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Selección de textos

“Dios estableció a los reyes como sus ministros y reina a través de ellos sobre los pueblos (...)
Los príncipes actúan como los ministros de Dios y sus lugartenientes en la tierra. Por medio de ellos Dios
ejercita su imperio. Por ello el trono real no es el trono de un hombre sino el de Dios mismo.
Se desprende de todo ello que la persona del rey es sagrada y que atentar contra ella es un sacrilegio.”

Bossuet. La política según las Sagradas Escrituras. Libro III.

Sin autoridad absoluta el rey no podría hacer el bien ni reprimir el mal. Es preciso que su poder sea tal
que nadie pueda esperar escapar a él (…) Cuando el príncipe ha juzgado ya no hay otro juicio. Los juicios
soberanos se atribuyen a Dios mismo.

(…) En un Estado solo el príncipe debe estar armado. De otro modo, todo estaría en confusión y el
Estado cae en la anarquía (…) No hay mejor que dejar todo el poder del Estado a aquel que tiene más
interés en la conservación y en la grandeza del propio Estado”.

BOSSUET, Jacques Bénigne, La política extraída de la Sagrada Escritura, Libro II (1709)

“No existe ninguna forma de gobierno ni institución humana alguna que no presente inconvenientes; de


tal suerte que se debe seguir con el mismo tipo de gobierno al que un largo tiempo de vivencia ha
acostumbrado al pueblo.

(…) Únicamente al príncipe incumbe velar por el bienestar del pueblo; éste es el primer artículo y
fundamento sobre el que se basan los demás; (…) no puede existir poder alguno que no de penda de él;
ni asamblea alguna que exista si no es contando con su visto bueno.
Así es cómo, a favor del bienestar de un Estado, se deposita en una misma mano todo el poder. El
desperdigar dicho poder es dividir al Estado; es dar al traste con la paz pública.
Por su condición el príncipe es el padre del pueblo; su grandeza le sitúa muy por encima de los intereses
mezquinos; a mayor abundamiento, toda su grandeza y su propio y lógico interés se basan en el que el
pueblo sea conservado, puesto que a la postre si le faltase el pueblo, dejaría de ser príncipe. Por tanto,
nada mejor que el entregar todas las riendas del poder del Estado a aquel que mayor interés tenga en la
conservación y en la grandeza del Estado…”

Bossuet. Política según la Sagrada Escritura.

La soberanía es el poder absoluto y perpetuo de la República (...). La soberanía no es limitada, ni en


poder, ni en responsabilidad, ni en tiempo (...). Es necesario que quienes son soberanos no estén de
ningún modo sometidos al imperio de otro y puedan dar ley a los súbditos y anular o enmendar las leyes
inútiles (...). Dado que, después de Dios, nada hay mayor sobre la tierra que los príncipes
soberanos, instituidos por Él como sus lugartenientes para mandar a los demás hombres, es preciso
prestar atención a su condición para, así, respetar y reverenciar su majestad con la sumisión debida, y
pensar y hablar de ellos dignamente, ya que quien menosprecia a su príncipe soberano menosprecia a
Dios, del cual es su imagen sobre la tierra.
 BODIN, Jean,  Los seis libros de la República,  1576.

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