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Hay una casa ubicada en las montañas del Cauca, cerca del municipio de Argelia,
la finca el Paraíso, de Abuela Marina. Es una campesina que vivió en Nariño y
viajo al Cauca en busca de mejores oportunidades con su esposo ya fallecido y
sus tres hijos. Desde que recuerdo la finca de abuela Marina ha sido un lugar lleno
de árboles frútales, café y antiguamente existió un trapiche que no alcance a
disfrutar como mis hermanos quienes recuerdan el olor a caña y panela hirviendo,
yo por otra parte recuerdo la casa de mi abuela y el olor a café se me viene a la
memoria.
Al conocer esta casa se entiende qué significa una construcción armónica entre el
hombre y la naturaleza, los muros gruesos de tapia pisada, las grandes vigas de
madera troncos en su estado natural y el techo de teja, Una fusión perfecta, donde
la casa forma parte del paisaje. No desentona; se mimetiza, se funde en el sitio.
No lo arremete. Por el contrario, el lugar ya no es posible sin ella. La casa nace del
lugar, lo funda, le da sentido. Le quita su carácter profano y lo vuelve sagrado.
Abuela Marina ha ido envejeciendo y con ella la finca que me vio pasar los años
de mi niñez, aun nos reunimos en diciembre para la cena navideña, pero ya no en
la finca, ya el horno no se prende y la casa se ha ido modificando, ya no tostamos
Café, la abandonamos sin quererlo, todos crecimos, el paisaje también cambio,
pero la esencia sigue ahí, Abuela marina sigue ahí, hemos intentado venderla pero
todos sabemos que ellá y la finca son una sola y que no habría algo que le
desgarrara más el alma que le dijéramos que su casa ya no es su casa.