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Pero lo tuyo es menos sacrificado porque no tenés que trasladarte, sino que tenés que esperar
a que te toquen el timbre.
Mientras probás el mate pensás una y otra vez en las preguntas que te van a hacer, te
lamentás una y otra vez de no haberlo hecho por computadora. No todo es casual. Vas estar
cara a cara con una persona que sin saberlo va a revolver eso que tanto te moviliza y la
pregunta será lanzada como un puñal claro y certero.
Pensás que las otras preguntas no son el problema, pero esa sí, y por eso ensayas una y otra
vez lo que vas a decir. Sabés que no es lo mismo recorrer las palabras al derecho y alrebez en
soledad que al estar cara a cara con el funcionario estatal que disparará al punto exacto.
Mientras el mate entra perfecto por tu boca, entibiando tu lengua callada que no se anima a
dejar salir lo que aflora en tu mente, repasás tu vida como una película y vas atando cavos.
Te mirás pequeño con aquel libro de cuentos en la mano con ilustraciones de princesas y
pensás que aunque sos el ejemplo perfecto con todos los privilegios que este sistema modeló,
vos querías ser una de ellas. También aquella fiesta que tanto deseaste y no debías tener
porque no te correspondía
Eso te va a dotar de una increíble fuerza interior que terminará de dar a luz la verdadera
identidad que vas a abrazar a pesar de todo y de todos.
Sos consciente de las consecuencias y de que causarás daño, pero tampoco podés evitarlo a
costa de tu propio autoflagelo.
Empezás a iluminarte, pero de una forma distinta, esta vez es desde adentro, una luz propia
que te envuelve y te hace brillar. Sabés que el cambio ahora está a punto de ocurrir, alguien va
a nacer, y justo en un censo, como aquella vez.
Sabés que aquel alumbramiento cambiará la historia de tu propio mundo, y que habrá más
preguntas que respuestas, pero, en fin, será lo que tenga que ser según los designios de tu
propia libertad.
El timbre va a sonar y vas a abrir. Luego responderás una a una, las preguntas del cuestionario.
Al llegar a la pregunta tan temida vas a sentir la última contracción, ya no vas a sentir que un
puñal se aproxima, sino que estás a punto de parir. Tan solo a unos momentos de parirte.
El censista dirá: “¿con qué género se auto percibe usted?” y gritarás como el llanto de quien
acaba de nacer: “¡Soy estrella!”.