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LA PRESENCIA DIVINA EN TERESA DE JESÚS

TERESA DE JESÚS. Nació en Ávila, España, el 28 de marzo de 1515. A la edad de 12


años queda huérfana de madre y suplica a la Virgen reemplace el vacío dejado por su
progenitora. En su adolescencia ingresa como estudiante al convento de Agustinas de
Nuestra Señora de Gracia de Ávila en 1531. Posteriormente, sin estar convencida de su
vocación religiosa, ingresa al Monasterio Carmelita de La Encarnación de Ávila el 2 de
noviembre de 1535. Allí vive una vida de oración donde descubre la riqueza del gran
«mundo interior». Junto a algunas mujeres amigas y con el apoyo de algunos confesores y
familiares decide fundar el Monasterio de San José de Ávila. Es reconocida por sus grandes
escritos espirituales: Vida (V), Camino de Perfección (C), Las Moradas o Castillo Interior
(M), Fundaciones (F), Cuentas de conciencia o Relaciones (CC), entre otros. Uno de sus
grandes aportes a la espiritualidad tiene que ver con su experiencia mística en la que
descubre la profundidad del alma humana en cuyo centro acontece la unión con Dios
expresado como matrimonio espiritual. Muere el 15 de octubre de 1582. Beatificada en
1614, canonizada en 1622 y declarada Doctora de la Iglesia en 1970.

LA «PRESENCIA DIVINA» EN SANTA TERESA

Cuando hablamos de «experiencia espiritual» nos referimos al contacto personal y


consciente con realidades que superan nuestra sensibilidad, suprasensibles, que desbordan
nuestra realidad sensitiva. En ese orden de ideas, cuando nos referimos a «experiencia
religiosa» nos referimos al contacto personal y consciente del hombre con Dios como ser
personal y supremo, en la que participa la totalidad de la persona humana, con su voluntad,
entendimiento, sensibilidad y aptitudes1. Así, este tipo de experiencias pueden transformar
la vida del hombre, en la medida en que se dispone a la acción divina. La experiencia
religiosa es algo vital en el hombre y abarca la totalidad de la persona.

Con el término «espiritualidad» nos referimos al contacto con otra persona, concretamente
con la persona divina, que en el caso del cristianismo, específicamente, se refiere al
contacto con la persona de Jesucristo, con su Presencia, como una comunicación personal
que es la clave y fundamento de la relación con el hombre. Se trata de una experiencia de la
Presencia divina.

Cuando hablamos de presencia divina en la experiencia de Teresa de Jesús nos referimos a


la comunicación de Dios a la persona humana, como una realidad dinámica, que obra y que
es la raíz y la fuerza de su espiritualidad. Se trata de una «persona», es decir, la presencia
divina es Dios mismo que se pone en contacto personalmente con el hombre. La toma de
conciencia de la presencia divina es en Teresa el proceso de interiorización 2. Así, la vida
espiritual es la toma progresiva de conciencia por parte del hombre de la presencia divina

1
Cf. Ángel María García Ordás, Teresa de Jesús. Presencia y experiencia (Claves de interpretación), 2ª ed.
(Madrid: Editorial de Espiritualidad, 2011), 31-41.
2
Ibíd., 51-120.

1
que habita en el «centro del alma», y que se realiza de manera particular en el camino de la
oración, entendida esta como trato de amistad con Dios3.

La presencia es una relación interna, dinámica y creativa que hace renacer a la persona, una
comunicación interpersonal que transforma a la persona humana, para que progresivamente
descubra a la Presencia divina y alcance la igualdad en el amor, de manera que la persona
pasivamente experimenta el don de Dios en su más profundo centro y activamente se pone
en tensión para servir y cuidar a los otros y a la creación.

Para Teresa, la primera realidad que descubrió como fundamento de su vida espiritual fue
la persona de Cristo. Inicialmente, su búsqueda se realizó por la lectura, poco a poco ese
descubrimiento de los libros se concretó en su relación personal con su Amigo, Señor y
Esposo.

Veamos algunos textos que nos ayudan a identificar la «presencia divina» en la obra
teresiana, específicamente en Las Moradas:

«La primera, que en esta obra de espíritu quien menos piensa y quiere hacer, hace
más; lo que habemos de hacer es pedir como pobres necesitados delante de un
grande y rico emperador, y luego bajar los ojos y esperar con humildad. Cuando por
sus secretos caminos parece que entendemos que nos oye, entonces es bien callar,
pues nos ha dejado estar cerca de él, y no será malo procurar no obrar con el
entendimiento -si podemos digo- Mas si este Rey aun no entendemos que nos ha
oído ni nos ve, no nos hemos de estar bobos, que lo queda harto el alma cuando ha
procurado esto, y queda mucho más seca y por ventura más inquieta la imaginación
con la fuerza que se ha hecho a no pensar nada, sino que quiere el Señor que le
pidamos y consideremos estar en su presencia, que El sabe lo que nos cumple. Yo
no puedo persuadirme a industrias humanas en cosas que parece puso Su Majestad
límite y las quiso dejar para Sí; lo que no dejó otras muchas que podemos con su
ayuda, así de penitencia, como de obras, como de oración, hasta donde puede
nuestra miseria» (4M 3,5).

«Pues diréisme: ¿cómo lo vio o cómo lo entendió, si no ve ni entiende? No digo que


lo vio entonces, sino que lo ve después claro; y no porque es visión, sino una
certidumbre que queda en el alma que sólo Dios la puede poner. Yo sé de una
persona que no había llegado a su noticia que estaba Dios en todas las cosas por
presencia y potencia y esencia, y de una merced que le hizo Dios de esta suerte lo
vino a creer de manera, que aunque un medioletrado de los que tengo dichos a
quien preguntó cómo estaba Dios en nosotros (él lo sabía tan poco como ella antes
que Dios se lo diese a entender) le dijo que no estaba más de por gracia, ella tenía ya
tan fija la verdad, que no le creyó y preguntólo a otros que le dijeron la verdad, con
que se consoló mucho» (5M 1,10).

3
Cf. Teresa de Jesús, Vida 8,5.

2
«Verdad es que a quien mete ya el Señor en la séptima morada, es muy pocas veces,
o casi nunca, las que ha menester hacer esta diligencia, por la razón que en ella diré,
si se me acordare; mas es muy continuo no se apartar de andar con Cristo nuestro
Señor por una manera admirable, adonde divino y humano junto es siempre su
compañía. Así que, cuando no hay encendido el fuego que queda dicho en la
voluntad ni se siente la presencia de Dios, es menester que la busquemos; que esto
quiere Su Majestad, como lo hacía la Esposa en los Cantares, y que preguntemos a
las criaturas quién las hizo -como dice San Agustín, creo, en sus Meditaciones o
Confesiones-, y no nos estemos bobos perdiendo tiempo por esperar lo que una vez
se nos dio, que a los principios podrá ser que no lo dé el Señor en un año, y aun en
muchos; Su Majestad sabe el porqué; nosotras no hemos de querer saberlo, ni hay
para qué. Pues sabemos el camino como hemos de contentar a Dios por los
mandamientos y consejos, en esto andemos muy diligentes, y en pensar su vida y
muerte, y lo mucho que le debemos; lo demás venga cuando el Señor quisiere» (6M
7,9).

«Y aunque, a mi parecer, es mayor merced algunas de las que quedan dichas, ésta
trae consigo un particular conocimiento de Dios, y de esta compañía tan continua
nace un amor ternísimo con Su Majestad y unos deseos aun mayores que los que
quedan dichos de entregarse toda a su servicio, y una limpieza de conciencia grande,
porque hace advertir a todo la presencia que trae cabe sí; porque aunque ya
sabemos que lo está Dios a todo lo que hacemos, es nuestro natural tal, que se
descuida en pensarlo: lo que no se puede descuidar acá, que la despierta el Señor
que está cabe ella. Y aun para las mercedes que quedan dichas, como anda el alma
casi continuo con un actual amor al que ve o entiende estar cabe sí, son muy más
ordinarias» (6M 8,4).

«Digo espantosa, porque con ser la más hermosa y de mayor deleite que podría una
persona imaginar, aunque viviese mil años y trabajase en pensarlo, porque va muy
adelante de cuanto cabe en nuestra imaginación ni entendimiento), es su presencia
de tan grandísima majestad, que hace gran espanto al alma. A osadas que no es
menester aquí preguntar cómo sabe quién es sin que se lo hayan dicho, que se da
bien a conocer que es Señor del cielo y de la tierra; lo que no harán los reyes de ella,
que por sí mismos bien en poco se tendrán, si no va junto con él su
acompañamiento, o lo dicen» (6M 9,5).

«Pareceros ha que, según esto, no andará en sí, sino tan embebida que no pueda
entender en nada. Mucho más que antes, en todo lo que es servicio de Dios y, en
faltando las ocupaciones, se queda con aquella agradable compañía; y, si no falta a
Dios el alma, jamás él la faltará, a mi parecer, de darse a conocer tan conocidamente
su presencia, y tiene gran confianza que no la dejará Dios, pues la ha hecho esta
merced, para que la pierda; y así se puede pensar, aunque no deja de andar con más
cuidado que nunca, para no le desagradar en nada» (7M 1,8).

3
«El traer esta presencia entiéndese que no es tan enteramente, digo tan claramente,
como se le manifiesta la primera vez y otras algunas que quiere Dios hacerle este
regalo; porque si esto fuese, era imposible entender en otra cosa, ni aun vivir entre
la gente; mas aunque no es con esta tan clara luz siempre que advierte se halla con
esta compañía. Digamos ahora como una persona que estuviese en una muy clara
pieza con otras y cerrasen las ventanas y se quedase a oscuras; no porque se quitó la
luz para verlas y que hasta tornar la luz no las ve, deja de entender que están allí. Es
de preguntar si cuando torna la luz y las quiere tornar a ver, si puede. Esto no está
en su mano, sino cuando quiere nuestro Señor que se abra la ventana del
entendimiento; harta misericordia la hace en nunca se ir de con ella y querer que ella
lo entienda tan entendido» (7M 1,9).

«Yo os digo, hermanas, que no les falta cruz, salvo que no las inquieta ni hace
perder la paz, sino pasan de presto, como una ola, algunas tempestades, y torna
bonanza; que la presencia que traen del Señor les hace que luego se les olvide todo.
Sea por siempre bendito y alabado de todas sus criaturas, amén» (7M 3,15).

Podemos decir que la experiencia espiritual teresiana gira en torno a la presencia de Cristo.
Se trata de un progreso bien definido desde la experiencia de una presencia exterior, «cabe
vos», una compañía de Cristo de forma exterior a la persona, por yuxtaposición (cf. CV
26,2-10), hasta la experiencia interior de dicha presencia, una «presencia de
interiorización», Cristo injertado en su vida interior. La experiencia con Cristo como
maestro, que le enseña a discernir y vivir la vocación, y le revela progresivamente su
presencia, se observa en Teresa por medio de las enseñanzas de la palabra de Dios en la
Escritura, por las palabras que escucha en su interior del mismo Cristo, y por la misma vida
contemplada a la luz de la fe o de los misterios de Cristo4. Se trata de una experiencia de
transformación, de conversión a Dios, marcada por diferentes momentos cristológicos que
gradualmente vivió: Dios a «nuestro lado» (V 27,2), Dios «dentro de nosotros» (V 10,1;
CC 44,3-4) y nosotros «dentro de Dios» (6M 10,2; CC 47)5.

Esa experiencia de transformación tiene su punto de apoyo en el amor divino y en la


libertad que se genera como fruto de la conversión: «Sea Dios bendito por siempre, que en
un punto me dio la libertad que yo […] no pude alcanzar conmigo»6. El resultado es la
transformación del psiquismo humano, pues el entendimiento queda trascendido, la
memoria se purifica y la voluntad queda ocupada solo en amar7. De manera que el amor de
Dios, concretado en la Persona de Cristo, es la verdadera fuente de la libertad.

Frente al amor divino, Teresa responde con amor, entendido como «La mayor
determinación de desear contentar en todo a Dios y procurar, en cuanto pudiéremos, no le

4
Jesús Castellanos Cervera, “Espiritualidad teresiana, experiencia y doctrina” en: A. BARRIENTOS, (director),
Introducción a la lectura de santa Teresa, Madrid: Editorial de espiritualidad, 2014, 186-189.
5
Juan Antonio Marcos, Teresa de Jesús. La trasparencia del Misterio (Madrid: San Pablo, 2015), 40-51.
6
V 24,8.
7
Cf. Juan Antonio Marcos, Teresa de Jesús. La trasparencia del Misterio, 192-193.

4
ofender»8. Esta es la clave del discernimiento de su vocación: el deseo por agradar en todo
a Dios como expresión del amor que ella le tiene y que la lleva a amarse y a amar a los
otros.

Poco a poco Teresa experimenta que su relación con Cristo es un encuentro progresivo,
siempre nuevo, que va de una relación de amistad a una relación nupcial en el matrimonio
espiritual, que ella describe en las Séptimas Moradas y en la CC 259. Un gran salto que
realiza Teresa a partir de su esfuerzo personal hasta la confianza en la bondad de Dios
«gracias a la experiencia de alteridad divina»10, que la lleva a relacionarse y a confrontarse
con los otros en el amor para conocerse más. Teresa experimenta una triple experiencia de
alteridad: con los libros, con Dios y con sus confesores-letrados, experiencia entendida
como «la necesaria mediación para madurar, para crecer, para discernir» 11 . Se trata de
abandonar el egoísmo personal para experimentar la vida teologal, en donde el protagonista
es Dios que regala su amor al hombre para que ame a los otros. Por tanto, la vocación de
Teresa entendida como una respuesta a los «llamamientos» que le hace Dios a unirse con
él, necesita de la confrontación con los otros (libros, Dios, confesores) para discernir su
autenticidad que la lleva a vivir en una continua apertura a los demás en el amor.

En resumen, se puede decir que la vocación de Teresa es una constante relación con la
Presencia divina que «se puede llamar amistad, o mejor, comunicación personal»12, y que
de manera dinámica y transformante se desarrolla en una permanente confrontación o
discernimiento.

BIBLIOGRAFÍA CLAVE SOBRE «LA PRESENCIA» EN SANTA TERESA

García Ordás, Ángel María. Teresa de Jesús. Presencia y experiencia (Claves de


interpretación), 2ª ed. Madrid: Editorial de Espiritualidad, 2011.

Marcos, Juan Antonio. Teresa de Jesús. La trasparencia del Misterio. Madrid: San Pablo,
2015.

Martín Velasco, Juan de Dios. El Fenómeno Místico. Estudio comparado. 3ª ed. Madrid:
Trotta, 2009.

Underhill, Evelyn. La mística. Estudio de la naturaleza y desarrollo de la conciencia


espiritual. 2ª ed. Madrid: Trotta, 2017.

8
4M 1,7.
9
Acontecimiento que ocurre en Ávila, en el monasterio de La Encarnación el 18 de noviembre de 1572.
10
Juan Antonio Marcos, Teresa de Jesús. La trasparencia del Misterio, 125.
11
Ibíd., 100.
12
Ángel María García Ordás, Teresa de Jesús. Presencia y Experiencia, 52.

5
Experiencia de Presencia Oración Discernimiento Conversión Sagrada Realidad Comunidad
Dios/Encuentro /Discreción13 Escritura Histórica/
con Dios Encarnación
Yo sé que quien Mas, si este Las penitencias En esto va De una cosa
esto no creyere no Rey aun no que hacen estas poco: sea de os aviso, que
lo verá por entendemos almas son tan una manera o no penséis,
experiencia, que nos ha concertadas como de otra, el aunque sean de
porque es muy oído ni nos ve, su vida; quiérenla Señor la Dios, seréis
amigo de que no no nos hemos mucho para servir junta por eso
pongan tasa a sus de estar bobos, a nuestro Señor consigo; mas mejores, que
obras, y así, que lo queda con ella, que todo es haciéndola harto habló a
hermanas, jamás harto el alma esto no es malo, y ciega y los fariseos, y
os acaezca a las cuando ha así tienen gran muda, como todo el bien
que el Señor no procurado esto discreción en lo quedó San está cómo se
llevare por este y queda hacerlas porque Pablo en su aprovechan de
camino (1M 1,4). mucho más no dañen a la conversión, y estas palabras;
seca, y por salud (3M 2,7). quitándola el y ninguna que
ventura más sentir cómo o no vaya muy
inquieta la de qué conforme a la
imaginación manera es escritura
con la fuerza aquella hagáis más
que se ha merced que caso de ellas
hecho a no goza; porque que si las
pensar nada; el gran oyeseis al
sino que deleite que mismo
quiere el Señor entonces demonio;…
que le pidamos siente el (6M 3,4).
y alma, es de
consideremos verse cerca
estar en su de Dios. Mas
presencia, que cuando la
El sabe lo que junta
nos cumple consigo,
(4M 3,5). ninguna cosa
entiende, que
las potencias
todas se
pierden (7M
1,5).
Habéis de tener Yo sé de una ¿Qué pensáis, ¡Oh Jesús! Y
paciencia, porque persona que no hijas, que es su ¡quién supiera
no sabré dar a había llegado a voluntad? Que las muchas
entender, como yo su noticia que seamos del todo cosas de la
tengo entendido, estaba Dios en perfectas; que escritura que
algunas cosas todas las cosas para ser unos con debe haber
interiores de por presencia El y con el Padre, para dar a
oración si no es y potencia y como Su entender esta
así, y aun plega al esencia… (5M Majestad le pidió, paz del alma!
Señor que atine a 1,10). mirad qué nos (7M 3,13).
decir algo, porque falta para llegar a
es bien dificultoso esto. Yo os digo
lo que querría que lo estoy
daros a entender, escribiendo con
si no hay harta pena de
experiencia; si la verme tan lejos, y
hay, veréis que no todo por mi
se puede hacer culpa; que no ha
menos de tocar en menester el Señor
lo que plega al hacernos grandes
Señor no nos regalos para esto;
toque por su basta lo que nos
misericordia (1M ha dado en darnos
1,9) a su Hijo, que nos

13
Discreción: sensatez para formar juicio y tacto para hablar u obrar (RAE).

6
enseñase el
camino. No
penséis que está
la cosa en si se
muere mi padre o
hermano,
conformarme
tanto con la
voluntad de Dios
que no lo sienta;
y si hay trabajos y
enfermedades,
sufrirlos con
contento. Bueno
es, y a las veces
consiste en
discreción,
porque no
podemos más, y
hacemos de la
necesidad virtud
(5M 3,7).
Como ya estas Así que, También se le
moradas se llegan cuando no hay dan las almas
más adonde está encendido el que ven que se
el Rey, es grande fuego que pierden; y
su hermosura y queda dicho en aunque en
hay cosas tan la voluntad ni alguna manera
delicadas que ver se siente la tienen gran
y que entender, presencia de esperanza que
que el Dios, es no serán de
entendimiento no menester que ellas, cuando
es capaz para la busquemos se acuerdan de
poder dar traza (6M 7,9). algunos que
cómo se diga dice la
siquiera algo que escritura que
venga tan al justo parecía eran
que no quede bien favorecidos del
oscuro para los Señor, como
que no tienen un Salomón,
experiencia; que que tanto
quien la tiene muy comunicó con
bien lo entenderá, Su Majestad,
en especial si es no pueden
mucha (4M 1,2). dejar de temer,
como tengo
dicho; y la que
se viere de
vosotras con
mayor
seguridad en
sí, ésa tema
más, porque
bienaventurado
el varón que
teme a Dios,
dice David
(7M 4,3).
Cf. 4M 1,5.6.8; Y aunque, a
5M 1,5.8; 5M 2,8; mi parecer, es
5M 4,5.6; 6M mayor merced
1,5.11; 6M 3,10; algunas de las
6M 6,6; 6M 8,9; que quedan
6M 9,2.4.11; 7M dichas, ésta
1,2. trae consigo
un particular
conocimiento

7
de Dios, […],
y una limpieza
de conciencia
grande, porque
hace advertir a
todo la
presencia que
trae cabe sí…
(6M 8,4).
Es su
presencia de
tan grandísima
majestad, que
hace gran
espanto al
alma (6M 9,5).
Pareceros ha
que, según
esto, no andará
en sí, sino tan
embebida que
no pueda
entender en
nada. Mucho
más que antes,
en todo lo que
es servicio de
Dios y, en
faltando las
ocupaciones,
se queda con
aquella
agradable
compañía; y,
si no falta a
Dios el alma,
jamás él la
faltará, a mi
parecer, de
darse a
conocer tan
conocidamente
su presencia,
y tiene gran
confianza que
no la dejará
Dios, pues la
ha hecho esta
merced, para
que la pierda;
y así se puede
pensar, aunque
no deja de
andar con más
cuidado que
nunca, para no
le desagradar
en nada.El
traer esta
presencia
entiéndese que
no es tan
enteramente,
digo tan
claramente,
como se le
manifiesta la

8
primera vez y
otras algunas
que quiere
Dios hacerle
este regalo
(7M 1, 8-9).
Yo os digo,
hermanas, que
no les falta
cruz, salvo que
no las inquieta
ni hace perder
la paz, sino
pasan de
presto, como
una ola,
algunas
tempestades, y
torna bonanza;
que la
presencia que
traen del Señor
les hace que
luego se les
olvide todo
(7M 3,15).

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