Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
En la vida real son los congresistas los que actúan como cocineros:
reparten tajadas, se untan de mermelada, cocinan reformas.
Había jurado no seguir nunca más un reality de televisión desde los días lejanos
en que la adicción a Protagonistas de novela por poco acaba conmigo: hoy puedo
decir que, si bien superé con gran esfuerzo aquel enganche adictivo, mi cerebro
quedó con daños irreversibles suficientes como para apoyar al gobierno de Santos
en determinadas circunstancias.
Para evadir semejante perspectiva, entonces, opté por permitirme una deliciosa
descarga de pornomiseria que, supuse, podría manejar: mal que bien, en aquellos
días en que me capturó la melaza de Protagonistas de novela yo era joven y
díscolo. Ahora soy adulto: ya vivo sin afán, ya no voto por el Polo. Ya controlo mis
vicios.
–Pero esta vaina no tiene sal –se queja–. Y además está fría.
Los regañan de tal modo que uno piensa que les van a quitar la salida el domingo.
Porque a ratos el programa parece un reality hecho por señoras bogotanas para
elegir empleadas del servicio. Una de las pruebas de la segunda temporada
podría consistir en olvidar, a modo de señuelo, un billete de 5.000 pesos sobre
una mesa, a ver si alguien lo agarra. O dejar razones telefónicas para ver si las
anotan.
Uno ve a los participantes con una expresión de angustia tan exagerada, que
imagina que, más que unos señores que cocinan unos ñoquis al pesto, estamos
ante un grupo de estadistas entregados a la trascendental tarea de reformar la
Constitución. En la vida real, sin embargo, el asunto funciona exactamente al
revés, y son los congresistas los que actúan como cocineros: reparten tajadas, se
untan de mermelada, cocinan reformas como si fuera un sancocho. De por sí,
cuando alguien suelta la frase “la carta se respeta: debemos ser impecables”,
quien habla es un participante de MasterChef. En cambio, si uno oye algo como
“hermano, los huevos te quedaron blanditos”, seguro es Germán Vargas Lleras
conversando con Armandito Benedetti.
–¿Y usted qué está cocinando, Alejandro? –pregunta el Rausch no repostero, que
para mí es el que manda al otro.
–¿De qué?
–De penas: es para poder negociar apoyos en el futuro.
–¿Roscones?
–No, los roscones son pecadores. Unos liberales. Pero los inhabilité.