Hay cosas que se van haciendo tradicionales. Se convierten en
costumbre, en parte del entorno o contorno; hasta hacerse habituales. Tanto sucede así, qué cuando eso no ocurre, hay asombro. Es como las hallacas, pues navidad sin ellas en Venezuela, no lo es.
Bueno, en eso se ha convertido el ruleteo de pacientes en
nuestro país. Forma parte intrínseca del sistema, e inclusive camina. Sí, camina, porque literalmente va por pasos. Claro, los que más lo sufren son personas de bajos recursos. Pero cualquiera puede tener un percance, no importa la condición social.
Primero el vehículo idóneo para el traslado. Conseguirlo, así
como se ve en las series de televisión. Rápido, expedito. Eso es francamente bien difícil.
Segundo, atención inmediata. A menos que se corra con la
suerte de tener alguna unidad cerca con personal capacitado, o un transeúnte preparado para eventualidades de ese tipo: léase paramédico, enfermero (a), médico. Olvídenlo; es poco probable.
Tercero, el traslado. Si al fin se consigue, es cuando comienza el
calvario. A cual nosocomio llevamos al sufriente?
Lógico al más cercano. Tendrá seguro, HCM o algún servicio
médico de esos grandes? No? Bueno a un hospital público.
Pero el “X” está cerrado. Entonces el “Y”, pero la emergencia no
está funcionando. Bueno al “Z”. No. El personal está en huelga. No les han pagado desde hace meses. Bueno entonces al “W”. al llegar al “W” la emergencia es un caos.
Si se logra ingresar a la persona con la patología, se dice: ¡ Qué
buena suerte ¡ Pero un momento¡. Se necesita sangre, plasma, o los medicamentos tales y cuales. Así qué una de las frases más famosas en nuestro sistema sanitario aflora: NO HAY. Hay que trasladarlo a otro sitio y a cuál? Bueno se puede probar con el “L”, o al “Ñ”, o al “C”. Quién sabe?
Allí comienza el auténtico ruleteo. De centro de salud a centro
de salud. Y sucede lo del cuento del infierno venezolano. El diablo no vino, no hay tobo, no hay insumos, etc, etc.
Algunos la pegan y se salvan. Otros pasan en observación horas y
horas. Otros abaleados, infartados, sucumben.
Las sirenas ululan, la gente llora, la morgue se llena, rebosa y el
ruleteo continúa. Una tradición.
Una encuesta hecha por el Departamento de Salud Pública de La
Escuela de Medicina Vargas de la UCV, ya publicada, mostró qué el ruleteo hospitalario era la conducta más detestada por el ciudadano venezolano en relación al aparataje de salud. Esto debe ser corregido de forma inmediata. Los organizadores del sistema deben saber y están obligados a saber cómo hacerlo.