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Luis F. Ladaria
Biblioteca de autores cristianos. 2ª edición, 4ª impresión, enero 2012
Notas
César Herrero Hernansanz
Fuentidueña, verano 2013
ÍNDICE
Cap I. El hombre, criatura de Dios llamada a la vida divina. La cuestión del sobrenatural ……………….. 6
Intentos recientes de explicación en la teología católica ………………………………………………………………… 6
Cap II. Oferta original de la gracia: el estado original. El estado original y el paraíso ………………………. 9
Introducción …………………………………………………………………………………………………………………………………… 9
El estado original en el Antiguo Testamento. Historia del paraíso …………………………………………………… 9
El Nuevo Testamento ……………………………………………………………………………………………………………………… 9
El estado original en la tradición y el magisterio ……………………………………………………………………………… 10
Reflexión sistemática ………………………………………………………………………………………………………………… 10
La gracia del estado original ………………………………………………………………………………………………….. 10
Los llamados dones preternaturales ……………………………………………………………………………………… 10
La inmortalidad ………………………………………………………………………………………………………………… 10
La integridad o ausencia de concupiscencia ……………………………………………………………………… 11
La historicidad del estado original. Síntesis ……………………………………………………………………………… 11
2
Cap III. Pecado original. Condición pecadora humanidad, consecuencia del rechazo gracia original . 11
Algunos aspectos de la noción bíblica de pecado ……………………………………………………………………………. 11
El origen y la universalidad del pecado en el resto del Antiguo Testamento ……………………………… 13
La universalidad del pecado y su origen según el Nuevo Testamento ……………………………………………… 14
Los sinópticos y Juan …………………………………………………………………………………………………………………. 14
La teología paulina ……………………………………………………………………………………………………………………. 14
La historia de la doctrina del pecado original ………………………………………………………………………………….. 16
Antes de Agustín ……………………………………………………………………………………………………………………….. 16
Agustín y la controversia pelagiana …………………………………………………………………………………………… 17
Las primeras declaraciones magisteriales sobre el pecado original ……………………………………………. 18
La teología medieval …………………………………………………………………………………………………………………. 18
La Reforma protestante …………………………………………………………………………………………………………….. 19
El Concilio de Trento …………………………………………………………………………………………………………………. 19
Después del Concilio de Trento …………………………………………………………………………………………………. 20
Reflexión sistemática ……………………………………………………………………………………………………………………… 20
La unidad de todos los hombres en Cristo …………………………………………………………………………………. 20
La mediación única de Cristo y la cooperación de los hombres a la salvación ……………………………. 22
El pecado original originado ………………………………………………………………………………………………………. 23
El pecado original en los niños ……………………………………………………………………………………………… 24
El origen del pecado y su universalidad. El pecado original originante ………………………………………. 25
El pecado original en clave de evolución ………………………………………………………………………………. 25
El pecado del mundo ……………………………………………………………………………………………………………. 26
Pecado de Adán y pecado del mundo …………………………………………………………………………………… 27
Las consecuencias del pecado original después del bautismo ……………………………………………………. 28
La mediación para el bien ………………………………………………………………………………………………………….. 28
3
Cap VI. La gracia como nueva relación con Dios. La filiación divina ………………………………………………… 59
Introducción …………………………………………………………………………………………………………………………………… 59
La filiación divina en el Antiguo Testamento …………………………………………………………………………………… 60
La paternidad de Dios y la filiación divina en el Nuevo Testamento ………………………………………………… 61
La filiación divina de Jesús …………………………………………………………………………………………………………. 61
Dios padre de los discípulos según los sinópticos ………………………………………………………………………. 62
La filiación divina del cristiano en Pablo ……………………………………………………………………………………. 63
La filiación divina en Juan ………………………………………………………………………………………………………….. 64
La comunión con Cristo y la inhabitación según el Nuevo Testamento …………………………………………… 65
La gracia participación del hombre, en Espíritu Santo, en la relación con el Padre propia de Jesús … 67
Introducción …………………………………………………………………………………………………………………………………… 67
El Espíritu Santo que desciende sobre Jesús, comunicado a los hombres ………………………………….. 67
La relación del justificado con las tres personas divinas ……………………………………………………………. 70
La filiación divina como plenitud del ser personal ……………………………………………………………………… 73
La dimensión comunitaria de nuestra incorporación a Cristo …………………………………………………………. 74
Cap VII. La gracia como nueva creación. La vida del hombre justificado …………………………………………. 77
Introducción …………………………………………………………………………………………………………………………………… 77
La transformación interior del hombre según el Nuevo Testamento ………………………………………………. 78
La transformación interior del hombre y la gracia creada ……………………………………………………………….. 79
La actualización del don y del impulso divino en el hombre. Las gracias actuales …………………………… 81
El mundo y la historia como gracia …………………………………………………………………………………………………. 82
La libertad de los hijos de Dios ……………………………………………………………………………………………………….. 83
El crecimiento en la gracia y el mérito ……………………………………………………………………………………………. 84
La vida del justificado en fe, esperanza y amor ………………………………………………………………………………. 88
La experiencia de la gracia ……………………………………………………………………………………………………………… 90
La dimensión escatológica de la justificación y la filiación divina ……………………………………………………. 92
4
Citas bíblicas.
Gén 1, 28; 2; 3; 4, 1ss y 23; 5, 24; 6, 5ss; 6, 8ss, 9 y 11-12; 9, 18ss; 9, 22ss;
9, 25-27; 11, 1-9; 12, 3.
Ex 20, 2 y 5; 32; 34, 7.
Lev 26, 27-43.
Núm 14, 12ss; 18, 8.
Dt 9.
Dt 30, 15-20.
1 Sam 2, 31-36; 8.
2 Sam 12, 1ss; 21, 5.
1 Re 11, 9ss y 39.
2 Re 2, 11.
Is 38, 18s; 42, 4; 45, 18-25; 49, 1ss; 55, 3-5.
Jer 2, 5-8; 3, 25; 7, 22ss; 11, 10; 14, 20; 23, 27; 44, 9ss; 31, 12s; 32, 18.
Ez 2, 3ss; 3, 18-21; 14, 12ss; 16, 44; 18, 3ss; 22, 1ss; 28, 13ss.
Os 10, 9; 12, 4 y 13.
Am 2, 4.
Sal 6, 6; 51, 7; 88, 6 y 11-13; 90, 3; 104, 29s; 106, 6; 143, 2.
Lam 5, 7.
Job 4, 14 y 17; 34, 14s.
Prov 20, 29.
Sab 2, 23 y 24; 3, 16; 4, 3ss; 10, 1ss; 12, 10s.
Eclo 7, 20; 17, 1ss; 25, 24; 41, 7.
Mt 11, 21-24; 12, 28ss; 13, 8; 16, 4; 19, 4-5; 21, 33ss; 23, 29-36; 27, 25
Mc 10, 6ss; 12, 1-12.
Lc 10, 13-15.
Jn 1, 3-4, 10 y 29; 2, 16; 3, 1ss y 16; 4, 9 y 19; 5, 16 y 19; 7, 7; 8, 32 y 44; 11,
25ss; 12, 31; 14, 4, 19 y 22; 16, 18ss y 33; 17, 9.
Hech 7, 9, 35, 39-43 y 51-53.
Rom 1, 19, 21, 24, 26, 28 y 32; 2, 1, 12ss y 17ss; 3, 21, 23, 27 y 31; 4, 1ss; 5,
1-21; 6, 8ss, 12ss y 16; 7, 5, 7ss y 14-25; 8, 1ss, 6, 15, 19, 22, 29 y 32;
11, 32.
1 Cor 1, 19-28; 2, 6 y 12; 4, 7; 8, 6; 15, 20-28, 45-49 y 54-57; 16, 22.
2 Cor 1, 22; 2, 18; 5, 18-21; Cor 11, 3; 12, 2-4.
Gál 3, 22; 6, 4.
Ef 1, 3, 10, 14 y 33ss; 2, 3.
Flp 1, 23; 4, 5.
Col 1, 15-20.
1 Tim 1, 2-5; 2, 4 y 14.
Heb 2, 14.
1 Jn 1, 8ss; 3, 1 y 14; 5, 11ss y 16ss.
Ap 1, 8; 22, 20.
Conc Vat II. GS, 19, 22; LG 1, 13, 15 y 16; 62; AG 3.
Sollicitudo rei socialis, 36.
RM 10, 28-29.
Introducción.
5
- Jesús redime, lleva al hombre y a toda la creación a la realización de su
destino. Rom 5, 15-21. Introd, Pag XIII.
- El hombre es criatura y vocación divina. Conc Vat II, GS, 22. Pag 3.
- La plenitud de la gracia se nos dará en la visión de Dios. Juan Alfaro. Pag 16.
- La gracia no puede ser definida desde la naturaleza del hombre. Juan Alfaro.
Pag 17
- La visión de Dios será la perfección suma del ser intelectual creado. Juan
Alfaro. Pag 17.
6
- Si el hombre no alcanza la visión de Dios se excluye de la felicidad, carece de
otra felicidad y ésta es su condenación. Henri de Lubac. Pag 19.
- En el hombre no hay nada previo a su creación por Dios. Henri de Lubac. Pag
20.
- El mayor don, la mayor gracia de Dios hacia nosotros es Jesús enviado por el
Padre y su Espíritu, que nos hace hijos suyos. Pag 123.
- El hombre es lo que Dios con su amor creador quiere que sea. No hay noción
de hombre previa a la voluntad de Dios. Pag 23 y 24.
- El hombre tiene concedidos por Dios dos dones, dos gratuidades, en unidad
indivisible e irreductibles la una a la otra. Ser criatura de Dios y ser creado en
Cristo para reproducir la imagen del Hijo y entrar así en comunión con el Padre.
La primera gratuidad es condición de posibilidad de la segunda. La segunda
gratuidad no depende la primera y exige la primera Pag 27 y 28.
7
mismos. Estamos destinados a la comunión con Dios en Cristo. La naturaleza
pura del hombre es un concepto límite. Pag 29.
8
Parte 1ª. El hombre llamado a la amistad con Dios y pecador
Introducción.
- El relato del Génesis expresa que entre la voluntad creadora original de Dios
y el estado actual del mundo y del hombre ha mediado la realidad negativa del
pecado, no querida por el Creador. Lo que Dios pensó para el hombre no es la
situación que conocemos, sino algo mejor: precisamente el paraíso. Éste es el
proyecto originario de Dos sobre el hombre Pag 35.
El Nuevo Testamento.
- Sólo la gracia y la Amistad con Dios pueden garantizar la armonía interna del
ser humano. Pag 40.
Reflexión sistemática.
La inmortalidad.
- Para bien o para mal el influjo de un hombre sobre otros hombres o el pueblo
es tanto mayor cuanto más relevante es su posición. Ex 32, 1-5; Núm 14, 12ss.
Pag 59.
12
- A la par que la responsabilidad y castigos colectivos por los pecados e
injusticias, Jer 32, 18; Lam 5, 7; Ez 22, 1ss; Eclo 41, 7; Sab 3, 16; 4, 3ss; 12,
10s, aparece la conciencia de responsabilidad personal por los pecados, Jer
31, 12s; Ez 18, 3ss. En el bien y en el mal se armonizan las categorías
comunitarias y personales. La solidaridad se da en el mal mismo, no sólo en las
consecuencias que de él se derivan. Jer 2, 5-8; 3, 25; 7, 22ss; 11, 10; 14, 20;
23, 27; 44, 9ss; Ez 2, 3ss; 16, 44; Os 10, 9; 12, 4 y 13; Am 2, 4; Sal 106, 6; etc.
P59 y 60. Hay vínculos de unión y solidaridad entre las opciones morales de
unos y otros y por lo mismo una solidaridad en cierto modo por el bien o mal
realizados. Pag 59 y 60.
- Gén 2, 3.El estado inicial del hombre es de paz con Dios a la luz del concepto
de la alianza. Pero en el paraíso hace su aparición antes del pecado una fuerza
contraria a Dios y al hombre, la serpiente, símbolo del mal, que más adelante
se identifica con Satán: Sab 2, 24. La serpiente les ofrece la transgresión del
mandato divino, porque así serán iguales a Dios, obtendrán el conocimiento del
bien y del mal. La causa de la ruptura de la amistad con Dios no es la
tentación, sino la libertad humana. Hay que destacar que el destino del hombre
no es fatal, que la desobediencia, el pecado, es un hecho colectivo, la fuerza
del pecado es contagiosa desde el primer momento. Y que el pecado les abre
los ojos, les hace tomar conciencia de sus debilidades. Pag 61 y 62.
- El pecado contra Dios lleva consigo el pecado contra el hombre, las dos
dimensiones van unidas. Los pecados de Caín y sus descendientes, Gén 4, 23,
van dominando la historia de los hombres hasta ser general en el mundo, Gén
6, 5ss. Sin embargo, para Dios siempre queda un pequeño resto para empezar,
Gén 6, 8ss; 9, 18ss. Pero continúa la historia del pecado, Gén 9, 22ss; 11, 1-9,
que sin embargo no excluye los beneficios, la gracia y las bendiciones de Dios.
Pag 62 y 63.
- Universalidad del pecado. El interés del Yahvista por la historia universal, por
la solidaridad con el resto de pueblos, se va perdiendo a medida que aparece
un sentimiento nacionalista. Pag 63 y 64.
La teología paulina.
- Universalidad del pecado en san Pablo, Rom 3, 23; 11, 32; Gál 3, 22; Ef 2, 3.
Pag 69.
14
- El mundo tiene una sabiduría opuesta a la cruz de Cristo, 1 Cor 1, 19-28; 2, 6
y 12. Toda la humanidad y el mundo son los destinatarios de la reconciliación,
que Dios lleva a cabo mediante Cristo, 2 Cor 5, 18; Rom 11, 32. La insistencia
en el poder del mal y de la muerte, que dominan la vida del hombre no unido a
Cristo, hace pensar en una situación pecaminosa, previa a la decisión de cada
uno, determinante de la distancia, que experimentamos entre lo que
deberíamos hacer y lo que hacemos, y que nos lleva a cometer pecados, 2 Cor
11, 3; 1 Tim 2, 14. Pag 69.
- Paralelismo entre Adán y Cristo, Rom 5, 12-21; 1 Cor 15, 21-22 y 45-49. Adán
y Cristo son dos comienzos de la humanidad de signo diverso. Adán para la
muerte, Cristo para la vida (resurrección de los muertos). La muerte de Adán se
halla implícita en el pecado. El sentido de esta muerte parece sobrepasar lo
meramente biológico. De lo contrario, no tendría sentido el paralelismo con la
resurrección de Cristo, que es más que biológica. También se insinúa que el
Adán primero, hecho de la tierra, alma viviente, recibe su sentido definitivo del
Adán último, el celeste, hecho espíritu vivificante. Pag 69 y 70.
- La gracia, que Jesús ofrece, está a disposición de todos porque todos pueden
acercarse a ella, pero no hay un automatismo de salvación, como tampoco la
fuerza de pecado ejerce su poder al margen de la ratificación personal de cada
15
uno. Tanto en el pecado como en la gracia, el hombre se inserta en un
dinamismo anterior a él, que tiene su origen, respectivamente, en Adán o en
Cristo. Pag 76.
- Con el recurso a Adán, Pablo nos explica de qué nos libra Cristo: no sólo de
nuestros pecados personales, sino también de esta fuerza de pecado, que se
impone a nuestra decisión. Con ello, además, nos ayuda a entender algo de la
estructura misma de la salvación de Cristo. No se nos aísla sólo del espacio de
perdición, sino que se nos arranca de este mundo de pecado para que
podamos ser introducidos en el nuevo ámbito de la salvación, en el ámbito de
Cristo y su Iglesia. Dado que el mensaje de la redención y reconciliación con el
Padre, que tiene lugar en Cristo, presupone un dominio del pecado sobre toda
la humanidad, la afirmación de la solidaridad en el mal desde el comienzo,
desde Adán, es más que un simple ejemplo. Pablo no se detiene en la
descripción del pecado de Adán. Le basta con subrayar su influjo negativo
universal, que explica la universalidad del pecado. Pag 77 y 78.
Antes de Agustín.
16
- Ireneo de Lión: La unicidad de Dios y de la historia hace posible que Jesús
nos reconcilie a todos, porque tomó nuestra carne, que es la misma que había
pecado en Adán. Pag 81.
- En Tertuliano, que afirma que toda alma es impura mientras esté adherida a
Adán y no se adhiera a Cristo, aparece el problema del pecado original ligado
al bautismo de los niños. Pag 82.
- San Ambrosio habla de los pecados heredados. Nadie está sin culpa, ni
siquiera el niño de un solo día, aunque no insista en el pecado de éstos.
- San Agustín nos recuerda algunas tesis del pelagianismo. Los niños al nacer
están como Adán antes del pecado. N1 Todos los hombres mueren por el
pecado de Adán, n1 Resucitan por Cristo. Los niños, aunque no sean
bautizados, pueden alcanzar la vida eterna. Pag 87.
- Esta situación de pecado afecta incluso a los párvulos, de tal manera que su
suerte es la condenación si mueren sin bautismo. Pag 89.
17
- San Agustín ha llegado a la formulación de su doctrina sobre el pecado
original, la universalidad del pecado, para defender la universalidad de la
redención del pecado. Pag 90.
- Sólo la unión con Cristo puede introducir en la vida eterna, y ya que sólo por
el bautismo tiene lugar esta unión, este sacramento es necesario para todos.
Es el auténtico renacimiento del hombre. El bautismo de los niños es para
remisión de los pecados, y a quienes no han pecado personalmente se les
perdona el pecado original. Si los niños no tienen pecado, esto quiere decir que
no necesitan redención, y, por tanto, Cristo no ha muerto por ellos. La salvación
de Cristo es para todos, y todos necesitan de ella. Por esta razón se ha de
afirmar la existencia de este pecado original, en el que todos han sido hechos
pecadores. Aunque el pecado original no es voluntario en cada uno de los
hombres, no puede considerarse que sea ajeno a ellos, ya que en Adán están
los orígenes de todos. Pag 90-91.
La teología medieval.
- San Anselmo. Todos pecamos con Adán y recibimos la naturaleza tal como él
la tuvo después del pecado, es decir con la privación de la gracia original. La
concupiscencia no es en esta tesis la esencia del pecado original. El hombre
viene al mundo en un estado distinto, un estado peor, al que hubiera podido
venir, determinado por la falta de gracia original a causa del pecado de Adán.
No puede volver por sus fuerzas al estado original, para lo cual necesita la
redención de Cristo. Pag 93 y 94.
- Santo Tomás señala que los efectos del pecado original ni quitan, ni
disminuyen los principios de la naturaleza, pero la inclinación a la virtud
disminuye. La justicia original se ha perdido por el pecado de Adán. Pag 94.
La Reforma protestante.
El Concilio de Trento.
- Los niños, que no han podido pecar personalmente son bautizados para la
remisión de los pecados, “para que en ellos se limpie por la regeneración, lo
que por la generación han contraído” Pag 101.
- Trento afirma la realidad del pecado original en los niños y su remisión por el
bautismo. Confirma la condición pecadora de todos los hombres antes de
cualquier decisión personal y la necesidad que a todos alcanza, incluso a los
niños, de Cristo Salvador y Redentor. Pag 102.
- Trento no quiso definir la esencia del pecado original, sino los efectos del
mismo. Mantiene la tradición, que arranca de Pablo, que considera la doctrina
del pecado original como subordinada a la redención de Cristo, que afecta a
todos los hombres. Pag 104 y 105.
- Vaticano II. El hombre, aunque había sido creado por Dios en un estado de
justicia, desde el inicio de la historia, tentado por el diablo, abusó de su libertad,
erigiéndose contra Dios y tratando de conseguir su fin fuera de él. La
experiencia humana de división interna y externa concuerda con esta
enseñanza de la revelación. Hay, por tanto, una división profunda del hombre
de modo que toda la historia y la humanidad nos muestran la lucha del bien y
del mal. Pag 106.
Reflexión sistemática.
- El bien que cada uno realiza tiene efectos positivos para todos y el pecado no
daña sólo al que lo comete, sino que tiene consecuencias negativas para los
demás. El bien y el mal, que cada uno realizamos, tienen repercusiones
sociales. Jesús es el único mediador entre Dios y los hombres, 1 Tim 1, 2-5.
Esta mediación de Jesús no elimina, sino que suscita cooperaciones humanas
de distinto género, subordinadas a su mediación única y de la que son
participación. Participación, que el concilio Vaticano II expresa en su Lumen
Gentium 62. “Ninguna criatura se puede comparar con el Verbo encarnado y
redentor; pero así como el sacerdocio de Cristo es participado de varias
maneras … y así como la bondad de Dios se difunde realmente de formas
distintas en las criaturas, así también la única mediación del Redentor no
excluye, sino que suscita, en las criaturas una diversa cooperación que
participa de la única fuente”. En esta perspectiva, el pecado no es sólo un
alejamiento personal de Cristo, sino también una ruptura de la solidaridad entre
los hombres, una ruptura de la mediación de bien y de gracia para los demás.
Los aspectos positivos y negativos de esta vinculación de los hombres entre sí
se hallan indisolublemente unidos. Pag 111 y 112.
23
- Desde que el hombre entra en el mundo se encuentra realmente inserto en
una masa de pecado de la humanidad, en una situación de pecado, de ruptura
de la relación con Dios. Está claro que no se realiza desde el primer instante la
ratificación personal por cada uno de esta historia de pecado, pero la inserción
es real. La transmisión del pecado original por generación significa que éste es
un elemento más de la condición humana, que cada hombre recibe por el
hecho de su nacimiento y que los efectos de este pecado están presentes
desde el primer instante. Pag 117.
- Jesús nos une en el don de la gracia. Sólo tiene sentido hablar de pecado
como rechazo y privación de ésta. Toda solidaridad en Adán, tanto la positiva
como la negativa, depende de Cristo, y solamente de éste recibe su sentido.
Rom, 5,14. Pag 117 y 118.
24
- En cuanto miembro de la humanidad pecadora, el niño es pecador y
necesitado de redención, aunque no haya pecado personalmente. Por tanto, el
bautismo de los párvulos es también en sentido verdadero, aunque analógico,
para remisión de los pecados. Han contraído algo del pecado de Adán, que ha
de ser lavado con el bautismo. Ese algo es la privación de la gracia, que lleva
consigo la privación de la amistad con Dios. Con la inserción en Cristo y en su
cuerpo, que es la Iglesia, también los niños se apropian de los beneficios de la
redención y viven la gracia de los hijos de Dios. El bautismo remite y perdona
este pecado o condición pecadora por el hecho de venir al mundo. Con la
inserción sacramental en el ámbito de Cristo y de la Iglesia el niño recibe la
mediación de gracia y de presencia de Dios que el ámbito del mundo le ha
negado. Así se borra por la regeneración lo que por la generación se ha
contraído. Por tanto, el bautismo de los niños tiene también un sentido en
relación con el misterio del pecado. Pag 119.
- Concilio Vaticano II. Cristo ha muerto por todos, Rom 8, 32; 1 Tim 2, 4, y la
última vocación del hombre en verdad es sólo una, la divina. Por ello hemos de
mantener que el Espíritu Santo a todos da la posibilidad de que, de un modo
sólo conocido a Dios, se asocien a este misterio pascual. GS 22; GS 19; LG 1,
13, 15 y 16; AG 3; etc; Juan Pablo 2 RM 10, 28-29. Es claro que uno puede
apartarse voluntariamente de la salvación, que Dios le ofrece. Pero no parece
que esto pueda ocurrir sin la intervención de la voluntad libre. Debemos pensar,
por tanto, que si al niño le afecta, y de modo muy real la privación de la
mediación de gracia querida por Dios, le afecta también la mediación de la
gracia redentora de Cristo, más fuerte que el pecado. El mundo, al que el niño
llega, marcado por el pecado, no sólo ha sido creado en Cristo, sino también
reconciliado por él. Con la esperanza en la misericordia de Dios debemos
pensar en una posibilidad de salvación de los niños muertos sin bautismo,
aunque sea por caminos, que sólo él conoce. La tragedia del pecado, sin ser
minimizada, ha de ser colocada en la perspectiva correcta de la gracia, que
sobreabunda. La última palabra de Dios sobre el mundo no es la condena de
los pecadores, sino la gracia y la redención. Pag . 121 y 122
- El pecado tiene, por tanto, raíces y formas primarias en todos los niveles del
universo, aunque aparezca como tal sólo cuando existe la libertad. Pero tiene
en común con todas estas fuerzas, que de algún modo lo explican, el hecho de
ser antievolutivo, de oponerse a la recapitulación de todo en Cristo. En una
“perspectiva estructural de evolución” no se niega el pecado original, sino que
se da la posibilidad de comprender este pecado, que procede y prepara para el
pecado personal por el hecho de que uno pertenezca a la especie humana.
Todo se orienta hacia la recapitulación en Cristo. Teilhard de Chardin, K.
Schmidt-Moormann y J.L. Segundo. Pag 123 y 124.
26
- La muerte de Jesús parece verse en continuidad con la historia precedente de
pecado y rechazo de Dios, Mt 21, 33ss. Pag 126.
- La humanidad primera u originaria no tenía por qué verse afectada por los
condicionamientos negativos de la libertad, que tenemos nosotros. Su rechazo
de Dios ha determinado el curso de la historia porque desde entonces todos los
hombres han sido, en el uso de su libertad, condicionados negativamente por el
pecado, ya que la libertad de los demás es un momento intrínseco de la
nuestra, Karl Rahner. No hay contradicción entre el pecado de Adán y el
pecado del mundo. No se trata de una alternativa. Más bien, ambos se exigen
de algún modo mutuamente. El segundo sin el primero deja de tener
explicación y, a su vez, manifiesta el peso del primero. Pag 128 y 129.
29
Parte 2ª. El hombre en la gracia de Dios
- Gracia, hallar gracia a los ojos de Dios, 1 Sam 16, 22; 1 Sam 27, 5; 2 Sam 14,
22; 2 Sam 16, 9; Ex 33, 12-17; Gén 6, 8; Lc 1, 30; Jer 31, 2ss; Gén 39, 21; Ex
3, 21. Pag 140 y 141.
- La gracia comunica belleza al que la halla, Sal 45, 3; Prov 13, 15; Prov 1, 9;
Prov 3, 22. Pag 141.
- La gracia es fidelidad y amor de Dios a los hombres, Gén 19, 19; Gén 24, 12-
14; Ex 34, 6; Sal 144, 2; Gén 32, 10ss; Gén 39, 21; Jos 2, 12; Dt 5, 10; Dt 7,
7ss. Pag 141 y 142.
- La gracia de Dios llena el cosmos, Sal 33, 5; Sal 119, 64; Sal 89, 3; Sal 103,
17; Sal 138, 8; Sal 40, 12; Sal 57, 4; Sal 61, 8; Pag 142.
- La gracia de Dios es su poder y amor, Sal 107, 1, 8, 15, 21 y 31; Sal 136; Jer
2, 2; Os 2, 21; Jer 9, 23; Jer 16, 5; Jer 31, 3; Jer 32, 18; Pag 142.
- La gracia de Dios es fidelidad, Gén 24, 27; Gén 32, 11; Ex 34, 6; Sal 25, 10;
Sal 40, 11s; Sal 57, 4 y 11; Sal 85, 11; Sal 89, 15; Sal 138, 2.
- La gracia de Dios es elección, Gén 12, 1-3; Dt 7, 7s; I Sam 16, 11ss; II Sam 7,
8-16; Sal 89, 4-5, 20ss. Pag 143.
30
La gracia en el Nuevo Testamento.
- En Lucas la gracia aparece como obra meritoria, que recibe el favor de Dios,
Lc 1, 28 y 30; Lc 2, 40 y 52; Hech 7, 46. Pag 144.
- La gracia es el amor de Dios y la Palabra del Evangelio, Hech 14, 26; Hech
15, 40; Hech 20, 24; Hech 14, 3; Hech 20, 32; Lc 4, 22; Hech 6, 8; Hech 11, 23;
Hech 13, 43. Pag 144.
- La gracia es Jesucristo mismo, Rom 16, 20; 1 Cor16, 23; 2 Cor13, 13; Gál 6,
18; Rom 8, 32; Ef 1, 6. Pag 146.
31
- La gracia es amistad con Dios, Heb 13, 9 y 25. Pag 147.
- La gracia se identifica con la fuerza, que Dios nos otorga, Heb 13, 9 y 25. Pag
147.
- La gracia se identifica con la salvación, que los profetas anunciaron y nos trae
Cristo, 1 Pe 1, 10s. Pag 147.
- Nuestra filiación es por gracia. Sólo el amor de Dios nos hace dioses,
después de habernos hecho hombres. Para los padres griegos divinizar al
hombre no es lo contrario de humanizarlo, sino hacer que llegue a su vocación
definitiva. A partir de la encarnación se puede hablar realmente de una
vocación divina del hombre. Dios quiere que el hombre alcance su plenitud, y
ésta es sólo don de Dios mismo. La libertad humana no sólo no se opone a la
gracia, sino que es gracia ella misma, y sólo bajo la acción del Espíritu se
puede ejercitar según Dios. Pag 154 y 155.
Semipelagianismo.
35
el hecho del pecado. La presencia del Espíritu posibilita la libertad, la respuesta
de amor al Dios, que nos ama. Pag 165 y 166.
Escolástica.
- San Buenaventura. La gracia no es sólo tener a Dios, sino sobre todo ser
tenido por él. Pag 169.
- Además del auxilio de la gracia, gracia actual, necesario para que el hombre
pueda obrar el bien en cada momento, también plantea las posibilidades que
tiene la naturaleza pura para el recto obrar moral. El pecador, a pesar de su
enemistad con Dios, no peca en todas las acciones que lleva a cabo, queda en
él una bondad creatural, que no desaparece por el hecho del pecado. Incluso
en su situación de rechazo de la gracia, sigue estando llamado a la comunión
con Dios en Cristo, para lo cual ha sido creado. Pag 173.
- Bayo distingue. Libertas necessitate, libertad del hombre, que se mueve sin
ser forzada por una necesidad exterior. Libertas a servitute, inclinación del alma
a su verdadero bien, cuando es movida por el amor. Al margen o fuera de la
gracia, todo es pecado, por lo que no hay bien alguno fuera de la Iglesia. Con
la gracia no se puede hacer más que el bien. Nos hallamos ante un
automatismo de la gracia, que no tiene presente el ser del hombre que obra el
bien, ni la respuesta de la libertad al impulso divino. Pag 175.
38
- Cornelius Jansen, Augustinus, 1640. Frente a la escuela molinista, que ponía
el acento en la libertad humana, defiende la primacía de la gracia. Delectatio
victrix, El hombre hará el bien o el mal, según le atraiga más el amor de Dios o
la concupiscencia. Auxilium sine quo non, necesidad del auxilio divino para
hacer el bien en el estado original. Deja al hombre sin libertad de elección.
Auxilium quo, infunde el amor al bien para superar la concupiscencia. Por este
camino se llega a afirmar que Cristo no ha muerto por todos. Pag 176.
Perspectivas actuales.
- Don de Dios a los hombres. La gracia radical es Cristo. Dios nos hace
donación de sí mismo en Jesús y el Espíritu Santo. Subraya cómo toda la
acción del hombre, en cuanto lo conduce a la vida eterna, está bajo el influjo de
Dios en todos los aspectos. La gracia santificante se considera como un don
creado, distinto del alma y sus potencias y del Espíritu Santo. Su efecto primero
es la participación en la naturaleza divina, 1 Pe 1, 4. La participación nos
coloca en el ámbito de la analogía, no afecta a la sustancia del hombre. La
gracia actual es necesaria para la realización de actos moralmente buenos,
para lo que el hombre puede hacer con sus fuerzas, para la justificación y la
perseverancia, para la armonización de la gracia y la libertad. Pag 179 y 180.
Introducción
40
- La justificación no sólo es, por tanto, un momento cronológico, el paso de la
enemistad divina a la amistad, que nos es ofrecida y otorgada en Cristo. Es
también una dimensión esencial de la salvación del hombre, el aspecto
justificador que tiene la gracia de Dios. Pag 184.
- Justicia salvadora, favores que Dios otorga a los suyos, Jue 5, 11; I Sam 12,
7; Sal 103, 6. Pag 187.
- Justicia, fidelidad de Yahvé a su promesa, Sal 40, 11; Sal 48, 11; Sal 71, 2;
Sal 143, 1. Pag 187. Los hombres han de corresponder con la práctica de la
justicia, Sal 15, 2; Sal 24, 3ss; alabanza, Miq 6, 5: Sal 22, 32; etc; y proclamar
justo a Dios, Dt 32, 4; Is 41, 26; Sal 119; Sal 137. Pag 187.
- Justicia, salvación, presencia de Dios, Is 51, 1 y 5-8; 45, 8, 13, 21 y 24; Jer
23, 6; Is 43, 1; 54, 40; 55, 3; 56, 1. Pag 187.
- Justicia, juicio de Dios, Is 41, 1 y 21; 43, 9 y 26; 50, 8s; 42, 4; 62, 2; etc. Pag
187.
41
- Justicia, fidelidad salvadora en la alianza. Va centrándose en el hombre, en
cada uno de los justos, Ex 18; Sal 1; Sal 73; Sal 119; Pro 3, 33; 10, 3ss. Pag
187 y 188.
- La ira del hombre no causa la justicia de Dios, Sant 1, 20. Pag 189.
- A quien no conoció pecado Dios lo hizo pecado por nosotros, a fin de que
viniéramos a ser justicia de Dios en él, 2 Cor5, 21. La justicia de Dios se
convierte en una cualidad del hombre, que sólo podemos adquirir por la obra
de Jesús, que, por la iniciativa salvífica del Padre, se ha hecho pecado por
nosotros. Pag 189.
42
Definición de la justicia de Dios en la carta a los Romanos.
- Justificación por la fe, no por las obras, Rom 3, 27-31. Pag 191.
- La fe no quita valor a la ley, sino que la confirma, Rom 3, 31, porque la ley y
los profetas anunciaban la justicia de Dios, Rom 3, 21. En definitiva, la ley
solamente cumple su fin cuando es trascendida en la fe. Pag 192.
44
La justificación por la fe según San Pablo.
- Dios es justo y justificador del que cree en Jesús, Rom 3, 26. La justificación
del hombre es el resultado de su acogida de la justicia de Dios y tiene lugar por
la fe en Cristo, ya que en él se ha revelado esta justicia, la salvación para todos
los hombres. Por tanto justicia, justificación y fe son frecuentes en Pablo: Rom
1, 16s; 3, 22, 26 y 30; 4, 3, 5, 9 y 11; 5, 1; 9, 30; 10, 6 y 10; Gál 2, 16; 3, 8 y 24;
Flp 3, 9; Ef 2, 8; Heb 11, 33. Pag 193.
- La raíz hebrea que traducimos por fe y sus derivados significa estar firme,
seguro. Aplicada a Dios expresa los diversos aspectos del ser divino, que se
manifiestan en su obrar. Aplicada al hombre significa el conjunto de sus
relaciones con Dios, Ex 14, 31; 19, 9; Dt 1, 32. La fe es la confianza en Dios,
que hace posible el pueblo de Israel y su garantía de futuro, Is 7, 9. Pag 194.
- La interpretación de los LXX parece poner de relieve el mérito que ante Dios
suponía la fe de Abraham, mérito para alcanzar la justicia, a lo que Pablo se
opone. Pag 196.
- Las obras no sirven para gloriarse ante Dios, n1 Para alcanzar su justificación,
Rom 4, 7. Si Abraham fue justificado, no lo fue en virtud de sus obras, ya que al
que trabaja salario se le debe, no se le da gratuitamente, Rom 4, 4. Pero se
reputa como justicia la fe de aquel, que sin trabajar, cree en el que justifica al
impío, Rom 4, 5. Abraham es justificado por la fe, por su reconocimiento de la
justicia de Dios, salvadora del hombre. Por eso es justificado gratuitamente.
Justificación por la fe y justificación gratuita son dos aspectos inseparables de
la misma realidad. Quien cree en Dios y no quiere afirmarse en sí mismo recibe
la justificación como un don. La fe es el reconocimiento del don gratuito de la
salvación en Cristo, es la actitud del hombre que deja espacio al amor divino.
Abraham se ha fiado de Dios y por ello ha recibido la salvación como gracia.
Pag 196.
- Abraham ofreció a Dios su hijo Isaac, sus obras perfeccionaron su fe, Sant 2,
21ss. De nada sirve la fe si no va acompañada de obras, está muerta, Sant 2,
17, 20 y 26. Las obras muestran la existencia de la fe, Sant 2, 18. El hombre es
justificado por las obras y no sólo por la fe, Jos 2, 9-11; Sant 2, 24s.Pag 197.
47
- El punto básico, en torno al cual gira la teología de Lutero, es la distinción
entre ley y Evangelio. La ley es la expresión de la voluntad de Dios sobre el
hombre, pero como ha pecado, es imposible su cumplimiento. Los
mandamientos dicen lo que hay que hacer, pero no dan fuerza para ello. Por
esta razón, la ley acusa constantemente al hombre por la transgresión de
normas imposibles de cumplir. El Evangelio libera al hombre de toda acusación
y castigo por el pecado. La ley dice haz lo que debes, el Evangelio anuncia tus
pecados te son perdonados. El Evangelio hace desaparecer la función
acusadora de la ley y su valor justificador. No desaparece el carácter de
palabra de Dios, que la ley posee, pero, por la satisfacción que Cristo lleva a
cabo con el entero cumplimiento de sus mandatos, Dios atribuye al pecador
una justicia ajena, la justicia que viene de Cristo. El Evangelio es el anuncio del
cumplimiento de la ley en Cristo. Se crea el espacio para hacer visible y
apreciar en todo su valor liberador la gracia de Cristo. Pag 200 y 201.
- El pecado es lo que la libertad humana hace con sus propias fuerzas, incluso
y particularmente las buenas obras. Abarca toda la existencia humana, porque
todo el ser del hombre es resistencia contra Dios, carne en el sentido bíblico de
la palabra. El pecado fundamental, raíz de todos los demás, es la falta de fe,
manifestada en la ingratitud, el egoísmo, el orgullo. Nos cierra el camino hacia
la justificación, hacia Cristo salvador. Pag 202.
- La reconciliación llevada a cabo por Cristo acontece extra nos, pero se realiza
pro nobis pues no tiene más finalidad que nuestra salvación. Por tanto, este
48
acontecimiento ha de tener en cada persona una repercusión subjetiva, in me,
que requiere la necesidad de la fe, que nos acerca a Cristo, toma nuestro
pecado y nos da su justicia. Pag 203.
- La justicia del hombre es ajena. Por lo cual Lutero habla de iustitia De1
Passiva, la que hace al hombre justo por medio de la fe. El pecado es un
obstáculo que el hombre siempre tiene para acercarse a Dios, hace falta que
Dios le perdone y le considere justo. Es algo ajeno al hombre, no es una
cualidad inherente a él. El pecado continúa existiendo en el hombre, que es a
la vez justo y pecador, por lo que la justificación es un proceso continuado, ya
que necesitamos un continuo perdón de Dios. La justificación es algo que Dios
obra, no imputa en el pecador, lo considera justo en virtud de los méritos de
Cristo y lo que Dios considera es. Lo que somos ante Dios define la verdad de
nuestro ser. Lutero trata de excluir por todos los medios que el hombre pueda
considerar alguna vez la justicia como algo propio. Pag 204 y 205.
- La gracia es para Lutero, más que una cualidad del hombre, una nueva
relación con Dios. La única gracia que a nosotros se nos atribuye es la de
Jesús. Es clarividente su expresión al respecto: solus Christus, sola fide, sola
gratia. Pag 205.
49
La justificación según el Concilio de Trento, 1520-1583.
- A consecuencia del pecado de Adán los hombres han perdido la amistad con
Dios y están bajo el poder del diablo y de la muerte. No pueden salir por sí
mismos de este estado, aunque su situación no es de corrupción total. Su libre
albedrío está atenuado en sus fuerzas e inclinado al mal, pero no extinguido. El
libre albedrío del hombre no le sirve para alcanzar sin la gracia la justificación.
Esta libertad, bajo el impulso de la gracia, posibilita la cooperación del hombre
en el proceso de justificación. No se define esta libertad que se afirma
existente, aunque debilitada, en los pecadores. Todo el proceso de la
justificación tendrá lugar en un hombre que, a pesar del pecado, sigue siendo
una criatura de Dios llamada a la comunión con él. Después de la constatación
universal del pecado y de la imposibilidad por parte del hombre de salir de él,
se contempla la obra redentora de Cristo. Jesús ha sido enviado por el Padre,
cuando ha llegado la plenitud de los tiempos, para redimir a los hombres,
justificarlos y hacerlos hijos suyos por adopción. Él es propiciación por nuestros
pecados. Ha muerto por todos, pero sólo reciben los beneficios de su muerte
aquellos a quienes les son comunicados los méritos de su pasión. Hace falta el
renacimiento en Cristo, ya que por descender de Adán los hombres contraen la
propia injusticia. Pag 208.
- Define la justificación del impío como el paso del estado de pecado, en que el
hombre nace como hijo de Adán, al estado de gracia y filiación adoptiva. La
justicia de Dios es el fundamento de nuestra justificación. La justificación es la
acción de Dios realizada en el hombre. En el proceso de justificación van
indisolublemente unidas la acción transformadora de Dios y la transformación
del hombre. El paso de enemistad a amistad con Dios no se da más que en el
bautismo o deseo del mismo, que es el medio objetivo del encuentro con Dios,
que se acerca a nosotros, con él recibimos los méritos de la pasión de Cristo.
Pag 208 y 209.
- Sólo por la gracia de Dios, que se da por medio de Cristo, en este caso la
gracia preveniente, da comienzo el proceso por el que el hombre llega a la
amistad con Dios. Ningún mérito por nuestra parte puede dar lugar a que Dios
se acerque a nosotros. Esta gracia de Dios, que excita y ayuda, tiende a que
los hombres la acepten y libremente cooperen con ella. Aunque el hombre sin
la gracia de Dios no puede moverse hacia la justicia, puede rechazar la
inspiración e iluminación del Espíritu Santo, por medio del cual Dios toca el
corazón del hombre. Por tanto hay que afirmar los dos extremos: la primacía
absoluta de la gracia. Pag 209.
53
victoria de Cristo sobre el pecado y la realización de la justicia de Dios. En
todos y cada uno de cuyos momentos tiene primacía la acción divina. Pag 217.
- Lo que Cristo ha llevado de una vez y para siempre, Heb 7, 27; 9, 12; 10, 10,
significa nuestra salvación personal. En el acontecimiento objetivo de la
redención se excluye la intervención de cada uno de nosotros. El hombre Cristo
es el único mediador entre Dios y los hombres, 1 Tim 2, 5. En Cristo se hace
visible la voluntad divina de la salvación, pero también la aceptación en su
libertad y voluntad humanas del designio del Padre. Jesús ha sido obediente
hasta la muerte, es el autor y perfeccionador de la fe, Flp 2, 8; Heb 12, 2. Y
precisamente por ello, la iniciativa divina en nuestra justificación no contradice,
sino que implica la aceptación por parte del hombre de esta salvación. La
gracia de Dios también tiene la primacía absoluta en el momento subjetivo de
la salvación. La grandeza de la obra de Dios se manifiesta sobre todo en la
cooperación de la criatura y la justificación no puede ser una excepción a este
principio. El asentimiento y la cooperación del hombre a la justificación no se
pueden considerar como un límite a la acción divina, sino la mayor
manifestación de la grandeza de la misma. Pag 218.
- Vat II. A Dios que revela hay que prestarle la obediencia de la fe, Rom 16, 26;
1, 5; 2 Cor10, 5-6, por la que el hombre entero se entrega libremente a Dios,
prestando a Dios que revela el pleno homenaje del entendimiento y de la
voluntad, Vat I, y asintiendo voluntariamente a la revelación por él otorgada.
Para profesar esta fe son necesarios la gracia de Dios que previene y ayuda y
los auxilios internos del Espíritu Santo. El concilio subraya también la libertad
con la que el hombre responde en la entrega de la fe. Para entrar en comunión
con Dios necesitamos de la gracia de Dios y de la libertad del hombre. La fe es
un acto plenamente humano y, como tal, libre. La acepción de la fe a nadie
puede imponerse. Jesús no se presentó precisamente por imposición a los
54
hombres. La libertad de la entrega y del asentimiento son obra del Espíritu
Santo. También esta cooperación humana se basa en Dios, aunque se nos
escape la armonización de sus momentos. La aceptación de Dios y su gracia
es la que realmente nos libera, Jn 8, 32; 2 Cor3, 17; Gál 5, 1. Sólo es en verdad
libre el que en la fe acepta la obra de Dios en él. La justificación es, pues, una
acción de Dios, que no se realiza sin la fe, sin la cooperación humana que,
paradójicamente, consiste en la aceptación de Dios y en la exclusión de
nuestras propias obras. Pag 219.
- La amenaza del pecado es tal que el hombre nunca puede superarla en este
mundo. San Agustín decía que todo hombre es Adán, como entre los hombres
regenerados, todo hombre es Cristo. Antes de Cristo existía ya la gracia y
después de él no se ha eliminado del todo el pecado. Esta confrontación durará
hasta el final de la historia. Pero el triunfo de Cristo ya ha tenido lugar, el
pecado ha sido vencido y, por tanto, el destino de la historia no es ambiguo. Se
ha producido una verdadera novedad, aunque esperamos su manifestación
plena en la parusía del Señor, de lo que en su resurrección ya ha sucedido.
Con Jesús ha cambiado realmente el destino de la historia. Con las debidas
salvedades se puede aplicar este esquema a la historia salvífica de cada
persona particular, en cuanto personalmente se inserta en Cristo. Algo
acontece realmente en quien ha sido justificado por Dios y ha recibido el don
del Espíritu Santo. La obra de Dios es realmente eficaz, de modo que Dios
nada odia en el justificado. No podemos minimizar el efecto de la acción divina.
No podemos pensar en una simple no imputación del pecado, de modo que no
sea arrancado de raíz. Dios nada odia en los renacidos. Pag 223 y 224.
56
- La presencia de Dios transforma al hombre en su interior, pero la justificación
no acontece sin la cooperación activa del hombre. Trento mantiene que la
comunicación de la justicia de Dios a los hombres se da según la medida del
don del Espíritu y la disposición y cooperación de cada cual. En esta
disposición y cooperación se dan grados, por lo que es posible que no se
alcance siempre el máximo que sería de desear, aunque la justificación se
consiga realmente. La obra de Dios en nosotros, aun sustancialmente
aceptada, encuentra resistencia, quedan en nosotros restos del hombre viejo.
La salvación que nos trae Cristo, que se hace presente en los sacramentos, se
actualiza objetivamente en toda su fuerza, pero la respuesta humana rara vez
alcanza la intensidad de la oferta radical del amor de Dios. Pag 224.
- Así pues, el simul iustus et peccator tiene un aspecto de la verdad, que nada
tiene que ver con la negación de la transformación del hombre (luterana), sino
que la presupone. Pag 225.
- Por tanto, en el justificado puede quedar un resto del pecado, que proviene de
su no total asentimiento a la gracia. Nadie puede tener seguridad de fe de su
estado de gracia ante Dios y de su salvación futura, por más que haya que
esperarla de la misericordia divina. Lo cual nos recuerda que nuestra justicia
depende en todo momento de la que Dios nos da y que hemos de ser
constantemente sostenidos por su gracia. En mayor o menor medida, como
realidad o esperanza, el pecado nunca desaparece en esta vida del horizonte
vital del cristiano. Pag 225.
58
Capítulo VI. La gracia como nueva relación con Dios. La filiación divina.
Introducción.
- Jesús es nuestra justicia, no sólo porque podemos ser justificados por sus
méritos, lo que podría significar una simple imputación extrínseca de los
mísmos, sino porque realmente Dios nos acoge en él, porque su obediencia
hasta la muerte viene a ser la nuestra en cuanto creemos en él y acogemos
con obediencia su palabra. Pag 231.
- Filiación divina. Noción que describe la nueva relación con Dios, propia del
hombre justificado, la que lleva a su realización máxima el ser humano, criatura
de Dios con una vocación divina. Dada nuestra condición de criaturas
dependemos absolutamente de Dios. Sólo en él está el fundamento de nuestro
ser, todo cuanto somos está determinado por esta relación básica de
dependencia total de Dios. Nos somos criaturas de Dios porque existimos, sino
porque somos criaturas de Dios, somos. Algo parecido podemos decir de la
nueva creación o del hombre justificado. Lo que somos no es el fundamento de
una nueva relación con Dios, porque dependemos de él en lo que somos y
tenemos. Es el amor de Dios el que nos destina a la vocación sobrenatural y
59
nos transforma internamente al borrar nuestro pecado. Cambiamos porque
cambia nuestra situación ante Dios. Somos justificados porque Dios nos
justifica. Hay que dar primacía absoluta a Dios en la creación y en la
recreación. El Nuevo Testamento nos ofrece esta nueva relación cuando afirma
que somos hijos de Dios en Jesús. Lo cual define nuestro ser ante Dios y, por
tanto, nuestro ser mísmo. Pag 232 y 233.
61
- Con esta especial relación filial con Dios como su Hijo se inicia su vida en la
tierra, Lc 1, 35, y su vida pública, Mc 1, 11 par. La cristología de los primeros
tiempos vio la realización plena de la filiación divina de Jesús en la
resurrección, con su plena entronización como Señor, Rom 1, 3s; Flp 2, 11;
Hech 2, 14ss; 10, 34ss. Esta plenitud del señorío de Cristo resucitado lleva
consigo una especial manifestación de la paternidad de Dios, 2 Cor 1, 3; 11,
31; Ef 1, 17; Flp 2, 11; Rom 6, 4. Juan y Pablo, epístola a los Hebreos,
clarifican la idea de la preexistencia de Cristo a la encarnación, su vida divina
en el seno del Padre. Pag 237.
62
La filiación divina del cristiano en Pablo.
- El Hijo hace posible con su encarnación que nosotros podamos también ser
hijos. La metáfora de la adopción no debilita nuestra condición filial, sino que
subraya el amor de Dios al concedérnosla, queriendo unirnos a su Hijo. Por la
fe en Cristo todos nos hacemos hijos de Dios, que borra las divisiones entre los
hombres, para ser uno en Cristo Jesús, Gál 3, 26. La vida de los hijos de Dios
consiste en participar de la relación que Jesús tiene con el Padre. Expresión de
esta relación es nuestra invocación abba, la misma con que Jesús se dirigía al
Padre, que el Espíritu Santo, enviado por el Padre y que aquí se llama Espíritu
de su Hijo, pone en nuestra boca, Rom 8, 9 y 15; Flp 1, 19; 1 Pe 1, 11; Hech
13, 7. Pablo pone de relieve en estos textos la vinculación entre la muerte y
resurrección de Jesús y el don del Espíritu. Por la misión del Espíritu alcanza la
misión del Hijo el efecto pretendido, que los hombres alcancen la filiación
divina. La vida de los hijos de Dios no puede llevarse a cabo sin el impulso del
Espíritu. La filiación da derecho a la herencia, Gál 4, 7, que es participación en
la de Cristo, Rom 8, 17; Heb 1, 2; Mt 21, 38. Pag 240.
- El vínculo que une a los hombres con Cristo y entre sí es el Espíritu Santo,
que se nos da como Espíritu de Cristo o del Hijo. Así se explicita la relación
entre la filiación de Jesús y la de los hombres. Pag 242.
- Juan utiliza otra metáfora. Pasa de filiación por adopción a filiación por
nacimiento en Dios, engendramiento, Jn 1, 12s; 1 Jn 2, 29; 3, 9; 4, 7; 5, 1, 4 y
18. Nacer de Dios equivale a ser de Dios, 1 Jn 4, 4. Este nuevo nacimiento es
también del Espíritu, Jn 3, 3-6. El Espíritu es el que da la vida, Jn 6, 63. Como
en Pablo, el Espíritu Santo es el principio y agente inmediato de nuestra
filiación divina. El Espíritu es el don de Jesús resucitado y glorificado a sus
discípulos, Jn 7, 39; 20, 22; y tal vez Jn 19, 30 y 34, que hace posible el
conocimiento y testimonio de Cristo, Jn 14, 16 y 25; 15, 26; 16, 7ss; 20, 22. El
que ha nacido de Dios o del Espíritu cree, ama, practica la justicia. Pag 242 y
243.
- Dios es el padre de los hombres y los creyentes sus hijos, textos citados y Jn
11, 52; 1 Jn 3, 10; 5, 2. Diferencia entre la filiación de Jesús y la nuestra, Jn 20,
17; Mt 28, 10, aunque en el texto original se diferencian terminológicamente:
Υοσ para Jesús y τεκνα para los hombres. Pag 243.
64
- Por otra parte, no puede concebirse esta vida de hijos sin la permanencia de
Cristo en el hombre por medio de la unción y sin la presencia del don del
Espíritu en nosotros, 1 Jn 2, 20 y 27; 3, 24; 4, 13. Los escritos de Juan
atestiguan con claridad la dimensión esencialmente trinitaria de la salvación del
hombre. Pag 244.
- También habla Pablo en otros pasajes que en nosotros están Cristo y Dios,
Gál 2, 20; Ef 2, 17, somos templo de Dios, 2 Cor 6, 16. Pag 247.
- En los Hechos de los Apóstoles el Espíritu Santo obra con referencia a Cristo:
habilita a quienes lo reciben para el testimonio y la predicación, Hech 1, 8; 2,
1ss; 4, 31; 6, 5 y 10; 7, 56; 8, 29; 13, 2 y 4; etc. Es el don que reciben los que
creen en Cristo y se bautizan, Hech 2, 28; 19, 6; 10, 44-48; 11, 15; 15, 8. Pag
247.
66
- La mayoría de las afirmaciones sobre la presencia divina en el justo se
refieren al Espíritu Santo, el don por excelencia de Dios. La presencia del
Espíritu Santo es garantía de la de Jesús, la prueba de que somos suyos. El
Espíritu hace presente a Cristo, el cual nos une al Padre. Dios está con
nosotros como uno y trino Pag 247 y 248.
Introducción.
- Jesús es el único mediador entre Dios y los hombres. Por muy importante que
sea cualquier realidad creada, que Dios nos otorgue al darnos su gracia, la
primacía ha de concederse siempre a su misma presencia en nosotros, a la
posibilidad que él mismo nos da de vivir la vida de Cristo. La creación del
mundo en Cristo, sobre todo la creación del hombre a imagen de Dios en
Jesús, tienen como consecuencia que el ser humano llega a ser él mismo,
realizando el designio de Dios sobre él, cuando participa de la relación con
Dios y con los hombres (filiación y fraternidad), propia de Jesús. Pag 248.
67
- El Nuevo Testamento une la idea de la filiación divina de Jesús a su
referencia única e irrepetible a Dios Padre, la de una muy cualificada presencia
del Espíritu en él especialmente en tres momentos: la encarnación, Lc, 1,35; el
bautismo, Mc 1, 10 par.; y la resurrección, Rom 1, 4. Lucas, más que los otros
sinópticos, da especial relieve a esta presencia del Espíritu en Jesús, a la
unción que ha recibido en el Jordán para el cumplimiento de su misión
mesiánica, Lc 4, 1, 14 y 18; 10, 21; Hech 10, 38. Jesús va al desierto después
de su bautismo impulsado por el Espíritu, Mc 1, 12 par. En virtud del Espíritu de
Dios echa Jesús a los demonios, Mt 12, 28; Mc 3, 23-30. Según Juan el
Espíritu Santo ha descendido sobre Jesús y permanece sobre él, Jn 1, 32s, el
Padre se lo ha dado sin medida, Jn 3, 34. El mismo Espíritu hace posible la
entrega de Cristo hasta la muerte en obediencia al Padre, Heb 9, 14, y es la
fuerza divina que le resucita de entre los muertos, Rom 1, 4; 8, 11; 1 Tim 3, 16;
1 Pe 3, 18. Pag 249 y 250.
- Este Espíritu, que ha guiado a Jesús en su vida humana, del que está lleno en
la resurrección, es el que es comunicado al creyente. Jesús resucitado nos da
el mismo principio de su actuación, en virtud del cual ha llevado a cabo su
existencia histórica y por cuya fuerza ha sido resucitado de entre los muertos.
69
En virtud de su condición de Hijo unigénito la relación de Jesús con el Padre es
irrepetible, nadie puede compartir su condición. Pero, por encarnación, al
posibilitar la adopción filial de los hombres, Jesús se hace el primogénito entre
muchos hermanos. Pag 252.
- Jesús, que es el único, no ha querido ser él solo, cum esset unicus, noluit
esse solus (San Agustín). Por su encarnación, por el don de su Espíritu, nos
hace hijos en él. Así su humanidad, llena del Espíritu, se convierte en
paradigmática para todos. De su plenitud todos hemos recibido, Jn 1, 16, para
que en todos pueda tener lugar lo que de manera única se ha realizado en él.
Según la definición de San Ireneo, el Espíritu Santo es communicatio Christi.
Pag 252 y 253.
- Por lo que se refiere al don del Espíritu, Jesús es el único mediador entre Dios
y los hombres, 1 Tim 2, 5; Heb 4, 15; 7, 22; 8, 6; 12, 24. Pag 253.
- En el Nuevo Testamento el Espíritu Santo nos remite a Jesús, nos une a él,
es el espíritu de filiación, etc. Por la fe en Jesús y el don del Espíritu somos
hijos de Dios, el Padre nos ama como al Hijo, etc. En virtud del Espíritu Santo
somos hijos del Hijo. San Ireneo resume el pensamiento de los Padres: El
Espíritu prepara al hombre para el Hijo de Dios, el Hijo lo conduce al Padre y el
Padre le da la incorporación para la vida eterna, que se da en cada uno por el
hecho de ver a Dios. El Espíritu nos asimila a Jesús más que a él mismo. En
nuestra participación en la vida divina de la Trinidad somos hijos, pero no
padres, ni espíritus santos, porque el Espíritu se nos ha dado en cuanto
Espíritu de Jesús. Pag 255.
- Dios Padre es el sujeto activo de nuestra adopción filial, el que, por obra de su
Hijo y del Espíritu, nos hace hijos suyos. No somos hijos del Hijo, ni de la
Trinidad. La adopción se apropia al Padre como autor, al Hijo como ejemplo, al
Espíritu Santo como aquel que imprime en nosotros la semejanza con este
ejemplo, Santo Tomás. Pag 255 y 256.
- El Espíritu Santo, don del Padre y de Jesús, es el vínculo de unión entre las
dos primeras personas y por ello nos une a todos en Jesús para que por medio
de él tengamos acceso al Padre, Ef, 2, 18, y es enviado por el Padre y Jesús
resucitado. Sólo en virtud de su presencia podemos los hombres vivir como
hijos de Dios en Jesucristo.
Pag 258.
- En virtud del don del Espíritu Santo, el que cree en Jesús participa de la
filiación divina de Jesús, de su relación con Dios Padre. La gracia, el amor de
Dios, su favor para con nosotros, toma forma en la persona de Jesús, en su
obra y vida entera. Todo lo que en él acontece es por nosotros los hombres y
por nuestra salvación. De la vida y obra de Jesús no podemos separar el don
del Espíritu Santo, en el que nos unimos a Cristo y participamos de la vida
divina. No cabe mayor gracia, porque no cabe mayor don de Dios. Ni cabe
mayor perfección de la criatura que la participación en la vida de Dios. S1 Por
la creación el Dios trino da el ser a algo distinto de él, con la autodonación en la
gracia Dios se comunica en la hondura de su ser divino, a la vez uno y trino. La
donación personal tiene infinitamente mayor alcance que cualquier acción
creadora por grande y sublime, que podamos imaginarla. Pag 259.
- La peculiaridad del hombre frente a los seres, que le rodean, está en su ser
personal. La persona se caracteriza por su capacidad de autoposesión, de
relación y referencia al otro, o sea, de autodonación. La subsistencia personal
de Jesús, hijo de Dios encarnado, es la del Verbo, en referencia al Padre. No
hay un ser del Hijo previo a la relación personal. Por tanto, Jesús es pura
apertura al Padre, y en obediencia a él, se entrega sin reservas a los hombres.
El ser humano de Jesús, en virtud de que su única hipóstasis es la divina, es
don y amor hasta el final. Es la consecuencia de su ser Hijo, de su relación a
Dios Padre. Es el fundamento de lo que comúnmente se llama proexistencia de
Jesús. Pag 260.
- Hemos sido creados para la comunión con Dios en Jesús. Por tanto, no hay
un ser personal previo a la oferta de la gracia, sino que la llamada a la
comunión con Dios en Jesús, su Hijo, nos constituye como personas, y no
puede ser indiferente para nuestra realización humana y personal la aceptación
o rechazo de la gracia, que Dios nos ofrece. Nuestro ser de personas, nuestra
autoposesión, que ha de traducirse en donación, encontrará su plenitud sólo en
la opción libre por Dios y los hombres, en nuestra vida de filiación respecto de
Dios y de fraternidad respecto de los hombres, ambos aspectos inseparables.
Pag 261.
- Para Dios Padre no hay que un Hijo, Jesús el unigénito. Nosotros entramos
en relación con él en cuanto nos unimos a Jesús en la fuerza del Espíritu. El
Espíritu no es sólo un don a cada creyente, sino primariamente un don a la
Iglesia. Donde está la Iglesia, allí está el Espíritu de Dios; y donde está el
Espíritu de Dios, allí está la Iglesia y toda la gracia. Este es el don, que Dios ha
concedido a la Iglesia, San Ireneo. Lo cual no se opone a la acción universal
del Espíritu, también fuera del ámbito visible de la Iglesia, Vat II, GS, 22. Pag
263.
75
- Pero el carácter comunitario de nuestra inserción en Cristo no significa
desconocimiento de la personalidad irrepetible de cada uno. Según el Nuevo
Testamento, la comunidad de creyentes forma el cuerpo de Cristo, en el que
los diferentes miembros tienen una función irrenunciable e irrepetible, Rom 2,
3-8; 1 Cor 12, 7-30. Hay diversidad de dones del único Espíritu para la utilidad
común y edificación del cuerpo, pero precisamente con esto se pone de
manifiesto el valor único de cada uno de los miembros, que lo componen. La
llamada común a la filiación divina tiene en cada hombre un aspecto particular.
La común vocación a la configuración con Cristo se matiza en cada caso con
un don particular, según la función que cada uno está llamado a ejercer para el
bien de los hermanos. Pag 264.
- El don del Espíritu y la filiación divina no son propiedad exclusiva, sino regalo
a compartir, quedando siempre a salvo la identidad personal de cada uno, que
en la donación de sí no desaparece, sino que se encuentra, Mt 10, 39 par. En
el símil paulino del cuerpo es donde mejor se expresa la síntesis de estos
aspectos personales y comunitarios del don del Espíritu. Lejos de oponerse
unos a otros, se exigen mutuamente. Los carismas o dones personales para la
común edificación constituyen la manera propia de cada uno de participar en la
filiación divina de Jesús, insertos en su cuerpo, para el bien de los hermanos.
Pag 264 y 265.
- Los dones, concedidos para el provecho del cuerpo, para que los demás
lleguen a Dios, han de ser necesariamente un elemento configurador de
nuestra concreta vida filial y fraternal en el amor a Dios y al prójimo, constituyen
el modo personal de hacernos gratos a Dios. Por tanto, la necesaria distinción
no ha de llevar a una separación entre estos tipos de gracia. Nunca se nos da
el Espíritu para nosotros solos y, además, los hombres nunca somos meros
instrumentos impersonales al servicio de los demás. El Espíritu de Dios, que se
nos da y es acogido en nuestro interior, enrique también a los demás. El
hombre espiritual, que está lleno del don divino, lo trasmite a los demás. Así se
manifiesta desde los primeros tiempos en la tradición de la Iglesia. El ser hijos
de Dios se realiza también al ayudar a los demás a recibir el principio de
nuestra fraternidad, el don del Espíritu. De la mediación de los otros se sirve
Dios de múltiples maneras para comunicar a cada uno su gracia. Se realiza así
la communio sanctorum en el doble sentido de la expresión: la comunión
personal de los redimidos, la comunión en las cosas santas, en los bienes de
nuestra salvación. Comunión, que se ha de extender a todos los ámbitos de la
vida y a todos los bienes, que hemos recibido de Dios. Pag 265.
76
- Este hombre nuevo es en primer lugar Cristo y con él toda la Iglesia, antes
que cada uno individualmente considerado. En la Iglesia en su conjunto se
completa a Cristo. La paz, que Jesús anuncia, tiene como consecuencia que
todos podamos, por medio de él y en el Espíritu Santo, tener acceso al Padre,
Ef 2, 17s. El camino hacia Dios Padre se nos abre en el ámbito en que se hace
presente el Espíritu, en el cuerpo de Cristo, en el que todos los hombres están
llamados a congregarse. La vida en el Espíritu Santo no puede nunca pensarse
en la dispersión, sino en el cuerpo, lo cual indica a la vez la unidad en la
pluriformidad. No hay más que un bautismo en que se nos da el Espíritu, que
nos inserta en Cristo, como no hay más que un solo Señor y un solo Padre, Ef
4, 3-6; 1 Cor 12, 4-7. La comunión que se vive en la Iglesia ha de extenderse a
todos los hombres, ya que ésta tiene la misión de evangelizar a todos.
Comunión eclesial quiere decir llamada a la comunión universal. Pag 266.
Introducción.
- La nueva creación está referida al nuevo ser del hombre en Cristo, 2 Cor 5,
17, en el contexto de la reconciliación del hombre con Dios por la muerte de
Cristo. En consecuencia, ya no debemos vivir para nosotros mismos, sino para
aquel, que murió y resucitó por nosotros, 2 Cor 5, 15. En otras palabras, estar
en Cristo, llevar una vida digna de reconciliados con Dios. El hombre es una
criatura nueva cuando está en Cristo y por éste reconciliado con el Padre. Se
produce en nosotros una transformación, consecuencia y no causa de estar en
paz con Dios. Quien está inserto en Cristo y vive para él, reconciliado con Dios,
es alguien distinto del que ha sido hasta este momento, ha sido internamente
cambiado. Pag 268 y 269.
- El hombre no puede por sus solas fuerzas naturales realizar actos ordenados
al fin sobrenatural, aunque, por otro lado, él mismo ha de ser sujeto de dichos
actos. La presencia especial de Dios en el hombre por la gracia, la inhabitación
del Espíritu Santo y nuestra inserción en Jesús, que nos hace compartir su
condición filial, producen en nosotros una novedad, con la que somos nosotros
mismos los que llegamos a la plenitud de nuestro ser. El hombre pecador y el
justificado son un mismo sujeto. Esta transformación interna del hombre es
consecuencia, no causa, de la presencia de Dios en nosotros. Ninguna realidad
creada, la gracia creada por definición lo es, es capaz de fundamentar u ofrecer
título para la comunión con Dios, o una nueva relación con él. Una realidad
creada será solamente sobrenatural, si es consecuencia de este don, González
Faus y otros. La distancia entre Creador y criatura es siempre insalvable para
nosotros o partiendo de nosotros. Sólo el amor divino lo puede superar. Pag
271 y 272.
79
- La filiación divina clarifica el contenido de la participación de la naturaleza y
vida divina. Nuestra divinización tiene como referencia la relación con Dios
trino, en concreto la unión con Jesús. La comunicación de Dios mismo y de los
bienes de la gracia está siempre en relación con la encarnación del Hijo. Jesús,
asumiendo la naturaleza humana, se ha unido con todos nosotros, ha
compartido nuestra condición para que nosotros podamos compartir la suya.
Este intercambio es el único que nos permite la condición filial y la divinización.
La humanización del Verbo es el presupuesto de la divinización. El ascenso del
hombre a Dios se basa en el descenso de Dios al hombre y en la sucesiva
vuelta de Jesús al Padre, que une inseparablemente su dimensión personal y
de cabeza de la humanidad salvada. El Hijo hecho ahora carne, Jn 17, 5, pedía
que la carne empezara a ser para el Padre lo que era la Palabra, Hilario de
Poitiers. Pag 274.
- La divinización sólo es posible por la acción del propio Dios, acción que no
puede reducirse a la producción de un efecto creado, porque éste como tal no
puede divinizar. Dios santifica al hombre con su presencia, que produce su
efecto en nosotros. La gracia increada y la creada presuponen íntima relación.
La criatura sólo puede ser transformada por la presencia divina, la cual
carecería de sentido si no nos asimilara a Dios. La gracia creada significa que
somos más que criaturas. El efecto creado no se puede explicar por la mera
creación, sino sólo por la autocomunicación divina. En la subordinación de la
gracia creada a la increada, la primera no queda disminuida, sino que alcanza
mayor significado. Pag 275.
- El initium fide1 Procede sólo de Dios. Pero no se reducen las gracias actuales
a la preparación para la justificación. La necesidad del impulso divino, que
ilumina la mente y fortifica la voluntad, se da también para las buenas obras,
que realiza el justificado, aun reconociendo que estas obras buenas son suyas
y fruto de su renovación interna. Toda obra buena, en cualquier condición en
que el hombre se encuentre ante Dios, tiene en Dios mismo su principio. En
cada momento se actualiza la llamada de Dios, que nos sostiene en nuestro
ser de hijos y criaturas nuevas. Al mismo tiempo Dios quiere que todos los
hombres se salven, lleguen al conocimiento de la verdad y renueva su llamada
81
incluso en quien en el abuso de su libertad se cierra en ella, 1 Tim 2, 4. Pag
277 y 278.
- División de la gracia actual hoy en día. Gracia eficaz, que moviendo nuestra
voluntad, alcanza la finalidad pretendida, nuestro bien obrar. Gracia meramente
suficiente no alcanza la finalidad pretendida, quedando a salvo que la acción de
Dios era proporcionada al fin querido por él, y sólo por el obstáculo de nuestra
voluntad no se ha realizado la obra buena, porque Dios no puede caer en la
ineficacia de su acción en nosotros. Pag 279.
86
bondad para nosotros se muestra en que quiere que sus dones sean méritos
nuestros, Indiculus Caelestina.
Todo hombre está sometido al juicio de Dios, ningún juicio humano puede
emitir un veredicto sobre la vida del hombre, n1 Penetrar en su corazón, Trento
DS 1549. Pag 287 y 288.
- Por los méritos de Cristo hay en el hombre una justicia inherente, que le hace
ser nueva criatura, le justifica realmente, le hace capaz de realizar obras
buenas, que merecen la recompensa de la vida eterna. Obras, que sólo pueden
llevarse a cabo con la contante actuación y permanente influjo de Cristo y su
gracia en nosotros. Por tanto, estas obras son un don de Dios y sólo por su
bondad infinita este don se convierte en mérito nuestro, Dios nos recompensa
con la vida eterna por lo mismo que él nos da. Así pues, jamás podremos
aducir el mérito para apoyar nuestra autosuficiencia ante Dios. Es verdad lo
contrario. Pag 288.
La experiencia de la gracia.
93
Conclusión. La gracia el don gratuito para todos los hombres.
- Dios es nuestro salvador y desea que todos los hombres se salven, 1 Tim 2,
3-6; 4, 10. La voluntad de salvación de Dios es la clave de su actuación con el
hombre. Todo cuanto existe está incluido en este único plan de salvación, que
se alcanza por el conocimiento de la verdad, conocimiento de Jesús y de Dios
al que Jesús revela. La unidad de designio salvador tiene su fundamento en la
unicidad de Dios y en la unicidad de la mediación de Cristo, Col 1, 15-20; 1 Cor
6, 8; Jn 1, 3 y 10; Heb 1, 2-3. La voluntad salvífica de Dios encuentra su
expresión y realización en la obra salvadora y redentora llevada a cabo por el
mediador único, el hombre Cristo Jesús, que se ha entregado en rescate de
todos. Pag 303.
- No hay gracia de Dios para el hombre, que no venga mediada por Cristo, y
ningún hombre viene al mundo al margen de esta oferta de gracia, aunque se
vea privado de ella por el pecado original. Sólo en la gracia alcanza el hombre
su plenitud, que ha de recibir como don y no le es debida. Por tanto, la voluntad
salvadora de Dios y la mediación de Cristo tienen su reflejo en el ser del
hombre, por lo que no hay contradicción entre la gratuidad del don de Dios, que
es él mismo, y que él quiera darse a todos los hombres. En esta voluntad
salvadora se halla el fundamento de nuestro ser: puesto que preexistía el
Salvador, tenían que venir a la existencia quienes iban a ser salvados, Ireneo
de Lión. Pag 304.
- Dios quiere que todos los hombres se salven en Jesús, Hech 4, 10-12. La
universalidad de la voluntad salvífica de Dios y la mediación única de Cristo
están relacionadas en el Nuevo Testamento. La dificultad de armonizar estas
dos afirmaciones dio lugar al problema de la predestinación. Pag 305.
- Así pues, el misterio de la gracia es el misterio del amor del Padre a todos los
hombres, manifestado en la obra salvadora llevada a cabo por Jesús. En él
hemos sido bendecidos, predestinados y elegidos, agraciados, antes de la
creación del mundo porque Dios Padre, en su designio dado a conocer en los
últimos tiempos, ha querido que su Hijo Jesús sea cabeza de todo. Pablo
entona este himno de la revelación de la gracia de Dios para toda la
humanidad, Ef 1, 3-10. Pag 308.
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