Está en la página 1de 26

CURSO: GESTIÓN DE CIENCIA, TECNOLOGÍA E INNOVACIÓN

Unidad 4
Vinculación y transferencia
Unidad 4. Vinculación y transferencia​.
CONTENIDOS

Introducción. 3

Esquema de contenidos Unidad 4. 3

1.​ R
​ elación Universidad – Empresa 4

2.​ E
​ l papel de las unidades de vinculación. 7

3.​ S
​ istemas de gestión flexibles. 14

4.​ L
​ os Parques Tecnológicos. 19

5.​ L
​ as incubadoras de empresas 21

Cierre de la Unidad. 24

Bibliografía. 25
Introducción

La vinculación de las universidades con las empresas se convirtió es


un tema de gran importancia a partir del auge de la innovación, las nuevas
tecnologías de base científica y la llamada “economía basada en el
conocimiento”. En tal contexto, tanto los gobiernos como los propios
empresarios, además de sectores importantes de las propias instituciones
académicas, comenzaron a demandar que las universidades contribuyeran en
forma más activa al desarrollo tecnológico y al crecimiento económico. Esto
se tradujo, por un lado, en la popularización de la problemática de la relación
universidad-empresa (U-E) y, por el otro, en la exploración de instancias y de
mecanismos que permitieran fortalecer los lazos con el resto de la sociedad
por parte de las universidades.

En relación con estos temas, en esta unidad analizaremos diferentes estilos


de vinculación entre la universidad y las empresas, con especial relevancia
en una forma relativamente reciente de relación a través de las unidades
de vinculación tecnológica.

Recuperando lo ya señalado en la primera unidad sobre el rol de la


universidad, detallaremos las diferentes capacidades y actividades de
estas instituciones orientadas al sector productivo.

Finalmente, analizaremos algunos ejemplos prácticos de cómo los postulados


de la relación empresa- universidad se concretan en diversas localidades y
entornos.
1.​ Relación Universidad – Empresa

En contraposición con la imagen desinteresada de la universidad científica,


sin más apego que el amor por la ciencia, la imagen de la universidad
como productora de tecnología o, en términos generales, de conocimiento
aplicable, responde a la visión de ser una institución capaz de producir
conocimiento útil, y de que la investigación que allí se desarrolla debe
atender a las demandas sociales y económicas. En los países
industrializados esta visión obedece a una necesidad real de las
empresas, los gobiernos y otros actores sociales.

Desde la primera unidad de este curso nos venimos refiriendo a las relaciones
que establece la universidad con la comunidad, y a las contribuciones de
desarrollo científico a la sociedad. En el este marco, la Secretaría de
Vinculación Tecnológica de la UTN se propone contribuir de manera activa
y protagónica en los procesos de desarrollo local y regional, promoviendo
la articulación de los sectores científicos y empresariales, así como
favorecer la construcción de espacios donde confluyan el conocimiento
científico y tecnológico las demandas socio-productivas, y fuentes de
financiamiento, con la finalidad de asistir a la producción y crecimiento
integral de la sociedad.

Recomendamos visitar el sitio web de la Secretaría de Vinculación Tecnológica


de la UTN:
http://www.seu.utn.edu.ar/vinculacion-tecnologica/index.php
Es por ello que resulta de interés estudiar los posibles estilos de relación
entre empresas y universidades.

Una contribución muy destacada para comprender la diversidad de


trayectorias de las empresas en materia de incorporación de tecnologías
es la tipología desarrollada por Keith Pavitt (1984) para agrupar las
empresas atendiendo a sus actividades y comportamientos innovadores,
identificando distintos patrones de innovación.

La tipología de Pavitt contempla cuatro grupos de empresas, en relación con


la fuente de novedades tecnológicos:

a) ​Dominadas por los proveedores​, que se caracterizan por introducir

tecnología incorporada mediante la compra de equipos. No necesitan I+D, ya


que su forma de aprender es mediante la práctica (learning by doing) y
mediante el uso (learning by using). Como ejemplos, señalaba la industria de
la madera o textil.

b) ​Intensivas en escala​, que producen bienes destinados a grandes

mercados con cierto grado de estandarización y en los que la innovación se


materializa a menudo en patentes. Sus fuentes de conocimiento son internas
y externas. Tampoco requieren en general I+D, salvo en temas puntuales.
Ejemplos: alimentación, bebidas y tabaco, automóviles, manufacturas
metálicas.

c) ​Proveedores especializados​, productores de bienes de equipo, que son


sectores en los que la innovación se produce en estrecha relación con los
clientes, para los que se adapta y mejora la tecnología utilizando fuentes de
innovación internas y externas. No requieren I+D, aunque sí realizan
importantes actividades de diseño industrial e incorporan desarrollos de
microelectrónica. Ejemplos: maquinaria y equipos de oficina.

d) ​De base científica​, en las que predomina la I+D propia y la innovación es


muy intensa, con colaboración con centros públicos de investigación. Pavitt
demostró así que existe una gran diversidad tecnológica, asociada a los
sectores productivos de una economía y que ello tiene grandes implicaciones
para la política de I+D.

Siguiendo un enfoque semejante, Fernández de Lucio y sus coautores


afirman que la relación entre cada tipo de universidad y los diversos tipos
de empresa es diferente. En aquellas empresas que tienen mayor afinidad
con la I+D, el diálogo con los grupos universitarios transita por un territorio
con lenguaje común, en tanto que, con las empresas que no requieren I+D
es más difícil construir vínculos ricos en conocimiento.

Así, una universidad emprendedora se relacionaría sin dificultades con una


PYME de sectores avanzados (telecomunicaciones, informática y química
fina, a modo de ejemplo), ya que estas empresas poseen recursos
humanos con buena formación superior y media - por tanto, no hay
barreras de lenguaje con los investigadores- y, lo más importante, la
innovación en general, y las actividades de I+D en particular, forman parte
de sus preocupaciones y de su estrategia como empresa.

Con las grandes empresas de sectores de alta tecnología (aeroespacial,


química, farmacia o electrónica) el diálogo también es sencillo, afirman,
porque en estas empresas hay interlocutores que manejan el mismo
lenguaje que los investigadores. La dificultad para llegar a establecer una
colaboración puede provenir, en su caso, de que sus propios
conocimientos en las áreas estratégicas estén por delante de los de la
universidad y, por tanto, sólo acudan a ésta para demandar temas
complementarios o muy puntuales o para búsqueda de personal
cualificado, servicios avanzados o actividades de capacitación. En todo
caso, estas empresas saben gestionar adecuadamente los recursos
externos de I+D e integrarlos con los propios.
Siguiendo a Fernández de Lucio y otros, el diálogo y relación entre la
academia y las empresas de sectores maduros (naval o siderúrgico) no
siempre es fluido. Sus directivos, más allá de sus cualidades
empresariales, a menudo no tienen formación profesional tecnológica ya
que forman parte de empresas con estructuras muy compartimentadas y
jerarquizadas. Esto hace que se requiera invertir tiempo y recursos
importantes durante la gestación del acuerdo y sus condiciones y, en
ciertas ocasiones también la intervención de otros
interlocutores.(consultores, proveedores).

Adicionalmente, cuando este tipo de empresas centra en la tecnología su


desarrollo futuro (caso de las reconversiones de diversos sectores
industriales) sus necesidades tecnológicas exceden con mucho las
capacidades de las universidades y precisan el apoyo de grandes
ingenierías o empresas suministradoras de bienes de equipo que les
proporcionen plantas o soluciones “llave en mano“.

En relación a la industria naval, nos permitimos desde este curso, ampliar la


discusión a la a perspectiva señalada por Fernández de Lucio y coautores,
en el párrafo anterior.

La Comisión Europea, viene desarrollando en forma sostenida desde principio


del siglo XXI una política orientada a mejorar la competitividad del sector
naval, apoyando la inversión en I+D, con el propósito de encontrar nuevos
materiales y soluciones que se traduzcan en oportunidades de negocio y
un desarrollo económico sustentable , a partir de una interacción más
estrecha entre la industria y los centros de investigación. En sectores
industriales de alta tecnología tales como la construcción naval, el éxito se
basa fundamentalmente en el conocimiento.

Específicamente, a partir del Programa LeaderSHIP 2015, presentado por los


industriales a la Comisión Europea en el 2002, se señala que en la
construcción naval, una parte significativa de las actividades de innovación,
surgen durante la etapa de concepción y producción, a diferencia de otras
industrias, en las que las actividades de investigación, desarrollo e
innovación (IDI) suceden antes de que se inicie la etapa de producción.
Los buques nuevos son productos tecnológicamente muy sofisticados, que
en muchos casos se construyen como productos únicos o en series muy
reducidas ya que cumplen y se ajustan a la concepción del uso requerido
por el cliente.
A través de este programa, los industriales navales europeos, reconocen que
la adopción de soluciones innovadoras durante la fase de diseño
conceptual permite ventajas competitivas cruciales frente a los
constructores asiáticos que ofrecen soluciones estandarizadas «listas para
el uso». Los buques se venden en función de su diseño conceptual, como
consecuencia de ello la mayor parte de las actividades de desarrollo del
producto y de innovación se efectúan después de la firma del contrato de
venta. Este proceso representa un riesgo tecnológico e industrial muy
significativo para el astillero.

Gran parte de las actividades de IDI de la construcción naval, forman parte de


la etapa de desarrollo, concepción y construcción de prototipos del buque.
Se sugiere para una mayor comprensión de la IDI en la industria naval, ver
texto de ampliación N°1, que se adjunta al final de la clase.

Siguiendo a Fernández de Lucio, en el caso de las PYME de sectores


manufactureros tradicionales (calzado, textil, manufacturas metálicas,
muebles, etc.), incluso una universidad emprendedora tiene serias
dificultades para relacionarse.

Con respecto a las propias universidades, la experiencia apuntada por los


autores indica que, para que puedan cooperar fácilmente, en general con
otros actores y, en particular, con los sectores socioeconómicos, y para
que sus relaciones con las empresas adquieran un carácter institucional,
es decir, sean algo más que la suma de las iniciativas aisladas de los
profesores comprometidos, deben disponer de una estructura de
vinculación adecuada.

Sin embargo, es preciso tener en cuenta que entre las universidades también
hay diferencias sustanciales en otros aspectos, que van a tener gran
importancia en el tipo de estrategias que es preciso poner en práctica para
favorecer la cooperación y para diseñar el papel dentro del SNI.

Entre estas diferencias cabe mencionar:

Diversidad de perfiles de las universidades (universidades


científicas con amplio desarrollo del posgrado, universidades


tradicionales centradas en la formación de grado, universidades
tecnológicas, universidades especializadas en ciertas disciplinas, entre
otros tipos posibles).

Importancia de la I+D en las actividades de la universidad (peso


relativo de recursos dedicados a estas actividades con relación a las de


docencia, y extensión).
Orientación científica y tecnológica de sus grupos de investigación,

es decir, el peso relativo de las diversas áreas del saber: sociales,


humanidades, experimentales e ingenierías.

Adaptación de las áreas de investigación a las necesidades del


entorno social de la universidad (sectores productivos o desarrollo


social).

La satisfacción de las demandas del entorno próximo debe estar


entre las preocupaciones estratégicas de una universidad, sin


renunciar a establecer cooperaciones con empresas o entidades de
otras regiones o países, ya que la integración social de la universidad
es mayor cuando se relaciona con empresas de su entorno próximo,

relación que tiene efectos en el territorio y que importan a la


universidad en su prestigio social como, por ejemplo, la capacidad de
“empleabilidad” desarrollada por los alumnos.

Las empresas, a su vez, podrán interrelacionar con las universidades con


mayor o menor facilidad, como se ha expuesto, en función de su
dimensión, de su grado de tecnificación y de la capacidad técnica de su
propietario o gerente y de su personal. Un buen indicador de su capacidad
de interrelación lo proporciona la existencia o no en la empresa de titulados
medios o superiores con formación técnica que no estén dedicados a
trabajos de venta o de gestión administrativa.
2.​ El papel de las unidades de

vinculación
Uno de los instrumentos más exitosos para estimular la participación de las
universidades fue la creación de las oficinas de transferencia de los
resultados de la investigación (las OTRI españolas) conocidas en
Argentina como “unidades de vinculación tecnológica (UVT)”. Se trata de
estructuras de interrelación que sirven hacia afuera de la universidad como
antenas detectoras de oportunidades, y hacia adentro como estímulo de
nuevos proyectos, a la par de constituirse como difusoras de una cultura
favorable a la colaboración con las empresas.

Otra faceta importante de estas estructuras de interrelación es que aspiran a


simplificar la gestión de los proyectos y la administración de los recursos,
de un modo ágil a fin de que los grupos universitarios involucrados en
proyectos de vinculación (docencia, investigación o asistencia técnica)
puedan cumplir en tiempo y forma con los planes de trabajo
comprometidos.

Las actividades de vinculación Universidad- Empresa (U-E) que comenzaron


a proliferar a partir de esta nueva manera de abordar la vinculación con el
medio pueden ser definidas, desde la perspectiva de las universidades,
como el conjunto de actividades relacionadas con:
a)​ ​la creación de conocimiento y el desarrollo de capacidades en
colaboración con empresas y otras organizaciones públicas o privadas
externas a la universidad, y

b)​ ​el uso, aplicación y explotación del conocimiento y otras


capacidades existentes en la universidad, fuera del entorno académico.

Como se ha señalado, la capacidad de una UVT para generar articulaciones


depende de su capacidad de dinamizar el entorno de la universidad
estimulando una demanda de conocimientos y servicios cuando ella no
ocurra espontáneamente. En el seno de la propia universidad, su tarea es
la de generar un clima propicio a la colaboración con el entorno y propiciar
acuerdos que impliquen la colaboración entre ambas partes, mediante
contratos o actividades conjuntas. Desde la perspectiva de los sistemas de
innovación, el papel de la UVT puede ser visto como el de facilitar las
relaciones que dan entidad al sistema. Enunciado esto bajo la forma de
misiones o tareas, se podría afirmar que son acciones propias de una UVT
aquellas que conduzcan a:

Sensibilizar a los actores del entorno de la universidad acerca de


las ventajas de colaborar con la universidad, sobre la base de las


capacidades que ésta posee para ofrecer capacitación y para
desarrollar los conocimientos requeridos por las empresas y otras
organizaciones públicas o privadas, tejiendo así la trama básica de un
sistema local de innovación.

Promover y facilitar los acuerdos y poner en práctica acciones


concretas que relacionen a los distintos actores.

Desarrollar marcos normativos para encauzar la cooperación, dando


un carácter regular, no esporádico, a las relaciones de la universidad con


el entorno y a la transferencia de los resultados de su actividad
investigadora. Una normativa que regule las relaciones con sencillez,
transparencia, flexibilidad y eficacia, permite que los investigadores no
sientan que las actividades administrativas o de gestión entorpecen
significativamente sus actividades científicas y tecnológicas.

Poner en marcha una UVT conlleva una serie de tareas similares a las de
organizar un proyecto. Se debe partir de un diagnóstico de la propia
universidad, de sus capacidades, su cultura, sus procesos de toma de
decisiones y sus prácticas administrativas. Cada UVT debe definir su
propia estrategia, en función de los datos iniciales, entre los que se incluye
la política general de la universidad y la consolidación del espacio que en
ella se asigna a estas actividades. El diagnóstico incluye una lectura del
entorno económico y social, particularmente en lo referido a la estructura
productiva, nivel tecnológico de las empresas, su propensión a innovar y
las oportunidades concretas de transferencia del conocimiento del cual la
universidad dispone. Se deben conocer detalladamente las herramientas
facilitadoras ofrecidas por la política pública de desarrollo tecnológico e
innovación.

Una UVT en sus primeros pasos debe incluir acciones similares a las de un
departamento comercial:

Elaborar una cartera de productos y servicios que la universidad


puede ofrecer. Debe representar una oferta sólida y cuyo nivel y


calidad sean suficientes como para permitir una comunicación fluida
con los posibles utilizadores.
Entablar relaciones con los productores, ONG, gobiernos locales y

todos aquellos actores que, al menos en la teoría, constituyen un sistema


de innovación.

Elaborar una estrategia de presentación de la UVT, en lo relativo a


su imagen y recursos promocionales.

Diseñar y lograr que la universidad adopte un marco regulador que


propicie las relaciones, rutinas y procedimientos estandarizados para


su propia gestión. Esto incluye lograr que la institución reconozca la
especificidad de la administración de los proyectos de vinculación y
adecue un sistema normativo y de gestión.

Generar en la universidad, tanto en los niveles de toma de decisión,


como en la cultura institucional una valoración positiva de las


actividades de vinculación, no contrapuesta a otros valores académicos
tradicionales.

​Desarrollar una normativa y procedimientos de protección industrial

de los resultados de la investigación a fin de que los conocimientos


generados en la universidad no pierdan su valor de mercado por su
precoz divulgación.

Adquirir capacidad en la explotación de bases de datos de patentes


y recursos tecnológicos, así como en el manejo de herramientas de


análisis estratégico.

Es necesario que el plan estratégico de la universidad incluya entre sus


objetivos las relaciones con el sistema productivo y, en general, con el
entorno; en su defecto, que exista en los órganos del gobierno universitario
una actitud favorable hacia estas actividades, y que ello pueda ser
reforzado con acciones encaminadas a crear un estado de opinión en la
comunidad académica, de manera que estas relaciones sean
consideradas como actividades propias o normales de la universidad.

Una advertencia importante formulada por Ignacio Fernández de Lucio (1997)


es que en ningún caso la UVT debe sustituir a los usuarios internos en las
relaciones con el entorno socioeconómico. Por el contrario, debe estimular
que así sea porque su misión es facilitadora.
Son los propios actores universitarios –investigadores, tecnólogos y docentes-
quienes deben llevar a cabo sus propias actividades y generar su propio
sistema de relaciones, lo ​que implica que la UVT debe poner a su
disposición los servicios necesarios para su tarea. En síntesis, la unidad
debería ser capaz de crear en la organización a la que pertenece un
ambiente propicio a la colaboración con el entorno en el cual estas
actividades tengan un medio de cultivo adecuado.

Una vez lanzadas al ruedo las UVT deben elaborar una estrategia de
relaciones y acuerdos con otros socios para detectar las oportunidades y
estar en condiciones de dar mejores respuestas a las demandas. Debe
además ser agentes difusores de una cultura innovadora en aquellos
ambientes en que no se haya desarrollado suficientemente. Hay que tomar
en cuenta que hay quienes consideran que la innovación no es un rasgo
que caracterice a la mayor parte del tejido productivo en Argentina y que
muchos empresarios no tienen vocación por el establecimiento de
vínculos. Seguramente, la experiencia en la propia localidad podrá discutir
o complejizar esta afirmación.

Para lograr estos propósitos la UVT debe estar suficientemente dotada de


estructura y de los recursos necesarios para desarrollar su actividad en
forma profesional, no espontánea o improvisada. En consecuencia es
necesario que disponga del personal apropiado y de los recursos
económicos e informáticos necesarios para el logro de sus objetivos. La
universidad debe garantizar la disponibilidad de tales medios físicos y
humanos. Debe resolver también la forma institucional de la UVT, optando
porque ella dependa de la estructura central o de una fundación u otra
estructura descentralizada.

Por otro lado, dado que estas unidades tienden a centrarse en lo que se
conoce como “actividades de comercialización”, es importante que la
universidad se dote de los medios para recoger información sobre
mecanismos de interacción de naturaleza más informal o que se
materializan en acuerdos formales pero que no se instrumentalizan a
través de las antedichas unidades (Fernández de Lucio et al., 1997).

La existencia de numerosas UVT puede generar un estímulo adicional, ya que


puede multiplicar las interacciones, facilitar el aprendizaje colectivo y
complementar las capacidades de más de un grupo para abordar
proyectos de mayor complejidad.
3.​ Sistemas de gestión flexibles

Partiendo de la base de que la relación de la universidad con su entorno no se


limita a la transferencia de resultados de la investigación (aunque
obviamente la comprende), es conveniente sistematizar las distintas
modalidades que puede adquirir la vinculación frente a las tres funciones
universitarias clásicas. Hay que hacer la salvedad de que tales actividades
formalizadas a través de las UVT, o de formas organizativas equivalentes
(en algunos casos de trata de Secretarías de Vinculación dependientes de
rectorados o decanatos), no agota las relaciones de la universidad con su
entorno, porque muchas de ellas pueden tener un carácter informal o
involucrar niveles muy modestos de actividades remuneradas y, por
consiguiente, no pasan por los servicios centrales de la universidad.
Para sistematizar las actividades de vinculación seguiremos el marco analítico
propuesto por Pablo D’Este (2009), quien propone ordenarlas en función
de distinguir entre:

a)​ ​las “capacidades” de las universidades (lo que las universidades


tienen) y

b)​ ​las “actividades” de las universidades (lo que las universidades


hacen).

Aunque las actividades y las capacidades de las universidades están


obviamente interrelacionadas, la distinción es útil porque permite
considerar separadamente aquellas acciones orientadas a la explotación y
uso de conocimiento u otras capacidades ya existentes en la universidad,
de aquellas que surgen como respuesta a demandas en un marco de
interacción con el entorno.

Las capacidades existentes que la universidad está en condiciones de


explotar pueden también ser objeto de una distinción entre:

a) ​capacidades relacionadas con la producción de conocimiento (incluye el


potencial para investigar nuevos temas y el stock de conocimiento
existente en la universidad como resultado de la investigación),

b) ​capacidades docentes aplicables a actividades de capacitación


requeridas por el entorno, y

c) ​capacidades asociadas con la “infraestructura física” y el


equipamiento existente en la universidad.
El stock de conocimiento se refiere a lo que la universidad “sabe”; esto es, las
formas codificadas de conocimiento que ha adquirido, tales como artículos,
informes, patentes, programas de software, métodos y técnicas que surgen
como resultado de la investigación. Las capacidades docentes
comprenden las habilidades encarnadas en el personal académico. La
infraestructura física hace referencia a laboratorios o instalaciones
científicas, bibliotecas, centros de informática, aulas y salas de
conferencias, entre otras posibilidades. Estos tres tipos de capacidades
pueden ser empleadas y explotadas fuera del ámbito académico, dando
lugar a múltiples mecanismos de vinculación con el entorno.

En cuanto a las actividades (lo que las universidades “hacen”), normalmente


están estructuradas en torno a las tres funciones básicas: docencia,
investigación y extensión. Esta última, originalmente no estaba concebida
bajo la modalidad productiva de la vinculación y es por esta razón que hay
quienes buscan nuevas denominaciones, como la “tercera misión” de la
universidad, que trata de reflejar las tendencias actuales. En este texto se
engloba la vinculación dentro de la extensión, aunque formalmente se
organice en forma separada.

​Comercialización de resultados de investigación

Este conjunto de actividades hace referencia a la explotación de la propiedad


industrial e intelectual, codificada en forma de patentes, variedades
vegetales, paquetes de software u otros tipos de propiedad industrial o
intelectual que pueden ser objeto de transacción comercial.

Creación de empresas de base científica y tecnológica

Las actividades de desarrollo empresarial complementan la formación


universitaria y generan un mecanismo de transferencia directa de
capacidades tecnológicas estimulando la creación de empresas para
explotar capacidades existentes (ya sean de conocimiento como de
infraestructura), o para dar continuidad a actividades de investigación. A
diferencia de la comercialización de resultados de investigación, como la
explotación de una patente, esta figura supone la adopción de una lógica
empresaria por parte de la institución universitaria;
por ejemplo, a través de la creación de empresas que permitan trasladar los
resultados de la I+D directamente al mercado.

Estas actividades pueden tomar distintas formas, tales como la incorporación


a parque científicos y tecnológicos promovidos por la universidad, los
spin-off (definidos como nuevas empresas establecidas sobre la base de
resultados desarrollados en la universidad), los ​start-up (​ nuevas empresas
establecidas por personal académico o estudiantes con el apoyo de los
servicios de la universidad, por ejemplo, a través de Incubadoras o de
instrucción para establecer el modelo de negocios) o los ​joint ventures.

Asesoramiento y consultoría

El personal académico puede emplear su conocimiento para proporcionar


asesoría fuera del entorno universitario. Dicha asesoría puede
proporcionarse sin mediar pago por los servicios prestados, como cuando
es requerida por organismos gubernamentales, o mediante pago, como en
el caso de consultorías para empresas o administraciones públicas. En
cualquier caso, se entiende por asesoramiento y consultoría un trabajo que
no requiere investigación adicional por parte del personal académico
involucrado. Estas actividades se caracterizan, por consiguiente, por
representar canales de transferencia de conocimiento ya existente.

Comercialización de servicios

Este tipo de acciones se refiere a prestaciones que puedan ser brindadas sobre
la base de la infraestructura de la universidad. Puede comprender desde
análisis, certificaciones, conferencias, exposiciones, y también espacios para
la incubación de empresas de base científica y tecnológica.

Cursos y actividades de formación

Por cursos y actividades de formación se hace referencia a aquellos cursos


ofrecidos por la universidad que están específicamente diseñados para
satisfacer la demanda de determinadas instituciones: empresas, entes
gubernamentales, asociaciones profesionales y otras organizaciones
sociales. Estas actividades docentes son, por lo general, de corta duración,
muy especializadas o focalizadas en ciertas áreas temáticas, no son
curriculares, pero sí pueden ser certificadas como cursos de extensión.

Contratos de investigación

Las universidades realizan investigación por contrato con entidades no


académicas: empresas, fundaciones y entes gubernamentales, entre otras.
Se entiende por contrato de investigación a aquellos proyectos que
implican I+D, orientados a la resolución de problemas concretos o a la
provisión de datos o información de interés para un cliente particular, que
requieren un trabajo de investigación específico por parte del personal
académico. Esto es, se trata de proyectos en los que el cliente cubre total
o parcialmente los costes del proyecto, y, en general, sus objetivos son
específicos y están bien definidos por el cliente.

La distinción entre ‘contratos’ y ‘proyectos de investigación con financiación


pública’ reside en la naturaleza de los objetivos (claramente establecidos,
en los primeros; más abiertos y ambiguos, en los segundos) y el
mecanismo de financiación (cubierta total o parcialmente por el cliente, en
el caso de los contratos). Esto no quiere decir que los investigadores que
llevan a cabo contratos estén poco interesados en la búsqueda de
conocimiento de carácter básico o fundamental; por el contrario, en
muchos casos los contratos son complementarios con otros tipos de
proyectos de investigación, a menudo proporcionando ideas para la
realización de proyectos de investigación básica.

Por último, es importante tener una medida del grado de participación del
personal académico en este tipo de actividades, para cada universidad. El
volumen de ingresos procedente de este tipo de actividades puede dar
lugar a incentivos económicos para los participantes, pero es posible
establecer, mediante una reglamentación adecuada, un derrame que
beneficie en alguna medida al conjunto de la unidad académica.

C​olaboración en investigación con otras entidades

Por “​colaboración en investigación”​ se entiende la realización de proyectos de


investigación que tienen como objetivo principal el avance en el
conocimiento y la contribución a problemas de naturaleza teórica (con
frecuencia expresamente orientados a satisfacer necesidades sociales
presentes o futuras), en las que otras instituciones universitarias, centros
de I+D y otro tipo de entidades que contribuyen de modo directo con sus
propios investigadores y tecnólogos, o bien cofinanciando el proyecto, o
proveyendo equipamiento, materiales o información.

Por lo general, estos proyectos están fundamentalmente financiados con


fondos públicos (a través de subsidios, becas u otro tipo de convocatorias)
y tienen como uno de sus objetivos principales la diseminación y
publicación de los resultados obtenidos. Los socios externos se benefician
de dichos proyectos al obtener acceso directo a los resultados de la
investigación y sus posibles aplicaciones, en la medida en que contribuyen
al desarrollo de capacidades de investigación adquiridas en el transcurso
de la colaboración, así como a través del establecimiento de redes con el
personal académico con el que se desarrolla la colaboración.

Movilidad de personal

Uno de los mecanismos a través de los cuales el conocimiento y la


experiencia generada por la investigación universitaria pueden ser
empleadas en un contexto de aplicación por parte de usuarios externos es
a través de la movilidad de personal cualificado. El personal universitario
puede, a través de contratos temporales, ser empleado por empresas o
administración pública, permitiendo la transmisión de conocimientos y
habilidades para su aplicación fuera del entorno académico. De la misma
manera, científicos y técnicos industriales pueden trasladarse a la
universidad para trabajar junto a investigadores académicos.

Prácticas en empresas

Una de las actividades relacionadas con la docencia es la de acercar a los


estudiantes a empresas u otro tipo de organizaciones no académicas.
Muchas universidades ofrecen un amplio abanico de posibilidades, dentro
de los cursos oficiales de licenciatura, para que los estudiantes ganen
experiencia laboral en entornos profesionales formados por potenciales
empleadores, tanto de la administración pública como del ámbito
empresarial.

Comunicación pública

La comunicación pública de los resultados de la investigación se refiere a la


utilización de medios orientados a la opinión pública o a sectores de
especialización profesional, no necesariamente académicos. Incluye la
publicación de textos en revistas especializadas, prensa y medios
audiovisuales, entre otros. El objetivo en este caso es lograr un impacto
social tan amplio como sea posible en la sociedad.

Uno de los objetivos más comunes que pretende alcanzar este tipo de
comunicación es el de contribuir a una mejor comprensión de la
contribución de la ciencia y la investigación académica entre la población,
al mismo tiempo que estimular el deseo de conocer más de cerca las
contribuciones alcanzadas en todas las disciplinas académicas.
Otra perspectiva acerca de las UVT

La adopción de nuevas tecnologías, el desarrollo de una cultura de la


innovación y de emprendimientos de base tecnológica, requiere personas
formadas y capacitadas para detectar oportunidades e interpretar las
necesidades tecnológicas de los distintos actores. Para ello, se requiere
que tanto en el sistema científico y tecnológico, como los distintos sectores
y actores productivos del país, desarrollen capacidades para vincularse y
articular en forma cooperativa y colaborativa, y se generen procesos de
aprendizaje que conformen redes de gestión y producción de
conocimiento.

En el documento ​Formación de recursos humanos para la implementación de


de políticas de innovación en la Argentina,​ elaborado por el Observatorio de
Políticas Públicas (2008) se observaba que la formación universitaria de grado
en ciencias exactas, naturales, ingenierías y tecnologías, no incluye en sus
currículo asignaturas referidas a gestión tecnológica. Y que la universidad en
tanto institución, presenta una muy limitada flexibilidad para la reforma y
actualización de sus planes de estudio. Situación que se evidencia también en
la formación de posgrado de gran parte de las universidades del país, en la
que no se contempla la orientación en gestión tecnológica.

El informe concluye que la gestión y comercialización de los activos de


propiedad intelectual generados en los centros de I+D, no ha sido una
capacidad desarrollada por las UVT. Se señala que en gran parte, éstas no
han demostrado idoneidad en resolver problemas de pre-contratación; es
decir promover confianza entre los actores que permita resolver confianza
en la tecnología a desarrollar, como también financiamiento asociado,
asignación de costos/beneficios, entre otras actividades. El informe del
Observatorio señala que no alcanza con la formación académica, sino que
se requiere incorporar tanto institucional como profesionalmente, actores
del sector productivo, tal como sucede en las entidades europeas y
americanas.

En relación a la interacción entre las universidades y el mercado Pereyra,


Rodríguez y Molina (2012) señalan que se trata de una relación asimétrica,
en la cual las universidades tienen dificultades para establecer criterios de
evaluación sobre los resultados de la innovación; considerando el impacto
social del cambio tecnológico introducido a partir de la misma y desde una
perspectiva que logre trascender la lógica económica de la empresa.
Estos autores agregan que, si bien el concepto de innovación de la incubación
se basa en un modelo sistémico e interactivo, el mismo no puede superar
cierta linealidad y sesgo economicista. El modelo de las incubadoras
sustentado en los criterios de la OCDE (1996) interpreta a la innovación
como un proceso dinámico de adaptación a los cambios del mercado, que
surge como resultado de la aplicación de la ciencia y la tecnología en una
nueva dirección, seguida de un éxito comercial.

Otro de los aspectos a discutir, es la debilidad conceptual de este enfoque, en


cuanto a la capacidad para identificar y aplicar indicadores de éxito del
proceso de interacción entre universidad-empresa. La misma se funda en
que existe cierta confusión sobre qué es lo que se incuba: ¿una idea, un
emprendedor, una empresa?

Siguiendo a Pereyra, Rodríguez y Molina (2012) en cierta medida las


observaciones previas tienden a relativizar el rol social de las UVT en
cuanto a lograr el objetivo conjunto de crear empresas, educar
emprendedores y generar desarrollo tecnológico con impacto regional. En
tanto que se prioricen los resultados orientados a productos y
procedimientos que incorporan un cierto grado de novedad y reciban
aprobación positiva del mercado; estos autores señalan que se privilegia la
importancia económica del cambio introducido por la innovación, por sobre
su impacto social.

Existen también otras formas de vinculación entre universidades, empresas y


sociedad que merecen un desarrollo particular: los parques tecnológicos y
las incubadoras de empresas.
4.​ Los Parques Tecnológicos

Una paradoja llamativa radica en el hecho de que en una economía mundial,


cuya infraestructura productiva está compuesta de flujos de información,
las ciudades y las regiones se están convirtiendo, de forma creciente, en
agentes decisivos del desarrollo económico. Los esfuerzos por innovar y
por desarrollar adoptan, muy a menudo, la forma de creación y fomento de
lo que hemos denominado “tecnópolis”. Bajo este nombre se incluyen
diversos intentos deliberados de planificar y promover, dentro de un área
concentrada, una producción relacionada con la industria y
tecnológicamente innovadora: parques tecnológicos, ciudades de la
ciencia y similares.

Este tipo de conglomerados urbanos, surgieron en Estados Unidos hace


algunas décadas, con el propósito de “clonar” experiencias relativamente
espontáneas como el Silicon Valley y la Carretera 128 de Boston. El
Silicon Valley, ubicado en una franja de 70 por 15 kilómetros al sur de San
Francisco fue la cuna de la revolución de las TIC. La Carretera 128 de
Boston es el ejemplo más patente de reindustrialización a partir de las
nuevas tecnologías. En ambos casos, se trata de procesos que surgieron
en el contexto de la existencia previa centros universitarios en tecnologías
y otras disciplinas del más alto nivel mundial, de una cultura de la
movilidad laboral de la colaboración académica y empresarial pero también
de grandes contratos del Estado.

El triángulo de Sábato y cómo impulsarlo​.

Los parques tecnológicos son conglomerados de industrias de alta tecnología,


centros de I+D y universidades. Constituyen un instrumento que apunta a
reunir, en forma organizada, los polos del triángulo propuesto por Jorge
Sábato y dan impulso a las innovaciones, acelerando el surgimiento de
productos y servicios en los que la tecnología es el insumo principal.

La movilidad y los flujos de información son condimentos esenciales de las


“​tecnópolis”​. Las recomendaciones básicas que deben tomar en cuenta
quienes deben tomar decisiones acerca de la localización de parques
tecnológicos es el acceso a las autopistas de la información, pero además
a las autopistas urbanas e interurbanas, conectadas estratégicamente con
aeropuertos y otras vías de comunicación. En aquellas geografías urbanas
en las que los parques científicos y tecnológicos han tenido mayor
implante, esto ha generado transformaciones de importancia en la vida en
las ciudades y ha reorientado los asentamientos productivos. Los parques
suelen estar vinculados con incubadoras de empresas, concebidas como
infraestructuras dotadas de servicios para hacerlos anidar e institutos
tecnológicos con infraestructura y capacidad de innovación. El caso del
Parque Tecnológico del Litoral, situado en la ciudad de Santa Fe, es un
buen ejemplo de ello.

El intento de crear Parques Científicos o Tecnológicos o Incubadoras de


empresas no sustentados en una interrelación de las universidades con
sus entornos, no puede conducir nada más que a fracasos y pérdidas de
prestigio, ya que no se dan las condiciones mínimas para que dichas
acciones puedan desarrollarse con éxito (​ Fernández de Lucio et al.,
2000).
5.​ Las incubadoras de empresas

Las incubadoras de empresas son instrumentos utilizados en forma


generalizada por las políticas de innovación. Constituyen espacios
institucionales concebidos para brindar apoyo y servicios a las empresas
en su etapa inicial, a fin de ayudarlas a organizarse, acceder al mercado y
facilitar su desarrollo posterior. Han sido definidas por la National Bussines
Incubation Asociation (NBIA) como herramientas del desarrollo económico,
diseñadas para acelerar el nacimiento y el crecimiento de
emprendimientos a través del aporte de recursos y servicios que sirven de
soporte para la empresa incipiente.

En resumen, las incubadoras son una herramienta valiosa para ayudar a crear
y consolidar empresas, a las que se brinda un acompañamiento en
aspectos financieros, tecnológicos y de gestión. Son particularmente
interesantes cuando se trata de empresas de base tecnológica surgidas de
las universidades a impulsos de sus graduados. En este caso, facilitan la
emergencia de jóvenes innovadores en temas de contenido tecnológico
original.

Habitualmente proporcionan a las empresas incubadas un espacio con


servicios de oficina, soporte de equipos tecnológicos y asistencia para
obtener el financiamiento necesario para el crecimiento de la empresa. A
través de la creación de condiciones adecuadas para que las pequeñas
empresas de base científica y tecnológica puedan consolidarse aspiran
tener un impacto positivo en la salud económica de la comunidad. El
modelo al que se ajustan es el de la maximización del desarrollo de
empresas, respondiendo a un modelo dinámico, sustentable y eficiente
(Ciancio y Fardelli, 2005).

La importancia de las incubadoras, sin embargo, no se limita al ámbito


universitario, ya que son también proto-parques científicos y tecnológicos y
juegan un papel importante en programas de rediseño urbanístico. Es así
que en algunas ciudades, las incubadoras de empresas son utilizadas
como un mecanismo de revitalización de ciertas áreas urbanas,
transformando edificios y espacios poco aprovechados en centros dotados
de un dinamismo productivo y competitivo. De todas maneras, aunque se
hayan gestado en gobiernos municipales u otro tipo de organización, casi
siempre incluyen una universidad, al menos en un papel de apoyo.

Como señalan Ciancio y Fardelli (2005), las incubadoras de empresas en


Argentina forman parte de un fenómeno que comenzó a conformarse en la
década de los noventa. En 2003 estaban efectivamente activas unas 14
incubadoras. En ese desarrollo tuvieron un papel fundamental las
universidades públicas, los gobiernos municipales en casos como el
Parque Tecnológico Litoral Centro, en Santa Fe, fue determinante la
intervención del CONICET. De las catorce incubadoras relevadas en el
Estudio, seis son de origen universitario.

El primer proyecto de incubación fue inaugurado en 1990 y estaba impulsado


por la Universidad Nacional de San Martín (UNSAM) y el Municipio local,
con el apoyo de la ONG italiana CISP y de la cooperación internacional a
través del Ministerio de Asuntos Exteriores de Italia, en el marco del
Proyecto Promover. En 1997 aparecieron las incubadoras de las
universidades nacionales de La Plata y Luján y, desde entonces, la
tendencia se consolidó cuando numerosas casas de estudio, tanto
públicas como privadas, se sumaron a este tipo de iniciativas.

La mayor parte de las incubadoras trabajan con proyectos de base


tecnológica, pero no es el único tipo de empresa que necesita incubación.
La Fundación Barceló, inauguró la primera incubadora de
emprendimientos de salud, Incubando Salud. Por su parte, la UNSAM
sumó a su incubadora de emprendimientos tradicionales, MIPE, el
proyecto Innovar San Martín, que se dedica precisamente a
emprendimientos de base tecnológica.

Durante el año 2010, ​Incubacen​, es la incubadora de Empresas de Base


Tecnológica de la ​Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la
Universidad de Buenos Aires. Fue creada en el año 2003 con el
propósito de brindar una alternativa de desarrollo profesional a nuestros
egresados, y para colaborar con la generación de riqueza para el país, por
medio de la formación de empresas innovadoras, generadoras de alto
valor y comprometidas con la sociedad de la que forman parte.
http://incubacen.exactas.uba.ar/?page_id=6

También existe IncUBAgro, que promueve los emprendimientos


agropecuarios desde la Facultad de Agronomía. Esta incubadora tiene dos
áreas, una dedicada a empresas tecnológicas y la otra a emprendimientos
de cooperación con agricultores familiares y pequeños productores.

En relación a las Universidades y sus capacidades para la incubación de


empresas, según e​l Times Higher Education Ranking​, las mejores
universidades del mundo, no son las mejores en esta tarea. En el UBI
Index Global Top 25, sólo dos de las mejores universidades del mundo
están representadas: Georgia Tech con VentureLab y la Universidad de
Melbourne con Melbourne Accelerator Program.
Cierre de la Unidad

En esta unidad discutimos el rol de las universidades y sus actividades de


vinculación tecnológica y su contribución al desarrollo productivo local.
A la luz de las distintas formas de vinculación entre universidad y sociedad
que se analizaron en esta unidad, es interesante volver a leer lo que
discutimos en la primera unidad del curso.
Principalmente para enfocarnos en repensar el sentido y desafíos del
conocimiento que se construye en el ámbito universitario y el rol que la
educación superior en el siglo XXI, construyendo un marco de acción
adecuado para la transición de una sociedad industrial a una sociedad y
economía del conocimiento. Y reflexionar si las instituciones de educación
superior local están cumpliendo en forma eficiente la denominada tercera
misión, en lo que refiere a su relación con el entorno. ¿Es pertinente
nuestra oferta formativa, responde a las necesidades del entorno
socioeconómico? ¿Es la universidad un agente dinamizador de las
potenciales del territorio? La investigación académica está en sintonía con
las necesidades de desarrollo de su entorno? Sus aportes y resultados
¿son aplicados o aplicables en el ecosistema de innovación en el que
participan, logrando desde la investigación científica introducir elementos
innovadores en los procesos sociales, económicos, políticos, culturales,
medioambientales?.
Dejamos aquí estos interrogantes como punto de partida de nuevas
reflexiones y respuestas que, seguramente, Uds tienen fundadas en sus
experiencias profesionales, atento a sus realidades y contextos de
desenvolvimiento.
Simplemente pretendemos, desde nuestro rol de docentes-tutores del curso,
despedirnos transmitiendo nuestra convicción acerca de que resulta
indispensable que en el país el estado promueva y financie políticas
públicas que dinamicen procesos de desarrollo e innovación del sector
pyme y de la economía social y solidaria.
Finalizamos con esta unidad, el curso de Gestión de la Ciencia, tecnología
e innovación. Les agradecemos su activa participación en foros y
actividades.
Bibliografía

ALBORNOZ, M., ESTÉBANEZ, M. Y LUCHILO L. (2004); La investigación en


las universidades nacionales: actores e instituciones; en “Desafíos de la
universidad argentina”, de Barsky O. (compilador); Buenos Aires, Editorial
Siglo XXI.

CIANCIO, M. y FARDELLI, C. (2005); Incubadoras de empresas en Argentina:


surgimiento, desarrollo y perspectivas, en VI Seminario Iberoamericano de
Gestión Tecnológica ALTEC 2005; Salvador, Bahía, Brasil.

D’ESTE, P., CASTRO MARTÍNEZ, E. y MOLAS-GALLART, J. (2009); Documento


de base para un Manual de Indicadores de vinculación de la universidad con
el sector productivo; Observatorio CAEU/OEI.

FERNÁNDEZ de LUCIO, I., CASTRO MARTÍNEZ, E., CONESA CEGARRA, F. Y


GUTIÉRREZ GRACIA, A. (2000), Las relaciones universidad-empresa: entre
la transferencia de resultados y el aprendizaje regional; en Espacios, Vol.
21 (2), Venezuela.

OCDE (1961): Science and the Policies of Government. The Implications of


Science and Technology for National and International Affairs; OCDE.
PAVITT, K. (1984): Pectoral Patterns of Technological Change: Towards a
Taxonomy and Theory. Research Policy, 13.

SAMELA, G. (2010), Cada vez más universidades tienen incubadoras de


empresas (en línea). Disponible en:
https://www.clarin.com/economia/vez-universidades-incubadoras-empresa
s_0_Sy6sG2nvXe.html

También podría gustarte