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Colegio San Francisco Coll

Dominicas de la Anunciata
Oración de la Mañana Semanal
2° Semana, mes de agosto

Lunes, 8 de agosto: “¡Qué hermosos los pies del que anuncia la Buena
Noticia!”
Mateo 5, 13-19

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Ustedes son la sal de la tierra. Pero si la
sal se vuelve desabrida, ¿con qué la salarán? No sirve más que para tirarla fuera y que
la pise la gente. Ustedes son la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad puesta
en lo alto de un monte. Tampoco se enciende una lámpara para meterla en un cajón,
sino para ponerla en el candelero y que alumbre a todos los de casa. Brille igualmente
la luz de ustedes ante los hombres, de modo que cuando ellos vean sus obras buenas,
glorifiquen al Padre que está en el cielo. No piensen que he venido a abolir la Ley y los
profetas: no he venido a abolir, sino a dar plenitud. Les aseguro que antes pasarán el
cielo y la tierra que deje de cumplirse hasta la última letra o tilde de la Ley. Por tanto,
quien quebrante el más mínimo de estos mandamientos y enseñe a otros a hacerlo,
será el menos importante en el reino de los cielos. Pero quien lo cumpla y lo enseñe
será grande en el reino de los cielos».
Palabra del Señor.

REFLEXIÓN
Nuestra vida ha de ser como la sal, que da sabor al mundo, y como la luz, que alumbra a
otros el camino de la vida. Por eso hoy cabe destacar también una palabra del Papa
Francisco: “No se dejen impresionar por sus límites ni por su pobreza. Mediante su
Espíritu, que habita en ustedes, Cristo les da el ser sal de la tierra. Dirijan su mirada hacia
él para recibir lo que les pide. Viene para volver a dar al mundo su verdadero sabor y
permitirle el descubrimiento de la belleza de la comunión con Dios y entre hermanos y
hermanas” (Francisco, 29/12/2014).

Martes, 09 de agosto: “¡Llega el esposo!”


Mateo 25,1-13

Jesús dijo a sus discípulos esta parábola: El Reino de los Cielos será semejante a diez
jóvenes que fueron con sus lámparas al encuentro del esposo. Cinco de ellas eran
necias y cinco, prudentes. Las necias tomaron sus lámparas, pero sin proveerse de
aceite, mientras que las prudentes tomaron sus lámparas y también llenaron de
aceite sus frascos. Como el esposo se hacía esperar, les entró sueño a todas y se
quedaron dormidas. Pero a medianoche se oyó un grito: “Ya viene el esposo, salgan a
su encuentro”. Entonces las jóvenes se despertaron y prepararon sus lámparas. Las
necias dijeron a las prudentes: “¿Podrían darnos un poco de aceite, porque nuestras
lámparas se apagan?” Pero éstas les respondieron: “No va a alcanzar para todas. Es
mejor que vayan a comprarlo al mercado”. Mientras tanto, llegó el esposo: las que
estaban preparadas entraron con él en la sala nupcial y se cerró la puerta.
Después llegaron las otras jóvenes y dijeron: “Señor, señor, ábrenos”, pero él
respondió: “Les aseguro que no las conozco”.
Estén prevenidos, porque no saben el día ni la hora.
Palabra del Señor.

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REFLEXIÓN
El seguimiento de Jesús no consiste en arrebatos más o menos intermitentes, sino en
buscar el Reino de los cielos y su justicia en cada instante de nuestra existencia, pues cada
momento es regalo y tiempo de Dios. Nuestra lámpara ¿está dispuesta para este
encuentro con el Señor?

Miércoles, 10 de agosto: “El que quiere servirme, que me siga”


Juan 12, 24-26

Jesús dijo a sus discípulos: Les aseguro que, si el grano de trigo que cae en la tierra no
muere, queda solo; pero si muere, da mucho fruto. El que tiene apego a su vida la
perderá; y el que no está apegado a su vida en este mundo, la conservará para la Vida
eterna. El que quiera servirme que me siga, y donde Yo esté, estará también mi
servidor. El que quiera servirme, será honrado por mi Padre.
Palabra del Señor.

REFLEXIÓN
El que reserva la vida para sí, la pierde, el que la entrega por amor, la gana. Se trata de
vivir el amor, la entrega a Dios y a los demás. Esta es la enseñanza que nos deja la historia
de la semilla que hoy nos corresponde meditar: morir para multiplicarse; su función es
hacer un servicio a la vida.

Jueves, 11 de agosto: “Hasta setenta veces siete”


Juan 12, 24-26

Se acercó Pedro y le preguntó a Jesús: “Señor, ¿cuántas veces tendré que perdonar a
mi hermano las ofensas que me haga? ¿Hasta siete veces?”. Jesús le respondió: “No te
digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete. Por eso, el Reino de los Cielos se
parece a un rey que quiso arreglar las cuentas con sus servidores. Comenzada la tarea,
le presentaron a uno que debía diez mil talentos. Como no podía pagar, el rey mandó
que fuera vendido junto con su mujer, sus hijos y todo lo que tenía, para saldar la
deuda. El servidor se arrojó a sus pies, diciéndole: ‘Dame un plazo y te pagaré todo’. El
rey se compadeció, lo dejó ir y, además, le perdonó la deuda. Al salir, este servidor
encontró a uno de sus compañeros que le debía cien denarios y, tomándolo del cuello
hasta ahogarlo, le dijo: ‘Págame lo que me debes’. El otro se arrojó a sus pies y le
suplicó: ‘Dame un plazo y te pagaré la deuda’. Pero él no quiso, sino que lo hizo poner
en la cárcel hasta que pagara lo que debía. Los demás servidores, al ver lo que había
sucedido, se apenaron mucho y fueron a contarlo a su señor. Éste lo mandó llamar y
le dijo: ‘¡Miserable! Me suplicaste, y te perdoné la deuda. ¿No debías también tú
tener compasión de tu compañero, como yo me compadecí de ti?’ E indignado, el rey
lo entregó en manos de los verdugos hasta que pagara todo lo que debía. Lo mismo
hará también mi Padre celestial con ustedes, si no perdonan de corazón a sus
hermanos”. Cuando Jesús terminó de decir estas palabras, dejó la Galilea y fue al
territorio de Judea, más allá del Jordán.

Palabra del Señor.

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REFLEXIÓN
Jesús enseña a sus discípulos que hay que perdonar. Y habla de perdonar al hermano, no
de perdonar una falta u otra. El perdón se dirige al ofensor. Por eso no depende del tipo
de falta, ni existe una graduación según la gravedad. No se puede perdonar más o menos.
O sí, o no. Muchas veces es difícil perdonar. Por eso, la parábola nos hace volver la mirada
hacia la misericordia de Dios.

Viernes, 12 de agosto: “El que pueda entender, entienda”


Mateo 19, 3-12

Se acercó Pedro y le preguntó a Jesús: “Señor, ¿cuántas veces tendré que perdonar a
mi hermano las ofensas que me haga? ¿Hasta siete veces?”. Jesús le respondió: “No te
digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete. Por eso, el Reino de los Cielos se
parece a un rey que quiso arreglar las cuentas con sus servidores. Comenzada la tarea,
le presentaron a uno que debía diez mil talentos. Como no podía pagar, el rey mandó
que fuera vendido junto con su mujer, sus hijos y todo lo que tenía, para saldar la
deuda. El servidor se arrojó a sus pies, diciéndole: ‘Dame un plazo y te pagaré todo’. El
rey se compadeció, lo dejó ir y, además, le perdonó la deuda. Al salir, este servidor
encontró a uno de sus compañeros que le debía cien denarios y, tomándolo del cuello
hasta ahogarlo, le dijo: ‘Págame lo que me debes’. El otro se arrojó a sus pies y le
suplicó: ‘Dame un plazo y te pagaré la deuda’. Pero él no quiso, sino que lo hizo poner
en la cárcel hasta que pagara lo que debía. Los demás servidores, al ver lo que había
sucedido, se apenaron mucho y fueron a contarlo a su señor. Éste lo mandó llamar y
le dijo: ‘¡Miserable! Me suplicaste, y te perdoné la deuda. ¿No debías también tú
tener compasión de tu compañero, como yo me compadecí de ti?’ E indignado, el rey
lo entregó en manos de los verdugos hasta que pagara todo lo que debía. Lo mismo
hará también mi Padre celestial con ustedes, si no perdonan de corazón a sus
hermanos”. Cuando Jesús terminó de decir estas palabras, dejó la Galilea y fue al
territorio de Judea, más allá del Jordán.

Palabra del Señor.

REFLEXIÓN
Mateo presenta hoy una controversia de Jesús con los fariseos, los cuales quieren
plantearle una trampa para debilitarlo frente a sus posibles seguidores. Pero Jesús no
toma partido por ninguna escuela y recurre a la Escritura. Entonces ellos le preguntan por
la concesión hecha por Moisés, que permite al varón repudiar a su mujer, y el Maestro
responde que eso fue por la dureza del corazón de los hombres.

Cumple Padre lo que prometiste,


socorriéndonos con nuestras súplicas.

Santo Domingo de Guzmán;


Ruega por nosotros.

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