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El derecho

romano en
la Península
Ibérica...
... y su desarrollo autónomo durante el
reino visigodo. De la romanización de
la Península al fin del reino visigodo

Max Turull Rubinat


Oriol Oleart Piquet
Mònica González Fernández
PID_00163032
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Índice

Introducción............................................................................................... 5

Objetivos....................................................................................................... 7

1. La incorporación de la Península Ibérica al mundo romano. 9


1.1. Los derechos peninsulares antes de la llegada de los romanos
a la Península .............................................................................. 9
1.2. La romanización de la Península ................................................ 9
1.3. La romanización jurídica de la Península ................................... 10

2. La creación del derecho en Roma................................................. 13


2.1. La creación del derecho en la Roma antigua .............................. 13
2.2. La creación del derecho en la Roma republicana ....................... 14
2.3. La creación del derecho en Roma durante el Principado ........... 15
2.3.1. Las fuentes de creación del derecho (I aC - I dC) ........... 17
2.3.2. Las reformas de Adriano y la creación del derecho
(siglos II-III) ..................................................................... 18

3. El derecho romano en la época del Dominado.......................... 20


3.1. La aparición del Dominado: las reformas de Diocleciano .......... 20
3.2. La creación del derecho por parte del emperador ...................... 23
3.3. El ordenamiento jurídico del Dominado .................................... 24
3.3.1. Leges et iura..................................................................... 24
3.3.2. Las recopilaciones .......................................................... 26
3.4. El derecho de la práctica en el Dominado ................................. 29

4. El reino visigodo................................................................................ 30
4.1. El asentamiento del pueblo visigodo dentro del Imperio ........... 30
4.2. El rey visigodo y el emperador ................................................... 32

5. La creación del derecho en el reino visigodo............................. 34


5.1. Las leyes teodoricianas y el Código de Eurico ............................ 34
5.2. El Breviario de Alarico ................................................................ 35
5.2.1. El contenido del Breviario ............................................. 36
5.2.2. El ámbito de aplicación ................................................. 37
5.3. De las leyes posteriores al Breviario de Alarico al Codex
Revisus de Leovigildo ................................................................... 38
5.4. La teoría política de Isidoro de Sevilla ........................................ 41
5.5. La consolidación del poder del rey visigodo y el Liber
Iudiciorum...................................................................................... 42
5.5.1. La redacción de Recesvinto ........................................... 42
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5.5.2. La redacción de Ervigio ................................................. 45


5.6. El divorcio entre el derecho oficial y el derecho de la práctica ... 47

Resumen....................................................................................................... 49

Actividades.................................................................................................. 51

Ejercicios de autoevaluación.................................................................. 52

Solucionario................................................................................................ 54

Glosario........................................................................................................ 56

Bibliografía................................................................................................. 59
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Introducción

El primer módulo de estos materiales de historia del derecho aparece dedica-


do al derecho romano y a su desarrollo autónomo durante el reino visigodo.
La síntesis a la que nos vemos obligados en unos materiales como éstos es
extraordinaria, ya que obliga a tratar las principales fuentes�de�creación del
derecho romano y su posterior evolución sintetizadas en poco más de veinte
páginas. Sin embargo, pese a la obligada distorsión que implica reducir más
de mil años de historia romana en unas pocas hojas, conviene no perder de
vista el carácter evolutivo del derecho romano.

El derecho romano no nos interesa como una abstracción dogmática ni como


una entelequia, sino que nos centraremos, únicamente, en sus fuentes de crea-
ción, y lo haremos, además, de una forma histórica; o sea, teniendo en cuenta
que el derecho que se creaba en Roma y que se aplicaba en la Península Ibérica
iba cambiando a lo largo de los años. Interesa conocer, por tanto, las fuentes
de�creación�del�derecho en la medida que fue el derecho que se aplicó a los
habitantes de la Península Ibérica. En consecuencia, el periodo que más nos
interesará es aquél en el que esta aplicación fue efectiva.

Concedemos mucha importancia a estas lecciones iniciales dedicadas al mun-


do romano porque, como ya se ha dicho, partimos de la idea de que los de-
rechos de los diferentes pueblos que forman España son, en esencia, el resul-
tado del particular desarrollo de la tradición romana en la Península. Por es-
te motivo, hay que comprender bien el proceso de formación de este núcleo
originario que, desaparecido el Imperio Romano de Occidente, sería objeto de
desarrollo por parte de los visigodos.

La historia jurídica del pueblo visigodo, a caballo entre el mundo antiguo y la


alta edad media, la hemos incluido en este módulo, junto con el derecho ro-
mano, por razones que conviene poner de manifiesto. Según el planteamien-
to que seguimos, la monarquía visigoda impulsó el desarrollo autónomo de
la tradición jurídica romana que había en la Península en el momento de su
llegada. El derecho creado por el monarca visigodo no es un derecho de carác-
ter germánico, sino que, como estamos diciendo, es el resultado de la evolu-
ción del derecho romano en las particulares condiciones históricas que vivió
la Península Ibérica en aquel periodo. Esta idea de continuidad "autónoma"
en el desarrollo� de� la� tradición� jurídica� romana es, a su vez, un ejemplo
del proceso histórico-jurídico que nos permite comprender mejor el carácter
del ordenamiento jurídico de un pueblo en un momento determinado. Con-
tra visiones mecanicistas o puristas del derecho, aquí encontraréis un ejemplo
sobre la complejidad de los fenómenos históricos, el derecho entre ellos.
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Para facilitar la comprensión de las explicaciones del módulo, es preciso que


el estudiante recurra tanto a los textos histórico-jurídicos intercalados en el
módulo, como al material asociado complementario que podéis encontrar en
el campus virtual, donde hay una colección de textos jurídicos latinos.

El módulo se divide en cinco apartados: uno dedicado al proceso de romaniza-


ción de la Península –incluyendo la situación en que se encontraba la Penín-
sula a la llegada de los romanos–; dos centrados en el derecho romano desde
la época republicana hasta el Dominado, y dos más sobre el reino visigodo y
su derecho.
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Objetivos

Al igual que en los módulos restantes, el objetivo principal es comprender


el argumento subyacente a la evolución histórica del derecho, en este caso
durante el periodo romano.

Los objetivos que debería alcanzar el estudiante de este módulo dedicado al


derecho romano y visigodo en la Península son los siguientes:

1. Comprender la diversidad de fuentes de creación del derecho que pueden


converger en una sociedad determinada (en un momento histórico dado
y en un grupo humano también determinado).

2. Darse cuenta de la complejidad que puede adquirir el ordenamiento jurí-


dico de un pueblo.

3. Vincular la complejidad que puede adquirir el ordenamiento jurídico a la


vida social, económica y cultural de un pueblo.

4. Saber relacionar el fenómeno de la romanización social con el de la ro-


manización jurídica.

5. Diferenciar el ius civile y el ius latii del ius gentium y del ius honorarium.

6. Conocer las fuentes de creación republicanas y su evolución a lo largo


del tiempo. Ver cómo y por qué entran en crisis a partir de un momento
determinado.

7. Apreciar qué nuevas fuentes de creación entran en escena durante el Prin-


cipado y por qué.

8. Vincular las fuentes de creación del Principado con la evolución histórica


del ejercicio del poder en Roma.

9. Precisar el papel que jugó el ius honorarium en Roma en relación con el


ius civile.

10. Poner la situación jurídica del Dominado en su contexto histórico-social.

11. Conocer los diferentes tipos de compilaciones que se hicieron en el Do-


minado y saber a qué respondían.
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12. Vislumbrar la progresiva separación del Imperio de Occidente e Imperio


de Oriente y ver sus diferencias más importantes.

13. Concretar a qué textos quedó reducida y cerrada la tradición textual ro-
mano-teodosiana.

14. Comprender con nitidez el significado de los términos leges e iura en el


Dominado.

15. Calibrar los cambios de significado que ha sufrido el concepto de lex en


Roma y cómo han evolucionado las ideas políticas de la República en el
Dominado.

16. Conocer los rasgos básicos del pueblo visigodo antes de instalarse en Aqui-
tania y las condiciones específicas que hicieron posible esta instalación.

17. Distinguir qué entendemos por derecho oficial y derecho de la práctica,


y qué obras pertenecen a cada una de estas dos categorías.

18. Entender la idea de "desarrollo autónomo de la herencia jurídica romana"


y tener claro cuál es esta herencia jurídica recibida y desarrollada en el
reino visigodo.

19. Darse cuenta del alcance de la selección de leges e iura que hizo el Breviario
de Alarico, teniendo en cuenta tanto lo que fue efectivamente incluido
como también lo que no lo fue.

20. Comprender que el Liber Iudiciorum es hijo de la herencia romana y, al


mismo tiempo, es la obra que materializa la ruptura con la tradición tex-
tual romana.

21. Valorar el papel de la Iglesia en el proceso de creación del derecho y en la


fundamentación del poder político en el reino visigodo.
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1. La incorporación de la Península Ibérica al mundo


romano

1.1. Los derechos peninsulares antes de la llegada de los romanos


a la Península

En el momento en que empezó la romanización, a principios del siglo III aC,


la Península Ibérica era un auténtico mosaico de ordenamientos jurídicos; po-
dríamos decir que había tantos como pueblos. La inmensa mayoría de estos
ordenamientos tenía un carácter consuetudinario –o sea, basado en costum-
bres–, y eran muy escasas las posibilidades de encontrar algún pueblo con un
derecho legislado.

Pueblos primitivos

Nos referiremos a los pueblos que habitaban en la Península a la llegada de los roma-
nos como pueblos primitivos o prerromanos indistintamente. Eran el resultado de las
migraciones efectuadas los últimos mil años, desde los vascos, como la última previa a
las grandes migraciones, hasta los íberos y los celtas.

No se ha demostrado que este conjunto de derechos haya sido capaz


de incidir sustancialmente en el derecho romano. Hay que pensar, al
contrario, que estos derechos primitivos o prerromanos acabaron desa-
pareciendo bajo la influencia del derecho romano. Ahora bien, sí que
hay que admitir que la romanización tuvo resultados desiguales ante la
desigual situación jurídica y cultural de los pueblos de la Península.

1.2. La romanización de la Península

Lo que nos interesa saber, en definitiva, es quién y cómo creó el derecho que
se aplicaba en la Península Ibérica en el periodo que va desde el año 218 aC
–cuando empezó la romanización en Ampurias– hasta el año 476, en que de-
saparece el Imperio Romano de Occidente.

Sin embargo, hablar de romanización implica hablar de un largo y lento pro- Romanización
ceso histórico que se desarrolla en unas coordenadas espaciales –afecta a terri-
Romanización quiere decir la
torios y sociedades diferentes– y temporales –que se alargan durante un dila- incorporación de los diferentes
tado periodo histórico. Hay que tener presente, en un sentido dinámico, tanto pueblos al mundo romano, en
un sentido amplio: lingüístico,
el diferente desarrollo cultural de los romanizadores como el de los romaniza- cultural, jurídico, económico,
social, etc. Significa, por tanto,
dos. La romanización no es, en fin, un fenómeno abstracto y único, sino algo el proceso de convertirse y de
histórico y complejo. comportarse como los roma-
nos.
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Una mayor o menor permeabilidad o resistencia a la influencia roma-


na es lo que marcará el carácter de la romanización de cada sociedad
peninsular en particular.

Si bien lo que ahora nos interesa es la aplicación del derecho romano en la


Península, hay que recalcar que fue consecuencia de un proceso previo de gran
alcance.

El romano no fue el primer pueblo del mundo antiguo en tomar contacto con la Penín-
sula –antes había habido griegos, fenicios y cartagineses– pero sí quien más la influyó.
Recordad que la llegada de tropas romanas a la Península se produjo en el contexto de
las guerras púnicas –en concreto de la segunda–, entre Roma y Cartago por el control del
Mediterráneo. En un principio, el interés peninsular de Roma era estrictamente militar
y estratégico. El proceso de incorporación de la Península al dominio de Roma se alargó,
aproximadamente, entre los años 218 aC y 19 aC con el teórico dominio sobre cántabros
y astures. Los principales elementos y canales de la romanización social fueron el régimen
urbano y municipal, el ejército, el comercio, las vías de comunicación, la organización
administrativa y la división territorial.

La llegada de los romanos a la Península y su dominación condujo, paulatina- Necesidad social


mente, a una romanización social, o sea, a la asunción por parte de los pueblos
La romanización jurídica tiene
prerromanos de una nueva forma de vida y de una nueva realidad social y que interpretarse como el re-
económica. Esta profunda transformación, lenta y gradual, de la infraestructu- sultado de una necesidad so-
cial y no como una imposición
ra socioeconómica provocó en aquella sociedad nuevas necesidades jurídicas desde el poder.
que como mejor podían resolverse era acudiendo al mismo derecho romano.
Fue así cómo, en la práctica, empezó a utilizarse el derecho romano por los
habitantes no romanos de la Península. Sólo en un momento posterior esta
utilización recibiría sanción oficial por parte de Roma.

1.3. La romanización jurídica de la Península

En un sistema basado en la personalidad�del�derecho y no en su territoriali- Lectura recomendada


dad, el derecho romano –el ius civile– era propio y exclusivo de los ciudadanos
E.�García�Fernández (1991).
romanos. El resto de los individuos que pertenecían a los pueblos incorpora- "El ius latii y los municipia
dos al mundo romano incluidos, pues, los peninsulares, se siguieron rigiendo latina". Studia Historica. Histo-
ria Antigua (núm. 9, págs. 29-
por su derecho propio; individuos y derechos que serían denominados genéri- 41).
camente peregrinos. Aparte estaba el derecho latino –ius latii–, que fue conce-
dido por Roma numerosas veces a pueblos y personas que no eran ciudadanos
romanos y que reconocía, a quien se le había concedido, el ius connubii –o sea,
el derecho a celebrar matrimonio legítimo con romanos– y el ius commercium
–la capacidad para realizar transacciones patrimoniales de acuerdo con el ius
civile.

Por lo que se refiere a la Península Ibérica, el emperador Vespasiano concedió


en el año 74 el ius latii a todos sus habitantes.
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Plinio, Historia Naturalis 3, 3, (4) 30

"Vespasiano emperador augusto concedió a toda la Hispania la latinidad difundida por


las tormentas que aquejaban a la res publica."

A partir de este momento todos los habitantes de la Península podían recurrir


al ius civile romano en el ámbito patrimonial y no sólo al ius gentium. Además,
esta concesión de Vespasiano implicaba, indirectamente, que todos aquellos
que hubiesen ocupado una magistratura municipal, así como sus ascendientes
y descendientes, al acabar su mandato, adquirirían la ciudadanía romana; en
esto consistía la concesión del ius latii minus. Adriano, en el primer tercio del
siglo II, extendió este privilegio no sólo a las personas que habían ocupado una
magistratura, sino a todos los miembros de las curias municipales –y ésta era la
concesión del derecho latino "mayor". De esta forma, el número de ciudadanos
romanos aumentó muy rápidamente en la Península.

Les leyes municipales

A raíz de la concesión de Vespasiano, se dieron varias leyes municipales con la finalidad


de adecuar los municipios hispánicos al régimen municipal latino. Las más conocidas
con las leyes de Urso (Osuna), Salpensa (cerca de Utrera) y Malaca (Málaga) e Irnitana.

Gayo I, 96

"El derecho latino o es mayor o es menor: es derecho latino mayor cuando no sólo quie-
nes son elegidos decuriones, sino también quienes desempeñan algún honor o magistra-
tura consiguen la ciudadanía romana. Derecho latino menor es cuando tan sólo quienes
desempeñan una magistratura o un honor llegan a la ciudadanía romana; y esto se de-
termina en muchas epístolas de los príncipes."

En el año 212, el emperador Caracalla extendió la ciudadanía romana a todos


los habitantes del Imperio, salvo a los dediticii. Pero esta medida debió tener
poco efecto en la Península porque una gran parte de sus habitantes ya debe-
rían ser en aquellos momentos ciudadanos romanos.

La creación del derecho romano

De esta forma, pues, el problema de la creación del derecho en la Península se traslada al


de la creación del derecho en Roma. El derecho romano creado por Roma será el aplicado
en la Península y será la herencia que recibirán los visigodos cuando se instalen.

Constitución de Caracalla del 212

"Es menester ante todo referir a la divinidad las causas y motivos (de nuestros hechos);
también yo tendría que dar gracias a los dioses inmortales porque con la presente victo-
ria me honraron y guardaron salvo. Así, pues, creo, de este modo, poder satisfacer con
magnificencia y piedad su grandeza al asociar al culto de los dioses a cuantos miles de
hombres se agreguen a los nuestros. Otorgo (pues) a todos cuantos se hallen en el orbe
la ciudadanía romana, sin que quede nadie sin una ciudadanía, excepto los dediticios.
En efecto, conviene que todos, no sólo contribuyan en todo lo demás, sino que partici-
pen también de la victoria. Y esta constitución nuestra manifiesta la grandeza del pueblo
romano."
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A partir de este momento, al menos, todos los habitantes del Imperio


utilizarían el derecho romano. El derecho romano llegaría a ser, pues,
el ordenamiento jurídico de los habitantes de la Península Ibérica.

Caracalla extendió la ciudadanía romana a


todos los habitantes del imperio.
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2. La creación del derecho en Roma

Hemos visto que el derecho romano fue aplicado de forma significativa entre La periodización
los habitantes de la Península a partir del siglo I, con Vespasiano. Pero la crea-
• Monarquía: del 754/753 aC
ción del derecho en Roma en estos momentos no se puede entender sin aludir al 367 aC
a los periodos anteriores. • República: del 367 aC al 27
aC
• Principado: del 27 aC al
235
2.1. La creación del derecho en la Roma antigua • Dominado: del 235 al 476

Parece que en la Roma antigua había sabido separar, sin desvincularlos, el de-
recho�–ius– de la religión –fas. Para empezar, se tenían que observar aquellas
conductas que la sociedad consideraba admisibles y que se identificaban con
las costumbres de los antepasados; éstas eran las mores maiorum. En aquellos
momentos, el ius civile, en sentido estricto, consistía en la interpretación que
los prudentes hacían de las mores maiorum. Era, pues, el colegio de los pontí-
fices, integrado por los miembros más destacados de las principales familias
patricias, el único capaz de identificar un ius que era exclusivo de los patricios.
Sin embargo, la convivencia de patricios y plebeyos generó, espontáneamente,
la formación de unas mores maiorum comunes a ambos grupos que, a pesar de
todo, no eran admitidas por los pontífices. No obstante, y gracias a la inter-
vención del pueblo romano, este nuevo ius civile abierto también a los plebe-
yos se fijó en un texto que hoy día se conoce como la Ley�de�las�doce�tablas.

El pueblo romano no se congregaba en una única y desordenada asamblea,


sino que había diferentes tipos de reuniones: los comitia curiata (las curias son
treinta, diez por cada una de las tres primitivas tribus, las asambleas en las
que se reunían se llamaban comitia curiata, que en su origen eran de carácter
religioso), los comitia centuriata (reuniones por centurias, de carácter militar)
y los comitia tributa (reuniones por tribus, con carácter civil y a partir de cir-
cunscripciones territoriales).

Por tanto, en este periodo previo a la República nos encontramos con


un ius civile en sentido estricto fijado por los pontífices a partir de la
interpretación de las mores maiorum de los patricios, y un ius civile legiti-
mun recogido por la Ley de las doce tablas y leyes posteriores y también
desarrollado por la interpretación de los pontífices. Al lado de este ius
civile, y sin que se pudiese derogar, estaba la ley como expresión de la
voluntad del pueblo romano reunido en diferentes tipos de asambleas.
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2.2. La creación del derecho en la Roma republicana

La crisis religiosa que se vivió en la época de la República hizo que se rompie- Iurisdictio
se el monopolio de los pontífices sobre la interpretación, ya que a partir de
Tener jurisdicción –iurisdictio–
entonces también los particulares –pertenecientes, eso sí, a la nueva nobleza quiere decir tener la capacidad
patricia-plebeya– se convirtieron en intérpretes laicos del derecho. Este fenó- de dictar o decir el derecho.

meno condujo a dotar de mayor libertad al pretor�urbano, magistrado de ca-


rácter jurisdiccional responsable de dictar el derecho entre los ciudadanos ro-
manos. Además, el pretor urbano podía inspirarse en el pretor peregrino, que
era el encargado de decir el derecho entre los peregrinos y entre peregrinos y
ciudadanos romanos. Es importante recordar que el pretor peregrino actuaba
no sobre la base de la ley, sino a partir de su propio imperio.

Agotada la capacidad de las mores maiorum de ofrecer respuestas adecuadas a


los nuevos tiempos y ante la insuficiencia de la ley para hacerlo, la actividad
jurisdiccional del pretor urbano daba lugar a un nuevo derecho, el ius hono-
rarium, que podría paralizar los efectos del ius civile tal como hemos visto for-
mulado, pero no podía ni derogarlo ni sustituirlo. El ius honorarium se convir-
tió, entonces, en el elemento más dinámico e innovador, ya que, a diferencia
del antiguo ius civile, ofrecía respuestas más adecuadas a la sociedad de aquel
tiempo.

Por otra parte, también el pretor peregrino estableció, en el ejercicio de su fun-


ción de magistrado con jurisdicción, nuevos criterios equitativos que acabaron
por configurar un nuevo derecho, el ius gentium, que se consideraba común a
todos los hombres, pero que era romano.

El ius civile y el ius gentium se diferenciaban por lo que se refiere a sus


destinatarios, ya que el primero sólo se aplicaba entre ciudadanos ro-
manos, y el segundo se aplicaba a los peregrinos entre ellos (o extran-
jeros, o sea, todos aquellos que no eran ciudadanos romanos) y a los
peregrinos en sus relaciones con los ciudadanos romanos.

Este ius gentium establecido por el pretor peregrino, igual que el ius honorarium
establecido por el pretor urbano, completaba y desarrollaba el ius civile y se
acabó aplicando también entre ciudadanos romanos y, en el caso del ius gen-
tium, incorporado dentro del mismo ius civile.

Papiniano D 1,1,7

"Derecho civil es, pues, lo que viene de las leyes, de los plebiscitos, de los senadoconsultos,
de los decretos de los príncipes, de la autoridad de los prudentes. El derecho pretorio es lo
que introdujeron los pretores para ayudar a suplir o corregir el derecho civil por utilidad
pública. Y éste se llama honorario así denominado por el honor de los pretores."

Por otro lado, la formación de una nobleza patricio-plebeya y la reducción del


número de familias patricias afectaron a la forma de adoptar acuerdos de estos
grupos que integraban el pueblo romano. Así, en el año 286 aC, la ley Horten-
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sia equiparaba los plebiscitos –o sea, los acuerdos tomados en asambleas de


plebeyos– a las leges, en cuya formulación los plebeyos no participaban. Estos
nuevos plebiscitos, que se aplicarían tanto a plebeyos como a patricios, serían
la fuente que alimentaría el ius legitimun desde el final de la República.

Gayo. I 3

"Ley es lo que el pueblo manda y dispone. Plebiscito es lo que la plebe manda y dispone.
La plebe se separa, pues, del pueblo en esto, que con la significación de pueblo se señalan
todos los ciudadanos, contados también los patricios; por el contrario, con la denomi-
nación de plebe se indican los restantes ciudadanos sin los patricios; de donde antigua-
mente los patricios decían que no estaban obligados por los plebiscitos, los cuales habían
sido hechos sin su autoridad; pero, posteriormente, ha sido dada la�Ley�Hortensia, por
la cual ha sido establecido que los plebiscitos obligaren a todo el pueblo; y así de esta
manera han sido equiparados a las leyes."

De esta forma quedaba dibujado el cuadro de las fuentes de creación


del derecho de la Roma republicana, formado por las mores maiorum, la
interpretación por parte de los pontífices de las costumbres de los an-
tepasados, la Ley de las doce tablas y su posterior interpretación, el ius
gentium y el ius honorarium, provenientes de los magistrados con juris-
dicción, y las leyes y los plebiscitos establecidos por las asambleas po-
pulares.

2.3. La creación del derecho en Roma durante el Principado

La guerra civil que vivió Roma en el siglo I aC se resolvió con la renuncia de


Lépido en el año 36 aC y la victoria de Octavio sobre Marco Antonio en el 31
aC Augusto, que es el nuevo nombre que adoptó a partir de entonces Octavio,
pacificó un imperio en plena crisis de crecimiento y transformación, devolvió
todos sus poderes al pueblo y al Senado –en el año 27 aC– y en el año 23 aC se
hizo conceder poderes extraordinarios por las instituciones republicanas que
aún subsistían, poderes que hoy calificaríamos de extraconstitucionales.

Relación de emperadores en la época del Principado

- Octavio (29 aC-14)


- Tiberio (14-37)
- Calígula (37-41)
- Claudio (41-54)
- Nerón (54-68)
- Galba (68-69)
- Otón (69)
- Vitelio (69)
- Vespasiano (69-79)
- Tito (79-81)
- Domiciano (81-96)
- Nerva (96-98)
- Trajano (98-117)
- Adriano (117-138)
- Antonio Pío (138-161)
- Marco Aurelio (161-180)
- Cómodo (180-192)
- Helvio Pertinax (192-193)
- Didio Juliano (193)
- Séptimo Severo (193-211)
- Geta (211-212)
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- Caracalla (211-217)
- Macrino (217-218)
- Heliogábalo (218-222)
- Alejandro Severo (222-235)

Augusto recibe el imperio proconsular maius et infinitum en cuya virtud no tiene colega,
ni límite de temporalidad en el cargo y con capacidad para actuar dentro y fuera de Roma;
recibe la potestad tribunicia, ilimitada también en tiempo y colegialidad; será pontifex
maximus y asumirá las competencias de otras magistraturas. Augusto, pues, en cierto
modo, deja de ser un magistrado y se sitúa por encima de los otros.

Así acabó el último�triunvirato y empezó, agotado el régimen de la República,


un nuevo periodo de tiempo en la historia de Roma conocido como el Princi-
pado y que se extendió hasta el año 235, cuando la legitimación del poder del
príncipe dejó de recaer en el Senado.

Los cambios políticos que se sucedieron en este periodo no son ajenos al hecho de que
el ejército dejó de ser un ejército popular para convertirse en un ejército profesional
vinculado a los generales que lo mandaban. El poder militar, debidamente sometido a
una operación de legitimación, era un factor clave para alzarse con el poder político.

El imperio de Augusto
Fuente: Atlas histórico mundial. Kinder; Hilgemann (1971, vol. 1, pág. 96).

Sin embargo, quizá lo más importante sea resaltar que Augusto fue el primero El Principado
en recibir, por una lex de imperio, aquellos poderes que pertenecían al pueblo
El Principado debe su nombre
romano, poderes que conformaban, en definitiva, la maiestas del pueblo ro- al hecho de que el Princeps se
mano. consideraba el primero entre
los ciudadanos romanos.

Digesto Constitución Deo Auctore, 7 = Código de Justiniano 1,17,1,7

"Habiéndose, pues, trasladado por ley antigua, la cual se llamaba regia, todo el derecho
y todo el poder del pueblo romano en la potestad imperial."
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En una situación compleja y que ha sido objeto de diferentes interpretacio-


nes históricas, con Augusto coexistió la gran novedad que suponía el ejercicio
unipersonal del poder, que originariamente pertenecía al pueblo romano, con
las antiguas instituciones republicanas, que eran, de hecho, las únicas existen-
tes. La creación de una administración�propia y que no estuviese, como la
republicana, a expensas de la temporalidad de los cargos era, por tanto, una
tarea urgente para Augusto. La creación de una nueva administración, eficaz,
amplia y capaz de controlar un imperio en plena expansión fue el resultado
de las reformas que introdujeron Claudio (años 41-54) y, sobre todo, Adriano
(117-138).

2.3.1. Las fuentes de creación del derecho (I aC - I dC)

En el ámbito de la creación del derecho nacieron nuevas fuentes de creación al


mismo tiempo que iban entrando en desuso las antiguas fuentes republicanas.

El papel realmente creador de los pretores se vio afectado negativamente por El control del Senado por
los cambios que sufrió la forma de celebrar los juicios y por el control en la el príncipe

elección de los magistrados. El Senado era una cámara que


en la época del Principado es-
tuvo controlada por el prínci-
La dificultad para convocar las asambleas populares provocó que las leyes y pe, ya que antes de ser sena-
dor se tenía que haber ocu-
los plebiscitos entraran en crisis, a la vez que se vio en el Senado la reunión pado una magistratura cuyo
del pueblo romano. Si durante la república los senatusconsulta sólo eran una nombramiento era una prerro-
gativa sólo del príncipe.
opinión, a partir de Augusto parece que sus disposiciones intervinieron en el
ius civile y, si el Senado era la reunión del pueblo romano, sus decisiones ad-
quirieron valor de ley. Los primeros príncipes apenas intervinieron en el Sena- La última ley popular

do más que para reservarse su control. Sólo más adelante empezaron a enviar
Parece que fue con Nerva, en-
sus propias propuestas u oratio principis. Los senatusconstulta, por el contrario, tre los años 96 y 98, cuandoel
pueblo votó una ley agraria
eran una iniciativa del Senado y sólo contaban con la propia auctoritas, pero que podría haber sido la últi-
ma ley popular votada.
no con la del príncipe.

Los juristas, aquellos prudentes a quienes hemos aludido anteriormente, siguie-


ron actuando, pero su papel cambió sustancialmente con Augusto. A partir
de ahora, el príncipe concedió a los juristas que él deseaba la capacidad�de
responder�ex�auctoritate�principis, o sea, añadiendo a su propio prestigio la
autoridad del príncipe. Si bien se podía invocar la opinión de cualquier jurista,
los jueces sólo estaban obligados a seguir las soluciones aportadas por quienes
gozaban del ius publice respondendi otorgado por el príncipe.

Por otro lado, a medida que el príncipe empezó a desarrollar su propia admi-
nistración, también empezó a actuar en el campo del ius civile y, por lo tanto,
a crear derecho directamente a partir de lo que fue calificado como constitu-
ciones imperiales. Las constitutiones tenían valor de ley porque se entendía que
el príncipe era el heredero de la antigua maiestas del pueblo romano.
© FUOC • PID_00163032 18 El derecho romano en la Península Ibérica...

Gayo I, 5

"Constitución del príncipe es lo que el emperador establece o por decreto o por edicto
o per epistola. Y nunca se ha dudado de que no obtuviera el lugar de la ley, habiendo
recibido el mismo emperador el imperio por la ley."

Entre las constituciones con carácter general y abstracto se encontraban los


edicta, que se dirigían a todos los súbditos o a una parte importante de los
habitantes del Imperio, y los mandata, que eran instrucciones que el príncipe
dirigía a sus funcionarios. Un carácter más concreto y particular era el de los
decreta, que eran sentencias del príncipe cuando actuaba como juez, así como
el de los rescripta, que eran las respuestas del príncipe a cuestiones que le plan-
teaban tanto los particulares –entonces eran subscriptiones, porque el príncipe
respondía al pie de lo escrito del particular– como también los miembros de
su administración. En este caso se trataba de epistulae, ya que eran cartas de
respuesta.

Ulpiano D 1,4,1

"Y lo que place al príncipe tiene fuerza de ley, puesto que con la ley regia, la cual ha
sido dada acerca de su imperio, el pueblo confiere a éste y en éste todo su imperio y
potestad. Así pues, cualquier cosa que el emperador establece por epístola y subscripción
o, conociendo, decreta o ha sentenciado sumariamente o mandó por edicto, consta que
es ley. Estas son las que vulgarmente llamamos constituciones."

2.3.2. Las reformas de Adriano y la creación del derecho (siglos


II-III)

La consolidación de la nueva administración del príncipe, que culminó con Lectura recomendada
la reorganización del consilium principis por parte de Adriano a principios del
F.�Schulz. Storia della giuris-
siglo II, implicó la desaparición definitiva de las antiguas�instituciones�repu- prudenza romana (pág. 187-
blicanas. Adriano dejó de conceder ius respondendi ex auctoritate principis a más 188).

juristas. A partir de entonces, pues, los juristas ya no podían dar responsa y


su función dejó de ser creadora, ni con la auctoritas principis, ni con auctoritas
propia; su función se ciñó al entorno más inmediato del príncipe, circunstan-
cia que dio lugar al llamado consilium principis.

Además, hacia el año 130, Adriano encargó a Salvio Juliano la redacción del
Edicto perpetuo (Edictum perpetuum), que cristalizaba el papel que tenían hasta
entonces los magistrados con jurisdicción en la creación del derecho. También
a partir de Adriano prácticamente todas las disposiciones del Senado proceden
de orationes principis, y no son discutidas por esta cámara, sino más bien reci-
bidas y aprobadas sin introducir modificaciones.
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Como puede observarse, la creación del derecho se estaba concentran-


do en manos del príncipe. Este fenómeno, que ya era perceptible en Au-
gusto, se intensificó a medida que la nueva administración del príncipe
permitía y facilitaba su intervención personal en la creación del dere-
cho. Ciertamente, desaparecidas las fuentes republicanas, ahora triun-
faba plenamente la voluntad del príncipe, que se expresaba por medio
de las constituciones y que era heredera del pueblo romano. Los dife-
rentes tipos de constituciones que hemos visto ya no eran "como" la ley,
sino que se identificaban con la ley misma.

Las leyes del príncipe, además, rebasaron el ámbito tradicional del ius civile y
se convirtieron en objeto de atención de los juristas, quienes, en consecuencia,
también prestaron interés a materias tradicionalmente ajenas al ius civile tal
como se había entendido en la época anterior. En estos momentos, se puede
hablar de un ius publicum, pero no como aquella parte del ius civile establecido
en las asambleas –es decir, un ius legitimum–, sino como aquel derecho que
afectaba al status rei publicae en contraposición a un ius privatum, que era el
que se refería a la utilitas privatorum.

La trayectoria de los textos de la época clásica

En cierto sentido, el éxito de la compilación justiniana ha provocado la desaparición de


los textos de la época clásica que por otras razones ya habían desaparecido de Occidente.
Como señala Schulz, "las Instituciones de Gayo es la única obra clásica que ha llegado a
nosotros suficientemente completa" (Aquilino Iglesia Ferreirós, La creación del derecho en
el reino visigodo (pág. 136). Madrid: Alianza Editorial.

Lectura recomendada
Al final del Principado empieza a vislumbrarse una división del orde-
namiento jurídico que será totalmente evidente durante el periodo si- A.�Iglesia�Ferreirós (1996).
La creación del derecho. Una
guiente, el Dominado. La concentración de la creación de derecho en historia de la formación de un
manos del príncipe propició la formación de dos grandes bloques: el derecho estatal español, I (pág.
134-136).
ius vetus, donde se incluirían todas las antiguas fuentes, y el ius novum,
identificado con la voluntad del príncipe. Esta circunstancia favorece
que, paulatinamente, se diluyan los elementos que integraban cada blo-
que. El ius vetus que, de hecho, incluía elementos muy diferentes unos
de otros, acabó indentificándose con las obras en las que se conservaba,
o sea, los escritos de los juristas que más adelante, en la época del Do-
minado, serían calificados de iura; mientras que el ius novum, que esta-
ba formado por las constituciones imperiales, acabó siendo calificado
de leges.
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3. El derecho romano en la época del Dominado

El periodo que llamamos Dominado empezó con la muerte de Alejandro Seve- Ejemplo
ro (222-235), cuando la crisis se�generalizó como consecuencia de las luchas
La falta de actuación del Sena-
entre los diferentes emperadores y los aspirantes al puesto. Éstos se apoyaban do se puede considerar una se-
sólo en sus ejércitos, y no se ocupaban de que el Senado les concediera la lex ñal de la desaparición del Prin-
cipado. del Senado se puede
de imperio. El Dominado se consolidó en la época de Diocleciano, quien llevó considerar una señal de la de-
saparición del Principado.
a cabo una división del Imperio en dos partes que no fue definitiva hasta el
año 395. Esta época finalizó con la deposición del último emperador romano
de Occidente, Rómulo Augústulo, en el año 476 y la falta de elección de un
nuevo emperador.

Emperadores del Dominado

Dinastía�de�los�Severos�(173-235)
Alejandro Severo (222-235)

Periodo�de�anarquía�(235-270)

Dinastía�ilírica
Aureliano (270-275)
Tácito (276)
Probo, Caro, Numeriano, Carino (275-283)
Diocleciano (284-305)
Joviano (363-364)

Dinastía�constantiniana
Constantino I (306-337)
Tetrarquía [Constantino II(337-340), Constante I (337-350) y Constancio II (337-361)]
Juliano el Apóstata (361-363)
Valentiniano I (364-375)(Occidente)
Valente (368-378) (Oriente)
Graciano (375-383) (Galias, Hispania y Britania)
Valentiniano II (375-392)
Teodosio I (379-395) (a partir del 392 reina en todo el Imperio)

Occidente
Honorio (395-423)
Valentiniano III (424-455)
Petronio Máximo (455),Procopio Antemio (467-472), Julio Neposo (474-475)
Rómulo Augústulo (475-476)

Oriente

Dinastía�Teodosiana
Arcadio (395-408)
Marciano I (450-457)
Pulqueriano (450-453)
Teodosio II (408-450)
Dinastía Tracia
León I (457-474)
Zenón (457-491)

3.1. La aparición del Dominado: las reformas de Diocleciano

En el primer tercio del siglo III estalló una crisis general que se venía gestando
desde mediados del siglo II y que tuvo numerosas causas.
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La población itálica disminuyó, lo que provocó la provincialización del Imperio y la bar-


barización del ejército; la difusión del cristianismo comportó la disminución de la pobla-
ción esclava; la ausencia de grandes ciudades, a excepción del caso de Roma, impidió el
desarrollo de una actividad industrial y comercial fuerte y provocó el afianzamiento de
una economía natural desarrollada en las villae y la ruralización del Imperio. Roma fue
incapaz de ser un centro comercial e industrial y se convirtió en un núcleo que explotaba
las provincias. Los grandes capitales acumulados en épocas anteriores no se invirtieron
en actividades productivas, sino que los miembros de la nobleza patricio-plebeya y los
equites los destinaban bien a préstamos usurarios, bien a la adquisición de propiedades
rústicas, signo de riqueza y de honorabilidad.

Hemos señalado más arriba que el Dominado se inició en el siglo III y se con-
solidó con Diocleciano (284-305), quien dio al Imperio Romano el carácter de
una monarquía absolutista, donde el emperador, calificado de Dominus et Deus,
ostentaba el dominio absoluto. De esta definición, precisamente, proviene la
denominación del periodo como Dominado.

El Imperio Romano bajo Diocleciano


Fuente: Atlas histórico mundial. Kinder; Hilgemann (1971, vol. 1, pág. 102).

La desaparición total de las tradiciones republicanas que se habían man-


tenido durante el Principado, unido a la imposibilidad de hacer partici-
par al pueblo en los asuntos públicos, se ha visto como causa de la apa-
rición del Dominado. El problema fundamental de los emperadores era
conservar el poder. Para consolidar y mantener el poder del príncipe,
Diocleciano renovó profundamente las estructuras político-administra-
tivas del Imperio.

a) Se reorganizó la administración territorial, dividiendo el Imperio para faci-


litar el gobierno y separando la administración civil de la militar. Constanti-
no (306-337) culminó esta reorganización construyendo una administración
civil jerarquizada.
© FUOC • PID_00163032 22 El derecho romano en la Península Ibérica...

En el año 395, el Imperio se dividió definitivamente en dos partes –Oriente y Occidente–,


con un emperador cada una. Cada parte se dividía en grandes circunscripciones territo-
riales, las prefecturas, mandadas por el prefecto del pretorio. Había dos en Occidente (las
Galias e Italia) y dos en Oriente (Ilírico y Oriente), y se dividían en 14 diócesis gobernadas
por los vicarios, que agrupaban un número variable de provincias. Estos altos funciona-
rios gozaban de jurisdicción; así, de los gobernadores de las provincias se podía apelar al
vicarius o al prefecto del pretorio; el vicario gozaba de una jurisdicción independiente, ya
que su decisión se podía recurrir sólo al emperador, mientras que contra las del prefecto
del pretorio no cabía recurso, ya que juzgaba en el lugar del emperador.

Hispania

Hispania era una diócesis de la prefectura de las Galias, con cinco provincias en la Penín-
sula Ibérica –Tarraconensis, Cartaginensis, Betica, Lusitania y Gallaetia– y una en el norte
de África, la Nova Hispania Vlterior Tingitana. Hacia el año 400 se estableció con las Islas
Baleares una nueva provincia.

b) Se reestructuró la Administración�central de la cual nos interesan el ma-


gister officiorum, que se encontraba al frente del conjunto de funcionarios que
formaban los officia o scrinia, y el quaestor sacri palatii, encargado de los asun-
tos de justicia.

c) El consilium principis fue sustituido por el consistorium principis. Estaba inte-


grado por altos�oficiales,�funcionarios�y�personas�de�la�confianza�del�em-
perador y funcionaba como un órgano de asesoramiento del emperador, co-
laborando en la formación de las leyes que exclusivamente aprobaba el em-
perador.

El ejército romano

La poca disposición de los romanos a participar en el ejército comportó la progresivain-


corporación de bárbaros al frente de los ejércitos romanos hasta el punto de encontrarse,
en los últimos tiempos delImperio, pueblos bárbaros en armas bajo el mandatode sus
propios monarcas.

d) Se reformó el ejército, aumentando el número de soldados y procurando


su profesionalidad.

e) Para mantener la nueva administración y el ejército, con más miembros, se


tenían que obtener más ingresos. Por tanto, era necesaria una reforma fiscal.

Los decuriones, responsables del cobro de los impuestos, se arruinaban a menu- Decuriones
do y por eso se les tuvo que adscribir, a ellos y a sus descendientes, al cargo. La
Los decuriones eran los miem-
adscripción se dio también en otros ámbitos para consolidar la reforma fiscal, bros de la curia o asamblea de
administrativa o económica. la ciudad.

La necesidad de labradores comportó que los coloni, hombres libres, no pudiesen aban-
donar la tierra que trabajaban y los propietarios no la pudiesen vender sin ellos; también
se vinculó a los hijos de los funcionarios, soldados y profesionales al oficio paterno.
© FUOC • PID_00163032 23 El derecho romano en la Península Ibérica...

Las bagaudae
Las reformas de Diocleciano fracasaron, ya que provocaron una situa-
ción económica y social de inflación, desestabilización monetaria, co- Las bagaudae eran grupos de
campesinos hambrientos.
rrupción y aumento de la presión fiscal sobre los humiliores. En los lati-
fundios, los propietarios –potentiores, miembros de la nobleza senatorial
y funcionarios imperiales– fueron creando unos centros de protección
y de economía natural que funcionaban con una organización militar y
fiscal al margen del Imperio, defendiendo con sus propios ejércitos sus
dominios y los centros de convivencia cercanos de los ataques bárbaros
y de las bagaudae. Por este motivo, los campesinos libres se fueron so-
metiendo a los grandes propietarios, que acabaron cobrando para ellos
los impuestos debidos al emperador.

3.2. La creación del derecho por parte del emperador

Al fracasar Diocleciano en el intento de imponer la sucesión del Imperio eli-


giendo un colaborador –caesar– del emperador –augustus– que le sucedería, el
poder recibido por el emperador del pueblo romano, en ausencia de la lex de
imperio, se entendió cedido para siempre.

A falta de otro sistema de legitimación del poder imperial, se impuso la ten-


dencia a desarrollar y mostrar signos�de�carácter�sacro que identificaban al
emperador y todo lo que se relacionaba con un dios. El emperador era dominus
et deus. Este carácter sacro del emperador se transformó con la cristianización
del Imperio, pero entonces se le consideró un intermediario entre Dios y los
hombres, y eso implicaba también que la Iglesia le estuviese sometida.

Todo el poder del pueblo romano, pues, se concentraba en manos del empe-
rador. Se consolidaron los principios quod principi placuit, legis habet vigorem
y princeps legibus solutus est (‘lo que place al príncipe tiene fuerza de ley' y ‘el
príncipe no se encuentra sometido a las leyes').

Las leges eran la voluntad del príncipe. Las fuentes de creación de dere-
cho se habían reducido a una solamente: el emperador, con quien se
identificaba la ley. Por tanto, también era sacra. Todas las decisiones del
emperador no sólo tenían valor de ley, sino que eran leyes.

Ulpiano D. 1, 4, 1

"Y lo que place al Príncipe tiene fuerza de ley, puesto que con la ley regia, la cual ha
sido dada acerca de su imperio, el pueblo confiere a éste y en éste todo su imperio y
potestad. Así pues cualquier cosa que el emperador establece por epístola y subscripción
o, conociendo, decreta o ha sentenciado sumariamente o mandó por edicto consta que
es ley. Éstas son las que vulgarmente llamamos constituciones."
© FUOC • PID_00163032 24 El derecho romano en la Península Ibérica...

El monopolio legislativo resulta evidente si consideramos que el papel del Se-


nado se redujo a ser una Cámara de registro de la legislación imperial y que
el prefecto del pretor sólo dictaba disposiciones en virtud del poder que le de-
legaba el emperador.

Se redujeron los tipos de constituciones. En el Dominado podemos hablar de


edicta o leyes generales, que eran el medio por el cual el emperador establecía
un nuevo�derecho. Se trataba de normas de carácter general, es decir, dirigidas
a toda la parte del Imperio regida por el emperador que las dictaba.

Tipos de leges

Los tipos de leges en el Dominado son: edicta (constituciones generales); decreta, que eran
sentencias dadas por el emperador, y que prácticamente desaparecieron por la escasa ac-
tividad judicial de éste; rescripta (respuestas que daba el emperador a problemas concre-
tos y casos particulares, por tanto, privilegiados); adnonatio (variante de la suscripción
firmada al margen) y la sanctio pragmatica (que aparece en las fuentes a partir del siglo V).

Rota la unidad del Imperio, cuando uno de los emperadores dictaba una ley hacía falta
una aceptación formal del otro para que estuviese vigente en todo el Imperio. Esta pro-
gresiva diferenciación jurídica se detuvo, como veremos más adelante, con la publicación
del Código Teodosiano, enviado a Occidente y aceptado por Valentiniano III. Sin embargo,
la unidad fue momentánea, ya que se establecía que a partir del Código Teodosiano (438),
las nuevas leyes –novellae– dadas por cada emperador sólo tendrían vigencia en la parte
respectiva del Imperio. El emperador promulgante las podía enviar a otro mediante una
sanctio pragmatica, que las podía aceptar, modificar o rechazar.

3.3. El ordenamiento jurídico del Dominado

3.3.1. Leges et iura

Mientras que las leges del emperador constituían el llamado ius novum, el ius
vetus o derecho antiguo dejó de identificarse con las antiguas fuentes de esta-
blecimiento de derecho, que se conocen ahora por medio de la obra de los
juristas.

Frente a las leges estaban los iura –los escritos�de�los�juristas–, que reu-
nían las reglas del derecho antiguo extraídas de sus antiguas fuentes.

Desde Adriano no se había vuelto a conceder el ius publice respondendi ex auctoritate princi-
pis, ya que los juristas se habían incorporado a la administración del príncipe y colabora-
ban en la redacción de las constituciones imperiales. Con el tiempo se perdió el recuerdo
exacto del ius publice respondendi, por eso se dio la confusión de atribuir a los juristas del
Principado una autorización para crear derecho, ya que el emperador era el único que
podía crearlo. La necesidad de elegir los libros que se tenían que copiar de nuevo en las
recopilaciones obligó a seleccionar la tradición que se tenía que salvar.

En Occidente, el número de juristas conocidos se redujo, prefiriéndose los de la última


época del Principado por su carácter enciclopédico y porque se pensaba, erróneamente,
que gozaban del ius publice respondendi. Estas obras han llegado a nosotros por medio de
nuevas ediciones hechas por los juristas del Dominado, que simplificaban y reelaboraban
los antiguos originales, a pesar de que mantenían su atribución a los antiguos autores.
© FUOC • PID_00163032 25 El derecho romano en la Península Ibérica...

La multiplicidad de leges e iura dificultaba la identificación de las reglas jurí-


dicas vigentes, por lo que resultaba necesario fijar los escritos de los juristas
que podían utilizarse en la práctica y poner orden a las leyes imperiales.

La necesidad de la certeza iba acompañada de la de autenticidad, ya que


el uso de rescripta y reediciones de las obras del periodo anterior realiza-
das por anónimos juristas comportaban peligro de falsificaciones; para
alcanzar la certidumbre y autenticidad hacía falta, además, publicidad
que hiciese conocer y respetar las leyes identificadas con las constitu-
ciones imperiales.

a) Para garantizar la certeza de derecho había que observar la jerarquización


entre leyes�generales y particulares estableciendo criterios que permitiesen
identificar fácilmente ambos tipos de leyes, de modo que se limitara el arbitrio
del juez. Teodosio II fue quien intentó completar la tarea recopiladora inicia-
da en la época de Diocleciano, mandando reunir en un libro todas las consti-
tuciones generales a partir de Constantino y estableciendo que a partir de la
entrada en vigor del nuevo código sólo se pudiesen utilizar en juicio las cons-
tituciones que en él se incluían. De esta forma quedaban derogadas todas las
leyes no recopiladas. Esta decisión se completó reconociendo carácter oficial
a los Códigos Gregoriano y Hermogeniano. Así pues, todas las leyes conteni-
das en estos tres libros estarían vigentes y serían las únicas utilizables ante los
tribunales de justicia.

También había que determinar qué iura tenían que ser los invocables, y tam-
bién lo hizo el Código de Teodosiano II mediante la inclusión de la constitu-
ción de Valentiano III, del año 426, que establecía que serían Papiniano, Pau-
lo, Gayo, Ulpiano y Modestino, sin ninguna condición, los juristas a quienes
se podía recurrir en juicio. Se autorizaba también a recurrir a otros juristas
anteriores, pero sólo si se mencionaban en las obras de los cinco primeros y
si se conservaban los manuscritos de sus obras para confrontarlos con las de
los anteriores. Este hecho indica que en Occidente circulaban sólo las obras
de Papiniano, Paulo, Gayo, Ulpiano y Modestino, hecho que demuestra la po-
breza�de�la�cultura�jurídica�del�momento, igual que lo demuestra la circuns-
tancia de que apareciese entre los componentes del Tribunal de los Muertos el
nombre de Gayo, desconocido en el siglo que vivió (II), pero reconocido en el
Dominado por el carácter escolástico de su obra.

A causa de la pluralidad de juristas reconocidos en la constitución –iura publi-


ca– del año 426, se ordena que se siga la opinión de la mayoría y cuando hu-
biese empate de opiniones contrarias, se tenía que seguir la que contase entre
sus defensores a Papiniano, lo que demuestra su prestigio.
© FUOC • PID_00163032 26 El derecho romano en la Península Ibérica...

Código Teodosiano, 1,4,3 [=Brev. 1,4,1] 426 Nov. 7

"Confirmamos todos los escritos de Papiniano, Paulo, Gayo, Ulpiano y Modestino, de


tal manera que la autoridad que acompaña a Paulo, Ulpiano y a los restantes acompañe
a Gayo y se reciten las lecciones de toda su obra. Establecemos que sea aprobada tam-
bién la ciencia de aquellos cuyos tratados y opiniones mezclaron todos los mencionados
en sus obras, así la de Scevola, Sabino, Juliano y Marcelo y la de todos aquellos que die-
ron a conocer, si sus libros se confirman, sin embargo, a causa de la incertidumbre de
la antigüedad por la colación de los códices. Donde sin embargo se profieran diversas
opiniones, vencerá el número mayor de los autores y, si el número es igual, preceda la
autoridad de la parte en la cual aparezca Papiniano, varón de excelente ingenio, quien
así como vence a cada uno de ellos, así cede ante dos. Mandamos también que, como ha
sido establecido desde hace tiempo, sean anuladas las notas de Paulo y Ulpiano hechas
en la obra de Papiniano. Donde sin embargo se reciten opiniones pares de éstos de los
cuales se establece par autoridad, la templanza del juzgador elegirá a quienes deba seguir.
También mandamos que valgan siempre las Opiniones de Paulo."

Esta constitución ha llegado a nosotros gracias a su inclusión en el Código El tribunal de los muertos
Teodosiano, conocido en Occidente por medio del Breviario de Alarico (506).
La constitución de Valentinia-
no III del año 426 se conoce
b) Los emperadores adoptaron medidas para garantizar la autenticitad de leges como la Ley de Citas, y se con-
sidera que los cinco juristas
e iura invocables ante los tribunales. En esta época, los escritos de los juristas mencionados forman el llama-
do Tribunal de los Muertos. Ha
se sometían a reelaboraciones profundas y a menudo las obras atribuidas a un llegado a nosotros incluida en
jurista no eran realmente suyas. El Código Teodosiano oficializó los iura reco- el Breviario de Alarico (506) por
lo que iba acompañada de una
nociéndolos, incluso, como auténticas obras realizadas por juristas anónimos interpretatio (consultad aparta-
do 4).
de este periodo y atribuidas a los juristas de la última época del Principado.

Código Teodosiano 1, 4, 1

"Deseando poner fin a las discusiones de los prudentes mandamos que sean abolidas las
notas de Ulpiano y de Paulo a Papiniano, quienes, puesto que corren detrás de la alabanza
del ingenio, prefirieron no tanto corregirlo como corromperlo."

c) Para que el derecho vigente fuese conocido y aplicado fácilmente se tenía El concepto de código
que dar publicidad a las normas, y la forma de conseguirlo fue realizar recopi-
El éxito alcanzado por los códi-
laciones que reunían en una sola obra las leges y los iura invocables ante los gos antiguos provocó que con
tribunales de justicia. el tiempo código se identificase
con los libros jurídicos. Fijaos
en que los códigos que se ela-
Las recopilaciones se realizaron en un codex, libro con hojas cosidas por el margen iz- boraron en Europa a partir de
la Revolución Francesa son li-
quierdo que sustituyó al antiguo volumen o rollo.
bros jurídicos, pero responden
a un concepto de libro jurídi-
co muy diferente a los códigos
3.3.2. Las recopilaciones antiguos, que recopilaban sin
seguir el orden racional quese
pretende establecer en el siglo
En el Dominado aparecieron tres�tipos de recopilaciones, que podían reela- XIX.

borar más o menos las fuentes: de leyes, de iura o mixtas.

a) Recopilaciones de leyes. Durante el mandato de Diocleciano se recopilaron


fundamentalmente rescriptos y constituciones de difícil conocimiento y con-
trol. Estas recopilaciones nacieron bajo iniciativa privada para facilitar a los
prácticos del derecho el uso de las leges. Aparecen a finales del siglo III y son el
Codex Gregorianus (291) y el Codex Hermogenianus (295). Tuvieron éxito pero
no alcanzaron el carácter oficial hasta el reconocimiento de Teodosio II en el
año 435-438.
© FUOC • PID_00163032 27 El derecho romano en la Península Ibérica...

El primero debía tener 15 ó 16 libros, divididos en títulos, que contenían las constitu-
ciones ordenadas cronológicamente desde la época de Adriano hasta la de Diocleciano.
Se le añadieron nuevas constituciones y se difundió por las dos partes del Imperio. El
otro código reunía rescriptos de Diocleciano y se dividió en títulos; se hicieron nuevas
ediciones y con el tiempo se le añadieron nuevos elementos.

Teodosio II, queriendo poner orden en el derecho vigente y convencido de


que muy pocos juristas conocían el derecho en su conjunto, se propuso en el
año 429 una compleja tarea con dos finalidades:

• imponer los estudios jurídicos formando una recopilación de todas las


constituciones generales de los emperadores desde Constantino;

• dar publicidad al derecho vigente seleccionando de los códigos Gregoria-


no y Hermogeniano, las constituciones vigentes, completándolos con los
fragmentos de iura necesarios, para formar así un cuarto código que reu-
niese todo el derecho vigente –leges e iura– en el Imperio.

Teodosio plasmó su proyecto en la constitución del año 429. Con ella se en-
cargó a una comisión de nueve miembros la recopilación�en�un�código –el
tercero de los que se mencionan en el texto de la constitución, reproducido
a continuación– de todas las constituciones generales –vigentes o no– dadas
por los emperadores desde Constantino, sin que pudiesen variar el texto. Sólo
estaban autorizados a prescindir de las cláusulas que no tuviesen contenido
normativo. Las constituciones se tenían que ordenar en libros y títulos por
materias, y si alguna norma podía referirse a diferentes materias –si era, pues,
una saturae lex– se podía colocar en el lugar que la comisión considerase más
adecuado. Además, como hemos señalado antes, se tenían que seleccionar de
los códigos de Gregoriano y Hermogeniano –el primer y el segundo códigos
mencionados por Teodosio– las constituciones vigentes, y con los iura, hacer
un cuarto código, el definitivo, que se tendría que llamar Código Teodosiano.
Por la complejidad de la tarea descrita, el proyecto no se realizó.

Código Teodosiano, 1, 1, 5, año 429

"Decidimos que, a semejanza del código de Gregoriano y del de Hermogeniano, sean


compiladas todas juntas las constituciones que el ínclito Constantino y tras él los divi-
nos príncipes y nosotros mismos dimos, sostenidas por el vigor de los edictos o por la
consagración general. Y en primer lugar han de separarse los títulos, que son denomi-
naciones ciertas de los negocios, de tal manera que si una constitución pertenezca por
los diversos capítulos formados a muchos títulos, se coloque en cualquier lugar que sea
adecuado después porque la variedad hará que se diga en una y otra parte, se pruebe
las que son más valiosas, que son posteriores, por el orden de las lecciones no sólo com-
putados los cónsules e investigado el tiempo del Imperio, sino mostrándolo también la
misma composición de la obra. Después, que se conserven también las mismas palabras
de las constituciones que pertenecen a la materia, omitidas las que han sido añadidas,
no a causa de su misma necesidad, sino para sancionar la norma. Pero como sea más
simple y más justo exponer solas las que conviene que estén vigentes, omitidas las que
anulan las posteriores, examinemos ciertamente este código y los primeros compuestos
por personas más diligentes, a cuya intención escolástica se atribuye que conozcamos
también las que, mandadas al silencio, cayeron en desuso, a causa de que habían de valer
tan sólo para los negocios de su tiempo. De estos tres códigos y de los coherentes tratados
y respuestas de los prudentes por medio de títulos individuales, será realizado por el tra-
bajo de estos mismos que ordenarán el tercero, nuestro otro (código, el cuarto), que no
soportará ningún error, ningunos ambages, que, llamado con nuestro nombre, mostrará
a todos las cosas que han de ser seguidas y que han de ser evitadas. Al cumplimiento
de tan gran obra y para redactar los códigos –el primero de los cuales recopilada toda la
© FUOC • PID_00163032 28 El derecho romano en la Península Ibérica...

diversidad de las constituciones generales y ninguna omitida fuera de sí, que sea ahora
lícito citar, rechazará la inane abundancia de las palabras, el otro excluida toda diversi-
dad de derecho asumirá el magisterio de la vida– han de ser elegidos de fe singular, de
ingenio más afilado, quienes, cuando ofrecieran el primer código a nuestra ciencia y a la
pública autoridad, acometerán el otro que ha de ser estudiado profundamente hasta que
sea digno de edición. Vuestra amplitud conozca los elegidos [...]."

El proyecto fracasó por demasiado ambicioso y Teodosio II tuvo que


limitarse a recopilar las constituciones generales dadas por los empera-
dores a partir de Constantino, es decir, el derecho público.

Código Teodosiano 1,1,6, año 435


La publicación del Código
"Todas las constituciones edictales y generales que han sido ordenadas para que tengan Teodosiano
validez y para que sean publicadas o en ciertas provincias o en ciertos lugares, las cuales el
divino Constantino y los príncipes posteriores y nosotros dimos, sean divididas en títulos El Código de Teodosio fue pu-
indicadores de las cosas, de tal manera que puedan aparecer las más recientes no sólo por blicado en Oriente en el año
438 y entró en vigor en 439,
el cómputo de los cónsules y de los días sino también por el orden de composición. Y si
mientras que en el mismo 438,
alguna de éstas fuera dividida en muchos capítulos, cada uno de éstos, desvinculado de el ejemplar fue enviado a Oc-
los demás, sea colocado en el título apropiado y, canceladas de cada una de las constitu- cidente y fue aclamado por el
ciones las cosas no pertenecientes a la fuerza de la sanción, sólo se deje el derecho. Para Senado.
que lo constreñido por la brevedad luzca con claridad, concedimos potestad a quienes
emprendan esta obra no sólo de prescindir de palabras superfluas sino también de añadir
las necesarias y de cambiar las ambiguas y de enmendar los inconvenientes, a saber, para
que resalte por estos medios la constitución ilustrada [...] [El código] ha de valer en todos
los negocios y juicios y no ha de dejar ningún lugar fuera de sí a la nueva constitución,
a no ser que hubiera sido promulgada después de su edición."

El Código Teodosiano reconoció carácter oficial a los códigos Gregoria-


no y Hermogeniano y reunió las leyes vigentes en tres colecciones: la de
Gregoriano, Hermogeniano y Teodosio. Todas las no recopiladas fueron
derogadas. También se fijaron los iura vigentes con la incorporación de
la Ley de Citas.

Se nombró una comisión de dieciséis miembros de la administración central o del con-


sistorium que tenía que reunir las constituciones y ordenarlas sistemáticamente en una Nuevas leyes
obra dividida en libros por razón de materia y capítulos que contenían las constituciones
agrupadas cronológicamente. Podían cortar textos para colocarlos en el título correspon- Después del Código Teodosia-
diente y prescindir de los fragmentos que no estuviesen en el contenido normativo si no los emperadores continua-
con eso conseguían una obra más perfecta. ron dando nuevas leyes que
no se recogieron de forma ofi-
cial, sino privada.
Para evitar posibles falsificaciones, Teodosio II estableció un rígido control de las copias
del Código con la finalidad de garantizar que todas las copias reflejaran fielmente el texto
aprobado por el emperador.

b) Recopilaciones de iura. Durante el Dominado aparecieron varias obras naci-


das de la práctica y dirigidas a la práctica, atribuidas a los juristas del final del
Principado, reconocidos oficialmente en la ley de citas del año 426. La finali-
dad de estas obras era hacer accesible la tradición jurídica romana modificán-
dola, adecuandola a la situación de la época y reelaborando el material. Estas
recopilaciones se vinculaban con el nombre de un jurista, y podían tener la
forma de epitome o de excerptum.
© FUOC • PID_00163032 29 El derecho romano en la Península Ibérica...

Además del Epitome Ulpiani podemos destacar, por su difusión en la Península Ibérica,
por medio de la tradición del Breviario de Alarico, el epítome de las Institutiones de Gayo,
obra destinada a la enseñanza, y las Pauli Sententiae, colección de textos de varios autores
reconocidos oficialmente como obra de Paulo.

c) Colecciones mixtas. Pretendían facilitar al máximo el conocimiento y apli-


cación del derecho a los prácticos reuniendo en una sola obra todo el ordena-
miento jurídico vigente en el Dominado, es decir, leges e iura.

Entre éstas destaca la obra Fragmenta Vaticana, precedente del intento fallido
de Teodosio II.

3.4. El derecho de la práctica en el Dominado

Hemos visto hasta ahora que era fundamental la certeza�del derecho, identi-
ficado con la ley. Contra esta certeza apareció el problema de la costumbre.

Código de Justiniano 8, 52 (53), 2

"La autoridad de la costumbre y del uso longevos no es vil, con todo, sin embargo, no
hasta el punto que haya de valer por su autoridad que venza a la razón o a la ley."

Se origina así el fenómeno del derecho romano vulgar o derecho de la práctica,


coetáneo a la aparición de las colecciones de iura. Este derecho de la práctica
fue el derecho que, ante el oficial, creó la sociedad para dar respuestas a las ne-
cesidades del momento. Entre derecho�oficial y derecho�de�la�práctica había,
pues, un enfrentamiento, que apareció con fuerza en el Dominado, porque la
jurisprudencia oficial ya no se ocupaba de las necesidades de la práctica, sino
que se encontraba al servicio del poder. Desde el poder se pretendía configurar
la sociedad de acuerdo con los intereses del emperador y, ante esta pretensión,
apareció el derecho de la práctica.

El derecho romano vulgar no fue un ordenamiento jurídico separado del oficial, sino
que formaba parte del mismo ordenamiento, pero con una finalidad diferente. Fue obra
de los juristas que se alejaban de los tópicos que se encontraban al servicio del derecho
oficial y que pretendían conservar los principios jurídicos heredados aunque defraudan-
do las aspiraciones de su época, dar respuesta a las necesidades de la época conservando
incongruentemente los principios jurídicos recibidos, o bien dar respuestas a las nuevas
necesidades sin atender a la lógica del sistema recibido. Pusieron las bases de un nuevo
sistema.

El derecho oficial reservaba al príncipe la intervención para moderar las dife-


rencias entre ius y equitas. Se empezó a considerar la aequitas como un medio
para suavizar el rigor del derecho, pero al mismo tiempo apareció la idea de
que la aequitas era un derecho existente desde siempre, que encontraba su fun-
damento en la voluntad divina. Frente a los ordenamientos jurídicos creados
por los hombres y que se transformaban con el paso del tiempo apareció la
idea de un derecho inmutable de origen divino.
© FUOC • PID_00163032 30 El derecho romano en la Península Ibérica...

4. El reino visigodo

El problema de la vigencia y del ámbito de la aplicación del derecho visigodo


ha suscitado, durante mucho tiempo, un encarnizado debate�historiográfico.
La pugna dialéctica enfrentaba a germanistas y romanistas. Sin embargo, el
planteamiento que ahora seguimos entiende el derecho visigodo –o sea, el
derecho creado durante el reinado visigodo–, como el desarrollo autónomo de
la herencia jurídica romana por parte de los visigodos. Esta herencia jurídica
consiste en el derecho del Dominado conservado en sus textos.

Los bárbaros

Para los romanos, bárbaro quería decir extranjero. Entre estos bárbaros encontramos, ade-
más de los pueblos asiáticos (hunos, ávaros, etc.) y de los iranianos (alanos, etc.), el con-
junto de pueblos germánicos. Una rama de los germánicos orientales estaba formada por
el pueblo de los godos, entre los cuales podemos distinguir los ostrogodos y los visigodos.

El periodo que centrará nuestro interés abarca desde el año 476, en el


que fue destronado el emperador Rómulo Augústulo y no fue elegido
ningún otro emperador en la parte occidental del Imperio, hasta el 711,
año en el que el reino visigodo desapareció con la invasión musulmana.

4.1. El asentamiento del pueblo visigodo dentro del Imperio

El primer rastro de los visigodos dentro del Imperio Romano data de los años
270-275 cuando estaban asentados en la antigua provincia romana de la Da-
cia, desocupada por las tropas romanas –pero que no lo fue por la población
romanizada– desde el tiempo del emperador Aurelio. A causa de la presión de
los hunos, los visigodos abandonaron esta región y se trasladaron a la Tracia
hacia 376.

Los últimos emperadores romanos de Occidente (emperadores y


asimilados)

Valentiniano (264-375)
Valente (364-378)
Graciano I (375-383)
Valentiniano II (375-392)
Teodosio (379-423)
Valentiniano III (423-455)
Patronio Máximo (455-456)
"bárbaros" (456-472)
Rómulo Augústulo (476)

En este momento, cuando los visigodos estaban en la Dacia y en la Tracia, fueron conver-
tidos al cristianismo por Arrio, una rama de la fe cristiana que fue condenada por herética.
© FUOC • PID_00163032 31 El derecho romano en la Península Ibérica...

Invasiones y territorios de asentamiento de los germanos en los siglos IV y V.


Fuente: Atlas histórico mundial. Kinder; Hilgemann (1971, vol. 1, pág. 118).

En estos momentos, el pueblo visigodo estaba perdiendo su estructura social


tradicional, marcada por un fuerte igualitarismo entre sus miembros, como en
todos los pueblos germánicos, e iba adquiriendo, paulatinamente, los rasgos
de�la�sociedad�romana. La transformación de la estructura socioeconómica
visigoda, que conducía hacia una concentración de la riqueza entre la nobleza
visigoda y hacia la subsiguiente fragmentación social, favoreció la aproxima-
ción hacia la forma de vida romana, a la vez que era una consecuencia de la
misma.

Los visigodos en la Península Ibérica

Los primeros contactos del pueblo visigodo con la Península Ibérica tuvieron lugar en
el siglo V. Como pueblo federado con Roma, en el año 409, los visigodos entraron es-
porádicamente en la Península Ibérica para expulsar a los suevos (los únicos que poste-
riormente formarían un gobierno independiente en la Península), los vándalos asdingos
(quehuyeron al norte de África), los vándalos sindingos (que desaparecieron) y los alanos
(que también desaparecieron como pueblo). Al año siguiente, en el año 410, saquearon
Roma y en el año 418 firmaron la paz y el pacto o foedus en cuya virtud se instalarían
en Aquitania secunda.

Pese a la paulatina romanización del pueblo visigodo, el enfrentamiento mi-


litar con el Imperio –en cuyo contexto murió el emperador Valente hacia el
año 376– hizo que pronto se dibujasen dos corrientes entre los visigodos: los
partidarios de enfrentarse radicalmente al Imperio con el objetivo de sustituir,
algún día, el Imperio Romano por uno godo; y los que consideraban que la
única forma de dominar el Imperio era asumir la realidad del mismo e impli-
carse en su gestión y gobierno abandonando las pretensiones de construir la
gran Gotia.

Con Alarico I, que puede ser considerado el primer rey federal –y no sólo un jefe tribal
visigodo–, se produjo una inflexión casi definitiva. Este caudillo amenazó al emperador Ataulfo y Gala Placidia
Honorio exigiendo que les facilitara un lugar donde asentarse en la península itálica y
donde vivir todos juntos, godos y romanos, o de lo contrario el enfrentamiento abierto Entre el año 410 y 415, Ataul-
con los romanos decidiría quién tenía que dirigir el Imperio. Los visigodos ya hacía años fo, sucesor y cuñado de Alarico
que estaban dentro del Imperio, en la parte oriental; ahora querían estabilizarse. La peti- I, se casó con la prisionera ro-
mana Gala Placidia, hermanas-
ción de Alarico I quedó en el aire, y su sucesor, Ataulfo, no sin antes saquear Roma en
tra del emperador Honorio.
el año 410 –la capital del Imperio se había trasladado a Rávena en el año 404–, dejó la
puerta abierta al pacto que firmaron en el año 418 el rey visigodo Valia y el emperador
de occidente Honorio.
© FUOC • PID_00163032 32 El derecho romano en la Península Ibérica...

El foedus o pacto firmado en el año 418 contemplaba el asentamiento de los


visigodos en la región atlántica de Aquitania secunda, alrededor del valle del
río Garona. Las condiciones del pacto eran esencialmente significativas, ya
que Valia y Honorio actuaban como titulares de dos poderes políticos inde-
pendientes que, libremente, habían decidido tomar la decisión que se mate-
rializaba en el foedus.

El Imperio tenía motivos de relativa satisfacción con el resultado del pacto


porque alejaba a los visigodos del Mediterráneo, o sea, del centro del Impe-
rio, y conseguía al mismo tiempo garantizar la defensa de la Galia y cerrar el
paso de invasores –también germánicos– hacia la Península Ibérica; además,
esperaba estabilizar la región de las revueltas de los bagaudas. Los visigodos, a
su vez, veían cumplidos sus deseos de encontrar un lugar dentro del Imperio
donde poder asentarse definitivamente. Y por último, también la población
galorromana de Aquitania secunda se sentía satisfecha, porque veía a los nue-
vos administradores visigodos como una garantía contra las arbitrariedades de
los funcionarios romanos de turno.

Con el asentamiento visigodo en Aquitania se tuvo que proceder a un reparto de las tie-
rras que hasta entonces estaban en manos de la nobleza galorromana para garantizar la
subsistencia de los visigodos. Parece que la nobleza visigoda obtuvo dos terceras partes
de la tierras que los antiguos propietarios explotaban por medio de colonos y una tercera
parte de las que eran explotadas directamente por el propietario, con lo que se ha esti-
mado que la nobleza visigoda habría obtenido aproximadamente la mitad de las tierras.
Este reparto acentuaría la diferenciación social entre los visigodos y aproximaría aún más
su estructura social a la del Dominado.

4.2. El rey visigodo y el emperador

La inserción del rey visigodo dentro de la estructura político-institucional del


Imperio es un tema que no se puede entender en su verdadero alcance si se
analiza con parámetros actuales, utilizando el concepto de soberanía. El mo-
narca visigodo no se convirtió en un funcionario del Imperio, pero su actua-
ción tampoco estaba al margen del Dominado.

"Este asentamiento de los visigodos en una antigua provincia romana no supuso la de-
saparición del Imperio ni la instauración de una nueva organización político-adminis- Reyes visigodos durante el
trativa; el tratado entre el monarca visigodo y el emperador supuso únicamente un cam- Dominado
bio –aunque de una trascendencia enorme– en el titular del poder de la provincia; antes
del tratado, al frente de la provincia se encontraba un praeses, un gobernador romano Alarico I (395-410)
nombrado por el emperador; tras el tratado, se encuentra un rey visigodo –no ya un Ataulfo (410-415)
funcionario nombrado por el emperador– titular de unos poderes propios, no derivados Valia (415-419)
del emperador, en cuanto monarca de los visigodos, el cual recibe del emperador una Teodorico I (419-451)
provincia para su administración en beneficio propio, bajo la autoridad del prefecto del
Turismundo (451-453)
pretorio y, en última instancia, del emperador, con la condición de defender el imperio
frente a posibles ataques de sus enemigos. (...) El emperador romano es titular de un po- Teodorico II (453-466)
der heredado del pueblo romano, pues éste le ha transmitido toda su potestad e imperio. Eurico (466-484)
Este poder del emperador está dirigido a mantener el Imperio, pero no es incompatible
con la existencia de otros poderes independientes del suyo. Dentro del imperio puede
coexistir el poder del emperador con otros poderes que sus titulares tienen como propios
y no como derivados del poder del emperador."

A. Iglesia Ferreirós (1996). La creación del derecho. Una historia de la formación de un derecho
estatal español ( vol. I, págs. 190-191). Madrid: Marcial Pons.
© FUOC • PID_00163032 33 El derecho romano en la Península Ibérica...

Esta posición del monarca visigodo al frente de la Aquitania secunda obliga


a plantearnos su papel en la creación del derecho. Como habéis visto en la
lección anterior, durante el Dominado el emperador era la única fuente de
creación del derecho, y la ley se había acabado convirtiendo en el instrumento
para amoldar la sociedad al derecho, más que a la inversa. De esta forma, se
estaba produciendo un divorcio entre el derecho oficial y el derecho de la
práctica que colocaba al monarca visigodo –que representaba el poder más
real, tangible y cercano a los habitantes de la provincia administrada por él–
en una posición inmejorable para detener aquel proceso de divorcio. Además,
el rey visigodo tenía que resolver los problemas surgidos a raíz del reparto de
tierras creando un nuevo derecho, y lo hacía significativamente disponiendo
nuevas leyes. La lex, que en el Imperio era la declaración de la voluntad del
emperador, en la Aquitania secunda era la declaración de la voluntad del rey
visigodo.

Código de Eurico 277, 3

"Mandamos que los antiguos términos permanezcan así como mandó también nuestro
padre de buena memoria en otra ley".

Sin embargo, esta nueva legislación de los monarcas visigodos partió


necesariamente del derecho romano, que era el único ordenamiento ju-
rídico completo vigente. Los monarcas visigodos actúan, ciertamente,
con libertad, ya que no son funcionarios del Imperio, pero su actividad
legislativa no es un fenómeno abstracto, sino que se realiza en el con-
texto histórico del Dominado. Los reyes visigodos parten del sistema
jurídico romano y su actuación conduce a adaptarlo a la práctica.
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5. La creación del derecho en el reino visigodo

Después de ver las circunstancias de la instalación del pueblo visigodo dentro


del Imperio, y más particularmente en la Península Ibérica, ha llegado el mo-
mento de centrarnos en la creación�del�derecho por parte de los reyes visi-
godos durante el periodo en que existió el reino de Tolosa y, después, en la
Península, el de Toledo.

5.1. Las leyes teodoricianas y el Código de Eurico

Una efectiva administración de la provincia romana de Aquitania secunda, co- La creación del reino
mo consecuencia del foedus firmado entre el emperador y el rey visigodo en visigodo de Tolosa

el año 418, no era posible sin dar leyes para hacerlo. Por este motivo decimos En el año 418, los visigodos se
que los primeros reyes visigodos ya fueron reyes�legisladores. Por el Código habían instalado en la Aquita-
nia secunda, en el valle de Ga-
de Eurico (c. 476) conocemos unas leyes de Teodorico I (419-451) y de Teodo- rona, desde Burdeos hasta To-
losa; pero muy pronto ocupa-
rico II (453-466) que resolvían, sobre todo, problemas prácticos suscitados por ron el resto de Aquitania y lle-
el reparto de tierras entre galorromanos y visigodos, y quizá otras cuestiones garon a la región mediterránea
de Narbona. Más tarde, con la
que manifestaban el divorcio existente entre un derecho oficial y un derecho campaña de Eurico en el año
472, se extendieron amplia-
de la práctica. Estas leyes, por la materia que regulaban, debían aplicarse, ne- mente por Hispania, donde lle-
cesariamente, tanto a los galorromanos como a los visigodos. garían definitivamente a partir
del año 507.

Sin embargo, aparte de estas menciones de los primeros reyes visigodos legis-
ladores, la primera obra de cierta envergadura fue la compilación� de� leyes
que mandó hacer el rey Eurico hacia el año 476.

La recopilación que hizo Eurico no llevaba ningún título, y tampoco sabemos con certeza
cuándo se hizo. La historiografía le ha dado el nombre de su autor, Eurico, ya que se
habría compuesto al final del reinado de Eurico, entre los años 469 y 481, con lo que, y
de forma convencional, se le asigna la fecha del 476, para hacerlo coincidir con el final
del Imperio de Occidente.

Esta obra, que recopila leyes dictadas por el mismo Eurico y por reyes visigo-
dos anteriores, no configura un ordenamiento jurídico completo, sino que se
limita a dar solución� a� las� necesidades de la práctica, apoyándose, eso sí,
en el único ordenamiento jurídico general y completo que había entonces, el
formado por las leges y los iura del Dominado. Se ha dicho que el Código de
Eurico era "un monumento" de derecho romano vulgar en el sentido de que
algunas de las leyes visigodas que contiene son la plasmación de soluciones
que la práctica, en el contexto del Dominado, ya habría fijado.
© FUOC • PID_00163032 35 El derecho romano en la Península Ibérica...

Desde la aparición del Código de Eurico, los habitantes de Aquitania


sometidos al monarca visigodo vivían de acuerdo con el derecho del
Dominado –leges incluidas dentro del Código Teodosiano e iura invoca-
bles según la ley de citas– salvo lo que hubieran modificado o corregido
las leyes de los reyes visigodos que se había incluido dentro del Código
de Eurico. Así empieza lo que hemos calificado de desarrollo autónomo
de la tradición jurídica romana por parte de los reyes visigodos.

5.2. El Breviario de Alarico

Como se ha dicho, el Código de Eurico sólo reunía soluciones a problemas


concretos de la práctica que presuponían la existencia de un ordenamiento
completo, que era el del Dominado. Sin embargo, para aplicar las leges y los iura
del Dominado, primero hacía falta disponer de ellos materialmente y, además,
comprenderlos. Por tanto, se trataba de los mismos problemas que habían
impulsado la necesidad de realizar compilaciones durante el Dominado.

Del reino de Tolosa al reino de Toledo

En el año 507, el rey franco Clodoveo venció, con el apoyo de los burgundios, a los
visigodos en la batalla de Vouillé, cerca de Poitiers, donde murió Alarico II. Esta victoria
provocó el final del reino visigodo en Aquitania con la capitalidad en Tolosa. Como
consecuencia de esta derrota, los visigodos entraron –sin abandonar la Septimania, la
región de Narbona– de forma definitiva en la Península Ibérica. Leovigildo, que legisló
entre el año 573 y el 586, fijó la capital del reino en Toledo.

La incomprensión de los contenidos jurídicos y la dificultad para conservar


la herencia romana afectaba a todos sus elementos. En un contexto de crisis
y de anarquía como la que se vivía a finales del siglo V, no era fácil disponer
de las obras originales de los juristas del Principado. Se habían perdido mu-
chos manuscritos y la pobreza de textos originales era enorme. Aparte de este
problema material, había, además, la dificultad intelectual de comprender el
material de que se disponía –recordad que estamos a principios del siglo VI, y
había desaparecido el Imperio Occidental.

Ya en una constitución de Valentiniano III del año 451 se reconocía que había regiones
del Imperio donde faltaban jueces y abogados y que era difícil encontrar a personas co-
nocedoras del derecho.

Durante el reinado de Alarico II, este problema de comprensión afectaba tanto


a la literatura jurídica contenida en los iura –el elemento más técnico y bri-
llante del derecho romano–, como a las leyes del Dominado, teóricamente de
más fácil comprensión.
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5.2.1. El contenido del Breviario

Para solventar este problema de comprensión y de conocimiento del ordena- El Breviario de Alarico
miento jurídico, Alarico II mandó hacer una recopilación de leges y de iura
Esta obra, conocida también
que posteriormente se conocería con el nombre de Breviario de Alarico. Se entre muchos otros nombres
trataba de compilar todo el ordenamiento jurídico romano vigente, o, al me- como Lex Romana Visigotho-
rum, la promulgó el rey Alarico
nos, el que en aquel momento consideraron que estaba vigente. Esta incorpo- II en el año 506 en Aduris, la
actual Aire-sur-l'Adour, en el sur
ración se haría de forma textual, ya que se conservaría el tenor original de los de la Galia.
textos recopilados. Además, el Breviario contenía una explicación que recibía
el nombre de interpretatio que, hecha probablemente por los mismos autores,
acompañaba casi todas las leges e iura.

Por lo que se refiere a las leyes, se hizo una selección de las constituciones
contenidas hasta entonces en el Código Teodosiano y se añadieron novelas
posteodosianas. Todas estas constituciones iban acompañadas de su respectiva
interpretatio.

Por lo que se refiere a los iura compilados, no todo resulta tan sencillo. Primero Nota
conviene recordar que entre las constituciones incluidas también estaba la
Para los códigos Gregoriano,
correspondiente a la Ley de citas del año 426, que había sido incluida en su Hermogeniano y Teodosiano,
momento dentro del Código Teodosiano. Los de la ley de citas eran los únicos consultad el apartado 3.2.1.
de este mismo módulo.
autores, cuya obra calificamos de iura, invocables; pero esto no significa que
todos los iura invocables fuesen compilados de forma efectiva. Para empezar
podemos encontrar, entre los iura, una selección del código Gregoriano y una
más reducida del Hermegeniano. Estos dos códigos, hechos al final del siglo III,
si bien contenían rescriptos imperiales, o sea, un cierto tipo de constituciones,
desde la perspectiva del siglo VI, cuando se compuso el Breviario, eran vistos
como iura por ser dos obras hechas por juristas.

Los reyes visigodos

Reino�de�Tolosa
395-410 Alarico I
410-415 Ataulfo
415-419 Valia
419-451 Teodorico I
451-453 Turismundo
453-466 Teodorico II
466-484 Eurico
484-507 Alarico II
507-510 Gesaleico

Interregno�Ostrogodo
510-531 Amalarico
531-548 Teudis
548-549 Teudisclo

Reino�de�Toledo
549-554 Ágila I
554-567 Atanagildo
567-573 Liuva I
573-586 Leovigildo
586-601 Recaredo I
601-602 Liuva II
602-610 Viterico
610-612 Gundemaro
612-621 Sisebuto
© FUOC • PID_00163032 37 El derecho romano en la Península Ibérica...

621 Recaredo II
621-631 Suíntila
631-636 Sisenando
636-639 Khíntila
639-642 Tulga
642-653 Chindasvinto
653-672 Recesvinto
672-680 Wamba
680-687 Ervigio
687-702 Egica
702-710 Vitiza
710-713 Ágila II
713-720 Ardó

Los reyes visigodos. Fuente: V. Hurtado; J. Mestre; Atles d'Història de Catalunya (pág. 62).
Barcelona: Edicions 62.

Además, dentro de los iura estaba el Liber Gai, que era un epítome de las Insti-
tucionesde Gayo, las Pauli Sententiae y un pequeño fragmento de las Responsae
de Papiniano. Por tanto, la tradición textual del derecho clásico –el elemento,
recordémoslo, más brillante desde un punto de vista técnico y doctrinal– ha-
bía sido drásticamente reducida. Al no ser efectivamente recopilados, desapa-
recían de la tradición occidental los textos de Ulpiano y de Modestino –que
eran dos de los cinco juristas principales que podían invocarse según la men-
cionada ley de citas–. De hecho, y dada la insignificancia de los fragmentos
conservados de Paulo y Papiniano, los iura se reducen a la obra de Gayo, que
era, como sabemos, una especie de prontuario�de�las�instituciones�del dere-
cho clásico. No es causal, por tanto, que se conservase mayoritariamente la
obra doctrinalmente más sencilla y de más fácil comprensión. El epítome de
Gayo fue el único elemento que no iba acompañado de interpretación, ya que
se consideraba por sí sola una interpretatio.

El Breviario de Alarico era, en definitiva, una selección de leges y de


iura romanos que reflejaba las necesidades jurídicas del momento en
que se había hecho la compilación. La selección del material compilado
y la interpretatio que lo acompañaba permitió que el derecho romano
fuese asequible a la cultura del momento y permitió, también, acortar
el divorcio entre el derecho oficial y el derecho de la práctica.

5.2.2. El ámbito de aplicación

Ha llegado hasta nuestros días una copia del texto de la auctoritas Alarici regis,
en la que era evidente el carácter del Breviario:

Breviarii Alariciani praescriptio, auctoritas, subscriptio

"En esta obra se contienen, como ha sido mandado, en el año XXII reinante el señor
Alarico rey y ordenante el varón ilustre Goiarico, conde, leyes o especies de derecho ele-
gidos del libro Teodosiano y de diversos libros y aclaradas. Ejemplar de la ley. Instrucción
(= recordatorio) a Timoteo varón insigne, conde. Tratando de los beneficios de nuestro
pueblo, Dios propicio, corregimos también con la mejor deliberación, lo que en las le-
yes parecía inicuo, para que toda la obscuridad de las leyes romanas y del antiguo de-
recho, reunidos sacerdotes y nobles varones, resplandezca conducida a la luz de la me-
jor inteligencia y nada se mantenga ambiguo por lo cual se impugne la objeción habi-
tual y contraria de los litigantes. Una vez extraídas y reunidas todas estas cosas en un
único libro por la elección de los prudentes, el asentimiento de los venerables obispos
© FUOC • PID_00163032 38 El derecho romano en la Península Ibérica...

y de nuestros electores provinciales roboró todas estas cosas que han sido recopiladas
y ordenadas con más clara interpretación. Y por lo tanto según el libro subscripto que
se conserva en nuestros tesoros, nuestra clemencia mandó que se te destinase un libro
para la resolución de los pleitos, a fin de que conforme a su texto se apacigüe la universa
intención de las demandas y no sea lícito a cualquiera proponer en la controversia otro o
de leyes o de derecho, a no ser aquel que contiene el orden del libro enviado y suscripto
por la mano del varón insigne Aniano así como mandamos. Te conviene, pues, proveer
para que en tu tribunal no se intente presentar o recibir ninguna otra ley ni fórmula de
derecho, porque si acaso sucediera el hecho, sabrás que afectará no sólo al riesgo de tu
cabeza, sino también al daño de tus bienes. Mandamos, pues, adjuntar este mandato a
los libros enviados para que no sólo la disciplina de nuestra ordenación obligue a todos,
sino tambíen la pena los constriña [...]."

En este texto, Alarico señalaba lo que quería hacer, que era "corregir la injus- Legislación visigoda
ticia de las leyes y disipar la oscuridad del derecho (romano)", y concretaba la
Leyes de Teodorico I (419-
forma de conseguirlo: realizando una selección de las leges y los iura, reunir- 451)
la en un sólo volumen e interpretarlo. Por último, el rey advertía que no se Leyes de Teodorico II (453-
466)
permitiría utilizar ningún otro libro de leges y de iura en los juicios, con lo que
Código de Eurico, c. 476
declaraba el carácter exclusivo del Breviario –exclusivo respecto al derecho que Breviario de Alarico, c. 506
contenía, que era el derecho romano– y la necesidad de que el ejemplar que Ley de Teudis, 546
Codex Revisus, 580
se usase llegase a ser una copia fiel del original guardado en el tesoro regio.
Liber iudiciorum, 654

Una vez el Breviario de Alarico entró en vigor, sustituyó al derecho ro-


mano tal como se encontraba en sus textos hasta entonces. Desde este
momento, a principios del siglo VI, el Código de Eurico seguiría conte-
niendo aquel conjunto de leyes dictadas por reyes visigodos que resol-
vían problemas de la práctica y que exigían la existencia de un ordena-
miento jurídico completo, que sería el ordenamiento romano del Do-
minado incluido dentro del Breviario. Código de Eurico y Breviario de
Alarico, que se complementaban, se aplican ambos a los pueblos some-
tidos al monarca visigodo. Los dos derechos conforman el ordenamien-
to jurídico del reino visigodo.

5.3. De las leyes posteriores al Breviario de Alarico al Codex


Revisus de Leovigildo

La fijación de la herencia romana en el Breviario de Alarico corría paralela a


la legislación de los reyes visigodos. Si bien la última cota importante dentro
del ámbito legislador fue el Código de Eurico –el Breviario no es legislación,
sino recopilación del derecho romano del Dominado–, los reyes visigodos no
dejaron de legislar, ya que eran los únicos responsables de resolver los proble-
mas de la práctica que iban surgiendo.

Del periodo que va desde el Breviario de Alarico (506) hasta la recopilación


hecha por Leovigildo con el nombre de Codex Revisus (580), sólo nos ha llega-
do una ley que se incluyó dentro del Breviario. Con eso no queremos decir
que fuese la única ley dictada por los reyes visigodos, sino que es la única que
© FUOC • PID_00163032 39 El derecho romano en la Península Ibérica...

conocemos de forma individualizada. Sin embargo, la existencia y las caracte-


rísticas de esta única ley, conocida con el nombre del rey que la dictó, Ley de
Teudis (546), tienen su interés.

La Ley de Teudis es un claro ejemplo del derecho de la práctica, ya que con ella
su autor regulaba ciertas controversias sobre las costas procesales. La misma ley
indicaba que su contenido iba dirigido a todos los habitantes del reino, o sea,
hispanorromanos y visigodos; y mandaba, también, que se incluyese dentro
del Breviario de Alarico. Con eso se evidencia –en contra de lo que mantiene la
historiografía germanista, que defiende que cada pueblo se regía por su propio
derecho–, que tanto el Breviario –derecho romano– como las leyes de los reyes
visigodos –Código de Eurico y legislación posterior, como la ley de Teudis–
tenían un ámbito de aplicación general y tenían que ser obedecidas por todos
los habitantes sometidos al rey visigodo, o sea, hispanorromanos y visigodos.

Este derecho de la práctica, que había sido objeto de una primera compilación Codex Revisus
por Eurico en torno al año 476, con el tiempo iba quedando obsoleto y deja-
El Codex Revisus de Leovigildo
ba de resolver los nuevos problemas planteados según los parámetros del mo- no ha llegado a nuestros días
mento. Por este motivo, Leovigildo emprendió la tarea de realizar una nueva y su contenido sólo se puede
deducir por su incorporación,
compilación de leyes –que no incluiría el Breviario por los motivos que ya he- aunque de forma noíntegra, a
una obra posterior, el Liber Iu-
mos apuntado– que pondría al día la que había hecho Eurico. Hacia el año diciorum del año 654, donde
580, Leovigildo revisaba el Código de Eurico –de aquí viene el nombre de Co- las leyes del Revisus constaban
bajo el epígrafe antiqua.
dex Revisus. Eliminó sus imprecisiones y lo adaptó a los nuevos tiempos. Ade-
más, eliminó algunas leyes que contenía hasta entonces y añadió otras nuevas
hechas por él mismo y por monarcas anteriores. También hay que advertir
que fue este monarca quien acabó con la prohibición de celebrar matrimonios
mixtos entre visigodos e hispanorromanos.

Isidoro de Sevilla, Historia Gothorum 51

"Corrigió también (Leovigildo) en las leyes las cosas que parecían establecidas confusa-
mente por Eurico, añadiendo muchas leyes omitidas y excluyendo un gran número de
las superfluas".

Sin embargo, Leovigildo fue un importante rey también por otros motivos Lectura complementaria
aparte de impulsar el Codex Revisus. Sometió al reino suevo que se había insta-
J.�Orlandis (1976). La Iglesia
lado en el noroeste de la Península Ibérica (585), creó ciudades, adoptó las in- en la España visigótica y me-
signias imperiales, fue el primer rey visigodo que acuñó moneda y, por encima dieval. Pamplona: Universi-
dad de Navarra.
de todo, expulsó un enclave bizantino que había en el sudeste de la Península.
Con esta acción se formalizó la ruptura definitiva con el Imperio Romano de
Oriente.
© FUOC • PID_00163032 40 El derecho romano en la Península Ibérica...

El reino de Toledo
Fuente: Hurtado, V.; Mestre, J.; Miserachs, T. (1995). Atles d'Història de Catalunya (pág. 52). Barcelona: Edicions 62.

Isidoro de Sevilla, Historia Gothorum 49, 51

"Finalmente [Leovigildo] llevó la guerra a los suevos y transmitió con admirable celeridad
el reino de éstos en el derecho [= poder] de su gente, apoderose de casi toda Hispania,
pues antes la gente de los godos estaba comprimida dentro de límites angostos. [...] Este
[Leovigildo], el primero, aumentó el erario y también el fisco, y [éste], el primero, se sentó
en el solio recubierto con ropaje real, pues antes de él no sólo el hábito, sino también el
asiento era común para la gente así como para los reyes. Fundó además una ciudad en la
Celtiberia, a la cual llamó Recópolis del nombre del hijo".

La expulsión de los bizantinos de la Península también afectó a la crea-


ción del derecho o, mejor dicho, a su justificación. Hasta ahora, el rey
visigodo creaba derecho en virtud de la delegación que había recibido
del emperador romano y que había sido formalizada en el foedus del año
418. Sin embargo, de ahora en adelante, rotos los vínculos con el im-
perio romano y muy lejano el recuerdo de aquel foedus, al rey visigodo
le convenía buscar una nueva fuente de legitimación de su poder. Esto
fue posible a partir de la conversión al catolicismo de Recaredo, hijo y
sucesor de Leovigildo, en el año 587.
© FUOC • PID_00163032 41 El derecho romano en la Península Ibérica...

5.4. La teoría política de Isidoro de Sevilla

La conversión de Recaredo al catolicismo en el año 587 a instancias de Lean- Isidoro de Sevilla


dro, obispo de Sevilla y hermano de Isidoro de Sevilla, y la adopción oficial (560?-636)

del catolicismo como religión oficial del pueblo visigodo en el marco del III Isidoro de Sevilla fue obispo
Concilio de Toledo en el año 589 tuvieron importantes consecuencias. de Sevilla entre los años 600 y
636. Su obra más famosa son
las Etymologiae, repartidas en
Los visigodos se convirtieron al cristianismo muy pronto, cuando estaban en la parte veinte libros. Muy leído du-
oriental del Imperio –en la Dacia y la Tracia–, pero entonces fueron educados en la fe por rante la edad media, compila-
dor y hábil sistematizador de la
Arrio, en una línea que se condenó en el Concilio de Nicea del año 325. El arrianismo
ciencia antigua, es uno de los
exageraba la unicidad y la trascendencia de Dios en perjuicio de la Santísima Trinidad. Al principales maestros de la Eu-
llegar a Aquitania y, después, al establecer el reino en Toledo, los visigodos eran cristianos ropa medieval latina.
arrianos y, por tanto, no formaban parte de la iglesia Católica. Con Recaredo el pueblo
visigodo abandonaba el arrianismo y abrazaba la fe católica; los ostrogodos, también
arrianos, la abandonaron a principios del siglo VII.

Los monarcas visigodos buscaban una nueva forma de legitimar�su�poder y


su actuación en el campo de la creación de derecho. La nueva legitimación la
encontraron a partir de la ideología de la iglesia. Fue Isidoro de Sevilla quien
mejor sintetizó este pensamiento en sus obras y quien ejerció una mayor in-
fluencia hasta el punto de que sus planteamientos encontraron acogida en el
Liber Iudiciorum que se redactaría a mediados del siglo VII.

El pensamiento político de Isidoro de Sevilla se enmarca dentro de la línea Concilios de Toledo


de pensamiento que había iniciado Agustín de Hipona (354-430), que esen-
Los concilios de Toledo fueron
cialmente planteaba que todo poder humano tenía origen� divino y que el dieciocho sínodos eclesiásticos
mundo terrenal estaba sometido al mundo sobrenatural. Estos planteamien- celebrados en Toledo (400-
720) para deliberar sobre cues-
tos, que se desarrollaron durante toda la alta edad media, postulan que cual- tiones disciplinarias, litúrgicas
y, a menudo, doctrinales. Las
quier organización política forma parte del orden divino. Isidoro de Sevilla no actas se han conservado en la
negaba la existencia de un poder temporal ni negaba que los reyes dispusiesen Colección Canónica Hispánica.
De carácter provincial, a partir
de un poder político. Lo que sí negaba es que la organización política tuviese del tercero (589), a semejanza
de los grandes concilios ecu-
finalidad autónoma y se justificase por ella misma. El poder de los reyes, decía ménicos del Imperio de Bizan-
cio, se convirtieron en asam-
Isidoro de Sevilla, es un poder que está al servicio de Dios y que es, por tanto, bleas de dirección y de gobier-
un instrumento para apartar�a los pueblos del mal y conducirlos al bien. Era, no del reino visigótico, convo-
cadas siempre por el rey y pre-
en definitiva, un poder con un carácter ministerial, de servicio. De esta forma, sididas por el metropolitano
más antiguo o de más presti-
según afirmaba, los reyes son reyes cuando rigen rectamente, mientras que gio.
cuando no rigen rectamente pierden su condición de reyes y se autoprivan
del oficio regio:

Isidoro de Sevilla, Sententiae 3, 48, 5 y 7

"No es inmediatamente útil toda insignia de poder, sino que es verdaderamente útil, si
obra bien. Sin embargo obra entonces bien, cuando beneficia a los sometidos, a los cuales
se prefiere en el honor terreno. El buen poder es el que por Dios es dado para que por
temor frene el mal, no para que someta temerariamente el mal.

Los reyes se llaman así de obrar rectamente y por lo tanto haciendo rectamente se con-
serva el nombre de rey, se pierde pecando [...]. Rectamente se llaman pues reyes a quienes
supieron ordenar convenientemente rigiendo bien tanto a sí mismos como a sus some-
tidos."
© FUOC • PID_00163032 42 El derecho romano en la Península Ibérica...

Por tanto, es el mismo rey quien, actuando incorrectamente, se auto-


priva de su condición. La Iglesia, que no es poco importante, se limitaba
a constatarlo en cada caso concreto.

En este nuevo contexto ideológico no era extraño que el rey presentase sus le-
yes a la consideración de los concilios�de�la�Iglesia, los cuales daban apoyo o
no a la legislación dictada por el rey. Los concilios eclesiásticos no eran, en ab-
soluto, una cámara colegislativa ni tenían reconocida ninguna capacidad para
crear derecho, ya que sus decisiones no tenían valor de ley si además no las
promulgaba el rey. La creación del derecho seguía siendo una potestad única
del monarca visigodo, quien presentaba sus leyes a los concilios eclesiásticos
para obtener el asentimiento de la Iglesia como garantía de que el rey actuaba
rectamente y con justicia.

5.5. La consolidación del poder del rey visigodo y el Liber


Iudiciorum

El nuevo contexto que empezó con la política llevada a cabo por Leovigildo
–en particular la expulsión casi completa de los bizantinos de la Península–
y la conversión al catolicismo de Recaredo, junto con la nueva ideología po-
lítica que estaba aportando la Iglesia –y, en particular, Isidoro de Sevilla–, po-
sibilitaron que cambiase la relación que había entre la legislación visigoda y
el derecho romano. Hasta aquellos momentos había un vínculo de dependen-
cia del derecho creado por los reyes visigodos –incluido sobre todo dentro del
Codex Revisus– con la tradición romana convertida en ley visigoda en el Bre-
viario de Alarico. La necesidad de poner al día el Codex Revisus de Leovigildo
pareció el momento oportuno para prescindir de la tradición textual romana
del Breviario.

5.5.1. La redacción de Recesvinto

Miniatura del Liber iudiciorum, compilación de


leyes promulgada por Recesvinto.

Chindasvinto fue el primer rey que se planteó hacer una nueva edición del Lectura complementaria
Codex Revisus, pero sin limitarse a corregirlo y ampliarlo. Si lo que deseaba
J.�Orlandis (1977). Historia
hacer era prescindir del derecho romano del Breviario, entonces tenía que ha- de España. La España visigóti-
cer una obra lo bastante amplia que resolviese los problemas planteados por ca. Madrid: Gredos.

la sociedad de aquel momento y que hiciese innecesario recurrir al Breviario.


Puesto que eso no se podía conseguir revisando y completando la obra de Leo-
vigildo, Chindasvinto inició los trabajos para una obra completamente nueva
que acabaría su hijo y sucesor Recesvinto a mediados del siglo VII.
© FUOC • PID_00163032 43 El derecho romano en la Península Ibérica...

Con Recesvinto los visigodos tendrían un ordenamiento jurídico gene-


ral y completo que permitía prescindir del derecho romano en sus tex-
tos. O sea que, al igual que el resto de la legislación visigoda y también
del Breviario, se aplicaría a todos los habitantes del reino y, en segundo
lugar, sería capaz de resolver todos los problemas del momento. Esta
obra, que hoy se conoce habitualmente como Liber Iudiciorum, supone
la ruptura formal con el derecho romano o, si se quiere, con la tradición
textual romana.

En este sentido, es muy explícita una ley del Liber que prohibía recurrir al de-
recho romano –al que probablemente se refiere como "leyes de gente extra-
ña"–, el cual, dada su perfección técnica, se recomienda para el estudio y la
formación, pero no para la resolución judicial de los conflictos que se susci-
tarían más adelante.

Concilios episcopales

Reino�de�Tolosa
397: Toledo I

Interregno�ostrogodo
516: Tarragona
517: Gerona
527: Toledo II
540: Barcelona I
546: Lérida
546: Valéncia

Reino�de�Toledo
561: Braga I
572: Braga II
589: Toledo III
589: Narbona
590: Sevilla I
592: Zaragoza II
597: Toledo
598: Huesca
599: Barcelona II
614: Terrasa
619: Sevilla II
633: Toledo IV
636: Toledo V
638: Toledo VI
646: Toledo VII
653: Toledo VIII
655: Toledo IX
656: Toledo X
666: Mérida
675: Toledo XI
675: Braga III
681: Toledo XII
683: Toledo XIII
684: Toledo XIV
688: Toledo XV
691: Zaragoza III
693: Toledo XVI
694: Toledo XVII
702: Toledo XVIII

Concilios episcopales. Fuente: V. Hurtado; J. Mestre; T. Miserachs (1995). Atles d'Història


de Catalunya (pág. 62). Barcelona: Edicions 62.
© FUOC • PID_00163032 44 El derecho romano en la Península Ibérica...

Liber 2, 1, 10

"No sólo permitimos sino que también deseamos imbuirse de las leyes de gente extraña
para una mejor formación; pero no sólo nos oponemos sino que también las prohibimos
para la discusión de los negocios. Pues aunque son tenidas en gran estima por su elo-
cuencia, sin embargo están erizadas de dificultades. Por lo tanto, como no sólo la inves-
tigación de las razones, sino también el orden de las palabras competentes que se conoce
que contiene la serie de este libro sea suficiente a la plenitud de la justicia, no queremos
desde ahora ser conducidos más o por las leyes romanas o por instrucciones extrañas."

En consonancia con lo que acabamos de decir, Recesvinto declaró el carácter


exclusivo del Liber en el sentido que no podía aplicarse ningún otro libro
de leyes y que el Liber que los jueces aplicasen tenía que ser fiel al ejemplar
promulgado original.

Liber 2,1,11

"Ninguno ciertamente de todos los de nuestro reino intente presentar al juez un libro de
leyes sobre cualquier negocio, excepto este libro que recientemente ha sido publicado y
según el texto de éste de ahora en adelante trasladado. Porque, si lo intentara, pague al
fisco xxx libras de oro. También sufrirá el dispendio de la mencionada pena el juez, si
quizá difiriera romper el libro prohibido después que le fuera ofrecido. [...]"

Antes de la promulgación del Liber en el año 654 y de su difusión entre los


jueces, Recesvinto lo envió al VIII Concilio de Toledo, pero no para que la igle-
sia lo aprobase o participase en su contenido, sino para aumentar su prestigio
y obtener el apoyo de la Iglesia a las leyes del reino. El Liber fue trasmitido
a la reunión conciliar de la misma forma que antiguamente los emperadores
romanos notificaban sus leyes en el Senado. La creación del derecho, por tan-
to, no dejaba de estar en manos del rey por mucho que éste buscase el apoyo
de la Iglesia.

Con el Liber Iudiciorum se consolidó el monopolio legislativo del rey. Que el rey
era el creador del derecho –aunque fuese con una finalidad instrumental, al
servicio de la justicia cristiana– no era una gran novedad, pero estos principios
político-jurídicos en torno al monopolio legislativo del monarca eran, en el
Liber, especialmente rotundos. Después de afirmar que al rey le correspondía
crear la ley, se estableció que al rey le competía, también, llenar los vacíos que
pudiese haber en el Liber. Los jueces sólo podían aplicar el Liber y no se les per-
mitía encontrar soluciones a las lagunas legales a partir de su propia iniciativa.
En estos supuestos había que hacer llegar las partes al rey para que resolviese
el conflicto y decidiese cómo se tenía que incorporar aquella solución al Liber
como una nueva ley.

Liber 2, 1, 13

"Que no sea oída ninguna causa por los jueces que no se contenga en las leyes.

Ningún juez pretenda oir una causa que no se contenga en las leyes; pero el conde de la
ciudad o el juez o por sí mismos o por un ejecutor suyo procure presentar a ambas partes
ante el príncipe, para que más fácilmente no sólo el asunto reciba fin, sino que también
se trate por la discreción de la potestad regia cómo se incorpore el negocio surgido en
las leyes."
© FUOC • PID_00163032 45 El derecho romano en la Península Ibérica...

La afirmación del monopolio legislativo se cerraba con la afirmación de que El Liber y su interpretación
sólo el rey podía añadir leyes nuevas si las circunstancias lo requerían, y só-
Tal como lo mandó Justinia-
lo él podía interpretar la ley del Liber. Además, este texto tendría un carácter no con respecto al Corpus Iu-
retroactivo, ya que no sólo sería el derecho aplicable en un futuro, sino que ris, tampoco el Liber podía ser
interpretado, prerrogativa que
también se aplicaría a las causas que, habiendo sido ya incoadas, aún no ha- sólo recaía en el rey.
bían recibido sentencia firme.

Liber 2, 1, 14

"Que las causas terminadas de ninguna manera se planteen de nuevo. Las restantes sean
terminadas según el texto de este libro, permaneciendo a los príncipes la libertad de
añadir leyes. Establecemos que cualesquiera negocios de las causas que han sido incoados,
pero todavía no terminados, se determinen según estas leyes. No permitimos de ninguna
manera que se resuciten las causas que (ya legalmente) han sido determinadas (antes de
que estas leyes se enmendaran por nuestra gloria, es decir según el modo de las leyes que
ha sido observado desde el año primero de nuestro reino en el pasado). Ciertamente la
elección principesca tendrá licencia de añadir leyes, si lo exigiera la justa novedad de las
causas, las cuales obtendrán plenísimo vigor al igual que las leyes presentes" [Lo que hay
entre paréntesis pertenece a los añadidos de Ervigio].

Por lo que se refiere a su contenido, el Liber es, como se ha dicho, una compi-
lación que selecciona aquellas leyes de los reyes visigodos, y también del Bre-
viario, que se consideraba conveniente recopilar. Sin embargo, hay que decir
que el Liber era una obra pensada para la práctica forense, o sea, para los tri-
bunales de justicia y que renunciaba, en un primer momento, a contener todo
el ordenamiento jurídico del reino visigodo. Reunía sólo lo que podía ayudar
a resolver controversias y, en cambio, no recogía lo que presumiblemente no
tenía que causar problemas, como una parte importante del derecho público.

Las leyes del Liber proceden, sobre todo, del mismo Recesvinto y de su padre
Chindasvinto, que habían dictado un buen número de leyes pensando ya en
su inclusión en esta obra, y también de reyes anteriores identificados. Pero
además, hay un buen número de leyes que no llevan autor y que son califica-
das como antiqua –a secas, cuando fueron compiladas textualmente y antiqua
emendata cuando se corrigieron para su inclusión en el Liber–. Estas leyes de
reyes anteriores no identificadas procedían del Codex Revisus –que, a su vez,
incluía material procedente del Código de Eurico– y del Breviario.

La historiografía ha debatido la influencia de la obra de Justiniano en el Liber. Ciertamen-


te, el Liber está estructurado internamente en doce libros, igual que el Código de Justinia-
no, y algunas de las soluciones aportadas por el Liber coinciden con las de la compilación
justiniana. Sin embargo, no está claro que el Liber originariamente tuviese doce libros y
no es de extrañar el parecido de soluciones jurídicas, ya que ambas obras proceden de un
mismo tronco común. Pese a esto, la influencia de Justiniano no es descartable, ya que
cuando el emperador hizo la compilación, en la primera mitad del siglo VI, los bizantinos
habían ocupado extensas zonas del sur de la península itálica, del norte de África y del sur
de la Península Ibérica. Y así como hay certeza de que Justiniano mandó enviar su obra
a Italia, no se puede descartar que hubiese hecho los mismo con sus territorios ibéricos.

5.5.2. La redacción de Ervigio

La ruptura con la tradición romana del Breviario –que había materializado Re-
cesvinto en la primera versión oficial del Liber– y la cambiante sociedad visi-
goda, que pese a las apariencias de un poder monárquico fuerte y monolítico
© FUOC • PID_00163032 46 El derecho romano en la Península Ibérica...

vivía en un progresivo proceso de feudalización, provocó que pronto se plan-


tease una revisión del texto. Esto es lo que hizo Ervigio en el año 681. En la ley
de promulgación de la que sería la edición ervigiana del Liber, este rey aludía
a la necesidad de corregir el contenido del Liber para eliminar la oscuridad de
algunas leyes. Sin embargo, lo cierto es que además de que el texto es mejor
técnicamente, Ervigio también añadió leyes nuevas –que calificó de novellae
leges, como en la tradición romana– y extrajo otras. Ervigio envió la nueva
versión del Liber al XII Concilio de Toledo, hacia el año 681 y la promulgó
aquel mismo año.

Liber 2,1,1

"En el nombre del Señor, Flavio glorioso Ervigio rey.

Del tiempo en el que deben valer las leyes enmendadas.

Asignando su tarea a las leyes enmendadas, la adelantamos la primera en el orden y lugar


de la prefación, porque de la misma manera que la evidencia de las leyes es útil para los
excesos de los puebles, así la obscuridad de las sanciones turba los órdenes de la equidad.
Pues frecuentemente mientras ciertas cosas bien ordenadas se presentan con un orden
nebuloso de las palabras, las mismas provocan repugnancia hacia sí mismas, mientras
no impiden con claridad las controversias de los litingantes y así, donde debieran poner
fin a los engaños, allí surgen nuevos lazos de engaño contra sí. De aquí, pues, nace la
diversidad de las causas, de aquí se generan las controversias de los litigantes, de aquí nace
también la duda de los jueces, de tal manera que desconocen como terminar o suprimir
los engaños. Y estas cosas ciertamente vacilantes y dudosas son siempre aprobadas. Y por
tanto, porque no pueden ser abarcadas todas las cosas que son objeto de controversia
con breve explicación, al menos estas cosas, que se introdujeron en la reunión para ser
tratadas por los gloriosos sentidos de nuestra grandeza, estas cosas decretamos que sean
corregidas especialmente en este libro y que sean ordenadas aquella cosas seleccionada
por el recto juicio –imprimiendo evidencia por supuesto a las cosas dudosas, eficacia a
las cosas dañosas, clemencia a las cosas mortiferas, apertura a las cerradas, perfección
a las instrucciones comenzadas–, con lo cual desde ahora esta instrucción de las leyes
corregidas, obligue y mantenga a los pueblos de nuestro reino que han de ser ordendos, a
los que contien una y evidente paz de nuestro regimiento. Y por lo tanto la corrección de
estas leyes y la ordenada construcción de nuestras nuevas sanciones, así como han sido
puestas en este libro en ordenados títulos y han sido anotadas en la serie subsiguiente,
obtengan desde el año segundo de nuestro reinado desde el día vintiuno de octubre el
vigor añadido al mismo por nuestra gloria sobre todas las personas y gentes sometidas
al imperio de nuestra grandeza, y perduren vigentes en el futuro gracias al indestructible
oráculo de la celebridad [...]."

Tras Ervigio no se hizo ninguna nueva versión oficial del Liber. Su sucesor,
Egica, lo intentó, e incluso en el año 693 entregó una nueva versión al XVI
Concilio de Toledo, pero no llegó a publicar el nuevo texto oficial.

Sin embargo, si la redacción ervigiana es la última que fue oficial, la trayectoria


del Liber no acaba aquí. A partir de la ervigiana, juristas anónimos incluyeron
leyes que había promulgado Egica, también las leyes de reyes anteriores no
incluidas en ninguna de las dos redacciones oficiales y aun de otros elementos.
Con estas nuevas� incorporaciones, que no tenían sanción oficial y que se
hacían dentro del ámbito más estrictamente privado –sobre todo para facilitar
la práctica profesional de los juristas–, el Liber fue cambiando de sentido. Si
originariamente era un texto pensado y confeccionado para la práctica forense
–un libro de los juicios–, ahora acabaría reuniendo el ordenamiento�jurídico
de�los�visigodos.
© FUOC • PID_00163032 47 El derecho romano en la Península Ibérica...

Dado el carácter originario del Liber, el derecho público no estaba contenido en el mis-
mo. En este periodo de la monarquía visigoda, y cuando el vínculo de fidelidad con la
Iglesia era particularmente intenso, una parte del derecho público aparecía fijado en las
reuniones conciliares que obtenían fuerza de ley cuando el rey las confirmaba. Algunos
de estos cánones, así como fragmentos de obras de Isidoro de Sevilla, fueron a parar a
algunas de estas nuevas versiones anónimas no oficiales del Liber.

Estas versiones del Liber confeccionadas, a partir de la versión ervigiana,


por la iniciativa privada de juristas anónimos, recibieron el nombre de
vulgatae. Fuera de control oficial del rey, su número fue ilimitado.

5.6. El divorcio entre el derecho oficial y el derecho de la


práctica

Hemos visto que en el reino visigodo la única fuente de creación del derecho
era la voluntad del rey, que se identificaba con la ley, y la ley sólo estaba con-
tenida en el Liber iudiciorum. Sin embargo, a partir sobre todo del siglo VII, en
la sociedad visigoda se produjo aquel mismo fenómeno que ya detectamos en
el Dominado. El derecho creado por el rey por medio de la ley empezaba a
no identificarse plenamente con las necesidades y con las prácticas jurídicas
vigentes. En una sociedad cada vez más feudalizada, las relaciones de poder y
de dependencia económica y personal entre poderosos y campesinos iba plas-
mándose en unos usos y costumbres que el derecho oficial, creado sólo por
el rey, no reconocía.

Derecho de la práctica

Recordad que el derecho no es sólo aquella conducta que quiere establecerse a partir de la
ley, sino que también lo son aquellas soluciones o conductas que la sociedad adopta para
resolver determinados conflictos de intereses, y que eso, en ciertos momentos históricos,
puede hacerse al margen del poder.

Sin embargo, el derecho oficial –materializado en el Liber y en las nuevas leyes


de los reyes visigodos– y el derecho de la práctica –formado por las nuevas
costumbres que se practicaban–, no avanzaban totalmente inconexos. La in-
sistencia de algunos reyes, entre quienes estaba el mismo Recesvinto y tam-
bién Ervigio en sus leyes de promulgación del Liber, en la obligatoriedad de un
cumplimiento general de la ley, precisamente pone de manifiesto que algunos
poderosos escapaban del cumplimiento de la ley e imponían, en sus dominios,
su propia voluntad. Este hecho es el que generaba costumbres no reconocidas,
sino combatidas, por la ley.
© FUOC • PID_00163032 48 El derecho romano en la Península Ibérica...

Liber 2, 1, 5

"Flavio glorioso Recesvinto rey.

Del tiempo en el que deban valer las leyes enmendadas

Porque la vetustez de los vicios exigió la novedad de las leyes y la antigüedad de los
pecados alcanzará a innovar leyes inútiles, por lo tanto decretamos que las leyes escritas
en este libro desde el año segundo del rey de divina memoria Chindasvinto, señor y padre
mío, valgan con toda su fuerza para todas las personas y gentes sometidas al imperio de
nuestra grandeza y consagramos las que han de permanecer con perpetua observancia;
de tal manera que, rechazadas las que había promulgado no la equidad del juzgador, sino
el capricho del poderoso, y anulados todos los juicios y todas las escrituras realizados por
la ordenación de éstas mismas, valgan sólo estas leyes las cuales observamos justamente
desde antiguo o nuestro mismo padre parece haber establecido no sin razón o a causa
de la equidad de los juicios o a causa del rigor de las culpas, unidas y añadidas otras
leyes, que la dignidad de nuestra grandeza editó y formó y anotó con los títulos de su
gloria presidiendo en el trono judicial frente a todos los santos sacerdotes de Dios y a
todos los oficiales palatinos, Dios guiando y favoreciendo el consentimiento universal
de los oyentes; de tal manera que tanto éstas que ya existen dadas, como aquéllas, a las
que el evento de nuevos negocios incitarán a que surjan todavía, perduren con fuerza y
justísimo vigor y conserven los derechos de la eterna solidez."

Hacia finales del periodo visigodo –segunda mitad del siglo VII y principios del
siglo VIII–, fue relativamente usual la falsificación�de�leyes. O bien se altera-
ba el tenor original de una ley o bien, incluso, se pretendía hacer pasar por
ley lo que no era más que "el deseo de los poderosos", como dice una ley del
mismo Liber. Este hecho, que más o menos se controlaba mientras había una
monarquía y una administración a su servicio, llegó a ser imparable cuando,
a partir del año 711, como consecuencia de la ocupación musulmana de la
Península Ibérica, desapareció la monarquía visigoda y los poderosos tendrían
más facilidades para incorporar a las vulgatae del Liber aquel material que ori-
ginariamente no pertenecía al mismo.

El Liber después de la
En el reino visigodo, el derecho oficial y el derecho de la práctica par- monarquía visigoda
tían de una misma tradición –la reelaboración visigoda de la herencia
Como veremos posteriormen-
jurídica romana–, pero la forma de enfrentarse a los cambios sociales te pese al nuevo poder musul-
mán instaurado en la Penín-
era diferente desde los ámbitos oficiales que desde la práctica, lo que sula en el año 711, el Liber si-
daba lugar, también, a soluciones diferentes. guió siendo la ley que aplica-
ban los cristianos peninsulares.
En el siglo XIII, el Liber se tradu-
joal castellano con el nombre-
de Fuero Juzgo.
© FUOC • PID_00163032 49 El derecho romano en la Península Ibérica...

Resumen

La romanización de la Península Ibérica implicó la práctica desaparición de


los derechos prerromanos que había hasta entonces. A partir de la concesión
del ius latii por Vespasiano a todos los habitantes de la Península en el año 74
y de forma total y definitiva a partir de la concesión del ius civile por Caracalla
en el año 212 a casi todos los habitantes del Imperio, los derechos primitivos
dejaron de aplicarse y en su lugar en la Península Ibérica –la Hispania romana–
se aplicó el derecho romano que se creaba en Roma. Teniendo en cuenta los
años en que comenzó la romanización jurídica de la Península Ibérica, nos in-
teresan especialmente las fuentes de creación del derecho romano de la época
del Principado y del Dominado.

Durante el Principado, instaurado por Augusto a finales del siglo I aC, entraron
en crisis las fuentes de creación republicanas y, paulatinamente, la creación del
derecho acabó siendo obra del príncipe, y eso a partir de los diferentes tipos
de constituciones imperiales y a partir de sus comunicaciones al Senado. En la
época del Dominado se consolidó la tendencia iniciada en el Principado, de
forma que a partir de ese momento, la creación del derecho estaría en manos
única y exclusivamente del emperador. Su voluntad se identificaba con la ley
y se expresaba por medio de leges. Por el contrario, todo el derecho antiguo,
toda la herencia jurídica de épocas pasadas, fue conocido y conservado en
las obras de los juristas con el nombre de iura. Las leges y los iura contenían
todo el derecho vigente en el Dominado, y para facilitar su conocimiento y su
difusión, se hicieron compilaciones de leges, de iura y mixtas.

Ésta es la herencia jurídica que recibieron los visigodos cuando fundaron el


reino de Tolosa y, después, el de Toledo. Herencia jurídica que desarrollaron
de forma autónoma desde el momento en que dejó de existir, en el año 476, el
Imperio Romano de Occidente como realidad política. Los reyes visigodos le-
gislaron para los dos pueblos que tenían sometidos, y por tanto su legislación
se aplicaba tanto a visigodos como a galorromanos –y después a hispanorro-
manos. La tarea legislativa de los reyes visigodos empezó con el Código de Eu-
rico (c. 476), que era una recopilación de leyes de la práctica complementarias
del derecho, aún vigente, del Dominado. Hacia el año 506, Alarico II ordenó
hacer una compilación, que conocemos con el nombre de Breviario de Alari-
co, de las leges y los iura romanos que los visigodos consideraron necesarios en
aquel momento: formaba el derecho romano cristalizado e interpretado por
los visigodos. Sin embargo, la obra capital de la monarquía visigoda fue el Li-
ber Iudiciorum de Recesvinto del año 654. Con el Liber los reyes visigodos con-
solidaban su monopolio legislativo e, iniciando el desarrollo autónomo de la
tradición romana, la obra marca la ruptura con la tradición textual romana. El
© FUOC • PID_00163032 50 El derecho romano en la Península Ibérica...

derecho romano en sus fuentes ya no estará vigente en el reino visigodo, pero


en cambio el derecho de los reyes visigodos se enmarca dentro de la tradición
romana que es objeto de desarrollo por ellos.
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Actividades
1. Enumerad quince pueblos prerromanos que hubiesen habitado en la Península Ibérica y
situadlos en un mapa.

2. Comentad de forma conjunta los textos de Plinio el Viejo sobre Vespasiano y de Caracalla
sobre la romanización jurídica de la Península Ibérica.

Vespasiano emperador augusto concedió a toda la Hispania la latinidad difundida por las
tormentas que aquejaban a la res publica (Plinio, Historia Naturalis, 3,3, (4) 30.)

Es menester ante todo referir a la divinidad las causas y motivos (de nuestros hechos);
también yo tendría que dar gracias a los dioses inmortales porque con la presente victo-
ria me honraron y guardaron salvo. Así, pues, creo, de este modo, poder satisfacer con
magnificencia y piedad su grandeza al asociar al culto de los dioses a cuantos miles de
hombres se agreguen a los nuestros. Otorgo (pues) a todos cuantos se hallen en el orbe la
ciudadanía romana, sin que quede nadie sin una ciudadanía, excepto los dediticios. En
efecto, conviene que todos, no sólo contribuyan en todo lo demás, sino que participen
también de la victoria. Y esta constitución nuestra manifiesta la grandeza del pueblo ro-
mano (Constitución de Caracalla del año 212).

3. Haced un esquema de las fuentes de creación del derecho en la época de la República.

4. Leed el siguiente texto y contestad a las cuestiones que lo siguen.

Decidimos que a semejanza del código de Gregoriano y del de Hermogeniano sean com-
piladas todas juntas las constituciones que el ínclito Constantino y tras él los divinos
príncipes y nosotros mismos dimos, sostenidas por el vigor de los edictos o por la consa-
gración general. [...] De estos tres códigos y de los coherentes tratados y respuestas de los
prudentes por medio de títulos individuales, será realizado por el trabajo de estos mismos
que ordenarán el tercero, nuestro otro (código, el cuarto) [...]. [Fragmento de CTh. 1, 1,
5 (429 Mart. 26)].

a) ¿A qué texto pertenece el fragmento propuesto? Argumentad brevemente por qué creéis
que el primer proyecto del emperador Teodosio II no se realizó.

b) Explicad qué son y qué contienen los códigos Gregoriano y Hermogeniano.

5. Comentad el texto de la Ley de citas del año 426 (CTh, 1, 4, 3) e indicad quién lo redactó,
cuándo, por qué y dónde se encuentra recopilado. Explicad también su significado y qué
intentaba regular.

Código Teodosiano, 1,4,3 [=Brev. 1,4,1] 426 Nov. 7

"Confirmamos todos los escritos de Papiniano, Paulo, Gayo, Ulpiano y Modestino, de


tal manera que la autoridad que acompaña a Paulo, Ulpiano y a los restantes acompañe
a Gayo y se reciten las lecciones de toda su obra. Establecemos que sea aprobada tam-
bién la ciencia de aquellos cuyos tratados y opiniones mezclaron todos los mencionados
en sus obras, así la de Scevola, Sabino, Juliano y Marcelo y la de todos aquellos que die-
ron a conocer, si sus libros se confirman, sin embargo, a causa de la incertidumbre de
la antigüedad por la colación de los códices. Donde sin embargo se profieran diversas
opiniones, vencerá el número mayor de los autores y, si el número es igual, preceda la
autoridad de la parte en la cual aparezca Papiniano, varón de excelente ingenio, quien
así como vence a cada uno de ellos, así cede ante dos. Mandamos también que, como ha
sido establecido desde hace tiempo, sean anuladas las notas de Paulo y Ulpiano hechas
en la obra de Papiniano. Donde sin embargo se reciten opiniones pares de éstos de los
cuales se establece par autoridad, la templanza del juzgador elegirá a los que deba seguir.
También mandamos que valgan siempre las Opiniones de Paulo."
© FUOC • PID_00163032 52 El derecho romano en la Península Ibérica...

Interpretación

Esta ley muestra las opiniones de cuales creadores del derecho valgan, esto es de Papinia-
no, Paulo, Gayo, Ulpiano, Modestino, Escévola, Sabino, Juliano y Marcelo; de los cuales,
si fueran ofrecidas diversas opiniones, venza aquella en la que coincidiera el mayor nú-
mero. Y si quizá sea igual el número en una y otra parte, preceda la autoridad de la parte
en la que Papiniano coincida con igual número; porque de la misma manera que Papi-
niano los vence de uno en uno, así cede ante dos. Escévola, Sabino, Juliano y Marcelo
no se encuentran en sus obras, pero se encuentran insertos en la obra de los citados. Por
lo tanto esta ley prescinde de Gregoriano y Hermogeniano, porque son confirmados en
sus autoridades por una ley anterior en el título "de las constituciones de los príncipes y
de los edictos". De todos estos consultores de derecho, elegimos, sin embargo, las cosas
que parecían necesarias para las causas de los tiempos presentes de Gregoriano, Hermo-
geniano, Gayo, Papiniano y Paulo.

6. ¿Qué diferencias hubo entre los proyectos de los años 429 y 435 de hacer un Código
Teodosiano?

7. Enumerad la legislación visigoda desde el Código de Eurico hasta la versión de Ervigio del
Liber, anotad la fecha aproximada y describid su contenido y su carácter.

Ejercicios de autoevaluación
De�selección

1. En el año 73/74, Vespasiano concedió...


a) el ius latii a todos los habitantes de la Península Ibérica.
b) el ius latii a todo el Imperio.
c) la ciudadanía a todos los habitantes de la Península Ibérica.
d) la ciudadanía a todo el Imperio.

2. A partir de Adriano...
a) se concede el ius publice respondendi al Senado.
b) no se concede el ius publice respondendi.
c) se elimina a los juristas de la administración.
d) el Senado recupera la dirección política del Imperio.

3. Los rescriptos en el Principado...


a) tienen carácter general y abstracto.
b) son respuestas del príncipe concretas y puntuales.
c) son respuestas del príncipe a preguntas de su administración.
d) son órdenes del príncipe a su administración.

4. El llamado Tribunal de los Muertos de la Ley de citas...


a) reconoce totalmente y sin límite las opiniones de Papiano, Gayo, Paulo, Modestino, Ul-
piano, Sabino, Scevola, Juliano y Marcelo.
b) valida única y exclusivamente las opiniones de Papiano, Gayo, Paulo, Modestino, Ulpiano.
c) reduce el número de opiniones de juristas invocables oficialmente.
d) lo componen todos los juristas muertos antes del año 426.

5. Las leges del Dominado...


a) son las normas creadas por el pretor.
b) son las leyes aprobadas por el Senado.
c) son los escritos de los juristas.
d) son la voluntad del emperador.

6.� En la Lex Romana Visigothorum...


a) Ulpiano desaparece de la tradición jurídica occidental.
b) se reúnen todas las leyes y los iura romanos.
c) Es una recopilación no oficial de leges e iura.
d) Es un precedente de la obra de Teodosio II.

7.�El Liber Iudicorum...


a) es heredero de la tradición jurídica romano-justinianea.
b) es heredero de la tradición jurídica romano-teodoriciana.
c) es heredero de la tradición romano-teodosiana.
d) es heredero de la tradición jurídica canónica hispana.

8. Las vulgata del Liber son...


a) la versión de Ervigio.
© FUOC • PID_00163032 53 El derecho romano en la Península Ibérica...

b) la revisión que hace Égica.


c) las versiones anónimas del Liber.
d) los borradores de las versiones oficiales.

Cuestiones�breves

1. ¿Qué es un edicto en la época del Principado de Roma?

2. Diferencia entre iura y leges.

3. ¿Cuáles eran los elementos integrantes del ordenamiento jurídico del Dominado?

4. ¿Qué es y qué recopila el código Teodosiano?

5. ¿Qué iura se podían invocar al final de Dominado?

6. ¿Cuál era el contenido preciso del Breviario de Alarico?

7. ¿Cuál es la teoría política de Isidoro de Sevilla que entró en el Liber?

8. ¿Cómo se articula la creación del derecho según el Liber?

Desarrollo�de�un�tema

¿Qué quiere decir que los visigodos desarrollaron de forma autónoma la herencia jurídica
romana? Explicadlo a partir de la legislación visigoda que conocemos.
© FUOC • PID_00163032 54 El derecho romano en la Península Ibérica...

Solucionario
De�selección

1.�a) Vespasiano concedió ius latii sólo a los habitantes de la Península Ibérica.

2.�b) El príncipe dejó de conceder el ius publice respondendi a los juristas, quienes pasaron a
formar parte de su administración.

3.�b) Rescriptos son respuestas concretas y puntuales a preguntas formuladas por particulares.

4.�c) Redujo el número de las opiniones que se podían citar: no pone en un mismo nivel a
los nueve juristas mencionados ni se refiere sólo a los cinco primeros.

5.�d) Las leges en el Dominado son la voluntad del emperador, única fuente de derecho.

6.�a) Ni Ulpiano ni Modestino fueron recopilados en el Breviario, y así su obra caía en el


olvido de la tradición occidental.

7.�c) El Liber es hijo de la tradición occidental, ya que bebe de la tradición del Código Teo-
dosiano y de los otros libros hechos en la época del Dominado.

8.� c) Las vulgata del Liber son versiones anónimas y sin valor oficial hechas a partir de la
versión de Ervigio.

Cuestiones�breves

1. Un edicto es un tipo de constitución imperial; concretamente es una norma general y


abstracta dictada por el príncipe y que se dirige a todos sus súbditos.

2. Los iura son los escritos con las opiniones de los juristas sobre el derecho antiguo, mientras
que las leges son las leyes que dicta el emperador y que expresan su voluntad. Mientras que
los iura se identifican con el derecho antiguo, las leges son el derecho nuevo.

3. Leges e iura eran los elementos que formaban el ordenamiento jurídico romano en el Do-
minado. Se tiene que recordar que en este periodo la única fuente de creación de derecho era
el emperador. Su voluntad se identificaba con la ley. Las leges del emperador constituían el
llamado ius novum. Frente a este derecho nuevo estaba el ius vetus o derecho antiguo, iden-
tificado en las iura, es decir, los escritos de los juristas que recogían las reglas del derecho
antiguo extraídas de sus antiguas fuentes.

4. El CTh es una compilación que ordenó hacer Teodosio II y que aceptó para su parte del
Imperio Valentiniano III. Después del fracaso del proyecto original del año 429, demasiado
complejo, en el año 435 Teodosio II ordenó a una comisión que recopilase las constituciones
generales desde Constantino en adelante, autorizándola a realizar enmiendas y modificacio-
nes de las leyes que recogían. El Código Teodosiano reconoció carácter oficial a los códigos
Gregoriano y Hermogeniano y reunió todas las leyes vigentes en tres colecciones: la de Gre-
goriano, la de Hermogeniano y la de Teodosio. Todas las que no se recopilaron fueron dero-
gadas. También fijó los iura vigentes con la incorporación de la Ley de citas.

5. El hecho de que en el Dominado hubiese juristas invocables suponía un problema por la


certeza y la publicidad del derecho. Por eso, el emperador Valentiniano III dictó una consti-
tución, conocida como Ley de citas, que fijaba cuáles eran los juristas invocables (formaban
el llamado Tribunal de Muertos). Esta ley supuso que los iura invocables fuesen tan pocos que
la herencia jurídica clásica se vio reducida de forma notable. Sólo eran directamente invo-
cables las opiniones atribuidas a Ulpiano, Papiano, Paulo, Modestino, Gayo; y se invocaba
a Scevola, Sabino, Marcelo, Juliano y el resto de los juristas si sus opiniones las citaban los
cinco anteriores y si estas opiniones constaban en textos originales.

6. Por lo que se refiere a leges, el Breviario reúne el Código Gregoriano, el Código Hermoge-
niano y una amplia selección del Código Teodosiano. Y por lo que se refiere a iura, reúne
una selección de iura de los juristas invocables según la Ley de citaciones del año 426. Con-
cretamente, recoge de Gayo –un epítome de sus instituciones–, de Paulo –las Pauli Sententia–
y de Papiniano –un fragmento de las responsae–. Por tanto, caen en el olvido las obras de
Ulpiano y de Modestino. Además, todas las leyes y los iura, salvo el del epítome de Gayo,
van acompañados por una interpretatio que, como su nombre dice, es un tipo de explicación
e interpretación de los textos romanos seleccionados.

7. El pensamiento político de Isidoro de Sevilla se enmarca dentro de la línea de pensamiento


que había iniciado Agustín de Hipona (354-430). Isidoro de Sevilla no negaba la existencia de
un poder temporal ni negaba que los reyes dispusiesen de un poder político. Lo que sí negaba
es que la organización política tuviese finalidad autónoma y se justificase por sí misma. El
© FUOC • PID_00163032 55 El derecho romano en la Península Ibérica...

poder de los reyes, decía Isidoro de Sevilla, es un poder que está al servicio de Dios y que es,
por tanto, un instrumento para apartar a los pueblos del mal y conducirlos al bien. En defi-
nitiva, era un poder con un carácter ministerial, de servicio. De esta forma, según afirmaba
Isidoro de Sevilla, los reyes son reyes cuando rigen rectamente, mientras que cuando no rigen
rectamente pierden, ellos mismos, la condición de reyes y se autoprivan del oficio regio.

8. El Liber Iudiciorum, a partir de la herencia jurídica romana y a partir también de la nue-


va legitimación del poder que encuentran en la Iglesia, afirma el monopolio legislativo del
monarca visigodo. Se afirma que sólo el rey visigodo puede crear derecho, que sólo él puede
interpretarlo, sólo él puede rellenar lagunas legales y sólo él puede añadir nuevas leyes. De
esta forma se cierra un círculo que tiene en el monarca visigodo la única fuente de creación
del derecho.

Desarrollo�del�tema

¿Qué quiere decir que los visigodos desarrollaron de forma autónoma la herencia jurídica
romana? Explicadlo a partir de la legislación visigoda que conocemos.

Cuando el pueblo visigodo se instala en la región de Aquitania II, en virtud del foedus fir-
mado en el año 418 entre el rey visigodo y el emperador romano, no es el primer contacto
que tienen con el Imperio. Desde hacía muchos años, los visigodos habían estado dentro del
Imperio, aunque en la parte oriental. Al instalarse en Aquitania II, en la parte occidental del
Imperio Romano, los visigodos eran uno de los pueblos germánicos más romanizados. Mien-
tras existía el Imperio Occidental, los visigodos se convirtieron en los administradores de la
región que ocupaban, y la actividad del monarca visigodo, que gobernaba sobre galorroma-
nos y sobre visigodos, era compatible y complementario con la legislación romana vigente.
Ni desde el momento de la instalación en Aquitania, ni en la fundación del reino de Tolosa,
ni después con el reino de Toledo, los visigodos no impusieron un derecho germánico en la
población que ellos administraban.

Cuando el Imperio Romano de Occidente desapareció como entidad política, en el año 476,
los visigodos vivían de acuerdo con las leyes vigentes del Bajo Imperio. Sin embargo, al lado
del derecho oficial del Dominado –las leges y los iura vigentes–, los reyes visigodos actuaron
en el terreno del derecho de la práctica, encontrando soluciones a conflictos y disponiendo lo
necesario para los nuevos problemas de aquella sociedad. De este modo, al lado del derecho
oficial, que se cerraría y cristalizaría en el Breviario de Alarico en el año 506, se desarrollaba un
derecho de la práctica, del cual se encuentra un ejemplo en el Código de Eurico y, más tarde,
en el Codex Revisus de Leovigildo. Sin embargo, este nuevo derecho de la práctica desarrollado
por los reyes visigodos no era algo desvinculado del resto del ordenamiento jurídico –las
leges y los iura del Breviario de Alarico–, sino que tenía que beber de él y necesariamente
fundamentarse en el mismo.

Estas nuevas disposiciones adoptadas por los reyes visigodos ya no serán derecho romano
–porque ya no existe Imperio Romano en occidente–, sino que también podemos calificarlas
de derecho visigodo. Esta actitud legislativa alcanzó su punto culminante con la promulga-
ción del Liber Iudiciorum por parte de Recesvinto, en el año 654. El Liber afirmaba que desde
aquel momento tenían que dejar de aplicarse las leyes romanas –contenidas, junto con los
iura, en el Breviario de Alarico y vigentes a pesar de formar parte de la compilación empren-
dida por aquel monarca visigodo– y que sólo se aplicaría el Liber. El Liber, ciertamente, no era
derecho romano, pero no había ninguna duda de que formaba parte de la tradición romana.
El Liber contenía leyes dictadas por diferentes reyes visigodos, pero toda esta legislación bebía
del derecho romano, que era su entorno jurídico inevitable.

El derecho romano del Dominado, reducido, como se ha dicho, en el Breviario era la herencia
jurídica que el mundo romano dejaba al visigodo; por su parte, los reyes visigodos, cuando
legislaban, desarrollaron esta herencia recibida, pero al haber desaparecido el Imperio Roma-
no de Occidente, lo hicieron de forma autónoma, o sea, siguiendo sus propios criterios y sin
ningún tipo de subordinación política a otro poder. El desarrollo autónomo de la herencia
jurídica romana en la Península Ibérica empezaría con el reino visigodo y continuaría ade-
lante en una condiciones políticas e históricas muy diferentes.
© FUOC • PID_00163032 56 El derecho romano en la Península Ibérica...

Glosario
adscripción (en el oficio)  f  Compulsión para que el hijo continúe ejerciendo el mismo
oficio que el padre, en virtud de una disposición normativa para hacer frente a un problema
concreto. En el Dominado, por ejemplo, fue obligatoria la adscripción de los decuriones,
responsables del cobro de los impuestos.

arrianismo  m  Doctrina del Cristianismo impulsada por Arrio (256-336) según la cual la
persona de Jesucristo no es de la misma sustancia que el Padre. El arrianismo, declarado
herético en el concilio de Nicea del año 325, exageraba la unicidad y la transcendencia de
Dios en perjuicio de la Santísima Trinidad.

bagauda  m y f  Campesino hambriento alzado en revuelta contra los grandes propietarios


y el poder de Roma.

concilio  m  Asamblea o congreso, especialmente de obispos, para deliberar y decidir sobre


cuestiones de doctrina o de disciplina eclesiástica

consilium principis  loc  Órgano consultivo del emperador en la Roma del Principado don-
de se preparaban las leyes y se trataban los asuntos del gobierno. La reorganización del con-
silium principis por parte de Adriano a inicios del siglo II, que culminaba la consolidación de
la nueva administración del príncipe, implicó la desaparición definitiva de las antiguas ins-
tituciones republicanas. Puesto que los juristas ya no podían dar responsa y su función dejó
de ser creadora, su intervención se ciñó al entorno más inmediato del príncipe, de modo que
pasaron a forman parte del mencionado consilium principis.

consistorium principis  loc  Órgano de asesoramiento del príncipe en la Roma del Domi-
nado con el que colaboraba en la formación de las leyes que exclusivamente aprobaba el
emperador. Sustituyó el consilium principis. Estaba integrado por altos oficiales, funcionarios
y personas de la confianza del emperador.

constitución  f  Término que, en sentido genérico, en el Principado se utiliza para desig-


nar la voluntad del príncipe, quien ejerce un poder heredado del pueblo romano. Podemos
identificar diferentes tipos de constituciones: edicta, decreta, mandata y rescripta.

consuetudinario  adj  Basado en la tradición, en las costumbres (por oposición al derecho


legislado).

decreto  m  En la Roma del Principado constitución con carácter más concreto y particular
constituida por la sentencia del príncipe que actuaba como juez.

dediticii  m  Término con el que se designan los excluídos de la concesión de ciudadanía


romana por Caracala. Se cree que hacía referencia a libertos que habían sufrido penas infa-
mantes o a aquellos que se habían levantado en armas contra Roma. Respecto a la concesión,
suponen una exclusión residual que debió de afectar a pocas personas.

deposición  m  Privación del cargo

derechos peregrinos  m p  Derechos de los otros pueblos en Roma.

edicto  m  En la Roma del Principado, constitución con carácter general y abstracto que se
dirigía a todos los súbditos o a una parte importante de los habitantes del Imperio.

edicto perpetuo (edictum perpetuum)  m  Adriano, hacia el año 130, encomendó al


jurista Salvio Juliano la redacción del Edicto perpetuo (Edictum perpetum), es decir, que reco-
pilara las reglas y los procedimientos de los tiempos anteriores y les diese forma definitiva.
Con esta actuación quedaba cristalizado el papel que los magistrados con jurisdicción habían
tenido hasta entonces en la creación del derecho.

epítome  m  Antología de textos que reelaboraba los textos reproducidos.

excerptum  m  Antología de textos de uno o más autores reproducidos fielmente.

foedus  m  Se suele referir al que se firmó en el año 418 entre Valia y Honorio, en cuya virtud
los visigodos se establecían en la provincia romana conocida como Aquitania II.
sin.:pacto

interpretatio  f  Explicación que aparecía en el Breviario de Alarico, hecha probablemente


por los autores de éste, que acompañaba casi todas les leyes y los iura, salvo el epítome de
Gayo, que ya se consideraba por sí mismo una interpretatio.
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iura  m  Nombre con el que en el Dominado se designan los escritos de los juristas, de los
prudentes y el derecho que contenían (se correspondían con el ius vetus del Principado).

ius civile  loc  Derecho propio y exclusivo de los ciudadanos romanos. Abarcaba el ius con-
nubii, el ius commercium, el ius honorum (derecho a ocupar cargos públicos) y el ius sufragii
(derecho de voto).

ius commercium  loc  Derecho de regirse por el derecho romano en las transacciones pa-
trimoniales de acuerdo con el ius civile romano.

ius connubi  loc  Derecho a celebrar matrimonio legítimo según el ius civile romano.

ius gentium  loc  Nuevo derecho establecido en Roma por el pretor peregrino en el ejercicio
de su función jurisdiccional con criterios equitativos, que se consideraba común a todos los
hombres, pero que era romano. Se aplicaba a los peregrinos o extranjeros entre ellos y a los
peregrinos en sus relaciones con los ciudadanos romanos. El ius gentium, igual que el ius
honorarium establecido por el pretor urbano, completaba y desarrollaba el ius civile y acabó
aplicándose también entre ciudadanos romanos e incorporado dentro del mismo ius civile.

ius honorarium  loc  Nuevo derecho, más dinámico e innovador que el antiguo ius civile
por las respuestas que ofrecía, fruto de la actividad jurisdiccional del pretor urbano. El ius
honorarium completaba y desarrollaba el ius civile, no lo podía derogar ni sustituir, pero sí
podía paralizar sus efectos.

ius latii  f pl  Derecho latino concedido por Roma que permitía a los beneficiarios gozar del
ius commercium –la capacidad para realizar transacciones patrimoniales de acuerdo con el ius
civile–. A raíz de la concesión de Vespasiano a la Península, se dieron varias leyes municipa-
les con la finalidad de adecuar los municipios hispánicos al régimen municipal latino. Esta
concesión suponía que todo el mundo que hubiese ocupado una magistratura municipal,
así como sus ascendientes y descendientes, al acabar su mandato adquirirían las ciudadanía
romana; ésta era la concesión del ius latti minus (derecho latino "menor"). Adriano, en el
primer tercio del siglo II, también extendió este privilegio a todos los miembros de las curias
municipales; ésta era la concesión del ius latii maius (derecho latino "mayor").

ius legitimum  loc  Derecho fijado en el periodo previo a la época republicana en la Ley de
las Doce Tablas y leyes posteriores y desarrollado por la interpretación de los pontífices. En
la época de la República, también aquel derecho formado por las asambleas populares.

leges  f pl  Nombre con el que en el Dominado se designan las leyes del emperador, las
constituciones imperiales (se corresponderían con el ius novum del Principado).

mandato  m  Constitución en la Roma del Principado con carácter general y abstracto que
contenía instrucciones que el príncipe dirigía a sus funcionarios.

mores maiorum  loc  Conductas que la sociedad considera admisibles y que se identifican
con las costumbres de los antepasados en la Roma antigua. En aquellos momentos, el ius
civile, en sentido estricto, consistía en la interpretación que los prudentes hacían de los mores
maiorum.

oratio principis  loc  Propuesta que el príncipe envía al Senado donde se discute y se emite
la opinión en un senadoconsulto. A partir de Adriano, prácticamente todas las disposiciones
del Senado son orationes principis, las cuales no son discutidas por esta cámara, sino más bien
recibidas y aprobadas sin introducir modificaciones.

pacto  m  Se suele referir al que se firmó en el año 418 entre Valia y Honorio, en cuya virtud
los visigodos se establecían en la provincia romana conocida como Aquitania II.
sin.foedus

plebiscito  m  Acuerdo en una asamblea de plebeyos. Una ley del año 286 aC los equiparaba
a las leges, en cuya formulación no participaban los plebeyos. Estos nuevos plebiscitos se
aplicarían tanto a plebeyos como a patricios; desde el final de la República serían la fuente
que alimentaría el ius legitimum. En el Principado, la dificultad para convocar las asambleas
populares hizo entrar en crisis las leyes y los plebiscitos.

pontífices  m pl  Miembros más destacados de las principales familias patricias, encargadas
de cuestiones religiosas y jurídicas en la Roma antigua. Eran las únicas personas capaces de
identificar un ius exclusivo de los patricios.

pretor peregrino  m  Magistrado romano que administra la justicia civil entre ciudadanos
romanos y peregrinos.
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pretor urbano  m  Magistrado romano que administra la justicia civil entre ciudadanos
romanos.

prudentes  m  pl En Roma, juristas.

pueblos prerromanos  m pl  Denominación global que se utiliza para designar los diferen-
tes pueblos que había en la Península antes de la llegada de los romanos, también llamados
pueblos primitivos.

recopilaciones  m pl  Colección de textos jurídicos de diferente procedencia. En el Domi-


nado se elaboraron colecciones de leges, de iura y mixtas (que contenían leges e iura).

rescripto  m  Constitución con carácter más concreto y particular, constituida por las res-
puestas del príncipe a cuestiones que le planteaban tanto los particulares –entonces eran
subscriptores porque el príncipe respondía al pie del escrito del particular– como también los
miembros de su administración. En este caso se trataba de epistulae, ya que eran cartas de
respuesta.

romanización  f  Término con el que se designa el proceso de expansión de Roma por


los territorios conquistados. Supone la incorporación de los diferentes pueblos al mundo
romano en el que se vieron afectados en todos los ámbitos (lingüístico, cultural, jurídico,
económico, social, etc.). Por tanto, significa el proceso que lleva a convertirse en romanos
y a comportarse como tales.

Senado  m  Asamblea de los hombres más representativos por riqueza y autoridad en la


Roma republicana, eje de la vida política, con atribuciones políticas de alto nivel (asuntos
internacionales, guerra, ejército, etc.). Sus deliberaciones toman la forma de senatusconsulta.
Los primeros príncipes apenas intervinieron en el Senado, aparte de reservarse su control.
Sólo posteriormente empezaron a enviar sus propias propuestas u oratio principis.

senatus consulta  f pl  En la Roma republicana los senatusconsulta eran las decisiones del
senado, fruto de su deliberación; a partir de Augusto parece que sus disposiciones intervinie-
ron en el ius civile y puesto que el Senado se consideraba la reunión del pueblo romano, sus
decisiones adquirieron valor de ley. Los senatusconsulta eran una iniciativa del Senado y sólo
contaban con la propia auctoritas (pero no la del príncipe). A partir de Adriano prácticamente
todas las disposiciones del Senado son orationes principis, las cuales no son discutidas por esta
cámara, sino más bien recibidas y aprobadas sin introducir modificaciones.

sínodo  m  Reunión de eclesiásticos para tratar asuntos propios.

sistema jurídico personalista  m  Sistema que aplica su derecho a sus naturales y que
reconoce a las personas ajenas el derecho a regirse por el derecho propio de donde sean.

sistema jurídico territorialista  m  Sistema jurídico que, independientemente del dere-


cho propio de las personas, aplica su derecho a las personas que se encuentran en su territorio.

vulgata  f  Nombre que se da a la copia no oficial de una obra.


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La creación
del derecho
en los reinos
peninsulares...
... en la edad media. La alta edad media
y el renacimiento de los estudios
jurídicos en Bolonia. Los derechos
propios y el derecho común en los
diferentes reinos hispánicos

Max Turull Rubinat


Oriol Oleart Piquet
Mònica González Fernández
PID_00163033
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Índice

Introducción............................................................................................... 7

Objetivos....................................................................................................... 8

1. La creación del derecho en la alta edad media.......................... 11


1.1. La res publica christiana................................................................. 13
1.1.1. La formación de la res publica christiana......................... 13
1.1.2. La situación en los reinos peninsulares ......................... 16
1.1.3. El enfrentamiento entre Papa y Emperador .................. 17
1.2. El concepto altomedieval del derecho ........................................ 19
1.2.1. El concepto de derecho ................................................. 19
1.2.2. Las características del derecho altomedieval ................. 20
1.3. El ordenamiento jurídico altomedieval en la Península
Ibérica .......................................................................................... 23
1.3.1. Algunas precisiones conceptuales ................................. 23
1.3.2. El derecho común hispánico. La pervivencia del
Liber en la alta edad media ........................................... 25
1.3.3. Los derechos particulares e incompletos: derecho
municipal y derecho señorial ........................................ 28
1.3.4. La actividad regia en la alta edad media ....................... 33
1.3.5. Las relaciones entre el derecho general y los
derechos particulares ..................................................... 34

2. El renacimiento jurídico boloñés.................................................. 36


2.1. Planteamiento y características culturales .................................. 36
2.2. Antecedentes y posibles causas ................................................... 37
2.3. La Escuela de Bolonia ................................................................. 39
2.3.1. El derecho romano ........................................................ 39
2.3.2. El derecho feudal ........................................................... 40
2.3.3. El derecho canónico ...................................................... 41
2.4. La enseñanza en Bolonia ............................................................ 44
2.4.1. Los glosadores ................................................................ 45
2.4.2. Los comentaristas .......................................................... 47

3. La recepción del derecho común................................................... 49


3.1. Planteamiento y concepto .......................................................... 49
3.2. Causas de la recepción y reacciones que provocó ...................... 51

4. Castilla................................................................................................... 53
4.1. La progresiva afirmación de la potestad de crear derecho de
los monarcas castellanos ............................................................. 54
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4.2. La política legislativa de Alfonso X ............................................ 57


4.2.1. Fuero Real......................................................................... 58
4.2.2. Espéculo............................................................................ 59
4.2.3. Las Siete Partidas.............................................................. 60
4.2.4. El problema de la jurisdicción en la obra de Alfonso
X ..................................................................................... 62
4.2.5. La ley en la obra de Alfonso X ...................................... 63
4.3. La oposición a la política alfonsina: las Cortes de Zamora de
1274 ............................................................................................. 64
4.4. Derecho del rey y derecho del reino .......................................... 67
4.5. El Ordenamiento de Alcalá de 1348 ........................................... 68
4.6. El derecho común y el ordenamiento jurídico castellano .......... 70
4.7. La fijación del orden de prelación de fuentes ............................ 74

5. Cataluña................................................................................................ 78
5.1. La tradición jurídica catalana altomedieval ................................ 79
5.2. La aparición de un derecho del conde ....................................... 80
5.3. Derecho propio y derecho común .............................................. 82
5.4. Derecho regio: derecho del conde y derecho del Principado ...... 88
5.5. El derecho propio del Principado: derecho regio y derechos
especiales ..................................................................................... 95
5.6. La fijación del orden de prelación de fuentes ............................ 98

6. Mallorca y Valencia........................................................................... 101


6.1. Los reinos de conquista: Mallorca y Valencia ............................. 101
6.2. El ordenamiento jurídico de Mallorca ........................................ 103
6.3. El ordenamiento jurídico de Valencia ........................................ 105
6.3.1. La formación del reino de Valencia .............................. 105
6.3.2. Los Consuetudines Valentiæ: hacia la formación de un
derecho general y completo .......................................... 107
6.3.3. Derecho regio: derecho de rey y derecho del reino ....... 108
6.3.4. Derecho propio y derecho común ................................ 111
6.3.5. La fijación del orden de prelación de fuentes ............... 114

7. Aragón y Navarra.............................................................................. 116


7.1. El derecho aragonés .................................................................... 116
7.1.1. El centro jurídico de Jaca .............................................. 116
7.1.2. La herencia jurídica altomedieval aragonesa ................. 118
7.1.3. La formación de un derecho general para Aragón:
Fueros de Aragón.............................................................. 119
7.1.4. El derecho del rey y el derecho del reino ...................... 121
7.1.5. El derecho general y los derechos especiales ................. 122
7.1.6. La recepción del derecho común en Aragón ................. 123
7.1.7. La fijación del orden de prelación de fuentes ............... 125
7.2. El derecho navarro ...................................................................... 127
7.2.1. La constitución política del reino de Navarra ............... 127
7.2.2. La formación de un derecho general de Navarra .......... 129
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7.2.3. La recepción del derecho común en Navarra ................ 132


7.2.4. La fijación del orden de prelación de fuentes ............... 133

Resumen....................................................................................................... 136

Actividades.................................................................................................. 139

Ejercicios de autoevaluación.................................................................. 139

Solucionario................................................................................................ 142

Glosario........................................................................................................ 146

Bibliografía................................................................................................. 149
© FUOC • PID_00163033 7 La creación del derecho en los reinos peninsulares...

Introducción

El segundo módulo, dedicado a la época medieval, es, de los cuatro que com-
ponen estos materiales, el que centrará mayoritariamente nuestra atención, al
menos por la extensión de su tratamiento.

Sin embargo, este dilatado periodo tiene dos épocas muy diferentes, tanto
por los hechos históricos en general como histórico-jurídicos en particular. En
cualquier caso, el enfoque que encontraréis ya ha sido apuntado en el módulo
anterior. Se trata de conocer y de comprender cómo evolucionó la herencia
jurídica en la Península Ibérica en aquellas particulares circunstancias históri-
cas a lo largo de los siglos medievales.

En la primera parte de este módulo abordaremos la alta edad media, o sea, el


periodo que va desde el final del reino visigodo hasta aproximadamente el año
1200, final que coincide con la recepción del derecho romano-justinianeo y
canónico. Es un periodo caracterizado por el debilitamiento del poder público
y por una atomización de los centros de poder; es la expresión "política" de la
expansión del feudalismo como formación social. Durante este periodo, la he-
rencia romana, filtrada por el desarrollo autónomo al que fue sometida por el
reino visigodo y que cristalizó en el Liber, quedó diluida en medio de la nueva
realidad feudal que se abría paso. Con el renacimiento social y económico de
Occidente durante el siglo XI se abrirá un nuevo periodo también en el ámbi-
to jurídico, caracterizado, como veréis, por el redescubrimiento del derecho
romano –pero de tradición justinianea, no teodosiana– y por el renacimiento
del poder legislativo en manos de reyes y emperadores.

En la Península Ibérica, y a medida que avanzaba la Reconquista hacia las tie-


rras ocupadas por los musulmanes, los nuevos reinos cristianos independien-
tes que se iban formando vivían de acuerdo con el Liber y con los nuevos dere-
chos particulares que surgían en los distintos centros de convivencia posibles
en aquellos momentos. A partir del siglo XII y, sobre todo en el XIII, entró en
escena el ius commune, formulado por los juristas de la escuela de Bolonia, y
empezó un tira y afloja entre los reyes que reivindicaban la potestad legislati-
va, y el reino –bien a partir de la reunión de estamentos en las cortes, o bien las
ciudades y los señoríos de forma unilateral–, que se oponía al fortalecimiento
regio y pretendía mantener la situación heredada del periodo anterior.

Consolidada la recepción del ius commune en los siglos bajomedievales en to-


dos los reinos hispánicos, la soberanía regia se impondría de forma desigual
en los diferentes reinos a lo largo de la época moderna, pero eso será objeto
de estudio en el tercer módulo.
© FUOC • PID_00163033 8 La creación del derecho en los reinos peninsulares...

Objetivos

Los objetivos básicos que tiene que alcanzar el estudiante con el material de
este módulo son los siguientes:

1. Ver el nuevo contexto histórico que se inicia en la Península Ibérica con


la invasión musulmana.

2. Formarse una idea clara de la situación política que se vive en Europa du-
rante el periodo medieval, especialmente desde el momento en que Car-
lomagno restauró el Imperio Romano de Occidente. Conocer los protago-
nistas políticos del nuevo escenario en Occidente y comprender la lucha
entre Papa y Emperador por el liderazgo occidental.

3. Hacerse una idea clara de la situación social y económica que se vive en


Europa durante el mismo periodo, en especial por lo que se refiere a la
desaparición del mundo antiguo y al fin del esclavismo y la progresiva
expansión del feudalismo, con todos los cambios que ello comportará.

4. Entender el cambio que supone la nueva concepción del derecho que se


abrirá paso en la alta edad media con respecto a la idea de derecho del
mundo romano, y ver a qué responde la nueva concepción.

5. Identificar las causas que hicieron posible el renacimiento jurídico bolo-


ñés y vincularlas a las causas del renacimiento social, económico y cultu-
ral que vive Europa a partir del año 1000.

6. Identificar las diferencias entre el derecho romano tal como se estudió en


Bolonia y tal como había sido compilado por Justiniano en Bizancio en
el siglo VI.

7. Saber apreciar las diferencias –respecto de la tradición textual– entre la


tradición romano-teodosiana y la tradición romano-justinianea.

8. Comprender el concepto de ius commune y los elementos que lo integran.

9. Entender el alcance del fenómeno histórico de la recepción del derecho


común. Ver la transcendencia que tuvo tanto en la formación de los or-
denamientos jurídicos de los diferentes reinos, como para la concepción
del poder y de los intereses de los sectores en oposición.

10. Tener clara la situación sociopolítica peninsular para comprender la for-


mación de los diferentes derechos propios en cada reino.
© FUOC • PID_00163033 9 La creación del derecho en los reinos peninsulares...

11. Identificar las similitudes y las diferencias entre ordenamientos jurídicos


de los reinos peninsulares.

12. Tener una idea clara de cuáles son los conceptos que integran los ordena-
mientos jurídicos de cada reino, sus fuentes de creación y las relaciones
que se establecen entre estos elementos de diferente procedencia que for-
man los respectivos ordenamientos jurídicos.

13. Comprender los órdenes de prelación de fuentes de los diferentes territo-


rios.
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1. La creación del derecho en la alta edad media

La invasión musulmana de la Península Ibérica entre los años 711 y 716 com-
portó la desaparición de la organización� política� visigoda. Con el asenta-
miento musulmán desapareció tanto el reino visigodo como la monarquía vi-
sigoda, pero no pasó igual con el ordenamiento jurídico legado por los visigo-
dos. Los musulmanes, que identifican religión y derecho en un mismo texto,
el Corán, permitieron que los cristianos –que, como ellos, tenían en la Biblia
un libro sagrado– mantuviesen su propia religión y siguiesen también con su
propio derecho. El derecho de estos cristianos peninsulares era, como hemos
visto en el módulo anterior, el Liber Iudiciorum.

Periodización

Convencionalmente, podemos calificar de alta edad media aquel periodo que se extiende
desde el fin del mundo antiguo, bien sea la caída del Imperio Romano de Occidente en
el año 476, bien sea, en la Península Ibérica, la desaparición de la monarquía visigoda en
el año 711, hasta el año 1200, o sea, el siglo XIII. La baja edad media abarcaría el periodo
que va desde el siglo XIII al XV con la caída de Constantinopla a manos de los turcos en
1453 y el descubrimiento de América en 1492.

En aquellos momentos, la Península estaba ocupada por�beréberes�y�árabes


–que controlaron la mayor parte del antiguo reino visigodo– y por cristianos,
a quienes podemos encontrar en tres situaciones diferentes:

a) aquellos cristianos que vivían bajo dominio musulmán –en Al-Andalus–,


llamados mozárabes;

b) aquellos que vivían en el norte de la Península, en territorios no controlados


por los musulmanes; y,

c) aquellos otros que vivían al este del eje Llobregat-Cardener-sierra de Bou-


mort y que se incorporarían al Imperio carolingio bajo el nombre de Marca
Hispánica.

Todos ellos vivían, independientemente de la situación política en la que se


encontraban, de acuerdo con la tradición jurídica visigoda heredada en el Li-
ber.
© FUOC • PID_00163033 12 La creación del derecho en los reinos peninsulares...

Fuente: Mestre i Campí, J. (1998). Atles de la Reconquesta (pág. 8-9). Barcelona: Edicions 62.

A partir de mediados del siglo IX en adelante se aceleró la emigración de los


mozárabes al norte, hacia territorios cristianos, y poco a poco, en Al-Andalus
acabarían viviendo sólo musulmanes y en el norte sólo cristianos.

El derecho musulmán no se aplicó entre los cristianos en la edad media, y además tam-
poco influyó en los mismos de forma significativa; el actual derecho español encerrado
dentro de las codificaciones no es heredero, en nada, del derecho musulmán. Y puesto
que nuestro objeto de estudio en este curso no es el de los derechos que un día u otro se
aplicaron en territorio peninsular, sino que pretendemos comprender la formación del
actual ordenamiento jurídico, no estudiaremos el derecho musulmán.

Aparte de la situación política creada en la Península Ibérica con la desapa-


rición del reino visigodo y la invasión musulmana, durante esta época que
calificamos de alta edad media se fue abriendo paso, en todo occidente, una
nueva�concepción�del�derecho que, heredera del Bajo Imperio Romano de
Occidente, se iba alejando paulatinamente de la misma. Nos referimos prime-
ro a las nuevas ideas políticas y jurídicas que se fueron abriendo camino por
Europa y después a las características y la evolución del ordenamiento jurídico
peninsular.
© FUOC • PID_00163033 13 La creación del derecho en los reinos peninsulares...

1.1. La res publica christiana

Con la cristianización del Imperio Romano a finales del siglo IV y con la con-
versión al catolicismo de los reinos germánicos, se había iniciado el camino
hacia la confusión de los objetivos propios del poder�político con los de la
Iglesia.

1.1.1. La formación de la res publica christiana

El primer paso de esta doctrina política, que sería conocida como agustinismo
político, lo dio Agustín�de�Hipona. Planteaba que el mundo natural, terrenal,
temporal, tenía que someterse al mundo sobrenatural, ya que éste conformaba
la única realidad y la única verdad. En consecuencia, cualquier poder de los
hombres procedía, en última instancia, de Dios. Sin embargo, mientras el Im-
perio Romano subsistía como organización política, la doctrina de Agustín de
Hipona no tuvo efectos prácticos porque el Imperio mantenía unos objetivos
específicos diferenciables de los de la Iglesia. La situación empezó a cambiar
cuando el Imperio Romano adoptó el cristianismo como religión oficial y, aún
más, cuando posteriormente fueron bautizados los reyes germánicos. Enton-
ces, igual que la Iglesia, su función y su objetivo no era otro que hacer efectiva
en la tierra la justicia divina de la Iglesia.

A finales del siglo V, y desaparecido ya el Imperio Occidental, el Papa�Gelasio


(pontífice en los años 492-496) reiteró la doctrina de Agustín de Hipona, pero
dio el primer paso para reconocer la supremacía�de�la�Iglesia. Gelasio afirma-
ba que en el mundo había dos grandes poderes: el Pontífice, que disponía de
auctoritas, y los reyes, de potestas, pero decía que la carga que soportaba el Papa
era mucho más pesada que la de los reyes o los emperadores porque él tenía
que rendir cuentas a Dios de la actuación de todos los cristianos, incluidos los
reyes. No afirmaba la superioridad de ninguno de los poderes –que también
eran diferentes por sí mismos–, pero ponía de manifiesto que ninguno de los
dos se encontraba en una misma situación ante Dios.

Gelasio, VIII carta al emperador Anastasio (= c. 10 D. 96):

"Dos son ciertamente los poderes, ¡oh emperador augusto!, por los cuales principalmente
se rige aquí y ahora el mundo: la autoridad sagrada de los pontífices y la potestad real.
En las cuales tanto más pesada es la carga de los sacerdotes, cuanto también en el divino
examen han de dar razón a Dios por los mismos reyes. Conoce en efecto, ¡oh hijo cle-
mentísimo!, que aunque presidas al humano género en dignidad, sin embargo te sometes
devoto a los que guían (=obispos) las cosas divinas; y pides las causas de tu salvación a
ellos y, tomando los sacramentos celestes y éstos (como compete) distribuyéndolos, re-
conoces que debes someterte al orden de la religión más que estar al frente".

Isidoro�de�Sevilla, de quien hemos hablado cuando explicábamos el Liber en Ved también


el reino visigodo, avanzó en esta misma línea de pensamiento. Él se refería al
Sobre Isidoro de Sevilla podéis
carácter�ministerial de rey visigodo. Para Isidoro de Sevilla, el poder político consultar el apartado 5.4. en el
–el poder temporal– no existía por sí solo y no tenía naturaleza política. Existía módulo 1.

un poder temporal, eso era evidente, pero sólo existía para cumplir los obje-
tivos divinos. El poder político no se autojustificaba, sino que era un instru-
© FUOC • PID_00163033 14 La creación del derecho en los reinos peninsulares...

mento en manos de la Iglesia que tenía que servir, por medio del terror, para
apartar a los hombres del mal y conducirlos al bien. Sin embargo, si este poder
temporal de los reyes tenía una finalidad puramente instrumental al servicio
de la Iglesia, y si bien los objetivos del poder temporal y los del poder espiri-
tual se habían confundido en uno solo, en cambio la sumisión de uno a otro
aún no era total. En el pensamiento de Isidoro de Sevilla no hay deposición
de los reinos visigodos por parte de la Iglesia, lo que sucedía es que cuando
los reyes no actuaban rectamente perdían, como hemos visto, su condición de
reyes. En cualquier caso, había autoprivación de la función regia, y la Iglesia
se reservaba el papel de constatar en qué momentos y en qué ocasiones el rey
no había actuado de acuerdo con la justicia divina.

Con Carlomagno, coronado emperador del restaurado Imperio Romano de Relación de emperadores
Occidente la noche de Navidad del año 800, se detuvo la tendencia hacia una carolingios

sumisión total del poder�temporal al poder�espiritual, pero en cambio se per- Carlomagno (800-814)
petuó y se consolidó definitivamente la confusión de objetivos. Los objetivos Luis el Piadoso (814-840)
del Papa, que era el titular del poder espiritual, y los del emperador, titular del Lotario I (843-855)
Luis II (855-875)
principal poder temporal, eran los mismos. Carlomagno asumió como obje-
tivos propios del Imperio que él había restaurado los de la Iglesia. La fusión
llegó hasta tal punto que el bautizo se convirtió en el vínculo político que
unía a todos los súbditos del emperador. El bautizo era la puerta de entrada a
una sola y única comunidad política; o sea, lo que era un sacramento y una
señal de identidad cristiana, ahora adquiría una nueva dimensión convirtién-
dose, al mismo tiempo, en señal de pertenencia política. Toda la cristiandad
altomedieval es entendida, cuando han desaparecido las diferencias entre po-
der político y espiritual, como una res publica christiana constituida por todos
aquellos que comparten una misma fe. El bautizo era la forma de entrar en
ella, la confirmación era el testimonio de la permanencia dentro de aquella res
publica christiana y la excomunión, en consecuencia, implicaba la expulsión a
la vez de la Iglesia y de la organización política.
© FUOC • PID_00163033 15 La creación del derecho en los reinos peninsulares...

Fuente: V. Hurtado; J. Mestre; T. Miserachs (1995). Atles d'Història de Catalunya (pág. 59). Barcelona: Edicions 62.

El episodio protagonizado durante el primer tercio del siglo IX por Luis el Pia-
doso, hijo de Carlomagno, y la Iglesia franca, con Jonás� de� Orleans como
defensor de Luis el Piadoso, es muy revelador de hasta qué extremo el pensa-
miento isidoriano había penetrado entre los francos, con lo que se descubría
que el poder temporal había asumido la defensa y los valores de la Iglesia co-
mo propios.

Cuando la Iglesia franca intentó deponer a Luis el Piadoso en el año 833, el eje central
de la argumentación, tanto de la Iglesia como de la defensa del emperador, que la había
asumido Jonás de Orleans, era la recta conducta de Luis el Piadoso. Jonas de Orleans
afirmaba que Luis el Piadoso había actuado rectamente y de acuerdo con los ideales de
justicia cristiana y, por tanto, tenía que seguir al frente del poder temporal; la Iglesia
consideraba que no había actuado rectamente y que tenía que dejar de ser emperador. Sin
embargo, el punto de coincidencia existía y era que la actuación de la justicia cristiana
por parte del emperador era lo que determinaba si tenía que seguir siéndolo o no.

La teoría de esta res publica christiana, formulada en torno al pensamiento del


agustinismo político y que se traduce en el episodio de Luis el Piadoso y la
Iglesia franca, se podría sintetizar como sigue:

1.�Fuera de la Iglesia no existe ninguna organización política. El jefe de la Iglesia es Cristo,


que a la vez es sacerdote y rey.

2. El poder tiene un origen divino.

3.�El rey ocupa un poder ministerial que implica regir al pueblo con equidad y justicia,
pero más como un rey-juez que como un rey-legislador, como aún era en la monarquía
visigoda.

4. Todos los reyes antiguos se consideran tiranos porque no asumieron la defensa de la


Iglesia tal como habría correspondido a su función ministerial.

5. Si los reyes son los defensores de la Iglesia, tienen que asumir las tareas propias de la
Iglesia. No hay otras tareas fuera de éstas.
© FUOC • PID_00163033 16 La creación del derecho en los reinos peninsulares...

Toda esta teoría política que se muestra en la res publica christiana se llevó a la
práctica primero entre los reyes visigodos y después, a partir de la difusión del
pensamiento y obra de Isidoro de Sevilla, también entre los francos, hasta que
llegó a su máxima expresión con Carlomagno.

1.1.2. La situación en los reinos peninsulares

La situación peninsular y la percepción que se tenía del Imperio desde los rei-
nos hispánicos era sensiblemente diferente. Los nuevos monarcas de los nue-
vos reinos que nacían con el avance de la Reconquista se consideraban, todos,
herederos�de�los�reyes�visigodos y, como tales y en consecuencia, exentos
del�Imperio. Ciertamente, con Leovigildo se había producido la ruptura de-
finitiva de los visigodos con el Imperio Romano, por lo que el nuevo Impe-
rio, restaurado por Carlomagno, no les afectaba –salvo a Cataluña, que en un
primer momento formó parte de la Marca Hispánica dentro del Imperio de
Carlomagno–, porque ellos ya habían obtenido la exemptio ab imperio. Por otra
parte, los reyes visigodos, de quienes se sentían herederos los reyes peninsula-
res medievales, que en este terreno actuaban de la misma forma, habían man-
dado siempre sobre la Iglesia visigoda y, además, habían recibido un poder
temporal directamente de Dios, sin la mediación del Papa. Como afirmaría
Alfonso X el Sabio, rey de Castilla, los reyes peninsulares eran vicarios de Dios
cada uno de ellos en su reino. Si bien a partir del pontificado de Gregorio VII
el Papa ejerció un control más estrecho sobre todas las iglesias "nacionales",
incluidas las de los reinos peninsulares, separando más claramente lo tempo-
ral de lo espiritual, ello no afectó a la vinculación directa de estos reinos con
Dios y no con el Papa.

Desde la realidad peninsular, el bautizo era la puerta de entrada a la res publica


christiana, pero con ello no se accedía al Imperio. Todos estos reinos hispánicos
eran comunidades políticas desarrolladas dentro de la Iglesia pero al margen
del Imperio. Todo esto no quiere decir que el pensamiento político expresado
hasta ahora no fuese tenido en cuenta aquí. El carácter ministerial de los re-
yes hispánicos que tenían que instaurar en su reino la justicia cristiana, junto
con su debilitamiento en el contexto de la sociedad feudal y, aún más, en una
situación de debilidad por la ocupación musulmana, condujo a que tampoco
en la Península se pudiese hablar de creación de derecho, sino sólo de descu-
brimiento y restauración del antiguo y buen derecho, y esto tanto desde un
punto de vista teórico como práctico.
© FUOC • PID_00163033 17 La creación del derecho en los reinos peninsulares...

1.1.3. El enfrentamiento entre Papa y Emperador

La construcción ideológica de las res publica christiana amparaba, en el terreno Relación de papas
real y pese a su discurso, posibilidades de enfrentamientos�por�la�supremacía
Gregorio VI (1045-1046)
en última instancia entre los titulares de los diferentes poderes temporales y
Clemente II (1046-1047)
el titular del poder espiritual. El enfrentamiento estalló con virulencia en la León IX (1049-1054)
segunda mitad del siglo XI entre el emperador Enrique IV y el Papa Gregorio Nicolás II (1058-1061)
Gregorio VII (1073-1085)
VII en la llamada lucha de las investiduras.
Víctor III (1086-1087)
Urbano II (1088-1098)
Los hechos históricos, sin entrar ahora en los detalles, empezaron en el año 1075, cuan- Pascual II (1099-1118)
do un concilio romano presidido por Gregorio VII prohibió que los clérigos recibiesen
Gelasio II (1118-1119)
cargos de los laicos, o sea, investiduras. El Papa, en este contexto, amenazó al emperador
con la excomunión. En enero de 1076, en un sínodo reunido en Worms, el emperador Calixto II (1119-1124)
Enrique IV y los obispos germánicos declararon que deponían al Papa. La reacción papal
fue inmediata y el mismo año, en el concilio lateranense, dictó la primera excomunión
del emperador, liberando a los súbditos del juramento de fidelidad. En octubre del mismo
1076, los príncipes germánicos acordaron, en presencia de los legados pontífices, depo- Relación de emperadores
germánicos sajones y
ner a su emperador si no se le suspendía la excomunión en el plazo de un año. A finales
francos sálicos
de enero de 1077, en Canosa, Enrique IV obtuvo de Gregorio VII el levantamiento de
la excomunión, pero el Papa condicionó la recuperación de la dignidad imperial, entre
otras cosas, a que los príncipes germánicos estuviesen de acuerdo. Éstos se opusieron por Enrique I (919-936)
las armas y se produjo una guerra civil que ganó Enrique IV. En el año 1080 tuvo lugar Otón I (936-973)
la segunda excomunión, en cuyo decurso el emperador excomulgado se hizo coronar de Otón II (973-983)
nuevo por el antipapa Clemente III. Por su lado, las tropas imperiales asediaron a Grego- Otón III (983 (995)-1002)
rio VII y sólo fue liberado con la intervención de los normandos, que aprovecharon para
Enrique II (1002-1024)
saquear Roma. En el año 1085 murió Gregorio VII y su sucesor, Urbano II, aunque más
moderado, siguió la línea de enfrentamiento con el emperador. Conrado II (1024-1039)
Enrique III (1093-1056)
Enrique IV (1056-1106)
© FUOC • PID_00163033 18 La creación del derecho en los reinos peninsulares...

Europa central en la época de los emperadores sajones Fuente: Kinder; Hilgemann (1971). Atlas histórico
mundial (vol. 1, pág. 148).

Gregorio VII se movía en la línea de pensamiento iniciada por Gelasio, cuan-


do este Papa planteó las dos espadas que rigen el mundo, la del poder�tempo-
ral investido de potestas y la del poder�espiritual, con auctoritas. Pero ahora
Gregorio VII había introducido una importante modificación en este plantea-
miento. Afirmaba que ciertamente todo poder tenía origen divino, pero que
Dios había dispuesto dos poderes, el temporal y el espiritual, en manos del
Papa, quien se había reservado el espiritual y había concedido el temporal a
los titulares –emperadores y reyes– respectivos. La consecuencia lógica de este
planteamiento era que si el Papa había cedido el poder temporal a reyes y em-
peradores, también él se lo podía retirar si los titulares no regían rectamente.
© FUOC • PID_00163033 19 La creación del derecho en los reinos peninsulares...

El Papa era el vicario supremo de Dios en la tierra y los otros poderes, meros
instrumentos del gobierno de Dios, sólo eran legítimos si el Papa los instituía
o aprobaba, al ser el más alto representante de Dios en la tierra.

En este clima de enfrentamiento extremo encontramos los dos planteamien-


tos límites entre los que se pueden hallar, sin embargo, posiciones más mati-
zadas. Por un lado estaría la doctrina de la teocracia�pontificia, que postula
la sumisión del emperador al Papa y por otro, la doctrina del cesaropapismo,
que postula sumisión del Papa al emperador, tal como Justiniano había lleva-
do a la práctica en Oriente.

Estas dos tendencias expresaban el enfrentamiento que había por dilucidar,


más en un plano teórico y conceptual que práctico, cuál de los dos poderes
era el juez supremo de aquella res publica christiana, quién, en definitiva, podía
juzgar a todo el mundo sin ser juzgado por nadie, tal como afirmaría Gregorio
VII en su Dictatus Papae.

La dicotomía teórica e ideológica que hemos planteado para estos mo-


mentos no se acabó resolviendo a favor de ninguno de los pretendien-
tes. De hecho, este arsenal teórico servía para justificar y para legitimar,
en casos concretos y puntuales, las posiciones de cada parte. Los con-
flictos se resolvían no mediante la controversia ideológica, sino en vir-
tud del equilibrio fáctico de fuerzas en cada caso. Como hemos visto,
se adoptaron soluciones extremas en cada parte que no consiguieron
traducirse en la práctica política. Para el resto de los humanos, seguía
viva aquella construcción ideológica según la cual el derecho era aque-
lla voluntad divina que había que identificar en las cosas y en las situa-
ciones vividas de cada día.

1.2. El concepto altomedieval del derecho

Durante la edad media se fue abriendo paso una nueva�concepción�del�de-


recho que, nacida en tiempo del Imperio Romano, se iba alejando paulatina-
mente y acabó por diferenciarse considerablemente del mismo.

1.2.1. El concepto de derecho

Al contrario que la tradición romana, en que la justicia consistía en la voluntad


perpetua y constante de dar a cada uno su derecho, en la alta edad media se
identificó justicia y�derecho. La justicia, ahora, se identifica con la voluntad
divina, por la que se atribuye a cada una de las personas su derecho; pero son
estas personas las que identifican su derecho cuando consideran como propio
lo que les conviene o lo que les es útil. Es la divinidad la que permite a los
hombres, según su condición, pedir, tener y usar lo que les falta.
© FUOC • PID_00163033 20 La creación del derecho en los reinos peninsulares...

Esta concepción, originaria del pensamiento cristiano, iba más allá de la con-
cepción visigoda. Si el monarca visigodo tenía que llevar a cabo la justicia
cristiana por medio de la ley que él mismo creaba, en la alta edad media, en
cambio, aquel derecho divino se encuentra inmerso en las mismas cosas por
voluntad divina, sin mediación de nadie. Los hombres de la alta edad media
–incluyendo al rey– no crean derecho, sino que sólo se limitan a descubrir el
derecho que forma parte del orden divino de la creación. De este modo, el
derecho divino se identifica con el derecho propio y particular de cada uno de
los miembros de la sociedad altomedieval.

Según esta concepción no existía, por tanto, un derecho�objetivo�yun�dere-


cho�subjetivo. No existía una norma general y abstracta de la que se pudiese
deducir el derecho que se aplicaba a una situación particular. Aquella identi-
ficación del derecho, realizada por todos y cada uno de los miembros de una
sociedad en su conciencia, no se hacía en abstracto, sino siempre a partir de si-
tuaciones concretas. Cuando en una situación determinada cada uno defiende
su derecho, o sea, aquello a lo que cree que tiene derecho, al mismo tiempo
está actuando y defendiendo el ordenamiento divino. Esto no tenía que in-
ducir a reclamar arbitrariedades, ya que conviene no olvidar que la situación
concreta en la que se encuentra cada individuo dependía del lugar en el que
Dios lo había colocado dentro del orden cósmico divino.

De iustitia, 3.1.

"Llamamos justicia a la divina voluntad, por la cual, a saber, se atribuye su derecho a


cada uno. Entiendo mi derecho lo que me es útil, pues el pío creador justo y benigno de
las cosas de las cuales me ve carecer, me permite buscarlas, tenerlas y usarlas, conforme
a mi condición."

El derecho, en definitiva, se consideraba algo connatural a las cosas mismas;


puesto que las cosas y los hombres formaban parte del ordenamiento divino de
la creación, el derecho era las relaciones que establecían los hombres y estaba
intrínseco, esperando ser descubierto e identificado por los hombres, en estas
relaciones.

1.2.2. Las características del derecho altomedieval

De la concepción que acabamos de ver se derivan unas características que, pese


a ser analizadas por separado, forman un todo unitario.
© FUOC • PID_00163033 21 La creación del derecho en los reinos peninsulares...

"Si el derecho forma parte del orden divino de la creación, el derecho vivido por la socie-
dad altomedieval que, necesariamente se identifica con el orden divino de la creación,
se caracteriza porque es un derecho antiguoybueno. Cualquier norma jurídica tiene que
ser antigua y buena para merecer el nombre de derecho. La bondad y la antigüedad son
las dos caras diferentes de la misma moneda, pese a que haga falta matizar esta afirma-
ción [...]. Si Dios es el único creador del derecho, el derecho existe desde siempre y nece-
sariamente, porque es obra de Dios, es bueno. Las conductas buenas coinciden necesa-
riamente con el orden divino, existen desde que Dios estableció el orden de la creación.
Las conductas antiguas, cuanto más se remonten en el tiempo, más fácilmente se pueden
vincular con el originario orden divino de la creación, pero a lo largo de la vida del hom-
bre pueden surgir conductas arbitrarias en el orden divino que consiguen arraigar, sin
que por eso sean buenas, porque se apartan del orden divino. La antigüedad habla a favor
de la bondad de la conducta antigua, pero no toda conducta antigua necesariamente se
identifica con el orden divino de la creación."

Iglesia, La creación del Derecho... I, págs. 285-286

La antigüedad del derecho es esencial en la alta edad media, ya que no puede


existir un derecho nuevo porque el derecho se identifica con el orden divino
de la creación. Es, además, una antigüedad que no se puede computar con
criterios cuantitativos cronológicos, ya que deriva, en última instancia, del
momento de la creación. Pero siendo esencial, no es el único requisito que
tiene que cumplir, ya que junto con estas conductas normadas, los hombres
han cometido abusos, malos usos y conductas que, siendo antiguas, no se
adecuan a la voluntad divina, sino que la violan. Por este motivo, todo el
derecho es necesariamente�antiguo, pero no todas las conductas antiguas son
derecho.

La segunda característica de derecho altomedieval es la bondad. El derecho es


bueno porque forma parte del derecho divino, del orden de la creación. Es así
y no puede ser de otra forma porque no existe separación entre un derecho
humano –susceptible de ser bueno– y un derecho divino. Todo derecho, por ser
derecho, tiene que ser de inspiración divina, y por tanto no cabe la posibilidad
de que no sea bueno. Si una conducta no es buena, entonces no es derecho,
sino abusos o malos usos que momentáneamente ocultan el verdadero buen
derecho. Y aquella conducta buena que parece nueva, reciente, no lo es porque
el derecho sólo puede ser antiguo, tal como hemos dicho. Sin embargo, puede
suceder que por varios motivos una antigua conducta se hubiese olvidado y
ocultado y ahora, apartados los abusos, volviese a resurgir desde su antigüedad;
se trataría, por tanto, de la recuperación de una antigua costumbre olvidada,
no de una nueva conducta.

Si el derecho altomedieval es antiguo porque viene desde la creación y es bue-


no porque es divino, entonces, por estos motivos, el derecho altomedieval no
está ni escrito –porque proviene de la creación– ni establecido –porque no está
hecho por el hombre sino dispuesto por Dios–. Sin embargo, si el derecho al-
tomedieval es un derecho que originariamente no está escrito ni establecido,
sino que es connatural e inherente a las mismas cosas, pese a todo, los hombres
pueden llegar a plasmarlo por escrito. La sociedad altomedieval ha recibido
textos, como el Liber, que recopilan derecho antiguo y en cuya redacción se
considera que habían intervenido los Santos Padres. El prestigio del Liber, la
intervención de los concilios de Toledo y su sacralización durante la alta edad
© FUOC • PID_00163033 22 La creación del derecho en los reinos peninsulares...

media facilitaron que encajase en los parámetros que venimos exponiendo.


Sin embargo, aparte de esto, los hombres altomedievales no dejaron de mani-
festar por escrito los actos jurídicos que protagonizaban y que se convirtieron
en un testimonio del derecho vivido. Y, aún, aquellos hombres interesados en
el derecho pueden proceder a la redacción del derecho vivido en la sociedad
altomedieval y que, por ser derecho, es un derecho divino.

Según la mentalidad altomedieval, el derecho antiguo deroga el derecho nue-


vo. Esta afirmación, naturalmente, se tiene que entender en su contexto. De
hecho, no es que el "derecho" antiguo derogue el "derecho" nuevo, sino que
el antiguo derecho –recordemos que el derecho sólo puede ser antiguo– dero-
ga un mal uso o un abuso injustificado calificado de derecho. Lo calificado
de derecho nuevo de hecho no es derecho, porque no existe derecho nuevo,
sino simplemente ocultación del auténtico derecho, que es antiguo. Por eso
se puede afirmar que la tarea de los reyes es defender la Iglesia. Su defensa
incluye la defensa del antiguo y buen derecho.

Donación de la vizcondesa Almodis en 1154

"Yo [...] por remedio del alma de mi marido [...] abandono [...] aquellas medidas de ce-
reales las cuales había recibido de cada finca en cada año en la predicha parroquia cierto
vizconde de Bas por mal uso y por mala aprehensión. Por tal motivo, en verdad hago
este abandono, porque ya mi mencionado marido [...] en su último testamento renun-
ció por temor de Dios a los malos usos, los cuales él mismo o sus antecesores habían
impuesto en la ya mencionada parroquia o en otros lugares; de todos los cuales conocí
que la aceptación del mencionado cereal era mucho peor uso que los otros, por lo tanto
sin retención alguna renuncié y además por esta renuncia recibí de los hombres de la
mencionada parroquia 300 sueldos de óptima moneda de Besalú".

En definitiva, pues, en la alta edad media no hay renovación del derecho, sino
simplemente restauración del antiguo y buen derecho.

¿Quiere decir todo esto que en la alta edad media no se produjo nin-
guna conducta objetivamente nueva y que todas las conductas fueron,
efectivamente, abusos y malos usos? Conviene que sepáis discernir de
forma exacta y con claridad lo que fue un discurso ideológico por parte
de los sectores hegemónicos y que toda la sociedad asumió, de lo que
debería suceder realmente. O, si queréis, diferenciar la ficción jurídica
de la realidad. Cualquier discurso, y mucho más el del poder, se tiene
que interpretar y criticar para comprender qué pasó realmente. Por tan-
to, por lo que se refiere a nuestro discurso, cualquier innovación tenía
que pasar, en cualquier caso, como una restauración del antiguo y buen
derecho.
© FUOC • PID_00163033 23 La creación del derecho en los reinos peninsulares...

1.3. El ordenamiento jurídico altomedieval en la Península


Ibérica

Hemos visto hasta ahora el contexto ideológico y político en el que se desa-


rrollaba el ordenamiento jurídico en el occidente altomedieval, y hemos visto
también el concepto y las características del derecho en este periodo. Ahora
centraremos nuestra exposición en lo que sucedió en la Península Ibérica du-
rante este periodo.

1.3.1. Algunas precisiones conceptuales

Ya Gayo, el jurista romano del siglo II, autor de las Instituciones, afirmaba que
todos los hombres se regían en parte por su derecho propio y en parte por
un derecho�común�a�todos�los�hombres. El derecho propio era el que cada
pueblo establecía para sí mismo –entre los romanos era el ius civile–, mientras
que el que establecía la razón natural –y que entre los romanos se calificaba
como ius gentium–, servía para todos los hombres. Este esquema conceptual de
Gayo sirve para introducir los conceptos que nos servirán para comprender la
realidad altomedieval.

El primer binomio que nos interesa es el formado por los conceptos de "dere-
cho común" y "derecho propio", que se establece a partir del origen�del�de-
recho.

Sin embargo, hoy, cuando nos movemos en parámetros de Estado nacional, no podría-
mos hablar de la misma forma, sino que lo haríamos contraponiendo un derecho común
usado para todos los miembros de la comunidad política y para todas las cuestiones, y
unos derechos especiales que no se usan por todos los miembros de la comunidad po-
lítica ni para todas las cuestiones. El derecho común procede del Estado y es exclusivo
de un Estado, no extendido ni común a otras comunidades estatales. Sin embargo, el
binomio derecho común frente a derecho propio sí nos sirve para comprender la realidad
medieval.

No obstante, conviene darse cuenta de la relatividad de estos dos conceptos.


Si bien el ordenamiento de un pueblo está integrado por un derecho común
y por un derecho propio como categorías abstractas, el derecho, en concreto,
que ocupe el espacio de derecho común y el que ocupe el espacio de derecho
propio podrán variar� en� el� tiempo. El Liber Iudiciorum, por ejemplo, fue el
derecho común de los cristianos peninsulares de la alta edad media, a cuyo
lado fueron surgiendo unos derechos propios de cada centro de convivencia.
En cambio, a partir del siglo XIII, el conglomerado formado por el derecho
romano-justinianeo, por el derecho canónico y por el derecho feudal fue el
derecho común de todo occidente, junto al cual se encontraba el conjunto
heterogéneo de derechos propios de cada reino.

Desde otra perspectiva, el derecho puede aplicarse a determinadas categorías


de personas o a ciertos tipos de relaciones. Así pues, puede ser general, o bien
particular o especial. Un derecho tiene un carácter general cuando se aplica
sobre todos los miembros de la comunidad política, mientras que, en contra-
posición, es particular cuando se aplica sólo sobre algunas personas de aque-
© FUOC • PID_00163033 24 La creación del derecho en los reinos peninsulares...

lla comunidad política, o especial cuando se utiliza sólo para ciertos tipos de
relaciones. Estos nuevos conceptos, el de general y el de particular y especial,
no nos informan del origen del derecho, sino que fijan la atención en los
destinatarios. Por tanto, no prejuzgan si un derecho general o particular es
un derecho común o un derecho propio. Todas las combinaciones son histó-
ricamente posibles. Sin embargo, al igual que sucede con el derecho común
y el derecho propio, estos conceptos se pueden relativizar. Si, por ejemplo,
en plena edad media fijamos la atención en el ámbito municipal, el derecho
municipal es, para los habitantes de la villa o ciudad, el derecho aplicable a la
generalidad de los miembros de aquella comunidad vecinal; el mismo derecho
municipal, en el ámbito de un reino, se convierte en un derecho particular de
un municipio y no en un derecho general. En la alta edad media, el Liber era
el derecho común de los cristianos peninsulares y era, también, un derecho
general para todos aquellos cristianos peninsulares. No había, en este periodo,
un derecho propio general.

Por último, nos referimos al binomio de completo e�incompleto, y lo haremos


según la capacidad de un derecho de dar respuesta a todos los posibles con-
flictos de intereses que se puedan plantear en una sociedad determinada. Estos
dos conceptos no prejuzgan ni el origen de un derecho –común o propio– ni a
los destinatarios –general o particular–. En la alta edad media, como veremos a
continuación, el Liber actuó como un ordenamiento jurídico completo –que si
bien no recogía todos los supuestos que se podían suscitar, sí que arbitraba un
mecanismo para resolverlos todos como era el recurso al rey–. A su lado había
diferentes derechos incompletos, que no pretendían dar respuesta a todo, sino
que sólo enmendaban, corregían o perfeccionaban el derecho del Liber.

Todavía hay dos conceptos más de menor importancia, pero que conviene constatar. An-
te un ordenamiento jurídico general como el Liber en la alta edad media, los derechos
particulares e incompletos que se apartan por razones prácticas también se pueden cali-
ficar de derechos singulares. Otras veces, y para resaltar las peculiares relaciones estable-
cidas entre el ordenamiento jurídico general y completo y el ordenamiento jurídico par-
ticular e incompleto, se puede utilizar, para matizar el derecho incompleto, el concepto
de derechos�especiales.

En definitiva, el ordenamiento jurídico altomedieval en la Península


Ibérica estaba formado por el Liber, como un derecho común de los cris-
tianos peninsulares, que era, además, un derecho general y completo; el
Liber convivía con un derecho propio de municipios y señoríos, que es
un derecho particular e incompleto. El Liber y los derechos municipales
y señoriales configuran el ordenamiento jurídico de los naturales de los
diferentes reinos hispánicos.

Nos hemos referido, y lo haremos más aún a partir de ahora, a derecho�muni-


cipal�y�derecho�señorial. Aparte de las precisiones que seguirán, ahora con-
viene recordar que el municipio –utilizando una terminología moderna– y el
señorío eran los dos tipos estándares de centros de convivencia posibles en
la edad media. Cuando nos referimos al señorío aludimos a aquellas aldeas
© FUOC • PID_00163033 25 La creación del derecho en los reinos peninsulares...

o villas que estaban bajo la jurisdicción de un señor feudal –laico o eclesiásti-


co ahora es indiferente– y que no tenían posibilidades de desarrollo jurídico,
institucional o político autónomo dentro del marco de una entidad política
superior como era el reino, sino que dependían de un superior inmediato que
era el señor jurisdiccional y no el rey. Y cuando aludimos a municipios lo ha-
cemos pensando en las aldeas, villas o ciudades que no dependían de ningún
señor feudal, sino directamente del rey y que, actuando ellos mismos como
señoríos colectivos, gozaban de una cierta capacidad que les permitía organi-
zarse autónomamente dentro del ámbito del reino.

El derecho, sobre todo de carácter consuetudinario, que se generaba en


el señorío, incluidos los malos usos o abusos que perpetraban los po-
derosos, formaba lo que hemos calificado genéricamente de derecho
señorial, mientras que el también genérico derecho� municipal sería
el conjunto de usos, costumbres y normas emanadas desde el mismo
municipio, como veremos más adelante.

Cuando nos referimos a derecho municipal y a derecho señorial, de hecho estamos efec-
tuando una abstracción o una generalización, ya que no existía ni un "derecho munici-
pal" ni un "derecho señorial", sino que de hecho había tantos derechos municipales y
señoriales como municipios y señoríos existían. Cada municipio y cada señorío tenía
su propio, exclusivo, particular y específico derecho municipal o señorial que convivía
con el derecho general del Liber. Poco importa que dos municipios cercanos viviesen de
acuerdo con un mismo texto municipal; eso no quería decir nada más que cabía la posi-
bilidad de que varios municipios o señoríos tuviesen derechos iguales, pero no afectaría
en nada a su carácter estrictamente particular.

Éste es el esquema común aplicable a todos los reinos, que hace innecesario
referirse a cada uno de ellos e ir enumerando los textos de derecho señorial y
de derecho municipal diferentes, pero en el fondo muy parecidos. Al no existir
un derecho general de cada reino, así como tampoco un derecho regio –sea
del rey o sea del reino–, podemos ahorrarnos una división del derecho alto-
medieval por reinos, que sería artificial y sin contenido. La situación empezó
a cambiar con la recepción del ius commune y, sobre todo, con la formación
de un derecho�regio�diferente�y�particular para cada reino. Sin embargo, eso
sucedió en la baja edad media y será objeto de estudio en otro módulo.

1.3.2. El derecho común hispánico. La pervivencia del Liber en la


alta edad media

Desaparecida la monarquía visigoda, la herencia jurídica visigoda que recibie-


ron los cristianos peninsulares en la alta edad media fue el Liber.

El derecho contenido en el Liber sobrevivió a la desaparición del reino


visigodo y sería, en adelante, la ley por antonomasia de los cristianos
peninsulares; sería, además, la única ley.
© FUOC • PID_00163033 26 La creación del derecho en los reinos peninsulares...

Sin embargo, este Liber no se mantuvo inmutable a lo largo de los años. Si


bien era un derecho creado por el hombre –por el rey visigodo–, durante la alta
edad media sufrió un lento proceso de sacralización explicable por la religio-
sidad de la sociedad de aquel momento, porque el poder del rey está investido
de un carácter ministerial –estaba al servicio del ideal de justicia cristiana– y
porque la Iglesia, por medio de los concilios de Toledo, había participado, de
la forma que hemos visto en el módulo anterior, en la realización del Liber.
Esta sacralización del Liber hizo que se invocase constantemente cuando había
que reforzar determinadas conductas. Además de concentrarse en el Liber la
herencia jurídica visigoda y además de su carácter sacro, el Liber era, aparte de
la ley canónica, la única�ley�existente para los cristianos en un momento en
el que no existía creación del derecho.

Carta de Privilegio concedida por el conde Borrell a Cardona (23-IV-986):

"Y estaréis en el amor de Dios de acuerdo con la ley recta y la justicia recta en cuanto
podáis, según los cánones y las leyes de los godos."

El Liber era, como hemos indicado, la ley por antonomasia. Sin embargo, no
lo era porque hubiese un poder político o una estructura institucional o ad-
ministrativa que lo impusiese (desaparecidas con el final de la monarquía vi-
sigoda), sino porque el derecho del Liber era un derecho vivido, que estaba
omnipresente en la vida de la sociedad altomedieval. Los hombres de aquella
sociedad mostraban unas determinadas conductas jurídicas no porque el Liber
como texto las regulase de aquella forma, sino porque era la forma como siem-
pre habían actuado. Esto no excluye, sin embargo, que existiese un reducido
núcleo de personas sobre las que recaía la responsabilidad de controlar el Liber.

Documento de la catedral de Oviedo de 1075

"Juzgaron los mencionados jueces así como está escrito en el Libro Juzgo (espacio en
blanco) en el título (espacio en blanco) por las Leyes Góticas, donde dice (reproducen
el texto de la ley)."

A pesar de que debería existir una tradición textual del Liber, la ley visigoda se
invocaba de forma imprecisa e indefinida: "la ley dice...", "la ley manda...", "la
ley dispone..."; eso era así a causa de la extrema pobreza intelectual de la época,
sin jueces letrados capaces de entender y de leer el texto, y porque, a pesar de
ser la ley por antonomasia, nadie obligaba al cumplimiento de la ley escrita.
Esta circunstancia permitió atribuir a la ley, al Liber, preceptos que originaria-
mente no le pertenecían, así como hacer decir cosas a la ley que realmente no
decía. Y es que ni entre los mozárabes ni entre los otros cristianos del norte
había un poder político ni una administración judicial capaz de controlar el
contenido del Liber y la aplicación de la ley, tal como lo habían intentado ha-
cer los últimos reyes visigodos. Ciertamente, el poder del rey visigodo era la
última barrera que contenía los abusos de los poderosos; desaparecida ésta, la
voluntad y los abusos de la nobleza señorial pudieron desarrollarse libremente.
© FUOC • PID_00163033 27 La creación del derecho en los reinos peninsulares...

Sin embargo, el Liber, a pesar de ser la ley en torno a la cual giraba la


mayor parte de la vida de la gente, no fue el único derecho con el que
vivieron los cristianos peninsulares. Aparte de estas nuevas prácticas
impuestas por los poderosos que implicarán, también, nuevas�pautas
de�conducta, la desaparición de la estructura político-institucional vi-
sigoda provocó que la gente buscase soluciones en otros ámbitos fuera
de la protección de un rey y de una organización que ya no existía. La
familia y la comunidad vecinal fueron los centros de convivencia en los
que encontró refugio la gente y en los cuales se fijaron nuevos medios
para garantizar la seguridad jurídica que permitiese seguir viviendo en
el derecho.

Las aldeas, y posteriormente las villas y ciudades, asumieron algunos de los


trabajos y competencias del antiguo poder visigodo. La desaparición de anti-
guas solidaridades hizo que se intensificasen los vínculos de unión entre la
gente de una aldea y que la cohesión social fuese más sólida, con lo que se
generaron nuevos derechos y obligaciones recíprocos.

Aproximadamente a partir del año 1000, y coincidiendo con el despertar cul-


tural que se vivió en Occidente, aumentó el número de citas y de reproduc-
ciones exactas de leyes del Liber; esto era testimonio, en definitiva, de que se
utilizaba el Liber con mayor precisión. No se trataba de un mayor recurso al
Liber, sino de un mayor recurso al texto del Liber. Los jueces aplicaban justicia
según la ley y algunas escrituras se redactaban conforme el texto literal de la
ley. Pero al mismo tiempo se puso en evidencia que al lado del Liber estaba
surgiendo un nuevo derecho para dar respuesta a las necesidades de aquella
sociedad y superar, por tanto, un Liber cristalizado que ofrecía numerosas la-
gunas que había que llenar. El derecho heredado de los visigodos, arraigado
en las conductas diarias de la gente, se había ido enriqueciendo y se había ido
modificando, y este derecho vivido, este derecho de la práctica, no era idénti-
co al texto cristalizado del Liber.

Al lado del Liber, por tanto, había ido surgiendo un nuevo derecho a partir de
la herencia visigoda; era un derecho que se desarrollaba en un contexto mar-
cado, sobre todo, por la reconquista y la repoblación de territorios ocupados
por los musulmanes, y caracterizado, también, por una sociedad plenamente
feudalizada en la que no había reyes capaces de crear derecho. Este nuevo de-
recho que surgía en los diferentes centros de convivencia para completar y en-
riquecer el Liber era, en consecuencia, un derecho totalmente particularizado.
Era un derecho�propio�y�exclusivo�de�cada�centro�de�convivencia, aunque
representaba una línea común de desarrollo debido a que se resolvían, a partir
de una misma herencia jurídica, problemas similares, y a que las soluciones
adoptadas en un lugar podían inspirar las de otro.
© FUOC • PID_00163033 28 La creación del derecho en los reinos peninsulares...

La insuficiencia del Liber y la aparición de un derecho nuevo, en este caso bajo


la luz del derecho de la recepción, quedó evidenciada en la redacción escrita
de los Usatges de Barcelona, posiblemente a finales del siglo XII, en el reinado
de Alfonso I de Cataluña.

Usatge 3:

"Cum dominus. Com lo senyor en Ramon Berenguer vell, comte e marques de Barcelona
e subjugador de Espanya, hague honor e vehe e conec que en tots los plets de aquella terra
no podien esser observadas las leys godas, e vehe molts clams e molts plets que aquellas
leys no jutjava specialment, ab loament e consell dels seus prohomens, ensemps ab la sua
molt savia muller Adalmus, constitui e mes usatges ab que tots los clams e los malfets,
en aquells insertats, fossen destrets e pledejats e ordenats e encara esmenats o venjats."

Usatge 81:
Ved también
"Judicia Curiae. Iuys de la cort els usatges de grat deuen esser rebuts e seguits, car no
son mesos sino per la aspresa e duresa de la ley; car tots poden pledejar, mas compositio Sobre los Usatges de Barcelona,
segons las leys no poden cumplir. Car las leys jutjen homicidi esser composat e esmenat podéis ver el apartado 5.2. de
en trescent sous de morabatins, qui valen ara mil e quatre cents sous de plata fina; traure este módulo.
ull e tallament de ma, cent; per peu, cent; e axi per tots los altres membres; e jutgen
tots homens egualment e no jutgen res entre vasall e senyor, car en leys no troba hom
homenatge; e per ço las cosas fetas e a fer, constitituiren los dits princeps que sien jutjadas
segons lo usatge; e aquí hon no bastaran los usatges, trona hom a las leys e al arbitre del
princep e a son juy de la cort."

El anónimo autor de los Usatges dejaba claro que el Liber –"las leyes godas"–
había envejecido y que algunos hechos, como el homenaje feudal reproduci-
do, no se contemplaban en la ley porque no existían cuando se hizo, por lo
que tenían que resolverse al margen del Liber. El autor de los Usatges, además,
atribuía al Conde de Barcelona la potestad de establecer el derecho, circuns-
tancia nueva y extraordinaria para la época, pero lo hacía, como era propio de
la época, revistiéndolo de antigüedad.

Este nuevo derecho –los Usatges sólo mencionan, al lado del Liber, los propios
Usatges, pero también estaba el derecho municipal y el derecho señorial– se
convertía en un derecho singular respecto del ordinario, que era el Liber, y se
aplicaría el singular preferentemente. En segundo lugar se recurriría al Liber y,
en última instancia, bebiendo de la tradición visigoda, se recurriría al príncipe,
o sea, al Conde de Barcelona.

1.3.3. Los derechos particulares e incompletos: derecho


municipal y derecho señorial

El origen de los derechos particulares –municipal y señorial– se tiene que com-


prender en su contexto histórico, que en el caso de la Península consistía en la
expansión�del�feudalismo –general en todo Occidente en este mismo perio-
do– y en las particulares circunstancias creadas por la invasión�musulmana
del año 711 y el posterior proceso de reconquista�y�repoblación.

1)�Reconquista�y�repoblación
© FUOC • PID_00163033 29 La creación del derecho en los reinos peninsulares...

Ahora no entraremos a describir los perfiles sociales y económicos de la socie-


dad feudal, pero nos contentaremos con recordar que la sociedad feudal se
caracteriza por una extraordinaria atomización del poder político y por unos
vínculos de dependencia personal entre vasallos y señores. Aquella tendencia,
que ya se había observado al final del Dominado –calificada de colonización–
y también al final de la monarquía visigoda –cuando las fuerzas centrífugas
amenazaban el poder regio–, tomó auge con la desaparición�de�la�monarquía
visigoda en el año 711 y con la influencia de las nuevas prácticas sociales y
económicas que venían del reino de Francia. En un principio, una inmunidad,
o bien un feudo, era un bien público concedido a un oficial del poder público
a cambio de servicios públicos.

En palabras de Sánchez Albornoz, "la inmunidad suponía en el propietario los siguientes


derechos: percibir y requerir los tributos y servicios que los habitantes estaban obligados a
pagar y a prestar al rey; administrar justicia dentro de sus dominios; cobrar las calumnias
o penas pecuniarias atribuidas al monarca; recibir fiadores o prendar para garantía de la
composición judicial; encargarse de la policía en sus tierras inmunes; exigir el servicio
militar a los moradores del coto y nombrar funcionarios que sustituyesen a los del rey
en las variadas misiones que les competían".

Iglesia, La creación del derecho... I, págs. 324-325.

De esta forma los señores ejercían en sus señoríos aquellas regalías, que podían variar de
un caso a un otro, que los reyes les había concedido, además de aquellas que usurparon
cuando el poder regio fue débil.

Era, por tanto, una forma descentralizada de administrar el territorio. Cuan-


do el rey conservaba el poder efectivo y controlaba las concesiones y sus re-
novaciones, no había ningún problema, pero el sistema estaba llamado a que
triunfasen las fuerzas centrífugas, o sea, la posición de los destinatarios de
las concesiones, en detrimento del poder central del otorgante. Estas inmu-
nidades las concedían los reyes a miembros de la nobleza laica o eclesiástica
que, transfiriéndose de forma hereditaria y debilitado el poder regio, acababan
configurando zonas prácticamente inmunes a la influencia del monarca y que
escapaban a su control. Cuando las inmunidades se generalizaron, el poder
central de los reyes se convirtió en precario –y más aún en el contexto penin-
sular–, mientras que, paralelamente, había crecido el poder y la incidencia de
la nobleza feudal. El sistema se iba reproduciendo verticalmente, de forma
que el señor perdía el control de vasallo y la atomización aumentaba. Después
de varias subinfeudaciones entre nobles de diferente rango, al final de la pirá-
mide estaban los campesinos, quienes podían explotar una parcela a cambio
del pago de un censo y de realizar ciertos trabajos en la explotación del señor.
© FUOC • PID_00163033 30 La creación del derecho en los reinos peninsulares...

El debate sobre el concepto y el alcance del feudalismo es muy amplio. Para F.L. Ganshof,
uno de los defensores de la concepción jurídica, el feudalismo es el conjunto de institu-
ciones que crean y rigen obligaciones de obediencia y de servicio –principalmente mili-
tar– por parte de un hombre libre "vasallo", con un hombre libre "señor", y obligaciones
de protección y mantenimiento por parte del señor respecto del vasallo; se da el caso de
que la obligación de mantenimiento tenía como efecto, en la mayoría de las ocasiones,
la concesión del señor al vasallo de un bien llamado feudo. R. Boutruche afirmaba que
si no había contrato de vasallaje no se podía hablar de feudalismo, y que una cosa era
el régimen feudal, conformado como el conjunto de lazos y vínculos dentro de la clase
nobiliaria, entre señores y vasallos, y otra cosa era el régimen señorial como el conjunto
de relaciones entre señores y campesinos. Desde una concepción socioeconómica más
amplia y desde posiciones marxistas, Ch. Parain consideraba feudal "cualquier sistema en
el que el trabajador agrícola, que ya no es esclavo, está, no obstante, sometido a todo tipo
de obstáculos extraeconómicos, que limitan su libertad y su propiedad personal, de for-
ma que ni su fuerza de trabajo, ni tampoco el producto de su trabajo, se han convertido
en objetos susceptibles de intercambio libre; no son ni siquiera mercaderías". Y en una
misma línea, G. Bois señala que "el feudalismo es la hegemonía de la pequeña producción
individual (con el nivel de desarrollo de fuerzas productivas que eso implica), además de
la extracción señorial, obtenida por medio de una coerción política (o extraeconómica)".

En el plano histórico peninsular, los primeros tiempos de lo que ha sido ma-


yoritariamente calificado por la historiografía como "Reconquista" no era más
que el avance de los originarios núcleos de resistencia del norte hacia el sur,
pero no por un ideal de cruzada ni con motivaciones religiosas, sino más bien
para incrementar las propiedades individuales y nobiliarias, para consolidar y
expansionar las nacientes regiones del norte y, en fin, para escapar de la opre-
sión señorial.

Etapas de la Reconquista
Font: J. Mestre i Campí (1998). Atles de la Reconquesta (pág. 55). Barcelona: Edicions 62.

Durante la alta edad media y hasta mediados del siglo XII aproximadamente,
la reconquista se extendió por el valle del Duero –zona desértica y bastante
yerma– y por la parte alta del Ebro –más poblada y fértil–. Ambas zonas fue-
ron conquistadas sin muchos problemas, pero, en cambio, la repoblación fue
más dificultosa. Por un lado, la peligrosidad�y�la�inestabilidad de una zona
© FUOC • PID_00163033 31 La creación del derecho en los reinos peninsulares...

fronteriza con el poder musulmán motivó que hiciese falta ofrecer condicio-
nes atractivas y ventajosas a los nuevos pobladores. Por otro lado, la repobla-
ción de zonas poco habitadas movilizó a hombres libres e instauró la pequeña
propiedad. A partir de mediados del siglo XII, los conquistadores encontraron
territorios más poblados, con núcleos urbanos que se sometieron al nuevo po-
der musulmán por medio de capitulaciones, que permitían el mantenimiento
de la población musulmana.

En cualquier caso, el derecho del Liber transmitió un principio de dere-


cho romano vulgar que atribuía al rey la propiedad de las tierras aban-
donadas. De esta forma, los monarcas se convertían en propietarios de
grandes extensiones que había que repoblar.

2)�Autonomía�municipal

Durante el periodo altomedieval, la repoblación tuvo un carácter sobre todo


oficial. Surgieron nuevos centros de convivencia que o bien podían caer so-
metidos a los poderes señoriales, o bien podían configurarse como centros au-
tónomos, que podían gozar de una inmunidad parecida a la que gozaban los
señoríos, laicos o eclesiásticos.

De esta forma, introducimos el criterio instrumental de autonomía, que es


el que nos servirá para diferenciar conceptualmente los dos centros de convi-
vencia posibles en estos momentos: municipios –en terminología moderna–
y señoríos.

Durante la edad media, municipios y señores, fueran éstos laicos o eclesiásti-


cos, eran dos�poderes�autónomos�limitados�por�el�rey, bien fuese porque el
origen de sus poderes se encontraba en el rey, bien fuese porque el rey limita-
ba su actuación. Si bien las jurisdicciones señoriales y municipales originaria-
mente habían sido cedidas por los reyes a municipios y señoríos, con el tiempo
se consolidó su posición y se convirtieron en un límite a la actuación del rey.
Por tanto, durante la edad media, la gente vivía en lugares, villas y ciudades
sometidas a un señor feudal o en lugares, villas y ciudades autónomas no so-
metidas a ningún señor feudal.
© FUOC • PID_00163033 32 La creación del derecho en los reinos peninsulares...

En cada uno de estos centros de convivencia se generó un derecho pro-


pio y exclusivo de aquel lugar que calificaremos de derecho señorial o
de derecho municipal respectivamente. En esencia, el derecho señorial
estaba formado por las relaciones que se habían establecido entre el rey
y el señor feudal, así como por las relaciones entre señores. Paralela-
mente, el derecho municipal regulaba las relaciones entre los vecinos
y también las relaciones de los vecinos con el rey (e incluso las relacio-
nes entre vecinos de municipios diferentes). Así pues, podemos afirmar
que el ordenamiento jurídico de cada municipio y de cada señorío está
configurado por un derecho general y completo –que era el del Liber– y
un derecho particular e incompleto –que era el derecho propio de cada
municipio o señorío– que se ponía al día y que se apoyaba en el anterior.

3)�Origen�y�formación�del�derecho�municipal�y�del�derecho�señorial

Estos derechos están formados por costumbres –que son conductas observa-
das en una sociedad, sin que sea posible conocer su origen con precisión– y
por fueros, que son disposiciones establecidas y que pretenden promover una
nueva conducta. Los malos usos y los abusos tienen su origen en antiguas im-
posiciones arbitrarias del rey o del señor y se presentan en forma de costum-
bres, aunque no todas las costumbres suponen la manifestación de malos usos
o abusos. Para corregir esta situación, los reyes y los mismos señores podían
conceder cartas de privilegio en las que, por medio de fueros, se extirpaban los
malos usos y se recuperaba el antiguo y buen derecho. Estas cartas de privile-
gio –las más antiguas son del siglo IX– son el texto por medio del cual el rey
o el señor eximen a los vecinos de las malas costumbres; por tanto, recopilan
el derecho privilegiado y testimonian, al mismo tiempo, la formación de un
régimen especial diferente del régimen general establecido en el Liber.

Para facilitar la comprensión de un fenómeno muy heterogéneo y que se manifestaba


con una multitud de nombres distintos, aquí hemos intentado hacer una abstracción y
mostrar las características generales. No todos los textos aluden, literalmente, a fueros o a
cartas de privilegio, sino que esta realidad –la de un derecho establecido (fueros) que in-
tenta superar por vía de excepción (carta de privilegio) los malos usos– se manifestó con
muchos términos diferentes, como por ejemplo: cartae concessionis, confimationis, conve-
tionis, divisae per literas, donationis, donationis atque confirmationis, firmitudinis, fori, fori
et populationis, franquitatis, franchissae, hereditaria sive donationis, de ingenuitate, libertatis,
libertatis et franchitatis, pergariae, etc.

4)�Las�primeras�redacciones�escritas�de�derecho�municipal�y�señorial

Durante el periodo que analizamos había, como se ha indicado, una multitud


de derechos particulares. Cada centro de convivencia tenía su propio ordena-
miento jurídico, aunque, desde un punto de vista material, su derecho podía
coincidir con el ordenamiento jurídico de otro centro de convivencia.

A partir del siglo XII se observa un desarrollo importante de estos derechos


propios –sobre todo en el ámbito municipal– tomando como punto de refe-
rencia el contenido de las cartas de privilegios y ampliándolo con nuevas bue-
© FUOC • PID_00163033 33 La creación del derecho en los reinos peninsulares...

nas costumbres, con acuerdos del Consejo local, con decisiones de jueces o
de los prohombres del lugar y, a veces, con la intervención de juristas que re-
fundieron y redactaron todo aquel material. Estos textos recibieron el nombre
de Libros de fuero o Libros de costumbres. En los municipios, y a diferencia de
lo que sucedía en los centros de convivencia señoriales, se tendió a convertir
aquel derecho propio, particular e incompleto, en un derecho que fuese capaz
de resolver la mayor parte de las situaciones jurídicas en las que se encontra-
sen todos los vecinos de lugar, o sea, se tendía a formar un derecho municipal
general –desde la óptica municipal– y completo.

Esta tendencia, llevada al extremo, implicaba que el ordenamiento jurídico del


lugar estaría formado exclusivamente por su propio derecho, que permitiría
prescindir de cualquier derecho común. Para eso hacía falta que entrase en cri-
sis el antiguo derecho común de los cristianos peninsulares altomedievales –el
Liber–, fenómeno que ocurriría hacia el siglo XII, cuando el Liber se mostraba
incapaz de resolver los problemas de aquella nueva sociedad. Por otro lado, la
recepción de ius commune, tal como veréis en el próximo apartado, facilitaría
la conversión del derecho municipal en un derecho completo, aportando ma-
teriales jurídicos nuevos, eficaces y adaptados a la realidad social y económica
de la baja edad media. Sin embargo, precisamente esta extrema idoneidad del
ius commune para aquel momento histórico hizo que resultase más fácil apli-
carlo directamente que adaptarlo dentro de los moldes municipales. Por esta
razón los Libros de fuero o los Libros de costumbres no llegaron a ser, salvo en
algún caso excepcional, un derecho general y completo para sus respectivos
municipios. En cambio, de forma general, sí relegaron el antiguo derecho del
Liber a un lugar secundario y recurrieron en primer lugar, en los respectivos
órdenes de prelación, al propio derecho municipal.

1.3.4. La actividad regia en la alta edad media

Tal y como hemos venido señalando, el Liber fue el único derecho general de
los diferentes reinos durante la alta edad media. La sociedad altomedieval es-
taba caracterizada por el particularismo,por la�fragmentación�y por la�ato-
mización en todos los ámbitos de vida. Esta situación se corresponde con una
mentalidad que identificaba el derecho vivido con el derecho divino por me-
dio del descubrimiento y la identificación del derecho para todos y cada uno
de los miembros de la sociedad en todas las situaciones concretas y particula-
res. En este contexto, ni era posible pensar en leyes dadas por el rey con carác-
ter general para todos sus sometidos, ni era posible, dada la debilidad de los
monarcas altomedievales, desde un punto de vista histórico o fáctico.
© FUOC • PID_00163033 34 La creación del derecho en los reinos peninsulares...

Sólo a partir de finales del siglo XII y durante el siglo XIII, época en la
que se extendieron las nuevas ideas del derecho de la recepción –el de-
recho romano-justinianeo y el derecho canónico elaborado por juristas
boloñeses–, fue posible retornar la creación del derecho a los hombres,
según la tradición romana, y establecer un derecho general para todos
los habitantes de un reino.

1.3.5. Las relaciones entre el derecho general y los derechos


particulares

Recopilando lo que hemos dicho hasta ahora, podemos afirmar que en la alta
edad media junto al Liber surgió un nuevo derecho para resolver los nuevos
problemas que éste no resolvía y para adaptarlo a las nuevas situaciones; era un
nuevo derecho que, de esta forma, se apartaba del Liber y se configuraba como
un derecho especial que se aplicaría preferentemente. Después de aplicar este
derecho especial se recurriría al derecho general y completo del Liber. Ésta es
la herencia que la alta edad media, con características parecidas en todos los
reinos peninsulares, dejó en la baja edad media y que a partir de este momento
se ajustaría a cada reino de forma diferente, en función de sus características
políticas y jurídicas.

El Liber, desaparecida la monarquía visigoda, se convirtió pronto en un texto


cristalizado cuyo derecho, sin embargo, se había traducido en las conductas
diarias de los cristianos peninsulares altomedievales.

Paradójicamente, se hacía innecesario el recurso al texto escrito del Li-


ber en la medida en que el derecho que contenía se identificaba con el
derecho vivido y que como tal se había convertido en costumbre. Estas
costumbres son las que, a partir de cierto momento, se redactan como
nuevas y se incorporan a las cartas de privilegio y a los Libros de fuero
y Libros de costumbres. Además, a partir del final del siglo XII, también
resultó innecesario recurrir al Liber como tesoro de principios jurídicos
–no olvidemos que el Liber es, en definitiva, heredero de la tradición
romano-teodosiana–, ya que esta función la cumpliría, y mucho mejor,
el nuevo derecho que llegaba con la recepción del ius commune.

Por otro lado, como hemos dicho, se había desarrollado un derecho especial
que identificamos con los derechos particulares señoriales y municipales. El
derecho señorial no tendió, salvo en algún caso excepcional, a convertirse
en un derecho completo. En este sentido, sólo algunas ciudades sometidas a
jurisdicción señorial acabaron teniendo su Libro de fuero. Los señores feudales,
a fin de cuentas, tenían suficiente con que el derecho de su señorío recogiese lo
que más les interesaba: mantener�sus�prerrogativas�económicas�y�sociales.
© FUOC • PID_00163033 35 La creación del derecho en los reinos peninsulares...

La evolución del derecho municipal, en cambio, fue diferente. Desde la pers-


pectiva municipal acabó convirtiéndose en un derecho general –pero era un
derecho particular desde la perspectiva de un reino– que tendía a convertirse
en completo. En medio de este proceso de fortalecimiento del derecho muni-
cipal, hacia el siglo XII se produjo el fenómeno de la recepción del ius commune
–un derecho común y completo para todo Occidente– y un importante forta-
lecimiento del poder regio, que se tradujo en la paulatina formación de un
derecho creado por el rey con carácter general para todos sus naturales.

En aquellos reinos donde existieron Libros de costumbres, estos textos sólo reco-
pilaban su derecho propio y remitían a otros derechos con carácter supletorio
mediante la especificación de un orden�de�prelación�de�fuentes. En cambio,
allí donde no hubo Libro de fueros, normalmente se incluyó el derecho común
con el objetivo de formar un ordenamiento jurídico completo. Sin embargo,
a partir del siglo XIV, tanto en unos territorios como en otros, y ante la pene-
tración del derecho de la recepción y del derecho regio –bien el rey lo crease
directamente, bien lo estableciese con la participación de las cortes–, el dere-
cho municipal pervivió a la defensiva y siempre con un carácter incompleto.

De esta forma, en el tránsito de la alta a la baja edad media, que po-


demos situar en el siglo XIII, habían entrado en escena todos los com-
ponentes que, a partir de las peculiaridades y particularidades de cada
reino, conformarían los varios ordenamientos jurídicos que habría en
adelante en la Península.
© FUOC • PID_00163033 36 La creación del derecho en los reinos peninsulares...

2. El renacimiento jurídico boloñés

En este apartado estudiaremos, en primer lugar, el movimiento que, basado en


la voluntad de saber, se desarrolla en Bolonia para conocer el derecho romano
justinianeo, el derecho canónico y el derecho feudal. La actividad se lleva
a cabo a raíz del redescubrimiento y el estudio de los textos del Digesto, y
también de otras obras de la compilación justinianea, así como la legislación
canónica y de los libros feudales.

La actividad de los juristas sobre estos materiales, que acabarán siendo desig-
nados como un todo con la expresión de ius commune, se realiza en un primer
estadio con el método de la glosa (y de aquí el nombre de glosadores) y en
un segundo estadio con el método del comentario (y de aquí el nombre de
comentaristas). La expresión ius commune también se utilizará para referirse a
la aportación de los juristas al estudio de los textos, y no tenemos que olvidar
que la circulación de los textos legislativos era inseparable de la aportación
doctrinal.

En segundo lugar, trataremos cómo se recibe este ius commune, que se estudia
en Bolonia (es decir, cómo se hace la recepción) en los diferentes reinos pe-
ninsulares.

2.1. Planteamiento y características culturales

La fecha que delimita la alta de la baja edad media se sitúa en torno al año
1200. Es entonces cuando se reciben en la Península los libros jurídicos que
recogen el derecho romano justinianeo, canónico y feudal, junto con las in-
terpretaciones que han hecho los juristas desde Bolonia. El inicio de este rena-
cimiento de los estudios jurídicos se abre con la primera mención del Digesto
en el año 1076; se acababa una primera etapa, con la glosa y los glosadores, a
finales del siglo XIII; y concluye, con el comentario y los comentaristas, en el
siglo XIV, a raíz de una importante transformación en el estudio del derecho
romano.

Llamamos ius commune, derecho común, al resultado de la actividad de


los juristas sobre el conjunto de textos de derecho romano justinianeo,
de derecho canónico y de derecho feudal que estudian e interpretan los
juristas en Bolonia a raíz del renacimiento de los estudios jurídicos.
© FUOC • PID_00163033 37 La creación del derecho en los reinos peninsulares...

La innovación que supone esta nueva forma de estudiar el derecho despunta


en el panorama cultural de los siglos altomedievales ante la posible conside-
ración de la subsistencia de la cultura clásica, gradualmente desvanecida.

Despunta de igual forma ante los esfuerzos realizados desde Carlomagno por crear una
nueva cultura en este periodo (a pesar de los retrocesos sufridos por los ataques de varios
pueblos como, por ejemplo, los normandos o los musulmanes).

En el mundo altomedieval, con la cultura dominada por intereses religiosos,


los hombres del siglo XI heredaron la transmisión del saber�enciclopédico,
sometido a la teología y a la filosofía, dentro de la tradición marcada por Al-
cuino de York en la vulgarización de las siete artes liberales: las tres artes sermo-
cinales, dentro del trivium (la gramática, la retórica y la dialéctica), y las cuatro
artes reales, dentro del quadrivium (la geometría, la aritmética, la astronomía
y la música), donde no había un lugar autónomo para estudiar el derecho. El
derecho se tenía que estudiar, pues, dentro del trivium, en concreto dentro de
la retórica y subordinado a otros intereses.

La obra justinianea
Un epítome
Pensemos, por ejemplo, que el Breviario de Alarico, que contenía derecho romano pre-
justinianeo (principalmente derecho teodosiano), se había continuado utilizando en el Un epítome es el término que
sur de Francia, si bien probablemente en forma de epítome. Pensemos también que en designa el resumen de una
la alta edad media se conocían algunas obras de la compilación justinianea, pero no el obra que abrevia y simplifica el
contenido del original.
Digesto.

Dado que en el año 554, la compilación justinianea, formada por el Digesto, el Código, las
Instituciones y las Novelas, se envió a Roma a raíz de la incorporación al Imperio Oriental
de amplias zonas de Italia, se cuenta ya con la justificación para que en el periodo altome-
dieval se conozcan, al menos en forma de epítome (salvo quizá las Instituciones), el Código
y las Novelas de Justiniano. El Digesto, sin embargo, se desconocía en la alta edad media.

El conocimiento que se tenía de la obra justinianea dentro de la escuela


altomedieval era parcial y por medio de los epítomes. Las singularidades
de la nueva forma de estudiar el derecho en Bolonia se centraban, pues,
en el hecho de que se trataba de un estudio autónomo del derecho rea-
lizado sobre los textos legales originales de Justiniano.

2.2. Antecedentes y posibles causas

Puede resultar difícil entender cómo ocurrió todo esto en Bolonia y que apare-
ciese en el mundo europeo occidental sin enlazar con ninguna otra tradición
ni con otros centros coetáneos. Es quizá por esta razón por lo que se mantiene
la afirmación de que el derecho se estudiaba científicamente en el periodo
altomedieval, de la misma forma que se mantiene el vínculo entre Roma y
Bolonia.
© FUOC • PID_00163033 38 La creación del derecho en los reinos peninsulares...

Odofredo, Digesto 35,2,82

"Debéis saber que el estudio estuvo en primer lugar en Roma (nuestros mayores así lo
refieren), después, a causa de las guerras que tuvieron lugar en las Marcas, ha sido des-
truido; entonces en Italia estaba en segundo lugar Pentápolis, que ha sido llamada más
tarde Ravena [...] esta ciudad se arruinó; después ha sido trasladado el estudio a esta ciu-
dad (= la actual Bolonia), cuando fueron traídos los libros. Fueron traídos estos libros:
Código, Digesto antiguo y nuevo e Instituciones; después ha sido descubierto el Infortiato, sin
las Tres partes, más tarde han sido traídos los Tres libros, finalmente ha sido descubierto
el Libro Autentico."

Sea como fuere, a pesar de esa aparición con carácter espontáneo y aislado,
al margen de cualquier iniciativa oficial y de otros estudios de derecho, el
estudio autónomo del derecho sobre textos legales originales justinianeos que
se desarrolló en Bolonia, acabó convirtiéndose en el modelo que siguieron los
otros centros de estudio que surgieron en diferentes territorios.

De una forma parecida, la comunidad de estudiantes de estos centros


superó al mundo medieval y sus diferencias, ya que todos ellos estaban
capacitados, independientemente de su origen social o de si eran cléri-
gos o laicos, para ocupar cargos oficiales.

Las universidades en el siglo XV


Fuente: Kinder; Hilgemann (1971). Atlas histórico mundial (vol. 1, pág. 148).

Las posibles causas del renacimiento jurídico en Bolonia se tienen que buscar, Lectura recomendada
entre otras, en el renacimiento demográfico y cultural del año 1000 (general
Sobre la enseñanza medieval
en toda Europa), en la recuperación de los textos de Justiniano en Italia, en ved:
el nuevo modelo de sociedad (en cuyo seno están las condiciones necesarias H.�de�Ridder-Simoens�(ed.)
(1992). A History of the Uni-
para que se despierte el interés por el conocimiento, el ansia por saber), o en la versity in Europe. Vol. I. Univer-
llamada guerra de las investiduras entre el emperador y el pontífice (por la nece- sities in the Middle Ages. Cam-
bridge.
© FUOC • PID_00163033 39 La creación del derecho en los reinos peninsulares...

sidad de buscar nuevos argumentos para defender las posiciones respectivas).


Asimismo, que a partir de esta fecha se vuelva a un derecho que se redactó en
el siglo VI ha generado varias vías de explicación.

Así, desde las finalidades políticas que se conseguían con este renacimiento, pasando por
razones de carácter económico y su complejidad que reclamaban un derecho también
más complejo, o la admiración que generó la perfección de la obra Justiniana, hasta
atribuir a la aparición de una nueva ideología el dicho renacimiento.

Todas estas causas jugaron un papel importante en el renacimiento� de� los La obra justinianea, libro
estudios�jurídicos, pero ninguna condujo a concebir el derecho romano jus- sagrado

tinianeo como el único derecho vigente, como hacían los juristas boloñeses. De la misma forma que la Bi-
Todas fueron relevantes dentro del marco diseñado por la renovatio imperii en blia es un libro sagrado para
los teólogos, la obra justinia-
la coronación de Carlomagno (diciembre del año 800), en relación con la idea nea recibe esta misma consi-
deración por parte de los glo-
de reductio ad unum –el principio de la unidad– que reclamaba una unidad re- sadores.
ligiosa, una unidad jurídica y, en el ámbito político, un único emperador.

Afirmar el derecho romano justinianeo como único derecho vigente en


un único imperio, legítimo sucesor del Imperio Romano, fundamentaba
la decisión de los primeros juristas boloñeses de trabajar con la obra de
Justiniano que reunía el derecho vigente en el Imperio.

2.3. La Escuela de Bolonia

El movimiento científico que surgió en Bolonia (ciudad que, por otro lado,
en torno al año 1000 contaba con una población y con relevantes escuelas
catedralicias) fue, como sabemos, un movimiento de carácter espontáneo, al
margen de iniciativas políticas del emperador o del pontífice.

El origen del futuro centro de estudio se tiene que buscar en las relaciones de Los discípulos de Irnerio
docencia y discencia que se establecían entre el maestro y los estudiantes. Dos
Los cuatro discípulos de Irne-
de los primeros maestros boloñeses fueron Pepo�e�Irnerio, partidarios del em- rio fueron: Hugo, Jacobo, Búl-
perador. A pesar de los orígenes legendarios de la escuela (con informaciones garo y Martín da Gosia. Jacobo
fue elegido sucesor. Los dos úl-
a veces contradictorias y con lo poco que se sabe de la vida de estos primeros timos marcaron el desarrollo
posterior de la ciencia jurídica.
glosadores), la aportación principal se atribuye a Irnerio, ya que Pepo sólo en-
señó oralmente. Irnerio, pues, está considerado el maestro fundador y goza de
una gran fama, que sus discípulos potenciaron en sus obras.

2.3.1. El derecho romano

La escuela fundada por Irnerio se dedicó exclusivamente a estudiar, como úni-


co derecho existente, el derecho romano justinianeo a partir de los materiales
compilados en el Corpus iuris, si bien con diferencias en cuanto a la división,
al texto y al contenido con respecto a la obra de Justiniano hecha a mediados
del siglo VI.
© FUOC • PID_00163033 40 La creación del derecho en los reinos peninsulares...

La compilación del siglo VI estaba formada por cuatro obras diferentes,


por cuatro volúmenes: Digestum, Institutiones, Codex y Novellæ.

En el año 529, Justiniano promulgó el Código, donde pretendía reunir todas las constitu-
ciones imperiales vigentes, en una primera redacción. La culminación fue la segunda re-
dacción: el Codex Justinianus repetitæ prælectionis, publicado en el año 534, que reunía las
constituciones imperiales vigentes. En el año 533 publicó una obra dirigida a la escuela,
las Instituciones, pensada para iniciar los estudios jurídicos, que tuvo valor de ley. También
en el año 533 publicó el Digesto (conocido también con el nombre de Pandectas), fruto del
trabajo de una comisión nombrada cuatro años antes con la finalidad de preservar la rica
tradición conservada en los iura. Después de acabar su obra, Justiniano continuó dando
nuevas leyes, las Novellæ que acabaron reuniéndose en colecciones (algunas conocidas
como el Epitome Juliani y el Authenticum o Liber Authenticorum).

La compilación justinianea recopilaba materiales de varias épocas, estilos y


procedencias, circunstancia que permite explicar por qué, a pesar de la decla-
ración de intenciones de Justiniano de haber realizado una obra perfecta y sin
contradicciones, no llegó a ser una unidad armónica. Y precisamente fueron
los juristas boloñeses quienes se encargaron de dotarla de esta unidad.

En cambio, la compilación de Justiniano en la tradición boloñesa pre-


sentaba una división en cinco volúmenes, que se podía explicar por el
hecho de que los varios volúmenes no llegaron ni enteros ni en el mis-
mo momento a Bolonia. Los tres primeros estaban dedicados al Digesto,
el cuarto al Codex y el quinto se llamaba Volumen, o Volumen parvum,
o Authenticum.

El primer volumen era el Digestum vetus (la parte inicial), el segundo era el llamado In-
fortiatum (la parte central) y el tercero era el Digestum novum (la parte final). El cuarto El Corpus iuris civilis
era el Codex, pero sólo con los nueve primeros libros. El quinto contenía el resto de la
obra de Justiniano, entre otros materiales. Así pues, este quinto volumen llamado Volu- Es una obra cuyo contenido
men, o Volumen parvum, o Authenticum recopila: las Institutiones, los Tres libri (es a decir, cristalizó, en esencia, a media-
los tres últimos libros del Codex), la colección de Novelas del Authenticum, además de los dos del siglo XIII, con la incor-
poración de los textos feuda-
Libri Feudorum, añadidos a principios del siglo XIII, y las Extravagantes, una colección de
les.
constituciones imperiales de los emperadores del imperio germánico, además de algún
otro elemento.

La compilación boloñesa tampoco coincidía con la Justiniana en cuanto al


texto, ya que los juristas boloñeses fijaron un texto resultado de una tarea de
corrección sobre los manuscritos no siempre auténtica. Asimismo, tampoco
coincidía en cuanto al contenido, ya que la compilación boloñesa no ofrecía
todo el contenido de la justinianea y, como hemos visto, incorporaba elemen-
tos�posteriores que no podían haber estado en la de Justiniano.

2.3.2. El derecho feudal

Con la denominación de Libri feudorum se conoce un conjunto de textos que,


desde el siglo XII, reúnen por escrito prácticas feudales, fruto de las nuevas
necesidades propias de la sociedad altomedieval, organizada feudalmente.
© FUOC • PID_00163033 41 La creación del derecho en los reinos peninsulares...

Si bien una de las características del ordenamiento jurídico altomedieval es el papel rele-
vante de la costumbre, del derecho consuetudinario, los Libri feudorum recopilan también
algunas constituciones de los emperadores germánicos junto con costumbres feudales,
la mayoría de la zona de Pavía y de Milán, fruto de la actividad judicial y reelaborados
por los juristas.

A partir del siglo XIII, los juristas de Bolonia estudiaron los Libri feudorum, que
se habían incorporado dentro del Volumen parvum, aunque considerando que
el único derecho válido es el establecido por el emperador. Dado que en los
Libri feudorum había costumbres junto con constituciones imperiales germá-
nicas, justificaban dedicarse a ello aduciendo que, por este hecho, ya se había
producido un reconocimiento�implícito del derecho feudal consuetudinario.

2.3.3. El derecho canónico

El derecho canónico, si bien se estudiaba en Bolonia, sólo merecía la atención Un derecho propio de la
de una parte de los juristas, los decretistas, ya que los glosadores (a pesar de institución eclesiástica

compartir un mismo método de estudio y que el derecho canónico se había El derecho canónico actúa
construido sobre la herencia romana), lo desconocían conscientemente por- principalmente –aunque no de
forma exclusiva– dentro de la
que para ellos no había otro derecho que el creado por el emperador. institución eclesiástica; satisfa-
ce aspectos de organización,
de relaciones con el mundo y
de materia sagrada.
Desde sus orígenes como institución, la Iglesia había creado un derecho
canónico para atender sus necesidades. Dada la posición de la Iglesia,
se consideraba que su derecho, el derecho canónico, era un derecho
singular, de tal forma que sólo intervendría para corregir el derecho ro-
mano (es decir, apartarse del mismo), cuando lo aconsejase la doctrina
cristiana.

En el primer milenio este derecho se caracterizaba como un derecho disperso,


confuso, parcial y empírico. Se explicaba, en parte, por la evolución propia de
la institución eclesial y las tensiones con las Iglesias (llamadas "nacionales")
que impulsaban un derecho canónico propio que reclamaba una armoniza-
ción (de los cánones, en el seno de los diferentes concilios) con la unidad fun-
damental de la Iglesia.

En este contexto surgieron varias colecciones que seleccionaban la tradición y Centralizar la creación del
añadían materiales, no siempre auténticos, que ganaban una autoridad que poder en el pontífice

no tenían al incorporarlos. Centralizar la creación del po-


der en manos del pontífice
aseguraba acabar con la dispa-
Para luchar contra esta situación, Gregorio VII, en el siglo XI, centralizó la ridad de fuentes a la vez que
garantizaba la renovación uni-
creación del derecho en Roma, en un momento en el que el derecho de la taria del derecho.
Iglesia tendía a convertirse en universal (es decir, para toda la Iglesia), com-
pleto (interesado en todos los aspectos de la vida social), técnico y sistemático
(se tenían que dar respuestas concretas dentro de un sistema). Las actuaciones
que se llevaron a cabo desde entonces trataron de combatir la diversidad de
© FUOC • PID_00163033 42 La creación del derecho en los reinos peninsulares...

textos jurídicos, el carácter parcial del derecho canónico y su empirismo, a la


vez que corrigieron los defectos de su tradición (mala transmisión de los tex-
tos, falsificaciones, contradicciones).

Graciano, un monje seguidor del método de Bernoldo de Constanza para con-


ciliar tradiciones dispares, es el autor, a mediados del siglo XII, de una obra
que hoy conocemos con el nombre de Decreto�de�Graciano. La denominación
inicial originaria de la obra, Concordia discordantium canonum, evidencia con
toda claridad la tarea a la que se enfrentó Graciano y que le exigió recopilar
las autoridades antes de concordar los cánones discordantes. Sin embargo, no
sólo compiló y concordó los elementos de la tradición; también añadió los
Dicta Gratiani.

El Decreto contiene cánones de los concilios ecuménicos y provinciales; cartas decretales


de los papas; lugares de los padres de la Iglesia. También incluye cánones de los apóstoles, Los dicta Gratiani
textos de los libri poenitentiales, capitulares francos y otros textos eclesiásticos y seculares.
El Decreto, tal como lo conocemos, con toda probabilidad fue perfeccionado por los dis- Los dicta Gratiani son observa-
cípulos de Graciano. Está dividido en tres partes. La primera tiene los capítulos divididos ciones de Graciano en las di-
en distinctiones; la segunda está dividida en causæ y éstas en quæstiones, que abarcan los ferentes partes de los textos
recogidos y a las cuestionesy
capítulos; la tercera, en distinctiones y éstas en capítulos.
problemas que plantea su con-
tenido.
El Decreto es una obra privada que no llegó a tener carácter oficial pero que,
en la práctica, funcionó con éxito como una compilación oficial.

Después de la aparición del Decreto, hacia el año 1140, las decretales papales se
convirtieron en el motor�del�derecho�canónico desde el segundo tercio del
siglo XII. Se hicieron colecciones que circulaban primero como apéndices al
Decreto y, desde 1170, independientemente como extravagantes al Decreto.

Hasta finales del siglo XII no apareció la primera compilatio antiqua, obra de
Bernardo de Pavía (o papiense), que sistematizó la evolución de las colecciones
posteriores, privadas y oficiales.

De estas colecciones destacaron cinco (incluida la Papiense) que formaban


las llamadas quinque compilationes antiquæ. Estas cinco colecciones acabaron
desapareciendo con la aparición del llamado Liber�Extra, obra de Raimundo
de Peñafort hecha por encargo del papa Gregorio IX. Obra promulgada en
1234, también se conoce con el nombre de Decretales�de�Gregorio�IX.

Esta obra, siguiendo la sistemática de Bernardo de Pavía, estaba dividida en cinco libros,
los libros en títulos, y los títulos en capítulos ordenados cronológicamente. Recopilaba
las decretales de Gregorio IX y de los papas anteriores, tomadas de las cinco compilacio-
nes antiguas; también contenía los cánones de algunos concilios y textos anteriores al
Decreto de Graciano, tomadas de las dos compilaciones más antiguas.
© FUOC • PID_00163033 43 La creación del derecho en los reinos peninsulares...

La realización de la obra llevada a cabo por Raimundo de Peñafort com-


portó una nueva redacción, de intensidad desigual, de los textos reuni-
dos, a fin de evitar extensiones innecesarias, repeticiones, contradiccio-
nes, dudas de interpretación y para adecuarlas al derecho vigente y a la
praxis judicial. El Liber Extra se promulgó como una colección auténti-
ca y exclusiva, de forma que desde entonces sólo se podrían alegar las
decretales que reunía y de acuerdo con la redacción que había quedado
fijada.

Bula "Rex Pacificus" por la cual se promulgan las Decretales de Gregorio IX


(Spoleto, 5-VIII-1234)

"Gregorio, Obispo siervo de los siervos de Dios a todos los dilectos hijos doctores y esco-
lares residentes en Bolonia salud y apostólica bendición.

El rey pacífico con pía compasión dispuso que los súbditos tenían que ser púdicos, pací-
ficos y honestos. [...] Por lo tanto, se publica la ley para que el apetito culpable se limite
bajo la regla del derecho, por la cual el género humano se informa cómo viva honesta-
mente, no dañe a otro, atribuya su derecho a cada uno. Ciertamente para común utilidad
y, en especial, de los estudiantes proveímos a reunir, por medio del dilecto hijo hermano
Raimundo (de Penyafort) nuestro capellán y penitenciario, en un solo volumen excluidas
las superfluas, diversas constituciones y epístolas decretales de nuestros predecesores dis-
persas en varios volúmenes, de las cuales algunas a causa de la excesiva semejanza y cier-
tas a causa de la contradicción, algunas también a causa de su prolijidad, parecían indu-
cir a confusión, algunas verdaderamente vagaban fuera de los volúmenes mencionados,
las cuales como inciertas frecuentemente vacilaban en los juicios, añadiendo nuestras
constituciones y epístolas decretales, por las cuales se declaran algunas cosas que en las
anteriores eran dudosas. Queriendo, así pues, que todos utilicen tan sólo esta compila-
ción en los juicios y en las escuelas, prohibimos, severamente, que alguien intente hacer
otra sin autoridad especial de la sede apostólica."

Junto con estas actuaciones para sistematizar el derecho canónico, continua-


ba habiendo nuevos concilios con nuevos cánones, al mismo tiempo que los
pontífices continuaban dando cartas decretales, y surgían colecciones priva-
das que las reunían.

El Papa Bonifacio VIII hizo una nueva compilación oficial promulgada en 1298
también con carácter�exclusivo conocida con el nombre de Liber�Sextus (de-
nominación que evidencia la vinculación con el Liber Extra).

Se siguieron los mismos criterios que en la compilación precedente, pero llevándolos al


último extremo, de forma que el texto de las decretales que quedó recogido había roto
la vinculación con el texto original, a la vez que reforzaba su carácter general y abstracto
en detrimento de casuismo propio de las decretales.

La última compilación oficial se hizo por encargo del Papa Clemente V, pero la
promulgó Juan XXII en 1317, dentro de la sistemática papiense (como todas
las anteriores), esta vez, sin embargo, sin el carácter exclusivo. Se la conoce
con el nombre de Clementinæ y también con el de Liber�Septimus. A partir de
entonces ya no se hicieron más compilaciones oficiales, si bien continuaron
realizándose otras privadas que reunían decretales y cánones posteriores al
Liber Sextus no incluidas en las Clementinæ.

La relación entre el derecho canónico y el derecho romano ha sido cambiante y ha estado


supeditada a múltiples factores. Así, en el siglo XI, en el marco del enfrentamiento entre
© FUOC • PID_00163033 44 La creación del derecho en los reinos peninsulares...

el Papa y el Emperador, se reivindicaba la primacía del derecho canónico ante el derecho


romano, a la vez que se difundía la idea de que el derecho secular no podía ir contra
el derecho canónico. A pesar de estas posiciones teóricas, lo cierto es que los glosadores
no incluyeron derecho canónico en los libros que estudiaban, si bien en algunas obras
canónicas incluían textos de derecho romano. Asimismo, esta situación de separación
no podía durar si el derecho canónico tenía que perfeccionarse técnicamente y triunfaba
la posición de Graciano en los dicta que abogaba por respetar el derecho de los príncipes
si no era contrario a los cánones y era útil a la Iglesia.

Ante la necesidad de tener que distinguir entre la jurisdicción eclesiástica y la secular,


la aplicación del derecho canónico se hizo básicamente en función del fuero (ratione
fori) y de las cosas (ratione rerum) y el derecho secular se tuvo que armonizar. Por razón
del fuero, encontramos la jurisdicción eclesiástica en materia penal sobre los clérigos,
también en materia civil, e incluía también a los cruzados, los escolares, los judíos, los
viajeros, los comerciantes y los marineros. Por razón de las cosas, encontramos las cosas
espirituales (administración de los sacramentos, votos, censuras eclesiásticas, elecciones,
beneficios) y las cosas ajenas a las espirituales (derechos de diezmo y patronato). La Iglesia
también intentaba intervenir en materia de matrimonio, en la validez de los testamentos
y en la materia de los legados piadosos. Además, los jueces eclesiásticos podían abogar
las causas sub peccati praetextu (todo lo referente a la usura, a la violación de la justicia
conmutativa –compra/venta, permuta, cambios, préstamos). La Iglesia también aspiraba
a intervenir por razón de contrato (cuando era una parte) y por prorrogación (cuando
los laicos se sometían a la jurisdicción eclesiástica). Estas pretensiones de la Iglesia no
siempre se cumplieron.

El Corpus iuris canonici

Dos de estas últimas colecciones privadas, junto con el Decreto de Graciano y las tres com-
pilaciones de las Decretales –Liber Extra, Liber Sextus y Liber Septimus–, conformanla publi-
cación unitaria hecha por Chappuis al final del siglo XVI con el título Corpus iuris canonici
(para distinguirlo del corpus iuris, denominación que los juristas de Bolonia utilizaban
para referirse a la compilación justinianea). A pesar de la publicación conjunta, cada una
de las obras conservaba el carácter originario, situación que no se modificó cuando, con
la llamada editio romana, se fijó en 1582 oficialmenteel texto del Corpus.

2.4. La enseñanza en Bolonia

La obra científica de los juristas de Bolonia está íntimamente relacionada con


su tarea de enseñanza�oral. Inicialmente, la vinculación entre el maestro y los
estudiantes se establecía de forma privada entre ellos, con el compromiso del
maestro para enseñarles sus conocimientos. Esta situación de inestabilidad se
fue perdiendo con el paso del tiempo hasta acabar interviniendo el municipio
boloñés para evitar los perjuicios derivados de una activación del carácter iti-
nerante de la enseñanza hacia otros lugares.

Los juristas boloñeses, para superar las contradicciones de la compilación jus- Estudiantes de tierras
tinianea y construir un sistema, utilizaron el método que utilizaban los teólo- peninsulares en Bolonia

gos, formado en las escuelas de artes liberales, iniciado por Bernoldo de Cons- Los estudiantes de las tierras
tanza, popularizado por Abelardo, aceptado por Tomás de Aquino y desarro- peninsulares que habían ido a
estudiar a Bolonia formaban
llado por Pedro Lombardo. parte, en el siglo XIII, de las na-
tiones ultramontanas, entre las
cuales estaban: Portugal, Cas-
tilla, Aragón, Cataluña y Nava-
rra.
© FUOC • PID_00163033 45 La creación del derecho en los reinos peninsulares...

2.4.1. Los glosadores

Los primeros juristas de Bolonia recibían el nombre de glosadores. La


denominación provenía del medio técnico que utilizaban (la glosa) para
estudiar los textos legales justinianeos. Una glosa es una aclaración y
una explicación de la ley vinculada a su texto. Inicialmente, las glosas
se identificaban con las aclaraciones orales que los maestros hacían de
los textos en las lecciones que daban; posteriormente, estas aclaraciones
se reunieron por escrito.

Puesto que para los glosadores no había otro derecho válido que el establecido
por el emperador, con su tarea fijaron el texto de la compilación justinianea, a
la vez que procuraban adecuar la realidad de su tiempo dentro de los esquemas
de la obra de Justiniano.

La vinculación de la glosa al texto legal determinó todo el desarrollo�de�la�ta-


rea�que hicieron los juristas en torno a la compilación justinianea. Asimismo,
condicionó el desarrollo de los varios tipos de literatura jurídica, íntimamente
relacionado, en origen, a las explicaciones orales que hacían los maestros en
el transcurso de las lecciones.

El método desarrollado en Bolonia se convirtió en modelo de otros centros de


estudio que continuaban siendo tributarios del peso de la lección oral y de la
vinculación de ésta con los varios tipos de glosas, así como su evolución�y
transformación en diferentes géneros literarios.

A pesar de la aparente individualidad de las glosas, hay que concebirlas no


como el resultado de una tarea aislada, sino como un resultado que forma
parte de una obra unitaria cuyo origen es la enseñanza oral. Esta obra unitaria
recibe el nombre de aparato de glosas (apparatus).

La lección oral en Bolonia estaba dividida en siete partes, gradualmente fijadas para ir
de los estadios más sencillos a los más complejos. Para facilitar a los estudiantes la com-
prensión de la materia, estaban los tres primeros escalones. Los cuatro últimos permitían
hacer la tarea de construcción a partir de la discusión del texto que se estudiaba.
© FUOC • PID_00163033 46 La creación del derecho en los reinos peninsulares...

De las summulæ y de las summulæ titolorum extravagantes surgieron los géneros Los tractatus
literarios de las summae y de los tractatus. Por lo que se refiere a las summae,
Los tractatus (los tratados)
están las Summæ Codicis, Summæ Institutionum y Summæ Authentici, que son triunfarán definitivamente en
exposiciones sistemáticas hechas de acuerdo con el orden de los títulos del la época de los comentaristas.

Código, de las Instituciones y del Auténtico. En cuanto a los tractatus, vienen a ser
como una summula titolorum que rebasa los límites de un título porque tiene
como objetivo exponer una determinada materia y no un título.

La tarea de los glosadores culminó en el siglo XIII, ya que la estrecha vincula-


ción de la glosa al texto limitaba las posibilidades de evolución más allá de un
cierto nivel y hacía difícil encuadrar la nueva realidad dentro de los esquemas
del derecho romano justinianeo.

La obra de Accursio, la Magna glossa (o Glosa ordinaria), al reunir el


aparato continuado de todas las glosas que se habían hecho sobre la
compilación de Justiniano, significó el agotamiento del método de la
glosa y representó el punto final de la tarea creativa de la escuela de
glosadores.

Esta obra, acabada a mediados del siglo XIII después de seleccionar durante
años glosas de aparatos anteriores, evidenciaba la incapacidad del método de
la glosa para continuar haciendo nuevas aportaciones originales.
© FUOC • PID_00163033 47 La creación del derecho en los reinos peninsulares...

También en este punto se mantiene un paralelismo en la evolución con el


derecho canónico. Los canonistas, como los civilistas, también utilizaban el
método de la glosa para estudiar sus textos.

Los decretistas empezaron a glosar el Decreto de Graciano y a hacer summæ. Su La glosa a las Decretales de
tarea fue seleccionada y plasmada en la glosa ordinaria en el Decreto hecho a Bernardo de Parma

principios del siglo XIII por Juan Teutónico, reelaborada a partir de mediados La glosa a las Decretales deBer-
de siglo por Bartolomé de Brescia. Los decretalistas también estudiaban con nardo de Parma hecha por Si-
nibaldo de Fieschi (el futuro
la técnica de la glosa las decretales recogidas por Raimundo de Peñafort, cuya Papa Inocencio IV) y por Enri-
co de Susa, llamado el Ostien-
obra culminó con la glosa ordinaria al Liber Extra de Bernardo de Parma en el se (porque era cardenal de Os-
último tercio del siglo XIII. tia).

2.4.2. Los comentaristas


El origen de la escuela de
Orleans

Superada la etapa anterior por el agotamiento del método de la glosa, hacía


El origen de la escuela de Or-
falta renovar el método de trabajo. Esta renovación sería inconcebible, por leans se tiene que buscar enla
obra de los juristas Jacques de
otro lado, sin la aportación que había representado la obra de los glosadores. Revigny y Pierre de Belleper-
che.
El inicio de la renovación empezó fuera de Italia en la segunda mitad del siglo
XIII. Fue en la localidad francesa de Orleans y se llevó a cabo abandonando el
método de la glosa.

A partir de aquel momento, los textos legales ya no se miraban como si fuesen


textos sagrados, sino que se consideraban fuentes ricas de principios jurídicos
a las que acudir para construir un nuevo sistema jurídico que tuviese muy en
cuenta, integrándola, la realidad social de la época. Los comentaristas, pues,
procuraban adecuar el derecho romano justianianeo a la realidad de su tiempo.

Los comentaristas
El nuevo método, profundamente dialéctico, tenía el comentario como
su manifestación más pura. Los juristas que lo utilizaban recibían el Los comentaristas pudieron-
renovar el método de trabajo
nombre de comentaristas. porque contaban con la tarea
previa de fijación de los textos
legales realizada por los glosa-
dores, y con las aportaciones
El comentario (género que, por otro lado, ya habían utilizado los glosadores de Accursio a la Magna glossa.

sin llegar a fructificar), surgió como consecuencia de las transformaciones en


los antiguos aparatos de glosas y de la estructura de la lección oral. Si bien hay
que decir que triunfó el nuevo aparato, no lo hizo la nueva�forma�de�enseñar.

Podríamos simplificar los cambios que sufrió la lección diciendo que quedó dividida en
dos partes y que se fue desplazando gradualmente el peso hacia los cuatro últimos escalo-
nes, con unas aproximaciones cada vez más generales, y desdibujándose progresivamen-
te las diferencias entre los tipos de glosas, sustituidas por una modalidad más uniforme
de glosas discursivas, de las que sólo se diferenciaban las breves y las extensas.
© FUOC • PID_00163033 48 La creación del derecho en los reinos peninsulares...

Los comentaristas, independizados del carácter sagrado de los textos legales y


de la vinculación a la letra de la ley que imponía el método de la glosa, crearon
nuevos géneros congruentes con su actividad. Los que triunfan con la escuela
de los comentaristas (si bien habían surgido en la escuela de los glosadores)
son: el tratado, el comentario y los consilia.

El tratado (tractatus) es el género literario que se ocupa monográficamente de un objeto


o de una institución y lo hace desvinculado de los límites que imponía la división en Los casus
títulos de la obra de Justiniano. El comentario (commentum) se desarrolla a partir del casus,
haciendo una paráfrasis del texto legal (con la consecuente libertad que suponía alejarse Los casus son un tipo de glo-
de la letra de la ley). Los consilia marcan aún más la independencia del texto legal, ya que sa vinculada al texto legal, que
resuelven casos jurídicos con una finalidad práctica evidente, teniendo muy presente la ofrece su contenido esencial.
realidad social del momento.

La obra de la escuela de Orleans contó con discípulos de renombre. Entre otros,


Cino de Pistoia (finales siglo XIII-inicios siglo XIV), Bartolo de Sassoferrato (si-
glo XIV) y Baldo degli Ubaldi (siglo XIV). Entre los canonistas, a pesar de la
dificultad por mantener aún una separación clara entre derecho civil y dere-
cho canónico, destacaron Giovanni d'Andrea –el conocido Juan Andrés de los
textos castellanos– (finales siglo XIII-primera mitad siglo XIV) y Niccolo de Te-
deschi –conocido como el Abad Panormitano– (siglo XV).

Los comentaristas coincidieron con los glosadores al considerar el derecho ro-


mano justinianeo como la expresión�técnica�más�perfecta�del�derecho, pero
ya no consideraban que su vigencia provenía de la voluntad del emperador,
sino que, aceptando conclusiones de los glosadores canonistas y civilistas del
siglo XIII, tuvieron que reconocer que había ciudades y reyes que no estaban
sometidos al Emperador.

El carácter técnico del derecho romano, el único que se estudiaba en las


escuelas al lado del derecho canónico, hizo que se mantuviese vivo, a
pesar de que en algunos lugares se hubiese identificado con la ratio scrip-
ta, como medio de la justicia cristiana para actuar. Desde esta concep-
ción, el derecho romano justinianeo y el derecho canónico eran los iura
communia, a los que, precisamente porque eran comunes, se tenía que
recurrir para completar, según los casos, los diferentes ordenamientos.
© FUOC • PID_00163033 49 La creación del derecho en los reinos peninsulares...

3. La recepción del derecho común

Hasta ahora nos hemos ocupado de la difusión del derecho común, de cómo la
tarea llevada a cabo por los juristas de Bolonia sobre la compilación justinia-
nea, sobre los textos canónicos y feudales fue conociéndose y difundiéndose
por varios medios desde los centros de estudio.

El ius commune (derecho común)

Recordemos que por derecho común (ius commune) entendemos la obra creada por glo-
sadores y comentaristas a partir de los estudios desarrollados en Bolonia sobre los textos
de derecho romano justinianeo, de derecho feudaly de derecho canónico, acompañados
de las interpretaciones que dichos juristas hicieron de estos textos.

En cambio, con la expresión recepción del derecho común, lo que hacemos es


aludir al proceso de llegada, de asunción y de asimilación del derecho común
en los distintos�territorios�europeos.

3.1. Planteamiento y concepto

La idea de recepción –que presupone y abarca el concepto de difusión– viene


condicionada por la llegada de nuevos libros glosados, de este nuevo derecho
a los diferentes reinos peninsulares entre el siglo XII y principios del XIII.

Estos nuevos libros incluían tanto los textos legales (los llamados libros ordi- El Corpus iuris civilis
narios de derecho civil –es decir, romano– y canónico) como las obras de los ju-
El Corpus iuris civilis, por su
ristas donde se exponen estos derechos. Los libros ordinarios de derecho civil contenido (el derecho que ha-
y derecho canónico circulaban independientemente, ya que el derecho feudal bía sido propio de los ciudada-
nos romanos), se identifica con
se había incorporado dentro de los libros ordinarios de derecho civil. el "derecho civil" por antono-
masia.

La difusión en los reinos peninsulares de este derecho común (llamado tam-


bién derecho de la recepción) se produce a partir del siglo XII mediante una vía
escrita y una vía oral; por un lado, la llegada de libros y, por otro, los estudian-
tes formados en este nuevo saber. Ambas vías contribuyen a hacer más cono-
cidos los principios del nuevo derecho, al que se acude no sólo para buscar
soluciones para resolver conflictos�de�intereses, sino también con un carácter
cultural, como un recurso a un saber técnico especializado, que evidencia la
cultura de quien lo utiliza.

La recepción del nuevo derecho común es un fenómeno corriente en los di-


ferentes reinos peninsulares. Puesto que la recepción significa ‘recibir algo que
viene de fuera', independientemente de si la recepción es entusiástica o con
una fuerte oposición, conviene prestar atención a cómo resolvieron los distin-
© FUOC • PID_00163033 50 La creación del derecho en los reinos peninsulares...

tos territorios peninsulares la incorporación de este nuevo elemento a los or-


denamientos jurídicos respectivos, momento a partir del cual se podrá hablar
ya de recepción del derecho común en un territorio determinado.

En las tierras peninsulares, la recepción del derecho común se puede fechar a


mediados del siglo XIII, momento en que se producen reacciones oficiales en
los distintos reinos en contra del nuevo derecho.

Las medidas que se toman intentan fijar cuál es el alcance y el grado de su integración
en el ordenamiento, si bien hay otros aspectos que hay que tener en cuenta, como la
reacción social –a menudo previa a la reacción oficial–, y las interacciones entre ambas.

A partir del momento en que se producen estas reacciones, se puede considerar


que la recepción del derecho común pasa, de ser un fenómeno estrictamente
cultural, a ser la recepción de un nuevo derecho, de un ordenamiento jurídico
más al que recurrir para resolver conflictos, desde cada una de las soluciones
oficiales arbitradas en los diferentes reinos.

Si bien los elementos integrantes del ius commune habían tenido, por las mis-
mas exigencias del método de la glosa, una evolución paralela pero indepen-
diente hasta entonces, en el paso del siglo XII al XIII se produjo un cambio de
planteamiento en los glosadores que abrió el camino para que los civilistas,
canonistas y feudalistas pudiesen tener una mayor colaboración, evidenciada,
por ejemplo, en la incorporación del derecho feudal dentro del corpus iuris.
Este acercamiento, que se empezó a producir entre el ius civile y el ius canoni-
cum, permitió hablar de utrumque�iuspara referirse a ambos derechos.

La cristalización del ius civile condujo a los civilistas a recurrir cada vez más al derecho
canónico, un derecho que se iba creando día a día. El método del comentario también
permitió que los juristas se desvinculasen del texto de la ley y construyesen un nuevo
sistema a partir de los principios jurídicos que se extraían tanto del derecho civil como
del derecho canónico. Los juristas se ocupaban de ambos derechos y quienes destacaban
en el estudio eran a la vez buenos civilistas y buenos canonistas.

El ius commune se plantea como un sistema resultado de la reducción a la uni-


dad del ius civile y del ius canonicum (el utrumque ius), fruto de una construcción
doctrinal obra de juristas. El sistema construido del ius commune, a diferencia
de los iura propria, no se puede identificar con un derecho vivido.

El sistema del ius commune incorporaba desde su planteamiento los derechos de los dife-
rentes reinos (los llamados iura propia, derechos propios, por oposición al derecho que
compartían, el derecho común), si bien lo hacía en el ámbito conceptual, porque traspa-
sar este ámbito supondría romper la unidad conseguida en la construcción doctrinal del
derecho común. Los derechos propios se tendrían que desarrollar en el marco respectivo,
como excepciones que, si convenía, se pudiesen minimizar para consolidar la vigencia
del ius commune.
© FUOC • PID_00163033 51 La creación del derecho en los reinos peninsulares...

Su papel en cada uno de los reinos quedará determinado en el ordenamiento


propio en los textos legales que recopilan las redacciones oficiales que tienen
lugar a mediados del siglo XIII y donde el derecho común sólo será derecho si
es reconocido –y en la medida en que sea reconocido– en cada uno de aquellos
textos.

Se evidencia así que, desde la óptica de los derechos propios, no pudo haber
un sistema de derecho común, sino que lo que hay es una armonización desde
los derechos propios de estos derechos y de los derechos comunes.

3.2. Causas de la recepción y reacciones que provocó

El ansia de saber impulsó la difusión�del�derecho�común. Asimismo, desde


muy temprano consta la presencia en Bolonia de estudiantes peninsulares in-
teresados en adquirir este nuevo conocimiento, reconocido socialmente por
el poder del que derivaba, a pesar de tratarse de un derecho no vigente, que
sin embargo contaba con un nivel técnico muy superior al de los derechos
propios.

Los nuevos juristas formados en el estudio del nuevo derecho fueron bien aco-
gidos en las cortes de los monarcas peninsulares, de los señores territoriales,
de las dignidades eclesiásticas, si no es que ellos mismos los habían enviado a
formarse. La reforma administrativa que evolucionó hacia una especialización
de los órganos de la corte fue causa y efecto de esta recepción. La cada vez
más compleja organización política tendrá que contar con los juristas forma-
dos en el nuevo derecho, que son los únicos capaces de hacer funcionar la
administración.

Los estudiantes de Bolonia y el ejercicio profesional

Los estudiantes de Bolonia y de otros centros de estudio, gracias a su preparación profe-


sional (jurídica y documental), estaban en condiciones de ocupar cargos de funcionarios
que la especialización de los órganos reclamaba.

Las reacciones ante la llegada del nuevo derecho divergieron en función de


las ventajas o inconvenientes que se conjeturaba que comportaría aplicarlo.
Así pues, a grandes rasgos, se puede decir en general que los monarcas, los
habitantes�de�la�ciudad y los juristas se mostraron favorables al derecho de
la recepción.

Los monarcas eran favorables a este derecho porque encontraban argumentos para fun-
damentar el ejercicio de su poder; los habitantes de las ciudades, porque el derecho ro-
mano justinianeo, como derecho ciudadano que era, respondía a las necesidades de la
burguesía; y los juristas educados en derecho común, porque eran el grupo social más
interesado en difundirlo y defenderlo al tener nuevas opciones profesionales.

También a grandes rasgos se puede decir que se mostraron contrarios al dere-


cho de la recepción tanto la nobleza como el campesinado.
© FUOC • PID_00163033 52 La creación del derecho en los reinos peninsulares...

La nobleza era contraria (por razones políticas y económicas) y los campesinos (por re-
celo ante instituciones ancestrales y por la inseguridad que su aparición generó y por el
encarecimiento de la justicia).

Entre otras razones, hay que tener en cuenta que el nuevo derecho soluciona-
ba los mismos problemas con criterios muy diferentes de los que utilizaba el
antiguo derecho, circunstancia que provocó una notable inseguridad jurídica,
que sólo favoreció a quienes estaban en disposición de recurrir a todos los ins-
trumentos de un derecho tan técnico y evolucionado como el derecho común
y a asumir el encarecimiento de la justicia que de ello se derivaba.

Los síntomas de consolidación de este proceso se vinculan al momento en


que este derecho llegado de fuera arraigó en tierras peninsulares y se configuró
como un ordenamiento jurídico con el que podrán contar los monarcas. A
partir de este momento, el derecho común se invoca, se aplica y se estudia en
la Península y los signos de esta consolidación se pueden vincular en torno a
la aparición de los primeros estudios peninsulares.

A principios del siglo XIII, Alfonso VIII fundó en el reino de Castilla, en Palencia (c. 1212),
los primeros estudios jurídicos de carácter oficial. Poco más tarde, Alfonso IX, rey de
León, creó el Estudio de Salamanca (c. 1218). Tuvo poca efectividad y después de ser
reorganizado a mediados del siglo XIII por Fernando III y Alfonso X, el Estudio de Palencia
desapareció y fue sustituido por el de Valladolid. En la Corona de Aragón, la aparición de
los centros de estudio fue más tardía. Prescindiendo de los que no tuvieron continuidad,
Jaime II creo el Estudio de Lérida en 1300, aunque no funcionó efectivamente hasta 1349.
En 1353 se crearon el Estudio de Perpiñán y el de Huesca. Estos últimos no superaron el
Estudio de Lérida y ninguno de ellos tuvo gran relevancia.

En torno a estos centros se discute sobre si se desarrollaron centros�de�copia


de�textos�jurídicos, pero se sabe que en el siglo XII en la Península se copiaron
algunos manuscritos jurídicos. Otro testimonio es la aparición de obras jurídi-
cas referidas al derecho común hechas en la Península, aunque no parece que
surjan de los estudios, sino que las que se conocen del siglo XIII son de juristas
peninsulares profesores de centros extranjeros; se ve en cambio vinculada, en
el siglo XIII, a la actividad legislativa de los reyes y de los municipios.

El último testimonio es el de los estudiantes que volvían a sus territorios edu-


cados en el derecho común y que pasarán a ser los encargados de poner en
práctica sus conocimientos, a la vez que serán las personas preparadas para
ocupar cargos (oficiales) relevantes en la naciente administración, si no es que
se dedican a otras salidas profesionales (abogados).

Hay que completar esta visión mencionando también el papel auxiliar que jugaron los
notarios, que a pesar de los pocos conocimientos jurídicos que tenían, tuvieron un papel
relevante en la consolidación del derecho común por el simple hecho de ir copiando y
repitiendo fórmulas que iba introduciendo el nuevo derecho.

Para conocer el grado de asimilación del ius commune en cada uno de los te-
rritorios peninsulares con derecho propio, habrá que acudir a ver las solucio-
nes que en cada uno de ellos se adopta hasta llegar al orden de prelación de
fuentes respectivo.
© FUOC • PID_00163033 53 La creación del derecho en los reinos peninsulares...

4. Castilla

Poco después de la conquista musulmana (711), en el norte de la Península Ibérica sur-


gió una fuerte monarquía –la asturiana– que, apoyada en la nobleza y el clero, inició la
llamada Reconquista. A lo largo de los siglos VIII y IX, los avances de la monarquía astur
consolidaron sus dominios en tierras gallegas y ocupó la tierra leonesa hasta el Duero.
Con el monarca Ordoño II a principios del siglo X, se estableció la capital en León. En el
931, el rey Ramiro II nombró a Fernán González, colaborador en sus campañas de repo-
blación de nuevas tierras, conde de toda Castilla, la tierra fortificada entre los valles altos
del Duero y del Ebro. Este condado fue el núcleo del futuro reino de Castilla cuando en
la segunda mitad del siglo X, a causa de la debilidad de la monarquía leonesa –por las
minorías y luchas por el trono– empezó a gobernarse con independencia de hecho.

La Península Ibérica hacia el año 800


Fuente: Kinder; Hilgemann (1971). Atlas histórico mundial. (vol. 1, pág. 192).

En el año 1022, Alfonso V (999-1028) se casó con la hermana del rey de Navarra, San-
cho Garcés III. Las hostilidades entre Navarra y León durante el reinado de Bermudo III
(1028-1037), último monarca de la dinastía astur-leonesa provocó que Sancho el Grande
de Navarra se apropiase de Castilla. La hermana de Bermudo, casada con Fernando, hijo
del rey navarro, hizo posible la instauración en el reino de Castilla de la dinastía navarra
con la coronación de Fernando I como monarca (1037-1067).

Más o menos a partir de la muerte de Sancho III de Navarra, los núcleos occidentales de
la Península que se iban conquistando fueron incorporándose al reino de Castilla. Así, en
1064, se extendió la frontera castellana hasta la línea del Ebro, en la llamada Extremadura
castellana (al sur del Duero, cerca de las actuales provincias de Segovia y Soria) y en
1064 hasta el Tajo. Pero sería con Alfonso VI (1072-1109), emperador de toda España, rey
de León y de Castilla, así como de Álava, Vizcaya, Guipúzcoa, cuando la Reconquista
avanzó hasta Toledo, repoblándose Salamanca, Ávila, Medina, Olmedo, Segovia, etc. Se
afianzó la frontera del Tajo. Su nieto, Alfonso VII (1126-1157) dividió el reino a su muerte
cediendo Castilla, Toledo y la Extremadura castellana a su hijo Sancho III, y León y Galicia
a Fernando II. Así, Castilla y León permanecieron separadas, de nuevo, hasta la muerte de
Alfonso VIII de Castilla (1158-1214). Este último monarca, quien al lado de Alfonso IX de
León, Sancho VII de Navarra y Pedro II de Aragón venció a los musulmanes en la batalla
© FUOC • PID_00163033 54 La creación del derecho en los reinos peninsulares...

de las Navas de Tolosa (1212), casó a su hija Berenguela con Alfonso IX de Castilla. Pues
bien, ésta sería reconocida reina de Castilla después de la muerte de su hermano Enrique
I (1214-1217). De esta forma, con la renuncia de la reina a favor de su hijo Fernando, se
hizo posible, de nuevo, la reunión de los dos reinos con el monarca Fernando III el Santo
(1217-1252), rey de León desde 1230.

Tierras de la Corona de Castilla

La Corona de Castilla integraba en el siglo XIII León, Castilla, las dos Extremaduras (la
leonesa, al sur del antiguo reino de León, y la castellana, situada hacia las actuales pro-
vincias de Segovia y Soria), los territorios vascos, el reino de Toledo, el de Murcia y la
mayor parte de Andalucía. El reino de Navarra se anexionó a la Corona de Castilla des-
pués de su conquista a principios del siglo XVI.

4.1. La progresiva afirmación de la potestad de crear derecho de


los monarcas castellanos

En la Corona de Castilla, hasta el siglo XIII, hubo una concepción subjetiva del
derecho que hizo aparecer una organización sociopolítica basada en peque-
ños centros�de�convivencia autónomos. Dentro de estos centros, los poderes
municipales y señoriales gozaron de un derecho propio, de origen consuetu-
dinario, llamado fuero. Los fueros eran ordenamientos jurídicos completos, es
decir, no había que recurrir a ningún otro ordenamiento para llenar las lagu-
nas legales que pudiesen existir. Junto con estos derechos particulares había
una pervivencia del Liber Iudiciorum, en el que la monarquía buscará su legi-
timación.

Hasta la recepción del ius commune, el rey, vicario de Cristo en la tierra con un poder
temporal otorgado por el mismo Cristo, pero independiente de otros poderes ajenos –el
Papa o el Emperador– gozaba de una potestas regalis que se manifestaba por medio de
la actuación judicial, es decir, el rey gozaba de una potestas iudicialis o jurisdictio porque
Dios lo había establecido en la tierra como juez, con facultades para juzgar en apelación,
en última instancia, y para intervenir en casos de denegación de justicia de los señores
a sus vasallos.

Con la recepción del ius commune, el Liber, que se continuaba aplicando a Reyes de Castilla
los diferentes territorios castellanos, se interpretó a la luz de los principios
Alfonso VII (1126-1157)
propios del derecho romano justinianeo quodprincipi placuit, legis habet vigorem
Sancho III (1157-1158)
y princeps legibus solutus est –‘lo que place al príncipe tiene fuerza de ley' y Alfonso VIII (1158-1214)
‘el príncipe se encuentra libre de la ley'– y ayudó a resucitar la vieja idea del
monarca como creador del derecho.

Reyes de León
Los monarcas bajomedievales se consideraron titulares de una potestas
regalis que ya no se manifestaba en la facultad altomedieval de juzgar Alfonso VII (1126-1157)*
Fernando II (1157-1188)
según la justicia divina, sino que, además de identificarse con un poder
Alfonso IX (1188-1214)
judicial supremo, se presentó como creador del derecho. * Rey de Castilla y de León
© FUOC • PID_00163033 55 La creación del derecho en los reinos peninsulares...

Con la recuperación de las ideas del derecho romano se volvió a considerar


que el derecho era obra de los hombres, a pesar de que la justicia se continuó
identificando con la justicia divina. Esta justicia�divina, identificada con la
equidad se convertía en equidad constituida gracias a su conversión en dere-
cho. Los reyes creaban derecho y transformaban la equidad en constituida.

Reyes de Castilla y León

Fernando III el Santo (1217-1252)


Alfonso X (1252-1284)
Sancho IV (1284-1295)
Fernando IV (1295-1312)
Alfonso XI (1312-1350)
Pedro I (1350-1369)
Enrique II Trastámara (1369-1379)
Juan I (1379-1390)
Enrique III (1390-1406)
Juan II (1406-1454)
Enrique IV (1454-1474)
Isabel I (1476-1504)

La asunción por parte de los monarcas de la titularidad de la creación del de-


recho se produjo con dificultades, y por eso al principio esta tarea creadora
fue equivalente a mejorar el antiguo y buen derecho, es decir, los fueros y las
costumbres, y cuando por fin consiguieron afirmar su poder de crear derecho,
este nuevo derecho debía tener los requisitos de no ir en contra de Dios, contra
la naturaleza o contra la razón.

Cuando a finales del siglo XV, los reyes castellanos consiguieron imponerse
como creadores de derecho, sin tener como límite ningún otro derecho hu-
mano –ningún derecho particular– se empezó a formar el concepto de sobera-
nía propio de la edad moderna. Los primeros monarcas que manifestaron que
eran legisladores fueron Alfonso IX de León y Alfonso VIII de Castilla.

"Alfonso VIII de Castilla, después de la batalla de las Navas de Tolosa, prometió a los no-
bles y burgueses de las ciudades que mejoraría y confirmaría sus buenos fueros, exigién-
doles, sin embargo, que los redactasen por escrito. Los derechos no confirmados no se
considerarían derecho. A pesar de que algunos fueros parece que se llegaron a redactar
por escrito, la intención de Alfonso VIII no se materializó."

Fernando III impulsó las pretensiones legisladoras de los monarcas con la con-
quista y repoblación de los territorios ocupados por los musulmanes en Anda-
lucía y Murcia, llevando a cabo una repoblación�de�las�tierras mediante un
Libro de Repartimiento y estableciendo como nuevo derecho un Libro de fuero. El
rey pretendía imponer así un régimen jurídico diferente al del libre albedrío,
que se daba en los territorios donde predominaban los derechos señoriales y
municipales –Castilla y las dos Extremaduras–, y lo hacía otorgando una carta
de privilegios, entre los que estaba el Libro de Fuero.

La batalla de Las Navas de Tolosa

En 1212 en la batalla de las Navas de Tolosa, se produjo el triunfo de los ejércitos de los
reyes cristianos –de Aragón, de Castilla y de Navarra– sobre los musulmanes almohades,
el cual significó el final del poder musulmán sobre la Península, y quedó limitado a los
reinos de Taifas.
© FUOC • PID_00163033 56 La creación del derecho en los reinos peninsulares...

"El 1241, tras conquistar Córdoba, Fernando III le concede una carta de privilegios –carta
fori–, entre los cuales se incluye la concesión del Liber, que manda que sea traducido y
que se conozca, en adelante, con el nombre de fuero de Córdoba."

Iglesia, La creación del derecho... II, pág. 17, nota 23.

Contenido
Los Libros de fuero recogían el derecho propio y exclusivo de cada ciudad complementario
y tomaban su nombre. En realidad, todos estos libros tenían el mismo
Los Libros de fueros llevaban
contenido, el Fuero Juzgo, que era una traducción al castellano del Liber el nombre de la ciudad para
la que se otorgaban. Como
Iudiciorium. Eran normas particulares, que en el territorio donde regían, ejemplos se pueden citar el
es decir, en el municipio, funcionaban como ordenamientos jurídicos Fuero de Córdoba, el Fuero de
Murcia, el Fuero de Alicantey el
generales y completos. De acuerdo con lo que establecía el Liber Iudicio- Fuero de Sevilla.
rum, quien llenaba lagunas legales y daba nuevas leyes era el monarca.
Se afirmaba así el poder del rey de crear el derecho mediante la ley en
unos territorios que, al ser de nueva conquista y sin tradición jurídica
cristiana, no ofrecieron resistencia a las pretensiones regias

La Península Ibérica hacia el año 1130


Fuente: Atlas histórico mundial. Kinder; Hilgemann (1971, vol. 1, pág. 192).

A la muerte de Fernando III, los diferentes territorios integrantes de la Corona


de Castilla presentaban diversas tradiciones jurídicas.

1) En el reino de León, al lado del Liber fueron apareciendo derechos munici-


pales y señoriales que no se llegaron a desarrollar a causa de la consideración
del Liber Iudiciorum como libro al que se tenía que recurrir en última instancia.
El arraigo del Liber en León se debió a la existencia de núcleos de población
mozárabe en su territorio.

2) En el reino de Toledo, conquistado tardíamente y con un amplia población


mozárabe, el núcleo del ordenamiento jurídico fue el Liber.
© FUOC • PID_00163033 57 La creación del derecho en los reinos peninsulares...

3) En las ciudades andaluzas y murcianas se impusieron los Libros de Fuero,


derechos particulares que en realidad eran una traducción del Liber.

4) En Castilla y en las dos Extremaduras predominaba el régimen de libre al-


bedrío, basado en unos derechos señoriales y municipales más desarrollados
y que daba lugar a las fazañas o sentencias. Estas sentencias creaban un prece-
dente y podían llegar a ser fuero, es decir, derecho.

4.2. La política legislativa de Alfonso X

La diversidad de las tradiciones jurídicas existentes en los reinos que heredó


Alfonso X provocó que éste se propusiese llevar a cabo una tarea�legislativa
con un triple objetivo:

• la unificación jurídica;
• la renovación del ordenamiento jurídico;
• la afirmación del monopolio legislativo del monarca.

Esta tarea la pretendió llevar a cabo por medio de dos obras jurídicas, el Fuero
Real y el Espéculo, pero las circunstancias le llevaron a redactar otra nueva, el
Libro de las Siete Partidas. En estas obras, Alfonso X defendía las ideas de que
el monarca era vicario de Dios en la tierra en el ámbito temporal y de que
Dios lo establecía en su cargo para hacer realidad la justicia. Aun dentro de la
concepción del poder heredada de la alta edad media, el poder del monarca
se entendía como un poder ministerial de origen divino para acabar con las
diferencias, litigios y daños nacidos entre los hombres por medio de la justi-
cia y del derecho, que era creado con sus leyes. Como hemos señalado antes,
los monarcas castellanos encontraron en la tradición peninsular un texto que
confirmaba su poder legislativo: el Liber Iudiciorum, entendido en la baja edad
media desde el punto de vista del derecho de la recepción. Los monarcas legis-
laban a partir de la mejora del derecho, acabando con los malos usos, identifi-
cados con el derecho tradicional o especial, que se concretaba en los llamados
malos usos (contrarios, por tanto, a la bondad que se predicaba del derecho,
que tenía que respetar el derecho divino).

La identificación del monarca como facedor de leyes fue una novedad


bajomedieval. Hacer triunfar esta afirmación suponía imponer la legis-
lación del rey sobre los fueros municipales y señoriales, cosa que ocul-
taba un enfrentamiento político entre el poder del rey y el de los mu-
nicipios y señores.

Alfonso X fue radical en su planteamiento: afirmó que el monarca tenía los


mismos�poderes que el emperador, o mayores, porque tenía su reino por he-
rencia, y no por elección, como pasaba a los titulares del Imperio Germáni-
co. Así, el monarca afirmaba su poder legislativo en contra de la pretensión
© FUOC • PID_00163033 58 La creación del derecho en los reinos peninsulares...

de crear derecho de aquellos quienes lo habían hecho incluso teniendo un


superior en el ámbito temporal, (señores y municipios) mediante el juicio por
albedrío, las fazañas –sentencias–, que llegaban a convertirse en precedente y
fuero, y las costumbres.

En los centros de convivencia municipal, a lo largo de la alta edad media, apareció, como
se ha visto en la lección correspondiente, un derecho propio. En los núcleos señoriales,
tras este derecho se encontraba la presencia de imposiciones señoriales. Como señala A.
Iglesia Ferreirós (La creación del derecho. Una historia de la formación de un derecho estatal
español, I, pág. 348), "el problema del derecho consuetudinario radica en su fijación. Es
posible pensar que la propia comunidad –sea municipal, sea señorial– pudo ir fijando
nuevos fueros, cuando reconocía como buena una nueva situación, con intervención del
señor [...]". El mismo autor, en la nota 88 de la misma página, cita a D. Galo Sánchez:
"en Castilla (y en otros territorios) ofrecen especial interés las fazañas, sentencias que en
ocasiones sientan jurisprudencia y a veces son dadas conforme al libre albedrío del juez".

4.2.1. Fuero Real

Éste fue un libro de fuero que se concedió en 1225 para Castilla y las dos Ex- Rebelión antialfonsiana
tremaduras, territorios donde, como hemos visto, predominaban los derechos
Señores y municipios rechaza-
especiales y el juicio por albedrío. La principal afirmación que contenía era ron la pretensión de unificar el
que el rey tenía el monopolio�legislativo, aunque también se avanzó en la ordenamiento jurídico castella-
no de Alfonso X, como se verá
unificación jurídica –a partir de su concesión, todos los reinos se rigieron por más adelante al estudiar la re-
belión antialfonsiana de 1269.
libros de leyes de origen real– y en la renovación del derecho –se incluyeron
en el Fuero Real derechos antiguos de Castilla y las dos Extremaduras y algún
precepto de ius commune, sobre todo en la regulación del proceso.

Tal y como lo conocemos hoy, el Fuero Real se divide en cuatro libros, subdivididos en
títulos. En la actualidad se encuentran los títulos divididos�en�leyes. Contiene diversas
materias: derecho canónico, derecho político, fuentes del derecho, derecho administra-
tivo, derecho procesal, derecho privado y derecho penal.

Para poder afirmar el monopolio legislativo del monarca, Alfonso X recondujo


todo el derecho a la ley; es decir, combatió los derechos particulares conside-
rando que sólo el monarca podía dar leyes y llenar posibles lagunas legales.

Fuero Real (Prólogo)

"En el nombre de Dios, amén. Porque los coraçones de los omnes son departidos, por
ent natural cosa es que los entendimientos et las huebras nos acuerden en uno, et por
esta razón uienen muchas discordias et muchas contiendas entre los omnes. Onde co-
nuiene al rey, que ha a tener sus pueblos en iusticia e en derecho, que faga leyes pora
que los pueblos sepan cómo an de beuir e las desabenencias e los pleytos que nacieren
entre ellos sean departidos de manera que los que mal fizieren reciban pena e los buenos
biuan seguramient. E por end nos don Alfonso, por la gracia de Dios, rrey de Castiella
(...), en<tendien>do que la uilla nombrada Sancto Domingo de la Calçada [según otros
manuscritos: que muchas cibdades et muchas uillas de nuestros rregnos/en commo las
villas de nuestro Regno de Castilla que] non ouieron fuero fasta en el nuestro tiempo e
iudgáuasse por fazannas e por aluedríos departidos de los omnes et por usos desaguisados
e sin derecho, de que uienen muchos males e muchos dannos a los omnes e a los pueblos,
e pidiéndonos merçet que les emendásemos <los sus usos, que fallasemos> que eran sin
derecho e que les diéssemos fuero por que uisquessen derechamient aquí adelant, ouie-
mos conseio con nuestra cort e con los omes sabidores de derecho, e diémosles este fuero
que es escripto en este libro por que se iudguen comunalmient uarones et mugeres; et
mandamos que este fuero sea guardado por siempre e ninguno non sea osado de uenir
contra el."
© FUOC • PID_00163033 59 La creación del derecho en los reinos peninsulares...

El monarca consideraba que esta pretensión no era una imposición real, sino
una respuesta a las peticiones de los habitantes del reino, que le habían pedido
una mejora del derecho. Él les contentará con un libro que, a pesar de ser
derecho regio, se llamaba Fuero, como los derechos particulares. Recopilaba
un derecho general –debía ser observado por todos, sin que la ignorancia del
derecho fuese motivo de inobservancia–, el único que a partir de entonces
sería invocable ante los tribunales de justicia.

Alfonso X autorizó que los juristas estudiasen otros libros de leyes –los de ius commune–,
pero las normas que contenían sólo se podían alegar en juicio si confirmaban las esta-
blecidas por el Fuero Real.

4.2.2. Espéculo

El monarca quiso profundizar en los propósitos de unificación y renovación


jurídica y por eso redactó una nueva obra, el Espéculo.

El Espéculo se dividía en cinco libros, éstos en títulos, y los títulos en leyes. Se trataban
diversas materias: fuentes de creación del derecho, derecho canónico, derecho político
y derecho procesal.

El proyecto de Alfonso X se dirigía a todos los naturales del reino. El motivo


principal que había tenido el monarca para dar un nuevo libro era, según él
mismo exponía en el texto del Espéculo, que los habitantes de sus reinos se
regían por muchos fueros diferentes, fácilmente corrompibles a causa de su
diversidad. Por eso le pidieron que mejorase el antiguo y buen derecho, me-
diante el ejercicio del poder legislativo. El Espéculo pretendía consolidar� el
monopolio�legislativo�del�monarca, así como la renovación y la unifica-
ción�del�derecho. Así, la unificación se afirmaba al establecer que se trataba
de una obra dirigida a todo el mundo y que tenían que aplicar todos los jue-
ces; por lo que se refiere a la renovación jurídica, se ejemplificaba en el hecho
de que se basaba en el derecho antiguo y bueno –los buenos fueros– y en la
incorporación del derecho de la recepción a la regulación del proceso.

Espéculo 1, 1, 3

"Njnguno non puede ffazer leys ssi non emperador o rrey, u otro por ssu mandamiento
dellos; e ssi otros la[s] ffezieren ssin ssu mandado, non deuen auer nonbre leyes, njn
deuen sser obedeçidas njn guardadas por leys, nin deuen valer en njngun tiempo."

Puesto que Alfonso X entendía que sólo a él le correspondía hacer la ley, el


fuero se convirtió en un tipo de ley y, como ley, correspondía al rey corregirlo
y dar fueros nuevos.

En el Espéculo se consideran tres tipos de leyes: el establecimiento (la ley escrita), la pos-
tura (privilegios dados por el rey) y el fuero (costumbre o ley no escrita, largamente usada,
derecho antiguo razonable y confirmado por el rey).
© FUOC • PID_00163033 60 La creación del derecho en los reinos peninsulares...

El Espéculo se presentó como único libro de leyes aplicables en los tribunales


de justicia. Todas las sentencias dictadas invocando otros libros –que los jueces
tendrían que destruir– serían nulas. Se permitió, sin embargo, que estas obras
fuesen conocidas como materia de estudio.

Espéculo 4, 2, 16

"Fazer deuen otrossi por derecho aquellos que an poder de judgar que ssi alguno aduxiere
libro de otras leys para rrazonar por el, quel rronpan luego, et, demas, ffazer aquel que
lo aduxo, que peche quinjentos marauedís al rrey; ca commoquier que Nos plega, et
queremos, que los de nuestro ssennorio aprendan las leys que los omnes vsan en las otras
tierras, et todas cosas que ssean mas entendudos et mas sabidores, nos tenemos por bien
que las rrazonen en los pleitos, njn que judguen por ellas, ssi non ssi ffueren tales que
acuerden con estas [...]."

El monopolio legislativo del monarca implicaba, asimismo, llenar las lagunas


legales e interpretar el derecho. De esta forma, los jueces tenían que recurrir
al�rey a falta de ley aplicable.

Hacia 1256, unos intermediarios imperiales ofrecieron a Alfonso X la posibi-


lidad de ser elegido emperador, hecho que provocó el abandono del Espéculo
y el inicio de redacción del Libro de las Siete Partidas.

4.2.3. Las Siete Partidas

El ofrecimiento de la corona imperial provocó la decisión de Alfonso X de Las Partidas


abandonar el proyecto del Espéculo y empezar a redactar un nuevo libro de
Las Partidas fueron editadas
leyes llamado El Libro de las Siete Partidas. en forma impresa en 1491 por
Alonso Díaz de Montalvo y en
1555 por quien sería su primer
Alfonso X (1252-1284) era hijo de Beatriz de Suabia y nieto de Felipe de Suabia, hecho glosador, Gregorio López.
que le llevó a pretender el trono imperial de Alemania desde 1256, circunstancia que los
historiadores conocen con el nombre de fecho de imperio. La pretensión le costó muchos
esfuerzos y mucho dinero, circunstancia que empeoró la situación económica de Castilla,
por lo que la aspiración de Alfonso X se hizo impopular. La nobleza, que quería recuperar
el poder que había perdido desde el reinado de Fernando III intentó aprovecharse de la
situación y se rebeló contra la política del monarca en 1269.

La razón de la elaboración de las Partidas era que el rey, si quería ser emperador,
no podía ignorar en su libro de leyes el derecho del Imperio –el ius commune–
y, además, tenía que incorporar una parte dedicada precisamente al cargo de
emperador.

Las Siete Partidas consta de siete partes, subdivididas en títulos y leyes. Su estructura es
la siguiente:

I. Fuentes del derecho y derecho canónico.


II. Derecho político.
III. Derecho procesal y derechos reales.
IV. Derecho matrimonial, de familia y de estado de las personas, que incluye materia
feudal.
V.�Obligaciones y contratos.
VI. Sucesiones.
VII. Derecho penal.
© FUOC • PID_00163033 61 La creación del derecho en los reinos peninsulares...

Su contenido se inspiraba básicamente en el ius commune, hecho que demos- Gregorio López
tró en el siglo XVI el jurista Gregorio López. La obra tuvo como fuentes utili-
Gregorio López (1496-1560)
zadas, no sólo el Corpus Iuris de Justiniano, las decretales de los Papas o los fue el jurista que realizó la glo-
Libri Feudorum, sino también obras de glosadores. La renovación jurídica se sa ordinaria de las Partidas y
que demostró que sus fuentes
materializó en el hecho de que las Partidas fuesen una exposición sistemática eran los textos del ius commu-
ne –derecho civil y derecho ca-
del derecho de la recepción. nónico– y las doctrinas de los
juristas.

También se consiguió la unificación jurídica con la afirmación de que todos


los naturales de los reinos de Alfonso X se tenían que someter a las normas
contenidas en las Partidas, que se convertían así en derecho general y completo
del reino, aunque el rey podía dictar leyes particulares (privilegios y fazañas).

Partidas 1, 1, 15

"Todos aquellos que son del señorío del facedor de las leyes sobre quien las él pone son
tenudos de las obedecer et guardar, et judgarse por ellas, et non por otro escripto ninguno
de otra manera fecho. Et el que la ley face es tenudo de la facer cumplier: et eso mesmo
decimos de los que fuesen de otro señorío que feciesen hi pleyto, ó postura ó yerro en la
tierra onde se judgase por estas dichas leyes. Ca maguer sean de otro señorío, non se pue-
den escusar de estar á mandamiento dellas; pues el yerro ó el pleyto ó la postura fecieron
do ellos han poder. Et los que esto non quisieren facer tambien deben ser apremiados
como los otros de la tierra sobre quien las ponen."

En las Partidas se mantuvieron los tres�objetivos que ya tenía el monar-


ca en las anteriores obras. Se diferenció de aquéllas sobre todo en el he-
cho de que se desvinculó del derecho tradicional, es decir, contenía un
nuevo derecho creado por el monarca, únicamente limitado por Dios y
la justicia divina. Esto quiere decir que ya no se trataba de mejorar el
antiguo y buen derecho, es decir, el fuero. Según esta obra, uso, costum-
bre y fuero ya no eran fuente de creación de derecho: la única fuente de
creación de derecho era la ley, establecida por el rey y por el emperador.

Partidas 1, 1, 12

"Emperador ó rey puede facer leyes sobre las gentes de su señorío, et otro ninguno non
ha poder de las facer en lo temporal, fueras ende si las feciese con otorgamiento dellos.
Et las que de otra manera son fechas non han nombre nin fuerza de leyes, nin deben
valer en ningunt tiempo."

La voluntad del monarca era sinónimo de ley, y en este sentido sus sentencias
y sus�opiniones se convertían en ley. Los jueces tenían que juzgar los pleitos
únicamente según las Partidas, contra cuyas leyes no se podían dictar senten-
cias, y si se daban, se considerarían nulas. Los jueces tampoco podían juzgar
por fazañas, excepto cuando éstas fuesen dictadas por el rey.

Partidas 3, 22, 14

"[...] Otrosí decimos que non debe valer ningunt juicio que fuese dado por fazañas de
otro, fueras ende si tomasen aquella fazaña de juicio quel rey hubiese dado; ca entonce
bien podrien juzgar por ella, porque juicio del rey ha fuerza et debe valer como ley en
aquel pleyto sobre que es dado et en los otros que fueren semejantes dél."
© FUOC • PID_00163033 62 La creación del derecho en los reinos peninsulares...

En el caso de defectos en su obra, circunstancia que Alfonso X consideraba casi


imposible, por la perfección de las Partidas, se debía de recurrir al rey, quien
resolvía dudas y corregía derecho, pudiéndolo hacer contando con la opinión
de los sabios en derecho.

Partidas 1, 1, 19

"Acaesciendo cosa de que non haya ley en este libro porque sea menester de se facer de
nuevo, debe ayuntar el rey homes sabidores et entenudos para escoger el derecho, porque
se acuerde con ellos en qué manera deben ende facer ley, et desque acordado lo hubieren,
hanlo de meter primeramente en su libro, et desi en todos los otros de su tierra sobre que
él ha poder et sennorio. Et las leyes que desta guisa son emendadas et fechas de nuevo
valen tanto como las primeras ó mas [...]."

Las Siete Partidas fueron promulgadas, pero su publicación y edición


fueron interrumpidas por la rebelión de los nobles y los burgueses con-
tra la política legislativa de Alfonso X.

4.2.4. El problema de la jurisdicción en la obra de Alfonso X

Hemos visto que los jueces tenían que aplicar las Partidas, cosa que sólo se
podía conseguir si era el rey quien los nombraba.

Según el Fuero Real, únicamente escaparían del nombramiento regio los árbi-
tros elegidos por las partes, pero éstos no podían conocer causas penales.

Los jueces, excepto los árbitros elegidos por las partes, tenían que ser nombrados por el
rey. Esta pretensión del monarca encontró la oposición de las entidades que podían hasta
entonces elegir los jueces para los propios tribunales, es decir, los municipios y señoríos.
Por eso, en el Espéculo, Alfonso X permitió que los señores nombrasen jueces, pero éstos
siempre tenían que dictar sentencias de acuerdo con las normas que contenía la obra.

En las Partidas se hizo una distinción entre diferentes tipos de juez:

Los ordinarios, nombrados por el rey, que se encargaban de hacer justicia y mantener
en paz a los pueblos.

Los delegados, nombrados por los jueces ordinarios.

Los de avenencia, que eran los árbitros elegidos por las partes.

Alfonso X consideraba que la jurisdicción era una regalía propia del rey, que
podía ser cedida, en algunos casos, por carta o por privilegio a señores y a
municipios, quienes formaban parte de la jerarquía de la jurisdicción regia.
Dentro de la jurisdicción regia se podía distinguir la justicia de sangre o mero
imperio, que sólo se podía donar de forma expresa, y si se hacía no se rompía
la sumisión jerárquica al rey. Esta estructura jerárquica sólo dejaba de existir
en caso de que el monarca concediese expresamente las alzadas –los recursos
de apelación–, cosa que se hacía siempre por un periodo limitado a la vida del
rey que emitía la concesión.
© FUOC • PID_00163033 63 La creación del derecho en los reinos peninsulares...

Si consideramos la jurisdicción como una pirámide, en su cima encontraría-


mos al rey, que sería:

• juez supremo a quien se podía apelar;

• por su mayoría de justicia era el último recurso para aquellos a quienes se


denegaba justicia en otras jurisdicciones, incluso en las cedidas;

• el único que podía conocer determinados casos, por razón de la materia


o por razón de las personas.

4.2.5. La ley en la obra de Alfonso X

Hasta ahora hemos visto que en las tres obras de Alfonso X, y sobre todo en
las Partidas, la ley se convierte en la única fuente de creación del derecho, y
su elaboración se encontraba en manos del monarca. Este hecho suponía la
desaparición de las otras fuentes de creación, el fuero y las fazañas.

Veamos a continuación las características de la ley en la obra alfonsina.

1) La ley era la única fuente de creación del derecho.

2) Sólo el rey podía hacer la ley, aunque ocasionalmente podía permitir que
otras personas la elaborasen.

3) Las leyes se recogían en un libro de leyes, las Siete Partidas, que se convertía
en el único que se podía aplicar en los tribunales de justicia.

4) El rey, para hacer la ley, tenía que convertir la equidad ruda en equidad
constituida. Había sido establecido en su cargo por Dios para hacer justicia
y llevar la paz a su reino. Por eso la ley tenía que cumplir unas condiciones
(no podían ir ni contra Dios, ni contra la razón natural ni contra el provecho
de la comunidad) sin las cuales no se podrían considerar leyes y el monarca
tendría que corregirlas.

5) El monarca tenía que elaborar la ley con el consejo de sus colaboradores.

6) La ley era un mandato�general, es decir, se aplicaba a todos, cosa que con-


trastaba con la idea de subjetividad del derecho altomedieval. Que la ley fue-
se general no impedía al monarca conceder privilegios –mediante cartas�rea-
les– que configuraban situaciones jurídicas particulares a determinados indi-
viduos. Los privilegios se consideraron leyes, pero particulares y concretas, que
establecían, a favor de determinadas personas, una excepción al régimen ge-
neral.
© FUOC • PID_00163033 64 La creación del derecho en los reinos peninsulares...

Las cartas reales las concedía el monarca a veces de forma voluntaria, a veces de forma
involuntaria, es decir, por las presiones de los individuos que estaban interesados en ella.
Por eso se distinguen tres tipos de cartas reales:

• Cartas reales según fuero, que se equiparaban a las leyes.


• Cartas reales contra fuero, que eran excepciones al derecho general existente, dando
lugar a privilegios o derechos particulares. Podían ir contra los derechos de la fe ca-
tólica –entonces eran nulas–, contra los derechos de un natural –en este caso el mo-
narca podía recuperar el bien dado a un particular siempre que hubiese necesidad y
justa causa, mediante la anulación del privilegio o mediante la compensación al per-
judicado– o contra los derechos del rey o del pueblo comunalmente. En este último
caso se aplicaba la fórmula "obedézcase pero no se cumpla", es decir, quien recibía
la carta real tenía que comunicarlo al rey y si éste reiteraba el privilegio, entonces
debería ser cumplida.
• Cartas reales fuera de fuero, que eran privilegios que se debían cumplir igual que las
leyes.

Los titulares de los privilegios debían alegar sus derechos particulares ante los
tribunales, y si no lo hacían así, los perdían. Pero la interpretación del privile-
gio, como toda ley, correspondía al monarca, igual que su modificación. Y es
que la actividad del rey sólo encontraba límites en el derecho natural y el ca-
nónico, pero no en lo establecido por los hombres, ni siquiera en lo estableci-
do por él mismo. Por eso, el rey podía dar fazañas contra sus leyes, ya que era el
encargado de mejorar el derecho existente. En consecuencia, podía modificar
los fueros antiguos y elaborar otros nuevos, considerándose también leyes. En
conclusión, con la reducción de todo el ordenamiento a la ley y con el hecho
de que todo el derecho se presentase en las Partidas, se consiguió simplificar
el ordenamiento jurídico castellano y reducirlo a la voluntad del monarca.

4.3. La oposición a la política alfonsina: las Cortes de Zamora de


1274

La política llevada a cabo por Alfonso X suponía un ataque directo a los po-
deres altomedievales, es decir, a señores y a municipios, que veían amenaza-
da su autonomía y sus derechos especiales –el derecho señorial y el derecho
municipal– por la pretensión del monarca de tener en sus manos el poder de
creación del derecho de forma exclusiva. Además, Alfonso X pretendía unifi-
car y renovar el ordenamiento jurídico.

Hasta entonces, la organización de una jurisdicción estable en el ámbito mu-


nicipal y señorial había favorecido que los derechos especiales se desarrollasen
al margen�de�la�voluntad�del�monarca, a través del llamado juicio de albedrío.
Fruto de este tipo de juicio eran las sentencias que se convertían en fazañas,
creando un precedente y convirtiéndose, incluso, en fuero. Por ello, no fue
casual que Alfonso X, en su primera obra, el Fuero Real, prohibiese juzgar por
fazañas que no fuesen las del monarca.
© FUOC • PID_00163033 65 La creación del derecho en los reinos peninsulares...

Este ataque al poder de los señores y a la autonomía de los municipios se Los reyes altomedievales
plasmó también en la recuperación de la jurisdicción por parte del rey. Esta
Los reyes altomedievales ha-
jurisdicción era originariamente del monarca, pero la fue cediendo con deter- bían cedido la jurisdicción, re-
minadas condiciones o la delegó con un contenido objetivado. Hemos visto galía suya, a causa de la nece-
sidad de colaboración de los
que Alfonso X pretendió nombrar a los jueces, cosa que se puede interpretar municipios y señores para ejer-
cerla.
como una actuación contraria a los intereses de los titulares de la jurisdicción
cedida –señores y municipios– y suponía para ellos una amenaza, no sólo de
cariz político, sino también económico, ya que significaba que ellos dejarían
de cobrar las caloñas –penas pecuniarias– para ir a parar a manos del monarca.

Nobles y municipios se opusieron a la aplicación de esta política. Esta oposi-


ción, junto con los problemas de sucesión a Alfonso X, llevó a la sublevación
de la nobleza en 1269. Las circunstancias obligaron al monarca, en 1272, a au-
torizar el retorno a los fueros. Y en 1274, en las Cortes de Zamora, estableció la
competencia entre las diferentes jurisdicciones en función de la materia, dis-
tinguiendo entre pleitos del rey (casos de corte) y causas foreras (casos de rey):

• En los pleitos del rey conocían los jueces nombrados por el monarca.

• En las causas foreras tenían que conocer los jueces de fuero –muni-
cipales y señoriales– y aplicarían los fueros, que se presentaban co-
mo derecho tradicional.

De esta forma, el Fuero Real perdió su condición de derecho general de Castilla


y de las dos Extremaduras, a pesar de que pudo permanecer como derecho
municipal en aquellas villas y ciudades que decidieron mantenerlo pese a la
oposición a los principios políticos que contenía. Las Partidas dejaron de ser el
ordenamiento jurídico completo de Castilla, y pasaron a convertirse sólo en la
ley del rey aplicable en los casos�de�corte, pero después del Fuero Real, que se
aplicaba preferentemente. Así pues, se consideraron libros de derecho general
–para todos– pero incompletos, es decir, se aplicaban sólo en determinadas
causas, las del rey, identificadas con los delitos más graves.

Cortes de Zamora (1274), 46

"Estas son las cosas que fueron siempre usadas de librar por corte del Rey:

Muerte segura, muger forzada, tregua quebrantada, salvo quebrantado, casa quemada,
camino quebrantado, traycion, aleve, riepto."

Sin embargo, en las Cortes de Zamora, los estamentos sólo consiguieron que
en la aplicación del derecho no triunfase la jurisdicción real, sin incidir en el
campo de la creación del derecho. Esta victoria en el terreno jurisdiccional la
intentaron consolidar redactando su derecho, para poder configurar sus fue-
ros como ordenamientos jurídicos completos. Estas redacciones las realizaron
© FUOC • PID_00163033 66 La creación del derecho en los reinos peninsulares...

recurriendo bien al ius commune, bien al Fuero Real, que, recordemos, era de-
recho creado por el monarca. De esta forma pretendían mantener su derecho
tradicional protegido de futuros ataques regios.

Hemos afirmado que la creación del derecho se mantenía en manos del mo-
narca, y este hecho confirma que la política alfonsina triunfó en este aspecto.
Así, después de las Cortes de Zamora, los poderes del monarca eran los que
mencionaremos a continuación:

• Creaba el derecho, elaboraba nuevas leyes que incidían en los fueros.

• Era el juez supremo, es decir, le correspondían las alzadas en última ins-


tancia.

• Como titular de la mayoría de la justicia conocía las causas de quienes no


encontraban justicia en sus jueces ordinarios.

• Se encargaba de facilitar la comprensión del derecho, lo interpretaba y


llenaba las posibles lagunas del ordenamiento jurídico.

Gracias a estas atribuciones jurisdiccionales, los monarcas castellanos pudie-


ron conseguir poco a poco, tanto en los municipios como en los señorios, que
en todos los juicios sólo se pudiesen invocar las fazañas del rey. Asimismo,
fueron aumentando los casos del rey, ya no sólo por razón de la materia, sino
también por razón de las personas. De esta forma el rey conocería, por razón
de la persona, los casos de personas desvalidas y de funcionarios reales. Estas
dos excepciones tuvieron mucha importancia porque acabaron permitiendo
que el Fuero Real y las Partidas volviesen a funcionar como ordenamientos ju-
rídicos completos.

Leyes del Estilo

Las Leyes del Estilo eran una colección de decisiones judiciales de los monarcas castellanos
(desde Alfonso X a Fernando IV) reunidas hacia 1300 y demuestran la actividad de los
tribunales del rey para imponer las ideas recopiladas en el Fuero Real.

Leyes del estilo, 31

"Sobre qué cosas emplazan para ante el rey a querella de sus oficiales. Si algún oficial del
rey, o de la reyna, seyendo con cualquier de ellos en su servicio, le fazen alguna fuerza,
o algun tuerto en qualquier otro lugar en alguna cosa de lo suyo, puede facer emplazar
por carta del rey al que esto lo fiziere, quel venga a cumplir de derecho por casa del rey.
Pero por decuestos que le diga en otra parte, non emplazarán aquel que los dijere para
casa del rey, mas demandegelo por su fuero. Et otrosí, es a saber, que si el oficial del rey,
o de la reyna, que es de los oficiales que son menester de estar con el rey, o con la reyna,
en el oficio, fazen algunos algun pleyto o postura de pagar alguno debdo, et esta postura
es fecha en casa del rey, pueden los fazer emplazar para casa del rey, maguer non los falle
y en casa del rey, mas por otra debda non los pueda fazer emplazar para casa del rey, mas
demándelo por su fuero."
© FUOC • PID_00163033 67 La creación del derecho en los reinos peninsulares...

Leyes del estilo, 122

"De la enmienda de los fueros, et fuerzas de muger, como se libran. Otrosí si es el rey
enmienda la pena de algun fuero que diga quien forzare muger, que salga por enemigo,
si non viniere a tres nueve dias que manda su fuero; et enmiendelo el rey en esta guisa,
que el que forzase muger, que muera por ello; e porque esto es asi por el fuero de las leyes,
debe ser emplazado por los plazos que son puestos por el fuero de las leyes, e non por los
plazos del otro fuero, maguer el rey no lo enmiende en los plazos, que non habló dellos."

La política de los reyes después de las Cortes de Zamora se materializó en tres


aspectos:

1) Se mantuvo el Fuero Real en algunos municipios, después de haber conse-


guido, en 1274, el nombramiento de jueces y el cobro de caloñas.

2) Se difundió el Fuero Real en aquellos municipios que aún no lo habían adop-


tado, a cambio de la concesión regia de nombrar jueces y cobrar las caloñas.
Así, incluso las villas que habían renunciado a él lo recuperaron.

3) Los monarcas continuaron creando derecho y corrigiendo los fueros, de


forma que se consiguió ir aproximando los diferentes fueros municipales.

Esta política tendió a una aproximación entre los diferentes ordenamientos


jurídicos, es decir, entre fueros y derecho regio, y fue un precedente de la de-
saparición de los derechos especiales.

4.4. Derecho del rey y derecho del reino

Hemos visto cómo los reyes de Castilla creaban el derecho mediante la ley y
cómo este poder legislativo había conseguido que el fuero –derecho tradicio-
nal, antes límite al derecho del rey– se redujese al concepto de privilegio, que
no era otra cosa que una ley del monarca. Este enfrentamiento entre derecho
tradicional y derecho nuevo creado por el monarca reflejaba un enfrentamien-
to entre el rey, por un lado, y señores y municipios, por otro, que en la baja
edad media participaron como miembros de los estamentos de las cortes.

Los monarcas afirmaron el poder de hacer leyes, pero para hacerlas se aconse-
jaban de los hombres buenos y sabidores del derecho, que con el tiempo serían
identificados con los estamentos reunidos en cortes. Las cortes eran las reu-
niones del rey con los estamentos, y en ellas el monarca presentaba y publica-
ba sus leyes, pero también en ellas escuchaba y convertía en leyes, si las acep-
taba, las peticiones de los estamentos. Y los grupos privilegiados que acudían
a cortes querían imponer también su poder para limitar el del rey, por lo que
invocaron el principio del ius commune: quod omnes tangit debet ab omnibus
approbari –‘lo que a todos afecta tiene que ser decidido por todos'–. A partir de
la afirmación de este principio, los estamentos consideraron que la ley era el
resultado de la colaboración entre el rey y los estamentos reunidos en cortes.
© FUOC • PID_00163033 68 La creación del derecho en los reinos peninsulares...

Así, se produjo un enfrentamiento político por el poder de crear dere-


cho, es decir, por la titularidad de la potestas regalis, que se repitió du-
rante toda la baja edad media, con predominio del poder del monarca
o con predominio del poder de los estamentos, dependiendo del mo-
mento histórico en el que se producía.

Se pueden poner ejemplos de la afirmación de que durante la baja edad media hubo
momentos de predominio del poder real y momentos de predominio del poder de los
estamentos: así, durante las minorías de edad de algunos reyes o los conflictos dinásticos,
algunos privilegiados aumentaron su poder, mientras que hubo épocas, sobre todo en
largos reinados de algún monarca, en los cuales el poder regio consiguió avanzar.

La colaboración entre el monarca y los estamentos dio lugar a que el


derecho regio se considerase:

• Derecho del rey, que era el creado por el monarca solo, sin colabo-
ración de los estamentos.

• Derecho del reino, creado por el rey con la colaboración de las cor-
tes.

Las leyes publicadas por los monarcas en las cortes se llamaron Ordenamientos.
Si eran peticiones de los estamentos aceptadas por el monarca se calificaron
de posturas o peticiones, recogidas en un cuaderno de peticiones. Pero los reyes
también podían dar, de forma excepcional, leyes generales fuera de las cortes y
leyes particulares mediante cartas y privilegios reales, aconsejados por el Con-
sejo Real. En estas leyes, los monarcas castellanos afirmaron a menudo que
valían aunque fuesen contra leyes, ordenamientos, fueros o costumbres ante-
riores. Ante esta situación, los estamentos lucharon para que la legislación de
cortes no pudiese ser derogada por la legislación del rey fuera de cortes, pero
no lo consiguieron. Juan II calificó de carta pragmática sanción la que llevaba
una cláusula que le otorgaba la misma fuerza que las leyes publicadas en las
cortes. Por eso se puede afirmar que pragmáticas-sanciones, ordenamientos y
fueros eran leyes, todas ellas voluntad del monarca. De esta forma, el derecho
regio sólo encontró límites en el derecho natural y en la costumbre racional.

4.5. El Ordenamiento de Alcalá de 1348

La consolidación del poder real culminó en 1348, durante el reinado de Al- El ordenamiento de Alcalá
fonso XI, con el famoso Ordenamiento de Alcalá, con el que se hizo realidad el
El ordenamiento de Alcalá fue
monopolio legislativo del monarca. promulgado en las Cortes de
Alcalá de 1348, celebradas du-
rante un período de tregua
El Ordenamiento de Alcalá era un cuaderno de leyes que el rey presentó a las cortes. Se con los musulmanes que había
conocen tres manuscritos, que contienen unas 130 leyes agrupadas en títulos. favorecido la economía de los
territorios castellanos.
© FUOC • PID_00163033 69 La creación del derecho en los reinos peninsulares...

Para poder imponer el derecho del rey hacía falta que éste impusiese el nom-
bramiento de jueces –llamados corregidores–, facilitando, sin embargo, que se-
ñores y municipios adquiriesen, por el paso del tiempo, la jurisdicción, con el
consecuente cobro de caloñas. De esta forma, Alfonso XI satisfizo las necesi-
dades económicas y las pretensiones de poder de los poderes señoriales y mu-
nicipales y, al mismo tiempo, consiguió hacer realidad las ideas que ya había
defendido Alfonso X:

• El monarca era el único que daba leyes, sin tener ya el límite del fuero y
la costumbre, ya que éstos también son hechos, interpretados, declarados
y corregidos por el rey.

• El rey confirmaría sólo los fueros que no fuesen contrarios a las leyes y
los privilegios que estuviesen en uso y, además, lo haría siempre sin tener
obligación de hacerlo.

La primera ley del título XXVIII del Ordenamiento de Alcalá estableció un orden Ejemplo
de prelación de fuentes aplicables en los tribunales castellanos.
Un orden de prelación crea
un sistema jerárquico de fuen-
Ordenamiento de Alcalá, 28, 1 [=Ordenanzas Reales 1, 4, 4] tes, es decir, se establece el or-
den que se tiene queseguir en
"Nuestra entencion, è nuestra voluntat es, que por los nuestros naturales, è moradores de la aplicación de los diferentes
los nuestros Regnos sean mantenidos en pas, è en justicia: et como para esto sea menester elementos de ordenamiento
dar Leys ciertas por do se libren los pleytos, è las contiendas, que acaescieren entrellos, jurídico.
è maguer que en la nuestra corte vsan del fuero de las leys, è algunas Villas de nuestro
Sennorio lo han por fuero, è otras Cibdades, è villas han otros fueros departidos, por los
quales se pueden librar algunos pleytos, pero porque muchas veces son las contiendas,
è los pleytos, que entre los omes acaescen, è se mueven de cada dia, que se non pueden
librar por los fueros; por ende queriendo poner remedio convenible a esto establescemos,
è mandamos que los dichos fueros sean guardados en aquellas cosas, que se vsaron, sal-
vo en aquellas que Nos fallaremos que se deben mejorar, è emendar, è en las que son
contra Dios, è contra raçon, è contra Leys, que en este nuestro libro se contienen, por
las quales Leys en este nuestro libro mandamos que se libren primeramente todos los
pleytos ceviles, è creminales; è los pleytos, è contiendas que se non pudieren librar por
las Leys deste nuestro libro, è por los dichos fueros, mandamos que se libren por las Leys
contenidas en los Libros de las siete Partidas, que el Rey Don Alfonso nuestro Visabuelo
mando ordenar, como quier que fasta aquí non se falla que sean publicadas por mandado
del Rey, nin fueron ávidas por Leys; pero mandamoslas requerir, è concertar, è emendar
en algunas cosas que complían; et asì concertadas, è emendadas porque fueron sacadas
de los dichos de los Santos Padres, è de los derechos, è dichos de muchos Sabios antiguos,
è de fueros, è de costumbres antiguas de Espanna, damoslas por nuestras Leys; et porque
sean cierta, è non aya raçon de tirar, e emendar, e mudar en ellas cada vno lo que quisiere,
mandamos facer dellas dos Libros, vno seellado con nuestro seello de oro, e otro seellado
con nuestro seello de plomo para tener en la nuestra Camara, por que en lo que dubda
oviere, que lo concierten con ellos; et tenemos por bien que sean guardadas, e valederas
de aquí adelante en los pleytos, e en los Juicios, è en todas las otras cosas, que se en ellas
contienen, en aquello que non fueren contrarias a las Leys deste nuestro libro, è à los
fueros sobredichos: Et porque los fijosdalgo de nuestro Regno han en algunas comarcas
fuero de alvedrio, è otros fueros porque se judgan ellos, è sus Vasallos, tenemos por bien;
que les sean guardados sus fueros a ellos, e a sus Vasallos segunt que lo han de fuero, è les
fueron guardados fasta aque. Et otrosí en fecho de rieptos que sea guardado aquel vso,
è aquella costumbre que fue vsada, e guardada en tiempo de otros Reys, è en el nuestro.
Et otrosí tenemos por bien que sea guardado el Ordenamiento que nos agora fecimos en
estas cortes para los fijosdalgo, el qual mandamos poner en fin deste nuestro Libro. Et
porque al Rey pertenesce, è ha poder de facer fueros, è Leys, è de las interpretar, è declarar,
è emendar do viere que cumple, tenemos por bien que si en los dichos fueros, ó en los
libros de las Partidas sobredichas, ò en este nuestro libro, ò en alguna, ò en algunas Leys
de las que en el se contienen, fuere menester interpretación, ò declaración, ò emendar,
ò annadir, ò tirar, ò mudar, que Nos que lo fagamos: Et si alguna contrarietat paresciere
en las Leys sobredichas entre si mesmas, ò en los fueros, ò en qualquier dellos, ò alguna
dubda fuere fallada en ellos, ò algunt fecho porque por ellos non se puede librar, que Nos
que seamos requeridos sobrello, porque fagamos interpretacion, ò declaración, ò emien-
© FUOC • PID_00163033 70 La creación del derecho en los reinos peninsulares...

da, do entendieramos que cumple sobrello, porque la justicia, ò el derecho sea guardado.
Empero bien queremos, è sufrimos que los libros de los derechos, que los Sabios antiguos
ficieron, que se lean en los Estudios generales de nuestro Sennorio, porque ha en ellos
mucha sabiduríak è queremos dar logar, que nuestros naturales sean sabidores, e sean
por ende mas onrrados."

1) Se establecía que, en primer lugar, se aplicase el nuevo derecho del


rey –las leyes contenidas en el Ordenamiento de Alcalá–. Las nuevas leyes
posteriores al Ordenamiento se le equipararon, así que se puede decir que
la primera fuente del derecho castellano era el derecho real.

2) Si no se encontraba ley aplicable se tenía que recurrir a los fueros –a


los señoriales o a los municipales– a los que se equiparaba el Fuero Real,
pero con una serie de limitaciones:

• no podían ser contrarios a Dios;


• no podían ser contrarios a la razón;
• no podían ser contrarios a la ley;
• se tenía que demostrar su uso.

De esta forma se impuso la sumisión de los fueros –de los derechos es-
peciales– a las leyes del monarca, se consiguió reducirlos a costumbre,
debiendo ser probados como un hecho más y perdían su condición de
libro escrito de derecho, que no necesitaba prueba.

3) En tercer lugar se aplicaban las Partidas, que se convertían en el eje


central del ordenamiento jurídico castellano. El hecho de que se consi-
derasen los fueros como costumbres y de que las leyes regias tuvieran
sobre todo un cariz coyuntural y administrativo, provocó que esta obra
de Alfonso X se convirtiese en el derecho común castellano, el núcleo
del ordenamiento. Esta situación subsistió hasta la codificación del de-
recho en el siglo XIX.

4) En última instancia, si no se encontraba ninguna norma en las leyes,


en los fueros o en las Partidas, se tenía que recurrir al monarca, que era
el único que podía interpretar el derecho y llenar posibles lagunas.

Se puede afirmar que con este orden�de�prelación se redujo el derecho caste-


llano a la voluntad del monarca. Así, en Castilla se vio pronto la noción que,
mucho más tarde, en el siglo XVI, teorizó Jean Bodin: en 1445, una petición
de los estamentos a Juan II, en las cortes celebradas en el real sobre Olmedo
contenía una caracterización del rey como soberano e sennor non rreconosçiente
superior en lo temporal.

4.6. El derecho común y el ordenamiento jurídico castellano

La aprobación del Ordenamiento de Alcalá supuso el establecimiento en Castilla


de un ordenamiento jurídico complejo integrado por varios elementos, todos
identificados con derecho propio castellano (derecho del rey, fueros, Partidas).
© FUOC • PID_00163033 71 La creación del derecho en los reinos peninsulares...

No hacia falta, al contrario de lo que pasaba en otros reinos peninsulares, re-


currir al ius commune, porque este derecho, como hemos visto más arriba, era
el contenido de las Partidas. Para poder convertir esta obra en derecho suple-
torio, Alfonso XI la excluyó del derecho que se aplicaba en primer lugar en
el orden de prelación de 1384, y así no hacía falta la presencia del derecho
de la recepción en el ordenamiento jurídico castellano. Sin embargo, y de la
misma forma que ya se había permitido en las obras de Alfonso X, el monarca
permitió el estudio del ius commune. No se permitió su uso en los litigios, si
bien no se dijo nada sobre la posibilidad de razonar o invocar normas de ius
commune cuando confirmasen lo establecido en el derecho propio castellano.

Aunque el monarca había establecido, también en el Ordenamiento de Alcalá,


que él era el único que podía interpretar�el derecho, se puede pensar que sólo
se tenía que recurrir al rey para colmar lagunas, pero en realidad los juristas
acostumbraban a dar opiniones. Éstas se dieron en los juicios y, puesto que
no estaba prohibido, invocaron ante los tribunales, cuando se aplicaban las
Partidas, las opiniones de los juristas del ius commune, siempre que reforzasen
lo establecido en las normas castellanas.

La proliferación de opiniones provocó que el proceso judicial castellano se


desarrollase de forma lenta; para agilizar la justicia, Juan I, en las Cortes de
Briviesca de 1387, precisó el momento en el que se tenían que razonar los
pleitos: una vez se hubiese acabado el pleito, pero antes de la sentencia, las
partes podían informar al juez de su derecho, bien oralmente, bien por escrito,
alegando las opiniones oportunas. De esta forma se permitió recurrir al ius
commune para conseguir una mejor aplicación de las Partidas.

Juan I en el Ordenamiento de Briviesca (1387), III, 10

"[...] guardando siempre las leyes del ordenamiento que por el Rey don Alfonso nuestro
auuelo fueron fechas en las Cortes de Alcala (= de 1348), las quales queremos que duren
en todo e sean saluas: ca por aquesta nuestra ley asy aellas como al fuero e alos otros
derechos non les entendemos perjudicar nin derogar; ca las dichas leyes e todos los otros
derechos quisieron e ordenaron abreuiamento delos pleitos, e en aquesta nuestra ley se
ponen en pratica como se mejor pueden abreuiar [...] E por quanto algunos abogados e
procuradores, con maliçia por alongar los pleitos e leuar mayores ssalarios delas partes,
fazen muy luengos escriptos en que nos dizen cosa alguna de nueuo [...], e avn demas
disputan allegando leyes e decretales e partidas e fueros e por quelos procesos se fagan
luengos, afyn que se non puedan tan ayna libar e ellos ayan mayores salarios; todo lo
que fazen escriuir en los proceços do tan solamente se deue synple mente poner el fe-
cho de que nasçe el derecho; por ende nos queriendo ouiar aus maliçias e desiguales
codiçias e derecho; por ende nos queriendo ouiar aus maliçias e desiguales codiçia e inu-
justas ganançias, ordenamos e mandamos que qual quier abogado o procurador o parte
prinçipal que rreplicare por escripto o rrepilogare lo que está ya dado o escripto en el
proçeso, que peche en pena para [...] cada vna delas partes abogados e procuradores, por
palabra e por escripto ante dela sentençia, enformen al juez de su derecho allegando leyes
e decretos e decretales partidas e fueros commo entendieren queles mas cunple. Pero que
tenemos por bien que amas las partes non puedan dar mas que sendos escrptos de alle-
gaciones, e sy fuere pedido, sea puesto en fin del dicho pleito; pero por esto non negamos
alas partes nin asus procuradores e abogados que todo tiempo que quisieren enformen
al juez por palabra allegando todos aquellos derechos que entendieren queles cunplen."

Esta disposición no derogaba el Ordenamiento de Alcalá, pero permitía que las


partes alegasen opiniones, leyes, decretos y decretales. El objetivo de Juan I
de abreviar el proceso no se cumplió, puesto que la lentitud continuó siendo
© FUOC • PID_00163033 72 La creación del derecho en los reinos peninsulares...

una característica del proceso judicial, en buena parte por la cantidad de opi-
niones doctrinales que se alegaban. Por eso Juan II promulgó, en 1427, una
pragmática que ponía límites a las alegaciones. Así, se ordenó que sólo se pu-
diesen invocar las opiniones de los canonistas anteriores a Juan Andrés y de
los civilistas anteriores a Bártolo de Sassoferrato.

Pragmática de Juan II de 8 de febrero de 1427 [=Ordenanzas Reales 1, 4, 6]

"[...] por ende yo, commo rey e senor, queriendo oviar alas tales maliçias e tirar en quanto
ser pudiera los inconvenientes e daños e dispendios que de ellos se siguen e proveer
sobre ello de algunt remedio, de mi propio motu e çierta çiencia e poderio real absoluto
establesco e quiero e mando e ordeno po esta mi carta, la qual quiero que sea ávida e
guardada commo ley e aya fuerça de ley, bien assi como si fuese fecha en cortes, que en
los pleitos e causas e quistiones, así creminales commo çeviles e otros qualesquier, que
de aquí adelante se movieren e començaren e tractaren, así ante mí commo en el mi
consejo, e ante los oidores de la mi audiençia e alcalldes e notarios e juezes de la mi casa
e corte, e ante qualesquier mis juezes comisarios e delegados e otros qualesquier, e ante
los corregidores e alcalldes e juezes de las çibdades e villas e logares de los mis reinos e
señoríos, e ante los mis adelantados e merinos, aquellos que han alguna cogniçión de
las causas e pleitos, e ante otros qualesquier mis juezes, así ordinarios commo delegados
e subdelegados, de qualquier estado o condición, prehemiençia o dignidad que sean, o
ante qualquier o qualesquier de ellos, en qualquier grado o en qualquier manera que ante
ellos o ante qualquier de ellos se comiençen e venga(n) e tracten los tales pleitos e causas
e quistiones nin en alguno de ellos, ante de la conclusión nin después, por palabra nin
por escripto nin en otra manera alguna, por sí nin por otro, en juizio nin fuera de juizio,
por vía de disputaçión nin de informaçión nin en otra manera que sea, para fundación de
su intençión nin para exclusión de la intençión de la parte contraria nin en otra manera
alguna, opinión nin determinaçión nin deçisión nin dicho nin actoridad nin glosa de
qualquier doctor nin doctores nin de otro alguno, así legistas commo canonistas, de los
que han seído fasta aquí después de Juan Andres e Bartulo, nin otrosí de los que fueren
de aquí adelante; nin los juezes nin alguno de ellos los resçiban nin judguen por ellos
nin por alguno de ellos; so pena que el que lo alegare e mostrare, por el mesmo fecho,
sin otra sentençia, sea privado del ofiçio [...]."

La pragmática no consiguió la mejora de la administración de justicia, que


continuó resultado lenta, y por eso los Reyes Católicos dictaron otra, que per-
tenece a las Ordenanzas de Madrid de 1499. Con ella se quería imponer un cri-
terio que evitase las confusiones y las dudas que aparecían a causa de la mul-
tiplicidad de opiniones. Esta norma establecía que en materia� canónica se
tenía que preferir la opinión de Juan Andrés, y en su defecto, la del abad de Si-
cilia o Panormitano, mientras que en materia�civil se preferiría la opinión de
Bártolo, y en su defecto, la de Baldo. Esta medida no sirvió de mucho, ya que si
alguno de estos cuatro juristas tenía una opinión que sirviese para un proceso
concreto, las partes podían invocar el resto de las opiniones sin ningún límite.

Leyes�hechas�por�los�muy�altos�e�muy�poderosos�príncipes�e�señores�el�rey�don�Fernan-
do�e�la�reyna�doña�Ysabel�nuestros�soberanos�señores�por�la�breuedad�e�orden�de�los
pleytos,�fechas�enla�villa�de�Madrid�año�del�señor�de�mil.�CCCC.�XC.�IX.,�conocidas
bajo�el�nombre�de�Ordenanzas�de�Madrid�de�1499,�cap.�27

"Otrosí muchas vezes acaesce que enla decisión delas causas ha hauido e hay mucha
confusión por la diuersidad delas opiniones delos doctores que escriuieron mandamos
que en materia canonica se prefiera la opinion de juan Andres e en defecto de la opinión
de Juan Andres se sigua la opinion del abad de Sicilia e en materia legal se prefiera la
opinion del Bartholo e en defeto della se sigua la opinión de Baldo."

La poca efectividad de la anterior pragmática provocó que fuese derogada sólo


seis años más tarde por las llamadas Leyes de Toro de 1505.
© FUOC • PID_00163033 73 La creación del derecho en los reinos peninsulares...

Las Leyes de Toro fueron promulgadas por la reina Juana I en las Cortes de Toro en 1505.
Se trataba de 83 leyes, la primera de las cuales era el orden de prelación del Ordenamiento
de Alcalá de 1348. Al final del texto se puso una cláusula que derogaba expresamente la
pragmática de 1499 incluida en las Ordenanzas de Madrid.

Estas leyes pretendían consolidar, por un lado, la aplicación exclusiva del de-
recho propio castellano en los tribunales de justicia, y, por otra, la obligación
para los juristas castellanos de estudiar el derecho castellano. En las Leyes de
Toro se planteó el problema de que los letrados ejerciesen su cargo sin haber
estudiado el derecho propio del reino, y se estableció el remedio para esta si-
tuación.

Leyes de Toro, aprobadas en las Cortes de Toro bajo Juana I en 1505. Ley 1ª.
A Nueva Recopilación 2, 1, 2, (=Novísima Recopilación 3, 2, 3).

Que pone la orden de las leyes, y fueros que se han de guardar en la determinación de
los pleytos, y causas.

"Por quanto el señor Rey don Alonso en la villa de Alcala de Henares, era de mil e tre-
zientos y ochenta y seis años, hizo una ley, cerca de la orden se auia de tener en la de-
terminación, y decisión de los pleytos, y causas, el tenor de la qual es este que se sigue
(se reproduce OA. XXXVIII, 1). Y ahora somos informados, que la dicha ley no se guarda,
ni executa enteramente, como deuia: pñorque nuestra intención, y voluntad es, que la
dicha ley se guarde, y cumpla, como en ella se contiene. Ordenamos, y mandamos, que
en todas las nuestras justicias destos nuestros Reynos, y señoríos, assi realengos, como
abadengos, como de ordenes, y behetrias, y otros señoríos qualesquier de qualquier cali-
dad que sean, que en la ordenación, decisión, y determinacion de los pleytos, y causas,
guarden, y cumplan la dicha ley en todo, y por todo, según que en ella se contiene y
guardándola, y cumpliendola en la ordenación, y decisión, y determinación de los pley-
tos, y causas, assi ciuiles, como criminales se guarde la orden siguiente. Que lo que se
pudiera determinar por las leyes de los ordenamientos, y prematicaspor Nos fechas, y
por los Reyes donde Nos venimos, en este libro contenidas, y las de los Reyes que de
Nos vinieren, en la dicha ordenación, y decisión, y determinación, se sigan, y guarde lo
que en ellas se contiene, no embragante, que contra las dichas leyes de ordenamientos
y prematicas se diga, y alegue, que no son vsadas, ni guardadas: y en lo que por ellas no
se pudiera determinar, mandamos que se guarden las leyes de los fueros, assi del fuero
de las leyes, como las de los fueros municipales, que cada ciudad o villa, ò lugar tuuieren
en lo que son, ò fueren vsados, y guardados en los dichos lugares, y no fueren contrarios
a las dichas leyes de ordenamientos, y prematicas deste nuestro libro, assi en lo que por
ella esta determinado, como en lo que determinaremos adelante: o por algunas leyes de
ordenamientos, y prematicas de los Reyes que de Nos vinieren, ca por ellas es nuestra
intención, y voluntad, que se determinien los dichos pleytos, y causas, no embargante
los dichos fueros, y vsos, y guarda dellos: y lo que por las dichas leyes de ordenamientos,
prematicas deste nuestro libro, y fueros no se pudiera determinar, mandamos, que en tal
caso se recurra a las leyes de las siete Partidas, fechas por el señor Rey don Alonso nuestro
progenitor: por las quales en defeto de los dichos ordenamientos, leyes, y prematicas, y
fueros: mandamos que se determinen los pleytos, y causas, assi ciuiles, como criminales
de qualquier calidad, o cantidad que sean, guardando lo que por ellas fuere determinado,
como en ellas se contiene, aunque no sean vsadas, ni guardadas, y no por otras algunas.
Y mandamos, que quandoquier que alguna duda ocurriere en la interpretación, y decla-
ración de las dichas leyes de ordenamientos, y prematicas, y fueros, o de las Partidas; que
en tal caso se recurran a Nos, y a los Reyes que de Nos vinieren para la interpretación
dellas: porque Nos vistas las dichas dudas, declararemos, y interpretaremos las dichas
leyes, como conuiene al seruicio de Dios nuestro Señor, y al bien de nuestros subditos, y
naturales, y a la buena administracion de nuestra justicia Y reuocamos la ley de Madrid,
que habla cerca de las opiniones de Bartolo, y Baldo, y Iuan Andres, y el Abad, qual dellas
se deue seguir en duda à falta de ley, y mandamos que no se vse della."

La inseguridad�jurídica que provocaba la diversidad de opiniones era un obs-


táculo para la afirmación del poder regio y comportó la promulgación de la
Ley de Toro, que confirmó el orden de prelación determinado en Alcalá –y, por
© FUOC • PID_00163033 74 La creación del derecho en los reinos peninsulares...

tanto, el acaparamiento de la creación, modificación e interpretación del de-


recho por parte del monarca– y puso orden en el sistema jurídico castellano,
que se mantuvo de esta forma hasta la codificación.

4.7. La fijación del orden de prelación de fuentes

Ya explicamos que en 1348, en el Ordenamiento de Alcalá, se había fijado el or-


den�de�prelación de los diferentes elementos que formaban el ordenamiento
castellano.

1) Se establecía que, en primer lugar, se aplicase el nuevo� derecho� del� rey –las leyes,
contenidas en el Ordenamiento de Alcalá–. Las nuevas leyes, posteriores a dicho Ordena-
miento, se le equipararon, de manera que podemos decir que la primera fuente del dere-
cho castellano era el derecho real.

2) Si no se encontraba la ley aplicable, había que recurrir a los fueros –a los señoriales o
a los municipales–, con una serie de limitaciones, tales como:

• No podían ser contrarios a Dios.


• No podían ser contrarios a la razón.
• No podían ser contrarios a la ley.
• Había que demostrar su uso.

De esta manera, se impuso la sumisión de los fueros –de los derechos especiales– a las leyes
del monarca y consiguieron reducirlos a la costumbre (había que aprobarlos como un
hecho más y perdían su condición de libro escrito de derecho que no necesitaba prueba).

3) En tercer lugar se aplicaban las Partidas, que se convirtieron en el eje central del or-
denamiento jurídico castellano. El hecho de que los fueros se considerasen costumbres
y que las leyes regias tuviesen, sobre todo, un carácter coyuntural y administrativo pro-
vocó que esta obra de Alfonso X pasase a ser el derecho común castellano, el núcleo del
ordenamiento. Esta situación subsistió hasta la codificación del derecho en el siglo XIX.

4)�En última instancia, en caso de que no se encontrase ninguna norma en las leyes, en
los fueros o en las Partidas, había que recurrir al monarca, es decir, al único que podía
interpretar el derecho y salvar sus posibles lagunas.

Este orden�de�prelación se vio reiterado en las Leyes de Toro (1505), con las
que se consiguió aclarar la relación entre el antiguo derecho común de los cris-
tianos peninsulares (la tradición del derecho romano del Código Teodosiano,
recogida en el Fuero de Juzgo y en el Fuero Real) y el nuevo derecho común de
todos los cristianos (la tradición del derecho romano de la obra de Justiniano,
recogida en las Partidas).

Las Leyes de Toro reprodujeron en su primera ley el orden de prelación de 1348,


pero en su confirmación introdujeron las siguientes�modificaciones:
© FUOC • PID_00163033 75 La creación del derecho en los reinos peninsulares...

1) Se dio primacía al derecho del rey, en su doble vertiente de derecho


del rey dado en cortes o fuera de éstas, al establecer que los monarcas
aplicarían las leyes de los Ordenamientos e Premáticas. Se ponía de ma-
nifiesto, además, la primacía de la ley, ya que no se podía alegar con-
tra su aplicación que no fuesen "usadas ni guardadas". La identificación
del derecho con la ley del soberano implicaba la superioridad de la ley
frente a la costumbre.

2) En segundo lugar había que dirigirse a las leyes de los fueros, tanto
a las del Fuero Real como a las de los fueros municipales, pero "en lo
que son o fueren usadas e guardadas en los dichos lugares" y limitadas
por los ordenamientos y pragmáticas existentes en el momento de darse
las Leyes de Toro y en los que se darían con posterioridad a éstas, que
prevalecían.

3) A falta de leyes del rey y de fueros se había de recurrir a las Partidas,


cuyas leyes había que observar tal y como estaban recogidas aunque se
encontrasen en desuso. Su interpretación, de acuerdo con la doctrina
justinianea, correspondía al monarca.

4) Si no se encontraba ninguna norma en las leyes, en los fueros o en


las Partidas, había que recurrir al monarca, que era el único que podía
interpretar el derecho y colmar sus posibles lagunas.

En la práctica, la interpretación sólo la realizaba el rey cuando era necesario perfeccio-


nar el ordenamiento jurídico creando una nueva disposición, ya que la aclaración del
texto de una norma, sin introducir en ésta modificaciones, siguió en manos de jueces y
juristas, quienes todavía recurrían a los glosadores y a los compiladores, conocedores del
ius commune y, en consecuencia, muy útiles a la hora de entender las Partidas.

Con el orden de prelación de las Leyes de Toro se observa cómo Castilla volvió
al orden establecido en Alcalá, acabando, así, con las disposiciones que pre-
tendían regular el recurso al derecho común en Castilla. De modo que la ley
regia se impuso, todavía más, por encima de cualquier otra norma. A pesar
de que el orden no se modificó hasta la época de la codificación, sufrió una
modificación con la aparición de las recopilaciones. El orden de prelación del
Ordenamiento de Alcalá ya se había visto afectado por las Ordenanzas Reales de
Castilla (1484), puesto que a partir de éstas, las leyes del rey que había que
aplicar en primer lugar eran las recopiladas, con lo que dejaría de aplicarse el
resto de ellas. Por este motivo, el jurista castellano tenía que acudir en primera
instancia a las leyes recopiladas y a las aparecidas tras la recopilación. Además,
entre las leyes recopiladas por Montalvo se encontraba el Fuero Real, el cual
tenía que aplicarse también de forma preferente por el único hecho de estar
incluido en la recopilación, sin tener la necesidad de probar su uso y sin que se
pudiese invocar contra él ninguna ley anterior a 1484. Los monarcas preten-
dían imponer la aplicación preferente de la ley regia, recopilada o posterior a
la recopilación existente, una tendencia que, por otra parte, se consolidó con
© FUOC • PID_00163033 76 La creación del derecho en los reinos peninsulares...

la Nueva recopilación que, además de incluir la mencionada primera ley de To-


ro, establecía la aplicación exclusiva de las leyes recopiladas, prohibiendo, de
esta manera, la alegación del desuso contra su aplicación.

A partir de la Nueva recopilación, hubo que aplicar, en primer lugar, las leyes
recopiladas, aunque hubiesen sufrido modificaciones, es decir, todo aquello
que no se había recopilado –también los originales de las leyes recopiladas–
quedaba derogado. Sin embargo, la recopilación no agotaba el conjunto del
ordenamiento jurídico castellano, ya que el otro derecho mencionado en la
primera ley de Toro –los fueros municipales y las Partidas–, así como las "cédu-
las y vistas que tienen las Audiencias" conservaban su vigencia. Este derecho,
no obstante, se aplicó subordinado a las leyes de la Nueva recopilación.

Hemos señalado que los monarcas, mediante el establecimiento de estos ór-


denes de prelación, intentaron que sus leyes fuesen las preeminentes en el
ordenamiento jurídico castellano. La existencia de derechos particulares –pri-
vilegios y otros derechos especiales, como pueden ser las ordenanzas de las
audiencias– no rompía el orden de prelación establecido, ya que la validez del
derecho particular dependía de la voluntad del soberano. Lo que fue más di-
fícil de controlar era la aplicación y el cumplimiento de las leyes. El aumento
de las leyes y la dificultad de su conocimiento provocó la existencia de un
derecho de la práctica que se podía alejar del derecho legislado por ignorancia
o por rechazarlo por otros motivos. Además, una interpretación de las leyes
desde la óptica de los juristas, educados en el ius commune, también podía in-
cidir en el incumplimiento del derecho regio. La aplicación abusiva del ius
commune venía causada por el hecho de que los juristas castellanos conocían
muy bien este derecho, el único que se enseñaba en las universidades, mien-
tras que desconocían el derecho propio castellano.

El desconocimiento del derecho castellano por parte de los juristas se demues-


tra con el hecho de que los reyes castellanos, en las Leyes de Toro, establecie-
sen que todos aquellos que tuviesen un cargo de justicia deberían demostrar
que conocían el derecho castellano. La decisión de los monarcas no tuvo gran
éxito, ya que hasta la época de los Borbones no se estudiaron los derechos
propios en las universidades peninsulares.

R. 2, 1, 4 (1). Fernando y Dña. Isabel, en las Leyes de Toro –ley 2– de 1505;


(=NR. 3,2,5) El uso y la aplicación de
las leyes
"Porque nuestra intención, y voluntad es, que los Letrados en estos nuestros Reynos sean
principalmente instruidos, e informados de las dichas leyes de nuestros Reynos, pues por En teoría no podían alegar
ellas, y no por otras há de juzgar, y à Nos es hecha relación, que algunos Letrados nos contra la aplicación de las le-
yes su desuso, motivo por el
vienen à seruir en algunos cargos de justicia, sin auer passado, ni estudiado las dichas
que podemos entender que la-
leyes, y ordenamientos, y prematicas, para que impressas cada vno se pueda aprouechar costumbre, para ser observa-
dellas: porende por la presente ordenamos, y mandamos, que todos los Letrados que son, da, tenía que ser autorizada
ò fueren, ansí de nuestro Consejo, ò Oìdores de las nuestras Audiencias, y Alcaldes de por el monarca.
la nuestra Casa, y corte, y Chancillerias, que tienen, o tuuieren otro qualquier oficio, ò
cargo de administración de justicia, assi en lo realengo, como en lo abadengo, como en
las Ordenes, y behetrías, como en otro qualquier señorío de nuestros Reynos, no pueden
vsar de los dichos cargos de justicia, ni tenerlos, sin que primeramente ayan passado
ordinariamente las dichas leyes de ordenamientos, y prematicas, partidas, y fuero Real."
© FUOC • PID_00163033 77 La creación del derecho en los reinos peninsulares...

Las leyes no�fueron�observadas�por varias causas (por negligencia de los ofi-


ciales o por defraudar su cumplimiento), hecho que demuestra la decisión de
Felipe II, de Felipe III y, además, de los monarcas de la dinastía de los Borbón,
de ordenar la observancia de leyes y pragmáticas. El camino más normal para
no observar las leyes del rey fue el de la interpretación de los juristas, realizada,
como hemos dicho antes, desde la perspectiva del ius commune, al que recu-
rrieron alegando que éste era necesario para entender las Partidas. Sin embar-
go, esta interpretación tenía la intención de precisar el sentido de las leyes, por
lo que la interpretación creadora de derecho permanecía en manos del mo-
narca. Así pues, podemos afirmar, a pesar de los matices que hemos expuesto,
que el orden de prelación de fuentes de Alcalá, que se confirmó en las Leyes
de Toro, se mantuvo vigente hasta la codificación, aunque se vio modificado
en algún aspecto con la aparición de la Novísima recopilación, de la que nos
vamos a ocupar en otro tema.
© FUOC • PID_00163033 78 La creación del derecho en los reinos peninsulares...

5. Cataluña

Casi ochenta años después de la conquista musulmana de la Península Ibérica, iniciada


en el año 711, la monarquía carolingia conquistó Barcelona a los musulmanes en el año Numeración de los reyes
801, y se estabilizó la frontera de lo que sería la Marca Hispánica, este territorio ocupado
por los monarcas carolingios y que hacía de frontera con el Islam. Los monarcas de los territorios
de la Corona de Aragón apare-
El territorio que formaba la Marca�Hispánica estaba organizado en condados, que en- cen en el texto según el cóm-
puto del Principado de Catalu-
tonces eran unidades administrativas. Al frente de cada condado había un conde. Para
ña. Así, por ejemplo, nos refe-
quienes eran de ascendencia franca, ocupar un condado en la Marca Hispánica no era rimos a Pedro el Ceremonioso
más que un medio de promoción política hacia el centro del imperio carolingio. En cam- como Pedro III (y no como Pe-
bio, para los de ascendencia goda –o sea, autóctonos de la región–, había una tendencia a dro IV).
extenderse hacia el sur, con el ánimo de restablecer la organización visigoda perdida. En
este último sentido hay que interpretar la revuelta frustrada de los condes autóctonos en
el año 826-827. Con el fracaso de esta revuelta también acabó el visigotismo político que
aspiraba a restaurar el reino visigodo. La reacción carolingia fue nombrar únicamente
condes francos, quienes, sin embargo, ejercían un gobierno de la Marca a distancia. Por
el contrario, la administración y el ejército estaban en manos de los hispani, que es el
nombre que recibían los godos autóctonos.

El poder local de los funcionarios hispani y el poder central de los condes carolingios
tenían dinámicas diferentes. Mientras que los primeros se fortalecían por la acción diaria,
el poder de los condes se debilitaba porque a menudo estaban ausentes del condado, por
las luchas dinásticas internas y, en fin, por las incursiones normandas de los siglos X y XI.

Entre los años 860 y 870, la titularidad de los condados empezó a transmitirse de forma
hereditaria. De entre estos condes destaca Wifredo el Velloso (840-897), investido por
Carlos el Calvo y que acumuló los condados de Urgell, Cerdaña, Barcelona y Gerona.
Este episodio suponía la consolidación definitiva de la aristocracia local sobre la nobleza
franca. Había empezado el proceso que, más tarde, conduciría a que en el siglo X ya
hubiese dinastías condales consolidadas que se apropiarían de la dignidad condal y de
las prerrogativas de los condes originarios.

Pese al cambio en las relaciones que se estaba produciendo entre los condes y el poder
central, no había, entre los condes de aquel momento –siglo X–, ninguna ansia de inde-
pendencia ni de restauración del perdido reino visigodo. Se puede decir que el hundi-
miento y la desintegración política del reino franco condujeron a una situación de cese
de las relaciones de los condados catalanes de la Marca Hispánica con el poder central,
que era el rey de Francia, de quien aún dependían. Este cese de las relaciones no se pro-
dujo por voluntad de los condes, sino por el avanzado proceso de desmembración y de
privatización que sufría el reino de Francia.

Cuando en el año 985 Barcelona fue saqueada por los musulmanes, el rey de Francia
no acudió a ayudar a su conde, que le solicitó ayuda. El cambio de dinastía reinante en
Francia –con la entronización de los Capetos en el año 987– no detuvo este proceso. En el
año 988, el nuevo rey de Francia, Hugo Capeto, que reinó entre 987 y 996, ofreció ayuda
al conde Borrell de Barcelona a cambio de renovar el pacto�de�vasallaje, pero entonces
ya no hubo respuesta por parte del Conde de Barcelona.

A finales del siglo X, por tanto, se había consumado –de hecho, todavía no de derecho–
la independencia de los condados catalanes con respecto al rey de Francia, pero esto no
había sucedido en un ambiente socialmente neutro, sino en un contexto marcado por la
desaparición de la autoridad pública y por la privatización y la patrimonialización de las
atribuciones de la antigua autoridad pública. Hasta 1258, con el tratado de Corbeill, no
se regularizaría jurídicamente esta situación de independencia de los condados catalanes
respecto del rey francés.

Los condados�catalanes que habían sido parte de la Marca Hispánica eran los de Barce-
lona, Gerona, Osona, Urgel, Cerdaña, Besalú, Ampurias, Rosellón y Conflent.
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5.1. La tradición jurídica catalana altomedieval

El ordenamiento jurídico catalán medieval, como en otros reinos, giraba en


torno al Liber. Esta obra cumplía la función de un ordenamiento jurídico ge-
neral y completo propio de los naturales del reino y a la vez recopilaba el de-
recho común de los cristianos peninsulares.

El Liber, en Cataluña, cumplió esta función con más fuerza que en otros rei- Condes de Barcelona
nos, si bien a su lado también surgieron, de acuerdo con las transformaciones
Wifredo I (878-897)
del momento, unos derechos especiales, el derecho municipal y el derecho Wifredo II Borrell (897-911)
señorial. Suñer (911-947)
Borrell II (947-992) y Miró
(947-966)
Ramón Borrell (992-1017)
A mediados del siglo XI se empieza a detectar en la documentación catalana Berenguer Ramon I (1017-
una crisis�que provoca que los conflictos de intereses se resuelvan al margen 1035)
Ramón Berenguer I el Viejo
del Liber y triunfen las convenientiæ. No será hasta un siglo más tarde, cuando (1035-1076)
Ramón Berenguer II (1076-
se vuelvan a encontrar soluciones documentadas de conflictos en base al Liber, 1082)
Ramón Berenguer III (1096-
que se podrá volver a tener la sensación de que el Liber habrá recuperado su 1131)
lugar. Ramón Berenguer IV (1131-
1162)

El derecho que recopilaba el Liber había arraigado de forma fuerte en las con-
ductas diarias de los habitantes del Principado. Había arraigado hasta tal pun-
to que se convirtió en costumbres que acabaron incorporándose a las redac-
ciones de derecho municipal y de derecho señorial e, incluso, en las mismas
leyes condales, que entonces empezaban a surgir.

Mapa de los condados catalanes. Fuente: V. Hurtado; J. Mestre; T. Miserachs


(1995). Atles d'Història de Catalunya (pág. 61). Barcelona: Edicions 62.

Condes-reyes de la casa de Barcelona (siglos XII-XV)

Alfonso I el Casto y el Trovador (1162-1196)


Pedro I el Católico (1196-1213)
Jaime I el Conquistador (1213-1276)
Pedro II el Grande (1276-1285)
Alfonso II el Liberal (1285-1291)
Jaime II el Justo (1291-1327)
Alfonso III el Benigno (1327-1336)
Pedro III el Ceremonioso (1336-1387)
Juan I el Cazador (1387-1396)
Martín el Humano (1396-1410)
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(Interregno 1410-1412)

A principios del siglo XIII ya no era muy habitual recurrir a las leyes del Liber
como tales. Sólo se hacía en contadas ocasiones, que acabaron siendo fijadas
por los juristas de siglos posteriores. Habiendo cumplido su función en Cata-
luña, el Liber podía desaparecer de muerte natural.

5.2. La aparición de un derecho del conde

La difusión del derecho de la recepción difundió la idea de que el derecho era Condes-reyes de la casa de
una obra�humana, aunque la justicia continuase siendo obra de Dios. Asumi- Castilla, Trastámara, siglo
XV
da esta idea, el conde de Barcelona se sintió autorizado para crear derecho.
Fernando de Antequera (1412-
1416)
La asunción de esta idea refleja el cambio de mentalidad que se ha producido con res-
pecto a la tradición altomedieval. Como sabemos, en la alta edad media, el derecho no se Alfonso IV el Magnánimo
creaba, sino que se descubría. En el siglo XII hay un cambio de mentalidad, alimentado (1416-1458)
por la difusión de los principios del derecho común, y en un momento de expansión Juan II (1458-1479)
territorial y de consolidación de dominios, en el que políticamente Ramón Berenguer IV Fernando II el Católico (1479-
conquista, entre otras localidades, Tortosa (1148) y Lérida (1149). 1516)

La pretensión del conde de constituir la æquitas rudis (‘la equidad ruda') rompe
Contenido
la tradición�altomedieval de un derecho de origen divino, pero se desarrolla complementario
condicionadamente dentro de esta tradición. La pretensión del monarca de
La afirmación de que el mo-
crear derecho por medio de la ley se presenta por el jurista anónimo que re- narca crea derecho por me-
dacta el prólogo de los Usatges de Barcelona, como un hecho arraigado, vincu- dio de la ley por la autoridad
del Liber hecha en el prólogo
lado al pasado por la autoridad del Liber, a pesar de tratarse verdaderamente de los Usatges de Barcelona es
una novedad radical que se irá
de una novedad absoluta. abriendo camino con dificul-
tad.
Usatges, 3

CUM DOMINUS. Com lo senyor en Ramon Berenguer vell, comte e marques de Barcelona
e subjugador de Espanya, hague honor e vehe e conec que en tots los plets de aquella terra
no podien esser observadas las leys godas, e vehe molts clams e molts plets que aquellas
leys no jutjavan specialment, ab loament e consell dels seus prohomens, ensemps ab la
sua molt savia muller Adalmus, constitui e mes usatges ab que tots los clams e los malfets,
en aquells insertats, fossen destrets e peldejats e ordenats e encara esmenats o venjats.
Aço feu lo comte per authoritat del jutge, qui diu que l princep haja electio e licentiaa
de ajustar leys, si justa novitat de plets ho requerra, e que sie tractat per la discretio de
la reyal majestat en qual guisa començament de plet sie a leys ajustat. E la reyal potestat
sola sie franca en totas cosas qualsevol pena manara esser posada en plet.

De esta forma, el derecho feudal (señorial) catalán se convierte en un derecho


general de Cataluña a la vez que este nuevo derecho general de Cataluña se
vincula a la voluntad del príncipe. Para justificar�la�novedad, en lugar de acu-
dir al derecho romano, se acude al derecho visigodo, con la ventaja evidente
de que puede equiparar al conde de Barcelona con el emperador, y extender
entonces al conde todos los principios romanos.

Documento de Sant Cugat de 9-enero-1192

"[...] por la autoridad del ínclito Alfonso por la gracia de Dios rey de Aragón, Conde de
Barcelona y marqués de Provenza, porque lo que place al príncipe tiene fuerza de ley. [...]"

NOTA: cf. Us. 69: car ço que al princep plau ha forca de ley.
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Los Usatges de Barcelona se convierten en el libro de derecho fundamen-


tal de Cataluña. Destacan el papel del conde, refuerzan su posición y
establecen la teoría del principado.

Abadal, al desarrollar la teoría del Principado, sostiene que el redactor de los Usatges
estaba influido por doctrinas romanistas. Ahora bien, a pesar de que los Usatges recogen
explícitamente algún principio de derecho romano –como se puede ver en el documento
precedente de 1192–, hay que tener en cuenta que la teoría del poder del conde de dar
nuevas leyes se basa en el Liber, y que la incorporación del derecho señorial al derecho
regio –que también se produce en otros territorios–, en Cataluña se caracteriza porque
la hace un jurista anónimo.

Lectura recomendada

Ramón de Abadal i de Vinyals (1992). Pere el Cerimoniós i els inicis de la decadència política
a Catalunya. Barcelona. El original de esta obra se publicó como prólogo al volumen XIV
de la Historia de España dirigida por R. Menéndez Pidal (Madrid, 1966).

Con todo, si bien los Usatges reúnen un ordenamiento jurídico general, éste es
incompleto. Por este motivo, aún tienen que recurrir al Liber,que se convierte
en derecho supletorio. Además, las posibles lagunas de los Usatges y del Liber,
según el anónimo redactor de los Usatges,se tendrán que colmar acudiendo al
arbitrio del conde, quien sentenciará con su curia.

Usatges 81

"JUDICIA CURIAE. Iuys de la cort els usatges de grat deuen esser rebuts e seguits, car no
son mesos sino per la aspresa e duresa de la ley; car tots poden pledejar, mas compositio
segons las leys no poden cumplir. Car las leys jutjen homicidi esser composat e esmenat
en trescet sous de morabatins, qui valen ara mil e quatre cents sous de plata fina; traure
ull e tallament de ma, cent; per peu, cent; e axi per tots los altres membres; e jutgen
tots homens egualment e no jutgen res entre vasall e senyor, car en leys no troba hom
homenatge; e per ço las cosas fetas e a fer, constituiren los dits princeps que sien jutjadas
segons lo usatge; e aquí hon no bastaran los usatges, torna hom a las leys e al arbitre del
princep e a son juy de la cort.

En este orden de prelación no se dice nada de los derechos especiales restantes, el derecho
señorial que no se muestra en los Usatges, ni tampoco del derecho municipal. Los dere-
chos especiales, en virtud de los principios jurídicos del momento, por serlo, se aplicarían
preferentemente al derecho general."

La aparición de la versión escrita de los Usatges, que pronto se conocieron con


el nombre de Usatici Barchinone o Usatges de Barcelona, tuvo lugar durante el
reinado de Alfonso I, hacia el último tercio del siglo XII. A pesar de la nove-
dad de presentarlos por escrito, parece muy probable que contuviesen derecho
anterior.

Alfonso I llamado el Casto y el Trovador (c. 1150-1196)

Primer rey de Aragón de la casa de Barcelona, casado con Sancha de Castilla. Continuó
la expansión hacia el sur y animó la repoblación de las tierras aprobando cartas de fran-
quicias. Reafirmó su poder en Cataluña ante los señores. En 1173 creó el impuesto del
bovaje. Monarca que muestra entusiasmo por el derecho romano, durante su reinadose
testimonia la aparición de la redacción escrita de los Usatges de Barcelona.
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No se conoce con certeza su contenido original. Con el tiempo se fue aumentando el


número de capítulos, a medida que se añadían nuevos textos, algunos de los que, en
origen, eran decisiones del conde. La existencia de diversas colecciones con órdenes no
siempre coincidentes ha dificultado la identificación de los materiales, sobre todo de lo
que se considera el núcleo originario, que estaría formado por unos 129 capítulos (o 123,
según las teorías) de los 174 de que consta la obra.

La colección estable en el número de 174 capítulos y en la redacción del texto surgió a


principios del siglo XV cuando, a raíz de la tarea llevada a cabo para elaborar la primera
compilación catalana, se ordenó fijar�y�depurar el texto latino de los Usatges, 171 de los
cuales acabaron siendo incorporados a la compilación.

Los posteriores condes intentaron consolidar y desarrollar su poder de crear derecho con
cautela, siguiendo los pasos de los predecesores, incluso de aquellos que, como Alfonso
I en el documento citado de 9 de enero de 1192, invocaban los principios del derecho
de la recepción.

El conde crea derecho mediante leyes nuevas, estableciendo nuevas cos-


tumbres, confirmando costumbres existentes, con sentencias y respues-
tas, siempre respetando el antiguo y buen derecho, que el conde debe
confirmar y completar.

Estudio sobre los Usatges

El mejor estudio sobre los Usatges de Barcelona sigue siendo el de: Guillem�M.�de�Brocà
(1913-1914) "Els Usatges de Barcelona". En: Anuari Institut d'Estudis Catalans (núm. 5,
págs. 357-389), refundido en su Historia del derecho de Cataluña especialmente del civil y
exposición de las instituciones del derecho civil del mismo territorio en relación con el Código civil
de España y la jurisprudencia (Barcelona, 1985, reprod. anast. de la de 1918, págs. 141-179).

El cuadro de ordenamiento�jurídico�catalán diseñado por el anónimo redac-


tor de los Usatges, deformado por su enfervorizada defensa del poder del prín-
cipe, precisamente por ser deformado, difícilmente podía triunfar ni tampoco
silenciar el enfrentamiento entre el conde de Barcelona –o sea, el príncipe– y
los estamentos. De hecho, convierte parte del derecho feudal en derecho ge-
neral establecido por el conde y no menciona el resto del derecho feudal ni
el derecho municipal.

5.3. Derecho propio y derecho común

A mediados del siglo XIII se puede decir que Jaime I reconoce con una supues-
ta pragmática de 1243 (que en realidad es una carta real extractada) que la
situación era mucho más compleja que el diseño que ofrecía el prólogo de los
Usatges.

3ª Constitutions y altres drets de Cathalunya II 2, 3, 1 (Pragmática de


Jaime I. 1243)

"No sie admes en alguna Cort lo Advocat, que allegara algunas leys, pus las Consuetuts,
e Vsatges complescan, e abunden."

Manuscrito de los Usatges de Barcelona


© FUOC • PID_00163033 83 La creación del derecho en los reinos peninsulares...

El mismo monarca, en una constitución de las Cortes de Barcelona de 1251,


con el consejo de los miembros de su curia general, acuerda prohibir las leyes
romanas, las visigodas, el Decreto de Graciano y las Decretales de Gregorio IX, a
la vez que sólo autoriza el uso de los Usatges y de las costumbres del lugar. En
caso de que no las hubiese, habría que recurrir al sentido común.

Asimismo, reiteraba la prohibición de actuar ante los tribunales de justicia en las causas
seculares, salvo una causa propia, a los abogados y legistas que invocasen las leyes y
derechos que prohibía.

Jaime I, llamado el Conquistador (1208-1276)

Artífice de la expansión marítima en Mallorca, Menorca e Ibiza, así como de la conquista


de Valencia, territorios en los que creó dos nuevos reinos autónomos dentro de la Corona
de Aragón con personalidad y estructura propias. En esta época aparecen el Consulado
del Mar y las Cortes Catalanas. Vinculado con Vidal de Canyelles y Ramón de Penyafort.
Creó el Consejo de Ciento barcelonés (1274). Legisló sobre el derecho propio y el dere-
chocomún.

3ª Constitutions y altres drets de Cathalunya III, 1, 8, 1 ( Jaime I en la


Corte de Barcelona de 1251. Cap. 3)

"Encara statuim ab Consell dels sobredits, que leys Romanas, o Gotigas, de[cr]rets, e de-
cretals en causa seculars no sien rebudas, admeses, judicadas, ne allegadas, ne algu legista
gos en Cort secular advocar, sino en causa proprie, axi que en la dita causa no sien alle-
gadas leys, o drets sobredits, mas sien fetas en tota causa secular allegations, segons los
vsatges de Barcelona, e segons las approvadas costumas de aquell loc, ahont la causa sera
agitada, e en defalliment de aquells, sie proceit, segons seny natural, los Jutges encara,
en las causas seculars no admetan legistas Advocats, axi com dessus es dit."

Si bien se podría dudar de la decisión de 1243, a pesar de que suponía un


primer ataque al derecho de la recepción, la decisión de 1251, a la vez que
afirmaba la primacía del derecho propio, era relevante porque suponía excluir
de la vida jurídica del Principado el derecho�de�recepción. La trascendencia
de la decisión se tiene que vincular también a las consecuencias políticas que
derivaban de este reconocimiento que presuponía la prohibición del derecho
de la recepción. El Conde de Barcelona, con la prohibición del derecho romano
y del derecho canónico, demostraba su independencia en la esfera temporal
ante el Papa y el Emperador, los dos poderes pretendidamente universales del
momento.

Con esta constitución de Jaime I se reconocía, pues, que el derecho prin-


cipal de Cataluña estaba formado por los Usatges (el nuevo derecho ge-
neral, incompleto) y por los derechos especiales (el derecho señorial y el
derecho municipal), sin preferencias entre ninguno de ellos. Para con-
solidar las pretensiones condales, se afirmaba que, en defecto de estos
derechos, los jueces tenían que recurrir al sentido común, al juicio de
cada uno.
© FUOC • PID_00163033 84 La creación del derecho en los reinos peninsulares...

"Esta solución es de difícil interpretación. Tanto los Usatges y las Costums municipales de
forma expresa como el derecho señorial de forma tácita se configuran como ordenamien-
tos jurídicos complejos, pues se perfeccionan mediante el recurso a otros ordenamientos
o a otros medios. Si la decisión de 1251 supusiera exclusivamente la aplicación del dere-
cho recogido en los Usatges y en las Costums municipales y señoriales, tal como tendría
que deducirse de las prohibiciones establecidas, la preferencia por uno u otro derecho
podría reducirse a una cuestión técnica, resuelta con los principios propios del derecho
de la Recepción, que afirma la preferencia en la aplicación de la norma especial frente
a la general; sin embargo, las Costums de Tortosa muestran que al menos en el ámbito
municipal el derecho supletorio reconocido, tras la recepción selectiva de los Usatges, es
el derecho común. Además, esta decisión de 1251 no incorpora ni el derecho establecido
por el conde ni el derecho establecido por las reuniones de la curia general".

Iglesia, La creación del derecho... II, pág. 76

Esta solución, a pesar de que aparentemente quedaba resuelta, dentro del cli-
ma de enfrentamiento entre los estamentos y el monarca, y por su misma ra-
dicalidad, no debió de ser muy bien recibida y debió de acabar fracasando sin
que se llegara a aplicar en la práctica.

La decisión de 1251 suponía un debilitamiento de la seguridad jurídica del momento a


la vez que prohibía los únicos ordenamientos jurídicos completos que había entonces.
Además, el recurso del sensus naturaliis (el sentido común) dejaba –como en Aragón y
en Valencia– en manos de los jueces la creación del derecho, si bien el conde era el juez
supremo en Cataluña. Por tanto, correspondía a los jueces, al hacer justicia, configurar la
equidad ruda en equidad constituida, en derecho, aunque también supusiese aumentar la
inseguridad jurídica (las decisiones podían variar de un juez a otro, sobre todo en función
de si habían estado formados en el derecho de la recepción o no).

Así pues, las indeterminaciones que permitía la disposición de 1251 tuvieron que ser
buscadas, como si se tratase de una solución de transacción, sobre todo si tenemos en
cuenta que ni el conde ni los estamentos podían imponer su voluntad.

En el ámbito municipal, si bien el Liber, agotada su función, dejó de aparecer en los


órdenes de prelación de las costumbres municipales, la invocación del derecho de la
recepción se mantuvo después de 1251, como se puede ver en los textos de Tortosa de
1279, de Horta de 1298 y de Miravet de 1319, (recogidos en el apartado 3 infra).

Sin embargo, como veremos a continuación, la situación derivada de la dis- Pedro II, llamado el
posición de 1251 mejoró sensiblemente a partir de 1283 (con la limitación del Grande (1240-1285)

principio de que lo que place al príncipe tiene fuerza de ley), ya que entonces Hijo de Jaime I, heredero de
ya podía desaparecer el recelo ante el derecho de la recepción, a la vez que Cataluña, Aragón y Valencia.
Combatió la oposición feudal
había nuevos medios para combatir la inseguridad jurídica. Los tradicionales de los nobles. Ante la necesi-
dad del rey de convocar cortes
obstáculos al derecho común (la lentitud y el encarecimiento de la justicia) po- para los aragoneses, los valen-
dían convertirse, para quien tuviese suficientes medios, en ventajas evidentes. cianos y los catalanes en 1283,
los estamentos le arrancaron
una serie de concesiones.
Desde otro punto de vista, el enfrentamiento entre los estamentos y el monar-
ca continuó y tuvo su punto álgido en 1283, cuando el camino ascendente
de la afirmación del poder condal iniciado con Alfonso I se interrumpió de
forma brusca con Pedro II. Esta lucha por el poder y por el derecho también
se podrá contemplar como un enfrentamiento entre el derecho de las cortes
y el derecho del conde.

El derecho de la recepción, sin reconocimiento oficial, se fue apropiando gra-


dualmente de la vida jurídica del Principado, como pone de manifiesto la
documentación de las distintas instancias judiciales del momento. Desde un
© FUOC • PID_00163033 85 La creación del derecho en los reinos peninsulares...

punto de vista práctico, lo hicieron sin tener que justificar su uso, porque una
vez desaparecido el Liber, en el Principado no había ningún ordenamiento ju-
rídico completo.

Aun así, los juristas tuvieron la necesidad de justificar el recurso al derecho


común, hecho que demostraba que la decisión de 1251 se había olvidado y
que el Liber ya había cumplido su función en Cataluña. El recurso al derecho
de la recepción se podía justificar con los Usatges, gracias a la interpretación
que hacían los juristas del orden de prelación incluido en el usatge 81 (Judicia
curiæ).

En primer lugar, se tenían que aplicar los Usatges. Después de 1283, los Usatges y las
constituciones de paz y tregua se equiparan a las constituciones y estatutos, que forman el
derecho principal de Cataluña, dentro del que hay que incorporar los derechos especiales,
porque también se han convertido en derecho aprobado en las cortes. A falta de este
derecho, se tenía que acudir a las leyes, que los juristas saben que son las leyes visigodas,
pero entonces ya no se utilizaban en Cataluña; las leyes a las que había que recurrir
entonces eran ya las leyes romanas (más adelante, a mediados del siglo XIV, serían tanto
las leyes romanas como las canónicas), porque en Cataluña se tenía que juzgar según el
derecho, de forma que el derecho de la recepción se convirtió en derecho supletorio de
los Usatges. Esta solución es la que ya hemos visto que se había abierto camino en los
libros de costumbres, que no era otra que reconocer la aplicación preferente del derecho
propio, dentro del cual se aplicaban en primer lugar las reglas especiales antes que las
generales, y a falta de derecho propio, se abre camino el derecho común.

Este triunfo del derecho de la recepción hace que muy pronto se vaya gestan-
do la idea de que quienes quieran participar en la vida jurídica deben tener
una formación�específica, que deberán acreditar con un examen ante juris-
tas letrados educados en el derecho de la recepción. En 1359 se llegó a fijar
en cinco años el tiempo que debían haber estado estudiando en un estudio
general y que tuviesen los cinco libros ordinarios de derecho civil o al menos
los ordinarios de derecho canónico.

3ª Constitutions y altres drets de Cathalunya I, 2, 6, 1 (Alfonso II en las


Cortes de Monzón 1289. Cap. 17)

"Ordenam, e statuim, que alfun Savi en dret no vs en alguna Cort de Inquisitions, ni


de advocations, ne de jutjaments, entro sera examinat per los prohomens de quiscun
loc, ensemps ab los altres Savis en dret, e aquells qui seran elets juren, que se hauran
feelment en Advocations, e en las altras cosas, en poder del Veguer, o del Batlle, e dels
dits prohomens de aquell lloc."

3ª Constitutions y altres drets de Cathalunya I, 2, 6, 4 (Pedro III en las


Cortesde Cervera 1359. Cap. 12)

"Confirmants encara lo Capitol en la dita Cort de Montso fet, qui comença Ordenam, e
statuim, etc. E a aquell anyadint statuim, que negu Savi en dret en las Ciutats, Vilas, ne
encara en altres insignes locs no puxa advocar, ne Offici de Jutge, o de Assessor regir, si
tots los sinc Libres ordinaris de dret Civil no ha, o almenys los Libres ordinaris de dret
canonic: E que aquells almenys haja oit per sinc anys en studi General, de la qual cosa
per sagrament sie tengut fer fe [...]"

Pocos años más tarde, en 1363, se precisó que los aspirantes debían haber
estudiado cinco años o derecho canónico o derecho civil y tener los libros
ordinarios del derecho estudiado.
© FUOC • PID_00163033 86 La creación del derecho en los reinos peninsulares...

3ª Constitutions y altres drets de Cathalunya I, 2, 6, 5 (Pedro III en las


Cortes de Monzón 1363. Cap. 17)

"En las Ciutats, e Vilas de Perpinya, de Cervera, y de Puigcerda e de Vilafranca de Panades,


com en aquestas sie copia de Savis en dret, declarant la Cosntitutio per nos feta en la
Cort de Cervera, que comença Confirmants encara, etc. statuim, e ordenam, que negu Savi
en dret, qui Doctor, o aprobat no sie, Offici de Assessor, de Jutge e de Advocat de aquí
avant regir, o pendre no gos, o presumesca si doncs primerament ell en poder del Official
ordinari no haura fet publicament en la Cort sagrament, que per sinc anys, en Studi
General dret Canonic haja oit, o civil, e per dos Savis de las ditas Ciutats, o Vilas, si dos
ni haura, o almenys hu en presentica del mateix Official examinat sera e approbat. E per
ço que tota favor de tot en tot en aço sie extirpada, e foragitada dels dits examinadors,
las animas en aço en quant podem encarregam, que segons lur bono conscientia, la dita
examinatio, e approbatio façan: E en cara lavors devant aquells examinadors sien tenguts
de fer fe, que envers si, axi com a seus propris hajam tots los libres ordinaris de aquell
dret, lo qual hauran oit: e si lo contrari per algu sera fet, aytal savi en dret qui las cosas
desusditas no fara, o complira, de tos los dits officis per dos anys ipso jure sie privat, e
pena de sinquanta morabatins de or no resmenys incorregat [...]"

En estas decisiones se demuestra, como en las que aparecen en los libros de


costumbres, que en un primer momento no hay unidad a la hora de determi-
nar el derecho supletorio.

"En los primeros tiempos se hablaba de las leyes romanas, pero a partir de un determi-
nado momento triunfa la denominación dret comú. Aquí comienzan las primeras dudas,
pues en un principio se identifica con el ius commune civium romanorum, pero a partir de
las decisiones antes mencionadas de mediados del siglo XIV se invocan el derecho roma-
no y el derecho canónico; esta denominación parece que se difunde, porque al mismo
tiempo se va formando un nuevo derecho, que se acoge bajo este concepto, que es el
derecho que progresivamente va apareciendo en los libros de los juristas educados en el
derecho de la Recepción, que ponen a contribución uno y otro derecho para construir sus
especulaciones."

Iglesia, La creación del derecho... II, pág. 122.

En la reunión de las cortes de 1409, los estamentos obtuvieron de Mar-


tín el Humano el reconocimiento de que sus funcionarios de justicia tu-
viesen que aplicar en sus tribunales los Usatges, las constituciones y los
capítulos de corte, los privilegios, usos y costumbres, tanto de las uni-
versitates (derechos especiales: municipal y señorial), como de los parti-
culares (privilegios), derecho común, equidad y buena razón.

3ª Constitutions y altres drets de Cathalunya I, 1, 38, 2 (Martín I en las


Cortes de Barcelona 1409. Cap. de corte 2)

"Lo Canceller, e Vicicanceller vostres, e del dit Senyor Primogenit vostre, o de successors
vostres, e seus, qui ara son, e per temps seran, e en lur absentia, o empatxament de vn
dells, en la vostra casa, e sua, e no en altra manera, vn notable, e de bona conciencia
Doctor, o Iurista elegidor per vos Senyor, e per vostre Primogenit, e successors vostres,
e seus, e quiscun en son cas, e en sa casa, per la forma, e manera que en lo Capitol pus
propo seguent es contengut, regescan e ministren per vos Senyor la Iustitia, servants la
bona Ordinatio de la vostra cas, tambe en ço que toca los Scrivans de Manament, e de Re-
gistre, com en altras cosas, e en altra manera las parts presents, o per contumacia absents,
en aquella millor forma que fer se deja, segons Vsatges de Barcelona, e Constitutions,
e Capitols de Cort de Cathalunya, Vsos, Costums, Privilegis, Immunitats, e Libertats de
quiscuna conditio, e de las Vniversitats, e dels singulars de aquellas, dret comú, equitat,
e bona raho, e que en aytal spatxament de aytal exercici de Iustitia los dits Canceller,
Vicicanceller, e Regent, e qualsevulla delegat de vos Senyor, o Subdelegat, Relador, o altre
Ministre de Iustitia, no puxan esser empatxats, o perturbats generalment, o particular per
vos Senyor, o per part vostra, o del dit Senyor Primogenit vostre, e successors vostres, o
seus, per via de dilatio, sobreceiments, precs, manças, o per qualsevol altra via de empat-
xament, e si lo contrari era fet (ço que Deu no vulla) quels dits Canceller, Vicicanceller,
e Regent Cancellaria, o altres demunt dits no ho hajessen, ne dejessen servar, e quels
© FUOC • PID_00163033 87 La creación del derecho en los reinos peninsulares...

dits vostres Canceller, e Vicicanceller presents encontinent, e los esdevenidors, e Regent


Cancellaria, ans que vsen de lur Offici sien tenguts de jurar solemnament, e los Vicican-
celler, e Regent prestar Homenatge en poder vostre Senyor, de tenir, e observar lo present
Capitol a la letra, e tro los dits Sagraments, e Homenatge sien prestats, tots Actes per ells
faedors sien nulles... Plau al Senyor Rey."

NOTA: Este capítulo está en el título "De offici de Canceller, vicicanceller, y regent la
Cancellaria".

Esta enumeración reflejaba los derechos que los estamentos querían que se
respetasen. Así se explica el silencio sobre las pragmáticas, de cuya aplicación
se ocupaba el conde.

Sin embargo, es evidente que esta enumeración, en el momento de ser aplica-


da, se tenía que convertir en un orden�de�prelación. En la práctica, este orden
de prelación ya funcionaba por las razones que hemos apuntado, fruto de la
aplicación de los principios jurídicos en uso por parte de los juristas.

En las Cortes de Barcelona de 1422 se estableció la obligación de que todos los


que quisieran participar en la administración de justicia tenían que conocer
las leyes de la tierra, el derecho propio de Cataluña, que se debía aplicar en
primer lugar y antes de recurrir a ningún otro derecho.

3ª Constitutions y altres drets de Cathalunya I, 2, 4, 1 (Maria, consort e


Loctinent General en las Cortes de Barcelona 1422. Cap. 17)

"Assats es cosa ridiculosa als juristas qui volen exercir Offici de judicatura, o de advocatio
en Cathalunya, e no poc damnosa als litigants, ignorar las leys de la terra, per ço statutim,
ordenam, volem, e manam, que quiscun jurista qui volra vsar dels dits Officis de judica-
tura, e de advocatio en lo Principat de Cathalunya, anys que sien admesos en aquells, o
en algu de aquells, hajan, e sien tenguts haver sens frau algu los vsatges de Barcelona,
Constitutions, e Capitols de Cort de Cathalunya, segons, las quals, ans de tots altres drets
ha esser jutjat dins lo dit Principal, e si algu dels dits juristas, no havent las ditas leys,
presumira advocar, o jutjar, aquell aytal volem incorrer pena de sinquanta liuras, la mey-
tat guanyadora al fisc, laltra meytat al accusador: Volents en la present Constitutio esser
compresos los juristas, qui de present advocan, o jutjan, si dins spay de sis mesos primer
vinents no hauran las ditas leys de la terra.

La precisión de qué se debía entender por derecho propio es de las mismas cortes: eran
los Usatges de Barcelona y las constituciones y capítulos de Corte de Cataluña, con la
consiguiente manifestación de la tendencia a preferir el derecho general ante el derecho
especial, mientras que los jueces y abogados deberían conocer el derecho general."

Sin embargo, la interpretación que triunfó en Cataluña fue menos res-


trictiva, ya que se fundamentó en la preferencia acordada al derecho
propio. Se reconoce que dentro del derecho propio de Cataluña la regla
especial se aplica con preferencia a la regla general. En primer lugar se
aplican los privilegios; después, cada uno en su ámbito respectivo, el
derecho municipal y señorial y, finalmente, el derecho general de Cata-
luña: los Usatges, las constituciones de paz y de tregua y constituciones
de cortes.
© FUOC • PID_00163033 88 La creación del derecho en los reinos peninsulares...

Pero la disposición de 1409 del rey Martín, con la enumeración que hace de de-
rechos, presenta aún más dificultades en la parte final: derecho común, equi-
dad y buena razón, si bien la habilidad de los juristas había permitido encon-
trar una solución.

Ante las complicaciones potenciales derivadas de la aplicación y la interpreta-


ción de los elementos en la práctica implicados, hay que pensar que progre-
sivamente se debió ir estableciendo, en la práctica, un orden� de� prelación
dentro del derecho común. Así, cuando las soluciones ofrecidas por el derecho
canónico y por el derecho romano no eran coincidentes, se debía recurrir al
derecho canónico en primer lugar, después al derecho romano y, en última
instancia, a la equidad y a la buena razón. Así pues, en última instancia co-
rrespondería al juez abrazar dentro del derecho la equidad ruda, por imposible
que pudiese parecer esta posibilidad. Esta solución aceptada en la práctica fue
confirmada –como veremos– en 1599 de forma oficial.

Pese a la progresiva implantación del nuevo derecho de la recepción, también continua-


ban subsistiendo quejas directamente vinculadas al nuevo derecho, en especial dirigidas
contra los juristas malos e ignorantes que ponían de manifiesto los males de la lentitud
y el encarecimiento de los procesos y hacen realidad la idea de que la justicia no es de
este mundo.

5.4. Derecho regio: derecho del conde y derecho del Principado

En la baja edad media apareció, a instancias de los titulares de la potestas re-


galis, un derecho propio de sus naturales que aspiraba a tener un carácter ge-
neral. En Cataluña, el conde de Barcelona era el titular de la potestas regalis y
el derecho general y propio de sus naturales era un derecho�regio, resultado
de la actividad o del conde con su consejo (derecho del conde) o del conde
con el General de Cataluña –es decir, los miembros de las cortes– (derecho del
Principado).

La actividad del conde quedaba reflejada en una nueva terminología que se Las cartas del conde
manifestaba en los mandatos condales. Los mandatos del conde se desarrollan
Las cartas del conde (literæ,
mediante cartas (literæ, cartæ, instrumenta), en las que, independientemente cartæ, instrumenta) son man-
del contenido concreto de cada una, el conde podía establecer derecho nuevo, datos condales que recogensu
voluntad y tienen todas la mis-
ya fuese con carácter general, ya fuese con carácter particular. ma fuerza.

De entre todas las cartas, destacaban dos tipos. A) Por un lado, aquellas dirigi-
das a establecer una ordenación�general, que se solían presentar como consti-
tutiones, statuta y, más tarde, ordinationes (constituciones, estatutos y ordena-
ciones). Estos tipos de cartas establecían una regulación determinada y estaban
divididas en capitula (capítulos). Puesto que todas estaban hechas, actuadas,
por el conde, recibían el nombre de acta (actas). B) Por otro lado, las cartas
del conde también podían ser privilegia (privilegios), con los cuales el conde
exceptuaba a alguien del régimen general. El privilegio era concebido como
una excepción a una regulación de carácter general, como una excepción a
una constitución o estatuto.
© FUOC • PID_00163033 89 La creación del derecho en los reinos peninsulares...

Como sabemos, todas las cartas del conde tenían la misma fuerza, ya que todas
eran igualmente decisiones condales. Fue la necesidad de armonizarlas lo que
llevó a reconocer que una carta regia conseguida contra (lo que disponía) otra
carta regia o contra derecho fuese nula y no tuviese que ser obedecida (decisión
que, por otro lado, quedaba en manos del conde, si bien se tiene que matizar
que había cartas reales que tenían que obedecerse siempre). Correspondía al
conde corregir�y�enmendar los errores, así como declarar�la�nulidad de las
cartas contra derecho.

En el proceso de formación del derecho regio, las Cortes de Barcelona de 1283 Las cortes y el conde
fueron decisivas. Se establecieron en ella dos principios fundamentales:
La asamblea estamental catala-
na se conocía con el nombre
1) Cuando el conde quisiese dar una constitución o estatuto general, tendría de cortes. Estaba formadapor
miembros de los brazoso esta-
que hacerlo con el consentimiento de los miembros de las cortes o de la mayor mentos (eclesiástico, militar y
real) y se considerabaque era
y más sana parte de ellos. el cuerpo de un todo que era
el principado de Cataluña, cu-
ya cabeza era el rey.
3ª Constitutions y altres drets de Cathalunya I, 1, 22 (Pedro II en las Cortes
de Barcelona 1283. Cap. 9)

"Volem, statuim, e ordenam, que si nos, o los sucessors nostres Constitutio alguna gene-
ral, o statut fer volrem en Cathalunya, aquella, o aquell façam de approbatio, e consen-
timent dels Prelats, dels Barons, dels Cavallers, e dels Ciutadans de Cathalunya, o ells
appellats, de la major, e de la pus sana part de aquells."

2)�El conde de Barcelona tendría que celebrar cortes dentro de Cataluña para
los catalanes una vez al año, salvo que una causa justa se lo impidiese.

3ª Constitutions y altres drets de Cathalunya I, 1, 22 (Pedro II en las


Cortesde Barcelona 1283. Cap. 18)

"Vna vagada lo Any, en aquell temps que mills no sera vist expedient, nos, e los succes-
sors nostres celebrem dins Cathalunya General Cort als Cathalans, en la qual ab nostres
Prelats, Religiosos, Barons, Cavallers, Ciutadans, e Homens de Vilas tractem del bon Sta-
ment e reformatio de la terra: la qual cort fer, ne celebrar no siam tenguts, si per alguna
justa raho serem empatxats."

Asimismo, el conde se obligaba a confirmar y devolver todas las libertades,


franquicias, costumbres y buenos usos, así como los privilegios y concesiones
usados en tiempos de Jaime I, porque correspondía al rey conceder libertades
e inmunidades a sus súbditos, y también aprobar y observar inviolablemente
los privilegios concedidos por sus antecesores y los usos, costumbres y buenas
observancias, entre otras medidas tendentes a volver a la situación de tiempos
del rey Jaime, es decir, intentar evitar que pudiese haber en el futuro abusos
del conde.

Las constituciones eran las disposiciones que recogían la expresión de la po-


testas regalis del conde, pero a partir de entonces se trataba de una potestad
que el conde no podía ejercer libremente, ya que debía contar con el consen-
timiento de los miembros de las cortes, tal como decía la constitución "Volem,
statuim" de 1283.
© FUOC • PID_00163033 90 La creación del derecho en los reinos peninsulares...

Sin embargo, el conde de Barcelona y rey de Aragón continuaba siendo el


titular único y exclusivo de esta potestas, como lo demostraba el hecho de que
el rey, fuera de cortes y sin su consentimiento, podía crear�derecho; pero, en
cambio, las cortes no podían crear derecho sin el consentimiento del conde.

Las disposiciones aprobadas por el conde con el consentimiento de los miem-


bros de las cortes se correspondían con las antiguas constituciones y estatutos.

Tanto estos términos como ordinatio (ordenación) eran equivalentes, y se continuaba


utilizando el término capítulo para referirse a cada una de sus decisiones concretas en las
que aparecen divididos.

Junto a estas disposiciones surgieron otros capítulos y peticiones ofrecidos por


los miembros de las cortes al conde. De las peticiones (divididas en capítulos)
que presentaban los estamentos, surgieron, una vez aprobadas por el conde
y nuevamente redactadas, constitutiones vel statuta, a menudo divididas en ca-
pítulos.

Con Pedro III, a mediados del siglo XIV, se impuso, aunque no de forma exclu-
siva, el término constitutio (constitución), que, además, se empezó a identificar
con ley. Dentro del enfrentamiento entre el conde y los estamentos, y dentro
de los mismos estamentos, y como su consecuencia directa, surgieron en es-
ta época escritos unitarios de los brazos, divididos en capítulos, que recogían
las condiciones impuestas al conde para concederle el donativo o los agravios
sufridos que querían que fuesen reparados por el monarca. Estos capítulos ge-
neraban discusiones individualizadas que se perfeccionaban con la provisión
que hacía el conde.

Como hemos visto, entre los capitula (capítulos) destacaban los capítulos de la
proferta y las peticiones de reparaciones de agravios, donde el General establecía
las condiciones de acuerdo con las que decidía conceder al conde el donativo
solicitado y vinculaba esta concesión a la reparación de los agravios. El texto
originario correspondía a los brazos, pero sólo tendría vigor con la respuesta
y, en su caso, con la provisión que haría el conde.

Formalmente, estos capítulos divergían de las constituciones. En las constitu-


ciones, el conde confesaba haber tomado una decisión determinada con el
consentimiento de los brazos. En los capítulos de la proferta y de agravios, si
las peticiones de los estamentos se contestaban afirmativamente, se utilizaba
la fórmula "Plau al Senyor rey" (= Place al señor rey)al final de la petición.

Esta terminología confusa se vio agravada por la sistematización que hicieron


los compiladores. En la baja edad media, antes de la compilación, el término
capítulo designaba a todas las decisiones aprobadas en las cortes que estuvie-
sen divididas en capítulos. Los capítulos de la proferta�y de�agravios se con-
sideraban de prestigio inferior a las constituciones.
© FUOC • PID_00163033 91 La creación del derecho en los reinos peninsulares...

Probablemente el conde accedió a ello para mantener separado el texto del capítulo ofre-
cido por los estamentos de la resolución, tanto si era para mostrar su desacuerdo como si
era para establecer decisiones con carácter temporal. Además, las constituciones nacían
de la justicia que el conde tenía que hacer al pueblo, mientras que los capítulos eran
condiciones que los brazos imponían al conde en relación con la proferta. Puesto que
estos acuerdos se establecían en base a la situación de debilidad del conde, de hecho
suponían una coacción al conde (por eso, sobre estas obligaciones pesaba la amenaza de
nulidad). Así pues, cuando el conde se veía obligado a acceder a las peticiones contra
su voluntad, lo hacía evidente: en lugar de aceptarlas y convertirlas en constituciones,
conservaba la fórmula de las peticiones y hacía una concesión temporal, vinculando su
duración a la proferta concedida.

Estos capítulos mostraban el enfrentamiento entre el conde y los estamentos, y a través


de ellos se canalizaron también los agravios generales, que condicionaban la concesión
del donativo a su reparación. Los brazos, no contentos con el compromiso asumido por el
conde al aceptar el donativo, acabaron pidiendo que los capítulos de la proferta tuviesen
el vigor�de�una�constitución�y�acto�de�corte.

Dentro del enfrentamiento entre el conde y los estamentos, triunfó la idea de que todo
lo que se acordaba en las cortes era un acto de corte, por medio del que se podía convertir
en constitución lo que se había decidido fuera de las cortes. Se establecían así las bases
para intentar distinguir formalmente lo que se había acordado en las cortes, a la vez que
se deformaba su pasado.

Prescindiendo de la razón de ser de los acuerdos, los compiladores denomi-


naron constituciones a los acuerdos expresados en primera persona por el con-
de con el consentimiento de los estamentos; capítulos de corte, a los capítulos
ofrecidos por los estamentos que contaban con la respuesta del conde, y actos
de corte sirvió para designar aquellas decisiones tomadas fueras de las cortes
y aprobadas posteriormente en las mismas, prescindiendo del hecho de que
estas decisiones adoptaban la forma de constitución cuando eran aceptadas
y que cualquier acuerdo tomado en las cortes se identificaba con un acto de
corte.

Después de 1283, el conde continuó dando disposiciones con el consejo de su La utilización de las
curia, y lo hizo refiriéndose a éstas como constituciones, si bien, dentro de las pragmáticas sanciones

cartas reales, se mantuvieron las denominaciones habituales de ordenación, La utilización de las pragmá-
estatuto y edicto, a la vez que ganaba presencia el término provisio (‘provisión'), ticas sanciones guarda rela-
ción con el recurso del conde
junto al que apareció, a principios de siglo XIV, una nueva denominación, la a ejercer plenamente su potes-
tas y a dar cartas ex plenitudine
pragmática sanción. potestatis, por causa justificada
y ex certa scientia.

Con el término pragmática sanción designaremos, genéricamente, las


cartas generales del conde de Barcelona, dadas fuera de las cortes, que
establecían un nuevo derecho.

El enfrentamiento político entre el conde y los estamentos, con la necesidad


añadida de armonizar las cartas del rey entre sí y con las disposiciones de las
cortes, se convirtió en un enfrentamiento jurídico en torno al valor de las
constituciones y de las cartas del rey.
© FUOC • PID_00163033 92 La creación del derecho en los reinos peninsulares...

Además, dentro del enfrentamiento entre el derecho del conde y el derecho


del Principado, también existía un enfrentamiento entre el derecho general y
el derecho especial o, dicho con otras palabras, entre la ley y el privilegio.

Para dar constituciones o estatutos generales, como sabemos por las constitu-
ciones de 1283 que hemos citado antes, el conde tenía que celebrar corte ge-
neral a los catalanes y contar con el consentimiento de la "mayor y más sana"
parte de los asistentes a la asamblea.

Estas disposiciones de 1283 nunca se libraron de algunas ambigüedades (como la difi-


cultad para determinar qué era lo que había que considerar cortes, o si las disposiciones
aprobadas en ausencia de un brazo le eran aplicables), que en Cataluña no llegaron a
encontrar una solución.

En la baja edad media, el monarca aspiraba a hacer triunfar el principio de que lo que
place al príncipe tiene fuerza de ley, mientras que los estamentos se le oponían con la
pretensión de hacer realidad el principio de que lo�que�a�todos�afecta�por�todos�tiene
que�decidirse. Esta confrontación tenía una difícil solución. La configuración del reino
–del condado– como una persona cuya cabeza era el rey y los brazos, los estamentos, se
vinculaba a la idea de origen divino del poder. La idea de que en Cataluña el gobierno
es el resultado de la colaboración entre la cabeza –el conde– y el cuerpo –el General–
condujo a que el conde pudiera continuar su tarea de concentrar el poder.

Si bien el conde estaba obligado jurídicamente a acudir a las cortes para dar
reglas de carácter general pero no a convocar cortes –porque podía excusarse
de ello–, sólo acudía a las cortes cuando la necesidad le obligaba. Cuando el
monarca necesitaba dinero, los estamentos aprovechaban su situación para
imponer condiciones y límites a su poder.

Por esta razón, los actos de corte se presentan como el resultado de compro-
misos políticos, alcanzados a menudo con dificultades y por un precio. Hay
que tener en cuenta que estas circunstancias afectarán, como veremos a con-
tinuación, al valor�mismo�de�las�constituciones, que tenían que ser la expre-
sión de la justicia.

Los actos de corte que no se aprobaban por unanimidad daban lugar a protestas de quie-
nes se consideraban perjudicados por los mismos. Las podían manifestar ya fuese hacien-
do reserva de sus derechos, fuese disintiendo, fuese aceptando una decisión de hecho,
reservándose los derechos y afirmando que la decisión no se podría invocar en el futuro
en su contra ni causarles ningún prejuicio.

Para contrarrestar estas presiones el conde contaba, básicamente, con tres medios deci-
sivos:

a)�Disolver las cortes y evitar que éstas pudiesen tomar acuerdos contrarios a sus intereses.

b)�Acordar temporalmente lo que las cortes habían pedido vinculando la duración a la


duración del donativo. Este medio evidenciaba el carácter de la transacción política de
los actos de corte.

c) Recurrir al usatge Iudicium in curia datum. Por su precio político, el monarca sólo recurría
a esta decisión por sentencia en última instancia.

Vemos, así, que en Cataluña los problemas se resolvían desde un punto de vista fáctico,
no jurídico, hecho que propició que el enfrentamiento no se resolviese y que las solucio-
nes adoptadas en cada momento divergiesen y dependiesen de la correlación de fuerzas
existentes. En el peor de los casos, el monarca podía no convocar cortes, o, si las convo-
caba, clausurarlas sin el consentimiento del monarca sin llegar a acuerdos que le pudiesen
perjudicar, y el General no podía tomar decisiones que se convirtiesen en constitución.
© FUOC • PID_00163033 93 La creación del derecho en los reinos peninsulares...

El valor jurídico de las constituciones de cortes no se determinaba con preci-


sión, en buena medida por una práctica que consagraba el uso de fórmulas va-
gas, si no ambiguas, así como por la radical insolidaridad entre los estamentos,
que comprometía el valor mismo de las decisiones aprobadas en las cortes.

Por lo que se refiere a la indeterminación, los brazos, entre otras muchas cuestiones, pre-
tendían, por ejemplo, que con sus reservas las constituciones aprobadas en las cortes no Las constituciones y la
les afectasen, o que las constituciones posteriores no derogasen las anteriores, si la dero- costumbre
gación afectaba a sus derechos adquiridos. Con todo, hay una serie de disposiciones de
cortes que recogen cláusulas y salvedades de todo tipo, con lo que se intentaba conjugar Otro elemento que mereció
los intereses del momento, llegando a plasmar principios de signo muy diferente. la atención de los juristas fue-
la costumbre. A pesar de las
dificultades de adaptación y
En cuanto a la radical insolidaridad, también se compromete el valor de las decisiones dentro de la doctrina del dere-
aprobadas en las cortes, ya que parecen encontrar un límite en los privilegios y en los cho común, había juristas que
usos reconocidos. No hay que olvidar que desde 1283, los estamentos habían visto reco- defendían la primacía de las
nocidos sus privilegios, incluyendo usos y costumbres. A partir de entonces, conceder constituciones.
un nuevo privilegio a menudo sólo se podría hacer a costa de otros concedidos a otras Las costumbres aprobadas las
personas. Así pues, los privilegios no se veían afectados por las constituciones posteriores había confirmado el conde en
y los privilegios tampoco podían afectar a las constituciones más antiguas. Por el contra- 1283 y su valor y permanencia
rio, las constituciones se tenían que aplicar, incluso contra privilegios y usos reconocidos dependía del reconocimiento
en las cortes, ya que por este reconocimiento se habían convertido en actos de corte, y, del conde.
como tales, podrían ser derogados por otros posteriores. La permanencia, modificación
o desaparición de una costum-
bre dependía estrechamente
Además, las constituciones de cortes encontraban un límite en los privilegios del vigor de las constituciones
de las cortes.
y en los usos existentes, que, por su parte, también se veían amenazados por
las decisiones aprobadas en las cortes. En este contexto, una vez más, era la
correlación�de�fuerzas del momento la que hacía que triunfase una posición
u otra, a la vez que coexistían en el ordenamiento jurídico catalán principios
contradictorios que había que conciliar. También debemos tener presente que
correspondía al conde actuar la justicia y corregir con abusos (imponiendo las
nuevas constituciones ante los abusos consolidados, por vía de agravio o de
contravención), si bien, como veremos al tratar las pragmáticas, se vuelve a
caer en el enfrentamiento político no resuelto.

Si se quería controlar al conde a la hora de crear derecho, había que completar Agravios y
la decisión de 1283. Para hacerlo, se tenía que excluir al monarca de la tarea contravenciones

de interpretar el derecho existente. Al cabo de pocos años, en las cortes de Hablamos de agravios
1300, se consiguió que toda interpretación innovadora fuera realizada por el –greuges– cuando la que-
ja se lleva a las cortes, y de
conde y las cortes. contravención–contrafacció–
cuando la queja se lleva a la
Audiencia.
3ª Constitutions y altres drets de Cathalunya I, 16, 2 (Jaime II en las Cortes
de Barcelona 1299. Cap. 30)

"Si en algun Capitol, o Statut, o Ordinatio, o Constitutio, de Vsatges de Barcelona, o de Las constituciones,
paus, e de trevas, o de Corts Generals de aquesta, o de altras havia menester interpreta- expresión suprema
tio alguna, que nos, e los successors nostres, appelladas, e oidas las parts, farem la dita
interpretatio ab quatre rics homens de Cathalunya, e ab quatre Cavallers, e ab quatre A pesar de la debilidad jurídi-
Ciutadans, e ab savis en dret: e si per ventura alguna millorament sera necessari a la in- ca de las constituciones, desde
terpretatio que nos fossem tenguts de millorar aquell ab consell de la Cort General de 1283 se tendió a considerarlas
Cathalunya, lavors primerament esdevenidora." la expresión suprema de la re-
gla jurídica.

Dentro de esta tendencia, con la voluntad de controlar las pragmáticas del


conde, se llegó incluso –por las limitaciones que supondrían al conde– a pe-
dir que algunas pragmáticas se convirtiesen, con un acto de corte, en consti-
tuciones.
© FUOC • PID_00163033 94 La creación del derecho en los reinos peninsulares...

Los juristas, ante las evidentes limitaciones de 1283, destacaban que el conde, dentro
de sus atribuciones, podía dar reglas de carácter general. Las pragmáticas del conde no
podían ir contra el derecho del Principado, a pesar de que los juristas acabasen recono-
ciendo que, en la práctica, las pragmáticas se aplicaban antes que las constituciones.

La débil�posición�intrínseca de las constituciones desde el punto de vista ju-


rídico que acabamos de esbozar y la facilidad con que se podían imponer las
pragmáticas, no impidieron que se considerasen las constituciones como la
expresión suprema de la regla jurídica. Con todo, su talón de Aquiles era el
control de la ejecución. Debemos tener presente que el fundamento de su vi-
gor estaba en el juramento del conde de cumplir y hacer cumplir las consti-
tuciones.

Los encargados de aplicar las constituciones eran los funcionarios del conde,
que también eran los encargados de aplicar las pragmáticas (aunque los brazos
de las cortes no siempre las conocieron, a pesar de sus peticiones, hasta finales
del siglo XV, cuando se inició una nueva etapa).

Desde el punto de vista de las cortes, la aplicación preferente de las pragmáticas suponía
la violación del derecho del Principado. Se exigió que se observaran las constituciones y
se pretendió controlar la actividad de los oficiales del rey. Las medidas de control lleva-
ron a principios del siglo XV a una judicialización –que acabó fracasando– del principio
obedézcase pero no se cumpla, porque en Cataluña presentaba rasgos peculiares, dado el
enfrentamiento entre el conde y el General.

Las constituciones que regulaban el control de las leyes del conde utilizaban
una terminología ambigua. Sin mencionar la pragmática, parece que quisieran
combatir los privilegios y las provisiones del conde, dirigidas teóricamente a
aplicar las constituciones de las cortes. El conde continuaba ejerciendo su po-
testas con pragmáticas y, al menos teóricamente, no estaba prohibido modifi-
car lo que se había aprobado en cortes fuera de cortes.

Este principio formal de que lo que se había aprobado en las cortes sólo podía
derogarse por lo que establecían cortes posteriores fue fijado por las cortes a
finales del siglo XVI, a costa de tener que reconocer también formalmente que
las pragmáticas formaban parte del derecho propio y que también contra ellas
podía haber contravención.

3ª Constitutions y altres drets de Cathalunya I, 17,18 (Felipe II–III– en las


Cortes de Barcelona 1599. Cap. 16)

"Per quant les Constitutions de Cathalunya, capitols, y actes de cort, nos poden fer sino
en les Cort Generals, y sia de justitia que les coses se desfacen ab la matexa solemnitat
ques son fetes: Per tan statuhim, y ordenam que les Constitutions de Cathalunya, capi-
tols, y actes de cort, no pugan esser revocades, alterades, ni suspeses, sino en Corts Ge-
nerals, y que si lo contrari sera fet que no tinga ninguan forsa, ni valor."

En este contexto, ni el recurso de pedir al conde que resolviese los agravios


llegó a ser tan efectivo como se pretende, a la vez que, manteniendo como
se mantenía el recurso a la presión política de los agravios en las cortes, se
evidenciaba la debilidad de la judicialización de las contravenciones.
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De hecho, la discusión sobre el valor del derecho�del�conde y del derecho�del


Principado reflejaba un enfrentamiento político entre el rey y su consejo, por
un lado, y las cortes, por otro o, dicho de otra forma, se trataba de averiguar si
quien tenía que colaborar con el conde en la tarea de gobernar Cataluña era
su consejo o bien las cortes.

El punto más álgido de tensión se produjo en tiempos de Juan II (que fue depuesto por los
brazos y, ante otra alternativa, fue nuevamente reconocido como conde). El contencioso
había quedado sin resolver y las partes implicadas, una vez más, se habían reservado los
derechos respectivos para el futuro.

5.5. El derecho propio del Principado: derecho regio y derechos


especiales

En el momento en que se tuvieron que regular las relaciones entre el derecho


general y los derechos especiales de los súbditos del conde también hubo in-
determinaciones. La decisión de los Usatges, por demasiado innovadora, esta-
ba destinada al fracaso, porque reconocía el poder creador del príncipe e inte-
graba el Liber, en un contexto en el que los derechos especiales se mostraban
contrarios al monopolio del conde como único creador del derecho.

Las decisiones de Jaime I de 1243 a 1251 se limitaban a reconocer la existen-


cia de un derecho principal de los súbditos de aplicación preferente, antes de
recurrir al supletorio. Si la decisión de 1243 podía plantear dudas, parecía que
la de 1251 resolvía los problemas políticos, ya que excluía, teóricamente, los
órdenes de prelación existentes en los Usatges y en los derechos especiales. En
el ámbito de los derechos especiales, el derecho principal era el derecho pro-
pio, mientras que los diferentes derechos comunes que había en el Principado
se jerarquizaban para formar un ordenamiento jurídico complejo.

En el ámbito municipal, después del derecho propio había que acudir


al derecho común de los súbditos del conde (recogido en los Usatges),
después al derecho común de los cristianos peninsulares (el Liber) y, fi-
nalmente, al derecho común de todos los cristianos (identificado con el
derecho romano), que sustituiría a la ley goda cuando ésta desapareciese
por muerte natural (y se convertiría en el nuevo ordenamiento jurídico
general y completo del Principado).

En algunos lugares, como en Lérida, la plasmación escrita del derecho propio


perseguía acabar las discusiones en torno a la existencia o no de costumbres.
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Costums de Lleida (1228)

"[...] Yo, Guillermo Botet, contribuí un poco a reunir las costumbres varias y diversas
de la ciudad en un libro y a redactarlas por escrito, para que se arrebatara a algunos la
ocasión de maliciar, quienes, cuando les favorecía la costumbre, afirmaban que la cos-
tumbre existía; si contra éstos se alegaba en un caso semejante, afirmaban que no había
costumbre. De donde la prueba de la costumbre retardaba el proceso de las causas y los
litigantes sufrían por ello graves dispendios. Queriendo, así pues, nuestros ciudadanos,
varones previsores y discretos, con los mencionados cónsules oponerse a esta malicia,
con sus ruegos me sugirieron escribir esto. [...]

[...] En qué cosas consiste nuestro derecho. Nuestro derecho consiste en donaciones y con-
cesiones o privilegios de los príncipes y en costumbres escritas y no escritas, en usatges
y en leyes góticas y romanas.

De los Usatges. Ha de decirse, sin embargo, de los usatges y de las leyes góticas y romanas.
Utilizamos la mayor parte de los usatges, pero no utilizamos los usatges que hablan de
intestados, estériles y adulterios y algunos otros.

De las leyes góticas. Utilizamos, en verdad, muy pocas leyes góticas, como las que hablan
de escribir testamentos después de la muerte y quizás algunas otras.

De las leyes romanas. Utilizamos, ciertamente, muchas leyes romanas, muchas no, como
puede mostrarse en los cotidianos procesos de las causas. Sin embargo, en todas estas
cosas se observa este orden, porque preferimos nuestras costumbres escritas y no escritas,
cotos, y bandos a aquellos y en primer lugar las utilizamos, después de éstas observamos,
realmente, nuestras cartas y privilegios de los príncipes. Después los usatges. A continua-
ción, las leyes godas y en último lugar, ciertamente, las leyes romanas."

En otros lugares, como en Tárrega, se trataba del deseo de verlos confirmados


por el monarca.

Costums de Tárrega (concedidas por Jaime I el 8-III-1242) cap. 24

Sin embargo, donde no pudieran bastar las mencionadas costumbres, el cort termine las
causas según los Usatges escritos de Barcelona y no siendo ellos suficientes, según la ley
gótica y no siendo ella suficiente según las leyes romanas.

A pesar de todo, en la mayoría de los casos parece que nacían de una transac-
ción entre los señores y los habitantes de un municipio, como en Tortosa, en
Horta y Miravet.

Costums de Tortosa (c. 1279), prólogo

"[...] Lo qual endreçament e declarament feyts, los dits Arbitres donaren a les parts les
costumes declarades, segons que en aquest Libre son escrites et posades, manants a l es
parts sots la pena damunt dita, que ells vsen d'estes costumes et no d'altres; si doncs la
Senyoria et la Ciutat no s'i acordauen ensemps que d'altres vsassen.

E's a saber: que en la Ciutat e el terme de Tortosa tots los feyts deuen es' esser determenats
segons les costumes en aquest Libre escrites; e en deffalliment de les costumes, per los
Usatges de Barcelona en aquest Libre escrits; e en defalliment de tot açò per Dret comú."

Nota: La edición de Tamarit y Gil, de 1272, decía: "Per les quals costumes dementre que
basten deuen esser defenits primerament e determinats e acabats tots los pleyts de la
ciutat de Torotsa e de tots sos termenes per juye per sententia dels ciutadans. E la on les
costumes no basten, per los usatges de Barcelona que en aquest libre son escrits. E la on
les dites costumes, nels usagies sobredits no basten, los pleyts tots sobredits deuen esser
defenits e determinats per dret ciuil, so es, per les ligs. E enaxi podra esser departit la cosa
egual de la cosa no egual e el dret del tort e cascun podra reebre gaardon de so que aura
seruit siue bonum fiunt siue malum".
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Costums d‘Horta (1298) 81

"También queremos, establecemos y concedemos, que en los hechos, causas o negocios


que no puedan terminarse por estas costumbres, se terminen por los Usatges de Barcelo-
na, excepto los usatges que hablan de intestia, exorquia y cugucia, que no tienen lugar en la
villa y en el término de Horta, y faltando usatges, se terminen por los derechos comunes."

Costums de Miravet (1319) 129

"Item ordenaren que en aquestes coses hon capitols no basten sie recorregut a les Cons-
titucions de Catalunya o enapres al usatge de Barcelona, e lla hon los capitols ne les
constitucions ne l'usatge de Barcelona no bastaran sie recorregut a Dret comu: exceptat
cogucia, entestia ne exorquia que aci no's pague."

La decisión de 1251 suponía el reconocimiento de que el derecho común de


los súbditos del rey (es decir, los Usatges y los derechos especiales) era el de-
recho�principal�del�Principado, pero no fijaba sus relaciones y excluía el re-
curso a los otros derechos comunes (prohibía acudir a las leyes romanas, vi-
sigodas, al Decreto de Graciano y al Liber Extra). Había que acudir al sentido
común, identificado con el libre albedrío de los jueces. Esta decisión, que era
política, no tuvo efecto en la práctica y en el campo de los derechos especiales
se mantuvieron sus ordenamientos jurídicos complejos particulares.

También en esta época surgieron nuevas redacciones de derecho�feudal�cata-


lán, que, a pesar de ser privadas, acabaron siendo incluidas en compilaciones
catalanas. Como sabemos, la práctica iniciada por Pedro III en 1283 y conti-
nuada por sus sucesores en cortes posteriores comportó la confirmación en
las cortes tanto de los privilegios generales y particulares como de los usos y
costumbres –derecho señorial y municipal incluidos–, hecho que suponía la
equiparación a las constituciones. Los derechos especiales ya no se pueden de-
sarrollar de forma autónoma y lo deben hacer a través de la confirmación del
conde. La posición del conde y el hecho de que le correspondiese confirmar
los usos y costumbres hacía que el desarrollo del derecho regio –si se llegaba a
constituir en un ordenamiento jurídico general y completo– llegase a ser una
amenaza potencial para el mantenimiento de los derechos especiales.

El mantenimiento de los derechos especiales se justificaba por la insolidaridad que había


caracterizado a los estamentos reunidos en las cortes. También coadyuvaban, como ya Las constituciones y los
hemos visto, la indefinición, así como el discutible valor de la aplicación de las constitu- derechos especiales
ciones, a menudo aprobadas con reservas o excepciones.
Las relaciones entre las consti-
"El carácter mismo de los derechos especiales catalanes, la conversión del derecho feudal tuciones y los derechos espe-
ciales se ven condicionadaspor
catalán en derecho general y la posterior incorporación de los privilegios de los estamen-
la teoría general de losprivile-
tos en las compilaciones catalanas contribuyeron a la desaparición de las Costums cata- gios y por los intereses de los
lanas en la función realizada en los primeros tiempos; no ofrecían ya un ordenamiento estamentos por conservar su
jurídico completo, aunque complejo, de un determinado centro de convivencia, sino que posición.
quedan reducidas a privilegios y usos aislados, que deben ser invocados y probados, ya
que su desconocimiento es general."

Iglesia, La creación del derecho... II, pág. 117

Los derechos especiales continuaron conservando la consideración de derecho


principal en Cataluña, aunque el reconocimiento que se hizo de ellos fue am-
biguo hasta finales del siglo XVI en la constitución de 1599, en la que se fijaba
el orden de prelación.
© FUOC • PID_00163033 98 La creación del derecho en los reinos peninsulares...

5.6. La fijación del orden de prelación de fuentes

A finales del siglo XVI, por decisión de las Cortes de Barcelona de 1599 con
Felipe II, se estableció un verdadero orden�de�prelación de las fuentes que
había que observar en Cataluña.

Si bien esta disposición planteaba varios enigmas, no hizo más que aclarar
y ordenar el capítulo de corte de 1409 de Martín el Humano, ya que ambas
disposiciones, cada una en el título que le correspondía, continuaron vigentes.

Constitutions y altres drets de Cathalunya (1704) 1, 30, 1 (Felipe II en la


Corte de Barcelona, 1599, cap. 40).

"Axi be statuim, y ordenam ab loatio, y approbatio de la present cort, que los Doctors
del Real Consell hajan de decidir, y votar les causes ques portaran en la Real Audientia
conforme, y segons la dispositio dels Vsatges, Constitutions, y capitols de cort, y altres
drets del present Principat, y Comtats de Rossello, y Cerdanya, y en los casos que dits
Vsatges, Constitutions, y altres drets faltaran, hajan de decidir les ditas causes segons la
dispositio del Dret Canonic, y aquell faltant del Civil, y Doctrines de Doctors, y que no
les pugan decidir, ni declarar per equitat, sino que sia regulada, y conforme a les regles
del dret comu, y que aportan los Doctors sobre materia de equitat."

Nota: Esta constitución está en el título "Del Dret se a de seguir en declarar las causas" y
es la única ley recogida en este título, que no existía en las compilaciones anteriores.

Esta Constitución de 1599 establecía que la Audiencia, convertida en


tribunal superior de Cataluña, y como tal, modelo de los tribunales in-
feriores, se juzgaría de acuerdo con las disposiciones de los Usatges, las
constituciones, los capítulos de corte y otros derechos del Principado
y condados. A falta de normas, se juzgaría de acuerdo con el derecho
canónico y, en defecto de éste, se haría según el derecho�civil�romano
y las doctrinas de los doctores. No se podría decidir por equidad si no
estaba regulada y conforme a las reglas del derecho común y a aquellas
que aportaban los doctores en materia de equidad.

La decisión de 1599, además de su finalidad, aportó tres novedades respecto


del capítulo de 1409: en primer lugar, la aparición�de�un�orden�jerárquico
de�prelación en sentido técnico, que distinguía entre derecho principal y de-
rechos supletorios; en segundo lugar, el establecimiento, también en sentido
técnico, de�un�orden�de�prelación dentro del derecho supletorio; y en tercero,
el control�de�la�actividad�judicial mediante la equidad tasada.
© FUOC • PID_00163033 99 La creación del derecho en los reinos peninsulares...

Es muy probable que hubiese que relacionar el establecimiento de un orden de prelación


en sentido técnico dentro del derecho supletorio que daba preferencia al derecho canó-
nico con una serie de consideraciones que conducían a argumentar que el derecho canó-
nico era más justo que el derecho romano justiniano y que también era más flexible que
el derecho civil para adecuarse a la sociedad de la época.

En última instancia, había que acudir al derecho civil y a la doctrina de los doctores. La
doctrina de los doctores se tenía que identificar con la doctrina de los doctores del Real
Consejo en la Real Audiencia, que es lo que se conocía con el nombre de "estilo" de la
Real Audiencia (lo que en la actualidad identificaríamos con la jurisprudencia). Además,
el arbitrio judicial quedaba limitado porque la actuación de los jueces en materia de
equidad se tenía que ajustar a las normas del derecho común y a las aportadas por los
doctores sobre la cuestión.

La equidad�regulada�o�equidad�tasada se convirtió, así, en el mecanismo de


control de la actividad judicial, ya que tomaba como referente de equidad las
reglas del derecho común en la materia y las doctrinas de los doctores que
se habían registrado en sus sentencias. De este modo se hacía hincapié en el
hecho de que la jurisprudencia de la Real Audiencia se había convertido en el
intérprete auténtico del ordenamiento jurídico catalán.

La aparición en 1599, momento en el que triunfa la soberanía del rey, de la


denominación "otros derechos de Cataluña" –vinculada a la tradición iniciada
por Jaime I y por Martín el Humano y relacionada con el título de la tercera
recopilación (Constitucions y altres drets de Cathalunya) y de su segundo volu-
men (Pragmaticas y altres drets de Cathalunya)–, permite concluir que las prag-
máticas formaban parte del ordenamiento jurídico catalán y que no se había
establecido un orden de prelación entre Usatges, constituciones, capítulos de
corte y otros derechos (entre los que se encontraban las pragmáticas sin dis-
tinciones jerárquicas).

La distinción jerárquica se estableció cuando las mismas cortes de 1599 aprobaron que
las constituciones de Cataluña, los capítulos y los actos de corte no podían ser revocados,
alterados o suspendidos si no era en las cortes.

Constitutions y altres drets de Cathalunya I, 1, 17, 18 (Felipe II en la Corte


de Barcelona, 1599, cap. 16)

"Per quant les Constitutions de Cathalunya, capitols, y actes de cort, nos poden fer sino
en les cort Generals, y sia de justitia que les cosesse desfacen ab la matexa solemnitat ques
son fetes: Per tan statuhim, y ordenam que les Constitutions de Cathalunya, capitols, y
actes de cort, no pugan esser revocades, alterades, ni suspeses, sino en corts Generals, y
que si lo contrari sera fet que no tinga ninguna forsa, ni valor."

Se pretendía, de esta manera, intentar limitar�el�poder�soberano�del�monarca que, co-


mo tal, no se consideraba ya limitado por el consentimiento de las cortes. Los acuerdos de
las cortes de 1599 fueron modificados por el rey fuera de las cortes (igual que lo fueron los
de las cortes de 1585) mediante la adición de nuevos capítulos. Las protestas de los esta-
mentos no impidieron su publicación, pero sí, aunque como mal menor, su suspensión.

Las compilaciones apuntan a un carácter�exclusivo, o así parece que lo indica


la denominación "otros derechos", la consideración del segundo volumen (que
gana carácter general, de acuerdo con la interpretación apuntada), y la misma
existencia de un tercer volumen para las disposiciones derogadas. El derecho
no compilado, pues, debería quedar derogado.
© FUOC • PID_00163033 100 La creación del derecho en los reinos peninsulares...

La compilación se presentaba como un conjunto uniforme de leyes en las que


el principio�de�antigüedad (la norma posterior deroga la anterior) y el prin-
cipio�de�especialidad (la norma especial se aplica preferentemente a la gene-
ral) no jugaban un papel decisivo, teniendo en cuenta la existencia del tercer
volumen que reunían las disposiciones corregidas, contrarias o derogadas. A
partir de 1704 quedarían derogadas todas las leyes anteriores no reunidas en
la compilación.

La recopilación catalana no agotaba el ordenamiento jurídico propio de Cata-


luña (formado por el derecho general propio registrado en la compilación, el
especial, conservado en los privilegios por los interesados y el común).
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6. Mallorca y Valencia

6.1. Los reinos de conquista: Mallorca y Valencia

Las conquistas llevadas a cabo por Jaime I, rey de Aragón y conde de Barce- Reinos de la conquista
lona, darán lugar a la aparición de dos nuevos reinos cristianos que seguirán
El esquema aplicado a los an-
una suerte diferente. En cada uno de los territorios recuperados se instalará tiguos reinos cristianos no es
una comunidad cristiana, con un ordenamiento jurídico propio que, necesa- aplicable a los reinos fruto de
la conquista, ya que no parten
riamente, tendrá que ser de nueva creación. de la tradición visigoda conser-
vada en el Liber.

Tras las conquistas hay un enfrentamiento político entre el rey y las noblezas catalana y
aragonesa que se traduce, como sabemos y como veremos, en una lucha por la creación
del derecho. Este enfrentamiento explica que no se hayan seguido los mismos sistemas
ni la misma evolución en los dos territorios.

Es tarea del monarca hacer el reparto de tierras de los territorios con-


quistados y establecer el nuevo derecho, fruto de las decisiones propias
del rey.

Dentro de una tendencia a la simplificación de la vida jurídica, el monarca Derecho general regio
establece un derecho general para todos sus súbditos, a la vez que continúa
Ante los derechos particulares
dando privilegios, que ya no se presentan como derechos especiales, sino co- característicos de la alta edad
mo excepciones al fuero, la ley general o la costumbre, a favor de los estamen- media empieza a surgir un de-
recho general regio para todos
tos y de algunos de sus miembros, que no están dispuestos a renunciar a su los naturales de los nuevos rei-
nos.
posición. El derecho nuevo que se concede en los dos territorios es el resultado
de concederles derechos ya existentes, utilizados en otros reinos del monarca.

Es impensable que en estos territorios de conquista, con una población de origen diverso,
pueda surgir un derecho�consuetudinario que ordene la vida social y, menos aún, en
un momento en el que se empieza a aplicar en la Península el derecho de la recepción.

El ius commune que se recibe en los nuevos reinos se modulará de una forma
diferente en los respectivos ordenamientos.

"El rey establecerá en estos nuevos reinos un derecho adecuado a su política y a las ca-
racterísticas de los nuevos reinos por medio de preceptos generales y particulares, por
medio de fueros, costumbres y privilegios, que se convierten en derecho propio de esos
reinos, aunque para construir estos ordenamientos el monarca recurrirá al derecho co-
mún. Además, junto al derecho propio así construido, terminará por reconocerse al de-
recho común como parte integradora de los ordenamientos jurídicos de ambos reinos. El
derecho�valenciano�y el�derecho�mallorquín, por caminos diferentes y con un alcance
distinto, se identifican, en definitiva, con el derecho común, salvo en los aspectos con-
cretos –pocos o muchos, tiene poca importancia–, en los que éste ha sido modificado por
el derecho propio de los naturales de los respectivos reinos."

Iglesia, La creación del derecho... II, pág. 134


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Los fueros, las libertades, las franquicias, los privilegios, todos son formas di-
ferentes de aludir a una misma realidad: la herencia altomedieval, que veía el
derecho a través de la situación concreta de una persona dentro de una socie-
dad determinada.

La potestas regalis se manifiesta en el establecimiento de una ley general


que choca necesariamente con el derecho existente basado en el privi-
legio.

La lucha por el poder entre la nobleza y el monarca se manifiesta, como sabe-


mos, en la lucha por la creación del derecho y se concreta entre el derecho
general del rey y el derecho del reino, dentro del cual hay un enfrentamiento
entre el derecho general y el derecho especial, entre la ley y el privilegio.

Para conocer el ordenamiento bajomedieval hay que recurrir a obras de juristas que vi-
vieron en épocas tardías. Estos autores embellecieron en sus obras un pasado que no co-
nocieron, con la consiguiente contaminación entre la realidad política de cada reino y
las teorías jurídicas que los juristas tardíos elaboraban a partir de una communis opinio del
momento, una visión, al menos, mayoritaria entre los juristas.

Así pues, en Valencia se construyó, sobre la�base�del�derecho�romano, la teoría de que


el pueblo podía expresar su consentimiento de una forma tácita o expresa. En su virtud,
si los estamentos no protestaban contra una pragmática del rey que derogaba una ley de
las cortes, se consideraba que el pueblo tácitamente había aprobado la pragmática real.
Se explica de esta forma que a veces se aplicase en primer lugar una decisión del rey y
no las disposiciones de las cortes. Se podía llegar a pretender derogar fueros y privilegios
basándose en el desuso, si bien hay que precisar que el uso contrario no afecta a las
decisiones de cortes y que el rey acepta las propuestas pero señala que la confirmación
de fueros y privilegios se hace según se ha acostumbrado a hacer.

En este enfrentamiento político, cada una de las partes defendía principios


diferentes, si bien todas acudían en busca de apoyo al derecho de la recepción,
muy rico en argumentos para defender posiciones contrarias, sin dejar al rey
inerme ni ante las decisiones de las cortes ni ante los privilegios.

"Durante la baja edad media este enfrentamiento pudo llegar a limitar el ejercicio de la
potestas por parte del monarca, pero éste siempre conservó su titularidad en exclusiva;
tenía que ejercer su potestas regalis para actuar la justicia, que era el límite insuperable que
encontraba en su tarea de crear derecho. Los estamentos lucharon por conseguir que el
derecho del reino dado o confirmado en cortes sólo pudiera modificarse con el consen-
timiento de los brazos reunidos en cortes. En este enfrentamiento los reinos no lograron
alcanzar los mismos resultados, pero durante la baja edad media triunfó la idea de que el
monarca debe crear derecho por medio de leyes aprobadas con el consentimiento de los
estamentos reunidos en cortes, no pudiendo modificarlo sin su consentimiento. La obli-
gación del rey de respetar el derecho del reino conduce a afirmar –sin alcanzar resultados
duraderos– que el rey que no lo respete, puede ser depuesto por el reino, pudiéndose
elegir un nuevo rey que jure respetarlo [teoría presentada, por ejemplo, en los Privilegios
de la Unión concedidos por Alfonso III a Aragón en 1287].

El reconocimiento de la titularidad de la potestas regalis y, al mismo tiempo, el estableci-


miento de un límite a su empleo supone establecer obstáculos insalvables a la difusión de
un derecho general que, necesariamente, tendría que chocar contra los privilegios exis-
tentes, pero supone colocar a aus vez la suerte del derecho del reino en manos del rey,
encargado de su cumplimiento. Durante la baja edad media se asiste a la aparición de una
serie de instituciones especializadas que colaboran con el rey en el gobierno del reino
–Consejos, Audiencia– y a la organización de la administración del reino por medio de
una red de oficiales regios, y se asiste, al mismo tiempo, a un intento de los estamentos
© FUOC • PID_00163033 103 La creación del derecho en los reinos peninsulares...

de participar en estas instituciones y controlar el nombramiento de sus miembros y el


de sus oficiales.

Todo intento de poner límites a esta potestas regalis puede valorarse como un intento de
violentar la voluntad del rey, de obtener privilegios por medio de la fuerza, que pueden
ser anulados, como pueden anularse todas las cosas establecidas contra fur, razón, señorío
real y buen estad del reino de Valencia."

Iglesia, La creación del derecho... II, pág. 137-138.

6.2. El ordenamiento jurídico de Mallorca

A causa de las diversas formas y los diferentes momentos en que se conquista-


ron las islas principales (Mallorca, Menorca e Ibiza), no se puede hablar de un
ordenamiento jurídico bajomedival del reino de Mallorca (entendido como
el reino formado por Mallorca y las otras islas). No encontraremos en estos
territorios un enfrentamiento entre un derecho�general y unos derechos�es-
peciales, ya que éstos no se llegaron a desarrollar.

El derecho será obra del rey, sin que haya límites en las cortes, ausentes del
panorama institucional ni participación estamental más allá de embajadas que
se puedan dirigir al monarca. El derecho se creará mediante pragmáticas y
privilegios, que a menudo se identifican con las respuestas del monarca a los
capítulos de peticiones de las embajadas.

Al frente de las islas había un gobernador y virrey del monarca que ejercía su
poder por delegación. Los prohombres del reino acabaron formando parte del
Gran i General Consell, compuesto por representantes de las ciudades y la parte
foránea que aconsejaba al gobernador. De aquí fueron surgiendo especialida-
des�del�derecho�mallorquín, a menudo adaptaciones del derecho común a la
práctica del reino, y estilos de la curia, aunque todos necesitaban el reconoci-
miento del rey para ser tenidos como derecho propio de Mallorca.

Las tres islas tuvieron un mismo derecho, el derecho común, que adquirió La carta de privilegio de
características propias en cada una, al ser modificado por el derecho propio la isla de Mallorca

de cada isla. La carta de privilegio de la isla


de Mallorca seguía el camino
de las cartas de privilegio con-
El derecho de la isla de Mallorca estaba determinado por su carta de privilegio cedidas en la Cataluña nueva
para los municipios (Tortosa,
de 1231. Jaime I estableció un derecho general para toda la isla. Se limitaba a Lérida) a la vez que serviría de
reunir el derecho propio del nuevo reino y, como tal, era un derecho general modelo para la de Ibizay For-
mentera.
incompleto. A su lado tenía que haber el derecho común para configurar el
ordenamiento jurídico complejo de Mallorca, pero la carta de privilegio de
Mallorca se limitaba a fijar el derecho propio de los naturales del nuevo reino
(donde incluía los capítulos de los Usatges referentes al derecho penal) y no
decía nada sobre el derecho común.
© FUOC • PID_00163033 104 La creación del derecho en los reinos peninsulares...

"Aunque la carta de privilegios guarde silencio, el ordenamiento jurídico general y com-


pleto que presuponía era fácilmente identificable, pese a no tener Mallorca detrás de sí
la herencia del Liber; los repobladores de Mallorca proceden de lugares diferentes, pero
la mayoría procedía del Ampurdán y del Rosellón; el derecho común se había extendido
ya en esta época por el sur de Francia y por Cataluña y había sustituido en el papel de
ordenamiento jurídico general y completo al Liber, como muestran las Costums de Lérida
de 1228".

Iglesia, La creación del derecho... II, pág. 139

La carta de privilegios concedida a Ibiza y Formentera en 1235, adaptación de


la dada a Mallorca, contenía reformas�relevantes que la convertían en un libro
de costumbres especial. Si bien la carta recopilaba las reglas jurídicas propias, a
la vez establecía un derecho supletorio: los Usatges. El silencio de la carta de
Mallorca y la insuficiencia del derecho supletorio de la carta de Ibiza permiten
concluir que, en la práctica, se tuvo que recurrir como derecho supletorio al
único ordenamiento general y completo del momento: el derecho común.

El triunfo del derecho común como derecho supletorio se vio confirmado por
las decisiones de los reyes de Mallorca de finales de siglo XIII, inicios de siglo
XIV, con la conversión de la carta de privilegios de Mallorca por parte de Jaime
II en un libro de costumbres, cuando se estableció que a falta del derecho pro-
pio de los naturales de Mallorca, habría que recurrir a los Usatges de Barcelona
en los casos establecidos y, si no, al ius commune.

Este reconocimiento oficial del derecho común como derecho supletorio tam-
bién llegó a Ibiza y Formentera con la reforma de Jaime II, ratificada por los
señores de las islas. En primer lugar, se tenía que aplicar el Llibre de costums de
Ibiza y Formentera; de lo contrario se recorrería a los Usatges en los casos en
que eran aplicables y, en último lugar, al derecho común.

En Menorca también el derecho común se convirtió en derecho supletorio. Reyes privativos de


Después de la conquista de la isla y de un par de décadas regidas por la exten- Mallorca

sión de los privilegios mallorquines, Jaime II concedió en 1308 el Llibre de cos- 1276: muere Jaime I
tums de Menorca. También seguía el modelo mallorquín, pero con las enmien- Jaime II (1276-1311)
das que había hecho él mismo reconociendo la supletoriedad del ius commune. Sanç (1311-1324)
Jaime III (1324-1349)
El orden que se establecía era: acudir en primer lugar al libro de costumbres o,
1349: anexión a Aragón
si no, a los Usatges en los casos que se aplicaban a Mallorca, o al ius commune.

Los ordenamientos jurídicos de las diferentes islas presentaban como


denominador común la aplicación del ius commune como ordenamien-
to jurídico general y completo en todas las causas, salvo aquellas ma-
terias en las cuales la regulación había sido modificada por el derecho
propio de cada isla y por los Usatges de Barcelona en el campo penal.

Esta situación jurídica apenas se vio alterada por declaraciones de principios


de carácter político de los mallorquines, orientadas a obtener beneficios y ven-
tajas. Estas declaraciones se hicieron después de la unión definitiva entre Ma-
© FUOC • PID_00163033 105 La creación del derecho en los reinos peninsulares...

llorca y Cataluña y porque en Mallorca no había cortes, razón por la cual pi-
dieron no sólo participar en las catalanas (lo que hicieron), sino también que
se les equiparase a los catalanes y se pudiesen regir por su derecho.

Según estas declaraciones, la realidad jurídica parece mostrar que el derecho


catalán no se extendió a las islas, que continuaban marcadas por la presencia
del derecho común, modificado por el derecho propio.

La situación de las Islas Baleares no sufrió ninguna modificación durante la


primera parte de la edad moderna. A finales de la baja edad media los mallor-
quines habían configurado su orden de prelación, que no se vería modificada
después de la monarquía absoluta (en Mallorca no había cortes que pudiesen
competir con el monarca), y tampoco podemos hablar propiamente de com-
pilaciones que pudiesen alterar la situación bajomedieval.

La Real Audiencia de Mallorca, establecida en el último cuarto del siglo XVI,

tuvo que jugar un papel importante en la consolidación�del�derecho�común


al funcionar como tribunal superior, cuyas sentencias debían seguir los tribu-
nales inferiores. Dichas sentencias fueron reunidas, pero no llegaron a publi-
carse.

El derecho propio era el derecho preferente. Las dudas surgían a la hora de


identificar el derecho supletorio, el cual se identificaba con el derecho común.
Hay noticias de que, para resolver la cuestión de la insuficiencia del derecho
municipal mallorquín, así como para resolver todas las cuestiones que se pu-
diesen plantear, se optó por una solución similar a la de otros territorios, co-
mo Cataluña en 1599, que vendría a confirmar el antiguo orden de prelación
establecido por las cartas de privilegios y los libros de costumbres medievales,
con la aclaración del término "derecho común" (la aplicación preferente del
derecho canónico ante el civil). Debido a que este texto no fue sancionado
oficialmente, sólo lo podemos tomar como un testimonio posicional ante el
problema planteado, si bien cuarenta años más tarde se produjo una alegación
jurídica que mostraba una posición favorable al derecho civil como determi-
nante del derecho común, posición que se perpetuó en los juristas de los siglos
XIX y XX.

6.3. El ordenamiento jurídico de Valencia

6.3.1. La formación del reino de Valencia

Las características jurídicas del reino de Valencia encuentran explicación en


las dos etapas a que hace referencia la conquista: la primera (1225-1235), que
Jaime I no acabó y dejó en manos de la nobleza aragonesa para ir a conquistar
Mallorca, y la segunda (1235-1245), que retoma después de haber conquistado
la isla.
© FUOC • PID_00163033 106 La creación del derecho en los reinos peninsulares...

Durante la primera fase, la nobleza aragonesa y contando con la participación


del rey desde 1233, conquistó la zona norte. De acuerdo con los principios
altomedievales, cada centro de convivencia recibía de los señores aragoneses
una carta�de�privilegios.

Rey de Aragón y conde de Barcelona: rey de Valencia

Veréis que en algunos casos se observa una numeración diferente cuando un mismo
conde rey lo es de Aragón o de Cataluña, según haya habido antiguos reyes de Aragón
o condes de Barcelona con el mismo nombre. Pedro el Ceremonioso, por ejemplo, será
Pedro III de Cataluña y, el mismo personaje, será Pedro IV en Aragón. A partir de esta
conquista, los reyes catalanoaragoneses son también reyes de Valencia.

A partir de la segunda fase, el rey dirigía la empresa, el reparto y también esta-


blecía el derecho. La ciudad de Valencia fue ocupada en virtud de una capitu-
lación, hecho que fortaleció la posición del monarca, a la vez que se conser-
vaban y se respetaban determinados bienes y prebendas, como las leyes, las
costumbres y la religión de los musulmanes vencidos, que eran mayoría, ante
el derecho cristiano que se instauró, el derecho de una minoría.

Una vez conquistada la ciudad de Valencia, Jaime I concedió un Libro de Fuero


con el nombre de Consuetudines Valentiae, un ordenamiento jurídico general
y completo para todos los naturales del reino que probablemente fue promul-
gado en 1240. Esta obra pronto pasará a llamarse Fori Valentiae y, traducida al
catalán, Furs de València.

Esta situación inicial, que supondría la necesidad de armonizar un derecho ge-


neral con los derechos particulares dentro de las cartas de privilegios, se trans-
formó rápidamente a partir de la concesión, en 1247, de los llamados Fueros
de Aragón, un ordenamiento jurídico general y completo para los aragoneses.
Los centros de convivencia con cartas de privilegio dadas por los señores ara-
goneses reclaman los Fueros de Aragón como su derecho propio.

Con la concesión de los Fueros de Aragón, el enfrentamiento inicial entre de-


rechos especiales y derechos generales se transformó en otro tipo de enfrenta-
miento, más grave y difícil de solucionar, ya que la nobleza aragonesa, a partir
de las peticiones de las villas con cartas de privilegio, pretendía sustituir los
Consuetudines Valentiae por los Fueros de Aragón como ordenamiento jurídico
general y completo de estas tierras.

El monarca no estaba interesado en difundir por tierras valencianas los Fueros


aragoneses, más lesivos para su potestas. Para dar más relieve a la legislación
valenciana y equipararla en prestigio a la legislación� aragonesa, en 1251
cambió el nombre de las Consuetudines Valentiæ por el de Fori Valentiæ (de
la misma forma que los aragoneses tenían los Fueros de Aragón), y en 1261
los hizo traducir al catalán para marcar de una forma más clara la diferencia
entre los reinos. Jaime I, con la voluntad de acabar de consolidar los Furs de
© FUOC • PID_00163033 107 La creación del derecho en los reinos peninsulares...

València (reformados por última vez en 1271) acabó jurándolos y prometiendo


que no los corregiría, enmendaría ni declararía sin el consentimiento de los
estamentos valencianos y a petición de éstos.

En el contexto de las tensiones entre la monarquía y la nobleza aragonesa, a


la vista de las cesiones que tuvieron que hacer Pedro III (el llamado Privilegio
general de 1283) y Alfonso III (Privilegios de la Unión, que serían abrogados y
hechos desaparecer por Pedro IV), el monarca se ve obligado a dictar decisiones
contradictorias, unas veces a favor del derecho aragonés y otras del valenciano,
según se hallase en Aragón o Valencia. Esta situación se mantuvo hasta que,
a comienzos del siglo XIV, se solucionó la cuestión política por medio de un
arreglo económico. En las Cortes de Valencia de 1329-1330 se estableció la
aplicación de los Furs a todo el Reino de Valencia.

En esta reunión de cortes se estableció que los Furs de Valencia se aplicarían


a todo el reino de Valencia. A cambio de renunciar a aplicar los Fueros de Ara-
gón y de adoptar los Furs de Valencia, los señores aragoneses conservaban la
jurisdicción que tenían o recibían una jurisdicción nueva. Esta renuncia era
de carácter voluntario.

6.3.2. Los Consuetudines Valentiæ: hacia la formación de un


derecho general y completo

Jaime I es monarca de Aragón y de Cataluña en el momento de iniciar la con-


quista de Valencia. Los principios que enmarcan su actuación en Valencia son
los mismos que ya conocemos (el rey tiene que hacer primar la justicia, con-
servar y defender el derecho antiguo y bueno, combatir los malos usos y los
abusos). También son aplicables aquellos que conocemos de Cataluña para las
relaciones entre sus cartas (las cartas se dan respetando el derecho existente,
para mejorar el derecho se tienen que aplicar las cartas dadas aún habiendo
otras más antiguas). Y podrá afirmar su potestas, su poder de crear derecho y
establecer sus costumbres, porque, al principio, en Valencia, el rey no encuen-
tra una oposición organizada.

Las cartas�reales responden a los mismos criterios que en Cataluña: reúnen


mandatos del rey que tienen que ser obedecidos. Para referirse a ellos se utiliza
en general, a pesar de que en escasas ocasiones se autocalifican una termino-
logía conocida: constitutio, ordinatio, statutum. Con ellas el monarca estable-
ce regulaciones generales, a la vez que con los privilegia mantiene el carácter
particular propio del derecho medieval fijando las excepciones en el régimen
general.
© FUOC • PID_00163033 108 La creación del derecho en los reinos peninsulares...

Como hemos visto, Jaime I, tras conquistar Valencia y hacer el reparto de tie-
rras, impone el derecho del nuevo reino. En ejercicio de su potestas, concede a
los habitantes de la ciudad de Valencia y de cualquier otro lugar del reino un
ordenamiento jurídico general y completo que lleva por nombre Consuetudi-
nes Valentiæ y que realiza recurriendo al derecho de la recepción.

Esta decisión del monarca constituye una novedad extraordinaria, generadora de proble-
mas, en una época en que, en una Valencia aún no conquistada totalmente, la inexisten- Consuetudines Valentiæ e
cia de una tradición cristiana que había hecho que inicialmente se concediesen cartas ius commune
de privilegio, con la aparición de Consuetudines Valentiæ, un ordenamiento general, se
tuviese que armonizar la regla general con la particular (la derivada de los privilegios). Los Consuetudines Valentiæ
conservados esencialmenteen
las redacciones posteriores a la
Los Consuetudines Valentiæ se limitaban a recopilar el derecho general, y la fal- concesión de Jaime I, se pue-
den considerar una recesión
ta de regulación establecía que los conflictos se solucionarían de acuerdo con medieval del Código de Justi-
niano.
la razón natural y la equidad. Los privilegios continuaban formando parte del
ordenamiento, aunque no se les mencionase expresamente, ya que continua-
ba primando el carácter particular del derecho, si bien se abría camino la idea
de que los naturales del monarca tenían un mismo derecho general.

Desde 1251 pasarán a denominarse Fori Valentiæ, equiparados en prestigio a


los Fueros de Aragón, y diez años más tarde se traducirán al catalán, con el
nombre de Furs de València, para marcar claramente la diferencia respecto al
derecho aragonés, introduciendo una terminología (fuero) que se había per-
dido en Cataluña.

Jaime I jura los fueros en 1261, y en 1271 reitera la promesa hecha de obser- El ejercicio de la potestas
varlos y completarlos en el sentido de no introducir modificaciones de ningún del rey, fueros y cortes

tipo (no añadir, excluir, corregir o cambiar) sino era por necesidad evidente y A partir de este momento,el
con el consentimiento de los miembros de las cortes. rey reconoce que el ejercicio
de su potestas en Valencia tie-
ne un nuevo límite: para modi-
ficar los fueros necesita el con-
6.3.3. Derecho regio: derecho de rey y derecho del reino sentimiento de las cortes.

Desde el juramento de Jaime I de 1271, el rey puede crear derecho tanto con
las cortes como sin ellas. Está obligado a acudir a las cortes siempre que quie-
ra introducir�modificaciones (excluir, añadir, modificar) en los furs jurados.
Además, el nuevo monarca tenía que convocar cortes y jurar los Fueros en el
primer mes del reinado.

Furs de València 1,3,115 (Pedro I, rey. Año 1283. Valencia)

"También establecemos y ordenamos que, cuando nuestro carísimo hijo tenga que reinar,
dentro del mes entonces primero venturo haya de celebrar personalmente corte en la
ciudad de Valencia y jure tener y observar y hacer que sean tenidos y totalmente obser-
vados los Furs de València y los privilegios, buenos usos y buenas costumbres de la ciudad
y del reino de Valencia, aunque ya lo hubiera jurado en presencia nuestra igualmente
y vuestra. Esto mismo estén también obligados a hacer y jurar totalmente los sucesores
nuestros y suyos."
© FUOC • PID_00163033 109 La creación del derecho en los reinos peninsulares...

Los acuerdos tomados en cortes por el rey con el consentimiento de sus miem-
bros divididos en tres brazos se convierten en Acte de cort, al menos desde fi-
nales del siglo XIV. Cualquier acto hecho en las cortes por el rey con el acuerdo
de las cortes recibe el nombre de Acte de cort.

Inicialmente, el rey publica sus leyes en las cortes valencianas, y desde 1271 las
cortes dan su consentimiento a las propuestas del monarca. Es a partir de aquí
cuando se abre camino la idea de que los miembros de las cortes ofrecen al
monarca capítulos con peticiones y propuestas, ordenaciones, que el monarca
tenía que aceptar y convertirlas en decisiones�de�corte. Las decisiones de las
cortes, a su vez, contienen una regulación determinada que también aparece
dividida en capítulos.

La variedad de nombres utilizados para aludir a las decisiones aprobadas por Capítulo es un término
las cortes, heredada de la variedad de nombres de las cartas reales, hace que genérico

los capítulos que pueda haber lo sean de los diferentes tipos de disposiciones Capítulo no es un término pri-
aprobadas en las cortes, que son siempre actos de corte. Así pues, tenemos ca- vativo de ninguna decisión de
las cortes, es un término gené-
pítulos de fueros, tanto antiguos como nuevos, y de provisiones, y hay tam- rico que designa la división in-
terna de cualquier escrito. Pue-
bién capítulos presentados por los brazos al monarca. de haberlos de muchos tipos,
pues, tanto dentro dela gama
de cartas reales, como de fue-
"En el momento de determinar qué es lo que el rey va a realizar en cortes con el consenti- ros (antiguos o nuevos), de
miento de los brazos se utilizan dos fórmulas diferentes: o bien se afirma que se harán furs provisiones, o de los presenta-
o bien el monarca confiesa dar ordenaciones, respuestas y provisiones a los capítulos u dos por los estamentos.
ordenaciones ofrecidos por los brazos. En un primer momento, estos capítulos ofrecidos
se convierten formalmente en declaraciones del rey con el consentimiento de las cortes,
pero con el paso del tiempo la situación cambia, ya que a las cortes se acude para hacer
peticiones o de justicia o de gracia. Estas peticiones, vinculadas al donativo a conceder
al rey o al reparo de greuges dan lugar a una nueva forma en los acuerdos de cortes. El
capítulo ofrecido por los brazos permanece en su forma originaria y se perfecciona con
la respuesta del monarca, pudiéndose establecer un diálogo entre el rey y los brazos. Este
sistema de capítulos y de respuestas se utilizó también para reformar y completar los furs,
pero son los capítulos de la proferta y los capítulos de greuges los que, por razones evi-
dentes, testimonian una discusión más viva. Si se presta atención al contenido de estos
capítulos, dado que el mismo es vario, la terminología también deviene variada. La exis-
tencia de dos partes perfectamente separadas –por un lado, el capítulo ofrecido por los
brazos, y de otro la respuesta del rey–, hace que progresivamente el monarca acentúe que
se concede lo pedido en conformidad con su respuesta, al mismo tiempo que los brazos
pueden pedir que se conceda lo pedido según su tenor. Estos capítulos tienen un carácter
nuevo, ya visto en Cataluña: o expresan las condiciones según las cuales los brazos están
dispuestos a conceder el donativo o recogen los greuges de los brazos a las actuaciones del
rey y sus oficiales. Estos capítulos son actos de corte y, en la medida en que afectan a los
furs vells son calificados de furs novells / nous; estos capítulos pueden así ser ofrecidos al
rey o por los tres brazos de las cortes o, independientemente, por cada uno de ellos."

Iglesia, La creación del derecho... II, pág. 159-158

Los capítulos que presenta uno de los brazos pueden contar o no con la adhesión de cada
uno de los otros brazos, y si bien parece que afectan sólo al brazo o brazos solicitantes,
no dejan de ser furs y de afectar los furs vells.
© FUOC • PID_00163033 110 La creación del derecho en los reinos peninsulares...

"Si se mantienen separados estos capítulos que conservan su forma originaria y que sur-
gen vinculados a los capítulos de greuges y de la proferta de aquellos otros que son de nue-
vo redactados por el rey, puede, desde un punto de vista meramente formal, distinguirse
entre actes de cort en los que el rey habla en primera persona contando con el consenti-
miento de las cortes y actes de cort, en los que los brazos de las cortes –uno, dos o los tres–
exponen sus peticiones, que van acompañados de la responsio del rey. Aquéllos, teórica-
mente, van dirigidos a establecer modificaciones en los furs –añadir, excluir, modificar,
declarar–, mientras que éstos o pueden realizar las mismas funciones o pueden limitarse
a conseguir la reparación de un agravio o un privilegio."

Iglesia, La creación del derecho... II, pág. 159

La intervención del monarca puede presentar varias formas, sea como concesión de nue-
vos fueros, sea como concesión de privilegios o con la finalidad de proveer y ordenar la
situación a petición de la corte mediante privilegios y ordenaciones. Se produce, de he-
cho, una reaparición de la terminología habitual de las cartas reales dirigidas a establecer
estatutos, ordenaciones, mandatos y decretos. Así, tenemos las declarationes (cuando la
regulación establecida afecta a un fuero viejo), las concessiones (cuando la regulación fa-
vorece al destinatario, es un privilegio) y la provisio (cuando la respuesta del rey se dirige
a reparar un agravio, nombre que gana fuerza con el tiempo cuando se acaban reparando
los agravios con provisiones independientes una vez acabadas las cortes).

Desde 1330 reciben de forma oficial el nombre de fueros los acuerdos de las
cortes que añadían, suprimían, modificaban o aclaraban los fueros viejos, que
contenían statua, provisiones, ordinationes, declarationes. De la misma forma, los
acuerdos tomados en las cortes reciben el nombre de acto de corte (incluyendo
también las provisiones reales vinculadas a los capítulos presentados por los
brazos), y en caso de que el acto de corte afecte a los fueros será un fuero nuevo.

El hecho de que las decisiones del monarca en los capítulos de los brazos reci-
ban la consideración de acto de corte plantea el problema de la relación con
las decisiones del rey de carácter general. A partir del siglo XIV estas decisiones
reciben el nombre de pragmática�sanción, aunque con terminología variada
(ordinatio, prouisio, statut edicte e pragmatica sanctio). Se mantienen las antiguas
denominaciones y se quieren armonizar, por un lado, los actos de cortes y las
pragmáticas, y, por otra, las regulaciones de carácter general (actos de corte,
pragmáticas) y de carácter particular (privilegios).

Se mantienen los principios de la época de Jaime I. El rey tiene que buscar la


justicia con el máximo respeto por el derecho existente y es a él a quien co-
rresponde controlar que las normas existentes no vayan en contra del derecho
divino ni contra la razón y él es quien legisla para salvaguardar el buen estado
del reino y de sus pobladores. Ha jurado respetar y no modificar el derecho
establecido en las cortes sin el consentimiento de las cortes y, cuando le ha
convenido, ha reconocido que lo que habían decidido las cortes sólo podía ser
modificado por otro acuerdo de las cortes.

El hecho de que el monarca continúe siendo titular de la potestas y pueda crear


derecho que no pueda ir en contra del que se ha aprobado en las cortes, más
otras actuaciones derivadas de la actitud insolidaria de los brazos (conversión
de pragmáticas o provisiones regias en fueros, modificación de fueros) y ac-
tuaciones forzadas del funcionamiento de las cortes hacen que se llegue a un
punto en que, como en Cataluña, las reservas de derechos hechos y la afirma-
© FUOC • PID_00163033 111 La creación del derecho en los reinos peninsulares...

ción de no causar perjuicio a lo que se había hecho en las cortes amenazaba


el valor de las decisiones de las cortes. Además, el rey se había reservado la
interpretación de los fueros.

El punto clave a tener en cuenta es la necesidad de recurrir al rey para obte-


ner el cumplimiento de lo que se ha acordado en las cortes. Ante este recono-
cimiento de la plenitudo potestatis del monarca por parte de las cortes, no es
extraño que el rey acabe modificando lo que se ha aprobado en las cortes por
medio de una pragmática y de anular privilegios y actos de corte invocando
haber actuado forzado por los estamentos.

Quedaba abierto el camino a Valencia, desde el momento en que el monarca


pudo perseverar en su negativa a reparar los agravios, surgidos del incumpli-
miento de los fueros. A pesar de la defensa que los estamentos hicieron del
papel de las cortes, la aparición de la teoría del consentimiento tácito muestra
que era el monarca quien decidía sobre la justicia e imponía, en última ins-
tancia, su voluntad.

6.3.4. Derecho propio y derecho común

Los Fori Valentiæ, ya lo hemos apuntado más arriba, son una recensión del
Codex Justinianus medieval. No recoge, pues, todo el derecho común (que no se
agotaba en la obra de Justiniano), ni los Fueros recogen íntegramente el Codex,
ni se limitan a recoger el derecho común, porque contienen otros elementos.

De forma paralela a la lucha por imponer los Furs de València ante las preten-
siones aragonesas se desarrolló el proceso de reacciones�adversas�al�triunfo
del�derecho�común (entre otras razones, por el encarecimiento de los hom-
bres de leyes). La suerte del derecho de la recepción en Valencia se ve marcada,
por un lado, por las medidas que querían afirmar los Furs de València como
único libro de fueros aplicable, y, por otra, por las medidas dirigidas a comba-
tir los abusos de los abogados, si bien ninguna de ellas se dirigía directamente
contra este derecho común.

Al lado de dichas medidas, surgieron otras pensadas para defender los Furs
de València y combatir directamente la utilización del derecho de la recep-
ción. Resulta evidente la contradicción entre estas decisiones porque los Furs
de València son una recensión del Codex de Justiniano. No son otra cosa que
la continuación de las tomadas por Jaime I contra los abogados y pretenden
evitar el alargamiento de los pleitos en beneficio de los abogados y que sólo
las personas ricas puedan acceder a la justicia terrenal.
© FUOC • PID_00163033 112 La creación del derecho en los reinos peninsulares...

Las relaciones entre el derecho propio y el derecho común vienen marcadas Derecho común
por el orden�de�prelación de fuentes establecido en las Consuetudines Valen-
La inexistencia de una prohibi-
tiæ al ser promulgadas por Jaime I. El monarca prohíbe que se pueda acudir, ción expresa del derecho co-
en Valencia ni en ningún otro lugar del reino, a otros textos, ya que los pro- mún facilitó a los juristas que
se aplicase en la administra-
mulgados bastan para separar lo que es equitativo de lo que es inicuo, lo que ción de justicia, mediante el
recurso a la razón natural y a
es lícito de lo que es ilícito. Si no hay consuetudines, los jueces recurrirán a la la equidad, con las propuestas
razón natural y a la equidad. consecuentes.

Furs de València. Pròleg, 1

"Com manamens sien de dret honestament viure, e altra no agreuyar, e son dret a cascú
donat, e'ls prínceps de les terres, per la misericordia de Déu aggen reebuts governaments
dels regnes per ço que donassen egualmetn son dret tam bé al pobre com al rich, e que
purgassen de mals hòmens, ab gran diligèntia, les províncies a ells comanades, no de-
partén d'on fossen aquels malshòmes, emperaçò nós, en Jacme, per la gràcia de Déu rey
d'Aragó e de Malorques e de Valencia, comte de Barchinona e d'Urgell, senyor de Mont-
peler, cobeejans dur a acabament les davant ditas coses, havén Déus denant nostres ulls,
costums, en aquesta reyal ciutat de Valencia, e en tot lo regne, e en totes les viles, castells,
alqueries, torres, e en tots altrs lochs en aquest regne edificats ho a edificar, sotsmeses
nevellament per la volentat de Déu al nostre governament, fem e ordenam, ab volentat
e ab consell d'En Pere, per la gràcia de Déu archebisbe de Tarragona, e dels bisbes d'Aragó
e de Catalunya, ço és a saber (...) e ab coseyl dels nobles barons (...) e deis prohòmens
de les ciutats, ço es a saber (...).

Mas emperò, si costumes no eren posadas en scrit, porie éser entre aquels qui pedejen
grran confusió é porie'n exir gran matèria de contendre, per ço com memòria de hom
molt és lenegable e la feblea de l'hom és molt aparellada ha hublidança. E per açò aquestes
costumes fem metre en escrit a perdurable memòria, car aver memòria de totes coses e
que en neguna cosa hom no's desviàs, majorment pertany a Déu que a homens.

Vedam donchs que nengunes altres costumes en la ciutat ho en alcun loch del terme altre
del regne de València en alcuna cosa no agen loch; mas per aquestes costumesn la cort
e'ls jutges degen los pleyts jutyar e determenar, car assats covinentment poran departir
per aquestes costumes la cosa egual d'aquela que no sera egual e la cosa leeriva d'aquela
no seraà leeriva.

E aquestes coses enaxí sobredites volem que là on aquestes costumes no poran abastar,
aquels que jutyaran pusquen leerivament reccórrer a natural sen e a egualtat."

El enfrentamiento con el derecho aragonés y las reacciones adversas contra


los abogados provocaron la aparición de una serie de disposiciones que, con-
firmando el orden de prelación de las Consuetudines, dificultaban el recurso al
derecho común, aunque la variedad y la frecuencia de las disposiciones hacían
pensar en un incumplimiento, alguna vez reconocido por el mismo monarca.

Las ideas que se han ido abriendo camino son: la primacía de los Fueros de Valencia, el
recurso al sentido natural y a la equidad del oficial encargado de administrar justicia, la
prohibición a los abogados de invocar el derecho romano y el canónico y los formularios
procesales (salvo de las apelaciones presentadas al rey).

Así pues, la doctrina general que se puede extraer de las diversas medidas to-
madas se vio fijada en la decisión de Pedro I en las Cortes de Valencia de 1283.
Ningún abogado podría alegar en juicio las leyes romanas, el Decretum de Gra-
ciano ni el Liber Extra, ya que habrá que acudir exclusivamente a los Fori Va-
lentiæ y, si no, al consejo y al saber de los prohombres de la ciudad de Valencia
y de otros lugares del reino.
© FUOC • PID_00163033 113 La creación del derecho en los reinos peninsulares...

Furs de València. Prólogo, 3 (Pedro I rey. Año 1283. Valencia)

"También estatuímos y ordenamos perpetuamente que ningún abogado o rahonador ni


otro por este pueda en la ciudad o reino alegar decretos y decretales o leyes algunas en
modo alguno, bajo pena de diez marcas de plata, de las cuales tengamos nosotros la mitad
y la comunidad de la ciudad de Valencia la otra mitad, sino que tan sólo tengan que
alegar los fueros de Valencia en todas las causas civiles y criminales. Queriendo también
que si el fuero de Valencia no bastare, que sea decidido con consejo y cognición de los
prohombres de la ciudad y de los lugares del reino. Y si no puede pagar la pena predicha,
sea expulsado y privado de su oficio, de tal manera que nunca pueda abogar allí y sea
compelido a estas cosas por el justicia y los jurados. Y si por alguien fuera alegado el
derecho mencionado, que en justicia no lo reciba, porque si lo hiciera, sea obligado a
pagar una pena símil."

Se destaca la voluntad de excluir el derecho común de Valencia, al dejar de


mencionar la equidad y el sentido natural, ya que será el buen criterio de los
hombres buenos, legos en derecho, el que llenará las lagunas de los Furs. Esta
decisión contiene un peligro potencial para la generalidad del derecho valen-
ciano, ya que se deja en manos de personas de diferentes lugares, y se podría
volver nuevamente a un derecho particular.

Como la decisión de Jaime I excluía las apelaciones al rey de la prohibición del


recurso al derecho común, ésta tuvo que ser la puerta por la que se difundía
el recurso al derecho de la recepción. Así las cosas, no debe extrañar que la
disposición de 1283 no tuviese más suerte que otras de Jaime I.

Jaime II reconoce que en Valencia se han observado los Fueros, tanto en pri-
mera instancia como en apelación, salvo que se deba recurrir al derecho�de�la
recepción. Todos deben observar, pues, los Fueros de Valencia, mientras sean
suficientes. Parece que desaparece la excepción a favor de la apelación al rey,
pero en compensación se admite el recurso al derecho común si no hay Fueros.
Ésta es la interpretación que acabó triunfando en Valencia.

A mediados del siglo XIV se vuelve a intentar limitar el recurso al derecho co-
mún, por las mismas razones que ya habíamos visto. En las Cortes de Valencia
de 1358, Pedro II da dos nuevos fueros.

Reitera la obligación de aplicar los fueros en primer lugar, que tendrán que interpretarse
al pie de la letra y evitando que reciban una interpretación según el ius commune (los
textos y las glosas), razón por la cual se prohibe la alegación. También se establece que
a falta de Fueros, habrá que recurrir al sentido natural de los prohombres del consejo
de la villa. Se reitera la decisión de Pedro I pero se recupera la denominación de sentido
natural, y se completa restableciendo la excepción a favor de los tribunales regios que se
había iniciado con Jaume I.

Furs de València. Prólogo, 4 (Pedro II rey. Año 1358. Valencia. A petición de


toda la corte)

"Com per occasió de les intricacions les quals possen los juristas en los pleyts, donants
diverses enteniments als furs, fundan en interpretan e declaran lo enteniment de aquells
per leys, decretala e decrets e gloses de aquells, sia donada gran materia als lictigants de
llongament peldegar; cobejants obviar a la longuea dels pleyts, ffem fur nou e ordenam
que la cort jutgen e determenen los pleyst e questions qui són e serán en lo regne de
València, segons la fora de fur de València, a la letra tant solament, sens alguna al·legació
o interpretació de leys, de decrets e de decretals e sens gloses de aquelles.

Empero, entenem e volem que, per lo present fur, no sia fet o engendrat prejudici algú
als privilegis ffranqueses e libertats, inmunitats, als braços de la present cort o algú de
aquells, per nós o per nostres predecessors atorgats entrò en lo present dia de huy, axí en
© FUOC • PID_00163033 114 La creación del derecho en los reinos peninsulares...

general com en special; ans romanguen en sa fermetat e valor, e de aquells los dits braços,
e cascun d'aquells e los singulars de aquells se puxen alegrar e.n prova traure, si e quant
ben vist los serà, sens pena alguna que, per aquella al·legació, adjudicació e deffensió, de
vigor d'aquells fahedora no puxa ésser demandada e llevada.

E en aquelles coses que fur no bastarà, sie recorregut a seny natural de prohomens del
consell de cascuna ciutat, vila o loch del dit regne, hon los dits pleyts o qüestions seran.

Volem, empero, e declaram, que nos ni lo nostre consell, o lo governador o procurador,


batle o lochtinents nostres, e delegats nostres, e delegats o subdelegats de aquells, jutgen
e determenen los pleyts e qüestions, que davant aquells serán e.s manaran per la forma
dessús declarada. Açò enadit: que lla on lo fur no abastarà, ne sien tenguts de demanar
o haver consell de prohòmens de les dites ciutats, viles o llochs, en los dits pleyts o
qüestions serán."

Estas decisiones vienen a confirmar el triunfo definitivo del derecho de


la recepción en Valencia: al continuar utilizando el derecho común en
los tribunales de apelación, también se acabaría utilizando en los de
primera instancia.

6.3.5. La fijación del orden de prelación de fuentes

En el Reino de Valencia el orden de prelación había quedado aclarada durante


la baja edad media, que no impedía el recurso al derecho común (como había
hecho Jaime II en 1309), si bien en 1358 se restringió en los tribunales reales.

A principios del siglo XVI, el notario Luis Alanyà registró en su Aureum Opus los
privilegios de la ciudad y el reino de Valencia, e incluyó la decisión de 1309,
hecho que reconocía claramente que, en la práctica, el derecho común era el
derecho supletorio del derecho propio valenciano.

Durante la edad moderna se volvió a solicitar que se limitase el recurso al de-


recho común y que se aplicasen los furs al pie de la letra, recordando la prohi-
bición de mediados del siglo XIV de Pedro II de Valencia, entre otras peticiones.
El rey se limitó a confirmar el fuero de Pedro II y a ordenar que se observasen
los fueros y se entendiesen al pie de la letra, siendo consciente de que si antes
no se habían observado, tampoco se iba a hacer ahora.

El ordenamiento jurídico valenciano estaba formado por el derecho antiguo


valenciano (reunido por particulares en compilaciones imperfectas) y por el
derecho nuevo (que quedaba al margen de las compilaciones) en los que las
pragmáticas iban adquiriendo firmeza.

De acuerdo con los principios invocados por los juristas, se aplicaba el derecho
nuevo en primer lugar (sin distinción entre leyes de cortes y leyes del rey); y en
caso contrario, se acudía a las compilaciones. El derecho común, al que podían
recurrir los tribunales del rey, siguió funcionando como derecho supletorio en
Valencia.
© FUOC • PID_00163033 115 La creación del derecho en los reinos peninsulares...

Los jueces de la Real Audiencia de Valencia, fundada como tribunal superior


a principios del siglo XVI, desde mediados de siglo tenían que registrar sus vo-
tos motivados en un libro, y también se publicaban sus decisiones. El ordena-
miento jurídico valenciano alcanza oficialmente a principios del siglo XVII un
ámbito general de aplicación sin límites (ya que se deja de aplicar el derecho
aragonés). Asimismo, no se aclaraba qué había que entender por derecho�co-
mún, ya que el derecho canónico y el civil, si bien a menudo aparecían uni-
dos, eran dos ordenamientos jurídicos diferentes, y tampoco estaba claro cuál
de ellos había que aplicar, en caso de divergencia, en primer lugar. Las fuentes
valencianas no dicen nada al respecto.

Es necesario observar, sin embargo, que la preocupación fundamental de las cortes va-
lencianas era defender�la�aplicación�de�los�fueros ante una interpretación demasiado
extensiva del derecho común. Y tampoco podemos dejar de recordar que las cortes, a
pesar de constituir aparentemente un límite efectivo a la potestas del rey, en la práctica
se mostraron menos efectivas que las de los otros reinos de la Corona de Aragón.

Circunstancias como ésta y el hecho de que, en virtud de la teoría del consen-


timiento tácito, las pragmáticas que violaban el derecho valenciano contra las
que no se había protestado se consideraban tácitamente aprobadas facilitaron
que los monarcas no entrasen en cuestiones que no�afectaban a la afirmación
de su poder. Este hecho puede explicar que la identificación de derecho común
y la determinación de su aplicación quedasen en manos de los juristas.
© FUOC • PID_00163033 116 La creación del derecho en los reinos peninsulares...

7. Aragón y Navarra

En 1137 Ramon Berenguer IV, conde de Barcelona, y Petronila, hija del rey de
Aragón Ramiro II, se casaron. A partir de este momento, los descendientes del
enlace serían reyes de Aragón y condes de Barcelona. Pero hasta que esto no
ocurrió, Aragón compartió su historia política y jurídica con Navarra.

"En los momentos iniciales de la alta edad media, alrededor del ochocientos, surge «en-
tre el Pirineo y la sierra de Guara (...) un condado gobernado por condes indígenas, que Aragón
tendrá por centro la plaza de Jaca y que se llamará Aragón» y, por las mismas fechas,
los vascones independientes de Pamplona parecen tener ya un rey; a principios del siglo El antiguo condado de Aragón
X el condado de Aragón «está sometido a la autoridad suprema del rey de Pamplona». se constituyó en reino con Ra-
Esta situación perdura hasta que Sancho el Mayor, en 1035, reparte las tierras que esta- miro I (1035-1063).
ban bajo su poder entre sus hijos; su hijo legítimo, García Sánchez, recibe el reino de
Pamplona y su hijo bastardo, Ramiro, «un país más extenso que el primitivo condado
aragonés», al añadírsele otras tierras; a este conjunto de pequeños territorios el infante
Ramiro –Ramiro I de Aragón– le dio un solo nombre, Aragón, tomando el título de rex;
a partir de este momento, el país, políticamente diferenciado bajo el nombre de Aragón,
se convirtió en la sede de una nueva monarquía que, en ciertos aspectos, quedará bajo la
dependencia del rey de Pamplona hasta la muerte de García Sánchez, ocurrida en 1054.
Esta separación entre Pamplona y Aragón fue poco duradera; a consecuencia de una cri-
sis dinástica, Sancho Ramírez, rey de Aragón, nieto de Sancho el Mayor, es jurado rey
de Navarra en 1076. Aragón y Navarra se vuelven a unir hasta la muerte de Alfonso I
el Batallador, quien, en su testamento, deja sus reinos «a las tres Ordenes fundadas en
Jerusalén después de su conquista por los cristianos». El testamento no fue cumplido; los
aragoneses reconocen como rey en 1134 al monje Ramiro, hermano del rey fallecido, el
futuro Ramiro II, preparándose el camino para la ulterior vinculación política bajo un
mismo rey de Aragón y Cataluña, y los navarros reconocen como rey a García Ramírez,
que será conocido por los historiadores navarros como el restaurador, por ser un bisnieto
de García Sánchez de Navarra."

7.1. El derecho aragonés

7.1.1. El centro jurídico de Jaca

A finales del siglo XI –en 1076–, Jaca recibió una carta�de�privilegios por parte
del rey Sancho Ramírez que se extendió por otras zonas, tanto de Aragón co-
mo de Navarra. Esta carta de Jaca fue objeto de una intensa y amplia interpre-
tación por parte de los juristas –en parte, pero no sólo así, a raíz de la misma
actividad judicial–, y eso convirtió a Jaca en un centro jurídico al que se diri-
gieron gentes de otras localidades que utilizaban aquel mismo derecho. En la
fijación y reelaboración del derecho de Jaca por parte de los juristas también
se tuvieron en cuenta, además del núcleo que formaba la carta de privilegios,
reglas procedentes de la tradición visigoda del Liber y de los derechos muni-
cipales y señoriales que surgían en aquellos momentos por Aragón. Con el
tiempo, incluso algunas disposiciones del monarca recibieron la atención de
este círculo jurídico de Jaca.
© FUOC • PID_00163033 117 La creación del derecho en los reinos peninsulares...

Fuente: Hurtado, V.; Mestre, J.; Miserachs, T. (1995). Atles d'Història de Catalunya (pág. 85). Barcelona: Edicions 62.

Lo que ahora nos interesa es subrayar que durante el siglo XII, el derecho que
se había difundido desde Jaca se fue elaborando en los mismos centros recep-
tores, en los cuales se incorporaban nuevas normas que daban respuesta a sus
necesidades específicas. Pero al mismo tiempo, el derecho�de�Jaca también se
enriquecía, por medio de los juristas de este centro, a partir de las aportaciones
que habían nacido en los centros receptores.

En estos momentos se puede hablar de un "derecho de la montaña", que era aquella


zona determinada por la sierra de Guara y que tenía el centro en Jaca, y un "derecho de
España", que era el de la zona sur de la sierra de Guara y que era el territorio que se iba
conquistando a los musulmanes.
© FUOC • PID_00163033 118 La creación del derecho en los reinos peninsulares...

De esta forma, el derecho de Jaca se extendió por localidades de Aragón


y de Navarra como un ordenamiento completo y particular. Pero con
el nombre de "Fuero de Jaca" no existía un solo texto o una única ver-
sión de aquel derecho, sino que en el tiempo variaba el derecho que
surgía de Jaca y, además, éste se sometía a modificaciones y añadidos
en los centros receptores. A mediados del siglo XIII, las redacciones del
derecho de Jaca habían llegado a un buen grado de madurez, pero fue
precisamente entonces cuando se promulgaron los Fueros de Aragón que
acabaron por provocar la desaparición del derecho de Jaca.

7.1.2. La herencia jurídica altomedieval aragonesa

La situación jurídica altomedieval en Aragón era parecida a la de los otros


reinos hispánicos. El Liber era el derecho común de los cristianos peninsulares
y formaba un derecho general; a su lado estaban los derechos particulares,
señoriales y municipales.

La particularidad aragonesa viene dada por el papel que jugó el derecho con-
formado en Jaca desde finales del siglo XI a partir de la carta de privilegios dada
por el rey. Mientras, el Liber iba mostrando su insuficiencia para resolver las
nuevas relaciones jurídicas surgidas en aquel tiempo, el derecho de Jaca se di-
fundía por Aragón y se enriquecía absorbiendo derecho de otros lugares. Este
derecho de Jaca, que podría calificarse como el derecho municipal –en cual-
quier caso era un derecho particular y propio de Jaca–, no se extendió por Ara-
gón como un derecho general, sino como un derecho particular ampliamente
difundido. Esta difusión hizo que muchos centros de población gozasen de un
derecho parecido, pero no concedido, como se ha dicho, con carácter general,
sino como derecho particular y propio del lugar.

Este rol de derecho municipal que jugaba el derecho de Jaca no necesariamente


se hacía en detrimento de un derecho municipal propio y diferente del lugar,
sino que podían convivir uno al lado del otro. Además de ocupar un papel
de derecho municipal en muchos sitios, también muchos derechos señoriales
recurrieron al derecho de Jaca para completar el derecho del señorío, o sea,
con un cierto carácter de derecho supletorio. Esto era posible porque el de
Jaca había conseguido configurarse como un derecho completo que, con la
decadencia del Liber, llegaba a ser eficaz para aquellos momentos.
© FUOC • PID_00163033 119 La creación del derecho en los reinos peninsulares...

7.1.3. La formación de un derecho general para Aragón: Fueros


de Aragón

En unas cortes celebradas en Huesca en el año 1247, Jaime I promulgó los Fue- Compilación de Huesca
ros de Aragón como el derecho�general�y�completo�de�los�aragoneses. Pero,
Este texto también se conoce
como se puede comprender, dar un derecho general para todos los naturales como "Compilación de Hues-
de Aragón era algo extraordinario a mediados del siglo XII, cuando la tradición ca" atendiendo al lugar de ce-
lebración de la reunión en que
altomedieval y su idea del derecho seguía viva entre la gente. Por eso, Jaime I se promulgó.
afirmó que él únicamente había hecho una compilación de leyes de sus ante-
pasados y, así, que tan sólo se había limitado a reunir el derecho tradicional.

Vidal Mayor. Prólogo. (Traducción del prólogo de la versión latina de los


Fueros de Aragón publicado por Savall y Penen, I, pág. VII (Tilander)

"Nos don Iaymes, por la gracia de Díus rey d'Aragón et de Maillorgas et de Valentia, conte
de Barçalona et de Urgel et senynnor e Montpesler, acabadas las gananntias de la nuestra
conquista et todo, quoanto d'aquendes de la Mar oriental las encontradas de la nuestra
acquisitión contienen, por la gracia de Díus a la nuestra seynnoría aplegantes, proueydo
el tiempo de las armas et entendientes proueher al tiempo de la paz, el nuestro entendi-
miento a los fueros d'Aragón, por los quoales fueros el dito regno sea gouernado, prime-
rament damos, por esto quar el sobredito regno es cabo de la nuestra alteza. Mas por esto
que los nuestros feitos (sean feitos) más sauiament et los fueros de Aragón ennadan et tra-
yan et esponan, et mais proueytosament corregidos et emendados, en la ciutat de Hosqua
general cort mandámos aplegar, a la quoal cort fueron aplegados el nuestro noble thío
don Fferrando, abat de Mont Aragón, et los hondrados don Rodrigo, obispo de Çaragoça,
et don Vidal de Canelas, obispo de Huesqua, et los nobles ricos omnes don Pero Corneill,
mayordomo de Aragón, don Guillem de Entiença, don García Ruméu, don Rodrigo de
Liçana, don Semén de Foces, don Artal de Luna et muitos cauailleros et infançones et
buenos omnes et burgeses de las çiudades por los conceillos. Et los fueros de Aragón,
assí como por muitos escriptos de los nuestros antecessores los trobámos, en la nuestra
presentía fiziemos leyer, todas las cosas de las quoales guardados, et las superfluidades
sacadas et toillidas et las non prouetiosas, et las cosas mingoadas conplidas, et aqueillo
que non dizía bien o era escuro por conuenient interpretatión lo fiziemos esponer, deiús
cierto uolumpne et ciertos títulos. De los antigos fueros algunas cosas mouiemos et corre-
giemos et la escuridat d'eillos declaramos con bueno et sano conseillo, et la semeillança
et asmança de todas deuanditas personas de todo en todo aytorgant por aquestos fueros
en muitas cosas, las quoales cosas los antigos fueros no sines grant daynno de las cosas
temporales et periglo de las ánimas, non por celo de justicia mas por cubditiosa malitia,
tormentauan, a la nuestra seynoría por aqueillos ninguna cosa no acrescíamos, ni encara
de las acceptables franquezas de los nuestros sozmetidos deliuráuamos; ont por esto en
la uirtud de la nuestra fe a todos los bailles, justicias, çalmedinas, jurados, iuges, alcaldes,
iuncteros et officiales et todos aqueillos que offitio de conoxer et de iudgar pleitos es liu-
rado et comandado, et otrosí a todos los nuestros fieles mandamos que aquestos fueros
tant solament usen en todas las cosas et en todos los pleitos et en las determinationes
d'aqueillos, mas empero aillí do los deuantditos fueros no abastarán, al natural seso et
memoria sea recorrido. Et sepan por cierto todos: aqueillos qui contra estos fueros uerrán,
assí como crebantadores et deshondradores de la nuestra real magestad segunt la deuida
pena serán tormentados".

Si bien es innegable que los antepasados de Jaime I habían establecido dere-


cho, tal como dicen en el texto, aquellas ordenaciones, por sí solas, no podían
configurar un ordenamiento jurídico general y completo como el que se pre-
sentaba en los Fueros de Aragón.

Sin embargo, en realidad, Jaime I había fijado y promulgado una redacción


del derecho de Jaca que había convertido, de aquella forma y por su expreso
mandato, en derecho general con el nombre de Fori Aragonum, en la versión
latina, o Fueros de Aragón, en la versión romance. De esta forma el rey afirmaba
su poder cuando, según decía, fijaba�por�escrito�el�antiguo�y�buen�derecho
© FUOC • PID_00163033 120 La creación del derecho en los reinos peninsulares...

y lo mejoraba en provecho de sus naturales, y cuando, en la recopilación de


los fueros, prescindía de los innecesarios y corregía, completaba y aclaraba los
escogidos.

Aún hoy hay problemas para identificar con claridad qué eran los Fueros de
Aragón que Jaime I concedió en 1247. El problema, de forma sintética, es el
siguiente: existe un texto de los Fori Aragonum, también conocido con el nom-
bre de Compilatio minor, que fue traducido al romance con el nombre de Fueros
de Aragón y que aparece estructurado en ocho libros. Por otro lado, el obispo de
Huesca, Vidal de Canellas, fue el autor de una obra conocida como Compilatio
maior –nombre que evidencia su parentesco con la Compilatio minor–, de la
que no se conserva ningún ejemplar en latín, y que se tradujo al romance con
el nombre de Vidal Mayor. Esta obra, en cambio, está dividida en nueve libros
siguiendo la estructura del Código de Justiniano y la sistemática del Digesto.
Este Vidal Mayor –traducción al romance de la Compilatio maior– son los Fueros
de Aragón pero en una versión mas desarrollada y perfeccionada por Vidal de
Canellas. Eso hace que nos encontremos con dos versiones diferentes de los
Fueros de Aragón –traducción romance del Fori Aragonum–: una que recoge li-
teralmente la traducción del texto latino, y una segunda comentada a partir
del Vidal Mayor.

Esta doble versión responde al hecho de que Jaime I, en las cortes de Huesca
de 1247, ordenó publicar unos Fori Aragonum que recopilaran, sobre todo, de-
recho del Fuero de Jaca en una de sus últimas ediciones, y también otro mate-
rial más difícil de identificar. Pero el caso es que fue una decisión exclusiva
del rey que los Fori Aragonum se convirtiesen, desde entonces, en derecho ge-
neral de los aragoneses. Con posterioridad, y una vez promulgados estos Fori
Aragonum, fueron encomendados a Vidal de Canellas para que sistematizara
sus contenidos, de acuerdo con el derecho romano justinianeo y volviera a
elaborar alguna parte, teóricamente sin alterar la sustancia; en otras palabras,
el obispo de Huesca embelleció el texto. Esta obra retocada por Vidal de Ca-
nellas fue conocida como Compilatio maior, mientras que el original de Huesca
fue conocido como Compilatio minor. Por mucho que el rey quisiese hacer ver
que Vidal de Canellas sólo había embellecido el texto original, era demasiado
evidente, como para que pasase desapercibida, la presencia sobrevenida del
derecho de la recepción. Ciertamente, el derecho romano-justinianeo y el ca-
nónico habían mejorado, se podría decir, desde un punto de vista técnico, el
texto original, pero a nadie se le escapaba que, al mismo tiempo, este derecho
romano-justinianeo tenía una carga política muy intensa que fortalecía el po-
der del rey como creador del derecho frente a los estamentos.

Se trataba, en definitiva, de hacer pasar la obra mejorada de Vidal de Canellas


–el Vidal Mayor– por aquella que había sido aprobada en Huesca en 1247 –Fue-
ros de Aragón–, y esto tanto en las versiones latinas como en las versiones ro-
mances. Por tanto, esta doble trayectoria del derecho general establecido por
el rey de Aragón no está exenta de intencionalidad política. La dualidad entre
los Fueros de Aragón –que acentuaban la participación de los estamentos– y del
© FUOC • PID_00163033 121 La creación del derecho en los reinos peninsulares...

Vidal Mayor –que ponía énfasis en la potestad del rey– manifestaba el enfren-
tamiento entre el rey y los estamentos: el monarca para conseguir el reconoci-
miento de su potestad legislativa, que reivindicaba, y los estamentos –nobleza
laica y eclesiástica, y villas y ciudades dependientes del rey– para mantener el
status quo, o sea, que el rey no les privase de las potestades y la autonomía de
que disponían hasta entonces.

En este clima de confrontación, que, en el mismo momento, también


se daba en Cataluña y en Valencia, la situación de Aragón acabaría de-
cantándose a favor de los estamentos: con el Privilegio General de 1283
el rey Pedro III de Aragón (Pedro II de Cataluña), juraba los fueros y los
usos aragoneses y se creaba la figura del Justicia de Aragón, que tenía
que arbitrar en los conflictos entre el rey y la nobleza: y, hacia el año
1300, parece que ya se habían impuesto los Fueros de Aragón en la ver-
sión original de Huesca de 1247, quedando aparcada la versión roma-
nizada del Vidal Mayor.

Reyes de Aragón y condes de Barcelona

Veréis que en algunos casos se observa una numeracióndiferente cuando un mismo con-
de-rey lo es de Aragón ode Cataluña, según si había habido antiguos reyes de Aragón
o condes de Barcelona con el mismo nombre. Pedro el Ceremonioso, por ejemplo, será
Pedro III en Cataluña y, el mismo personaje, será Pedro IV en Aragón.

7.1.4. El derecho del rey y el derecho del reino

Para conseguir que los reyes aragoneses respetasen el derecho tradicional ara-
gonés, se creó la figura del Justicia Mayor de Aragón, heredero del anterior Jus-
ticia de Aragón que tenía que velar por el cumplimiento de los Fueros de Ara-
gón. La actuación del Justicia�Mayor, por tanto, se movía en el ámbito de la
aplicación del derecho y no prejuzgaba nada sobre a quién correspondía la
creación del derecho. El problema de la creación del derecho se intentó regu-
lar por otro camino. En las cortes de Zaragoza de 1301, de forma parecida a
como se había acordado para Cataluña en las de Barcelona de 1283, se afirma-
ba que era costumbre razonable que el rey aragonés dictase en cortes, con el
consentimiento de los estamentos, estatutos, fueros y ordenaciones. Además,
los reyes aragoneses tenían que respetar el derecho tradicional existente y, en
cualquier caso, modificarlo con el consentimiento de los estamentos reunidos
en cortes. Esta afirmación podría dar a entender que, antes de 1301, el rey
actuaba estableciendo derecho sin contar con las cortes. En aquel momento,
justo a principios del siglo XIV, no se ponía en duda su potestad�legislativa;
podía continuar creando derecho, pero lo tenía que hacer con las cortes. No
hay duda de que esta circunstancia fijaba un límite a su actuación en la crea-
ción del derecho. Por otra parte, el rey seguía siendo titular de regalías que
facilitaban la creación del derecho en determinadas materias fuera de cortes
y, además de crear derecho con los estamentos en las cortes, el rey también
continuó dictando cartas reales fuera de cortes.
© FUOC • PID_00163033 122 La creación del derecho en los reinos peninsulares...

En esta tensión entre rey y estamentos, el centro neurálgico no se en-


contraba en quién tenía reconocida la creación del derecho, sino en
el campo de la aplicación de derecho. Ciertamente, los estamentos no
pretendían rivalizar con el rey por la titularidad de la potestad legislati-
va, sino que sin poner en duda que sólo a él le pertenecía, únicamente
esperaban limitarla.

En este mismo sentido, el Justicia Mayor sólo podía actuar contra el rey cuan-
do se diese un caso de violación del derecho por incumplimiento, pero no
podía actuar cuando el rey no violaba el derecho sino que lo modificaba. En
este supuesto, eran las cortes las que reaccionaban y por medio de un agravio
pretendían que lo aprobado en cortes sólo pudiese ser modificado también en
cortes. Sin embargo, como la aplicación del derecho –tanto el creado en cortes
como fuera de ellas directamente por el rey– estaba en manos de sus oficia-
les, por vía de hecho, el monarca creó�derecho�fuera�de�las�cortes e incluso
contraviniendo acuerdos de cortes anteriores. El rey entendía que, si estaba
obligado a respetar el derecho tradicional, aún lo estaba más para mejorarlo y
acabar, así, con abusos y con las conductas contrarias a la razón.

Igual que en el resto de territorios de la Corona de Aragón, las cortes se habían


convertido en un elemento protagonista de la vida política y jurídica del reino.
Pero conviene no sobredimensionar la capacidad limitadora de las cortes, ya
que éstas, en última instancia, sólo podían ser convocadas por el rey, y éste
lo hacía cuando le convenía.

Un momento clave en el enfrentamiento entre rey y estamentos de Aragón, y con las


cortes en el punto de mira de las dos partes, se produjo en el reinado de Alfonso III de
Aragón, cuando el rey se vio obligado a hacer algunas concesiones, tal como se demues-
tra en los Privilegios de la Unión. Los estamentos consiguieron el automatismo en las
reuniones de cortes, consiguieron un control sobre los oficiales del rey y consiguieron
ver reconocida la posibilidad de elegir un nuevo rey si éste los desaforaba. Sobre el papel
eran concesiones importantes, pero todas se volatilizaron cuando Pedro IV de Aragón
hizo desaparecer los privilegios y cuando, por vía de hecho y también doctrinalmente,
actuó según su propia voluntad ignorando los acuerdos que había firmado su predecesor.
El rey, afirmaba Pedro IV, era el responsable de decidir cuándo era necesario y cuándo no,
reformar y mejorar el derecho tradicional existente.

7.1.5. El derecho general y los derechos especiales

La aparición y consolidación de los Fueros de Aragón afectó al panorama jurí-


dico aragonés. Como su contenido estaba formado por el Fuero de Jaca, por
elementos de las nuevas zonas conquistadas y por el derecho de infanzones, y
todo ello en un contexto de recepción del derecho común, la utilización y el
triunfo de estos Fueros de Aragón dejó obsoleto al Fuero de Jaca. De hecho, la
gran aceptación y difusión que había tenido el derecho de Jaca había abierto
el camino para que el derecho general impulsado por Jaime I –los Fueros de
Aragón– no encontrase obstáculos en su aceptación. Si a partir de un cierto
momento los aragoneses ya disponían de un derecho general y bien sistema-
tizado como eran los Fueros de Aragón, y que además contenía el derecho de
© FUOC • PID_00163033 123 La creación del derecho en los reinos peninsulares...

Jaca, que ya era conocido y utilizado por mucha gente, entonces no había ra-
zón para seguir utilizando el Fuero de Jaca. Fue así como con el triunfo de un
derecho general acabó desapareciendo el derecho de Jaca.

Pese a eso, los Fueros de Aragón no agotaban todo el derecho aragonés, ya que
persistieron los privilegios y los otros derechos que no habían sido eliminados
por los Fueros de Aragón. Con la promesa de Pedro III de Aragón en el Privi-
legio General de 1283 de conservar y mantener los fueros, usos, costumbres,
libertades y privilegios de la nobleza y de las villas y ciudades autónomas del
reino de Aragón, de Ribagorza, de Valencia y de Teruel, se había favorecido la
conservación del algunos fueros ajenos a la familia del derecho de Jaca y vin-
culados al derecho castellano. Éste fue el caso, por ejemplo, del Fuero de Teruel
y del Fuero de Albarracín, que perduraron como ordenamientos particulares y
a la vez completos en sus municipios.

7.1.6. La recepción del derecho común en Aragón

En Aragón no existió nunca ni una aceptación oficial ni una prohibi-


ción oficial del derecho de la recepción. Pero eso no quiere decir que
no se hubiese producido el fenómeno de la recepción ni que el derecho
romano justinianeo y el canónico no tuviesen importancia en Aragón.

En los Fueros de Aragón se había establecido un sencillo orden de prelación de


fuentes, según el que había que recurrir a los Fueros de Aragón y, en caso de que
fuese necesario, al sentido natural y a la equidad.

Fueros de Aragón. Prólogo

Este�es�el�prólogo�del�libro�de�los�Fueros�de�Aragón

"Como de los Fueros de Aragón nenguna scriptura cierta o autenticada fuesse trobada, en
tanto que los foristas, cobdiciosos apparecer sauios en los uuelos de las gentes, escodiendo
enuidiosa mientre algunos libros de los fueros, iutgando de coraçón, menos de libro, los
fueros, los iudicios diessen, por la qual cosa se contendían los iuges en los pleitos por
estremarse de la carrera de dreito por amor o per precio, el piadoso Rey don Jayme, a salut
de los cuerpos e de las almas de los presentes habitantes e que habitarán d'aquí enant en
todo el regno de Aragón, fizo et establió aquest libro, por el qual libro des de uuey de más
todas las justicias judguen, assí com fuero manda; e si por uentura en alguna cosa el fuero
non abastasse, que fuesse judgado leal mientre por naturales sesos de buenos omnes e
leales. El qual libro fo feito et ordenado en la çiudad de Uuescha, o el Rey fizo plegar
toda so cort de bispes e de ricos omnes, de caualleros e de religiones e de çiudadanos e
de las uilles e de muitos otros barones, en el anno de la era de mcclxxxv, en el mes de
janero. E mandó e rogó con consello e con uoluntad de todos al uispe de Uuescha que
fiziesse dreyturero aplegamiento de los fueros assí como sauio omne, ont nos don Uidal,
por la gracia de Dios uispe de Uuescha, por mandamiento del piadoso Rey deuandito,
ordenamos los fueros segunt Dios con buena conscientia, catando nos muyt bien que
no hy pusiéssemos algún iudicio que se podiesse estender a pena corporal ni que fiziesse
a sagne en nengua cosa, mas todo aquello conplió et ordenó el sennor rey deuandito
menos de nuestro consello. Et es assaber que nos quemos ordenados aquestos fueros en
VIII libros e por sendos títulos, en tal manera que quiscadaún letrado más ayna truebe lo
que querrá quando quiera dar iudicio, por esto qual mujtas uezes los mesquinos omnes,
pierden lur dreito por alongamiento de iudicio, mas de oy adelant quiscadaún justicia
o çaualmedina, oydo el clamo, puede entender en qual logar del libro es el fuero que
perteneçe ad aquel clamo, si la iusticia fuere letrado, e si non fore letrado, faga lo guadar
ad algún letrado, por que podrá ayna trobar lo que demandará, si bien cata los títulos en
el ordenamiento que se sigue. Primerament, por que a Dios plaza et a todos los crisitianos
© FUOC • PID_00163033 124 La creación del derecho en los reinos peninsulares...

deue plazer, començamos a dezir de los feitos de santa madre eglesia, assí como podredes
entender."

Esto provocaba que los jueces tuviesen un papel decisivo en la tarea de com-
pletar los Fueros de Aragón. La actuación de los jueces sería diferente según su
formación: había jueces formados en el nuevo derecho de la recepción, pero
en Aragón era importante el contingente de jueces�foristas, expertos, no en el
derecho romano justinianeo, sino en los fueros, o sea, en el derecho de Jaca.

Puede afirmarse que en Aragón la recepción estuvo directamente vin-


culada a la forma en que los juristas fijaron la equidad, o sea, si recu-
rrieron a la equidad constituida en el derecho común o si recurrieron
a su propia equidad.

"Aragón tiene una tradición de foristas que arranca de los antiguos juristas anónimos
forjadores del Fuero de Jaca; estos foristas ofrecen una mayor resistencia a los juristas
letrados, ya que fortalecen su formación con el conocimiento del derecho de la Recepción
y pueden, por consiguiente, oponerse a su expansión, utilizando sus mismas armas."

Iglesia, La creación del derecho... II, pág. 195.

Si bien es cierto que en Aragón el derecho de la recepción no se configuró


como un ordenamiento más al cual se pudiese recurrir en caso de necesidad,
sí que es cierto que su perfección técnica favoreció que se fuese recurriendo
a él para aplicar mejor los fueros. Esto es lo que hizo el Justicia Mayor de Ara-
gón, que tenía que defender la aplicación de los Fueros de Aragón: la forma de
perfeccionarlos era a partir de su interpretación, por la que recurría al derecho
de la recepción. Esta actividad del Justicia Mayor dio lugar a las observancias,
que eran objeciones, añadidos, precisiones o soluciones respecto de los Fueros
de Aragón.

Las observancias, por tanto, recopilaban la práctica, o estilo, observada


por el Justicia Mayor, en la interpretación de los Fueros de Aragón para
su aplicación.

Estas decisiones del juez superior de Aragón fueron fijadas por escrito y com-
piladas, y en ellas se puede observar que, además de basarse, como es natural,
en el derecho propio aragonés, para solventar problemas, también se recurrió
al ius commune. De las varias compilaciones de observancias que se hicieron, la
más importante fue la del Justicia Martín Díez de Aux. Esta obra fue realizada
por encargo del rey Alfonso V de Aragón en 1437 y recogía usos, observancias
y actos de corte relativos a la aplicación de los Fueros de Aragón.

El enfrentamiento entre el rey y los estamentos se trasladó también al Justicia


Mayor, que era visto por el rey no como un árbitro, sino como un defensor de
aquéllos. El caso es que a partir del siglo XV, la actividad del Justicia Mayor fue
decayendo y no se publicó ninguna otra compilación oficial de observancias
© FUOC • PID_00163033 125 La creación del derecho en los reinos peninsulares...

después de la de Martín Díez de Aux. A esta circunstancia política hay que


añadir otra más general: en Aragón, como en todas partes, acabaron por im-
ponerse los juristas educados en el ius commune. Para ellos el derecho común,
contenido en los libros ordinarios del corpus iuris boloñés, era la máxima ex-
presión de la ratio scripta. Y es que se imponía la idea, entre los juristas no
foristas, de que cuando se disponía de equidad constituida, o escrita, ésta se
prefiere a la equidad ruda, que tiene que identificar al juez. La proliferación de
juristas formados en el ius commune –que, recordémoslo, era el único derecho
enseñado en los estudios generales que desde el siglo XIII habían proliferado
en todos los territorios– hizo que, en defecto de los Fueros de Aragón y de las
observancias –equiparadas a los fueros–, se recurriese al derecho común. Por
tanto, y teniendo en cuenta la progresiva inoperancia del Justicia Mayor a la
que nos hemos referido, el recurso al derecho de la recepción se fue amplian-
do. Si se recurría al mismo, como hemos visto, para aplicar e interpretar los
Fueros de Aragón, poco a poco también se empezó a recurrir a él como un de-
recho supletorio del derecho propio aragonés.

Este papel�ascendente que fue adquiriendo el ius commune en Aragón no se


reflejó, sin embargo, de forma oficial, tal como se puede ver en el orden de
prelación de fuentes que se fijó en el siglo XV. Efectivamente, la existencia y
la importancia que habían adquirido las observancias –sobre todo su compi-
lación oficial de 1437–, hizo que fuese necesario rehacer el orden de prelación
establecido desde el siglo XIII en los Fueros de Aragón. Al nuevo orden de pre-
lación se llegó armonizando principios jurídicos difundidos desde hacía tiem-
po por el derecho de la recepción. Se tuvo en cuenta que la norma jurídica
posterior en el tiempo derogaba la norma anterior, pero al mismo tiempo que
la norma especial anterior no era derogada por una norma general posterior,
salvo que se indicara expresamente.

En consecuencia, el orden de prelación de fuentes en Aragón, que utili-


zaron los juristas después de la compilación de Martín Díez de Aux, fue
el siguiente: a) normas jurídicas especiales o particulares (incluyendo las
cartas reales que los oficiales del rey aplicaban de forma preferente); b)
fueros y actos de corte posteriores a 1437; c) observancias de Martín Díez
de Aux de 1437; d) fueros y actos de corte dados entre 1247 y 1437; e)
Fueros de Aragón; f) equidad y sentido natural (plasmados, como hemos
dicho, en el ius commune como máxima expresión de la ratio scripta).

7.1.7. La fijación del orden de prelación de fuentes

Los juristas aragoneses de la edad moderna solían creer que el derecho arago-
nés se basaba en exclusiva en las leyes de cortes, ya que el rey no daba leyes
fuera de cortes y, además, la costumbre derogaba el fuero. En base a estos y
otros principios, podemos afirmar que en Aragón, desde finales de la baja edad
media, se aplican, en primer lugar, las normas jurídicas especiales; después,
© FUOC • PID_00163033 126 La creación del derecho en los reinos peninsulares...

los fueros y actos de cortes posteriores a 1437, las Observancias de Martín Díez
de Aux, los fueros y actos de cortes anteriores a 1437 y posteriores a 1247, los
Fueros de Aragón y el recurso a la equidad.

Esta jerarquización se vio alterada a raíz de la publicación de la compilación


sistemática de 1552, en la que se colocaron en un volumen separado las leyes
derogadas, de manera que ya resultaba innecesario acudir a las normas deroga-
das y perdía importancia el criterio cronológico invocado en la jerarquización.

Quizá más en Aragón que en otros reinos, se agrava el problema de la prelación


de fuentes, puesto que el único orden fijado se remonta a los que presentan
los Fueros de Aragón que, como sabemos, establecía que en primer lugar se
aplicaban los fueros y, en caso contrario, había que recurrir al sentido natural
–"naturales sesos"–. Es conveniente, entonces, examinar el derecho aragonés
principal y el supletorio.

La compilación aragonesa no agotaba el ordenamiento jurídico; a su lado se


encontraban las leyes del rey. La relación entre la legislación�realizada�en�las
cortes y la legislación�real daba como resultado la imposición a las leyes de las
cortes de las leyes reales posteriores, a pesar de los intentos de los aragoneses
por ocultarlo.

Las leyes del rey, como mínimo en teoría, se tenían que aplicar en primer lugar, puesto que
la costumbre no podía ir en contra de las leyes. Las leyes que había que aplicar en primer
lugar eran las leyes regias, y también los privilegios, leyes especiales, que, como normas
especiales, había que aplicar con preferencia respecto de las normas generales. Del mismo
modo, las antiguas costumbres y privilegios se podían reconducir a la voluntad del rey.

Así pues, en Aragón, el derecho principal era el derecho propio aragonés. En


primer lugar, había que aplicar los privilegios y, a continuación, el derecho
general, en función de los principios que habitualmente utilizaban los juristas.

En 1247, junto al derecho propio aragonés, se había reconocido que si no había


fueros (es decir, en este momento, si no había derecho propio) podían recurrir
a la equidad. En Aragón, sin embargo, no se produjo una identificación en
bloque del derecho común como derecho supletorio, gracias al uso que hacía
de éste la jurisdicción del Justicia Mayor (la cual, de hecho, actuó como filtro)
para interpretar el derecho aragonés.

Con la pérdida de protagonismo del Justicia, fue la Audiencia la que siguió Equidad, derecho común y
actuando de filtro. Podemos mantener la idea de que en Aragón no ha habido ordenamiento aragonés

recepción. Es la Audiencia la que fija los principios aplicables del derecho co- La equidad, con la ayuda inter-
mún mediante sus sentencias motivadas, que se convierten en el modelo que pretativa del derecho común,
permitió que el ordenamien-
los tribunales inferiores debían seguir. to aragonés se fuese perfeccio-
nando.
© FUOC • PID_00163033 127 La creación del derecho en los reinos peninsulares...

En este contexto, el enfrentamiento entre el rey y los estamentos hará que


los jueces partidarios de posiciones estamentales desconozcan el papel de la
Audiencia y empiecen a reconocer el derecho común como un derecho suple-
torio del derecho propio aragonés.

Esta novedad parece atribuible a principios del siglo XVI a un conocido jurista Identificación del sentido
aragonés, Miguel de Molino, quien identificará sentido�natural�y�razón�es- natural

crita (ratio scripta), que hay que establecer para determinar cuál es el ordena- La identificación del sentido
miento jurídico supletorio. natural con el derecho común
se vio favorecida tanto porla
práctica del Justicia Mayor co-
mo por el hecho de que el de-
Como pasó en Cataluña, los primeros juristas tendían a identificar la ratio scrip- recho que se estudiabaen las
ta con el derecho romano, pero a lo largo del siglo XVII se acabó reconociendo universidades era el derecho
común.
que había que recurrir en primera instancia al derecho canónico, considerado
más justo. Asimismo, este reconocimiento de la ratio scripta como un derecho
supletorio y los esfuerzos por identificar el derecho que se había escondido
nunca superaron el estadio de una communis opinio que, como hemos podido
ver, cambió con el tiempo, y contra la cual no dejaba de haber objeciones.

7.2. El derecho navarro

7.2.1. La constitución política del reino de Navarra

Como hemos adelantado al hablar del reino de Aragón, Navarra y Aragón com-
partieron durante un cierto periodo de tiempo un mismo pasado político. Pero
la historia política navarra, con cambios dinásticos, durante la edad media es
compleja y no fue ajena a algunos principios políticos que se acuñaron allí.

Fuente: Mestre i Campí, J. (1998). Atles de la Reconquesta (pág. 32-33). Barcelona: Edicions 62.
© FUOC • PID_00163033 128 La creación del derecho en los reinos peninsulares...

"Navarra rompe definitivamente su vinculación con Aragón en 1134, eligiendo como


nuevo rey a García Ramírez. En 1234 se entroniza en Navarra la casa de Champagne
en la persona de Teobaldo I. En 1274, a la muerte de Enrique I –deja una hija de año y
medio, Juana– se provoca una nueva crisis dinástica, con intervención de Aragón, Castilla
y Francia; el matrimonio de la heredera, Juana, con el heredero de la corona de Francia
sentó las bases para la unión bajo un mismo rey de los reinos de Francia y de Navarra;
en 1328, a la muerte del rey francés Carlos el Calvo, se rompen estas ataduras del reino
de Navarra con la dinastía francesa; los navarros eligen como reina a una nueva Juana,
casada con Felipe de Evreux, descendiente de aquella Juana I, hija de Enrique I, que por su
matrimonio con el heredero de la corona francesa había introducido la dinastía francesa
en Navarra."

Iglesia, La creación del derecho... II, pág. 200

A partir de un determinado�momento, y ante la entronización de un rey�fo-


ráneo, en Navarra se construyó una teoría política según la que se declaraba
que los navarros habían tenido antes leyes que reyes. De esta forma, se acen-
tuaba el hecho de que los navarros escogían al rey con la condición de que
primero jurase tener, mantener y mejorar sus fueros. Pero el alcance de esta
teoría tiene que matizarse.

Hasta qué punto esto pasó realmente así, pudiéndose hablar, en consecuencia, de una
particularidad navarra, o si se ha querido proyectar al pasado un episodio circunstancial
que no alejaría a Navarra del resto de reinos medievales, es un tema que aún debate la
historiografía contemporánea. De una forma parecida a como se interpreta la historia
jurídica e institucional de Cataluña en la baja edad media, algunos historiadores han
querido ver en la afirmación de que "en Navarra antes son las leyes que los reyes", un
principio democrático, en el sentido de que el rey está�sometido al derecho que establece
la comunidad política, sin darse cuenta de que la democracia, tal como la entendemos, es
una práctica propia y exclusiva del mundo contemporáneo. En esta línea, que proyecta
el presente sobre el pasado y lo distorsiona, podemos incluir las afirmaciones de Lacarra,
para quien "la quintaesencia del prólogo es que primero está la comunidad de hombres
libres, que conscientemente fija el derecho; la monarquía es algo secundario, surgida de
la voluntad del pueblo, el cual por su propia decisión cede una parte de sus derechos al
príncipe; de aquí que el príncipe esté sujeto al derecho."

Según la herencia visigoda, que también estuvo vigente en Navarra durante


toda la alta edad media, el poder del rey tenía un origen divino: el rey tenía
que regir rectamente para apartar a su pueblo del mal y conducirlo al bien; el
rey tenía que implantar la justicia divina en la tierra, etc. El rey, en definitiva,
era el titular�de�un�poder que, no obstante, lo tenía que ejercer en beneficio
de su pueblo. Así se entendía que el rey tenía que respetar a su pueblo y sus
fueros, y el pueblo tenía que respetar las regalías del rey. Según esta tradición
jurídica, el poder que ejercía el rey no le venía del pueblo, sino que era de
origen divino, de la misma manera que le correspondían las regalías por el
hecho de ser reyes legítimos, o sea, sucesores de antiguos reyes.

Podemos decir que en Navarra, el problema radica en la necesidad de armoni-


zar el principio contenido en el Fuero Antiguo –y de aquí pasó al Fuero General
de Navarra–, según el que los nuevos reyes sólo lo eran después de jurar los
fueros, con el hecho de que el rey de Navarra lo era por la gracia de Dios al
ser heredero legítimo del reino. En el fondo, por tanto, el problema planteado
en términos extremos consistía en dilucidar quién era, en Navarra, el titular
del poder político.
© FUOC • PID_00163033 129 La creación del derecho en los reinos peninsulares...

Si bien en la alta edad media se afirmaba que los reyes lo eran por la gracia de
Dios y que el pueblo no intervenía para nada, con la recepción del derecho
común se extendió la idea de que Dios concedía el poder�a�la�sociedad, la cual
se dotaba de un jefe para que los rigiese de forma recta. El problema, entonces,
era cómo llegar a determinar si el rey había regido rectamente o no y quién
lo tenía que valorar. Esta idea se vinculaba a aquella visión antropomórfica
que entendía la sociedad política como un ser humano, donde el cuerpo era
el pueblo y la cabeza el rey. Estas dos concepciones, una que venía de la alta
edad media y otra que se abría camino con el nuevo derecho que se recibía,
chocaban frontalmente, ya que era difícil compatibilizar el hecho de que el
pueblo escogiese un nuevo rey si se determinaba que el anterior había roto su
fidelidad con el pueblo, con el hecho de que los reyes lo eran por la gracia de
Dios. Pero esta�disyuntiva es más conceptual y teórica que real, ya que no se
dio nunca el caso de que el pueblo prescindiese de su rey y tuviese que buscar
otro, con lo que podemos interpretar que, sin que la realidad haya demostra-
do lo contrario, en Navarra los reyes eran titulares del poder, lo que no quie-
re decir que en algunas ocasiones el ejercicio de la potestad regia apareciese
limitada por los estamentos. De hecho, tenemos motivos históricos para creer
que el titular del poder era el rey y no el pueblo: ni se dio nunca el caso de
no ser reconocido como rey aquel que antes no juró los fueros, ni tampoco
se arbitraron medios eficaces para conseguir que el juramento de los fueros
fuese realmente efectivo una vez hecho por los reyes. En el enfrentamiento
entre el rey –que quería imponer su plena potestad– y los estamentos –que
querían defender sus fueros y privilegios y, así, limitar las aspiraciones del rey–
venció el rey que, en la época moderna, acabó imponiendo su soberanía. Visto
de otra forma, los estamentos no sustrajeron al rey su titularidad de la plena
potestad, ni tampoco consiguieron acuñar el principio de que el rey lo era por
la elección del pueblo en lugar de serlo por la gracia de Dios.

Los estamentos navarros, igual que en los otros reinos peninsulares, no reivin-
dican la creación del derecho para ellos, sino que pretendían, simplemente,
mantener�sus�fueros�y�privilegios inalterados; por eso, incluso reconociendo
que al rey le correspondía crear el derecho, lo que querían era que el rey crease
el derecho en las cortes. Por otro lado, la obligación del rey de respetar y de
mantener los fueros no implicaba en el monarca una renuncia a la creación
del nuevo derecho, ni siquiera una obligación de crearlo junto a las cortes. La
creación del derecho era una regalía irrenunciable del monarca. El rey tenía
que crear derecho en beneficio de su pueblo, y por eso tenía que mejorar los
fueros cuando fuese necesario. Pero era el rey el que tenía que decidir lo que
se consideraba una mejora del antiguo y buen derecho.

7.2.2. La formación de un derecho general de Navarra

En el contexto del enfrentamiento entre el nuevo rey Teobaldo I y la nobleza,


a mediados del siglo XIII, los estamentos decidieron que no era suficiente con
que los reyes efectuasen un juramento genérico de sus fueros y privilegios,
sino que hacia falta fijarlos por escrito para que esta redacción escrita fuese
© FUOC • PID_00163033 130 La creación del derecho en los reinos peninsulares...

jurada por los reyes. En 1238, una comisión de varios estamentos de la nobleza
con el rey y el obispo de Pamplona elaboraron un texto que fue conocido
como el Fuero Antiguo. Pero esta redacción sólo contenía, en esencia, normas
referidas a las relaciones entre la nobleza laica y el rey, y casi nada se decía
de los eclesiásticos ni de los hombres de ciudad. Aunque en el Fuero Antiguo
hubiese algún elemento�común para todos los estamentos, de hecho seguía
siendo un derecho particular para el estamento nobiliario, de forma que le
quedaba reservado al rey la posibilidad de crear un derecho general para todos
los navarros.

Dado que el Fuero Antiguo sólo daba solución a algunos temas de las relaciones
ente los nobles y el rey, cuando los nuevos reyes juraban los fueros, seguían
jurando los fueros de los eclesiásticos, de los nobles, de los ciudadanos y de
los campesinos, y lo seguían haciendo de forma genérica. Por tanto, la ampli-
tud del juramento que hacían los reyes demuestra que no juraban ninguna
redacción concreta de fueros comunes a todos los navarros, ya que ésta no
existía. Salvo algunos aspectos parciales que contenía el Fuero Antiguo que eran
comunes a todos los estamentos, cada uno de ellos tenía su propio fuero y no
existía un derecho general para todos.

Si a esta situación le añadimos que ni siquiera el fuero de cada estamento


estaba fijado oficialmente por escrito en una única redacción y que las
confirmaciones seguían siendo genéricas, nos encontramos con que en
la baja edad media había una gran variedad de redacciones de derecho
navarro.

Estas redacciones giraban alrededor de dos ejes: la tarea del rey como creador
del derecho –mejorar y enmendar los fueros– y la jurisprudencia.

Entre los siglos XI y XII se desarrollaron, en Navarra, tribunales�independien-


tes del rey, que resolvían las causas de los ciudadanos dentro de los mismos
municipios, y tribunales también independientes del rey para los eclesiásticos.
Los tribunales municipales ayudaron a desarrollar unos derechos municipales
que se plasmaron por escrito y que estaban vinculados al derecho del Fuero
de Jaca. No había, por tanto, una sola redacción de derecho municipal, sino
varias. Aún a principios del siglo XV se decía que antiguamente los municipios
de Navarra estaban aforados a siete fueros municipales diferentes: Sobrarbe,
Jaca, Estella, Viguera, Novenera, Daroca y Medinaceli. En cambio, los tribu-
nales eclesiásticos hicieron suyo el derecho canónico de la recepción. Por úl-
timo quedaban la nobleza y los campesinos, que históricamente estaban so-
metidos a la jurisdicción del rey. Los tribunales del rey también desarrollaron
una jurisprudencia propia en la que tenían entrada la tradición visigoda, las
prácticas municipales, los acuerdos de los concejos y, por último, también, los
principios del derecho de la recepción. Esta jurisprudencia de los tribunales
regios dio lugar a diferentes redacciones escritas que sólo afectaban a la no-
© FUOC • PID_00163033 131 La creación del derecho en los reinos peninsulares...

bleza –infanzones– y campesinos. Estas redacciones, en las que se incorporó


entre otros elementos el Fuero Antiguo, se conocen hoy como el hombre de
Fuero General de Navarra.

La diversidad�de�fueros, sobre todo entre los municipales pero también pa-


ra la nobleza y los campesinos, debería sentirse más como un obstáculo que
como otra cosa, y así fue como en 1330 se intentó reducir todo el derecho
navarro a tres únicos fueros: el de los infanzones –la nobleza–, el de los ruanos
–los ciudadanos– y el de los labradores –los campesinos. Con esta medida el rey
no intentaba establecer�un�derecho�general para toda Navarra, sino tres de-
rechos generales, uno para cada uno de los tres grupos, que coexistían con los
privilegios personales e individuales de cada uno. Los eclesiásticos quedaban
al margen de este medida porque ya tenían su propio fuero, que era el derecho
canónico. Pocos años más tarde, en las cortes de Olite de 1413, se formó una
comisión para que unificase los fueros de los diferentes pueblos, pero no dio
ningún resultado. Todos los intentos, tanto el de 1330 como el de 1413, de
reducir la diversidad a unidad fracasaron.

Pero, pese al fracaso de los intentos fusionadores de la variedad de derechos


que había provocado la existencia de jurisdicciones exentas del rey, la realidad
fue imponiendo una cierta unidad.

Un derecho general para toda Navarra se iría abriendo paso con la pau-
latina generalización del Fuero General de Navarra, un texto que en su
origen sólo recogía derecho señorial. Ciertamente, durante el siglo XV,

el Fuero General de Navarra fue concedido a varias ciudades de Navarra


y no tanto porque incorporase derecho municipal de Jaca y Tudela, si-
no más bien porque poco a poco se habían ido equiparando nobles y
ciudadanos. Además, el hecho de que desde mediados del siglo XIV se
contase con una versión sistemática, es decir, fijada, del Fuero General
de Navarra, facilitó su difusión.

En este proceso de formación de un derecho general para Navarra participó


de forma activa el rey creando un derecho general regio de forma paralela a
la recepción del derecho común. Eso lo hacía el rey legislando fuera de las
cortes, pero también acudiendo a las cortes para dar publicidad a sus leyes e
interpretando el derecho existente.

De todas las leyes regias que contribuyeron a la formación de un derecho ge-


neral presentan un especial interés los amejoramientos, llamados así porque al
rey le correspondía mantener los fueros –aunque en sentido genérico, ya que
todavía no había, en aquellos momentos, una versión fijada, escrita, que ju-
rasen los reyes– de los navarros y mejorárselos.
© FUOC • PID_00163033 132 La creación del derecho en los reinos peninsulares...

Dos amejoramientos han sido significativos, los promulgados por Felipe III en 1330 y por
Carlos III en 1418 con motivo de las respectivas reuniones de corte. La disposición de
1418, siguiendo órdenes del rey, tenía que incluirse al final de los fueros municipales, a
continuación, se decía, del amejoramiento de 1330, que también había sido incluida al
final. Pero si el texto de 1330 se acabó incorporando a la redacción definitiva del Fuero
General de Navarra, en cambio el de 1418 cayó en el olvido.

7.2.3. La recepción del derecho común en Navarra

Es un tópico entre buena parte de la historiografía actual afirmar que en Na-


varra no hubo recepción o que el derecho común apenas tuvo allí influencia.
Esta afirmación se basa, sobre todo, en el hecho de que en Navarra no hubo
Estudio General donde se enseñasen el derecho romano-justinianeo y el canó-
nico, y en el hecho de que el derecho navarro era un derecho de muy marcado
carácter consuetudinario y tradicional, lo que, aparentemente, chocaba con el
nuevo derecho de la recepción, técnico y que se basaba en la primacía de la
ley en detrimento de la costumbre. Por otra parte, que no hubiese reacciones
oficiales contra el derecho común, como pasó en otros reinos, no quiere decir
que el derecho común no circulase.

Siendo ciertas estas circunstancias, es necesario, no obstante, matizar la su-


puesta excepcionalidad navarra. Para empezar podemos constatar que el de-
recho navarro, tanto durante la edad media como durante la época moderna,
estaba contenido dentro del Fuero General de Navarra, dentro�de�los�amejora-
mientos de los reyes y, por último, dentro de los fueros municipales. Pero con-
viene observar que todos estos derechos juntos, que acabaron convergiendo
dentro del Fuero General de Navarra, eran insuficientes para resolver el conjun-
to de los aspectos de la compleja vida de la sociedad bajomedieval y moderna.

En segundo lugar, tenemos que recordar que los eclesiásticos tenían una ju-
risdicción exenta, o sea, al margen de la jurisdicción del rey y de los otros es-
tamentos, y que el fuero que los eclesiásticos adoptaron como fuero propio
fue, muy pronto, el derecho�canónico, de la misma forma que pasaba en el
resto de reinos peninsulares y occidentales al mismo tiempo. Y prueba de que
el derecho canónico era utilizado como mínimo por los eclesiásticos, es que
ya en el siglo XIII, en algunas ciudades, se prohibía que los clérigos letrados
aplicasen los decretos –el Decretum de Graciano– en la corte de justicia, a imi-
tación, parece ser, de lo que en la misma época pasaba en Zaragoza.

Es significativo el episodio registrado en Tudela en 1247 cuando, según Lacarra, se prohi-


bió, tal como se había hecho en otras poblaciones, admitir que actuaran en el Tribunal de
Justicia aquellos que supiesen decretos, o sea, el decreto de Graciano. Con esta prohibi-
ción se pretendía combatir una de las consecuencias de la aplicación del derecho común,
especialmente en el ámbito procesal, que era el alargamiento del proceso judicial y el
consecuente encarecimiento de la justicia. La medida no iba contra el clero en general,
ya que se admitía en el proceso al clero que no conocía el decreto, sino que se dirigía a
aquellos que, conocedores del derecho canónico, lo aplicaban.

De esta forma, hay que pensar que el obispado de Pamplona sería un agente
activo en la recepción del derecho común en Navarra, en cuya curia actua-
ban, como jueces y asesores, clérigos formados en los dos derechos. Lo mismo
sucedía en la curia regia o Tribunal de la corte Mayor, donde, a partir del siglo
© FUOC • PID_00163033 133 La creación del derecho en los reinos peninsulares...

XIV, se documenta la presencia de juristas que habían estudiado en Francia o


en Bolonia. El hecho de que estos dos tribunales, el del obispo en Pamplona
y el del rey, sean los principales núcleos donde se utilizaba el derecho de la
recepción, explica la preponderancia de la recepción del derecho procesal ro-
mano-canónico.

Hay que advertir, sin embargo, que esta recepción del derecho procesal fue en buena me-
dida indirecta. En algunos manuscritos del Fuero de Tudela hay, en nota, extractos proce-
dentes de la Tercera Partida, que contiene derecho procesal romano-canónico. Por esta
razón se ha hablado de la función de las Partidas de Alfonso X El Sabio como sustitutas,
en Navarra, del derecho romano-canónico.

Por último, y de una forma parecida a lo que había pasado en Aragón con el
Justicia Mayor, fue necesario interpretar continuamente los fueros. Para fijar
esta interpretación, los reyes hicieron redactar los usos, estilos y costumbres
que surgían en la diaria tramitación de las causas. Como había hecho el Justicia
Mayor aragonés, los juristas recurrieron al derecho común para resolver las
controversias que provocaban los mismos fueros.

Novissima recopilación de las leyes de Navarra 1, 3, 1 (Pamplona. 1576. Ley


9. Quaderno 1):

Que�a�falta�de�Fuero�se�juzgue�por�el�derecho�comun.

Item suplicamos á vuestra Magestad, que en quanto decidir, y sentenciar las causas, y
pleitos, á falta del Fuero, y Leyes deste Reino, se juzgue por el derecho comun, como
siempre se há acostumbrado.

Decreto.

Visto el sobredicho Capitulo, por contemplación de los dichos tres Estados, ordenamos,
y mandámos, que se haga como el Reino lo pide. (Aquilino Iglesia, Antología 43 e) p. 173)

En un primer momento el derecho común jugó un papel conciliador


de las contradicciones y ambigüedades que generaba la aplicación de
los fueros navarros, pero al lado de este papel superador de dudas y que
ayudaba a comprender mejor los fueros, en la época moderna, el dere-
cho común se convirtió, de forma espontánea y natural, en el verdadero
derecho supletorio al que recurrían los juristas. El hecho de que Carlos
III, en el siglo XV, tuviese que recordar que era preciso aplicar los fueros
y que éstos tenían que ser preferidos a todo derecho canónico y civil,
es revelador, precisamente, de que el derecho común se estaba aplican-
do de forma abusiva. Es muy significativo que los estamentos en 1576
pidieran al rey, y lo obtuvieran, que, a falta de fuero y leyes de reino, se
pudiese recurrir "al derecho común, como siempre lo habían acostum-
brado a hacer".

7.2.4. La fijación del orden de prelación de fuentes

En Navarra no existió un orden de prelación, aunque aparezca insinuado en


la decisión de Carlos III (1413) y en la de 1576, momento en el que se afirmó
claramente como derecho principal del derecho navarro y como supletorio del
© FUOC • PID_00163033 134 La creación del derecho en los reinos peninsulares...

derecho común.Lo que se hacía con estas decisiones era defender el derecho
propio frente a algunos otros derechos, aunque estas decisiones, en concreto
la de 1576, no aclararon el sentido de la expresión "fuero y leyes deste reino"
y, en cambio, introdujo la terminología de derecho común.

Hay que entender, en tal caso, el problema del supletorio como una estrategia
de�defensa del derecho navarro, tras haber fracasado el intento de redactar
un Fuero Reducido e identificado el derecho navarro con el Fuero General de
Navarra. Éste, en tanto que texto medieval, presentaba los inconvenientes de
no responder a las situaciones de la sociedad moderna y de no decir nada
acerca de la forma en que había que colmar las lagunas legales, a fin de no
atribuirle esta facultad al monarca.

A falta de derecho propio, el jurista navarro Martínez de Olano propuso, en el


siglo XVI, que había que aplicar el derecho del rey (identificado con el derecho
castellano, derecho común de todos los fieles del monarca). Sin embargo, los
estados, lejos de este planteamiento, entendían que el derecho común era otra
cosa. Éstos pretendían que el rey oficializase la costumbre que tenían los na-
varros de regirse por el derecho común, supletorio del fuero y de las leyes del
reino, hasta que en 1576 consiguieron que se reconociese el derecho común
como derecho supletorio. Según Martínez de Olano, el derecho común del que
hablaban los estados se tenía que identificar con el ius commune civium roma-
norum, es decir, el Corpus iuris civilis, que se tradujo al castellano y adquirió
carácter oficial en Navarra en el siglo XIX.

Novísima recopilación 1,3,1, Pamplona, 1576, ley 9, cuaderno 1

"Que a falta de Fuero se juzgue por el derecho comun.

Item, suplicamos á vuestra Magestad, que en quanto decidir, y sentenciar las causas, y
pleitos, á falta del Fuero, y Leyes deste Reino, se juzgue por el derecho comun, como
siempre se há acostumbrado.

Decreto.

Visto el sobredicho Capitulo, por contemplación de los dichos tres Estados, ordenamos
y mandámos, que se haga como el Reino lo pide."

Hemos identificado lo que los navarros entendían por derecho común, pero,
¿qué entendían por derecho�principal? ¿Qué eran los fueros del reino men-
cionados en el texto aprobado en las cortes de 1576? Los estados consideraban
las leyes del reino como las leyes decisivas, es decir, leyes solicitadas por los
estados al monarca, a las que se equipararon las reparaciones de agravios y las
leyes dadas a petición de los estados con el fin de reparar un desafuero. Para los
navarros, había que derogar las leyes del virrey y del Consejo Real, así como
las pragmáticas contrarias al derecho del reino. A pesar de todo, los estados
fracasaron en sus propósitos, ya que en Navarra:

1) El rey daba leyes, las cuales revocaba sólo si eran contrarias a las del reino.
© FUOC • PID_00163033 135 La creación del derecho en los reinos peninsulares...

2) El rey daba pragmáticas sin que fuese precisa una necesidad urgente.

3) El rey determinaba si se producía o no violación del derecho.

4) El rey no estaba obligado a reparar el contrafuero realizado.

Los estados fracasaron en su intento de que las leyes del reino se li-
mitasen a ser las leyes decisivas y las reparaciones de agravios, ya que
aunque el monarca se podía negar a reparar un agravio y su decisión
era aceptada como legítima, era contraria al juramento hecho ante los
navarros. Este hecho demuestra que la soberanía, en Navarra, se encon-
traba enmanos del rey.

La afirmación del triunfo de la soberanía del monarca en Navarra es evidente si conside-


ramos que las soluciones a los conflictos eran puramente formales. En realidad, las leyes
del rey, y las de los virreyes y las del Consejo Real, en tanto que leyes del rey, podían
derogar las leyes dadas en cortes, ya que todas las leyes, decisivas o no, eran leyes�del
soberano y era él quien decidía su vigencia.
© FUOC • PID_00163033 136 La creación del derecho en los reinos peninsulares...

Resumen

A principios del siglo VII, concretamente entre los años 711 y 716, el reino
visigodo de Toledo desaparecía a raíz de la conquista musulmana. Se iniciaba
lo que los historiadores hemos calificado de edad media. Veréis que, aparte
de los cambios políticos que la conquista musulmana comportó, durante es-
te periodo, y hasta bien entrados los siglos XI y XII, fue cuajando una nueva
concepción de lo que era el derecho y, ante las especiales circunstancias de la
expansión del feudalismo por todo occidente, también la creación del derecho
se vio afectada. Las concepciones�políticas�y�jurídicas que el reino visigodo
había heredado de Roma y que había desarrollado a su manera, fueron paula-
tinamente sustituidas por otras concepciones cuyo germen hay que situar en-
tre el fin del Imperio romano de occidente y los primeros años de los nuevos
reinos germánicos independientes. Si en la tradición�romana el derecho era
algo de los hombres y del emperador, depositario de la antigua maiestas del
pueblo romano, que ejercía en exclusiva el monopolio legislativo, ahora, en
la�alta�edad�media, y con el decisivo papel que jugó la Iglesia, único poder
universal que sobrevivió al fin del Imperio romano, triunfó la idea de que todo
el derecho era de procedencia divina y que a los hombres les correspondía, en
consecuencia, no crearlo sino simplemente identificarlo.

De forma paralela, durante todo este periodo altomedieval, se extendió el ré-


gimen� feudal y el poder público quedó extraordinariamente debilitado en
beneficio de los grandes señores feudales laicos y eclesiásticos. Se puede decir
que, pese a que siguieron existiendo reyes y a que Carlomagno restauró el im-
perio occidental, Europa era un mosaico fragmentado de pequeños poderes.
La tradición romana, en todo occidente y también en los territorios cristianos
que no estaban controlados por los musulmanes de la Península Ibérica, se
iba diluyendo a costa de la nueva realidad social, económica y política. Para
los cristianos peninsulares, esta tradición romana ya se había desarrollado y
cristalizado en el reino�visigodo en el Liber Iudiciorum. El derecho del Liber era
la ley por antonomasia de los cristianos peninsulares, pero el Liber como libro
de libros, sin un poder central que los controlase, iba a la deriva.

El renacimiento social y económico que vivió occidente a partir del año 1000
no sería ajeno al renacimiento jurídico de la Escuela de Bolonia. En esta ciu-
dad del nordeste de la península italiana fue redescubierto, para Occidente, el
derecho romano que Justiniano, emperador de la parte oriental del imperio,
había compilado en el siglo VI y que, hasta entonces, prácticamente había pa-
sado desapercibido en Occidente. Este renacimiento jurídico boloñés tendría
importantes consecuencias para el futuro de los ordenamientos jurídicos de
los diferentes reinos europeos. Los juristas de Bolonia centraron su atención en
el derecho�romano�justinianeo, en el derecho canónico y también en el de-
recho feudal. Este movimiento se difundiría por todo Occidente con el nom-
© FUOC • PID_00163033 137 La creación del derecho en los reinos peninsulares...

bre de la Recepción, ya que en los diferentes reinos occidentales y también


en el Imperio romano germánico se recibirían estos derechos como derechos
comunes.

En la Península Ibérica, y al abrigo de la Reconquista, se irían formando los


nuevos reinos que, en el plano jurídico, recibirían todos ellos la herencia deja-
da por el reino visigodo, el Liber Iudiciorum, que sobreviviría junto a los nuevos
derechos especiales y particulares que surgían en los diversos centros de con-
vivencia. Podríamos decir que a partir del siglo XII en todos los reinos penin-
sulares se dio un fenómeno parecido, que consistía en la recepción de los de-
rechos comunes –el romano justinianeo y el canónico–, que se combinarían,
en cada reino, de una forma diferente, con los respectivos derechos propios.

El ordenamiento jurídico de los reinos�hispánicos�medievales se configuró a


partir de una doble relación dialéctica: por un lado, la recepción del ius com-
mune que tenía que encajar con los derechos propios de cada reino, y, por otra,
la lucha de los diferentes monarcas por imponer la creación del derecho sobre
los sectores privilegiados de la sociedad feudal. Y es en este último sentido
como hay que entender las tensiones entre el derecho que creaba el rey solo
y el derecho que el monarca creaba junto a los estamentos en las cortes. La
jerarquización entre los diferentes derechos propios –del rey, de los munici-
pios, de los señoríos, de las cortes, tradicional, etc. (teniendo en cuenta que
tras cada derecho hay unos actores sociales con determinados intereses)– y la
adecuación del derecho propio con el derecho común de la recepción, era, en
definitiva, lo que movía y a la vez configuraba los ordenamientos jurídicos de
los reinos de la Corona de Aragón y de los de la Corona de Castilla durante
el periodo medieval.

El resultado de aquella relación dialéctica a la que nos acabamos de referir fue


diferente en cada reino. En la corona de Castilla, las pretensiones de imponer
el monopolio legislativo por parte del rey –lo que, además de otras prerroga-
tivas, en la época calificaríamos de soberanía– acabó imponiéndose. De esta
forma, entre los siglos XIV y XV aproximadamente, el rey podía legislar con
carácter general para todos sus sometidos sin demasiada dificultad. Por el con-
trario, en los territorios de la Corona de Aragón, los estamentos consiguieron
obstaculizar y poner ciertos frenos a la potestad legislativa del monarca. Nadie
negaba que al rey, por el hecho de serlo, le correspondía la creación del dere-
cho, pero la forma de llevar a la práctica esta creencia y el papel que le tocaba
jugar en las cortes, eso fue diferente en las dos coronas peninsulares.

En otro sentido, también se resolvió de una forma diferente la recepción del


ius commune en Castilla y en Cataluña, por poner como ejemplos los dos casos
más diferentes. Mientras que en Castilla el derecho común se había recibido
dentro de Las Siete Partidas, la obra de Alfonso X, y, por lo tanto, estaba im-
pregnando la parte más importante del derecho propio, en Cataluña, en cam-
© FUOC • PID_00163033 138 La creación del derecho en los reinos peninsulares...

bio, el derecho común formará un ordenamiento jurídico con carácter suple-


torio al que se recurría cuando el derecho propio, convenientemente jerarqui-
zado, se convertía en insuficiente.

Los órdenes de prelación de fuentes (que representan el punto de madurez


de un proceso iniciado, como hemos visto, en el siglo XIII en los diferentes
reinos y que culminará después de los Decretos de Nueva Planta), suponen la
utilización de un medio técnico para fijar las vías por las que se deben com-
pletar las posibles lagunas del ordenamiento propio, con una jerarquía clara
que distingue entre ordenamiento principal y ordenamientos subsidiarios, y
aún, ordenando también los subsidiarios si hay más de uno.
© FUOC • PID_00163033 139 La creación del derecho en los reinos peninsulares...

Actividades
1. Realizad dos mapas políticos de Europa: uno de la situación política en el año 800, con
la restauración del Imperio romano por Carlomagno, y otro del siglo XIII. Comparadlos y
comentad las diferencias entre los dos momentos históricos mencionados.

2. Explicad los rasgos básicos de la doctrina del agustinismo político a partir de las formula-
ciones que hicieron Agustín de Hipona, Gelasio, Isidoro de Sevilla, Carlomagno y Jonás de
Orleans.

3. Buscad cuáles son los textos que integran la compilación justinianea del siglo VI y cómo
llegan a ser conocidos estos mismos elementos del Corpus iuris en la tradición boloñesa.
Haced un cuadro comparativo a dos columnas señalando las equivalencias.

4. Explicad brevemente los objetivos de la política legislativa de Alfonso X.

5. Leed atentamente los textos del Ordenamiento de Alcalá (OA 28, 1 [OORR. 1,4,4]) y de las
Leyes de Toro (Ley primera, R. 2.1.2 ][NR. 3,2,3] –que encontraréis en el apartado Ordenamiento
jurídico de la Corona de Castilla en la baja edad media– y la ley de promulgación de la Nueva
Recopilación –reproducida en el apartado Las recopilaciones y las órdenes de prelación del derecho
en la Corona de Castilla,– y explicad cuál fue el orden de prelación en Castilla entre los siglos
XIV y XVIII.

6. Leed los textos correspondientes al capítulo que trata de los Usatges dentro de los Costums
de Lleida de 1228, el capítulo 81 de los Costums d'Horta de 1298 y el capítulo 129 de los
Costums de Miravet de 1319. Buscad cuáles son los malos usos, y en concreto fijaros en la
trascendencia de los citados textos. Plantearos los motivos.

7. Haced un cuadro cronológico que recoja la conquista de Mallorca, de las otras islas, y de
los reyes privativos de Mallorca hasta la anexión de 1349.

8. Leed el apartado correspondiente al reino de Valencia que trata de "Derecho propio y


derecho común". Haced una lista de las medidas dirigidas a defender los Furs de València.

9. Haced un esquema con las diferentes versiones que se hicieron de los Fueros de Aragón y
su correspondencia con las versiones que hizo Vidal de Canellas.

10. Componed un cuadro con el itinerario político de Navarra desde la alta edad media hasta
la época moderna.

Ejercicios de autoevaluación
De�selección

1.�El la alta edad media...


a) no hay derecho.
b) no hay renovación sino sólo restauración de un derecho antiguo.
c) no hay renovación sino sólo restauración de un derecho nuevo.
d) no hay restauración sino sólo renovación de un derecho bueno.

2.�Durante la alta edad media, el Liber es...


a) el ordenamiento jurídico general y completo de todos los cristianos peninsulares.
b) un derecho particular entre los cristianos peninsulares.
c) un derecho desconocido entre los habitantes peninsulares.
d) el derecho común de todos los habitantes de la Península.

3.�El año 800 Carlomagno fue coronado emperador de...


a) el Imperio romano de oriente.
b)�el Imperio napoleónico.
c) el Imperio romano-germánico.
d) el Imperio cristiano.

4.�Es una característica esencial de las glosas y de la escuela de los glosadores...


a) la extensión de las glosas.
b) la vinculación de la glosa al texto legal.
c) el nombre del jurista autor de la glosa.
d) la desvinculación de la glosa del texto legal.

5. ¿Cuál fue la primera fuente de derecho en el orden de prelación del Ordenamiento de Alcalá?
a) Las Partidas.
© FUOC • PID_00163033 140 La creación del derecho en los reinos peninsulares...

b) La legislación del rey.


c) La legislación de cortes.
d) El ius commune.

6. Para legitimar el poder creador del derecho del conde de Barcelona, el anónimo jurista
de los Usatges...
a) invoca textos de las Decretales.
b) acude a la tradición del derecho romano.
c) recurre a la tradición del derecho visigodo.
d) alega capitulares de los monarcas carolingios.

7. La teoría de que el conde de Barcelona podía legislar, contenida en los Usatges de Barcelo-
na,...
a) supone la renuncia de Jaume I a utilizar el derecho romano en Cataluña.
b) fundamenta la potestad del conde de Barcelona a partir del Liber.
c) fundamenta la potestad del príncipe a partir del derecho feudal.
d) apunta que el conde de Barcelona recibe el nombramiento oficial de príncipe.

8. Los Furs de València contienen...


a) el derecho consuetudinario valenciano.
b)�la tradición visigoda que había pervivido en Valencia.
c) derecho del Código de Justiniano y otros derechos.
d) una traducción en catalán de los Fueros de Aragón.

9.�¿Cuál fue el derecho supletorio en Mallorca en la época de la conquista de Jaime I?


a) El Liber Iudiciorum.
b) Los Usatges de Barcelona.
c) El ius commune.
d) El derecho musulmán.

10.�¿Qué son las observancias?


a) Una compilación de antiguas leyes aragonesas.
b) Notas marginales al Fuero General de Navarra.
c) Jurisprudencia del Justicia Mayor de Aragón.
d) Las glosas a Las Partidas.

11. ¿Qué son los amejoramientos?


a) Mejoras al derecho navarro hechas por los nobles.
b) El mantenimiento y la mejora de los fueros navarros por parte del rey.
c)�Los añadidos a los Fueros de Aragón.
d) Las leyes de corte hechas en Castilla.

12. En Cataluña, la equidad regulada o tasada aparece...


a)�en la pragmática de Jaime I de 1243.
b) en la decisión de Jaime I de 1251.
c)�en el capítulo de corte de 1409 de Martín el Humano.
d) en la Constitución de 1599 de Felipe II.

13.�En la edad moderna, en Aragón, los principios aplicables del derecho común...
a) los fija la Audiencia.
b) los establece el Justicia Mayor.
c) los dicta el rey.
d) los dicta el príncipe.

Cuestiones�breves

1. ¿En qué consiste, esencialmente, la línea de pensamiento conocida como "agustinismo


político"?

2. ¿Cuáles eran las singularidades de la nueva forma de estudiar derecho en Bolonia?

3. ¿Cuál fue la última compilación oficial del derecho canónico, encargada al papa Clemente
V?

4. ¿Qué eran los Libros de Fuero?

5. ¿Cuál era el contenido y el carácter de las Siete Partidas?

6. ¿Cuál es la formación específica de los juristas como muestra de la recepción en Cataluña?

7. ¿Qué son los Consuetudines Valentiæ?


© FUOC • PID_00163033 141 La creación del derecho en los reinos peninsulares...

8. ¿Cuál fue el derecho supletorio en Mallorca?

9. ¿Cuál es el contenido esencial de los Fueros de Aragón aprobados por las Cortes de Huesca
de 1247?

10. ¿Cómo se produjo la recepción del derecho común en Navarra?

11. ¿Qué novedades aportó la Constitución de 1599 que fijaba el orden de prelación de
fuentes, con respecto al capítulo de corte de 1409?

Desarrollo�del�tema

1. La escuela de los comentaristas.

2. Identificad y explicad una diferencia y una semejanza entre los ordenamientos jurídicos
bajomedievales de Castilla y de Cataluña.
© FUOC • PID_00163033 142 La creación del derecho en los reinos peninsulares...

Solucionario
De�selección

1.�b)�En la alta edad media había el convencimiento de que todo el derecho era de origen
divino; en consecuencia, se consideraba que no había renovación o creación del derecho
sino sólo restauración e identificación de un derecho antiguo.

2.�a) Desaparecida la monarquía visigoda, el Liber se convirtió en el ordenamiento jurídico


general y completo de todos los cristianos peninsulares.

3.�c) Carlomagno se hizo coronar emperador del Sacro Imperio Romano Germánico; era la
ficticia restauración del Imperio romano occidental desaparecido en el año 476.

4.�b)�Los glosadores, a diferencia de los comentaristas, se ciñeron en su tarea al texto estricto


del Corpus Iuris. Habiendo sacralizado estos textos no osaron ir nunca más allá de su litera-
lidad.

5.�b)�En primer lugar, había que aplicar las leyes del rey que estaban contenidas en el mismo
ordenamiento de Alcalá; en segundo lugar los derechos municipales y señoriales, después las
Partidas y finalmente se recurría al rey.

6.�c) El anónimo jurista de los Usatges, para legitimar el poder creador del conde de Barcelona,
en lugar de acudir a la tradición del derecho romano, recurre a la tradición del derecho
visigodo contenida en el Liber.

7.�b)�La potestad legislativa del conde de Barcelona que encontramos reivindicada por un
jurista anónimo en los Usatges es legitimada a partir del Liber Iudiciorum. Se utilizaban citas,
afirmaciones y argumentaciones procedentes del Liber para fundamentar la facultad de crear
derecho que reclamaba el conde de Barcelona, lo que era una gran novedad en aquellos
momentos.

8.� c) Los furs, otorgados por Jaime I, contenían los primitivos privilegios concedidos a la
ciudad y el resto se basa en el código de Justiniano, el Digesto, el Decreto y los Decretales,
los Libri Feudorum y algunas otras fuentes desconocidas.

9.�c) a pesar de que no se ponga de manifiesto de forma directa y expresa, el ius commune
actuó como derecho supletorio del nuevo derecho propio establecido por el rey, de la misma
forma como ya estaba pasando en Cataluña en aquellos mismos momentos, a mediados del
siglo XIII.

10.�c) El Justicia Mayor de Aragón había asumido la defensa de los Fueros de Aragón, y sus
decisiones recibían el nombre de observancias que eran un tipo de jurisprudencia formulada
para este cargo.

11.�b)�Al rey, por el hecho de serlo, le correspondía, en Navarra, mejorar y mantener el dere-
cho de los navarros. Sus actuaciones en este sentido recibirían el nombre de amejoramientos.

12.�d) La equidad regulada o tasada aparece en Cataluña en la Constitución de 1599 de Felipe


II que fija el orden de prelación de fuentes; la pragmática de 1243 no se ocupaba de esto,
la decisión de 1251 hablaba del sentido natural y el capítulo de corte de 1409 hablaba de
equidad y buena razón. La equidad tasada se convirtió en un elemento para controlar la
actividad judicial porque limitaba la actuación de los jueces, que se debía ajustar a las normas
de derecho común y a las aportadas por los doctores en materia de equidad.

13.�a) En la edad moderna, en Aragón, con la pérdida de protagonismo del Justicia fue la
Audiencia quien continuó actuando de filtro. Se puede mantener la idea, pues, de que en
Aragón no ha existido recepción, ya que es la Audiencia quien fija los principios aplicables
del derecho común mediante sus sentencias motivadas, que se convierten en el modelo a
seguir por los tribunales inferiores.

Cuestiones�breves

1. El agustinismo político entendía que por encima del poder temporal de los reyes y empe-
radores estaba el poder espiritual, sobrenatural o divino al que estaba vinculado y sometido
el primero. La tarea de reyes y emperadores era instaurar la justicia cristiana en la tierra por
medio del terror. Reyes y emperadores, por tanto, tenían un poder de carácter ministerial,
en el sentido de que era un poder al servicios de Dios y de la Iglesia. El poder político no
tenía naturaleza política, sino que estaba al servicio de materializar los ideales cristianos. De
esta forma, si todo poder temporal venía de Dios y era concedido a los hombres por medio
© FUOC • PID_00163033 143 La creación del derecho en los reinos peninsulares...

del Papa, también era el Papa el que podía retirarlo si los titulares de los poderes temporales
no actuaban correctamente.

2. Las singularidades de la nueva forma de estudiar el derecho de Boloña se centraban en el


hecho de que se trataba de un estudio autónomo del derecho realizado sobre textos legales
originales de Justiniano.

3. La última compilación oficial de derecho canónico, encargada por el Papa Clemente V, fue
el Liber Septimus (conocido también con el nombre de Clementiæ). La promulgó Juan XXII
en 1317, dentro de la sistemática del Papiense, como las anteriores (el Liber Extra o Decretales
de Gregorio XI, de 1234, y el Liber Sextus, de Bonifacio VIII, de 1298).

4. Los Libros de Fueros recopilaban el derecho propio y exclusivo de cada ciudad, de las cuales
tomaban el nombre, pero en realidad, todos estos libros tenían el mismo contenido, el Fuero
Juzgo, que era una traducción al castellano del Liber Iudiciorum. Eran derechos particulares que
en el territorio donde regían, es decir, en el municipio, funcionaban como ordenamientos
jurídicos generales y completos.

5. Las Siete Partidas, de hecho, son derecho hecho por Alfonso X y, pues, derecho del rey
(y por tanto derecho propio de Castilla); pero su contenido esta lleno de ius commune, y en
este sentido se puede decir que, en el contexto castellano, equivalen al derecho común. Por
tanto, por un lado sí que es derecho común y por otro es derecho propio. La respuesta a qué
carácter tiene el derecho de Las Siete Partidas, por tanto, tiene que ser matizada en el sentido
que hemos apuntado.

6. La recepción del derecho común en Cataluña, superada la situación derivada de la dispo-


sición de Jaime I de 1251, se fue produciendo, sin reconocimiento oficial, tal como evidencia
la documentación judicial. Superada la función del Liber, el recurso al ius commune se podía
justificar gracias a la interpretación de los juristas del usatge Judicia curiæ. En este contexto
se abrió camino la idea que hacía falta una formación específica para participar en la vida
jurídica, formación que había que acreditar mediante un examen y otros requisitos que se
fueron estableciendo a lo largo del siglo XIV (podéis ver las disposiciones de 1289, de 1359
y de 1363).

7. Los Consuetudines Valentiæ es el nombre que reciben el libro de fueros que concedió Jaime
I después de conquistar la ciudad. Se trata de un ordenamiento jurídico general y completo
para todos los naturales del reino, probablemente promulgado en 1240. En 1251 se le cam-
bió el nombre por el de Fori Valentiæ, y en 1261 los hizo traducir al valenciano. Se pueden
considerar una recesión medieval del Código de Justiniano.

8. Las tres islas, Mallorca, Menorca e Ibiza, tuvieron un mismo derecho supletorio, el derecho
común, el cual fue adquiriendo características propias en cada una al ser modificado el dere-
cho propio de cada isla. Los ordenamientos jurídicos de las islas presentaban como rasgo co-
mún la aplicación del ius commune como ordenamiento jurídico general y completo en todas
las causas, salvo de lo que dispusiese el derecho propio y los Usatges (en el ámbito penal).

9.�Pese a que Jaime I afirmaba que los Fueros de Aragón contenían derecho tradicional de Ara-
gón, su contenido esencial se correspondía con una de las versiones que entonces circulaban
del derecho de Jaca.

10.� El derecho común nunca fue aceptado oficialmente en Navarra pero tampoco estaba
prohibido. Las vías principales de llegada de este derecho fue el obispado de Pamplona –don-
de los clérigos utilizaban el derecho canónico y a menudo estaban formados en los dos de-
rechos, civil y canónico– y la curia regia, donde había juristas formados igualmente en el
derecho común. Estos dos importantes tribunales fueron el foco de irradiación de la recep-
ción en Navarra.

11.�Las novedades que aportó la Constitución de 1599 que fijaba el orden de prelación de
fuentes referente al capítulo de corte de 1409 fueron: en primer lugar, la aparición de un
orden jerárquico de prelación en sentido técnico que distinguía entre derecho principal y
derecho supletorio; en segundo lugar, también en sentido técnico, el establecimiento de un
orden de prelación dentro del derecho supletorio; en tercer lugar, el control de la actividad
judicial mediante la equitatividad tasada.

Desarrollo�del�tema

1. Los comentaristas en la escuela de Boloña

Los comentaristas son los continuadores de la tarea de los glosadores, y reciben el nombre
por el nuevo género que utilizan, el comentario.
© FUOC • PID_00163033 144 La creación del derecho en los reinos peninsulares...

Como sabemos, el método de la glosa había culminado y se había llegado a agotar, tal como
evidenciaban la Magna Glossa de Accusio en el ámbito civil y la glosa ordinaria en el Liber
Extra de Bernardo de Parma en el ámbito canónico, ante la incapacidad de continuar hacien-
do nuevas y originales aportaciones que no hubiesen sido ya recopiladas en los apartados
citados.

El inicio de la renovación y de la superación del método de trabajo empezado por los juris-
tas de Bolonia alrededor del año 1000 tiene lugar fuera de Italia, en la localidad francesa
de Orleans, a mediados del siglo XIII, con la obra de Jacques de Revigny y de Pierre de Bella-
perche. Esta renovación y superación sólo es concebible si tenemos en cuenta la tarea que
previamente habían llevado a cabo los glosadores. Sin sus aportaciones en la fijación de los
textos legales y en la interpretación del derecho que contenían, la tarea innovadora de los
comentaristas difícilmente habría sido posible.

Si bien los glosadores se sentían vinculados a la letra de la ley y miraban los textos legales
como si fuesen sagrados, los comentaristas, en cambio, no se sentían vinculados y los con-
sideraban ricas fuentes de principios jurídicos donde acudir para construir un sistema jurí-
dico nuevo que tuviese muy en cuenta, integrándola, la realidad social de la época, ya que
procuraban adecuar el derecho romano justinianeo a la realidad de su tiempo (a diferencia
de los glosadores que se esforzaron en introducir su realidad dentro de los esquemas de la
obra justiniana).

La manifestación más pura del nuevo método, profundamente dialéctica, era el comentario.
El comentario, sin embargo, no era un género nuevo; los glosadores ya lo habían utilizado
sin que llegase a fructificar. El comentario surgió como consecuencia de las transformacio-
nes de los antiguos aparatos de glosas y de los cambios de la lección oral que dieron como
resultado una modalidad más uniforme de glosas discursivas que ya sólo se diferenciaban
por la extensión.

El hecho de que no estuviesen vinculados a la letra de la ley, permitió a los comentaristas


crear nuevos géneros literarios más congruentes con su actividad. Los tres principales que
triunfan con la escuela de los comentaristas (a pesar de tener, como hemos visto, un origen
anterior), son el tratado –que se ocupa monográficamente de un objeto o de una institución–,
el comentario –que a partir de un casus hace una paráfrasis del texto legal– y los consilia
–resolución de casos jurídicos con una finalidad práctica evidente y teniendo presente la
realidad coetánea–.

Juristas destacados de esta escuela, además de los iniciadores de Orleans ya citados, son: Cino
da Pistoia, Bartolo da Sassoferrato y Baldo degli Ubaldi (los dos últimos del siglo XIV). Entre
los canonistas, a pesar de la cada vez más difícil separación entre derecho civil y derecho
canónico, encontramos: Giovanni d'Andrea (Juan Andrés en los textos castellanos, s. XIII-XIV)
y Niccolo de Tedeschi (conocido como abad Panormitano, s. XV).

Los comentaristas, a pesar de coincidir con los glosadores en considerar que el derecho ro-
mano era la expresión técnica más perfecta del derecho, ya no consideraban que su vigencia
proviniese de la voluntad del emperador, sino que tuvieron que reconocer, aceptando las
conclusiones de los juristas del siglo XIII, que había reyes y ciudades (por ejemplo, las ciuda-
des-estado italianas y las relaciones que se establecían entre ellas) que no estaban sometidos
al emperador.

2. Identifica y analiza una diferencia y una semejanza entre los ordenamientos jurídico ba-
jomedievales de Castilla y de Cataluña.

El fenómeno de la recepción del derecho común sirve para ilustrar tanto las semejanzas como
las diferencias entre Castilla y Cataluña en la edad media.

Una de las varias posibles semejanzas que hay entre los ordenamientos castellano y catalán
en la baja edad media es que en ambos se produjo el fenómeno de la recepción del derecho
común. Tanto en Cataluña como en Castilla, en los siglos XIII y XIV culminó el proceso de la
recepción de ius commune. El derecho romano-justinianeo y el derecho canónico penetraron
con fuerza en ambos países, y actuaron, si bien de forma diferente, como derecho supletorio
que actuaba en defecto del derecho propio. Ciertamente, lo que diferencia a las dos comu-
nidades es la forma como se produjo esta recepción.

En Castilla, la recepción se produjo a partir de la incorporación del derecho romano justi-


nianeo y canónico dentro de Las Siete Partidas, obra de Alfonso X en el siglo XIII. Esta obra,
siendo un caso claro de derecho propio de Castilla, actuó, en la práctica, como un derecho
supletorio al que se recurría cuando el derecho principal era insuficiente. Según el Ordena-
miento de Alcalá de 1348, y lo mismo se haría en las Leyes de Toro de 1505, primero hacía falta
recurrir al derecho del rey, en segundo lugar, y con muchos límites, a los fueros municipales
y señoriales, y en tercer lugar a las Partidas. Por último, se volvía a recurrir al rey en caso de
que se tuviesen que colmar lagunas. Las Partidas de Alfonso X, eran, pues, a la vez derecho
© FUOC • PID_00163033 145 La creación del derecho en los reinos peninsulares...

propio y derecho común. Contenían el derecho de la recepción, pero eran derecho propio,
ya que lo había creado el rey castellano.

En Cataluña, por el contrario, el derecho común se recibe como un ordenamiento jurídico al


que, situado al lado del derecho propio, se podía recurrir cuando el derecho propio resultaba
insuficiente. En los órdenes de prelación de fuentes de Cataluña, el derecho común aparece
en última instancia, con un marcado carácter supletorio. Después de recurrir a los Usatges,
al derecho de las cortes y al derecho del rey, y a los derechos particulares, se recurría, en
Cataluña, al derecho común (como se decía en 1409) o al derecho canónico y al derecho
romano (como se diría en 1599).

Parecido fue el papel secundario que desarrollaron los derechos particulares, tanto el muni-
cipal como el señorial, desde el siglo XV, sobre todo, en adelante. Por el contrario, otra dife-
rencia notable sería el papel del rey como creador del derecho, ya que en Castilla el rey desde
muy pronto se convirtió en creador del derecho sin obstáculos importantes o destacables,
mientras que en Cataluña, aún reconociendo al conde de Barcelona la potestad legislativa,
el rey vio limitada o frenada su actividad por los estamentos reunidos en las cortes. Esta si-
tuación se reflejaría en los órdenes de prelación de fuentes, ya que mientras que en Castilla
el derecho del monarca aparece en último lugar y es el rey a quien se recurre en última ins-
tancia, en Cataluña ninguna de estas dos circunstancias se dio.
© FUOC • PID_00163033 146 La creación del derecho en los reinos peninsulares...

Glosario
agustinismo político  m  Doctrina que se basa en la obra de Agustín de Hipona, alrededor
de la que se forma la teoría de la res publica christiana.

Al-Andalus  f  Denominación que en la edad media servía para referirse a los territorios de
la Península Ibérica incorporados al mundo islámico entre los siglos VIII y IX.

alzada  f  Recurso de apelación a una instancia superior.

amejoramiento  m  Ley regia denominada así en Navarra porque corresponde al rey man-
tener los fueros de los navarros y mejorarlos.

árabe  m  Persona natural de la Península de Arabia.

beréber  m  Persona natural de un grupo étnico del norte de África, anterior a la conquista
árabe.

caloña  f  Pena pecuniaria.

casos de corte  m  pl Nombre con el que se alude a las materias reservadas a la jurisdicción
real en las Cortes de Zamora de 1274, identificadas con los delitos más graves (muerte segura,
mujer forzada, etc.). Con el tiempo, fueron aumentando los casos reservados al monarca, no
sólo por razón de la materia sino también por razón de las personas (personas desvalidas,
oficiales reales).
sin.: casos del rey.

cesaropapismo  m  Doctrina que postula la sumisión del Papa al Emperado

derecho completo  m  Ordenamiento que no necesita recurrir a otros ordenamientos para


llenar sus lagunas (Criterio en función de la capacidad de un derecho de dar respuesta a todos
los posibles conflictos de intereses que se puedan plantear en una sociedad determinada).

derecho común  m  En sentido amplio, ius commune. En otros usos, suele utilizarse esta ex-
presión para referirse a un ordenamiento compartido entre varios sujetos. En la alta edad me-
dia, el Liber era el derecho común de los cristianos peninsulares siendo también un derecho
general para todos estos cristianos peninsulares. (Criterio en función del origen del derecho).

derecho de España  m  Expresión con la que se designaba en el siglo XII en Aragón al dere-
cho de la zona al sur de la sierra de Guara y que era el territorio que se iba conquistando a las
musulmanes, por contraposición a un derecho de la montaña, que era la zona determinada
por la sierra de Guara y que tenía el centro en Jaca.

derecho de la montaña  m  Expresión con la que se designaba en el siglo XII en Aragón


al derecho de la zona determinada por la sierra de Guara y que tenía el centro en Jaca, por
contraposición a un derecho de España, que era la zona al sur de la sierra de Guara y que era
el territorio que se iba conquistando a los musulmanes.

derecho del reino  m  Derecho creado por el rey con las cortes.

derecho del rey  m  Derecho creado por el rey unilateralmente.

derecho especial  m  Derecho privativo del ámbito municipal (Derecho municipal) o del
ámbito señorial (Derecho señorial). De acuerdo con los principios de la época, se aplica con
preferencia al derecho general.

derecho general  m  Derecho de carácter general es aquel que se aplica a todos los miem-
bros de una comunidad política, mientras que, en contraposición, derecho particular es aquél
que se aplica sólo a algunas personas de aquella comunidad política. Así pues, si por ejemplo
nos fijamos en el ámbito municipal en la época medieval, el derecho municipal es, para los
habitantes de la villa o ciudad, un derecho general porque es aplicable a la generalidad de
los miembros de aquella comunidad vecinal; pero éste mismo derecho municipal, a escala
del reino, se convierte en derecho particular de un municipio y, no en un derecho general
(criterio en función de destinatarios).

derecho incompleto  m  Ordenamiento que necesita recurrir a otros ordenamientos para


llenar sus lagunas (criterio en función de la capacidad de un derecho de dar respuesta a todos
los posibles conflictos de intereses que se puedan plantear en una sociedad determinada).

derecho municipal  m  Derecho que regula la vida del municipio.


© FUOC • PID_00163033 147 La creación del derecho en los reinos peninsulares...

derecho particular  m  Derecho especial. Por ejemplo, en la época medieval, para los ha-
bitantes de la villa o ciudad, el derecho municipal es, a escala de reino, un derecho particular
de un municipio y no un derecho general (criterio en función de los destinatarios).

derecho propio  m  Derecho privativo de un territorio, parte del derecho general formado
por el derecho del rey y el derecho del reino (criterio en función del origen del derecho).

derecho regio  m  Derecho creado por el rey, sea por él unilateralmente (derecho del rey),
sea creado con las cortes (derecho del reino).

derecho señorial  m  Derecho que regula la vida del señorío.

fazaña  f  Decisión con valor judicial de sentencia dictada por libre albedrío por un juez
no profesional, basada en derecho tradicional, en derechos señoriales y municipales más
desarrollados, propia de los territorios de Castilla y de las dos Extremaduras. También podía
dictarla el rey. Creaba precedente y podía llegar a ser fuero, derecho. En el tránsito de la alta
a la baja edad media, el monarca, Alfonso X, la combatió las fazañas (las que no eran suyas)
desde su primera obra, el Fuero Real, para así legitimar su poder y consolidar su monopolio
normativo y judicial.

feudo  m  Ved inmunidad.

inmunidad  f  Bien público, entre los siglos IX y XI, concedido a un oficial del poder público
a cambio de servicios públicos; entre los siglos XI y XIII, el feudo perdió su carácter público y
se convirtió en un bien privado a cambio de servicios privados a manos de la nobleza.
sin.: feudo.

infanzón  m  Noble aragonés.

Justicia Mayor de Aragón  f  Figura creada para conseguir que los reyes catalanoarago-
neses respetasen el derecho tradicional aragonés, heredera del anterior Justicia de Aragón
(creado en el Privilegio general de 1283 para arbitrar los conflictos entre el rey y la nobleza)
que tenía que defender la aplicación de los fueros. Tenía que velar por el cumplimiento de
los Fueros de Aragón y actuaba principalmente en el ámbito de la aplicación del derecho.

libros de fueros  m pl  Ved libros de costumbres.

libros de costumbres  m pl  Nombre que reciben los textos que, fruto del desarrollo de los
derechos propios en el ámbito municipal, a partir del contenido de las cartas de privilegios
y ampliándolo con nuevas buenas costumbres, con acuerdos del Concejo, con decisiones
de los jueces o de los prohombres del lugar y, a veces, con la intervención de juristas que
refundieron y redactaron todo aquel material.

Marca hispánica  f  Término que en la documentación franca designaba la región de la an-


tigua Hispania situada al sudeste de los Pirineos bajo dominio del Imperio carolingio. Com-
prendía los territorios que quedaban al este del eje Llobregat-Carderner-sierra de Boumort.

mero imperio  m  Grado cualitativo de la jurisdicción que puede corresponder a quien


tiene el derecho de administrar justicia. Es el grado máximo, que puede llegar a imponer la
pena de muerte. Por el contrario, el mixto imperio es un grado medio entre éste y la simple
jurisdicción.
sin.:justicia de sangre.

mozárabe  m  Persona de religión cristiana en territorio dominado por los musulmanes.

mudéjar  m  Persona de religión musulmana en territorio dominado por los cristianos.

municipio  m  Centro de convivencia estándar que, con el señorío, era posible en la edad
media. Con el término municipio se hace referencia a aldeas, villas o ciudades que no de-
pendían de un señor feudal, sino directamente del rey y que, actuando ellos mismos como
señoríos colectivos, gozaban de una cierta capacidad que les permitía organizarse autónoma-
mente dentro del ámbito de reino.

musulmán  m  Persona que profesa la religión de Mahoma

observancias  f pl  Fruto de la actividad del Justicia Mayor de Aragón para perfeccionar
los Fueros recurriendo al derecho de la recepción. Consistían en objeciones, añadidos, pre-
cisiones o soluciones respecto a los Fueros, reuniendo la práctica o estilo del Justicia en la
interpretación de los Fueros para ser aplicados. Se hicieron varias compilaciones, de las que
la más conocida es la de Martín Díez de Aux, publicada en 1437.
© FUOC • PID_00163033 148 La creación del derecho en los reinos peninsulares...

orden de prelación de fuentes  f  Disposición que establece un sistema jerárquico de


fuentes que fija el orden que hay que seguir en la aplicación de los diversos elementos (de-
recho principal y derechos subsidiarios) de un ordenamiento jurídico.

poder de carácter ministerial  m  Según la concepción altomedieval, el poder temporal


proviene de Dios y el monarca sólo puede ejercerlo como depositario, como intermediario
entre la divinidad y los hombres.

postura  f  Nombre dado en Castilla a las leyes publicadas por los monarcas en las cortes.
Se recogían en un cuaderno de peticiones.
sin.: petición.

privilegio  m  Ley privada. Como tipo de concesión de una carta real , consiste en eximir,
como distinción, al beneficiario, de un régimen general.

res publica christiana  loc  Entidad con la que se identifica el mundo cristiano medieval
que hermana a todas las personas que comparten la misma fe. Se entraba a formar parte de
ella con el bautizo; la confirmación era el testimonio de la permanencia dentro de aquella
res publica christiana, y la excomunión, en consecuencia, implicaba la expulsión a la vez de
la Iglesia y de la organización política.

Sacro Imperio romano germánico  m  Denominación que recibió, a partir del siglo XV,
el imperio occidental restaurado por Carlomagno en el año 800 y continuado por Otón en
el año 926.
sin.: imperio germánico

señor  m  Persona que tiene vasallos.

señorío  m  Centro de convivencia estándar que, junto al municipio, era posible en la edad
media. Con el término señorío nos referimos a aquellas aldeas o villas que estaban bajo la
jurisdicción de un señor feudal –laico o eclesiástico– y, que no tenían, por lo tanto, posibi-
lidades de desarrollo jurídico, institucional o político autónomo dentro del marco de una
entidad política superior como el reino, sino que dependían de un superior inmediato que
era el señor jurisdicción, y no el rey.

teocracia pontificia  f  Doctrina que postula la sumisión del Emperador al Papa.

vasallo  m  Persona que depende de su señor por una relación de vasallaje.


© FUOC • PID_00163033 149 La creación del derecho en los reinos peninsulares...

Bibliografía
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Ullmann, W. (1985). Principios de gobierno y política en la edad media. Madrid: Alianza.


La creación del
derecho ante la
aparición del
estado moderno
De la formación del Estado a los
Decretos de Nueva Planta

Max Turull Rubinat


Oriol Oleart Piquet
Mònica González Fernández
PID_00163034
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Índice

Introducción............................................................................................... 5

Objetivos....................................................................................................... 7

1. El nacimiento del Estado y la noción de soberanía.................. 9


1.1. Nacimiento del Estado ................................................................ 9
1.2. Nacimiento del concepto de soberanía ...................................... 10
1.3. Estado y soberanía en la Península Ibérica ................................. 12
1.3.1. La aparición del estado moderno en la Península ......... 12
1.3.2. La consolidación del poder soberano en la Península ... 14
1.4. El poder legislativo del monarca como muestra del ejercicio
de la soberanía ............................................................................ 17
1.4.1. Las leyes en los diferentes reinos .................................. 18
1.4.2. Formas de control de la actuación de la monarquía ..... 19

2. Las compilaciones: el conocimiento del derecho del pasado.. 22


2.1. Compilaciones ............................................................................. 23
2.2. Características generales de las compilaciones ........................... 25
2.2.1. ¿Desde cuándo se empieza a compilar? ........................ 25
2.2.2. ¿Qué tipo de derecho se compila? ................................ 25
2.2.3. ¿Qué partes del derecho se compilan? .......................... 26
2.2.4. ¿Cómo se incorporan las leyes a la recopilación? ......... 26
2.2.5. Formas de clasificación del material ............................. 27
2.2.6. Publicación y promulgación .......................................... 27
2.3. Las compilaciones de los diferentes reinos ................................. 29
2.3.1. Corona de Castilla ......................................................... 29
2.3.2. Corona de Aragón ......................................................... 36

3. Los Decretos de Nueva Planta........................................................ 46


3.1. Los Decretos de Nueva Planta .................................................... 46
3.1.1. Los primeros decretos para Aragón y Valencia .............. 47
3.1.2. El Decreto de 1711 para Aragón .................................... 48
3.1.3. Los Decretos de Nueva Planta para Cataluña,
Mallorca y Menorca ....................................................... 49
3.1.4. El ordenamiento jurídico después de los Decretos de
Nueva Planta .................................................................. 51

4. La Novísima recopilación y el nuevo derecho común de


España................................................................................................... 53
4.1. La Novísima Recopilación............................................................... 53
4.2. El nuevo derecho común de España .......................................... 55
© FUOC • PID_00163034 La creación del derecho ante la aparición del estado moderno

Resumen....................................................................................................... 57

Actividades.................................................................................................. 61

Ejercicios de autoevaluación.................................................................. 61

Solucionario................................................................................................ 63

Glosario........................................................................................................ 66

Bibliografía................................................................................................. 68
© FUOC • PID_00163034 5 La creación del derecho ante la aparición del estado moderno

Introducción

El presente módulo se centra en los siglos modernos y se corresponde con la


franja cronológica que va principalmente desde los siglos XV-XVI hasta el siglo
XVIII, o, si tenemos en cuenta las materias que trata, la fijación de los órdenes
de prelación de fuentes y los movimientos compilatorios de los diferentes te-
rritorios peninsulares (desde principios del siglo XV –Cataluña– hasta princi-
pios del s. XIX –Castilla–), el nacimiento del Estado y del concepto de soberanía
(siglos XV-XVI) y los Decretos de Nueva Planta (s. XVIII).

Es precisamente en este periodo cuando la entrada en escena de elementos


nuevos (el estado moderno, el concepto de soberanía) y las situaciones que
éstos generan (la consolidación del poder regio, mediante la legislación, junto
con los mecanismos de control de los reinos sobre la actuación del monarca),
unido a determinadas manifestaciones de carácter puramente historico-jurí-
dico (las compilaciones, los órdenes de prelación de fuentes, los Decretos de
Nueva Planta, el estudio del derecho propio de Castilla en las universidades)
reclaman la atención del historiador del derecho para interpretar de forma
adecuada el papel que éstos han jugado, teniendo en cuenta el complejo con-
texto que acompaña a las relaciones entre los estamentos y el monarca en cada
uno de los reinos peninsulares, con el correspondiente trasfondo europeo del
momento.

Así pues, en este módulo trataremos, en un primer bloque, la aparición del


estado moderno, el nacimiento del concepto de soberanía y la consolidación
del poder regio en la Península.

Estudiaremos la aparición de esta nueva realidad que denominamos estado


moderno y veremos cómo surge una nueva concepción de la soberanía, con
un contenido y tratamiento distinto del que había tenido hasta entonces por
parte de los juristas. Este nuevo concepto, que debemos a Jean Bodin, servirá
de soporte teórico a las aspiraciones de los monarcas para consolidar su poder
soberano en la Península.

Pasaremos a ver el poder�legislativo del monarca, así como las leyes de los di-
ferentes reinos como una manifestación, la principal, del ejercicio de la sobe-
ranía. Al mismo tiempo, también repasaremos las distintas formas de control
de la actuación del monarca que se dan en los diferentes reinos como sistema
de resistencia ante las nuevas tendencias impulsadas por el rey.

En un segundo bloque estudiaremos el movimiento compilatorio de aquellos


territorios. Así pues, trataremos, en primer lugar, las�compilaciones�desde un
punto de vista general y, en concreto, nos ocuparemos de determinar qué es
© FUOC • PID_00163034 6 La creación del derecho ante la aparición del estado moderno

una compilación de leyes y cuáles son sus características esenciales, para pasar
a tratar, en segundo lugar, las compilaciones de cada uno de los territorios
peninsulares y ver sus características y contenidos.

En tercer lugar, nos ocuparemos de la fijación de los órdenes�de�prelación


de fuentes de los diferentes reinos, con el fin de ver cómo resuelve cada orde-
namiento la necesidad de completar el derecho propio ante una laguna legal,
algo que se suele hacer estableciendo un orden de prelación que fija cuáles son
–y en qué orden hay que recurrir a las mismas– los ordenamientos a los que
se puede acudir para buscar soluciones.

Hemos dedicado el cuarto bloque de este módulo a los Decretos de Nueva


Planta dados por Felipe V para los diferentes territorios de la Corona de Ara-
gón. Trataremos del significado de los diferentes decretos y, en concreto, del
contenido de cada uno de ellos en relación a la manera en que queda estable-
cido el sistema jurídico de cada uno de los reinos afectados, sin olvidar que
para los reinos de la Corona de Aragón la imposición de los Decretos�de�Nue-
va�Planta marcan un antes y un después de gran trascendencia.

El último bloque, el quinto, está dedicado a la Novísima recopilación y al nue-


vo derecho común de España. La Novísima recopilación, la última compilación
hecha en la Península, se estudia aquí por una razón cronológica, pero habría
que vincularla con el movimiento compilatorio y también con las compila-
ciones del tercer bloque, en concreto en Castilla, de las que marca el punto
final por extemporánea. En cuanto al nuevo derecho común, veremos cómo
finalmente el monarca consigue que el derecho propio de Castilla se estudie
en las universidades de una forma independiente del ius commune.
© FUOC • PID_00163034 7 La creación del derecho ante la aparición del estado moderno

Objetivos

El estudiante, con el estudio de este módulo, tiene que alcanzar los siguientes
objetivos:

1. Comprender el concepto de estado moderno.

2. Darse cuenta de las implicaciones de la nueva teorización de la soberanía.

3. Entender el proceso de consolidación del poder soberano en la Península.

4. Ver cuáles son las manifestaciones de este poder.

5. Constatar los sistemas de control que se arbitran en diferentes territorios


para fiscalizar la actuación del monarca.

6. Entender el proceso compilatorio y sus características desde un punto de


vista global.

7. Entender, también, el proceso compilatorio en cada uno de los diferentes


territorios.

8. Percibir la relación que se da entre el movimiento compilatorio y los ór-


denes de prelación.

9. Darse cuenta de lo que van a significar, tanto para el poder del monarca,
como para la evolución de los diferentes territorios de la Corona de Ara-
gón, los Decretos de Nueva Planta.

10. Conocer de qué manera afectará cada uno de los decretos al sistema y al
ordenamiento jurídico de los territorios de la Corona de Aragón.

11. Comprender el papel de la Novísima recopilación y del nuevo derecho co-


mún de España.

Si queréis profundizar en la materia correspondiente del módulo, podéis ha-


cerlo de la siguiente forma:

1. Relacionando el movimiento compilador (y las características de las com-


pilaciones) y su última manifestación en la Península (la Novísima recopi-
lación) con el módulo 4, en concreto, con la que va a ser la nueva forma
© FUOC • PID_00163034 8 La creación del derecho ante la aparición del estado moderno

de determinar el ordenamiento jurídico vigente después de la revolución,


los códigos (y sus características).

2. Comparando los Decretos de Nueva Planta de los diferentes territorios y


sus consecuencias.

3. Comparando los distintos tipos de leyes de los diferentes territorios pe-


ninsulares.
© FUOC • PID_00163034 9 La creación del derecho ante la aparición del estado moderno

1. El nacimiento del Estado y la noción de soberanía

El Estado es un fenómeno histórico que se dio en Europa hacia el año 1500


como nuevo sistema de organización política. Esta organización política giraba
en torno a la noción de soberanía, es decir, una nueva concepción del poder.
El titular del poder en esta nueva organización era el soberano. Sobre la base
de la nueva noción de soberanía, el Estado tenía unas características que lo
diferenciaron de organizaciones políticas que hemos visto hasta ahora.

El titular de la soberanía puede ser diferente en cada época histórica; así, en el estado mo-
derno (siglos XVI-XVIII) lo era el monarca, mientras que a partir de la Revolución Francesa
pasó a serlo la nación, dando lugar a la aparición del estado nacional.

1.1. Nacimiento del Estado

1) El Estado apareció como unidad política frente a otros estados, hecho que
comportó la progresiva aparición de las fronteras estatales europeas que se
consolidaron en los siglos XVII y XVIII.

La afirmación de la unidad de los diferentes estados fue la causa de los enfrentamientos


que se produjeron entre éstos en el transcurso de los siglos modernos. La lucha entre
estas nuevas entidades estatales constituyó el largo proceso hacia la fijación de las fron-
teras, a menudo coincidentes con los accidentes naturales de un territorio que había que
fortificar y defender de los ataques de otros estados.

La afirmación del poder soberano frente a otro poder soberano fue la raíz del
nuevo concepto de territorio como fundamento de los estados modernos. En
este contexto desapareció la antigua res publica christiana, que era dirigida por
dos poderes universales, el Papa�y el�Emperador, y que dio lugar a la aparición
de diferentes estados independientes en los que los soberanos ejercerán su
poder.

2) La unidad estatal también se planteó desde el punto de vista interno, es


decir, como ente frente a las divisiones feudales y estamentales propias de
la edad media. La realidad estatal sólo se podía afirmar si se acababa con las
fuerzas bajomedievales que propugnaban la disgregación y la diversidad de
situaciones en un mismo reino.

El Estado fue el resultado de la lucha entre el poder que aspiraba a afirmarse soberano
y los antiguos poderes bajomedievales. La consolidación del Estado constituyó un largo
proceso que no siempre culminó con la creación de un modelo ideal, en el que un sobe-
rano ejercía su poder sobre un determinado pueblo en un territorio determinado.
© FUOC • PID_00163034 10 La creación del derecho ante la aparición del estado moderno

3) El Estado gira en torno a la idea de soberanía, teorizada por Bodin a partir Jean Bodin
de la observación del fenómeno que se estaba produciendo en Europa desde
Jean Bodin (Francia, 1529/30-
finales de la edad media: el enfrentamiento constante entre los monarcas, que 1596) llevó a cabo una teoría
intentaban afirmar y delimitar su poder más allá de la potestas regalis, y los sobre el concepto de sobera-
nía ensu obra, publicada en
estamentos, cuya intención era impedir la equiparación como súbditos del 1583, Los seis libros de la Repú-
blica.
monarca y los habitantes de reino y la consolidación de éste como titular de
la soberanía.

Los monarcas ejercieron su poder soberano sobre un grupo humano –un pueblo– esta-
blecido en un territorio delimitado por fronteras y sometido a la voluntad del rey.

Para poder reforzar su poder soberano, los monarcas contaron con un grupo social en
ascenso desde finales de la baja edad media: el de los grandes comerciantes que, incapaces
todavía de participar en el poder político y como contrapartida por el apoyo que ofrecían
al rey, pretendían romper el sistema estatal ocupando el puesto privilegiado de la nobleza.

4) El Estado es un fenómeno histórico que no triunfó en todas partes al mismo


tiempo, sino que lo hizo de manera gradual. A pesar de que el Estado sustituyó
al antiguo modelo de organización política, tomó de éste algunos elementos.
El nuevo modelo político nació a partir de una nueva� forma de ejercer el
poder por parte de los reyes, forma que fue objeto de varias teorizaciones que,
al mismo tiempo, sirvieron de pauta que imitaron otros estados.

Al afirmar que el Estado es un fenómeno histórico, estamos afirmando que el Estado


(nueva organización política en la que el poder soberano pertenece a un titular, el mo-
narca) nació en un momento determinado –la edad moderna–, en un territorio concreto
–Europa.

1.2. Nacimiento del concepto de soberanía

La noción de soberanía fue teorizada a partir de la constatación en los nuevos


estados de la asunción por parte del soberano –del monarca– de tareas que has-
ta entonces realizaban los diferentes poderes medievales. La reflexión de los
teóricos a partir de una realidad política concreta comportó, en consecuencia,
una nueva noción que identificaba al Estado con una construcción�racional
al servicio de la soberanía; el nuevo poder tenía que gobernar de la mejor ma-
nera posible a los súbditos que vivían en el territorio estatal que se encontraba
bajo su dominio. Esta noción de soberanía tiene las siguientes características:

1) La soberanía del monarca se consolidó gracias a una serie de atribuciones


que ésta asumió de forma progresiva en la nueva estructura racional que era
el Estado: el ejército, las finanzas y la estructura económica del Estado, el trá-
fico mercantil, la red viaria de comunicaciones, la organización judicial y la
administración y el personal a su servicio.
© FUOC • PID_00163034 11 La creación del derecho ante la aparición del estado moderno

2) Maquiavelo creó el nuevo concepto�de�Estado, un concepto que era dife- Nicolás Maquiavelo
rente de las anteriores organizaciones políticas. En esta organización política,
Nicolás Maquiavelo (Florencia,
en el estado moderno, el poder se atribuía a un solo titular que, además de 1469-1527) acuñó los nuevos
conquistar el poder, lo tenía que mantener y ampliar mediante la conserva- conceptos de Estado y razón
de estadoen su obra El príncipe
ción del estado racional. De esta forma nació la idea de razón de estado: el (1513).
príncipe tenía que encontrar los mejores medios para consolidar este poder,
pero además, no podía olvidar que el soberano era un elemento más de la
construcción racional del estado y, por lo tanto, tenía que respetar las leyes
que la habían hecho posible.

3) La soberanía, según Bodin, era un poder�absoluto, lo que quiere decir que


el poder soberano no encontraba más límites que las leyes divinas y naturales.
Estas leyes se consideraron condiciones necesarias para el ejercicio del poder
soberano porque la construcción racional del estado requería que fuesen res-
petadas, convirtiéndose, de esta manera, en un límite a la actuación arbitraria
del monarca.

Jean Bodin, Los seis libros de la República, cap. VIII

"La soberanía no se ve limitada, ni en poder, ni en responsabilidad, ni en tiempo."

4) El soberano podía establecer leyes, de manera que una de las características


del poder soberano era la de determinar� leyes de forma exclusiva y sin el
consentimiento de nadie.

Según Bodin, la soberanía no sólo implicaba el poder de establecer leyes, sino que el
soberano interpretaba, dictaba las normas y aplicaba el derecho en última instancia.
Tenía la facultad de conceder el derecho de gracia a los condenados, así como de negociar
la paz y declarar la guerra, instituir a los principales oficiales y hacer la moneda. A pesar
de que el jurista francés afirmaba que el soberano no podía establecer nuevos impuestos
sin el consentimiento de su pueblo, éste no era más que un límite objetivo que no sig-
nificaba una disminución del poder absoluto del monarca, sino que se estableció como
consecuencia de la necesidad de respetar la razón de estado como medio para mantener
el poder conquistado.

Jean Bodin, Los seis libros de la República, cap. VIII

"Con este poder de dar y anular la ley, se comprende también su interpretación y enmien-
da, cuando es tan oscura que los magistrados descubren contradicción o consecuencias
absurdas e intolerables respecto de los casos contemplados."

5) Además de ser un poder absoluto, la soberanía es, según Bodin, un poder


perpetuo –dura toda la vida de su titular– e indivisible –no se puede compartir
con otros sujetos que ejerzan parte de este poder.

Jean Bodin, Los seis libros de la República, cap. VIII

"Es preciso que los atributos de la soberanía sean tales que sólo convengan al príncipe
soberano, puesto que si son comunicables a los súbditos, no podemos decir que sean
atributos de la soberanía. De la misma manera que una corona pierde su nombre si es
abierta o se le arrancan sus flores, también la soberanía pierde la grandeza si en ella se
practica una apertura para usurpar alguna de sus propiedades."
© FUOC • PID_00163034 12 La creación del derecho ante la aparición del estado moderno

1.3. Estado y soberanía en la Península Ibérica

1.3.1. La aparición del estado moderno en la Península

A lo largo de la baja edad media los reyes peninsulares ya habían empezado


a actuar con vistas a consolidar su poder frente al de los estamentos. Como
hemos visto en lecciones anteriores, los reyes castellanos consiguieron superar
la potestas regalis.

Podemos observar el triunfo de la monarquía castellana sobre los estamentos en el hecho


de que los diferentes reinos que pasaron a integrar la Corona de Castilla, tras la unión
de Castilla y León, perdieron sus propias Cortes para pasar a estar representados en unas
únicas Cortes. En cambio, en la Corona de Aragón los reinos se incorporaron como entes
independientes con una organización política propia y, en consecuencia, conservando
sus Cortes particulares.

La unión dinástica que se produjo con la boda entre Isabel I de Castilla y Fer- Monarcas españoles de la
nando II de Aragón fue la primera meta en la formación del estado moderno dinastía de los Austrias

en la Península Ibérica, seguida de las sucesivas incorporaciones de varios rei- Carlos I (1516-1556)
nos en sus dominios. Estas incorporaciones no tuvieron unas características Felipe II (1556-1598)
comunes, sino que cada reino se incorporará a la monarquía de una forma di- Felipe III (1598-1621)
Felipe IV (1621-1665)
ferente. Así, Navarra se incorporó a la Corona de Castilla, pero como reino casi
Carlos II (1655-1700)
independiente, mientras que, por el contrario, Granada pasó a formar parte
de esta misma Corona con la consiguiente pérdida de sus estructuras políticas
propias. De esta manera, se formó un Estado unitario, el de la monarquía es-
pañola, formado por varios reinos que tenían su propio derecho, a pesar de
que todos se sometían al poder de un mismo monarca soberano.

La�España�de�los�Reyes�Católicos�(1479-1515)

La España de los Reyes Católicos.


Fuente: Atlas Histórico Mundial. Georges Duby (1997, pág. 111).
© FUOC • PID_00163034 13 La creación del derecho ante la aparición del estado moderno

Este poder de un único soberano fue el elemento identificador del es-


tado unitario. Sin embargo, a pesar de que los reyes, desde Isabel y Fer-
nando, intentaron afirmar su soberanía, se tuvieron que enfrentar a los
poderes bajomedievales para conseguir su objetivo: la consolidación de
un poder absoluto y perpetuo que no tuviese más límites que las leyes
de Dios y de la razón. En su actuación, el soberano podía proceder li-
bremente, y libremente podía elegir el mantenimiento del derecho del
pasado, y, como su poder era absoluto, también lo podía modificar y
derogar. Asimismo, el soberano no debía actuar de forma arbitraria, mo-
tivo por el que se tenía que someter a los principios religiosos, mediante
la razón de estado.

Los monarcas hispánicos tuvieron que enfrentarse a dos tipos de poderes con
el fin de afirmar su soberanía: a los universales y a los particulares de cada
reino.

a)�Los�poderes�universales.�En la Península Ibérica los reyes no se conside-


raron nunca sometidos al poder del Imperio, ya que desde la época visigoda
eran reyes por la gracia de Dios, independientes del Papa y el emperador. Esta
afirmación se mantuvo en los siglos modernos, sin que la condición de empe-
rador de Carlos V, la identificación en algunos momentos de los fines políticos
y de los religiosos o el recurso a la autoridad papal como instrumento para
consolidar situaciones que favorecían a los monarcas españoles significasen,
en ningún momento, una reducción de la independencia de su poder.

b)�Los�poderes�particulares.�Según explicaba Maquiavelo en El príncipe, ya


Fernando II supo aumentar su poder gracias a que la nobleza se entretenía
luchando en Granada mientras que él se ocupaba de formar un ejército pro-
pio que le permitía prescindir de la ayuda de los nobles. Siguiendo con esta
política, los sucesores del rey católico, los Austrias, lucharon por fortalecer el
poder soberano del monarca.

El hecho de que la principal característica del poder soberano, según


teorizó Bodin, fuese poder legislar sin el consentimiento de nadie y sin
más límites que los de las leyes de Dios y de la naturaleza, condujo a los
reyes a combatir las pretensiones estamentales, canalizadas mediante
las Cortes, de participar con él en la creación del derecho. Por lo tanto,
los monarcas se consideraron libres del derecho tradicional, pudiendo
modificarlo o derogarlo mediante las pragmáticas cuando lo considera-
ban oportuno. Si el rey bajomedieval ejercía de manera excepcional y
con justa causa su plenitudo potestatis, el soberano de los tiempos mo-
dernos ejerció un poder sin límites, absoluto y desvinculado del dere-
cho tradicional.
© FUOC • PID_00163034 14 La creación del derecho ante la aparición del estado moderno

En temas anteriores hemos podido ver cómo los reyes bajomedievales, mediante sus car-
tas reales, pudieron crear derecho sin el consentimiento de los estamentos reunidos en Ved también
las Cortes. Estos estamentos trataron en la baja edad media de limitar el ejercicio de es-
ta potestas regia argumentando, en contra del principio defendido por los reyes –lo que En relación con los principios
complace al príncipe tiene fuerza de ley–, de que lo que afecta a todos, por todos tiene que ser lo que complace al príncipe tie-
aprobado. El primer principio autorizaba a los monarcas a crear derecho con los límites de ne fuerza de ley y lo que afecta
a todos, por todos tiene que ser
las leyes divinas, las naturales y las tradicionales y el segundo implicaba la participación
aprobado, podéis ver los temas
de los reyes en las decisiones que afectasen al bien común; del mismo modo, así como correspondientes a los diferen-
los estamentos no podían forzar al monarca a aceptar sus propuestas, él sí que se podía tes reinos peninsulares a lo lar-
negar a utilizar su potestas paralizando el mecanismo de funcionamiento de las Cortes. go de la edad media.

1.3.2. La consolidación del poder soberano en la Península

La aparición del Estado y el ensanchamiento de los territorios de las coronas


implicó un aumento de competencias de los soberanos que se tradujo en una
serie de reformas de las instituciones:

• La corte dejó de ser itinerante para pasar a ser estable en una capital donde
tenían su sede los diferentes organismos centrales.

El establecimiento de la capital de la monarquía en Madrid concentró en aquella ciudad


el grueso de la administración real de los Austrias. Este hecho tuvo como consecuencia un Nota
alejamiento físico del monarca y de los súbditos que favoreció la desaparición progresiva
de la relación de fidelidad entre ellos y su sustitución por la de sumisión, lo que comportó En 1561 Felipe II trasladó la
que los habitantes de los reinos se fuesen igualando en su condición de súbditos de un corte a Madrid, ciudad que
monarca. se convirtió en la capital de la
monarquía hispánica.

• Se desarrolló una administración al servicio de los monarcas y se consoli- Lectura recomendada


daron instituciones�permanentes que fueron sustituyendo a las Cortes en
Benjamín�González�Alon-
las tareas de colaboración con la política regia. Estas instituciones eran los so (1981). Sobre el Estado y la
Consejos, controlados por el monarca, que se podían ocupar bien de los Administración de la Corona de
Castilla en el Antiguo Régimen.
asuntos de un territorio en particular, bien de intereses comunes a todos Madrid: Siglo XXI.
los reinos, dando, de esta manera, un cierto sentido de unidad estatal.

Según Bodin, el soberano tenía que regir a sus súbditos de forma�justa, respetando los
límites de su soberanía –las leyes divinas y las naturales– y legislando con la finalidad
de que sus súbditos cumpliesen sus leyes. Pero, para conseguirlo, le era necesario contar
con una serie de colaboradores. Los monarcas modernos crearon una administración al
servicio del estado racional que contaba con unos oficiales conocedores de la legislación
y de sus oficios. Estos oficiales formaban las principales instituciones de la administra-
ción real: los virreyes –alter ego del rey–, las audiencias, los diferentes consejos y sus
secretarios. No fue una administración demasiado desarrollada, y se puede afirmar que
la profesionalización fracasó a causa de problemas como la venalidad o la transmisión
por herencia de los oficios. Dentro del Estado, el papel de los municipios y de los seño-
ríos, los antiguos poderes bajomedievales, pasó a ser de colaboración con el rey, hecho
que les permitía continuar gozando de sus privilegios. Esta colaboración no se ofreció sin
resistencias, sobre todo por parte de los señores pero de forma paulatina todos se fueron
sometiendo al poder del soberano que les garantizaba el mantenimiento de su situación
privilegiada.

• En los diferentes reinos se consolidaron las diputaciones, representaciones


permanentes de las Cortes que reflejaban las pretensiones de los estamen-
tos y que chocaban con los intereses defendidos por los monarcas.
© FUOC • PID_00163034 15 La creación del derecho ante la aparición del estado moderno

Los reyes encontraron en las leyes temporales un motivo para superar el límite
del derecho tradicional. Estas leyes estaban vigentes tan sólo mientras existía
la causa que las motivaba, pero, una vez desaparecida dicha causa, la norma
ya no tenía razón de ser.

La decisión acerca de la cesación�de�la�causa que originaba una ley temporal la tomaba


el rey, hecho que provocaba que éste tuviese una posición más favorable que la de los
estamentos.

Ante la superioridad del poder del monarca, a los estamentos sólo les faltaba
el recurso a la rebelión, rompiendo la relación con el monarca. Sin embargo,
desde el punto de vista del soberano, se consideró ilícito este recurso, ya que la
legitimidad monárquica provenía de la voluntad divina, y esto significaba que
la rebelión se consideraba un acto fuera de derecho que atacaba la soberanía
del monarca, pero sin ofrecer la alternativa de hacerse ellos –los estamentos
solos o con el resto de la población– los titulares de la soberanía.

En la Corona de Castilla, ya en 1445, en las Cortes de Olmedo, se había consolidado la


idea de que el rey era vicario�de�Dios en la tierra; su poder de origen divino hacía que
todos los súbditos estuviesen sometidos a él, debiéndole obediencia, fidelidad y servicio.
Las Cortes reconocieron que el monarca tenía un poder absoluto�y�perpetuo, es decir,
soberano y ya no se podía dar la rebelión contra él. Las futuras rebeliones de los castella-
nos, como pudiera ser la deposición de Enrique IV en Ávila, no acabaron con el poder
del soberano, sino que simplemente consiguieron cambiar la persona del monarca por
otra, pero seguían sometidos a otro rey. En la Corona de Aragón pasaba lo mismo: en los
acontecimientos de la guerra de los estamentos catalanes contra Juan II, en el siglo XV,
éstos sólo consiguieron cambiar al monarca por la persona del primogénito, el príncipe
de Viana, pero, al morir éste, el poder retornó de nuevo a Juan II.

La organización política bajomedieval se entendía como si se tratase de una


forma humana, con una cabeza –el rey– y un cuerpo –el pueblo–, que tenían
que actuar de acuerdo para beneficiar al reino. Si no existía este acuerdo, el
cuerpo sólo conseguía cambiar a la cabeza, pero no podía prescindir de ella.
Esta tradición que continuó funcionando aportando un equilibrio precario a
la Corona de Aragón hasta bien entrada la edad media, no se dio en Castilla,
donde ya hemos visto que pronto triunfó el poder soberano del monarca.

Testamento de Isabel I, 12-X-1504

"El qual dicho mi testamento e lo en el contenido e cada cosa e parte della, quiero e
mando que sea auido e tenido e guardado por ley e como ley, e que tenga fuerça e vigor
de ley, e no lo embargue ni pueda embargar ley, fuero ni derecho ni costumbre ni otra
cosa alguna, segund dicho es, porque mi merçed e voluntad es que esta ley, que yo aquí
fago e ordeno, así como postrimera, reuoque e derogue quanto a ello todas e qualesquier
leyes e fueros e derechos e costumbres, stillos e fazannas e otra cosa qualquier que lo
pudiese enbargar."
© FUOC • PID_00163034 16 La creación del derecho ante la aparición del estado moderno

El rey era uno�mismo para todos los reinos, y en todas partes se con-
sideraba soberano, aunque no consiguió ejercer su soberanía de igual
modo en todos los territorios. La resistencia al poder absoluto del mo-
narca en los tres reinos peninsulares de la monarquía –como Aragón o
Navarra– se presentó bien en la práctica, con numerosos enfrentamien-
tos con el rey o con sus funcionarios, en los escritos teóricos de los ju-
ristas al servicio de las instituciones del reino que intentaban defender
la posición de los estamentos. Ambas posiciones antagónicas se mantu-
vieron durante siglos, dando lugar a conflictos que en la edad moderna
se resolvieron siempre a favor del rey.

En Castilla se produjo la rebelión�de�los�comuneros (1520), que acabó en fracaso y con


la afirmación del poder del monarca. La misma solución tuvo el movimiento que se dio
en este mismo año en el reino de Valencia, las Germanías, donde la imposición de la
expulsión de los moriscos en 1609 acabó de arruinar los estamentos privilegiados valen-
cianos, que acabaron aceptando la normalidad del hecho de que el monarca legislase
mediante pragmáticas que podían ir contra el derecho existente aprobado en las Cortes.
En Navarra, donde las Cortes se reunían con cierta frecuencia, no se produjo nunca un
enfrentamiento antagónico con el monarca.

El incidente de Antonio�Pérez, antiguo secretario de Felipe II (quien como ara- Justicia Mayor de Aragón
gonés perseguido por la monarquía buscó el amparo del Justicia Mayor, y que
El Justicia Mayor de Aragón era
finalmente fue ejecutado) acabó con la celebración de las Cortes de Tarazona un magistrado con compe-
de 1592 ante la presencia del ejército real. Estas Cortes supusieron un refuerzo tencias para conocer las cau-
sas que se daban entre el reyy
del poder real, en detrimento del de la Diputación y el del Justicia Mayor. los nobles. Se trataba de un
instrumento de garantía y de
control de las actuaciones del
En Cataluña, el primer fracaso, el de 1626, de la política planteada por el valido monarca contra el derecho
aragonés.
del rey, el conde-duque de Olivares, en la Unión de Armas (1626) –que pretendía
imponer una política homogénea en los reinos de la monarquía de Felipe IV–
provocó el intento de conquistar por la fuerza el Principado e imponer en él las
leyes de Castilla con la excusa de la guerra contra Francia. Estos intentos fueron
rechazados por los catalanes, quienes en junio de 1640 asesinaron al virrey.
No obstante, la rebelión acabó fracasando, ya que los estamentos catalanes no
se pusieron de acuerdo para mantener la República Catalana proclamada en
1641 y optaron por la solución que ya hemos visto que se daba en la baja edad
media: sin sustraerse al poder monárquico, cambiaron�de�rey, ofreciéndole la
corona a Luís XIII de Francia. El desenlace, tras la recuperación del territorio
catalán por parte de Felipe IV, supuso el perdón del rey y el mantenimiento de
la situación anterior a la rebelión, pero, eso sí, el soberano controló el gobierno
de las principales instituciones del Principado –la Diputación del General y el
Consejo de Ciento barcelonés– y mantuvo el ejército de Montjuïc, violando
lo que determinaba el derecho tradicional catalán.
© FUOC • PID_00163034 17 La creación del derecho ante la aparición del estado moderno

Rendición de la ciudad de Barcelona al ejército de Felipe IV, ordenado por


D. Juan de Austria, en 1652. Carta del Rey núm. S.r.

"EL REY. Amados y fieles nuestros: Fran.co Puigjaner embiado de essa Ciudad me ha pre-
sentado la carta que Don Juan mi hijo me escriue suplicando sea seruido admitiros a mi
gratia y la que me escriuis en su creençia con el memorial de vuestras suplicas: mi animo
es y sera siempre que conoscays y experimenteys effetos de mi amor y clementia y que
halleys en mi real piedad el reparo de tantos y tan graues danyos como se han occasio-
nado hasta ahora y para que desde luego lo experimenteys y sea de mayor obligation en
vosotros el solicitarla he resuelto aprobar el perdon general que don Juan mi hijo hos
concedio en onze de octubre deste anyo en virtut de la plenipotentia que mande darle
de todos los excessos y delitos cometidos desde el anyo de quarenyta hasta entonces en
la forma y modo que en el se contiene pues nunca sera mi intento que a esto se con-
trauenga y se os dara despatxo mio por cancellaria siempre que vuestra parte se acudiere
por el. En los demas cabos de vuestra súplicas quedo mirando y tomare resolution con
breuedad y con deseo de que sea la mas conueiniene a vuestro bien seguridad quietud y
beneficio como todo lo entendereys mas largamente del marques de Olias y Mortara mi
lugarteniente y capitan general en esse principado y condado. Data en Madrid a XXVj.
De Nouiembre MDCLIJ. YO EL REY [...]".

El poder del monarca se impuso definitivamente en todos los reinos de la


monarquía española con los Decretos de Nueva Planta, en los que se afirmaba
textualmente la soberanía del rey quien, ejerciéndola, legislaba y modificaba
el derecho de forma libre.

1.4. El poder legislativo del monarca como muestra del ejercicio


de la soberanía

Las teorías sobre el concepto de soberanía le atribuían al soberano el poder


de establecer leyes, de forma exclusiva, bien creando un nuevo derecho, bien
convalidando o consintiendo el derecho ya existente. Este poder le permitía
derogar con libertad al arbitrio de su voluntad el derecho existente, ya que,
según el principio de derecho romano ya conocido, princeps legibus solutus est,
es decir, el príncipe no se encuentra sometido al derecho humano. Ahora bien,
ya hemos señalado que esta afirmación sólo se pudo consolidar tras haber ven-
cido todas las resistencias de los poderes de raíz bajomedieval representados
en las Cortes y en las diferentes diputaciones. Las Cortes, aunque con menos
frecuencia que en la baja edad media, continuaron reuniéndose�y�legislando,
dando lugar a un derecho que desde el punto de vista de los estamentos era re-
sultado de la colaboración entre ellos y el rey, mientras que para éste se trataba
de leyes otorgadas para satisfacción del pueblo que previamente había reunido
en Cortes, convirtiéndose, por tanto, todas éstas en leyes del rey. Las cortes, a
fin de poder seguir funcionando, tenían que ser convocadas por el rey, quien
lo hacía, cuando le convenía, en virtud de una regalía. Los estamentos, a pesar
de sus intentos, nunca consiguieron ponerle límites. Las cortes acabaron desa-
pareciendo prácticamente en todos los reinos regidos por los Austrias excepto
en Navarra, donde continuaron reuniéndose con cierta frecuencia gracias al
hecho de que no era necesaria la presencia del monarca para su celebración.

En la Corona de Aragón era preceptiva la presencia del rey para celebrar Cortes, a pesar de
que las reiteradas ausencias de los monarcas hicieron que los estamentos tuviesen que
aceptar, con protestas, la celebración de Cortes presididas por la reina o el primogénito
del monarca.
© FUOC • PID_00163034 18 La creación del derecho ante la aparición del estado moderno

El hecho de que hubiese largos periodos sin que se celebrasen Cortes incidió
también en el control del ejercicio del poder del rey mediante la reparación
de�agravios, a pesar de que intentaron arbitrar medios para que otras institu-
ciones llevasen a cabo esta tarea. Tal es el caso de las diputaciones, representa-
ciones permanentes de las Cortes, que denunciaban la existencia de agravios
cometidos por el rey o por sus oficiales contra el derecho del reino, pero que
no decidían sobre su existencia. De hecho, pese a la existencia de una vincula-
ción entre la entrega del donativo al rey y la aceptación por parte de éste de las
condiciones y los agravios que le presentaban las Cortes no se pudo impedir
que las Cortes se convocasen cada vez menos, hasta el punto de su práctica
desaparición en el siglo XVII.

Las Cortes de Aragón aceptaron en las Cortes de Tarazona de 1592 que se aprobasen ser-
vicios –donativos– sin que se hubiesen reparado los contrafueros. Asimismo, en Catalu-
ña y en Valencia muchos agravios acabaron resolviéndose fuera de las Cortes, una vez
concluidas sus sesiones.

La menor frecuencia de la celebración de Cortes no provocó la desapa-


rición de las leyes de Cortes, a pesar de que con el triunfo de la sobe-
ranía tengamos que hablar de leyes del rey aprobadas en Cortes como
resultado de una súplica de los estamentos, que no siempre coincidía
con lo que finalmente respondía el monarca.

1.4.1. Las leyes en los diferentes reinos

El rey soberano podía establecer�leyes sin el consentimiento de sus súb-


ditos. Estas leyes, hasta el siglo XVIII, se denominaban, por norma ge-
neral, pragmáticas, a pesar de que las manifestaciones de la voluntad
del soberano podían recibir otras denominaciones. Toda la legislación,
sin embargo, era obra del monarca y reflejaba su voluntad, desde las
aprobadas por instituciones que ejercían el poder delegado del monarca
–virreyes, consejos y audiencias– hasta las aprobadas en Cortes, inclu-
yendo las confirmaciones del derecho tradicional.

a) Navarra: en las leyes de las Cortes del reino de Navarra, la súplica de los
estados –estamentos– era independiente de la decisión final del monarca, de-
nominada decreto en las recopilaciones. El monarca era libre de aceptar (con
matices o sin ellos) o de rechazar las súplicas de los estados, que daban lugar
a leyes decisivas y a reparaciones de agravios.
© FUOC • PID_00163034 19 La creación del derecho ante la aparición del estado moderno

b) Castilla: el monarca podía aceptar o rechazar libremente las peticiones de


los estamentos castellanos. Asimismo, en este reino triunfaron de manera tem-
prana las leyes del rey como único�tipo�de�ley, que podían concederse sólo
en Cortes, con independencia de que fuesen aceptadas las peticiones de los
brazos o surgiesen de la propia iniciativa real.

c) Corona de Aragón: las decisiones que se tomaban en Cortes eran, en prin-


cipio, respuestas del monarca a las peticiones de los estamentos que se redac-
taban como disposiciones del rey con el consentimiento de los brazos y se
publicaban sólo en Cortes por actes de cort. Esta denominación incluye las de-
cisiones en las que el rey hablaba en primera persona –constitucions en Cata-
luña, fueros en Aragón, y furs en Valencia– o las peticiones de los estamentos
–peticiones de donativo, de agravios, de gracia, conocidas como capítols de cort
en Cataluña, y actes de corts en Aragón y Valencia–, no obstante, dicha deno-
minación daba unidad a una serie de decisiones que, a pesar de la variedad de
denominaciones, tendían a ser vistas por la monarquía como un único tipo
de norma: las respuestas del rey a varias peticiones de los brazos que eran, al
fin y al cabo, leyes que podía modificar con libertad.

En Valencia se impuso la redacción de las decisiones de Cortes con la forma de súplica


de los brazos y la decretación del monarca –plau al senyor rei, en caso de que aceptase
la petición–; en Cataluña, en la edad moderna se mantuvo la distinción formal entre
constitucions y capítols de cort, pero la formulación de las diferentes decisiones tomadas
en Cortes se aproximaba, mediante la progresiva adopción de la forma de súplica de
los estamentos con la respuesta del rey. Esta tendencia, que demostraba el ejercicio de
la soberanía del rey, provocó que éste se llevase a Madrid los cuadernos de Cortes para
devolverlos más tarde firmados, hecho que podía suponer la alteración de las decisiones
aprobadas.

Tanto en Cataluña como en Valencia, entre los actes de cort se encontraban los denomi-
nados capítols de cort del General catalanes o actes de cort del General. Estas normas se ocu-
paban de la regulación�y del funcionamiento de la Diputación del General y, así como
los otros actes de cort, presentaban la forma de peticiones de los estamentos con el asen-
timiento del rey.

1.4.2. Formas de control de la actuación de la monarquía

Hemos señalado antes que los Austrias podían utilizar su soberanía y conceder
leyes por iniciativa propia, sin pasar por las Cortes. Las cartas regias otorgadas
por el rey podían ser pragmáticas –normas generales y abstractas–, privile-
gios –exenciones de las leyes generales– o provisiones –decisiones concretas
y particulares–, y podían entrar en contradicción con normas anteriores, tales
como cartas del rey o leyes concedidas en Cortes, cosa que no debería cons-
tituir un problema porque todas ellas eran la voluntad del rey, quien podía
modificar con libertad el derecho existente. Sin embargo, para los estamentos,
que se movían con la mentalidad bajomedieval y sólo le reconocían al rey la
potestas regalis, las leyes de Cortes sólo se podían modificar en Cortes, de modo
que era necesario establecer medios de control de la actuación real. Así pues,
el monarca era consciente de que podía dar cartas contra el derecho existen-
te a causa del desconocimiento de todo el derecho y de todos los problemas
© FUOC • PID_00163034 20 La creación del derecho ante la aparición del estado moderno

existentes, y él mismo declaraba si se había producido una situación injusta


–recordemos que existían como límites a su actuación las leyes divinas y na-
turales– y decidiría si se tenía que cumplir o no.

a) Castilla: los castellanos, organizados para la defensa de sus intereses en ins-


tituciones (que por norma general recibían el nombre de Juntas), confiaron en
la justicia del monarca y acudían a él para solicitar que se reparase�la�viola-
ción del derecho existente, es decir, que no aplicase la carta que podía violar el
derecho existente mediante la fórmula "obedézcase pero no se cumpla". Con
este remedio se suspendía el cumplimiento de la norma hasta que el rey fuese
informado y decidiese si era necesario o no llevar a cabo su aplicación. En las
provincias vascas se consiguió una mayor eficacia de la fórmula mediante la
atribución de su uso a las propias instituciones representativas.

En Álava había que presentar todas las cartas reales en la Junta de Álava o ante el diputado
general, quien suspendía el cumplimiento de la carta hasta que la autoridad�real que la
había creado se pronunciaba en cuanto a su aplicación; en Vizcaya, a pesar de que no
existía una norma que reconociese oficialmente esta práctica, la fórmula tenía que fun-
cionar mediante la forma de pase foral concedido por las Juntas, ya que el monarca recibió
embajadas ante la revocación de las provisiones contrarias al derecho de la provincia. Por
lo que respecta a Guipúzcoa, en el siglo XV se estableció que las provisiones reales no se
ejecutasen sin que la Junta hubiese dado el uso, equivalente al pase foral, que suspendía
la ejecución de la norma hasta que el monarca decidiese lo que había que hacer con su
aplicación. Esta práctica guipuzcoana fue suspendida en el siglo XVIII por Carlos III.

b) Navarra: el recurso a la fórmula "obedézcase pero no se cumpla" se reguló


en las Cortes de Sangüesa de 1561, en las que se estableció que las cartas reales
no se cumplirían si no iban acompañadas de una sobrecarta�del�Real�Consejo
del�Reino, órgano que examinaba su contenido y le daba la sobrecarta siempre
que no lesionara el derecho navarro. Este remedio tenía carácter suspensivo
hasta que se tomase la decisión. Más tarde, en las Cortes de Estella de 1692, se
estableció el pase foral, que consistía en trasladar a la Diputación las cartas rea-
les transmitidas al Consejo como medida de control previo, pero, en realidad,
estuvo siempre vinculado a la sobrecarta. Por este motivo hubo que evitar los
numerosos agravios, que dieron lugar a la reparación de agravios. La iniciativa
de plantear un agravio era de los particulares o las instituciones de Navarra,
pero la petición al virrey –o al rey, en última instancia o en casos graves– la
llevaban a cabo las Cortes o, en caso de no encontrarse reunidas, la Diputación.

c) Valencia: aquí se reconoció que el rey podía modificar el derecho aprobado


en Cortes mediante pragmáticas y, pese a las protestas surgidas en las Cortes
por las pragmáticas dadas contra los fueros, las Cortes aceptaron las respuestas
ambiguas del monarca. Los síndicos del reino intentaron, a finales del siglo
XVI, establecer un control�previo�de�las�cartas�reales, aunque no llegaron a
conseguirlo. De esta manera, la reparación de agravios se podía solicitar en
Cortes o mediante embajadas al monarca; si no se obtenía respuesta de éste en
un plazo de tres meses, se entendía que se concedía la reparación de agravios.
© FUOC • PID_00163034 21 La creación del derecho ante la aparición del estado moderno

d) Aragón: el Justicia Mayor intervenía en caso de agravio a instancia de parte o


por propia iniciativa dando una sentencia que la decisión real podía declarar
nula, a pesar de que era el monarca quien siempre tenía la última palabra sobre
la declaración del Justicia. Es necesario recordar, además, que a partir de 1592
esta práctica quedaría sin sentido.

e) Cataluña: aquí se consolidó la vía judicial para controlar las actuaciones


reales. A finales del siglo XV se declararon nulas todas las decisiones del rey
que fuesen en contra del derecho establecido en Cortes. Esta tendencia se con-
solidó en 1599, cuando se ordenó que lo aprobado en Cortes sólo podía ser
derogado en Cortes posteriores. Asimismo, el sistema judicial arbitrado para la
protección del derecho catalán presentaba el inconveniente de que el tribunal
que decidía sobre las contrafacciones era la Audiencia, integrada por jueces
nombrados por el monarca. Por este motivo, las Cortes de 1702 –y también las
de 1706, convocadas por el archiduque Carlos– aprobaron una decisión que
instauraba el Tribunal de Contrafacciones, que incluía representantes de los es-
tamentos, una decisión que tuvo una vida muy corta a causa de los aconteci-
mientos de la Guerra�de�Sucesión y de su desenlace. Por lo tanto, los métodos
más efectivos para controlar la observación del derecho catalán eran la repa-
ración de agravios en las Cortes o, ante las pocas ocasiones de estas reuniones,
las embajadas al monarca: en caso de que éste no las escuchase, se consideraba
que el rey accedía a la petición.

La Constitució de l'Observança, aprobada por Fernando el Católico para Cataluña en 1482,


ordenaba denunciar cualquier contrafacción cometida por los oficiales realesante la Real
Audiencia, en la que, con la presencia de diez doctores, había que juzgar dicha contra-
facción. Asimismo, la actuación de la Audiencia no era imparcial, ya que sus miembros
eran los mismos oficiales reales que habían podido cometer la infracción.

Podemos concluir afirmando que los monarcas españoles se considera-


ban soberanos con un poder�absoluto que consiguieron ejercer en sus
reinos a lo largo de la Época Moderna, utilizando su principal atribu-
ción: podían legislar fuera de Cortes con libertad, siendo también libres
de reparar o no los agravios que les planteaban los estamentos de los
diferentes reinos sometidos a su poder.
© FUOC • PID_00163034 22 La creación del derecho ante la aparición del estado moderno

2. Las compilaciones: el conocimiento del derecho del


pasado

Podemos considerar el año 1500 como una fecha simbólica por significar una
serie de cambios importantes en la historia europea. Desde el nuevo mundo
que se abría paso, el pasado ya no era algo que mereciese un respeto y una
veneración que impidiese la acción humana; el pasado, y con él el pasado
jurídico, ya no era algo sacralizado que se había impuesto sobre todo gracias
al criterio de autoridad, sino que era el hombre quien estaba deseoso de inter-
venir de forma activa en aquel nuevo mundo y de hacerlo a partir de criterios
racionales, a pesar de que el triunfo definitivo de la razón llegaría siglos más
tarde. El pasado ya no se consideraba una verdad revelada, sino que, en todo
caso, sería fuente de inspiración para el hombre nuevo. Este movimiento, que
podemos identificar con el Renacimiento en el arte o con el Humanismo en
la literatura y en la cultura en general, también afectó al mundo del derecho
y a sus concepciones.

En el ámbito del derecho, la aparición de los estados (a finales de este año


1500) condujo a una nueva forma de crear el derecho en la mayor parte de las
monarquías europeas y, por lo tanto, también en la monarquía hispánica, que
había protagonizado la unión dinástica de las coronas de Castilla y Aragón con
el matrimonio, en 1469, de Isabel de Castilla y Fernando de Aragón. Como
hemos podido ver antes, la aparición del Estado se encuentra muy vinculada
al triunfo de la soberanía, en este caso, de la soberanía regia.

"La monarquía absoluta, en especial en el ámbito del derecho privado, mantiene el dere-
cho de la baja edad media. La afirmación de la soberanía del rey no conduce, por consi-
guiente, a una unificación jurídica de los diferentes reinos peninsulares, aunque ahora
todo el derecho nuevo sólo puede tener su origen de forma directa o indirecta en el mo-
narca y, desde el punto de vista del soberano, todo el derecho antiguo permanece vigente
porque el soberano así lo ha decidido expresa o tácitamente. Tampoco esta circunstancia
da lugar a una unificación jurídica. El monarca soberano puede dar leyes para todos sus
naturales, pero puede seguir dando leyes de forma independiente para los naturales de
cada uno de sus reinos aunque su contenido sea el mismo [...]. De esta manera, los reyes
pudieron seguir convocando Cortes en los distintos reinos para dar leyes que ahora con-
sideraban, sin embargo, como leyes dadas por un poder soberano que no necesitaba del
consentimiento de los estamentos reunidos en Cortes [...].

En ejercicio de su soberanía, el rey mantiene las diferencias entre los naturales de los dis-
tintos reinos y entre los miembros de los estamentos de un mismo reino; mantiene, en
definitiva, las bases�fundamentales de la sociedad estamental. Cuando estalla el último
conflicto entre las concepciones políticas medievales, representadas por algunos de los
reinos, y la concepción política de la soberanía del rey, que terminó con el triunfo del so-
berano [el autor se refiere a la Guerra de Sucesión del s. XVIII, que acabó con el triunfo de
Felipe V], éste se preocupó de afirmar su soberanía. La ley la creaba el titular de la sobe-
ranía y todo el ordenamiento jurídico encontraba su único fundamento en la voluntad
del�soberano. Afirmados estos principios teóricos, el monarca permitió que persistiera en
parte el derecho de los reinos vencidos, pero poniéndolo de nuevo en vigor en virtud de
su decisión soberana, patentizando de esta manera que legislador es quien mantiene en
vigor el derecho, no quien lo establece. El derecho conservado en estos reinos encontraba
su fundamento, pero también sus límites, en la voluntad soberana del monarca.

Las grandes novedades en el campo del derecho durante la edad moderna se producen,
por tanto, en el campo del derecho�público como consecuencia del mismo intento de
© FUOC • PID_00163034 23 La creación del derecho ante la aparición del estado moderno

construir un Estado, que suponía el desarrollo de una administración en la esfera central


del poder, en parte nueva, mucho más compleja y extensa que la existente en la época
bajomedieval."

Iglesia, La creación del derecho. pág. 333-334

2.1. Compilaciones

El derecho� privado, a diferencia de lo que ocurrió con el derecho público,


no� sufrió� grandes� modificaciones durante la Época Moderna, aunque fue
objeto, en cambio, de sistematización y racionalización a partir del fenómeno
compilatorio.

Desde el siglo XIII, cada reino había empezado a fijar sus órdenes de prelación
de fuentes, dentro de las cuales el derecho general propio del reino jugó un
papel cada vez más importante. Aparte de esto, y a medida que los monarcas
conseguían aumentar su poder y consolidar el monopolio legislativo que ve-
nían reclamando desde el siglo XII, también creció la legislación regia, dada
por los reyes, bien solos, bien con las Cortes. Esta abundante legislación, que
aumentaba de forma paralela con el asentamiento de la soberanía regia, a
menudo era de carácter coyuntural y administrativo y, una vez promulgada, se
encontraba sola o recopilada en grupos de textos que realizaban los particula-
res. Nos encontramos, por lo tanto, desde la baja edad media, con un proble-
ma objetivo para conocer el derecho vigente, problema que se fue acentuando
con el paso de los años.

Pero, además del problema técnico que podía suponer la abundancia


de�legislación, también se sintió la necesidad de racionalizar el dere-
cho, hecho que tuvo dos consecuencias, que, si bien son diferentes la
una con respecto a la otra, están relacionadas. Era necesario, antes de
nada, establecer un orden de prelación�de�las�fuentes que configura-
ban el ordenamiento jurídico de un reino que fuese claro y eficaz; tam-
bién era preciso, en segundo lugar, reunir�o�compilar en un solo volu-
men el derecho propio de cada reino para facilitar su conocimiento y
su aplicación. De modo que, fijar los órdenes de prelación de fuentes y
compilar el derecho eran dos tareas muy vinculadas entre sí: se compila
aquello que de forma previa ha sido calificado de derecho principal por
medio de un orden de prelación de fuentes. Y todo esto, además, en un
contexto marcado por la lucha entre el rey y los estamentos; el primero,
por imponer su soberanía y los segundos, para evitarla y así seguir con
la situación bajomedieval.

Tanto el hecho de fijar un orden de prelación de fuentes, como el de compilar


el derecho propio eran actividades que no se podían someter a la dinámica
política de la época. Los órdenes de prelación de fuentes de cada reino se vie-
ron afectados por la particular relación dialéctica de fuerzas que mantuvieron
en cada reino el rey y los estamentos, o, lo que es lo mismo, el derecho crea-
© FUOC • PID_00163034 24 La creación del derecho ante la aparición del estado moderno

do en las Cortes y las pragmáticas del rey –o derecho creado por el rey fuera
de Cortes–. En lo que se refiere a la recopilación, también había una causa
objetiva o técnica, como era la abundancia de legislación que hacía difícil su
conocimiento, hecho al que se le unía la misma dialéctica política que hemos
comentado.

Estaba claro que no había que compilar todo el ordenamiento jurídico.


Si contraponemos derecho�principal y derecho�supletorio, y, si iden-
tificamos por norma general el derecho principal con el derecho propio,
aquello que se pretendía compilar solo era el derecho propio, ya que el
derecho supletorio, que podemos decir que se identificaba con el dere-
cho común, era, por sí solo, una compilación.

El problema surgía a la hora de decidir qué parte del derecho propio había que
compilar, una meta nada fácil debido a que, como hemos visto hasta ahora,
el derecho propio de cada reino no era algo compacto y monolítico, sino una
estructura�compleja�y�variada tanto por su origen como por sus ámbitos de
aplicación. Dentro del derecho propio se encontraba un derecho�general, el
derecho regio, y unos derechos�especiales, los derechos municipales y seño-
riales. Pero, además, dentro del derecho regio todavía podemos distinguir en-
tre el derecho del rey (creado unilateralmente por el monarca) y el del reino
(en la creación del cual intervenían las Cortes).

Ante esta complejidad que acabamos de ver, las órdenes de prelación de fuen-
tes pretendían clarificar las relaciones entre el derecho propio y el común, así
como las relaciones entre los diferentes derechos propios.

Durante la Época Moderna, por lo tanto, los esfuerzos no se invirtieron


en la formación de un nuevo ordenamiento, o como mínimo por lo
que respecta al ámbito del derecho privado, sino más bien en reunir�y
compilar el derecho propio en un solo volumen. Se trata, ciertamente,
de reunir un derecho ya existente, pero no de una manera simple acu-
mulativa, ni superponiendo los materiales jurídicos acumulados por el
paso del tiempo, sino que ahora el derecho vigente será clasificado y
expuesto con criterios racionales, dando lugar a una nueva sistemática.
© FUOC • PID_00163034 25 La creación del derecho ante la aparición del estado moderno

2.2. Características generales de las compilaciones

2.2.1. ¿Desde cuándo se empieza a compilar?

Los primeros órdenes de prelación de fuentes que señalaron el camino del


derecho que había que compilar vinieron inducidos, en muchas ocasiones,
por la redacción�de un�derecho�general�y�completo propio de un reino.

En Aragón y Valencia, el derecho general del reino, formado por los fueros de
Aragón y por los furs de Valencia, incluía los órdenes de prelación de fuentes.

Al mismo tiempo, aquellos textos de derecho propio general eran el núcleo


central de las compilaciones que serían completadas por nuevos fueros y furs
aprobados más tarde. En Cataluña, el primer�orden�de�prelación se encontra-
ba en los Usatges y las primeras�constituciones�compiladas que los comple-
tan son del tiempo de Alfonso I. Pero, en Cataluña el papel de los Usatges como
núcleo originario de las compilaciones se vio diluido por el criterio sistemáti-
co, y no cronológico, que adoptaron los compiladores; y es que los Usatges,
ubicados en el lugar que les correspondía por materia, perdían entidad propia.
En Castilla, el orden de prelación fundacional fue el fijado por Alfonso XI en
el Ordenamiento de Alcalá de 1348, pero como las Partidas jugaban el papel que
el derecho común llevaba a cabo en otros reinos, no fueron compiladas. La si-
tuación en Navarra fue más complicada, ya que el Fuero�General�de�Navarra
no tuvo un texto único fijado durante muchos siglos. El caso es que el derecho
navarro no se empezó a compilar hasta 1512, cuando Navarra se incorporó en
pie de igualdad a Castilla.

2.2.2. ¿Qué tipo de derecho se compila?

Los órdenes de prelación de fuentes habían determinado, desde el principio,


cuál era el derecho principal; no obstante, como en general esto se había he-
cho en la baja edad media, en un momento de fuerte tensión entre rey y es-
tamentos, no se habían resuelto las relaciones internas en el derecho princi-
pal propio, circunstancia que afectó sobre cuál�era�el�derecho que había que
recopilar.

El problema del derecho principal era, de hecho, doble: por una parte,
las relaciones entre el derecho�general y los derechos�particulares, y
por la otra, las relaciones internas, dentro del derecho general, entre el
derecho establecido por el rey en las Cortes y el derecho creado única-
mente por el rey.
© FUOC • PID_00163034 26 La creación del derecho ante la aparición del estado moderno

En Castilla, donde la soberanía regia se impuso muy pronto, todas�las�leyes,


tanto las del rey como las dadas en Cortes, eran reconducidas a derecho del
rey, y éste sería el único derecho objeto de recopilación. En los territorios de la
Corona de Aragón, por el contrario, las compilaciones fueron impuestas por
los estamentos, que querían ver reconocido el derecho del reino –tanto el de-
recho aprobado en las Cortes como el de los estamentos, formulado al margen
de las Cortes– y que veían en la recopilación una manera de fijarlo y evitar, así,
posibles modificaciones y violaciones por parte del rey. Los reyes fueron rea-
cios a estas compilaciones que, por otra parte, no contenían derecho del rey, ni
tampoco intentaron compilar, o hacer incluir su derecho en las compilaciones
que finalmente tuvieron éxito, ya que tenía los medios suficientes como para
hacer cumplir su derecho. En Navarra, se dio un proceso paralelo: mientras
que los estamentos impulsaron compilaciones con leyes que les interesaban y
con reparos de agravios, el rey promulgó compilaciones con su derecho.

Es necesario tener en cuenta, sin embargo, que por mucho interés que
los estamentos pudiesen tener en la recopilación y por muchos esfuer-
zos que pudiesen emplear, la aprobación�oficial tenía que pasar nece-
sariamente por manos del rey. Sólo él podía promulgar y, con el tiempo,
también él era el único que podía autorizar su publicación. Este hecho
hará que la pugna política que subyacía en todas las compilaciones se
acabase resolviendo, directa o indirectamente, a favor del rey.

2.2.3. ¿Qué partes del derecho se compilan?

Todavía hoy es difícil determinar e identificar los criterios y las razones que
condujeron a compilar un determinado material jurídico y a prescindir de
otro. Hay motivos técnicos que podrían explicar por qué un determinado nú-
mero de leyes fueron excluidas de las compilaciones. Se trata de las leyes cuyo
carácter�temporal era muy marcado (es decir, que su duración dependía de
que se aplicase el servicio concedido en Cortes o de la celebración de nuevas
Cortes); también había otras de tipo coyuntural, cuyo objetivo era resolver
un�problema�concreto (por lo que perdían virtualidad cuando el problema
había sido resuelto); por otra parte, había leyes abrogadas y leyes derogadas
por leyes posteriores. Pues bien, todo esto podría explicar la exclusión de algu-
nas leyes de las compilaciones, pero no tenemos que dejar de considerar que
algunas otras leyes fuesen marginadas o incluidas simplemente por razones
políticas, hecho que se hace difícil de demostrar.

2.2.4. ¿Cómo se incorporan las leyes a la recopilación?

Los textos compilados podían conservar su tenor original o bien podían ser
objeto de modificaciones. En Castilla, las compilaciones, que fueron induci-
das por los reyes, las hicieron juristas al servicio del rey que recibieron el en-
cargo de recopilar el derecho vigente y de reelaborarlo en lo necesario para
© FUOC • PID_00163034 27 La creación del derecho ante la aparición del estado moderno

resolver las contradicciones que incluía y para hacerlo más comprensible. Los
encargados de hacer estas obras en Castilla fueron autorizados a prescindir de
las partes más retóricas de las leyes, a enmendar su formulación, a aclarar�su
lenguaje y a refundir varias leyes en una sola si la ocasión así lo exigía. Por el
contrario, en Navarra y en los territorios de la Corona de Aragón, y con inde-
pendencia de si se optaba por una clasificación por materias�o�cronológica,
los compiladores, tanto si eran particulares como si eran nombrados paritaria-
mente por los estamentos y por el rey, registraron con fidelidad el texto de las
disposiciones originales sin introducir en éste modificaciones.

2.2.5. Formas de clasificación del material

Las compilaciones se podían realizar aplicando uno de estos dos criterios de


clasificación del material que contenían: cronológico –por orden temporal de
disposiciones incorporadas– o por materias�–por orden de materias conteni-
das, y dividido en libros� y� títulos, dentro de los cuales las normas estaban
dispuestas por orden cronológico–. La clasificación cronológica permitía en-
contrar con mucha rapidez las leyes, pero, en cambio, no permitía conocer
al mismo tiempo y juntas todas las disposiciones que había sobre una deter-
minada institución o materia. Por otra parte, las recopilaciones cronológicas
podían ser�puestas�al�día con facilidad, añadiendo las disposiciones más re-
cientes, mientras que las sistemáticas envejecían pronto y, o bien se hacían
nuevas ediciones en las que se refundía el material más nuevo, o bien se aña-
dían apéndices cronológicos al cuerpo sistemático central.

Las primeras compilaciones realizadas en Aragón y Valencia adoptaron el or-


den cronológico, disponiendo, después del derecho propio general del reino,
los fueros y los furs, respectivamente, en función de los reyes que los habían
concedido. Sin embargo, a partir de mediados del siglo XVI el criterio sistemá-
tico se generalizó por todas partes. Mientras que en Castilla la clasificación
sistemática carecía de base preexistente, puesto que era decidida por la comi-
sión de juristas que elaboraba la recopilación, en la Corona de Aragón todas
la compilaciones sistemáticas adoptaron como base la sistemática del Código
de Justiniano en su versión boloñesa medieval, es decir, en nueve libros y no
en doce como lo había compuesto Justiniano en el s. VI. En Cataluña, cada
volumen se estructuraba en diez libros, y no en nueve, porque entendían que
los Tres libri formaban el libro décimo. La adopción de la sistemática del Có-
digo de Justiniano pone de manifiesto hasta qué punto el derecho común se
había convertido en el elemento vertebrador del ordenamiento jurídico del
reino –como fue evidente en el caso de Cataluña– o hasta qué punto aspiraban
a que esto fuese así –como en el caso de Aragón.

2.2.6. Publicación y promulgación

Con respecto a la promulgación y la publicación de las compilaciones, no se


debe trasladar al pasado aquello que hoy entendemos con estos conceptos.
© FUOC • PID_00163034 28 La creación del derecho ante la aparición del estado moderno

"La ley en la edad moderna es un mandato del monarca que adopta normalmente, pero
no necesariamente, la forma escrita. Promulgar consiste en ordenar que se cumpla la
voluntad del rey. Identificada promulgación con la decisión regia de declarar ley una
determinada manifestación de voluntad suya y de mandar que sea obedecida y cumplida,
todos los requisitos que teóricamente se puedan exigir se reducen a poder vincular, sin
duda alguna, la orden –oral o escrita– a la voluntad del rey. Si una orden es expresión
de la voluntad del rey, existe esa orden y la ley ha sido promulgada. La ley debe tener
siempre una determinada publicidad, que acompaña a toda promulgación. Por razones
instrumentales, conviene identificar en estos momentos publicación con el acto material
de imprimir una recopilación."

Iglesia. La creación del derecho... II, pág. 353

Es conveniente que no confundamos las diferentes posibilidades que la reali-


dad ofrecía a la hora de compilar. Además de otras posibilidades teóricas que
mencionaremos, esencialmente las compilaciones pueden ser oficiales u obra
de particulares; las oficiales pueden ser promulgadas o no. Las compilaciones
tienen que ser necesariamente publicadas para que, de esta manera, se conoz-
can y se apliquen o utilicen, pero no es imprescindible que una recopilación
sea promulgada. Así pues, se compilan leyes y normas que ya existían y, en
consecuencia, que ya habían sido debidamente promulgadas; es decir, que le-
yes que ya se habían promulgado son compiladas e impresas junto con otras.
Esta actividad compilatoria, por tanto, pueden llevarla a cabo particulares, si
bien en estos casos el texto compilado carece de valor oficial.

No obstante, una recopilación puede ser, como tal recopilación, promulgada.


A partir de este acto se derivan algunas consecuencias que es preciso conocer.
Desde el momento de la promulgación de una recopilación, el texto vigente
no es el originario, sino el compilado; las leyes originarias se convierten en
derogadas por las promulgadas. Además, si una recopilación es promulgada
con carácter exclusivo, entonces este hecho afectará no sólo al tenor del texto
(en exclusiva es válido el promulgado), sino que dejan de ser vigentes las leyes
no incluidas en la recopilación. Y al revés, cuando una recopilación no es
exclusiva, siguen siendo invocables las leyes no compiladas.

La realidad, sin embargo, deparó más posibilidades de que una obra fuese el
resultado de un trabajo de un particular o que fuese promulgada�con carác-
ter exclusivo por el rey. Hubo, en efecto, otras posibilidades. Podía darse, por
ejemplo, que una recopilación hubiese recibido la autorización del rey, pero
que no hubiese una promulgación en sentido técnico; podía ocurrir, asimis-
mo, que no�concordase aquello que se había solicitado y aquello que final-
mente se había concedido, o entre el proyecto inicial y el resultado final. Una
tercera posibilidad se abría paso cuando, a partir de principios del s. XVI, cual-
quier libro que se quería imprimir tenía que contar con el consentimiento
y la�autorización expresa del rey, hecho que, si bien no equivalía a una pro-
mulgación, no dejaba de dar un cierto carácter oficial a la obra impresa con
autorización regia. Por lo tanto, como veremos al analizar las compilaciones
en cada reino en concreto, las posibilidades eran múltiples.
© FUOC • PID_00163034 29 La creación del derecho ante la aparición del estado moderno

2.3. Las compilaciones de los diferentes reinos

A continuación nos vamos a centrar, en particular, en las compilaciones que se


realizaron en los diferentes reinos hispánicos durante toda la Época Moderna.

2.3.1. Corona de Castilla

Castilla

Las Cortes castellanas, desde finales de la edad media, empezaron a hacer pe- Monarcas españoles de los
ticiones a los reyes con el fin de que reuniesen las leyes castellanas en una siglos XVI y XVII

recopilación. Los motivos de estas demandas eran: Isabel I (1476-1504)


Juana I (1504-1509, fecha de
su internamiento en Tordesi-
1) La existencia de un gran número de leyes de diferentes tipos y a menudo llas; regencia de Fernando el
Católico hasta 1516)
contradictorias hacía necesario poner orden en la legislación. Se dieron, por Carlos I (1516-1556)
lo tanto, ya durante el reinado de Juana I, algunos intentos de recopilar en un Felipe II (1556-1598)
Felipe III (1598-1621)
único volumen las leyes del mismo tipo. Felipe IV (1621-1665)
Carlos II (1655-1700)

2) La multiplicidad creaba confusión, motivo por el que era necesario, no sólo


recopilar las leyes castellanas, sino también declararlas, interpretarlas, hacer en
ellas las adiciones necesarias, reducirlas a unidad y redactarlas en un lenguaje
sencillo.

Ordenanzas Reales. Proemio

"[...], considerando sus altezas que el propio officio de los rreyes es fazer juyzioe justiçia
e deseando e queriendo que ensus rreynos e señoríos la justiçia florezca e se faga e admi-
nistre justa e derecha mente según deue e aquellos que touieren cargo dela fazer así enla
su casa e corte como enla su corte e chançelleria e en todos los sus rreynos e señoríos
la puedan fazer e fagan libremente sin enbargo e sin dilaçion e mirando que sin leyes
la justiçia non se podria sostener e la poliçia non sabe se gouernada sin ellas, por que
todas las leyes se rrefieren al prouecho dela cosa publica e para guarda dela justiçia, por-
que la ley es derecho escrito que afirma lo honesto e vieda lo contrario e es interpetre
de ygualtat e yguala las cosas diuinas e humana e es ordenança santa e rregla comun
delos justos. E la buena ley tiene quatro condiçiones. La primera es propia cosa dela ley
extirpar e de rraygar los vicios. La segunda ordenar las costubres e actos delos subditos. La
tercera traer alos ombres a felicidad. La quarta llana e claramente disponer la verdat. E el
final mouimiento delas leyes es el tranquilo e paçifico estado del pueblo. E para las fazer
e ordenar dieron ocasión la variedat delos negocios ocurrientes, la correcion delas leyes
antiguas, la suplicaçion delos subditos, la diçision delas dubdas e quistiones judiciales e
por que despues dela muy loable e prouechosa ordenança e copilaçion delas leyes delas
siete partidas fechas e ordenadas por el señor rrey don Alonso nono de loable memoria el
qual auia antes fecho el fuero castellano que se llama de leyes, por los otros señores rreyes
que despues rreynaron e por los dichos rrey e rreyna nuestros señores en diuersos ayun-
tamientos de Cortes fueron fechas e ordenadas muchas leyes e ordenanças e pragmáticas
en munchos e diuersos volumenes, libros e quadernos según los casos e negoçios que
en aquellos tiempos ocurían e acaescían. Delas quales dichas leyes algunas fueron rreuo-
cadas e otra limitadas e interpretadas e otras por contrario vso e costunbre derogadas e
algunas dellas cesantes las causas por que fueron ordenadas quedan e fincan superfluas e
sin efecto e algunas paresçen diferentes e rrepugnantes de otras [...], la alteza e mercet de
los dichos señores rrey don Fernando e rreyna doña Ysabel nuestros señores entendiendo
ser prouechoso e avn necesario para guarda y conseruaçion de la justiçia e para abreuiar
los pleytos e debates e quistiones que naçian entre sus subditos e naturales, mandaron
que se fiziese copilaçion delas dichas leyes e ordenanças e prematicas juntamente con
algunas leyes msas prouechosas e neçesarias vsadas e guardadas de dicho fuero castellano
en vn volumen por libros e titulos de partidos e conuinientes cada vna materia sobre
si, quitando e dexando las leyes superfluas, inhutiles, rreuocadas e derogadas e aquellas
que no son nin deuen ser en vso, conformando las con el vso e estilo dela su corte e
© FUOC • PID_00163034 30 La creación del derecho ante la aparición del estado moderno

chançilleria. E esta obra esta partida en ocho libros por diuersos titulos segun que enel
departimento de los dichos libros e titulos se contiene [...]."

a)�Las Ordenanzas Reales de Castilla

En el contexto que acabamos de describir apareció la primera recopilación


castellana, realizada por el jurista Alonso Díaz de Montalvo y publicada en
1484, las Ordenanzas Reales de Castilla, conocidas también como Ordenamiento
de Montalvo.

Las Ordenanzas Reales se dividían en ocho libros que reunían leyes�agrupadas en títu-
los; se ocupaban de varias materias (eclesiásticas, leyes, derecho político y administrati- Contenido básico de los
vo, derecho procesal, estado de las personas y organización militar, derecho de familia, libros de las OORR
matrimonial, de sucesiones y de obligaciones, hacienda real, organización municipal y
regulación de los oficios y derecho penal) siguiendo el esquema de las Partidas, pero con I: materia eclesiástica y leyes
alguna modificación. II: derecho político y adminis-
trativo
III: derecho procesal
IV: estado de las personasy or-
En el prólogo del que hemos reproducido un fragmento en la página anterior ganización militar
(OORR, Proemio) el autor explica la situación que lo llevó a realizar la obra: la V: derecho de familia y matri-
monial, sucesorio y de obliga-
multiplicidad�de�leyes, algunas revocadas, otras derogadas por uso y costum- ciones
VI: hacienda del rey
bre contraria, otras superfluas por haber desaparecido la causa que las origina- VII: organización municipal y
ba, o incluso leyes contrarias entre sí, provocaba una confusión que obligaba a oficios
VIII: proceso y derecho penal
poner en la legislación castellana cierto orden. Los Reyes Católicos decidieron
reunir las leyes, ordenanzas,�pragmáticas y�disposiciones del Fuero Real en
un volumen, en el que serían ordenadas en títulos y libros, prescindiendo de
las leyes superfluas, inútiles, revocadas, derogadas, en desuso o contrarias al
estilo de la corte y a la Chancillería del rey. El jurista no pretendió modificar la
redacción o el contenido de las leyes recopiladas, sino que se limitó a reunirlas
prescindiendo del material jurídico innecesario, ya fuese parte de una ley, ya
una ley entera. Así, reprodujo la ley de forma íntegra y recurrió, en algunas
ocasiones, a remisiones a otras leyes recopiladas que se podían ocupar de una
misma materia. Esta técnica le permitió prescindir de reiteraciones inútiles in-
tentado, como mínimo, ser respetuoso con el contenido del modelo, a pesar
de que no siempre lo consiguió.
© FUOC • PID_00163034 31 La creación del derecho ante la aparición del estado moderno

La obra de Montalvo, a pesar de que se realizó por iniciativa de los re-


yes, nunca fue promulgada, por esta razón, por tratarse de una recopi-
lación privada, su valor es el de facilitar el conocimiento�del�derecho.
Dicha recopilación pretendía reunir y sistematizar en un solo volumen
todas las leyes vigentes, pero al no ser promulgadas, las no recogidas
continuaban en vigor; por tanto, tan sólo se podría alegar un juicio si
se aportaban pruebas de la existencia de la ley recopilada. Pese a esto, la
administración de justicia castellana la utilizó. La obra circuló y no fue
prohibida por la monarquía, sino todo lo contrario, autorizó su publi-
cación, hecho que permitió una gran difusión de la obra, a la que todo
el mundo recurría como si se tratase de una recopilación promulgada y
exclusiva que incluso incluyó, con el tiempo, un suplemento fruto de
una decisión de los monarcas.

A principios del siglo XVI apareció un primer�suplemento que reunía pragmáticas no


recopiladas en las Ordenanzas Reales y algunas bulas papales que favorecían la jurisdicción
real. Los Reyes Católicos encargaron esta tarea al Consejo y se publicó con autoridad regia.
Constituyó, por tanto, una especie de apéndice de la obra de Montalvo, que pretendía
corregir y perfeccionar. Este suplemento fue promulgado, aunque no parece que tuviese
carácter exclusivo. Más tarde, fue reeditado�y�completado. Esta obra es conocida como
El libro de Bulas y Pragmáticas de Juan Ramírez.

Las Ordenanzas Reales y sus suplementos no satisficieron las pretensiones de


las Cortes del siglo XV a las que antes hemos hecho referencia. Tampoco cum-
plieron el mandato de Isabel I, incluido en el codicilo de su testamento, orde-
nando reunir las leyes en un solo volumen con un lenguaje breve y sencillo.
Es decir, la obra de Montalvo no era suficiente, ya que tan sólo recopilaba las
leyes castellanas, pero no modificó su redacción, con lo que tampoco logró
ofrecer una versión más clara, breve y sencilla.

Testamento de Isabel I, 12-X-1504

"[...] mandar reduzir las leyes del Fuero e ordenamientos e prematicas en vn cuerpo, do
estouiesen mas breuemente e mejor ordenadas, declarando las dubdosas e quitando las
superfluas, por euitar las dubdas e algunas contrariedades que çerca dellas corren e los
gastos que dellos se siguen a mis regnos e subditos e naturales [...] luego hagan juntar
vn prelado de sçiençia e de consçiencia con personas doctas e sabios e experimentados
en los derechos, e vean todas las dichas leyes del Fuero e ordenamiento e prematicas, e
las pongan e reduzcan todas en vn cuerpo, onde esten mas breue e compendiosamente
compiladas [...]."

La recopilación que quería llevar a cabo la reina tenía que completar las Parti-
das, que seguían vigentes, excepto en aquello que no fuese justo. A su lado, el
nuevo libro tenía que recopilar el derecho nuevo (el derecho administrativo y
político del nuevo Estado), perfeccionado con las leyes del Fuero Real. La obra,
en fin, tenía que armonizar la tradición romano-justinianea de las Partidas,
con la romano-teodosiana del Fuero Real.
© FUOC • PID_00163034 32 La creación del derecho ante la aparición del estado moderno

El encargo de Isabel I no se llevó a la práctica, motivo por el que las peticiones


de las Cortes de una nueva recopilación continuaron hasta que a mediados
del siglo XVI se ordenó su elaboración.

b)�Nueva recopilación

Desde la aparición de la obra de Montalvo, en 1484, hasta la Nueva recopila-


ción, en 1567, se siguieron dando leyes que se iban corrigiendo, enmendando,
completando y modificando. Había surgido de nuevo la confusión en la ad-
ministración de justicia por la dispersión�y�corrupción de los textos. Por este
motivo, se nombraron a algunas personas encargadas de recopilar, corregir,
enmendar y declarar la gran cantidad de leyes existentes y se discutió sobre las
decisiones que había que tomar en el Consejo, en el que participaba a menudo
el monarca, Felipe II.

Ley y pragmática de promulgación de la Nueva recopilación, dada por Felipe


II, en Madrid, el 14 de marzo de 1567

"Don Philippe por la graciade Dios, Rey [...]. Sabed que por las muchas y diuersas leyes,
pragmáticas, ordenamientos, capitulos de Cortes y cartas acordadas, que por nos y los
Reyes nuestros antecesores en estos reynos se han hecho, y por la mudança y variedad
que cerca dellas ha auido, corrigiendo, enmendando, añadiendo, alterando lo que según
la differencia de los tiempos y ocurrencia de los casos ha parescido corregir, mudar, y
alterar: y por qué ansí mismo algunas de las dichas leyes, o por se auer mal sacado de
sus originales, o por el vicio y error de las impresiones, están faltas y diminutas, y la letra
dellas corrupta y mal emendada. Y otro si en el entendimiento de algunas otras de las
dichas leyes han nacido dubdas y difficultades, por ser las palabras dellas dubdosas, y por
parecer que contradezian a algunas otras, y que ansí mismo algunas de las dichas leyes,
como quiera que sean y fuessen claras, y que según el tiempo en que fueron fechas y
publicadas, parescieron justas y conuenientes, la experiencia ha mostrado, que no pue-
den ni deuen ser executadas, y que de mas desto, las dichas leyes han estado y estan
diuididas y repartidas en diuersos libros y volumines, y aun algunas dellas no impresas
ni incorporadas en las otras leyes, ni tienen la authoridad y orden que conuendria, de
que ha resultado y resulta confusión y perplexidad, y en los juezes que por ellas han de
juzgar dudas y difficultades, y diferentes y contrarias opiniones, y porque las leyes son
establescidas, para que por ellas se haga y administre justicia, y para que se mande y or-
dene lo bueno y justo, y se prohiba y vede lo malo e illicito, y sean regla y medida a todos,
a los buenos para que las guarden y sigan, y a los malos para que se refrenen y moderen.
Y conuiene que demas de ser justas y honestas, sean claras y publicas y manifiestas, de
manera que los subditos entiendan lo que son obligados a hazer, y de lo que se deuen de
guardar, y sea a todos cierta y claramente guardado su derecho, y se excusen las dudas
y differencias, pleytos y debates, y se viua en la paz y quieta publica, que en los reynos
bien gouernados se deue tener, y que para este mismo effecto en las dichas leyes se supla
lo que estuuiere falto y diminuto, y se quite lo superfluo, y se declare lo dudoso, y se
enmiende lo que estuuiere corrupto y errado; y ansí por los procuradores destos reynos
en Cortes, y por algunas otras personas zelosas del bien y beneficio publico fue pedido y
supplicado al Emperador y Rey mi señor, que mandase reduzir y recopilar todas las dichas
leyes, y que se pusiessen debaxo de sus titulos y materias por la buena orden y estilo
que conuiniesse: y con acuardo de los del su consejo fue esto primeramente cometido
[...], auiendose primero ansí en su tiempo como enel delas otras personas, que enesto
interuinieron en el nuestro consejo en general y en particular por las personas del, que
para esto han sido diputadas, tratado y conferido, y determinado, las dudas, puntos, y
difficultades que cerca de la emienda y declaración de las dichas leyes, y delo que se deuia
enellas añadir, quitar, o alterar, han occurrido: y auiendose todo visto, y con nos cunsul-
tado, auemos acordado quelas dichas leyes y nueua recopilación y reduction dellas, que
ansí esta hecha, que esta repartida y diuidida en nueue libros, debaxo de los titulos y
materias, se imprima y estampe, y para ello auemos dado nuestro priuilegio y facultad;
y mandamos que se guarden cumplan, y executen, las leyes que van eneste libro, y se
juzguen y determinen por ellas todos los pleytos y negocios que enestos reynos occurrie-
ren: aun que algunas dellas sean nueuamente hechas y ordenadas: y aunque no ayan
sido publicadas ni pregonadas: y aunque sean differentes o contrarias alas otras leyes y
capitulos de Cortes y pragmáticas que antes de agora ha auido enestos reynos: las quales
queremos que de aquí adelante no tengan authoridad alguna, ni se juzgue por ellas, sino
solamente por las deste libro, guardando enlo que toca alas leyes delas siete partidas, y del
© FUOC • PID_00163034 33 La creación del derecho ante la aparición del estado moderno

fuero, lo que por la ley de Toro esta dispuesto y ordenado: y quedando ansí mesmo en su
fuerza y vigor, las cedulas y visitas que tienen las audiencias enlo que no fueren contrarias
alas leyes deste libro, y que fecha la dicha impression quede en el nuestro consejo vno
delos dichos libros, enmendado, y firmado delos del nuestro consejo: el qual sea registro
original, para que por el, siempre que adelante occurra duda o difficultad sobre la letra
delas dichas leyes, se corrija y enmiende por el: y que ansí mismo aya otro volumen y
libro en el nuestro Archiuo de Simancas, que sea corregido y enmendado y firmado delos
del nuestro consejo, y conferido y colacionado con el que queda en el mismo consejo,
que tenga la dicha authoridad de registro y original. Fecha en Madrid a quatorze dias del
mes de Março, de mil y quinientos y sesenta y siete años [...]."

La elaboración de la Nueva recopilación se llevó a cabo con los mismos mate-


riales que utilizó Montalvo, es decir, se acudió a los originales de las leyes que
había recopilado el jurista castellano, además de los de las nuevas leyes que
se habían dictado desde entonces hasta la fecha de realización de la Nueva re-
copilación.

Los recopiladores fueron autorizados por el monarca a introducir�modifica-


ciones en los originales, con el fin de ofrecer una mayor claridad al texto reu-
nido, llegando, incluso, a incluir nuevas leyes que permitían superar contra-
dicciones o llenar lagunas legales. No obstante, excepto en algunas ocasiones,
se mantuvieron fieles al texto original de la ley, con lo que, cuando una nor-
ma podía registrarse en más de un título, se limitaron a registrarla una sola
vez, haciendo uso de notas de remisión y reenviando al resto de lugares donde
podía haberse reproducido.

La obra se dividió en nueve�libros, que recopilaban las diferentes materias,


pero la estructura no fue tan clara como la de las Ordenanzas Reales.

La Nueva recopilación se dividió en nueve libros que contenían las siguientes materias:

I: materia eclesiástica
II: leyes, derecho político y administrativo
III: derecho político y administrativo
IV: proceso, organización judicial
V: derecho de familia, matrimonial, sucesorio, obligaciones y contratos, y de hacienda
VI: estado de las personas, derecho público y hacienda
VII: organización municipal y oficios
VIII:�proceso y derecho penal
IX:�organización de la hacienda y materia fiscal

Una pragmática de Felipe II promulgó con carácter exclusivo la Nueva recopi-


lación, derogando su texto los originales de las leyes que reunía.

El problema de las nuevas leyes que se fue dando desde su aparición se solu- Vigencia de la Nueva
cionó, en las nuevas ediciones de la obra, con la publicación de apéndices que recopilación

las registraban cronológicamente. No obstante, esta práctica era insuficiente, Se mantuvo vigente desde su
motivo por el que en 1640 se llevó a cabo una refundición de todas las prag- promulgación, en 1567, hasta
la promulgación de la Novísi-
máticas extravagantes o de los apéndices en los títulos correspondientes, que ma recopilación (1805), que la
derogó parcialmente.
constó de tres�volúmenes, uno más que en el año 1567. Posteriormente se hi-
cieron más ediciones, cada una de las cuales reproducía la cédula real de pro-
mulgación, de entre las que destacamos la de 1723, con la que los volúmenes
pasaron a ser cuatro, en los que se incluían los autos acordados (resoluciones)
del Consejo del rey y los nuevos aranceles aprobados. Estos autos acordados
© FUOC • PID_00163034 34 La creación del derecho ante la aparición del estado moderno

se ordenaron siguiendo la sistemática de la Nueva recopilación en la refundi-


ción de 1745. La última refundición se realizó en los años 1776-1777, fechas
que coincidían con el inicio del movimiento codificador. La falta de éxito de
las nuevas ideas codificadoras permitió que en 1805 todavía apareciese una
nueva�recopilación con una nueva sistemática, la Novísima Recopilación de las
leyes de España.

Las�recopilaciones�navarras

Como ya sabemos, Navarra se incorporó a la Corona de Castilla a principios Las Ordenanzas viejas
del siglo XVI. A partir de este momento, los estados navarros quisieron fijar
La recopilación denominada
definitivamente y por escrito el texto del Fuero General de Navarra. Así, en 1530 Ordenanzas viejas fue realizada
redactaron una versión más sencilla, denominada Fuero Reducido. Sin embargo por Balanza y Pasquier, y fue
impresa en 1557.
el Fuero Reducido no fue aprobado por el monarca: se realizó una recopilación,
las Ordenanzas viejas, de las leyes del reino por iniciativa del virrey y del Con-
sejo Real. Dicha recopilación incorporaba las leyes aprobadas por el rey, tanto
en Cortes como fuera de ellas.

Las Ordenanzas viejas carecían�de�sistemática, simplemente presentaban una separación


de leyes del rey dadas fuera de Cortes y leyes del rey dadas en Cortes, sin incluir en
ellas las inútiles. Unos años más tarde, sin embargo, se le añadió un repertorio ordenado
alfabéticamente que le dio una gran utilidad práctica.

En 1567, Pasquier perfeccionó su obra, recogiendo�las leyes del rey dadas fuera
y dentro de Cortes, pero prescindiendo del material superfluo y contradictorio.
Incluyó leyes anteriores a 1512 (anteriores, por tanto, a la incorporación del
reino en la Corona de Castilla) e indicó�la�procedencia de las disposiciones
reducidas, a fin de permitir un control de la labor realizada.

Los estados, con motivo de la impresión autorizada por el Consejo Real de La Recopilación de los
las Ordenanzas viejas, solicitaron y consiguieron que se aprobase, en las Cortes Síndicos

de 1569, que éstas sólo se pudiesen imprimir a petición de los tres estados La recopilación ordenada por
o de su síndico. En 1576, los síndicos recibieron el encargo por parte de los los estados navarros y publi-
cada en 1614 se denominaba
estados de hacer una recopilación en un volumen de las leyes�decisivas y de las La Recopilación de los Síndicos:
Las leyes del reyno de Navarra,
reparaciones�de�agravios otorgadas y concedidas. Sin embargo la pretensión hechas en Cortes generales, a
no se hizo realidad hasta 1593, momento en el que los síndicos realizaron suplicación de los tres Estados,
desde el año 1512 hasta el año
una obra que no fue revisada por el Consejo y el virrey hasta el año 1604, y 1612, reducidas a sus debidos
títulos y materias.
autorizaron su publicación que tuvo lugar en 1614.

La recopilación de 1614 tan sólo reunían las leyes decisivas y las reparaciones de agravios,
en cinco libros de sistemática confusa. En 1666 se realizó en Pamplona el repertorio del
escribano Ururzun, quien pretendía facilitar el conocimiento de las numerosas disposi-
ciones que se ubicaban en cuadernos independientes que se prestaban a confusión.

De forma paralela a la obra de los síndicos, el Consejo Real impulsó la publica-


ción de dos recopilaciones, realizadas por Armendáriz, que tenían que recoger
respectivamente las leyes aprobadas en Cortes y las leyes regias fuera de Cor-
© FUOC • PID_00163034 35 La creación del derecho ante la aparición del estado moderno

tes, de las cuales sólo se imprimió la primera, la Recopilación de todas las leyes
del reyno de Navarra a suplicación de los tres Estados de dicho Reyno concedidas, y
juradas por los señores Reyes (1614).

La publicación de la recopilación de Armendáriz provocó las protestas del rei-


no:

a) La obra no se imprimió a petición de los estados.


b) La obra no incorporaba la integridad de las leyes, sino un sumario.
c) La obra había sido autorizada por el Consejo, órgano que ordenó que dicha
obra se tuviera en todos los lugares.

Los estados sólo consiguieron que se cambiase el título de la obra por el de


Recopilatorio y sumario de las leyes del reino, sin que se prohibiese, como ellos
querían, la posibilidad de citarlos y utilizarlos en un juicio.

Pese a que la otra recopilación –la de las leyes del rey dadas fuera de Cortes– no
se llegó a publicar, en 1662 se publicó otra, las Ordenanzas del Consejo Real del
Reino de Navarra, hecho que provocó más protestas por parte de los estados.
Los nuevos enfrentamientos provocaron que el monarca pudiese legislar sin
invocar necesidad urgente y decidir qué era contrafuero y si había que revocar
una pragmática regia. Los intentos, en aquellas circunstancias, de los estados
para que se autorizase la publicación del Fuero General de Navarra fracasaron.

La obra de Antonio
La primera recopilación promulgada oficialmente y de forma exclusiva Chavier (1686)
se le encargó a Antonio Chavier, quien tenía que reunir todas las leyes
La obra de Antonio Chavier
dadas por el rey en Cortes desde la unión de Navarra y Castilla hasta en- (1686) se tituló Fueros del Rey-
no de Navara, desde su crea-
tonces. Las disposiciones tenían que ser reducidas y distribuidas den-
ción hasta su feliz unión con el
tro de títulos, precedidas por el Fuero General de Navarra. La obra se pu- de Castilla, y Recopilación de las
leyes promulgadas desde dicha
blicó en 1686, y en ella se reunían, finalmente, el Fuero General de Na- unión hasta el año de 1685, re-
copiladas, y reducidas a lo sus-
varra y las leyes decisivas y reparaciones de agravios de forma reducida. tancial, y a los títulos a que co-
rresponden.

El carácter exclusivo de la obra de Chavier sólo se pudo afirmar frente a las


leyes aprobadas en Cortes, ya que a su lado continuaron encontrándose, como
parte del ordenamiento jurídico navarro, las Ordenanzas, publicadas a princi-
pios del siglo XVII, de Pasquier, los síndicos y Armendáriz. El rey, además, si-
guió dando provisiones contra el derecho navarro.

La obra de Chavier presentaba muchos defectos, tales como omisiones y contradicciones


entre los textos originales y los recopilados, y ésta fue la causa de su fracaso.
© FUOC • PID_00163034 36 La creación del derecho ante la aparición del estado moderno

El fracaso de la obra de Chavier provocó que a principios del siglo XVIII se le La obra de Elizondo
encargase al síndico del reino, Joaquín Elizondo, una nueva recopilación que
La Novísima recopilación de las
tenía que incorporar la Recopilación de los síndicos a las nuevas leyes de Cortes leyes del reino de Navarra he-
dadas hasta 1716 y que fue la última recopilación del reino de Navarra, en la chas en sus Cortes generales
desde el año de 1512 hasta el
que, a partir de entonces, sólo se imprimieron los cuadernos de las diferentes de 1716 inclusive, encargada a
Joaquín Elizondo, se conoció
Cortes. La obra de Elizondo se publicó con carácter exclusivo, pero sin derogar con el nombre de Nueva reco-
el texto original de las disposiciones recopiladas, que se prefería al recopilado. pilación.

Otras�recopilaciones�de�la�Corona�de�Castilla

Además de los reinos de Castilla y de Navarra, varios territorios más formaban


parte de la Corona de Castilla. Nos estamos refiriendo a Álava, Vizcaya, Gui-
púzcoa, Asturias y Galicia, donde la necesidad de tomar decisiones comunes
para solucionar diferentes problemas y para reaccionar ante la autoridad del
rey, al no participar en Cortes, provocó la formación de una serie de Juntas.

Las mencionadas Juntas eran instituciones que, nacidas a finales de la edad


media, superaban el ámbito local y tendían a una organización propia, con un
ordenamiento propio que, a pesar de la dialéctica desarrollada con el poder
soberano, se movían dentro de los límites impuestos por el monarca. Estas or-
ganizaciones desarrollaron un derecho diferente para cada territorio, que dio
lugar a varias recopilaciones de diferente valor y extensión, que podían incluir
tanto derecho consuetudinario como decisiones regias que se presentaban co-
mo antiguas costumbres o confirmaciones reales de éstas. De esta forma, po-
demos encontrar recopilaciones que se consideraban ordenamientos jurídicos
completos, con su propio orden de prelación –dentro del cual el derecho cas-
tellano se convertía en el derecho supletorio– y recopilaciones de reglas de
vecindad y de trabajo común del ambiente local rural.

Entre las recopilaciones de estos territorios destacan las de las provincias vas-
cas. Así, en 1452 apareció el Fuero viejo de Vizcaya, reelaborado sistemática-
mente en 1506 con la incorporación de principios impuestos por el monarca
y presentados como costumbres antiguas. En las Ordenanzas de Guipúzcoa y en
las Ordenanzas de Álava predominó el carácter de regulación de la vida común
del pueblo rural. Similares a estas últimas fueron las Ordenanzas generales del
Principado de Asturias, y las de la Huerta de Murcia. Es preciso que mencionemos
aquí, por último, el caso de las recopilaciones de ordenanzas de visitas, sobre
todo las vinculadas a las Ordenanzas de las audiencias, que en Castilla habían
sido declaradas oficialmente vigentes.

2.3.2. Corona de Aragón

Aragón

La primera recopilación publicada en Aragón fue la impresa entre 1476-1477.


Su autor, un jurista que no ha sido posible identificar, debía entregar a la im-
prenta, después de corregirla, una de las colecciones manuscritas que circula-
© FUOC • PID_00163034 37 La creación del derecho ante la aparición del estado moderno

ban entonces. Esta obra contenía los Fueros de Aragón divididos en ocho libros
–con la inclusión, en el libro octavo, de algunos fueros del mismo Jaime I y
de Pedro II el Grande, en concreto unos fueros referentes al Justicia Mayor y al
Privilegio General de 1283–, seguidos de los fueros dados en Cortes por monar-
cas posteriores agrupados en nuevos libros y clasificados cronológicamente.
De este modo, a partir de los ocho libros que ya tenían los Fueros de Aragón,
los fueros dictados por Jaime II formaban el libro noveno, los de Pedro III, el
libro décimo, los de Juan I, el décimo-primero, y los de Martín el Humano,
el décimo-segundo. Así pues, en conjunto se contabilizaban doce libros, igual
que el originario Código de Justiniano.

Es necesario recordar que Justiniano había compuesto, en el s. VI, en Bizancio, su código


en doce libros, pero que en Bolonia, en los s. XI-XII el Código de Justiniano no llegó todo a
la vez y entero, sino que llegó en dos fases, de manera que dicho código boloñés contaba
sólo con los libros del uno al nueve, mientras que los otros tres libros (los Tres libri) se
habían incluido en el Volumen Parvum del Corpus Iuris Civilis.

Los fueros dados después de Martín el Humano, cuando con Fernando I em-
pezó la casa castellana de los Trastámara en la Corona de Aragón en 1412,
no formaron nueve libros y fueron añadidos a continuación de los doce ya
establecidos. A todo este material (Fueros de Aragón, fueros de los libros nueve
al doce y fueros posteriores hasta la fecha de la publicación), se añadieron las
Observancias redactadas por Martín Díez de Aux.

Ya hemos visto que esta recopilación, realizada con un criterio cronológico,


fue el resultado de una iniciativa totalmente particular. Ni fue encargada por
las Cortes aragonesas ni autorizada por el rey, pero tuvo tanto éxito y se utilizó
tanto que su texto sirvió para hacer ediciones nuevas, en las que sólo se aña-
dían los nuevos fueros, y fue la base de la nueva recopilación, esta vez oficial
y con un criterio sistemático, que se realizaría a mediados del s. XVI.

La primera recopilación aragonesa, la impresa entre 1476 y 1477 (con una


segunda edición de 1496), a pesar de no tener carácter oficial, de hecho actuó
del mismo modo que si se hubiese promulgado con carácter exclusivo.

El escaso resultado práctico de la ordenación cronológica de la primera reco-


pilación y su envejecimiento hicieron que en Aragón no tardase en sentirse
la necesidad de realizar una nueva a partir de criterios sistemáticos y separan-
do los fueros vigentes de los derogados. Así se intentó a principios del s. XVI,

pero el intento no se materializó hasta más tarde, cuando las Cortes de 1547
acordaron formalmente el encargo de aquella recopilación sistemática de los
Fueros de Aragón que llevarían a cabo una comisión de juristas propuestos por
los estamentos y por el rey. Siguiendo la sistemática del Código de Justiniano
en nueve libros, se vertieron en esta recopilación los fueros y las observancias
hasta 1547. Los fueros posteriores, como los aprobados por Felipe II en 1552,
se incluirían después del conjunto sistemático en nueve libros en forma de
apéndices cronológicos.
© FUOC • PID_00163034 38 La creación del derecho ante la aparición del estado moderno

Junto a estas dos compilaciones, también es preciso mencionar una recopila-


ción específica de actos de corte realizada en el s. XVI. Como sabemos, además
de los fueros, las Cortes aragonesas también aprobaban actos de corte. Cuando
en el s. XV se recopilaron las Observancias, una selección de actos de corte se
añadió al final del conjunto de las Observancias. Pero, más tarde, las Cortes
de 1552-1553 decidieron nombrar una comisión que llevase a cabo una selec-
ción, manteniendo la máxima fidelidad con los textos originales, de los actos
de corte que considerasen útiles y necesarios. El resultado de la selección fue la
compilación promulgada y exclusiva de los actos de corte publicada en 1554
y de la que se hicieron varias ediciones.

Cataluña

Llegó muy pronto a Cataluña la necesidad de recopilar el derecho general pro-


pio de los catalanes en un volumen. La decisión de fijar el derecho general
propio catalán se tomó en 1413 en virtud de una constitución y de un capítulo
de corte (que presentaban algunas divergencias entre sí).

La preocupación fundamental no era tanto el derecho disperso, como reunirlo


y traducirlo de forma fiel. Las Cortes aprobaron que la comisión encargada
comprobase los Usatges, las constituciones generales dadas hasta 1413, pro-
mulgadas en latín desde la aparición de los Usatges, y los capítulos de corte.
La comisión tenía que fijar su texto con total fidelidad a los originales sin in-
troducir cambios de ningún tipo. Una vez comprobado y fijado el texto de
los Usatges, de las constituciones y de los capítulos de corte, se traducirían al
catalán de la mejor manera, sin cambiar su sentido.

El material traducido se tenía que colocar, tanto del texto en latín como de
la traducción al catalán, en los títulos correspondientes, con el fin de que, a
partir de entonces se utilizasen para juzgar en todos los tribunales de Catalu-
ña. El resultado de esta labor fueron dos manuscritos, uno en latín y otro en
catalán, que se conservarían en el Archivo Real, cuyos traslados auténticos se
conservarían en la casa de la Diputación del general.

Se quería garantizar la autenticidad de las copias que se hiciesen de éste y resolver las
cuestiones que se pudiesen plantear como consecuencia de las posibles variantes apare-
cidas en las copias que circulaban. Para resolver las dudas acerca del texto catalán, acu-
diríamos al texto en latín conservado en el Archivo Real; en caso de que no pudiésemos
acceder a éste, entonces sería necesario recurrir a las copias autentificadas de la casa de
la Diputación del general.

Constitutions y altres drets de Cathalunya (1704). De la nova compilatio, 1


(Fernando I en la Corte de Barcelona, 1413, cap. 34)

"Per tal que las leys del Principat de Cathalunya, per nostres illustres predecessors pro-
mulgadas, sien pus manifestas, e intelligibles a tots nostres sotsmesos, axi letrats, com no
letrats, e mers lecs, e per conseguent, mils puxent saber lur dret, e justicia en las causas
ques manaran, proveim, e ordenam a supplicatio de la cort General, e de assentiment
de aquella, que de present sien elegidos per nos, e ab assentiment de la cort, tres bonas,
e idoneas personas, e vn apte Notari, las quals comproven be los Vsatges, o libres dels
Vsatges de Barcelona, e las Constitutions Generals de Cathalunya, apres dels dits Vsatges,
tro ara promulgadas en Lati, e capitols de cort, segons vuy estan no mudant, substantia,
dictio, seny, o letra: ans los dits Vsatges, Constitutions, e Capitols estigan purament, e
© FUOC • PID_00163034 39 La creación del derecho ante la aparición del estado moderno

simple, segons los antics, e vertaders originals de aquells, a fi que sien be vertaders, e ver-
tederas: e apres los dits Vsatges, e Constitutions comprovats, reduescan de Lati en lengua
vulgar Cathalana, la pus propriament que poran, e sabran, sens mudar, ne alterar lo seny,
e sententia de aquells. E axi mateix colloquen, e ordenen aquells, e aquellas, axi de Lati,
com de vulgar Cathala, en, e per propris titols, o rubricas, a fi, que sien mils collocats, e
collocadas, e que dels dits Vsatges, e Constitutions, axi de Lati, com de Cathala, o lengua
vulgar, haja, e deja esser jutjat de aci avant en las corts, e Audientias nostra, e de nostre
Primogenit, e en las altras corts, e juys de dit Principal de Cathalunya: e que sien ente-
sas, practicats, e practicadas, segons lo vertader, e bon seny de aquells, e aquellas, tota
calumnial captio, o cavillatio a part posadas: e que aquells, e aquellas axi comprovats,
e comprovadas, sien hauts, e haudas per originals, e sien mesas, e recondidas en lo Ar-
chiu de nostre Palau major de Barcelona, dels quals, e encara axi comprovats, sien fets
translats vertaders, e autentics, los quals sien recondits en la casa de la Deputatio de Cat-
halunya, e si per ventura de las paraulas, seny, o sententia dels Vsatges, e Constitutions
reduits, e reduidas en lengua vulgar Cathalana, sera dubte entre les parts, o entre los jut-
ges, e jutjants, o altres, en tal cas sie recorregut per aclariment del dubte als dits Vsatges,
e Constitutions de Lati, constituits, e constituidas en lo dit Archiu nostre pre origianl,
segons dit es, e si dels dits Vsatges, e Constitutions reduidas en lengua vulgar Cathalana,
per defalliment de mots, o altre vici sera dubte, o questioab altras ja explanadas abans,
o apres, o en altra manera, en tal cas, sie recorregut als originals explanats del dit nostre
Archiu: e si aquells facilment nos podian haver, sie recorregut als translats auctentics,
que serán eb ka casa de la Deputatio."

La preocupación por fijar el texto fiel al original en latín y una traducción ca-
talana también fiel aparece en la Constitución de 1413, mientras que la preo-
cupación que destaca en el capítulo de corte de este mismo año es proceder a
la traducción al catalán de los textos latinos de los Usatges, las constituciones
y los capítulos de corte, para que así todos puedan conocer el contenido de las
leyes. Esta traducción�tendría el valor que el monarca, con el consentimiento
de las Cortes, determinase.

Constitutions y altres drets de Cathalunya (1704). De la nova compilatio, 1


(Fernando I en la Corte de Barcelona, 1413, capítulo de corte 8)

"Com los Vsatges, Constitutions de Cathalunya, e Capitols de cort sien stats ordenats en
Lati, e perço las personas legas han ignorantia de aquellas, e facilment fan, e venen, e
poden venir contra aquells, de ques susciten questions, e plets en gran dan de la cosa
publica, e dels singlars de aquella, perço la present cort supplica molt humilment a vos
Senyor, que los dits Vsatges, constitutions, e Capitols sien tornats de Lati en Romanç,
e aquells, e aquellas sien reglats, e posats sots degudas materias, e titols, tota vagada
guardant los drets vostres Senyor, e de la terra, e lo profit, e ben avenir de la cosa publica
del dit Principat, e sobre las ditas cosas faedoraa, e spatxadorass, sien eletas dos personas
bonas, aptas, e sufficients per vos Senyor ab consentiment de la dita cort, las quals per
manament vostre continuament entengan en lo dit fet, per spatxament de aquell, e que
los dits Vsatges, Constitutions, e capitols de cort axi arromançats, hajen aquella efficacia,
força e virtut, e se hajen a praticar segons que per vos Senyor ab voluntat, e consentiment
de la cort sera acordat, e ordenat. Plau al Senyor Rey."

Como sabemos, una constante de los estamentos que se sienten amenazados


por el poder regio es obligar al monarca a respetar�su�derecho. Por este mo-
tivo, a menudo lo registran por escrito, lo redactan y obligan al monarca a
respetarlo al pie de la letra. Este hecho se hace evidente, en especial, ante si-
tuaciones de crisis que podrían propiciar cambios, ya que entonces es cuando
los estamentos quieren reforzar su posición ante el rey.

La petición de los brazos coincide en el tiempo con la instauración de la di-


nastía de los Trastámara. Los estamentos son los interesados en fijar el texto y
los que impulsan, mediante la Diputación del general, que se lleve a cabo.
© FUOC • PID_00163034 40 La creación del derecho ante la aparición del estado moderno

Las Commemoracions de
En los manuscritos resultantes de la decisión de 1413 de registrar el de- Pere Albert
recho del Principado, junto con los Usatges, las constituciones y los ca-
Las Commemoracions de Pere
pítulos de corte se añadían las Commemoracions de Pere Albert y los Cos- Albert, obra de mediados del
s. XIII, se ocupaban del dere-
tumas de Cathalunya, así como otros elementos del derecho del Princi- cho feudal, en especial de las
pado. Surgirá así, de manera fáctica y con variantes entre manuscritos, relaciones entre señores y va-
sallos.
una recopilación de derecho general propio del Principado.

Las Costumas de
Si bien no podemos plantear aquí, con criterios modernos, la cuestión de si Cathalunya
eran o no oficiales, los manuscritos de la recopilación debieron circular y no
Las Costumas de Cathalunya
parece que llegasen a alcanzar la tarea prevista de fijar el texto en latín y la eran una redacción anónima
de derecho señorial de media-
traducción catalana y declarar su valor oficial. dos del s. XIII.

La tarea de los compiladores había conducido a una ordenación de los Usatges, las cons-
tituciones y los capítulos de corte de acuerdo con la sistemática del Código de Justinia-
no, incorporando a éste otros�elementos y haciendo más fácil el acceso al mismo. Estos
manuscritos, sin embargo, no llegaron a suplantar a otros manuscritos existentes de los
Usatges, de las constituciones y de los capítulos de corte, que continuaron siendo utiliza-
dos después de la elaboración de la recopilación.

Esta recopilación, llevada a cabo por una comisión nombrada por las Cortes
y revisada por la Diputación del general, no consiguió fijar oficialmente las
leyes de la tierra ante la indiferencia del rey, que no se preocupó de llevarla a
cabo ni de sancionarla oficialmente, y tampoco de difundirla.

La aparición de la imprenta contribuyó a la fijación�y�difusión de los textos. Aparición de la imprenta


Sin intervención del monarca, se imprime a finales del siglo XV, en 1495, una y compilación

compilación en un tomo que, siguiendo el esquema medieval del Código de La aparición de la compilación
Justiniano dividido en diez libros, reproduce en la primera parte el texto de la impresa debió contribuir, a pe-
sar de no haber sido promul-
traducción catalana realizada por la Diputación a principios de siglo, mientras gada oficialmente, a disminuir
la circulación y el recurso a los
que en la segunda, incluye leyes del rey (privilegios de los estamentos, prag- antiguos manuscritos.
máticas y provisiones generales). La sistemática justinianea no se extiende al
resto de los elementos añadidos (las Conmemoracions de Pere Albert, los Costu-
mas de Cathalunya), ni se aplica a la segunda parte de la obra.

El recurso de los compiladores a la sistemática del Código de Justinia-


no en la tradición medieval tenía un valor eminentemente práctico. El
derecho común se había convertido en un verdadero ordenamiento ju-
rídico de Cataluña, y así se facilitaba la identificación de las modifica-
ciones impuestas al derecho común por el derecho propio de Cataluña.
© FUOC • PID_00163034 41 La creación del derecho ante la aparición del estado moderno

En la práctica, la administración de justicia y los particulares recurrían a la


recopilación impresa para conocer el derecho catalán y los privilegios de los
estamentos, si bien el texto no podía ser invocado ante el monarca por los
estamentos, que no habían conseguido imponérselo al rey.

El establecimiento de un texto�definitivo�y�oficial de las leyes catalanas, pro-


mulgado por el rey con el consentimiento de los estamentos, se llevó a cabo
a raíz del envejecimiento de la compilación, evidenciado por la aparición de
nuevas constituciones tras la edición impresa.

A pesar de la dificultad por conocer los detalles que rodearon a este proceso,
todos los indicios hacen pensar que se enmarcaba en el enfrentamiento entre
Página miniada de las Constitutions de
el rey y los estamentos. Esta nueva compilación no se presentó como una Cathalunya

reforma de la edición impresa de finales del siglo XV, sino que se presentó
como una obra nueva que aspiraba a sistematizar el material no sistematizado.

En 1553 el monarca encargó ordenar exclusivamente las constituciones y los


capítulos de corte, limitándose a separar las superfluas, las contrarias a otras
y las corregidas. El rey pretendía simplificar las leyes de las Cortes, y no aclarar
el ordenamiento jurídico catalán.

Constitutions y altres drets de Cathalunya (1704), De la nova compilatio, 2


(Felipe, Lugarteniente general, en la Corte de Montsó, 1553, cap. II)

"Statuim, y ordenam, que per las personas elegidoras per Nos, y per vna persona de quiscu
dels tres Staments, totas las Constitutions, y capitols de cort sien reduidas a degut orde, y
del modo que cumple a la bona directio, y administratio de la justitia, ço es, que sie feta
dictinctio, axi de las superfluas, com de las que son contrarias a altras, y de las corregidas,
y que de tot, las personas nomenadoras tingan a fer relatio en las primeras corts."

En 1564 los estamentos solicitaron que las constituciones, los capítulos y ac-
tos de corte, los Usatges y otras leyes de la tierra se tuviesen que colocar en
títulos adecuados y debidamente ordenados, indicando los superfluos y los
corregidos.

Constitutions y altres drets de Cathalunya (1704), De la nova compilatio, 3


(Felipe II en la Corte de Barcelona, 1564, cap. de corte, 24) La comisión de 1564

"Com per no haverse fet nominatio de personas, y assignatio de salari, la Constitutio La comisión nombrada en
del Any mil sinccents sinquanta tres, Capitol segon, en la qual fonc ordenat, que las 1564 había realizado una com-
Constitutions, y capitols de cort fossen deduits a degut orde, no ha sortit effecte, y es cosa pilación que no llegó a ser
aprobada por el rey, quien se
molt necessaria en lo Principat de Cathalunya, y Comtats de Rosselló, y Cerdanya, que ab
excusó alegando que nunca la
tot effecte se faça, supplica la present cort a vostra Majestat, li placia statuir, y ordenam, había recibido.
que ditas Constitutions, capitols, y actes de cort, y Vsatges de Barcelona, y altras leys de
la terra se hajan de Posar sots congruos titols, y degut ordem senyalant las superfluas,
y corregidas, y aço se faça per las personas, que en las presents corts seran per los tres
Braços nomenadas, als quals per los mateixos Braços sie assignat cert salari, pagador de las
pecunias de las Generalitats. Plau a sa Majestat ques guarde la Constitutio, y que de tot las
personas elegidoras ne façan relatio a sa Majestat, pera que proveesca, lo que convindra."

Los estamentos intentaban sistematizar el derecho del Principado, pero estos


intentos fracasaron por el comportamiento del monarca.
© FUOC • PID_00163034 42 La creación del derecho ante la aparición del estado moderno

Constitutions y altres drets de Cathalunya (1704), De la nova compilatio, 4


(Felipe II en la Corte de Montsó, 1585, cap. de corte 24)

"Com per no esserse obtingut lo beneplacit de V. Majestat, nos sia imprimida la recopi-
latio de las Constitutions de Cathalunya, la qual fonc ab tot effecte acabada per las per-
sonas elegidos per V. Majestat, y per los Staments del present Principat, inseguint la dis-
positio del capitol de cort XXIIIJ. De las corts per V. Majestat celebradas en la Ciutat de
Barcelona, en lany M.D.L.XIII;. ans per esser se perduda, (segons se enten) la copia que
per los Deputats del present Principat fonc tramesaa V. Majestat, firmada de totas las sis
personas eletas, y tambe, porque ab la nova impressio se pugan insertar las Constitutions,
y capitols de cort, que en la present cort sera. V. Majestat servit, ab loatio, y aprovatio
de aquella, statuir, y ordenar, ques reveja, y en quant sie menester, de nou se faça la dita
recopilatio de Constitutions, si, y segons, ab dit capitol de cort, y ab Constitutio feta
per. V. Majestat, en lo Any. M.D.L.IIJ. Capit. Ij. Esta disposat: supplica la present cort a
V. Majestat, que per executio de dita Constitutio, y capitol de cort, sia de son Reyal ser-
vey, ab la decretatio de la present Constitutio fer nominatio de tres personas, las quals,
junctament ab las personas de [...] per los Bras Ecclesiastic, [...] per lo Bras Militar, y [...]
per lo Bras Reyal nomenadas, façan la dita recopilatio, collocant aquellas sots congruos
titols, y resecant las superfluas, y corregidas, segons que ab dita Constitutio, y capitol
de cort esta disposat. E no res menys li placia, ab loatio, y aprovatio de la present cort Portada de las Constitutions y altres drets de
Cathalunya de 1588-1589.
statuir, y ordenar, que feta dita recopilatio, y liurada de aquella vna copia al Loctinent
General de V. Majestat, y altra als Deputats de Cathalunya, firmadas de ma propria de
las personas eletas, pera que resten perpetuament recondidas en los Archius Reyal, y de
la Deputatio, pugan los Deputats del present Principal, fer imprimir dita nova recopila-
tio, sens altra consulta de V. Majestat. Plau a sa Majestat, y dins de vn mes sa Majestat
nomenara las tres personas per sa part, y en falta de alguns dels nomenats per la cort,
los Deputats de Cathalunya ùgan nomenar altras, y lo mateix ssa Majestat, en respecte
des nomenats per sa part."

En la última ofensiva (en las Cortes de Montsó de 1585), los estamentos soli-
citaron una compilación�que se convirtiese en la primera (y única, podríamos
decir) compilación catalana. Una vez realizada, todavía tardó en imprimirse,
con lo cual tenemos, de nuevo, una muestra de la resistencia del monarca a
confirmar un texto oficial del derecho catalán, negativa que probablemente
se debía al enfrentamiento entre el rey y los estamentos.

Teniendo en cuenta los precedentes, en 1585 se pidió al monarca que se revisase y se


volviese a hacer la recopilación, y que nombrase a tres�personas que, junto con las nom-
bradas por los estamentos, la llevasen a cabo, colocando las constituciones y los capítu-
los de corte en sus lugares correspondientes y separando los superfluos y los corregidos.
También se pide al rey, que una vez hecha la obra, entregada una copia firmada al lugar-
teniente general (para el Archivo Real) y otra a los diputados (para el Archivo de la casa de
la Diputación), los diputados la puedan imprimir sin la necesidad de volver a consultar
al monarca. El monarca accede a ello y nombra a sus oficiales en 1587.

Las novedades que presentaba el texto de la recopilación publicada en Barce- Sistemática de la


lona en 1588-1589 se centraban en la incorporación de nuevas constituciones, compilación

capítulos de corte y algunas pragmáticas regias, con la consiguiente redistri- Una novedad de la compila-
bución�del�material�legislativo que supuso la incorporación en la obra de un ción es la extensión de la sis-
temática medieval del Código
tercer volumen que reunían las constituciones, capítulos y actos de corte, así de Justiniano en los tres volú-
menes de la obra, divididos en
como otras leyes de Cataluña superfluas, contrarias y corregidas. diez libros. Cada libro se en-
contraba dividido en títulos, y
los títulos contenían los capí-
tulos (cada uno de los textos
Cada volumen de la recopilación tiene un título� propio, pero el del compilados).

primer volumen funciona como título general de la obra, nombre por


el que se la conoce: Constitutions y altres drets de Cathalunya.
© FUOC • PID_00163034 43 La creación del derecho ante la aparición del estado moderno

Pero todavía hay otra�compilación, cuya existencia se debe, probablemente,


a razones políticas, ya que sólo se habían celebrado Cortes en 1599 y en 1702,
año en el que se decidió hacerla. Se publicó en 1704.

Constitutions y altres drets de Cathalunya (1704), De la nova compilatio, 5


(Felipe IV en la Corte de Barcelona, 1702, cap. 82)

"Com sia necessari reimprimir los tres Volumens de las Constitucions, y altres drets del
present Principat, compilats en força del Capitol 24. de las corts del Senerenissim Rey
Don Felip en la Vila de Monçó, any 1585 que ja foren imprimits en la present Ciutat en
los anys 1588. 1589. y altrament convinga al be publich, que sian donadas à la llum las
Constitucions, que serán fetas, y decretadas en la present cort, y que de aquellas se tinga
la deguda noticia en las Ciutats, Vilas, y Lochs del present Principat: Perço estatueix, y
ordena la present cort, que dins sis mesos de la conclusió de aquella, los Deputats, y Oy-
dors de Comptes del General, çots pena de perdrer los salaris del temps tardaràn a cum-
pliro, tingan obligaciò de fer fer, y tenir feta nova impressiò de dits tres Volumens, en vn
Tomo de paper de la forma major doblat, ab lletra de carácter llegible proporcionada, y
condecent, ab la divisio de las Constitucions, y Pragmaticas revocadas, o superfluas, per
lo que tant mateix condueixen per la intelligencia dels practichs, que tractan aquellas, o Portada de las Constitutions y altres drets de
Cathalunya de 1704.
de alguna de las no revocadas, y moderadas, continuant en dit Tomo la Genealogia dels
Serenissims Senyors Comtes de Barcelona, y Reys de Arago, fins al present, y compilant
baix los titols de las Constitucions de no revocadas, ni superfluas, ò altres de nous, y
convenients, las Constitucions, y capitols de cort del any 1599. que van impressas ab
Volumen separat, y las que serán fetas, y decretadas en la present cort, baix los propris
titols en que recaygan; Y augmentant, o renovant los Indices, de Titols, y capitols de
cort y los Alphabetichs, aixi generals, com particulars, per los quals efectes de fer dita
compilacio, collocar ditas constitucions, y capitols de cort de 1599. y las de la present
Cirtm augmentar, y renovar dits Indices, y Alphabetichs elegeix, y anomena la present
cort [...] los quals tingan facultat de anomenar altres personas, en cas de impediment
de alguna de las sobre anomenadas per dita present cort, y que no pugan fer a part im-
pressio de Constitucions, y capitols de ccortort, de la present cort, sino reimprimint las
demes Constitucions, y fentne de vnas, y altres vn Volumen en la forma dalt establerta,
y expressada; de la qual nova impressio de Constitucions, degan dits Deputats, y Oydors
donarne, y lliurarne sengles Tomos encodernats al Rey [...] y los que restaràn de dita im-
pressio se beneficien en vtilitat de dit General, haventne de donar compte dits Deputats,
y Oydors, y que degan manar fer tabba per dita impressio, subhastarla, y lliurarla al en-
cant publich al Impressor, que per menos empendrà ferla. Y tambe estatueix, y ordena la
present cort, que tots los Officials Ordinaris, aixi Reals, com de Barons en sas respective
Curias, ahont tindran los verbals, ò administraciò de justicia, degan à sos gastos pendrer,
y tenir dit Tomo de Constitucions, peraque sia patent, y manifest à tots lo contengut en
ell, y pugan cerciorarse de las Constitucions, y demès drets, çots las penas estatuhidas en
las Constitucions de la observança. Plau a sa Mazestat."

"Esta circunstancia justifica que no sea en realidad una nueva�compilación�oficial, con


la incorporación únicamente en su primer volumen en los títulos oportunos e, incluso,
con la aparición de algún título nuevo de las constituciones aprobadas en 1599 y 1702,
y la indicación en su caso, al pie de cada constitución, de las que habían quedado dero-
gadas o suspendidas por las dadas en dichas fechas [...]. La tarea limitada encargada a los
recopiladores explica que el volumen segundo y tercero de esta recopilación sean una
simple�reimpresión de la segunda, no introduciéndose ahora modificación alguna."

Iglesia. La creación del derecho... II, pág. 386

Los estamentos recuerdan la necesidad de imprimir los tres volúmenes de las constitu-
ciones y otros derechos del Principado, así como la conveniencia de hacer�públicas las
constituciones de las Cortes de 1702, y pedían que en el plazo de seis meses después de
la conclusión de las Cortes, los diputados y oidores hiciesen una nueva impresión de los
tres volúmenes. Las Cortes nombran una comisión, en la que no participan represen-
tantes del rey, para que lleve a cabo la obra. Los diputados y oidores la harán imprimir y
distribuirán los ejemplares que se haya establecido, mientras que los otros oficiales que
administren la justicia la tendrán que comprar.
© FUOC • PID_00163034 44 La creación del derecho ante la aparición del estado moderno

"La tarea limitada encargada a los recopiladores explica que el volumen segundo y terce-
ro de esta recopilación sean una simple reimpresión de la segunda, no introduciéndose
ahora modificación alguna."

Iglesia. La creación... II, pág. 386

Las compilaciones catalanas son, en esencia, compilaciones�de�leyes�de�Cor-


tes�o�asimiladas. La inclusión en la recopilación privada de 1495 (por razones
que no están muy claras, pero probablemente debida a la práctica del momen-
to) de pragmáticas y privilegios, se mantuvo y amplió en la recopilación de
1588-1589. Teniendo en cuenta las relaciones fluctuantes entre el monarca y
los estamentos, debemos pensar que las pragmáticas y los privilegios regios
compilados era lo que los estamentos querían conservar y fijar ante los posi-
bles ataques del rey.

Valencia�y�Mallorca

La historia de Valencia dentro de los territorios de la Corona de Aragón ocupa


una posición especial por lo que respecta a la recopilación del derecho propio,
puesto que parece que ni los estamentos ni el monarca tenían un especial
interés en compilar el derecho valenciano.

A finales del siglo XV se imprimió una colección�de�furs, encabezada por la


obra de Jaime I, seguida por los fueros aprobados en las Cortes posteriores
(cronológicamente ordenados), pragmáticas, provisiones regias, actos de corte
y otros elementos. Con la aspiración de facilitar el conocimiento del derecho
respetando al máximo los manuscritos conservados, esta obra se utilizó en la
práctica sin plantearse cuál era su verdadero valor.

Pocos años después se publicó una compilación�de�leyes del rey, los privi-
legios dados por los reyes, en la que, como privilegios, en algunas ocasiones
aparecían leyes que la recopilación precedente ofrecía como furs.

Esta circunstancia evidenciaba una cierta indiferencia hacia el derecho propio, compren-
sible si tenemos en cuenta que el derecho de la población valenciana se convirtió en los
Furs de Valencia, y también la equiparación entre el derecho del rey y el del reino.

Estos rasgos se vieron acentuados en una recopilación de derecho valenciano


que se realizó a mediados del siglo XVI.

[Furs de València]. Prólogo al lector de Francisco Juan Pastor, notario


valenciano, en su edición

"[...] Este [= Jaime I], pues, (para que el argumento de todo el libro conozcas brevemente)
escribió nueve libros de estos fueros, seguido casi en todas las cosas el orden del Código
de Justiniano. Nosotros, así pues, como hayamos dividido este presente volumen en dos
partes, en la primera ordenamos los fueros establecidos por los reyes de Aragón a uso de
nuestra ciudad y con tal orden, que sean contenidos todos aquellos fueros que tratan
de la misma materia bajo las mismas rúbricas del ínclito rey Jaume, mencionado, el rey
creador de ellos. Y también encontrarás las concordancias de los fueros y de los privile-
gios, y de las leyes y de los cánones, no sólo de aquellas, de las que los dichos fueros
hubieran sido escogidos, sino también del derecho civil y canónico que corresponden a
la materia de los mencionados fueros. Estos, así pues, se contienen en la sección de la
primera parte. En la segunda parte, por cierto, se encuentran muchos fueros, actos de
corte y pragmáticas establecidos por los citados reyes. Y todas estas cosas, porque no pu-
© FUOC • PID_00163034 45 La creación del derecho ante la aparición del estado moderno

dieron referirse a las rúbricas del rey Jaime hemos sido obligados a colocarlas indepen-
dientemente en esta segunda parte del libro bajo el título de las extravagantes. Además
no fuera inútil advertir esto, que en estos fueros, actos de corte y pragmáticas faltan los
mismos proemios, firmas de los reyes y publicaciones, por los cuales han sido creados y
sancionados. Y ha parecido superfluo añadir ciertamente éstas, en parte, para evitar la
prolijidad de la obra, principalmente cuando poco o nada aportan a la decisión de l as
causas, en parte también porque los trasuntos de todos estos originales están conservados
y diligentemente se custodian en los archivos del aula de los jurados de nuestra ciudad
de Valencia, donde cualquiera que los necesite fácilmente podrá verlos. Un índice de la
misma obra con cuanta diligencia pudo hacerse por orden alfabético ha sido reunido por
nosotros por páginas [...]."

El notario Pastor facilitó el conocimiento�de�los�fueros, de acuerdo con la


sistemática medieval del Código de Justiniano, aceptada por los Furs de Jaime
I. Quedaban, pues, para una segunda parte dedicada las leyes extravagantes,
los fueros, los actos de corte, las leyes del rey y otros materiales que no se
podían incorporar al esquema justinianeo.

Esta recopilación no fue promulgada, pero contó con la autorización corres-


pondiente del emperador para su publicación en 1547 y los brazos de las Cor-
tes valencianas intentaron perfeccionarla añadiéndole fueros, actos de corte
y ordenaciones de los reyes de Aragón y de Valencia que el notario Pastor no
había incluido en su compilación. La recopilación sistemática no desbancó a
la recopilación cronológica y ambas coexistieron, compartiendo, incluso, al-
gunos defectos (fueros derogados, fueros solicitados y no concedidos, elemen-
tos superfluos).

Sobre la base de estas observaciones, los brazos, a mediados del siglo XVI, inten-
tarán defender su derecho y realizar una compilación oficial, al mismo tiempo
que se ordenaba la tradición jurídica valenciana. A principios del siglo XVII

las Cortes valencianas tuvieron que reconocer su fracaso; el triunfo de la so-


beranía del rey hacía innecesaria la existencia de una nueva recopilación que
reuniese el derecho de unas Cortes que poco a poco iban dejando de reunirse.
Años más tarde, en las Cortes de 1626, los brazos solicitaron al monarca que se
hiciese una recopilación que abarcase, con una clasificación adecuada, los furs
y actos�de�corte. El monarca accedió a esta petición, aunque, y como resulta
evidente, ésta no se llevó a cabo.

El Reino de Valencia nunca llegó a contar con una compilación de su


derecho promulgada oficialmente.

Pues bien, lo mismo pasó en el Reino de Mallorca, un reino que, sin Cortes, vio
fracasar los diferentes intentos de realizar una compilación. Tras estos inten-
tos subyacía una finalidad eminentemente práctica. No fue hasta principios
del siglo XVII cuando, a instancias de los jurados, se realizó una recopilación
que, por otra parte, no se llegó a publicar.
© FUOC • PID_00163034 46 La creación del derecho ante la aparición del estado moderno

3. Los Decretos de Nueva Planta

3.1. Los Decretos de Nueva Planta

Tras la muerte del último de los Austria, Carlos II (1700), se planteó en la Pe- La Guerra de Sucesión
nínsula Ibérica la denominada cuestión de sucesión, que enfrentó a Felipe de
La Guerra de Sucesión fue un
Anjou, el futuro Felipe V, y el archiduque Carlos de Austria. El testamento de conflicto de carácter�inter-
Carlos II, finalmente, otorgaba la corona a Felipe V quien, después de ser ju- nacional, donde Inglaterra,
Holanda, Austria, el Imperio
rado como rey en los diferentes territorios de la monarquía, vio cómo los rei- de Prusia y Hannover se alia-
ron para impedir que Felipe
nos de la Corona de Aragón se inclinaron por el archiduque Carlos de Austria, V,nieto del poderoso Luis XIV
pensando que respetaría más fielmente sus derechos. En cambio, los reinos de de Francia, se hiciera con el
control de los territorios de la
Castilla y Navarra lo apoyaron a él. Monarquía Hispánica. Los rei-
nos de la Corona de Aragón se
decantaron por el archiduque
Carlos de Austria, lo que pro-
La victoria de Felipe V permitió que la monarquía consolidara su soberanía vocó una larga guerra.
en los territorios de la Corona de Aragón mediante los decretos, que tuvieron
lugar como consecuencia de los enfrentamientos.

Guerra�de�Sucesión�española

Fuente: Atlas histórico mundial. Kinder; Hilgemann (1971, vol. 1, pág. 286).
© FUOC • PID_00163034 47 La creación del derecho ante la aparición del estado moderno

Felipe V, a medida que se proclamaba victorioso en los diferentes rei-


nos, fue dando los llamados Decretos de Nueva Planta, no por ánimo
de venganza ni por ánimo centralista –aunque sirvieran para vengar-
se o para centralizar– sino para afirmar la soberanía del rey. A medida
que iba conquistando territorios, el monarca fue suavizando las medi-
das impuestas y, de este modo, en los últimos territorios conquistados
–Cataluña y Mallorca– suprimió únicamente las instituciones que pu-
dieran afectar el ejercicio de su soberanía.

Las diferencias entre los distintos decretos derivaron, pues, del momento en
que fueron dictados, en plena�guerra unos, una vez finalizada otros.
Retrato de Felipe V (1701). Museo del Prado.
Madrid.
La forma de hacer triunfar la soberanía del rey comportó discusiones entre los
diferentes consejeros del monarca, que ya desde el principio tuvieron varias
posiciones, en concreto, tres.

a) La principal y mayoritaria tenía como referentes las tradiciones�absolutis-


tas y centralistas de los Borbones franceses y los proyectos políticos castella-
nos del siglo XVII que pretendían uniformar los reinos de los Austrias peninsu-
lares para una repartición equilibrada de las cargas de la monarquía universal.
El francés Amelot pretendía la supresión total del sistema político, fiscal y ju-
rídico de los reinos conquistados en 1707 y sustituirlo por el castellano; Ma-
canaz, en cambio, admitía la posibilidad de conservar los fueros que pudieran
aumentar el poder monárquico, por ser más duros que los castellanos.

b) Una parte de los partidarios de no derogar ningún derecho hasta que no se


acabara la guerra en todos los territorios defendía la introducción�de�algunas
variaciones adecuadas hasta la conquista definitiva.

c) Los miembros del Consejo de Aragón y la nobleza natural, con posesiones


en los territorios conquistados, defendían la conservación�de�los�derechos
que fueran compatibles con los planteamientos de la nueva dinastía.

3.1.1. Los primeros decretos para Aragón y Valencia

Los primeros Decretos de Nueva Planta fueron los dados en junio de 1707 Los decretos de Felipe V
para Valencia y para Aragón. Éstos supusieron la total� derogación de todo
Los decretos dictados por Feli-
el derecho de ambos reinos, sin ninguna excepción. Con ellos se creó una pe V se conocieron por Decre-
nueva organización política que por su radicalidad fue difícil de llevar a la tos�de�Nueva�Planta porque
los principales iban dirigidos a
práctica, por lo que unos años más tarde Felipe V suavizó sus decisiones con reorganizar los reinos conquis-
tados estableciendo una nue-
la conservación de los privilegios de los que le habían sido fieles. va planta de la Audiencia co-
mo órgano de gobierno fun-
damental, al lado del capitán
La atenuación del rigor de los Decretos de Nueva Plantacomportó la conservación de la general.
jurisdicción alfonsina a sus titulares, es decir, éstos podían continuar siendo titulares de
la jurisdicción, aunque tuvieran que aplicar el derecho castellano.
© FUOC • PID_00163034 48 La creación del derecho ante la aparición del estado moderno

Novísima recopilación 3,3,1 [Felipe V. Decreto de 29 de junio de 1707]

Derogación de los fueros de Aragón y Valencia; y su reducción á las leyes y gobierno de


Castilla.

"Considerando haber perdido los Reynos de Aragón y de Valencia, y todos sus habitadores
por el rebelión que cometieron, faltando enteramente al juramento de fidelidad que me
hicieron como á su legítimo Rey y Señor, todos los fueros, privilegios, exenciones y liber-
tades que gozaban, y que con tan liberal mano se les habian concedido, así por mí como
por los Señores Reyes mis predecesores particularizándolos en esto de los demas Reynos
de esta Corona; y tocándome el dominio absoluto de los referidos Reynos de Aragón y de
Valencia, pues á la circunstancia de ser comprehendidos en los demas que tan legítima-
mente poseo en esta Monarquía, se añade ahora la del justo derecho de la conquista que
de ellos han hecho últimamente mis Armas con el motivo de su rebelión: y considerando
tambien, que uno de los principales atributos de la Soberania es la imposición y deroga-
ción de leyes, las quales con la variedad de los tiempos y mudanza de costumbres podría
yo alterar, aun sin los graves y fundados motivos y circunstancias que hoy concurren
para ello en lo tocante á los de Aragón y Valencia; he juzgado por conveniente (así por
esto como por mi deseo de reducir todos mis Reynos de España á la uniformidad de unas
mismas leyes, usos, costumbres y Tribunales, gobernándose igualmente todos por las le-
yes de Castilla tan loables y plausibles en todo el Universo) abolir y derogar enteramente,
como desde luego doy por abolidos y derogados, todos los referidos fueros, privilegios,
práctica y costumbre hasta aquí observadas en los referidos Reynos de Aragon y Valen-
cia; siendo mi voluntad, que estos se reduzcan á las leyes de Castilla, y al uso, práctica
y forma de gobierno que se tiene y ha tenido en ella y en sus Tribunales sin diferencia
alguna en nada; pudiendo obtener por esta razon mis fidelisimos vasallos los Castellanos
oficios y empleos en Aragon y Valencia, de la misma manera que los Aragoneses y Valen-
cianos han de poder en adelante gozarlos en Castilla sin ninguna distinción; facilitando
yo por este medio a los Castellanos motivos para que acrediten de nuevo los efectos de
mi gratitud, dispensando en ellos los mayores premios, y gracias tan merecidas de su ex-
perimentada y acrisolada fidelidad, y dando á los Aragoneses y Valencianos, recíproca é
igualmente mayores pruebas de mi benignidad, habilitándolos pára lo que no lo estaban,
en medio de la gran libertad de los fueros que gozaban ántes, y ahora quedan abolidos:
en cuya conseqüencia he resuelto, que la Audiencia de Ministros que se ha formado para
Valencia, y la que he mandado se forme para Aragon, se gobiernen y manejen en todo
y por todo como las dos Chancillerias de Valladolid y Granada, observando literalmente
las mismas regalías, leyes, práctica, ordenanzas y costumbres que se guardan en estas,
sin la menor distinción y diferencia en nada, excepto en las controversias y puntos de
Jurisdiccion eclesiástica, y modo de tratarla, que en esto se ha de observar la práctica y
estilo que hubiere habido hasta aquí, en conseqüencia de las concordias ajustadas con
la Sede Apostólica, en que no se debe variar de cuya resolución he querido participar al
Consejo, para que lo tenga entendido."

3.1.2. El Decreto de 1711 para Aragón

Los partidarios de los Austrias habían recuperado Aragón en 1710; sin embar-
go, Felipe reconquistó el reino y dictó un nuevo decreto, que sería conocido
como Decreto�de�Nueva�Planta�para�Aragón, de abril de 1711, que suavizó el
rigor de la decisión de 1707. Así, una vez eliminados los principales obstáculos
para la afirmación de la soberanía del monarca, que eran las instituciones ara-
gonesas y el derecho político del reino, no había inconveniente para la pervi-
vencia del derecho privado, cuya extensión dependería de la gracia del rey.

Se instauró una nueva planta en la Audiencia de Aragón, con dos salas,


una civil�y otra criminal. En ésta se tenía que juzgar según el derecho
castellano, mientras que en aquélla se juzgaría de acuerdo con el dere-
cho aragonés, con la condición de que las partes fueran particulares,
porque si una de las partes era el monarca o alguno de sus oficiales, en-
tonces se debía aplicar el derecho castellano.
© FUOC • PID_00163034 49 La creación del derecho ante la aparición del estado moderno

El derecho procesal propio aragonés se redujo a los cuatro procesos privilegia-


dos aragoneses –de aprehensión, inventario, firma y manifestación– que sufrieron
algunas modificaciones en la materia a la que afectaban. En el resto del dere-
cho procesal se aplicaría el derecho castellano.

Novísima recopilación 5,7,2 [Felipe V por RD 3 de abril de 1711, para


Aragón]

"[...] he resuelto por ahora por providencia interina, que haya en este Reyno un Coman-
dante General, á cuyo cargo esté el Gobierno militar, político, económico y gobernati-
vo de él; y asimismo, que haya una Audiencia con dos Salas, la una para lo civil con
quatro Ministros, y la otra para lo criminal, y un Fiscal que asista en una y otra Sala, y
los subalternos necesarios; y que tambien haya un Regente para el régimen de esta Au-
diencia; la qual es mi voluntad se componga de personas á mi arbitrio, sin restricción
de provincia, país ni naturaleza: entendiéndose, que en la Sala del Crímen se han de
juzgar y determinar los pleytos de esta calidad según la costumbre y leyes de Castilla;
aplicándose las penas pecuniarias á la Tesorería de la Guerra, sin mezclarse ni ponerse á
los bandos militares, ni disputar ni contradecir la execucion de ellos; y que la Sala civil
ha de juzgar los pleytos civiles, que ocurrieren, según las leyes municipales de este Rey-
no de Aragon; pues para todo lo que sea entre particular y particular es mi voluntad se
mantengan, queden y observen las referidas leyes municipales, limitándolas solo en lo
tocante á los contratos, dependencias y casos en que yo interviniere con qualquiera de
mis vasallos, en cuyos referidos casos y dependencias ha de juzgar la expresada Sala de lo
civil según las leyes de Castilla. Y declaro, que el Comandante General deste Reyno ha de
presidir la referida Audiencia, vigilando mucho sobre los Ministros de ella, y cuidando,
que los pleytos se abrevien y determinen con la mayor prontitud: y asimismo declaro,
que los recursos y apelaciones en tercera instancia de las causas, asi civiles como crimi-
nales, que se determinaren por las referidas Salas, se han de admitir para el Consejo de
Castilla, adonde mandaré, que de los Ministros de él se junten en una de sus Salas los
que estuvieren mas instruidos en las leyes municipales de este Reyno, para determinar
en esta tercera instancia los referidos pleytos. [...] En lo tocante al gobierno municipal
de las ciudades, villas y lugares de este Reyno ha de ser la elección y nominación mia
de las justicias, Jueces y subalternos, según el numero de personas que pareciere; como
tambien el nombramiento de Corregidor o Alcalde, y sus subalternos; los quales en el
exercicio de sus empleos y administración de justicia han de observar las mismas reglas
y leyes que queda prevenido y reglado para las dos Salas de la Audiencia; executando lo
mismo los demas Jueces, y otras qualesquiera personas que administraren justicia en este
Reyno; y por lo que toca á lo Eclesiástico, no es mi intención perjudicarle, ni tampoco
minorar en nada mis Regalias; por lo qual resuelvo, que todas las materias eclesiásticas, y
qualesquiera Regalias que antes se administraban por el Justicia de Aragón y su Tribunal
y por qualesquiera otros, corran ahora y se administren y dirijan por el Regente y sus
Ministros de la Audiencia, ó por las personas que en adelante me pareciere diputar á este
fin; pues para todo ello, y lo demas que ahora delibero, y queda expresado en toda esta
resolución, reservo en mi el alterar, variar ó mudar siempre, en todo ó en parte, lo que
quisiere y juzgare por más de mi Real servicio."

3.1.3. Los Decretos de Nueva Planta para Cataluña, Mallorca y


Menorca

a)�Cataluña

Tras la caída de Barcelona, el 11 de septiembre de 1714, se dictó, en octubre de Lectura recomendada


1715, un decreto�para�Cataluña, publicado en enero de 1716. Éste suponía la
J.�M.�Gay�Escoda�(1982). "La
nueva planta de la Audiencia de Cataluña, con tres salas, dos para las causas gènesi del Decret de Nova
civiles y una para las criminales. Planta de Catalunya. Edició
de la consulta original del
‘Consejo de Castilla', de 13
El decreto suprimió las instituciones políticas y administrativas catalanas y el de junio de 1715". Revista Ju-
rídica de Cataluña (81-1, 81-
derecho público, pero mantuvo el derecho privado, es decir, el procesal civil y 2).
criminal, el derecho mercantil –se autorizó la conservación del Consulado del
Mar y del Llibre de Consolat de Mar– y, por último, el penal, seguramente porque
© FUOC • PID_00163034 50 La creación del derecho ante la aparición del estado moderno

las penas catalanas eran más duras que las castellanas. Además, se prohibió la
motivación de las sentencias y se obligó a redactar todas todas las actuaciones
en castellano.

Novísima recopilación 5,9,1 [Felipe V. RD. 16-I-1716, para Cataluña]

"Por decreto de 9 de octubre próximo fue servido decir, que habiendo con la asistencia
divina y justicia de mi causa pacificado enteramente mis Armas el Principado de Catalu-
ña, tocaba á mi Soberanía establecer gobierno en él, y dar providencias para que sus mo-
radores vivan en paz, quietud y abundancia [...] he resuelto, que en el referido Principado
se forme una Audiencia, en la qual presida el Capitan General ó Comandante General
de mis Armas [...] el qual Capitan General ó Comandante ha de tener voto solamente
en las cosas de Gobierno [...].

4. Las causas en la Real Audiencia se substanciaran en lengua castellana [...].

27. Se impondrán las penas, y se estimaran las probanzas según las constituciones y prác-
tica que gabia antes en Cataluña [...].

30. Ha de haber en Cataluña Corregidores, y en las ciudades y villas siguientes [...]. De


todos los expresados Corregimientos me reservo la nominación, y en todos los demas
lugares habrá Bayles, que nombrará la Audiencia de dos en dos años [...].

31. En la ciudad de Barcelona ha de haber veinte y quatro Regidores y en las demas ocho,
cuya nominacion me reservo; y en los demas lugares se nombrarán por la Audiencia, en
el número que pareciere, y se me dará cuenta [...].

37. Todos los demas oficios que habia antes en el Principado, temporales, perpetuos, y
todos los comunes, no expresados en este mi Real Decreto, quedan suprimidos y extinctos
[...].

38. Pero los oficios subalternos destinados en las ciudades, villas o lugares para su gobier-
no politico, en lo que no se opusiere á lo dispuesto en este decreto, se mantendrán; y lo
que sobre esto se necesitare reformar me lo consultará la Audiencia, y lo reformará en la
forma que se dice al fin respecto de las ordenanzas [...].

42. En todo lo demás que no está prevenido en los capitulos antecedentes de este decreto,
mando, se observen las constituciones que ántes habia en Cataluna; entendiéndose, que
son de nuevo establecidas por este decreto, y que tienen la misma fuerza y vigor que lo
individual mandado en él.

43. Y lo mismo es mi voluntad se execute respecto del Consulado de la mar, que ha de


permanecer para que florezca el comercio, y logre el mayor beneficio el pais.[...]."

b)�Mallorca�y�Menorca

En Mallorca el Decreto de Nueva Planta (1715), muy parecido al dictado para


Cataluña, creó una audiencia presidida por el Comandante general, donde se
podían aplicar el derecho civil y criminal mallorquines a los procesos regidos
por el derecho procesal del reino; además, se conservó el Consulado�de�Mar,
donde también se aplicaba el Libro de Consulado de Mar. También se prohibió
la motivación de las sentencias.

El caso de Menorca fue singular, ya que quedó en manos de los ingleses desde
el Tratado de Utrecht (1713) hasta el 1781. Una vez recuperada, conservó su
antigua organización, compatible con la soberanía regia.
© FUOC • PID_00163034 51 La creación del derecho ante la aparición del estado moderno

3.1.4. El ordenamiento jurídico después de los Decretos de Nueva


Planta

El resultado principal de los decretos fue la consolidación de la soberanía regia;


sin embargo, no se consiguió establecer la unidad�jurídica en toda la Penín-
sula, ya que hemos visto que en varios territorios se conservaron parcelas más
o menos amplias del derecho histórico y, además, las decisiones afectaron sólo
a los reinos de la Corona de Aragón, pero no, por ejemplo, al reino de Navarra.

De esta manera, para que la soberanía triunfara era necesario que desapareciera
el derecho público de los reinos conquistados, es decir, la organización política
y administrativa que se basaba en unas instituciones que lucharon contra la
consolidación del poder soberano del monarca.

La fundamentación jurídica de los Decretos de Nueva Planta era, pues, el de-


recho de conquista y la potestad inherente a la soberanía, que legitimaban al
monarca para promulgar una norma que acababa de manera definitiva con
la anterior estructura de gobierno y establecía una nueva planta hecha por
la sola voluntad del legislador, sin excluir cualquier modificación o cambio
futuro. Así, los derechos conservados en los territorios de la Corona de Aragón
eran, en realidad, derechos concedidos de nuevo. Éstos habían cambiado de na-
turaleza, ahora ya no suponían ningún límite a la soberanía absoluta del rey.

Por otro lado, la conservación de los derechos civil,�penal,�procesal�y�mer-


cantil para algunos de los reinos significó la pervivencia de unos derechos
anquilosados, sin posibilidad de renovarse, a causa de la desaparición de las
instituciones encargadas de renovarlos: las antiguas Cortes. La única fuente de
creación del derecho a partir de entonces era el rey, quien lo creó mediante
pragmáticas y decretos para todos sus reinos. Desde entonces las leyes genera-
les del monarca se aplicaron a todos los reinos, excepto Navarra.
© FUOC • PID_00163034 52 La creación del derecho ante la aparición del estado moderno

La vigencia de los ordenamientos jurídicos conservados dependía total-


mente del poder soberano del monarca, quien podía crear leyes sin en-
contrar ningún límite en los derechos conservados y sin que éstos se
pudieran invocar contra la ley regia. Los Decretos de Nueva Planta es-
tablecieron un nuevo orden de prelación en los reinos de la Corona de
Aragón, según el que se aplicaban:

• En primer lugar, los respectivos� Decretos� de� Nueva� Planta para


cada reino, equiparados a las futuras leyes generales y a las particu-
lares para cada reino dictadas por el monarca, empezando por las
más recientes.

• A falta del Decreto y de las leyes regias mencionadas, se debía acudir


al�derecho�propio.

• La cuestión de los derechos supletorios dio lugar a una serie de dis-


putas�y�controversias basadas en la pretensión de introducir el de-
recho castellano (Partidas y Nueva Recopilación) en los derechos de
cada territorio de la Corona de Aragón. Tales controversias se fueron
aclarando por la vía legislativa y doctrinal, hasta la sentencia del
Tribunal Supremo de 1845, que estableció la vigencia del orden de
prelación de fuentes del derecho propio de cada reino.

Sin embargo, el derecho que pervivía se fue aplicando cada vez más, a
causa de la actividad legislativa del rey, sobre todo a partir del momento
en que el Tribunal Supremo empezó a desarrollar su tarea unificadora
de la jurisprudencia en el siglo XIX.
© FUOC • PID_00163034 53 La creación del derecho ante la aparición del estado moderno

4. La Novísima recopilación y el nuevo derecho común


de España

4.1. La Novísima Recopilación

En el siglo XVIII, a partir de los Decretos de Nueva Planta, la situación jurídica


española se basaba en las antiguas�recopilaciones (en la Corona de Castilla
y en la antigua Corona de Aragón, por lo que respecta a los derechos que se
conservaron por las razones apuntadas en los epígrafes anteriores) y en la nue-
va�legislación�de�los�monarcas, que se añadían a los textos recopilados me-
diante apéndices cronológicos. De esta manera, el derecho nuevamente pro-
mulgado se iba acumulando sobre normas anteriores que no eran derogadas
formalmente.

La abundante legislación�de�los�Borbones provocó que la situación fuera caó-


tica. Además, continuaba vigente el orden de prelación del Ordenamiento de
Alcalá, y en el siglo XVIII los monarcas y otros juristas ilustrados se mostraron
contrarios a la aplicación de la doctrina basada en el derecho común y la apli-
cación del derecho regio. Tampoco debemos olvidar que, en la segunda mitad
del siglo XVIII, se empezaron a escuchar opiniones de juristas en contra del
antiguo sistema recopilatorio, que añadía a la recopilación de 1567 normas
que afectaban a Castilla, pero también normas que podían afectar a los demás
territorios, como los antiguos territorios de la Corona de Aragón, donde se
discutía, como hemos visto, sobre cuál debía ser el derecho supletorio. Eran
opiniones que presagiaban la época de los códigos, elaborados siguiendo un
criterio basado en la razón. No obstante, todavía apareció una nueva obra que
utilizaba el antiguo sistema de recopilar leyes: la Novísima Recopilación.

Tras la reforma de 1745 de la Nueva recopilación, las nuevas ediciones de la


obra salieron a la luz sin los correspondientes apéndices cronológicos de las
leyes, por lo que a finales de siglo se intentó realizar un apéndice�de�leyes
por�orden�cronológico, que reuniera todas las que se habían dado después de
la reforma mencionada. Como este proyecto fracasó, se le encargó a Reguera
Valdelomar que lo realizara. Este jurista presentó, además del trabajo que le
habían encargado, un proyecto de recopilación nueva, más en consonancia
con la época. Ésta fue la causa que provocó que Carlos IV le encargara, en 1802,
que realizara la nueva obra, promulgada en 1805 con el nombre de Novísima
Recopilación.
© FUOC • PID_00163034 54 La creación del derecho ante la aparición del estado moderno

Real Cédula sobre la formación y autoridad de la Novísima Recopilación de


Leyes de España [15-VII-1805] La Novísima Recopilación

"DON CARLOS por la gracia de Dios, Rey [...] SABED: Que con fecha de 2 de Junio último La Novísima Recopilación in-
dirigí al mi Consejo el Real decreto siguiente. "En todos los tiempos ha sido la legislación cluía un título dedicado a los
digno objeto de los Reyes de España, como necesaria para el buen gobierno de sus Reynos fueros provinciales, donde se
agrupaban los Decretos de
y recta administración de justicia, de que dependen la conservación y aumento de las
Nueva Planta y privilegios de
Monarquías. [...] en Febrero de 1802 me hizo presente Reguera tener fenecido su encargo, las provincias vascas. La apa-
y concluida por es órden de los libros y títulos de la Recopilacion, según se le previno, rición de la obra no modificó
la colección de providencias generales no recopiladas, expedidas desde el año de 1745 la situación jurídica de los rei-
en pragmáticas, cédulas, provisiones, decretos, órdenes y resoluciones Reales. Al mismo nos peninsulares, aunque ellos
tiempo expuso, que tambien tenia formado el plan para una Novísima Recopilacion de tuvieron a partir de entonces
Leyes de España, dividida en doce libros, con sus respectivos títulos, en que debían repar- una parte de sus leyes en la re-
tirse bien ordenadas las nuevas disposiciones con las antiguas, que permanecían útiles copilación.
y vivas en los tres tomos de las Leyes y Autos de la Recopilacion, de modo que de unas
y otras resultase un cuerpo metódico de legislación, con cuyo fácil estudio, y el de las
siete Partidas, se adquiriese la ciencia necesaria para la administración de justicia y que
en tal estado, debiendo ya presentar uno y otro á la censura del Consejo, como le estaba
mandado, le detenia la consideración de que si en él se le diese el curso ordinario, pa-
sándolo á sus tres Fiscales con los difusos originales y antecedentes de la obra, no podría
conseguirse el fin en algunos años; y así parecía indispensable, que el reconocimiento en
toda su extensión se confiase á los Ministros del Consejo que fuesen de mi Real agrado,
que juntos con su Fiscal [...] lo examinasen con la prolixidad que exigía la materia, é
informasen al Consejo lo que se les ofreciera, para que este Tribunal pudiera dirigirme la
consulta pendiente sobre el plan de reforma que convendría adoptar para la edición del
nuevo Código [...] Y en atención á todos estos antecedentes, he venido a aprobar, como
por el presente decreto apruebo, la referida obra de la Novísima Recopilación de las leyes de
España, dividida en doce libros, en los mismos términos que la tiene arreglada y aprobada
la Junta; y mando se proceda á su impresión y publicación, distribuyendo exemplares
á todos mis Consejos, Chancillerías, Audiencias y demas Tribunales superiores, Juntas y
Juzgados de apelacion, y á los pueblos cuyos Jueces tengan jurisdicción y conocimento
en primera instancia, para que procedan en el gobierno de ellos y la administración de
justicia por las leyes contenidas en este nuevo Código, sirviendo para instrucción y ob-
servancia en los casos particulares de que tratan las notas puestas al pie de las leyes. [...]
Para mantenerla en el grado de perfección posible, facilitar la observancia de sus leyes,
y evitar en el estudio de ellas y en la decisión de los pleytos la confusion y variedad,
que es consiguiente á la publicación de otras nuevas dispersas y extraviadas del Código
legislativo, se dará al público en cada año un quaderno de suplemento comprehensivo
de las que se hayan expedido en és por todas las Secretarías de mi Despacho universal,
guardando el mismo órden de titulos y libros de esta Recopilacion; de modo que en la
primera reimpresión de ella queden incorporadas en su respectivo lugar ó número [...]"

La Novísima Recopilación presentó una sistemática nueva y una gran cantidad


de leyes nuevas, incluidas todas ellas en títulos, y ordenadas por materias.
Los títulos formaban libros y estos volúmenes. Como novedad destacable, la
recopilación no sólo reunía leyes que afectaban a la Corona de Castilla sino
que, además, incluía otras que afectaban a los antiguos reinos de la Corona
de Aragón y Navarra.

La sistemática de la Novísima Recopilación se consideró como deficiente. Reguera pretendía


realizar una obra clara, metódica, útil para la práctica y para la enseñanza, que se tenía
que completar con el estudio de las Partidas. Se debía dividir en doce libros, con sus
títulos, formados por las disposiciones antiguas y nuevas. Una vez realizada la obra, como
se habían incluido normas de diferentes tipos y valores, se le entregaron al monarca unas
listas para que elevara todas las disposiciones a la categoría de leyes, si consideraba que
se debían incluir en el texto.
© FUOC • PID_00163034 55 La creación del derecho ante la aparición del estado moderno

El monarca aprobó la obra y ordenó su impresión�y�publicación. La recopi- Novísima Recopilación y


lación se debía distribuir a todos los que tuvieran jurisdicción, con la finalidad período codificador

de que la aplicaran a los casos y sirviera, al lado de las Partidas, para el estudio Poco después de la promulga-
del derecho propio en las universidades. La Novísima Recopilación fue promul- ción de la Novísima Recopila-
ción, con la entrada de Napo-
gada con carácter exclusivo, pero la defectuosa forma de promulgación de la león en España y la Constitu-
ción de Cádiz de 1812 se inau-
obra y el hecho de que agrupara leyes diferentes de épocas distintas provocó guró el periodo codificador,
que una parte de la doctrina impusiera el criterio contrario, el de manteni- que modificaba sustancialmen-
teel planteamiento de la reco-
miento del vigor de la Nueva Recopilación y de los derechos de los diferentes pilación de 1805.
reinos respecto de las leyes no recopiladas.

Tras la publicación de la Novísima Recopilación se hacía necesaria su actualiza-


ción anual mediante la publicación de un suplemento que reuniera las nuevas
leyes con la misma sistemática que presentaba la obra, para facilitar, de esta
manera, las futuras ediciones.

El jurista Martínez Marina en su obra, aparecida en 1820, Juicio crítico de


la Novísima Recopilación, criticó el sistema utilizado por Reguera Valde-
lomar para realizar su obra. No sólo no reunió todas las normas vigen-
tes, incluyó leyes derogadas y no superó las contradicciones del material
reunido, sino que también la obra era anacrónica, en el momento de
difusión de los códigos que, basados en la razón, trataban de establecer
los principios jurídicos fundamentales en un lenguaje claro, preciso y
conciso, abarcando cada código un único sector del ordenamiento ju-
rídico.

4.2. El nuevo derecho común de España

Podemos recordar cómo en la Época Moderna se continuó estudiando de for- Monarcas españoles
ma exclusiva en las universidades peninsulares el ius commune, sin poner aten- (1700-1808)

ción en el derecho propio. Esta situación cambió con la dinastía de los Bor- Monarcas españoles de la di-
bón, y se reforzó la tendencia de evitar las opiniones basadas en el derecho nastía Borbón hasta la Guerra
de la Independencia:
estudiado que provocaban la inobservancia del derecho propio. Felipe V (1700-1746).
Luis I (1724).
Felipe V reiteró y confirmó el orden de prelación establecida en el Ordenamien- Fernando VI (1746-1759).
Carlos III (1759-1788).
to de Alcalá y la Nueva Recopilación. Y, para que esta disposición se observara, Carlos IV (1788-1808).
reformó los estudios jurídicos intentando introducir el estudio del derecho
propio en las universidades. Este intento no tuvo demasiado éxito y se tuvo
que esperar hasta el reinado de Carlos III para ver cómo el estudio del derecho
del reino se introducía en las universidades de manera independiente. Esta
solución la confirmó Carlos IV en la célula de promulgación de la Novísima
Recopilación, al establecer que la obra sería el núcleo de los estudios jurídicos,
al lado de las Partidas.
© FUOC • PID_00163034 56 La creación del derecho ante la aparición del estado moderno

A lo largo del siglo XIX, gracias al academicismo propugnado por los


hombres ilustrados, se habían empezado a establecer sociedades acadé-
micas que preparaban a jóvenes juristas en los derechos propios. Esta
situación había surgido del hecho de que el derecho regio fuera el nue-
vo�derecho�común de España a partir de Felipe V. Tal derecho, sin em-
bargo, tendía a identificarse con el derecho castellano, convirtiéndose,
así, en derecho común, contrapuesto a los otros derechos propios –lla-
mados todos ellos forales, palabra que derivaría de los fueros aragoneses
y valencianos– de las otras provincias de España, también denominados
forales, a partir del jurista Gregorio Mayans. Sin embargo, la conversión
del derecho castellano en derecho común de todos los reinos sólo fue
fruto de las visiones de los historiadores, ya que lo único que se puede
concluir de las disposiciones de los monarcas es que el derecho común
era el derecho regio, que podía ser dado a todos los reinos o para uno
sólo, y no necesariamente debía ser Castilla.
© FUOC • PID_00163034 57 La creación del derecho ante la aparición del estado moderno

Resumen

Como hemos visto, este módulo abarca varios siglos y materias. Está marcado
por el fenómeno histórico surgido en torno al año 1500 que constituye el
nacimiento�del�Estado (que en el caso peninsular se sitúa en el reinado de
Isabel de Castilla y Fernando II de Aragón). Esta concepción del estado giraba
en torno a la noción de soberanía, como una organización política con una
nueva concepción del poder cuyo titular era el soberano, de acuerdo con lo
que había teorizado Maquiavelo, y con una unidad política externa ante los
otros estados e interna frente a las divisiones feudales y estamentales de origen
medieval.

En este proceso de afirmación (con cronologías e intensidades diferentes según


los territorios), desapareció la antigua res publica christiana, si bien continuaba
siendo evidente el enfrentamiento entre los monarcas que querían afirmar su
potestas regalis y los estamentos que la querían limitar. El Estado, teorizado
y�construido como una entidad racional con sedes permanentes permitió al
monarca ir asumiendo tareas (como el ejército o las finanzas) que antes co-
rrespondían a varios poderes medievales.

En este contexto, como hemos visto, Bodin teorizaba la soberanía y la diseñaba


como un poder�absoluto (sin otros límites que las leyes divinas y naturales),
perpetuo e indivisible (que no se podía compartir), y que podía dar leyes (de
forma exclusiva sin necesitar el consentimiento de nadie).

También hemos visto cómo en el proceso de afirmación, los monarcas penin-


sulares, que ya no se consideraban sometidos al poder del imperio ni del pon-
tífice, tuvieron que enfrentarse a los poderes�universales y a los particulares
de cada reino, para ir imponiendo su poder ante lo que consideraban, según
las nuevas teorizaciones, vestigios del pasado. Así mismo hemos visto que se
quisieron desvincular del derecho tradicional y modificarlo mediante la legis-
lación regia.

Esta diferencia de posiciones presentó momentos de tensión y momentos de


conflicto, incluso armado, y acabaron evidenciando que la correspondencia
de la organización política con la imagen de un cuerpo humano confirmaba
la preeminencia�del�monarca (que era la cabeza) frente a los estamentos (que
eran los brazos). Estos últimos, a pesar de sus reivindicaciones e intentos para
controlar la actividad del rey, se percataron de que no podían prescindir de
una rey (se podía cambiar la cabeza, pero no suprimirla).

Como hemos destacado de la aportación de Bodin, una de las principales ma-


nifestaciones de la soberanía es la legislativa. La legislación del monarca cho-
caba con las leyes de los diferentes territorios. Estas disposiciones recibían di-
© FUOC • PID_00163034 58 La creación del derecho ante la aparición del estado moderno

ferentes nombres, como hemos visto, y, a menudo, presentaban puntos de


contacto con los mecanismos de control de la actuación de la monarquía, ya
que era entre la legislación del reino y la del monarca donde se evidenciaban
los conflictos. Las fórmulas para solucionarlos divergían según los territorios,
y la cronología en estos casos tampoco fue coincidente.

Hemos constatado la relación existente entre compilaciones y órdenes de pre-


lación, ya que sólo a partir de la aclaración de las relaciones entre los diferen-
tes ordenamientos, es decir, entre el derecho propio y el derecho común, así
como entre los distintos derechos propios (ved el cuadro adjunto) que hacen
los órdenes de prelación es posible plantear qué derecho, el derecho principal,
debe ser compilado, qué parte del derecho propio tiene que formar parte de
las compilaciones, siempre que el derecho supletorio, el derecho común, ya
sea por sí mismo una recopilación.

En negrita, la parte del derecho propio que se compila.

Las compilaciones de los diferentes territorios también suponen, desde el pun-


to de vista técnico, una mejora que arranca de la importancia del derecho
propio del reino –manifestada ya en los primeros órdenes de prelación del si-
glo XIII– y proporcionan una vía de racionalización y de sistematización del
ordenamiento, frente al problema objetivo de la baja edad media de conocer
el derecho, en buena medida debido al aumento de la legislación, tanto del
rey, como de las Cortes.

Las compilaciones constituyen pues, como hemos visto, un medio eficaz para
facilitar el conocimiento del derecho propio y su aplicación, al mismo tiempo
que comportan la vigencia del texto compilado, si bien continúan vigentes
las normas no compiladas (a no ser que la recopilación en cuestión lo sea con
carácter exclusivo en cuyo caso, las leyes que no se hayan incluido, perderán
su vigencia).

Los Decretos�de�Nueva�Planta�de Felipe V para los reinos de la Corona de


Aragón representan el triunfo de la soberanía del rey, aunque las medidas de
cada disposición para cada territorio divergen en cuanto a la forma. A pesar
de compartir los diferentes decretos, la voluntad del monarca de reducir los
reinos al derecho de la Corona de Castilla, las soluciones adoptadas variaron
según el momento del conflicto en que fueron dadas.
© FUOC • PID_00163034 59 La creación del derecho ante la aparición del estado moderno

Una característica común a los diferentes decretos es la supresión de las insti-


tuciones que se oponían a la soberanía del rey Borbón, de manera que la única
fuente de creación del derecho que había era el mismo monarca.
© FUOC • PID_00163034 61 La creación del derecho ante la aparición del estado moderno

Actividades
1. Repasad el concepto de Estado y el de soberanía.

2. Definid los diferentes tipos de decisiones aprobadas en las Cortes de los reinos que inte-
graban la Corona de Aragón.

3. Comparad los Decretos de Nueva Planta para Valencia y Aragón.

4. Haced una cuadro sinóptico con las diferentes compilaciones que se hicieron en todos los
reinos peninsulares desde el siglo XV hasta el XVIII.

5. Explicad el proceso recopilatorio castellano después de la primera publicación de la Nueva


Recopilación, hasta el siglo XIX.

6. Leed con atención los textos que disponen hacer una compilación en Cataluña desde 1553
hasta 1702 y fijaos en los diferentes requisitos que se establecen en cada uno. Realizad un
cuadro acumulativo.

7. Explicad brevemente qué es la Novísima Recopilación, qué material reunía y cuál fue su
importancia.

8. Leed el texto que encontraréis en el apartado de Valencia y Mallorca, correspondiente al


prólogo de la edición de los Fueros de Valencia de Francesc Joan Pastor (mediados del siglo
XVI) y responded las preguntas siguientes:
a) ¿En cuántos libros estaba dividido?
b) ¿El orden de qué otra obra seguía casi totalmente?
c) ¿En cuántas partes se divide la obra?
d) ¿Qué contiene cada una?
e) ¿Qué aportan, de acuerdo con el texto, los proemios, las firmas de los reyes y las publica-
ciones?

Ejercicios de autoevaluación
De�selección

1. Era atributo del soberano...


a) el ejercicio del poder al lado de los poderes locales.
b) dar leyes sin tener límites de otros poderes terrenales.
c) ejercerlo durante un tiempo limitado.
d) estar sometido al poder terrenal de las municipalidades.

2. Los monarcas de la casa de Austria...


a) ejercieron la soberanía en todos sus reinos desde el siglo XVI.
b) acabaron desde la instauración de la dinastía con los poderes particulares de los reinos.
c) legislaron sin ningún límite a partir de 1517.
d) no pudieron consolidar su poder soberano en los antiguos reinos de la Corona de Aragón.

3. En las compilaciones de los diferentes reinos, ¿qué tipo de derecho se acostumbraba a


compilar?
a) Todo el derecho propio, incluyendo todo el derecho municipal y todo el derecho señorial.
b) El derecho propio y el supletorio.
c) El derecho propio general.
e) Todo el derecho supletorio.

4. La primera compilación catalana que presenta una estructura con un tercer volumen de-
dicado a la legislación superflua, contraria y corregida fue...
a) la de 1413.
b) la de 1495.
c) la de 1588-1589.
d) la de 1704.

5. La Nueva Recopilación contenía...


a) la legislación de las Cortes castellanas anterior a 1567.
b) las sentencias de los tribunales del rey.
c) las leyes aprobadas por el rey en Cortes entre 1484 y 1567.
d) las leyes reunidas por Montalvo y la legislación real dada entre 1484 y 1567.

6. La Recopilación de los Síndicos, de Joaquín Elizondo (Navarra, 1716)...


a) era oficial y derogaba el texto original de las disposiciones recopiladas.
© FUOC • PID_00163034 62 La creación del derecho ante la aparición del estado moderno

b) no era oficial porque no derogaba el texto original de las disposiciones recopiladas.


c) era oficial y no derogaba el texto original de las disposiciones recopiladas.
d) incorporó sentencias de los jueces navarros.

7. El Decreto de Nueva Planta de 1707...


a) sólo deroga el derecho público valenciano.
b) sólo deroga el derecho público aragonés.
c) deroga el derecho público catalán, valenciano y aragonés.
d) deroga todo el derecho valenciano y aragonés.

8. El Decreto de Nueva Planta de Aragón (1711)...


a) deja subsistente el derecho civil aragonés en la mayoría de los casos.
b) deja subsistente el derecho penal aragonés.
c) deja subsistente el derecho público aragonés.
d) prohíbe la utilización del derecho castellano en Aragón.

Cuestiones�breves

1. ¿Qué quiere decir que una compilación tiene carácter exclusivo?

2. Explicad brevemente cuál fue la primera compilación de derecho general propio del Prin-
cipado de Cataluña.

3. ¿En qué consistía la fórmula obedézcase pero no se cumpla?

4. Explicad brevemente los siguientes conceptos: sobrecarta, pase foral y reparo de agravios.

5. Exponed la teoría del consentimiento tácito en el derecho valenciano.

6. Explicad el contenido de las Ordenanzas Reales de Montalvo.

7. Explicad el contenido de la primera recopilación oficial navarra.

8. ¿Cuáles fueron las consecuencias del Decreto de Nueva Planta para el ordenamiento jurí-
dico catalán?

9. ¿Qué material agrupaba la Novísima Recopilación?

Desarrollo�del�tema

1. Comparad los Decretos de Nueva Planta para Valencia, Aragón y Cataluña y describid
brevemente sus consecuencias en el ordenamiento jurídico de los diferentes reinos.

2. Características generales de las compilaciones.


© FUOC • PID_00163034 63 La creación del derecho ante la aparición del estado moderno

Solucionario
Ejercicios�de�autoevaluación

De�selección

1.�b) El principal atributo del poder soberano era, según la literatura jurídica de la edad mo-
derna, y, sobre todo según Jean Bodin, dar leyes sin tener límites de otros poderes terrenales;
es decir, los soberanos podían disponer libremente del derecho existente sin más límite que
las leyes divinas y naturales.

2.�d) Sólo pudieron consolidar su poder en la Corona de Castilla, ya que en los reinos que
formaban la Corona de Aragón sólo triunfó la soberanía regia con la dinastía Borbón, cuando
Felipe V, como consecuencia de la Guerra de Sucesión, dictó los Decretos de Nueva Planta
para Valencia, Aragón, Cataluña y Mallorca.

3.�c) Las compilaciones de edad moderna mayoritariamente sólo agruparon el derecho pro-
pio de carácter general. Ni reunieron la multitud de derechos particulares –señoriales y mu-
nicipales– que había ni, menos aún, reunieron los derechos supletorios, los que, cuando se
trataba del ius commune, ya eran, por ellos mismos, una recopilación.

4.�c)�La primera recopilación catalana que presenta una estructura con un tercer volumen
dedicado a la legislación superflua, contraria y corregida fue la de 1588-1589. Este tercer
volumen era inexistente en las compilaciones anteriores y se empezó a pedir la elaboración
en la corte de Montsó de 1553.

5.�d) La Nueva Recopilación contenía las leyes que había recopilado Montalvo en 1484 y la
legislación que los monarcas habían dado desde aquella fecha hasta 1567.

6.�c)�La recopilación navarra realizada por Elizondo reunía las normas recopiladas un siglo
antes por los síndicos del reino y las que posteriormente se habían aprobado por las Cortes
navarras. Fue una recopilación oficial, sin embargo, a pesar de esto, no derogaba el texto
original de las disposiciones recopiladas, que se prefería al recopilado.

7.�d)�El primer decreto de Felipe V para Valencia y Aragón, de 1707, derogó todo el derecho
de estos dos reinos, sin distinción entre público y privado. Fue el decreto más duro y, sólo
para el caso de Aragón, fue matizado por uno nuevo de 1711.

8.�a)�Después de una nueva conquista por parte de Felipe V –Aragón había estado en manos
de los aliados durante un breve periodo de tiempo, desde 1710 a 1711– el monarca dictó un
segundo decreto para el reino aragonés en 1711 que modificaba el de 1707. Así, el nuevo
decreto dejó subsistente el derecho civil de Aragón, excepto para las causas donde el rey
formara parte, caso en el que se debería aplicar el derecho castellano. En cambio, el derecho
público continuó derogado.

Cuestiones�breves

1.�Cuando el rey ha proclamado que una recopilación posee carácter exclusivo significa que
no son invocables ni las otras leyes que no se han incluido en la recopilación ni tampoco es
invocable el texto original de las normas compiladas, sino que únicamente tendría vigencia
el tenor del texto compilado y las normas compiladas.

2.�La primera recopilación de derecho general propio del Principado de Cataluña surge de
lo que disponen una constitución y un capítulo de corte de 1413 que presentaban algunas
divergencias entre ellos. Se aspiraba a reunir y traducir fielmente el derecho. Así pues, la co-
misión encargada tenía que comprobar los Usatges, las constituciones generales dadas hasta
entonces y promulgadas en latín, y los capítulos de corte, y fijar su texto, para poderlo tra-
ducir posteriormente al catalán. El resultado sería el de dos manuscritos, uno con el texto
en latín y otro en catalán, con las disposiciones colocadas en los títulos correspondientes. Al
lado de estos materiales se añadieron las Commemoracions de Pere Albert y las Costumas de
Cathalunya, junto a otros elementos del derecho del Principado.

3.�Esta fórmula era un método de control de la legislación regia utilizado en Castilla y las
provincias vascas. Se trataba de pedir al monarca la reparación de una violación del derecho
existente, la no aplicación de la carta que podía él violar. Con esta fórmula se suspendía el
cumplimiento de la norma hasta que el rey fuera informado y decidiera si era necesario o no
aplicarla. En las provincias vascas se consiguió una mayor eficacia de la fórmula mediante la
atribución de su uso en las propias instituciones representativas.

4. Estas tres denominaciones corresponden a métodos de control de la legalidad de las cartas


reales del monarca. El primero, la sobrecarta, era un remedio de carácter suspensivo de la
carta real, hasta que el Real Consejo del Reino, tras examinar su contenido le diera la sobrecarta
© FUOC • PID_00163034 64 La creación del derecho ante la aparición del estado moderno

conforme no lesionaría el derecho navarro. El pase foral consistía en trasladar a la Diputación


las cartas reales mandadas al Consejo real de Navarra como medida de control previo, pero en
realidad siempre estuvo vinculado a la sobrecarta. Por eso no se pudieron evitar los numerosos
agravios, que originaron la reparación de agravios, que eran planteados al virrey o al rey por las
Cortes o por la Diputación a partir de una iniciativa particular o de las instituciones del reino.

5.�En virtud de la teoría del consentimiento tácito en el derecho valenciano, las pragmáticas
que violaban este derecho y contra las que no se había protestado, se consideraban aprobadas
tácitamente. Eso facilitó que en Valencia los monarcas no tuvieran que entrar en cuestiones
que no afectaban la afirmación de su poder y puede explicar que la identificación del derecho
común y la determinación de su aplicación quedara en manos de los juristas.

6.�La primera recopilación castellana, las Ordenanzas Reales de Castilla, conocidas como Or-
denamiento de Montalvo (1484), fue realizada por el jurista Alonso Díaz de Montalvo. Se
hizo por iniciativa de los Reyes Católicos, que querían reunir las leyes, ordenanzas, pragmá-
ticas y disposiciones del Fuero Real en un volumen, en el que se ordenarían en títulos y libros,
prescindiendo de las leyes superfluas, inútiles, revocadas, derogadas, en desuso o contrarias
al estilo de la corte y la Chancillería del rey. La obra de Montalvo, que reproducía las leyes
íntegras nunca fue promulgada, por tanto, las leyes no reunidas continuaban siendo vigen-
tes. A principios del siglo XVI se le añadió un suplemento que agrupaba otras pragmáticas y
bulas papales que favorecían la jurisdicción real.

7.� En 1686 apareció la primera recopilación promulgada oficialmente y de forma exclusiva,


los Fueros del Reyno de Navarra, desde su creacion hasta su feliz union con el de Castilla y Recopi-
lacion de las leyes promulgadas desde dicha union hasta el año de 1685, recopiladas, y reducidas a
lo sustancial, y a los titulos a que corresponden. Encargada a Antonio Chavier, la obra agrupó el
fuero general de Navarra y las leyes decisivas y reparaciones de agravios de forma reducida.

8. El decreto fijaba, entre otras cosas, que la Audiencia estuviera dividida en tres salas: dos
civiles y una penal o criminal. En todas estas salas se seguiría aplicando el derecho catalán;
ocurriría lo mismo con el derecho propio procesal civil y penal, y se mantendría el Consulado
de Mar y el Libro de Consulado de Mar. Sin embargo, este derecho que se mantenía, lo hacía
como si fuera de nuevo concedido por el monarca en ejercicio de su soberanía. Por contra, se
suprimía todo el derecho público o político de Cataluña, y era sustituido por el de Castilla:
o sea, desaparecían las Cortes catalanas y todos los órganos de gobierno que había hasta
entonces en el país. El derecho privado, que se mantenía en las condiciones que hemos
señalado, se veía privado de evolución y quedaba totalmente cristalizado.

9.� La Novísima Recopilación, realizada por Reguera Valdelomar, debía sustituir la Nueva Re-
copilación. Fue promulgada por Carlos IV en 1805. Presentaba una sistemática nueva y una
gran cantidad de leyes nuevas, incluidas todas ellas en títulos, ordenadas por materias. Los
títulos formaban libros y, éstos, volúmenes. Como novedad destacable, la recopilación no
sólo reunía leyes que afectaban a la Corona de Castilla sino que, además, incluía otras que
afectaban a los antiguos reinos de la Corona de Aragón y Navarra.

Desarrollo�del�tema

1.�Comparad�los�Decretos�de�Nueva�Planta�para�Valencia,�Aragón�y�Cataluña�y�describid
brevemente�sus�consecuencias�en�el�ordenamiento�jurídico�de�los�diferentes�reinos.

A principios del siglo XVIII se produjo un conflicto dinástico por la corona de España entre
las casas de Borbón y de Austria. En 1707 Felipe V, de la dinastía francesa, conquistó los
reinos de Aragón y Valencia y dictó un decreto para cada uno que derogaba todo el derecho
valenciano y aragonés.

Este decreto se mantuvo vigente para Valencia, que se regiría a partir de entonces por el
derecho castellano. En cambio, en Aragón, una vez volvieron a manos felipistas después de
un breve periodo en poder de los aliados –favorables a Carlos de Austria– Felipe V dictó un
nuevo decreto, en 1711, que respetaba una parte del derecho aragonés: el derecho civil y el
procesal reducido. Así, se permitía que las causas civiles se rigieran por el derecho aragonés,
excepto cuando una de las partes fuera el monarca, caso en el que se debía aplicar el derecho
castellano.

Por lo que respecta a Cataluña, tras finalizar la guerra, se dictó un decreto mucho menos duro.
Así, el Decreto de Nueva Planta, de 1715, fijaba, entre otras cosas, que la Audiencia estuviera
dividida en tres salas: dos civiles y una penal o criminal. En todas estas salas se seguiría
aplicando el derecho catalán, tanto el civil como el penal; también se seguiría aplicando
el derecho propio procesal civil y penal. Se pudo mantener también el Consulado de Mar,
donde se continuaría aplicando el Libro de Consulado de Mar.

Sin embargo, a pesar de la pervivencia de estos sectores del ordenamiento jurídico catalán, se
debe señalar que Felipe V entendía que eran derechos concedidos de nuevo, es decir, que el
© FUOC • PID_00163034 65 La creación del derecho ante la aparición del estado moderno

monarca, en ejercicio de su soberanía, otorgaba el derecho de conservar el derecho privado,


el mercantil, el penal y el procesal.

Gracias al derecho de conquista, Felipe V pudo afirmar su soberanía y, mientras decidía res-
petar los sectores de ordenamiento jurídico señalados más arriba, suprimía, por contra, todo
el derecho público o político de Cataluña, y era sustituido por el de Castilla: es decir, desa-
parecían las Cortes catalanas y todos los órganos de gobierno que había hasta entonces en el
país. El derecho privado, que se mantenía en las condiciones que hemos subrayado, se veía
privado de evolución y quedaba totalmente cristalizado, ya que, desaparecidas las institucio-
nes encargadas de renovarlo, desaparecía también la posibilidad de actualizarlo.

2.�Características�generales�de�las�compilaciones

Las características generales de las compilaciones se pueden reconducir, básicamente, a de-


terminar en qué momento aparecen en los reinos peninsulares, qué tipos y qué partes del
derecho se compilan y de qué manera se lleva a cabo.

Así pues, el ámbito temporal de las compilaciones viene determinado por la existencia de
un orden de prelación –que establece una jerarquía de ordenamientos a los que acudir para
solucionar conflictos– y la redacción de un derecho general y completo propio del reino. El
calendario arranca a partir del s. XV, pero en cada territorio puede oscilar en función de sus
circunstancias concretas, como es el caso de Castilla, que a pesar del orden de prelación del
Ordenamiento de Alcalá de 1348, no vio compiladas las Partidas, o de Navarra, donde, sin
tener un texto fijado del Fuero general durante mucho tiempo, no se empezó a compilar hasta
principios del s. XVI.

La existencia de los órdenes de prelación de fuentes no sólo resolvía cuáles eran los orde-
namientos a los que acudir si era necesario resolver una laguna, sino que también habían
determinado cuál era el derecho principal del territorio, si bien sin acabar de resolver las
relaciones internas entre derecho general y derechos particulares, por un lado, y, por el otro,
dentro del derecho general, entre el establecido por el rey en las Cortes y el creado sólo por
éste. Este hecho afectó al derecho a recopilar. En esencia, se trataba de ver quién impulsaba
la recopilación (en los territorios de la Corona de Aragón los estamentos para proteger sus
privilegios), cómo se conceptuaba la actuación legislativa del monarca y constatar si el dere-
cho del rey se incluía o no, con los consiguientes intereses políticos en el trasfondo. Además,
independientemente de la solución a que finalmente se llegara en cada caso, había un paso
ineludible que era la aprobación final del monarca para promulgarla.

Las compilaciones aspiraban a difundir el derecho y a hacerlo más accesible. No reunían, por
tanto, las leyes marcadamente temporales (por ejemplo, las que hicieran referencia al servicio
concedido) o las concretas y coyunturales que resolvían sólo una cuestión muy puntual.

La manera de incorporar los textos a las compilaciones podía divergir en función del grado
de respeto que se tuviera por los textos originales, según el tenor de las autorizaciones que
se habían concedido a los compiladores en cada caso. Así pues, en Castilla, los monarcas
autorizaron que se interviniera en la redacción de las leyes para hacerlas más claras, mientras
que en Navarra y en los territorios de la Corona de Aragón se reunieron fielmente los textos
de las disposiciones que se tenían que incluir.

Este aspecto de la tarea llevada a cabo por los compiladores no interfiere, sin embargo, en
el hecho de si la recopilación es cronológica o sistemática por materias. Lo cierto es que
cualquiera de los dos sistemas (y, a menudo, una combinación de ambos: las materias, y
dentro de cada materia, por orden cronológico) respondía a la voluntad de poner orden, de
ordenar, de acuerdo con una determinada estructura (en general la adaptación de los libros
del Código de Justiniano medieval), que facilitara su consulta.

Las compilaciones podían ser obra oficial o de un particular –y, por tanto, sin valor oficial–.
Y las oficiales, podían ser promulgadas o no. Ahora bien, para que pudieran ser conocidas
y usadas, las compilaciones debían ser publicadas Como las compilaciones reúnen disposi-
ciones que ya han sido promulgadas en su momento, el hecho de que una recopilación sea
promulgada comporta que el texto vigente ya no es el inicial, sino el compilado; pero todas
continúan siendo invocables. Si la promulgación se hace con carácter exclusivo, sólo vale
el texto promulgado y los demás ya no son invocables. Con todo, vale decir que la realidad
superó las opciones teóricas y que existen bastantes casos posibles que hace falta detallar,
dentro de esta visión general que acabamos de ofrecer.
© FUOC • PID_00163034 66 La creación del derecho ante la aparición del estado moderno

Glosario
abrogar  v tr  Abolir, revocar.

agravio  m  Queja que se tiene contra el monarca o sus oficiales por sus naturales. Se pide
la reparación con ocasión de la celebración de las Cortes.

aprehensión (proceso de)  f  Uno de los cuatro procesos privilegiados aragoneses.

arancel  m  Tarifa oficial que determina el importe a pagar en determinados ámbitos (judi-
cial, aduanas, etc.).

auto acordado  m  Resolución del consejo del rey.

carta  f  Nombre que se da, diplomáticamente, a determinadas decisiones del monarca. Abar-
ca varios tipos de documentos (pragmáticas, privilegios, provisiones, etc.).

Chancillería  f  Tribunal superior de justicia de la Corona de Castilla

compilación  f  Ver recopilación.

contrafuero  m  Término con que se designa una actuación realizada contra lo que dispo-
nen los fueros, contra la legislación vigente.

derogar  v tr  Abolir, anular una norma que estaba vigente.

Estado  m  Fenómeno histórico que aparece en Europa hacia el 1500 como nueva forma de
organización política (acuñado por Maquiavelo), que gira en torno a la noción de soberanía,
como nueva concepción del poder (teorizada por Bodin). Este poder se atribuye a un solo
titular que lo debe mantener y ampliar.

extravagante  adj  Término que se utiliza para catalogar lo que es o está fuera del lugar
común. Cuando se aplica a disposiciones, hace referencia a las que se encuentran fuera de
la obra en uso.

firma (proceso de)  f  Uno de los cuatro procesos privilegiados aragoneses.

gracia  f  Concesión que el monarca puede hacer, pero que sólo depende de su voluntad (a
diferencia de las cuestiones de justicia).

inventario (proceso de)  m  Uno de los cuatro procesos privilegiados aragoneses.

juntas  f pl  Nombre con que se designan estas instituciones nacidas a finales de la edad
media en otros territorios de la Corona de Castilla (Álava, Vizcaya, Guipúzcoa, Asturias y
Galicia) que no participaban en Cortes (como Castilla o Navarra) ante la necesidad de tomar
decisiones comunes; superaban el ámbito local y tendían a la organización propia y una
regulación también propia, si bien no se libraron de los límites impuestos por el monarca.

manifestación (proceso de)  f  Uno de los cuatro procesos privilegiados aragoneses.

observar  v tr  Guardar y cumplir lo que manda una disposición.

Ordenamiento de Montalvo  m  Nombre con el que también se conocen las Ordenanzas


Reales de Castilla, obra publicada en 1484 y elaborada por el jurista Alonso Díaz de Montalvo.

plena potestas  loc   Ved Plenitudo potestatis.

plenitudo potestatis  loc  Término con que se designa, desde la tradición medieval que
arrancaba de la summa potestas, el poder más amplio que puede desplegar el monarca en el
ejercicio de sus atribuciones.

procesos privilegiados aragoneses  m pl  Expresión con que se alude a los cuatro proce-
sos (de aprehensión, de inventario, de firma y de manifestación) propios del derecho aragonés
que subsistieron después del Decreto de Nueva Planta.

razón de estado  f  Concepto acuñado por Maquiavelo en su obra El príncipe (1513).

recopilación  f  Agrupación de disposiciones normativas (o de costumbres, o de fragmen-


tos de iura) que en un determinado momento se consideran vigentes. Suele responder a la
necesidad de hacer accesible el material compilado, que acostumbra a ser el derecho general
propio, bajo unos determinados criterios sistemáticos. Es habitual distinguir entre los crono-
lógicos (ordenamiento de las normas en función de la fecha) y los de materias (agrupación
© FUOC • PID_00163034 67 La creación del derecho ante la aparición del estado moderno

de las normas en función de la institución o materia que regulan), si bien es corriente que
se combinen los dos de manera que en el ordenamiento sistemático por materias las normas
estén ordenadas cronológicamente.

síndico  m  Persona que se preocupa de los intereses de una corporación y la representa en


determinadas circunstancias (por ejemplo, en las Cortes o asambleas estamentales).

venalidad  f  Término con el que se hace referencia a la venta de oficios.

virrey  m  Representante del monarca en un territorio donde el rey no se encuentra habitual-


mente. Su jurisdicción cesa en el mismo momento que el monarca entra a dicho territorio.

visita  f  Nombre con que se conoce el procedimiento de fiscalización de determinados ofi-


ciales de la administración así como de los cargos eclesiásticos.
© FUOC • PID_00163034 68 La creación del derecho ante la aparición del estado moderno

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La creación del
derecho en el
Estado nacional
Constitucionalismo y codificación

Max Turull Rubinat


Oriol Oleart Piquet
Mònica González Fernández
PID_00163035
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Índice

Introducción............................................................................................... 5

Objetivos....................................................................................................... 6

1. El estado nacional.............................................................................. 9
1.1. La aparición del estado nacional ................................................ 9
1.2. Los supuestos teóricos del estado nacional ................................ 11
1.3. La formación de la nación y de la voluntad nacional ................ 12
1.4. El estado nacional, las formas de gobierno y la separación de
poderes ......................................................................................... 14
1.5. La soberanía nacional, la ley y los derechos del hombre ............ 16

2. Las constituciones españolas desde 1812 hasta 1931................ 19


2.1. Constitucionalismo y codificación en la España del siglo XIX..... 19
2.2. La Constitución de Cádiz de 1812 ............................................. 21
2.2.1. Características ................................................................ 22
2.2.2. La separación de poderes ............................................... 23
2.2.3. Los derechos reconocidos .............................................. 24
2.2.4. El problema de la unidad jurídica ................................. 25
2.2.5. El fracaso del cambio constitucional ............................. 25
2.3. El Estatuto real de 1834 .............................................................. 26
2.4. La Constitución de 1837 ............................................................ 27
2.5. La Constitución de 1845 ............................................................ 29
2.6. La Constitución de 1869 ............................................................ 30
2.7. La Constitución de 1876 ............................................................ 31
2.8. La Constitución de 1931 ............................................................ 32
2.8.1. La división territorial ..................................................... 33
2.8.2. La división de poderes ................................................... 34
2.8.3. Los derechos y deberes de los ciudadanos ..................... 35

3. La codificación................................................................................... 36
3.1. Constitución y codificación ........................................................ 36
3.2. La codificación penal .................................................................. 37
3.2.1. El Código penal de 1822 ............................................... 38
3.2.2. El Código penal de 1848 ............................................... 39
3.2.3. El Código penal de 1928 ............................................... 40
3.2.4. El Código penal de 1932 ............................................... 40
3.3. La codificación mercantil ........................................................... 40
3.3.1. Los antecedentes y el contexto de la codificación
mercantil ........................................................................ 41
3.3.2. El Código mercantil de 1829 ......................................... 42
© FUOC • PID_00163035 La creación del derecho en el Estado nacional

3.3.3. El Código mercantil de 1885 ......................................... 43


3.4. La codificación civil .................................................................... 44
3.4.1. Los presupuestos teóricos de la codificación civil ......... 44
3.4.2. Los problemas de la codificación civil en España .......... 45
3.4.3. El Código civil de 1889 ................................................. 48
3.4.4. Las compilaciones de derecho propio ........................... 50

Resumen....................................................................................................... 52

Actividades.................................................................................................. 55

Ejercicios de autoevaluación.................................................................. 55

Solucionario................................................................................................ 57

Glosario........................................................................................................ 59

Bibliografía................................................................................................. 60
© FUOC • PID_00163035 5 La creación del derecho en el Estado nacional

Introducción

Este cuarto módulo cronológicamente corresponde principalmente a los si-


glos XIX y XX: desde la invasión francesa que se produjo a principios del siglo
XIX y la aprobación de la Constitución de Cádiz (1812) hasta la II República
(1931-1936). Nos centraremos en tres aspectos principales: el estado nacional,
el constitucionalismo y la codificación.

En el primer bloque nos dedicaremos a estudiar el estado�nacional. Concre-


tamente, nos ocuparemos de observar cómo apareció el estado nacional, cuá-
les fueron sus presupuestos teóricos y, sobre todo, cuál fue el proceso de for-
mación de la nación y de su voluntad (nacional), para ver, también, cómo se
organizaba el estado y cómo se diseñaba el ejercicio de la soberanía nacional.

Dentro del segundo bloque estudiaremos la materia de las constituciones�es-


pañolas. Abarca desde la Constitución de Cádiz de 1812 hasta la Constitución
de 1931, en la II República. Veremos cómo, a lo largo del siglo XIX, se dieron
varias constituciones, producto cada una de ellas de un momento político
concreto. Al tratar las diferentes constituciones, nos daremos cuenta de que
cada una presentaba unas características diferentes en la forma de reflejar la
voluntad nacional, en la de diseñar la organización del estado por medio de
diferentes instituciones, con diferentes formas de representación de la nación,
y en la de regular los derechos de los ciudadanos que formaban esta nación
sujeto de la soberanía.

En último lugar, nos ocuparemos, en el tercer bloque, del proceso�codifica-


dor. Hablamos de proceso codificador porque haremos referencia a un fenó-
meno de larga duración, que alcanzará casi todo el siglo XIX. Para estudiarlo
seguiremos el orden cronológico. Así, comenzaremos por la codificacion pe-
nal, que arranca en 1822. En segundo lugar, trataremos la codificación�mer-
cantil, que se inicia con el primer Código de Comercio, en 1829. En tercer
lugar, nos ocuparemos del proceso codificador civil, el cual, pese a contar con
proyectos desde la época del Trienio liberal, no fructificará hasta el texto final-
mente promulgado en 1889.
© FUOC • PID_00163035 6 La creación del derecho en el Estado nacional

Objetivos

El estudiante, con el estudio de este módulo, tiene que alcanzar los o bjetivos
siguientes:

1. Entender el concepto de nación desde el punto de vista jurídico.

2. Comprender el concepto de estado nacional.

3. Comprender también el concepto de soberanía nacional.

4. Darse cuenta de los cambios que estas denominaciones presuponen y la


trascendencia que tienen en este momento histórico concreto.

5. Entender los avances de la nueva sociedad organizada jurídicamente, sur-


gida del triunfo de la revolución liberal.

6. Entender el concepto de constitución.

7. Comprender el proceso constitucional español hasta la II República.

8. Entender el concepto de código.

9. Entender el significado de la codificación.

10. Comprender el proceso codificador español en el ámbito penal.

11. Comprender el proceso codificador español en el ámbito mercantil.

12. Comprender el proceso codificador español en el ámbito civil.

13. Darse cuenta de los problemas de la codificación civil en España.

14. Comprender cómo se llega a las compilaciones de derecho propio.

Podéis profundizar en la materia correspondiente al módulo:

1. Comparando el nuevo concepto de código (y sus características) con el de


compilación (y sus características) del módulo 3.

2. Analizando cómo se configura la separación de poderes en las diferentes


constituciones.
© FUOC • PID_00163035 7 La creación del derecho en el Estado nacional

3. Siguiendo los diferentes mandatos constitucionales que disponían la ela-


boración de los nuevos códigos.
© FUOC • PID_00163035 9 La creación del derecho en el Estado nacional

1. El estado nacional

En este apartado estudiaremos cómo aparece el estado nacional y qué nove-


dades comporta su entrada en escena. Nos centraremos en los dos cambios
esenciales que, vinculados uno a otro, marcan esta nueva etapa. Por un lado,
cómo se configura el nuevo concepto de estado nacional; por otro, el cambio
que se produce en el titular de la soberanía.

1.1. La aparición del estado nacional

El arraigo de las ideas ilustradas procedentes de Francia hizo entrar en crisis


la concepción del estado (configurado como monarquía católica) en la que
el titular de la soberanía era el rey, ya que con la revolución había triunfado
la idea de que el pueblo (configurado como nación) era el nuevo titular de
la soberanía. Este hecho permitió calificar la soberanía como nacional y, a la
vez, hermanar en un mismo concepto a los nuevos estados, que ya sólo se
diferenciarían por la forma de gobierno (en vez de continuar haciéndolo por
las formas de estado como lo hacían en el periodo anterior).

La aparición del estado nacional se produce cuando un pueblo que se


autoafirma como nación asume la soberanía y se configura políticamen-
te mediante el establecimiento�de�una�constitución escrita.

Si bien todas las organizaciones políticas de todas las épocas tienen su propia Estado nacional, Estado
constitución (es decir, la forma concreta como se configuran), en esta nueva constitucional

etapa, con el término constitución se hará referencia, principalmente, a una El papel que juega la Consti-
unidad�política realmente existente o a un sistema�cerrado de normas escri- tución explica que tambiénse
pueda hacer referenciaa esta
tas. Con estas normas se pretende fijar una configuración ideal de la convi- época del Estado nacional co-
mo la época�del�Estado�cons-
vencia política que tiene que ser actuada en la práctica. Así pues, es la voluntad titucional o época constitucio-
popular de organizarse como un estado nacional la que hace que se equiparen, nal.

que coincidan, la constitución (unidad política existente) y la constitución


escrita (sistema de normas escritas).

La constitución escrita de un estado nacional es un sistema de normas


supremas y últimas, que fija las reglas y las formas por las que se tiene
que gobernar.
© FUOC • PID_00163035 10 La creación del derecho en el Estado nacional

Constitución política de la monarquía española de 19 de marzo de 1812.


(Imprenta real)

Título I. De la nación española y de los españoles.

Capítulo I. De la nación española

Artículo 1: La Nación española es la reunión de todos los españoles de ambos hemisferios.

Artículo 2. La Nación española es libre é independiente, y no es, ni puede ser, patrimonio


de ninguna familia ni persona.

La Constitución escrita se basa sólo en la voluntad soberana del pueblo, el cual


no queda sometido y puede modificarla en cualquier momento. La Constitu-
ción no puede representar nunca un límite soberano del pueblo, que lo es, en
cambio, para los representantes. La Constitución escrita es la ley fundamental
de la vida política del pueblo y, como tal, todo el mundo la tiene que respetar.
La Constitución escrita es la Constitución del estado.

El rasgo esencial que caracteriza el nuevo estado nacional, que diferencia la


vieja organización de la monarquía católica del nuevo estado fruto de la Re-
volución Francesa, es el cambio en la titularidad de la soberanía. El nuevo ti-
tular de la soberanía es el pueblo, que se identifica con una nación en la cons-
titución.

Constitución política de la monarquía española de 19 de marzo de 1812.


(Imprenta real)

Título I. De la nación española y de los españoles.

Capítulo I. De la nación española

(...)

Artículo 3. La soberanía reside esencialmente en la Nación, y por lo mismo pertenece á


esta exclusivamente el derecho de establecer sus leyes fundamentales.

Este cambio de titularidad se produce en el momento en que los pueblos, cons-


cientes de sus derechos, quieren regir sus destinos y, para hacerlo, asumen la
soberanía que hasta entonces habían tenido los reyes.

Afirmar que la soberanía corresponde al pueblo conduce igualmente a la desaparición de


la teoría del origen divino del poder. Se había llegado, también, por otros caminos, como
la conmoción que supuso la crisis religiosa del siglo XVI en Europa y las aportaciones de
Calvino (siglo XVI), Hobbes y Locke (siglo XVII).

Los teóricos revolucionarios ya contaban con dichas aportaciones previas, las


cuales se pueden ejemplificar, principalmente, en la soberanía concebida co-
mo un poder�absoluto�y�perpetuo de la nación y en la existencia de unos de-
rechos irrenunciables del hombre, antes de afrontar la tarea de redactar nue-
vas constituciones.
© FUOC • PID_00163035 11 La creación del derecho en el Estado nacional

1.2. Los supuestos teóricos del estado nacional

Si partimos de la identificación que hace Sestan de una nación con cualquier


agregado humano que cree que es una nación, llega a ser una característica
esencial el hecho de creer que se forma parte de la misma. Sólo la plena par-
ticipación de todas las personas, independientemente de la condición social,
puede permitir que surja una conciencia nacional en la formación de la que
participan.

Si bien las monarquías habían contribuido a facilitar la igualación de todos sus naturales
en la condición de súbditos, no se llegaba a la igualdad ante el derecho que reclamaba Tercer Estado y conciencia
la formación de la nueva conciencia nacional. Los elementos necesarios para llegar pro- nacional
cederían de la consideración que la sumisión al poder soberano se basaba en la renuncia
de derechos que los miembros de la sociedad hacían de los derechos propios a favor del La formación de la conciencia
soberano. nacional se pudo desarrollar
dentro del Tercer Estado, por-
que todos los que participaban
lo hacían de una misma situa-
El proceso histórico de afirmación de la conciencia nacional viene determina- ción, la falta de privilegios.
do por el cambio� de� titularidad de la soberanía que antes correspondía al
rey, y por la afirmación�de�la�burguesía como estamento frente al resto. La
burguesía o Tercer Estado actuó como portavoz de todos los que no tenían
privilegios y, numéricamente, llegó a ser el estamento principal.

Si la nación se identifica con el Tercer Estado, y el Tercer Estado se identifica ¿Qué es el Tercer Estado?
con los no privilegiados, los no privilegiados, necesariamente, tendrán que
¿Qué es el Tercer Estado? es una
estar representados para que la nación pueda hablar. El Tercer Estado se afir- obra del abad Sièyes que tu-
ma ante los otros estamentos privilegiados y reclama la representación de la vo una gran trascendencia por
la teorización que hacíade la
nación. El concepto de nación llega a ser decisivo porque se construye, nece- nueva sociedad.
sariamente, sobre la idea de igualdad reclamada para todos los que forman
parte de la misma.

La igualdad ante la ley exige que todos los derechos civiles y políticos
correspondan de la misma forma a todos los miembros de una nación
en virtud de su condición de ciudadanos. Todos los ciudadanos deben
participar en la formación de la voluntad nacional mediante el ejercicio
del voto. Cada hombre –cada ciudadano–, un voto.

Sin embargo, esta construcción basada en la igualdad de todos ante la ley hará que los
estamentos privilegiados –que ya no podrán invocar sus prebendas– sean considerados
enemigos del Tercer Estado y tengan que ser excluidos de la nación. La superación de esta
situación llegará cuando se convierta la ley común en regla, de forma que se supere la
división social y se abra el camino hacia una nación para todos.

A partir de la igualdad se alcanzará la libertad. Se exigirá que la representación


del Tercer Estado recaiga exclusivamente en miembros que pertenecen real-
mente al Tercer Estado y, para defender la libertad de voto, argumentando que
no puede haber derechos ilimitados, se impondrán limitaciones al derecho al
voto, el cual, de esta forma, matiza la condición de ciudadano, que es la base
determinante de la participación en los derechos políticos y civiles.
© FUOC • PID_00163035 12 La creación del derecho en el Estado nacional

La igualdad�y la�libertad son, pues, condiciones necesarias para formar una La libertad de voto
conciencia nacional. La nación es más que la suma de voluntades, es una uni-
La libertad de voto, garantía
dad que supera a sus asociados cuando éstos consiguen poner los intereses co- de una auténtica voluntad ge-
munes de la nación por encima de los intereses propios. neral, garantiza la igualdad an-
te la ley de los ciudadanos, los
cuales tienen las mismas obli-
gaciones con la nación y go-
La formación de la voluntad nacional se atribuye no a quienes representan el zan de los mismos derechos.
pueblo en su condición de ciudadanos, sino en la condición de propietarios.
Esta circunstancia los vincula con un interés común (un interés general) y se
considera que ser una unidad está en la base de los inicios de cualquier nación.

El número de miembros que forman una sociedad, una nación, y su extensión


territorial conducen a la admisión de la democracia�representativa. La sobe-
ranía del cuerpo moral que es la nación se configura como un poder absoluto y
perpetuo, indivisible e inalienable. La soberanía nacional exige, para ejercerla,
el artificio del estado, del estado nacional, que se cede al gobierno.

1.3. La formación de la nación y de la voluntad nacional

La formación de la nación es una cuestión previa y fundamental para dar res-


puesta a la formación�del�estado�nacional. La separación entre la sociedad
natural y la sociedad civil exige plantearse la cuestión del poder y su legimi-
tación en una sociedad formada por hombres libres. Los hombres, libres por
naturaleza, no están obligados a obedecer a otros ni se puede invocar la fuerza
para ello, porque sólo se está obligado a obedecer al poder�legítimo. El origen
del poder en las comunidades humanas se basa en las convenciones.

El desarrollo de estas tesis de base contractual hecho por Rousseau proveerá


los elementos necesarios para explicar cómo se aseguran, los miembros de una
sociedad, la protección�y�seguridad recíprocamente, sin limitar su libertad.

Asimismo contribuirá con las construcciones necesarias que explicarán de qué manera,
cada uno de los asociados de una sociedad, entrega su persona,�bienes�y�derechos total-
mente y sin reservas de forma que cada uno adquiere sobre los otros el derecho que él
cede y se gana el poder que nace de la asociación gracias al pacto social.

Este contrato es un acto espiritual, el acto de conciencia en que se fundamen-


taba toda nación.

"Esta persona pública así constituida era calificada antiguamente de ciudad, mientras se
prefiere en estos momentos el nombre de república. Esta comunidad política se califica
en reposo de Estado y en actividad de soberano. Está formada por hombres que colecti-
vamente reciben el nombre de pueblo y en particular o de ciudadanos –en cuanto parti-
cipan en la soberanía– o de súbditos –en cuanto sometidos a las leyes del Estado–. Pueblo
y Estado son, en definitiva, la misma cosa. El pueblo es el origen de esa persona moral
que es el Estado. Cuando el Estado actúa se convierte en soberano, pero la soberanía en-
cuentra su origen en los ciudadanos".

Iglesia, La creación del derecho...II, pág. 477-478.


© FUOC • PID_00163035 13 La creación del derecho en el Estado nacional

Hay que hacer esta identificación en el pensamiento de Rosseau, que rechaza La nación, según Sieyès
la democracia representativa. Donde la hay, se puede distinguir al pueblo o la
La nación, de acuerdo con
nación del estado; la soberanía es un atributo de la nación y no del estado, que Sieyès, existe antes que
se limita a ejercer los poderes que la nación le ha cedido. La nación no tiene nada,es el origen de todo, su
voluntad es siempre legal y
constitución, no la necesita. Es la misma nación la que da la constitución. La por encima de ella sólo está el
derecho natural.
nación es un fenómeno natural, el estado o el gobierno es obra del derecho
positivo.

La afirmación de la conciencia�nacional es un acto revolucionario contra la


constitución de la monarquía absoluta, que atribuía la soberanía al monarca.
Una vez afirmada, la nación es soberana, no está sometida a ninguna consti-
tución y por encima de su voluntad no hay nada ni está sometida a nadie.

Las naciones que se proclaman soberanas chocan con algunos problemas: si


se identifica la soberanía con la voluntad general de la nación, nunca se podrá
enajenar ni transmitir. La nación sólo puede representarse por ella misma.

Para superar estos y otros inconvenientes, se puede recurrir a formar asam-


bleas�representativas, que no se podían plantear otras finalidades que las que
se propondría la misma nación si lo pudiese hacer. La voluntad nacional se
puede manifestar, según las circunstancias, por medio de representantes ordi-
narios o de representantes extraordinarios.

La manifestación de la voluntad nacional, de la soberanía nacional, es algo


extraordinario que se sobreentiende que no necesita manifestarse diariamen-
te. A raíz de esta circunstancia, se puede distinguir entre la soberanía única
e indivisible (la cual se manifiesta por medio de la reunión de la nación y se
plasma en una ley que tiene que ser aplicada por el gobierno) y los poderes
(múltiples, divisibles, derivados de las leyes generales) con que cuenta el go-
bierno para ejercerlos legítimamente al aplicar y ejecutar las leyes.

Las naciones con una gran población y una gran extensión territorial, sin em-
bargo, necesitarían un intermediario entre la nación y los ciudadanos. Esta
necesidad llega a ser más evidente si se acepta una voluntad�común�repre-
sentativa.

Los representantes extraordinarios expresan la misma soberanía de la nación; sus mani-


festaciones valen por las de la misma nación y no están sometidas a ninguna constitu-
ción. Los representantes ordinarios sólo ejercen una parte de la voluntad de la nación
en virtud del poder que la misma nación les da para llevar a cabo su tarea; sus manifes-
taciones se limitan a expresar la voluntad del estado y están sometidos a la constitución.
© FUOC • PID_00163035 14 La creación del derecho en el Estado nacional

La representación de la
Es comúnmente aceptado que las constituciones surgidas de la revolu- nación
ción se presentan como una expresión de la voluntad nacional, así co-
La representación de la nación
mo que son una expresión de la burguesía, que conquista el poder in- queda organizada y fijada den-
tro de la Constitución del Esta-
vocando la soberanía nacional y vinculando su suerte al resto de los no do.
privilegiados. Las constituciones reúnen los anhelos de la burguesía y
contienen algunas de las garantías de la libertad burguesa: el reconoci-
miento de los derechos del hombre, la división de poderes y una verda-
dera participación del pueblo en el poder legislativo.

De esta forma, la burguesía consiguió salvaguardar su situación de poder sometiendo la


soberanía de la nación a la constitución y negándola al rey. La constitución surgió para
organizar�y�controlar el estado, para limitarlo, al limitar al gobierno.

1.4. El estado nacional, las formas de gobierno y la separación de


poderes

El estado nacional es una construcción racional que la nación ha puesto a su


servicio. El estado es un instrumento al servicio de la soberanía de la nación,
la cual se ejerce sobre todos los ciudadanos que viven dentro de su, a partir de
este momento esencial, territorio.

La relevancia del territorio es evidente, entre otras razones, gracias a la afirmación de los
estados nacionales ante otros estados nacionales con carácter excluyente. Asimismo, se
le ha llegado a considerar un reflejo del concepto de soberanía.

Esta nación que vive en un territorio�concreto y es titular de un poder�sobe-


rano ha construido un estado o gobierno que sirve de intermediario entre el
cuerpo moral dotado de soberanía que es la nación y los ciudadanos que la
forman.

El territorio del Estado


Si el origen del único poder legítimo proviene del pacto social, no hay nacional, elemento básico
ningún otro soberano más que la nación. Todas las naciones se confi-
Dentro del Estado nacional,el
guran como estados nacionales. El estado nacional se convierte en el territorio se convierte en un
elemento esencial, ya que de-
único tipo de estado. termina de forma geométrica
el ámbito de aplicación de la
soberanía.

La dificultad surgida de afirmar la indivisibilidad de la soberanía y la existencia


del principio de la división de poderes nace de la confusión entre la nación
(titular del poder soberano) y el estado (el artificio que se construye para actuar
los mandatos de la nación). La�nación�no�es�el�estado, pero se habla de estado
nacional. La nación supone la unidad y el estado es sólo una organización de
aquella unidad que la nación necesita para manifestar su voluntad.
© FUOC • PID_00163035 15 La creación del derecho en el Estado nacional

Se tiende a identificar nación y estado nacional y a atribuir al estado la


soberanía de la nación, hecho que obliga a llevar a cabo una división de
esta soberanía en tres poderes –legislativo,�judicial�y ejecutivo– para
alcanzar un equilibrio de poderes e impedir un régimen tiránico.

Como sabemos, la nación no puede estar sometida a ninguna constitución. La


nación utiliza la organización del estado para alcanzar�y�mantener el orden
y conservar la vida social. El estado se identifica con el gobierno, la adminis-
tración y las personas que necesita para funcionar.

El estado tiene que cumplir las tareas que la nación ha establecido en la cons-
titución, donde encuentra tanto su legitimación como sus límites para actuar,
ya que el gobierno no puede salir de los caminos marcados por la constitución.

Para que puedan actuar, la nación ha puesto en manos de sus servidores los
poderes legislativo, ejecutivo y judicial, reunidos en la constitución.

Tras esta concepción está la identificación entre soberanía�y�voluntad�general (se preo-


cupa por el interés común de todos), que no se tiene que confundir con la voluntad de La división de la soberanía
todos (se preocupa por el bien particular). Y así se verá en los rasgos de las leyes. según Rousseau

Con la terminología de Rous-


El control de la nación sobre los actos del estado se lleva a cabo por una doble seau, los poderes legislativo,
ejecutivo y judicial no son el
vía: resultado de la división de la
soberanía –que permanece in-
divisible–, sino emanaciones
1) como la nación conserva en teoría la soberanía, puede modificar en cual- de ella.

quier momento la Constitución del Estado;

2) la nación participa mediante sus representantes ordinarios en el funciona-


miento del estado.

La imposibilidad de las naciones para manifestar su voluntad por ellas mismas


condujo a admitir la democracia�representativa, sin desconocer sus peligros.
El punto central de preocupación se puede situar en las dudas que se plantean
sobre si las personas seleccionadas para representar ordinariamente a la nación
actúan según la voluntad general (a pesar de las loables aspiraciones de los
teóricos como Sièyes), dadas las dificultades de su realización.

Se querrán paliar estos efectos, por un lado, combatiendo no los intereses personales –que
se diluyen en el interés común de la asamblea–, sino los intereses de grupo, y por otro,
forzando la renovación parcial de las asambleas para evitar que puedan surgir intereses
corporativos.

El ejercicio de los poderes legislativo, ejecutivo y judicial tiene que correspon-


der a representantes de la nación. Así como el poder judicial lo ejercen los jue-
ces, que no son representantes de la nación, la institución del jurado se alzará
como garantía de libertad para proteger los abusos del poder judicial.
© FUOC • PID_00163035 16 La creación del derecho en el Estado nacional

1.5. La soberanía nacional, la ley y los derechos del hombre

La ley como expresión de la voluntad nacional es una voluntad general, tanto


desde el punto�de�vista�del�objeto (el interés común de todos los asociados),
como desde el punto� de� vista� del� sujeto (la voluntad general de todos los
asociados). Sus características se tienen que reflejar en la nueva forma de crear
derecho.

Las características que se predican de la ley son: que tiene que ser general, abs-
tracta y obra del pueblo. Dentro de este planteamiento, tanto las actuaciones
de los gobernantes y funcionarios como la legislación (ordinaria), no serían
otra cosa que la realización de actos particulares de aplicación de la constitu-
ción.

La ley tiene que ser manifestación de la voluntad de la nación, se tiene que


aplicar generalmente a todo el mundo y tiene que regular tipos abstractos,
nunca conductas individuales.

Esta generalidad y abstracción que se predica de la ley la expresa Rousseau, señalando


que la ley debe considerar a "los súbditos en cuerpos y a las acciones como abstractas,
jamás un hombre como individuo ni una acción particular".

Iglesia. La creación del derecho... vol. II, pág. 490

Este planteamiento de Rousseau que exigía que la nación tuviese que manifes- Ley común contra
tar la voluntad�general porque no puede haber representación en lo que hace privilegio

a la soberanía, fue desmentido por los acontecimientos históricos, ya que las La ley común tiene que expul-
naciones que se configuraron como estados nacionales optaron por admitir la sar el privilegio del campo del
derecho.
existencia de una voluntad común representativa.

Desde esta óptica, la constitución es hija de la voluntad general identificada


con la soberanía, mientras que la ley es obra de la voluntad popular, que se
tiene que mover necesariamente dentro del marco trazado por la Constitución.

La soberanía popular se manifiesta mediante las leyes fundamentales


(la legislación = la Constitución), que trazan el marco dentro del cual
se tendrán que desarrollar las leyes ordinarias.

Dentro de este planteamiento, según el cual habría una manifestación prime-


ra de la voluntad soberana de la nación en las leyes fundamentales, también
habría, con las leyes ordinarias, una manifestación de segundo grado de la
voluntad nacional por medio de una representación ordinaria, ya que no ex-
presa la soberanía nacional, sino que se limita a desarrollar y aplicar la Cons-
titución. Todo el derecho está establecido por la ley dentro del marco de la
Constitución.
© FUOC • PID_00163035 17 La creación del derecho en el Estado nacional

La soberanía nacional se presenta como un poder�absoluto y perpetuo que


sólo encuentra un límite en el derecho natural. Ante la vaguedad de la afirma-
ción, pareció más oportuno distinguir la soberanía de los ámbitos de la vida
en común y determinar qué derechos correspondían a los individuos y separar
los deberes que los ciudadanos tenían que cumplir en calidad de tales, de los
derechos de que gozaban por derecho natural como hombres.

La razón se convierte en el criterio determinante de los derechos y de los de-


beres del ciudadano ante la nación, de la que forma parte y a la que ha con-
tribuido a formar. Es una razón pura que identifica los derechos del hombre
previos a la entrada en cualquier comunidad política.

Desde un punto de vista clásico, se pueden distinguir los derechos del hombre
reunidos en las constituciones fruto de la revolución entre: derechos de liber-
tad del individuo aislado, derechos del individuo en relación�con�otros�indi-
viduos, derechos del individuo en el estado�como�ciudadano, y derechos del
individuo a�prestaciones�del�estado.

a)� derechos de libertad del individuo aislado


libertad de conciencia
libertad personal
propiedad privada
inviolabilidad del domicilio
secreto de correspondencia

b) derechos del individuo en relación con otros individuos


libre manifestación de las opiniones
libertad de discurso
libertad de prensa
libertad de culto
libertad de reunión
libertad de asociación
libertad de coalición

c) derechos del individuo en el estado como ciudadano


igualdad ante la ley
derecho de petición
sufragio igual
igual acceso a los cargos públicos

d)�derechos del individuo a prestaciones del Estado


derecho al trabajo
derecho a asistencia y auxilio
derecho a la educación, formación e instrucción
© FUOC • PID_00163035 18 La creación del derecho en el Estado nacional

Se ha llegado a un punto en que hay que reconocer que una constitu-


ción, para serlo, tiene que establecer necesariamente una tabla de dere-
chos del hombre y la separación de poderes.
© FUOC • PID_00163035 19 La creación del derecho en el Estado nacional

2. Las constituciones españolas desde 1812 hasta 1931

2.1. Constitucionalismo y codificación en la España del siglo XIX

Se ha visto en la lección correspondiente al Estado nacional, cómo la Revolu-


ción Francesa provocó en toda Europa la difusión de las ideas de la soberanía
nacional y de la igualdad de todos los ciudadanos ante la ley. En España, los
acontecimientos de principios del siglo XIX estaban marcados por la invasión
de la Península por las tropas napoleónicas y la oposición frente a ellas, tra-
tando de defender la corona de España contra el monarca impuesto por Na-
poleón, su hermano José, y contra la constitución dada por el monarca francés
en 1808, el Estatuto de Bayona.

Esta situación de oposición a los franceses marcó la que sería la primera Cons-
titución española, la de Cádiz�de�1812. Veremos cómo las ideas de la Revolu-
ción Francesa se plasmaron en esta Constitución, pero de forma diferente a
como habían triunfado en otros países de Europa. Así, pese a que la Constitu-
ción intentaba establecer una cierta unidad jurídica para el estado –la Consti-
tución estableció una cortes constitucionales y unos mismos códigos para toda
la monarquía– el retorno del monarca, Fernando VII, supuso la continuidad de
las Cortes de Navarra y de las estructuras forales vascas básicas, que permane-
cieron aparentemente ajenas a los cambios constitucionales del nuevo siglo.

España durante la guerra de la Independencia. Fuente: Atlas histórico mundial. Georges Duby (1997, pág. 115).
© FUOC • PID_00163035 20 La creación del derecho en el Estado nacional

Napoleón y España

En 1807 Napoleón decidió convertir España en un Estado satélite controlado por él, por
lo que obligó a Carlos IV y a su hijo Fernando, a abdicaren Bayona (1808) a favor desu
hermano, José Bonaparte. El hecho llevó a un movimiento popular que se canalizaría por
las llamadas Juntas Provinciales. La coordinación de la resistencia se intensificó a partir de
la constitución de la Junta Central de reino (octubre de 1808).

El periodo iniciado con la Constitución de Cádiz fue muy conflictivo desde el


punto de vista político, hecho que incidió necesariamente en la historia del
derecho. Podremos ver, a lo largo de este módulo, las dificultades que hubo
para consolidar definitivamente el triunfo de la soberanía nacional en España,
con dos oposiciones radicales:

• la que defendía la soberanía del rey;

• la que, sin negar la existencia de la soberanía nacional, discutió la existen-


cia de la nación española constitucionalmente definida.

Dentro del contexto ideológico europeo, la idea de la soberanía iba acompa-


ñada de las ideas del racionalismo, que defendían la necesidad de que las le-
yes tuviesen una fundamentación racional. Es decir, se pensaba que la nación
expresaba su voluntad general por medio de sus representantes en los parla-
mentos, para crear derecho, pero este derecho tenía que basarse en la razón.
Sin embargo, pese a las ideas, la realidad no había cambiado tanto como podía
parecer. Los juristas eran los redactores de los textos legales (que no reflejaban
la voluntad de la nación), mientras que los políticos representantes de la na-
ción eran quienes los aprobaban y los convertían en leyes, por emanación de
la voluntad nacional, de tipo constitucional o simplemente legal.

Las ideas del racionalismo hicieron nacer el espíritu codificador, que trataba de
ordenar cada sector del ordenamiento jurídico en un código que se entendía
que tenía que ser producto de la razón.

Dentro del campo político, el código adoptó la forma de una constitu-


ción, que no era otra cosa que el código de la vida política.

De esta forma, la codificación se caracteriza porque aspiraba a reducir el dere-


cho a un sistema, producto de la razón, agrupando cada materia o cada rama
del derecho con una sistemática y un tratamiento racional. Aparecieron así
unos códigos especiales, unas leyes que eran expresión de la soberanía nacio-
nal, que llevaban a cabo la unificación jurídica, producto, al mismo tiempo, de
la proclamación de la soberanía de la nación española en las constituciones.

Sin embargo, como veremos a lo largo de las siguientes páginas, el proceso de


afirmación de la soberanía nacional y de la elaboración de una constitución
y de unos códigos unitarios encontró numerosos obstáculos. El fundamento
politico-jurídico de la existencia de una nación se encuentra en la constitución
© FUOC • PID_00163035 21 La creación del derecho en el Estado nacional

del estado cuando la nación hace patente su realidad política redactando una
en uso de su soberanía. El soporte político de una nación es, pues, un estado
que aparece separado por fronteras geométricas de otros estados. Por tanto, el
cambio a la titularidad de la soberanía provocó un cambio en el tipo de estado,
cambio que resultó traumático y conflictivo.

Reyes españoles del siglo


Un obstáculo a la consolidación del nuevo Estado, a la aparición de XIX

una constitución y de unos códigos, fue la difícil consolidación de la


José I Bonaparte (1808-1813)
soberanía nacional. En el siglo XIX fue relevante la discusión de la rea- Fernando VII (1813-1833)
lidad nacional que tenía que apoyar al Estado establecido por la Cons- Isabel II (1833-1868)
titución, desaparecida la soberanía del monarca. Este Estado tenía que Amadeo I de Saboya (1871-
1873)
dar unidad a una realidad política diferenciada que una revolución no Alfonso XII (1874-1885)
había reducido a unidad, como había pasado en Francia. En España, la Alfonso XIII (1885-1931)
unidad había sido coyuntural, cuando las diferentes fuerzas del Estado
se habían alzado contra las tropas de Napoleón. Sin embargo, una vez
desaparecido el peligro de invasión, la unidad desapareció, y entonces
empezaron las discusiones sobre la codificación y la Constitución. Estas
discusiones derivaban de considerar algunos que aquella unión coyun-
tural había engendrado una unidad espiritual plasmada en una nación
española, mientras que otros entendían que la unión coyuntural se de-
bió sólo a un peligro por un enemigo exterior, pero, una vez superado y
desaparecido, los antiguos aliados tenían que volver a ser como eran, y
tenían que aspirar a convertirse en nación diferenciada de otras nacio-
nes existentes.

Fruto de las diferencias ideológicas de aquellos que gobernaban España a lo


largo del siglo XIX son las numerosas y diferentes constituciones que estudia-
remos en el siguiente epígrafe. Hay que señalar que cada una de ellas nació
en un contexto determinado, que cada una tuvo unos principios ideológicos
que se plasmaron en los derechos que reconocían los organismos del Estado
y en el sistema que regulaban.

2.2. La Constitución de Cádiz de 1812

La Constitución de Cádiz de 1812 fue promulgada el 19 de marzo de aquel año.


La norma fundamental se abría con una declaración solemne de la soberanía
de la nación española y de la proclamación de Fernando VII como monarca
constitucional.

La Constitución de Cádiz se estructuraba en títulos,�capítulos�y�artículos de la siguiente


manera:
Promulgación de las Cortes de Cádiz, Salvador
Título I. De la nación española y de los españoles. Viniegra.

Capítulo I. De la nación española (art. 1-4)


Capítulo II. De los españoles (art. 5-9)
© FUOC • PID_00163035 22 La creación del derecho en el Estado nacional

Título II. Del territorio de las Españas. Su religión y gobierno, y de los ciudadanos espa-
ñoles.

Capítulo I. Del territorio de las Españas (art. 10-11)


Capítulo II. De la religión (art. 12)
Capítulo III. Del Gobierno (art. 13-17)
Capítulo IV. De los ciudadanos españoles (art. 18-26)

Título III. De las cortes.

Capítulo I. Del modo de formarse las Cortes (art. 27-33)


Capítulo II. Del nombramiento de diputados de cortes (art. 34)
Capítulo III. De las Juntas electorales de parroquia (art. 35-58)
Capítulo IV. De las Juntas electorales de partido (art. 59-77)
Capítulo V. De las Juntas electorales de provincia (art. 78-103)
Capítulo VI. De la celebración de las Cortes (art. 104-130)
Capítulo VII. De las facultades de las Cortes (art. 131)
Capítulo VIII. De la formación de las leyes y de la sanción real (art. 132-153)
Capítulo IX. De la promulgación de las leyes (art. 154-156)
Capítulo X. De la Diputación permanente de las Cortes (art. 157-160)
Capítulo XI. De las cortes extraordinarias (art. 161-167)

Título IV. Del rey.

Capítulo I. De la inviolabilidad del rey y de su autoridad (art. 168-173)


Capítulo II. De la sucesión a la Corona (art. 174-184)
Capítulo III. De la menor edad del rey y de la Regencia (art. 185-200)
Capítulo IV. De la familia real y del reconocimiento del príncipe de Asturias (art. 201-212)
Capítulo V. De la dotación de la familia real (art. 213-221)
Capítulo VI. De los secretarios de Estado y de Despacho (art. 222-230)
Capítulo VII. Del Consejo de Estado (art. 231-241)

Título V. De los tribunales y de la Administración de justicia en materia civil

Capítulo I De los Tribunales (art. 242-279)


Capítulo II. De la Administración de justicia en materia civil (art. 280-285)
Capítulo III. De la Administración de justicia en materia criminal (art. 286-308)

Título VI. Del gobierno interior de las provincias y de los pueblos.

Capítulo I. De los ayuntamientos (art. 309-323)


Capítulo II. Del gobierno político de las provincias y de las diputaciones provinciales
(art. 324-337)

Título VII. De las contribuciones

Capítulo único. (art. 338-355)

Título VIII. De la fuerza militar nacional.

Capítulo I. De las tropas de continuo servicio (art. 256-361)


Capítulo II. De las milicias nacionales (art. 362-365)

Título IX. De la observación de la Constitución y forma de proceder para hacer variacio-


nes.

Capítulo único (art. 372-384)

2.2.1. Características

La Constitución de Cádiz es una constitución liberal-burguesa, que establecía


que la soberanía�pertenecía�a�la�nación, que sería la encargada de establecer
las leyes fundamentales. Producto de la soberanía nacional, se estableció una
representación popular que se reunía en las cortes ordinarias.
© FUOC • PID_00163035 23 La creación del derecho en el Estado nacional

Constitución de 1812

"Art. 1. La Nación española es la reunión de todos los españoles de ambos hemisferios.

Art. 2. La Nación española es libre é independiente, y no es, ni puede ser, patrimonio de


ninguna familia ni persona.

Art. 3. La soberanía reside esencialmente en la Nación, y por lo mismo pertenece a ésta


exclusivamente el derecho de establecer sus leyes fundamentales."

El sistema de representación era complicado. No hay elección directa, sólo


podían ser elegibles y electores los ciudadanos de sexo masculino que fuesen
residentes en una parroquia, con una renta determinada, vecindad y residen-
cia. Esta regulación contraria a los partidos, pretendía conseguir una voluntad
común representativa libre y, por tanto, se excluía del voto a aquellos que no
lo podían ejercer libremente.

Los representantes de la voluntad de los ciudadanos se tenían que reunir en


cortes que, junto con el rey, se encargaban de establecer las leyes ordinarias.
Había dos tipos de cortes: las ordinarias, nombradas para periodos de dos
años, y las extraordinarias, convocadas para una cuestión concreta.

Sólo las Cortes constituyentes podían modificar la Constitución. Las leyes


constitucionales las tenía que establecer la Nación, sin el rey, y además tenían
que cumplir ciertos requisitos. En definitiva, se elaboró un complejo meca-
nismo, que requería un quórum cualificado: la propuesta tenía que nacer de
las cortes ordinarias, con dos terceras partes de los votos, que acordarían pro-
poner que el tema se tratase nuevamente en las siguientes Cortes. Si estas se-
gundas volvían a votar por dos tercios la reforma, ésta sería aprobada por las
Cortes convocadas con un mandato especial, después de haberse discutido
nuevamente la reforma y votada, otra vez, por una mayoría de dos tercios.

La Constitución se ocupaba, por último, de regular el Estatuto�de�los�diputa-


dos, sobre todo para evitar que éstos actuasen en interés propio; pero no se
ocupó de los partidos políticos.

2.2.2. La separación de poderes

La Constitución de Cádiz estableció que el poder legislativo se encontraba


en manos de las Cortes con el rey, con los matices descritos más arriba; el
ejecutivo correspondía al monarca, mientras que el poder judicial lo ejercían
los tribunales fijados por la ley.

a) El� poder� legislativo: el rey tenía un poder de veto limitado, que ejercía
denegando la sanción de la ley, que, de todas formas, podría ser tratada en
cortes el año siguiente. La tercera vez que el rey vetase una norma, si ésta
resultaba aprobada por las Cortes, entonces se consideraba aprobada y, por
tanto, el monarca tenía que promulgarla.
© FUOC • PID_00163035 24 La creación del derecho en el Estado nacional

La aprobación de las leyes correspondía, pues, a las Cortes, mientras que el


papel del rey era el de sancionarlas y promulgarlas.

b) El�poder�ejecutivo: correspondía al monarca, aunque con condiciones y


restricciones. Al ejecutar las normas, éste tenía que respetar la Constitución
del Estado. El rey actuaba en este ámbito auxiliado por secretarios de Estado y
de Despacho. A pesar de que no se previó en la Constitución que existiese un
enfrentamiento entre legislativo y ejecutivo, ni que el primero fuese respon-
sable ante las Cortes, sí que exigían estas responsabilidades a los secretarios
de Estado y de Despacho, en caso de que violasen la Constitución. En esta
circunstancia, las Cortes tenían que decretar si se formaba o no causa contra
éstos, asesoradas por el Consejo de Estado, formado por miembros vitalicios
nombrados por el rey a propuesta de las cortes.

c) El poder�judicial: correspondía exclusivamente a los Tribunales, que tenían


que proceder según indicaban las leyes. Debían limitarse a juzgar y ejecutar lo
juzgado, sin poder suspender las leyes ni hacer reglamento alguno para la ad-
ministración de justicia. Se estableció, además, un Supremo Tribunal de Justicia.

La interpretación de las leyes correspondía a las Cortes, ya que éstas descon-


fiaban de los jueces; la misma desconfianza hacía prever el nombramiento de
jueces de hecho que actuasen junto con los jueces del derecho.

La división de poderes no era, por tanto, perfecta, ya que de lo que he-


mos expuesto podemos concluir que las Cortes tenían un papel predo-
minante: dotaban económicamente al poder ejecutivo y sus colabora-
dores, los magistrados y los jueces, además de intervenir en el procesa-
miento de secretarios de Estado, magistrados del Tribunal Supremo y de
funcionar en las causas criminales contra los miembros de las Cortes y
en las infracciones contra la Constitución.

2.2.3. Los derechos reconocidos

La Constitución de 1812 no tenía un capítulo dedicado a los derechos del


hombre, pero ello no significa que no los contemplase. Al contrario, éstos
se encontraban presentes a lo largo del texto constitucional. Se reconocía la
condición de ciudadano, que determinaba los derechos�y�obligaciones de los
españoles.

Los derechos�de�libertad del individuo aislado –excepto el de libertad religio-


sa, que no se podía garantizar mientras se reconociese la religión católica co-
mo única de la nación– se reconocía al establecerse límites al poder regio o al
judicial, mientras que otros derechos se reconocían al regular la instrucción
pública o al señalarse las prerrogativas de las cortes.
© FUOC • PID_00163035 25 La creación del derecho en el Estado nacional

El respeto a los derechos reconocidos se garantizaba gracias a la afirma-


ción de la primacía de la ley y el deber de todos los ciudadanos de res-
petarla, para conservar y proteger la libertad civil, la propiedad y el resto
de derechos legítimos de todos los individuos.

2.2.4. El problema de la unidad jurídica

La Constitución afirmaba los principios de igualdad, libertad y soberanía na-


cional, lo que comportaba la unificación de fueros y de derechos, proclamán-
dose la necesidad de unos mismos códigos para todo el Estado. Esta idea es
heredera de la tradición nacida de la Revolución Francesa. Sin embargo, en
España se daba la situación de inexistencia de partidos políticos: había una
tendencia defensora de los principios de la Revolución Francesa y otra que
defendía los principios tradicionales de la monarquía católica. Dentro de estas
tendencias principales se fueron dando divisiones internas. Así, si la Constitu-
ción afirmó la necesidad de que la nación se dotase de unos códigos para toda
la monarquía, pronto se vio que había numerosos obstáculos para conseguirlo:

• La norma constitucional no contemplaba las leyes procesales y sin que


éstas existiesen no era posible aplicar los códigos.

• La reforma, además, sólo se podría conseguir con la renovación de los


hombres que trabajan en la Administración de justicia: que asumiesen las
tareas que les atribuía la nueva Constitución, es decir, juzgar y ejecutar
lo que se había juzgado. Sin embargo había desconfianza hacia el poder
legislativo que intentaba controlar el poder judicial, y hacia los jueces, que
tenían que ser controlados por la representación popular. Por esta razón se
creó el Supremo�Tribunal�de�Justicia, para solucionar los conflictos entre
los tribunales y controlar el efectivo cumplimiento de las leyes.

• El cambio de soberanía se proponía en un contexto que aún no era favo-


rable a la unidad doctrinal que hiciese arraigar la idea de soberanía nacio-
nal. Ya hemos señalado cómo se dio una división entre partidarios de la
soberanía del rey y partidarios de la soberanía nacional.

2.2.5. El fracaso del cambio constitucional

Los argumentos que hemos expuesto anteriormente indican las dificultades


de�arraigo de los cambios propuestos en el texto constitucional. De esta forma,
Fernando VII, consiguió el 4 de mayo de 1814, declarar la Constitución nula.
© FUOC • PID_00163035 26 La creación del derecho en el Estado nacional

Manifiesto del 4 de mayo de 1814 sobre la abrogación del régimen


constitucional

"Declarar aquella Constitución y Decretos nulos y de ningún valor ni efecto, ahora ni en


tiempo alguno, como si no hubiesen pasado jamás tales actos, y se quitasen de en medio
del tiempo y sin obligación en mis Pueblos y Súbditos, de cualquier clase y condición a
cumplirlos ni guardarlos"

A pesar de la derogación de 1814, la Constitución recobró su vigencia en 1820,


pero esta vigencia fue, de nuevo, muy breve ya que en 1823, Fernando VII
consiguió anular de nuevo la norma.

En el año 1820 se produjo una revolución�liberal en España que supuso el retorno de


la Constitución de Cádiz. El conocido como Trienio liberal (1820-1823) fracasó por las
divisiones internas entre los liberales, que aprovechó Fernando VII quien, liberado por
los Cien Mil Hijos de San Luis, volvió al trono.

El fracaso de la Constitución de Cádiz se podría explicar por la multiplicidad La desamortización


de� intereses creados por las reformas liberales, y es que no todo el mundo
La desamortización significaba
estaba dispuesto a sacrificar sus derechos. Así, el liberalismo disolvió el régi- poner en venta, mediante dis-
men feudal e inició un proceso de desamortización, por lo que aparecieron posiciones legales, los bienes
que se encontraban en manos
grupos contrarios a las reformas que les perjudicaban. Después de la muerte muertas, especialmente ecle-
siásticas.
de Fernando VII (1833) se planteó la cuestión dinástica, que inició un nuevo
periodo en el que que unas minorías burguesas –liberales y conservadoras–
lucharon por conservar el poder político frente a una nueva clase social que
luchaba por tener un espacio en una sociedad donde el voto censitario –no
igualitario, sino dependiente de determinadas condiciones económicas– era
lo que se imponía.

2.3. El Estatuto real de 1834

En 1833, después de la muerte de Fernando VII, subió al trono Isabel II, aún
una niña, por lo que María Cristina, madre de la reina, asumió las funciones
de Regente. Si en un principio el gobierno fue aperturista ante la amenaza
carlista, se dio el Estatuto de 1834, que conjugaba un fuerte poder ejecutivo
en la persona real y un sistema bicameral representativo de sufragio limitado.

La primera etapa del reinado de Isabel II estuvo marcada por ciertos avances�liberales
en el terreno económico que provocaron una reacción de grupos tradicionalistas y con-
servadores que, agrupados en torno a la figura de Carlos, hermano de Fernando VII, lle-
varon al país a una serie de guerras, llamadas guerras carlistas, que marcaron la historia
española del siglo XIX.

El Estatuto real de 1834 pretendía un retorno a la monarquía católica, que


concedía la norma tratando de restaurar las leyes fundamentales de la monar-
quía, es más, de la monarquía castellana. Para las cuestiones importantes se
tenían que reunir las cortes, de tal forma que el monarca, con el consejo de los
tres estamentos, pudiese decidir sobre cuestiones graves y sobre nuevas impo-
siciones.
© FUOC • PID_00163035 27 La creación del derecho en el Estado nacional

Estatuto real de 1834, Preámbulo

"Deseando restablecer en su fuerza y vigor las leyes fundamentales de la monarquía; con


el fin de que se lleve á cumplido efecto lo que sábiamente previenen para el caso en que
ascienda al trono un Monarca menor de edad; y ansiosa de labrar sobre un cimiento sólido
y permanente la prosperidad y gloria de esta nación magnánima; he venido en mandar
en nombre de mi excelsa Hija Doña ISABEL II, y despues de haber oido el dictámen del
Consejo de Gobierno, y del de Ministros, que se guarde cumple y observe promulgándose
con la solemnidad debida, el precedente Estatuto real para la convocación de las cortes
generales del reino. Tendréislo entendido, y dispondreis lo necesario á su cumplimiento."

Resulta interesante comprobar cómo el Estatuto real pretendía el retorno a


las cortes de la nobleza y la Iglesia, estamentos que no participaban desde el
siglo XVI. Los miembros de esta asamblea tendrían que ser nombrados por el
rey, con carácter�vitalicio, y conservarían sus privilegios. La segunda cámara
tendría que acoger a los representantes de los intereses materiales, es decir,
burgueses, elegidos temporalmente, de entre aquellos que tuviesen una deter-
minada renta anual mediante un sistema de elección directa –elección de los
electores en los partidos y elección en la capital de provincias de procurado-
res–. Las condiciones de riqueza para ser procurador eran las mismas que para
ser elector, hecho que se justifica porque no recibirían ninguna remuneración.

Al monarca correspondía convocar las cámaras, suspender las reuniones y


disolverlas. Además, ningún acuerdo de las cortes tendría efecto si no era san-
cionado por el monarca. Por tanto, las leyes volvían a ser una manifestación
de la voluntad regia, ya que el rey las proponía y las sancionaba. Como se
declararon vigentes las antiguas leyes –la Novísima Recopilación–, el monarca
también podría dar leyes fuera de las cortes.

Esta norma fracasó enseguida. En 1836, fruto del motín de La Granja, se vol-
vió al liberalismo con la proclamación de la Constitución de 1812, pero sólo
estuvo vigente durante el tiempo de nombrar unas cortes constituyentes que
elaborasen una nueva constitución liberal.

2.4. La Constitución de 1837

La Constitución aprobada en 1837 es una actualización y una revisión de la


de Cádiz; obra de la soberanía nacional, fue promulgada por la reina Isabel II.
© FUOC • PID_00163035 28 La creación del derecho en el Estado nacional

La estructura de la Constitución es la siguiente:

Título I. De los españoles (art. 1-11)


Título II. De las Cortes (art. 12-13)
Título III. Del Senado (art. 14-20)
Título IV. Del Congreso (art. 21- 25)
Título V. De la celebración y facultades de las Cortes (art. 26- 43)
Título VI. Del rey (art. 44-49)
Título VII. De la sucesión de la Corona (art. 50-55)
Título VIII. De la minoría de edad del rey y de la Regencia (art. 56-60)
Título IX. De los ministros (art. 61-62)
Título X. Del poder judicial (art. 63-68)
Título XI. De las diputaciones y ayuntamientos (art. 69-71)
Título XII. De las contribuciones (art. 72-75)
Título XIII. De la fuerza militar nacional (art. 76-77)

Artículos adicionales (1-2)

Esta Constitución, que se presentó como manifestación de la voluntad de la


nación en uso de su soberanía, a pesar de que no se afirmó expresamente que
la soberanía correspondiese a la nación, se ocupaba fundamentalmente de la
organización política. Contemplaba una participación popular, matizada por
la intervención del monarca y por los criterios censitarios que se tenían que
fijar en una futura ley electoral.

En ella se reflejaba el principio de separación de poderes:

• El poder�legislativo residía en las Cortes con el rey; es decir, las Cortes,


formadas por el Senado y por el Congreso, son quienes hacen las leyes,
pero junto con el monarca, a quien se le reconoce un papel más amplio
que el que tenía en la Constitución de 1812.

El monarca convocaba,�suspendía�y�cerraba las sesiones de las Cortes, disolvía el Con-


greso de los Diputados con la obligación de convocarlo al cabo de tres meses. Si esta con-
vocatoria real no se llegaba a hacer, o el monarca estaba impedido, existía la posibilidad
de que las Cortes se autoconvocasen. La iniciativa legislativa también correspondía al
monarca y a las cámaras.

Las dos cámaras tenían que dar el visto bueno a las leyes para que fuesen sancionadas
por el rey. Si un proyecto era rechazado por una de las cámaras o por el monarca, no se
podía volver a presentar en la misma legislatura. Por último, el poder del rey se imponía
sobre el acuerdo de las Cortes.

• El poder�ejecutivo se encontraba en manos del rey, persona sagrada e in-


violable y no sujeta a responsabilidades. El monarca podía tomar las deci-
siones necesarias para conservar el orden público y la seguridad del Estado
de acuerdo con la Constitución y las leyes. Los ministros eran responsa-
bles de los actos del rey, podían ser miembros de las Cortes y participar en
ambas cámaras, aunque sólo podían votar en la cámara de la que fuesen
miembros.

• Los tribunales�y�juzgados eran los encargados de aplicar las leyes, tanto en


los juicios civiles como en los criminales, sin que pudiesen ejercer ninguna
otra función que juzgar y ejecutar lo juzgado. Eran responsables ante las
infracciones de ley que cometían, e independientes. La justicia se impartía
en nombre del rey, y los juicios criminales eran públicos, existiendo la
© FUOC • PID_00163035 29 La creación del derecho en el Estado nacional

posibilidad de instaurar en el futuro el juicio por jurados para toda clase


de delitos.

Al igual que pasaba en la Constitución de Cádiz, no existía un capítulo dedi-


cado a los derechos de los ciudadanos, aunque protegía la libertad personal,
la inviolabilidad del domicilio y la propiedad privada. La igualdad no se en-
contraba garantizada por lo que se refería al sufragio, que continuaba siendo
censatario y se excluía a la mujer.

Otros aspectos destacables de la Constitución de 1837 fueron: el manteni- Alternancia política y


miento del principio de unidad de fueros en los juicios comunes y unos mis- constitución

mos códigos; la desaparición de la actuación de las cortes como tribunal juz- La alternancia de los partidos a
gador de infracciones a la norma constitucional. lo largo del siglo XIX se reflejó
en los cambios constituciona-
les.
2.5. La Constitución de 1845

1845: Constitución
Al contrario que la anterior constitución, ésta ya no fue la manifestación de la moderada
soberanía nacional, sino un acuerdo entre la reina y las cortes, para adecuar los
Esta constitución aparecía vin-
antiguos fueros y las libertades a las nuevas necesidades. Por ello se la considera culada al acceso de los mode-
como ley fundamental de la monarquía. rados al poder, una vez Isabel
II empezó a reinar y cayó el
progresista Espartero, sustitui-
La Constitución de 1845, igual que la anterior, se estructura en títulos y artículos: do por el moderado Narváez.

Título I. De los españoles (art. 1-11)


Título II. De las Cortes (art. 12-13)
Título III. Del Senado (art. 14-19)
Título IV. Del Congreso de los Diputados (art. 20-25)
Título V. De la celebración y facultades de las Cortes (art. 26-41)
Título VI. Del rey (art. 42-48)
Título VII. De la sucesión a la Corona (art. 49-55)
Título VIII. De la minoría de edad del rey y de la Regencia (art. 56-63)
Título IX. De los ministros (art. 64-65)
Título X. De la Administración de justicia (art. 66-71)
Título XI. De las diputaciones provinciales y ayuntamientos (art. 72-74)
Título XII. De las contribuciones (art. 75-78)
Título XIII. De la fuerza militar (art. 79)

Artículo adicional (80)

Vigencia de la constitución de 1845

La Constitución de 1845 fue derogada por la Vicalvarada (1854), que dio lugar al Bienio
progresista, pero O'Donnellla restableció en 1856 con algunas modificaciones. Enoctu-
bre de 1856, Narváez ordenó el retorno integrodel texto original reformadoen 1857. El
gobierno de Mon- Cánovas la restableció íntegramente, estando vigente hasta la Revolu-
ción de septiembre (1868).

La nueva Constitución significó un paso más en el control de las Cortes por


parte del monarca. Las modificaciones más importantes fueron las del Senado,
que consolidó su papel de cámara de próceres. El número de senadores sería
ilimitado y su nombramiento correspondería al monarca.
© FUOC • PID_00163035 30 La creación del derecho en el Estado nacional

Las regulaciones de la figura del monarca, del poder judicial y de la protección


de derechos del ciudadano no sufrieron modificaciones. Asimismo, se mantu-
vo la unidad de códigos, pero no ya la de fueros, que no se mencionaba en
el texto constitucional.

La división de poderes cambió al fortalecerse las competencias de los senadores Estabilidad política y
como miembros de una cámara con funciones judiciales, no ya sólo como constitución

tribunal de justicia de los ministros, sino también de los senadores y de los La sucesión de constituciones
delitos contra el rey o la seguridad del Estado. en el siglo XIX es un claro indi-
cador de la inestabilidad políti-
ca de la España de aquel siglo.
La estabilidad constitucional no quedó garantizada con la Constitución de 1845. Las
fuerzas liberales consiguieron que en 1852, Bravo Murillo hiciera un proyecto de cons-
titución, y en 1854 se abolió la de 1845. En 1856 se redactó una nueva, pero no fue
promulgada, al contrario, el mismo año volvió a tener vigencia la de 1845, con algunas
modificaciones que desaparecerían, de nuevo, en 1864, cuando volvió a promulgarse su
texto original.

2.6. La Constitución de 1869

La Revolución de 1868 inauguró un nuevo periodo, que finalizaría en 1874, La Revolución de 1868
conocido como Sexenio Democrático. Durante este periodo, la nación, por me-
La Revolución de 1868, la Glo-
dio de sus representantes en cortes constituyentes, elegidos por sufragio uni- riosa, empezó con el pronun-
versal masculino, volvió a hacer uso de su soberanía y elaboró una Constitu- ciamiento de los generales Se-
rrano, Prim y Topete. En este
ción, promulgada en 1869, de carácter liberal y democrático: periodo tuvo lugar el corto rei-
nado de Amadeo I de Sabo-
ya (1871-73) y la I República
La Constitución de 1869 presentaba una división en títulos, secciones y artículos: (1873-74).

Título I. De los españoles y sus derechos (art. 1-31)


Título II. De los poderes públicos (art. 32-37)
Título III. Del poder legislativo (art. 38-41)

Sección Primera. De la celebración y facultades de las Cortes (art. 42-59)


Sección Segunda. Del Senado (art. 60-64)
Sección Tercera. Del Congreso (art. 65-66)

Título IV. Del rey (art. 67-76)


Título V. De la sucesión a la Corona y de la Regencia del reino (art. 77-86)
Título VI. De los Ministros (art. 87-90)
Título VII. Del poder judicial (art. 91-98)
Título VIII. De las diputaciones provinciales y de los ayuntamientos (art. 99)
Título IX. De las contribuciones y de la fuerza pública (art. 100-107)
Título XI. De la reforma de la Constitución (art. 110-112)

Disposiciones transitorias (art. 1-2)

La novedad más importante que presentó este texto constitucional es el hecho


de que aparezca, por fin, un título dedicado a los derechos�de�los�ciudada-
nos, titulares de la soberanía. Así se protegió la libertad personal, la inviolabi-
lidad del domicilio, el secreto de la correspondencia, la propiedad privada, la
libre manifestación de opiniones, y las libertades de reunión, de asociación,
religiosa, de prensa y de petición. También se establecía el acceso igual a los
cargos públicos, la igualdad ante la ley y el sufragio universal masculino.
© FUOC • PID_00163035 31 La creación del derecho en el Estado nacional

De la nación emergían los poderes�estatales. Estos se dividieron más clara-


mente:

• El poder�legislativo correspondía a las cortes, bicamerales, que funciona-


ban igual que las de la Constitución de 1837, con algún matiz. El rey sólo
tenía la facultad de sancionar y promulgar leyes.

• El poder�ejecutivo residía en el rey y en sus ministros.

• El poder�judicial pertenecía a los tribunales. Aquí se introdujo como no-


vedad importante el principio de legalidad, un control más exhaustivo a
los jueces, un refuerzo de su independencia y la previsión del juicio por
jurado para los delitos políticos y para los comunes que la ley determinase.

Las garantías a la representación popular y a la división de poderes fueron


garantizadas formalmente. Además, el rey sólo podía suspender las Cortes,
sin su consentimiento, una sola vez cada legislatura, mientras que las Cortes
controlaban la responsabilidad de los ministros del rey en sus actos.

Se preveía que la Constitución pudiese ser reformada por medio de un proceso


simplificado.

"A propuesta de las Cortes o del rey podrá acordarse reformar la Constitución. No se
menciona ningún quórum especial; establecido este acuerdo, el rey disolverá el Senado
y el Congreso y convocará nuevas Cortes, que se reunirán en el plazo de los tres meses
siguientes. Estas nuevas Cortes tendrán únicamente el carácter de constituyentes para
deliberar acerca de la reforma; nada se dice sobre un quórum para realizar la reforma."

Iglesia, La creación del derecho... II, pág. 528

Con la proclamación de la I República (1873) se intentó hacer una nueva cons-


titución, pero el proyecto de la nueva norma, calificada como federal, para
proclamarse la forma de gobierno de la nación española como República fe-
deral –hecho que hace pensar en que se estuviese cuestionando la existencia
de una verdadera nación española unitaria–, no pasó nunca de un proyecto,
por lo que podemos decir que la vigencia de la Constitución de 1869 duró
hasta 1874.

2.7. La Constitución de 1876

Restaurada la�monarquía, se elaboró una nueva norma constitucional que, Restauración monárquica
aunque incorporando alguna de las novedades de la anterior, volvió a la in-
El artífice de la restauración
determinación en la atribución de soberanía nacional. Fue una constitución de la monarquía en la persona
hecha a imagen de la de 1845, que sólo introducía algunas modificaciones. de Alfonso XII fue Cánovasdel
Castillo, quien, gracias a una
Nuevamente, al igual que pasaba en la de 1845, se trataba de un acuerdo entre constitución parecida a la de
1845, impuso una fuerte mo-
el rey y las Cortes. narquía que quería ser capaz
de conseguir un sistema rota-
torio entre los partidos conser-
vador y liberal.
© FUOC • PID_00163035 32 La creación del derecho en el Estado nacional

La estructura de la Constitución de 1876 presentaba nuevamente una división en títulos


y artículos.

Título I. De los españoles y sus derechos (art. 1-17)


Título II. De las Cortes (art. 18-19)
Título III. Del Senado (art. 20-26)
Título IV. Del Congreso de los Diputados (art. 27-31)
Título V. De la celebración y facultades de las Cortes (art. 32-47)
Título VI. Del rey y de sus ministros (art. 48-58)
Título VII. De la sucesión a la Corona (art. 59-65)
Título VIII. De la minoría de edad del rey y de la Regencia (art. 66-73)
Título IX. De la Administración de justicia (art. 74-81)
Título X. De las diputaciones provinciales y ayuntamientos (art. 82-84)
Título XI. De las contribuciones (art. 85-87)
Título XII. Del gobierno de las provincias de ultramar (art. 89)

Artículo transitorio.

Las características principales de la Constitución de 1876, pues, nos recuerdan


las de 1845: participación del rey en la elaboración de las leyes, al lado de
las Cortes; éstas, bicamerales, contaban con senadores�vitalicios nombrados
por el rey o por derecho propio y diputados, elegidos según una ley electoral
(podemos destacar la desaparición de los requisitos de una determinada renta
para poder ser elegidos). La novedad, en cambio, fue la regulación de los de-
rechos que se reconocían, que fueron los que había fijado la Constitución de
1869 con mejoras técnicas.

Por lo que se refiere a la división�de�poderes, se mantuvo la que ya hemos


visto más arriba (legislativo compartido entre el rey y las Cortes; ejecutivo, el
rey y judicial, los tribunales y juzgados), pero si una de las cámaras rechazaba
un proyecto o el rey le negaba la sanción, no se podría volver a proponer otro
igual mientras durase la legislatura.

La Constitución de 1876 mantuvo su vigencia hasta 1931, aunque tenemos


que matizar esta afirmación: fue completada por varias leyes y fue suspendida
por la dictadura de Primo de Rivera de 1923.

2.8. La Constitución de 1931

Con la proclamación de la II República, las Cortes constituyentes promulgaron


la Constitución de 1931, la última antes de la dictadura franquista. Nueva-
mente fue la nación, titular de la soberanía, la que se dotó de la magna norma.

El triunfo electoral republicano

El resultado de las elecciones municipales del 12 de abril de 1931, significó el triunfo de


los partidos republicanos y socialistas y la derrota de la monarquía. El 14 de abril de 1931
se proclamó, de forma pacífica, la II República española.
© FUOC • PID_00163035 33 La creación del derecho en el Estado nacional

La Constitución de 1931 se dividía en títulos,�capítulos�y�artículos:

Título Preliminar. Disposiciones generales (art. 1-7)


Título I. Organización nacional (art. 8-22)
Título II. Nacionalidad (art. 23-24)
Título III. Derechos y deberes de los españoles.

Capítulo I. Garantías individuales y políticas (art. 25-42)


Capítulo II. Familia, economía y cultura (art. 43-50)

Título IV. Las Cortes (art. 51-66)


Título V. Presidencia de la República (art. 67-85)
Título VI. Gobierno (art. 89-93)
Título VII. Justicia (art. 94-106)
Título VIII. Hacienda pública (art. 103-120)
Título IX. Garantías y reforma de la Constitución (art. 121-125)

Disposiciones transitorias. Dos.

El esquema de la Constitución era el de las constituciones liberales del


XIX, afirmando que la soberanía pertenecía a la�nación, que existía di-
visión de poderes, que el pueblo participaba del gobierno y que se reco-
nocían los deberes y los derechos del hombre.

Constitución de 1931. Fragmento del preámbulo y del Título Preliminar

"(...) España, en uso de su soberanía, y representada por las cortes constituyentes, decreta
y sanciona esta constitución. (...)

España es una República democrática de trabajadores de toda clase, que se organiza en


régimen de Libertad y de Justicia.

Los poderes de todos sus órganos emanan del pueblo."

Vinculado al principio fundamental de la igualdad ante la ley, la elección se


realiza por sufragio universal, igual (para hombres y mujeres), directo y secreto.

2.8.1. La división territorial

En el Preámbulo, además de afirmarse que la soberanía era popular, se con-


figuraba el estado como integral, compatible con la autonomía de otros orga-
nismos: los municipios y las regiones. Eso quiere decir que se estableció un
sistema de reparto de competencias, unas eran exclusivas del Estado, otras de
las regiones.

Como reglas directrices�fundamentales se establece que en las materias no comprendi-


das en la distribución realizada puede corresponder la legislación exclusiva y la ejecución
directa a las regiones autónomas, las materias no explícitamente reconocidas en su Es-
tatuto a las comunidades autónomas se reputan propias de la competencia del Estado,
y la legislación del Estado prevalece sobre la de las regiones autónomas en todo lo que
no esté atribuido a su exclusiva competencia en sus estatutos respectivos. En aras de la
armonización de los intereses locales y del general de la República, se podrán fijar por
el Estado las bases a las que deberán ajustarse las leyes de las regiones autónomas. El
Tribunal Constitucional apreciará previamente esta necesidad de armonización. (Iglesia
Ferreirós. La creación del derecho. Una historia de la formación de un derecho estatal español,
II (pág. 533).
© FUOC • PID_00163035 34 La creación del derecho en el Estado nacional

Constitución de 1931, art. 8

"El Estado español dentro de los límites irreductibles de su territorio actual, estará inte-
grado por municipios mancomunados en provincias y por las regiones que se constitu-
yan en régimen de autonomía."

El carácter integral del Estado y la constitución de las comunidades autóno-


mas tuvo como consecuencia la redacción de los Estatutos de Autonomía de
Cataluña (1932), el País Vasco (1936) y de Galicia, que las Cortes no llegaron
a aprobar.

2.8.2. La división de poderes

El poder�legislativo correspondía al pueblo, y residía en las Cortes o Congre-


so de los Diputados, esto es, en un órgano unicameral. La elección de estos
diputados se tenía que realizar mediante sufragio�universal, igual, directo y
secreto. De la misma forma, todos los ciudadanos sin distinción de sexo ni
de estado civil podían resultar elegibles. Las cortes se tenían que reunir, sin
necesidad de convocatoria, en los periodos fijados en la misma Constitución.

La iniciativa legislativa correspondía al Gobierno y a las Cortes; éstas eran las


que aprobaban las leyes. El Congreso, asimismo, controlaba al Gobierno y a
sus miembros mediante el voto�de�censura, que tenía que ser aprobado por
mayoría absoluta de los diputados.

Entre las atribuciones del Congreso destaca la de la iniciativa�de�reforma�constitucio-


nal. Ésta la podían proponer bien el Gobierno, bien una cuarta parte de los diputados.
En caso de que se aceptase la propuesta, se disolvían las Cortes, se tenían que elegir otras
–constituyentes– que decidirían sobre la reforma propuesta.

Una novedad radical del Congreso es la figura del presidente de la República,


que compartía con el Gobierno el poder ejecutivo, aunque no se reconocía
expresamente esta atribución. Se decía, eso sí, que el presidente del Consejo
de Ministros tenía que dirigir y representar a la política general del Gobierno y
que los ministros tenían que dirigir y gestionar los servicios públicos, concre-
tamente, elaboraban proyectos de ley, dictaban decretos, ejercían la potestad
reglamentaria y deliberaban sobre todos los asuntos de interés público.

El Gobierno era responsable ante el Congreso por las infracciones a las leyes
y la Constitución. En caso de delitos, el Congreso acusaba a los miembros del
Gobierno ante el Tribunal de Garantías Constitucionales.

El presidente de la República era el jefe del Estado y personificaba a la nación. Era elegido
de forma�indirecta entre todos los ciudadanos españoles de más de cuarenta años, por
un mandato de seis años. Entre sus atribuciones son destacables la de pedir una segunda
deliberación para aprobar unas leyes no urgentes; nombrar y separar el presidente del
Gobierno y, a propuesta de éste, a los ministros; convocar de forma extraordinaria el
Congreso y suspender sus sesiones con determinados requisitos; disolver las Cortes por
decreto motivado y convocar nuevas elecciones. Podía ser destituido por el Congreso y
acusado, a propuesta de éste, ante el Tribunal de Garantías Constitucionales. Todos los
actos y mandatos del presidente serían nulos si no iban refrendados por los ministros, de
los cuales sería la responsabilidad política,�civil�y�criminal.
© FUOC • PID_00163035 35 La creación del derecho en el Estado nacional

El Tribunal de Garantías Constitucionales

La Constitución de 1931 estableció el Tribunal�de�Garantías�Constitucionales, que co-


nocería, entre otras cosas, el recurso de inconstitucionalidad de lasleyes, los recursos de
amparode garantías individuales y de los conflictos de competencia entre Estado y regio-
nes autónomas,o entre regiones autónomas.

La Constitución establecía que la Administración de justicia correspondía a


los tribunales y juzgados, que lo ejercían en nombre del Estado. Los jueces
eran independientes, sólo estaban sometidos a la ley. Se preveía, asimismo,
una futura ley que regulase el sistema de jurado popular.

2.8.3. Los derechos y deberes de los ciudadanos

Los derechos y deberes de los ciudadanos españoles se regulaban en el título Vigencia de las
III de la Constitución española. En ella se garantizaban derechos y libertades, constituciones

individuales y colectivos, entre los que se encuentran los derechos de conte- Periodos de vigencia de las
nido social y económico, que otorgaban a los ciudadanos prestaciones y pro- constituciones españolas:
1812: 1812-1814; 1820-1823
tección social; por otra parte, los intereses particulares se subordinaban a los
1834: 1834-1836
generales; por último, se defendía la igualdad ante la ley combatiendo privi- 1837: 1837-1845
legios jurídicos, distinciones y títulos nobiliarios. 1845: 1845-1854; 1856-1868
1869: 1869-1874
1876: 1876-1923; 1930-1931
1931: 1931-1936
© FUOC • PID_00163035 36 La creación del derecho en el Estado nacional

3. La codificación

Mientras que las constituciones, como se ha visto, regulaban el nuevo Estado


liberal, los códigos tenían por misión regular�la�sociedad y las relaciones�pri-
vadas entre los ciudadanos a partir de los principios de libertad y de igualdad
recogidos en las constituciones.

3.1. Constitución y codificación

La Constitución de Cádiz de 1812 supuso, en España, el triunfo de las ideas


de la revolución burguesa y la proclamación de la soberanía nacional. Pero la
historia del siglo XIX español nos muestra que una cosa era la proclamación
de la soberanía nacional y otra bien diferente era llevar�a�la�práctica aquella
proclamación. El principio de separación de poderes que establecía que la po-
testad de dar leyes pertenecía a las cortes, como representante de la nación,
la de ejecutarlas pertenecía al monarca, y su aplicación era responsabilidad de
los jueces, no siempre funcionó con la nitidez de su enunciado teórico. Y no es
sólo que los tres poderes se interfiriesen en sus funciones, sino que el ejercicio
de la misma soberanía nacional en algunas ocasiones sufrió la concurrencia
del rey y, en otras, incluso llegó a ser ostentada de nuevo por el monarca o por
algún dictador. Esta situación inestable y la interferencia o intervención del
poder ejecutivo –del que era titular el rey– afectó seriamente al poder legisla-
tivo a la hora de desarrollar su tarea dentro del nuevo Estado liberal.

(1)
Como es natural, hay un estrecho paralelismo entre el movimiento constitu- Recordemos que las constitucio-
nes de 1812, 1837, 1845, 1868 y
cionalista y el movimiento codificador. Y no es sólo, como veremos, que los
1876 reiteraban todas la voluntad,
principios básicos de la revolución burguesa encuentran acogida en la Cons- que al mismo tiempo era un man-
dato, de realizar unos mismos có-
titución1 y se llenan de contenido en los códigos, es que la misma creación digos para todala monarquía.
del derecho tenía que verse afectada por el triunfo, aunque no sin titubeos en
España, de la soberanía nacional.

Las leyes�establecidas por la nación tienen que ser iguales para todos, pero al
mismo tiempo, la separación de poderes obliga a poner orden en la legislación
emanada de los poderes del Estado. La constitución es, ciertamente, un límite
infranqueable para las leyes ordinarias que establecen los representantes de la
nación –reunidos en cortes o en otras asambleas–, pero la jerarquización de las
normas incluye, también, además de esta legislación ordinaria, los mandatos
del poder ejecutivo, que pueden ser de varios tipos y que también tienen que
estar jerarquizados internamente.

En este entramado, y bajo el prisma del racionalismo jurídico, los códigos se


presentaban como "una regulación perfecta y total de una determinada rama
del derecho, ordenada de forma sistemática". Esta idea que se tenía del código
y la fe en el racionalismo jurídico que había detrás, junto con la secular des-
© FUOC • PID_00163035 37 La creación del derecho en el Estado nacional

confianza respecto de los jueces, que se vivía en la sociedad de aquel tiempo,


condujo a la sumisión del juez al código. El juez era la voz de la ley, pero no
su intérprete en el sentido más creador del término; el juez, por tanto, tenía
que estar sometido a la ley y tenía que limitarse, simplemente, a aplicar las
leyes, juzgar y ejecutar las leyes.

El triunfo de la ley como manifestación de la voluntad�popular instauró el


principio de publicidad. Hasta ahora, durante todo el antiguo régimen, la pu-
blicidad de las leyes estaba considerada algo externo a la misma ley, como algo
que servía para una mejor aplicación de la ley, pero no era algo intrínseco a la
misma. Sólo a partir de los años treinta la publicidad de las leyes fue conside-
rada un elemento connatural a la misma ley.

Antes de pasar al análisis de los diferentes procesos�codificadores, conviene


hacer notar que, en aquel contexto, una cosa eran los principios teóricos que
encontraban cobijo en las constituciones, y otra bien diferente su aplicación
práctica. Aparte del mandato imperativo de las diferentes constituciones esta-
bleciendo que se hiciesen unos códigos para toda la monarquía, la necesidad
de los códigos obedecía a otros motivos. Tanto la afirmación de los principios
plasmados en las constituciones, como la regulación de los derechos legítimos
reconocidos en las cartas magnas sólo eran posibles por medio de la promul-
gación de leyes ordinarias.

Los códigos eran imprescindibles para dotar de contenido –y para hacerlo de


forma racional– a las proclamas constitucionales. Pero hechas y aprobadas las
constituciones, la necesidad de legislar y de codificar las diferentes materias se
ciñó al derecho�civil,�al�penal�y al�mercantil, mientras que no se decía nada
de hacer un código procesal. La realidad demostró que "no era posible una
reforma del derecho sustantivo si no iba acompañada de la del derecho pro-
cesal". Sin entrar ahora en detalles, podemos afirmar que el triunfo efectivo, y
no sólo virtual, del esfuerzo codificador estaba considerablemente vinculado a
una cierta reorganización judicial y a una cierta ordenación del proceso. Esto
sólo se empezó a hacer realidad en los años posteriores a la codificación mer-
cantil de 1829, con la reorganización judicial, que implicó la modificación del
papel del Tribunal Supremo, y con las modificaciones procesales de mediados
del siglo XIX.

3.2. La codificación penal

El primer código que se redactó tras la aprobación de la Constitución de Cá-


diz de 1812 fue el Código penal de 1822, y obedecía, en buena medida, a la
necesidad de garantizar el cumplimiento de los principios constitucionales.
De hecho, se podría decir que casi cada nueva constitución fue acompañada
de un nuevo código penal. Pero la historia de la codificación penal tiene su
punto fuerte en el código de 1848, que fue el de mayor transcendencia perma-
neciendo vigente, prácticamente con pocos cambios, hasta 1995. El Código
de 1822 se parecía más a una compilación de las realizadas durante el Antiguo
© FUOC • PID_00163035 38 La creación del derecho en el Estado nacional

Régimen que a un código según los nuevos parámetros de racionalidad y siste-


maticidad. Por otro lado, el código de 1928 de Primo de Rivera, sólo introdujo
cambios en el libro primero respecto del de 1848.

3.2.1. El Código penal de 1822

La codificación penal fue, ciertamente, una necesidad largamente sentida. Sin Códigos penales
entrar en consideraciones teóricas, todo el mundo coincidía en la�necesidad
1822
de� reunir� en� un� solo� libro� todas� las� leyes� penales, y de hacerlo con una
1830 (proyecto)
redacción clara, sencilla y sin repeticiones ni contradicciones. Y eso es lo que se 1831 (proyecto)
hizo en el Código de 1822. De hecho, pues, y al margen del nombre que se le dé 1834 (proyecto)
a la obra, se trataba más de una compilación que de un verdadero código en el 1848
1850 (reforma)
sentido que ahora le otorgamos. Era una obra claramente vinculada al pasado 1870 (reforma)
–por el contenido material y por la forma–, pero también incluyó algunas de 1873 (proyecto)
las inquietudes más importantes de aquel momento. 1880 (proyecto)
1884 (proyecto)
1886 (proyecto)
En el Código de 1822 se incluyó el principio nullum crimen, nulla poena, sine le- 1891 (proyecto)
ge, de forma que el juez quedaba fuertemente vinculado a la ley penal, aunque 1902 (proyecto)
1912 (proyecto)
mantenía un margen de libertad a la hora de graduar las penas, matizado por
1928
la vinculación al principio in dubio pro reo. Lo resaltable, respecto del papel del 1932
juez frente a la ley penal, era que sólo podría castigar las conductas penadas 1995
por la ley, sin que pudiese franquear este límite.

Vinculado a este principio nullum crimen, nulla poena, sine lege, el código afirmaba que la
ignorancia de la ley no eximía su cumplimiento.

Sin entrar a enumerar sus capítulos ni a describir el contenido, podemos decir


que el nuevo código penal, sensible a las nuevas tendencias humanitarias en
materia penal, entendía que la función de la pena era abiertamente educativa,
lo que no prejuzga ni su suavidad ni, precisamente, su espectacularidad. A las
penas impuestas se les tenía que dar publicidad, se tenían que cumplir inme-
diatamente después de efectuarse el delito y su función era de escarmiento,
pero también para evitar que se repitiesen los mismos delitos.

Cesare Beccaria

Jurista y economista italiano. En el tratado "De los delitosy de las penas" (1764) atacó el
derecho penal de su época y los procedimientos jurídico-policíacos que se utilizaban. La
obra fue incluida en 1766 en el índice de libros prohibidos y la Inquisición española la
prohibió en 1777. Beccaria consideraba que el daño causado a la sociedad era el criterio
definitivo para determinar la responsabilidad penal del criminal, y que la pena tiene
una finalidad simplemente preventiva y no represiva. Combatió la pena de muerte y
contribuyó decisivamente a la progresiva desaparición de las penas corporales.

El contenido del Código de 1822 respiraba material alfonsino –de Alfonso X,


rey de Castilla y autor de Las Partidas en el siglo XIII– reciclado por las concep-
ciones humanitarias en derecho penal, las cuales ya eran bien visibles en la
Constitución de 1812 y se remontan, sobre todo, a la obra de Beccaria (1738-
1794) como máximo exponente de esta corriente. En este sentido relativamen-
te humanitario, se puede decir que el de 1822 fue un código fiel a la constitu-
ción de la que emanaba. Por otro lado, el Código garantizaba, desde un pun-
© FUOC • PID_00163035 39 La creación del derecho en el Estado nacional

to de vista penal, los principios básicos de la nueva sociedad liberal; garantía


de libertad personal y la libre propiedad, castigando severamente el robo y el
hurto. Se mantenía el recurso, frecuente, a la pena�de�muerte, que era mag-
nificada como un espectáculo de la función educativa que cumplían las penas
que hemos mencionado antes.

Lo que más se ha criticado del Código de 1822 ha sido su estructura interna,


excesivamente simple, en la cual se mezclan tipificaciones diferentes dentro
de un mismo capítulo, y la construcción literaria con la que estaba redactado,
que se apartaba del lenguaje técnico y conciso que se estaba imponiendo en
los códigos.

La fidelidad al espíritu de 1812 hizo que el Código penal de 1822 fuese apar-
cado durante el periodo de la Restauración de Fernando VII. Pero pese a su
corta vigencia, este primer código marcó toda la codificación penal posterior.

Después de 1822, y ya bajo el reinado de Fernando VII, se hicieron nuevos


proyectos y anteproyectos del código penal aunque ninguno de ellos prosperó.
Podemos mencionar los de 1830, 1831 –realizado por Sainz de Andino, autor
del Código de Comercio de 1829– y 1934, bajo la regencia de María Cristina.

3.2.2. El Código penal de 1848

El Código penal de 1848 –reformado en el año 1850 y de nuevo en 1870–


muestra signos de superación técnica respecto al Código de 1822 y respecto a
todos los proyectos que siguieron a aquel primer código. La división interna es
mucho más compleja�y�ajustada a las necesidades de la materia, como lo de-
muestra el hecho de que las principales divisiones y epígrafes se mantuvieron
en los sucesivos códigos penales hasta aproximadamente 1944. Está interna-
mente estructurado en libros, títulos, capítulos y artículos; la sistematización
es más precisa y elaborada que en los casos anteriores, lo que le permite pres-
cindir del amplio casuismo que caracterizaba el Código de 1822.

Pero, aparte del perfeccionamiento técnico, el material penal recogido en el


Código de 1848 fue el que serviría de base para los códigos que se harían pos-
teriormente. La definición y la subsiguiente clasificación de lo que era delito
–delitos graves, menos graves y faltas– y de las penas�correspondientes –penas
aflictivas, correccionales y leves– se puede decir que es casi definitiva. Pero en
cambio, esta tecnificación, esta tipificación tan precisa de los delitos y de las
penas, provocó que se diluyese y se perdiese el liberalismo manifiesto que ha-
bía en el Código de 1822 y que era heredero de la Constitución de 1812. Había
disminuido el espíritu educador de las penas, tan evidente en el primer código,
si bien se mantuvo la pena de muerte con un marcado carácter disuasivo.

El Código penal de 1848 sufrió unas reformas que dieron lugar a un texto re-
fundido de 1850 y a nuevos cambios en 1870 –consecuencia del nuevo régi-
men instaurado en la Primera República–. Los últimos tendieron a suavizar
© FUOC • PID_00163035 40 La creación del derecho en el Estado nacional

las penas y suprimir aquellas que atentaban a la dignidad de la persona. Entre


1870 y el código de Primo de Rivera de 1928, hubo diferentes intentos y pro-
yectos de nuevo código –1873, 1880, 1884, 1886, 1891, 1902 y 1912–, de los
que sólo los de 1891 y 1902 llegaron a presentarse en las Cortes y la Ley de
Bases de 1886 llegó a ser discutida.

3.2.3. El Código penal de 1928

En los años finales de la dictadura de Primo de Rivera (1923-1930) se promulgó


un nuevo código penal que reflejaba la orientación política del régimen. Junto
a medidas populistas, se reprimían duramente las acciones del movimiento
obrero y, por primera vez, del "separatismo", y se regulaba la difamación.

3.2.4. El Código penal de 1932

Con la II República llegó un nuevo código penal que ponía de manifiesto su


rechazo al de la dictadura de Primo de Rivera. El Código de 1932 significaba
un retorno al Código de 1870, pero reajustado a la nueva situación social y
política.

"El Decreto de 15 de abril de 1931 derogó el Código de 1928 y declaró en vigor el Código
de 1870. La vinculación del nuevo Código con este Código de 1870 la pone de relieve la
Ley de 27 de octubre de 1932, promulgando el Código penal de 1870, reformado según
la Ley de bases de 8 de septiembre. El texto se publica el 5 de noviembre y entra en vigor
el 1 de diciembre de 1932."

Iglesia, La creación del derecho... II, pág. 570

El Código de 1932, respecto del de 1870, introducía reformas obligadas por


la nueva constitución, corregía errores materiales de técnica, se humanizaban
muchas de las antiguas disposiciones y se procedía al necesario aumento de la
cuantía de las multas. De forma notoria, el nuevo código republicano supri-
mía�la�pena�de�muerte que, no obstante, sería reintroducida en 1934, con el
triunfo de la derecha, por vía de legislación penal especial. En 1938 y en 1939
se hicieron nuevos proyectos de código que no prosperaron.

El código de la República estuvo formalmente vigente hasta 1944, pero con


el alzamiento franquista y la instauración del nuevo régimen, en 1939, quedó
desvirtuado por la abundancia de leyes penales especiales que se dictaron. En
1944 fue sustituido por un nuevo código que reflejaba el espíritu y las tenden-
cias de la dictadura de Franco.

3.3. La codificación mercantil

Poco después de ser promulgado el primer código penal –en 1822–, apareció
el primer código mercantil, el de 1829.
© FUOC • PID_00163035 41 La creación del derecho en el Estado nacional

3.3.1. Los antecedentes y el contexto de la codificación mercantil

A pesar de que el nuevo código se hizo bajo la restauración de Fernando VII,


su aparición se debe al definitivo impulso que recibió de una burguesía que
tenía un especial interes. El nuevo código nació acompañado de una reorga-
nización de los tribunales de comercio y de un borrador de regulación del pro-
ceso mercantil.

Paradójicamente, la burguesía triunfante era la impulsora en toda Europa de


la renovación de las leyes mercantiles, pero al mismo tiempo se temía que el
triunfo de la revolución burguesa, con la radical aspiración de igualdad, hi-
ciese fracasar un código originariamente pensado para un colectivo social en
particular, los�mercaderes. En el siglo XVIII, sin embargo, se había superado la
concepción gremial del derecho mercantil como un derecho propio y exclu-
sivo de los mercaderes –o sea, algo que insinuaba un fuero privilegiado– y se
había impuesto la idea de que el derecho mercantil era el derecho propio del
acto mercantil.

El código mercantil ya no contenía un derecho separado del derecho


general, propio de los comerciantes, sino que el código regulaba el de-
recho propio del acto�mercantil, actividad mercantil que todo el mun-
do podía desarrollar, fuese o no fuese comerciante. El establecimiento
de una jurisdicción mercantil abierta, por tanto, no tenía que suscitar
reticencias sobre la formación de un fuero privilegiado.

Pero, además, en aquella primera mitad del siglo XIX se daban las condiciones
económicas adecuadas para superar cualquier obstáculo y para impulsar la de-
finitiva consolidación del derecho mercantil.

Efectivamente, desde el siglo XVIII se había ido extendiendo el convencimien-


to de que los gremios encarnaban conductas propias del Antiguo Régimen y
contrarias a la prosperidad. Y es que esta percepción no estaba desvinculada
del hecho objetivo de que la revolución� industrial había hecho entrar en
crisis la estructura laboral gremial. En otro ámbito de cosas, la situación se
agravaba por el hecho de que cada consulado mercantil disponía de su propio
proceso mercantil. En los primeros años del siglo XIX había, en fin, un nuevo
comercio que exigía la disolución de los obstáculos estamentales y una nueva
regulación del acto mercantil, así como del proceso, que respondiesen mejor
a la realidad del momento.
© FUOC • PID_00163035 42 La creación del derecho en el Estado nacional

Por tanto, en estos momentos del siglo XIX existían condiciones objeti-
vas económicas adecuadas para impulsar la renovación de la legislación
mercantil; habían triunfado, también en España, las nuevas orientacio-
nes y concepciones sobre la codificación; y, en fin, la novedad de los
criterios con los que hacía falta regular el acto mercantil motivaban que
no se diera el problema de la armonización de una pluralidad de regula-
ciones forales sobre la materia, tal como pasaría en la codificación civil.

3.3.2. El Código mercantil de 1829

Los precedentes del Código mercantil de 1829 los encontramos a finales del Códigos de comercio
siglo XVIII, cuando desde varios sectores se aspiraba a realizar una compilación
1800 (proyecto Ordenanza)
en un lenguaje�breve,�sencillo�y�claro.No se trataba de hacer una compilación
1829
exactamente igual a como se había compilado el derecho en la época moderna, 1885
ya que ahora existía la voluntad manifiesta de renovar el derecho compilado.
Esto es lo que ordenó Carlos IV en el año 1797 y que dio como resultado un
proyecto de Ordenanzas de Comercio acabado a finales del año 1800. Las cortes
de Cádiz de 1812 dieron un impulso definitivo al afán renovador del derecho
mercantil al incluir esta materia entre las tres que tenían que ser codificadas
por expreso mandato constitucional. Con Fernando VII de nuevo en el poder,
este monarca recibió las peticiones de hacer un Código de Comercio por parte
del Consejo de Indias en 1815 y por parte de las cortes de Navarra en 1818.

Pocos años más tarde, en 1827, Sainz de Andino se ofreció al rey para redactar
un código de comercio, ofrecimiento que el monarca aceptó dando lugar a la
constitución de una comisión para llevarlo adelante, de la cual era su secreta-
rio el mismo Sainz de Andino. En 1829, la Comisión presentaba su proyecto
al rey, al mismo tiempo que se le presentaba otro proyecto personal hecho por
el propio Sainz de Andino. Fernando VII se decantó por este último que, con
algunos retoques, fue promulgado el 30 de mayo de 1829. Como complemen-
to al código, el mismo Sainz de Andino había preparado una regulación del
procedimiento mercantil que fue promulgada el 24 de julio de 1830 como Ley
de Enjuiciamiento sobre Negocios y Causa de Comercio.

El código realizado por Sainz de Andino bebía, principalmente, de dos fuentes:


por un lado del derecho�mercantil tradicional de Castilla incluido en las Or-
denanzas de Bilbao, junto con el resto de derecho de Castilla para reglamentar,
sobre todo, las obligaciones mercantiles; y, por otro lado, del Code�de�Com-
merce francés de 1807 interpretado por Pardessus.
© FUOC • PID_00163035 43 La creación del derecho en el Estado nacional

La peculiar singladura y gestación de ese primer código mercantil español hizo


que no se viese afectado ni por la restauración, en 1820, de la Constitución de
Cádiz de 1812, ni por otras constituciones posteriores. En cambio, las rápidas
transformaciones de la vida económica que se vivían a mediados del siglo XIX
reclamaron pronto una revisión del Código.

"Sin embargo, casi desde el momento de su promulgación se piensa ya en revisarlo. En


primer lugar, dos instituciones importantes, Bolsas y Bancos, se habían dejado, intencio-
nada y quizá acertadamente, para una ordenación separada (...). Pero estos años centra-
les del siglo XIX van a presenciar, con el nacimiento del ferrocarril, la aparición de los
transportes terrestres en masa y, con las aplicaciones del vapor, la transformación de los
marítimos. El desbordante desarrollo de la gran industria, que si bien a escala reducida no
deja de producirse entre nosotros, tienen que repercutir en el de su instrumental jurídico:
sociedad anónima, títulos valores y nuevas formas de seguros. Así, surge una legislación
complementaria que se ve incluso multiplicada por las crisis económicas y los vaivenes
políticos, y que se desea incorporar a la ley mercantil fundamental."

Jesús Rubio. Introducción al derecho mercantil. s.f., 327. Barcelona.

3.3.3. El Código mercantil de 1885

El Código de 1829 había sobrevivido a la reinstauración de la Constitución


liberal de 1812 que, como hemos dicho, no preveía que el código preservase
ninguna jurisdicción privilegiada ni fuese obstáculo para la implantación del
principio�de�igualdad.�En cambio, el código, aparte de reclamaciones sobre
la necesidad de su revisión por razones de adecuación de su materia a la nueva
realidad cambiante, no pudo superar la revolución de septiembre de 1868.
Ciertamente, con el Decreto de Unificación de Fueros de diciembre de 1868
desapareció la jurisdicción mercantil y se abrió el camino a la redacción de
un nuevo código mercantil que, no obstante, estaría inspirado en el anterior.
El nuevo código lo empezó a hacer una comisión nombrada en 1869, tras la
revolución de 1868, pero se acabó y promulgó, en 1885 –entró en vigor al año
siguiente, en 1886–, durante la Restauración.

Aunque atenuado, se mantuvo el origen liberal en su redacción definitiva y


promulgada. Los redactores del código criticaban, según ellos, el carácter sub-
jetivo del derecho mercantil recopilado en el Código de 1829, y por eso se
acentuó su aspecto objetivo, de forma que se eliminaron aquellos restos que
aún pudiese haber de un derecho privilegiado. Con el nuevo Código y a partir
de estos nuevos parámetros, el Derecho mercantil se configuró como un dere-
cho�independiente frente al Derecho civil. Además, el mencionado Decreto
de unificación de fueros, que subyacía en el nuevo Código, comportó la desa-
parición de las reglas referidas a los tribunales mercantiles y de la matrícula
obligatoria del comerciante.

Como no podía ser de otra forma en una materia tan próxima con una realidad
tan cambiante, el Código de 1885 envejeció, porque desde su promulgación
se habían ido regulando con leyes especiales las nuevas necesidades, por el
© FUOC • PID_00163035 44 La creación del derecho en el Estado nacional

mismo envejecimiento de la regulación que contenía y, en fin, por la rapidez


con que evolucionaba, entre finales del siglo XIX y principios del siglo XX, la
actividad económica y comercial.

3.4. La codificación civil

De forma habitual se identifica la codificación en España con la humaniza-


ción del derecho penal y con la liberalización del derecho privado. La segun-
da de las afirmaciones esconde, bajo un enunciado fácil o simple, una notable
complejidad.

3.4.1. Los presupuestos teóricos de la codificación civil

La liberalización del derecho privado incluía la igualdad formal de los ciuda-


danos ante la ley y también la libertad de los individuos, pero tanto en su
dimensión personal como también en el aspecto de los derechos reales. O sea,
que la libertad de los individuos abarcaba la libertad de las personas –libertad
de expresión, libertad de�reunión, libertad religiosa, etc.– pero también la
existencia de una propiedad libre de obstáculos, lo que no pasaba en el Anti-
guo Régimen cuando seguían vigentes multitud de limitaciones a la propiedad
que eran de origen feudal.

Estos principios básicos de libertad y de propiedad privada eran entendidos


como derechos connaturales del hombre. No se entendía que el Estado con-
cediese estos derechos a sus súbditos, a los ciudadanos. Siendo el Estado sólo
el instrumento artificial creado para canalizar la voluntad nacional, era la na-
ción la que reconocía la existencia previa de los derechos de sus miembros.
Por tanto, la nación, por medio del Estado, tendría que hacer todo lo necesa-
rio, por vía legislativa, para la conservación y la protección de los derechos de
libertad y de propiedad.

Si el nuevo Código civil que se tenía que hacer, siguiendo el mandato cons-
titucional de 1812, tenía que girar en torno a las ideas de predominio de la
voluntad contractual del individuo y de la libre disposición de este individuo
de sus propiedades, entonces era preciso crear las condiciones necesarias para
que estos dos principios pudiesen convertirse en realidad. Por esta razón, y
con estos objetivos, los primeros esfuerzos se dedicaron a desvincular las pro-
piedades que se encontraban en "manos muertas" –la propiedad de aquellos
bienes cuyo dominio era inalienable por prescripción legal–, a desvincular la
voluntad de los herederos de las condiciones impuestas por los testadores, que
les impedían disponer de los bienes heredados sin autorización del rey, y a des-
vincular las propiedades que aún se encontraban en régimen señorial –lo que
se calificaba de mayorazgo en Castilla y que en Cádiz fue calificado de feudal.
© FUOC • PID_00163035 45 La creación del derecho en el Estado nacional

Por tanto, propiedad en "manos muertas", propiedad en régimen de ma-


yorazgo, sobre todo en Castilla, y régimen señorial, eran los tres princi-
pales obstáculos con que se encontraba la codificación civil y lo que fue
objeto de las primeras iniciativas a partir de 1812.

Estos proyectos motivaron adhesiones a la causa constitucional y, una vez me-


dio conseguidos sus objetivos, a mediados del siglo XIX, es cuando se empeza-
ron a hacer proyectos de Código civil en la dirección trazada por los grandes
principios de libertad y de propiedad.

Por otro lado, en la pretensión codificadora también incidió aquella necesidad


sentida desde el siglo XVIII y expresada con una gran clarividencia por Martínez
Marina, de hacer una nueva compilación más clara, sencilla y actual que la
que había vigente en Castilla. Pese a que esta necesidad, y por la influencia
de los nuevos aires que soplaban a raíz de la Revolución Francesa de 1789, se
identificaba con el Código, en España en 1805 aún se hizo una compilación –la
Novísima Recopilación de las Leyes de España– que todavía seguía los parámetros
de las compilaciones de la época moderna.

3.4.2. Los problemas de la codificación civil en España

En un contexto europeo propicio a la codificación, el desencadenante del pro-


ceso en España no deja de ser paradójico. En buena medida se puede afirmar
que las ideas�codificadoras y las�ideas�de�soberanía�nacional entraron en Es-
paña de la mano del enemigo. Si por un lado estas nuevas ideas llegaban con
las tropas francesas napoleónicas que habían ocupado España, por otro lado la
conciencia nacional española se formó luchando contra el enemigo común.
Fue en el contexto de una guerra de independencia, y con el patriotismo que
una situación así generaba, como triunfó la soberanía nacional y se promulgó
la Constitución de Cádiz.

La Constitución�de�1812 establecía que tenía que haber un solo código civil


para toda la monarquía, circunstancia con la que los diputados representantes
de todas las regiones se mostraban partidarios.

Mientras se conseguía la codificación penal en 1822 y la mercantil en 1829,


la codificación civil vivió varios intentos –los más significativos, los de 1821,
1826, 1851 (de Florencio García Goyena) y 1869 (el proyecto sólo hizo el libro
primero)–, todos frustrados, hasta el definitivo de 1888, con el Código Civil
que entraría en vigor en 1889. De todos los proyectos que se hicieron, el más
importante fue, sin duda, el de 1851, llevado a cabo por García Goyena, que
no prosperó en aquel momento, pero que fue el que se acabaría imponiendo
medio siglo más tarde y que se encuentra en la base del Código civil actual.
© FUOC • PID_00163035 46 La creación del derecho en el Estado nacional

Códigos civiles
El problema del proyecto de García Goyena de 1851 era que, igual que
los otros códigos ya promulgados, pero ahora con mucha más intensi- 1821 (proyecto)
1836 (proyecto)
dad, estaba pensado totalmente desde una perspectiva castellana. Gar-
1851 (proyecto)
cía Goyena bebía de las fuentes y de la tradición jurídica�castellana, 1869 (proyecto)
y así era natural que no sintonizase con los intereses concretos de los 1888
representantes catalanes. De hecho, todo el mundo estaba de acuerdo
en los principios generales que tenían que guiar el nuevo código; todo
el mundo era partidario de la primacía�de�la�voluntad�del�individuo
y de una propiedad�libre�de�trabas. El problema nacía cuando había
que actuar, de forma concreta, con aquellos dos principios. La plasma-
ción práctica de aquellos principios se desarrollaba de forma diferente
si se bebía del derecho de Castilla o si se bebía del derecho propio de
las regiones que habían mantenido un derecho diferente del de Castilla
–que eran Aragón, Cataluña, Baleares y Navarra.

Muestras claras de aquel conflicto las encontramos en la regulación de


la situación patrimonial del matrimonio y en el patrimonio a la muerte
del de cuius. O sea, la disposición de los bienes del patrimonio familiar
y la libertad del testador eran dos situaciones jurídicas en las que las
soluciones castellanas, que García Goyena plasmaría, eran diferentes de
las soluciones catalanas.

Analizando con perspectiva histórica, se puede decir que las soluciones caste-
llanas provenían de un tronco que tenía su origen en la tradición romano-teo-
dosiana que había pasado al Liber y al Fuero Real, y que se había completado
con la legislación que un monarca que ponía en práctica su soberanía dictaba
sin obstáculos, mientras que las soluciones catalanas provenían de un tronco
que tenía su origen en el derecho romano justinianeo, que había arraigado en
Cataluña en la época de su recepción.

Como se ha expuesto, todo el mundo era partidario de la defensa de la pro-


piedad y de la libertad; éstos eran los intereses de la burguesía –también de
la catalana, naturalmente– que actuaba como clase hegemónica en aquellos
momentos. Técnicamente, podríamos decir que se trataba de armonizar tradi-
ciones jurídicas diferentes. Pero, en cambio, la interpretación desde un punto
de vista político de aquella situación que impedía llevar adelante un Código
civil único para toda la monarquía, era diferente.

Para entender la lectura política implícita que se podía hacer de la situación


aludida, conviene recordar que en el siglo XIX en Europa fue tomando impor-
tancia una corriente de pensamiento jurídico que se oponía a la codificación
del derecho tal como se pretendía llevar a cabo en aquellos momentos y que
impulsaba la escuela racional. Según la escuela histórica, cuyo personaje más
destacado fue Savigny, y que se oponía a la escuela racional, el derecho era una
emanación del espíritu popular. Estas tesis jurídicas generarían implicaciones
políticas. Quedaba implícito, por tanto, que una comunidad que disponía de
© FUOC • PID_00163035 47 La creación del derecho en el Estado nacional

un derecho diferente al de otras formaba otro pueblo; y el pueblo que, en el


contexto del pensamiento político posterior a la Revolución Francesa, tiene
conciencia de serlo es una nación. Y como nación, y con el triunfo de las ideas
de la soberanía nacional, aquel pueblo tendría que aspirar a constituirse en
Estado Nacional. Según este razonamiento, que se infería de la concepción
de derecho promulgada por la Escuela Histórica y a la que aludieron algunos
juristas peninsulares del siglo XIX, para llevar a cabo la codificación civil en
España, no sólo había que armonizar tradiciones jurídicas diferentes, sino que,
en el fondo, lo que había que armonizar eran naciones diferentes, todas ellas
potencialmente titulares de sus respectivas soberanías.

Ante esta situación, no explicitada por los contemporáneos en estos términos,


¿qué se podía hacer a la hora de codificar el derecho civil?

En principio se planteaban dos opciones: o bien eliminar las diferencias entre


legislaciones –la castellana y las llamadas entonces forales– por la vía de dictar
leyes especiales, o bien hacer un código civil único pero sin incluir los temas
conflictivos –dote, sociedad de gananciales, herencia, etc.–, los cuales segui-
rían, por tanto, vigentes en cada territorio. Aun sin adoptarse ninguna solu-
ción al respecto, en 1861 se había promulgado la Ley hipotecaria, en 1870 la
Ley del matrimonio civil, además de varias leyes procesales. Todas estas leyes,
generales para toda España, afectaban al derecho conservado en los diferentes
territorios que mantenían un derecho propio diferente del castellano. Por otro
lado, el Tribunal Supremo, con la aplicación de Las Partidas, tendía también a
unificar el derecho a partir del modelo de Castilla.

El primer intento para solucionar la situación bloqueada de la codificación


civil –el proyecto de 1851 no prosperó entonces–, vino con la Revolución de
1868 y, proclamada la I República, con el proyecto de Constitución federal de
1873, que preveía reconocer�y�naturalizar�la�pluralidad�de�ordenamientos
jurídicos que convivían en España. El fracaso de la República en 1874 también
comportó el fracaso de la fórmula para normalizar lo que, visto por los codifi-
cadores como García Goyena, se vivía como una anomalía o una disfunción.
Con la restauración monárquica de Alfonso XII en 1874, había que desblo-
quear la situación y aprender del fracaso republicano. Dictar leyes especiales
indefinidamente para acabar con las diferencias entre legislaciones civiles no
parecía la solución más idónea, además, tampoco se garantizaba que se consi-
guiese la finalidad última unificadora.

Descartada esta vía, se optó porque finalmente se realizase un Código civil,


a pesar de que se renunciaba a hacer un Código civil "español". Entraron a
formar parte de la Comisión de Codificación representantes de los llamados
territorios forales (Cataluña, Aragón, Navarra, Baleares y también el País Vasco
y Galicia) para que se acabase un Código civil que tendría que convivir con
los derechos forales una vez se hubiesen fijado.
© FUOC • PID_00163035 48 La creación del derecho en el Estado nacional

"La discusión sobre el reconocimiento de Galicia como territorio de derecho foral, en


virtud del Real Decreto de 12 de febrero de 1880, centró muchas de las protestas, sien-
do considerada como una decisión partidista de un ministro gallego (...). Los juristas no
suelen ser reacios a reconocer la existencia de un derecho consuetudinario y, sin embar-
go, o se rechazaba la posibilidad de un derecho consuetudinario gallego o se reducía a
especialidades indignas de ser conservadas; tampoco los juristas son reacios a reconocer
que la ley creaba el derecho, y sin embargo rehusaban reconocer que existía un derecho
foral gallego, pues así lo había establecido el Real Decreto de 12 de febrero de 1880. La
razón de fondo seguía siendo la misma: detrás del derecho consuetudinario sólo podía
existir un espíritu popular, que lo había creado frente al derecho oficial; ni siquiera po-
día invocarse la existencia de un derecho que encontraba su fundamento en unas leyes
nacidas de unas organizaciones políticas ahora desaparecidas, como podía ocurrir, por
ejemplo, en Cataluña y en Aragón. El reconocimiento de un llamado derecho foral ga-
llego planteaba, teóricamente, el reconocimiento de una nación gallega, que expresaba
su propia personalidad en un propio derecho, socavando las creencias que estaban en la
base de la Constitución vigente."

Iglesia, La creación del derecho... II, pág. 582-583

3.4.3. El Código civil de 1889

Con estas condiciones que acabamos de ver y reconocidos los derechos fora-
les, la promulgación del Código civil era una decisión política que podía ser
tomada en cualquier momento. Se establecían por ley unas bases autorizando
al gobierno a realizar un Código civil conforme a aquéllas incluidas en la ley,
en las cuales se preveía que los derechos forales subsistirían "por ahora", con
sus propios sistemas de derecho supletorio incluidos, y que el Código civil se-
ría supletorio –de hecho, sería supletorio de los derechos supletorios.

Ley de 11 de mayo de 1888, por la que se autoriza al Gobierno para


publicarun Código civil con arreglo a las condiciones y bases establecidas
en la misma

"Art. 5: "Las provincias y territorios en que subsiste derecho foral lo conservarán por
ahora en toda su integridad, sin que sufra alteración su actual régimen jurídico por la
publicación del Código, que regirá tan sólo como supletorio en defecto del que lo sea en
cada una de aquéllas por sus leyes especiales. El título preliminar del Código, en cuanto
establezca los efectos de les leyes y de los estatutos y las reglas generales para su aplicación,
será obligatorio para todas las provincias del Reino. También lo serán las disposiciones
que se dicten para el desarrollo de la base 3.ª, relativa a las formas de matrimonio".

Art. 7: "No obstante lo dispuesto en el artículo anterior, el Código civil empezará a regir
en Aragón y en las Islas Baleares al mismo tiempo que en las provincias no aforadas, en
cuanto no se oponga a aquellas de sus disposiciones forales y consuetudinarias que ac-
tualmente estén vigentes. El Gobierno, previo informe de las Diputaciones provinciales
de Zaragoza, Huesca, Teruel e Islas Baleares y de los Colegios de Abogados de las capitales
de las mencionadas provincias, y oyendo a la Comisión General de Codificación, presen-
tará a la aprobación de las cortes, en el plazo más breve posible, a contar desde la publi-
cación del nuevo Código, el proyecto de ley en que han de contenerse las instituciones
civiles de Aragón e Islas Baleares que convenga conservar. Iguales informes deberá oír el
Gobierno en lo referente a las demás provincias de legislación foral"."

Al mismo tiempo se confiaba en una desaparición de aquella legislación�fo-


ral y en su paulatina unificación por medio de leyes especiales, por la juris-
prudencia del Tribunal Supremo creado a mediados del siglo XIX y por las di-
ficultades de aplicación que se preveían por los derechos propios de aquellos
territorios, ya que aquel derecho estaría privado de evolución y de adecuación
a la realidad.

Por último, el Código civil se publicaría en 1888 y en 1889 entraría en vigor.


© FUOC • PID_00163035 49 La creación del derecho en el Estado nacional

El Código Civil se mandó publicar por un Real Decreto de 6 de octubre de 1888; tenía
que empezar a entrar en vigor a los sesenta días, pero por medio de un Real Decreto de
11 de febrero de 1889 se prorrogó la entrada en vigor hasta el 1 de mayo de 1889. El 26
de mayo de 1889 se mandó por ley que en el plazo de dos meses se hiciese una nueva
edición. Por último, por Real Decreto de 24 de julio de 1889 se mandaba publicar "la
nueva edición del Código Civil" en la Gaceta de Madrid.

Como hemos dicho, se había renunciado a hacer un Código civil para toda
España. El nuevo Código civil se aplicaría de forma preferente en toda Espa-
ña, salvo Aragón, Cataluña, Baleares, País Vasco, Navarra y Galicia. En todos
estos territorios se preveía que se realizarían las diferentes compilaciones de
su derecho civil existente.

Con el Código civil promulgado y mientras no se hiciesen las compilaciones


de derechos propios, el problema que se suscitó era el siguiente: ¿cuál era el
derecho�supletorio en los territorios de derecho propio o derechos forales?
¿El Código civil o los derechos supletorios tradicionales?

Aunque el artículo 12 de la Ley de bases de 1888 fijaba el Código civil como


supletorio que actuaba en defecto del que lo fuera en cada provincia, se man-
tuvo la incertidumbre respecto a si en Cataluña tenía que actuar como derecho
supletorio el Código civil o bien los derechos supletorios tradicionales, que,
después de la promulgación del Decreto de Nueva Planta quedaban fijados en
la Constitución de 1599, o sea, el derecho canónico, el derecho romano jus-
tinianeo y la doctrina de los doctores según la equidad regulada por derecho
común. A partir de aquel momento, la doctrina, aunque no de forma unáni-
me, era mayoritariamente favorable a considerar como derecho supletorio los
derechos supletorios tradicionales.

Por otro lado, la jurisprudencia del Tribunal Supremo no fue totalmente cohe-
rente en este sentido. Algunos autores consideran que la aplicación del Código
civil con carácter supletorio aplicada por aquel tribunal fue una vía indirecta
y abusiva de modificación de los derechos propios de los territorios llamados
forales. Otros autores, a partir del estudio de sentencias de los periodos 1890-
1904 y 1940-1960, señalan que el Tribunal Supremo aplicó con carácter suple-
torio el derecho canónico y el derecho romano en Cataluña, pero también, en
determinadas materias, el Código civil.
© FUOC • PID_00163035 50 La creación del derecho en el Estado nacional

Ley de 11 de mayo de 1888, por la que se autoriza al Gobierno a publicar


un Código civil con arreglo a las condiciones y bases establecidas en la
misma

Art. 12: "Las disposiciones de este título, en cuanto determinan los efectos de las leyes
y de los estatutos y las reglas generales para su aplicación, son obligatorias en todas las
provincias del Reino. También lo serán las disposiciones del título 4º, libro Iº. En lo de-
más, las provincias y territorios en que subsiste derecho foral lo conservarán por ahora en
toda su integridad, sin que sufra alteración su actual régimen jurídico, escrito o consue-
tudinario, por la publicación de este Código, que regirá tan sólo como derecho supletorio
en defecto del que lo sea en cada una de aquellas por sus leyes especiales".

Art. 13: "No obstante lo dispuesto en el artículo anterior, este Código empezará a regir
en Aragón y en las Islas Baleares al mismo tiempo que en las provincias no aforadas,
en cuanto no se oponga a aquellas de sus disposiciones forales o consuetudinarias que
actualmente estén vigentes".

Como ya es sabido, la historia española del siglo XIX y del primer tercio del
siglo XX no fue capaz de resolver una situación que todo el mundo consideraba
provisional y no definitiva. Aparte de las dificultades previas a la promulga-
ción del Código civil, nuevas complicaciones, a menudo resultado de la ines-
tabilidad política española en aquel periodo, hizo imposible encontrar una
solución, bien fuese en un sentido o en otro. Recordemos sólo que en 1926 se
perseguía el separatismo; que la Constitución de la II República, si se calificaba
de federal, volvía a los planteamientos del fracasado proyecto de constitución
federal de 1873 y volvía a hacer viables la coexistencia de ordenamientos ju-
rídicos diferenciales. La nueva dictadura, en 1939, sesgó aquella solución.

3.4.4. Las compilaciones de derecho propio

Lo que disponía el Código civil respecto de la inmediata compilación de los


calificados como apéndices forales, sólo se cumplió en Aragón, que en 1925
promulgaba su Apéndice foral aragonés. El periodo de estabilidad política que
inauguró la larga dictadura de Franco desde 1939 hasta 1975 sólo sirvió para
perpetuar la situación heredada a partir de la cristalización de los derechos
forales, lo que significaba, precisamente, la muerte de estos derechos que desde
entonces estaban privados de solución.

La Compilación de derecho foral de Vizcaya y Alava se aprobaba por Ley de


30 de julio de 1959; la Compilación catalana era aprobada por Ley de 21 de
julio de 1960; la de Baleares por Ley de 19 de abril de 1961; la gallega por Ley
de 2 de diciembre de 1963; la aragonesa, por Ley de 8 de abril de 1967; y por
Ley de 1 de marzo de 1973, la navarra.
© FUOC • PID_00163035 51 La creación del derecho en el Estado nacional

"La única excepción viene representada por la Compilación del derecho civil foral de Nava-
rra, que no fue aprobada en cortes, sino directamente por el dictador, haciendo uso de
sus prerrogativas; dejando a un lado la crónica que rodea esta Compilación, cabe subra-
yar que se presenta como un auténtico Código civil navarro frente al Código civil que
se presupone, pero no se declara, español; además, en su Ley 2 se establece que "en Na-
varra la prelación de fuentes de Derecho es la siguiente: 1. La costumbre. 2. Las leyes
de la presente compilación. 3. Los principios generales del derecho navarro. 4. El dere-
cho supletorio", mientras su Ley 6 afirma que "el Código civil y las leyes generales de
España serán Derecho supletorio de esta Compilación y de la tradición jurídica navarra
expresada en la ley 1". Es inútil intentar una explicación lógica de esta afirmación con
la realidad evidente de haber sido aprobada esta recopilación por un dictador que invo-
caba la disposición transitoria primera de la Ley orgánica del Estado, que mantenía en
vigor la Ley de 1939, que le atribuía "la suprema potestad de dictar normas jurídicas de
carácter general". Tal decisión no debe sorprender en una dictadura que esencialmente
supone siempre la negación de todo derecho; lo realmente extraordinario es que quienes
teóricamente se dedican al estudio del derecho pretendan intentar dar explicaciones de
fenómenos semejantes."

Iglesia, La creación del derecho... II, pág. 585

Algunas de estas compilaciones se han visto afectadas por la legislación gene-


ral posterior, mientras que en otras, como la catalana, se ha realizado un tex-
to refundido, aprobado por decreto legislativo 1/1984, de 19 de julio, básica-
mente para adaptar la compilación a los principios constitucionales y, al mis-
mo tiempo, para disponer de un texto oficial de la "Compilación del Derecho
Civil de Cataluña" en lengua catalana.

En definitiva, y pese a la codificación civil, no se llevó a cabo la unifica-


ción del derecho privado en España. Cuando los derechos tradicionales
de los territorios con derecho propio diferente del de Castilla hicieron
las compilaciones que estaban previstas al promulgarse el Código civil,
aquellos derechos se desvincularon de la tradición histórica y quedaron
cristalizados, de forma que no se pudo proceder, en aquellos momentos,
a desarrollarlos y renovarlos. Las compilaciones suponían una ruptura
con la tradición histórica. Desde aquel momento, el derecho propio aún
vigente quedaba cerrado y fosilizado en la compilación, sin posibilidad
de recurrir al derecho tradicional que es de donde procedía. El Código
civil pasaría a ser considerado como supletorio de todas las compilacio-
nes.

En la actualidad, y esto ya no es materia de la historia del derecho, el artículo


149.1.8 de la Constitución española de 1978 reconoce la competencia exclu-
siva al Estado en materia de "legislación civil, sin perjuicio de la conservación,
modificación y desarrollo por las comunidades autónomas de los derechos ci-
viles, forales o especiales, allí donde existan".
© FUOC • PID_00163035 52 La creación del derecho en el Estado nacional

Resumen

En este módulo centrado en el siglo XIX hemos estudiado la aparición del Es-
tado nacional, las constituciones españolas del siglo XIX y de principios del
siglo XX, y el movimiento codificador.

En el primer bloque nos ha interesado especialmente la aparición del Estado


nacional, resultado de la crisis de la concepción del Estado concebido como
monarquía católica cuyo titular era el monarca. Con las nuevas ideas fruto de
la revolución, el titular de la soberanía ya no era el monarca, sino el pueblo,
autoafirmado como nación.

Como hemos visto, la afirmación de un pueblo como nación pasa por la au-
toafirmación�y la�afirmación ante otros Estados nacionales. Y es precisamen-
te el Estado nacional, una construcción racional al servicio de la soberanía de
la nación, el instrumento que encuentra en la voluntad soberana de la nación
las vías por las que tiene que actuar.

Porque, recordémoslo, la voluntad soberana de un pueblo no se puede ver


nunca limitada, y es de ella de donde proviene la Constitución concebida
como una norma suprema escrita que regula la organización social y política
y la forma de gobernar de una sociedad determinada que se considera nación,
a la vez que fija las reglas y los límites a las actuaciones de lo que son los
representantes.

El pueblo, la nación, en definitiva, la burguesía, acaba identificándose con el


tercer Estado, término con el que se designa a los no privilegiados (por oposi-
ción a la sociedad estamental que se quería superar). En la búsqueda de una
fórmula que permitiese la participación de los ciudadanos (nuevo concepto
que superaba las distinciones sociales) en la vida política, sobre la base de los
derechos civiles y políticos de cada uno de ellos, se llegó, sobre la base del
principio de igualdad, al voto. Todos los ciudadanos podían participar de la
vida política ejerciendo su derecho al voto, en la forma regulada en las leyes
y siempre que no lo tuviesen limitado.

Así pues, con la reivindicación de la idea de libertad y de igualdad y la con-


quista de estos principios como condiciones necesarias para la formación de la
conciencia nacional, se tuvo que aceptar una democracia representativa que
actuase de intermediaria, de forma que su representación se decidió que estu-
viese formada por aquellos ciudadanos que eran propietarios.
© FUOC • PID_00163035 53 La creación del derecho en el Estado nacional

También para buscar un equilibrio y evitar posibles abusos se estableció una


división de poderes (legislativo, ejecutivo, judicial) para poder ejercer con ga-
rantías la soberanía, la cual, recordémoslo, se concebía como un poder en prin-
cipio indivisible, absoluto y perpetuo, que sólo encontraba limites en el dere-
cho natural.

Además, en este contexto, la ley, como nueva forma de crear derecho, era una
expresión de la voluntad general, y como tal, presentaba los rasgos siguientes:
tenía que ser general, abstracta y obra del pueblo. Y es en este marco donde
la razón se convirtió en el criterio determinador de los derechos y deberes del
ciudadano ante la nación.

El segundo bloque, a partir de lo que hemos visto en el primero, lo hemos


dedicado a repasar las características y los contenidos de las constituciones
españolas del siglo XIX y de la constitución de 1931 así como a analizarlas.

El tercer bloque de este módulo, por el paralelismo que presenta con el cons-
titucionalismo, lo hemos dedicado a estudiar la codificación. No debemos
olvidar que los códigos, a partir de los principios de libertad e igualdad reco-
pilados en las constituciones, aspiran a regular los diferentes ámbitos de la
vida del ciudadano. Dicho con otras palabras, como un fruto del racionalismo
jurídico, quieren regular de una forma perfecta y total una determinada rama
del derecho, ordenada de forma sistemática.

Pero, además, los códigos también suponen la sumisión del juez a la ley, al
código, ya que no puede ser intérprete, y en esta línea, tenemos que destacar
que el principio de publicidad no formará parte de una forma intrínseca del
concepto de ley hasta los años treinta del siglo XIX.

Hemos estudiado el movimiento codificador y sus implicaciones en el ámbito


penal, en el ámbito mercantil y en el ámbito civil, donde, además, nos hemos
ocupado también de las compilaciones de derecho propio.
© FUOC • PID_00163035 55 La creación del derecho en el Estado nacional

Actividades
1. Consultad el cuadro final del apartado 1.5 "La soberanía nacional, la ley y los derechos
del hombre". Reflexionad sobre lo que supuso conseguir cada uno de los derechos y contra
qué realidad anterior querían reaccionar.

2. Valorad hasta qué punto esta lista permite al ciudadano ejercer plenamente sus derechos.

3. Sopesad hasta qué punto esta lista de derechos tiene que ver con la actual visión de la
cuestión y se puede establecer una correlación entre la situación diseñada entonces y ahora.

4. Explicad el contenido y las características de la Constitución de 1812 y valorad su vigencia.

5. Comparad y explicad las diferencias ideológicas y su reflejo en el contenido de las consti-


tuciones españolas promulgadas a lo largo del siglo XIX.

6. Haced un cuadro sinóptico con las diferentes codificaciones que se hicieron en España,
clasificándolo por materias. Incluid los códigos efectivamente promulgados y también los
proyectos y borradores.

7. Realizad una síntesis sobre el contexto histórico-político del periodo de la codificación.

Ejercicios de autoevaluación
De�selección

1. La renovación parcial forzada de la asamblea que representa ordinariamente la nación,


se hace...
a) para favorecer la participación de todo el pueblo.
b) para incrementar la frecuencia de reuniones de la asamblea.
c)para evitar que puedan surgir intereses corporativos.
d) para garantizar la libertad de reunión.

2. Las características que se predican de la ley son...


a) que tiene que ser general, abstracta y obra del pueblo.
b) que tiene que ser particular, abstracta y obra del ejecutivo.
c) que tiene que ser general, casuística y obra del monarca.
d) las mismas que en el Antiguo Régimen.

3. La Constitución de 1869...
a) garantizó formalmente la representación popular y la división de poderes.
b) garantizó la estabilidad de la monarquía.
c) tenía un cariz conservador.
d) estableció que el poder legislativo quedase en manos del monarca.

4.�El sufragio universal igual, directo y secreto se reconoció por primera vez en España...
a) en la Constitución de Cádiz.
b)�en la Constitución de 1876.
c) en la Constitución republicana de 1869.
d) en la Constitución de 1931.

5. ¿Qué materias separaban la tradición catalana y la castellana en la época de la codificación


civil e impedían, formalmente, una síntesis?
a) El derecho fiscal y tributario.
b) El derecho lingüístico.
c) El derecho de sucesión y el de familia.
d) El derecho procesal civil y penal.

6.�¿Cuál fue el primer código promulgado después de las cortes de Cádiz?


a) El código penal.
b) El código civil.
c) El código de comercio.
d)�El código penal y el de comercio de forma conjunta.

7. ¿Qué influencia principal recibieron los primeros códigos penales del siglo XIX?
a) De la pandectística alemana.
b) De las tendencias humanitarias.
c)�Del socialismo.
d) Del antiguo derecho germánico.
© FUOC • PID_00163035 56 La creación del derecho en el Estado nacional

8. ¿De dónde bebía, sobre todo, el Código de Comercio, elaborado por Sainz de Andino en
1829?
a) Del derecho mercantil de Génova.
b)�Del derecho mercantil contenido en el Libro del Consulado del Mar.
c) Del derecho mercantil anglosajón.
d) De las Ordenanzas de Bilbao y del Código de Comercio francés.

9.�¿Cuáles son las comunidades a las que se les reconoció la existencia de un derecho propio,
llamado foral, diferente del de Castilla?
a) Cataluña y Andalucía.
b) Aragón, Cataluña, Valencia y Baleares.
c) País Vasco y Navarra.
d) Aragón, Cataluña, Baleares, País Vasco, Navarra y Galicia.

Cuestiones�breves

1.�Señalad las principales características del proceso histórico de afirmación de la conciencia


nacional.

2.�El concepto de Constitución en el marco de la aparición del Estado nacional.

3. ¿Cuál fue la vigencia de la Constitución de Cádiz?

4. ¿Qué novedades podríais destacar en la materia de la división territorial establecida por


la Constitución de 1931?

5. Nombrad brevemente las relaciones entre constitución y código.

6.�¿Hasta qué momento se aplicó el derecho canónico y el derecho romano-justinianeo como


supletorio en Cataluña?

7. ¿Cuál es la principal novedad de la codificación mercantil del siglo XIX?


© FUOC • PID_00163035 57 La creación del derecho en el Estado nacional

Solucionario
Ejercicios�de�autoevaluación

De�selección

1.�c) La renovación parcial forzada de la asamblea que representa de forma ordinaria la nación
se hace para evitar que puedan surgir intereses corporativos. Se actúa así ante la duda de si las
personas elegidas actúan según la voluntad general, de la misma forma que no se combaten
los intereses personales –que se diluyen en la asamblea–, sino los de grupo.

2.�a) Las características que se predican de la ley son: que tiene que ser general, abstracta y
obra del pueblo. Estos rasgos responden a los principios que informan la nueva sociedad, los
dos primeros, dirigidos al destinatario potencial de la norma, una persona titular de derechos
y deberes, ciudadano de un Estado nacional; el último, porque sólo las normas emanadas de
la nación por medio de sus órganos son ley.

3.�a) La Constitución de 1869 garantizó formalmente la representación popular y la división


de poderes, ya que reconocía la titularidad de la soberanía de los ciudadanos, representados
por los diputados y los senadores y establecía que el poder legislativo correspondía a los
poderes estatales, el ejecutivo al rey y a sus ministros y el judicial a los tribunales, regidos
por el principio de legalidad.

4.�d) En la Constitución de 1931 se establecía que la elección de los diputados se tenía que
hacer por sufragio universal, igual, directo y secreto, siendo electores y elegibles todos los
ciudadanos y ciudadanas españoles mayores de edad.

5.�c) Todos los representantes reunidos en Cádiz estaban de acuerdo en los grandes princi-
pios de libertad individual y libertad de la propiedad privada, pero a la hora de redactar el
articulado del Código Civil, las soluciones catalanas y castellanas chocaban principalmente
en materia de derecho sucesorio –la voluntad del de cuius– y en materia de régimen patrimo-
nial del matrimonio. Los principios eran los mismos, pero las soluciones adoptadas en cada
ordenamiento eran diferentes.

6.�a) El primer código promulgado fue el Código penal, en 1822, ya que hacía falta dictar
las medidas necesarias para hacer cumplir las disposiciones de la Constitución de Cádiz de
1812. El primer Código de Comercio no se haría hasta 1829, y el Código civil no entraría
en vigor hasta 1889.

7.�b)�El Código penal recibió las tendencias humanitarias manifestadas, especialmente, por
Cesare Beccaria desde el siglo XVIII.

8.�d)�El Código mercantil bebió, por encima de todo, del derecho mercantil tradicional de
Castilla, contenido en las Ordenanzas de Bilbao, y del resto del derecho castellano para regular
las obligaciones mercantiles, y, en segundo lugar, del Código del Comercio francés de 1807
a partir de la obra interpretativa de Pardessus.

9.�d)�Estas seis son las únicas comunidades autonómicas a las que se les reconoció la exis-
tencia de un derecho propio diferente del castellano y que sería, en consecuencia, objeto de
compilación aparte del Código civil.

Cuestiones�breves

1. Los elementos esenciales del proceso histórico de afirmación de la conciencia nacional


vienen determinados por el cambio de titularidad de la soberanía y por la afirmación de
la burguesía como estamento. El primero, el cambio de titularidad de la soberanía, antes
correspondía al rey y ahora corresponde a la nación. El segundo, la afirmación de la burguesía
como estamento ante el resto (los privilegiados), a la vez actuaba como portavoz de los que no
tenían privilegios. Desde un punto de vista numérico se convirtió en el estamento principal.

2. El concepto de constitución en el marco de la aparición del Estado nacional hace referencia,


no sólo a cómo se configura una organización política –de cualquier época–, sino que hace
referencia a una unidad política realmente existente y, básicamente, a un sistema cerrado de
normas escritas, supremas y últimas, con las que se fijan las reglas y las normas por las cuales
se tiene que gobernar y regir la vida política.

3. La Constitución de Cádiz fue promulgada el 19 de marzo de 1812 y estuvo vigente hasta


el año 1814, cuando Fernando VII la declaró nula. A pesar de esta derogación, gozó de un
nuevo periodo de vigencia, aunque muy breve, entre 1820 y 1823, periodo del llamado Trienio
liberal. El retorno de Fernando VII como monarca absoluto fue la causa del final de la vigencia
de la Constitución.
© FUOC • PID_00163035 58 La creación del derecho en el Estado nacional

4.�La Constitución de 1931 estableció en el preámbulo que el Estado se configuraba como


integral, compatible con la autonomía de los municipios y de las regiones. Esto quería decir
que se debía establecer un sistema de reparto de competencias entre el Estado y las Comuni-
dades Autónomas. Este carácter integral del Estado llevó a la redacción de los Estatutos de
Autonomía de Cataluña (1932), País Vasco (1936) y Galicia (que no llegó a aprobarse).

5.�La Constitución y el Código son dos caras de la misma moneda. Los principios básicos
de la revolución burguesa fueron acogidos en las constituciones mientras que se llenaron de
contenido en los códigos. Los códigos regulaban la nueva sociedad burguesa y las constitu-
ciones regulaban el Estado nacional de aquel momento.

6.�En Cataluña después del Decreto de Nueva Planta, el derecho supletorio fue aquel estable-
cido por la Constitución de 1599 –o sea, el canónico y el romano justinianeo–, ya que se
consideraba que de nuevo se había establecido de esta forma y así lo había decidido Felipe
V. Esta situación se mantuvo hasta la codificación, y no fue alterada ni con la promulgación
del Código civil, ya que se esperaba que con cierta rapidez se harían los apéndices forales
con las particularidades jurídicas de las regiones con derecho propio diferente del castellano.
La situación, en Cataluña, siguió igual hasta que se hizo la compilación del derecho civil
especial de Cataluña en 1960.

7. La más importante novedad de la codificación mercantil no fue la regulación de ninguna


institución en particular, sino la concepción global de la materia. Con los nuevos aires de
la revolución burguesa, el Código del Comercio ya no incluiría un derecho separado del
derecho general, propio y exclusivo de un sector social, el de los mercaderes, sino que a partir
de entonces se entendería que el derecho del código regularía el acto mercantil, o sea, aquella
actividad que todo el mundo podía efectuar, fuese o no fuese comerciante. El establecimiento
de una jurisdicción mercantil abierta, de esta forma, no suscitó reticencias sobre una posible
situación ventajosa por razón de un fuero diferente.
© FUOC • PID_00163035 59 La creación del derecho en el Estado nacional

Glosario
bicameral  m  Con dos cámaras.

carta magna  f  Expresión que se utiliza para referirse a una constitución.

código  m  Cada una de las nuevas leyes fruto del racionalismo jurídico que, a partir de los
principios de libertad e igualdad reunidos en las constituciones, regula de una forma perfecta
y total, ordenada de forma sistemática, una rama del derecho determinada.

codificación  f  Término con que se designa el proceso que, fruto de las ideas revolucio-
narias y derivado del mandato de un texto constitucional, supuso la elaboración de nuevos
textos legales, los códigos, para varias ramas del ordenamiento.

derechos forales  m  pl Nombre con el que se hace alusión a los ordenamientos propios
de Cataluña, Aragón, Navarra, las Baleares, el País Vasco y Galicia, por oposición al derecho
de Castilla, reunidos en el Código civil. Por extensión, los territorios citados también reciben
el nombre de territorios forales.

ley de bases  f  ombre que se da a la ley que fija los presupuestos a partir de los cuales se
tiene que llevar a cabo otra disposición; en general, un código.

matrícula (del comerciante)  f  Inscripción del comerciante, como tal, en un libro regis-
tro, llamado también libro de matrícula.

mayorazgo  m  Institución del derecho civil de Castilla que permite transmitir al hijo mayor
la propiedad de los bienes familiares.

pena aflictiva  f  Pena corporal.

prócer  m  Persona de alta distinción o dignidad.

racionalismo  m  Doctrina filosófica que se basa en la razón humana.

tipificar  v tr  Definir los tipos penales, es decir, las conductas sancionadas por el Código
penal.

unicameral  m  Con una sola cámara

voto y sufragio censitario  m  Voto no igualitario, sino que depende de la existencia de


determinadas condiciones, en general de carácter económico.
© FUOC • PID_00163035 60 La creación del derecho en el Estado nacional

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