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Río Miño, 1
15173 La Coruña - España (Spain)
Correo Electrónico:
info@inbooks.eu
ISBN: 978-84-96930-21-6
fotoquímico, electrónico, magnético, electroóptico, por fotocopia, o cualquier otro medio, sin el permiso previo
de forma escrita de la editorial
Introducción:
Tanto las diosas madres, como los dioses cornudos, eran deidades
dualistas que, más parecidas al hombre, contenían en sí mismas
aspectos positivos y negativos, manifestándose para el bien o para
el mal según los acontecimientos. La aparición de dioses
intrínsecamente malvados se debía, en cambio, a ciertos avatares
en la fusión de las tribus. Normalmente, si estos dioses eran de
diferente género, se les casaba, y si eran del mismo pasaban a ser
hijo o hermano, lo que enriquecía el espectro de la religión
triunfante. Solamente en caso de conquista, los dioses de la tribu
sometida pasaban a simbolizar lo maligno. Así nacieron el Seth
egipcio, el Loki escandinavo, el Shiva hindú o los Djinn orientales.
De esta forma, sería un gran burla del Mal, -si como tal existe-, el
deber a una de las principales religiones que en el mundo habitan,
su mayor y mejor dotado aparato de propaganda. La fe cristiana
creó un símbolo para exterminar a sus competidores, sin reparar en
que, de hecho, estaba creando un vehículo que canalizaría toda la
oposición a su credo. Al igual que la fiera del circo termina por
volverse contra su domador, el Diablo arropó bajo su capa escarlata
a todos aquellos descontentos por la imposición de una religión
castradora y en muchos casos sanguinaria. A lo largo de la historia,
esta figura maléfica, se ha ido nutriendo, como un vampiro, de
cuantas represiones, fantasías y crímenes se le impusieron, hasta
engrandecerse y revelarse como una entidad con existencia propia.
Fue la Iglesia misma quien, contradictoriamente, le dio vida para
matarla; pero ella supo alimentarse de la sangre de sus propios
mártires (que no fueron pocos). Como tal se manifiesta en todos los
subconscientes y se encarna con distintas variantes,
-no todas ellas peyorativas-, en nuestro propio lenguaje.
BRUNO BETZ
Establecer el primer contacto es lo más difícil, y este ha de hacerse de forma natural, cómo
si de una cita normal se tratase, nada que pueda llamar la atención ni aparentar
sospechoso.
Parte 1: Una temporada en el infierno
“Para ese tipo de gente, no resulta nada difícil disponer de una casa
aislada en el campo, donde nadie les moleste. Un pazo o un chalet
con altos muros y abundantes jardines alrededor, lo suficientemente
amplios para que nadie pueda sorprenderlos en sus tareas. Lo
compran o alquilan a través de una agencia inmobiliaria; del mismo
modo que encargan las reformas a empresas que nunca son de la
zona. Pagan bien y únicamente exigen discreción.
Ni que decir tiene que también existe una clase más popular,
conformada en su mayoría por mujeres de bajo nivel cultural, a las
que la vida no les ha dado más que sinsabores, y algunos individuos
solitarios que, sospechosamente, utilizan estas prácticas para
resolver sus necesidades pecuniarias. Este último grupo es el que
suele ocupar con más asiduidad las primeras páginas de los
periódicos o las cabeceras de los programas sensacionalistas de
televisión. La improvisación, la chapucería y su incapacidad para
borrar adecuadamente las huellas de sus rituales, son la causa de
tanto protagonismo. Una notoriedad que suele dar una imagen
bastante falsa en cuanto a todo lo que se refiere a un verdadero
culto satanista; ofreciéndonos un grupo de individuos donde
proliferan los estafadores, las víctimas ingenuas, el analfabetismo y
unas prácticas basadas en cuatro recortes de revistas esotéricas,
cinco libros mal digeridos y la mezcla más heterogénea de
curanderismo, ufología y supersticiones cristianas.
Al contrario de lo que se nos suele hacer creer, en la mayoría de estos rituales la gente va
con la cara descubierta, lo de las máscaras queda muy bien en Hollywood, pero nada más.
En la selva oscura
Prácticamente nada que ver este ritual con los que se celebran las noches de luna llena y
luna nueva en muchos cemente
rios abandonados a lo largo de la geografía española.
Demian aparece
en los que ardían sendas gruesas velas, una blanca, la única que
había en todo el local, que estaba a la derecha del altar, y otra
negra, a la izquierda. No era muy complicado interpretar aquella
disposición de los cirios. El negro, (una sensación de repulsión me
invadió al recordar que podía estar fabricado con grasa de
ahorcado), simbolizaba el “Poder de las Tinieblas” y a su fuego se
sometían las bendiciones satánicas escritas en los pergaminos. El
blanco, representaba a los traidores sacerdotes de la magia blanca,
partidarios del “Sendero Derecho”, y en él se quemaban las
maldiciones destinadas a los enemigos.
Empezaba a creer que todo aquello no era otra cosa que una
perversa inocentada. ¿Situación delicada? Que yo supiera se
trataba más bien de gentes con una afición un poco malsana; nada
que ver con regatas, cócteles y torneos de golf, que era lo que todo
el mundo hubiera esperado de ellos. Si alguien se encontraba en
una circunstancia complicada, ése era yo, que ya empezaba a
imaginarme sobre el altar, con el pecho abierto por aquella enorme
daga y la mirada fija de la albina mientras me devoraba las
entrañas. Demian pareció presentir mis temores y volvió a
conducirme a mi posición anterior junto al círculo.
El secreto de Madame
Las gárgolas
Excepto porque sabía, hasta cierto punto, cómo se las gastaba este
tipo de gente cuando se empeñaban en seguir lo que ellos
consideraban como el único camino verdadero; no podía concebir
cómo alguien se las podía ingeniar para desterrar completamente de
su cerebro cualquier vestigio de humanidad. No tenía nada que
objetar al mal que se infligiera cada uno a si mismo, eran muy
dueños de autodestruirse si con ello creían haber alcanzado su
sueño; pero aquel sadismo con otro ser humano me parecía
deplorable, y empecé a borrar de mi voluntad cualquier disposición a
mantener el más mínimo entendimiento.
Me quedé tan perplejo, que tuve que esperar un rato antes de ser
capaz de reaccionar. Ante mis ojos, y totalmente intacta, estaba la
muchacha que yo había imaginado víctima de los más atroces
tormentos. Ni una señal aparecía en la franja de su cuerpo que
dejaba vislumbrar la abertura del hábito. ¿Acaso me estaba
volviendo loco o había sido todo consecuencia de una alucinación?
- ¿A donde vamos ahora? -le pregunté, más por romper el hielo que
por curiosidad. Estaba convencido de que nada dependía de mí y
que aquella noche mi libre albedrío había sido aplazado hasta nueva
orden.
- ¿No te han dicho que no hagas preguntas? Pareces decidido a
arruinarte por completo la noche.
Aquella cantinela comenzaba a aburrirme. Sino fuera porque me
encontraba completamente aturdido le hubiera contestado dos o tres
palabras que se estaba mereciendo. Por suerte, mi cerebro me dictó
una actitud más prudente. Como había comprobado escasos
momentos antes, nada de lo que yo pudiera imaginar tenía
asegurada su certidumbre. Lo que parecía ser, a veces no lo era y a
veces sí. “¿Quién le ha dicho a usted que los rumores son falsos?”,
había respondido Demian, para darme a entender que no debía
tenerlas todas conmigo. Todavía no estaba seguro de si saldría vivo
de aquella situación; así que era mejor permanecer callado y bien
alerta.
El fragor de la batalla
Seguí a la bella Tanit por el pasillo hasta llegar al descansillo de
unas escaleras. De abajo surgía un alboroto de risas y gritos, y
algunos sonidos más que denotaban lo subido de tono de la fiesta.
Quizás aquella era la sorpresa a la que se refería Catherine
Deshayes y que mi excesiva curiosidad me había hecho perder. Lo
cierto es que sentí un gran alivio cuando Tanit me indicó con un
gesto que subiera hacia el piso de arriba. Así lo hice; mientras ella,
como una niña que ha sido interrumpida en sus juegos y que por fin
se ve liberada, bajó a todo correr las escaleras, sin preocuparse
mucho de si yo le había hecho caso.
Las visiones
Tenía que huir, pero ¿adónde? Mis ojos parecían dos lentes
cóncavas que deformaban cuanto era capaz de percibir y los
continuos golpes y arañazos, me hacían cambiar una y otra vez de
sentido, para no hundirme en el abismo de miembros entrelazados
de aquella marabunta. Al mínimo contacto sentía un dolor en toda la
carne, como si estuviera desprovista de piel, y mi estómago ardía
sumido en violentos estertores que no parecían tener fin. Dedos
hurgándome, dientes mordiéndome, uñas arañándome y puños que
se estrellaban contra mis costados con la fiereza de un mortero
hidráulico, repetitivos e incansables.
Explicaciones en la retaguardia
Durante una semana navegué por un mar que ofrecía una calma,
más bien, sospechosa. Algunas páginas no se podían abrir;
casualmente, aquellas que siempre habían ofrecido mejor
información; y las accesibles, mostraban el escaparate habitual de
diablillos animados, secciones porno y conceptos generales. Alguien
había dado unas instrucciones muy precisas para que todo se
mantuviese en calma por un tiempo.
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El siglo XIX está llamado a ser el comienzo de una nueva era, “la
era de la comunicación”. Evidentemente en plena edad medieval
constituía todo un riesgo para estos adoradores del diablo el ir en
busca de nuevos adeptos para su religión o secta. El tener que
tratar con las personas cara a cara, siempre supuso un riesgo muy
grande. Hoy en día, los medios divulgativos permiten reclutar
nuevos adeptos sin el más mínimo esfuerzo o peligro.
Los diseñadores y administradores de estas páginas saben que la mayoría de los usuarios
de internet son jóvenes adolescentes, así pues intentan captar su atención con frases
directas e
imágenes atractivas para estos futuros adeptos.
Parece evidente que la mezcla de sexo y ocultismo funciona bastante bien como reclamo,
ello lo deducimos de la gran
cantidad de “páginas pricipales” que siguen este patrón.
Si se va a efectuar un pacto con algún espíritu, hay que saber que no existirá pacto alguno
sino le es entregada cualquier cosa de nuestra pertenencia (por lo general el valor de esta
cosa tendrá que ser equivalente con el valor de nuestra petición) y, sobre todo, hemos de
estar bien alerta.
Según la magia negra clásica, existen tres espíritus malignos superiores, que son Lucifer,
Belcebú y Astarot; estos tienen distintas áreas de influencia, siendo Lucifer el mal supremo
en los continentes europeo y asiático, mientras que Belcebú influye sobre el continente
africano y Astarot sobre el americano.
Gerárquicamente por debajo de estos tres espíritus malignos superiores existen gran
infinidad de demonios a su servicio, de entre los cuales destacamos y explicamos breve
mente a dieciocho de ellos, no porque sean los más poderosos de estos demonios, sino
porque son los más utilizados en las invocaciones de brujería:
Glauneck: Tiene poder sobre las riquezas y puede ayudar tanto a encontrar tesoros
escondidos como a darnos ese golpe de suerte necesaria para conseguir una buena
cantidad de dinero.
Musisin: Tiene poder sobre reyes, políticos y embajadores. Es el demonio del poder
político y mando sobre masas, que muestra quienes son nuestros aliados y nuestros
enemigos.
Bechaud: Tiene poder sobre ciclones, tempestades y en definitiva sobre las fuerzas
climatológicas.
Frimost: Tiene poder tanto sobre las mujeres como sobre los hombres, y ayudará a quien
lo invoque a que estén siempre dispuestos a satisfacer sus deseos.
Klepoth: Ayuda a comprender todo tipo de sueños y de visiones.
Khil: Tiene poder sobre la tierra, pudiendo provocar grandes terremotos y erupción de
volcanes.
Mersilde: Posee el poder de transportar a cualquiera a donde se le ordene y en el instante.
Clisthert: Hará que el día se vuelva noche y viceversa en el momento en que se le ordene.
Sirchade: Puede mostrar todo tipo de seres naturales y sobrenaturales.
Segal: Hará que se produzcan toda clase de prodigios.
Hicpacth: Tiene el poder de conducir ante su presencia a cualquier persona por muy lejos
que se encuentre.
Humots: Uno de los demonios de la sabiduría, quien podrá conseguirnos el libro que
deseemos.
Frucissière: Tiene el poder de viajar al mundo de los muertos y traerlos a la vida.
Guland: Provoca toda clase de enfermedades en nuestros adversarios.
Surgat: Tiene el poder de abrir toda clase de cerraduras y descifrar toda clase de enigmas
o códigos.
Morail: Tiene el poder de la invisibilidad y puede hacer
Cómo ya hemos explicado, cuando se hace un pácto con un espíritu hemos de saber que
nos va a exigir una compensación acorde, incluso puede que excesiva, pero como mínimo
equivalente.
Un reclamo fácil y sencillo puede ocultar algo interesante.
utilizado para invocar a cualquier ser de las tinieblas y tal como afirmó el Papa Honorio “Si
deseas la presencia de uno de estos espíritus, nombralo y él aparecerá”.
A estos símbolos hay que añadir la pronunciación de los conjuros así como el correcto
movimiento de todas las partes del cuerpo del conjurador, no siendo hecho esto igual por
parte de cada uno, ya que, por así decirlo, “cada maestrillo tiene su librillo”.