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3 La evaluación

La educación es visualizada como el camino idóneo para la resolución de las

problemáticas sociales, económicas políticas y culturas, muestra de ello son las

reestructuraciones curriculares que emanan de la mayoría de los sexenios presidenciales en

México, o bien, en atención a las propuestas de los organismos internacionales. Dichas

modificaciones en los planes y programas de estudio están sustentadas por enfoques

epistemológicos de la educación, que dan sentido al conocimiento que las y los estudiantes

aspiran alcanzar.

Para lograr los propósitos educativos planteados en el currículo oficial, el docente

tiene un papel fundamental en el logro de los mismos, enmarcando un gran listado de

requerimientos a cubrir, para ofrecer a las generaciones estudiantiles actuales una

educación de calidad. El maestro en su labor pedagógica requiere buscar todos los medios,

métodos, estrategias e instrumentos idóneos, que en conjunto generen el logro de los

aprendizajes, habilidades, destrezas y valores.

El sitio en el que se establecen los elementos antes mencionados, es en la planeación

didáctica, siendo esta la estrategia de aprendizaje del currículo formal, la cual implica que

los saberes sean operativos en el salón de clases, es decir, puestos en práctica. Por tanto, se

requiere que exista una concordancia en la planeación, en la que se establezcan relaciones

entre los saberes previos del alumno y los nuevos contenidos que estudiará; integrándose en

este proceso la evaluación como una como una acción educativa continuada y que le da

seguimiento y sentido a la calidad de los logros progresivos del alumno.


He ahí donde la evaluación ya no se vislumbra como un proceso aislado de la

planeación, el cual ya no se instaura solo al final de la misma, sino en todo momento. La

evaluación establecida en cada tiempo de la secuencia didáctica, se define como “un

proceso sistemático de acopio de información que permite formular juicios y valorar si los

alumnos lograron los aprendizajes esperados” (Diaz Barriga, 2002, p.22).

No obstante, al emitir estimaciones se deben considerar evidencias cualitativas y

cuantitativas, que evidencien el desempeño del alumno; dejando así a un lado la

interpretación que cataloga a la evaluación como una medida de sanción. Por consiguiente,

los resultados de la medición n tienen como propósito contribuir a la mejora del

aprendizaje, intención que surge del enfoque formativo.

La evaluación formativa constituye “un proceso en continuo cambio, producto de

las acciones de los alumnos y de las acciones pedagógicas que promueva el docente” (Diaz

Barriga, 2002, p.23). De aquí que se instaura la función de la evaluación, la cual es

primeramente de índole pedagógica, pues se identifican las necesidades de los educandos,

mediante la reflexión y mejora del aprendizaje y por otra parte cumple una función social al

incluir propuestas de mejora cada vez que se comuniquen las calificaciones y descripciones

a los alumnos y padres de familia.

Es preciso mencionar que generalmente la evaluación final (entrega de

calificaciones) suele tener más atención por parte de los docentes que la del proceso. Sin

embargo, para tener una correcta evaluación de los aprendizajes, el enfoque formativo

indica tres momentos: diagnostica, formativa y sumativa.


Como primer momento la evaluación diagnostica permite identificar y definir las

bases del proceso de enseñanza aprendizaje, pues en él se hace una indagación de los

conocimientos que ya poseen los educandos y posteriormente se diseñan las estrategias de

intervención. Después se postula la evaluación formativa, la cual permite valorar el avance,

así como esclarecer si la planeación está logrando de manera óptima los objetivos, si no es

el caso, este momento permite realizar las adecuaciones pertinentes. Por último, en la fase

sumativa se recolecta de información acerca de los resultados de los alumnos, así como de

los procesos, las estrategias y las actividades que ha utilizado.

Cabe resaltar que cada momento se apoya de los tipos de evaluación, mismos que

incluyen a diversos agentes educativos para que esta sea más efectiva. El primer tipo de

evaluación hace referencia a la autoevaluación, en la que el alumno hace una introspección

de su desempeño, producciones y logros. En consiguiente se encuentra la coevaluación,

donde el alumno en colaboración con sus compañeros hace una valoración de lo aprendido.

Finalmente está la heteroevaluación, siendo las más implementada puesto que en ella el

docente es el único que emite las valoraciones.

Si bien, la evaluación permite recopilar, sistematizar y analizar la información, con

el propósito de verificar los avances y dificultades de los estudiantes. Para ello se recurre al

uso de técnicas e instrumentos de evaluación. Las técnicas son las actividades específicas

que llevan a cabo los alumnos cuando aprenden (observación, análisis de desempeño,

interrogatorio, etc.), y los instrumentos son las herramientas que permiten obtener

información específica (rúbrica, guía de observación, lista de cotejo, etc.).


Bibliografía

Obaya, A. (2010). Evaluación del aprendizaje basado en el desarrollo de

competencia. México.

Plan y Programas. (2017). La evaluación formativa y su vínculo con la enseñanza y

el aprendizaje. Ciudad de México, México.

Secretaría de Educación Pública. (2012). El enfoque formativo de la evaluación.

Ciudad de México, México.

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