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La Cruz de nuestro estado.

Desde la creación y en estado de Gracia e inmaculados, DIOS estableció sus mandamientos en


Adán y Eva, los que al poseer el don de ciencia infusa, los conocían y eran conscientes de como
cumplirlos. Estos mandamientos establecían deberes para cada creatura, según su naturaleza
humana y espiritual, les podemos llamar deberes de estado. Así, según la voluntad de DIOS, nos
creo por amor con una naturaleza a la que debemos cumplir y equivale a hacer su voluntad, para
alcanzar su gracia y ser admitidos en la bienaventuranza, que es su gloria en su Santa y Bendita
presencia en el Cielo.

Adán y Eva, tenían que cumplir estos deberes, aún así después de perder la gracia de DIOS por el
pecado original de desobediencia y soberbia, con la diferencia de la debilidad de la carne, la que
por su naturaleza caída de sujetarse al alma, les hacía mas difícil cumplir con ellos.

En general, se hizo difícil para la humanidad cumplirlos, por lo que se pervirtieron con toda clase
de pecados que ofenden a un DIOS tan bueno que lo único que desea es que el ser humano
comprenda su camino y lo siga; y haciendo esto, nuestro Padre Celestial le amará, dándole de su
Gloria por la eternidad.

Al pecar por desobediencia y soberbia, Adán y Eva, perdieron el don de ciencia infusa, es decir, del
conocimiento de las cosas, posiblemente como DIOS las conoce, o por lo menos como DIOS nos
permite conocerlas, pero con una mayor capacidad de la que hoy tenemos. Por lo tanto, si Adán y
Eva, se quedaron con aquel conocimiento de todo en la creación, no pudieron transmitirlo a su
descendencia, sino, por educación o instrucción, haciéndoles difícil por las circunstancias de la
vida, recordar los deberes que DIOS había grabado en sus almas, pero que por el pecado original,
ya no se recordaban o se desconocían.

En su infinito amor, DIOS, recuerda los mandamientos y deberes olvidados por el hombre, a través
de Moisés, revelando sin lugar a duda su voluntad.

Aun así, la humanidad seguía extraviándose y pagando el precio de la desobediencia y soberbia,


que es la condenación eterna, pero al llegar la plenitud de los tiempos, DIOS, por su infinito amor y
misericordia, envió a su hijo unigénito, para que hiciera la última revelación de su voluntad y así,
las almas alcancen la salvación que nuestro creador tanto desea.

JESUCRISTO, verdadero DIOS y verdadero hombre, se encarnó y nos mostró el camino y la forma
de cumplir con los mandamientos y nuestros deberes, despreciando nuestra carne.

Así, para hacer la voluntad de DIOS, debemos cumplir los mandamientos y con el deber de
nuestro estado, esta es la cruz que debemos llevar con CRISTO. Él muriendo en la Cruz, nos mostró
el camino sometiéndose al Padre por amor.

Los mandamientos son voluntad de DIOS, traduciéndose en deberes de estado, que se


perfeccionan en las virtudes con la guía del Espíritu Santo.

Los deberes de estado, son los que estamos obligados a cumplir de acuerdo a nuestra naturaleza
como creatura, en la familia y en la sociedad, así se establece deber de acuerdo al sexo, si se es
padre, madre, hijo, hija, adulto, joven, señorita, soltero, casado, esposo, esposa, rico, pobre,
trabajador, etcétera. Se puede tener uno o varios estados, estos emanan de los mandamientos,
constituyen la Cruz que debemos llevar en nuestras espaldas, misma, a la que nos invita nuestro
señor Jesucristo, como requisito para seguirlo a su gloria en el Cielo.

El cumplimiento los mandamientos a través de estos deberes de estado, requiere de esfuerzos o


actos voluntarios para cumplirlos, estos son las virtudes, que proceden del sacratísimo corazón de
Jesús y que solo el Espíritu Santo, que es la persona divina que se nos fue prometido nos asistiría,
nos conduce por ellas como en un campo donde con sacrificio se cultivan y se toman para dar
gloria a DIOS.

Pidamos al Eterno Padre, que su Espíritu Santo, nos asista y nos guíe en el camino hacia la
Santidad por las virtudes, para que por el amor de Jesús y de María Santísima, nos ilumine y nos
auxilie con la gracia necesaria para perseverar en su voluntad, derramando su misericordia en
nosotros para que nos permita alcanzar su perdón y su gloria. Amén.

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