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ÁNGELES

INDICE
Introducción
Los ángeles en las distintas religiones
Los ángeles en la historia
Jerarquías angélicas.
Atributos de las distintas ordenes angélicas.
Cómo invocarlos.
PREFACIO

¿Por qué un libro sobre ángeles en este tiempo de veloz


crecimiento tecnológico, en el que todas las respuestas parecen haber
sido halladas o estar a punto de serlo? ¿De qué puede servir hablar de
los ángeles e intentar comprenderles cuando a nuestro alrededor el
mundo parece derrumbarse sin remedio? ¿Pueden los ángeles
ayudarnos con la contaminación, las injusticias, el daño que hemos
hecho a nuestra madre naturaleza y a nosotros mismos? ¿Pueden
remediar la falta de sentido que tantos sentimos; la soledad, el
desamor, la desorientación?... Y por otro lado ¿con tanto dicho y escrito
ya qué tengo para decir que pueda resultar de utilidad? Estas y
muchas otras han sido las preguntas que despertaron en mi interior al
comenzar a escribir este libro.
Durante meses postergué la tarea y a punto estuve de desistir
cuando la respuesta me llegó del modo menos esperado: una amiga
que siempre ha sido profundamente escéptica y racional, tuvo un
terrible accidente en el que su pequeño hijo resultó inexplicablemente
ileso mientras ella era llevada de urgencia la hospital en estado de
coma. Los médicos luego de atenderla dieron pocas esperanzas, sin
embargo contra todo pronóstico se recuperó rápidamente. Cuando fui
a verla lo primero que me dijo fue.
—Dos milagros al mismo tiempo es demasiado ¿no crees?... ¿Qué
opinas de los ángeles? ¿Es posible que existan realmente?
Me resultó tan inesperada la pregunta viniendo de ella que
demoré en saber qué responder. Entonces ella me contó que en el
momento del accidente sin que pudiese comprender cómo había visto
claramente a una mujer sonriéndole y sacando al pequeño en brazos
justo antes del impacto. Recuperada la conciencia, ya en el hospital,
luego de saber que su hijo estaba bien preguntó por la mujer para
poder agradecerle. Grande fue su sorpresa al enterarse que ninguna
mujer había estado siquiera cerca del lugar del accidente, pero mucho
mayor fue al escuchar a su hijo decirle sonriente y convencido: “El
ángel que me salvó me dijo que te pondrías bien”.
Al regresar a casa me seguían las palabras de mi amiga: “No sé si
fue un ángel o no, pero sé que estoy profundamente agradecida a lo que fuera
que nos protegió y que desde este momento mi vida cambió”, también yo
sentí profundo agradecimiento al saberlos salvos y entonces supe que
había encontrado la respuesta buscada: Más allá de todo lo que nos
rodea, más allá del dolor, el miedo, la injusticia, los logros, la
tecnología, existen realidades y fuerzas espirituales a las que
necesitamos comprender y a las que es necesario acercarse para que
nuestro espíritu florezca, si es que en verdad anhelamos participar en
la creación de un mundo mejor para nosotros y para todos.
Con este sentir y convicción escribí lo que ahora ofrezco en estas
páginas.
Anuk Azim
Cajón del Maipo. Chile. 2008
INTRODUCCIÓN
“¿Qué hace falta para despertar? No es necesario ni esfuerzo, ni juventud, ni mucho
discurrir. Sólo se necesita una cosa: la capacidad de pensar algo nuevo, de ver algo nuevo y de
descubrir lo desconocido. La capacidad de movernos fuera de los esquemas que tenemos, de saltar
sobre ellos y de mirar con ojos nuevos a la realidad”.

Anthony de Mello

Asusta lo nuevo, lo distinto, lo desconocido. Asusta aquello que


no podemos explicar, ni demostrar. Asusta por sobre todo atreverse a
aceptar cualquier idea, creencia e incluso percepción que no pertenezca
al rango de lo socialmente reconocido. Y es este estar tan asustados lo
que nos impide ese “despertar” del que habla Anthony de Mello, y nos
mantiene en el estrecho espacio de la realidad física, en la cual nuestro
espíritu sufre cual prisionero al no poder extender sus alas para
acercarse a lo divino.
Es entonces cuando sentimos angustia pues la vida parece carecer
de sentido y andamos por ella a tientas intentando más sobrevivir que
vivir, preguntándonos por qué tanta injusticia es posible, por qué tanta
dificultad en nuestra existencia y en la de otros, buscando respuestas
que casi nunca encontramos a las muchas dudas que agobian nuestros
corazones.
Entre otras cosas Despertar es abrirse al reconocimiento de la
existencia de otras realidades aparte de la física o material, realidades
de orden espiritual que coexisten y en las cuales es posible encontrar
las respuestas tan buscadas y el sentido tan perdido.
Hablar de Ángeles es abrirnos a una de esas otras realidades. Es
también atrevernos a sumergirnos en un tema muy controvertido, pero
por sobre todo es darnos una oportunidad de hacerle espacio a nuestro
espíritu para que abra sus alas y reciba las bendiciones que nos ofrece
la divinidad.

Desde siempre la humanidad ha reconocido la existencia de “Seres


vibrantes”, es decir de diferente cualidad a la de los seres humanos,
llamados por ello: mágicos, superiores, angélicos..., teniendo en común
todas estas denominaciones el referirse a presencias de otro orden
(normalmente invisible a nuestra percepción ordinaria) que sin
embargo interactúan, con nosotros. Seres que se caracterizan por
pertenecer a un universo de distinta consistencia que el nuestro y de
ahí que los decodifiquemos como luminosos o dicho de otra forma
como Seres de Luz.
Por estar hechos de energía y luz sutil, su materia no tiene formas
definida cuanto menos desde nuestra perspectiva, de ahí la gran
cantidad de descripciones y nombres disímiles que se les han
adjudicado a lo largo del tiempo. Y lógicamente al ser nosotros, los
seres humanos, quienes les otorgamos formas, sean estas la de seres
similares a nosotros (incluso humanos) ya sean femeninos o
masculinos, o bien como hadas, duendes, elfos, energías, como esferas
luminosas, como seres alados, como destellos lumínicos, como sutiles
siluetas... e incluso, y muy comúnmente, que aún no pudiendo
percibirlos en modo alguno, simplemente reconozcamos su presencia
por los efectos que experimentamos, como por ejemplo cuando a punto
de sufrir una catástrofe del orden que fuese, algo o alguien nos hubiese
advertido o salvado y exclamamos sorprendidos:“me salvo un ángel”,
es natural que existan tantos desacuerdos y diferencias a la hora de
definirlos. Por lo mismo es importante aclarar que estos seres o fuerzas
o presencias espirituales carecen de forma que nos sea comprensible y
por lo tanto en todos los casos la forma y dimensión con que los
percibimos será la que nuestro cerebro o psiquismo pueda darles, sin
que esto resulte esencial, pues más allá del modo en que percibamos
estas fuerzas y la forma que les otorguemos, lo importante es que
existen y están junto a nosotros para ayudarnos y acompañarnos.

Como hemos dicho junto a la realidad cotidiana y material


accesible a nuestros sentidos: vista, tacto, oído, olfato... existen otras
muchas realidades o dimensiones que no resultan tan fácilmente
perceptibles a dichos sentidos. Es en estas otras dimensiones en las que
habitan, entre otros, los seres a los que se ha dado en llamar desde hace
siglos (por lo pronto en las religiones tradicionales): Ángeles.
Podemos creer o no en la existencia de ellos, podemos buscar
entrar en contacto o no hacerlo, cualquiera sea la elección lo cierto es
que interactúan con nosotros constantemente, sin esperar nada y
dándonos todos, pródigos como la naturaleza misma.
Por tanto creamos o no en la existencia de estas fuerzas
espirituales, y las interpretemos y llamemos del modo que fuese (dado
que todo nombre y definición no puede más que ser subjetiva y
parcial), en este tiempo complejo que nos toca vivir, bien vale la pena
cuanto menos intentar comprender qué son esas energías espirituales
que nos rodean (quienes son aquellos a los que llamamos “Ángeles”) y
de qué modo podemos acercarnos y experimentar por nosotros
mismos la realidad de su existencia.
¿QUIÉNES SON LOS ÁNGELES?

No es sencillo responder a esta pregunta dadas las distintas


definiciones que sobre ellos existen. Para unos los ángeles son los
mensajeros de Dios, para otros son fuerzas protectoras, están quienes
afirman que se trata de seres muchas veces de aspecto tan humano
como el nuestro que habitan de hecho entre nosotros distinguiéndose
por sus misteriosas apariciones y desapariciones en momentos claves o
por su alma pura y brillante. Muchos hemos dicho o escuchado decir:
“Es en verdad un ángel”, o “Apareció como un ángel en el momento en que
más necesitaba, nunca le volvía ver, ni siquiera sé su nombre...”. También
para muchos otros los ángeles son en realidad fuerzas espirituales que
nos asisten (y que coexisten con nosotros desde el reino invisible), nos
desafían, nos empujan a experiencias... de los modos más diversos.
Cualquiera sea la realidad no podemos negar que todas estas
definiciones pueden muy bien coexistir y complementarse
mutuamente, pues en esencia todas refieren a lo mismo: la existencia
de fuerzas espirituales junto a nosotros.

Aclarado esto detengámonos unos instantes para preguntarnos:


¿Qué pensamos cuándo oímos la palabra ángel? ¿Qué se nos viene a la
mente? ¿Qué imagen, sentimiento, reflexión...?
¿Qué es, en definitiva, un ángel?...
La palabra ángel deriva del latín Angelus y significa literalmente:
Mensajero. Por tanto el término se refiere a un oficio y no a su
naturaleza. Su naturaleza es espíritu, su tarea la de vincular, comunicar
y mediar entre el reino de la divinidad y el de la humanidad.

¿Por qué relacionarnos con ellos?


En los momentos de mayor dificultad todos tendemos a buscar
consuelo en fuerzas superiores ya sea por mediación de la religión, la
filosofía o cualquier otra vía. Sabemos en esos momentos que solos no
podemos, que nuestras fuerzas resultan insuficientes y que
necesitamos un tipo de ayuda que difícilmente nos pueda proveer otro
ser humano pues está más allá de sus posibilidades. Es entonces
cuando si no nos dejamos caer en la desesperanza, acudimos a la
divinidad (cualquiera sea el nombre con que denominemos al poder creador)
en busca de comprensión y guía, y muchas veces este Poder Creador
nos responde por mediación de las fuerzas intermedias, también
llamadas: mensajeras, ayudantes, espíritus guías y auxiliadores.

Es por ello que a lo largo de la historia de la humanidad el ser


humano a acudido una y otra vez al amparo de Fuerzas Espirituales,
independientemente del modo en que las denominase según su
cultura, su época, sus creencias. Invocando la ayuda de dioses mayores
o menores, o bien elevando sus ruegos a los Espíritus de la Naturaleza,
o pedir a la Madre Tierra, o buscar el auxilio de las Hadas o de los
Seres Pequeños, tanto como rogar a Dios..., pues en todos los casos se
acude a aquello que nos puede brindar seguridad, protección,
orientación... Es así que siempre el ser humano ha convocado estas
fuerzas rezándoles, realizando rituales sagrados, elevando plegarias o
cantos, e incluso indagando en ellas a fin de poder comprenderlas ya
no por medio de la fe sino del intelecto.

Estas Fuerzas que han recibido innumerables nombres y dado


paso a múltiples cosmovisiones, y también a controversias, son, como
bien dijimos en el párrafo anterior, de orden “espiritual”, inaccesibles
por lo mismo a la comprensión racional y a la percepción ordinaria, (es
decir a la que utilizamos para interactuar con la realidad concreta y
material), sin embargo aún sin poder definirlas las percibimos a diario,
sea que lo reconozcamos o no. Las percibimos en las expresiones de la
naturaleza, en sensaciones inexplicables, en hechos a los que tendemos
a denominar “milagrosos”, en lo que erróneamente consideramos
muchas veces “bendita casualidad” o bien por medio de la fe.

Propio de la naturaleza humana es la necesidad de “nombrar” y


definir, (dar forma comprensible) a aquello que está más allá de
nosotros por pertenecer a otros niveles de realidad, que puede o no ser
percibido por los sentidos pero que indudablemente es reconocido por
sus efectos; efectos que trascienden toda explicación lógica. Es decir
necesitamos definir, explicar o siquiera ponerle nombre a todo lo que
nos resulta inexplicable e inaccesible, todo aquello que percibimos pero
no comprendemos, pues al nombrar y dar forma encontramos
seguridad y consuelo por un lado, y por el otro referencia y guía a
nuestro diario accionar y ser en el mundo. Por otro lado cuando nos
resulta imposible cualquiera de estas acciones: nombrar, definir,
explicar, tendemos sencillamente a negar la evidencia y pensar que son
puras fantasías o invenciones. Sin embargo quien tiene una experiencia
de encuentro o contacto con estas fuerzas espirituales, aún cuando
nadie le crea, aún cuando no pueda explicarlo y titubee, sabe en lo
profundo de su ser que algo extraordinario ha sucedido en su vida.

En síntesis luego de lo expuesto nos queda en claro que una de las


formas de nombrar lo inexplicable, o a las fuerzas pertenecientes a este
orden de realidad superior y espiritual (distinto al cotidiano y
práctico), sea llamarles: Ángeles.

¿Esto significa que los ángeles son espíritus? Definitivamente sí.


Pero es importante aclarar que si bien los ángeles siempre son espíritus
no todos los espíritus son ángeles. Existen a la par que los ángeles otras
órdenes espirituales cuyas funciones difieren, tales como por ejemplo
los espíritus guardianes de la naturaleza o las potencias de los
elementos....
LOS ANGELES EN LAS DISTINTAS TRADICIONES
RELIGIOSAS.

Para la tradición cristiana los ángeles son espíritus puros que


ayudan al creador en su tarea y son enviados por él para que nos
guíen, nos aconsejen y nos ayuden en nuestro transitar por la tierra. En
palabras de San Agustín: “Los ángeles son espíritus, pero no son ángeles
porque sean espíritus, sino por ser enviados de Dios.
CLASIFICACIONES ANGÉLICAS

A la hora de hablar de ángeles no podemos dejar de referirnos a


las grandes clasificaciones que de ellos se han hecho, dado que dentro
del reino angélico de modo similar a lo que ocurre en nuestro mundo,
existen diferentes grupos o categorías.
La más conocida y antigua clasificación es al realizada por el
Aeropagita o pseudo Aeropagita en el siglo V, posteriormente
ampliada, completada o confirmada por muchos otros estudiosos.
En rasgos generales con escasas variantes menores los ángeles se
clasifican en las siguientes categorías o “coros angélicos”:
 Serafines
 Querubines
 Tronos
 Dominaciones
 Virtudes
 Potestades
 Principados
 Arcángeles
 Ángeles

Cada uno de estos coros posee sus propias funciones y


características que pasaremos a describie a modo de orientación.
LOS ARCANGELES
Los arcángeles son ángeles de una categoría superior, y cada uno
de ellos manda y coordina a una infinidad de ángeles.
Tradicionalmente se ha considerado que los arcángeles son cuatro:
Rafael, Gabriel, Miguel y Auriel (o Uriel), mientras que otros aseguran
que son siete. En la Biblia el arcángel más importante es Miguel, jefe de
las huestes celestiales en su lucha contra las fuerzas del mal: “Y fue
hecha una gran batalla en el cielo: Miguel y sus ángeles luchaban contra el
dragón y sus ángeles”, dice el Apocalipsis.
Otro arcángel que desempeña un papel fundamental en la Biblia
es Gabriel quien mostró y explicó a Daniel el sentido de la visión que el
profeta tuvo en el tercer año del reinado de Belsasar. Seiscientos años
más tarde lo vemos aparecerse a Zacarías para informarle que su
esposa daría a luz a Juan el Bautista y seis meses después anunciaba a
María que sería madre del Hijo de Dios, apareciéndose en sueños
también a José.

El místico ruso G.I. Gurdjieff consideraba que los arcángeles


constituyen un tipo de criaturas diferentes de los ángeles. Su
concepción cosmogónica presenta la siguiente progresión: minerales,
plantas, animales invertebrados, animales vertebrados, hombre,
ángeles, arcángeles, Eterno Inmutable y Absoluto. Es decir, que los
ángeles están entre el hombre y los arcángeles, y éstos a su vez, entre
los ángeles y el Eterno Inmutable.
Las escuelas cabalísticas más antigua considera a los cuatro
arcángeles principales como regentes de los cuatro elementos que
constituyen al creación: Agua, fuego, tierra y aire. A cada uno le otorga
las siguientes responsabilidades y características:
 Rafael es el arcángel del elemento Aire y del punto cardinal
Este. Reside sobre el firmamento, vestido con una túnica
amarilla que se mueve a merced del viento que sopla desde
atrás suyo, haciendo que los pliegues tomen a veces tonos
purpúreos. Lleva en la mano una espada. Es el arcángel de
la curación, y según muchos el significado de su nombre no
es otro que “Dios cura”.

 Gabriel es el arcángel del elemento Agua. Su lugar es el


Oeste. Los cabalistas lo describen como un ser radiante con
su brazo derecho levantado hacia el frente y llevando en la
mano una copa de la que fluye el líquido vital. Su túnica es
de color azul, con reflejos naranja. El significado de su
nombre es: “el Poder de Dios”.

 Miguel es el arcángel del elemento Fuego. Su punto cardinal


es el Sur. Viste de color rojo, con rayos complementarios de
tonalidad verde. En su mano derecha sostiene una vara.
Con base en ciertos pasajes bíblicos se le ha considerado
tradicionalmente como el jefe de las huestes celestiales:
brazo derecho de Dios en la lucha contra el mal. Su nombre
en hebreo significa “Aquel que es como Dios”.
 Uriel (o Auriel) es el arcángel de la Tierra, su punto cardinal
es el Norte. Viste con los colores de las estaciones ricas y
fértiles, ocre, oliva, bermejo y negro, llevando un pentáculo
o escudo. Es el arcángel encargado de las luminarias y
también desempeña funciones de justicia.

ÁNGELES
El evangelio Apócrifo de Juan hallado en Nag Hammadi, Egipto,
cita por sus respectivos nombres a una serie de más de cien ángeles,
que fueron quienes ayudaron a Dios a formar el cuerpo del primer
hombre, trabajando cada uno de ellos con una parte concreta de la
estructura física de Adán. Sobre dicha legión de ángeles constructores,
está la autoridad de otros siete mayores: Miguel, Uriel, Asmenedas,
Safasatoel, Armuriam, Richram y Amiorps. En total – según dicho
Evangelio Apócrifo de Juan -, fueron 365 los ángeles que colaboraron
con Dios, hasta dejar terminados tanto el cuerpo material de Adán
como su cuerpo psíquico, de ahí que tantos afirmen que existe un ángel
para cada día del año constituyéndose en protector de los nacidos en
su día.
EL ANGEL DE LA GUARDA
LAS TAREAS ANGÉLICAS

Ya sea utilizando los diversos nombres que se les otorgan o no, lo


cierto es que existen ángeles a los que podemos pedir ayuda en las
muchas circunstancias y labores cotidianas. Estos son algunos de ellos:
1. Ángeles sanadores.
2. Ángeles vinculares. (ayudan en temas afectivos)
3. Ángeles que dispensan la alegría.
4. Ángeles especialistas en asuntos financieros.
5. Ángeles reconciliadores.
6. Ángeles que ayudan a superar los obstáculos.
7. Ángeles guías (nos dan señales para hallar el camino).
8. Ángeles protectores.
9. Ángeles que amplían la comprensión.
10. Ángeles que curan las heridas del alma.
11. Ángeles que alivian el dolor.
12. Ángeles que ayudan en los estudios.
13. Ángeles que ayudan a los cambios.
14. Ángeles que dan belleza (y embellecen la vida).
15. Ángeles que disipan los rencores.
16. Ángeles que favorecen la amistad.
17. Ángeles que difunden el amor.
18. Ángeles que impulsan la justicia divina.
19. Ángeles que asisten en el momento de la muerte.
20. Ángeles que nos ayudan a elevar nuestra conciencia
21. Ángeles constructores.
22. Ángeles de la creatividad.
23. Ángeles que “siembran” nuevas ideas.
24. Ángeles que ayudan a encontrar objetos extraviado
25. Ángeles que favorecen la paz espiritual.
COMO COMUNICARSE CON LOS ANGELES

Dado que los ángeles pertenecen a otro plano no utilizan nuestro


lenguaje pues la voz es un fenómeno físico. Por lo tanto es nuestra
mente la que decodifica del mejor modo el mensaje recibido. Por lo
mismo todo nombre adjudicado a un ángel no es más que una
convención o creencia, útil tan solo para aquel a quien ese nombre le
signifique.
Esto mismo es la causa de las diferencias entre los nombres
pertenecientes a la tradiciones cristiana, judía, musulmana e incluso
propias de la magia cabalística y de los estudiosos esotéricos. Siendo
así bien podemos prescindir de dichos nombres pues para establecer
una comunicación con ellos no necesitamos convocarlos por su nombre
ni aprender ningún idioma especial que intente sin ningún sentido
expresar una realidad subjetiva que solo afecta a la conciencia de quien
recibe la comunicación.
Es importante recalcar que ninguna fuerza o entidad espiritual
establece comunicación con nosotros de modo inentendible, pues
resultaría un absurdo. Ahora bien la decodificación e interpretación o
comprensión del mensaje le corresponde a quien lo ha recibido, de ahí
que no existan reglas ni recetas para comprender dichos mensajes.

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