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LA CONVENCION DE JAMAICA, CODIFICADORA

DEL DERECHO INTERNACIONAL DEL MAR

Jorge R. Mariño Fages


Prof. Derecho Internacional Público
Facultad de Derecho-UNNE
Mgtr. en Procesos de Integración-UNNE

Antecedentes
Desde los inicios del Derecho Internacional Clásico, hasta la terminación de la
Segunda Guerra Mundial, por creación consuetudinaria en el ámbito internacional solo se
consideraban dos espacios jurídicos marítimos: el mar territorial y el alta mar.

Durante la vigencia de la Sociedad de las Naciones, se llevó a cabo en el año


1930 una Conferencia en La Haya, para la Codificación del Derecho Internacional, que entre
otras cosas intentó codificar el régimen jurídico del mar territorial, pero no se logró aprobar
ninguna norma, por lo que resulto un gran fracaso 1.

Ya en el marco de las Naciones Unidas, se vuelve a insistir con la idea de tratar


de regimentar los derechos y obligaciones del mar, cuyo constreñimiento jurídico se fundaba
solamente en la costumbre internacional.

En esa inteligencia se suscriben las Convenciones de Ginebra de 1958, por las


cuales se divide el espacio marítimo en: mar territorial; zona contigua; plataforma submarina y
alta mar y también se reglamenta la pesca en alta mar.

Pero la Convención de Ginebra no tuvo todo el éxito que se esperaba ya que


muchos Estados no la ratificaron, porque rápidamente se quedó desactualizada por distintas
circunstancias económicas, políticas, estratégicas y tecnológicas2.

Así, debido al dictado por la Asamblea General de la Resolución 1514 XV, que
se la conoce como la “Carta Magna de la Descolonización”, porque significó el proceso de
independencia de una gran cantidad de nuevos Estados que se incorporaron al grupo de países
en vías de desarrollo; empezaron a plantear en función de los nuevos intereses, reivindicaciones
y revisiones de las normativas económicas y políticas vigentes en el ámbito internacional, como
la soberanía permanente sobre los recursos naturales y el derecho al desarrollo económico. Esta
Resolución produjo no solo un cambio cuantitativo por la incorporación de más de sesenta
nuevos Estados en la comunidad internacional, sino también cualitativo porque -como ya se
explicó-, estos nuevos países, pasaron a engrosar el grupo de Estados del Tercer Mundo, siendo
desde entonces este sector el mayoritario en las Naciones Unidas, conformando el “Grupo de
los 77”, con una tendencia de no alineamiento político.

1
Conf. Diez de Velazco, Manuel, “Instituciones de Derecho Internacional Público”, Ed. Tecnos, Madrid, año
1997, pág.373.
2
Pastor Ridruejo, José A. “Curso de Derecho Internacional Público y Organizaciones internacionales”, Ed. Tecnos,
Madrid, año 1992, pág.355/357.
A su vez, el avance del desarrollo tecnológico hacia la década de 1970, ya
permitía que se pudiera acceder a los fondos marinos -antes inasibles por las grandes
profundidades y la lejanía de las costas-, con lo cual se abría extraordinarias posibilidades de
exploración y explotación, generando muchas expectativas e intereses, sobre todo para las
grandes potencias que contaban con la tecnología para ello. En el otro extremo se posicionaban
los países en vías de desarrollo quienes pretendían que fuera utilizado en provecho y beneficio
de la humanidad.

Había también interés de las superpotencias de que en los estrechos, los


submarinos pudiera navegar bajo el agua, como también los aeroplanos volar por encima de
ellos, sin necesidad de autorización del Estado adyacente o subyacente respectivamente.

Esto condujo a que se analizara la conveniencia de un nuevo tratado que tuviera


en cuenta los cambios que se habían producido en tan poco tiempo.

Teniendo en cuenta el descubrimiento en los fondos abisales de los océanos de


gran cantidad de minerales, los llamados nódulos polimetálicos; a instancias de la delegación de
Malta, presidida por Arvid Pardo, se creó una Comisión Especial de los Fondos Marinos, con el
mandato de preparar un régimen jurídico de los fondos marinos que se encontraban fuera de la
jurisdicción de los Estados. Esto dio como resultado que en el año 1970, la Asamblea General
dictara la Resolución nº2749 (XXV), por la que se declara “patrimonio común de la
humanidad” los fondos marinos. Pero en los debates de la Comisión mencionada se consideró
necesario abordar toda la problemática del mar.

En ese entendido, se convocó a una Conferencia en el año 1973, para que


analizara la cuestión del mar y elaborara una convención. En el reglamento de la Conferencia se
dispuso que el mecanismo para adoptar las normativas serían el package deal (se aprueba en
paquete, sin discutir cláusulas por cláusulas) y el “consenso” (acuerdo general sin votación
aunque no necesariamente unanimidad o considerable convergencia de opiniones y ausencia de
desacuerdo firme por parte de las delegaciones 3) en principio, salvo que fuere necesaria la
votación, para evitar confrontaciones que hicieran naufragar el proyecto, porque como se podía
apreciar interesaba a todas las partes, al punto tal que en el período de las negociaciones se
fueron gestando diversos grupos de interés en el que no solamente se diferenciaban los Estados
desarrollados de los subdesarrollado, sino una variedad de intereses encontrados; así hubo un
grupo de países mediterráneos, grupo de países archipelágicos, grupo de países con gran
plataforma continental; grupo de Estados estrecharios, etc. Finalmente los intentos por aprobar
el tratado por consenso no se pudo lograr, debiéndose recurrir al sistema de votación, que afectó
la vigencia y funcionamiento de la Convención, porque Estados Unidos votó en contra y se
abstuvieron Alemania, Italia, Inglaterra, la Unión Soviética, etc.

La Convención de Jamaica
Después de varios años y once sesiones, la Convención sobre el Derecho del Mar
fue aprobada en Montego Bay, Jamaica, en el año 1982 y entró en vigor en 1994.

3
Yturriaga Barberán, José Antonio, “Evolución del consenso en la práctica de las Naciones Unidas: la Conferencia
sobre el Derecho del Mar”, en “O.N.U.: Año XL”, Revista de la Facultad de Derecho de la Universidad
Complutense, Madrid, 1987, pág.57.
En ella se acordó delimitar los siguientes espacios marítimos: el Mar Territorial,
la Zona Contigua, la Zona Económica Exclusiva, el Alta Mar, la Plataforma Submarina y los
Fondos Marinos.

La organización institucional que va a tener a su cargo todo lo relativo al derecho


del mar se va a llamar la Autoridad de los Fondos Marinos.

Mar Territorial: Se entiende por mar territorial la franja de mar que corre a lo
largo de la costa del Estado.

Desde el período del derecho internacional clásico, por costumbre internacional,


se reconocía que el Estado costero ejercía soberanía sobre su mar territorial, por lo que
conforme a ello tenía poder absoluto sobre dicho espacio, limitado solamente por el “paso
inocente”, consistente en el derecho de navegación sin detención (paso simple, rápido e
ininterrumpido) por el mar territorial y el ingreso y salida de las aguas interiores, por parte de
los buques extranjeros, sin necesidad del pedido de autorización para navegar. El paso se
presume inocente mientras no sea perjudicial para la paz, el buen orden o la seguridad del
Estado ribereño (art.19.1), por ende los submarinos deben navegar sobre la superficie y mostrar
el pabellón (art.20)

Ya Grocio en El Mare Liberum (1609), admitía que el Estado costero tenía


imperio sobre las aguas adyacentes. En la misma tendencia, Selden en el libro Mare Clausum
(1613) sostenía que el mar adyacente a las costas se halla en situación distinta a la alta mar, por
lo que dio pie a que Inglaterra prohibiera en sus costas, la pesca por parte de buques holandeses
4
.

Diferentes argumentos o fundamentos se esbozaron a lo largo del tiempo para la


justificación del mar territorial. Primero se consideraba necesario por motivos de seguridad, por
ello la extensión estuvo relacionada por ejemplo a la posibilidad de avistaje desde la costa; a la
distancia equivalente a dos días de navegación (fórmula de Bartolo de Sassoferrato), o a la
utilización del poder militar de tierra (hasta donde llegaba la fuerza de la artillería, como lo
señalara Bynkershoeck) (1702); que finalmente Galiani (1782)calculó que la bala del cañon
llegaba hasta las 3 millas marinas, surgiendo de allí, la posición de las 3 millas marinas
respetada por las potencias de entonces, entre ellas Gran Bretaña, confirmada por el laudo
arbitral de 1893 en el “caso de las focas del Mar de Bering”, a pesar de haber algunas
resistencias como la de los Estados Escandinavos que estimaban en 4 millas marinas, o España
y Portugal que consideraban las 6 millas marinas.

Con el tiempo se pudo comprobar que el mar territorial también podía brindar
recursos económicos, ya sea como medio de subsistencia o comercial, explotando la fauna
ictícola y posteriormente los recursos mineros del lecho submarino (por ej. petróleo).

Asimismo, desde hace unas décadas se sostiene la necesidad de la protección del


medio ambiente, por lo que los Estados costeros ven otro motivo para proteger sus costas de las
contaminaciones y de la extinción de las especies marinas.

4
Podesta Costa, L.A. Ruda, José María, “Derecho Internacional Público”, T.1, Ed. Tea, Buenos Aires, año 1985,
pág.252.
La regla de las 3 millas marinas, fue objetada con mayor persistencia en la
Sociedad de Naciones y más aun después de la Segunda Guerra Mundial, si bien en la
Convención de Ginebra de 1958, no se establece la anchura del mar territorial, la cuestión de la
extensión quedó definida, cuando los Estados Unidos y la Unión Soviética se pusieron de
acuerdo en que la extensión del mar territorial podía ser de 12 millas marinas, siempre y cuando
se permitiera la navegación y el sobrevuelo absolutamente libre sobre los estrechos navegables.

Por eso, en la Convención de Jamaica se reconoció al mar territorial una


distancia de 12 millas marinas; abandonándose para siempre la tradicional costumbre
internacional generada por Inglaterra de las 3 millas marinas, a cambio de que en los estrechos
que unen el mar libre se acepte la navegación y el sobrevuelo sin restricciones.

El lugar de donde se parte para medir el mar territorial en general es la “línea de


base”, es decir la línea de bajamar a lo largo de la costa, o sea aquella que sigue el trazado de la
costa en marea baja.

Ahora bien, entre los Estados adyacentes o que se encuentran frente a frente y
cuya distancia no supere las 24 millas, se toma como límite la línea media o equidistante
(art.15).

Por otro lado, se mantiene la tradicional costumbre de que los buques de guerra
extranjeros pueden navegar sin autorización, si cumplen con los requisitos y reglamentos del
Estado costero; pero si no los cumplen se les puede intimar a que cumplan bajo apercibimiento
de tener que retirarse inmediatamente del mar territorial (art.30), pudiendo incurrir además en
responsabilidad internacional por los daños y/o pérdidas que dicho comportamiento le hubiera
acarreado al Estado local (art.31).

La Convención introduce un derecho nuevo -irremediablemente ligado a la


nueva dimensión del mar territorial-. que se podría decir de desarrollo progresivo que es el
“paso en tránsito”, en los estrechos naturales utilizados para la navegación, en los cuales hay
libertad de navegación -sin la obligación de que los submarinos naveguen por la superficie- y
sobrevuelo. Para que sea aplicable este concepto el estrecho además de ser natural (contracción
del mar que separa dos espacios terrestres) debe servir de unión a dos zonas de alta mar o zonas
económicas exclusivas.

Zona Contigua. De acuerdo a la resolución del Instituto de Derecho Internacional


en 1928, la zona contigua es aquella donde el Estado ribereño puede tomar las medidas
necesarias para su seguridad, neutralidad, policía sanitaria, aduanera y de pesca.

En otros términos, el jusmaritimista Gidel la define como “el espacio marítimo


que se extiende más allá del límite exterior del mar territorial hasta una cierta anchura y en la
cual el Estado ribereño ejerce sobre buques extranjeros competencias rigurosamente limitadas a
ciertos fines”.

Este espacio tiene sus orígenes en el Siglo XVIII, en las Hoverings Acts
británicas y en reglamentos de Estados Unidos. La Conferencia de La Haya de 1930 se
pronunció en su favor.

El fundamento de la zona contigua es de carácter funcional.


La Convención actual la regula en el art.33, al permitir el establecimiento de una
zona contigua de hasta 24 millas contadas desde las líneas de base del mar territorial, pudiendo
el Estado ribereño tomar medidas de fiscalización para prevenir y sancionar las infracciones de
sus leyes y reglamentos aduaneros, fiscales, de inmigración o sanitarios, en su territorio o mar
territorial.

Plataforma continental: Es el suave declive del terreno que a partir de la costa


penetra en el mar hasta el inicio del talud que desciende bruscamente hacia las grandes
profundidades de los océanos. Recibe también el nombre de “zócalo”, “meseta” o “escalón”
continental o insular si se halla adosada a un continente o a una isla, respectivamente.

Este espacio fue ajeno al derecho internacional hasta el Siglo XX.

El Profesor José León Suarez, en 1919, sostenía la necesidad de que el Estado


adyacente a la plataforma submarina ejerciera la explotación exclusiva de la pesca y la caza
marina, fundaba su tesis en el hecho de los rayos solares penetran hasta 200 mts. de
profundidad de las aguas, dando vida a pequeños organismos (plankton), en el que se alimentan
los peces; a su vez, los cetáceos y anfibios que se alimentan de peces en dicha zona eran objetos
de cazas desmedidas que amenazan su extinción por lo que el Estado suprayacente debía
proteger evitando que se pusiera en peligro la preservación de las especies5.

Por un Decreto nacional de 1944, la Argentina declaró zona transitoria de


reservas mineras el “mar epicontinental”, esto es el que cubre la “plataforma submarina”, que
según Kunz es una creación argentina, como concepto jurídico6.

Harry Truman en 1945 reivindicó para los Estados Unidos la jurisdicción y


control de las riquezas naturales del lecho y subsuelo de su plataforma continental. Siguieron
esta tendencia México (1945), la Argentina (1946), Perú (1947), Chile (1947), Ecuador, Costa
Rica y continuaron otros países no americanos (Islandia, Inglaterra, etc.).

Dado estos antecedentes, se elaboró la Convención de Ginebra sobre Plataforma


Continental de 1958 que reconoce para los Estados suprayacentes hasta los 200 mts. de
profundidad o hasta donde se pudiera explotar en dicha zona, adoptando por ende una forma de
medición vertical.

En la Convención de Jamaica, el mecanismo de medición vertical de Ginebra,


fue reemplazado por una delimitación horizontal de 200 millas marinas, a contar de la línea de
base, con independencia de la profundidad geológica, siguiendo un criterio igualitario para los
Estados costeros, pero en el caso de que el Estado ribereño contara con una plataforma
geomorfológico cuya profundidad de 200 mts. se extendiera más allá de las 200 millas, se le
reconoce derechos hasta las 350 millas marinas 7, condicionado a que la explotación comercial
en la mayor extensión, el Estado costero se encuentra obligado a abonar un porcentaje de lo

5
Suarez, José León, “El mar territorial y las industrias marítimas”, en Diplomacia Universitaria Americana,
Buenos Aires, 1919, pág.155
6
Halajczuk, Bohdan T. y Moya Domínguez, María Teresa, “Derecho Internacional Público”, Ediar, Buenos Aires,
1999, pág.396
7
Garcia Ghirelli, José I, “Tratados y documentos internacionales”, Zavalía, Buenos Aires, 1988, pág.559.
extraído de la producción minera, a partir de los cinco años, en concepto de cánon a la
Autoridad de los Fondos Marinos.

Es este espacio el Estado suprayacente tiene soberanía absoluta para la


exploración y explotación de los recursos vivos y no vivos.

Zona Económica Exclusiva: Harry Truman al igual que en la plataforma


submarina en la Proclamation Act de 1945, arguye los derechos exclusivos de exploración y
explotación de los Estados Unidos, respecto de los recursos económicos que se encuentren
dentro de las 200 millas marinas contadas desde la línea de base de la costa.

Perú, Chile y Ecuador, en la “Conferencia de Santiago” en el año 1952,


siguiendo la misma tendencia de la Proclamation Act, extendieron sus derechos exclusivos de
pesca a las 200 millas marinas.

A pesar de las tendencias que propugnaban la creación de un nuevo espacio


marítimo económico, las Convenciones de Ginebra de 1958, no la contemplaron.

En la “Conferencia de Santo Domingo” del año 1972, se sigue insistiendo con el


criterio de la Conferencia de Santiago.

Recién en la Convención de Jamaica, se admite finalmente que los Estados


costeros tendrán un espacio de explotación económica exclusiva hasta las 200 millas marinas,
sin que esto implique derechos de soberanía, como en el mar territorial.

No caben dudas que la regulación normativa de este espacio marítimo se


enmarca en la noción del desarrollo progresivo del derecho internacional, porque no fue sino
hasta prácticamente mediados del Siglo XX, en que surge por primera vez dicho planteo.

Por la Convención de Jamaica el Estado costero tiene derechos exclusivos de a)


exploración y explotación de los recursos vivos (por ej. perlas, corales, esponjas, etc) y no vivos
(minerales, petróleo, etc.), b) explotación energética (utilizando las corrientes marinas y los
vientos), c) instalación de islas artificiales y d) investigación científica. Al Estado costero le
cabe la obligación de la preservación del medio marino.

Si cualquier Estado tuviera interés en realizar alguna investigación científica en


dicho espacio, debe solicitar autorización al Estado ribereño, no pudiendo rehusarse
indiscriminadamente y entendiéndose como presunción de consentimiento cuando hubieran
transcurrido más de cuatro meses desde la petición del permiso de investigación del Estado
solicitante sin que hubiera respuesta. Ahora bien, en cualquier caso, los resultados de la
investigación deben ser compartidos con el Estado costero.

En lo que hace a la pesca, el Estado ribereño debe establecer el cupo de captura,


pudiendo el Estado local extraer los recursos hasta la capacidad determinada. Si el Estado
costero no se halla en condiciones técnicas de explotar todos los recursos, el excedente podrá
ser otorgado a otros Estados, en tal supuesto, se debe privilegiar a los Estados de la región, en
situación geográfica desventajosa o sin litoral marítimo, como serían los casos de Paraguay o
Bolivia en Sudamérica, porque no tienen salida al mar. Si no hay acuerdo sobre el excedente se
debe resolver la controversia por el procedimiento de la conciliación.
En este espacio el Estado ribereño debe encargarse de la protección y
preservación del medio marino, en vistas al derecho de explotación exclusiva.

El Alta Mar: Consuetudinariamente se consideraba al Alta Mar, como el vasto


espacio marítimo situado fuera del mar territorial.

Para Roma el Mar Mediterráneo era considerado como mare nostrum.

En los Siglos XV y XVI, durante la vigencia del Derecho Internacional Clásico,


Portugal se atribuyó derechos exclusivos de navegación, exploración y conquista, en virtud de
la Bula de Alejandro VI “inter caetera”, que había asignado el oriente de la línea meridiana para
Portugal y el occidente para España.

A mediados del Siglo XVI, Francisco de Vitoria y Fernando Vazques de


Menchaca, hacían alusión al derecho de todos a la navegación de los mares como norma del
derecho natural corroborada por el uso común.

Contradiciendo la pretensión de Portugal sobre el océano Atlántico, que afectaba


los intereses de Holanda, Estado también marítimo, Grocio en su libro De Mare Liberum,
afirma que los mares no son susceptibles de ocupación y por lo tanto, no están sometidos al
dominio, jurisdicción, ni pesca exclusiva de ningún Estado8.

Desde alrededor de 1830, quedo abandonada la idea de poder apropiarse del mar
por cualquier Estado, afianzándose finalmente el reconocimiento del principio de la “libertad de
los mares”, por lo que su naturaleza jurídica se encuadra en la una res comunis usus (cosa de
uso común).

El principio de la libertad marítima fue normatizado en la Convención sobre el


Alta Mar de Ginebra de 1958, adoptando el criterio tradicional y clásico de exclusión, es decir
que todo lo que se hallaba fuera del mar territorial era considerado alta mar.

En la Convención del Mar de 1982, va a comprender “todas las partes del mar no
incluidas en la Zona Económica Exclusiva, en el Mar Territorial o en las aguas interiores de un
Estado, ni en las aguas archipelágicas de un Estado archipelágico” (art.86).

A raíz de la incorporación de la Zona Económica Exclusiva que amplia ciertas


potestades de los Estados ribereños hasta las 200 millas marinas, lógicamente el espacio
marítimo del mar libre se ha visto reducido en forma inversamente proporcional.

El art.87 de la Convención de Jamaica expresa un conjunto de libertades que


tienen los Estados en el Alta Mar, la cláusula es abierta y entre otras no indicadas, a título
ejemplificativo señala: a) libertad de navegación; b) libertad de sobrevuelo; c) libertad de tender
cables y tuberías submarinas; d) libertad de construir islas artificiales; e) libertad de pesca; f)
libertad de investigación científica.

Limitaciones a la libertad de navegación

8
Conf. Pastor Ridruejo, José A., “ob. cit.”, pág.403 y Podesta Costa, L.A. y Ruda, Jose María, “ob. cit.”, pág.252.
La libertad de navegación beneficia a todos los Estados, por lo que los buques en
tiempo de paz, se hallan sujetos en principio a la jurisdicción exclusiva del Estado cuya bandera
enarbolan; no obstante existen circunstancias excepcionales en donde los buques quedan
expuestos a la jurisdicción de otros Estados.

Entre las limitaciones a la navegación tenemos el abordaje (choque de buques) o


cualquier incidente en la navegación que implique responsabilidad penal o disciplinaria para el
capitán o cualquier persona al servicio del buque, a las cuales puede aplicárseles la jurisdicción
no solo del Estado de la nacionalidad del buque sino también la del Estado de la nacionalidad
de las personas involucradas en los hechos (art.97). Esta norma cambia el criterio
jurisprudencial de la Corte Permanente de Justicia Internacional que en el famoso caso “Lotus”
(1929), falló que era conforme al derecho internacional la facultad de las autoridades turcas, de
juzgar penalmente al capitán de nacionalidad francesa del buque francés Lotus que recalara
averiado en las costas de Turquía por haber colisionado en alta mar con un buque turco del que
resultó el hundimiento de este último, con pérdidas de vidas humanas.

En el supuesto de transporte de esclavos, la Convención autoriza a los buques o


aeronaves de guerra de cualquier Estado el derecho de visita cuando tenga motivos razonables
para sospechar que un buque se dedica a la trata de esclavos (art.110).

Cuando hayan motivos razonables de sospecha de que un buque realiza actos de


piratería –robo o depredación, con violencia, sin autoridad legítima, que implique un peligro
para cualquier Estado-, los buques o aeronaves de guerra o público de cualquier Estado, están
autorizados a visitarlos y eventualmente apresarlo y aplicarle las leyes y los tribunales del
Estado captor (arts.101/107).

Las personas que efectúen transmisiones no autorizadas de radio o televisión,


difundidas desde un buque o instalación en alta mar y dirigidas para el público en general,
pueden ser procesadas por los Estados de la nacionalidad del buque o de la instalación, de la
nacionalidad de las personas involucradas, de cualquier Estado donde se reciban las
transmisiones y/o de cualquier Estado cuyas comunicaciones sufran interferencias. Asimismo,
los buques de guerra o aeronaves militares de tales Estados pueden ejercitar el derecho de visita
y apresamiento (art.109).

El derecho de persecución, que consiste en la facultad de los buques o aeronaves


militares de un Estado de perseguir cuando tenga motivos fundados de creer que se han
cometido infracciones a sus leyes en sus aguas internas, mar territorial o zona económica
exclusiva, por parte de un buque extranjero, es contemplado por el art.111 de la Convención. A
su respecto se señala que la persecución debe comenzar en cualquiera de esos espacios
marítimos y solo podrá continuar en alta mar a condición de no haberse interrumpido. El
derecho de persecución termina en el momento en que el buque perseguido ingresa en el mar
territorial de otro Estado (art.111).

Salvo la obligación de todos los Estados de cooperar para reprimir el tráfico


ilícito de estupefacientes o sustancias psicotrópicas (drogas), no hay excepción al principio de
jurisdicción exclusiva de los Estados en el Alta Mar conforme a la Convención.

Limitaciones a la libertad de pesca


Si bien hay libertad de pesca en el Alta Mar, esta libertad no debe entenderse en
forma absoluta habida cuenta que siendo el mar un refugio alimenticio para las generaciones
futuras, los Estados deben cooperar y conservar las distintas especies. Incluso algunos Estados
como la Argentina con motivo de la explotación indiscriminada del calamar por parte de buques
factorías extranjeros en el Atlántico Sur, tienden a extender la aplicación de sus normas internas
relativas a la conservación de peces, más allá de la zona económica exclusiva, y en esa
inteligencia que sea reconocida como norma internacional; en esa misma sintonía se encuentra
Chile, que por ley de 1991, llama “mar presencial”, al adyacente a su zona económica
exclusiva9.

Las Islas: Que de acuerdo al art.121, son las extensiones naturales de tierra
rodeadas de agua que se encuentran sobre el nivel de ésta en pleamar, tienen derecho a mar
territorial, zona contigua, plataforma submarina y zona económica exclusiva, no así los
promontorios rocosos (no aptos para la vida humana o vida económica propia), a los cuales solo
se les puede reconocer mar territorial. Esta normativa despertó entre las distintas delegaciones
grandes debates sobre todo entre los países de reciente independencia que no querían que islas
cercanas a sus costas bajo dominación extranjera pudieran aspirar a tener los mismos derechos
que los continentes, sin embargo el criterio amplio fue mantenido.

Los Estados Archipelágicos: Con motivo del proceso de descolonización, varios


Estados de reciente independencia estaban conformados por varias islas que constituían
archipiélagos –Fiji, Mauricio, etc-, por lo que plantearon la necesidad de que se les reconociera
determinados derechos especiales en orden a la noción del principio archipelágico consistente
en la demarcación de los espacios marítimos no desde la costa de las islas, sino desde un
perímetro o cinturón circunvalatorio formado por líneas de base rectas en el que las aguas
encerradas quedarían sujetas a su soberanía.

Con esa idea, en la Convención se admitió el principio archipelágico, aplicable a


los Estados archipelágicos que se forman por una o varios archipiélagos, es decir un grupo de
islas, incluidas las aguas que las conectan y otros elementos naturales que están tan
estrechamente relacionados entre sí que tales islas, aguas y elementos naturales formen una
entidad geográfica, económica y política intrínseca o que históricamente hayan sido
considerados como tal (art.46).

Dentro de la línea de base quedaran incluidos la superficie marítima que en


relación a la terrestre no supere 9 a 1; a su vez, la distancia entre líneas no puede pasar de 100
millas marinas, salvo un 3% del número total de ellas que pueden llegar a 125 millas marinas y
en la medida que no se afecte a otro Estado.

La anchura del mar territorial, zona contigua y zona económica exclusiva se


cuenta a partir de la línea de base y por otro lado, todo lo abarcado dentro de la línea de base, el
Estado archipelágico ejercerá soberanía, limitado en lo tocante a la navegación y el sobrevuelo
sobre dichos espacios, en el que los demás Estados podrán hacer uso del paso inocente e
incluso, en las rutas de comunicación normalmente utilizadas para la navegación internacional
los Estados podrán comportarse como en el paso en tránsito, habiendo sido la restricción
impuesta por las grandes potencias con fines estratégicos y de seguridad.

9
Pastor Ridruejo, Jose A., “ob. cit.”, pág.408.
Los Fondos Marinos: El lecho del mar y el fondo de los océanos, más allá de los
límites de la jurisdicción nacional, constituyen los fondos marinos que hasta el año 1970,
todavía, a la luz de la libertades en el alta mar, podían ser explotados por cualquier Estado
libremente; Si bien ese año fueron declarados “Patrimonio Común de la Humanidad”, por la
Resolución nº2749 (XXV), de la Asamblea General de la O.N.U., era necesario precisar el
alcance de la declaración.

Como otros tantos temas, la cuestión de los fondos marinos a la hora de las
negociaciones de la Convención, generó una confrontación entre las grandes potencias –
minoritarias en número-, de un lado, quienes pretendían mantener los postulados del derecho
internacional clásico y en esa tendencia que la exploración y explotación fuera lo más liberal
posible, por lo que la Autoridad de aplicación debería ser una mera organización de
coordinación; y en la vereda de enfrente se ubicaron los Estados en vías de desarrollo –la gran
mayoría-, que querían modificar los patrones existentes y encaminarse hacia un nuevo derecho
internacional contemporáneo, en el que la explotación y comercialización de los recursos
marinos en la Zona, fuera controlada por la organización internacional que se creara al efecto.

Es que de acuerdo a investigaciones actuales, no sería desacertado afirmar que


las reservas submarinas de níquel son superiores en cuatro veces y media a las de la tierra
firme; las de cobre son la mitad; las de cobalto nueve veces y más y las de manganeso dos
veces y media más abundantes10, por lo que la explotación sin control, puede llegar a
desequilibrar las economías de muchos países, cuyas fuentes principales de recursos son
algunos de los minerales que pueden extraerse de los fondos marinos, al abaratar los precios y
en el otro extremo, se podían ubicar los Estados en los que escasean dichos minerales, con lo
que se verían beneficiados justamente por la rebaja de los costos.

Cuando se aprobó la Convención del Mar en 1982, la Autoridad de los Fondos


Marinos –creada por el tratado-, fue investida de atribuciones ente las que se contaba la
potestad de otorgar permiso de exploración y explotación de los fondos avísales –denominada
la Zona-, a los Estados, a las personas físicas o jurídicas que lo solicitaran patrocinadas por los
Estados o bien por intermedio de la Empresa, por lo que se llamó al método “sistema paralelo”,
debiendo los Estados y las personas suscribir contratos con la Autoridad, no siendo necesario
esta documentación en el caso de la Empresa, la cual solo tenía que elaborar un “plan de
trabajo”, a lo que se le debe sumar la posibilidad de que la Autoridad reservara áreas para la
explotación exclusiva de la Empresa.

A lo indicado en el párrafo anterior había que agregarle que la Convención


requería de los Estados industrializados contribuciones financieras y tecnológicas para que
justamente la Empresa, que iba a ser competidora de los mismos, pudiera efectuar sus
actividades11.

Como estas disposiciones no eran del agrado de las grandes potencias,


importantes Estados industriales decidieron no obligarse por la Convención, hasta la firma del
“Acuerdo de 1994”, en el que se consensuó que tanto la Empresa, como las demás partes
(Estados o particulares), deben cumplir los mismos requisitos y condiciones para poder realizar
actividades en la Zona.

10
Pastor Ridruejo, José A., “ob.cit.”, pág.417.
11
Pastor Ridruejo, José A., “ob.cit.”, pág.435.
Para el supuesto de que se presenten controversias, se ha establecido que dentro
del Tribunal Internacional del Derecho del Mar, se organice una Sala de Controversias de los
Fondos Marinos, a las que pueden acudir con legitimación procesal, no solo los Estados, sino
también la Autoridad, la Empresa y los particulares (art.187).

La estructura institucional
La Autoridad Internacional de los Fondos Marinos está constituida por una
Asamblea, un Consejo, una Secretaría y la Empresa. La organización institucional también fue
debatida puesto que los países desarrollados querían privilegiar al Consejo –oligocrático- sobre
la Asamblea, en cambio los países del Grupo de los 77, pensaban al revés, con criterio
democrático, donde participaran todos los Estados en las decisiones. Si bien al aprobarse la
Convención prevalecieron estos últimos, luego con el “Acuerdo de 1994”, se modificó
significativamente a favor de los primeros, con la finalidad indispensable de que se
incorporaran al régimen de Jamaica las grandes potencias.

La Asamblea, es el órgano deliberativo, en el que participan todos los Estados


que son parte de la Convención; tiene facultades electivas (elige a los miembros del Consejo,
etc.); financieras; presupuestarias; normativas; de supervisión de otros órganos; sancionadoras y
residuales. Las decisiones deben ser adoptadas por el voto afirmativo de los 2/3 de los Estados
participantes. Originalmente fue el órgano supremo, por lo que algunos Estados se negaron a
suscribir la Convención; pero esta situación se superó en el “Acuerdo de 1994”, en el que se
dejó asentado que el órgano más importante de la Autoridad sería el Consejo; dicha aclaración
permitió que se lograra –entre otras causas-, la incorporación al sistema de Jamaica, de los
Estados Unidos.

El Consejo, en su carácter de institución ejecutiva, que en un primer momento no


era el órgano más importante, pasó a serlo con motivo del Acuerdo de 1994, incorporando un
Comité de Finanzas. Está conformado por 36 Estados que se hallan divididos en dos grupos de
18 miembros cada uno, en función a una distribución geográfica o a intereses especiales (cuatro
mayores importadores o exportadores de los minerales de la zona; cuatro mayores inversores,
etc.). Las decisiones en general se adoptan por consenso, las de procedimiento por simple
mayoría y las de fondo por 2/3 de los miembros.

La Secretaría, como todo mecanismo organizativo se halla a cargo de un


Secretario General, con las funciones propias de este tipo de órgano.

La Empresa –perteneciente a la Autoridad de los Fondos Marinos-, es la


encargada de la realización de la exploración y explotación en la Zona, por lo que está
capacitada para llevar a cabo de manera directa actividades mineras.

Con la suscripción del “Acuerdo de 1994”, la Empresa no debe por si sola


explotar la Zona, sino por medio de empresas conjunta. Se le ha quitado la posibilidad de que
los Estados deban financiar a la Empresa, obligándola además a actuar en un mismo pie de
igualdad, con el cumplimiento de los mismos requisitos y condiciones que a los Estados y a los
contratistas particulares. En otros términos el régimen de explotación de la Zona se ha
liberalizado, como lo demandaban las grandes potencias.

Forma de Solución de Controversias:


La Convenciones de Ginebra de 1958, omitieron referirse a la forma de solución
de las controversias, quedando librado el tema a las formas y órganos tradicionales encargados
de resolver cuestiones como por ejemplo la Corte Internacional de Justicia; por ello, se
consideró que regular sobre las distintas maneras de resolución de conflicto, era un avance más
dentro del complejo tema del mar, debido a que existen muchas particularidades que conviene
que sean analizadas por Tribunales expertos en la problemática del mar.

En esa perspectiva, la Convención de Jamaica dispone que en caso de que surjan


divergencias sobre alguna de sus disposiciones, las partes en conflicto deben acatar el
“principio de jurisdicción obligatoria”, a través de la Corte o Tribunal que sea competente, si es
que no se ha podido resolver por otros medios, excepto cuando se afecte la soberanía o la
jurisdicción de los Estados involucrados, como emana del art.286. De cualquier manera, el
procedimiento de conciliación –no vinculante-, es siempre obligatorio.

El art.287, deja a las partes en conflicto la posibilidad de que elijan el foro que
atenderá la disputa, entre el Tribunal Internacional del Derecho del Mar, la Corte Internacional
de Justicia, algún Tribunal Arbitral (Anexo VII) o un Tribunal Arbitral Especial (Anexo VIII).

Si las partes no se ponen de acuerdo sobre que mecanismo jurisdiccional van a


utilizar, le corresponde al Tribunal Arbitral actuar residualmente.

Entonces, las partes pueden utilizar al Tribunal Internacional del Derecho del
Mar, compuesto por 21 miembros, que tienen un mandato de duración de nueve años y que
pueden ser reelegidos. Dentro del Tribunal se ha creado una Sala de Controversias de los
Fondos Marinos, integrada por once miembros, en los que tienen legitimidad procesal activa,
los Estados, la Autoridad, la Empresa y los Particulares.

También pueden optar por la Corte Internacional de Justicia de la O.N.U., o


dirimir la cuestión por alguno de los Tribunales Especiales para temas de pesquería, medio
ambiente, investigación científica y navegación.

Conclusión
Más allá de la diversidad de problemas políticos y económicos y las arduas
discusiones que supuso el tratamiento de la Convención de Jamaica para ser aprobada; lo cierto
es que una gran cantidad de Estados la firmaron y no obstante que los Estados Unidos –país con
mayor desarrollo tecnológico-, en un primer momento se negó a hacerlo, votando incluso en
contra, porque según palabras del Profesor Mangone “Washington creía que la aplicación de la
Convención desalentaría el desarrollo de los recursos de los fondos marinos, negando el juego
de las fuerzas del mercado: no se aseguran el acceso a la zona internacional, se acuerdan
privilegios a la Empresa que discriminan contra los mineros nacionales, se limita la producción,
lo cual es contrario a los intereses de los consumidores” 12, finalmente la adoptó cuando se
alcanzó el “Acuerdo de 1994”.

En lo que hace a la Argentina, la Convención de Jamaica fue aprobada por ley


24.543, en el año 199513, por lo que ha adecuada la legislación doméstica, a la nueva norma
internacional del mar.
12
Mangone, Gerard J., “American Politics and the Law of the sea”, en “Interaction: Foreign Policy and Public
Policy”, Washington, 1983, pág.,161.
13
Boletín Oficial de fecha 25/10/95.

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