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Antes de comenzar quisiéramos aclarar que más que un trabajo ya desarrollado que
apunte a resolver problemas o construir en referente de verdad, lo que se busca es poner en
cuestión algunos elementos propios del quehacer educativo en el campo de la enseñanza y
para el caso que nos compete el día de hoy: la enseñanza de filosofía en educación media.
Campo que solemos creer dominar, que creemos saber y que en muchas ocasiones, el estado de
llenura no permite el cuestionamiento y la reflexión.
Ahora bien, cabe preguntar ¿Qué se pretende con una materia que en muchas
instituciones de educación secundaria es de carácter obligatorio?, ¿qué se pretende con una
educación filosófica? Podríamos pensar que una educación filosófica busca promover el pensar
autónomo, la independencia de criterio, la creatividad y el análisis de la realidad y al mismo
tiempo, busca replicar un conjunto de experiencias a partir de una serie de documentos como
podría ser para el caso colombiano Las Orientaciones pedagógicas para la filosofía en la educación
media (2010) o El documento de la Unesco: La filosofía una escuela de libertad (2011) que tienen
vigencia en sobre la enseñanza de la filosofía y el aprendizaje del filosofar en Colombia.
Algo que es necesario resaltar, es que al no existir estándares o lineamientos sino unas
Orientaciones debemos tener en cuenta que esto nos compromete a pensar, que más que
buscadores y aplicadores de recetarios o fórmulas para la enseñanza de la filosofía, tenemos la
oportunidad pensar filosóficamente la enseñanza de esta. En consecuencia, es tarea,
responsabilidad y obligación como maestros -filósofos problematizar filosóficamente la
enseñanza de la filosofía junto con la evaluación en filosofía en las instituciones de educación
En este sentido, hay que preguntarse ¿qué significa evaluar? ¿Qué significa evaluar en el
área de filosofía? ¿Qué evalúa una evaluación de filosofía? Al centrarnos sobre estos
cuestionamientos lo podríamos considerar lo que propone Cerletti como un problema filosófico.
Un problema filosófico que requiere devolvernos a formular y reformular preguntas anteriores.
Podríamos señalar que “la evaluación tiene sobre todo una función formativa,” en esa
medida, no se puede reducir al simple hecho de medir, corregir o calificar. De alguna manera, sí
tiene que ver con actividades (actividades cumplen un objetivo de tipo funcional e instrumental
respecto a la evaluación) Sin embargo, no deben limitar y mucho menos definir la evaluación.
Ni siquiera confundirse con ella. La dimensión profunda de la evaluación trasciende, otorgando
todo el protagonismo al proceso de enseñanza-aprendizaje. Hay que deconstruir la forma de
evaluar y calificar en filosofía en las que no se apliquen recetas, ni tampoco caer en la
enseñanza doctrinal, histórico y problémico para superar la dicotomía entre la filosofía y el
filosofar.
Reflexiones:
En suma, la filosofía no se reduce solamente al corpus filosófico, sino que implica un gesto, una
actitud, unos ejercicios y la motivación por la pregunta y dinamiza los conocimientos lo que
posibilita la apertura de comunicación con diferentes disciplinas como este enfoque pedagógico.
A partir de una posición que llevar a replantear (deconstruir) la enseñanza de filosofía
tradicional en la educación media.
Posibles preguntas:
Enseñanza escolar, otras formas de evaluación ¿por qué pensar esto en la filosofía y no
en otras disciplinas?
¿Por qué es necesario pensar la evaluación no basada en la calificación sino en ejercicios
espirituales?