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Yo y el cáncer

(el burro por delante)

Sonia Valussi
Valussi, Sonia
Yo y el cáncer, el burro por delante. - 1a ed. - Buenos Aires :
Sofía Ediciones, 2014.
102 p. ; 20x14 cm.

ISBN 978-987-29681-2-0

1. Espiritualidad. 2. Autoayuda.. I. Título


CDD 158.1
Fecha de catalogación: 16/01/2014

SOFIA Ediciones
Sarmiento 32 (6748)
O’Higgins, Provincia de Buenos Aires.
Tel. 2364-492383
Gestión editorial y diseño:
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mariahsofia@yahoo.com.ar

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Libro de edición Argentina
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Agradecimientos

A Sandra, por las risas, los abrazos, la amistad y por su mano


sosteniendo la mía en el “spa”.
A Sergio, mi compañero de ruta, con el que hemos compartido
mi espíritu y yo maravillosos viajes, y con el que también nos
hemos ido a la banquina bordeando la fatalidad unas cuantas
veces (y lo seguiremos haciendo tal vez para no perder la
costumbre).
A mi mamá por tanto amor.

Dedicatoria

Este libro está dedicado a mis hijas, a quienes siento que me


debo en cuerpo y alma, para que cuando crezcan y lo lean
tengan indicios acerca de la madre que las parió, más allá del
tiempo que compartimos juntas y de las cesáreas que las
trajeron al mundo.

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El burro por delante

Yo y el cáncer, el burro por delante.


Aparte de redondear la idea general del libro, la frase el “burro
por delante” pone énfasis en la personalidad del animalito y en
la elección consciente de poner esos caracteres por delante del
cáncer, como un escudo tal vez. El burro es un bicho servicial,
trabajador, pacífico, voluntarioso e inteligente, amigable pero
que puede dar patadotas cuando se defiende de agresiones.
Tiene fama de tozudo y tosco; sin embargo nunca va a hacer
nada que le resulte peligroso, no por cobarde sino por cauto.
Un burrito llevaba a María cuando huía al desierto con José a
parir a su hijo; el burrito es el personaje más encantador del
mundo de los cuentos, es el bufón y el antihéroe. Y sin
embargo, uno lo termina queriendo. El burro es el animal mejor
“dotado” según las malas lenguas de la jungla, eso lo hace muy
especial y mantiene a la burra en el centro de las
conversaciones de las demás hembras envidiosas de otras
especies. Es un bicho domesticado, por lo que requiere del
cuidado del ser humano y tiene una capacidad factible de
envidia (más allá de lo “dotado”) que es la de tener súper
desarrollados los sentidos, principalmente la vista y el olfato, y
una memoria extraordinaria que le permite orientarse por
lugares que recorrió en algún momento de su vida. Aprovecha
muy bien el agua, y los alimentos que consume son casi

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incomibles por otros mamíferos; sobrevive a climas hostiles,
resiste altas temperaturas y sequías extremas.
El burro es un animal enigmático y bello y ha sido compañero
de andanzas de muchos personajes desde Jesús hasta Shrek,
pasando por Sancho Panza.
Quién no recuerda, si alguna vez lo ha leído o se lo han
contado, el primer capítulo de Platero y Yo de Juan Ramón
Jiménez: “Platero es pequeño, peludo, suave; tan blando por
fuera, que se diría todo de algodón, que no lleva huesos. Solo
los espejos de azabache de sus ojos son duros cual dos
escarabajos de cristal negro.
Lo dejo suelto, y se va al prado, y acaricia tibiamente con su
hocico, rozándolas apenas, las florecillas rosas, celestes y
gualdas... Lo llamo dulcemente: "¿Platero?", y viene a mí con
un trotecillo alegre que parece que se ríe, en no sé qué
cascabeleo ideal....
Come cuanto le doy. Le gustan las naranjas mandarinas, las
uvas moscateles, todas de ámbar, los higos morados, con su
cristalina gotita de miel....
Es tierno y mimoso igual que un niño, que una niña... pero
fuerte y seco como de piedra. Cuando paseo sobre él los
domingos, por las últimas callejas del pueblo, los hombres del
campo, vestidos de limpio y despaciosos, se quedan mirándolo:
–Tiene acero...
–Tiene acero. Acero y plata de luna, al mismo tiempo.”

Qué belleza esta descripción del animal, tan lejos de la


imagen burda y hasta insolente que muchas veces hacemos del
burro. Hasta podemos manifestar la idiotez de alguien o su
ignorancia diciéndole que es un burro.
Quise rescatar la imagen del burro poniéndome a mí misma
en su lugar y dotándome de las características del animal.
Características que creo debemos desarrollar quienes
enfrentamos un cáncer: ser aguerridos, resistentes, adaptables,

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flexibles, inteligentes, astutos, fuertes y también suaves, dóciles,
perceptivos, memoriosos, sencillos y tener como Platero
“acero… acero y plata de luna, al mismo tiempo”.

El innombrable

Del cáncer se sale de dos maneras, vivo o muerto. Esa es la


realidad, ni cruel ni dramática ni sentimentaloide, real.
Mucho podemos hacer para que cualquiera de las dos salidas
resulte lo menos traumática y lo más amigable posible.
De eso se trata este librito, de encontrar esa manera personal
y única de vivir el cáncer de la mejor forma posible, con los
menores daños colaterales, y que la enfermedad no sea una
sentencia de muerte firmada, sellada y archivada, sino que sea
un golpecito en el hombro que nos impulse a vivir la vida al
máximo, sin preconceptos, ni estadísticas condicionantes, dure
lo que dure.
Aquí he intentado volcar mi experiencia que es, como ya lo
dije, una y única; lejos de mí ponerme en el papel de maestra
ciruela y decir o juzgar lo correcto o incorrecto en el proceso
del muchas veces silenciado y temido cáncer.
Cada uno de nosotros es maravillosamente único, por ende su
cáncer también lo es y aunque los caminos médicos sean
parecidos, los caminos personales que transitamos quienes nos
enfermamos de cáncer son individuales. Nunca como entonces
tomamos conciencia de nuestra singularidad, de nuestra
soledad de gladiador, porque nadie puede tomar nuestro lugar y
hacerlo por nosotros, nadie, somos nosotros y el cangrejo cara
a cara en un enfrentamiento que como ya les contaré más
adelante y según mi visión, siempre ganamos. Salgamos vivos
o muertos, la enfermedad jamás vence al espíritu humano. Esa
es la verdad que aprendí tras mucho leer, ver, escuchar,
investigar y buscar los porqué, los cómo y principalmente los
para qué de todo este embrollo que nos pone la vida adelante

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cuanto abrimos el papelito del laboratorio patológico y aparece
en el diagnóstico el inesperado: cáncer…
Resulta que, como el refrán que mencionó una vez en mi
tercer año de secundaria en el Colegio Nacional José María Paz
de Resistencia, la profesora de historia Nelly Estela González
de Arbués, a quien le teníamos terror porque su fama la
precedía: “No es tan bravo el león como lo pintan”, ¡quién diría
que veinte años después lograra finalmente rescatar del cofre
de los recuerdos esa frase y hacerla casi el mástil donde izo a
diario mi bandera!
“No es tan bravo el león como lo pintan”

La noticia

Existen infinitas maneras posibles de enterarte que tenés en tu


cuerpo, vivito y coleando, un cangrejito; que el inescrupuloso
apareció ahí y lo que quiere, al igual que vos, es vivir. No
interesa de qué manera llegaste a conocer la noticia, ni la
condición económica, social, sentimental, psicológica o
religiosa en la que estabas en ese momento. La buena nueva te
llega como una piña de Rocky Balboa justo en el medio de la
cara, te parte el pensamiento en mil pedacitos, se te nubla la
conciencia y te deja nocaut a veces por una larga temporada.
Desde que se produce el golpe hasta que caés y pegás de lleno
y sin oponer resistencia la cara contra la lona, pueden pasar
segundos o días, meses, tal vez años, y desde el desmayo hasta
que lográs ponerte de pie nuevamente ni te digo, todo depende
de tu sentido de la realidad, y de si en la vida estás
acostumbrado a enfrentar lo que venga o a evadirte
sistemáticamente.

…todo depende de tu sentido de la realidad, y de si en la


vida estás acostumbrado a enfrentar lo que venga o a
evadirte sistemáticamente.

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Que te den semejante diagnóstico no es para tirar cohetes ni
salir festejando por las calles de la ciudad, convengamos que el
cáncer tiene mala fama. En ninguna película ni revista de salud
te muestran una mujer con cáncer tirada en la playa rodeada de
muchachos musculosos semidesnudos tomando caipiriña, ni a
un hombre con cáncer comprando tangas hot estilo leopardo
porque tiene una festichola de aniversario con su mujer, ni a
un montón de amigas con cáncer enchufadas en una sala de
quimioterapia riéndose a carcajadas mirando en la tele alguna
comedia delirante, o a un joven enfermo haciendo la cola para
inscribirse en la universidad. Y los médicos del cine son serios,
viejos, con cara de pocos amigos y te dan la noticia como si
fueras un número en una ficha. Y como estos, los ejemplos
abundan y nos dicen a todas luces que el cangrejo tiene la peor
fama de toda la sarta de enfermedades que el ser humano puede
tener en su haber a lo largo o a lo corto de su vida terrenal,
incluso peor que el SIDA, porque del SIDA mal que mal podés
prevenirte, cuidarte, protegerte; sin embargo nadie te dice que
del cáncer también, de eso no se habla en las sobremesas a no
ser que alguien se haya muerto o esté a punto de hacerlo en la
familia o en el barrio. Y además de que podés elegir un estilo
de vida pro-cáncer o anti-cáncer basado en la alimentación,
entre otras cosas, también el cáncer tiene otras causas físicas,
biológicas y también psicosomáticas.
La verdad es que existen miles de enfermedades que te
pueden causar la muerte, y si no te enfermás de ninguna de
esas miles, igual te podés morir en cualquier momento. Pero no
somos conscientes de esta realidad, vivimos la vida como si
nunca fuéramos a palmar, y así perdemos: perdemos el tiempo,
perdemos la alegría, perdemos a nuestros seres queridos,
perdemos oportunidades de disfrutar el momento, perdemos
energía o la malgastamos en cuestiones sin importancia y, lo
que es peor, nos perdemos a nosotros mismos.

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El hombre niega lo único cierto en esta vida, que es que un
día, más temprano o más tarde, se va a morir.

El hombre niega lo único cierto en esta vida, que es que un


día, más temprano o más tarde, se va a morir.

Podés esquivar todas las flechas, sortear todas las piedras del
camino, elegir disfrutar o padecer, sin embargo no podés zafar
de la muerte. Sí o sí te vas a morir, tu cuerpo se va a morir, tu
envase tiene fecha de vencimiento. Aceptar esta realidad hace
que la noticia menos esperada sea en realidad una buena
noticia, una bendición, porque te despabila y te deja en ventaja
con el resto de los mortales que viven como si su vida física no
tuviera un punto final. La persona que se despierta un día y cae
en la cuenta de que se puede morir, de que la muerte es una
posibilidad al igual que la vida, cambia su manera de ver el
mundo, y lo hace muchas veces en contra de su voluntad, por
inercia, porque resistirse es en vano.
Tener un cáncer, no importa el estadío o el lugar donde lo
tenés, es una enorme oportunidad que te regala la vida para re-
pensarte y reflexionar sobre tu esencia, tus posibilidades y
limitaciones, y buscar y rebuscar hasta encontrar al buscador
que hay en vos y allí, encontrándote, ya todos los dilemas
estarán resueltos. Así de simple y así de complejo.
He visto de todo en el transcurso de mi enfermedad: personas
que murieron ya con el diagnóstico; zombis en las salas de
espera que no se dieron ni siquiera la oportunidad de morir
dignamente y hacerlo una sola vez, ya que transformaron cada
uno de sus días en un día más para morir; gente que ya venía
desahuciada desde antes, así que no les cambió en
prácticamente nada sustancial la vida; otros que se fueron al
otro extremo y decidieron que no se iban a someter a ninguna
práctica médica o alternativa que intentara curarlos o mejorar
su calidad de vida, y se echaron al abandono, a morirse nomás

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sufriendo horrores que no le deseo a nadie y cruzo los dedos y
ato nudos en los pañuelos para que a mí no me suceda; otros
que se vuelven adolescentes o niños y empiezan a querer
disfrutar de todo lo que nunca hicieron por miedo a morirse en
el intento y ahí, jugando con su vida, corren el riesgo de
morirse de otra cosa, de SIDA por ejemplo, o en un accidente,
o por una sobredosis; otros más moderados y conservadores
que hacen todos los deberes, van al médico, son obedientes y
ya empiezan a pagar el servicio fúnebre para no dejar nada al
azar y cumplir con dios y con el diablo, o sea, intentan curarse
pero se preparan para morir; están también los que tiran la
chancleta y todo les resbala, se vuelven personajes insufribles,
sádicos, soberbios, unos seres que caen gordos en todas las
reuniones porque no tienen filtro y a veces hieren a los demás
porque, como consideran que no tienen ya nada que perder,
cuanto mayor cantidad de gente pierda con ellos, mejor. Hay
enfermos de todas las edades, con todas las características de la
raza humana que te puedas imaginar y más, porque no somos
por lo general tan imaginativos y creativos, pero dentro de esa
diversidad existe algo que comparten y es que se han topado
cara a cara con “la parca” y, al tenderles la mano, ella les hizo
“oooooso”… y han quedado ahí, con la mano tendida, la
mirada perdida y el sabor a nada de la incertidumbre en el
paladar. Cada quien patalea cual burrito para el lado que mejor
le sale, al final de cuentas dicen que la mejor defensa es el
ataque, y es lo que instintivamente nos nace.

Buscando respuestas
Enterarte de que tenés un cáncer es muy loco. A veces lo
primero que se te ocurre es preguntarle al cielo, a Dios, al
Universo o a lo que para vos sea ese Ser Superior que mueve
los hilos de nuestras vidas: ¿por qué yo?, ¿por qué a mí?

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Podés llorar y patalear o enfrentar a tu divinidad con la frente
alta y la mirada altiva exigiendo una respuesta. Las respuestas
llegan con otras preguntas: ¿por qué no yo?, ¿por qué no a mí?
Y ahí no hay más nada que decir y un silencio profundo cubre
con un manto de piedad tu existencia.
Con el tiempo llegan nuevas preguntas y nuevas respuestas,
y la razón intenta por todos los medios comprender; sin
embargo, ignorando la razón es como se llega a obtener las
respuestas que buscamos.
La clave está en buscar hasta encontrar. Escuchar hasta oír,
mirar hasta ver, probar hasta sentir, investigar hasta descubrir
el sentido de nuestro tan único, propio y misterioso cangrejito.
Todos los libros sirven, todas las personas con las que nos
vamos encontrando tienen algo que contarnos; todas las
películas, todas las canciones, todas las religiones, los gurúes,
los poetas, los músicos, los pintores, los artesanos, los artistas,
la naturaleza nos pueden ayudar a dilucidar nuestro enigma, a
responder nuestras inquietudes. Solo es condición estar atentos.
Lo que buscamos no se encuentra afuera de nosotros mismos,
por eso nos cuesta tanto encontrarlo. Buscamos donde hay luz;
sin embargo, es en la oscuridad donde hallaremos lo buscado.
La oscuridad es una metáfora de nuestro ser interior que
permanece escondido detrás de muchas capas que fuimos
creando a lo largo de la vida. Corazas que nos armamos para
evitar sufrir. Nos defendemos huyendo, porque siempre nos
dijeron que “soldado que huye sirve para otra guerra”. Y, como
muchas cosas que hemos aprendido y que se han ido
transformando en ley, este es un pensamiento erróneo. Si para
aprender lo que tenés que aprender el espíritu te lleva a pelear
una guerra, al huir solo conseguirás que la vida te vuelva a
poner en esta misma o parecida situación. Y vas a volver a ser
soldado de cuanta guerra haga falta hasta que un día le pongas
el pecho a las balas y quizás salgas vivo, o quizás no, pero de

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todos modos habrás aprendido de la única manera posible:
enfrentando la realidad, aceptando y aceptándote.
Como dije al principio del libro, del cáncer salís de dos
maneras. Si salís muerto, tu muerte nunca será trivial; hay
misterios que la mente no alcanza a esclarecer, sin embargo
nuestro espíritu sí lo hace. Pero como nunca recordamos
nuestra última muerte física, tenemos miedo a lo desconocido u
olvidado. Si salimos con vida, debemos ser conscientes de que
no podemos seguir como hasta entonces. Porque pensando
como lo hacíamos, viviendo de la manera en que vivíamos,
terminamos con el cangrejo manifestándose en nuestro cuerpo.
La medicina donde no puede curar, corta. Te sacan el pedazo,
el órgano, te mutilan la parte enferma y te dicen que ya está,
“mejor afuera que adentro”. Pero de las pautas que provocaron
la enfermedad ni se percatan. La ciencia pocas veces relaciona
la enfermedad del cuerpo con las desarmonías de la mente, la
constante búsqueda de equilibrio del alma. Debemos curar
aquello que nos produjo el cáncer, cambiar nuestros
pensamientos, cambiar nuestras actitudes, ver más allá de lo
que los sentidos nos muestran, debemos intentar evolucionar;
de lo contrario, la enfermedad no solo volverá sino que volverá
tantas veces como cuestiones hayamos dejado sin resolver. Y si
termina con esta vida, en la próxima el espíritu encontrará
alguna manera para que el “aprendizaje” se produzca
finalmente. Así que esa frase médica “mejor afuera que
adentro” debe servir también para sacar afuera todo lo des-
armonioso que fue la causa de nuestro cáncer.
Te voy a decir algo que probablemente ya sepas o que solo
entiendas si es tu momento de entender. Puede ser que pases la
vida sin comprenderlo y un día acostado debajo de un árbol
viendo el cielo a través de las hojas y las ramas, la mente se te
ilumine y captes el mensaje. O puede suceder también que en
esta vida la idea no te cierre nunca y no te resulte amigable.

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El hecho es que este cáncer que te tiene haciendo equilibrio al
filo de la navaja, este cangrejo que te quita el sueño y saca de
tu mente lo mejor y lo peor de vos, a esta enfermedad la
atrajiste vos a tu vida, vos te la creaste y sos el único
responsable de padecerla. Es en vano buscar las respuestas allá
afuera, es pérdida de tiempo y energía buscar las respuestas en
el cielo, culpar a tu Dios, o responsabilizar al universo de los
avatares que te causa. Vos sos el único responsable de la vida
que estás viviendo, la causa de todos tus males y también de
todas tus bienaventuranzas.
Así como fuiste poderoso creándote el cangrejo, también en
vos está el poder de sanarte. Quién lo creó lo puede hacer
desaparecer. Hay evidencia al respecto. Los “milagros” existen.
La gente se sana a sí misma, Dios sana a la gente, el universo
gira a tu favor haciendo que lo que necesites saber se te revele
y lo que precises venga a vos en el instante perfecto. Así que,
creas en lo que creas o no creas en nada, lo que desarmonizó
tu mente y tu cuerpo causando el cáncer tiene la capacidad de
equilibrarse nuevamente y sanarlo.
Si lo que acabás de leer te resulta una locura, dejá la idea ahí,
no le des vueltas, no le busques una explicación a tu medida,
dejala…

…creas en lo que creas o no creas en nada, la desarmonía


que causó el cáncer tiene la capacidad de equilibrarse y
sanarlo.

El control
Lo único que el ser humano puede llegar a controlar a fuerza
de muchísimo trabajo interno y contra todas las expectativas, es
su propio pensamiento. Creer que uno puede controlar más que
eso es pura ilusión. El pensamiento sin embargo es la raíz de

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todo lo que atraemos en la vida, el pensamiento alineado a la
emoción da forma a nuestra realidad.
Uno atrae lo que piensa y siente.
Decirnos que tenemos el control de todo lo que ocurre a
nuestro alrededor; intentar controlar la vida de los que nos
rodean, tener “bajo control” nuestra familia, nuestro trabajo, es
una idea de lo más desacertada.
Somos gotas de agua de mar navegando en la inmensidad del
océano. No somos el océano sin embargo compartimos su
esencia. No podemos controlar las fuerzas que nos mueven de
un lado a otro en esa vastedad, sin embargo tenemos control de
lo que sucede dentro de la gota. Podemos decidir si nos
resistimos o fluimos dejándonos llevar por la inmensidad.
Si optamos por resistirnos, el mundo nos parecerá un lugar
adverso, todo en la vida va a parecer que nos cuesta el triple,
nos sentiremos desdichados, inseguros, miserables. Los
momentos de felicidad y armonía llegan cuando dejamos de
resistirnos y nos dejamos llevar por la corriente.
Para explicarme mejor, puedo contarles una anécdota
personal. Desde que apareció el cáncer en mi vida vengo
intentando escribir. Ya había escrito un libro y tenía la
imperiosa necesidad de seguir escribiendo y así lo hice,
continué haciéndolo para una columna de opinión en una
revista de mi ciudad de salida mensual, trabajo que me dejaba
margen para escribir un nuevo libro. Empecé a escribir
alrededor de siete historias, probé con una novela corta que
quedó trunca porque nunca pude encontrar información que me
convenciera acerca de la creación de una bomba casera que
pudiera matar unas cuantas personas cuando explotara (sí, mi
personaje quería matar a mucha gente). Probé cuentos, relatos,
textos de superación personal, titulé los trabajos… pero todo,
absolutamente todo lo que comencé allí quedó abandonado,
inconcluso. Cada vez que intentaba escribir sin lograr darle un
sentido o redondear una idea, la frustración y el desánimo se

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apoderaban de mí. Me decía para consolarme que era temporal,
que ya retomaría esos trabajos y los acabaría
satisfactoriamente. Pero al abrir y releer lo escrito, la musa no
llegaba, ni siquiera haciendo el esfuerzo, siendo disciplinada,
levantándome cada día con la intención de terminar de escribir
tal o cual relato.
Por otra parte tenía las presiones, por un lado gente que me
decía: ¿para cuándo el próximo libro?, ¿para cuándo más de
esas historias de mujeres? Y otras que me decían que escribiera
sobre mi experiencia con el cáncer. La primera idea me
resultaba amigable porque me encanta escribir sobre las
mujeres y sus conflictos. La segunda, me generaba resistencia.
Desde que tengo cáncer leí tantas cosas referidas a la
enfermedad, tantos libros de autoayuda, vi en las mesas o
estantes de las librerías tantos textos referidos al cáncer, que
pensaba que escribir más de lo mismo era una “estupidez”.
Habiendo tantas cosas para leer al respecto, ¿quién querría leer
lo que yo tenía para contar? Y así anduve deambulando de
cuento en cuento, de proyecto en proyecto, remando en vano y
viendo la orilla cada vez más lejos, hasta que una noche pensé
la primera línea de este librito: “del cáncer se sale de dos
maneras, vivo o muerto” y dejándome llevar, abandonando la
resistencia que me paralizaba, navegué por ese océano inmenso
que me bamboleaba de un lado a otro aparentemente sin un
orden o un sentido. Sin embargo, con todo el orden y el sentido
posible, escribí de un tirón este librito.
Ojalá me haya hecho entender, resistirse solo genera pérdidas;
por el contrario, abandonarse y dejarse llevar por lo que
sucede, aceptar la realidad sin cuestionamientos inútiles saca lo
mejor de uno mismo.

…resistirse solo genera pérdidas; por el contrario,


abandonarse y dejarse llevar por lo que sucede, aceptar la

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realidad sin cuestionamientos inútiles saca lo mejor de uno
mismo.

¿Qué importancia tiene si lo que escribo le va a interesar a


alguien? Ese es un pensamiento erróneo, de esos de los que les
conté anteriormente. La finalidad de escribir sobre el cáncer va
más allá de mis intenciones. Los libros tienen vida propia; las
palabras, los hechos tienen destinos propios. La gota no puede
comprender el sentido del océano. Puede ser que haya escrito
este libro para ser leído por una sola persona, o simplemente
para sanarme el alma exorcizando el embrujo que me causó la
enfermedad; puede ser incluso que nadie lo lea más que yo, o
que lo lean muchas personas, eso yo no lo puedo controlar, ni
siquiera imaginar. Soy gota, y en mi esencia está el dejarme
llevar, formar parte de ese océano, buscar mi significado,
comprenderme a mí misma y mi papel en la inmensidad,
saberme una parte importantísima de ese Todo que me contiene
y me da significado. Porque sin las gotitas qué sería del océano
y sin el océano qué sería de las gotas.
Esto de querer controlarlo todo y a todos y lo ineficaz que
resulta también lo vemos cuando planeamos con lujos de
detalle un acontecimiento, un paseo, una salida: cuanto más
planeada está, menos resulta; en cambio, cuando los eventos
surgen espontáneamente o las cosas “se dan” sin mucho
idearlas, todo resulta mucho más encantador y hasta decimos
que salió todo tan bien que si lo hubiésemos planeado no
habría resultado tan especial.
Esto es ley, amigos: si algo te está costando mucho trabajo,
aparecen obstáculos, inconvenientes, imprevistos todo el
tiempo, hay que abandonar el proyecto. Quizás no es lo que
tenés que hacer en ese momento, podrías dejarlo para más
adelante o quizás abandonarlo para siempre. Confiar en la
perfección y sabiduría del océano nos puede ayudar a sentirnos
seguros en el bamboleo.

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Confiar en la perfección y sabiduría del océano nos puede
ayudar a sentirnos seguros en el bamboleo.

El espíritu

Los seres humanos no somos solamente un cuerpo, somos


también mente y espíritu. La enfermedad se manifiesta a nivel
del cuerpo y la mente, sin embargo el espíritu no sufre, no se
inmuta, no se mancha, dirían los futboleros.
El espíritu de la gota comparte la esencia con el Todo que es
el océano. La mente crea la realidad, los pensamientos y
emociones se materializan físicamente en la parte más densa de
nuestra existencia, que es el cuerpo.
El espíritu tiene una característica particular que es su
eternidad e inmortalidad. Somos espíritus viviendo la
experiencia de la corporalidad, estamos encerrados en nuestros
cuerpos. El cuerpo, la mente, son herramientas del espíritu, un
medio para la evolución y el crecimiento.
Hay muchas teorías al respecto, que van desde la
reencarnación a la resurrección, pero no es mi intención
desarrollar estos temas. Primero porque no soy ni filósofa ni
teóloga ni antropóloga ni nada, soy simplemente una persona
con inquietudes. Me gusta pensar que reencarnamos hasta que
nuestro espíritu ya no lo necesite, elijo creer que el cuerpo es
descartable, que se usa con una finalidad y después se
abandona para pasar a otro plano de la existencia. Elijo ver mi
cuerpo como un instrumento para vivir en este mundo y sé que
me tiene que durar toda la vida, por eso debo cuidarlo y
mantenerlo lo mejor posible. También sé que todo lo que le
sucede es mi responsabilidad, y si no lo cuido o le hago daño,
la única que se perjudica soy yo. Pero aún así, sé que muchas
cosas que le hago a mi cuerpo no se las hago conscientemente
o con la intención de destruirlo, mi mente me juega malas

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pasadas. El ego que vive en mi mente está permanentemente
buscando un equilibrio entre lo espiritual y lo físico. La mente
se lleva la peor parte en todo este juego. El espíritu no sufre, no
se perturba, no enferma; solo evoluciona, crece, se asemeja
cada vez más a la inmensidad que lo contiene.

El espíritu no sufre, no se inmuta, no enferma; solo


evoluciona, crece, se asemeja cada vez más a la inmensidad
que lo contiene.

Es el espíritu el que te va llevando a situaciones donde va a


conseguir aprender, de donde va a sacar sabiduría. Esa
sabiduría en última instancia es Amor. El espíritu se busca a sí
mismo en el Amor, el espíritu es Amor.
Cuando el cáncer se manifiesta en tu cuerpo es la conclusión
de todo un trabajo que viene haciendo el espíritu en tu vida. El
cuerpo es la última instancia de la existencia, la parte más
material, más moldeable. Que el cuerpo enferme es el resultado
de procesos biológicos, psicológicos, mentales y del espíritu. Si
no resulta inexplicable que ante la situación de personas con las
mismas o parecidas características físicas, con resultados de
análisis prácticamente idénticos y con tratamientos gemelos
para curar su cangrejo, una termina sobreviviendo y la otra sale
de la enfermedad con las “patas” para adelante. Hay fuerzas de
la existencia invisibles pero muy poderosas que hacen posible
la sanación, y sus complementarias que te llevan para el otro
lado con la misma eficacia. He escuchado muchísimas veces en
los pasillos que la actitud es muy importante, el estado de
ánimo del paciente es fundamental para lograr el éxito del
tratamiento, y algo de cierto hay en estos dichos, cuando
pensamos en la palabra “sanar” más allá de la simple condición
física de la persona.
Cuando el cuerpo se enferma es porque existe una des-
armonía entre todas estas fuerzas existenciales. Depende de la

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des-armonía el nivel de gravedad de la enfermedad. No es lo
mismo un resfriado que una diabetes, no es lo mismo una otitis
que un tumor. Sin embargo, si hilamos finito, son la misma
cosa, son el producto materializado de algún desorden en otros
planos de la existencia: mental, emocional.
Todo confluye de manera exacta y perfecta. Todo tiene un
sentido, pasa “por algo” y por sobre todas las cosas pasa “para
algo”.
El “para algo” es la x de la ecuación. Cada individuo debe, a
modo matemático, develar la x que le causó el cangrejo.

El “para algo” es la x de la ecuación. Cada individuo debe,


a modo matemático, develar la x que le causó el cangrejo.

El tumor puede tener una o múltiples causas: generalmente


estas son inconscientes, nadie quiere conscientemente
enfermarse el cuerpo (salvo que tengas alguna patología
psicológica que no viene al caso).
Todo lo que genera la mente, que incluye desde un producto
racional con un alto componente intelectual hasta abstracciones
de la imaginación, se llama pensamiento. A veces estas formas
se mimetizan en ideas de tipo artístico, lúdicas y creativas,
donde razón e imaginación resultan indistintas.
La mente nunca está libre de pensamientos, ya que son como
una vocecita interna que permanece día y noche durante toda la
vida. No podemos escapar de nuestros pensamientos y son
ellos los que crean nuestras experiencias. Esto quiere decir que
según cómo pensamos determinamos si el vaso está medio
lleno o medio vacío. El pensamiento humano resulta de la
necesidad de hallar un equilibrio entre lo que se encuentra
fuera del individuo, en su medio social, cultural, natural, y su
estado interno emocional, mental. Esa puja en pos del
equilibrio entre lo que podemos llamar fuerzas interiores y
fuerzas exteriores, impulsa a las personas hacia el crecimiento,

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la salud, la armonía y la paz. Esto sucede por medio del
pensamiento, en nuestras cabecitas.
Si vemos el fluir de nuestros pensamientos como una
búsqueda constante del equilibrio entre el ser y su medio,
vemos que la circunstancia que mayor desestabilización causa
es albergar una idea negativa sobre nosotros mismos. Este
concepto equivocado sobre nuestra persona pudo haber nacido
de alguna experiencia donde fuimos desaprobados, o tratados
de una manera ambigua, hecho que por lo general sucede en
las primeras etapas de la vida, durante la primera infancia, pero
también puede ocurrir en momentos posteriores. Encontrar esta
causa primigenia, puede convertirse en nuestra razón de ser, ya
que al hallarla, hallamos la explicación a nuestros
“problemas”. La génesis de nuestros pensamientos se encuentra
en aquella desventurada o gloriosa experiencia que nos marcó
y fue determinante para nuestro posterior desarrollo o
embrollo.
Cuando tomamos conciencia de que los pensamientos, esos
que están buscando nuestro equilibrio, son solamente ideas y
que aquella experiencia en cuestión en el presente no es más
que un recuerdo y por ende una idea más, comprendemos que
todo ese lío solo tiene entidad en nuestra mente, no en nuestra
realidad, aunque así se empeñe en hacernos creer nuestro
cerebrito, manifestando la enfermedad en nuestro cuerpo.

El miedo
Una tardecita de verano decidí después de una semana de usar
pañuelos para no comerme los pelos que caían sobre mi plato,
afeitarme de una vez la cabeza. Era una cuestión que postergué
testarudamente, creyendo que quizás, si miraba bien, no me
estaba quedando tan pelada después de todo. El cáncer tiene
esas cosas, las fichas tardan en caer pero la gravedad es
implacable y caen más temprano que tarde.

21
Cuando estuve completamente pelada, mi hija de siete años,
que andaba por ahí vino y me dijo:
–Má, ¿se te van a caer todos los pelos?
–Creo que sí –le contesté con un nudo en la garganta.
–¿Y las pestañas también se te van a caer?
–Sí, seguramente se me van a ir cayendo –le dije mirándola a
los ojos, intentando con toda mi energía que no sintiera mi
tristeza.
Entonces, ella con cara de asombro y alegría como si hubiese
descubierto el tesoro al final del arco iris, me abrazó y me dijo:
–¡Qué suerte que tenés, mami, vas a poder pedir muchos
deseos!
Y se fue a seguir jugando.
Me levanté de la silla, fui hasta un espejo y vi a la mujer más
linda del mundo, el miedo había desaparecido como por arte de
magia.

Las personas actúan impulsadas por miedo o por amor. Si


prestamos atención a nuestras reacciones frente a los estímulos,
podemos identificar en nuestros pensamientos la cuota de
miedo o amor que los orienta. No hace falta que diga que vivir
una vida guiada por el miedo no es lo más “sano”, eso sería
casi una obviedad; sin embargo resulta mucho más sencillo y
menos perturbador vivir desde el miedo que desde el amor.
En mi primer libro De mujeres, amantes y mariposas planteé
la responsabilidad que implica hacernos cargo de nuestras
vidas y cómo las personas eluden esa “carga” culpando a otros
o a las circunstancias, de la vida que viven. El vivir desde el
miedo nos victimiza y nos quita el poder que tenemos de
equilibrar nuestro mundo interno con la realidad externa que
nos coloca en la encrucijada de ver a la persona que somos sin
ese pre-juicio que acarreamos desde nuestros primeros años de
vida, donde tomamos por verdades absolutas los juicios
valorativos que sobre nosotros hicieron los adultos que nos

22
rodeaban. Esos juicios determinaban quiénes éramos, cómo
éramos o en última instancia cómo éramos vistos por los
demás. Pero ninguno de estos conceptos tenía algo que ver con
quienes éramos realmente. Solo fueron juicios de valor de otras
personas y no hay motivo cuerdo para hacernos cargo de los
pensamientos de los demás. Nuestra vida, pues, nos ha llevado
o a creer absolutamente la visión que los demás tienen de
nosotros, o a revelarnos e intentar romper con esos pre-juicios.
Cualquiera de los dos caminos tiene como premisa que esos
pensamientos ajenos son verdades acerca de nosotros.
El miedo es la venda que nubla nuestra visión y nos otorga al
mismo tiempo impunidad frente a nuestras decisiones.

¡Qué mejor excusa para no hacernos cargo que vivir desde


el miedo!

Cuando actuamos desde el miedo podemos encontrarnos


diciendo frases como: “tengo que hacerlo porque…”, “soy feliz
pero…”, “cuando me compre el auto voy a poder ir adonde
quiera”, “cuando deje a fulanito voy a ser libre”, “tengo el
control absoluto de la situación”, “sería tan feliz si sucediese
tal o cual cosa”, “cuando me cure…” y a todas estas frases le
seguiría un largo y profundo suspiro mirando al cielo o al
cielorraso.
¿Miedo a qué?
Miedo a darnos cuenta de que es humanamente imposible
controlarlo todo, miedo a tomar decisiones que impliquen
salirnos de esa zona de comodidad en la que estamos (aunque
comodidad no sea sinónimo de paz interna), miedo a no ser
realmente lo que veníamos creyendo que éramos, miedo a que
nuestras expectativas no se cumplan y la frustración y la
sensación de desamparo nos inunde, miedo -en definitiva- a
vivir. La vida es riesgosa, piensan los miedosos.

23
… La vida es riesgosa, piensan los miedosos.

Saber que tenés, tuviste o por antecedentes genéticos


hereditarios podés tener un cáncer, da miedo, es cierto. El
primer sentimiento que aparece en la mayoría de las personas
es miedo. Imaginate si ya lo pasaste en carne propia, que
recibas la noticia: es una porquería. Te vienen a la cabeza
todas esas imágenes de las películas, las historias de tus
vecinas, de algún familiar cercano, imágenes que tu cerebro fue
archivando de mil fuentes. Sentís en primera instancia miedo a
morirte y que, para peor de los males, eso suceda pronto. Ya
hablamos de que cualquiera se puede morir; ya mismo te puede
caer un pedazo del cielorraso y entonces, instantáneamente,
llega el final de ésta historia. No es condición excluyente estar
enfermo para morir. Son esas ideas erróneas, esas memorias
dolorosas, esos pre-conceptos y pre-juicios lo que te causan
miedo. El miedo es inevitable, casi instintivo en un principio.
No tenés la más remota idea de lo que te va a pasar, pero si te
ponés a analizar, nunca en tu vida, en los tres mil seiscientos
segundos que tiene una hora de las veinticuatro que dura un
día, podés estar cien por ciento seguro de lo que te va a
suceder. No tenés el control en todo momento, eso causa la
ilusión del miedo, la inseguridad frente a ese mundo hostil y
agresivo que se te pone enfrente. Nadie esta preparado para
afrontar lo desconocido y mucho menos si lo desconocido tiene
ese título: cáncer.
Y si hay algo que siempre me resultó insoportable, y como
no me gusta hacerle a los demás lo que no quiero que me
hagan, no lo voy a hacer, es decirte: “seguramente esto te
sucede para algo bueno”.
¡Obviamente esto te sucede para algo bueno! Pero me
revienta la paciencia que me lo digan poniendo esa cara de ‘yo
no fui’ que me altera los nervios. Si hay algo que no te quita el

24
miedo es esta frase. Nadie te dice por ejemplo: ¡ahora sí que no
tenés excusas para ponerte a vivir la vida loca! ¡Vamos
todavía, a disfrutar que se acaba el mundo! ¡Hoy empezamos a
divertirnos, amiga! ¡Qué suerte, ya no tenés que hacer dieta!
¡Vas a ahorrar fortunas en productos para el pelo y peluquería
por una larga temporada! ¡Vacaciones anticipadas en el laburo
y pagas! ¡Hacerte la chancha renga tiene sus beneficios!
¡Salgamos esta noche y que la fiesta sea como una despedida
de soltera, o mejor! ¡De algo hay que morir! ¡Ya duraste
bastante, loco! ¡Dejá de usar esa ropa de vieja y poné toda esa
carne en el asador, que es mejor que coman los humanos y no
los gusanos! Nadie te lo dice, nadie bromea ni se ríe de la
realidad, pocas personas tienen la capacidad de reírse de sí
mismas y de las situaciones adversas que les toca vivir, poca
gente toma la vida tan seriamente como para disfrutar también
de los malos ratos.

…poca gente toma la vida tan seriamente como para


disfrutar también de los malos ratos.

La risa espanta el miedo. Solo se puede reír desde el alma si


uno acepta su realidad y se da cuenta de lo que está a su
alcance cambiar y lo que no puede controlar.
Un estado de ánimo alegre y positivo puede revertir un
pronóstico color hormiga. Y si no lo revierte, puede hacer que
ese trance inevitable resulte menos traumático y tenga menores
o nulos efectos colaterales.
Si tenés cáncer y una posibilidad es que te mueras, no te
mueras muchas veces, no sufras anticipadamente, no te
predispongas al dolor y a pasarla mal, no pienses que todo está
perdido. El pensamiento crea tu realidad y si te ibas a morir en
cinco años, no vas a durar en este cuerpo ni tres meses siendo
negativo, o sí, porque nunca está todo dicho, quizás siendo

25
negativo no te morís nunca del cáncer pero lo pasás de lo peor,
te destruís vos y destruís a los demás que te hacen el aguante.
Tener una actitud positiva no es ser inconsciente de lo que te
está ocurriendo, ni hacerse el tonto, ni negar la realidad; es
simplemente afrontar los hechos con una mirada amable,
siempre viendo el vaso medio lleno. Opino que es una actitud
mucho más realista porque cuando tomás las cosas como
vienen y vas viendo en el transcurso cómo devienen los
acontecimientos, sin expectativas, te ponés las pilas para que
no se te vaya la vida en un “lamento boliviano”. No tergiversás
la realidad, la realidad no es ni buena ni mala, es y listo. Todos
los adjetivos que le ponemos son fruto de nuestro pasado,
creencias y juicios de valor.

…la realidad no es ni buena ni mala, es y listo. Todos los


adjetivos que le ponemos son fruto de nuestro pasado,
creencias y juicios de valor.

El miedo te paraliza, no se puede crear nada armonioso desde


el miedo, mucho menos estabilizar lo desequilibrado.
Únicamente aceptándonos y amándonos podemos vislumbrar la
luz al final del túnel.

Tipos de miedos
El inconsciente es como esa habitación de tu casa, el cuartito
del fondo o ese ropero viejo donde guardás de todo y que cada
vez que lo abrís te vienen ganas de ordenar y tirar lo que no
sirve o no usás hace mil años. Pero ni bien te llegan esas ganas,
inmediatamente aparecen otras como la fiaca, la pena, la
tristeza, el odio porque nadie te ayuda a mantener limpio y
ordenado el cuchitril, y terminás cerrándolo de nuevo, si es
posible bajo llave, y olvidándote por un tiempo de que ese
lugar existe y arruina tu “mundo feliz”. Esa escena se repite

26
una y otra vez en la vida. En el cuartito del fondo hay muchas
cosas, algunas son tuyas, otras las dejaron en tu casa durante
alguna visita y allí quedaron olvidadas, otras son de cuando
eras más joven, incluso hay objetos de cuando eras un niño,
cosas de tus padres, recuerdos de amigos, materiales que
compraste para algún proyecto que no pasó jamás de proyecto,
herramientas de todo tipo y cosas que ni sabías u olvidaste que
fueron a parar allí por cualquier circunstancia. En el
inconsciente se guardan muchísimos y variados pensamientos.
Algunos todavía sirven, otros los podés reciclar y otros ya solo
ocupan espacio y ensucian tu armario del cachivache.
Los miedos están allí esperando el momento oportuno para
salir. A veces cuando entrás con esas ganas de poner un poco
de orden, al salir se te enganchan al pantalón, o se adhieren
como caca de perro a tus chancletas. No era tu intención
sacarlos del armario, sin embargo salieron. El conflicto surge
no porque salieron a la luz los miedos sino porque no sabemos
qué hacer con ellos, tiramos la chancleta a la basura porque nos
da cosita limpiar la caca pegada.
Hay que distinguir entre los miedos que son propios y los que
se olvidaron en nuestra casa, los que son de nuestros padres y
heredamos, los que nos sirvieron en algún momento pero ya
no, los que pueden transformarse en sentimientos positivos,
etc. Existen muchos miedos. Conocerlos te otorga cierta
ventaja sobre ellos. Como en una guerra, cuanto mayor sea tu
conocimiento del enemigo, mayores posibilidades de
derrotarlo. Hay que ser agentes de inteligencia, observar los
miedos, sacarles la ficha, darse cuenta en qué momento
aparecen, por qué, qué situación los saca del armario y,
principalmente, si son tuyos o ajenos.
¿Por qué sentimos miedo al cáncer? ¿Es un miedo propio o
siempre nos dijeron de muchas maneras que el cáncer era un
cuco invencible hasta que creímos que así era? ¿Es un miedo a
otra cosa que se disfraza de cáncer, es miedo a morirse, a sufrir

27
dolor físico, miedo a perder el control, miedo a “perder la
batalla”, miedo a lo desconocido, miedo a causarles pena a
nuestros seres queridos, miedo al rechazo, miedo a la mirada de
los demás que podrían victimizarte, miedo a ser una carga para
otros? ¿Es un miedo racional o ilógico? ¿Es un miedo mío
porque ya pasé por esta situación y tuve una experiencia
desagradable? ¿Tuve anteriormente relación con personas
enfermas de cáncer que la pasaron mal y tengo miedo de que
me pase lo mismo que a ellas? ¿Vi fotos o películas que me
asustaron? ¿Me siento incapaz de pasar por una enfermedad
con tan mala reputación, creo que soy indefenso y no tengo la
fortaleza física o psicológica para enfrentar mi realidad?
Como verán, los miedos pueden ser muchos y variados, sin
embargo contra cada uno de ellos hay un antídoto que lo
desactiva, y si hablamos de medicina, para cada miedo hay una
vacuna, así que a no desesperar. Ese armario puede ordenarse;
de hecho, es necesario limpiarlo, acomodarlo, tirar lo que no
sirve y reciclar lo que todavía se puede transformar en algo
beneficioso para nuestra vida.
A veces para determinar cuál es la naturaleza de nuestros
miedos vamos a necesitar un poquito más que la voluntad, la
paciencia y el sentido común. Vamos a necesitar ayuda de un
profesional de la psicología. Si es así, las claves para encontrar
el profesional adecuado son las mismas que para cualquier
profesional médico y les hablaré de este tema unos capítulos
más adelante.
Hace unos días recibí un e-mail con la siguiente historia, no
sé quién es el autor porque de tanto ir y venir esa información
no aparece en la red.
Un grupo de científicos colocó cinco monos en una jaula, en
cuyo centro ubicaron una escalera y, sobre ella, un montón de
bananas. Cuando un mono subía la escalera para agarrar las
bananas, los científicos lanzaban un chorro de agua fría sobre
los que quedaban en el suelo. Después de algún tiempo, cuando

28
un mono iba a subir la escalera, los otros lo molían a palos.
Pasado algún tiempo más, ningún mono subía la escalera, a
pesar de la tentación de las bananas. Entonces, los científicos
sustituyeron uno de los monos. Lo primero que hizo fue subir
la escalera pero fue rápidamente bajado por los otros, quienes
le pegaron. Después de algunas palizas, el nuevo integrante del
grupo ya no subió más. Un segundo mono fue sustituido, y
ocurrió lo mismo. El primer sustituto participó con entusiasmo
de la paliza al novato. Un tercero fue cambiado, y se repitió el
hecho. El cuarto y, finalmente, el último de los veteranos fue
sustituido. Los científicos quedaron, entonces, con un grupo de
cinco monos que, aun cuando nunca recibieron un baño de
agua fría, continuaban golpeando a aquel que intentara llegar a
las bananas. Si fuese posible preguntar a algunos de ellos por
qué le pegaban a quien intentaba subir la escalera, con certeza
la respuesta sería: “No sé, las cosas siempre se han hecho así
aquí...”
¿Les suena conocido? No perdamos la oportunidad de pensar
por qué nos golpean, o por qué pensamos las cosas de una
manera cuando podríamos hacerlas de otra.
"Es más fácil desintegrar un átomo que un preconcepto".
(Albert Einstein)

"Es más fácil desintegrar un átomo que un preconcepto".


(Albert Einstein)

Vaya uno a saber si Einstein lo dijo o le endilgaron la frase


sin preguntarle si estaba de acuerdo, porque los mails pasan de
computadora en computadora y, como un teléfono cortado, te
llega cualquier cosa, pero sirve para el caso, está buena la
historia sea quien sea el autor.
Los miedos son preconceptos y sin importar su naturaleza u
origen, debés saber que esa causa es un pensamiento erróneo,

29
una memoria dolorosa, una idea que nada tiene que ver con vos
y con tu realidad presente.
Todos los seres humanos somos únicos. Si bien las
estadísticas odiosas existen, debemos ser conscientes de que
cada organismo responde diferente a los mismos tratamientos,
y que lo que es ley para uno, no lo es para otro. En la medicina
y en la vida fuera de los hospitales pasa exactamente lo mismo.
La vida es misteriosa, la medicina tiene sus límites, la
sanación o curación de las enfermedades depende de muchos
factores, uno (el más complejo de racionalizar) es la fe.
Lo importante en todo este embrollo es traer a la conciencia
esos miedos que nos paralizan frente a la situación nueva que
estamos viviendo. Saber que aunque sea la primera vez que el
cuerpo manifiesta un cáncer o sea la centésima, la situación
sigue siendo completamente nueva y única. No es el mismo
cáncer, aunque en apariencia lo sea, y lo que resulta más
trascendente, la persona no es la misma que unos años atrás,
unos meses, ni siquiera unas horas atrás. La persona y su
enfermedad son únicas y cada individuo debe hacer su camino
personal frente al cáncer o a cualquier otra situación que le toca
vivir. Limpiar el inconsciente de lo que nos causa esa
desarmonía en nuestra salud puede ayudarnos a pasar el “mal
trago” inicial y disfrutar de la cena que se nos sirve.

Limpiar el inconsciente de lo que nos causa esa desarmonía


en nuestra salud puede ayudarnos a pasar el “mal trago”
inicial y disfrutar de la cena que se nos sirve.

Del cuartito de cachivaches no se saca todo junto porque la


casa se convierte en “basurero”, hay que ir de a poco y con
paciencia.
Si podemos reconocer nuestros miedos, como dije antes,
“sacarles la ficha”, el sentido común, el universo, nos va a
revelar la vacuna. Recordemos que todas las respuestas las

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tenemos en nuestra conciencia pura, en nuestro interior,
muchas están ocultas debajo de desperdicios en el cuartito del
fondo.
Los miedos que nos sirvieron antes y que ya no nos sirven son
los relacionados con las culpas o “el pecado”. Esos miedos a
perder el paraíso nos sirvieron cuando éramos chicos para no
arrancarle las flores a la señora de la esquina, o para no
contestarles una grosería a nuestras madres cuando nos
mandaban a lavar los platos los domingos después de que
vinieran a comer treinta y cinco parientes; pero ya no nos
sirven para nada, la culpa por la desobediencia es el peor
invento de los seres humanos, el más dañino de todos, porque
no destruye solo el cuerpo, destruye la mente, los sentimientos
más profundos. La culpa nos destruye literalmente. Hay que
sacarla del armario ponerla en una bolsa de residuos y, si
tenemos la posibilidad, rociarla con nafta y prenderle fuego,
estilo ritual de brujas; bailarle alrededor cantando alabanzas al
cielo por el prodigio que acabamos de realizar y por la
bendición de haber visto la culpa en medio del cachivache
inconsciente. ¡Las culpas merecen un libro aparte!
Los miedos que podemos reciclar son los relacionados con las
expectativas. Vivimos nuestras vidas poniendo expectativas en
los demás pero por sobre todo poniendo expectativas en
nosotros mismos. Tenemos una idea de lo que quisiéramos ser,
de cómo deberíamos lograr ser lo más parecidos a nuestro
ideal. Tenemos ideas sobre lo que significa ser exitosos,
incluso felices. Estos anhelos muchas veces son el fruto de las
expectativas de los demás sobre nosotros y no de afanes
personales. Antes de erradicar estas perspectivas tenemos que
hacernos conscientes de la fuente de donde provienen. Si
vienen de afuera, de nuestros padres, maestros, personas que
fueron o son nuestros “ídolos” todo resulta un trámite, no
tenemos ninguna necesidad racional de hacernos cargo de las
expectativas que pusieron los demás sobre nosotros. Sin

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embargo, si las expectativas son fruto de nuestra creatividad,
estamos complicados. Se nos va la vida intentando cumplir con
nosotros mismos y con nuestras expectativas personales. No
me refiero a proyectos personales sino a proyectos de personas.
Aceptarnos como somos, amarnos tal cual somos con nuestros
talentos y virtudes, y también con todas nuestras limitaciones y
miserias, sin dejar de intentar ser cada vez mejores seres
humanos, desarrollando al máximo nuestro potencial siempre
sin perder de vista el amor propio, nos aleja de esas falsas
expectativas que nos inventamos y nos frustran día tras día.
El miedo a no colmar nuestras expectativas, la auto-presión
que ejercemos sobre nuestra genética, nuestros pensamientos,
nuestro cuerpo, solo genera confusión y más miedo.
Desarrollar una autoestima basada en la irrealidad de quienes
no somos ni seremos jamás, solo hará que el tiro nos salga por
la culata y cuando caigamos en la realidad de quienes sí somos,
esa autoestima caerá hasta los niveles más bajos que podamos
imaginar. Y elevarla será una tarea digna de esas series de
televisión donde construyen máquinas imposibles; sin
embargo, como sucede en las series, lo que parece imposible
no lo es tanto si se tienen los conocimientos, las herramientas,
la inteligencia y el ingenio necesarios.
Reconocer el origen de los miedos, deshacernos de los que no
sirven o de los que no nos pertenecen y transformar los que
quedan en sentimientos valiosos, aliviana la mochila y hace
más ameno el paseo, sea cual fuera el destino, lo que cuenta es
disfrutar el paisaje.
… sea cual fuera el destino, lo que cuenta es disfrutar el
paisaje.

Felicidad
La vida es riesgosa sienten algunos, la felicidad a la que
aspiramos todos los mortales depende de nosotros, hay que

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desearla y trabajarla, moldearla y disfrutarla. Hay que
arriesgarse para conseguirla. La felicidad es definitiva, no va y
viene según nos sucedan acontecimientos, es una cuestión de
actitud, es una manera de estar, de ser, de sentir, de pensar.

La felicidad es definitiva, no va y viene según nos sucedan


acontecimientos, es una cuestión de actitud, es una manera
de estar, de ser, de sentir, de pensar.

La felicidad depende del poder que tenemos de identificar lo


que está a nuestro alcance y podemos cambiar, y aquello que
no depende de nosotros.
Nos enseñaron junto con otras barbaridades, que la felicidad
es efímera, que hay que luchar y sufrir mucho para luego
apreciarla, que nadie es feliz completamente, y hasta tenemos
internalizada la idea de que no nos merecemos ser felices
porque existe el “pecado” que nos infiere una maldad
intrínseca compartida por la raza humana en su conjunto, y que
depende de otros nuestra “salvación”. Todas esas ideas y todas
las que se le vayan ocurriendo al lector son solo eso, ideas,
pensamientos que nada tienen que ver con lo que es, con la
realidad, solo son expresiones de personas que pensaron antes
que nosotros y que venimos creyendo sin poner en duda, sin
razonar al respecto, como los monitos del relato. Porque
ponerlas en duda nos generaría salirnos de la comodidad,
ponernos en un estado de crisis y tener que producir un sistema
de ideas propias y nuevas. Y, lo que es más difícil aún, vivir de
acuerdo a él.
Vivir desde el Amor significa vivir la divinidad que somos y
dejar de creer ciegamente lo que los sentidos nos dicen que
existe. Es poder soltar el pasado y las emociones que nos atan a
él y a todos nuestros recuerdos, y por tanto liberarnos y poder
vivir el presente con ligereza y alegría sin que exista la mínima
posibilidad de ser ofendidos por nada ni nadie.

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Cuando comenzamos a amarnos a nosotros mismos, el miedo
poco a poco va desapareciendo junto con los “tengo que”, los
“debería”, los “un día de estos”, y son reemplazados en nuestro
diccionario personal por las palabras “elijo”, “intento”,
“decido”, “soy”, entre otras cuantas.
Cuando una persona se encuentra frente a un cáncer y decide
enfrentarlo desde el Amor y no desde el miedo, el universo se
acomoda y la manera en la que se resuelven las cosas, es la
mejor manera posible. Ya que además de nuestros
pensamientos y nuestra voluntad, existe otra fuerza que obra
cuando obra el Amor.

Cuando una persona se encuentra frente a un cáncer y


decide enfrentarlo desde el Amor y no desde el miedo, el
universo se acomoda y la manera en la que se resuelven las
cosas, es la mejor manera posible. Ya que además de
nuestros pensamientos y nuestra voluntad, existe otra
fuerza que obra cuando obra el Amor.

La muerte
El siguiente relato circula por las redes sociales y seguramente
ya lo habrás leído. He buscado al autor pero infructuosamente,
así que lo transcribo a continuación sin permiso de nadie.
“En el vientre de una mujer embarazada se encontraban dos
bebés. Uno pregunta al otro:
–¿Tú crees en la vida después del parto?
–Claro que sí. Algo debe existir después del parto. Tal vez
estemos aquí porque necesitamos prepararnos para lo que
seremos más tarde.
–¡Tonterías! No hay vida después del parto. ¿Cómo sería esa
vida?

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–No lo sé pero seguramente... habrá más luz que aquí. Tal vez
caminemos con nuestros propios pies y nos alimentemos por la
boca.
–¡Eso es absurdo! Caminar es imposible. ¿Y comer por la
boca? ¡Eso es ridículo! El cordón umbilical es por donde nos
alimentamos. Yo te digo una cosa: la vida después del parto
está excluida. El cordón umbilical es demasiado corto.
–Pues yo creo que debe haber algo. Y tal vez sea distinto de lo
que estamos acostumbrados a tener aquí.
–Pero nadie ha vuelto nunca del más allá, después del parto. El
parto es el final de la vida. Y a fin de cuentas, la vida no es más
que una angustiosa existencia en la oscuridad que no lleva a
nada.
–Bueno, yo no sé exactamente cómo será después del parto,
pero seguro que veremos a mamá y ella nos cuidará.
–¿Mamá? ¿Tú crees en mamá? ¿Y dónde crees tú que está ella
ahora?
–¿Dónde? ¡En todo nuestro alrededor! En ella y a través de ella
es como vivimos. Sin ella todo este mundo no existiría.
–¡Pues yo no me lo creo! Nunca he visto a mamá, por lo tanto,
es lógico que no exista.
–Bueno, pero a veces, cuando estamos en silencio, tú puedes
oírla cantando o sentir cómo acaricia nuestro mundo. ¿Sabes?...
Yo pienso que hay una vida real que nos espera y que ahora
solamente estamos preparándonos para ella...”

Estando con mis amigas una vez tiré al vuelo una frase que
despertó risotadas. Les dije muy segura de lo que estaba
afirmando: “yo no me puedo morir de un cáncer, es lo menos
glamoroso que existe, ahí postrada y entubada hasta por el más
recóndito esfínter… Yo me tengo que morir como corresponde,
en un episodio dudoso, un hecho de sangre, ¡un crimen
pasional me vendría como anillo al dedo!”

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Reírme de mi situación y hablar de mi propia posible muerte
desdramatizando el asunto me hizo bien. Es más, suelo
bromear al respecto y las personas que no me conocen se
espantan, creen que les falto el respeto o algo así. El humor
negro no es para cualquiera…
No quiero hacerme la loca y negar evidencias de que muchas
personas sufren y la pasan realmente mal, principalmente
durante las etapas terminales de la enfermedad. Sufren dolor
físico y emocional, impotencia, abandono. Sé que está entre
mis posibilidades morirme en circunstancias de mucho
sufrimiento, pero me niego a abrigar esa idea en la mente.
Quizás en la percepción de los lectores prevalezca esta
imagen que, como ya dije antes, es compartida por muchísimas
enfermedades que son potencialmente asesinas del cuerpo.
También hay personas que tienen accidentes y terminan su
vida con mucho dolor, y también sus familiares y amigos que
las aman padecen esas agonías. Es la realidad, muchas
personas mueren de cáncer y no es la muerte más maravillosa
que se pueda añorar, todos quisiéramos morirnos durmiendo,
sin que nos duela nada, sin miedos ni preocupaciones por los
que quedan de este lado. Y si bien el dolor en muchos casos se
puede evitar con fármacos cada vez más modernos y potentes,
los miedos, temores y preocupaciones que nos acarrea la idea
de la muerte cercana se pueden trabajar y hasta hacer que
desaparezcan, aliviándonos el viajecito.
La muerte no goza de buena fama, hay toda una cultura
morbosa y perversa alrededor de la muerte, principalmente en
nuestro occidente querido. En otras culturas las personas se
alegran cuando un ser querido fallece, porque consideran que
su espíritu “pasa a mejor vida”, se baja de la bicicleta en que
estaba montando y se pone a conducir un avión. El espíritu no
sufre muerte alguna. Abandona el cuerpo y vaya uno a saber
qué sucede después. Cada quien se asirá de sus propias
creencias para explicar lo que sobreviene a la muerte del

36
cuerpo. Yo no me animo a sacar ninguna conjetura, espero con
cierta curiosidad que suceda lo que sí o sí va a sucedernos a
todos para avizorar su aspecto y contenido.
Digamos entonces que la muerte no me quita el sueño y
considero que restarle importancia, desdramatizarla,
desnudarla de sus ropajes negros la transforma en una entidad
más cercana, menos controvertida y hasta más benévola.
No tengo ningún motivo tangible que me diga que la muerte
es algo feo, más allá de conceptos religiosos que generan
“cuiqui” y que seguramente no vienen de Dios sino de hombres
comunes y corrientes como nosotros. La muerte es un misterio,
como también lo es la vida. Dos caras de una misma moneda.
Si no le tememos a una, ¿por qué temerle a la otra?
Si prestamos atención y nos guiamos por la razón, podríamos
llorar y sufrir horrores cuando nace alguien, porque las noticias
no dan cuenta de un mundo muy acogedor para un recién
nacido: polución, muerte en las calles, catástrofes naturales,
pedofilia, hambre, epidemias, lluvia ácida, guerras, dentro de
poco “supuestamente” ya no va a haber agua dulce, el sol
terminará apagándose, etc. Un pronóstico poco alentador para
un alma encerrada en un cuerpecito indefenso ante tamañas
adversidades. Y sin embargo festejamos, nos alegramos y
complacemos. Por el contrario, cuando alguien muere sufrimos
de una manera egoísta porque nuestro dolor pasa porque esa
persona ya no va a estar con nosotros; sufrimos los vivos,
porque los muertos ¡quién sabe o quién se atreve a saber! La
cultura de la muerte crea una parafernalia alrededor del cuerpo
del difunto, porque es su cuerpo el que ya no existe, su espíritu
es eterno. Entonces el envase nos parece más importante que la
mermelada. No digo que debe alegrarnos la muerte… aunque,
¿por qué no? Lo que opino es que deberíamos quitarle tanta
morbosidad y protagonismo. Tomarla como un hecho natural
de la vida, ocurra de la manera que ocurra y nos llegue como y
cuando nos llegue. Morir y nacer en definitiva son cosas

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parecidas y como dice el refrán “nadie se muere en las
vísperas”, nadie muere antes de tiempo porque también la
muerte es una situación perfecta.
Podemos incluso pensar que cuando un niño nace, el espíritu
que recientemente ha abandonado algún envase vuelve en este
nuevo con la esperanza de continuar evolucionando hacia el
Amor.
La muerte solo tiene el poder que nosotros le atribuimos. La
muerte es una ilusión de los sentidos, el ego puede morir, sin
embargo el espíritu es inalterable e inmortal. Por eso, salgas
vivo o muerto del cáncer, quien vence en última instancia es el
espíritu, tu espíritu, el mío, el de todos. Una enfermedad no
puede hacer nada malo contra el espíritu, pero sí puede
ayudarlo a evolucionar, y eso sucede igualmente si vivís o
morís. La x siempre se devela. Todo lo que ocurre, incluso la
muerte, tienen un “para qué”.

La x siempre se devela. Todo lo que ocurre, incluso la


muerte, tienen un “para qué”.

La gota vuelve al océano del cual paradójicamente jamás se


separó y continúa fluyendo al ritmo de sus corrientes.

Un clic
Tan solo un clic como el que hacemos cuando tildamos “me
gusta” en alguna publicación del Facebook, basta para realizar
ese salto que nos lleva a repensarnos, a rever la manera que
tenemos de reaccionar frente a los estímulos de la realidad que
vivimos, a reformularnos ideas que dábamos por sentadas un
instante antes. No hay una ley que diga cuándo es el momento
en que sucederá, pero sabemos que cuando ocurre es el
momento exacto. No pudo haber sucedido ni antes ni después,
ya que es en ese momento del tiempo y del espacio cuando la

38
persona cuenta con todas las herramientas para develar el
acertijo que le plantea su conciencia.
Si el momento pasa y la persona no “se da cuenta”, entonces
ocurrirán otros hechos en su vida ante los cuales una y otra vez
deberá tomar la decisión de crecer, de decidirse por el amor y
abandonar el miedo.
La vida entera muchas veces no alcanza. Pese a los sismos a
los que se enfrenta nuestra materia, no acusa recibo en el
espíritu. La crisis queda tapada por la negación y la vida se va
por entre los dedos como el agua y se escapa la posibilidad del
Amor. El no hacernos cargo de vivir sin límites solo retrasa el
crecimiento personal por un tiempo, pero al ser nuestra esencia
eterna, habrá infinitas posibilidades de crecer y llegará el
momento en que eludir la responsabilidad no va a estar entre
nuestras alternativas, porque habremos evolucionado.
Generalmente a las personas les cae la ficha cuando pasan
por una situación límite, como ser una enfermedad grave
propia o de un ser muy querido, la muerte de alguien cercano,
una separación, un hecho de violencia. Pero no es necesario
llegar a tocar fondo para decidir cambiar nuestra manera de
pensar. Tan solo basta la intención de mejorar nuestra calidad
de vida y las relaciones que tenemos con los demás y con las
circunstancias.
Una de las claves para hacer el clic es estar atento a las
señales que el universo, por medio de la divinidad que habita
en nosotros, nos revela. De a poquito conseguir acallar la
mente y que ese estallido de pensamientos que tenemos a cada
instante pase a ser una pequeña chispita donde se encienden
unos pocos y armónicos pensamientos. Pensamientos
principalmente referidos a nuestra naturaleza, a nuestra razón
de ser.
Tomarnos un tiempo al día y luego de un ejercicio sencillo de
relajación preguntarnos a nosotros mismos “¿quién soy?”,

39
moviliza de tal manera nuestra esencia que las respuestas
surgen según la apertura que tengamos a recibirlas.
La mente nos juega malas pasadas, se resiste a la verdad que
la autodefine como vulnerable en contraposición al espíritu que
es invulnerable, perfecto, incorruptible.
Cuando preguntamos a nuestra esencia “¿quién soy?”
debemos estar dispuestos a escuchar la respuesta, ya que no
hay peor sordo que el que no quiere oír. Entiendo también que
no se trate de “no querer” sino que muchas veces es una
cuestión de “no poder” o “no estar preparado”. Hay un dicho
que explica: el maestro llega cuando el discípulo está listo. Tal
cual, así es. A veces sucede que leemos un libro y no
comprendemos muchas de sus “lecciones”. Y luego, cuando
sucede algo que nos remite a esas enseñanzas leídas, el
conocimiento despierta en nuestras mentes como si todo
estuviese tan claro, y no comprendemos por qué antes no le
dimos importancia o nos pasó desapercibido. Las revelaciones
llegan de las maneras más convencionales y también de las más
locas y raras.

Ejercicio sencillo para aquietar la mente:

Lo primero es buscarse un lugar tranquilo y cómodo donde


podamos recostarnos.
Apagar los celulares y asegurarnos que nada ni nadie
interrumpa nuestro ejercicio.
El ejercicio se realizará con la habitación a oscuras o con una
luz tenue y los ojos cerrados.
Podés poner alguna música agradable y un poco de incienso
para favorecer tu relajación.
Respira profundamente tres veces, toma el aire por la nariz y
suéltalo lentamente por la boca.

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Tomándote todo el tiempo que necesites, relaja poco a poco tu
cuerpo tomando conciencia de cada una de sus partes,
empezando por los pies hasta llegar a la cabeza.
Ahora visualiza tu cerebro, e imagina que tiene dos puertas.
Visualiza que las dos puertas están abiertas y cómo los
pensamientos que entran por la puerta de la izquierda, se van
por la puerta de la derecha.
Es ahora el momento de cerrar la puerta de la izquierda,
impidiendo que ningún pensamiento pueda entrar en nuestro
cerebro.
Centra tu atención en los que todavía están en tu mente y
despidiéndolos deja que salgan por la puerta de la derecha.
Cuando haya salido el último pensamiento, cierra la puerta de
la derecha. Así, ahora tu cerebro es una habitación vacía que
está a oscuras.
No hay pensamientos, no hay nada. Mantén el estado de vacío
mental todo lo que te sea posible, y si lo deseas en ese
momento puedes preguntarte: “¿Quién soy?”, o repetir las
palabras “Yo Soy”.

No fuerces la respuesta ya que no es tu mente quien debe


contestar sino que las respuestas vendrán desde tu interior,
desde tu conciencia. Solo relájate y espera sin expectativas.
Quizás no sientas nada en ese momento: eso no debe ser
motivo de inquietud o frustración, ya que como te dije antes,
las respuestas a tus preguntas pueden venir de cualquier parte,
en cualquier formato y en cualquier momento, solo hay que
estar atento a las “señales”.
La técnica de meditación que decidas utilizar no es lo que
importa aquí, sino el deseo profundo y sostenido en el tiempo
de conectarte con “la fuente”. Esa constancia que tu voluntad
pueda desarrollar es imprescindible cuando de cambiar
patrones de pensamiento se trata. Debemos ser conscientes de
que el cambio no sobrevendrá de la noche a la mañana sino que

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se produce sutilmente, paso a paso, día a día, y cuando en un
momento sientas que no te queda más que felicitarte y darte
una palmadita en el hombro, allí es cuando escucharás
suavecito al oído una vocecita que te dirá: esto no es todo,
amigo, esto recién comienza. Y tal cual te lo dice tu voz
interna, el camino del autoconocimiento y del entendimiento de
las verdades universales jamás termina.

Sincronismo

El sincronismo se puede definir como la confluencia de varios


hechos o fenómenos en un mismo momento temporal. En el
contexto de este libro la coincidencia no existe, todo lo que
sucede tiene una razón de ser, una causalidad y un fin último.
Lejos estamos los seres humanos de acceder a esa información,
la que seguramente nos aliviaría sobremanera la conciencia, ya
que nos colocaría en una posición casi insuperable con respecto
a nuestros congéneres. Acceder al conocimiento que nos revela
el porqué y para qué de los sucesos que acontecen en nuestra
vida es la panacea a la que aspira cualquier hijo de vecino. El
ser humano desde que se irguió en dos patas ha buscado
respuestas a estas preguntas existenciales de por qué y para qué
existe, quién es, de dónde viene, hacia dónde se dirige.
Considero que esas respuestas que buscamos no existen en la
forma en que esperamos encontrarlas, sino que simplemente
son, como nosotros somos. Cuando conectamos con ese Ser
que realmente somos, con nuestra esencia, nuestro pedacito de
divinidad que albergamos dentro del envase físico, esas
preguntas ya no necesitan ser respondidas, carecen de sentido
porque es el envase, el ego el que busca respuestas y no el
espíritu, que la tiene totalmente clara. El espíritu que nos habita
no necesita respuestas porque es la respuesta a todas esas
preguntas que el ego se hace.

42
“El espíritu que nos habita no necesita respuestas porque es
la respuesta a todas esas preguntas que el ego se hace”.

Mientras pasamos nuestra experiencia humana, vamos


atravesando situaciones que nos ponen en el dilema de vivir
desde una mirada espiritual, basada en el amor o una visión
material arraigada en el miedo. El “bien” y el “mal” luchan por
dominar nuestra existencia. Pongo comillas a las palabras bien
y mal porque considero que son dos expresiones basadas en
juicios valorativos individuales que son imposibles de
generalizar, ya que lo que resulta bondad para algunos, para
otros es maldad y viceversa. Sin embargo lo que sucede, lo que
percibimos como realidad con nuestros sentidos, carece de
bondad o maldad intrínseca, podríamos usar la palabra
“neutra” si buscáramos una que la defina en sus cualidades.
La existencia humana oscila constantemente entre esos dos
polos, todos somos “buenos” y “malos”, según las
circunstancias y la valoración que hagamos de nuestros actos o
los demás hagan de los mismos.
Dicen que “nadie es moneda de oro para que todos lo
quieran”. Vamos por la vida erróneamente buscando la
aprobación de los demás, sin percatarnos de que mientras no
nos consideremos a nosotros mismos positivamente, lo que
reflejaremos en nuestro entorno será exactamente eso, una
respuesta no positiva. Los de afuera no son de palo, sino de
vidrio espejado, y únicamente reflejan lo que emana de
nosotros.

“Los de afuera no son de palo, sino de vidrio espejado, y


únicamente reflejan lo que emana de nosotros”

Si creemos que no nos merecemos ser prósperos, en


cualquier sentido de la palabra, el entorno reflejará esa creencia

43
y nuestra vida no será próspera, el universo se sincronizará
para manifestar nuestra creencia.
Aquí vale aclarar dos cuestiones. La primera es que como no
estamos solos en el universo, la realidad que percibimos esta
siendo co-creada por todos, y la segunda es que no somos
conscientes la mayoría de las veces de las ideas no positivas
que tenemos sobre nosotros mismos. Podemos decir “yo deseo
ser una persona sana, ¿quién no lo desea?”. Sin embargo hay
en nuestro inconsciente individual y colectivo creencias
limitantes con respecto a la salud. Somos una máquina de
pensar. Por suerte, también somos una máquina de sentir. Y
también afortunadamente estamos conectados a una fuente
infinita de Amor que como en una red eléctrica genera energía
amorosa que cuando se sincroniza con una idea y la fe que nace
de nuestras emociones positivas hacia esa idea, lo que surge es
la materialización del pensamiento.
Todo esto que les vengo contando son datos, tips que a mí me
han servido, para que cada uno busque el sentido de su
enfermedad, los sincronismos que lo llevaron a enfermar de un
cáncer, y también la manera de sanarlo.

Pedir
Cuando pedimos algo tenemos que ser conscientes de que eso
que pedimos quizás no sea lo que nos conviene. Ustedes me
dirán que cómo puede ser que estar sanos no nos convenga, y
la respuesta es muy fácil: a primera vista la enfermedad es del
cuerpo, el cáncer se ve en una tomografía, puede uno sacarle
fotos, seguir su desarrollo, cortarlo y sacarlo del cuerpo,
estudiarlo en un laboratorio patológico, envenenarlo con
quimioterapia o rostizarlo con terapia radiante. Sin dudas está
ahí, es algo físico, es materia. Sin embargo si nos ponemos
quisquillosos y ahondamos en el “problemita” nos damos
cuenta de que para que el cangrejo se materialice, ocurrieron

44
antes una serie de acontecimientos de carácter genético y/o
biológico y/o psicológico y/o espiritual. El “desgraciado” no
apareció allí de la noche a la mañana así como Roma no se
hizo en un día. La enfermedad tuvo una causa primigenia;
nació, creció y ahora ya le podés poner un nombre, sacarle una
foto y ponerla en la mesita de luz. Cuando pedimos al
“universo” salud, debemos ser muy cuidadosos de los
pensamientos que tenemos acerca de la salud. Si pedimos que
desaparezca el cáncer, si lo pensamos y se producen
sincronismos que resultan en esa desaparición, seguramente
nos vamos a alegrar, saltaremos en una pata y tiraremos
manteca al techo, pero lo que lo causó sigue sin remediarse,
está ahí latente, por lo que resulta más que probable que el
cangrejo se vuelva a manifestar, quizás en el mismo lugar, o en
otro cualquiera de tu cuerpo, porque solo sanaste el cuerpo y no
fuiste más profundo hasta sanar la causa primigenia.
Eso pasa cuando le damos toda la importancia al envase y
perdemos de vista la mermelada.
¡Pedir no es poca cosa! Hay que saber qué es lo que uno
quiere porque casi siempre que pedimos, recibimos. Se puede
pedir de muchas maneras, orar es la más difundida. Pero
también los pensamientos son “pedidos” que enviamos al
espacio, los pensamientos son ondas, vibraciones que atraen
ondas y vibraciones de igual tenor. Como dice el dicho: Dios
los cría y el viento los amontona, así sucede con nosotros y la
muy difundida y renombrada “ley de atracción”. Atraemos
como imanes, gente, hechos, cosas que vibran en nuestra
misma sintonía. Si queremos salud debemos pensarla, sentirla,
desearla, y se acercarán a nosotros personas saludables,
escucharemos noticias sobre los avances científicos referentes a
nuestro cáncer, el médico que nos atiende nos inspirará
confianza, y nos sentiremos cada día más saludables. El
universo parecerá complotarse a nuestro favor para que lo que
pedimos se haga realidad. No es magia, así funciona la ley de

45
la atracción. Por eso cuando pedimos salud y en el fondo de
nuestros pensamientos existe algún lugar oscuro donde muchas
veces inconscientemente creemos que la salud no es lo que
merecemos o que la enfermedad nos redunda en beneficios,
nunca vamos a manifestar la salud en nuestro cuerpo.
Pedimos lo que en el fondo no queremos, no necesitamos o no
creemos merecer, y la respuesta a esa contradicción es mayor
des-armonía, mayor enfermedad.

Pedimos lo que en el fondo no queremos, no necesitamos o


no creemos merecer.

También está el otro punto que es el tema de las intenciones


del espíritu con respecto a la enfermedad física. Aquí aparece
de nuevo la x de la bendita ecuación. Podríamos decir que en
una de esas, la muerte de este cuerpo físico es necesaria para la
evolución del espíritu. Y aquí nuestra mente limitada y apegada
al ego y a la materialidad, se queda en silencio, sin respuestas
posibles.
Si pedimos sanarnos del cáncer, tenemos que tener cuidado
porque nos podemos curar el cuerpo y tener la ilusión de que la
sanación llegó. Luego pasan tres meses y al aparecer de nuevo
el cangrejo en nuestro cuerpo, nos rasgamos las vestiduras y
culpamos a cuanto santo nos hayamos encomendado por no
habernos hecho bien el milagro. Y ahí generalmente el sonido
de la caída es un estruendo que nos ensordece.
Sanar el cáncer es sanar la causa, es sanar los pensamientos
erróneos y las memorias dolorosas que lo causaron. Sanar el
cáncer se corresponde con un cambio profundo de mentalidad
y espiritualidad. Por eso es tan complicado sanarlo, porque los
caminos del espíritu continúan siendo un misterio para nosotros
los humanos. A nivel espiritual los seres humanos recién
estamos saliendo de las cavernas.

46
Muy pocos científicos y casi siempre off de record, aceptan la
intervención de esa otra pata de la mesa para estabilizar al ser
humano en un estado de salud perdurable en el tiempo.
¿Cómo pedir entonces? Yo propongo pedir que suceda lo
mejor para mi espíritu. Puedo pedir reconocer la perfección en
lo que sucede. Puedo pedir amar todo lo que me sucede.
También puedo pedir sabiduría para comprender para qué me
enfermé de cáncer. Y también puedo pedirle a “la fuente” que
ilumine mi entendimiento y me muestre cuál es la causa de mi
enfermedad, hacer silencio, abrir mi corazón e intentar
comprender la respuesta.

Soledad

Lindo nombre Soledad.


Hasta hace unos años pensaba que los padres que les ponían
de nombre Soledad a sus hijas, eran mínimamente sádicos
porque condenaban a la criatura a portar tan desventurada
gracia.
Pre-juicios, solo eso, ideas que arrastramos, que unidas a
nuestras experiencias, condicionadas por un entorno,
desembocan en pensamientos erróneos. Recuerdo el famoso
personaje de Antonio Gasalla, Soledad Dolores Solari, una
mujer solterona a la que todo en la vida le causa terror.
Definitivamente yo no quería parecerme a ella. La soledad no
estaba dentro de mis expectativas, la sentía una enemiga, debía
huir lo más lejos posible de ella si deseaba ser feliz.
Quién no escuchó o leyó alguna vez que “la soledad es mala
consejera”. Nietzsche dijo: “la valía de un hombre se mide por
la cuantía de soledad que le es posible soportar”. Víctor Hugo
dijo: “el infierno está todo en esta palabra: soledad”. María
Loynaz dijo: “no es difícil llorar en soledad, pero es casi
imposible reír solo” (¡¿y yo que me río sola casi todo el
tiempo?!). Todas estas frases nefastas no hacen más que

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atemorizar, y a no ser que seas consanguíneo de Los locos
Adams, vas a querer huir a toda costa de la desventurada y
tristemente célebre soledad.
Por suerte, también se han pensado otras posibilidades. “Más
vale estar solo que mal acompañado”. Emerson dijo: “el
hombre grande es aquel que en medio de las muchedumbres
mantiene, con perfecta dulzura, la independencia de la
soledad”. Bécquer dijo: “la soledad es el imperio de la
conciencia”. Voltaire dijo: “la mejor de todas las vidas es la de
una ocupada soledad”. Así que no todo está perdido, hay una
luz al final del túnel, la soledad puede no ser tan mala
consejera.
“Estoy solo y no hay nadie en el espejo”, dijo Jorge Luis
Borges.

“Estoy solo y no hay nadie en el espejo”.


J. L. Borges

Pensando en esta última frase, podríamos inferir que somos


según los demás que nos ven, que le dan significado a nuestra
existencia, o también leer que en soledad las apariencias
desaparecen y somos quienes realmente somos. Lo que el
espejo refleja no es quienes somos sino lo que aparentamos ser.
Poder sentirse bien en soledad es el principio de una
grandiosa aventura donde nos paseamos por vorágines de
pensamientos, sentimientos, emociones. Aburrirnos al principio
resulta genial luego. El aburrimiento es tierra fértil para la
creatividad del intelecto. Aburrirse, hacer nada, tirarse al
abandono es el puntapié que inicia el mejor partido de tu vida.
La pelota se dispara hacia lugares imprevistos y si disfrutás
correteando, ya tenés el juego ganado.
Vivir desde el amor abandonando el temor, el miedo a la
soledad, a oír nuestra voz interna, como un luchador en el ring
de la vida, solo, y al mismo tiempo parte imprescindible del

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espectáculo, buscando maneras de salir lo más airoso posible,
lo menos golpeado, agudizando los sentidos, esquivando
embestidas, rebotando en las cuerdas, jugando, venciendo el
miedo, “amando el deporte”.
No quiero dejar la idea de la vida como un campo de batalla,
lejos de mí ese razonamiento. Para mí la vida es un patio de
juegos del jardín de infantes y nosotros somos niños que salen
a juguetear sin otra perspectiva que pasar el tiempo lo mejor
posible, viviendo el ahora, el presente, el ya, porque la seño
nos puede llamar a la salita en cualquier momento y la
maravillosa experiencia del recreo se termina y seguramente
comienza otra maravillosa experiencia.
La soledad es nuestra mejor compañera. En momentos
críticos nada más oportuno que un rato de soledad que nos
inspire para salir al mundo. Los místicos hablan de la
contemplación, que es meditación, introspección, un impasse
en la vida cotidiana, un regalo que solo nosotros podemos
hacernos, eligiendo meternos en la cueva para re- encontrarnos
con nosotros mismos, con nuestra esencia divina y perfecta. El
mundo que queda allá afuera es nuestro reflejo. Que al salir de
la cueva lo que veamos sea acogedor y amistoso es el objetivo
de la soledad, porque esa es muy posiblemente la verdad que
subyace tras las apariencias.

El doctor
Elegir al doctor es como elegir una religión que profesar, la
vida te va llevando a encontrarte con esa persona que va a ser
tu médico de cabecera. Y como en una religión, él no va a
satisfacer todas tus demandas ni a colmar todas tus
expectativas pero va a ser lo mas cercano a lo que necesitás.
Cuando uno elige una religión, no todas las leyes y rituales de
esa religión calzan justito; hay cosas que te van a gustar y
otras que no tanto, lo mismo sucede con los médicos. No todo

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del médico va a colmar tus anhelos pero esa persona tiene que
ser lo más parecido a tus deseos, ya que todo lo que vas a tener
que hacer desde el cáncer relacionado con la medicina
tradicional, va a estar en manos de esa persona: tu oncólogo.
Como en todas las creencias y teorías, te sugiero que te quedes
con lo que te gusta y satisface, y descartes lo demás. Eso sí, si
tu médico te dice que para tu tratamiento es necesario que te
comas un sapo, vos tenés que ser lo suficientemente dócil
como para abrir la boca y tragarte el sapito sin chistar, así de
plena debe ser la confianza que le tenés que tener a tu médico;
si no, buscate otro profesional.
El doctor te tiene que dar confianza, vos a tu médico le tenés
que poder abrir tus piernas y también tu corazón sin ninguna
vergüenza o temor.
La elección del o de los profesionales que te van a tratar
durante la enfermedad es una de las claves de un tratamiento
exitoso. No importa cómo lo elijas, si lo hiciste tirando una
monedita y diciendo “cara es este y ceca es este otro”, o si te
guiaste por la intuición o por comentarios de allegados o te lo
recomendó otro doctor… Cuando llegás al consultorio y cruzás
las primeras cinco frases con el susodicho, tu cuerpo, tu mente
y tus emociones te van a dar las señales de si este será tu
médico de confianza o no. Hay que escucharse y hacerse caso,
y si algo en su persona o personalidad te hace “ruidito”, un
hasta luego bien educado te va a evitar un montón de malos
ratos.
El médico es como el amante, te tiene que gustar a vos y a
nadie más. Te pueden llegar comentarios negativos o positivos
de tu doctor pero si a vos te gusta, listo. Eso es lo importante.
El doctor te puede venir bien por cuestiones que no tienen que
ver con tu patología, te puede agradar la decoración del
consultorio, el perfume que usa, cómo te saluda, cómo te
atiende, si te habla mucho o si no te habla, si te presta atención
o mira siempre para otro lado, esas cuestiones son gustos

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personales. Y lo que le gusta a uno, a otro le puede resultar
horrible, como los amantes, tal cual.
Así que hay que tomarse el tiempo para encontrar el o los
médicos que te vengan bien, siempre se puede optar, siempre
se puede cambiar de profesional. Y en esto, como en la
peluquería, ¡se te va la autoestima, la valía personal y el pelo!
Así que mejor que el “peluquero” te inspire confianza y no que
hagas todo un tratamiento a regañadientes y te pongas de mal
humor cada vez que se acerca la consulta, o que cuando entres
al consultorio te encuentres con alguien al que no le podés
hablar sinceramente a calzón quitado y con el que sientas
incomodidad.
El consultorio del doctor y toda la clínica o el hospital o el
centro médico donde te atiendas va a ser tu segunda casa por
un tiempo bastante largo. Y las personas con las que te vas a
cruzar en el camino van a ser los rostros que más vas a ver,
más que a tus parientes y amigos. En esta época de tu vida vas
a relacionarte con médicos, secretarias, enfermeras, cirujanos,
bioquímicos, radiólogos, técnicos y la sarta de profesionales
que están ahí a tu servicio. Vos tenés que ser tu centro de
atención, ser egocéntrico en estos momentos está muy bien;
vos sos quien quiere sanarse y tenés que sentirte respaldada y
contenida por estos profesionales.
Generalmente en los lugares donde se trata con enfermos de
gravedad o con patologías que complican al individuo en
planos que van más allá de lo físico, implicándonos también
emocional y afectivamente, las personas tienen bastante
conciencia humanitaria. Pero si te encontrás con quienes no
están sensibles al dolor ajeno, tener una buena cintura también
ayuda a esquivar las flechas y las “malas ondas”.
Con respecto al egocentrismo, me refiero a que cuando es tu
turno en la consulta, te tomes todo el tiempo que necesites,
preguntes todo lo que quieras, y no te vayas del consultorio
hasta sentirte satisfecha y confiada. No importa si hay treinta

51
personas esperando en el pasillo, cada una debe hacer lo
mismo; que no te importe el que está afuera, ese tiempo que
estás con tu doctor es sagrado, como un ritual religioso, allí se
teje tu tratamiento, allí debe existir una conexión entre el
profesional y el paciente, o sea vos. Y esa conexión debe ir más
allá de la ficha médica y los controles de rutina, la conexión
entre dos seres humanos debe ser primordial.
La ley de la atracción funciona también para encontrar a
nuestros doctores, concentrarse en vibrar positivamente va a
atraer gente que está en tu misma “sintonía”. Tu médico es tu
reflejo y está bueno mirarse en el reflejo y reconocerse, que la
imagen te agrade y te resulte amigable, eso es lo mejor que te
puede pasar.

Tu médico es tu reflejo y está bueno mirarse en el reflejo y


reconocerse, que la imagen te agrade y te resulte amigable,
eso es lo mejor que te puede pasar.

Las terapias alternativas


No alcanzarían los dedos de mis manos ni de las manos de
todos los “enfermos oncológicos” para nombrar las terapias
alternativas que existen en el mundo para esta enfermedad. Con
escribir esas dos simples palabras en Google te aparecerán
varios millares de opciones. Las terapias alternativas o
complementarias van desde las que suprimen el tratamiento
médico a las que a mí me gustan, esas que lejos de aconsejarte
abandonar el tratamiento aportan una ayuda a tu organismo y a
tu mente para que ese tratamiento sea lo menos ofensivo
posible, te produzca la menor cantidad de efectos no deseados,
y te mejore la calidad de vida durante y después del tratamiento
médico propiamente dicho.
Sea cual fuere el tratamiento que tu oncólogo te sugirió y
estás realizando o vas a realizar, sin importar si estás en eso o

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ya terminaste, las terapias alternativas te pueden ayudar a
concentrar tu energía en mantenerte saludable.

…las terapias alternativas te pueden ayudar a concentrar


tu energía en mantenerte saludable.

Siempre se debe avisar al doctor si se está haciendo


paralelamente otro tratamiento. Por lo general las terapias
alternativas no influyen ni modifican los tratamientos médicos.
Y por mi experiencia personal, a tu médico no le va a gustar,
pero eso depende del profesional con el que trates y también
depende de si su opinión influye o no en la tuya. Así como el
médico es tu “religión alternativa”, hay cosas que, como en
cualquier religión, no compartís; el desafío está en hacer lo que
mejor te haga sentir y desechar lo que no te cierra del todo. Así
que si investigaste, te informaste y te estás comiendo
doscientos gorgojos por día y tu médico te dice que eso es una
pérdida de tiempo y a vos te parece que no perdés nada
comiéndotelos y de paso te encariñás con los bichitos, te
entretenés alimentándolos y eso te hace bien, ¡adelante! La fe
mueve montañas y esa es una verdad incuestionable. El poder
de nuestra mente y nuestros pensamientos es lo que en
definitiva nos mantiene en órbita.

El poder de nuestra mente y nuestros pensamientos es lo


que en definitiva nos mantiene en órbita.

Como no soy experta en el tema, voy a dedicar este capítulo


a contarles las opciones que yo elegí y que me ayudan, desde
que me desayuné con “la noticia”, a mantenerme saludable.

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Yoga

Practicar yoga me ha mantenido de buen ánimo antes, durante


y luego de la operación y la terapia para “eliminar al cangrejo
desgraciado”. Se sabe que toda la situación estresante asociada
al tratamiento de cualquier cáncer, en mi caso específico cáncer
de mama, se puede controlar si se practica un programa
específico de yoga. Esta disciplina es antiquísima y con el
tiempo se ha ido desarrollando a nivel científico, habiendo hoy
en día lugares donde se puede practicar un yoga denominado
Yoga actual o Yoga científico, donde se busca mejorar la
capacidad y aptitud física de los pacientes animándolos
mientras hacen su tratamiento médico.
A medida que los tratamientos mejoran su eficacia haciendo
más controlable la enfermedad, se tiene cada vez más en cuenta
la calidad de vida y la salud integral de los pacientes. El yoga
puede estimular el flujo linfático, fortificar los sistemas
endocrino e inmunológico, y mejorar también la actitud frente
a los cambios físicos que produce la enfermedad y el
tratamiento de la misma.
Resumiendo, el yoga ayuda de tres maneras: regula el sistema
endocrino, equilibrando la producción de hormonas, fortifica el
sistema inmunológico porque sus posturas estimulan el flujo
linfático y brinda tanto una filosofía de vida como prácticas
que crean una relación armoniosa y saludable, no solo con
nosotros mismos sino con el mundo que nos rodea.

… El Yoga ayuda de tres maneras: regula el sistema


endocrino, equilibrando la producción de hormonas,
fortifica el sistema inmunológico porque sus posturas
estimulan el flujo linfático y brinda tanto una filosofía de
vida como prácticas que crean una relación armoniosa y
saludable, no solo con nosotros mismos sino con el mundo
que nos rodea.

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Muchas personas, no necesariamente enfermas, tienen una
actitud negativa frente a su cuerpo, que se potencia en personas
que han pasado por intervenciones quirúrgicas o terapias
médicas que modificaron su aspecto físico o sus capacidades
motrices. El Yoga nos puede conectar conscientemente con
nuestras posibilidades, sentimientos y emociones, logrando
hacer frente de manera positiva y armónica a estos cambios
físicos.
Sería genial que les asegurara que si practicamos yoga y
llevamos una vida saludable y una relación armoniosa con
nuestro cuerpo, no nos vamos a enfermar de cáncer o el cáncer
no va a volver a nuestra vida. Sin embargo vemos a diario que
a personas aparentemente saludables se les diagnostica la
enfermedad, existen atletas y practicantes de yoga, gente
vegana o vegetariana que han desarrollado un cáncer, esto es
porque el cáncer tiene muchas maneras de manifestarse y
causas que todavía hoy en día son un misterio para la ciencia.
Igualmente, la práctica de una disciplina como el Yoga que
atiende tanto a los planos físico, mental y emocional del
practicante, puede incrementar significativamente las
posibilidades de permanecer libres de enfermedad, otorgando a
la persona beneficios en su salud general, profundizando la
conciencia del cuerpo y la relación entre su salud personal y la
salud del mundo que la rodea.
Un estilo de vida saludable no garantiza librarnos de la
enfermedad. Asimismo, echarle la culpa a la vida
desequilibrada que llevábamos es más de lo mismo. Culpar o
culparnos solo interfiere en nuestra curación. Sencillamente
hay que ponerse las pilas desde el momento presente,
haciéndonos conscientes de nuestra realidad y viendo la
manera personal con que vamos a encarar la situación.

55
Ho´oponopono

No es un chiste, ni un trabalenguas, es un método de sanación


hawaiano que está cimentado en la reconciliación y el perdón,
¡tremendas palabritas!
La técnica del Ho´oponopono consiste en la repetición a
manera de mantra, frente a cualquier suceso que lo amerite, las
palabras o frases: “perdóname”, “lo siento”, “te amo” y
“gracias”.
La repetición de estas palabras en cualquier orden producen a
niveles profundos efectos reparadores, tranquilizantes y
curativos.
Ho´oponopono significa “corregir un error” o “hacer lo
correcto”. Es una técnica de sanación que considera que
nosotros creamos nuestra realidad, por lo tanto somos
responsables de los que nos pasa. Cuando manifestamos en
nuestro cuerpo alguna enfermedad o en nuestra vida hay
síntomas de carencias (económicas, afectivas) esto nos indica
que debemos sanar dentro de nosotros “eso” que provocó esta
situación. Por lo general son patrones de conducta, memorias o
recuerdos dolorosos. El Ho´oponopono nos llama a borrar o
sanar esos patrones o memorias dolorosas que son la causa de
todas las enfermedades y carencias, para así eliminar los
síntomas que manifestamos a nivel físico, mental y emocional.
Estas memorias dolorosas y pensamientos erróneos pueden ser
conscientes o inconscientes, de todas maneras son los
condicionantes de la realidad inarmónica que se repite una y
otra vez en nuestra vida.
La técnica Ho´oponopono se realiza repitiendo el mantra:
“Señor (Dios, Universo, Energía divina, etc.), sana dentro de
mí las memorias dolorosas y los pensamientos erróneos que
crearon esta desarmonía en………., perdóname, te amo, lo
siento, gracias”.

56
En los puntos suspensivos cada uno debe completar con lo
que quiere sanar en este momento. Puede ser una condición de
salud, un desajuste en las finanzas, tristeza, miedo, puede ser
la culpa que sentimos frente a alguna situación o cualquier otro
desequilibrio emocional, mental, físico, material que se nos
presente y queramos revertir. “Señor (Dios, Universo, Energía
divina, etc.) sana dentro de mí las memorias dolorosas y los
pensamientos erróneos que crearon esta desarmonía en mi
salud, perdóname, te amo, lo siento, gracias”.

“Señor (Dios, Universo, Energía divina, etc.), sana dentro


de mí las memorias dolorosas y los pensamientos erróneos
que crearon esta desarmonía en mi salud, perdóname, te
amo, lo siento, gracias”.

Yo uso esta técnica frente a la ansiedad que me genera cada


nuevo control sano después de haber terminado mi tratamiento
médico. También recuerdo haber recitado una y otra vez el
mantra antes, durante y luego de las sesiones de quimioterapia
o terapia radiante para sanar dentro de mí las memorias
dolorosas y los pensamientos erróneos que me causaban
incertidumbre o temor.
Las memorias dolorosas y los pensamientos erróneos son
todos esos bloqueos energéticos y emotivos, recuerdos
desagradables, sensaciones o vibraciones negativas, que por
medio del perdón se liberan, limpian y purifican transmutando
en pura luz y amor por la circunstancia actual que es perfecta.
El sentido que tiene la repetición del mantra ante cada
situación que lo amerite y muchas veces dentro de una misma
situación, es el mismo sentido que tendría cualquier mantra:
borrar una creencia y escribir otra encima del borrón, formatear
el chip y grabarle una nueva información, cambiar el programa
que causó la desarmonía por uno que la sana.

57
Así como versa el dicho: “Tanto va el cántaro al agua, que al
final se rompe”, con las enseñanzas que se repiten una y otra
vez pasa lo mismo, tantas veces las escuchamos y las repetimos
que finalmente llega el momento en que el cántaro lleno de
barreras mentales y creencias dañinas se rompe y la enseñanza
nos llega al corazón, la aprendemos y ese cambio de
paradigmas acarrea un cambio en nuestra realidad.
Principalmente tomamos conciencia de nuestra responsabilidad
sobre lo que nos ocurre en la vida.
En el Ho´oponopono no hay niveles ni maestrías, hay una sola
conciencia despertándose a sí misma, así de sencillo.
Además de la técnica en sí misma, existen principios que el
practicante debe considerar incorporar a su vida para mejorar y
potenciar la técnica. Estos principios son siete:
- La percepción: “El mundo es lo que yo pienso que es”, por
eso soy responsable absoluto de lo que yo reconozco en mi
vida.
- La unidad: “La separación es una ilusión”, no existen los
demás o los otros, somos todos partes de una sola existencia
que compartimos. Por esto los que practicamos el
Ho´oponopono creemos que si uno sana, sanamos todos, el
universo sana.
- La focalización: “Allí donde va mi atención, va mi energía”.
Donde me concentro, crece; lo que dejo de lado se seca y
muere. En la técnica que les estoy contando cuando recitamos
el mantra debemos dar por hecho que la sanación ocurrió y
“olvidarnos del tema”, jamás dudar de que el pedido fue
escuchado y que la respuesta fue inmediata y cierta.
Concentrarnos en el cáncer solo lo hace permanecer manifiesto,
pedir que desaparezcan las memorias dolorosas y los
pensamientos erróneos que lo causaron y finalizar la oración
agradeciendo porque “así es”, es una verbalización que debe
ser reforzada por la convicción interna y profunda de que
efectivamente “así es”.

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- La persistencia: “El momento es ahora”. Lo que existe es el
ahora, el momento presente, el pasado fue, ya no existe y el
futuro aún no ha sido por lo tanto tampoco existe. Este
principio es, tal vez, el que más nos cuesta llevar a la práctica
ya que las personas oscilamos constantemente entre los
recuerdos del pasado y las fantasías del futuro, ambas
irrealidades que nos alejan y distraen del momento presente, el
momento sobre el cual en definitiva podemos actuar.
- El amor: “Amar es condición para ser feliz”. Cuando el
amor habita en nosotros, no hay lugar para el enojo, la ira, la
culpa, los pensamientos negativos. Sentir amor es hacerse
consciente de la presencia divina que habita en todos nosotros.
- La fe: “Todo poder viene de mi interior”, la divinidad que
vive en mí todo lo puede, nada externo puede llenar el vacío en
mi interior, solo “la conciencia” que me habita puede hacerlo.
- La flexibilidad: “Si lo que hago me da paz, eso es verdad
para mí”. Cada ser humano debe encontrar su propia verdad;
para eso es condición fundamental poder adaptarse y ser
flexible, ya que en la testarudez la persona se pierde la
oportunidad de “probar” otras alternativas y quizás de
encontrar la paz que tanto añora.
Me encanta el Ho´oponopono, cuanta sabiduría tan fácil,
práctica y simplemente aplicable a la vida de cualquier hijo de
vecino.

Reiki
Reiki es una técnica de armonización natural por medio de la
Energía Vital Universal. Su origen se ha perdido en los anales
de la historia. Hubiese sido olvidado a no ser por los estudios
de un monje cristiano llamado Mikao Usui, quien rescató la
técnica y la difundió desde finales del siglo XIX.
Entre todas las terapias alternativas de las cuales me fui
agarrando, como si en medio de un naufragio me prendiera de

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cualquier madera que pudiera mantenerme a flote, Reiki es la
más controvertida. Es una terapia de las denominadas holísticas
porque armoniza y tiene en cuenta al individuo en sus planos
físico, mental, emocional y espiritual. Puede ser usado en
cualquier desequilibrio que afecte a cualquiera de los planos de
la persona o al conjunto, ya que al ser una unidad el
desequilibrio en uno de sus planos afecta como un efecto
mariposa al resto. Reiki se utiliza como apoyo al tratamiento
médico tradicional pero nunca lo reemplaza. Reiki no es una
religión sino simplemente una técnica de sanación natural, es
un conocimiento que cualquier persona puede adquirir y
desarrollar. Durante una sesión el reikista coloca sus manos en
diferentes zonas estratégicas del cuerpo del paciente y la
energía Reiki, que es canalizada por el reikista, armoniza al
paciente. Reiki actúa donde, cuando y como debe, siendo su
fuente perfecta y sabia. Por eso a veces los efectos buscados no
son los conseguidos, de allí la controversia ya que los
escépticos de siempre que solo se ciñen a lo racionalmente
comprobable, desacreditan la sabiduría milenaria acuñada por
muchos pueblos alrededor del mundo. Reiki es solo una de
muchísimas técnicas milenarias de sanación natural.
El reikista es una persona que se ha formado y ha recibido una
iniciación o armonización por parte de un Maestro de Reiki,
que lo habilita para canalizar la energía Ki (Energía Vital
Universal) para sí mismo o para otros. No se puede ser reikista
solo leyendo sobre Reiki o sabiendo las posiciones de las
manos, necesita esa primera armonización que lo transforma en
catalizador transparente de energía.
Según el nivel jerárquico del reikista, este podrá canalizar
energía Ki directamente sobre el receptor o pasar energía a
distancia.
Las benditas estadísticas nos dicen que aproximadamente
sesenta millones de personas tienen cáncer a nivel mundial,
esto no es un hecho para tirar cohetes ni festejar. Todas estas

60
personas pasan por tratamientos agresivos para el cuerpo, la
mente y las emociones, como lo son la quimioterapia y la
radioterapia, que son la base del tratamiento médico además de
las cirugías.
Ya desde el vamos, como había dicho al principio, el
enfermarnos de una de las denominadas –irresponsablemente-
“enfermedades incurables”, reduce nuestra capacidad personal
para superarla, por eso es tan importante fortalecer nuestra
psiquis y espiritualidad buscando alguna terapia alternativa que
nos sirva de apoyo para hacer frente al tratamiento médico
propiamente dicho. Reiki es utilizado en muchos lugares del
mundo en el ámbito hospitalario, ya que como terapia
alternativa va teniendo cada vez más una acogida positiva de
parte de los profesionales de la salud que ven a las personas
también desde una perspectiva holística.
Según expertos, la terapia de Reiki reordena el sistema
inmune, acrecienta la energía vital, mejora la calidad de vida
del paciente y su fuerza interna para superar la situación, al
tiempo que sana las causas profundas que desencadenaron la
desarmonía originaria de la enfermedad.
El reikista o cualquier otra persona puede apoyar su filosofía
de vida por medio de actitudes personales que se pueden
resumir en:
-Evitar solo por hoy enojarse.
-Evitar solo por hoy preocuparse.
-Vivir honestamente.
-Respetar a los padres, maestros y mayores.
-Tratar a todos con amabilidad.
-Agradecer a la vida las bendiciones diarias.
El Reiki actúa sobre el cáncer a corto, mediano y largo plazo.
A corto plazo alivia el dolor físico, sube los niveles de energía
del paciente, lo que lo ayuda a predisponerse positivamente a
los tratamientos de quimioterapia y radioterapia reduciendo el

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temor a los efectos colaterales y anulando muchas veces esos
efectos no deseados.
A mediano plazo actúa sobre el tumor reduciéndolo y, en
casos que han sido documentados, eliminándolo.
A largo plazo actúa sobre lo que causó el cáncer,
considerando que todas las enfermedades tienen su origen en
un desequilibrio interno emocional, por lo tanto se debe sanar
la causa si se pretende que la enfermedad no se repita.
Incrementa la energía vital de la persona y reordena su sistema
inmunológico.
Reiki también es una posibilidad de abrir la mente y tomar
conciencia de la realidad espiritual del ser humano y de realizar
cada uno los cambios que nuestro espíritu necesita.

Reiki actúa donde, cuando y como debe, siendo su fuente


perfecta y sabia. Por eso a veces los efectos buscados no son
los conseguidos, de allí la controversia ya que los escépticos
de siempre que solo se ciñen a lo racionalmente
comprobable, desacreditan la sabiduría milenaria acuñada
por muchos pueblos alrededor del mundo…

Oración
Es más que fundamental y ya lo he mencionado
anteriormente: la idea de culpa o castigo divino no es racional.
Lo único que logra es mayor miedo, sentimiento de inseguridad
y desvalorización de las posibilidades de vivir una vida con la
mayor calidad posible durante y luego de la enfermedad.
La mejor oración posible es aquella en la que reflexionamos
sobre el momento que estamos viviendo y realizamos
afirmaciones o verbalizamos lo que percibimos como
necesidades, inquietudes, siempre pidiendo claridad mental que
nos permita asimilar nuestra realidad y determinar la mejor
manera personal de asumirla. La oración es una meditación

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acerca de nuestro presente, es una conexión profunda con
nuestra esencia divina, y con esta y la fuente de vida. Es la
contemplación del océano por parte de la gota y también la
concientización que hace la gota de sí misma y de su
pertenencia al océano.
No se debe confundir oración con lamento, con súplicas, con
un pedido de respuestas desesperado, sino que esta práctica
debe ser utilizada como un medio de introspección, de
intimidad con nosotros mismos y con nuestra fuente de vida.
La oración conlleva la entrega desinteresada de nuestra energía
y tiempo sin otra finalidad que el autoconocimiento y la
comprensión profunda de la fuente vital.

La oración conlleva la entrega desinteresada de nuestra


energía y tiempo sin otra finalidad que el autoconocimiento
y la comprensión profunda de la fuente vital.

Orar no es sinónimo de recitar de memoria; sin embargo, el


hecho de repetir muchas veces una frase, rezo o mantra nos
permite aquietar la mente y vaciarla de pensamientos
frecuentemente negativos que estamos generando
continuamente, e incluso nos ayuda a meditar sobre lo que
nos “preocupa”.

Visualización sanadora
Esta técnica está muy ligada a la anterior, la visualización
efectiva solo se puede realizar en un estado de meditación con
la consiguiente quietud de la mente. La concentración y la
respiración profunda son indispensables al momento de realizar
la visualización curativa del cáncer o de cualquier otra
desarmonía en la que estemos inmersos.
Visualizar no es lo mismo que imaginar. Durante las
visualizaciones la persona debe llegar a sentir como real la

63
situación que visualiza, percibir con los sentidos que sucede lo
que se está visualizando. En el caso de lo que nos compete, la
visualización sanadora se logrará de manera efectiva cuando el
practicante se sienta sano, libre de todo dolor y enfermedad. El
cerebro no distingue la realidad de la ficción, por eso cuando
vemos un limón enseguida segregamos saliva como si su
acidez nos la causara. Más o menos lo mismo ocurre cuando
visualizamos nuestra curación del cáncer. Generamos en este
proceso imágenes positivas con respecto a nosotros mismos
sintiéndonos vitales, saludables, alegres, logrando beneficios
que redundan en calidad de vida, reducción del dolor físico, la
angustia u otras emociones negativas que genera el estado de
enfermedad. Recordemos que la persona es un todo y lo que
sucede en uno de sus ámbitos –espiritual, mental, físico y
emocional– repercute en el resto. Si nos visualizamos débiles,
indefensos, abatidos, nuestra salud será cada vez más frágil.
Esta práctica es muy utilizada durante la práctica de Yoga,
donde es casi imposible llegar a un estado de relajación
profundo sin visualizarnos “tirados al abandono”, creando en
nuestra mente pensamientos de paz, tranquilidad, bienestar
interior y exterior. Si no nos sentimos pacíficos, tranquillos y
equilibrados, la relajación no fue practicada con éxito.
Como todo en la vida, requiere constancia y voluntad, nada se
consigue de la noche a la mañana: hay que re-educar el cuerpo
y principalmente a la mente. Esta última es la que mayor
resistencia opone a la hora de relajarse. La mente requiere una
mayor concentración, esfuerzo y disciplina consciente para
alivianarse y quedar en silencio; sin embargo cuando se logra,
es como andar en bicicleta, nunca más te olvidás de cómo
hacerlo.
El cerebro genera las respuestas adecuadas a esas
visualizaciones y estas se manifiestan a nivel orgánico. Estas
respuestas van desde cambios emocionales, secreciones endocrinas
hasta el fortalecimiento del sistema inmune del organismo.

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Aunque no nos demos cuenta, este trabajito de visualizar lo
realiza el cerebro todo el tiempo, esas imágenes van quedando
en nuestra mente, a veces arraigadas en el inconsciente.
Cuando son imágenes negativas, la respuesta es el estado de
angustia, nerviosismo, miedo, inseguridad, a veces pánico o estrés,
lo que resulta contraproducente a la hora de tener que
mantenernos “pum para arriba”. Sin embargo, cuando esas
imágenes que albergamos son positivas, imágenes de nosotros
mismos sanos y en situaciones de alegría o placer, la respuesta
a estos estímulos es aumentar las defensas del organismo
haciendo que nuestro sistema inmunológico se active y
potencie. En conclusión, la terapia de la visualización sanadora
o creativa o curativa se utiliza para mantener un estado mental
y físico saludable.
Podemos visualizarnos sanos, alegres, rememorar situaciones
felices, vernos rodeados de nuestros seres más queridos,
acompañados de algún animal que nos agrade, en un lugar que
nos resulte acogedor, que nos genere tranquilidad, paz interior,
gozo.
Podemos también visualizar nuestras células y a modo de Pac
Man ver cómo nuestros linfocitos se comen a las células
enfermas. También podemos visualizar nuestros órganos
afectados por el tumor y verlos y sentirlos sanos y que las
células se desarrollan y crecen vigorosas libres de la
enfermedad; en fin, las posibilidades son muchas y está en
nosotros buscar, probar, practicar la visualización que mejor
nos haga sentir.

El cerebro genera las respuestas adecuadas a esas


visualizaciones y estas se manifiestan a nivel orgánico…

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Dieta

No hace falta que te diga que me muero por tener… un estado


de salud óptimo, ni tampoco hace falta que te diga que para eso
es fundamental alimentarse lo mejor posible. Vale decir que
cada organismo requiere una alimentación acorde a sus
necesidades particulares, por lo tanto no voy a ponerme a dar
consejos sobre nutrición, pero sí voy a decirles que una dieta
variada donde las verduras y frutas aparezcan a diario, sí o sí
ayuda a mantener las defensas bien arriba, fortalecidas, y al
cuerpo en condiciones de sobrellevar las terapias, cirugías,
ejercicios físicos y todo lo que hagamos para curarnos.
Hay un montón de dietas, las más conocidas son a base de
alimentos que alcalinizan el organismo, para lo que se creó una
lista de alimentos alcalinos que podés encontrar con la ayuda
de cualquier buscador en Internet. Y también podrás hallar la
lista de los alimentos más sanos que el ser humano debe
consumir, en la famosa Guía de Murdock. Y como estas,
muchísimas otras.
A mí me sirvió escucharme y hacerle caso a mis ganas. A
veces tenía ganas de comerme un chocolatín y, aunque tenía
prohibido comer cosas que pudieran recargar a mi pobre
hígado maltratado por tener que filtrar tanta medicación, yo
desobedecía ¡y me comía el chocolatín! Eso sí, después me
cuidaba en otras cosas para compensar. Uno va sintiendo cómo
reacciona el cuerpo ante la ingesta de uno u otro alimento y
está bueno prestarse atención y hacerse caso. Si el
vegetarianismo fuese la solución, ningún vegetariano o vegano
tendría que pasar por un cáncer; sin embargo, esa no es la
realidad. Como les dije anteriormente, nada te garantiza la
“cura definitiva”. Pero muchas terapias alternativas y en
especial una alimentación adecuada, si es posible indicada por
un nutricionista, ayudan a llevar una vida de calidad. El sentido
común te dice que cuanto más fuerte sea tu organismo, más

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embates vas a aguantar de tu agresor, aunque ahí en el
cuadrilátero, cuando te sacan hasta el banquito, una mente
entrenada para mantenerse positiva, ayuda más que una buena
cintura.

El sentido común te dice que cuanto más fuerte sea tu


organismo, más embates vas a aguantar de tu agresor,
aunque ahí en el cuadrilátero, cuando te sacan hasta el
banquito, una mente entrenada para mantenerse positiva,
ayuda más que una buena cintura.

Hierbas medicinales

Si fuera por mi mamá, mis amigas, conocidos, compañeros de


trabajo, contactos del Facebook, vecinos, desconocidos totales
que te cruzás en el colectivo o en las salas de espera de los
sanatorios, me tendría que comer hasta los yuyos que crecen a
la orilla de las lagunas. Las hierbas que prometen la cura para
el cáncer son miles y la mayoría crecen en cualquier terreno
baldío.
La intención de las personas que te cuentan sobre unas u otras
propiedades curativas del yuyo de su confianza, por supuesto,
es buena; nadie lo pondría en duda, menos yo. Así que en este
punto solo me atrevo a decirte que investigues antes de
consumir el té que te dio con cariño tu vecina. Y, si después de
leer un poco al respecto, resulta que estás convencido de que
hará bien, o incluso que mal no te va a hacer, tomalo. Todo lo
que a vos te haga bien, está bien. Recordá siempre que lo que
te da paz, esa es tu verdad. Tampoco andes envenenándote o
mezclando un montón de cosas, prestá atención, usá tu sentido
común, consultalo con tu doctor, buscá información, no
juegues al doctor ni juegues con tu salud o con tu vida. Sé
consciente de lo que te estás llevando a la boca y metiendo en
el cuerpo, esto cuenta para todas las situaciones de tu vida…

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Sé consciente de lo que te estás llevando a la boca y
metiendo en el cuerpo, esto cuenta para todas las
situaciones de tu vida…

Complejos vitamínicos

Existen muchos complejos y fórmulas multi-vitamínicas que


te pueden ayudar mientras realizás tu tratamiento médico, yo
opté por el tratamiento inmunomodulador del Dr. Ernesto José
Vicente Crescenti. Es un complejo vitamínico a base de zinc,
manganeso y selenio. Como sucede con muchas terapias
alternativas o complementarias al tratamiento médico
específico, muchos doctores no las aconsejan, o son escépticos
a la hora de dimensionar los beneficios que estas puedan
acarrear a sus pacientes. La medicina tradicional muy pocas
veces avala tratamientos o terapias alternativas
complementarias. Por eso recalco la necesidad de consultar,
investigar y elegir entre las que están a nuestro alcance, las que
nos convencen y las que nos generan confianza. En mi caso
esto sucedió con este tratamiento que, desde que me detectaron
el tumor hasta el día de hoy, consumo. Así como todo lo que
hago para sentirme lo mejor posible en el marco de mi
circunstancia personal y única, considero que es una ayuda más
que le regalo a mi cuerpo para que se mantenga así de bonito
como hasta ahora.
Cuando se lo comenté a mi oncólogo, no le gustó la idea. Pero
como siempre fui un poco desobediente, le dije que si no le
importaba, yo iba a continuar consumiendo este producto. Y
como no me dijo ni que sí ni que no, hice mi voluntad.
A veces los médicos recetan vitaminas que se comercializan
en las farmacias y ayudan a mantenerse fuerte cuando la dieta
no alcanza o no es posible consumir la cantidad y calidad de
alimentos necesarios.

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Siempre es positivo consultarlo con tu médico y, si podés, con
varios profesionales de la salud, investigar por tu cuenta,
escuchar a otros pacientes, conocer sus experiencias y, como te
digo siempre, buscar lo que a vos en particular te resulta
favorable. Lo que para unos es ley, para otros no funciona
como tal.

Así como todo lo que hago para sentirme lo mejor posible


en el marco de mi circunstancia personal y única, considero
que es una ayuda más que le regalo a mi cuerpo para que se
mantenga así de bonito como hasta ahora.

Risoterapia

No me basé en ninguna técnica, ni sabía que la risa curaba.


Simplemente el sentido común y mis ganas de mantenerme
alerta y no caer en la depresión me llevaron a buscar todos los
días algo que me causara mucha gracia. Veo siempre videos
que me causan risa, escucho chistes y miro programas de
televisión que me resultan muy divertidos. A veces sola con mi
soledad, me desarmo de la risa revolcándome en el suelo sin
poder calmarme, riendo hasta las lágrimas por algo que leí o vi
en alguna página de Internet. Busco situaciones de risa, trabajo
para reírme, me entreno y me entretengo mientras río.
La risoterapia es una técnica psicoterapéutica que produce en
quien la practica efectos mentales, físicos y emocionales
positivos para su curación o alivio de síntomas adversos de la
enfermedad que padecen en ese momento. Es importante
aprender a reírse de uno mismo, de las capacidades limitadas
del ser humano y de la vida, aprendiendo a tener una mejor
visión de nosotros mismos y de nuestro entorno y
posibilidades.

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La risa mejora la calidad de vida. Aumenta la capacidad
cardio-respiratoria, la tonificación muscular, fortalece los
esfínteres, y no tiene contraindicaciones.

En la China (eso dice la Wiki) enseñaban que una simple


sonrisa aseguraba la salud, la felicidad y la longevidad:
pensaban que la salud de una persona era proporcional a
las veces que se reía durante el día.

Como se habrán dado cuenta, hago de todo: no se pelean en


mi mente Jesús con Mikao Usui, ni los hawaianos creadores
del Ho’oponopono discuten con el doctor Crescenti, ni los
Yogis le dan la espalda al Gauchito Gil. También tengo que
contarles que para estar en órbita, leo muchos libros de
autoayuda, psicología y superación personal; libros sobre el
cáncer, libros que intentan dar respuestas a preguntas que todos
los que atravesamos una enfermedad como esta, con tanta mala
prensa, nos preguntamos. He recorrido librerías, kioscos de
revistas y consumí lo que llegaba a mis manos de una manera
casi golosa. Me atoré de leer tanto, de ver tantos documentales
y películas, algunas encantadoras y reveladoras; otras, una
porquería. Ahora que ha pasado agua debajo de este puentecito,
ya un poco más tranquila trato de seleccionar lo que leo, miro,
escucho y consumo. Sé que todo lo que llegó a mis manos fue
de alguna manera fructífero. He encontrado un camino personal
que me conforma, me resulta ameno y agradable y soy
consciente de que se puede bifurcar en cualquier encrucijada
con la que me encuentre a futuro, mientras tanto continúo con
paso firme, segura y confiada de las elecciones que voy
tomando a diario.

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Si está ahí es porque sirve

En este camino en el que intentamos racionalizar lo que nos


sucede, comprender nuestra realidad, amigarnos con nuestra
enfermedad, buscarle la vuelta e intentar sacar lo mejor de la
situación, tenemos que darnos cuenta que si el “cangrejo” está
en nuestro cuerpo es porque sirve para algo. En esto quiero ser
bastante precisa y destacar que todo lo que nos sucede en la
vida es perfecto, nada ocurre porque sí ni aleatoriamente, todo
tiene causas y consecuencias. Y tanto el hecho como lo que lo
causó como los efectos que producirá en nuestras vidas y en la
de los demás, todo es perfecto. No existe el: “si hubiera hecho
tal o cual cosa”, “si no hubiera hecho eso”, “seguramente si
actuaba diferente”, “si me hubiera hecho el PAP unos meses
antes o la mamografía el año pasado”, “si la colonoscopía
hubiese tenido otro resultado”, “si el marcador tumoral hubiese
sido mayor”. Ninguna de estas afirmaciones o dudas tiene
sentido para mí, ya que creo que todo lo que sucede es
perfecto, nada pudo haber sucedido de una manera diferente y
lo que sucedió es perfecto. Las piezas encajan armónica y
exactamente en el rompecabezas de nuestra existencia carnal.
Negarlo sería negar la sabiduría, la belleza y la perfección de la
fuente, del océano, de nuestra propia e íntima esencia. Cuesta
asimilar esta idea y no es condición que la creas o que te
resulte agradable o verdadera, esto es lo que creo yo y mucha
gente comparte. A mí me cierra y me hace bien esta idea, lo
que para nada significa que le debe causar la misma sensación
al lector. Pero es necesario que la ponga en palabras porque de
aquí se desprende el título del capítulo y las consiguientes
especificidades. El cáncer está en nuestra vida, en la tuya o en
la mía (y si no es el cáncer es “esa” situación especial que te
tiene pensando en el “para qué” te sucede) porque es perfecto
que así suceda. El cáncer está ahí porque te está sirviendo para
algo.

71
El cáncer está ahí porque te está sirviendo para algo.

Te puede estar sirviendo para:


Victimizarte: obviamente nadie se quiere victimizar
conscientemente, pero está bueno plantearse esa posibilidad,
preguntarse los beneficios que tengo porque estoy enfermo de
cáncer: ¿me prestan más atención?, ¿ puedo hacer cosas que
antes no se me permitía, o yo no me las permitía?, ¿los tengo a
todos girando a mi alrededor?, ¿por fin se dieron cuenta de que
existo?, ¿conseguí sentirme valorada gracias al cáncer?, ¿me
agrada el papel de víctima?, ¿me sirve ser “la pobrecita”de la
novela?, ¿mi marido o mi pareja volvió a mi lado porque estoy
en esta condición precaria de salud?, ¿me interesa volver a ser
común y corriente?, ¿me siento diferente a los demás, en
inferioridad de condiciones?, ¿soy una víctima del cáncer?,
¿todo me causa sufrimiento y dolor?, ¿siento que no voy a
poder salir airosa de esta situación?, ¿demuestro las secuelas o
efectos colaterales de mi tratamiento?, ¿exagero mis
malestares?
Como estas, te pueden venir a la mente muchas preguntas que
te lleven a darte cuenta si esta es tu situación, si el cáncer te
está sirviendo para victimizarte. Si es así, el cangrejo va a
seguir ahí. Y si se va, vas a enfermarte de otra cosa, vas a crear
nuevas situaciones donde aparentemente seas la víctima.
¿El antídoto?: la autoestima.

Evadirte: enfermarte de algo con lo cual vas a lidiar el resto de


tu vida porque, aunque te den el alta, el fantasma te seguirá
asechando hasta el último suspiro (eso es lo que dicen las
malas lenguas). Te puede estar sirviendo para continuar
estancado en una situación que no te permite crecer o
desarrollarte personalmente. El cáncer te distrae de esa
realidad que no querés o no podés afrontar: ¿qué situación

72
desagradable estabas viviendo y no podés dejar atrás?, ¿qué no
te gusta de tu vida y no te sentís capaz de cambiar?, ¿con qué te
estás conformando, negando tus posibilidades de crecimiento
personal?, ¿qué no estás queriendo ver a tu alrededor porque te
causa dolor o confusión?, ¿estás cómoda allí donde estás?, ¿la
enfermedad te mantiene el cien por ciento de tu día
concentrada en ella?, ¿qué situación incómoda o poco feliz
parece haberse resuelto desde que enfermaste?, ¿si te sanás,
qué cosa volvería a suceder que no te gustaría enfrentar?
Si el cáncer te está sirviendo para evadirte de una realidad que
te resulta insostenible, lo más probable es que continúe ahí,
gozando de buena salud y creciendo cada día más y más,
dándote lo que estás queriendo, permitiéndote tirar la pelota
para adelante lo más lejos posible, dilatando en el tiempo la
posibilidad de enfrentarte a la realidad y dejándote la cancha
embarrada para decirte engañosamente a vos mismo: “no
puedo salir del pozo”, en vez de “no quiero salir del pozo”,
“tengo miedo de salir del pozo”, “me causa incertidumbre lo
que puedo encontrar afuera del pozo”.
¿El antídoto?: la autoestima.

Esconderte: a veces nos sucede que si nos sacamos las


máscaras sabemos que los que nos rodean van a ver quiénes
somos realmente y puede que no les guste. El cáncer nos puede
estar sirviendo para mantenernos ocultos bajo una coraza
infranqueable adonde nadie puede acceder. Cuando tenemos
cáncer, nadie nos dice lo feos, miserables, absurdos o patéticos
que somos, sino por el contrario, como sucede con los muertos,
magnifican nuestras bondades. La gente es hipócrita, por
naturaleza piensa que el cáncer te atribuye dones de gente. Por
más malparido que hayas sido toda tu vida, cuando te enfermás
de cáncer el mundo te ve como un ser noble, incapaz de hacerle
daño a nadie, hasta les resulta agradable invitarte a sus
encuentros con amigos o familia. La gente es hipócrita, lo hace

73
para tener la conciencia tranquila, nada tiene que ver con vos y
tu horrorosa manera de ser mal llevado y con tu carácter
podrido. O por el contrario, si siempre fuiste una persona
generosa y amigable, cuando te enfermás algunos pueden
llegar a pensar que “algo habrás hecho para merecer ese castigo
divino”. La gente no es solo hipócrita, también es absurda y
delirante.
El cáncer te puede mantener ahí, oculto tras la máscara de
“enfermo terminal”, “gravemente enfermo”, “patino en
cualquier momento”, “tengo un pie de un lado y el otro en el
más allá”, “oncológico”.
Si el cáncer te está sirviendo para no mostrarte tal cual sos y
el que tiene ganas que se quede y el que no “hasta luego, buen
viaje”, entonces lo más probable es que continúe allí
instaladísimo, permitiéndote continuar viviendo tan hipócrita,
absurda y delirantemente como cualquier fulano. Ser uno
mismo está muy mal visto en este planeta.
¿El antídoto?: la autoestima.

Llamar la atención: contrariamente al caso anterior, el cáncer


te puede servir para hacerte ver, ponerte en el tapete, salir del
anonimato. Cuando no nos sentimos importantes en nuestro
ámbito familiar, amistoso, de trabajo, podemos manifestar esta
enfermedad con la sola intención de salirnos de esa condición
donde tenemos la sensación de que si vivimos o morimos a
nadie le importa, la vida continuaría como si nada hubiese
pasado. Lamentablemente para el que se siente así con respecto
a su persona, debo decirle que en realidad nadie es
imprescindible, la vida siempre continúa y se abre caminos en
medio de las más agrestes condiciones. Vivir la vida pensando
en la imagen que los demás tienen de mí, es perder el tiempo.
Nadie es monedita de oro para que todos lo aprecien, nunca me
voy a cansar de repetirlo. A la única persona que le tenemos
que caer bien es a nosotros mismos, pero esto es fácilmente

74
comprensible y difícilmente practicable. Admitir que nadie nos
necesita para ser feliz es casi una tragedia para muchas
personas que viven su vida en función de los demás, intentando
todo el tiempo complacer a otros, ser útiles, a veces a costa de
su propia felicidad. No digo que eso esté mal, el altruismo es
un estilo de vida aceptable y hasta ponderable, la macana reside
en esperar una recompensa del otro lado, el agradecimiento, el
aplauso. Es grande la tentación de caer bajo la influencia de los
halagos que las personas te dedican cuando vas transcurriendo
una enfermedad muy grave sin demostrar vulnerabilidad o
indefensión; te dicen que sos valiente, que sos un ejemplo de
vida, que inspirás a muchas personas. Por lo general cuando me
dicen eso me pongo muy mal y llego a contestarles como me
pongo. Les digo de la peor manera posible, olvidando las reglas
de la buena educación, que si buscan ejemplos vayan a los
manuales de matemáticas, ahí van a encontrar un montón. Si la
enfermedad te sirve para salirte del anonimato, ponerte en una
situación destacada cuando antes eras el auténtico “perfil bajo”,
que pasaba desapercibido, y eso te hace sentir que tu vida ha
dado un giro muy esperado secretamente, y que ahora todos te
consideran, incluso vos mismo, trascendente, lamento
informarte que el cangrejito va a seguir ahí agarradísimo de tu
débil psicología, sobreviviendo y fortaleciéndose a medida que
dependas cada vez más de su presencia para ser una persona
plena.
¿El antídoto?: la autoestima.

Despertarte: ¡Voto por esta!


El cáncer a mi entender debe servirte para despertarte, sacarte
de la distracción en la que el mundo te tiene ocupado. El cáncer
debe sacarte la venda que nubla tu visión y debe mostrarte esa
otra parte tuya que permanecía oculta debajo de quién sabe
cuántas capas de ego. El cáncer mientras te sirva para
encontrarte a vos mismo y allí acabar con esa búsqueda

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constante que caracteriza al ser humano, va a seguir existiendo.
Si sanaste el cuerpo pero aún hay cuestiones por resolver,
capas que desvelar, zonas que iluminar, va a volver a aparecer
una y otra vez, porque todavía te sirve para algo.
Una vez que encontraste tu verdad y la paz se instala en tu
corazón. Una vez que ya no necesites enfermarte el cuerpo para
sanar cuestiones más profundas. Una vez que logres encontrar
al buscador que hay dentro tuyo, recién allí sanarás realmente.
Y si para sanar todas estas cuestiones no te alcanza esta vida,
dalo por hecho que en futuras encarnaciones el karma te
acompañará como una sombra. La sombra solo se proyecta si
de un lado hay luz y del otro materia.
Despertar implica aceptar, amar y perdonar.
Despertar es irreversible.
Despertar es definitivo, como la felicidad.
La clave para despertar es la autoestima. Una vez conseguido
un cierto nivel de autoestima, los escalones que quedaron
debajo de la escalera desaparecen y solo te queda continuar
cuesta arriba. Mirar hacia abajo, querer retroceder es inútil

Una vez conseguido un cierto nivel de autoestima, los


escalones que quedaron debajo de la escalera desaparecen
y solo te queda continuar cuesta arriba.

Hay que hacer un trabajo profundo, meditar, pedir, mirar hacia


adentro, practicar el silencio y oír lo que tenemos para
decirnos. Determinar si el cáncer nos está sirviendo para algo o
si ya no nos sirve para nada. Caer en la realidad de que si está
es porque todavía sirve. Todo es perfecto y nuestra mente
busca siempre compensar el desequilibrio. Los pensamientos
erróneos, las memorias dolorosas tienen su apoyo en estas
enfermedades que de alguna manera “le dan la razón”. Así si
en nuestro pensamiento no nos merecemos la salud, el cuerpo
va a darle la razón enfermando, y reafirmando esa triste,

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dolorosa y errónea afirmación; si nuestras memorias dolorosas
nos gritan que somos culpables, por ejemplo de albergar
resentimientos hacia alguna persona, el cuerpo va a responder
castigando esa culpa con dolor y pena, enfermándose. Cuanto
más grande la culpa, más grave la enfermedad.
Todo lo que sucede es perfecto. Nosotros somos perfectos.

Todo lo que sucede es perfecto. Nosotros somos perfectos.

Pelucas, pañuelos, turbantes o vinchas con orejas de


peluche rosado tipo conejita de Playboy.

El tema de la transformación que experimenta el cuerpo de un


enfermo de cáncer es un tema complejo. Nadie que no haya
pasado por esta u otra situación traumática parecida donde su
fisonomía, su apariencia o su estado físico se hayan visto
afectados, lo puede comprender en toda su dimensión.
Muchas personas, y muy especialmente las mujeres que
vivimos pendientes del aspecto físico o condicionadas muchas
veces por las modas o el estilo de vida moderno que conlleva la
exigencia implícita de un modelo de belleza acorde a la cultura,
la época y la edad, o la condición socioeconómica, entre otros,
sabemos que el cuerpo y su apariencia son un tema difícil de
sobrellevar durante el tratamiento para el cáncer.
No solo el quedarse calvo es el “problema”, sino que en
muchos casos las mujeres pierden un seno, ambos u otras
partes de su cuerpo debido a las cirugías. Tanto hombres como
mujeres pueden perder sus capacidades reproductivas, son
mutilados de diferentes maneras y sus condiciones físicas se
ven afectadas por cambios inherentes al tratamiento para
conservar la vida. La ciencia cuenta cada vez más con maneras
de sobrellevar estos trastornos, otorgando a los pacientes una
calidad de vida y una recuperación de su apariencia física en
tiempos récord.

77
A mí personalmente me gusta pensar que esos cambios en la
apariencia física deberían tomarse como una oportunidad de
renovar el look o de revalorizarnos internamente. Recuerdo
haberme mirado muchas veces en el espejo y que la imagen me
resulte extraña, sin embargo siempre consideré la posibilidad
de la reconstrucción estética o de buscar una manera creativa e
ingeniosa de hacer de esa parte “fea” de mi cuerpo, la parte
“más linda” por medio por ejemplo de un bello tatuaje.
Siempre que me compro ropa nueva veo la manera de destacar
esa zona por sobre el resto de mi cuerpo, que lo que falte sea lo
que se destaque, transmutar de alguna manera creativa el vacío
en contenido.
Admito que al principio me resistí a usar prótesis en el
corpiño, pero cuando mi espada comenzó a torcerse para
compensar los gramos que faltaban de un lado, no tuve más
remedio que calzarme el pedazo de silicona en un bolsillo que
traen los corpiños y andar por la vida aparentando
“normalidad”. Sé que es una cuestión de personalidad, depende
de cómo estamos acostumbrados a actuar en la vida como
vamos a enfrentar nuestro nuevo cuerpo.
Siempre recuerdo la primera vez que vi mi cicatriz del lado
izquierdo de mi pecho, en el consultorio de la doctora que me
operó durante la primera curación después de la mastectomía.
Miré hacia abajo y me encontré face to face con aquel
matambre espantoso. Me causó mucha impresión no solo la
forma de la costura sino la insensibilidad en la zona, pensé que
los orgasmos me iban a costar un perú, que jamás iba a resultar
atractiva para ningún macho de mi especie. Sin embargo atiné
a decir con un nudo en la garganta, como corresponde,
intentando disimular con una pseudo sonrisa las lágrimas que
me atragantaban: “parezco la novia de Chuky, es como si
hubiese tenido sexo anoche con el joven manos de tijera!”.
Miré a la doctora que se sonrió por la tontería que había
dicho… y yo también traté de reírme. Los doctores están

78
acostumbrados al drama, ven personas sufriendo todo el
tiempo, tienen que tomar decisiones acerca de la vida de los
demás y ponerle onda a tragedias como esta o peores, y suelen
desconcertarse cuando las personas toman con sentido del
humor su realidad. Con mi oncólogo y la ginecóloga que me
detectó el cáncer de mamas y me operó, me pasó muchas veces
que durante las consultas al reírme de mí misma y de la
situación patética por la que muchas veces estoy pasando,
sentía al principio cierto desconcierto del otro lado, hasta que
se acostumbraron a mis exabruptos y terminamos contando
chistes y hablando de bueyes perdidos.
Reírme de mi realidad me ayudó a desdramatizar mi
enfermedad y tomarme la vida con humor. Además cómo no
reírte de que la gente por lo general se abra a tu paso
recordándote la escena de Moisés abriendo las aguas del Mar
Rojo. Vas en el colectivo y los niños inocentes te apuntan con
el dedo y las madres los retan por ese gesto que denota “mala
educación”, ya lo único que les falta es que se peleen por
tocarte el manto y pedirte algún milagro cuando te dan el alta
provisoria. ¡Suceden cosas divertidas cuando andás por la vida
con la cabeza rapada y sin una teta! Yo disfruté mucho ese
efecto sobre los demás, que es un efecto colateral del
tratamiento.
Con respecto a “la faltante” en mi pecho, también tuve mis
momentos chistosos como uno que recuerdo haber pasado una
noche en mi casa. Estábamos en la habitación matrimonial con
mi esposo, yo iba a entrar a ducharme y antes de salir del
cuarto le arrojé la teta de silicona que él atajó en el aire, y le
dije: “empezá nomás vos solito que yo ya te alcanzo”, eso nos
causó mucha gracia a los dos.
Desdramatizar ayuda y mucho.

Desdramatizar ayuda y mucho.

79
Obviamente he pasado momentos difíciles y no los niego,
solamente elijo no regodearme en ellos sino rescatar esos
espacios o momentos alegres, distendidos y felices que me
acarrea ser una persona que tuvo un cáncer y que ya nuca va a
poder decir a ciencia cierta que está curada, porque el cangrejo
tiene esas cosas, vuelve si no sanaste completamente la causa.
Yo tenía la ventaja de haber pasado en otra etapa de mi vida
por la auto-aceptación de características físicas que eran
motivo de burlas por parte de mis pares, así que sabía que era
una cuestión de tiempo y de amor propio acostumbrarme a mi
nueva apariencia.
La pelada nunca la disimulé, me habían regalado una peluca,
compré muchos pañuelos y hasta gorritas, sin embargo anduve
por la vida esos cinco o seis meses con el bocho al viento.
Acompañé a mis hijas a la escuela así pelada, fui al banco, de
paseo, hice colas en los supermercados. Una de mis hijas me
decía que los amiguitos le hacían comentarios diciéndole que
su mamá se había convertido en travestida, y otra de mis hijas
quería que la acompañe a la escuela porque era la única que
tenía una mamá pelada y eso le parecía “super cool”, o sea, hay
de todo…
Yo actué como si fuera solo un cambio de look, algo
circunstancial, momentáneo y pasajero. Mi pelada era
reversible y como jamás se me hubiese ocurrido semejante
look, tomé el hecho de que obligatoriamente debía llevarlo
como una oportunidad para lucir distinta a mi habitual
apariencia, sabiendo perfectamente que ya volvería a mi corte
habitual o casi.
Me dije que no me iba a disfrazar de algo que no soy, si
ocultaba mi apariencia sentía que mis hijas verían a su mamá
“tapando algo” y eso las llevaría quizás a pensar que si se tapa
es porque no es bueno.
La apariencia física pasó poco a poco a un segundo plano y
automáticamente, cuando hice ese clic mental, comencé a

80
amigarme con mi nuevo cuerpo. Ahora hasta me siento bella, y
sigo teniendo la misma cara de siempre y cada día estoy más
vieja. Sin embargo no me escondo, miro a los ojos a mis
interlocutores, afronto mi realidad y hasta puedo decir que me
siento orgullosa de mí misma y de cómo sobrellevo el cáncer.
No sé cuánto tiempo voy a vivir; como cualquiera de nosotros,
no tengo la bola de cristal ni el teléfono de Dios, por eso
intento vivir cada día disfrutando al máximo de lo que la vida
me regala. Sé que después del cáncer, el resto de tiempo es un
regalo que se aprecia de otra manera, se vive con otra energía y
sin tantas expectativas.
Cada uno vive sus cambios físicos de manera diferente y lo
que a mí me resultó positivo sé que no refleja la realidad de
muchos en mi misma situación. Solo intento contar mi
experiencia y cómo la transito.
Haber pasado por una mastectomía me ha ayudado a
revalorizarme como una persona única e irrepetible y a
saberme tan perfecta como cualquier otra persona. Poder ver
más allá de las apariencias y ver también en los demás su
carácter único y perfecto.
Además, la belleza y los cánones de belleza van cambiando
así que en una de esas llegue un día en que andar sin una teta
por la vida sea considerado top y las mujeres empiecen a
sacarse una por cuestiones estéticas. ¡Quién sabe, la gente está
muy loca!

Sé que después del cáncer el resto de tiempo es un regalo


que se aprecia de otra manera, se vive con otra energía y
sin tantas expectativas.

El hábito no hace al monje, sin embargo me he dado cuenta –


y en los pasillos de los sanatorios se nota– que las personas
que están pasando por un cáncer se mimetizan con el ambiente,
se visten de oncológicos, abundan el gris, el beige, el negro:

81
hay una pseudomoda del cáncer. Los pañuelos son como un
distintivo particularísimo que nos distingue del resto. Somos
una especie de elite, y ya no me queda claro si es a pesar
nuestro o por motus propio.

O Él o Yo

O Él o Yo. Es imposible convivir los dos en un mismo


cuerpo, uno de los dos se tiene que ir, agarrar sus pilchitas y
mandarse a mudar para que esto no termine como terminan
todas las relaciones amorosas, lentamente y haciendo pedazos
la mente y los corazones de los amantes.
Él es un ser inescrupuloso, toma lo que necesita sin medir las
consecuencias nefastas que provoca en Yo, se cuela hasta en
los huesos, hurga las pertenencias de Yo sin ningún recato, da
vueltas el cuerpo que habita buscando quién sabe qué cosa y no
vuelve a ordenar. Es Yo quien al percatarse del desorden con
paciencia pero también con rencor creciente, intenta reconstruir
a partir de los escombros que ha dejado Él al pasar.
Él considera que el amor que se tienen lo avala para hacer de
Yo su posesión. Él es un romántico empedernido. Sabe que Yo
está a sus pies desde que se conocieron y decidieron habitar el
mismo cuerpo.
Yo hasta ahora había cumplido con cada una de las
expectativas de Él. Jamás le había negado nada, era Él quien
mandaba y era Yo muy obediente. Si Él reclamaba más, Yo de
manera automática sentía la necesidad de dar. Pensaba que eso
era el amor verdadero, dar hasta la vida si fuera necesario. Él
comenzó pidiendo poco, al principio fue un pedazo de carne,
algo de sangre, después ocupó los pensamientos y,
últimamente, las emociones de Yo parecían pertenecerle. Yo
no demostraba sentirse invadido en su espacio, olvidó de a
poco lo que era la libertad y sentía que lo que tenía en el
cuerpo, esa partecita que todavía habitaba, era lo que en el

82
fondo merecía. Tan poquita cosa necesitaba… solamente un
pequeño espacio y si debía compartirlo con Él o quedarse
afuera del cuerpo, sería lo que finalmente se había ganado.
Yo estaba quedando cada vez más afuera del cuerpo y Él lo
invadía todo.
Yo una mañana despertó y al verse durmiendo en el suelo
porque Él reclamaba para sí la comodidad de las dos plazas,
pensó que quizás esa situación no era lo que había imaginado
cuando se habían conocido. Recordó cómo Él lo hacía sentir
importante, le endulzaba los oídos. Todos los que conocían a la
pareja decían que eran tal para cual y que serían muy felices
juntos hasta que la muerte los separara.
“¿La muerte de quién?”, pensó Yo…
Él estaba cada día más vigoroso, más joven y atractivo, hasta
se ufanaba de despertar pasiones en otros cuerpos, se había
transformado en un ser sádico y ladino. Y Yo, que no se había
dado cuenta de esa transformación hasta ahora, no podía creer
que al mirarse al espejo viera semejante rejunte de despojos.
Yo había sido hermoso, digno de piropos y admiración, era
inteligente y divertido; ese reflejo patético no le pertenecía, era
la sombra de otro ser, jamás la suya. Él lo había consumido.
Yo esperó que Él despertara, le preparó como siempre el
desayuno, se sentó a su lado y, viéndolo masticar la medialuna
y sorber aparatosamente el café con leche, tomó coraje y
esperando la peor de las reacciones, sentenció con una vocecita
casi inaudible, pero que en los oídos de Él sonaron a trueno:
“quiero que te vayas de este cuerpo, ya no te amo”.
Él atinó a soltar una carcajada brutal, y con lágrimas en los
ojos de esas que salen de tanto reír, respondió: “¡tonto, este
cuerpo ya no sirve para nada, puedes quedártelo!” Y salió
riendo como un loco, seguro de que antes del mediodía ya
encontraría algún otro Yo con la autoestima apagada con quien
compartir un cuerpo nuevo.

83
Yo, que pensaba que moriría de amor si Él lo abandonaba, en
vez de sentirse triste se sintió aliviado. Sin embargo, no estaba
acostumbrado a la incertidumbre.
Pero incertidumbre no es lo mismo que falta de rumbo, pensó,
y rumbo no le faltaba. Tenía todo un cuerpo casi destruido a
quien sanar, a quien cuidar y para eso tenía el resto de su vida.
Él no volvió a aparecer por aquel cuerpo, aunque Yo lo veía a
veces en algunos rostros desconocidos y, cual fantasma,
aparecía por detrás de su reflejo en el espejo.
Se habían amado, cada cual a su manera.
Yo logró reconstruir el cuerpo, puso orden en la sala y se
deshizo de todo lo que a Él le pertenecía, cada recuerdo, cada
sentimiento, uno a uno los fue arrojando a la basura.
Como todas las separaciones, Yo hizo su duelo por todo lo
que se había ido con Él: aquel pedazo de carne, aquella sangre,
aquel rencor y aquel amor.

El que tiene boca…


Las palabras son expresiones del pensamiento, por más que
se digan sin querer o espontáneamente, no nacen en las cuerdas
vocales sino más allá, en el “cerebrutito”.
Hay que tener cuidado de lo que se dice y, principalmente,
para cambiar esas palabras lo que hay que cuidar es lo que se
piensa. Revertir un pensamiento que nos resulte desagradable o
que tenga connotaciones negativas afectándonos la vida, es un
trabajito que tenemos que hacer empezando por donde
empiezan todas las cosas, por el principio.
Tenemos que identificar en nuestro vocabulario habitual esas
palabras que nos causan sentimientos feos, que nos dan una
idea errónea de la realidad o de nosotros mismos.
Durante mi vida fui cambiando unas palabras por otras y fui
notando cómo los conceptos que tenía de esas cosas que
nombraba fueron mutando de negativos a positivos. Cambié

84
por ejemplo la palabra “dinero” por la palabra “agua”. Dinero
me representaba billetes, pocos billetes, deudas que pagar,
sudor, cansancio; sin embargo agua se me figura frescura,
abundancia, saciedad. ¿Se entiende? Entonces cuando necesito
dinero digo, necesito agua, tengo que pasar por el cajero y
sacar un poco de agua, todo el agua que necesito la tengo en el
momento que la necesito, en mi universo abunda el agua, o
frases por el estilo. Jamás digo que “no tengo agua”, que “el
agua no me alcanza”, cancelo cualquier pensamiento o palabras
que salgan de mi boca que representen escasez, pérdida,
inseguridad. Además es un trabajo lúdico que pone a prueba la
creatividad y el sentido del humor.
Con respecto al cáncer, por ejemplo, como habrán notado le
digo “cangrejo”, esto no es porque sí, porque denota lo chapita
que estoy, ni siquiera es negar la existencia de la enfermedad.
Por el contrario, es hacerme cargo y tratarla con cariño y
humor, esto de cambiarle el nombre tiene un sentido y es el
hecho de que la palabra “cáncer” quiera o no tiene vestigios en
mi mente donde la relaciono directamente con enfermedad,
dolor, inyecciones, vómitos, etc. “Cangrejo”, en cambio, está
relacionado en mi cerebrito con mar, olas, playa, cosquillas,
etc. A la “quimioterapia” le digo “sesión de spa”, a la
“radioterapia” le digo “terapia radiante”, a mi “cabeza pelada”
le digo “bochín”, a la “cicatriz” le digo “matambrito”. Cuando
voy a ir a verlo a “mi doctor” o a hacerme algún control, les
digo a mis amigas que voy a verme con “mi amante”, a la
“enfermedad” le digo “des-armonía” y a la “salud”, “armonía”.
Así voy cambiando unas palabras por otras, unos pensamientos
por otros, aliviando mi psicología y, de paso, divirtiéndome un
poco.

Hay que tener cuidado de lo que se dice y, principalmente,


para cambiar esas palabras lo que hay que cuidar es lo que
se piensa.

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También, y de paso, cambiemos esas frases nefastas que
decimos a diario. Por ejemplo cuando nos preguntan cómo
estamos decimos: “en la lucha”, “acá tirando por no aflojar”,
“bien o querés que te cuente”, “acá ando, la bola”…
¡Fea la actitud!
Hay que ponerle onda a la vida y de paso despistar al
interlocutor, responder con una sonrisota un buen: “estoy de
diez”, “feliz como nunca”, “ocupándome de mi salud”,
“viviendo a full”, “estoy de la mejor manera que puedo”.
Aunque suene irónico, fuera de lugar, falso a más no poder, lo
que importa es que esa verbalización repetida muchas veces en
un período de tiempo va a cambiar nuestros neurotransmisores
generando una respuesta positiva de nuestro sistema
inmunológico, generando endorfinas y poniéndonos en ese estado
que verbalizamos. Si todo el tiempo les decimos a los demás
que estamos bien, que todo en nuestra vida está en orden, que
somos felices, nuestra mente se lo va a creer y así es como nos
sentiremos, recordemos que todo comienza en la mente con
una pequeña idea. Nuestra realidad empieza con lo que
pensamos. Y lo que ahora estamos pensando está estableciendo
cómo estaremos dentro de un rato.

Los afectos

En este apartado voy a meter a todos los afectos en la misma


bolsa, llámense amigos, amantes, amores, familia, hijos,
compañeros de trabajo, vecinos, compañeros sexuales,
conocidos, etc. No negaré que sentirse acompañado en la vida
es algo positivo para cualquier persona, más aún si nos
encontramos de alguna manera disminuida temporalmente en
nuestras aptitudes físicas, mentales o emocionales. Sin
embargo quiero dejar bien clara mi postura frente a los afectos.
El único afecto que pesa en esta situación particular de “pasar

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por el cangrejo”, es el amor que nos tenemos a nosotros
mismos.

El amor todo lo cura.


El amor es indispensable, indiscutible y vale más que
cualquier terapia científica o alternativa.
El amor es Uno solo, aunque se manifieste de diferentes
maneras. El amor es la fuerza vital que nos mueve a las gotitas
en el universo del océano. Ese amor que habita en nosotros es
el que tiene la capacidad intrínseca, por ser perfecto, de
sanarnos, de acercar nuestro espíritu a la fuente, más allá,
mucho más allá de los avatares del cuerpo.
Una persona puede ser muy amada por muchas personas, ser
el alma mater de la vida de unos cuantos, ser irremplazable
para otro ser humano, pero si no se ama a sí misma de nada le
vale ese amor externo.
El afecto más importante para cualquier ser humano es el
amor por su propia esencia, por la divinidad que habita en su
ser. Y lo hace único y factible de ser bienamado por otros seres
humanos y, lo más importante, lo habilita a amar a los demás.
Quien no experimenta ese amor incondicional, puro e íntimo
por sí mismo es muy improbable que pueda apenas sentirlo por
otro ser humano o por el océano mismo.
Todos somos ese amor en esencia, la cuestión es ser
conscientes de esa realidad y vivir en consecuencia. Amo a mis
hijas, a mi esposo, a mis amigas, a mi mamá, a mi papá, a mis
hermanos, sobrinos, tíos, a mis perritas y a los árboles que
planté en mi vereda. Sin embargo, si alguno de ellos me faltase,
seguiría viviendo. Pero si me falto a mí misma, la vida
terminaría para mí.
El amor lo es todo. Los afectos, las relaciones pueden ser
reflejos de ese amor que siento o reflejo, de ese amor del cual
aún no soy consciente y del cual en apariencia carezco.

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Los afectos, las relaciones pueden ser reflejos de ese amor
que siento o reflejo, de ese amor del cual aún no soy
consciente y del cual en apariencia carezco.

Conectividad

Que nos prioricemos y cuidemos nuestras energías no quiere


decir aislarse del mundo. Es más bien poner un halo de
protección para que nada exterior pueda perturbar nuestra
tranquilidad y nos desenfoque del objetivo: “estar bien”.
Conectarse con los demás es un cable a tierra y puede
muchas veces ayudarnos a salir del pozo. Hay que diferenciar
la mano que nos puedan dar, a la fuerza que ponemos nosotros
para prendernos y salir.
Soy una persona bastante solitaria, paradójicamente soy muy
sociable. Esto que parece a simple vista una contradicción no
lo es porque me gusta y disfruto de la soledad, me gusta
trabajar en soledad, y al mismo tiempo intento vivir
interconectada con los demás. Me intereso por lo que sucede en
el mundo y a mi alrededor. Antes del cangrejo, yo solía
hacerme cargo de los “problemas” ajenos. Ahora comprendí
que esas circunstancias son caminos personales y que no es mi
misión salvar al mundo, eso está fuera de mi alcance. Sé
también que si uno sana, sanamos todos; y si uno sufre,
sufrimos todos, aunque no parezca, como el efecto mariposa,
co-creamos la realidad. Entonces, lo que hago generalmente es
escuchar, estar para quien necesita mi abrazo o mi voz, o mi
respiración presente al otro lado del teléfono o mi “Sonia está
escribiendo” o “visto” al otro lado del monitor de la
computadora. Esto lo aprendí cuando a veces, en medio de
insomnios y noches blancas, me levantaba, encendía la
computadora y hablaba con cualquier ser humano que quisiera
regalarme su tiempo y su presencia. Cuando mis amigas no
estaban o mi esposo dormía y yo tenía la necesidad de hablar,

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de desahogarme, de expresarme, siempre había alguien
dispuesto a ser mi interlocutor del otro lado del monitor. Con
algunos ahora, dos años después, continúo conectada, y
aparecen nuevos contactos, los compañeros de insomnio se
renuevan. Y así como yo necesité muchas veces, considero que
a mí también hay alguien que me puede necesitar y por eso
“estoy”.
Quizás “estar” no necesariamente esté relacionado con intervenir,
ni mucho menos con involucrarse o inmiscuirse en la vida
ajena, sino por el contrario: estar presente para otro que te
requiera en un momento determinado, es una manera de estar
presente en tu propia vida y hacerte consciente de la
inmensidad del océano y de los caminos posibles.
La conectividad me ha rescatado de las tinieblas en ocasiones
donde la luz que emanaba del monitor iluminaba más hondo
que las pupilas.

La conectividad me ha rescatado de las tinieblas en


ocasiones donde la luz que emanaba del monitor iluminaba
más hondo que las pupilas.

El agujero del mate


Hace dos años, presentaba mi primer libro. Dos años
exactamente desde que leía impreso en los primeros renglones
las palabras felizmente casada y, entre paréntesis, toco
madera. Tocar madera no funciona. Ese libro me ha traído
revelaciones, y la posibilidad de reunirme física y virtualmente
con personas que han aportado a mi vida de manera
sorprendente, maravillándome con sus vidas, experiencias,
lecturas, conversaciones, que redundaron en mi en el
descubrimiento de capacidades inherentes a la naturaleza
humana, sobre las cuales nunca antes me puse a pensar y a

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replantarme la visión que tenía hasta ese momento de las que si
habían sido parte de mi búsqueda de respuestas.
Descubrí en esta andanza que aquello que había planteado
como conclusión en mi libro, parecía tener sentido más allá de
las palabras; que las respuestas a todos nuestros interrogantes
están dentro nuestro, que aprender en esta existencia es
sinónimo de recordar. Simplemente recordamos lo que fuimos
olvidando.
Recordarnos a nosotros mismos, de dónde venimos, quiénes
somos, qué vinimos a hacer o a ser. Y a estas respuestas solo se
llega haciendo silencio, aquietando la mente y escuchando el
alma, conectándonos con nuestra “fuente de vida”, Dios para
algunos, Energía universal, Todo, Amor... para otros.
La soledad y la capacidad de silenciar la mente es un
ejercicio necesario que está bueno que se convierta poco a poco
en hábito, en un modo de enfrentar no solo las crisis sino el
devenir de la vida cotidiana.
Uno procura salir no solo airoso de las crisis, sino que quiere
hacerlo lo antes posible; tiene mala reputación estar pasando un
conflicto y aparentemente es de gente “superada” atravesar el
brete sin daños colaterales.
Las crisis parecerían ser la peor parte de la vida y cuando uno
está adentro, a decir verdad, no ve más que oscuridad al final
del túnel y allí brotan como los yuyos en primavera las voces
de “los demás” que te cantan la posta, te dicen sus consejos, lo
que hicieron cuando les sucedió algo parecido a lo que te
sucede a vos, o saben de alguien que ya pasó por eso, y te
hablan, te hacen ruido, y es ahí cuando resulta una misión
imposible acallar la mente.
No hay que subestimar el valor que tienen las experiencias
ajenas, sirven y mucho pero son, en definitiva, ajenas. Tantos
testimonios, libros, blogs, conocidos dándote su opinión,
programas de TV, redes sociales y, sin embargo, esa imagen
que está ahí devolviéndote tu cara desconcertada en el espejo,

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es la única que tiene la solución a tus dramas. Que te digan:
“seguramente te espera algo mejor”, te la seca.

Esa imagen que está ahí devolviéndote tu cara


desconcertada en el espejo, es la única que tiene la solución
a tus dramas.

Evidentemente, desde el vamos ya hay un error de concepto


de lo que “debe ser”. La idea de perfección en el marco de la
carne, del ego, igualándola al espíritu donde sí habita la
perfección. Las relaciones humanas son las que nos generan la
mayor parte de nuestros conflictos internos y ponen en duda
nuestra capacidad de ser felices. Esto, gracias al cielo, pasa
poco en las generaciones actuales. Somos nosotros, los que
tenemos más de treinta y pico, los que fuimos alimentados a
base de “La Familia Ingalls” en el desayuno, las canciones de
Isabel Pantoja en el almuerzo, “El Mágico Mundo de Disney”
(con toda la runfla de princesas esperando ser rescatadas de su
soledad y sus penurias por el príncipe, que se parece mucho a
un sapo, pero que si lo besas, al toque se transforma en el
hombre de tus sueños, cuya belleza física te hace dejar de lado
sus carencias internas, tómalo o tómalo: las mujeres no tienen
alternativas en los cuentos de hadas) en la merienda y, para la
cena, antes de dormir y para darle un poco de emoción a tus
sueños, algún cura dándote tus merecidas bendiciones que
vienen acompañadas de un combito no tan merecido, que trae
un listado de pecados y sus correspondientes penitencias y
admoniciones para que ni siquiera se te ocurra pensar que
puede existir otra verdad, y si por casualidad osas hacerlo, el
infierno te espera como a tantas brujas de la inquisición y en el
fuego eterno arderás por siempre. Con esta dieta ya es un
hecho milagroso que no hayamos terminado todos los de mi
generación en un manicomio.

91
¡Charles no existe, Carolyn menos!

Estábamos los cinco sentados alrededor de la mesa del


comedor y les dijimos a nuestras hijas que papá y mamá, a
pesar de que se querían mucho, no podían seguir viviendo
juntos, que hay cosas que solo los grandes entienden y que
ellas con el tiempo irían comprendiendo; que las amábamos
con toda el alma y eso no cambiaría jamás. La más grande no
paraba de reír, la del medio lloraba desconsolada aferrada a mi
cintura y la menor, de tan solo seis años, observando el
panorama se levantó de la silla y dijo: “Sin ofender y
cambiando de tema, ¿sobró alguna mandarina de la siesta?”

Chupate esta mandarina…

Lo que intento contarles es que los adultos vemos una


realidad muy diferente a la que ven los ojos menos prejuiciosos
de los chicos. Lo que “es”, a veces es mucho menos
complicado que lo que creemos que “es”. La vida es sencilla,
somos nosotros los que enredamos las cosas y nos trenzamos
cuestiones engorrosas que embarran la cancha. Cuánto más
fácil resulta pelarse una mandarina y sentarse en la puerta a
comerla bajo el sol de la siesta invernal, que intentar cambiarse
la vida, cambiando lo de afuera, lo que para nada te asegura la
felicidad, que es un maravilloso estado de las cosas donde,
ocurra lo que ocurra, permanece.

El después
El después es una utopía, el después del cangrejo no existe,
no hay después. Si resulta que saliste vivo de la enfermedad, el
después es una serie de durantes, porque del cáncer jamás te
liberás. El fantasma de la enfermedad te visita cada tanto, cada
vez que tenés que ir a un control de rutina, cada vez que el

92
médico te dice que es mejor que hagamos una ecografía para
estar seguros, o simplemente te dice que está todo bien, que
vuelvas en tres, seis, doce o dieciocho meses. Siempre, por más
que mires para otro lado, la sombra del cangrejo te persigue. Y
eso no es algo malo, por el contrario. Aunque te produce
muchísima ansiedad y angustia, hay que aprender a vivir con
esto y estar siempre alerta, despabilado, intentando sanar las
causas, las posibles causas. Y si regresa será porque aún
quedan cuestiones por resolver, pensamientos erróneos que
sanar y memorias dolorosas que perdonar.
El cáncer te cambia la vida, aparentemente para mal; yo
prefiero ver el vaso medio lleno y elegir pensar que el cangrejo
me ha dado más de lo que me ha sacado.
En última instancia se llevó un pedazo de carne, un pedazo
que, no voy a ser falsa, extraño y mucho; un pedazo
irremplazable, pero un pedazo de carne finalmente, algo que
solo me iba a servir un rato más y después de igual manera lo
iba a abandonar. Y se llevó con el pecho muchas memorias
dolorosas y pensamientos erróneos. Me ha dejado la mente
mucho más abierta, el corazón latiendo a full y el cuerpo
extraordinariamente más sensible a lo que le sucede. Me ha
permitido verme tal cual soy. Y, a pesar de todo lo que
encontré dentro mío, cosas buenas y miserias, he llegado a
amarme y a aceptarme como lo que soy, un alma viviendo una
experiencia enriquecedora carnal.
El después es la incertidumbre permanente o la certidumbre
de que todo cambia, nada permanece inmutable, excepto la
esencia, el amor.
Lo que a mí me resulta más difícil en este camino es tener un
rumbo y que la incertidumbre sea solo una serie de avatares en
la ruta hacia ese norte que vislumbro, que anhelo y que me
mantiene erguida. Mi norte es la eterna búsqueda de la
plenitud, la felicidad y el encuentro con La Fuente de este

93
Amor que me conmueve cuando soy consciente de su
existencia.
Mi norte, en definitiva, es encontrarme conmigo misma, con
mi Ser, con mi Dios.

Crisis

Enfermarte de un cangrejo te pone frente a un dilema, es una


crisis en la vida que te presenta muchas posibilidades y es un
punto de inflexión donde, sola tu alma, deberás decidir dónde
está tu norte.
Sos libre para decidir entre muchas y variadas alternativas, el
secreto reside en la capacidad que tengas en medio del
vendaval, de tomar las riendas de tu vida y decidir vivir o morir
en el intento o vivir o morir.
Es condición para decidir primero haber tocado fondo,
conocido el inframundo y haberte encontrado con tu
“anticristo”, esa otra parte tuya donde reside y se manifiesta la
idea errónea sobre vos mismo.
Dicen las buenas lenguas que cuando algo nos sucede en la
vida es porque tenemos desarrolladas las herramientas y las
capacidades necesarias para salir adelante, que fuimos
preparados para sobrevivir y salir triunfantes del brete. Ser
conscientes de esto requiere hacer el bendito silencio, y
encontrarse y reconocer estas “armas” con las que contamos
para la “batalla”.
Mi arma, la que a mí me sirvió y aún uso de vez en cuando, es
desorientar al enemigo. Ponerme frente a frente, ambos
armados hasta los dientes, con cara de “matar o morir”, y
cuando el enfrentamiento es inminente, arrojar todo el material
bélico al piso, acercarme, mirarlo a los ojos, hacerle una caricia
y abrazarlo, murmurarle al oído: “gracias”. Luego retirarme del
campo de batalla segura de que mi enemigo jamás me disparará
por la espalda. Tiene códigos el “guacho”.

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Y así en cada enfrentamiento, porque si lo comparamos con
una guerra de verdad, el cáncer o cualquier otra circunstancia
crítica en la vida se transcurre y pasa por varias batallas; ganás
algunas, perdés otras, salís malherido de unas cuantas, y de
otras abrazado y cantando con tu enemigo.
La cuestión es tomar una decisión y ponerte las pilas para
perseguirla incansable, conseguirla como se consigue seducir a
un amante, poner toda la carne en el asador, ser estratega, usar
la inteligencia y, por sobre todo, escuchar al corazón. Hacerse
caso. Convertirte en un burrito.
Y tanto si decidís vivir lo que te quede de vida, sea una
semana o hasta viejito, amándote, o si decidís renunciar y
tirarte al abandono hasta morir (nadie muere en la víspera),
quedate tranquilo con tu conciencia que todo lo que suceda
después es perfecto. No te vas a morir ni un segundo antes del
momento perfecto por más que lo intentes y te empecines.
El océano es misterioso.

Mi arma, la que a mí me sirvió y aún uso de vez en cuando,


es desorientar al enemigo.

Independencia emocional
Podés sufrirlo, padecerlo, tratarlo amablemente, pedirle que
se vaya, podés defenderte con uñas y dientes o entregarte y que
te haga pelota, podés reírte de él, de vos, podés llorar y gritar, y
salir a correr… En algún momento, cuando todos se alejen y en
la soledad te encuentres cara a cara con tu enfermedad, allí
tendrás la verdadera y única posibilidad de sanarte.
Los de afuera que no sean de palo, sino que reflejen el amor
que sentís por vos y por la fuente que te da la vida.
A los de afuera les digo que por más que quieran, jamás
lograrán sentir lo que siente quien tiene en su cuerpo o ha

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tenido un cáncer o cualquier otra de esas enfermedades
melodramáticas e “invenciblemente monstruosas”.
Si querés que alguien más o menos pueda comprenderte, si
necesitás hablar con alguien que no te va a decir “seguramente
te espera algo mejor”, de la misma manera en que se dice “bien
y usted” respondiendo cortésmente a un saludo, podrías hablar
con alguien que está pasando por lo mismo o ya está en el
“después”. Y en este aspecto te hago un pedido personal: si la
persona con la que te pusiste a hablar comienza un triste
lamento boliviano, levantate y alejate lo más posible de ella.
Juntate con gente positiva y alegre. Si tu mamá te mira y
comienza a llorar, visitala menos regularmente; no atiendas el
teléfono a amigas lloronas, no vayas a fiestas por compromiso,
ni te quedes en lugares contra tu voluntad. No te comas los
gorgojos que te trajo tu vecina solo por darle el gusto ni tengas
sexo con tu pareja para evitar conflictos. Hacé solo cosas que te
gusten, que te hagan bien, sé egoísta, tremendamente egoísta y
egocéntrico. Al final de cuentas, se te va la vida en esto. Y,
finalmente: no le hagas caso a nadie, tampoco a mí ni a cada
detalle que acabás de leer. Si tenés un cáncer, si tu familiar lo
tiene o tu amiga, o tu paciente enfermó, la única manera de
transitarlo es en soledad. El cangrejo existe para algo tan
personal y único como la persona que lo somatizó.

No le hagas caso a nadie, tampoco a mí ni a cada detalle


que acabás de leer. Si tenés un cáncer, si tu familiar lo tiene
o tu amiga, o tu paciente enfermó, la única manera de
transitarlo es en soledad. El cangrejo existe para algo tan
personal y único como la persona que lo somatizó.

Chat con Elena

Elena dice:

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un año pasa volando... cuando te des cuentas estaremos
festejando la presentación de tu segundo libro....
Sonia dice:
ya lo estoy escribiendo
empecé el 8, el día de la mujer
Elena dice:
¡yo sabía!!!!
Sonia dice:
es un libro más espiritual
juaz!
pero igual de poco serio, como es mi estilo
Elena dice:
¿tendré el privilegio de leer los borradores???
Sonia dice:
no
jajajaja
Elena dice:
qué mala...igual te quiero...
Sonia dice:
cuando esté terminado o casi te voy a mostrar pero falta
muuuucho
Elena dice:
yo estoy necesitando algo así...
Sonia dice:
querés saber el título
Elena dice:
¡daleeee!!!!!
Sonia dice:
Yo y el cáncer (el burro por delante)
Elena dice:
jijijijijijijii
Elena dice:
¡FUERTEEEEE!!!!
PROFUNDO sobre todo

97
Sonia dice:
jajajajajajaa
Elena dice:
vas a tener que poner un subtítulo....
Sonia dice:
jajajaajjajajaj
Elena dice:
yo por mis lecturas aburridas últimamente....con ese
título...lo compro...
Sonia dice:
estaba escribiendo una novela policial, ¡abandoné y me fui al
carajo!
Elena dice:
no es lo tuyo...
Sonia dice:
jaajajajajaa
no sé si esto es lo mío
Elena dice:
vi una foto donde estás en tu hamaca con un libro entre las
piernas...¿qué leés?
Sonia dice:
¡me pueden decir que quién soy yo para dar consejos
espirituales! y tienen razón
Un curso de milagros, así se llama el libro que aparece en la
foto
pero no me gusto del todo. Está bueno por ahí a vos te gusta
Elena dice:
también podrían decir quién es Bucay para hablar de
espiritualidad...
Sonia dice:
y el tipo es psicólogo
yo soy un ama de casa inquieta
Elena dice:

98
creo que la gente lo que necesita es leer historias de vidas
que te hacen sentir que no sos el único que pasa por todo
esas situaciones límites...
que tomamos decisiones que a veces nos duelen en el alma...
que llevamos cruces pesadas y todos necesitamos ser
perdonados...
Sonia dice:
ya hay demasiados libros de “el cáncer y yo”
no creo que necesitemos ser perdonados Elena
ese es un mambo humano nomás
Elena dice:
cada uno de nosotros somos un espermatozoides nadando en
océanos de dificultades para llegar al óvulo de la felicidad...
o no??
Sonia dice:
somos perfectos en espíritu y la carne , la materia en
definitiva no existe, es solo una experiencia más del espíritu.
Dios, si existe, no absuelve ni juzga ni nada de eso, solo ama
jaja! me gustó eso de nadando en océanos de dificultades…
y nadamos al pedo! que es lo peor!
porque la felicidad no está en ningún óvulo allá afuera, está
adentro nuestro
Elena dice:
no estoy diciendo que Dios es el que nos tiene que
perdonar...
uno mismo se tiene que perdonar... y es eso lo que falta en la
gente.
Sonia dice:
sí, te entiendo
nos enseñaron muchas cosas mal
Elena dice:
pero poca gente sabe que está adentro y es infeliz porque la
sigue buscando afuera..
Sonia dice:

99
a sentirnos culpables y a tener que perdonarnos o buscar
afuera la salvación de nuestras almas
que ya están salvadas
desde antes de existir, desde la eternidad y por siempre
todos tenemos momentos de iluminación en la vida, solo que
no nos damos cuenta
porque no estamos acostumbrados a escucharnos
Elena dice:
sí...pero nos llenan de culpas y nos hacen creer que pensar
distinto, sentir diferente, ofende a Dios y hacer cosas que te
llenen el alma hace que Dios no nos perdone..
Sonia dice:
“nos llenan de culpas”...le das todo el poder a los otros
Elena. Vos te llenás sola de culpas, vos elegís la culpa…
Elena dice:
estoy hablando desde que nacemos...
mis padres decían que si no era una buena nena...me iba a ir
al infierno...jajaja
y no siempre quise ser buena...jajajaja
Sonia dice:
y decime si cuando no hiciste lo que supuestamente era lo
correcto, ¿no fue ese el infierno?
esa auto condena
si yo te contara en que ando !!!me excomulgan Elena!!!!
sin embargo yo me siento más cerca de Dios que en toda mi
vida.
Elena dice:
cuando hice lo que tenía ganas de hacer no fue el infierno
para mí.
Sonia dice:
en ese momento no
porque estabas siendo fiel a vos misma
pero después?
Elena dice:

100
en ese momento no...pero pesaban las ideologías de nena
buena, nena mala
y caí en la cuenta de que soy o fui mala...
Sonia dice:
te das cuenta! ni del momento a veces uno puede disfrutar
por tanto complejo de culpa!!al final!
Elena dice:
y no hay nada peor que sentirte culpable ante los ojos de los
demás...
Sonia dice:
quien te culpa Elena?
Elena dice:
porque dejás que el mundo se convierta en tu juez y
verdugo...
Sonia dice:
quién puede tirar la primera piedra?
Elena dice:
yo sé que Dios no me culpa y sabe muy bien cómo soy y lo
que hay en mi corazón...
Sonia dice:
y sí porque tenemos el pre-juicio de que el mundo tiene razón
y nosotros, nuestra voz interna está equivocada
Elena dice:
de hecho es el único que me conoce y con quien puedo
hablar...
Elena dice:
¿cómo nació la idea del libro???
Sonia dice:
como nace casi todo, pensando en nada
jajaajajaj
surgió la primera línea y ahí se me ocurrió el resto
Elena dice:
bueno a lo que me refiero es que empezás a escribir...nada
más???

101
Sonia dice:
Me mandaron una foto en el FACE y ahí me surgió la idea
de que manifestamos pensamientos como se manifiesta la
vida
alineando una idea, con un sentimiento y con el aliento de
vida que es la presencia del Amor en todo acto creativo,
aunque el producto sea en apariencia fulero, es perfecto.
sin la voluntad divina de que las cosas sucedan, nada puede
ser creado.
Eso es lo que yo pienso…
Elena dice:
gran verdad...
Sonia dice:
y ahí me puse a delirar …

102
Biografía de Sonia Marcela Valussi.

Nacer lo que se dice nacer, dice mi mamá que nací el 1 de


mayo de 1973. Yo creo, después del cangrejo, que todavía
estoy en una panza preparándome tal vez para nacer.
Escribo, trabajo y estudio, en el medio vivo una hermosa
vida.
Soy Tauro y Búfalo y no me pesan ni los cuernos ni la
testarudez de ambos bichos.
Me gusta la vida terrenal y sacarle el jugo a los pomelos en
invierno, cambiar el look de vez en cuando y portarme mal.
O sea, soy normal y me lo permito (que no es muy normal).
Busco incansablemente lo que hay más allá de todo esto.
¡Ah! y confieso que en el trayecto de la panadería a mi
casa me como medio kilo del kilo completo de pan que
compré.

103
PIE DE IMPRENTA

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