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Contaba con 75 años de edad cuando recibió la palabra de dirigirse a Canaán (Gn.

12:4), y la
promesa de que los que le bendijeren serían bendecidos, y malditos los que le maldijeren; y
que en él serían benditas todas las familias de la tierra (Gn. 12:3). En Ur de los Caldeos se había
casado con Sarai. Tenía 75 años al salir de Harán, y habitó 10 años en Canaán antes de tomar a
Agar como concubina (Gn. 16:3); cuando Agar tuvo a Ismael, Abram tenía 86 años (Gn. 16:16).

Durante los primeros diez años de sus peregrinaciones en Canaán, Abram plantó sus tiendas
en Siquem, donde Dios le prometió aquella tierra para su descendencia. Allí edificó un altar a
Jehová. Pasó después a Bet-el, donde erigió otro altar, invocando el nombre de Jehová (Gn.
12:6-8).

pero recibió la bendición de Melquisedec, rey de Salem, sacerdote del Dios Altísimo, que salió
con pan y vino a recibirle: a él le dio Abram diezmos de todo. Dios se le reveló ahora como su
escudo y gran galardón.

Lamentándose Abram de su falta de descendencia, Dios le confirma la promesa (Gn. 15:5). "Y
[Abram] creyó a Jehová, y le fue contado por justicia". Ésta es la primera mención de la fe. A su
pregunta de cómo iba a saber él que iba a poseer la tierra, Dios dispuso con él un pacto con
sacrificio, como era la costumbre en Oriente (Gn. 15:9-10). Sin embargo, este pacto no fue
confirmado por las dos partes, sino únicamente por Dios (Gn. 15:17-21) al ser solamente Dios,
bajo la apariencia de una antorcha de fuego, quien pasó entre los animales divididos, habiendo
quedado Abram sobrenaturalmente postrado. Así, Dios se ligó incondicional y unilateralmente
a Abram por este pacto.

Por sugerencia de Sarai, toma a su criada Agar, cohabitando con ella, y teniendo de ella un
hijo, Ismael. Esto según las costumbres de la tierra (véase Gn. 16:2; cp. Gn. 30:3). Sin embargo,
13 años después la promesa se verificaría. Los esfuerzos del hombre, tratando de cumplir por
si mismo la promesa, no cambian en absoluto el plan de Dios. Tenemos aquí una figura de la
ley, esto es, el intento del hombre de conseguir la bendición mediante sus propios esfuerzos.

Nace Isaac (Gn. 21:2), y surge un conflicto entre el que era tipo de la carne (Ismael) y el que era
tipo del hombre espiritual (Isaac). Ismael es descubierto incomodando a Isaac, y Agar e Ismael
son expulsados (Gn. 21:9-21; cp. Gá. 4:22-31). Desp

Habiendo ya crecido Isaac (el historiador judío Flavio Josefo le supone una edad de 25 años),
Dios prueba la fe de Abraham; le ordena que se lo ofrezca en holocausto. Abraham obedece, y
si no hubiera intervenido la mano de Dios, hubiera dado muerte a su hijo, creyendo «que Dios
es poderoso para levantar aun de entre los muertos» (He. 11:19). Después de la muerte y
resurrección en figura de Isaac, se confirma a Abraham la promesa incondicional de que en su
simiente (que es Cristo) serán benditas todas las naciones de la tierra (Gn. 22:18; Gá. 3:14-18).
Si alguno es de Cristo, simiente de Abraham es, y heredero, conforme a la promesa. Y esta
promesa es firme a toda la simiente, no solamente a la que es de la ley, sino a la que es de la fe
de Abraham, que es padre de todos nosotros los que creemos. (Ro. 4:16.)

Para fortalecer la fe de Abraham, Dios empleó dos medios:

a) Se le reveló de manera personal a fin de que, mediante tal revelación, Abraham aprendiera
a conocerle (Gn. 12:1-3; 13:14-18; 15; 17:1-21).
b) Puso en acción la fe de Abraham, poniéndole en circunstancias en las que iba a tener que
ejercitarla. Como ejemplo de ello, podemos ver la rotura de sus vínculos nacionales y
familiares; las épocas de hambre y de riqueza; de lucha y de poder; la ansiosa espera del
heredero, y la prueba suprema de la fe, por la que Abraham fue llamado a sacrificar a Isaac, el
heredero de las promesas, su hijo tan amado.

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