Está en la página 1de 6

1

MISA DEL 11 DE JUNIO

Apreciado padre José Enrique, Vicerrector del Seminario Santo Tomás de


Aquino, apreciado padre Jesús Rincón, párroco de esta parroquia Santísima Trinidad y
demás sacerdotes que nos acompañan. Queridos seminaristas. Hermanos y hermanas
todos en el Señor.

Nos reunimos bajo la poderosa intercesión de san Bernabé, apóstol, a quien


celebramos hoy y en quien la iglesia ve las virtudes apostólicas, más que en cuanto a
autoridad, en cuanto a servicio evangelizador. Pedimos que el señor nos conceda
también a nosotros reunidos en esta mañana, a toda la iglesia, y en especial a Raúl y
Reinaldo, quienes recibirán el ministerio del acolitado y la admisión a las sagradas
ordenes de diaconado y el presbiterado, respectivamente, la gracia de una fecundidad
misionera, como la de san Bernabé.

La Iglesia, concibe al presbítero como Maestro de la Palabra y de los


Sacramentos, especialmente de la Eucaristía, el presbítero sirve a sus hermanos esta
doble mese que hace presente a Jesucristo en cada momento. A la preparación de esta
doble realidad corresponden los ministerios del lectorado y del acolitado, el primero
prepara a servir la mesa da la palabra y el segundo a la mesa de la Eucaristía.

El acólito queda instituido para ayudar al diácono y prestar su servicio al


sacerdote. Es propio de él cuidar el servicio del altar, asistir al diácono y al sacerdote en
las funciones litúrgicas, principalmente en la celebración de la Misa; además distribuir,
como ministro extraordinario, la Sagrada Comunión. Esto es su función; pero sus
actitudes a desarrollar van más allá, como nos dice san Pablo VI: El Acólito, destinado
de modo particular al servicio del altar, aprenda todo aquello que pertenece al culto
público divino y trate de captar su sentido íntimo y espiritual; de forma que se ofrezca
diariamente a sí mismo a Dios, siendo para todos, un ejemplo de seriedad y devoción
en el templo sagrado y, además, con sincero amor, se sienta cercano al Cuerpo Místico
de Cristo o Pueblo de Dios, especialmente a los necesitados y enfermos. Recuerda Raul
que la celebración de los sacramentos debe hacerse según el querer de la iglesia y con
2

los ritos debidamente aprobados y propuestos por ella. El criterio de: “así es más
bonito” o “así lo hacen aquí” no es válido, porque tú serás maestro de tu pueblo.

El acolitado se caracteriza por una relación privilegiada con la Eucaristía por


medio de la participación activa y vital en la celebración eucarística, en la adoración, en
la oración contemplativa y en la reflexión personal y teológica: La maduración de una
espiritualidad eucarística, en la lógica del don total de sí, de la gratuidad y de la
comunión.

Por eso Raul en la eucaristía se encuentra tu vida, la vida de cada uno de nosotros y la
vida de la iglesia, visualizada en tres momentos –pasado, presente y futuro-, que no son
locativos o cerrados, sino, que se entrecruzan desde la fe:

1.- El pasado.

Como misterio de salvación para cada uno, porque hacer referencia al misterio
pascual de Cristo, misterio de nuestra salvación. En la liturgia de la pascua Hebrea,
signo y símbolo de la pascua cristiana, al comenzar, el padre de familia hace la
búsqueda de los Jametz, los panes con levadura, para sacarlos fuera y celebrar la pascua
con espíritu nuevo, por eso la eucaristía está íntimamente ligada al sacramento de la
penitencia, con el cual te haces digno de acercarte a la mesa eucarística, porque ella es
camino de santidad. El pan ácimo de la hostia te recordará siempre tus sufrimientos, tus
pecados, de los que sido liberado por Jesucristo mismo en su muerte y resurrección; y el
vino te recordará siempre la alegría de la salvación y la liberación. Porque la eucaristía
es un memorial de salvación que pone al hombre en movimiento, detrás de Dios que
pasa, que se hace presente. Por tal motivo, la Eucaristía es una gran exultación de
acción de gracias a Dios, que en Cristo Jesús, nos devuelve la vida, y nos convierte en
testigos.

2.- Presente.

Aquí destacan varios elementos que te ayudaran a crecer en intimidad con el


Señor y con la comunidad de fe, con la iglesia.
3

Jesucristo es la verdadera escalinata de Jacob. Dice el génesis que nuestro padre


Jacob, huyendo de su hermano Esaú llega a un lugar y se acuesta, colocando la cabeza
en una piedra, y se durmió. Vio en sueños una escalinata que apoyada en la tierra tocaba
el cielo, y a los ángeles de Dios subir y bajar por ella. Jesucristo, querido Raul, es la
verdadera escalinata de Jacob. Él, con su misterio Pascual, en la Cruz unió el cielo con
la tierra. Los ángeles que suben y bajan son símbolo de las oraciones de los hombres.
Tú en la Eucaristía, y en la oración devota y profunda ante el santísimo, colocarás tus
propias oraciones y las de tu comunidad ante Jesús, y podrán llegar al cielo, y
escuchadas por el Padre Eterno, regresaran a la tierra en forma de bendiciones o
respuesta a la oración y al sufrimiento del hombre, pero también harás llegar a Dios la
acción de gracias por las maravillas que obra en nosotros.

La participación asidua en la Eucaristía te dará la fuerza necesaria para llegar al


final de la carrera, como dice san pablo: “he peleado el buen combate, he terminado la
carrera, he mantenido la fe”. Y el final de la carrera es la vida eterna. La Escritura nos
presenta el episodio del profeta Elías huyendo de Jezabel, que cansado y agotado, al
borde del desierto dice: – ¡Basta, Señor! ¡Quítame la vida, que yo no valgo más que
mis padres. Se echó bajo la retama y se durmió. De pronto un ángel le tocó y le dijo: –
¡Levántate, come! Miró Elías y vio a su cabecera un pan cocido sobre piedras y un
jarro de agua. Comió, bebió y se volvió a echar. Pero el ángel del Señor le volvió a
tocar y le dijo: – ¡Levántate, come! Que el camino es superior a tus fuerzas. Elías se
levantó, comió y bebió, y con la fuerza de aquel alimento caminó cuarenta días y
cuarenta noches hasta el Horeb, el monte de Dios. Y allí pudo ver el paso de Yahveh
Dios en la brisa suave que calmó el ansía de su corazón.

Ten presente que el camino al cielo es superior a tus fuerzas, pero en medio de tu
debilidad, en la lucha diaria por vencer el pecado, en el esfuerzo –muchas veces
doloroso- por entrar en la voluntad de Dios, en medio del sufrimiento cristiano –como
decía san Pio de Pietrelcina-, encontrarás en la Eucaristía la presencia viva y real de
Jesús, y por la gracia del Santo Espíritu, la esperanza y la fuerza para llegar al final, así
4

lo asegura el Señor mismo: el que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y
yo lo resucitaré en el último día.

El profeta Elías, luego de este impresionante paso de Dios en su vida es enviado


de nuevo a su pueblo para abrir un camino de salvación y liberación para su pueblo. Así
pues, en la Eucaristía encontrarás también la fuerza necesaria para el servicio, para el
ejercicio de una caridad efectiva sobre todo hacia los más pobres y necesitados. Pero es
necesario que pongas todo lo que tienes en las manos de Dios, tu vida Raúl, también tu
vida Reinaldo, tu tiempo, tus proyectos, tus afectos, tus bienes, en manos del Señor,
como el joven del Evangelio puso en las manos del Señor los cinco panes de cebada y
los dos pescados.

3.- Futuro:

El futuro está ya contenido en lo anterior, con la fuerza de ese alimento el


hombre llega al final, y el final para el cristiano es la vida eterna. Recuerda también que
la eucaristía está siempre abierta al futuro y toda ella nos lleva al encuentro definitivo
con el Señor. Nos dice el catecismo de la iglesia: “La Iglesia celebra el Misterio de su
Señor "hasta que él venga" y "Dios sea todo en todos" (1 Co  11, 26; 15, 28). Desde la
era apostólica, la liturgia es atraída hacia su término por el gemido del Espíritu en la
Iglesia: ¡Marana tha! (1 Co 16,22). La liturgia participa así en el deseo de Jesús:
"Con ansia he deseado comer esta Pascua con vosotros [...] hasta que halle su
cumplimiento en el Reino de Dios" (Lc 22,15-16). En los sacramentos de Cristo, la
Iglesia recibe ya las arras de su herencia, participa ya en la vida eterna, aunque
"aguardando la feliz esperanza y la manifestación de la gloria del Gran Dios y
Salvador nuestro Jesucristo" (Tt 2,13). "El Espíritu y la Esposa dicen: ¡Ven! [...] ¡Ven,
Señor Jesús!" (Ap 22,17.20). Nosotros en la Eucaristía decimos: Anunciamos tu
muerte, proclamamos tu resurrección, Ven, Señor Jesús. Esta es nuestra esperanza.
5

Y todo esto es el ámbito de iluminación y crecimiento del acólito que se prepara


al ministerio ordenado, para que a su tiempo pueda servir al pueblo la mesa de la
Eucaristía. Mesa de la que en la que ha comido y bebido desde la fe.

Recordemos las palabras del papa Benedicto XVI: En la celebración eucarística


no nos inventamos algo, sino que entramos en una realidad que nos precede, es más,
abarca al cielo y la tierra y, por tanto, también el pasado, el futuro y el presente. Esta
apertura universal, este encuentro con todos los hijos e hijas de Dios es la grandeza de
la Eucaristía: salimos al encuentro de la realidad de Dios presente en el cuerpo y la
sangre del Resucitado entre nosotros.

Como he dicho anteriormente, nuestro hermano Reinaldo Bracho recibirá la


Admisión a las sagradas Órdenes del diaconado y el presbiterado, como respuesta a la
manifestación públicamente y voluntaria de ofrecerse a Dios y a la Iglesia para ejercer
el orden sagrado; la Iglesia, por su parte, al recibir este ofrecimiento, lo elige y lo llama
para que se prepare a recibir el orden sagrado.

El rito de admisión a órdenes es llevado a cabo cuando el aspirante ha alcanzado


la madurez necesaria para solicitar tal admisión, la cual es refrendada por la Iglesia en
la figura de los formadores, del rector del Seminario y del propio Obispo como cabeza y
pastor de la Diócesis.

Para todo el Seminario es un momento de gran ilusión y esperanza, pues la


Iglesia Católica, a través de este acto público, confirma oficialmente que ve en este
seminarista signos objetivos de vocación al sacerdocio y éste, a su vez, declara su
voluntad de seguir diciéndole que sí al Señor y la Iglesia, acompañado por toda la
comunidad del seminario, de sus familiares, su parroquia y sus amigos.

Colocamos la vocación y la vida de Raul, de Reinaldo, de todos los seminaristas


de la diócesis y de Venezuela, bajo la poderosa intercesión de la Virgen María, madre
Sacerdotal. Pedimos al señor que ellos, junto a toda la Iglesia de Machiques podamos
hacer nuestra las palabras del salmo responsorial: El Señor es mi pastor, nada me falta,
6

nada me faltará. Dios nos bendiga y la intercesión de san Bernabé nos acompañe
siempre. Amén.

También podría gustarte