórico del ayllu y la
comunidad indígena, ya dejamos establecido que

— 143 —
ARTURO URQUIDI

esta última tiene, en nuestro concepto, 'un ori­


gen mixto: nativo o aborigen por una parte, e
hispánico o colonial por otra. Sobre el ayllu tra­
dicional, convertido ya, propiamente, en una co­
munidad rural, vino la organización urbana y
administrativa de los colonizadores, siguiendo
pautas conocidas en la Metrópoli. Cual sostie­
ne la mayor parte de los historiadores, la fun­
dación de las reducciones o pueblos de indios
obedeció, sin duda, al móvil principal de facilitar
el cabro de tributos y el reclutamiento de traba­
jadores; pero, al mismo tiempo, hay que recono­
cer que dicha medida obedeció también, induda­
blemente, a la necesidad de estimular la vida
urbana entre los aborígenes, agrupándolos en
centros poblados, sujetos a cánones administrati­
vos. Coincidían así, en cierto modo] la comunidad
rural nativa, sucesora del ayllu primitivo y la
comunidad agraria hispánica, heredera, a su vez,
seguramente, de ancestrales organizaciones gen­
tilicias.

b) Localización geográfica. Las comunidades


indígenas, originarias o de base gentilicia, es­
tán localizadas en ios departamentos de La
Paz, Oruro, Potosí, Cochabamba y Chuquisaca,
principalmente en los tres primeros. Se hallan
confinadas en zonas marginales, explotando ti&
rras por lo general extremadamente pobres. Son
los saldos de las comunidades nativas, entronca­
das con culturas ancestrales, que a lo largo de
la historia han sufrido los embates del latlfmi-
dlsmo feudal tanto en la Colonia como durante la
República.

Según el Censo Agropecuario de 1950 existen


en el paíe 3.779 comunidades indígenas, asenta­
das sobre una superficie total de 7.178.448,57
hectáreas y distribuidas en la siguiente forma:

— 144 —
LAS COMUNIDADES INDIGENAS EN BOLIVIA

CENSO AGROPECUARIO I960

DIRECCION NACIONAL DE ESTADISTICAS

Y CENSOS

NV de In- Comunarios Superficie


DEPARTA­ forman­ Superficie con Culti­
MENTOS tes Total Has. vos Has.

Total República 3.779 7.178.448,57 170.106,44


Chuquisaca 243 148.458,01 6.137,64
La Paz MSI 3.009.560,67 79.336,62
Cochabamba 132 82.930,70 6.182,81
Oruro 611 2.784.315,51 10.793,15
Potosí 1.525 1.038.575,05 66.165,28
Tarija 12 74.480,12 274,60
Santa Cruz 125 40 128,51 1.216,34
Beni — -- .-- -- .--
Pando — -- --.---

Las cifras precedentes no inspiran mucha


confianza ni en cuanto al número de comunidades
ni respecto a la superficie de tierras que ellas
ocupan. La inseguridad se explica, en primer
lugar, porque no se sabe si el Censo tomó por
“ comunidades” ayllus aislados o la asociación
de éstos, que es lo que en el léxico jurídico se
conoce con el nombre de “ comunidades indíge­
nas” ; y, en segundo lugar, porque es dudoso que
exista ese tipo de comunidades en los departa­
mentos de Santa Cruz y Tarija.
La verificación exacta de tales datos sólo
será posible cuando se establezca un Registra o

— 145 —
ARTURO URQUIDI

Padrón General de Comunidades Indígenas co­


mo consecuencia de la ley que se prepara para
este género de organizaciones. Entre tanto, no
cabe sino atenerse a los que consigna el referido
Censo, pese a nuestro justificado escepticismo.
c) Composición étnica. Los aymaras y los
quechuas san los grupas étnicos en medio de los
cuales se conservan todavía las llamadas comu­
nidades indígenas, por lo mismo que dichos gru­
pos se hallan vinculados con las culturas prehist-
pánicas Colla e Incaica, que tuvieran en el ayllu
su núcleo fundamental de organización. L ob ay­
maras habitan actualmente una gran porción de
la Cuenca del Titicaca y la parte norte de la alti­
planicie boliviana. Los quechuas, la región sud
de dicha altiplanicie y los valles interandinos. O
sea, en una visión de conjunto, las comunidades
indígenas que nos ocupan sólo existen en la Re­
gión Interandina del territorio nacional, puesta
que dicha región constituye el habitat inmemorial
de los dos grandes grupos étnicos indicados: ay­
maras y quechuas. (ó4)

(64) Los o iw 7 nhlpayaa, pequeños grupos étnicos incrus­


tados entre los aymaras y quechuas, también habitan
efti la reglón interandina del país. A falta de suficien­
tes datos informativos acerca de su. organización so­
cial en ayUns, y después, durante la Colonia y la Ea-
pdblioa, en comunidades, nos vimos precisados a re­
cabar la autorizada opinión de los señores Max Por­
tugal Ortlz y Dick Edgar Hierra Grasan, quienes gen­
tilmente, se dignaron absolver nuestro cuesttoharlo
en los siguientes términos;

Respuesta, del Sr. Fortnaal Ortlz:

1?. ¿Los urn-chlpaysis, en su evolución social, llegaron


a la constttucitin del ayllu o alguna organización se­
mejante 1
R, Los Chipayas de la provincia Carangas, llegaron al
estadio social denominado "de las mitades". Talca

— 146 -
LAB COMUNIDADES INDIGENAS EN BOLIVIA

No se conoce a ciencia cierta el número de


comuneras que existen dentro de la población
aymara-quechua, una vez que el Censo Demográ­
fico de 1950 no consigna ese dato. Sin embargo,
teniendo en cuenta que la población rural de Bo-
livia, según el citado Censo, es de 1.995.666, muy
verosímilmente se puede calcular que los cam­
pesinos sujetos al régimen de comunidad repre­
sentan, cuando menos, el 50% de aquella canti­
dad, o sea 997,783 comuneros. Esta cifra demo­
gráfica, por sí sola, nos está demostrando la
magnitud que reviste el problema de las comuni­
dades indígenas en el país, a tal punto que es
lícito afirmar que la Reforma Agraria de 1953
comprendió solamente a una mitad de la po­
blación rural de la República.

sistemas predominaron generalmente en la época pre-


hispénlca en la región andina. Los Ayllua, fueron
subdivisiones de una de las mitades: tenemos que un
Ayllu de una de las mitades del viejo Cuzco, inau­
guró loo principios del Imperio Inca. A loa indivi­
duos pertenecientes a una die las mitades, general­
mente se loe denomina "arribeños" o "abajeños".
Ahora bien en loe Chipayas, cada una de estas mi­
tades estaba subdividida en Clanes.
2». Caso de haber contado con ímn organización do tal
naturaleza, ¿qué nombre tenia ella Si el lenguaje
de los uru-chipayas ?
R. Loe nombres son : TAXACA (aran-saya) y TUANTA
(manan-saya).
8«. ¿Existen, actualmente, supervivencias de esa orga­
nización?
R, En la actualidad existen supervivencias do tal orga­
nización.
4e. Tjb medidas de la época colonial en virtud de las
cuales fueron instituidas las llamadas "red ucclon-es”
o pueblos de indios y que son el antecedente histó­
rico da las actuales "comunidades Indígenas", exis­
tientes entre los aymaras y quechuas, ¿comprendie­
ron también a los Ul-UB y chipayas?

— 147 —
ARTURO URQUIDI

d) Régimen de la tierra. La organización de


Ja tierra, riqueza principal de todos los pueblos
agrícolas, constituye la mejor referencia no só­
lo para caracterizar el grado de evolución de
dichos pueblos, sino también para descubrir ras­
gos comunes en sus modos de existencia.
El régimen de la tierra en nuestras comuni­
dades indígenas actuales no corresponde ya al
tipo originario de la “ comunidad primitiva” , o
propia de los clanes o gens iniciales, que supone
la propiedad común de la tierra, el trabajo co­
lectivo y el reparto igualitario de los productos
del trabajo —sistema superado desde épocas an-

n . Na exista investigación sociológica-histórica de la


épDoa colonial sobre loa Uru-Chlpayaa,
5«. ¿Hay, en nuestros dias, entre los uro-chipayas, al­
go semejante a las llamadas ‘‘comunidades indíge­
nas" existentes entre los ayunaras y quechuas 7
R. La organización de las comunidades data de la épo­
ca colonial. Se trataba de puebloB libertos y como ha
existe un trabajo sobre la sociología de esa época,
menos podemos inferir si en alguna oportunidad en­
tro este pueblo hubiese habido un sistema semejante.
(Fdo.) Max Portugal Ortiz, Arqueólogo Ayudante
del ■'C .I.A .T>■,.

Respuesta del Br, Iberia Gramo:

1 '. Lina Urna y Chipayas, en origen, corresponden ii


tina cultura de pescadores de la “época, TVrnsoUtlaa o
nOn Incluso de fines del Paleolítico superior; son pa­
rlantes de loa actuales fueguinos de los tribus de
los YAmaim y Alacalufa da los canales maguí Iónicos.
Un consecuencia en origen no tenían ninguna dase
de organizaclóki en ayllus,
Pero ellos, especialmente los Chipayas, recibieron
ai fuertes influencias culturales de pueblos agricul­
tores llegados posteriormente a estas reglones, y
merced a ellas (no por evolución propia), adoptaron
la organización en ayllus que hoy mismo tienen los

— 148 —
LAS COMUNIDADES INDIGENAS EN BOUVIA

teriores inclusive a la incaica—, sino, clara y


específicamente, al de la llamada uanuínidad
rural o de vecinos; y que, por otra parte, dentro
de esa configuración general de comunidades ru­
rales o de vecindario, todas aquellas reconocen,
fundamentalmente, normas similares en cuanto
al aprovechamiento de la tierra. En efecto, en
todas nuestras comunidades indígenas, el patri­
monio territorial de cada una de ellas comprende
un sector de parcelas Individualizadas, otro de
tierras semlcomunales, y uno tercero, de tierras
plenamente comunales.

Pertenecen a la primera categoría las lla­


madas sayanas o tierras de propiedad personal,

Chipayas (s b aubdividen en dea ayuna según Pos-


nansky y otros: loe ürua o Muratos ided Poopó que
personalmente descubrí, no parecen tener ninguna
organización de ayllus, pero no se puede saber siil
una lnvestlgaclán especial ed también ellos la ha­
blan adoptado y la han perdido en. época reciente.
Un resuman, al manos los Chipayas1llegaron a te­
ner ayllua, pero por imitación, o adopddh de la or­
ganización de sus vednos Aymarás.
2?. Loe Chipayas ee gubdividen en loe syllus manaji­
ne,yu y axonaiya, que en su lengua se llacran, res­
pectivamente, Tuanta y SSiJata.
S*. PerBonalmenta ho he estado entre loa Chipayas,
pero el Prof. Poananafcy, ea “ Antropología y Sodo-
logia (Le b s rasos in te z u d lu s'’ , además de en otros
trabajos menores y 10 m iaño Metmuz y otros des­
criben la existencia de loe ay lina dichos entre loa
Chipayas.
4«. Que yo perecnalmente sepa, no existe 'ningún dato
directo de eau sobre los TTnie, pero como ellos tenían
que pagar durante la Colonia un tributo (que no re­
cuerdo cuanto era, ni tengo aquí donde consultar
eso, pero ai recuerdo que era mucho .menor que si
que pagaban loe agricultores aymarás), es lo más
probable que 'en alguna forma hubieran recibido una

149 —
ARTURO URQUIDI

donde el comunero tiene bu vivienda y un cam­


po adyacente que lo utiliza como ¿rea de cultivo
y de pastoreo, con derecho pleno sobre bus pro­
ductos. La extensión de las sayañas es variable:
la de los originarios abarca superficies mayores
que la de los agregados, generalmente en una
proporción del doble. Son tierras “ heredables
desde muchas generaciones atrás” .
Corresponden a la segunda categoría las
denominadas aynocas, tierras alejadas de las
viviendas y destinadas a los cultivos de fondo o
anuales y de mayor magnitud que Iob que rea­
lizan en las sayafias. En el pasado estas tierras
fueron colectivas, periódicamente repartidas j pe­
ro ahora se hallan parceladas en asignaciones

forma de reconocimiento del gutoteraio español so­


bre las tierra« que habitaban, lo cual Baria una for­
ma de "reducción". Debe haber documentos al res­
pecto pero no los conozco; habría que Investigar
partiendo de loe listas de sus pagos de tributos.
En cuanto a loa Chipayas, tsllus eran completamen­
te deacanoctdaB por todos basta finca -del siglo pasa­
do, en que fueron descubiertos y visitados por pri­
mera vez, de modo que no hay ningún dato sobre
eso en ellos, Sin embargo, también deben haber pa­
gado tribu toa y poseen tierras propias en la zona d d
rio la u ca sobre di Colpasa, de modo que tienen que
tener títulos ahtlguos die reconocimiento de su pro­
piedad dados en tiempos ide la Colonia.
5«. Los Urna han desaparecido por completo en Bollvia
hace más de una docena de silos; no existen como
grupo social y no se concoe ningún individuo reco­
nocido como tal; ala embargo creo que existen toda­
vía bastantes Uros, pero ellos están completamente
aymerisados en su letagua y costumbres; en el Perú,
carca de Puno, existe un .grupo de Urus que toda­
vía son considerados como tales, pero ya na hablan
su lengua sino el aymare.
Xas Mutatos que yo descubrí, o sea loe actuales
Urus del Foop6, están también aymerisados en su

— 150 —
LAS COMUNIDADES INDIGENAS EN BOLIVIA

individuales llamadas callpas. La extensión de


éstas no es uniforme, pues varia en relación con
las superficies que abarcan las tierras de ayno-
ca, la calidad de los comuneros, siempre con
ventaja para Iob originarios y el número de
miembros con que cuenta la respectiva comu­
nidad.
Las callpas dentro de las ayancas no forman
un solo cuerpo, sino que se hallan dispersas en
diferentes lugares, en terrenas de ladera y de
llanura, tanto por razones de diversificación de
cultivos, como por la necesidad de prevenir los
desastres que ocasionan la helada, el granizo y
el exceso o la falta de agua, según los casos.
“ Los indígenas —dice Galdo Fagaza— conside­
ran que la dispersión de las propiedades es un
mecanismo de defensa de la helada y él grani­
zo, ya que éstos atacan el campo no por áreas
continuas y uniformes, sino por el contrario en
espacios discontinuos, por lo que al tener tierras
en diferentes puntas de la localidad y sobrevenir
el ataque de aquéllos, por cálculo de probabili­
dades, unos sembríos serón asolados pero otros
no. Lo mismo sucede en los lugares que tienen

lengua, paro conservan: su con Alción social de Uros


y son despreciados por loa agriculturas Aymarás ve­
d n os; no paseen tierras y por d io no pueden dedí­
came a la agricultura; su economía sigue alendo de
paseadoras primitivos, EQ esta forma no pueden,
tener ninguna forma de "comunidad indígena".
Loe Chipayas en cambio, como desde hace mucho
tiempo se han hecho agricultores y poseen, tierras
propias, si forman m verdadera y completa "co­
munidad Indígena” . Yo supongo que es pMbalde que
existan otras comunidades Indígenas de remoto ori­
gen TJru y Chlpaya que hoy se hmi aymarizado «n
su lengua, y per Id tanto pasan por verdaderos Ay­
marás hoy. Loe Chipayas han. conservado hasta aho­
ra su lengua, y por ello se loe dtettngue todavía.—
Fdo. Dick Edgar H urta Guaseo.

— 151
ARTURO URQUID1

orilla del Lago y pendiente de los cerros, si hay


un exceso de agua se malograrán los sembríos
de las orillas y los de las pendientes no, y si hay
sequía al revés, por lo que si tienen terrenos
no en un ¿rea continua, sino en ambas ¿reas,
siempre tendrán sembríos que les ofrezcan fru­
tos” . (55)

Las parcelas o asignaciones de aynoca tienden


también a estabilizarse como dominios particula­
res, ya que los comuneros pueden permutarlas o
establecer sucesión sobre aquéllas. Sin embargo,
su derecho de posesión es más limitado que en
las sayañas, una vez que para usufructuarlas de­
ben someterse a ciertas exigencias de carácter
comunal, como la de observar un sistema de
rotación general en los cultivos, la de realizar
faenas de labranza en determinadas épocas del
año, etc. ‘ ‘El reparto de tierras, bajo el sistema
tradicional de las aynocas —dicen Heraclio Boni­
lla Mayta y César Fonseca Martell—, limita al
campesino a cultivar parcelas de reducida exten­
sión, no permitiéndoles hacer uso del resto de
las callapas por estar éstas en descanso durante
5 ú 8 años” . (50)
Las plenamente comunales, por último, se
hallan constituidas por las tierras de pastoreo.
Comprenden serranías o planicies, generalmen­
te inapropiadas para el cultivo, cubiertas de pas-

(55) R. Caldo Pagaza, Economía da los ColeotlvidadQB ludí,


sanaa colín¿lantén con el lo g o Titicaca, Unía, Minis­
terio de Trabajo y Asuntob Indígenas, Plan Nacional
de Integración de la Población Aborigen, 1962, p. 322.56
(56) Organización de Estados Americanos, Proyecto 208, Je.
EftLs da mtaohaoa, comunidad aymsxa ¿U1 altiplano andi­
no, Lima, Universidad Nacional Mayor de Salí Marcos,
Facultad de Letras, Departamento de Antropología,
1963, p. 88.

— 152 —
— 153 —
LAS COMUNIDADES INDIGENAS EN BOLIVIA

NUCLEO ESCOLAR CAMPESINO EN EL DEPARTAMENTO DE CHUQUISACA.


ARTURO URQUID1

tos naturales 7 de vegetación arbustiva. Todos


los miembros de la comunidad tienen derecho de
apasentar su ganado en esta clase de tierras,
así como de extraer el combustible que necesitan
para su consumo doméstico. Pueden también
convertir en tierras de cultivo ciertas porciones
de estas tierras, previa autorización de la co­
munidad.

Fuera de los campos de pastoreo propia­


mente dichos, con carácter de tierras plenamente
comunales existen también ciertas superficies
destinadas a cultivos de aprovechamiento gene­
ral o comunitario, trabajadas en forma colecti­
va y cuyo rendimiento se aplica a obras públicas,
como Iob locales escolares, la casa comunal, el
templo, etc.

e) Situación legal de las tierras comunarias.


Rompiendo una larga tradición legislativa que
desconocía a las “ comunidades indígenas’ ’, la
Constitución de 1938 estatuyó lo que sigue: “ E l
Estado reconoce y garantiza la existencia legal
de laB comunidades Indígenas” (Art. 165); dis­
posición que es reproducida, literalmente, por la
Constitución de 1947 (Art. 166 y consagrada, asi­
mismo, por la Constitución de 1967 (Art. 167)
vigente a la fecha. Con apoyo de este precepto
constitucional, la Ley de Reforma Agraria de 2
de Agosto de 1953, en su Art. 57 establece que
“ las comunidades indígenas son propietarias pri­
vadas de la tierra que poseen en conjunto” . Se­
gún esta disposición, son las “ comunidades in-
dígenas” , como entidades colectivas, las dueñas
o propietarias de las tierras que poseen en con­
junto. El rasgo distintivo de esta clase de co­
munidades reside, pues, en el hecho de que el
titular de las tierras es la propia comunidad, in­
tegralmente considerada, en cuya virtud los

— 154 —
LAS COMUNIDADES INDIGENAS EN BOLIVIA

comuneros o miembros individuales de aquélla


sólo tienen derecho de posesión y usufructo en
las parcelas que ocupan de esas tierras.

Sin embargo, este concepto tradicional ha


variado desde la Reforma Agraria del año 53,
porque el citado Art. 57 de la referida ley, tras
declarar que “ Las comunidades indígenas son
propietarias privadas de las tierras que poseen
en conjunto” , dispone, al mismo tiempo, que
“ las asignaciones familiares, hechas en las re­
visitas o las reconocidas por la costumbre den­
tro de cada comunidad, constituyen la- pro
piedad privada familiar” .

En realidad, desde mucho tiempo atrás esa


era la situación de hecho que imperaba en las
comunidades indígenas en cuanto a la tenencia
de la tierra; y la Ley de Reforma Agraria no
ha hecho otra cosa que legalizar esa situación de
facto.

Pero ahora surge el problema de saber si la


condición de “ propiedad privada familiar” que
la Ley de Reforma Agraria reconoce dentro de
las comunidades indígenas comprende única­
mente a las sayafias o se extiende, inclusive, a
las parcelas poseídas en las aynocas con .el nom­
bre de calipas, llhuas, mantas, etc.

Las tierras de aynoca, según la clasificación


que hicimos antes, son todavía, en cierto modo,
tierras de carácter semicomnnal; circunstancia
que, por cierto, podría ofrecer algunas dificulta­
des a la aplicación del citado precepto legal. En
todo caso, la “ costumbre” , invocada por la ley,
y la libre decisión de las propias comunidades,
habrán de primar en la solución de cualquier
conflicto, máxime si se tiene en cuenta que ya

— 155 —
ARTURO URQU1DI

existe posesión tradicional en las parcelas de


ayuoca, con derecho de sucesión inclusive.
f)Economía y técnica productiva. La econo­
mía de las comunidades indígenas se basa, fun­
damentalmente, en la agricultura y una gana­
dería rudimentarias. Las principales plantas cul­
tivadas son la patata, la quínua la cañagua, la
haba y la cebada. La ganadería consiste en la
crianza de auquénidos (llamas y alpacas), ovi­
nos y, en menor escala, bovinos, cerdos y gana­
do caballar. El escaso rendimiento de ambas ac­
tividades configura una típica economía natural
o de mera subsistencia. La artesanía y el co­
mercio, como ramas subsidiarias^ son incipien­
tes. Entre los productos artesanales, destinados
al comercio, pueden señalarse tejidos de lana,
sombreros, artefactos cerámicos, quesos, sogaB,
etcétera.

Esa raquítica economía, condicionada en


parte por factores de orden geográfico, funda­
mentalmente se halla determinada por una
técnica productiva muy atrasada, casi primiti­
va, “ lindante con la edad de piedra” . Una prue­
ba elocuente de ese bajísimo nivel técnico se
tiene en el hecho de que en Varias comunidades
se utilizan todavía instrumentos precolombinos,
como la taquiza (palo con contera de piedra que
sirve para sembrar haciendo simples agujeros
en la tierra); la rauccana, coarana o licccana
(herramienta liviana de chonta, con una peque­
ña reja terminal en ángulo, que se utiliza para
deshierfaar y cosechar papas); la ccupaña (man­
go de madera, prominente en una de sus extre­
midades, a manera de martillo, que sirve para
desmenuzar terrones y mullir el terreno); el
hulrl (especie de pala con travesaño □ pisadera
en la mitad del mango; en algunas regiones to-

— 156 —
LAS COMUNIDADES INDIGENAS EN BOLIVIA

ma el nombre de huiso-cato); la ílnña (especie


de barreno, de madera o de metal, que se lo uti­
liza para sembrar papas en terrenos previamen­
te removidos); la jauccaña (pequeño instrumen­
to de madera apropiado para golpear las espigas
maduras y secas de la quínua), etc. Algo más:
en no pocas comunidades, como en las de Llica
y en las que integran los Laimes y Jucumanis,
no se emplea siquiera el arado egipcio, porque
la naturaleza del terreno lo hace inapropiado o
poco práctico. En general, los únicos instrumen­
tos de factura moderna que se emplean en las
comunidades indígenas actuales, simultáneamen­
te con los artefactos precolombinos antes indica­
dos, son: la piqueta, la lampa, la barreta, la
carretilla y el arado de reja.

Los métodos de cultivo son también anticua­


dos, rutinarios y deficientes. Si bien ellos están
basados en una experiencia inmemorial que es
conveniente aprovechar, se impone, sin embar­
go, la necesidad de perfeccionarlos de acuerdo
con los conocimientos científicos y técnicas al­
canzados por la moderna agronomía. La pre­
paración de los terrenos de cultiva no se la hace
en forma adecuada, debido a la poca eficacia de
los instrumentos de trabajo que se utilizan; se
desconoce en absoluto la bondad de los abonos
vegetales y químicos, y aun tratándose del abo­
no natural (guano), se lo suministra en muy pe­
queña cantidad y sin observar normas convenien­
tes; las semillas que se emplean, en los diferen­
tes cultivos, están “ totalmente degeneradas” , se­
gún aseveran los expertos que han estudiado la
materia; los terrenos regados son muy escasos y,
exceptuando casos aisladas, no se advierte la m e­
nor inquietud para introducir el riego artificial
en la mayor parte de las comunidades; la rota­
ción de los cultivos es caprichosa e inapropia-

— 157 —
ARTURO URQUIDI

da, a cuya consecuencia quedan en receso, du­


rante larguísimos períodos, enormes extensiones
de tierras; por último, la prevención contra las
plagas, mediante la aplicación de insecticidas,
fungicidas y otros procedimientos, es un recurso
que se lo ignora completamente, a tal punto que,
en su lugar, todavía se concede eficacia a una
serie de absurdas prácticas mágico-religiosas.
En cuanto a la conservación del suelo, loe
comuneros, como los demás indígenas en gene­
ral,' han perdido la honrosa tradición que ganó
en este orden el agricultor de la sierra peruana,
desde tiempos anteriores inclusive a la domina­
ción incaica. La pobreza de la tierra, agravada
por la erosión, es, pues, otro factor que determi­
na el atraso de la agricultura en las comunida­
des indígenas.
En tales condiciones, fácil es comprender
que el rendimiento agrícola en dichas comunida­
des es misérrimo, apenas suficiente para satis­
facer las necesidades vegetativas de sus miem­
bros.
En un valioso informe técnico, referente a
algunas provincias del Departamento de La Faz,
pero cuyas apreciaciones pueden ser generaliza­
das, a propósito del tema que estamos tratando
se lee: “ La producción de artículos de primera
necesidad en las comunidades indígenas se ca­
racteriza por su deficiencia y por no tener pers­
pectivas de ser superada can miras a una co­
mercialización intensiva, capaz de satisfacer si­
quiera parte de las exigencias de consumo de
las poblaciones del Departamento (La P a z).
Por regla general la producción total de las> co­
munidades está íntegramente destinada al con­
sumo de sus moradores, de modo que no se re­
gistran excedentes que podrían ser ofrecidos

— 156 —
LAS COMUNIDADES INDIGENAS EN BOLIVIA

en los mercados de consumo y por el contrario,


en algunas ocasiones, cuando las cosechas son
perjudicadas por los accidentes climáticos, se
ven en la necesidad de recurrir en procura de
víveres a las poblaciones vecinas. Este esta­
do de cosas resulta contraproducente, si se tiene
en consideración que los núcleos comunarios
cuentan con extensos terrenos de cultivo aprove­
chables y con suficiente número de brazos ca­
paces de desarrollar una producción intensiva
en el aspecto agrícola y ganadero, y que venta­
josamente cubrirían sus necesidades de propio
consumo y la de las poblaciones del Altipla­
no” . (57)
gl Relaciones de producción y clases socia­
les. Teniendo en cuenta la magnitud de las tie­
rras poseídas, o la carencia de ellas, tradición sí­
mente los comuneros se dividen en originarios,
agregados, semlagre gados (chica-agregados) y
los simples acogidos que se denominan, según
las regiones, ntaguaguas, cantáronos o an im an ­
tes. Por término medio los originarios poseén
“ más o menos el doble” de tierra que los agre­
gados; los semiagregados, una mitad de la que
corresponde a los agregados o una cuarta par­
te si la relación se establece con referencia a la
asignación de los originarios; por último, los
simples acogidos participan de un “ quinto, un
décimo o menos de la parte primitiva” , atri­
buida a los originarios, aunque lo general es
que carezcan de toda asignación o parcela de
tierra.5
7

(57) Ministerio de Agricultura, Inform e Ori Departamento


da B tifllo a Soda-Beonámlcoa del Unlaterio de Agri,
«adunia sobra las provincial de le a _ O u a n jH e
rugavi, enee rito bu Za Fas, por loa Ingenieros Gelsa A.
Beyes, Lula F. Chávez. Hugo Rubín de Celle y Dulfre­
do Fette! A.

— 159 —
ARTURO URQUIDI

Las relaciones de producción en las comu­


nidades indígenas se conforman a las siguientes
principales formas o modalidades de trabajo
agrario:
1) Trabajo familiar. Las tierras poseídas por
los comuneros para su disfrute particular son
generalmente pequeñas, con la circunstancia de
que la extensión de aquéllas va disminuyendo
gradualmente como consecuencia de una mayor
fragmentación que impone el derecho sucesorio.
Por tal razón, en las comunidades indígenas pre­
domina el trabajo familiar, ya que el esfuerzo
conjunto del padre, la madre y los hijos es su­
ficiente para atender las labores inherentes a
todo el proceso agrícola de laB siembras que re­
quiere el sustento familiar. Eventualmente, el
trabajo de la familia supone también el concur­
so de allegados próximos, como suegros, tíos y
primos sin otro compromiso para los agraciados
que el de retribuirles con su cooperación en tra­
bajos semejantes.
2) El ayui. Es la ayuda mutua que practican
desde tiempos inmemoriales no sólo las comu­
nidades indígenas, sino todos los campesinos de
Bólivia. Su radio de acción comprende tanto a
los parientes como a las amistades o vednos en
general. Consiste en la prestación recíproca y
gratuita de servicios en faenas similares. Mien­
tras dura el ayni, el beneficiario está obligado a
proporcionar alimentos y refrigerio a sus coo­
peradores. Concurren éstos con sus herramien­
tas propias o sin ellas.

3) La mincca. Es una forma de peonaje o de


trabajo asalariado. Se la practica con mayor fre­
cuencia en la preparación del terreno o barbecho
y en la cosecha, es decir, durante las faenas

— 160 —
T

LAS COMUNIDADES INDIGENAS EN BOLIVIA

agrícolas que demandan mayor número de bra­


zos. La remuneración puede ser en dinero o en
productos, más comunmente en estos últimos.
Las herramientas las proporciona quien se bene­
ficia con la mincca. Acerca de esta forma de
trabajo, pero refiriéndose únicamente a la co­
munidad aymara de Irpa-Chicn, Julia Elena
Fortún dice: “ Intervienen en las mlnfcas tanto
hombres como mujeres y también niños, estos
últimos desde los 9 años. Todos reciben igual
pago. Por lo general los que hacen la mlnka sue­
len ser parientes que se encuentran en difícil
situación económica o ntagnagnas (huérfanos □
forasteros que no poseen tierra dentro de la co­
munidad)". Esta valiosa observación bien me­
rece ser generalizada, no sólo porque tal situa­
ción se repite en todas las comunidades, sino
porque ahí reside, cabalmente, el signo más elo­
cuente de las contradicciones internas que enca­
ran dichas comunidades y de la naciente estra­
tificación soeial que se va operando en ellas.

4) El waki. Se trata de un trabajo asociado


entre uno que posee la tierra y otro que propor­
ciona la semilla. Ambos participan en igualdad
de condiciones en los trabajos que impone el pro­
ceso de la producción. La cosecha beneficia en
una mitad a cada uno de los asociados, mediante
el expedito procedimiento de asignar surcos im­
pares a uno de ellos y los pares al otro.

5) Al partir. Es otra forma de trabajo agrí­


cola en la cual el dueño de la tierra y el labrador
se “ parten" o distribuyen equitativamente de Ib
cosecha, generalmente al 50%. Difiere del wakl}
porque en esta nueva modalidad el que aporta la
tierra se exime de los trabajos culturales, que­
dando ellos completamente a cargo del otro so­
cio. Si no hay acuerdo en contrario, la semilla es

— 161 —
ARTURO URQUIDI

proporcionada a una mitad por los que celebran


esta clase de convenios.
En realidad, el waki y el contrato "a l par­
tir” , eBte último sobre todo, constituyen moda­
lidades de la aparcería, forma antiquísima de
trabajo agrícola y que existe en todas partes.
6) La satja. Es la forma en que el dueño de
la tierra retribuye a las personas que le ayuda­
ron en la siembra de una chacra, especialmente
en la de patatas, permitiéndoles que siembren
en provecho exclusivo suyo, uno o dos Bureos,
al borde de su parcela o callpa. El Batjasiri, o
persona que siembra surcos, debe emplear su
propia semilla. (58) La satja, palabra aymara,
tiene su equivalente en la voz quechua tarpocca,
con igual significación.
7) La faena. Es una contribución en trabajo
que prestan todos los comuneros en obras de be­
neficio público. Se la practica, por ejemplo, en el
cultivo de pequeñas tierras comunales, en la
construcción o refección del local escolar, la
iglesia o la casa comunal, en la apertura o man­
tenimiento de caminos, limpieza de acequias,
captación de agua potable, etc.
Tiene sus antecedentes tanto en el trabajo
colectivo de los ayllus primitivos como en la
fajina de las comunas españolas.
Los originarios gozan de mayor preeminen­
cia dentro de la comunidad, tanto por el ascen­
diente que les confiere su categoría, como por
su nivel económico superior, derivado de la po­
sesión y usufructo de medios de producción más
cuantiosos. Verdad es que, en las circunstancias5
8

(58) información del Investigador de Campo señor Oscar


Bus tillas.

— 162 —
LAS COMUNIDADES INDIGENAS EN BOLIVIA

actuales, el crecimiento demográfico y la insti­


tución de la herencia —que han contribuido a una
excesiva fragmentación de la tierra—, la com­
praventa de inmuebles y el ejercicio del comer­
cia y de ciertas ramas de la artesanía rural, han
trastrocado bastante la condición económica y el
nivel de vida entre los comuneros, no siendo raro
el caso en que algunos agregados gocen de me­
jor situación que los originarios. Pero, en gene­
ral, subsiste la diferenciación tradicional que
reconoce un status superior a los originarios.
“ Las obligaciones —dice el Dr. Vellard— per­
manecen ligadas a la tierra. Sólo los comunarios
a parte entera (originarios) conservan la obli­
gación de seguir toda la serie de funciones que
conduce a la dignidad de hilakata, Jefe de su
ayllu. Los agregados acceden, en principio, a
estos cargos, pero los participantes no tienen nin­
guna obligación administrativa’ ’ .(591
Sobre un rasero general de extremada po­
breza, condicionada por una economía de mera
subsistencia, las comunidades indígenas de nues­
tras días no dejan de encarar, sin embargo, an­
tagonismos y contradicciones internas, que van
socavando su existencia como tales comunidades.
La distinción entre originarios, agregados y sim­
ples acogidos imprime, desde luego, cierto senti­
do de casta en las relaciones intrasociales de
aquéllas. Y como toda estratificación social con
sentido de casta f la de nuestras comunidades in­
dígenas tiene también un basamento económico
caracterizado por la extensión de tierras cultiva­
das y la cantidad de ganado particularmente dis­
ponibles. “ En el aspecto económico —dice el equi­
po de estudiantes del “ Proyecto 208” que inves­
tigó en 1963 la “ Comunidad de Jesús de Macha-
(E9) J . Vellard, El résimBn d e ti arras en la Com unidad,
trad. Inédita de la Prof. flrtia. Elvira Bommiar Mbrató.

— 163 —
ARTURO URQUIDI

ca” , bajo la dirección del Pro. José Matos Mar­


ías diferencias entre los campesinos se ven acen­
tuadas por la mayor o menor extensión de sus
parcelas de cultivo y por la cantidad de animales
que poseen. Pese a que cuantitativamente estas
diferencias no son muy elevadas permiten una
distinción en dos niveles: de un lado los kamlrls,
con un nivel económico potencialmente alto, sus­
tentado principalmente en el mayor número de
cabezas de ganado, y de otro, un nivel bajlsimo
que concentra a la mayor parte de la población
tnachaqueña, con escasas tierras de cultivo y po­
quísimos animales” . (60)
La diferencia del nivel económico dentro de
las comunidades indígenas es, pues, evidente. En
medio de una acentuadísima fragmentación de la
tierra, se registran contrastes! impresionantes en­
tre asignaciones que no alcanzan a la hectárea y
parcelas que llegan a las 90. El fenómeno es ge­
neral en todas las comunidades, aunque el con­
traste en las extensiones no acuse las mismas ci­
fras antes indicadas. De todas maneras, para
probar nuestro aserto* recurrimos al testimonio
autorizado de Julia Elena Fortún, cuando al refe­
rirse a la comunidad de Irpa-Chico personalmen­
te investigada por ella, dice: "Según el trabajo
del topógrafo, algunas legua-kallpas representan
3 centésimas partes de hectáreas (300 m2). Tam­
bién indica el topógrafo que dentro de sólo 5 hec­
táreas pueden haber hasta 41 distintos propieta­
rios. ¥ un solo hombre en Ixpa-Chico posee como
90 legua-kallpas individuales.. . ” (01)

(60) O. E. A. Proyecta 206, Jesús de Machitaa..., j>. 78.6


1

(61) J. E. Fartûn, “Frimer estudio antropológico de una.


comunidad aymara: lipa-Chico” , en Revista Arto, Mi­
nisterio d«ç Educación, lu Faz, Vol. I, N« 3, mayo-agos­
to, 1961, p. 107.

— 164 —
LAS COMUNIDADES INDIGENAS EN BOLIVIA

Ese distinto nivel económico determina, por


cierto, diferencias apreciables en el status de los
comuneros, diferencias que se hacen ostensibles
en el grado de cultura, la posesión del castellano,
el ejercicio de funciones públicas, y, en suma, en
el prestigio e influencia que algunos de aquéllos
llegan a adquirir en el seno de la comunidad. En
este aspecto, los maestros de escuela destacan
notoriamente su significación económica y social,
no sólo por su cultura superior, sino también por­
que su economía se sustenta tanto en los haberes
o sueldos que perciben del Erarlo como en el ren­
dimiento agrícola. Las investigaciones de campo
hacen saber que aquéllos van generalizando el
empleo de peones en sus trabajos de labranza.
El caso que anotamos tiene particular relieve en
la comunidad fronteriza de Llica, donde los maes-
troa constituyen una capa social cuya influencia
es indiscutible.
h) Organización Político-territorial. El tipo
de familia que domina en las comunidades indíge­
nas es el de la llamada fam ilia nuclear, constitui­
da de una pareja de esposos y sus hijos. Sin em­
bargo, la fam ilia extensa, que comprende la fami­
lia nuclear de los padres y la de los hijos varones
casados, es una realidad ampliamente difundida,
determinada por la necesidad de cooperación fa­
miliar que exige el proceso productivo. Consi­
guientemente, este último tipo de familia presen­
ta ciertas características patriarcales, ya que las
familias subsidiarias de los hijos varones casa­
dos se desenvuelven en tom o del eje central cons­
tituido por la familia del padre.
Las supervivencias gentilicias en las comu­
nidades indígenas actuales se manifiestan en el
hecho de que laB relaciones de parentesco se ha­
llan bastante difundidas entre sus miembros, es­
pecialmente dentro de los ayllns y “ estancias”

— 165 —
ARTURO URQUIDI

integrantes de cada comunidad, favorecidas por


la práctica de la endogamia y el aislamiento geo­
gráfico en que han permanecido estas organiza-
dones tradicionales. Una prueba significativa de
que el parentesco sigue actuando, en cierta medi­
da, como vinculo de cohesión social en dichas
organizaciones la tenemos en la circunstancia de
que en los ayllus y “ estancias” hay, por lo ge­
neral, apellidos numéricamente predominantes,
tal como acontece, por ejemplo, en algunos ay­
llus de la Comunidad de Llica, Jesús de Machaca,
Salinas de G ard Mendoza, etc. “ Lo que sucede
en Chacoma —dicen Humberto Rodríguez y Wál-
ter Quinteros, ex-alumnos del Curso Internacional
auspiciado por la O.E.A. dentro del “ Proyecto
203” de Asistencia Técnica—, es semejante en las
otras 9B estancias” . “ Aunque algunas responden
a lo que se denomina “ familia extensa disper­
sa” , en ellas están ubicadas en una misma zona
las viviendas de parientes cercanos. Es por esto
que los integrantes de algunas “ estancias” lle­
van todos el mismo apellido. El patrón de heren­
cia aceptado favorece la tendencia a construir vi­
viendas cercanas entre parientes” .(®Q Según los
esposos Carlota Gómez de Carbajal y Jorge A.
G&rbajal H., egresados del Curso Internacional
auspiciado por la O.E.A., dentro del “ Proyecto
208 del Programa de Cooperación Técnica” , en la
“ estancia” de Colquecahua, integrante del ayllu
Collana, situado en el cantón Chuquichambi, pro­
vincia Carangas, departamento de Oruro, “ hay
9 apellidos que comprenden las 23 unidades fa­
miliares” que forman la referida “ estancia” . En
Salinas de Garci Mendoza, provincia Ladislao Ca­
brera, departamento de Oruro, conforme el tes­
timonio de los Ings. Eduardo Rodríguez A. y Raúl

(83) O. 0. A. Proyecto 206. Oomrailflefl UAmpeslzm ae UU


c i, Lima, 1968, p. lia .

— 166 —
LAS COMUNIDADES INDIGENAS EN BOLIVIA

Pérez A., de un total de 21 agricultores, 18 apelli­


dan Pérez. Finalmente, Delia Arratia y Elena Ji­
jón Hurtado, ez-alumnas del 29 Curso Interame-
ricano de Adiestramiento de Personal en Técnicas
de Desarrollo de Comunidades Indígenas, “ Pro­
yecto 208“ de la O .E .A ., dirigido por el Dr. Os­
car Arze Quintanilla, proporcionan al respecto
esta ilustrativa información: “ El Ay Un HiBCca
Urinaaya (cantón HuayUamarca, provincia Ca­
rangas, departamento de Oruro) está dividido en
6 Anexas, los mismos que estén compuestos por
pequeñas Escancias de familias consanguíneas,
por tanto en cada uno de los Anexos predomina
una determinada familia cuyos lazos son muy
estrechos donde la colaboración y la ayuda mu­
tua para cualquier clase de trabajo es solicitada
cuando lo requieren. Asi por ejemplo: en Chojj-
fiohuma predomina la familia Mollo y Mamani,
en Chijjllachoro y Puerto Ñequeta, la familia
Mamani, en Huaycara, la familia Carrión; en Ro-
sapata el apellido Ticona, y finalmente en Calo la
familia Alonzo” ,(63)
No obstante, por efectiva que sea la influen­
cia del parentesco en los ayUus actuales, lo cier­
to es que las comunidades indígenas ya no son
propia y específicamente agregados gentilicios, al
modo de los clanes y gentes primitivos, donde el
parentesco sea el principal vínculo de cohesión
social, sino que, desde hace tiempo, tienen el ca­
rácter de simples comunidades rurales o da ve­
cindario, ligadas por una base territorial o geo­
gráfica. “ Los aylhis actuales —dice al respecto
el Prof. Ibarra Grasso— han variado mucho de
lo que eran, o se supone que eran, antiguamen-

(93) C. Gómez cía Carbajal y J. A. Carbajal H ., W B fflo


socioeconómico dal AyUv Hlflcca L a Paz,
1S)$5, p. 10 y 36.

— 167 —
— 168 —
ARTURO URQUIDI

CAM PESIN O S E N F A E N A D E SIE M B R A


LAS COMUNIDADES INDIGENAS EN BOLIVIA

te; más que grupos de individuos emparentados


ya han pasado a ser en gran parte expresiones
geográficas, nombres de lugares en donde los In­
dígenas tienen un Jefe común, del ayllu; en otras
parteB donde el curaca ha desaparecido, los ay-
llus ya son propiamente expresiones territoria­
les” . CB4)
Si esto acontece con los ayllus, con mayor ra­
zón el parentesco ha dejado de tener fuerza en
las llamadas comunidades indígenas, o asocia­
ción de ayllus, cuya integración fuera estableci­
da, por simple vía administrativa, desde los tiem­
pos coloniales. “ Actualmente escriben los esposos
Gómez-Carbajal, ya citados— los ayllus están su­
friendo un proceso de “ individualización grupal"
que tiende a la fragmentación social de estos
núcleos humanos... Por “ individualización gru-
pal" entendemos —agregan— el proceso de dife­
renciación que están experimentando algunas es­
tancias respecto al ayllu al que pertenecen. Es
decir, las estancias están organizándose dentro
de su marco geográfico con prescindencia del ay­
llu; están transformando a la estancia en la ver­
dadera célula social operacional y funcional, al
mismo tiempo que recortan las atribuciones del
ayllu en este respecto. Este procedí de diferen­
ciación engloba una serie de sub-procesos sicoló­
gicos, sociales y económicos que se desenvuelven
sobre un fondo histórico propio". (flB)
“ Valiéndonos de los registros de tierras de
aborígenes —dice el Dr. Bautista Saavedra— po­
demos saber que el ayllu actual consta de cier-
(64) E. Ibadra Graaso. Informa sobra sociología, campe­
sina de Solivia, marzo de 1968.

(85) G. Gómez de Cexbajal y J. A. Carbajal H, mUtUocia


da la Bellglón Bautista aa una Estancia del Altiplano
Boliviano, L aFaz, 1984, p. 48-49.

— 169 —
ARTURO URQU1DI

to número de familias, veinte a cuarenta, que dan


un total de cien a trescientos individuos, reparti­
dos en determinadas agrupaciones llamadas es­
tancias. O explicando inversamente: £1 ayllu es
el conjunto de estancias, cuyo número varia de
cuatro a cinco y de diez a quince, enumerando
cada estancia un grupo de cinco, ocho, diez, quin­
ce o treinta familias. Este número, con todo, no
es fijo, y hay estancia, por ejemplo, que consta
de sólo dos familias” .

"L a distinción que señalamos —agrega el ci­


tado autor— en fam ilias y estancias, es desde el
punto de vista de la legislación coloniál. El con­
cepto de familia es enteramente moderno en es­
tas definiciones legales. En cuanto a la estancia,
vocablo netamente castellano, no tiene otro signi­
ficado que la comunidad de pastos” .(HB)

Desde tiempos pretéritos, anteriores inclusive


a la época incaica, el ayllu aparece dividido en
dos sectores: hanansaya y hurinsaya, que signifi­
can barrio alto y barrio bajo, respectivamente.
Los conquistadores dieron el nombre de "parcia­
lidad” a dichos barrios.
Esa es la verdadera división del ayllu, por­
que la denominación de “ estancias” , como par­
tes integrantes de aquel agregado social, data so­
lamente desde la Colonia, cual sostiene también
el Dr. Saavedra.
Dijimos en un capítulo anterior que la so­
ciedad incaica, al llegar a la fase de la liga o con­
federación tribal, ya ofrecía una clara transi­
ción de la sociedad gentilicia hacia la sociedad
político-territorial, puesto que dentro del régimen
administrativo del Tahuantinsuyo, el territorio, la6

(66) E. Saavedra. B i A yllu, p. 114-115.

— 170 —
LAS COMUNIDADES INDIGENAS EN BOLIVIA

circunscripción geográfica, empieza a jugar un


importante papel como fundamento de la organi­
zación social. Este proceso de transición se acen­
túa mayormente durante la Colonia, ya que las
“ reducciones" o comunidades de indígenas se
convierten prácticamente en organismos político-
administrativos comprendidos dentro de circuns­
cripciones! territoriales definidas, como eran las
Audiencias, por ejemplo; aparte de que, en cier­
tos aspectos, se las sujeta al estatuto de laB co­
munas de Castilla, cual se evidencia por la ins­
titución del cabildo, el consejo presidido por los
alcaldes y regidores, cuyas funciones se ejercen
en coexistencia con las de lae autoridades tradi­
cionales de los aborígenes.
Que la misma Colonia tuvo que adaptar, en
cierta manera, sus medidas de gobierno al ré­
gimen territorial de los “ reinos y señoríos" abo­
rígenes, entre ellos, por cierto, al del Imperio In­
ca ico, se acredita por el documento que sigue:

"Para el mejor y más fácil gobierno de las


Indias Occidentales, prescribe una Cédula Real
de 1680, Ley 1?., Título W, Libro 5? de la Recopi­
lación de las Leyes de Indias, estén divididos
aquellos reinos y señoríos (aborígenes-) en pro­
vincias mayores y menores, señalando las ma­
yores que incluyen otras muchas por distritos de
nuestras Audiencias Reales, proveyendo en las
menores de gobernaciones particulares, que por
estar más distantes de las Audiencias las rijan
y gobiernen en paz y justicia” .
“ Son, pues, los Reinos y Señoríos existen­
tes, que encontraron los conquistadores españoles
—comenta Jar amillo Alvarado—, los que forma­
ron la base territorial de las Audiencias. Esos
Reinos y Señoríos, o Cacicazgos tenían sus pro­
pias tradiciones y su historia, que había caracte-

— 171 —
ARTURO URQUID1

rizado su fisonomía nacional, y por eso pudo ei


gobierno colonial español mantener una orga­
nización administrativa tan firme, pues los nú­
cleos aborígenes que constituyeron los Reinas y
Señoríos, quedaran sometidos en su propia cir
conscripción territorial, que la prehistoria com­
prueba” . C67)
Finalmente, al instaurarse la República, las
comunidades indígenas quedan comprendidas
dentro de la división político- administrativa del
país, insertándose, como consecuencia, en muni­
cipios, cantones, provincias y departamentos.

Pese a ello, la evolución de las comunidades


indígenas hacia la sociedad político-territorial no
es aún completa, desde el momento en que el pa­
rentesco, la relación de sangre, sigue obrando,
en cierta medida, como vínculo de aglutinación
social, cuando menos en calidad de simples resa­
bios. La persistencia de estos remanentes genti
lirios se debe, a nuestra juicio, a las siguientes
razones:
la . —Las comunidades indígenas forman par
te de las) nacionalidades aborígenes quechua y
aymara, cuyo grado de evolución económico-so
cial es diferente al de la nación boliviana propia -
mente dicha, tal cual pone en evidencia, con só­
lida argumentación, el joven historiador don Jor­
ge Ovando Sanz en su importante tesis Sobre el
problema nacional y colonial de Bolivia.

2a.— Frente a la agresión sistemática e im­


placable del latifundlsmo feudal, las comunidades
indígenas hubieron de convertirse en reductos o
baluartes de defensa, retrayéndose en sí mismas,

(67) P. Jaramlllo AJmr&do, na Badán Quiteña; biografía


de un a cultura, Quito, Imp. de la Trnlveraidad, 1B47,
Pl S4-3S.

— 172
LAS COMUNIDADES INDIGENAS EN BOLIVIA

para preservar su libertad, sus tierras, tradicio­


nes y costumbres. Gracias a esta actitud de te'
naz resistencia, los campesinos indígenas, agru­
pados en sus comunidades tradicionales, logra­
ron, a la par que el acendramiento de sus insti­
tuciones y formas de vida, mantenerse libres,
evitando la sujeción servidumbral del “ colonato".
3a.— Finalmente, el bajo nivel de la técnica
productiva y el aislamiento geográfico son otros
y muy poderosos factores que han determinado
la persistencia de vínculos gentilicios en las lla­
madas comunidades indígenas de nuestro país.
Cuanto más bajo el grado de desarrollo de las
fuerzas productivas, los agregados humanos se
aterran tanto más a sus modos de existencia y
se someten con mayor pasividad a las condicio­
nes de su medio geográfico.
No obstante, dentro de una estricta valoración
sociológica, las comunidades indígenas que nos
ocupan ya no son comunidades gentilicias propia­
mente dichas, sino comunidades rurales o de sim­
ple vecindario, por mucho que conserven todavía
ciertos resabios tradicionales, en fuerza de las
razones que acabamos de señalar.
“ La comunidad rural —dice el Prof. Abra­
ham Valdez— según la “ hipótesis de trabajo”
del Dr. Poviña (Alfredo) estaría constituida, pri­
mero: por un vecindario como núcleo, estableci­
do en una superficie limitada de territorio, vecin­
dario en el que se observan las llamadas relacio­
nes de presencia. Vecindarios rurales serían la
aldea, la villa y el pueblo. Segundo: por un ¿rea
natural de territorio, que el autor llama zona so­
cial dispersa, en la que están establecidos la ca­
sa, el rancho, el puesto y la chacra. Lo social en
esta zona tiene una dirección centrípeta, es decir,
del vecindario hacia las unidades de vivienda o

— 173 —
ARTURO URQUIDI

de trabajo. La conjunción de estos dos elementos


constituye el átomo roral cuya característica fun­
damental es “ la unidad de vida común” . ..
“ Según esta “ hipótesis de trabajo“ —comen­
ta Valdez—, los campesinos viven y despliegan
sus actividades en función del núcleo, el que, a su
vez, depende del ¿rea natural que le rodea: La
población rural que, por necesidades del trabaja
vive dispersa, es sólo una parte de la comunidad
rural; la otra la constituye el núcleo o vecindario.
Núcleo o área natural, constituyen el átomo rural,
que vendría a ser un nombre nuevo de la comu­
nidad rural, destinado a explicar mejor bu estruc­
tura y funciones” . <68>
La caracterización que los citados autores
hacen de la comunidad rural corresponde típica­
mente a las llamadas comunidades indígenas de
nuestro país, ya que en éstas existe un núcleo o
vecindario, esto es, el centro urbano propiamen­
te dicho, donde se encuentra la sede de sus prin­
cipales servicios administrativos, y la “ zona so­
cial dispersa", en la cual se hallan establecidos
los anexos, y estancias, es decir, las viviendas
donde habitualmente residen los comuneros, asi
como sus campos de cultivo.

En síntesis —reiteramos una vez más—, so­


ciológicamente consideradas, las comunidades in­
dígenas que estudiamos pertenecen ya al tipo ge­
neral de las simples comunidades rurales, en las
cuales las relaciones gentilicias o de parentesco,
aunque subsistentes todavía en cierto grado, han
sido supeditadas a relaciones de orden político-
territorial.

(88) A. Valdez. lia Oamuddirii Sural, Reparata, de la Revis­


ta da la mdvanldad mndmal de Oórdoba, Segunda
Burle: ABO III, N< 4-5, eet.-dlo., 1983, p. 16-17.

- 174 — .
LAS COMUNIDADES INDIGENAS EN BOLIVIA

La circunstancia de que la propiedad de la


tierra corresponde a la comunidad como a ente
o persona coiectiva, la existencia de ciertas su­
pervivencias del ayllu y el hecho de que los co­
muneros no se sometieron jamás a la institución
feudal de la servidumbre campesina, hacen que
las comunidades indígenas conserven cierta pe­
culiaridad y sean algo diferentes de las demás
comunidades rurales de la República, constitui­
das por ex-colonos, justificándose asi la catego­
ría especial que les asigna la Ley de Reforma
Agraria y la necesidad de darles un tratamiento,
también específico, dentro del proceso de trans­
formaciones agrarias que encara el gobierno del
país.

i) Expresiones culturales.— La explicación


de los fenómenos de la naturaleza dentro de las
comunidades indígenas corresponde todavía, de
modo general, a una fase preclentíflca del des­
arrollo del pensamiento humano, puesto que aún
impezan en ellas, con todo vigor, las interpre­
taciones m ágico-religiosas.

La magia reviste sus dos formas tradicional


les: la imttatiTa u homeopática y la contaminan­
te o contagiosa. Entre las usuales prácticas
mágicas figuran, por ejemplo, las wHanéhas, el
m alli, el tatalwank’e, etc. Las wilanchas consis­
ten en el sacrificio de llamas para vaticinar en
sus visceras la calidad del año agrícola que se
avecina, pronosticando la abundancia o escasez
de lluvias, la frecuencia de heladas y graniza­
das, etc. El malli “ es un rito que se lo realiza
para contrarrestar los efectos de las plagas y
enfermedades de las plantas de cultivo” , prepa­
rando una poción con los tallos y frutos afectados
y vertiéndola en él suelo. El tatalwank’e, por úl­
timo, es una ceremonia para atraer la lluvia.

— 175 -
ARTURO URQUID1

Estas prácticas mágicas varían de nombre


y modalidades según las regiones, pero, en gene­
ral, todas ellaB tienden a asegurar el sustento hu­
mano, acudiendo a la intervención de fuerzas o
seres sobrenaturales.
El culto de Pacham am a, muy generalizado
en toda la población indígena del país» ya tiene
carácter religioso, puesto que reconoce la exis­
tencia de una divinidad concreta como es la “ M a­
dre Tierra” . Este culto, sin embargo, se halla en
tremezclado tanto con procedimientos mágicos
como con la concepción católica de la divinidad.
También se practica todavía el culto monista, ya
que cada ayllu posee sus achachflas, o ascendien­
tes deificados, a quienes se atribuye una misión
protectora para toda su descendencia. Se supone
que las acbachilas habitan en alguna montaña,
colina, lago o cualquier otro accidente geográfi­
co de la zona territorial respectiva, que para los
creyentes llegan a tener el carácter de lugares
sagrados, dignos de veneración. En el fondo, en
las comunidades indígenas y, de modo general
en toda la población campesina de Bolivia, coexis­
ten el politeísmo primitivo y el monoteísmo cris­
tiano, en acción sincrética con la magia.
El aymara y el quechua son las lenguas pro­
pias y dominantes en las comunidades indígenas.
En las regiones de contacto entre estos dos gru­
pos étnicos se practica el bilingüismo. El caste­
llano también está bastante difundido en algunas
comunidades, gracias a la acción de los núcleos
escolares.
El aymara y el quechua pertenecen al grupo
de las llamadas lenguas aglutinantes o polisinté­
ticas. Por el largo procesa histórico de sus res­
pectivos pueblos, el trabajo productivo que éstos
h an tenido que realizar para dominar bu medio

— 176 —
LAS COMUNIDADES INDIGENAS EN BOLIVIA

geográfico y por la abundancia de voces- onoma


tcjpeycas que contienen, dichas lenguas son ricas
en su vocabulario y armoniosas en su expresión
fonética, especialmente el quechua. A lo largo
de la época colonial y durante la República, el
aymara y el quechua han sufrido un proceso do
mestizamiento con el castellano, influyéndose re­
cíprocamente. Rodolfo Salamanca Lafuente se­
ñala tal fenómeno en estos expresivos términos:
“ ...A m bos dialectos, martillados por lá incisiva
robustez del castellano, lograron subsistir con una
relativa fuerza de independencia. Invencibles
fueron en todo aquello que en materia de lenguaje
puede permanecer invulnerable, pero admitiendo
cuotas de palabras, desinencias, mixturas; acep­
tando nombres antes ignorados y para los cuales
no poseían equivalentes’ ' . . . “ El castellano ha
blado en laB ciudades de Bolivia está penetrado
vigorosamente por quechua y aymara. Podría
decirse que hay una mestización del lenguaje, co­
mo hay un mestizaje en alimentos y vestidos,
fácil de estudiar en la conversación callejera, en
los mercadas de abasto, los centros de trabajo
de La Paz y Cochabamba, típicas zonas aymara
y quechua. Pero, a su vez, aquellas lenguas in­
dígenas experimentan profundas invasiones lin­
guales” . <0fll
No hay una producción literaria de importan­
cia en las referidas lenguas, debido a su condi­
ción de lenguas postergadas, que corren la mis­
ma suerte de sus respectivos pueblos o grupos
étnicos. El lenguaje es el mejor índice para me­
dir la cultura de un pueblo y el grado de su bien­
estar físico y espiritual.

(611} R. Salamanca Intuente, "Bapeilol, aymara, quechua” ,


en El m ai*o, Suplemento Literaria, La Faz, ahril 4,
1966.

— I 77 —
ARTURO URQUIDI

Las creaciones artísticas de estos pueblos


consisten en tejidos, artefactos cerámicos, ceste­
ría, algo de escultura, la danza y el cultivo de la
música pentatònica; pera ninguna de ellas ha
sobrepasado la obra de sus predecesores. Lo que
se dijo acerca de la lengua es también aplica­
ble a la producción artística.
El analfabetismo acusa cifras muy elevadas
en. las comunidades indígenas. Este hecho, por si
scio, demuestra el bajísimo nivel cultural en que
se encuentran dichas organizaciones campesinas.
No existe un censo específico para cuantificar
tal fenómeno en todas y cada una de esas comu­
nidades. Lo que se puede afirmar, a grosso modo,
es que el grado de analfabetismo no es igual en
todas aquéllas; su magnitud depende del mayor
o menor aislamiento de las comunidades en re­
lación con los centros urbanos de importancia, así
como de la acción desenvuelta por los núcleos
escolares campesinos.
Cabe destacar por ejemplo, a este respecto,
que en la gran Comunidad de Llica ya no existe
analfabetismo, gradas a la meritisima labor
cultural realizada par la Normal Rural y el nú­
cleo escolar allí establecidos. Lo importante es
que en Llica los maestros de escuela se van for­
mando con elementos nativos de la misma comu­
nidad, cuya influencia, por Id mismo, resulta di­
recta y muy benéfica en su propia localidad.
Lamentablemente, el caso de Llica es toda­
vía aislado. Pero, en general, el analfabetismo
sigue siendo un problema serio en el rento de las
comunidades. En tales circunstancias, no se pue­
de hablar de cultura científica en dichas comu­
nidades. La preocupación por la magia es la me­
jor prueba de que tales organizaciones viven to­
davía en una fase preclentífica de la evolución del

— 178 —
LAS COMUNIDADES INDIGENAS EN BOLIVIA

pensamiento humano. Al correr del tiempo, qui­


zá los maestro^ que van saliendo del seno de las
propias comunidades, puedan redimir a sus pue­
blos de tales preocupaciones y los conduzcan por
mejores senderos.
La moralidad social, finalmente, obedece a
normas rígidas y severas. En el orden de las rela­
ciones sexuales existe un sistema prematrimonial
como el tantanacn y el sirvlnacn, pero el adul­
terio o infidelidad en el matrimonia es objeto de
reprobación pública. Las relaciones paterno-íilia-
les imponen recíprocas consideraciones. Los hi­
jos, desde temprana edad, cooperan en el trabajo
familiar. Los padres, a su vez, prestan protec­
ción a los hijos mientras están sujetos a su potesi-
tad. Inclusive cuando llegan a la mayoridad y se
independizan por el matrimonio, el mutuo res­
peto y la solidaridad familiar no desaparecen.

El principio de autoridad gravita con todo el


poder que le confiere una larga tradición que vie­
ne desde las épocas incaicas. Q u ice s i0 repre­
sentan en una u otra función adquieren prestigio
y gozan de ascendiénte en medio de la colectivi­
dad.
Es también muy recomendable el espíritu
democrático que evidencian en la constitución
de sus autoridades tradicionales y en la manera
de encarar los problemas de carácter público.

En general, las costumbres y el trato social


entre los miembros de la comunidad patentizan
una moral bastante elevada.

— 179 —
ARTURO URQUIDI

Las creaciones artísticas de estos pueblos


consisten en tejidos, artefactos cerámicos, ceste­
ría, algo de escultura, la danza y el cultivo de la
música pentatónica; pero ninguna de ellas ha
sobrepasado la obra de sus predecesores. Lo que
se dijo acerca de la lengua es también aplica­
ble a la producción artística.
El analfabetismo acusa cifras muy elevadas
en las comunidades indígenas. Este hecho, por sí
solo, demuestra el bajísimo nivel cultural en que
se encuentran dichas organizaciones campesinas.
No existe un censo específico para cuantificar
tal fenómeno en todas y cada una de esas comu­
nidades. Lo que se puede afirmar, a grosso modo,
es que el grado de analfabetismo no es igual en
todas aquéllas; su magnitud depende del mayor
o menor aislamiento de las comunidades en re­
lación con los centros urbanos de importancia, así
como de la acción desenvuelta por los núcleos
escolares campesinos.
Cabe destacar por ejemplo, a este respecto,
que en la gran Comunidad de Llica ya no existe
analfabetismo, gracias a la meritísima labor
cultural realizada por la Normal Rural y el nú­
cleo escolar allí establecidos. Lo importante es
que en Llica los maestros de escuela se van for­
mando con elementos nativos de la misma comu­
nidad, cuya influencia, por Ió mismo, resulta di­
recta y muy benéfica en su propia localidad.
Lamentablemente, el caso de Llica es toda­
vía aislado. Pero, en general, el analfabetismo
sigue siendo mi problema serio en el resto de las
comunidades. En tales circunstancias, no se pue­
de hablar de cultora científica en dichas comu­
nidades. La preocupación por la magia es la me­
jor prueba de que tales organizaciones viven to­
davía en una fase precieutífica de la evolución del

— 178 —
LAS COMUNIDADES INDIGENAS EN BOLIVIA

pensamiento humano. Al correr del tiempo, qui­


zá los maestros, que van saliendo del seno de las
propias comunidades, puedan redimir a sus pue­
blos de tales preocupaciones y los conduzcan por
mejores senderos.
La moralidad social, finalmente, obedece a
normas rígidas y severas. En el orden de las rela­
ciones sexuales existe un sistema prematrimonial
como el tantanacu y el slrvlnacu, pero el adul­
terio o infidelidad en el matrimonio es objeto de
reprobación pública. Las relaciones patemo-filia-
les imponen reciprocas consideraciones. Los hi­
jos, desde temprana edad, cooperan en el trabajo
familiar. Los padres, a su vez, prestan protec­
ción a los hijos mientras están sujetos a su potes­
tad. Inclusive cuando llegan a la mayoridad y se
independizan por el matrimonio, el mutuo res­
peto y la solidaridad familiar no desaparecen.
El principio de autoridad gravita con todo el
poder que le confiere una larga tradición que vie­
ne desde las épocas incaicas. Quienes lo repre­
sentan en una u otra función adquieren prestigio
y gozan de ascendiénte en medio de la colectivi­
dad.
Es también muy recomendable el espíritu
democrático que evidencian en la constitución
de sus autoridades tradicionales y en la manera
de encarar los problemas de carácter público.

En general, las costumbres y el trato social


entre los miembros de la comunidad patentizan
una moral bastante elevada.

— 179 —
— 180 —
ARTURO URQUIDÍ

DANZANTES DEL ALTIPLANO


C A P IT U L O III

RUMBO LEGAL

1) TEORIAS ACERCA DEL PORVENIR


HISTORICO DE LAS COMUNIDADES
INDIGENAS.

¿Cuál será el porvenir que la historia depara


a las comunidades indígenas?
Se plantean al respecto las siguientes tesis
principales:
A .— Corriente abolicionista. Según esta co­
rriente, muy generalizada desde la fundación de
la República, se estima que las comunidades in­
dígenas, por constituir formas arcaicas de orga­
nización social, están condenadas por la histo­
ria y deben desaparecer irremisiblemente.
Dentro de esta corriente se üsonomizan dos
tendencias, informadas en concepciones disímiles
tanto en el orden teórico como en el práctico. La
primera postula la disolución intencional y pe­
rentoria de las comunidades indígenas, y la se­
gunda, se limita a predecir su caducidad y ex­
tinción naturales.
a) Disolución intencional. Fundada en la ideo­
logía liberal, esta tendencia preconiza la disolu-

— 181 -
LAS COMUNIDADES INDIGENAS EN BOLIVIA

ción Inmediata y forzosa, aunque por vía legal,


de las comunidades indígenas, porque considera
que la “ propiedad privada" es el principio bási­
co de la organización social y él signo promotor
de todo progreso,

Los antecedentes de esta concepción remon­


tan a los primeros tiempos de la República, con­
cretamente hasta los célebres decretos bolivaria-
nos de 8 de abril de 1624 y de 4 de julio de 1825,
expedidos en Trujillo y el Cuzco, respectivamen­
te. El Libertador Bolívar, entusiasta paladín de
la ideología liberal, después de la independencia
de los países iberoamericanos, entre otras medi­
das consecuentes con dicha ideología^ trató de
constituir la propiedad privada campesina, decla­
rando propietarios de las tierras que poseían a
los "denominados indios", para que puedan ‘ven­
derlas o enajenarlas de cualquier m odo". Fiel
a este pensamiento, en relación con las comu­
nidades Indígenas, dispuso, asimismo, que aqué­
llas sean “ repartidas conforme a ordenanza en­
tre todos los indios que no gocen de alguna otra
suerte de tierras, quedando dueños de ellaB", con
la facultad de “ venderlas o enajenarlas" libre­
mente, y transfiriéndose las restantes como tie­
rras del Estado.

Tales medidas importaban la práctica disolu­


ción de las comunidades indígenas. Si bien dichas
medidas no llegaron a ejecutarse, en cambio sir­
vieron de precedente para otras disposiciones le­
gales posteriores que perseguían la misma fi­
nalidad, a cuya consecuencia el latifundismo feu­
dal fue expandiéndose cada vez más a expensas
de las comunidades indígenas. “ A la sombra de
tales leyes —dice el Prof, Dr. Roberto Pérez Pa­
tán—, el indio, sin protección alguna de loa pode­
res públicos, fue desprendiéndose de sus tierras

- 182 —
ARTURO URQUIDI

a vil precio, y convirtiéndose ellos mismos en


colonos y arrendatarios de sus nuevos amos. Oe
esa forma, muchas comunidades fueran compra­
das fraccionadamente por sayañas o parcelas in­
dividuales y finalmente transformadas en ha­
ciendas. Se vio la paradoja —concluye el citado
Prof.— de que mientras los postulados de la Re­
volución Francesa sirvieron en Europa para de­
rribar el feudalismo y destruir los privilegios de
la nobleza y del clero, acá en América hispana
sirvieron para todo lo contrario: para apuntalar
y extender aún más el dominio feudalista de la
tierra heredado de la Colonia, con las agravantes
de una explotación casi gratuita del trabajo in­
dígena” . (t)
La Ley de 28 de septiembre de 1868, promul­
gada durante el gobierno de Mariano Melgarejo,
figura entre las medidas legales más extremas
y violentas encaminadas a la destrucción de las
comunidades indígenas, ya que en virtud de la
referida ley las tierras de comunidad se declaran
propiedad del Estado y se dispone su venta en
pública subasta. Aunque la citada Ley fue anula­
da pocos años después, la atentatoria medida no
dejó de influir adversamente en la Buerte de las
comunidades indígenas.

Retomando el pensamiento bolivariano se dic­


tan las leyes de 28 de febrero de 1862 y de 6 de
octubre de 1874. Ambas leyes, al consolidar la
propiedad individual del indígena sobre su per-^
tenencia, persiguen también la abolición de las
comunidades indígenas. Como la primera de las
nombradas leyes rigió fugazmente (un mes ape­
nas) no tuvo ninguna repercusión práctica. En

a ) H. Pérez Fatúta, b Beform » «n u la en Solivia y mu


remallaAna, La Faz, 1861, p. 27-29.

— 183 —
LAS COMUNIDADES INDIGENAS EN BOLIVIA

cambio la última, a lo largo de más de medio


siglo de aplicación, ha contribuido muy eficaz­
mente a la extinción de una gran parte de las co­
munidades que existían en el paisi Las que ac­
tualmente subsisten no son sino el saldo de la
debacle causada por el latifundismo feudal al
amparo de la referida ley, llamada justamente
de “ ex-vmciiIacUm de tierras de comunidad” .

La citada ley de 5 de octubre de 1874 es una


fiel reproducción del "Proyecto” presentado ante
el Legislativo en 9 de septiembre de 1874 y sus­
crito por los diputados Aguirre, Vargas, Marañen,
Valasco, Virreyra, Rivero, Barrientos y Villazón
En la exposición de motivos del indicado “ Pro­
yecto” , encontramos razonamientos de típica ex­
tracción liberal como los que siguen:
"E s ya imposible prolongar por más tiempo
un eatado de cosas diametralmente contraria al
progreso nacional, al desarrollo de la industria
y a la práctica de nuestras instituciones.

“ El indígena poseedor de la tierra que cultiva


sin todos los derechos que imprimen su verdade­
ro sello a la propiedad: el indígena sometido al
régimen comunario de los Incas, sin una perso­
nalidad perfecta; el indígena convertido, en fin,
en ilota, merced al tributo que lo infama, no po­
drá nunca salir de su actual abyección, ni ele­
varse al rango del ciudadano; y la tierra entre­
gada a un cultivo mezquino, rutinaria, si no a
manos muertas, no permitirá el desarrollo de la
agricultura, base de todas las industrias y de la
riqueza pública en general” .
Con apoyo de tales argumentos, los autores
del proyecto acaban planteando “ la movilización
de la propiedad territorial de los indígenas, su­
presión definitiva de las comunidades y aboli-

— 184 —
ARTURO URQU1DI

ción gradual del odioso tributo que pesa sobre


una gran porción de nuestros ciudadanos, con
mengua de la civilización y del nombre de la Re­
pública” .
La propiedad territorial de los indígenas fue
“ movilizada” , evidentemente; también fueron
suprimidas en “ definitiva” muchas comunida­
des; pero no para desarrollar las fuerzas pro­
ductivas mediante una agricultura de tipo m o­
derno, sino, simplemente, para consolidar el ré­
gimen feudal de la tierra y uncir al indígena a
la institución de la servidumbre, llamada “ colo­
nato” en nuestro país.

Haciéndose eco de esta inveterada tendencia,


que persigue la abolición legal de las comunida­
des indígenas, no faltan quienes sustentan aún
la misma idea desde sus posiciones particulares
Al respecto, podemos señalar las siguientes opi­
niones como las más caracterizadas en su géne­
ro: El Dr. Eduardo Granado, en su tesis “ La
función social de la propiedad” , presentada a la
“ Tercera Conferencia Nacional de Agricultura,
Ganadería e Industrias Derivadas” , realizada en
Cochabamba, del 12 al 20 de agosto de 1945, di­
ce: “ El régimen comunario no es comunismo ni
ia sociedad de propietarios. Es el dominio que
ejercen sobre una comarca numerosas familias
que, entre ellas, se distribuyen la posesión de la
tierra en forma rutinaria, ocasionando multitud
de litigios, debido a la obscuridad de sus dere­
chos y al estado de perenne indivisión. Legisla­
dores de experiencia, con inteligente criterio, tra­
taron de extinguir las comunidades, a fin de ga­
rantizar loa derechos del propietario indígena,
quien, lejos de intranquilizarse, ha aceptado con
beneplácito los beneficios y muchos de ellos,
guardan con toda prolijidad sus títulos de domi-

— 185 —
LAS COMUNIDADES INDIGENAS E N BOLIVIA

nio, emanados de la época de la corona españo­


l a " .®
Por su parte, el Dr. Abrabam Maldonado, a
tiempo de exponer los “ fundamentos de la ex­
vinculación de tierras” , sogtiene:
“ El concepto liberal es convertir la tierra en
mercancía para lucrar, lo que no es posible con
la propiedad comunitaria; para movilizar los bie­
nes inmobiliarios, era necesario implantar la pro­
piedad privada individual sobre la tierra. En la
propiedad comunitaria no es posible aplicar los
tres atributos del Derecho Romano sobre el sue­
lo, sino solamente el aprovechamiento del usu­
fructo, ya que todas las tierras pertenecen, en lo
proinvidiso, a la comunidad entera".
“ Entonces era necesario desvincular la tie­
rra, de ese todo que es la comunidad, para con­
vertirla en propiedad individual, dándole una fun­
ción más ¿gil de acuerdo a la mente de la épo­
ca; el fundamento estaba bien concebido, porque
la propiedad comunitaria es un sistema atrasado
en el régimen de propiedad territorial. Esto mis­
mo quiso Melgarejo, pero le faltó la sutileza ju­
rídica y el instrumento legal, lo hizo en forma
brutal y sin ninguna política agraria de supera­
ción” .®

b) Caducidad natural. La segunda tendencia,


inspirada en la interpretación dialéctica de la
historia, si bien admite también la desaparición

(2) ñamarla da la Tornei» Oanlamnda Naalmul de A g z i-


aoltura, Ganadería a Indactrlaa Derivadas, Oochabam-
ba, Ei}. AjUántic, 1916, p. 115.

(6) A. Maldonado, D Brecho .agrario, L a Paz, Imp. Nacional,


1956, p. 295.

— 186 —
ARTURO URQUIDl

de las comunidades indígenas, lo hace com o sim­


ple resultado del proceso de evolución humana,
de la sucesión de formaciones económico-sociales
diferentes, determinadas por los modos de pro­
ducción y las relaciones de trabajo consiguientes
al proceso técnico y social de los pueblos.

El escritor peruano Ricardo Martínez de La


Torre figura como el representante más prestigio­
so de esta tendencia. La opinión de este autor
puede apreciarse al través del siguiente párrafo:
“ Nuestra defensa de la comunidad debe Ber con
miras a proteger al comunario, no tanto en su
condición de tal, cuanto en su condición de cam­
pesino en lucha contra el atropello de los feuda­
les, contra el robo y el despojo de que le hacen
Victima los más fuertes. En nuestras manos no
está el impedir la disolución de la comunidad.
Bino defender al comunera como campesino; de
igual manera como no está tampoco en nuestras
manos detener el desenvolvimiento de la indus­
tria para asegurar la supervivencia del artesa­
nado” ... “ Cuando salimos» en defensa de la co­
munidad, ¿qué es lo que en verdad tratamos de
defender?. ¿Su existencia actual?. No, porque de­
fender su existencia actual es defender su creti­
nismo religioso, es defender sus costumbres bár­
baras, sus supersticiones, su ignorancia ances­
tral. Defender la comunidad debe ser ayudarla,
elevarla a formas más desarrolladas, unirla con
todos los que luchan contra las desigualdades, in­
justicias y privilegios en el campo” . W
Los antagonismos y contradicciones internas
que empiezan a surgir en el seno de las comuni-

(1) R, Martínez de la Torre, Apuntes puna una interpre­


tación marsteta de la Materia social del Perú, Urna,
Errtp. Ed. Peruana, 1948, t. II, p. 199.

— 187 —
LAS COMUNIDADES INDIGENAS EN BOLIVIA

dades indígenas, por una parte, y el empleo de


instrumentos y métodos de cultivo modernos, por
otra, pueden buenamente determinar, a plazo
más o menos corto, su disolución y convertir a loa
comuneros en campesinos libres, sobre todo aho­
ra que la Reforma Agraria va creando nuevas
condiciones de trabajo en el campo.. En todo caso,
este proceso de desintegración, si es que ha de
ocurrir, tendrá que ser resultado de la propia di­
námica de las comunidades y de la decisión au­
tónoma de sus miembros.

B.— Cooperativización. Muchos piensan que


las comunidades indígenas deberían convertirse
en cooperativas, medida con la cual se cumplirían
dos importantes finalidades: conservar aquellas
organizaciones tradicionales, aprovechando su
arraigado sentido de solidaridad, por una parte]
e imprimirles una nueva modalidad en su estruc­
tura y el empleo de una técnica productiva más
eficiente, conforme a los requerimientos moder­
nos, por otra. Entre las diversas tendencias o
corrientes de opinión que existen al respecto, pro­
bablemente ésta es la más difundida y la que
goza de mayor crédito. Señalemos algunas prue­
bas:

Se sabe que actualmente existen en Chile 400


comunidades indígenas, asentadas en el Distrito
de Cholchol, Comuna de Nueva Imperial, cuya
superficie alcanza a 400 km2. El Curso de Capa­
citación de Profesionales en Reforma Agraria,
realizado entre enero y marzo de 1963, en San­
tiago de Chile, con los auspicios de la ‘ ’Organi­
zación de las Naciones Unidas para la Agricul­
tura y la Alimentación” (FAO), el Instituto de
Economía: Programa de Estudios Económicos
Latinoamericanos para Graduados (ESCOLATI-
NA), el “ Banco Interamericano de Desarrollo”

— 186 —
ARTURO URQUtDI

(BID) y la Corporación de Fomento de la Pro­


ducción-Chile (CORFO), en el llamado “ Pro­
yecto Cholchol” comprendido entre los “ Proyec­
tos Específicos” del Informe General, con refe­
rencia a las mencionadas comunidades indíge­
nas, entre otras “ recomendaciones” , formula la
que sigue: “ El régimen de tenencia que Be adop-'
te deberá. . . reunir la condición de comunidad
y de individualidad, teniendo que mejorar ambas
cosas. Es por esto que se considera recomenda­
ble que la estructura básica sea una cooperativa
que permita que la familia indígena sea propieta­
ria individual de un predio pequeña de tamaño
suficiente para incluir en él la casa, un huerto ca­
sero y los animales de gran ja... La comunidad,
por lo tanto, debería convertirse en una "coope­
rativa” integral después de su reasentamien­
to. . ” , (5)

En la “ Exposición de Motivos” que funda­


menta el Proyecto de ley elaborado por la Co­
misión para la Reforma Agraria y la Vivienda,
constituida en 1900 por el gobierno del Perú, se
lee: ” ... la legislación debe tener un sentido di­
námico y apuntar a un doble objetivo, que es de­
fender a las comunidades como núcleos sociales
cuyas profundas raíoes les confieren excepcional
capacidad para servir de marco a la población
campesina que las forma, y de promover su evo­
lución de acuerdo con su realidad presente y
con la necesidad de que sean organismos madu­
ros para la vida social y económica del país. El
camino más adecuado para este objeto es el
cooperativismo, como forma de organización y
vida social. La Comisión ha comprobado que esi

(5) G u sa de Oapaoiteolftn de P rofesionales en Reform a


A grada, Santiago de Chile, 1B63, t, IV , p. 62-68.

— 189 —
LAS COMUNIDADES INDIGENAS EN BOLIVIA

ésta la orientación propuesta por quienes han es­


tudiada el problema en e l Perú y por los dirigen­
tes políticos que se han pronunciado sobre él” .

Consecuentemente, el Alt. 197 del respective


"proyecto de ley” establece la siguiente disposi­
ción: "Con el objeto de acelerar el desarrolla
económico y social de las Comunidades de In­
dígenas, se fomentará su organización coopera­
tiva a base de la determinación de los derechos
de los comuneros en los inmuebles comunales” .

El Proyecto de Ley de Befonna Agraria


presentado por el Poder Ejecutivo, presidido por
el Arq, Belaúnde Terry, planteaba, animismo, la
necesidad de “ fomentar la organización coopera­
tiva de las Comunidades Indigenas” (Art. 76).

Los Diputados del Grupo Parlamentario de la


Unión Nacional Odriista, en su Proyecto de Be-
forma Agraria, acerca de las comunidades indí­
genas, consignaban también una disposición con­
cebida en estos términos: “ Se establecerán en
cada comunidad centros de alfabetización, de
capacitación agrícola y ganadera y además,
cooperativas adecuadas a las actividades econó­
micas que en ella se practiquen” (Art. 99).

Finalmente, la “ Célula Parlamentaria Aprls-


ta” , en relación con el mismo asunto proyecta­
ba: "Para los fines de la presente Ley, el Poder
Ejecutivo, a través del Instituto de Reforma y
Promoción Agraria, fomentará por todos los me­
dios a su alcance la Organización cooperativa de
las Comunidades e impulsará su desarrollo eco­
nómico, social y educativo. Los planes y los pro­
cedimientos para reestructurar una Comunidad
deberfin fortalecer y perfeccionar la estructura
agraria y elevar la productividad y el nivel de vi-

— 190 -
r

ARTURO URQUIDI

da de loe comuneros, así Como proveerlos de las


tierras que sean necesarias para lograr esos fi­
nes, conforme a las disposiciones de esta L ey"
(Art. 110).
La Ley de Reforma Agraria peruana, de 21
de mayo de 1064, acepta y preceptúa ]a organi­
zación cooperativa de laa “ Comunidades de Indi-
gen ab” en los siguientes términos: “ Para los fi­
nes de la presente Ley, el Instituto de Reforma y
Promoción Agraria fomentará, por todos los m e­
dios a su alcance, la organización cooperativa en
las Comunidades e impulsará su desarrollo téc­
nico, económico, social y cultural" (Art. 128).

El Dr. Antonio Garda, político y escritor co­


lombiano, que desde hace años form a parte de
FAO y actúa como asesor en cuestiones agrarias,
se cuenta también entre los más decididos parti­
darios de la conversión de las comunidades indi
ganas en cooperativas. En la "Introducción Criti­
ca” que precede a la “ Recopilación" de la “ Le­
gislación Indigenista de Colombia” , de qué es
autor, consigna al respecto juicios categóricos co­
mo los que siguen: “ La comunidad ha existido
como un marco, no como un sistema. Para que
se convierta en sistema de vida, la comunidad
indígena deberá transformarse en cooperativa in­
tegral, capaz de cubrir los distintos frentes de su
actividad económica, tal como se desprende de
la Resolución XLVI del Congreso de Fátzcua-
ro” . . . "T al como se encuentra hoy la comunidad
indígena... no podrá subsistir, n i aun en el más
simple sentido vegetativo, si no se la dota de una
nueva base: la organización cooperativa, que re­
suelva los problemas de eficiente empleo de sus
tierras, su mano de obra, sus artes, sus limita­
dos factores de producción. Sólo a través de un
régimen de cooperativas integrales, que tomen
loa problemas de la economía como un todo, po-

— 191 —
LAS COMUNIDADES INDIGENAS EN BOLIVIA

drá el Estado aplicar la Carta de Pátzcuaro y


construir un verdadero sistema de protección eco­
nómica a las comunidades indígenas".

La cooperativa presupone la propiedad priva­


da, con la sola circunstancia de que ésta se halla
asociada con otras propiedades de igual carác­
ter. Consiguientemente, el régimen cooperativo
no representa una modalidad específica entre las
grandes formaciones económico-sociales que se
han sucedida en el curso de la historia. “ La coo­
peración —dice N. Kulagin— no constituye una
formación económica independiente: su esencia
social la determina el modo de producción im­
perante. Por ello, bajo el capitalismo las coope­
rativas sólo se diferencian de las empresas capi­
talistas po-r la forma, pero no por el contenido".
17)

Lo cual quiere decir, en rigor de lógica, que


propiciar la organización cooperativa en las co­
munidades indígenas, importa, en el hecho, favo­
recer la desintegración de aquéllas. “ La consti­
tución de las cooperativas —dice con razón el eco­
nomista peruano Dr. Virgilio Roel Pineda— pre­
supone la existencia de pequeños propietarios y
sólo es posible recomendarla en los casas en
Iob que la comunidad tradicional ha sido destrui­
da totalmente” . (8)

(l>) A. García, Legislación Indigenista da Colombia; Intro­


ducción critica, y recopilación de Antonio García, Mé­
xico, Instituto Indigenista Infceramericamo, 1958, P- 18
y 19.
(7) N. Kulagfii. La Cuestión Agraria y el Mor]miento de
Liberaalón Nacional, Praga, Ed. Fas y Socialismo, 1964,
J>. 22.

(8) V. Roel Pineda, La Economía Agrada Peruana. 2 «. ed.,


Lima, TaH de Grafcolor, 1961, t II, p. 184

— 192 —
LAS COMUNIDADES INDIGENAS EN BOLIVIA

C.— Socialismo embrionario. En una actitud


diametralmente opuesta a la de aquellos que
preconizan la disolución inmediata de las comu­
nidades indígenas, hay quienes abogan por la con­
servación de ellas. Estos últimos fundamentan
bu punto de vista en la consideración de que las
comunidades indígenas pueden servir de embrión
para que la sociedad evolucione hacia el socia­
lismo, aprovechando los “ instintos colectivistas”
de los aborígenes.
Veamos, ante todo, hasta qué punto es evi­
dente aquello de los “ instintos colectivistas” de
los aborígenes dentro de las comunidades en es­
tudio. Recurramos, en primer término, al testi­
monio del Prof. Jean Vellard, uno de los investi­
gadores más serios sobre este problema. “ Casi
en todas partes —expresa el citado profesor—,
desde hace algunas decenas de años los lotes se
han vuelto fijos y sus limites se han establecido
una vez por todas, cuando las comunidades han
decidido, unas después de otras, detener el par-
oelamiento que amenaza reducir las partes o
porciones ínfimas. .. Su largo pasado de vida
comunitaria no ha orientado a los campesinos
de los Andes, como parece lógico suponer, ha­
cia un colectivismo más renovado basado en la
igualdad de la repartición de tierras entre todos
los miembros del grupo. Es dentro de un régimen
de pequeña propiedad que ellos han buscado una
solución a los problemas surgidos del aumento de
la población y de las nuevas condiciones económi­
cas y sociales del altiplano1’ . O)

La Asociación Peruana de Ingenieros- Agró­


nomos, refiriéndose al mismo problema, sostiene

(9) T. V«Hard, El régimen de tiernas en lo. comunidad, trad.


Inédita de la P rof. Srta. E M ra Pom m ier, p. 7 y 14.

— 193 —
ARTURO URQUIDI

igualmente: “ Cuando se trata... de las tierras


propiamente agrícolas, las comunidades, en la
mayoría de los casos y en sus más grandes pro­
porciones, no constituyen otra cosa que asocia­
ciones de pequeños agricultores o más bien aso­
ciaciones de minifundiatas, con las conocidas y
graves consecuencias que de ellos se derivan” .
(10)

Esta concepción guarda cierta afinidad con


el “ populismo” ruso, teoría según la cual los
campesinos representan la “ principal fuerza re­
volucionaria” y que la comunidad campesina
constituye el “ germen y la base del socialismo” .
Dicho de otro modo, el “ populismo” es una teo­
ría que subestima el papel del proletariado en
el proceso de las transformaciones sociales y lo
suplanta con los campesinos en su misión revo­
lucionaria.
Decimos que esta concepción guarda cierta
analogía con el “ populismo” ruso, porque un
planteamiento orgánico, con todas las caracterís­
ticas de tal teoría extra-americana, nunca se ha
dado en realidad ni en B Olivia ni en el Perú. Lo
único que ha habido es una exaltación romántica
de la comunidad indígena, en parte como secuela
de las bondades y prestigio atribuidos a la socie­
dad incaica —presentada antea de ahora como
una organización “ perfecta", sin mucho espíritu
critico—, y en parte, como reacción contra los
excesos e injusticias del individualismo imperan­
te. Esa superestimación de las comunidades tra­
dicionales, basadas en el ayllu, establece, evi­
dentemente, alguna relación de parentesco de la

(10) DedlareoUn de la a *- D n t i t de üegenleroe


Agitinomoe frente a la Befóme Agraria y el Proyecto
de Iisy enriado por d Poder XJacutívo al Penlameato,
p&g. 16.

194 —
LAS COMUNIDADES INDIGENAS EN SOLIVIA

teoría que examinamos can la llamada concep­


ción "populista” ; pero aquella teoría, de filia­
ción perú-boliviana, por las razones que acaba­
mos de anotar, corresponde, por lo general, a es­
píritus poco maduros, entusiastas por ideales de
renovación, a la cual no hemos sido extraños
nosotros mismos en nuestras primeras produccio­
nes bibliográficas.
José Carlos Mariátegui, el gran líder perua­
no, fue acusado de ‘ ‘populista” , como se sabe,
por el historiador soviético V. Miroshevisky. Jor­
ge del Prado y t í. Arroya Posadas, en forma ve­
hemente y documentada se encargaron de levan­
tar el cargo. La revista cubana Dialéctica, asu­
miendo el papel de árbitro, al respecto decía:
Sin duda leyendo sus Siete Ensayos, resalta la de­
rivación populista de Mariátegui en esta primera
época de su actividad política. Su mérito excep­
cional consiste, precisamente, en que procediendo
de medios intelectuales típicamente pequeño-bur-
gueses, trabajando solo, en un país agrario con
una clase obrera incipiente y permeada de tradi­
ciones artesanales, Mariátegui supo sacudirse a
tiempo, con genialidad de precursor, esas limita­
ciones, rompiendo a tiempo con el aprismo y
orientándose certeramente en el rumbo marxista-
leninista. De este modo podríamos decir que Ma­
riátegui, partiendo de concepciones "populistas” ,
murió como mandsta-lenimsta, sin que ello im­
plique que aun en esta última etapa ejemplar
de su existencia, dejen de percibirse en sus es­
critos algunos errores que en nada disminuyen su
estatura de líder” . (U)
La exaltación de la comunidad indígena en el
Perú es común a una serle de prestigiosos inte-

(11) Antecedente» de la Reforma Agraria en BoUvla, Ta­


mo 2 ». La P az, 1SG3. pág. 286.

— 195 —
ARTURO URQU1DI

lectuales como Hildebrando Castro Pozo, Luis E.


Valcárcel, J. Uriel García, César A. Guardia Ma-
yorga, Roberto Mac-Lean y Estenos, José Matos
Mar, Mario VásqueZ, Héctor Martínez, Virgilio
Roel Pineda, José R. Sabogal Wiesse y otros, sin
que por ello tengan que ser catalogados como “ po­
pulistas” convictas y conlesos, ya que en sus ale­
gatos o exposiciones en defensa de la comunidad
no se dan todos los rasgog esenciales de aquella
concepción. Por cierto, unos se aproximan más
que otros a la tesis “ populista” , explicándose tal
circunstancia por el tiempo en que actuaron, ha­
ciendo algunos el papel de “ precursores" en los
movimientos de insurgencia popular, sin la in­
formación teórica necesaria, o porque los demás
no tuvieron el cuidado de esclarecer debidamen­
te su pensamiento.
Sin embargo, creemos que los intelectuales
peruanos, por lo mismo que su país ofrece un
caso sociológico de particular relieve sobre el
aferramiento histórico de las comunidades indí­
genas de raigambre gentilicia, tienen la misión
de estudiar más a fondo este problema y formu­
lar una tesis bien elaborada, tanto por deber cívi­
co como por imperativos de carácter científico.
Pudo abrir cauce firme y orientador en este
sentido el “ Primer Forum Nacional de Comuni­
dades Indígenas y Reforma Agraria” , celebrado
en la ciudad de lea, en noviembre de 1963, con
los auspicios de la Universidad Nacional “ San
Luía Gonzaga” . Lamentablemente, las conclu­
siones adoptadas por dicho Forum carecen de
profundidad y no toman en cuenta ni las condi­
ciones históricas concretas ni la correlación de
fuerzas en la sociedad y el Estado peruano. En
primer lugar, en el respectivo pliego de conclu­
siones se empieza por hacer la curiosa distinción
de “ comunidades libreB” y “ comunidades cauü-

— 196 —
LAS COMUNIDADES INDIGENAS EN BOLIVIA

vas” , siendo las primeras aquellas que conservan


su tradicional organización comunitaria, y las
“ cautivas” , aquellas que perdieron ese primitivo
carácter y se convirtieron en comunidades de ha­
cienda. Al hacer tal distinción se olvida que am­
bos tipos' de comunidad representan sistemas de
producción diferentes, derivados de formaciones
económico-sociales históricamente distanciadas,
en cuya virtud los problemas que encaran son
también diferentes- Las llamadas “ comunidades
cautivas", para reconquistar su libertad, no es
que debían retrotraerse a su primitiva organiza­
ción comunitaria, sino redimir a sus miembros
de su condición de siervos, romper los lazos de
su sometimiento feudal.
En la cuestión de fondo, el mencionado Fo­
rana, en el punto 24 de sus conclusiones plantea
concretamente: “ se propone enfáticamente co­
menzar y centrar la reforma agraria en las Co­
munidades Indígenas, declarándolas como “ Uni­
dades fundamentales de la Reforma Agraria
Peruana” . Seguidamente, se enumera los “ cam ­
bios tecnológicos” que deberían experimentar las
comunidades indígenas^ para acabar recomen­
dando que “ la transformación de las comunida­
des libres y cautivas en verdaderas unidades de
producción o empresas debe tener en cuenta la
incorporación insustituible de la técnica de con­
centración de la .producción, sirviéndose para
BBto de la organización cooperativa...” .
Se perdió de vista, ante todo, que respecto a
la cuestión agraria el Perú .encaraba, en ese mb-
mento, tres problemas específicos y muy dife­
rentes: el de las comunidades indígenas, el de
los campesinas sometidos s servidumbre feudal
y el del proletariado rural.
En relación con las comunidades indígenas
—aspecto que más directamente nos interesa—

— 197 —
ARTURO URQUIDI

la proposición del “ Forum” , pese a sus genero­


sos designios, incurría, a nuestro juicio, en tres
graves defectos: 1? desconocer la autonomía de
las comunidades indígenas, ya que son éstas las>
únicas que pueden decidir sobre su futuro y las
formas de organización que más les convengan; 29
preconizar la estructura cooperativa para las co­
munidades indígenas, importa, en el fondo, des­
virtuarlas en su esencia y atentar contra su mis­
ma existencia; y 39. subestimar la correlación
de fuerzas en la sociedad y el Estado peruano,
si el propósito era —como parece— promover,
en gran escala, una organización de tipo colecti­
vista, cual viene ocurriendo en algunos países
adelantados.
D.— Nacionalidades oprimidas. El notable
científico y explorador francés Alcides D’Orbig-
ny, en su conocida obra El Hombre Americano,
daba la categoría de “ naciones” , entre otros gru­
pos étnicos, a los quechuas y aym aras. La califi­
cación del citado autor, inspirada sobre todo en
razones lingüísticas, correspondía, por cierto, al
pensamiento de la época. Aunque la moderna so­
ciología exige el concurso de mayores requisitos
para caracterizar el concepto de nación (comuni­
dad de idioma, de territorio, de vida económica y
de cultural, lo cierto es que D ’Orbigny, con cri­
terio de antropólogo, apreciaba a los quechuas y
aymaras como agregados étnicos de mucha im­
portancia.

Posteriormente, la calificación de D’Orbigny


fue seguida por algunas autores tanto nacionales
como extranjeros, aunque sin mayor análisis del
problema.
A contar con nuestras escasas fuentes biblio­
gráficas sabemos que, hace tres décadas, el se­
ñor Roberto La Torre, escritor peruano, fue aca-

— 198
LAS COMUNIDADES INDIGENAS EN BOLIVIA

so el primero en hablar de “ nacionalidades opri­


midas” , con referencia a las poblaciones indíge­
nas de América, en el sentido que modernamente
se da a tales términos) y a la problemática que
ellos comportan. “ Los indios peruanos, como los
bolivianos y ecuatorianos —decía, entonces, el ci­
tado autor— no son una “ clase” y menos “ sub­
proletariado” . Los indios forman, en su conjunto,
nacionalidades oprimidas. Dentro de esas nacio­
nalidades, no hay mucha necesidad de ser dema­
siado listas, para encontrar la convivencia de to­
da una gama de “ clases” : campesinos ricos, cam­
pesinos medios, campesinos pobres, proletarios
ciento por ciento, semi-proletarios, etc. y hasta
uno que otro “ señor burgués” , que no por haber
cambiado la mantera por el hongo o la tabla-ca­
saca por el frac, han dejado de ser indios. In­
cluso, existen IndioB, “ lumpen-proletariat” ham­
pa; rateros, vagos, bohemios, etc.

“ El “ problema del indio” —continúa La To­


rre— no es, pues, a secas ni “ racial” , ni “ cultu­
ral” , ni “ económico” . El "problema del indio” ,
en sus lincamientos generales, representa “ doS”
problemas; el Problema Nacional y el Problema
de la Tierra. El primero, porque el indio forma
nacionalidades oprimidas —a las que no tocó la
independencia americana— que tienen que rei­
vindicarse, recuperar su independencia, emanci­
parse y, claro, autodeterminarse. El segundo,
porque la mayoría de los indios son campesinos:
propietarios individual o comunitariamente de
pequeñas parcelas de tierras, las más pobres
por cierto, que el gamonalismo les dejó puesto
que al fin es necesario que los indios vivan para
poder producir y ser explotados, viven ligados a
La tierra ya sea como siervos, como arrenderos,
yanacones u obreros agrícolas, y porque una gran
parte de la minoría de indios proletarios, sobre

— 199 —
ARTURO URQUIDI

todo los mineros, ante la explotación gemí-escla­


vista y semi-feudal de que las hace objeto la in­
dustria, tienen su esperanza puesta en la posibi­
lidad de volver alguna vez al campo y tener un
pedacito de tierra.

“ De la solución efectiva —concluye— de estos


dos problemas: Problema Económico (Proble­
ma de la Tierra) y Problema Nacional, depende
la solución de todos los demás problemas que de
ellos mismos se desprenden” .0 8
Sin embargo, ee en Bolivia donde, última­
mente, ha cobrado mayor relieve e importancia
la tesis en virtud de la cual se considera que las
“ comunidades indígenas representan un sistema
de economía social que corresponde al grado de
evolución de ciertos pueblos indígenas que. .. so­
portan un régimen de “ opresión nacional” . Quien
ha configurado mejor la referida tesis es Jorge
Ovando Sanz en su obra Sobre el problema na­
cional y colonial de Bolivia.

Ante el problema de la “ conveniencia” o


“ inconveniencia” de la liquidación de las comu­
nidades indígenas, el citado autor discrepa fun­
damentalmente de quienes preconizan la extin­
ción de tales comunidades por considerarlas co­
mo organizaciones “ anacrónicas” , ya que, en su
concepto, "e l problema del “ anacronismo” de
determinadas formas de propiedad de los pue­
blos indígenas, de sus medios tradicionales de
subsistencia y de sus formas de civilización, no
ea algo que debe juzgarse con el criterio de las
clases dominantes de la nación opresora de esos
pueblos, pues ellas hallarán "anacrónico” todo

(13) K. La Torre, "31 indio no ea sólo una ‘-claee’ ” , ar­


ticulo en Koeko, ju lio 21, UBI, p. 8.

— 200 —
— 201 —
LAS COMUNIDADES INDIGENAS EN BOLIVIA

D IR IG E N T E S D E C O M U N ID A D E S C A M P E SIN A S
ARTURO URQUIDI

aquello que se oponga al sistema de opresión na­


cional, sino que es un problema que sólo puede
ser y será resuelto con la liquidación del sistema
de la opresión nacional y colon ial...”

“ Los distintos pueblos de Bolivia —dice


Ovando Sanz, reforzando su tesis— atraviesan por
fases diversas de desarrollo económico y en
ellos podemos encontrar algunos de los tipos fun­
damentales de relaciones de producción: comu­
nismo primitivo, esclavismo, feudalismo y capi­
talismo. Y esta es la razón por la cual, cuando
se estudia la economía y la historia de Bolivia
en su conjunto, tomando como medida el capita­
lismo de la nación boliviana, la economía y la
historia de los demás pueblos indígenas apare­
cen como “ anacrónicas” .
“ Es precisamente este “ anacronismo” el que
sirve de pretexto en Bolivia para justificar el ré­
gimen de opresión nacional, aprovechando para
la nación boliviana o, más propiamente, para
sus clases dominantes, todos los rasgos patriar­
cales, precapitalistas, de las nacionslídades y
tribus” .
“ Pero cualquiera que fuese el grado de des­
arrollo económico, cualesquiera que fuesen las
relaciones de producción de los pueblos (comu­
nismo primitivo, esclavismo, feudalismo o capi­
talismo), cualesquiera que sean las circunstan­
cias históricas concretas que rodean a cada uno
de los pueblos, el sistema de la opresión nacio­
nal subsiste, porque este sistema no sólo se ex­
presa en la explotación económica (que adopta
las más diversas y cambiantes formas), sino
también por todas las medidas de restricción vio­
lenta de todos los rasgos distintivos de las nacio­
nalidades, o sea, del idioma, del territorio y de
la cultura. El “ anacronismo" en el desarrollo de

— 202 —
LAS COMUNIDADES INDIGENAS EN BOLIVIA

las pueblos (tribus, nacionalidades y naciones)


es inherente al régimen de opresión nacional, és
inherente al capitalismo, y por eso es que tildar
de “ anacrónicos” el régimen económico y social
de los pueblos, situándose en el punto de vista de
las clases explotadoras de la nación dominante,
y a ese título liquidar su economía, perseguir su
idioma y su cultura, usurpar sus tierras y privar­
los de sus territorios, equivale de hecho a justi­
ficar en toda su magnitud y ferocidad el régimen
de opresión nacional” .U3)

2) PUNTOS D E VISTA QUE SUSTENTA


EL AUTOR.

A.— Las nacionalidades precolombinas. Según


el esquema clásico relativo al desarrollo de las
“ comunidades humanas” , la formación de las
naciones obedece al siguiente proceso: la reunión
de varios clanes da lugar a las fratrías; la agru­
pación de éstas, a su vez, constituye una tribu;
por último, la asociación o confederación de tri­
bus origina la entidad superior llamada nación.
Con arreglo a este esquema, el profesor Men-
dieta y Núñez, entre otros, dice por ejemplo:
“ La Confederación de tribus es el anteceden­
te inmediato de los pueblos y de las naciones;
pues, éstos surgen de ella como resultado del
aflojamiento de los lazos de parentesco y de san­
gre para dar lugar a los más generales de raza
y de cultura” .
Sin embargo, modernamente, se sostiene que
la asociación o confederación de tribus no da lu­
gar a la nación, Bino, simplemente, a la naciona­
lidad, en cuya virtud, ésta se entiende como la

(13) J. Ovando S:.na, Soto* «1 portilema rapitala! y colonia]


Oe Bolivia, p. 250, 251.

— 203 —
ARTURO URQUIDI

“ agrupación de tribus afínes por su idioma y ori­


gen que viven en el mismo territorio” .

Las naciones, conforme a esta nueva teoría,


sólo surgen al desaparecer la dispersión feudal,
en la época del capitalismo ascensional.

Con la salvedad anotada podemos decir que,


a tiempo de la conquista, las culturas aborígenes,
especialmente las más desarrolladas, ya consti­
tuían verdaderas nacionalidades, puesto que en
su evolución sociológica habían llegado a la fase
de las ligas o confederaciones tribales. Sobre to­
do los aztecas, los chibchas o millacas y los pe­
ruanos de la época incaica, representaban ya na­
cionalidades bien estructuradas, inclusive con
una avanzada organización estatal.
Consiguientemente, la dominación española
no sólo que contuvo el desarrollo natural o es­
pontáneo de dichas nacionalidades, sino que ejer­
ció un violento régimen de opresión nacional y
colonialista a lo largo de tres siglos, (ril
Después de la independencia del Alto Perú y
una vez constituida la República de Bolivia, el
nuevo Estado comprendió bajo su soberanía un
pueblo sumamente heterogéneo, compuesto por
una serie de nacionalidades y grupos étnicos me­
nores. La nacionalidad criolla, que vino formán­
dose a lo largo de la Colonia, prepondera sobre
ese conjunto abigarrado de nacionalidades y gru­
pos étnicos menores y toma el comando del nue­
vo Estado, prevalida de su mayor poderío econó­
mico y político, a la vez que de su mayor grado
de cultura, y de la función directriz que había
ejercida durante las luchas por la independencia.

(14) A. U rquidl, HI feudalism o e s Am érica j la Reform a


A graria B oliviana, p . 150-151,

— 204 —
LAS COMUNIDADES INDIGENAS EN BOLIVIA

De igual manera que en los demás países latino­


americanos, en Bolivia la nacionalidad criolla al­
canza a fisonomizarse como nación sólo en el
curso de su historia republicana, bajo la influen­
cia del sistema capitalista de producción. Tal.he­
cho, sin embargo, no llega a convertir a Bolivia
en un Estado Nacional porque su composición de­
mològica no integra una sola nación, coherente
y articulada, con todos los rasgos esenciales que
exige esta formación histórico-sociológica, sino
que se halla diversificada en una serie de nacio­
nalidades indígenas, con sistemas económico-so­
ciales diferentes y en distinto grado de evolución
cultural. Por eso, procediendo con rigor cientí­
fico, tenemos que darle la razón a Jorge Ovando
Sani cuando dice que “ la única nación formada
y consolidada y que históricamente ha llegado a
formar el Estado que se llama Bolivia es la na­
ción boliviana” ; es decir, “ la población no indí­
gena de nuestro país, en contraposición a la in­
mensa mayoría de la población indígena,- forma­
da por numerosas nacionalidades, tribus y gru­
pos etnográficos” . O®

Se tiene que convenir, por lo mismo, en que


Bolivia no es propiamente un Estado nacional,
sino, como BO&tiene el mismo Ovando Sanz, un
“ Estado multinacional” .
Allora bien, dentro de este Estado multina­
cional, los quechuas y aym aras constituyen las
“ nacionalidades” indígenas principales y las m e­
jor configuradas en esta su categoría hi^órico-
sociológica. Desde los tiempos.de la Colonia, una
parte de estas nacionalidades fue sometida a la
servidumbre campesina en los latifundios de tipo
feudal, y la otra parte, se ha mantenido hasta

(15) J. Ovando Sauz, o h c it , p. 81.

— 205 —
ARTURO URQUIDI

hoy dentro de bus organizaciones comunitarias,


concentrada en Iob llamadas “ reducciones" o
pueblos de indios, instituidas por los españoles.
Los quechua-aymaras de la primera categoría,
como consecuencia de la Reforma Agraria de
1953, han sido redimidos de su condición de sier­
vos al ser declarados dueños de los pegujales que
antes poseían en forma precaria.

Pese a ello, tanto los quechuas y aymaras,


como los demás grupos étnicos de la región
oriental del país, siguen constituyendo la inmensa
masa indígena postergada, sometida a un régi­
men de “ opresión nacional", como consecuencia
de la actual organización de la sociedad, fundada
en el antagonismo y explotación de clases socia­
les.
Como la mayor parte de los países latino­
americanos, Bolivia, desde el punto de vista na­
cional encara un doble sistema de opresión: una
interna, derivada de su carácter “ multinacio­
nal", y otra extema, emergente de su condición
“ colonialista", sometida al poderío económico y
político de potencias extranjeras.
Este bilateral problema, nacional y colonial
a la vez, por necesaria prelaclón de hechos, obli­
ga a fortalecer el Estado boliviano para ofrecer
un frente común y conquistar la verdadera inde­
pendencia del paÍB, a base de la cooperación y
entendimiento mutuo de los diversos sectores de-
móticos que integran dicho Estado.

El segunda aspecto, o sea el de la opresión


interna, lamentablemente sólo podrá ser supera­
da en forma radical y completa cuando desapa­
rezca el régimen de explotación de clases, esto
es, en otros términos, cuando advenga una socie­
dad mejor organizada y más justa.

— 206
LAS COMUNIDADES INDIGENAS EN BOLIVIA

"La opresión de las naciones y nacionalida­


des —dice Konstantinov— es un fenómeno inevi­
table bajo el capitalismo, como lo es también el
que esta opresión provoque los movimientos de
liberación nacional y dé lugar al problema na­
cional' ’ .(10)
Entre tanto, el Estado boliviano, por impera­
tivo histórico, tiene el deber de preservar a las
poblaciones indígenas, respetando y fomentando
sus expresiones» culturales propias, de tal mane­
ra que en un futuro no lejano puedan colocarse
en un pie de igualdad con los sectores no indíge­
nas del país. La política eBtadual en este orden
debe tener muy presente que toda "comunidad
humana” , por pequeña que sea, tiene derecho
a la vida, y que “ un pueblo no puede ser libre si
oprime a otros puehloB...”

Los quechuas y aymaras, por el hecho de


constituir nacionalidades sociológicamente con­
figuradas, tienen derecho a subsistir y proyec­
tarse en el porvenir como tales "comunidades
humanas” , con la facultad de libre determina­
ción inclusive, si hubiere lugar a ella en algún
momento histórico, a despecho de quienes pien­
san que deberían desaparecer en ese su carác­
ter ante el embrujo de consignas o de términos
convencionalmente puestos de moda.

Por lo demás, el Estado boliviano tendrá


mayor cohesión y fortaleza si, a su vez, garan­
tiza también mayor libertad y mejores condicio­
nes de vida a las diversas nacionalidades que lo
integran y en la medida en que sepa estimular
y dirigir la acción conjunta de todas ellas para

(16) F. V. Konstantinov, za w ateriaU aao H istó rico , Méxi­


co, Grijalbo, 1967, p. 249.

— 207 —
ARTURO URQU1DI

conseguir una verdadera independencia econó­


mica y política del país en general.
B.— La propiedad de la tierra. Recordemos
que sobre el origen de la propiedad, como institu­
ción social, se contraponen dos famosas teorías:
la individualista y la colectivista. Según la pri­
mera, la propiedad es un "atributo inherente a
la persona humana” , principio admitido y consa­
grado en la "Declaración de los Derechos del
Hombre” , proclamada por la Revolución Fran­
cesa. Para la segunda, en cambio, la propiedad,
como toda institución social, es un fenómeno de
carácter histórico, que ha Burgido en cierta fase
del desarrolla de la humanidad y se halla deter­
minada por los modos de producción y por el des­
arrollo del cambio.
Cuvillier resume In segunda teoría, conocida
bajo el nombre de la tesis del “ comunismo pri­
mitivo” , en los siguientes términos: “ La comuni­
dad agraria, en un principio comunista, se habría
ido cerrando cada vez más, tendiendo al mismo
tiempo hacia el individualismo: primero comuni­
dad de clan, como la marka germánica, se habría
convertido luego en comunidad de aldea, con dis­
tribuciones periódicas como en el mlr ruso, el
allmend germánico, suizo o escandinavo o las
comunidades) de Java y la India, más adelante
en comunidad Se fam ilia indivisa, como entre los
eslavos meridionales, para convertirse por últi­
mo en la comunidad de grupo fam iliar restringi­
do de tipo moderno” .OD
En los albores de la humanidad no existía la
propiedad de la tierra ni en su forma privada o
individual ni en su forma colectiva, puesto que,
como dice Aguiluz Berlioz, “ cualquiera de am-

(17) A. Cuvillier, X eau a l de Sootóloíia, p. 400

— 208
r

LAS COMUNIDADES INDIGENAS EN BOLIVTA

bas formas de propiedad requiere, como princi­


pio fundamental e indispensable, la sedentariza-
ción de los grupos nómades” .
Se sabe, en efecto, que durante la Edad Pa­
leolítica, —la cual se extendió por milenios y es
más extensa que todas las edades posteriores jun­
tas—, los grupos humanos primitivos anduvieron
errantes, alimentándose mediante la recolección
de frutos, la caza de animales terrestres o la pes­
ca de la fauna acuática. Mientras la horda era
la forma elemental de la convivencia humana, no
pudo existir, por cierto, ninguna forma de pro­
piedad de la tierra, ni siquiera la menor noción
acerca de ella.
La propiedad de la tierra empieza a bosque­
jarse solamente cuando el desarrollo de las fuer­
zas productivas conduce a la ganadería y a la
agricultura; es decir, únicamente, cuando e l
hombre deja de ser un simple recolector o depre­
dador de productos, de sus alimentos o medios
de subsistencia. Históricamente, según modernas
investigaciones, ese paso trascendental tuvo lu­
gar, en sus primeras fases, durante la Edad Me-
solítica, período comprendido entre las grandes
edades Paleolítica y Neolítica.
No hace falta decir que la Edad Mesolitica
marca apenas una fase de transición del estada
nómade al sedentario. Por lo mismo, el hombre
todavía se debate entre sus inveteradas prácticas
de recolector y sus nacientes hábitos de productor
de alimentos. Cuando realmente se afirma este
cambio fundamental en el modo de vida de la
sociedad humana es durante la Edad Neolítica,
abriéndose desde entonces la perspectiva dimite
de su estupendo desarrollo posterior.
A partir de Ja Edad Mesolitica, pero, prin­
cipalmente, durante la Edad Neolítica, la horda

— 209 —
ARTURO URQUID1

trashumante de tiempos anteriores se convierte


en clan o gens, esto es, en un agregado social esta­
ble, plenamente sedentaria, que produce sus me­
dios de subsistencia mediante la ganadería o la
agricultura. La práctica de estas dos actividades
productivas, especialmente de la segunda de
ellas, ya exige la posesión de un área territorial
concreto, más o menos definido en sus contornos.
En las primeras fases de la vida del clan o
de la gens, la propiedad de la tierra es todavía
colectiva, debida al escaso desarrollo de los ins­
trumentos de trabajo, al estado incipiente de la
técnica productiva. En tales circunstancias, el
trabajador aislado e independiente no habría po­
dido abastecerse ni subsistir, librado a su solo
esfuerzo y recursos personales. Desvinculado de
su grupo habría perecido fácilmente ante el po­
der de las fuerzas naturales o la arremetida de
los animales feroces. La acción conjunta, estre­
chamente solidaria entre los miembros del clan,
era, pues, una condición, perentoria y obligada
para garantizar la vida tanto individual como
colectiva de los primeros agregados humanos.
Se impuso aBÍ, determinado por lasi circuns­
tancias, aquel estado social conocido con el nom­
bre de comunidad prim itiva, cuyas característi­
cas esenciales consisten en el trabajo colectivo,
la propiedad común de la tierra y el reparto
Igualitario de los productos del trabajo.
Hemos creído necesaria esta digresión para
hacer ver que la segunda tesis, entre las que se­
ñala Cuvillier acerca del origen de la propiedad,
es la única que vale la pena de ser tomada en
cuenta desde el punto de vista sociológico. En
consecuencia, según el esquema trazado por el
mismo Cuvillier acerca de las fases de evolución
experimentadas por los primeros agregados hu­
manos, las llamadas comunidades indígenas en

— 210 —
LAS COMUNIDADES INDIGENAS EN BOLIVIA

nuestro país, históricamente entroncadas con los


ayllaB o clanes de la antigua cultura peruana, ya
han llegado, indudablemente, a la última lase
de evolución que registra el indicado esquema,
es decir, a la fase de la "comunidad del grupo
familiar restringido” , forma que antecede a la
plena constitución de la propiedad privada de la
tierra.
C.—Repercusiones de la reforma agraria so­
bre las comunidades indígenas. Cual ya dijimos
en otro lugar, la Ley de Reforma Agraria del
año 1953 contiene muy pocas medidas acerca de
las "comunidades indígenas” . La Comisión que
redactó dicha ley tuvo el buen sentido de no aven­
turar disposiciones de fondo al respecto, porque,
consciente de la complejidad y magnitud del pro­
blema, pensó sagazmente que las citadasi orga­
nizaciones, en razón de su estructura y régimen
de vida peculiares, debían ser objeto de una le­
gislación especial, previa una fase de investiga­
ción y estudio a cargo de expertos en la materia.
Se limitó, por ello, a preceptuar ciertas normas
generales, destinadas, sobre todo, a precautelar
los intereses de las nombradas comunidades indí­
genas, tanto en el orden individual como colec­
tivo.
Sin embargo, indirectamente, la Reforma
Agraria de 1953 ha tenido la virtud de crear un.
ambiente de mayor seguridad para las comuni­
dades que nos ocupan, abriéndoles la posibilidad
de actuar libremente en el sentido que más con­
venga a sus intereses.

Nadie ignora que desde la conquista espa­


ñola, la propiedad de la tierra planteó una con­
tradicción fundamental entre el latifundio feudal
y . la comunidad indígena. Tal contradicción se
acentuó mayormente durante la República, por

— 211 —
ARTURO URQUIDI

el lapso de más de una centuria, a cuya conse­


cuencia el latifundismo feudal se expandió con
todo vigor a costa de la propiedad indígena, prin­
cipalmente a costa de las tierras comunitarias.

Frente al sistemático avance del latifundis-


tno feudal, las comunidades indígenas se consti­
tuyeran en verdaderos parapetos, aunque no siem­
pre invulnerables, en defensa de la propiedad
indígena. De otra manera, sin esa función protec­
tora o de autodefensa, habrían desaparecido to­
das ellas, exponiendo a sus miembros a soportar
el yugo de la servidumbre feudal, llamada colo­
nato entre nosotros, en las mismas condiciones
que los demás indígenas del país.
Durante la vigencia del sistema feudal de
producción, más que el incentivo de la tierra mo­
vía a los hacendados el interés de la mano de
obra barata, el trabajo casi gratuito del campe­
sino indígena. Pero como dentro de tal sistema
de producción, el campesino se hallaba adscrito
a la gleba, constituyendo una unidad inescindlble,
el interés del feudal por el brafco del labriego,
suponía también la codicia por la tierra.

La Reforma Agraria del afio 1053 ha modi­


ficado substancialmente ese cuadro característi­
co del régimen feudal. Sin las ventsjas del “ colo­
nato” , vale decir, sin la perspectiva de las utili­
dades fáciles que brindaba la servidumbre cam­
pesina, ha desaparecido también la apetencia por
la tierra para quienes- estaban habituados al re­
zagado sistema agrícola de otros tiempos.

Y si fuera de este trastrueque fundamental en


el problema agrario del país se tiene en cuenta
que las tierras de comunidad son poco fértiles y
se hallan situadas en zonas marginales, fácil es
comprender que las comunidades indígenas están

- 212 —
LAS COMUNIDADES INDIGENAS EN BOL1VIA

garantizadas en sus tierras y en sus posibilida­


des de libre desenvolvimiento, gracias, a las nue­
vas condiciones creadas en el campo por la re­
forma agraria del citado afio.
Quiere decir, entonces, que dichas* comuni­
dades, al amparo de esas nuevas condiciones,
ahora pueden ejercitar su derecho a la libre de­
terminación, ya para conservar su tradicional ré­
gimen, declarar la plena propiedad de sus actua­
les parcelas, decidir su organización cooperativa
o ya para optar, finalmente, por un sistema de
franca colectivización.
D.— Orientación y contenido de la ley de co­
munidades en proyecto. La concepción general de
la futura ley de comunidades indígenas debe ins­
pirarse y consagrar el principio de la libre deter­
minación, a fin de que tales comunidades, por
autónoma y democrática decisión, conserven su
tradicional sistema comunitario o elijan otras
formas de organización, consultando el mejor in­
terés de sus miembros y el de la colectividad.
Con sujeción a dicho principio, y teniendo en
cuenta las posibles mutaciones que podrían so­
brevenir en el devenir histórico de las comunida­
des indígenas, la ley en proyecto dehería estruc­
turarse alrededor de loa siguientes cinco capítu­
los principales: 1) comunidad tradicional; 2) in­
dividualización plena de la propiedad privada; 3)
cooperativización; 4) colectivización absoluta; y
5) sistemas mixtos.
a) Comunidad tradicional. En este caso, cuan­
do la comunidad resuelva mantener su antiguo
régimen por decisión mayoritaria de los miem­
bros que la integran, mediante sus acostumbra­
dos sistemas de cabildos o asambleas, la ley de­
be limitarse a declararlo así, en un precepto
concreto y especial.

— 213 —
ARTURO URQUIDI

Sin embargo, si la “ inalienabilidad” de que


habla el Art. 58 de la Ley de Reforma Agraria
de 2 de agosto de 1953 para las propiedades de las
comunidades indígenas pudiera interpretarse co­
mo extensiva, inclusive, a las parcelas individua­
les que poseen los comuneros bajo el nombre
de gayadas, libnas, caUpas o mantas, en home­
naje, precisamente, del principio de libre deter­
minación que propiciamos y a fin de abrir cau­
ce a una mayor movilidad en las relaciones de
intercambio, acaso convenga, aún en este extre­
mo, de conservación de la comunidad tradicio­
nal, establecer expresamente que tal “ inalie­
nabilidad” no alcanza a dichas parcelas de po­
sesión individual, siempre que la transferencia
beneficie a otro miembro de la propia comuni­
dad.
La disposición que proponemos, fuera de
guardar consecuencia con el principio fundamen­
tal de la "libre determinación” , tendría base en
la realidad de los hechos, puesto que ya se dan
casos concretos de compra-venta de tierras den­
tro de las comunidades.
b) Individualizaolóo plena de la propiedad
privada. En un capítulo precedente, al ocupar­
nos del “ régimen de la tierra” en las comunida­
des, ya expresamos que el patrimonio territorial
de éstas comprende un sector de parcelas Indivi­
dualizadas, otro de tierras semicomimales, y uno
tercero, de tierras plenamente comunales.

Este sistema mixto es de data muy antigua,


acaso desdo tiempos preincaicos inclusive, ya que
su adopción marcó, precisamente, la transición
entre la comunidad primitiva propiamente dicha
y la comunidad rural o de vecindario. Can esta
tradición inmemorial, las parcelas individualiza­
das, especialmente las que se conocen con el

— 214 —
r

LAS COMUNIDADES INDIGENAS EN BOLIVIA

nombre de sayañas en nuestras comunidades, han


cobrado plena estabilidad desde tiempos preté­
ritos, a tal punto que ellas son objeto no sólo de
sucesión hereditaria, sino también de compra­
venta. Lo único que falta para que estas parce­
las tengan la3 características de la plena propie­
dad, en' el sentido romanista o quiritario, es un
aspecto meramente -fo rm a l, como es el de la indi­
vidualización del derecho propietario mismo so­
bre ellas, desvinculándolo del derecho colectivo
que incumbe a la comunidad toda.
Este proceso de individualización de la pro­
piedad de la tierra en las actuales comunidades
indígenas no se ha detenido en las sayañas o
parcelas de usufructuación privada e inmemo­
rial, sino que ya se deja sentir hasta en las tie­
rras semi-comunales o aynocas e inclusive en las
plenamente comunales como son los campos de
pastoreo, puesto que mientras en las primeras
las asignaciones individuales tienden también a
estabilizarse, en las de la segunda categoría, o
sea en los campos de postoreo, empiezan a dar­
se casos de loteamiento y apropiación particular.

Si es conveniente para las comunidades que


este proceso de individualización de la tierra pro­
siga su curso hasta la constitución de la plena
propiedad privada, sólo ellas estén autorizadas
a decidirlo, sea de inmediato, por' acuerdo deli­
berado y expreso, o dejando que el fenómeno se
produzca espontánea y gradualmente, por la pro­
pia gravitación de los hechos. Para cuando pu­
diera acontecer este caso, la ley debe contemplar
una disposición especial que lo prevea.
c) Cooperaüvlzaclón. La individualización ple­
na de la propiedad privada, prevista en el pun­
to anterior, importaría la disolución de la comu­
nidad. Llegado este caso sería posible propugnar

— 215 —
ARTURO URQUIDt

la cooperativización de las comunidades indíge­


nas, una vez que la cooperativa, según ya acla­
ramos en otra parte, presupone la plena propie­
dad privada y la concurrencia asociada de va­
rios dominios de igual condición.
Si alguna o varias comunidades, después de
renunciar a su organización comunitaria, optasen
voluntariamente por el régimen cooperativo, la
ley debe contemplar esta posibilidad y adelantar­
se a delinear, en sus rasgos esenciales, las for­
mas de gradual cooperativizaclón que habría que
recomendar para cuando se presente este caso.
En tal concepto, la primera fase del proceso
cooperativista debería consistir, únicamente, en
adoptar formaB sencillas de “ ayude mutua” ; o,
lo que es lo mismo, deberla concretarse a siste­
matizar el aynl, que es, cabalmente, la “ ayuda
mutua” que nuestros campesinos vienen practi­
cando desde tiempo inmemorial. En un principio,
esa ayuda sería sólo de carácter temporal, y
después, paulatinamente, en forma más durade­
ra o permanente. Posteriormente, a medida que
los campesinos vayan comprendiendo las venta­
jas del trabajo asociado y de acuerdo con el des­
arrollo de las fuerzas productivas*, se irían or­
ganizando, sucesivamente, cooperativas elemen­
tales y cooperativas de tipo superior.

La tierra no es un elemento imprescindible


para la existencia de laB cooperativas. Ciertos
tipos elementales, como las cooperativas de tri­
lla, de molienda, de esquila, de sanidad vegetal
y animal, de almacenaje, de riego, de compra­
venta de productos, etc., mediante la compra de
maquinaria e implementos adecuados, el aporte
de reducido capital o el trabajo y construcción
de obras necesarias, según los casos, a base de
pequeñas cuotas pagadas por los miembros de la

— 216 —
LAS COMUNIDADES INDIGENAS EN BOLIVIA

comunidad y en beneficio de ésta, siempre son


posibles como un factor de progreso, sin necesi­
dad de comprometer la estructura fundamental
de las actuales comunidades indígenas.

Por otra parte, alejándonos un tanto de la


linea clásica, según la cual la cooperativa presu­
pone la formalización previa de la propiedad pri­
vada sobre la tierra, también pueden tener ca­
bida esta clase de organizaciones, al menos en
sus formas intermedias que no afectan el dere­
cha de propiedad, en las comunidades indígenas
tradicionales, asociando parcelas o asignaciones
de mera usufructuación, si por este medio ha de
conseguirse romper el establecimiento de dichas
comunidades y estimular el desarrollo de sus
fuerzas productivas.

El profesor José Matos Mar, uno de los ex­


pertos mejor informados sobre la vida de las
comunidades indígenas, piensa que “ no es posi­
ble hablar de cooperativas en el área andina” ,
sino que se debería tender a la “ recuperación de
la comunidad andina como eje vital del desarro­
llo Integral del sector cam pesino...” por sar
aquella “ una célula social básica... que es mucho
más que la cooperativa” . Este es tal vez el mayor
de los retos, utilizando la terminología del histo­
riador Toynbee —agrega el citado profesor—, que
tienen las naciones andinas sudamericanas. Re­
cuperar su ayllu tradicional, su comunidad indí­
gena colonial y republicana. Convertirla en la co­
munidad andina del siglo XX, aprovechando sus
logros históricos sobresalientes e integrando en
ella elementos vitales de acuerdo a la evolución
de la humanidad. Tenemos una fórmula propia,
un invento nuestro que no debemos escamotear
bajo el título de cooperativa, dar nacimiento a

— 217 —
ARTURO URQUIDI

la comunidad andina como célula social básica


de un sano desarrollo nacional” .

Finalmente, ai, cual venimos sosteniendo, la


libre determinación debería ser él principio Bá­
sico que norme la vida de las comunidades indí­
genas, sólo ellas están en capacidad de elegir la
organización que más les convenga.

d) Colectivización. Dada la fuerte tendencia


que se observa en las comunidades indígenas ha­
cia la individualización de la propiedad de la
tierra, la colectivización total e inmediata de ella
es bastante improbable en las actuales circuns­
tancias. Sin embargo, la ley debe preverla y de­
jar abierta esta posibilidad, no sólo en homenaje
del principio de libre determinación que propug­
namos, sino, también considerando la necesidad
de anticiparse a los acontecimientos que podrían
sobrevenir en el futuro, al menos teniendo en
cuenta el acelerado ritmo que hoy van toman­
do los procesos de transformación social en el
mundo.

La plena colectivización de la tierra, como


sistema destinado a conseguir un alto grado de
productividad en el trabajo y un incremento
considerable de la producción, exigiría,, correla­
tivamente, para responder a las verdaderas fi­
nalidades de este sistema agrario, la adopción
de una técnica productiva moderna o muy des­
arrollada, tanto en lo referente a los instrumen­
tos de trabajo como en lo relativo a los métodos
de cultivo.

08 ) J. lía lo s mor, “Cambios sociales en SI altiplano boli­


viano. 31 área cultural de TJahuanajoo-Taraco", en
Economía, y A grtooltdlf, Lima, Vid. I, N« 2. día 1963-
febrero 1964, p. 112-113.

— 218 —
LAS COMUNIDADES INDIGENAS EN BOLIVIA

No siendo viable un programa de tal natu­


raleza en las circunstancias actuales, no sólo por
dificultades de carácter económico y técnico, si­
no, inclusive, por consideraciones de orden políti­
co, tal vez se podría acometer un plan gradual
de colectivización de la tierra, poniendo en eje­
cución, a manera de ensayo, un sistema semejan­
te al qué ha puesto en práctica e n el Perú el "P ro ­
grama Puno-Tambo-pata” en las áreas de Cómi­
ca chi, Chucuito y Taraco. Este programa, según
las valiosas referencias que nos« proporciona él
antropólogo peruano Don Héctor Martínez, ha
propiciado la organización de "ligas familiares"
al través de los troncos genéticos o antepasados
comunes con fines de producción, mediante la
colectivización de la tierra y el trabajo de los
miembros integrantes de tales grupos. “ A medi­
da que grupos de campesinos se iban interesan­
do en el proyecta —dice el citado autor— se fue­
ron trazando verdaderos árboles genealógicos1 y
se fueron ubicando los terrenos que formarían las
nuevas unidades económicas, indicando los pro­
pios campesinos a las personas con las que les
gustaría agruparse y los terrenos que serían
más adecuados para el trabajo en grupo, refle­
jando en todo caso las ligas familiares a través
de los troncos. Las nuevas unidades sociales y
de trabajo se formaron a partir de la representa­
ción de cada jefe de familia nuclear y de su apor­
te en terrenos para su explotación colectiva, y al
mando de un jefe de grupo... A medida que fue­
ron formándose —prosigue— los grupos de traba­
jo y señalaban los terrenos a explotarse, el agró­
nomo y el capataz procedieron, a levantar los pla­
nos catastrales de toda su extensión can indica­
ción precisa de los limites, formas y tamaños de
cada parcela entregada por cada una de las fa­
milias; de otro modo, hubiera aido casi imposible
que ellas aceptasen la desaparición de sus Hn-

— 219 —
ARTURO URQUIDI

deroa tradicionales, cuya violación de continuo


lia sido fuente de tensiones entre parientes y
ajenos, al mismo tiempo que tal medida les re­
servaba el derecho y la posibilidad de recobrar
sus parcelas en el momento que lo deseasen. Las
copias de los respectivos planos fueron entrega­
das a los correspondientes jefes de grupos y en
algunos casos también a otros miembros que exi­
gían con vehemencia. Levantado el plano catas­
tral el tractor procedía al arado y con él al rom­
pimiento de los linderos, tan celosamente guar­
dados por generaciones, dándose así un paso
adelante hacia el reagrupamiento de la propiedad
fragmentada, quizás por primera vez en el Perú,
y a la solución de los problemas que genera el
minifundio y su dispersión y también a la mejor
utilización de la técnica en condiciones más ven­
tajosas y económicas” .<1B)
e) Sistemas m ixtos. Fuera de las cuatro íor-
mas fundamentales señaladas en los capítulos
precedentes, en la práctica podrían presentarse
también sistemas mixtos de organización que
combinen la propiedad privada con la cooperativa
y aún con la colectivización plena. Desde luego,
la ‘‘comunidad tradicional” , en su forma vigente,
ya representa, en realidad, un típico sistema de
organización mixta, puesto que implica la co­
existencia simultánea de la propiedad privada,
que se concreta en las "sayañ as” , la propiedad
semioomunal, expresada en las “ aynocas/’ y la
propiedad plenamente comunal, representada
par las tierras de pastoreo.
Para que la “ comunidad tradicional” pudie­
ra afectar una forma deñnidamente mixta, no

(IB) H. Martillea, “Intepractón de la propiedad minifun-


dista m F l u id , Perú", en Economía y Airlonltnra, Li­
ma, Vol. I, Nf 4, j Linio-agosto 1964,

— 220 —
LAS COMUNIDADES INDIGENAS EN BOLIVIA

haría falta sino declarar la plena propiedad pri­


vada de las gayañas, desvinculándolas del dere­
cho conjunto que sobre ellas ejercen las entida­
des colectivas llamadas comunidades.
En las demás formas previstas, como las de
“ individualización plena de la propiedad priva­
da” , “ caoperativización” y "colectivización” , no
sería tampoco raro que surjan modalidades mix­
tas; es decir t que estableciendo la propiedad pri­
vada sobre una parte de la tierra (vivienda, te­
rreno de cultivo adyacente, ganado para necesi­
dades domésticasi y vida privada tradicional), el
resto pudiera destinarse a la cooperativa o al
sistema de colectivización plena inclusive.

En previsión de taleB casos, dependientes en


absoluto de la voluntad de las propias comuni­
dades, la ley debe prescribir, asimismo, algunas
disposiciones pertinentes, que contemplen esas
modalidades mixtas de tenencia de la tierra y
del trabajo agrario.
Al respecto, el mosav ovdim y el moshav shl-
tufl de los israelís, ofrecen ejemplos muy signifi­
cativos, dignos de ser tomados en cuenta, no
precisamente para copiarlos, sino a manera de
simples fuentes de inspiración.
Sea cual fuere la forma de organización que
elijan las comunidades (comunidad tradicional,
individualización plena del derecho de propiedad
privada, cooperativización, colectivización abso­
luta o la forma mixta), aquéllas deberán ser
consideradas como una unidad, no sólo para el re­
conocimiento de su personalidad jurídica, sino
también para la prestación de los servicios de
asistencia técnica f crediticia, económica y social
organizados por el Estado o por entidades/ pú­
blicas.

— 221 —
ARTURO URQU1DI

Esa anidad debe refluir, además, en el estí­


mulo y fomento de la convivencia urbana, m ejo­
rando los centros poblados que actualmente exis­
ten y creando otros nuevos, porque uno de los
factores que més contribuye al atraso de la po­
blación rural del país os el tremendo aislamien­
to y dispersión en que vive la gente.

Después de formular loa preceptos corres­


pondientes a los cinco capítulos que hemos indi­
cado, la ley debe contener otras disposiciones
complementarias como las relativas a la consti­
tución de las autoridades comunarias, respetando
el sentido democrático que tradicionalmente se
acostumbra en tales casos; a la formación de
asociaciones de comunidades, tanto regionales
como de carácter nacional; a la apertura de un
padrón o registro general de comunidades indíge­
nas, necesario para organizar y garantizar la vi­
da de las comunidades, así como para llenar el
requisito del reconocimiento de su personalidad
jurídica; al censo demográfico y agropecuario,
porque es útil conocer con exactitud la población
que vive dentro del régimen comunitario y su
potencialidad económica; al levantamiento de
mapas catastrales, agrológicos y otros, ya que
es indispensable verificar la calidad de las tierras
para orientar científica y técnicamente las acti­
vidades agrícolas de las comunidades, la exten­
sión de tierras cultivadas, cultivables e inapro­
piadas para el laboreo que aquéllas poseen, y,
por último, para fines de tributación y aun para
resolver los inveteradas litigios sobre linderos
que mantienen entre sí dichas comunidades, a
base de una documentación cartográfica fidedig­
na y seria; al régimen del agua y aprovecha­
miento de los recursos naturales no metalíferos;
a la ayuda estatal, encauzándola hacia el mejo­
ramiento de la técnica agropecuaria, el crédito,

— 222 —
LAS COMUNIDADES INDIGENAS EN BOLIVIA

la educación y la salubridad; a la creación, final­


mente, de un reducido personal técnico muy bien
seleccionado, que se encargarla de aplicar correc­
tamente la futura ley y de orientar la vida de
las comunidades indígenas can alto espíritu de
comprensión y sagacidad, sin incurrir en pater­
na llsmo autoritario y secante, y m&s bien, por el
contrario, velando por el fiel cumplimiento del
básico principio de libre determina oum, el espon­
táneo dinamismo de sus fuerzas de desarrollo
y la expresión viva de los sentimientos democrá­
ticos de aquellas organizaciones aborígenes.

La creación de una entidad directriz, con el


nombre de Instituto o cualquier otra denomina­
ción, es absolutamente necesaria, no sólo por las
importantes y decisivas funciones que correrían
a su cargo, sino, también, para evitar el semi-
fracaso que se ha tenido que lamentar can la
Reforma Agraria del año 1953, cuyos errores y
desviaciones se han debido, en gran parte, a la
falta de un organismo técnico como el que nos
permitimos recomendar para esta nueva fase
de reforma agraria que, en hora buena, ha re­
suelto acometer el Supremo Gobierno del país.C*)

O») E ste lib ro fu e aactrtito era la ciudad de L a Paz, en tre 1964


y 1965, cuando e l autor ejercía el ca ig o d e sociólogo
rural M I Institu to Indigenista Boliviano, d irigid o en­
tonces p or e l Dr. Oscar ÁTzb Quintan illa, Bu publica­
ción tiene por ob jeto con tribu ir al m ejor conocim iento
y solución atinada dlel problem a d e las com unidades
indígenas cu el pala, problem a que n o en ca ló a fondo
la reform a agraria d e 1958,

— 223 —
APENDICE

ANTEPROYECTO DE LE Y GENERAL DE
COMUNIDADES INDIGENAS (*)

CONSIDERANDO:

Que las comunidades indígenas, existentes en


los departamentos de La Faz, Oruro, Potos!, Co­
chabamba y Chuquisaca, dentro de la población
constituida por aymaras y quechuas, tienen su
origen histórico en los ayllus incaicos y en las
“ reducciones” de la época colonial, y se caracte­
rizan porque los titulares o dueños de las tie­
rras que poseen son las propias comunidades;
consideradas como personas o entidades colec­
tivas, pese a que gran parte de esas tierras ya
se halla individualizada desde tiempos inmemo-
riables, siendo objeto de usufructo particular o

(*) Anteproyecto redactado por el autor día la presento


obra, Dr. Arturo Uniuidii, cfa calidad de comisionado
especial del Gobierno, con el concurso del Dr. José Fer­
nández Bustos y la supervisión posterior dlel Dr. José
lia rla FemSndes Vellido, abogado del Banco Agrícola
de Bolivia.

— 225 —
ARTURO URQUiDI

privado por parte de los miembros integrantes


de dichas comunidades.

CONSIDERANDO:
Que la subsistencia de las indicadas comu­
nidades obedece, fundamentalmente, al grado de
desarrollo económico-social de las nacionalidades
o grupos étnicos a cuya cultura pertenecen, así
como a la función protectora o de autodefensa
que han ejercido frente a las sistemáticas usur­
paciones que sufrieron las tierras indígenas du­
rante la Colonia y la República.

Que, en consecuencia, las comunidades indí­


genas no son más que remanentes de esas usur­
paciones que padecieran aymaras y quechuas a
lo largo de varios siglos, especialmente en el pe­
ríodo republicano, ya que según los historiado­
res y economistas bolivianos de la pasada cen­
turia, a tiempo de producirse la independencia
del país, ‘ ‘más de las tres cuartas partes de nues­
tro territorio cultivable estaba ocupado por los
indios'’ .
Que, no obstante esas adversas circunstan­
cias, hay todavía en Bolivia 3.779 comunidades
indígenas, con dominio sobre 7.178.448,57 Has., de
las cuales ae hallan en cultivo solamente 170.100,44
Has., según datos registrados por el Censo Agro­
pecuario del año 1950, y una población calculada
de más de 1 .000.000 de habitantes; lo cual con­
fiere al problema de las comunidades indígenas
la misma importancia que al encarado por la
reforma agraria de 1953.

CONSIDERANDO:

Que la abolición de la servidumbre campesi­


na, consiguiente a la Reforma Agraria de 2 de
Agosto de 1953, al liberar las fuerzas productivas

— 226 —
LAS COMUNIDADES INDIGENAS EN BOLIVIA

en el campo y evitar que las actividades agríco­


las tengan por fundamento la “ explotación del
hombre antes que de la tierra” , cual ocurría
mientras imperaba el régimen feudal de pro­
ducción en el país, ha creado condiciones de ma­
yor garantía para que las comunidades puedan
desenvolverse libremente, sin el temor de que
sus tierras les sean despojadas ni convertidos sus
miembros en siervos o "colonos” como antes
acontecía.
Que, por otra parte, las comunidades indíge­
nas, en su organización interna,- ya son, propia­
mente, comunidades rurales o de simple vecin­
dario, conservando apenas débiles superviven­
cias de su antiguo carácter gentilicio; circuns­
tancia por la cual necesitan también deshacerse
de las trabas que dificultan el libre curso de sus
potenciales fuerzas de desarrollo.

CONSIDERANDO:
Que las “ reducciones” instituidas en la época
colonial tuvieron el mérito de atribuir a las co­
munidades indígenas la categoría de “ sujetos de
derecho", en cuya virtud éstas llegaron a ser due­
ñas de las tierras que ocupaban, refundiendo los
derechos de posesión y de propiedad, a diferen­
cia de los ayllus incaicos que ejercían mera po­
sesión y usufructo sobre ellas.

Que durante la República tales comunidades


han sobrellevado una vida dramática, no sólo por
la gerie de usurpaciones, despojos y arbitrarie­
dades de que fueron víctimas por parte de auto­
ridades y terratenientes feudales, sino también
por la inestable condición a que se las redujo
desde el punto de vista jurídico, ya declarando
de propiedad del Estado dichas tierras para ven­
derlas en pública subasta, o ya, en fin, descono-

— 227 —
ARTURO URQU1DI

ciendo la existencia legal de las comunidades


mismas.

Que la Convención Nacional de 1938, en con­


traste con toda la legislación precedente, puso
término a esa situación de incertidumbre procla­
mando como precepto constitucional que el Es­
tado reconoce 7 garantiza la existencia legal de
laB comunidades indígenas” ; precepto que ha si­
do ratificado, literalmente, por las Constitucio­
nes de 1945 y 1947, vigentes a la fecha.

Que el Decreto-Ley de Reforma Agraria de 2


de AgOBto de 1953, elevado a la categoría de ley
en 29 de octubre de 1956, basándose en la citada
disposición constitucional reconoce la “ propie­
dad de comunidad indígena” como una de las
formas de dominio legalmente consagradas en
el país, declarando, además, que “ las comunida­
des indígenas son propietarias privadas de las tie­
rras que poseen en conjunto” .

CONSIDERANDO:

Que la Ley de Reforma Agraria, antes


mencionada, contiene disposiciones simplemente
enunciativas y muy generales acerca de las co­
munidades indígenas, siendo necesario, por lo
mismo, que exista una legislación concreta y es­
pecial referente a 'dichas organizaciones tradi­
cionales, estableciendo preceptos y normas fun­
damentales, que a la vez de interpretar las ne­
cesidades y aspiraciones actuales de aquéllas,
faciliten y promuevan las condiciones de su me­
jor organización y desarrollo.

Que la merituada legislación, por las espe­


ciales características históricas y etnográficas
que ofrecen las poblaciones agrupadas en las co­
munidades indígenas, debe partir del principio

— 228 —
LAS COMUNIDADES INDIGENAS EN BOLIVIA

básico de la libre determinación para dichas co­


munidades, a fin de que puedan decidir su orga­
nización de modo autónomo y por métodos de­
mocráticos usuales entre ellas, ya para conser­
var su estructura tradicional, individualizar
completamente el derecho de propiedad sobre
la tierra, cooperativizarse, elegir la colectiviza­
ción plena, o ya, por último, para adoptar siste­
mas mixtos de tenencia y trabajo agrarios.

Que cualquiera fuese la forma de organiza­


ción elegida por las comunidades indígenas, és­
tas deberán ser consideradas como una unidad
para el reconocimiento de su personalidad jurí­
dica y la prestación de los servicios de asistencia
técnica, crediticia, económica y social organiza­
dos por el Estado o por entidades públicas, tan­
to nacionales como extranjeras.

Que, previa la constitución de esas unidades


básicas, las nombradas comunidades podrán or­
ganizarse en asociaciones locales, regionales y
de carácter racional, con objeto de fomentar la
solidaridad entre ellas y coordinar sus activida­
des para la defensa de sus intereses generales.

CONSIDERANDO:

Que el Estado boliviano, de acuerdo con el


ideario y directivas del actual régimen de go­
bierno, Bin vulnerar el principio de libre deter­
minación reconocido en favor de las comunidades'
indígenas, fomentará, como orientación oficial de
política agraria, los sistemas cooperativistas y
todas las formas de trabajo asociado en el cam­
po, a fin de salvar los obstáculos que el minifun-
dismo y la pequeña propiedad en general oponen
al desarrollo de un moderno tipo de agricultura
en el país.

— 229 —
ARTURO URQUIDI

CONSIDERANDO:
Que un alto sentido de justificación histórica
impone la necesidad de dar expresión práctica
al precepto constitucional en virtud del cual el
Estado reconoce y garantiza la existencia legal
de las comunidades indígenas, mediante la san­
ción de normas adecuadas y la creación de un
organismo técnico que contribuya al mayor éxi­
to de esa finalidad.

Que la Comisión Especial creada al efecto


mediante los Decretos Supremas números 06818
y 07031 de 3 de julio de 1064 y 25 de enero de 1965,
respectivamente, al término de sus labores, ha
concretado sus estudios sobre las comunidades en
una Monografía que comprende los aspectos» his­
tórico, sociológico y jurídico de dichas organiza­
ciones tradicionales, con cuyo fundamento ha fo r ­
m u la d o el respectivo anteproyecto de Ley Ge­
neral.

Que la H. Junta Militar de Gobierno, conse­


cuente con la nueva política de promoción cam-
pesitia que preconiza, estima necesario extender
los beneficios de la Reforma Agraria a las nu­
merosas comunidades indígenas existentes en el
país, aplicando medidas concretas en favor de
ellas y comprendiéndolas dentro del Plan Nacio­
nal de Desarrollo Rural;

DECRETA:

TITULO I

De las comunidades indígenas


Disposiciones generales

Art. 1.— El Estado reconoce y garantiza la


existencia legal de las comunidades indígenas y

— 230 —
LAS COMUNIDADES INDIGENAS EN BOLIVIA

su derecho a organizarse y desarrollar social,


económica y culturalmente de acuerda con el
principio de la libre determinación y las nor­
mas fundamentales de la Constitución Política.

Art. 2.— Las comunidades indígenas son


agrupaciones rurales que conservan aún vínculos
gentilicios derivados, del ayllu, cuya condición
de sujetos de derecho sobre la tierra que poseen
colectivamente proviene de las reducciones co­
loniales y está reconocida y garantizada hoy en
virtud de lo dispuesto por los Arts. 168 de la
Constitución Política del Estado y 57 de la Ley
de Reforma Agraria. Jurídicamente tienen la
calidad de personas colectivasr de derecho pri­
vado.

Art. 3.— Todos los comunarios, sin excepción


alguna, gozan de iguales derechos y obligaciones
en la organización y régimen de las comunida­
des de que forman parte, así com o en el uso y
aprovechamiento de los recursos naturales y eco­
nómicos con que ellas cuentan.
Art. 4.— El patrimonio de las comunidades
indígenas está constituido por las tierraB, pastos,
bosques, aguas, frutos, maquinarias, herramien­
tas, obras de beneficio comunal, capitales co­
munes, muebles, valores, dinero, etc., obtenidos
por compra, sucesión u otros conceptos.

TITULO II

De las form as de propiedad comunaiia

Art. 5.— Las comunidades indígenas, con­


sultando bus intereses y por decisión libre, volun­
taria y democrática de bus miembros, pueden
optar por cualesquiera de las siguientes formas
de propiedad y explotación de la tierra:

— 231 —
ARTURO URQU1D1

a) Conservación de su forma tradicional;


b) Individualización plena del derecho de pro­
piedad privada;
c) Cooperat ivisación;
d) Colectivización; y
e) Adopción de formas mixtas.

CAPITULO I

Da la comunidad tradicional

Art. 6 .— Las comunidades indígenas tienen


el derecho de conservar su actual estructura, cu­
yas características esenciales consisten:
a) En las asignaciones familiares o sayonas,
donde cada comunario tiene su vivienda
y un lote o canchón adyacente, bienes so­
bre los cuales ejerce posesión particular
y usufructo exclusivo. Estas asignaciones
o sayañas tienen el carácter de propiedad
privada familiar conforme al Art. 57 de
la Ley de Reforma Agraria.
b) En las tierras Bemicomunales o aynocas,
destinadas a cultivos de fondo, en las cua­
les los comunarios tienen otras asignacio­
nes individuales llamadas callpas, lihuas
o mantas, según nominaciones regionales;
pero cuya posesión les obliga a seguir nor­
mas generales, concernientes a rotación de
cultivos y períodos de labranza;
c) En las tierras plenamente comunales,
constituidas por pastizales, serranías y
planicies inapropiadas para el cultivo. Su
aprovechamiento es común para todos los
miembros de la comunidad.

— 232 —
LAS COMUNIDADES INDIGENAS EN BOLIVIA

Art. 7.— En cumplimiento del principio de


libre determinación, reconocido en favor de las
comunidades indígenas, se deja sin efecto la in-
alienabilidad de las sayañas prescrita por el
Art. 58 de la Ley de Reforma Agraria y se de­
clara que éstas pueden ser transferidas o hipo­
tecadas a voluntad de los comunarios.

Art. 8.— El Instituto Nacional de Comuna-


des Indígenas prestará a dichas comunidades
asistencia técnica para el mejor aprovechamien­
to de sus recursos y una más adecuada distribu­
ción de la tierra.

CAPITULO n

De la individualización plena del derecho


de propiedad privada

Art. 0.— Las comunidades indígenas, apli


cando el principio de la libre determinación, pue­
den proceder, asimismo, a individualizar plena
mente el derecho de propiedad privada en las
tierras que les pertenecen.

Art. 10.— Este derecho consiste en la facultad


de parcelar las asignaciones familiares o saya-
ñas, las tierras semicomunales o aynocas. y ias
plenamente comunales, a fin de distribuirlas y
adjudicarlas en propiedad definitiva a cada uno
de los miembros de la comunidad, sin excluir a
los comunarios que actualmente carecen de tie­
rra.
Art. 11.— Cuando una comunidad haya de­
cidido la individualización plena del derecho de
propiedad, el Instituto Nacional de Comunida­
des Indígenas, mediante sus Departamentos de
Ingeniería Rural y Jurídico cooperará, a las au­
toridades, después de un riguroso examen de tí-

— 233 —
ARTURO URQUIDI

tulos y documentos legales, en la mensura, par­


celación y amojonamiento de las respectivas
asignaciones.
Estas diligencias comprenderán también las
tierras de los comunarios recientemente dotados.
Art. 12.— A tiempo de proceder a la parcela­
ción de tierras, se tenderá a constituir unidades
económicas para la agricultura y zonas adecua­
das para la ganadería.
Art. 13.— Formalizado el derecho de propie­
dad privada, con todos los atributos que le son
inherentes, los comunarios adquieren dominio
pleno sobre sus parcelas o asignaciones, pudien-
do celebrar en relación con ellas cualquier ciarte
de contratos, sin otra limitación que lo precep­
tuado por el presente Decreto-Ley y por las dis­
posiciones relativas del Código Civil.
Art. 14.— La comunidad que hubiese optado
por la constitución de la propiedad privada, a los
efectos del reconocimiento de su personalidad
jurídica y la asistencia estatal, será considerada
como una sola unidad, sin perjuicio de la coo­
peración crediticia a que tiene derecho indivi­
dualmente cada comunario.

CAPITULO r a
De la cooperativlzaclón

Art. 15.— Las comunidades indígenas tienen,


igualmente, el derecho de resolver que, parte o
la totalidad de sus miembros, se organicen en
cooperativas, temporales o permanentes, de
acuerdo con el principio de libre adhesión y la
observación de métodos democráticos para su
funcionamiento.
Art. 16.— Se entiende por cooperativización
la asociación que los comunarios hacen de medios

— 234 —
LAS COMUNIDADES INDIGENAS EN BOLIVIA

productivos como la tierra y el ganado, de ins­


trumentos de trabajo como maquinaria, herra­
mientas y aperos de labranza, y, finalmente, de
fuerza humana, con objeto de elevar la produc­
tividad de su trabajo y mejorar sus condiciones
de vida.

Art. 17.— Los principios y objetivos de la


asociación cooperativa son:
a) Fidelidad y respeto al principio de libre
adhesión;
b) Igualdad de derechos y obligaciones de los
asociadas;
c) Control democrático y voto único personal
independiente de la magnitud del capital
suscrito;
d) Distribución de rendimientos en relación
con la calidad y cantidad de trabajo y los
bienes aportados;
e) Ejecución libre de las actividades sociales;
f) Considerar el fundo y bienes de la coo­
perativa como propiedad privada y ten­
der al incremento del patrimonio coope­
rativo;
g) Ejercicio amplio de la crítica y la auto-
critica, fomento de la democracia e in­
terés por el desarrollo de las actividades
económicas y sociales en el seno de la
cooperativa;
h) Educación de los asociados en el espíri­
tu de la amistad en el trabajo y la ayuda
mutua;
i) Trabajo honesto y abnegado de cada co-
munario;

— 235 —
ARTURO UKQUIDI

j ) Asignar relevante papel a la mujer co-


munaria en el proceso de organización
cooperativa;
k) Mantenimiento de relaciones normales
entre comunarios cooperados y no coope­
rados como antecedente necesario para la
ampliación del régimen cooperativista en
el campo;
l) Estímulo y fomento de la conciencia cívi­
ca de los cooperadores proyectada hacia
la comunidad, la región y el país en ge­
neral; y
11) Conceder importancia fundamental a la
industrialización y electrificación del país
como condición decisiva para el progre­
so del Estado boliviano y, especialmente,
de la economía rural.
Art. 18.— El régimen cooperativo en las co­
munidades indígenas comprenderá formas orga­
nizativas graduales, desde la simple sistematiza­
ción del ayni o ayuda mutua tradicional, hasta
sus expresiones más complejas y evolucionadas,
sujetándose, básicamente, a los siguientes tipos
principales:

a) Prestación del ayni en labores concretas


o temporales no sólo entre las familias
existentes dentro de cada ayllu, sino tam­
bién entre las que integran otros ayllus
vednos, y aun entre ayllus y comunidades
mismas, colectivamente considerados;
b) Prestación del ayni en labores permanen­
tes como las que demandan la crianza y
selección de ganado en todas sus varieda­
des, cuidado de cultivos y pastizales, ta-
Teas de forestación y reforestación, perfo-

— 236 —
LAS COMUNIDADES INDIGENAS EN SOLIVIA

ración de pozos y conservación de agua­


das, apertura y mantenimiento de cami­
nos' vecinales, etc.;
c) Cooperativas elementales como las de tri­
lla, de molienda, de trasquila y beneficio
de lana, de desaponiíicación mecánica e
industrialización de -la quinua, de sanidad
y mejoramiento vegetal, de sanidad y m e­
joramiento animal de riego, de ensilaje,
de compraventa de productos, etc., m e­
diante la compra de maquinaria e imple­
mentos adecuados, el aporte de un reduci­
da capital, o el trabajo y construcción de
obras necesarias, según los casos, a base
de pequeñas cuotas pagadas por los miem­
bros de la comunidad y en beneficio de
ésta;
d) Cooperativas de categoría media, que
pueden ser agríoolas, ganaderas, agrope­
cuarias, piscícolas, etc., caracterizadas
por el aporte de tierra, ganado de tracción
y productivo, edificios de importancia
económica, máquinas y aperos, vehículos*
de transporte, etc., conservando los due­
ños el derecha de propiedad sobre ellas,
así como por la contribución en trabajo
de todos los miembros de la cooperativa,
especialmente de aquellos que no concu­
rren con bienes.
Cuando menos las dos terceras partes
dél rendimiento neto se repartirán entre
los cooperadores en proporción al trabajo
de cada uno, y el tercio restante, según
la cantidad de tierra que cada cooperador
haya aportado; y
ej Cooperativas de tipo superior, resultado
de una mayor conciencia de los campesi-

— 237 —
ARTURO URQUIDI

nos acerca de las ventajas de la explota­


ción asociada sobre la individual, carac­
terizadas por la paulatina supresión de
la propiedad individual de la tierra y de
otros medios de producción, el empleo de
la técnica avanzada, el trabajo planificado
y la dirección única. La distribución de
los ingresos, deducidos los impuestos, pa­
gos y gastos de operación, se haré tenien­
do en cuenta la cantidad y calidad de tra­
bajo realizado por cada socio. Constituyen
una fase previa que conduce a la plena
colectivización.
Art. 19.— Las autoridades y organismos di­
rectivos de la asociación cooperativa serán cons­
tituidos democráticamente, siguiendo normas y
procedimientos usuales entre los comunarios, y
sus atribuciones serán establecidas mediante re­
glamentos y estatutos.
Art. 20.— Miembros especializados del Insti­
tuto Nacional de Comunidades Indígenas dictarán
en las comunidades, periódicamente, cursillos
para demostrar las ventajas del trabajo asocia­
do y hacer conocer la organización, funciona­
miento y administración de cooperativas.
Art. 21.— Los fundadores y dirigentes no go­
zan de privilegio alguno por la calidad que invis­
ten. Tampoco la antigüedad establece ninguna
preeminencia en relación con los socios de re­
ciente ingreso.
Art. 22.— Las cooperativas organizadas den­
tro de las comunidades indígenas tramitarán la
aprobación de sus Estatutos y el reconocimiento
de su personalidad jurídica, así como su inscrip­
ción .en el Registro Nacional de Cooperativas,
por medio del Instituto Nacional de Comunida­
des Indígenas.

— 238 —
LAS COMUNIDADES INDIGENAS EN BOLIVIA

CAPITULO IV

De la colectivización del derecho de propiedad

Art. 23.— En homenaje al principio de libre


determinación reconocido por el presente Decre­
to-Ley, las comunidades indígenas podrán optar,
asimismo, por la plena colectivización de sus
tierras, eliminando la propiedad y usufructo pri­
vados en éstas para explotarlas mediante siste­
mas de trabajo colectivo.
Art. 24.— La colectivización podrá ser inte­
gral o progresiva.

Art. 25.— La colectivización progresiva, es­


timada como la más viable, se atendrá, en lineas
generales, a las siguientes modalidades específi­
cas:

a) Organización de ligas familiares de pro­


ducción alrededor de troncos genéticos o
antepasados comunes y sobre la base de
la colectivización de la tierra y el traba­
jo asociado. A fin de no violentar el espí­
ritu propietarista de los coparticipantes de
estas ligas y preservar sus derechos para
cuando quisieran retirarse de ellas, antes
de borrar los linderos tradicionales y cons­
tituir áreas conjuntas u homogéneas, téc­
nicos del Instituto Nacional de Comunida­
des Indígenas levantarán planos catastra­
les de cada parcela especificando ubica­
ción, superficie, colindancias y nombre del
propietario. Un ejemplar de los referidos
planos se entregará a cada asociado, otro
quedará en poder del comité ejecutivo de
la respectiva liga familiar y un tercero

— 239 —
ARTURO URQUIDI

será archivada en el Instituto Nacional de


Comunidades Indígenas. La liga determi­
nará la forma de distribución de los in­
gresos teniendo en cuenta los bienes apar­
tados, el trabajo, las necesidades indivi­
duales de sus miembros y las exigencias
colectivas de la organización;

b) Organización de asociaciones no familia­


res, constituidas por no menos de veinte
miembros cada una, e integradas por sim­
ples vecinas o personas sin relación de pa­
rentesco entre ellas. Las condiciones y
medidas de seguridad serán las mismas
que Jas contempladas para el caso prece­
dente; y

c) Organizaciones transicianales de las coo­


perativas de tipo superior hacia la consti­
tución de comunas indígenas, plenamente
colectivizadas en sus actividades agrope­
cuarias, industriales, comerciales, admi­
nistrativas y de servicios públicos. E l ra­
dio de acción de estas comunas podrá
abarcar, gradualmente, sectores de pobla­
ción y ámbitos territoriales cada vez ma­
yores, hasta comprender e integrar ayllus
completos, un conjunto de éstos o comu­
nidades indígenas actuales y aun la asocia­
ción regional de estas últimas. El trabajo
y la percepción de ingresos, en consonan­
cia con las características de este tipo de
organización, las necesidades individuales
de sus miembros y los requerimientos co­
lectivos de ella, se sujetarán a estatutos
y reglamentos elaborados por las propias
comunas indígenas y aprobados por el Su­
premo Gobierno,

—1240 —
LAS COMUNIDADES INDIGENAS EN BOLIVIA

CAPITULO V

De las formas mixtas

Art, 26.— Las comunidades indígenas, por


libre y voluntaria decisión de sus miembros, pue­
den adoptar, igualmente, formas mixtas de orga­
nización, adecuándolas a sus necesidades e inte­
reses.
Art. 27.— Se entiende por formas mixtas
la coexistencia dentro de una organización de dos
o más modalidades de las previstas en los capí­
tulos precedentes y el hecho de que el campesi­
no distribuya su fuerza de trabajo entre activi­
dades particulares y asociadas, al servicio de su
economía familiar.
Art. 28.— Las formas mixtas pueden reves­
tir, en sus rasgos esenciales, las modalidades que
a continuación se detallan:
a) Cada comunario trabaja la tierra que po­
see en propiedad o usufructo bajo su pro­
pia responsabilidad y se beneficia exclusi­
vamente de los productos que obtiene; pe­
ro, a fin de que su trabajo rinda más,
practica el ayni o ayuda mutua con sus
parientes, amigos y vecinos^ en labores
que demandan concurso ocasional o per-,
manente. Al mismo tiempo, para satisfa­
cer necesidades de su vida espiritual y
cumplir deberes de convivencia social,
coopera, además, en calidad de miembro
de su aldea, ayllu o comunidad a la solu­
ción de problemas comunes, tales como
la educación, la atención médica, obras
públicas y servicios sociales en general;
b) El comunario explota su Bayafia y la call-
pa, lihua o manta que le corresponde en

— 241 —
ARTURO URQU1DI

las tierras de aynoca en la forma acostum-


brada, es decir, dentro de un concepto de
economía privada. Independientemente de
esta base de sustentación familiar, inter­
viene en una o varias cooperativas ele­
mentales como las descritas en el inciso
c) del Art. 18, además de practicar am­
plia ayuda mutua en servicios de carácter
social;
c) El comunario explota su sayana en prove­
cho exclusivo, pero, simultáneamente, for­
ma parte de una cooperativa de categoría
media con sus parcelas de aynoca y con
sus acciones en las tierras comunales de
pastoreo, conservando su derecho personal
sobre ellas, en las condiciones establecidas
por el inciso d) del Art. 18;
d) El comunario, excluyendo la sayaña, apor­
ta sus parcelas de aynoca y las acciones
que le corresponden en tierras comunales
de pastoreo a una cooperativa de tipo su­
perior, dentro de las modalidades prescri­
tas por el inciso c) del Art. 18; y
e) Finalmente, el comunario, con madura
conciencia sobre las ventajas de la propie­
dad y el trabajo asociados y de acuerdo
con las condiciones concretas de su medio
social, impulsa el proceso de colectiviza­
ción plena de la tierra y el trabajo, parti­
cipando en alguna de las formas especi­
ficadas en el Art. 25.
Art. 29.— Se establece, como norma general,
que las sayañas conservarán su calidad de pro­
piedad privada familiar, cualquiera sea el ré­
gimen de propiedad adoptada por la comunidad.
Art. 30.— Adoptada por la comunidad cua­
lesquiera de las formas de organización indicadas

— 242 —
LAS COMUNIDADES INDIGENAS EN BOLIVIA

en el Título II del presente Decreto-Ley, los do­


cumentos correspondientes (planos, informes, ac­
tas de posesión) serén anotados en un libro espe­
cial que para el efecto abrirá el Instituto Nacio­
nal de Comunidades Indígenas, fuera de ser pro­
tocolizados ante Notario Público e inscritos en
los Oficinas del Registro de Derechos Reales.
Un testimonio de dichos documentos servirá a la
comunidad o al comunario de suficiente titula
de dominio en casos de enajenación o hipoteca.

TITULO III
Del registro y personalidad de las
comunidades indígenas

Art. 31.— Todas las comunidades indígenas


del país tienen la obligación de inscribirse en el
Registra que para el efecto abrirá el Instituto
Nacional de Comunidades Indígenas.

Art. 32.— Los documentos y datos que debe­


rán proporcionar son:
a) Nombre de la oomunidad, cantón, sección,
provincia y departamento donde se en­
cuentra situada;
b) Número y nombre de loa ayllus que la in­
tegran;
c) Nómina de las autoridades comunarias y
acta de su designación;
d) Nómina, sexo, edad, estado civil, núme­
ro de hijos, renta y grado de instrucción
de los comunarios (por familias y ayllus);

e) Títulos de la Corona Española, Revisíta-


rios, de Reforme Agraria y otros docu­
mentos legales;

— 243 —
ARTURO URQU1D1

1) Informe, acta de posesión y planes de la


comunidad; y
g) Número de escuelas, particulares o del
Estado: su ubicación, nómina de alumnos^
nómina de profesores.
Art. 33.— El Instituto Nacional de Comuni­
dades Indígenas, sobre la base de la documenta­
ción acompañada, dictará Auto de reconocimien­
to de la comunidad y cooperará a ésta en el trá­
mite para la obtención del reconocimiento de su
personalidad jurídica.
Art. 34.— La Sección Registro del Instituto
Nacional de Comunidades Indígenas llevará los
siguientes libros principales:
a) Un libro de Registro de Autos de Recono­
cimiento de Comunidades; y
b) Un libro de Inscripción de Comunidades,
subdividido según los tipos de organización
comunitaria.
Art. 35.— Para los efectos del registro, las
comunidades definirán claramente sus linderos.
Caso contrario, los establecerán con sujeción a lo
dispuesto por el Título VII del presente Decreto-
Ley.

TITULO IV
De las autoridades comunarias

Art. 30.— Las comunidades indígenas^ en el


orden interno, se rigén por autoridades propias,
cuyo número, forma de elección y requisitos de
elegibilidad serán determinados por los mismos
comunarios. previa aprobación de sus Estatutos
y Reglamentos. En todo caso, la Mesa Directiva
elegida deberá incluir, fundamentalmente, a los

— 244 —
LAS COMUNIDADES INDIGENAS EN BOLIVIA

siguientes Secretarios: Secretario General, de


Relaciones, de Hacienda, de Actas y Prensa y de
Vinculación Obrero-Campesina.
Art. 37.— Son atribuciones de las autoridades
comunarias:
a) Representar a las comunidades;
b) Promover la mejor utilización de sus re­
cursos humanos, naturales y económicos;
c) Atender los problemas de orden social,
económico, sanitario, educativo, artístico,
deportivo, etc.;
dj Orientar y fomentar la adopción de for­
mas de trabajo asociado;
e) Dirigir el trabajo colectivo de los comuna-
ríos en tareas de beneficio comunal; y
f) Tender a la elevación de las- condiciones
de vida y de trabajo de los comunarios.
Para todos los trámites y gestiones que
interesen a la comunidad, ésta tendrá por
personeros y representantes natos al Se­
cretario Genera] y al de Relaciones.
Art. 83.— El Auto de reconocimiento que dic­
te el Instituto Nacional de Comunidades Indíge­
nas les servirá de suficiente credencial.
Art. 39.— Las autoridades comunarias serán,
necesariamente, miembros de las comunidades
que las eligen y residentes del lugar.

TITULO V

Del derecho de dotación de los comimarios


sin tierra

Art. 40. —Los comunarios sin tierra, hom­


brea o mujeres, mayores de edad, con residencia

— 245 —
ARTURO URQUIDI

fija de tres años anteriores al presente Decreto-


Ley en la comunidad indígena, tienen derecho a
la dotación.
Art. 41.— El derecho de dotación, según la
forma de propiedad adoptada por la comunidad,
tendrá las siguientes características:

a) En las comunidades que conservan su or­


ganización tradicional o hayan formaliza­
do el derecho de propiedad privada indi­
vidual, la dotación se hará en las tierras
colectivamente explotadas o en las que
señalen los comunarios, en una extensión
no menor de la superficie media concedi­
da a los agregados;
b) En las comunidades colectivizadas y en las
que se hubieran organizado en cooperati­
vas* sin previa individualización del dere­
cho de propiedad, el comunario sin tierra
recibiré acciones de valor equivalente a
su derecho de dotación; y
c) En las comunidades mixtas, el derecho de
dotación del comunario sin tierra consisti­
rá en la sayaña de aprovechamiento ex­
clusivo y en parcelas mayores de cultivo,
en acciones, o en ambas a la vez.

Art. 42.— Dentro de su derecho de dotación


y sin perjuicio de lo dispuesto por el artículo an­
terior, el comunario sin tierra recibirá una saya-
ña para la edificación de su vivienda, la crianza
de sus animales domésticos y la realización de
pequeños cultivos'.

Art. 43.— Para los efectos de este Título, en


cada ayllu se constituirá un “ Comité de Dotación
de Tierras” , integrado por dos delegados de los
comunarios con tierra y dos de los que carezcan

— 246 —
LAS COMUNIDADES INDIGENAS EN BOLIVIA

de ella, que funcionará bajo la presidencia de un


representante del Instituto Nacional de Comuni­
dades Indígenas. El Instituto establecerá el pro­
cedimiento al cual se sujetará el Comité.
Art. 44.— Las resoluciones dictadas por el
Comité de dotación de tierras serán apelables an­
te el Instituto Nacional de Comunidades Indíge­
nas, sin derecho a recurso posterior alguno.

Art. 45.— Los comunarios sin tierra, recien­


temente dotados, recibirán titulo ejecutorial sus­
crito por la máxima autoridad de la comunidad
respectiva, el Director del Instituto Nacional de
Comunidades Indígenas y el Ministro de.......

TITULO VI
De la transmisión del derecha de propiedad

Art. 46.— El derecho de propiedad privada


individual dentro de las comunidades indígenas,
cualquiera sea el régimen de propiedad adopta­
do, puede adquirirse y transmitirse por sucesión,
donación y por efecto de obligaciones, con suje­
ción a los preceptos del Código Civil.
Art. 47.— E l comunario sin herederos forzo­
sos podrá instituir en testamento a su heredero.
Si fallece sin otorgar disposición alguna, le su­
cederá la comunidad.

Art. 48.— La parcela privada del comunario


y sus acciones y derechos pueden ser objeto de
compraventa y de otros contratos y obligaciones.
A los efectos del contrato d e . compraventa,
el ayllu del vendedor, o individualmente cada
uno de los miembros de él, tienen derecho de
prioridad.

— 247 —
ARTURO URQU1DI

Art. 49.— El adquiriente deberá inscribir su


derecho de propiedad en el Instituto Nacional de
Comunidades Indígenas y en el Registro de De­
rechos Reales.

TITULO VII

De las cuestiones de linderos

Art. 50.— Para los electos del registro a


que se refiere el Titulo III del presente Decreto-
Ley, el Instituto Nacional de Comunidades Indí­
genas, mediante bu Departamento de Ingeniería
Rural, y de acuerdo can las partes interesadas y
las autoridades comunarias, procederá a la de­
marcación y amojonamiento de las tierras perte­
necientes a los ayllus y comunidades cuyos lin­
deros no sean objeto de controversia.
Art. 51.— En las comunidades que conserven
su organización tradicional o hayan resuelto in­
dividualizar plenamente el derecho de propiedad
privada entre sus miembros, la demarcación de
linderos se efectuará por las autoridades comu­
nerías, colaboradas por técnicos del Instituto
Nacional de Comunidades Indígenas.

Art. 52.— En caso de disputa entre conci­


liarios, resolverán el conflicto las> autoridades del
ayllu al cual pertenezcan, asistidas por repre­
sentantes del Instituto Nacional de Comunidades
Indígenas.

Art. 53.— Si la controversia tuviese lugar en­


tre dos o más ayllus, conocerá y resolverá la
cuestión él “ Comité de Linderos” ' que se orga­
nizará al efecto dentro de la comunidad, presi­
dido por un representante del Instituto Nacional
de Comunidades Indígenas.

— 248
LAS COMUNIDADES INDIGENAS EN BOLIVIA

Art. 54.— Los conflictos! de linderos entre


dos o más comunidades, y de comunidades con
propiedades particulares, serán de competencia
privativa del Servicio Nacional de Reforma Agra­
ria.
Art. 55.— Eli procedimiento al cual se sujeta­
rán las autoridades comunarias y el Comité de
linderos será establecido en un reglamento espe­
cial por el Instituto Nacional de Comunidades
Indígenas.
Art. 56.— Las resoluciones dictadas por las
autoridades comunarias serán apelables ante el
Comité de linderos correspondiente, sin recurso
posterior alguno.

TITULO VIII
Del levantamiento de mapas catastral,
agroléglco, hidrológica y otros

Art. 57.— El Instituto Geográfico Militar le­


vantará el mapa catastral de las comunidades,
y el Departamento de Ingeniería Rural del Ins­
tituto Nacional de Comunidades Indígenas, coo­
perado por las dependencias especializadas de la
administración fiscal, los mapas agrológico, hi­
drológico, climático, agrícola y ganadero, con
objeto de facilitar a aquéllas el aprovechamiento
planificado y racional de bus recursos.
Los indicados mapas contendrán, principal­
mente, estos datos:
1.— Catastral:
a) Cantón, sección, provincia y departamen­
to donde se encuentra situada la comu­
nidad;
b) Ayllus integrantes de la comunidad, con
especificación de sus nombres;

— 249 —
ARTURO URQUIDI

c) Superficie total, superficies cultivadas,


cultivables e incultivables;
d) Areas destinadas al pastoreo;
e) Superficie de las tierras de propiedad in­
dividual, de usufructo individual, de pro­
piedad semicoxnunal y de propiedad co­
munal;
f) Evaluación pormenorizada de las clases
de propiedad especificada» en el punto e ) :
g) Tierras con vegetación espontánéar

1) Superficies cubiertas de molle, algarro­


bo, quehuiña, churqui, etc.;

2 ) Superficies cubiertas de quishuara,


thola, yareta, etc.;
h} Distribución de la población rural;
i) Localización de centros poblados;
j) Zonas de urbanización futura.
2. — A g r o ló g ic o :
a) Estructura física, química y biológica de
los suelos;
b) Clasificación de suelos.
3. — Hidrológico:
a) Aguas superficiales y subterráneas;
b) Ríos, lagunas, presas, canales de riego.

4. — Climático:
a) Régimen de lluvias;
b) Temperaturas;
c) Vientos;
d) Zonas afectadas por heladas, granizadas
y nevadas.

— 250 —
LAS COMUNIDADES INDIGENAS EN BOLIVIA

5. — Aerícola:
a) Zonas de cultivos anuales, por clima;
b) Cultivos de cereales: trigo, cebada, ave­
na, quinua, cafiahua, maíz;
c) Cultivos de tubérculos: papa, oca, papa-
lisa;
d) Cultivos de leguminosas: haba, arveja, al­
tramuz o tarhui, alfalfa, etc.;
e) Cultivos de hortalizas: zanahoria, cebo­
lla, repollo, nabo, acelga, etc.;
f) Cultivos de secano y bajo riego.

6. — Ganadero:

a) Zonas de pastos naturales;


b) Zonas de praderas artificiales;
c) Razas domésticas explotadas:

1) Llama, alpaca, vicuña;


2) Vacunos de raza y vacunos criollos;
3) Ovinos de raza y ovinos criollos;
4) Equinos de raza y equinos criollos;
5) Mulares;
6) Caprino».
Cada mapa estará complementado por una
memoria explicativa.

Art. 59.— A tiempo de levantar los mapas


especificados en el artículo precedente, los téc­
nicos Sel Instituto Nacional de Comunidades In­
dígenas, cooperados por las respectivas comi­
siones, procederán a la inventariadón general
de los recursos naturales existentes en cada co­
munidad.

— 251 —
ARTURO URQUIDI

TITULO IX
Del reagrupamiento de tierras

Art. 59.— Las comunidades indígenas plani­


ficarán, con la asesoría de los técnicos del Ins­
tituto Nacional de Comunidades Indígenas, la ra­
cional utilización de sus tierras mediante un ade­
cuado sistema de reagrupamiento.
Art. 60.— A tiempo del reagrupamiento debe­
rá tenderse a la constitución de unidades econó­
micas, mediante compensaciones voluntarias, de
tal modo que los comunarios, individual o colec­
tivamente, según la forma de propiedad que ha­
yan adoptado, tengan tierras suficientes para
subvenir a sus necesidades de orden material y
espiritual.

Art. 61.— Cuando un comunario, por efecto


del reagrupamiento, quede con superficies* infe­
riores a las que tenía, será compensado en la
minina zona con la extensión de tierra que com­
plete su primitiva asignación.

TITULO X
De la urbanización de las comunidades

Art. 62. —Las comunidades indígenas tienen


las más amplias facultades para proceder a la
urbanización de sus centros de residencia comu­
nal, a fin de evitar la dispersión y aislamiento en
que viven sus miembros é inducirlos a una con­
vivencia civilizada. El Instituto Nacional de Co­
munidades Indígenas, por medio de la Sección
Urbanismo de su Departamento de Ingeniería
Rural, prestará el concurso necesario en los es­
tudios previos y la elaboración de los proyectos
correspondientes.

— 252 -
LAS COMUNIDADES INDIGENAS EN BOLIVIA

Art. 63.— El proyecto de urbanización, con­


cretado en un plano regulador, contendrá loa si­
guientes datos:

a) Emplazamiento de la población;
b) División urbana en zonas destinadas a vi­
viendas, escuelas, hospitales, mercados,
industrias, comercio, áreas verdes, áreas
deportivas, calles, plazas, cines, bibliote­
cas y otras sitios y locales públicos;
c) Proximidad a las fuentes de agua, a las
vías de comunicación, a los centros pobla­
dos, etc.; y
dj Areas para edificaciones futuras.

Art. 64.— El plano estará acompañado de un


informe que incluirá el cálculo presupuestario de
las obras en proyecto.

Art. 65.— El Estado, dentro de sus posibili­


dades, financiará las obras urbanas de beneficio
comunal.
Art. 66.— Cuando el proyecto de urbanización
comprenda parcelas de propiedad particular de
los comunarioB, la comunidad comprará las tie­
rral, compensará a los afectados con otras de
igual extensión y calidad o tramitará la expro­
piación conforme a las leyes comunes.

Art. 67.— Ninguna obra de urbanización será


realizada sin la debida aprobación y autorización
del Servicio de Arquitectura y Urbanismo, depen­
diente del Ministerio de Obras Públicas y Comu­
nicaciones, en conformidad a lo dispuesto por el
Decreto-Ley N9 07303 de 15 de noviembre de 1965,

Art. 68.— El proyecto de urbanización de las


comunidades tendrá en cuenta la urbanización de
cada ayllu en particular.

— 253 —
ARTURO URQUIDI

TITULO XI
Del régimen de aguas

Art. 69.— Las comunidades indígenas tienen


derecho al uso de las fuentes de agua potable pa­
ra fines domésticos; con igual derecho, usarán el
caudal necesario para sus explotaciones, regadío
o abrevaderos.

Art. 70.— Se mantiene el sistema de mitas o


tumos de regadío, estableciéndose, como regla
general, que el agua que ingrese a una sayaña,
aynoca, tierra comunal, ayllu o comunidad, seré
aprovechada en ellos, en el caudal requerido, sin
que nadie puede obstaculizar su uso.

Art. 71.— Se prohibe la venta o comercializa­


ción de las aguas. Las que resulten sobrantes pa­
sarán a beneficiar, libremente, otras tierras que
carezcan de agua propia y estén en condiciones
de aprovechar tales sobrantes.

Art. 72.— Los dueños de explotaciones de tipo


industrial, situadas dentro o fuera de las tierras
de comunidad, que al utilizar el agua la conta­
minen o la alteren en su composición química,
están en la obligación de instalar, en lugares ade­
cuados, filtros depuradores o decantadores de
agua, a fin de devolverle sus condiciones de po­
tabilidad y de uso agropecuario.

Art. 73.— Los comunarios tienen derecho a


servidumbres de acequis y abrevadero, cuando
así lo exijan sus necesidades.

Se llama servidumbre de acequia al canal


construido en tierra ajena para conducir o sacar
aguas al través de ella. La servidumbre de abre­
vadero es el derecho que tiene el comunario de

— 254 —
LAS COMUNIDADES INDIGENAS EN BOLIVIA

abrevar su ganado en el estanque, laguna, char­


ca u otro depósito de aguas situadas en tierra
ajena.

Art. 74.— El Instituto Nacional de Comunida­


des IndigenaB reglamentará los anteriores pre­
ceptos.

TITULO XII
Del aso y aprovechamiento de los
recursos naturales.

Art. 75.— Los recurBOs naturales de las co­


munidades indígenas consisten en:

a) Minerales de superficie, no metalíferos,


como los yacimientos de sal, yeso, cal,
piedra de cantera, etc., previa concesión
del Estado y en las condiciones estableci­
das por el Código de Minería.
b) Vegetación arbustiva, constituida por
plantas como la thola, yareta, totora, pa­
ja brava, etc.; y
c) Animales no domésticos como el guana­
co, la vicuña, la chinchilla, la vizcacha,
la zorra, aves de rapiña, gallináceas, fau­
na acuática, etc.

Art. 76.— Se establece como principio gene­


ral que los recursos naturales de las comunida­
des son de uso y aprovechamiento común para
todos sus miembros.
Los recursos vegetales serán de uso y apro­
vechamiento individual o colectivo, según se en­
cuentren en parcelas privadas o en tierras co­
munales, respectivamente.

Art. 77.— Se prohíbe, en el área de las -co­


munidades indígenas, la caza de la vicuña, el

- 255
ARTURO URQUIDI

guanaco y la chinchilla. Los comunarios procu­


rarán la domesticación y aprovechamiento eco­
nómico de dichas especies.

Art. 78.— Los recíñaos animales y vegetales


susceptibles de extinguirse se declaran bajo pro­
tección nacional. El Estado reglamentará y ra­
cionalizará su explotación.

TITULO XIII
De las asociaciones de Comunidades

Art. 79.— Las comunidades indígenas pueden


asociarse con objeto de precautelar sus derechos,
mejorar sus condiciones de vida e intervenir en
las actividades cívicas del palé.

Art. 80.— Las asociaciones de comunidades


indígenas pueden ser:
a) Locales, esto es, las organizadas en cada
provincia;
b) Regionales, o sea las organizadas en es­
cala departamental, como resultado de la
unión de las asociaciones locales de sus
correspondientes provincias; y
c ) Asociación Nacional de Comunidades In­
dígenas, es decir, la conjunción de asocia­
ciones regionalesi.
Art. 81.— Las formas de constitución y atri­
buciones de los directorios de las asociaciones
serán establecidas por las comunidades interesa-
sadas de acuerdo con sus propias normas.

Art. 82.— Los delegados o personeros para la


constitución de asociaciones serán acreditados
por elección democrática y sin la ingerencia de
autoridades ni personas ajenas a las comunida­
des.

— 256 —
LAS COMUNIDADES INDIGENAS EN BOLIVIA

Art. 83.— San objetivos comunes de las aso­


ciaciones :
a) Procurar la aplicación de un programa
coordinado d e ' desarrollo para las comu­
nidades indígenas;
b) Evitar controversias entre sus> miembros
dando solución pacífica y amigable a sus
problemas;
c) Fomentar las artes nativas y la industria
autóctonas; y
d) Cooperar a las autoridades en la elimi­
nación del analfabetismo y en la difusión
de la cultura.

TITULO XIV

D b la cooperación estatal a las comunidades

Art. 84.— El Estado, ain vulnerar el princi­


pio básico de la libre determinación, prestará
amplia ayuda al desarrollo material y espiritual
de las comunidades indígenas, a fin de elevar su
bajo nivel de vida y de trabajo y de incorporar­
las, efectivamente, al proceso de desarrollo eco­
nómico y social del pala.
Art. 85.— La asistencia estatal consistirá
principalmente en:
a) La creación de sucursales de fomento y
crédito agrícola, emplazadas en lugares
apropiados, para asistir a las comunidades
o a sus miembros con crédito en dinero,
herramientas, semillas, abonos, sementa­
les, elementos de sanidad vegetal y ani­
mal, etc., reconociéndoles intereses bajos
y plazos favorables. A medida que las co-

— 257 —
ARTURO URQUIDI

munidadea comprendan la necesidad de re­


novar su técnica productiva, dichas sucur­
sales organizarán estaciones de maquina­
ria agrícola y pondrán al servicio de aqué­
llas tractores, trilladoras, bombas, etc., en
alquiler o en venta;
b) La capacitación de los comunarios en téc­
nicas agropecuarias elementales mediante
cursillos periódicos y asesoramiento siste­
mático de las comunidades para el racio­
nal aprovechamiento de la tierra, el ga­
nado y otros recursos animales y vegeta­
les. En las mismas oportunidades se im­
partirá enseñanza sobre organización coo­
perativa, demostrando las ventajas del
trabajo asociado;
c) La organización de equipos especiales de
maestros encargados de alfabetizar niños
y adultos comunarios en su lengua mater­
na, de acuerdo con los planes generales
que rigen la materia, y fundación, a bre­
ve plazo, de centros de enseñanza media y
tecnológica en las propias comunidades in­
dígenas, con el propósito de elevar, gra­
dualmente, la cultura humanista, técnica
y científica de los grupos étnicos que in­
tegran dichas comunidades y crear en
ellos una firme conciencia de solidaridad
can los demás sectores demográficos: del
país, en la común aspiración de lograr una
efectiva independencia nacional;
d) El fomento del arte en sus diferentes ex­
presiones, tanto teóricas como aplicadas,
conservando y ennobleciendo su estilo pro­
pio o autóctono;
e) La fundación de la Casa del Comimario
en las comarcas de mayor densidad de­

— 258 —
LAS COMUNIDADES INDIGENAS EN BOLIVIA

laográfica como centros de cultura social.


Las correspondientes sedes, para dar ma­
yor eficacia a las funciones de aquélla,
cantarán con biblioteca, cine, radio y otros
medios de difusión cultural;
1) La ejecución de un programa de urbani­
zación y edificaciones, de manera que las
comunidades puedan contar con poblados
racionalizados y viviendas, modernas, có­
modas y baratas, construidas con mate­
riales disponibles en la misma localidad y
en estilos arquitectónicos adecuados a las
características regionales;
g) La instalación de hospitales en lugares
con mayor número de habitantes, destina­
dos a prestar servicio sanitario en el or­
den médico, odontológico, obstétrico, etc.
Estos hospitales irradiarán su acción, me­
diante postas móviles, a todas las comu­
nidades existentes en la respectiva juris­
dicción regional.
Art. B6.— Para los efectos de la asistencia
estatal, las comunidades, cualquiera sea la for­
ma de su organización, serán consideradas como
una sola unidad, acreditada mediante personeros
legítimos.
Art. 87.— Las comunidades elaborarán pla­
nes de trabajo agrícola. La cooperación estatal
beneficiará, preferentemente, a las comunidades
que planifiquen su producción.

TITULO XV

D el Instituto Nacional de Comunidades Indígenas

Art. 88.— Se crea el Instituto Nacional de


Comunidades Indígenas (INACI) como organismo

- 259 —
ARTURO URQUIDI

superior para la ejecución del presente Decreto-


Ley y de las disposiciones complementarias pos­
teriores, dependiente del Ministerio de.......

CAPITULO I

Organos

Art. 89.— El Instituto Nacional de Comuni­


dades Indígenas está constituido por los siguien­
tes órganos:

a) Director Nacional;
b) Consejo Consultivo; y

c) Comisiones especiales.

Art. 90.— El Consejo Consultivo comprende


los siguientes Departamentos:
aj Departamento de Sociología Bural;

b} Departamento de Economía Agrícola, Pla­


nificación y Estadística;

c) Departamento Agropecuario;
d) Departamento Jurídico;
el Departamento de Ingeniería Rural; y
f) Departamento Administrativo.

Art. 91.— El Consejo Consultivo está integra­


do por el Director Nacional y los jefes de De­
partamento.

Art. 92.— El Director del Instituto Nacional


de Comunidades Indígenas será designado por la
Presidencia de la República.

— 260 —
LAS COMUNIDADES INDIGENAS EN BOLIVIA

Los jefes de Departamento serán nombrados


por el Ministro de ............... a propuesta en ter­
na del Director Nacional.

Los demás funcionarios y el personal subal­


terno serán designados por el Director Nacional.

1
Art. 93.— El Instituto Nacional de Comuni­
dades Indígenas coordinará sus actividades con
los organismos especializados del Ministerio de
Agricultura y de otras dependencias técnicas.

CAPITULO II
Atribuciones y obligaciones

Art. 94.— El Ministro de ......... tiene la fa­


cultad de fiscalizar las labores del Instituto Na­
cional de Comunidades Indígenas, principalmen­
te en materia de reorganización de comunidades,
dotación de tierras y conflicto de linderos. Apro­
bará, mediante Resolución Ministerial, los Autos
dictados por ese Organismo y firmará, conjunta­
mente con el Presidente de la República, los tí­
tulos ejecutoriales en favor de los comunarios
dotados de tierra. Asimismo, autorizará con su
firma las disposiciones reglamentarias elabora­
das por el Instituto Nacional de Comunidades In­
dígenas.
Art. 95.— El Director es la máxima autori­
dad ejecutiva del Instituto Nacional de Comuni­
dades Indígenas. Tiene la obligación de orientar
la marcha general del Instituto, coordinar el tra­
bajo de los diferentes Departamentos y velar por
el estricto cumplimiento del presente Decreto-
Ley. Firmará con el Presidente de la República,
el Ministro de ....................y el personero repre­
sentativo de la comunidad, los títulos ejecutoria­
les en favor de los comunarios dotados de tierra.

— 261 —
ARTURO URQUIDI

Art. 96.— El Consejo Consultivo se encarga­


rá de planificar las actividades del Instituto Na­
cional de Comunidades Indígenas, procurando
estimular toda forma de trabaja asociado y la
organización de sistemas de fomento y mecani­
zación agrícola. Asimismo, se ocupará de la con­
cesión de títulos a los comunarioa recientemen­
te dotados, del reconocimiento de las comunida­
des, de la elaboración de las disposiciones regla­
mentarias que requiera la aplicación de este De­
creto-Ley. Actuará, igualmente, en calidad de
tribunal de apelación en demandas sobre dota­
ción, linderos y otras atribuidas a su conocimien­
to.
Art. 97.— Los Departamentos del Consejo
Consultivo tienen las siguientes atribuciones y
obligaciones fundamentales:
a) El Departamento de Sociología se ocupará
del estudio de la población comunaria en
relación con laB cuestiones de orden econó­
mico, social, educativo, sanitario, etc.; o
sea de la s condiciones de vida y de traba­
jo en los diversos tipOB de organización co­
munitaria;
b) El Departamento de Economía Agrícola,
Planificación y Estadística tiene la misión
de elaborar proyectos de desarrollo, de
planificar la producción y la comercializa­
ción de los productos de las comunidades,
llevar estadísticas1completas de los recur­
sos agropecuarios y económicos de ellas,
etc.;
c ) El Departamento Agropecuario es el en­
cargado de dirigir e] aprovechamiento ra­
cional de la tierra y el ganado, la creación
de industrias derivadas, el mejoramiento
de cultivos, selección de ganado, sanidad

— 262 —
LAS COMUNIDADES INDIGENAS E N BOLIVIA

animal y vegetal, organización de cursi­


llos de carácter técnico y cooperativo, etc.;
d) El Departamento Jurídico fuera de ase­
sorar a I ob demás Departamentos en cues­
tiones de orden jurídico-legal, se ocupará
de presentar ante el Consejo Consultivo la
relación y el proyecto de resolución en los
casos de alzada, redactar los autos de re­
conocimiento de comunidades, llevar el
registro, absolver consultas, asumir defen­
sa de las comunidades indígenas, prepa­
rar informes, etc.;
e) El Departamento de Ingeniería Rural se
dedicará al levantamiento de los mapas
catastral, agrológico, hidrológico, agríco­
la y ganadero; al estudio de un adecuado
reagrupamiento de las tierras de cultivo
y pastoreo en todas las comunidades indí­
genas; a formular proyectos de urbaniza­
ción de los aylius y comunidades; a dirigir
la construcción de obras de regadío, aper­
tura de caminos vecinales, etc.;
f) El Departamento Administrativo se con­
sagrará a las funciones de Secretaría, Au­
ditoria, Contabilidad y Presupuestos.
Art, 98.— Las comisiones especiales se con­
cretarán, fundamentalmente, a la tarea de ase­
sorar, cooperar y dirigir a las comunidades indí­
genas en la solución de sus problemas, de acuer­
do con las instrucciones impartidas por el Conse­
jo Consultivo y en las condiciones establecidas
por este Decreto-Ley.
TITULO XVI
Disposiciones finales y transitorias

Art. 99.— El Instituto Nacional de Comuni­


dades Indígenas, mediante comisionados especia­

— 263 —
ARTURO URQUroi

les, realizará amplia labor de explicación del pre­


sente Decreto-Ley en todas las comunidades in­
dígenas del país antes de ponerlo en práctica, a
fin de que los comunarios formen conciencia de
sus beneficios y objetivos y coadyuven a su fiel
y correcta ejecución".
Art. 100.— La Dirección Nacional de Estadís­
tica y Censos, en coordinación con el Instituto
Nacional de Comunidades Indígenas, levantará un
censo demográfico y agropecuario en las comu­
nidades, a la mayor brevedad posible.
Art. 101.— El gobierno dictará el Decreto
reglamentario para la alfabetización de los co­
munarios en su lengua materna y el funciona­
miento de establecimientos de instrucción media
y tecnológica en las mismas comunidades.

Art. 102.— Desde la fecha en que se expida


este Decreto-Ley, las comunidades indígenas que­
dan eximidas del trámite agrario ante las auto­
ridades del Servicio Nacional de Reforma Agra­
ria. Los juicios por linderos entre ayllus, en ac­
tual trámite, pasarán a conocimiento del Institu­
to Nacional de Comunidades Indígenas para que
éste, a su vez, los remita a los Comités de linde­
ros organizados en las comunidades en cumpli­
miento del Art. 53 de este Decreto-Ley.
Art. 103.— La restitución de tierras« de co­
munidades indígenas se rige por la Ley de Re­
forma Agraria.
Art. 104.— Los casos no contemplados en es­
te Decreto-Ley se sujetarán a la Ley de Reforma
Agraria, las leyes comunes y el derecho con­
suetudinario.
Se autoriza al Instituto Nacional de Comuni­
dades) Indígenas la elaboración de los reglamen­
tos que sean necesarios.

— 264 —
LAS COMUNIDADES INDIGENAS EN BOLIVIA

Art. 105.— Quedan derogadas todas las dis­


posiciones contrarias al presente Decreto-Ley.
El señor Ministro de Estado en el despacho
de ................. queda encargado de la ejecución
y cumplimiento del presente Decreto-Ley.
Es dado en la ciudad de La Paz, a l o s .......
de mil novecientos sesenta y cinco años.

— 265 —
B I B L I O G R A F I A CITAD A

ACADEMIA DE CIENCIAS DE LA U.R.S.S. Ins­


tituto de Economía. Manual de economía po­
lítica. Trad. dir. del ruso por Wenceslao Ho­
ces. 2a. ed. México, Ed. Grijalbo, 1957.
AGUILUZ BERLIOZ, Rodolfo. Regímenes agra­
rios. 2a. ed. Guatemaal, Tip. Nacional, 1953.

ALEXANDROV, N. G. y otros Teoría del estado


y del derecho. Versión española de A. Fierro.
México, Ed. Grijalbo. 1962.
Antecedentes de la Reforma Agraria en Solivia.
La Paz, 1963.
ARZE, José Antonio. Soclografía del inbario. La
Paz, Ed. Fénix, 1952.
BASADRE, Jorge. Historia del Dereoho Peruano.
Lima, Ed. Atenea, 1937.
BAUDIN, Louis. E l imperio Socialista de los In­
cas. Trad. del francés de José Antonio Arze.
Santiago de Chile, Zig-Zag, 1948.
BOLIVIA. MINISTERIO DE AGRICULTURA.
Informe del Departamento de Estudios Socio-
Económicos del Ministerio de Agricultura so­
bre las Provincias de Los Andes, Ornasuyos e
Xngavi, suscrito en La Faz, en 1945, por los
Ingenieros Carlos A. Reyes, Luis F. Chávez,
Hugo Rubín de Cells y DuÚredo Peláez A .
BONIFAZ, Miguel. Legislación agrario-indlgenal.
Cochabamba, Imp. Universitaria. 1953.

— 287 —
ARTURO URQUIDI

CAÑAIS FRAU, Salvador. Las civilizaciones pre-


hispúnicas de América. Buenos Aires, Ed.
Sudamericana, 1955.
CASO, Antonio. Sociología. México, Ed. Polis,
1939.
CASTRO POZO, Hildebrando. Del aylln al coo-
perativismo socialista. Lima, 1936.
COMAS, Juan. Principales aportaciones indíge-
genas precolombinas a la cultura universal.
México, Instituto Indigenista Interamericano,
1957.
3a. CONFERENCIA NACIONAL DE AGRICUL­
TURA, GANADERIA E INDUSTRIAS DERI­
VADAS. Cochabamba, 1945. Memoria. Co-
chabamba, Ed. Atlantic, 1946.
COSTA. Joaquín. Colectivismo agrario en Espa­
ña. ' Buenos Aires, Ed. Americalee, 1944.
Curso de Capacitación de Profesionales en Refor­
ma Agraria. Santiago de Chile, 1963. 4 t.
CUNOW, H. La Organización Social del Imperio
de los Incas. Lima, Lib. y Ed. de D. Miran­
da, 1933.
CUVILLER, Armand. Manual de Sociología. Trad.
del francés por Armando J. Cobo. Buenos Ai­
res, El Ateneo, 1956.
CHOY, Emilio. La revolución neolítica y los orí­
genes de la civilización peruana. Lima, Tall.
Graf. P. L. Villanueva, 1960.
Declaración de la Asociación Pemana de Inge­
nieros Agrónomos frente a la Reforma Agra­
ria y al Proyecto de Ley enviado por el Poder
Ejecutivo a] Parlamento.
ENGELS, Federico.El origen de la familia, de la
propiedad privada y del Estado. Buenos Ai­
res, Ed. Claridad, 1941.
—La violencia. Madrid, Ed. América, s. f.
Estado y clases en la antigüedad esclavista. Bue­
nos Aires, Ed. Platina, 1960.

— 268 —
LAS COMUNIDADES INDIGENAS EN BOLIVIA

FAIRCHILD, Henry Pratt, ed. Diccionario de so­


ciología. México, Fondo de Cultura Económi­
ca, 1949.
FELLMAN VELARDE, José. Los Imperios Andi­
nos. La Paz, Ed. Don Bosco, 1961
FORTUN, Julia E. “ Primer estudio antropoló­
gico de una comunidad aymara: Irpa-Chico” ,
en Revista Arte, Publicación del Ministerio
de Educación, La Paz, Voi. I, N? 2, mayo-
agosto. 1961.
GALDO PAGAZA, Raúl. Economía de las Colec­
tividades Indígenas colindantes con el Lago
Titicaca. Lima, Ministerio de Trabajo y Asun­
tos Indígenas, 1962.
GARCIA, Antonio. Legislación Indigenista de Co­
lom bia. México, Instituto Indigenista Intera­
mericano, 1952.
GLAUSON, Gerard. E l régimen comunal agrario.
Roma, Organización de las Naciones Unidas
para la Agricultura y la Alimentación (F.
A. O.), 1953.
GOMEZ DE CARBAJAL, Carlota; y CARBAJAL
H, Jorge A. Estudio socio-economico del Ay-
Un Hiscca Urinsaya, La Paz, 1965.
—Influencia de la Religión Dantista en una E s­
tancia del Altiplano Boliviano. La Paz, 1964.
GUAMAN POMA DE AYALA, Felipe. El primer
nueva crónica y buen gobierno. Edición del
Prof. Ing. Arthur Posnansky. La Paz, Insti­
tuto Tiahuanacu de Antropología, Etnologia
y Prehistoria. 1944.
HAYA DE LA TORRE, Victor Raúl. E l antilm-
periallsmu y el Apra. Santiago de Chile, Ed.
Ercilla, 1936.
HERNANDEZ RODRIGUEZ, Guillermo. “ La Es­
tructura social Chibcha’ ’, en Revista de la
Universidad Nacional de Colombia, N? 6, 1956.
1BARRA GRASSO, Dick Edgar. “ Sobre el des­
arrollo de las civilizaciones precolombinas de
Bolivia y el origen del Imperio Incaico” . Se­
parata de Revista do livro. Río de Janeiro.

— 269 —
ARTURO URQUIDI

—La verdadera historia de los incas. La Faz, Los


Amigos del Libro, 1969.
— Prehistoria de Bolivla. La Faz, Los Amigos del
Libro, 1966.
—Sobre la primitiva organización gentilicia. Ori­
ginal proporcionado por el Praf. Ibarra al
autor.
—Comunicación personal al autor, sobre los urus
y chipayas.
—Inform e sobre sociología campesina de Bolivla.
Marzo de 1963.
—Artículo publicado en la Revista Arte, La Faz.
Vol. I, N? 2. mayo-agosto, 1961.
JARAMILLO ALVARADO, Fío. La Nación Qui­
teñ a: biografía de una cultura. Quito, Imp.
de la Universidad, 1947.
KONSTANTIÑOV, F . V ., dir. E l materialismo his­
tórico. México, Ed. Grijalvo. 1967.
LA TORRE, Roberto. “ El indio no es sólo una
‘clase1 " , artículo en Kosho, julio 21, 1934.
LATCHAM, Robert E. La agricultura precolom­
bina. Santiago de Chile, Ed. de la Universi­
dad, 1936.
LEVILLIER, Roberto. Don Francisco de Toledo.
Supremo Organizador del Perú. Madrid, Es-
pasa-Calpe, 1935.
MAC-LEAN Y ESTENOS, Roberto. Socíologfa del
Perú. México, Universidad Nacional Autóno­
ma de México, Instituto de Investigaciones
Sociales, 1969.
MALDONADO, Abraham. Derecho Agrario. La
Paz, Imp. Nacional, 1956.
MARIATEGUI, José Carlos. Siete ensayos de
interpretación de la realidad pernana. 6a. ed.
Lima, Biblioteca Amauta, 1958. (Sus: Obras
completas, vol 2).
MARTINEZ,_ Héctor. “ Integración de la propie­
dad minifundista en Puno, Perú” , en Eoono-
— 270 —
LAS COMUNIDADES INDIGENAS EN BOLIVIA

mía y Agricultura, Lima, Vol. I, Nv 4, junio-


agosto, 1964.
MARTINEZ DE LA TORRE, Ricardo. Apuntes
para una Interpretación marxista de la his­
toria social del Perú. Lima, Emp. Ed. Perua­
na, 1948.
MATOS MAR, José. “ Cambias sociales en el Al­
tiplano Boliviano. El área cultural de Tiahua-
naco-Taraco” , en Economía y Agricultura,
Lima, Vol. I, W 2, dic. 1963 — íeb. 1964.
MEJIA VALERA, José. Organización de la So­
ciedad en el Perú Precolombino, hasta la apa­
rición del EBtado Inka. Lima, Compañía de
Impresiones y Publicidad E. Bustamante y
Bafiivián, 1940.
OLMEDA. Mauro. Sociedades precapltalistas.
México, 1961, 2 t.
ORGANIZACION DE ESTADOS AMERICANOS.
Proyecto 208. Jesús de M achaca, comuni­
dad aym ara del altiplano andino. Lim a, Uni­
versidad Mayor de San Marcos, 1963.
— Comunidad Campesina de Llica. Lima, 1963.
OROSCO, Plácido. Estudios financíales de Bolivia.
CDchabamba, Imp. del Siglo, 1871.
OTS CAFDEQUT, José María. E l régimen de la
tierra en la América española durante el pe­
ríodo colonial. Ciudad Trujillo, Ed. Montalvo.
1946.
OVANDO SANZ, Jorge. Sobre el problema nacio­
nal y colonial de Bollvla. Cochabamba, Ed.
Canelas, 1961.
PAREDES, Manuel Rigoberto. Tiahuanacu y la
provincia de Ingavf. La Paz, Ed. Isla, 1955.

PEÑALOZA, Luis. Historia económica de Soli­


via. La Paz, Tall. Graf. Bolivianos. 1953.
PEREZ PATON, Roberto. La Reform a Agraria
en Solivia y sus resultados. La Paz, 1961.

PORTUGAL ORTIZ, Max. Respuesta personal a


un cuestionario enviado por el autor.

— 271 —
ARTURO URQULDI

PUIGROS, Rodolfo. De la colonia a la revolu­


ción. Buenos Aires, Lautaro, 1943.

Recopilación de las Leyes de Indias.

REYEROS, Fafael. Artículo publicado en Ultima


Hora, La Paz, julio 23, 1964.

ROJAS, Casto. Historia financiera de Solivia. La


Paz, Tall. Graf. Marinoni, 1916.
ROEL PINEDA, Virgilio. La Economía Agraria
Peruana. 2a. ed. Lima, Tall. de Grafcolor,
1961.
ROMERO, Emilio. Historia económica del Perú.
Buenos Airee, Ed. Sudamericana. 1949.

RUMIANTSEV, A., dir. La cuestión agraria y el


movimiento de liberación nacional. Praga,
Ediciones Paz y Socialismo, 1984.
SAAVEDRA, Bautista. E l A ylln; estudios socio­
lógicos. París, P. Ollendorff, 1913.
SAENZ, Moisés. Sobre el indio peruano y su in­
corporación al medio nacional. México, Se­
cretaria de Educación Pública, 1933.
SALAMANCA LAFUENTE, Rodolfo. “ Español,
aymara, quechua” , en E l Diario, Suplemen­
to Literario, La Paz, abril 4, 1065.
SANTIVAÑEZ, José María. Reivindicación de los
terrenos de comunidad. Cochabamba, Imp.
rican Ethnology Handbook of South Ameri-
del Siglo, 1871.
SMITHSONIAN INSTITUTION, Burean of Ame-
can Indias. Civilizaciones andinas — Los
quechuas contemporáneos. Boletin N? 143.
Trad. de Raquel Arze y A.
TELLO, Julio C. Introducción a la historia anti­
gua del Perú. Lima, Ed. Evporión, 1921.

URQUIDI, Arturo. E l feudalismo en América y


la reforma agraria boliviana. Cochabamba,
Imp. Universitaria, 1066.

— 272 —
LAS COMUNIDADES INDIGENAS EN BOLIVIA

—La comunidad indígena: precedentes sociológi­


cos, vicisitudes históricas. Cochabamba, Im­
prenta Universitaria, 1941.
— Labor universitaria (1951-1955). Cochabamba,
Imp. Universitaria, 1B55 (sic. i. e. 1962).
VAL CARCEL, Luis E. Historia de la cultura an­
tigua del Perú. Lim a, Im p. del Museo Nacio­
nal, 1943.

VALDEZ, Abraham. La Comunidad Rural. Sepa­


rata de la REVISTA DE LA UNIVERSIDAD
NACIONAL DE CORDOBA. Segunda Serie,
Año III, Nos. 4-5. set.-dic. 1962.
VELLARD_, Jean. E l régimen de tierras en la
comunidad. Trad. inédita de la Profesora
Srta. Elvira Pommier Morató.

— 273 —
INDICE
P á g.

PROLOGO 9

CAPITULO I
PANORAM A HISTORICO

1. EPOCA P R E C O L O M B IN A ........................ 21

A) PERIODO P R E IN C A IC O ................... 21

a) Culturas anteriores a la incaica


b] El ayllu y el mesolitico americano

B) PERIODO IN CAICO ............................. 37


a) Evolución del ayllu y sus relaciones
b) Tipos de régimen comunal agrario
c) Innovaciones incaicas en el régimen
de tierras.
2. LA C O L O N IA ...................................................... 40

a) Diferencia y conflicto de culturas


b) Formas de propiedad agraria
c) Técnica productiva
d) Las reducciones.

3. LA R E P U B L IC A ............ ............... 97
a) Los decretos bolivarianos
b) Comunidad y enfiteusis

— 275 —
ARTURO URQUIDl

Pág.

c) Aplicación momentánea del pensa­


miento bolivariano.
d) La administración Melgarejo.
e) Reivindicación de tierras comunarias
f) Exvinculación de tierras de comuni­
dad.

CAPITULO II

ENFOQUE SOCIOLOGICO
1. OPINIONES SOBRE EL CARACTER DE
LA ORGANIZACION SOCIAL INCAICA.. 71

2. GRANDES FASES DEL DESARROLLO


SOCIAL......................................................... 80
A) Clasificación técnico-cronológica.
B) Clasificación tecnológica.
C) Clasificación económico-social.
DI Clasificación genético-política.
E) Clasificación histórico-materialista.

3. ESTADO CULTURAL DEL PERU INCAI-


C O ............................... 98

4. CARACTERIZACION SOCIOLOGICA DE
LA COMUNIDAD IN D IG E N A ................... 119

A) EL CLAN Y LA G E N S ........................ 124

B) EL AYLLU Y LA M A R C A ................... 134

C) LA COMUNIDAD INDIGENA EN BO­


LIVIA ....................................................... 143
a) Origen histórico
b) Localización geográfica
c) Composición étnica
d) Régimen de la tierra

— 276 —
LAS COMUNIDADES INDIGENAS EN BOLIVIA

Páff.

e) Situación legal de las tierras co­


mún arias.
f) Economía y técnica productiva
g) Relaciones de producción y clases
sociales.
1) Trabajo familiar
2) El ayni
3) La mincca
4) El waki
5) Al partir
6) La satja
7) La faena.
h) Organización político-territorial
i) Expresiones culturales.

CAPITULO III

RUMBO LEGAL
1. TEORIAS ACERCA DEL PORVENIR DE
LAS COMUNIDADES INDIGENAS. . 181

A) CORRIENTE ABOLICIONISTA 181


a) Disolución intencional
b) Caducidad natural.

B) COOPERATIVIZACION...................... 188

C) SOCIALISMO EMBRIONARIO........... 103

D) NACIONALIDADES OPRIMIDAS. .. 19B


2. PUNTOS DE VISTA QUE SUSTENTA EL
A U T O R ......................................................... 203

A) LAS NACIONALIDADES PRECO­


LOMBINAS ........................................... 203

— 277 —
ARTURO URQUIDI

Pág.

B) LA PROPIEDAD DE LA TIERRA . . 208

C) REPERCUSIONES DE LA REFOR­
MA AGRARIA SOBRE LAS COMU­
NIDADES IN D IG E N A S.................... 211

D) ORIENTACION Y CONTENIDO DE
LA LEY DE COMUNIDADES EN
P R O Y E C T O ......................................... 218

a) Comunidad tradicional
b) Individualización plena de la pro­
piedad privada.
c) Cooperativizadón
d) Colectivización
e) Sistemas mixtos.

A P E N D I C E

ANTEPROYECTO DE LEY GENERAL DE


COMUNIDADES INDIGEN AS...................... 225

BIBLIOGRAFIA C ITA D A .............. .. 287


Este libro se terminó de
imprimir el día 10 de fe ­
b re ro de 1971, en los ta-
Ueres de la Editorial Uni­
versitaria de Cochabamba
Bolivia.

También podría gustarte