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CIUDAD CERRADA Y CIUDAD ABIERTA

LA MURALLA EN LA HISTORIA DE LA CIUDAD

Angel Isac

Publicado en:

La ciudad y sus murallas : conservación y restauración : ponencias presentadas en


el Curso de Restau 
Curso de Restauración Arquitectónica (1994. Baeza, Jaén)
Granada : Universidad de Granada, 1996 

Introducción

En la novela La ciudad de los prodigios, Eduardo Mendoza narra el efecto que

para los barceloneses del siglo pasado producía salir del casco antiguo y dirigirse a la

nueva ciudad que surgía en el ensanche, y con singular acierto escribe: "No falta quien se

aturde, creyendo haber sido transportado a otra ciudad mágicamente"1. Pues bien, entre

una ciudad y otra, que constituyen mundos contrapuestos, se situó -o se situaban- las

murallas de un espacio urbano que pasa bruscamente de ser "plaza fuerte" a "suelo en

expansión". Es el tránsito -pero no precisamente "mágico"- de la ciudad preindustrial,

puesta al servicio de una estrategia defensiva del territorio nacional, a la ciudad que en

esas fechas se pone al servicio de personajes como Onofre Bouvila. Para estos nuevos

ciudadanos, la muralla es un objeto que simplemente estorba; una molestia que hay que

eliminar cuanto antes si se quiere construir la ciudad deseada por los emprendedores

señores del ensanche, los que poco después harán de Barcelona la sede de la Exposición

Universal de 1888.

Modelo de ciudad y forma urbana se encuentran fuertemente ligadas al significado

y funciones que las murallas han tenido en la historia de la ciudad, hasta el punto de haber

llegado a definir la ciudad como todo aquel asentamiento rodeado por muros (Partidas de

Alfonso X el Sabio, VII, título XXXIII, ley VI). Definición que permanece casi intacta

1
    ? Eduardo MENDOZA, La ciudad de los prodigios, Barcelona, Seix Barral, 1986, pág. 165.
incluso en la Encyclopédie (1765, tomo XVII) al considerar que la ciudad es un recinto

cerrado por murallas. Pero es más, la memoria histórica colectiva hace que el habitante de

la metrópoli moderna todavía tuviera necesidad de ese elemento protector, ya que, como

afirmaba Ludwig Hilberseimer -primer profesor de urbanismo de la Bauhaus y polémico

crítico de las ideas defendidas por Le Corbusier- "...aunque hayan caído hace tiempo las

murallas y puertas, su recuerdo aún da vueltas en nuestras cabezas"2.

Volviendo a la narración de Mendoza, la moderna ciudad abierta se ofrecía como

un modelo ejemplar frente al viejo, peligroso, improductivo e insano espacio de la ciudad

cerrada. En esta, cuando la situación se hacía crítica, "...se cerraban las puertas para

evitar que la plaga se extendiera y los habitantes de los pueblos formaban retenes,

obligaban a regresar a los fugitivos a garrotazo limpio, lapidaban a los remisos,

triplicaban el precio de los alimentos". Es la prueba de un modelo de ciudad agotado.

¡Abajo las murallas!, comenzaban a gritar sus habitantes.

Sin ignorar etapas anteriores, la conferencia se centra en el análisis de los modelos

urbanos que, a partir del siglo XVI, más estrechamente se asocian a la existencia de un

elemento urbano que, no sólo define el carácter, la naturaleza y funciones de la ciudad,


sino también su forma, estructura y perfil arquitectónico. De este modo puede explicarse el

tránsito de la ciudad amurallada a la ciudad militar. La primera responde a las estrategias

territoriales de una Europa premoderna; la segunda se asocia directamente con la

constitución de los modernos estados nacionales, cuya historia, aunque bien diversa en

unos casos u otros, tiene en común el decisivo papel jugado por aquellas ciudades

planificadas o fortificadas según el sistema abaluartado, que reemplaza a las viejas y ya

inútiles técnicas de amurallamiento de origen antiguo y medieval.

Me interesa examinar la influencia de la muralla en el desarrollo de la ciudad


2
    ? Ludwig HILBERSEIMER, La arquitectura de la gran ciudad, Barcelona, Gustavo Gili,
1979. El texto, publicado en 1927, es un polémico ataque a las propuestas urbanas de Le
Corbusier contenidas en su libro Urbanisme (1925).
(desde el acto ritual primitivo que delimita y sacraliza el lugar protegido, hasta las

operaciones de demolición del siglo pasado), así como el significado político de la nueva

tratadística que surge de la mano de los "soldados expertos", y sus consecuencias en la

ordenación del espacio urbano. La conferencia propone también el análisis de la

decadencia y desaparición de las murallas -ya sean antiguas o modernas- y del modo en

que han pervivido como elementos urbanos; unas veces como meros soportes de la

edificación, otras como destacados hitos monumentales, o bien como singulares

equipamientos públicos.

En la historiografía urbana, el interés por el estudio de las murallas se ha traducido,

en los últimos años, en un abundante número de publicaciones, lo que no hace más que

confirmar la importancia de este elemento urbano en la historia de la ciudad 3. Entre las

razones que justifican tal interés quiero destacar dos en particular: primero, el papel de la

fortificación moderna y de la tratadística especializada en la construcción de defensas

arquitectónicas, escindida en el siglo XVI del cuerpo teórico más amplio del saber

arquitectónico estructurado a partir del redescubrimiento, exégesis y crítica de los textos

vitruvianos4; y en segundo lugar, el proceso de constitución de la moderna ciudad

burguesa que implicó, casi siempre, cuestionar el valor y la función que podían
desempeñar las murallas en el nuevo paisaje urbano, lo que provocó -casi siempre- la

desaparición de las mismas por ser consideradas un obstáculo para el crecimiento o la

salubridad pública.

Murallas y rito fundacional


3
    ? F. DETTI, G.F. PIETRO, G. FANELLI, Cittá murate e sviluppo contemporaneo, Lucca,
1968; H. de la CROIX, Military Considerations in City Planning: Fortifications, New York,
George Braziller, 1972; J.R. HALE, Renaissance Fortification. Art or Engineering?, London,
Thames and Hudson, 1977; C. de SETA, J. Le GOFF (eds.), La ciudad y sus murallas, Madrid,
Cátedra, 1991;
4
    ? Sobre este particular, véase Horst de la CROIX, "Military Architecture and the Radial City
Plan in Sixteenth Century Italy", The Art Bulletin, XLII (1960), págs. 263-290.
A lo largo de la historia son varias las cuestiones que pueden analizarse para

comprender la importancia y el significado de las murallas. Por una parte representan el

origen y la razón de ser de la ciudad. La fundación ritual del espacio urbano supone,

necesariamente, la delimitación del mismo para distinguir, dentro del caos del mundo, el

recinto cuya principal cualidad es ser un espacio protegido por la divinidad y su primera

huella material es el surco -o en todo caso un débil cerco- que tiene más valor simbólico

que capacidad real defensiva. Mircea Eliade estudió los fenómenos relacionados con la

concepción sagrada del espacio y llegó a afirmar: "Es la ruptura operada en el espacio lo

que permite la constitución del mundo, pues es dicha ruptura lo que descubre el 'punto

fijo', el eje central de toda orientación futura. Desde el momento en que lo sagrado se

manifiesta en una hierofanía cualquiera no sólo se da una ruptura en la homogeneidad de

espacio, sino también la revelación de una realidad absoluta que se opone a la no-

realidad de la inmensa extensión circundante"5. Mediante cualquier forma de irrupción de

lo sagrado -por ejemplo el ritual fundacional de una ciudad- se destaca un lugar del medio

cósmico circundante para hacerlo cualitativamente diferente. En opinión de Eliade, el

ritual por el que se construye un espacio sacralizado es eficiente en la medida que

reproduce la obra de los dioses. La instalación en un territorio (crear la ciudad) equivale a

la fundación de un mundo (obra de los dioses). Se comprende, pues, que determinar los
límites del espacio fundado -sus murallas- sea una parte fundamental del rito6

No cabe duda que el significado de la murallas en el mundo antiguo se relaciona

con los ritos fundacionales de la ciudad. La ciudad se funda estableciendo un límite, que

en el ritual etrusco corresponde al momento del sulcus primigenius o surco inicial, que se

realiza con un arado de bronce. Cuando el surco llegaba a los lugares en los que se abrirían

las puertas de la ciudad (tres según el ritual etrusco), el arado se levantaba para ser llevado

5
    ? Mircea ELIADE, Lo sagrado y lo profano, Madrid, Guadarrama, 1973, pág. 25.
6
    ? En palabras de Eliade, "es muy probable que las defensas de los lugares habitados y de las
ciudades fueran en su origen defensas mágicas; estas defensas -fosos, laberintos, murallas, etc.-
estaban destinadas más bien para impedir la invasión de los demonios y de las almas de los
muertos que para rechazar el ataque de los humanos", op. cit. pág. 48.
en vilo (portare) hasta el punto en el que proseguía la ejecución. Este sería precisamente,

en opinión de algunos autores, el origen de la palabra porta7. Pero mientras que el surco es

sagrado (la muralla), no lo es en cambio la puerta, pues los romanos, según Plutarco,

consideraban que el lugar por donde transitaban los cadáveres y las mercancías no podía

tener la misma consideración. Recordemos, en este punto, el pasaje de Plutarco en su Vida

de Rómulo cuando narrando el ritual fundacional de Roma nos cuenta la muerte de Remo

al saltar "irrespetuosamente" sobre el surco que afanosamente trazaba Rómulo para

levantar las murallas de la ciudad. No se conoce con exactitud muchos aspectos de la

ceremonial ritual, pero sabemos la extraordinaria importancia que tuvo para la estabilidad

de la sociedad etrusca y romana. Y lo mismo ocurre con civilizaciones más "primitivas" o

menos urbanas. Es un rito "persistente" a juzgar por los resultados de las investigaciones

de Rykwert y de otros autores8.

No es de extrañar, por lo que estamos analizando, que la ciudad celestial, la

Jerusalén de los cielos, descrita en la visión de Ezequiel y en el Apocalipsis, sea una

ciudad que posee fuertes murallas que simbolizan los límites del espacio sagrado más que

sus defensas ante enemigos reales. Y si, como hemos visto, la muralla surge de una

ceremonia ritual, también su destrucción es posible a través de otro ritual. El pasaje bíblico
en el que se narra la "toma" de Jericó sería un buen ejemplo: el ritual inverso lo ejercen los

siete sacerdotes que con siete trompetas dan siete vueltas a las murallas hasta conseguir su

desplome9.

La muralla como imagen de la ciudad. Espacio fiscal y libertad


7
    ? Sobre estos aspectos del ritual fundacional en el mundo etrusco y romano, puede verse el
fundamental libro de Joseph RYCKWERT, La idea de ciudad. Antropología de la forma
urbana en el mundo antiguo, Madrid, Hermann Blume, 1985.
8
    ? Ibid. pág. 151.
9
    ? Paolo SICA, La imagen de la ciudad. De Esparta a Las Vegas, Barcelona, Gustavo Gili,
1977, pág. 23.
Pero además, las murallas adquieren también un importante valor figurativo. Su

imagen, como ha quedado registrada en numerosas obras de arte -desde miniaturas hasta

grandes lienzos- traduce la grandeza, excelencias, y el orgullo de la ciudad; o lo que es lo

mismo, la bondad de su buen gobierno y las virtudes de sus ciudadanos. Véase, por

ejemplo, el muy conocido paisaje del ciclo del Palazzo Pubblico de Siena, de Ambrogio

Lorenzetti, ejecutado entre 1337 y 1339, en el que se muestran en forma alegórica el Buen

y el Mal Gobierno. La construcción y mantenimiento de las murallas forma parte del

conjunto de trabajos que deben ser preocupación constante de un buen príncipe. La

iconografía de la ciudad amurallada es pues muy abundante desde la Edad Media y sólo

decae, por razones ya apuntadas, al comienzo del siglo XIX cuando se generaliza su

desaparición en muchas ciudades europeas. Es constante la utilización de la muralla para

representar la ciudad, bien de forma diagramática o destacando en el conjunto de una

representación más extensa del paisaje urbano. En unos casos aparece sólo el recinto

murado, lo que ya resulta suficiente para identificar la ciudad; en otros, la muralla tiene

una contundencia figurativa que se corresponde con su importancia en el orden social,

ideológico y urbanístico10.

Las murallas, además de todo lo anterior, cumplen con otra función esencial:
delimitan el espacio de la ciudad a efectos jurídicos, administrativos y fiscales. Esta

función pervive aun cuando las murallas dejan de tener valor defensivo. La línea de

murallas viene a ser la línea de aduana interior. Esta función se pierde en la medida en que

se constituyen los estados nacionales y, en consecuencia, las fronteras exteriores de un

espacio mercantil más amplio. Aun así pervive hasta avanzado el siglo XIX. En la Edad

Media, la muralla, al delimitar el espacio fiscal, obliga a que la autoridad local adopte

medidas para evitar el asentamiento o incremento de la presencia intramuros de quienes

están exentos del pago de tributos. Julio Valdeón ha destacado esta importante función al

10
    ? Sobre este aspecto de la iconografía urbana, véase Pierre LAVEDAN, Representattion des
villes dans l'art du Moyen-Age, París, 1954. Desde esa fecha han sido numerosos los estudios
sobre iconografía de ciudades; entre ellos, C. BUTTAFACA, Visioni di città nelle opere d'arte
del Medioevo e del Renacimiento, Milán, 1963.
estudiar las ciudades medievales castellanas, pero también es extensiva a otros ámbitos

geográficos11. "Entrar en una ciudad -afirma Valdeón- por las brechas abiertas en sus

muros estaba penado, fundamentalmente, porque era una forma de escapar al pago de las

imposiciones establecidas"12.

Vale la pena recordar también el valor de la ciudad en relación con el proceso de

disolución de las relaciones feudales. La ciudad medieval, como sabemos, llega a ser y

simbolizar el espacio de las libertades conquistadas frente al dominio señorial. De este

modo su muralla se erige en símbolo y garantía de libertad y viene a ser el contrapunto de

la muralla del castillo feudal; el dominio de estas frente al espíritu de libertad que va

desarrollándose intramuros. Así, la contribución al mantenimiento o construcción de la

murallas es un derecho y una obligación para el ciudadano que quiere sentirse no sólo

protegido sino también libre. Como demostró Pirenne, la ciudad medieval "constituye, en

el recinto de sus murallas, una comunidad de derecho" 13. El derecho urbano, protegido

por las murallas, suprimió la servidumbre personal y territorial, y contribuyó de forma

decisiva a la desaparición del dominio señorial así como al desarrollo de actividades

económicas que se liberaban de aquel. Se comprende que la contribución al

mantenimiento o construcción de murallas fuese considerado como un derecho "burgués",


pues venían a ser símbolo y garantía de sus libertades. Justamente lo contrario de lo que la

burguesía urbana del siglo XIX, liberal e industrial, va a ver en la murallas: la expresión

del poder absoluto (en el caso de las ciudadelas abaluartadas) y el obstáculo para imponer

su lógica sobre el mejor aprovechamiento del suelo.

Por lo que se refiere a la ciudad islámica medieval, y por encima de la distinción


11
    ? Julio VALDEON BARUQUE, "Reflexiones sobre las murallas urbanas de la Castilla
medieval", en C. de SETA y Jacques LE GOFF (eds.), op. cit., págs. 67-88. Sobre este mismo
particular, y en general sobre todo lo relacionado con el mundo urbano medieval, puede verse el
fundamental libro de Henri PIRENNE, Las ciudades de la Edad Media, Madrid, Alianza, 1972.
12
    ? Ibid., pág. 84.
13
    ? H. PIRENNE, op. cit., pág. 131.
que puede establecerse entre el modelo urbano de las ciudades cristianas frente al de las

ciudades islámicas, las murallas parecen haber tenido un valor simbólico y funciones

urbanas semejantes a las que encontramos en el mundo occidental cristiano14.

Estructura y forma urbana. El orden abaluartado

Además de sus significados y funciones, las murallas, hasta el siglo XIX, y con

independencia del sistema abaluartado o antiguo, pueden ser analizadas como elementos

urbanos que estructuran el crecimiento y dan forma a la ciudad. Anthony E. J. Morris llega

a definirlas como "principal condicionante de la forma urbana"15, afirmación válida tanto

para la muralla antigua como moderna (baluarte); en este caso el orden urbano, la forma,

se confía a la geometría perfecta que impone la regularidad y el reparto equilibrado de

todos los elementos que integran la estructura de la ciudad. Al delimitar el espacio intra y

extramuros, las murallas no sólo cumplen con una función defensiva; establecen, ante

todo, las condiciones y las garantías del orden urbano. En los casos de fortalezas regulares

existe una clara correspondencia entre la figura geométrica que marca el trazado de las

murallas y el orden geométrico que se impone en el interior de la ciudad. Pero también en

el caso opuesto, ciudades de crecimiento no regulado, (pensemos en la Granada medieval


islámica) las murallas permiten reconocer la estructura urbana mejor que cualquier otro

elemento que pudiéramos considerar en nuestro análisis.

La primera tratadística arquitectónica del Humanismo (estoy pensando en Alberti)

estaba interesada fundamentalmente en la recuperación de una serie de valores culturales,

14
    ? Los estudios de Leopoldo Torres Balbás siguen siendo fundamentales; véase su Ciudades
Hispano-musulmanas, Madrid, Instituto Hispano-árabe de Cultura, [197.], o el conjunto de
trabajos recogidos en la Obra dispersa, 10 vols., Madrid, Instituto de España, 1981-1985. Para
la arquitectura de las murallas en el mundo islámico en general, véase, por ejemplo, Oleg
GRABAR, "Palacios, alcazabas y fortificaciones", en George MITCHELL, La arquitectura del
mundo islámico. Su historia y significado social, Madrid, Alianza, 1985, págs. 48-79.
15
    ? A.E.J. MORRIS, Historia de la forma urbana. Desde sus orígenes hasta la Revolución
Industrial, Barcelona, Gustavo Gili, 1984, pág. 106.
civiles, ideológicos y arquitectónicos, sólidamente trabados mediante un discurso que se

pretendía intemporal además de universal. Cuando en el siglo XVI se produce la escisión

del saber arquitectónico que señaló Horst de la Croix, y surge en consecuencia una rama

de la tratadística especializada en fortificación abaluartada y en urbanismo militar, el

problema no será ya una teorización sobre ideales, sino una cuestión científica y técnica (la

fortificación "perfecta") cuyos logros se miden empiricamente por la eficacia del nuevo

sistema defensivo. El ideólogo humanista (Alberti) da paso al soldado experto que en

diálogo con su Príncipe le explica toda la casuística de la defensa de sus territorios y

ciudades16 Es esta la diferencia abismal entre Alberti y Francesco di Giorgio Martini. Un

tratadista español del siglo XVI, Diego González de Medina Barba, en su Examen de

Fortificación, publicado en Madrid en 1599 y dedicado a Felipe III, dirá que la finalidad

de su tratado es enseñar a los príncipes que "...el uso de la defensa es católicamente

permitido" y que deben "...tener mucho cuydado de que esten bien fortalecidas las plaças

principales de su estado, con muy buenos fuertes en las fronteras y passos"17.

La escisión del saber arquitectónico es una de las consecuencias que tuvo la caída

de Constantinopla en 1453. Además de la ya valorada influencia en el desarrollo de la

cultura del Renacimiento, gracias a la presencia en Italia de buenos conocedores de la


cultura griega que abandonan la ciudad, la utilización de la artillería por parte de los turcos

transformará por completo las técnicas de asalto o defensa de las ciudades y por lo tanto la

forma de sus murallas. Es también una circunstancia histórica que obliga a reconocer lo

límites del vitruvianismo en tanto doctrina que aspiraba, desde principios del siglo XV, a

convertirse en compendio, regla y medida de todo lo relacionado con la arquitectura. Entre

16
    ? Hors de la CROIX, op. cit., pág. 264.
17
    ? Diego GONZALEZ DE MEDINA BARBA, Examen de Fortificación, Madrid, 1599, fols.
4-5. Sobre este tratado y el de Cristóbal de ROJAS, Teoría y práctica de la fortificación,
conforme las medidas y defensas de estos tiempos, Madrid, 1598, véase Angel ISAC, "La
ciudad militar en dos tratados de fortificación del siglo XVI", en AA.VV., La Ciudad Hispánica
durante los siglos XIII al XVI, Madrid, Universidad Complutense, 1985, págs. 51-63.
otras cosas, la ciudad vitruviana ya no podrá tener el mismo tipo de murallas 18. Ante la

artillería se hace necesario aumentar la distancia horizontal de las construcciones

defensivas, lo que da lugar a la invención y desarrollo del baluarte. Desde ese momento la

solución de los problemas de una fortificación "perfecta" estará en manos de "soldados

expertos", en expresión de Gian Battista Bellucci (Nuova invenzione di fabbricare fortezza

di varie forme, Venecia, 1598). Francesco di Giorgio Martini (1495), Pietro Cataneo

(1554), B. Lorini (1592), V. Scamozzi (1615) -entre otros- son algunos de los tratadistas

de la nueva manera de amurallar ciudades. Para hacernos una idea de la importancia de

estos tratados, pensemos que en Italia, entre 1554 y 1599, llegaron a publicarse casi una

veintena19. Sus autores son los expertos que ayudarán a modificar buena parte del paisaje

urbano europeo al construir nuevas defensas abaluartadas, levantar ciudadelas que

"vigilan" más que protegen la ciudad a la que se adosan, o planificar las muy numerosas

ciudades militares de nueva fundación que se dispersan por los territorios fronterizos de

los grandes estados20.

En el siglo XVII, un tratadista francés, Antoine de Ville (Les fortifications du CH.

A. De Ville thoulosaine avec l'ataque et le défense des places, 1629) acierta plenamente al

poner de manifiesto la relación directa que existe entre el desarrollo de la moderna


arquitectura militar y el proceso de formación de los estados nacionales. De Ville

desaconseja construir ciudadelas en el interior y pone como ejemplo lo ocurrido en Tour,


18
    ? Un ejemplo significativo lo constituye el comentario de José Ortiz y Sanz en su traducción
de los libros de Vitruvio (Madrid, 1787), cuando en el capítulo V del libro I, pasaje en el que
Vitruvio describe la construcción de muros y torres, el comentarista añade en nota aparte: "Estas
leyes serían de ninguna utilidad en nuestro tiempo, en que la Polémica es tan diferente, por la
invención de la pólvora". De la edición de 1787 existe facsímil de editorial Alta Fulla (Madrid,
1987), además de otra (Madrid, Akal, 1987) con un interesante prólogo de Delfín Rodríguez
Ruiz.
19
    ? J.R. HALE, op. cit., pág. 25.
20
    ? Acerca del conflicto entre ciudadela y ciudad, véase el trabajo de Paolo MARCONI, "Una
chiave per l'interpretazione dell'urbanistica. La citadella come microcosmo", Quaderni
dell'Istituto di Storia dell'Architettura, Roma, 1968. Para aspectos más generales, Manfredo
TAFURI, L'architecttura del Manierismo nel Cinquecento europeo, Roma, Officina Edizioni,
1966; en especial el capítulo IV: "Fra lo sperimentalismo e l'utopia".
donde las fortificaciones "...han quedado sin terminar al darse cuenta de que estas no

podían servir más que de asilo a los disconformes, de lo que hemos podido ver frecuentes

ejemplos en las guerras civiles de nuestra Francia"21. Las murallas modernas han de ser

defensas contra los enemigos exteriores del estado y, en consecuencia, deben construirse

allí donde peligren sus fronteras.

En todo el territorio europeo, especialmente en las fronteras de mayor

inestabilidad, a lo largo de los siglos XVI y XVII se fundan nuevas ciudades que

responden al modelo de la ciudadela "perfecta", con extensas fortificaciones abaluartadas,

y una geometría regular que ordena la forma urbana como si se tratara -y en realidad lo es-

de construir una eficaz máquina de guerra. Algunos ejemplos destacan especialmente:

Palmanova (1593), ciudad abaluartada cuyo proyecto se debe probablemente a Vincenzo

Scamozzi, concebida para la defensa del territorio véneto frente a las incursiones

otomanas; las ciudades creadas por los Habsburgos para la defensa de los Países Bajos

(Marienbourg, Philippeville, Charlesville); o las que la corona sueca funda en la frontera

del Báltico para asegurar su dominio sobre ese territorio (Kalmar, Landskrona, Carlsburg).

Pero es sin duda la obra de Sébastien Le Preste de Vauban (1633-1707) la que mejor

puede estudiarse como ejemplo de ciudades cerradas por un fuerte dispositivo militar que
las aísla del territorio inmediato pero que son, al mismo tiempo, la principal garantía de su

seguridad y de la estabilidad de las fronteras del estado absolutista. Ingeniero militar de

Luis XIV, Vauban proyectó cerca de treinta ciudades y la fortificación de más de un

centenar de otras. A él se debe la reconstrucción de Lille -con una nueva ciudadela- y el

proyecto de Neuf Brisach en la frontera del Rin (1698), cuya obra de fortificación ha sido

considerada como el mejor ejemplo de la planificación urbana y de la arquitectura militar

de su época22.

21
    ? Citado por Enrico GUIDONI y Angela MARINO, Historia del urbanismo. El siglo XVII,
Madrid, IEAL, 1972, pág. 313.
22
    ? Sobre la obra de Vauban existe una abundante bibliografía entre la que podemos destacar
el libro de Reginald BLOMFIELD, Sébastien le Preste de Vauban, London, Mehuen, 1971; y el
de M. GIUFFRE, L'architettura del territorio nella Francia di Luigi XIV, Palermo, 1974.
De la muralla al bulevar. Hacia una nueva estética urbana.

La idea expresada por De Ville a principios del siglo XVII, y la demostración

práctica confiada a los trabajos de Vauban, permitirá que antes de finalizar el siglo, en

1664, Luis XIV decida derribar las murallas de París en lo que no es más que un acto

político con el que el monarca francés demuestra la fuerza y seguridad que otorgan al

Estado las ciudades fortificadas de sus fronteras. Es el primer ejemplo -creo no

equivocarme- de desaparición de murallas por razones de política de Estado que, además,

aparece también relacionada con las nuevas ideas sobre el embellecimiento del espacio

público en las grandes capitales. Allí donde antes aparecían las murallas, provocando el

alejamiento del ciudadano, están ahora los bulevares arbolados que invitan al mismo

ciudadano a pasear emulando al monarca en sus ceremoniales recorridos por los jardines

áulicos. Y aunque en París todavía volverían a levantarse nuevas defensas -la de los

Fermiers Généraux ordenada por Luis XVI (1784-1791) y la de Thiers en pleno siglo XIX

(1840-1845)- lo cierto es que de todas ellas se hicieron proyectos para convertirlas en

bulevares.

La crítica ilustrada pondrá término a muchas de las concepciones que, hasta la

segunda mitad del siglo XVIII, se daban por buenas en el campo de la arquitectura y del

urbanismo. La teoría del embellecimiento urbano, la idea de la reforma urbana como una

operación de escala global, o los ideales racionalistas que enmarcan las políticas de

intervención en el territorio del Estado, determinan un modo de entender la ciudad y su

arquitectura que, además de anticipar algunos aspectos de lo que será más adelante la

disciplina urbanística, obliga a replantear el papel de las ciudades cerradas23. Un teórico de

la importancia de Étienne-Louis Boullée (1728-1799) inserta de modo elocuente la

arquitectura de las murallas como una pieza más de la "monumentalidad" que debe regir

    ? Sobre estos aspectos, y para el caso español, véase el fundamental estudio de Carlos
23

SAMBRICIO, Territorio y ciudad en la España de la Ilustración, Madrid, MOPT, 1991.


en todo conjunto urbano y por esta razón reivindica para al arquitectura civil la

construcción de puertas y defensas. Se diría que la muralla es más un problema de orden

estético que de técnica militar, pues, según Boülle, la arquitectura civil "...ostenta el

derecho de excitar en nosotros sensaciones como las que se deben experimentar al

contemplar el aspecto de una entrada a una ciudad, de una puerta de ciudad de guerra, de

un arsenal, de un fuerte... Estos monumentos, dotados de un carácter particular, deben

causarnos diferentes impresiones que no se pueden obtener más que al obrar con la poesía

del arte"24. Se trata, como podrá comprenderse, de un cambio decisivo por cuanto supone

de apreciación "estética" de la arquitectura militar, cuando todavía sus construcciones no

han dejado de ser necesarias en las ciudades europeas. Supone, en cierto modo, un anticipo

de lo que será el gusto romántico por las murallas.

Pero quizá resulte aún más significativa la actitud de Claude-Nicolas Ledoux

(1736-1806) quien en sus proyectos para la salina de Chaux (1768-1789) llega a eliminar

toda idea de ciudad cerrada por cualquier sistema defensivo. Es ahora la ciudad abierta la

que se impone como ideal estético y urbano, señal inequívoca de un cambio radical en la

concepción de lo que ha de ser un organismo puesto al servicio de las necesidades de un

ciudadano que aspira a la felicidad y prosperidad social. En su descripción de la ciudad,


cuyo límite es sólo un paseo arbolado que la circunda, Ledoux afirma: "He aquí un pueblo

laborioso que hace desarrollar y crecer todas las semillas que la tierra, en tácito acuerdo

con los humanos, ha prometido fecundar"25.

¡Abajo las murallas!. La reforma burguesa de la ciudad

    ? Étienne-Louis BOÜLLE, Arquitectura. Ensayo sobre el arte, Barcelona, Gustavo Gili,
24

1985, pág.131; edición en castellano precedida por una Introducción de Carlos Sambricio.
25
    ? C.N. LEDOUX, La Arquitectura considerada en relación con el Arte, las costumbres y la
legislación, Madrid, Akal, 1994, pág. 74; edición en castellano del texto publicado en París en
1804, constituyendo el primer volumen de un tratado que Ledoux pensaba publicar en cinco.
Véase Anthony VIDLER, Ledoux, Madrid, Akal, 1994.
Con el grito ¡Abajo las murallas!, los ciudadanos de la entonces considerada plaza

fuerte de Barcelona, reclamaban el derecho a derribar los muros que obligaban a vivir en

muy penosas condiciones de higiene y salubridad, e impedían la expansión urbana de una

ciudad que aspiraba a dejar de ser una ciudad militar para convertirse en ciudad burguesa.

El pronunciamiento del general O'Donnell, en 1854, conduce a un breve gobierno liberal

que autoriza la demolición de las murallas 26. La consecuencia inmediata es poder

experimentar la fórmula del ensanche, aspiración de la burguesía local que, a pesar de

todos los conflictos y críticas generadas (recomiendo de nuevo la lectura de la novela de

Eduardo Mendoza), determinó por completo el modelo de crecimiento de la ciudad

durante muchas décadas. En general, bajo el grito de ¡Abajo las murallas! se esgrimían las

mismas razones que la burguesía europea utiliza para realizar sus grandes operaciones de

reforma urbana durante el siglo XIX. Los ejemplos particulares son diversos, desde el

París transformado por Haussmann, hasta la Viena que convierte el conjunto de sus

defensas abaluartadas en una escenográfica ciudad ecléctica que tanto sorprendió al joven

Adolf Hitler, pero las motivaciones de fondo son siempre las mismas: hacer posible un

orden urbano burgués, incompatible casi siempre con la presencia de las murallas27.

El siglo XIX no sólo es la época en la que con más intensidad se produce la

demolición de las murallas por aquellas razones que esgrime la ciencia urbana liberal. Hay

otro aspecto que me gustaría destacar. Es el interés muy señalado del romanticismo por las

murallas. Se trata de un tema predilecto de la poética romántica de la ciudad, por dos

razones: en primer lugar, las murallas se encuentran casi siempre en estado de ruina y

26
    ? La R. O. de 12 de agosto, autorizando la desaparición de las murallas, establecía, no
obstante, que Isabel II se reservaba "...resolver si Barcelona ha de seguir figurando en el
sistema defensivo del Reino como plaza fuerte y en qué categoría, y en el caso de que así
conviniere por interés nacional, la forma en que debería ser fortificada".
27
    ? Para los casos citados, véase, especialmente Angelo VILLA, Gianni FABBRI, Le Città
capitali. Paarigi-Vienna, Roma, Officina Edizioni, 198., y Jean des CARS y Pierre PILON
(eds.), Paris-Haussmann, París, Picard, 1991; así como Carl E. SCHORSKE, Viena Fin-de-
Siècle. Política y Cultura, Barcelona, Gustavo Gili, 1981, en especial el cap. II.
abandono, y ya sabemos la especial sensibilidad poética que el romanticismo introduce en

la contemplación de las arquitecturas que el tiempo ha dejado en el olvido 28; y en segundo

lugar, porque las murallas ayudan a visualizar el tiempo medieval de la ciudad, una ciudad

y un tiempo idealizados por los románticos, para quienes la desaparición de las murallas

representa la pérdida irreparable de un paisaje (y de los recuerdos históricos a el asociados)

que la ciudad moderna en modo alguno puede compensar. Recordemos las conocidas

imágenes de los Contrasts (1836), de Pugin, en las que la muralla de la ciudad medieval -

dibujadas como cierre armónico del conjunto urbano- es reemplazada en la ciudad

moderna por un caótico frente de edificios de hasta cinco plantas. Y aunque las murallas

ya no estén, la ciudad está verdaderamente cerrada como una cárcel; y por si fuera poca la

contundencia de la imagen contrastada de una ciudad de 1440 y otra de 1840, en primer

término aparece un gran edificio carcelario de tipo panóptico.

También se debe a la cultura romántica el inicio de los trabajos de recuperación y

restauración de las murallas. Un restaurador romántico -aunque con metodología de

intervención anti-romántica-, Viollet-le-Duc, figura esencial para la crítica arquitectónica

y la teoría de la restauración, emprende una doble labor de estudio y restauración de las

murallas francesas a mediados del siglo XIX29. En 1854 publica su Essai sur l'histoire de
l'architecture militaire dans le moyen-âge, y en 1874 la Histoire d'une Fortesse. Su

restauración de las murallas de Carcassonne (1853) constituye un ejemplo de los excesos

de la doctrina de intervención que él mismo definiera como un derecho del restaurador a

concluir la obra arquitectónica en el mismo estilo originario. Desde una perspectiva muy

opuesta a la del restaurador francés, por lo que se refiere a criterios de intervención,

Leopoldo Torres Balbás defendió la permanencia de las murallas "...como magníficos

elementos de decoración monumental" y por su capacidad para "...proteger gratos paseos,

    ? Véase el fundamental estudio de Roland MORTIER, La poétique des ruines en France.
28

Ses origines, ses variations de la Renaissance à Victor Hugo, Genève, Librairie Droz, 1974.

    ? De la abundante bibliografía sobre Viollet-le-Duc quiero destacar al menos el libro de Ivo
29

TAGLIAVENTI, Viollet-le-Duc e la cultura architettonica dei revivals, Bologna, Pàtron, 1976.


resguardados y tranquilos"30

Consideraciones finales

Como hemos visto a lo largo de esta exposición, la muralla materializa la idea de

ciudad limitada o cerrada. Es una idea tan fuerte que incluso en épocas posteriores, cuando

las murallas no tienen ningún sentido defensivo, algunos de los primeros modelos urbanos

desarrollados por la naciente disciplina urbanística se caracterizarán precisamente por

incorporar la noción de limite como una condición básica de la eficacia social, económica

y urbana del modelo propuesto. Me refiero tanto a las hipótesis del pensamiento utópico

socialista (el falansterio de Fourier es una comunidad limitada) como a las teorizaciones

howardianas sobre la ciudad jardín, que tanta influencia tendrán en la cultura urbanística

contemporánea. Bien es cierto que en ninguno de estos casos el límite es una barrera física

sino un concepto esencial del modelo urbano.

La pérdida de funcionalidad de las murallas determina dos situaciones genéricas,

en el supuesto de que no sean derribadas: en unos casos servirán como soporte de la

edificación, normalmente residencial, que se va adosando a sus muros y poco a poco


termina por ocultarlas en todo o parcialmente; en otros, los más afortunados, llegan a

incorporarse al paisaje monumental de la ciudad histórica, siendo objetivo de los actuales

planes de rehabilitación urbana el conseguir que el primer caso se convierta en el segundo.

Es este un criterio general que no implica coincidir siempre en la forma particular de

lograrlo. A menudo existe la negativa tendencia a querer hacer lo mismo que Viollet-le-

Duc en Carcassonne.

En el caso de las ciudadelas abaluartadas, los problemas han sido otros, puesto que

su función de plazas fuertes ha pervivido más en el tiempo, hasta el siglo XIX, y por lo

tanto su pérdida de funcionalidad se relaciona directamente con el modelo de reformas del

30
    ? Leopoldo TORRES BALBAS, "Las murallas que caen", Arquitectura, (1922), pág. 75.
siglo pasado. Cuando no han desaparecido (la ciudadela de Barcelona por citar un ejemplo

cercano), se han conservado como importantes enclaves de arquitectura militar y espacios

urbanos de indudable calidad y aprovechamiento para otros usos ciudadanos (la de

Pamplona).

Hemos visto, a lo largo de esta exposición, el "origen" de la muralla (ciudad

cerrada), la evolución tipológica desde el "orden antiguo" al "orden abaluartado", y su

funcionalidad tanto simbólica como material, así como su desaparición a favor de un

modelo de "ciudad abierta", pero para finalizar no me resisto a señalar que las grandes

obras de infraestructura viaria que circunvalan nuestras ciudades, plantean problemas en

cierto modo equivalentes a los que originaron en determinado momento de la historia de la

ciudad las murallas. Las vías de circunvalación cierran y aíslan bruscamente. Estas vías

rápidas pueden desarticular el territorio y, en particular, las relaciones de borde que, en el

caso de ciudades como Granada, son de especial interés. Es por lo tanto una de las

cuestiones que actualmente debe preocupar más en los trabajos de planificación urbana y

territorial, con el objetivo de restablecer el equilibrio o al menos aminorar los impactos

negativos de ese tipo de obras. Ya hay, no obstante, algunos hecho consumados que no

pueden pasar desapercibidos: tenemos un parque amurallado.


ILUSTRACIONES

1.Jerusalén. La ciudad celestial (Biblioteca de Cambrai).

2.Bolonia: ciudad y muralla en un dibujo de principios del siglo XVI.

3.Bolonia. Cherubino Ghirardacci, Cronica delle cose di Bologna, ms. (siglo XVI).

4.Woerden (Holanda). Galeazzo G. Priorato, Relatione dell'Elettorati di Magonza e

Colonia, Colonia, 1669.

5.Cristóbal de Rojas, Teoría y práctica de la fortificación... (1598). Diversos tipos de

frentes abaluartados.

6.Cristóbal de Rojas, Teoría y práctica de la fortificación... (1598). Plaza de tres baluartes.

7.Cristóbal de Rojas, Teoría y práctica de la fortificación... (1598). Plaza de cinco

baluartes.

8.Cristóbal de Rojas, Teoría y práctica de la fortificación... (1598). Plaza de siete

baluartes.

9.Diego González de Medina Barba, Examen de fortificación (1599). Los dos sistemas de

fortificación: murallas "a la antigua" y frente abaluartado.

10.Diego González de Medina Barba, Examen de fortificación (1599). Fortificación


irregular de una ciudad con baluartes y cortinas rectas.

11.Diego González de Medina Barba, Examen de fortificación (1599). Fortificación de un

arrabal exterior.

12.Diego González de Medina Barba, Examen de fortificación (1599). Fortificación de

baluartes con cortinas en ángulo.

13.Diego González de Medina Barba, Examen de fortificación (1599). Plaza de cinco

baluartes.

14.Diego González de Medina Barba, Examen de fortificación (1599). Plaza de ocho

baluartes.

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