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En sus orígenes los acuerdos de carácter regional o local, que plasmaban las
costumbres seguidas por los comerciantes y navegantes, constituyeron las normas
aplicables en este ámbito.
La costumbre fue la fuente primera y clásica del derecho del mar, con
posterioridad y acorde con los cambios producidos se agrega la normación
sistematizada a través de la codificación internacional.
Hacia el siglo XVII (17) el derecho del mar adquiere trascendencia internacional a
través de la controversia sobre la libertad de los mares entre Hugo de Groot (Grocio)
y el jurista inglés John Selden, que en realidad reflejaba los intereses de las grandes
potencias en la conquista y predominio de los mares. Grotius justifica, en su Mare
Liberum(1609) el derecho de la Compañía Holandesa de las Indias Orientales a
navegar la ruta de las especies, dominada por España y Portugal. Sostiene que el mar
y el comercio son propiedad común en el derecho de gentes y no un objeto
apropiable. John Selden (Mare Clausum (1635), sustenta el derecho del monarca
de Inglaterra, sobre los mares vecinos, basado en que el mar es susceptible de
apropiación privada.
El primer ensayo de sistematización del derecho del mar tuvo lugar en el Congreso de
París en 1856; las normas de la Declaración de París, fueron seguidas por numerosos
Estados durante largo tiempo
Muchas veces se ha llamado “una constitución para los océanos” que regula
todos los usos fundamentales del mar
AGUAS INTERIORES
Son aguas interiores aquéllas situadas en el ámbito del territorio terrestre, al interior de
la línea de base del mar territorial. Dentro de ellas están comprendidas las aguas
portuarias, de los ríos más acá de la línea que cierra su desembocadura entre los
puntos de bajamar de sus orillas. En cuanto a las bahías, solamente poseen aguas
interiores las que pertenecen a un solo Estado y las llamadas bahías históricas.
La Convención reconoce al Estado ribereño derechos exclusivos en sus aguas
interiores marítimas y no contiene ninguna regla general que limite su jurisdicción en
estas aguas.
Un Estado no podrá cerrar sus puertos sino por razones extremas y de carácter
público. Los buques privados extranjeros que naveguen en aguas interiores de un
Estado están sometidos a la soberanía territorial de ese Estado. La visita de buques de
guerra extranjeros deberá ser notificada por vía diplomática al Estado ribereño y
permitida por la autoridad competente; gozan de inmunidad y están excluidos de la
competencia del Estado ribereño, salvo en el cumplimiento de las leyes territoriales
sobre navegación o las reglamentaciones de carácter sanitario.
MAR TERRITORIAL
El mar territorial está formado por una franja de aguas adyacente al territorio y situada
más allá de las aguas interiores del Estado. La noción de mar territorial se origina en
la práctica de los Estados de ejercer competencia, por razones de seguridad y defensa,
sobre una zona de mar próximo a sus costas. En un primer momento la práctica
de las grandes potencias marítimas la limitaba a 3 millas marinas.
La manera de definir la distancia era un tanto rústica. Según Cornelio Van
Bynkershoek (siglo 18) cuya obra sostenía que el poder del Estado finalizaba donde
termina el poderío de las armas. En esa época el alcance del tiro de un cañón ubicado
en la orilla era de 3 millas marinas.
La Convención sobre el Derecho del Mar de 1982 fija universalmente la
extensión del mar territorial en 12 millas marinas, medidas desde las líneas de
base.
Para medir la anchura del mar territorial se utiliza la línea de bajamar a lo largo de la
costa. En el caso de Estados poseedores de costas con ciertas particularidades, la línea
de bajamar es desplazada por el sistema de las “líneas de base recta”. El Estado
costero tiene la facultad de determinar las líneas de base combinando diversos
métodos (líneas de base normal, líneas de base recta) según las circunstancias
especiales.
Para la delimitación del mar territorial entre Estados con costas enfrentadas o
adyacentes el artículo 15 de la Convención consagra una regla expresada en tres
posibilidades: acuerdo; línea de la equidistancia; circunstancias especiales. Primero ha
de estarse al acuerdo entre las partes y a falta de acuerdo se recurre al método de la
equidistancia, a menos que circunstancias especiales impongan otra solución.
La soberanía del Estado es plena en el mar territorial y se extiende al espacio aéreo
suprayacente y al lecho y subsuelo de esas aguas.
Tiene competencias legislativas y jurisdiccionales y puede reglamentar la navegación
y la actividad pesquera. El Estado costero tiene la capacidad de dictar leyes para
prevenir, reducir y controlar la contaminación del medio ambiente marino, establecer
un control aduanero y sanitario, y sancionar las infracciones a estas reglas.
LA ZONA CONTIGUA
Adyacente al mar territorial hay una extensión de zona contigua, que empieza en el
límite exterior del mar territorial, y donde el Estado ribereño tiene ciertas facultades
exclusivas pero limitadas y de carácter funcional. La zona contigua adquiere vital
importancia en ciertas ámbitos geográficos, como los mares semi-cerrados o cuando
hay islas sometidas a distintas soberanías, donde resulta imposible la existencia de una
zona económica exclusiva.
La Convención de 1982 la fija en 24 millas marinas a partir de las líneas de base
utilizadas para medir la anchura del mar territorial. O sea, de 12 millas a partir del
límite exterior del mar territorial.
La actual Convención del Derecho del Mar establece que esta zona se encuentra
comprendida dentro de la zona económica exclusiva, por ende se reconoce al Estado
competencia para prevenir y sancionar las infracciones de sus leyes y reglamentos
aduaneros, fiscales, de inmigración y sanitarios, cometidos en su territorio o mar
territorial.
Esto puede hacer pensar que es innecesario la existencia de una zona contigua, pero
conviene recordar que las facultades del Estado ribereño en esa zona garantizan la
seguridad de su territorio y la obtención de recursos financieros, potestades ajenas a la
zona económica exclusiva.
LA PLATAFORMA CONTINENTAL
El germen del concepto se encuentra en la Declaración Truman de 1945. En la
Convención respectiva de Ginebra, 1958, la plataforma continental se definía por
criterios de profundidad, explotación y adyacencia, pero la actual Convención, en
cambio, recurre a una noción geomorfológica y jurídica, y la define como la
prolongación natural del territorio del Estado costero “hasta el borde externo del
margen continental o hasta una distancia de 200 millas marinas contadas desde las
líneas de base a partir de las cuales se mide la anchura del mar territorial, en los casos
que el borde exterior del margen continental no llegue a esa distancia”. Se satisfacen
así los intereses de los Estados con plataformas muy extendidas y los de aquellos sin
plataforma o con una plataforma muy estrecha.
En realidad la zona económica exclusiva y la plataforma continental no sólo se
asemejan en la extensión, sino también en su función. En ambos espacios los derechos
del Estado ribereño tienen una finalidad económica, relacionada con la explotación de
los recursos y se diferencian en la extensión de esos derechos, ya que en la plataforma
continental tienen carácter exclusivo y en la zona económica un carácter preferencial.
El profesor René-Jean Dupuy expresa que la plataforma continental existe como una
realidad natural mientras que la zona económica exclusiva es un concepto creado por
los gobiernos para extender su poder económico. La plataforma ha sido descubierta, la
zona económica exclusiva ha sido inventada
ALTA MAR
LA ZONA
Es parte de los fondos marinos allende las jurisdicciones nacionales
Antes de que los adelantos tecnológicos permitieran la exploración y explotación de
los fondos marinos y de su subsuelo, la comunidad de naciones les dedicó escasa o
nula atención. De un tiempo a esta parte, sin embargo, esa actitud varió
fundamentalmente. En 1967, el conocido embajador Arvid Pardo de Malta acuñó para
estas regiones submarinas el concepto de “patrimonio común de la Humanidad”, con
la intención de proteger para los países en desarrollo sus grandes recursos naturales y
evitar su agotamiento por los países que ya entonces poseían la tecnología para su
explotación.
Las riquezas que más concitaron el interés del mundo en desarrollo eran
principalmente los que se conocían entonces con el nombre de “nodulos de
manganeso”, por su riqueza en ese metal y que hoy son llamados “nodulos
polimetálicos”, porque en realidad contienen varios minerales metalíferos, como el
cobre, el cobalto, etc., además del manganeso
La expresión y el concepto se abrieron camino muy rápidamente en la terminología
del derecho de gentes, y tras ser incluidos en varias resoluciones de las Naciones
Unidas hallaron un lugar en el artículo 136 de la Convención de derecho del mar que
los aplica a la llamada Zona, que no es otra que la extensión de fondos marinos y
oceánicos, así como su subsuelo, más allá de las jurisdicciones nacionales, o sea,
pasando la proyección hacia abajo de las zonas económicas exclusivas de los Estados
o sus plataformas continentales. Esto último hace que no sea idéntica en su extensión
al alta mar, desde que puede haber Estados con plataformas continentales que excedan
en extensión a su ZEE en ciertas partes o en el todo.
El artículo 136 citado se encuentra en la Parte XI de la Convención titulada
precisamente “La Zona”, que es controlada por la Autoridad de fondos marinos con
poderes para explorarla o explotarla, directamente o por concesiones a particulares. Si
bien es cierto que Estados Unidos y otros países occidentales rechazaron su redacción
original, un Acuerdo relativo a la aplicación de la Parte XI de la Convención,
aprobado por la Asamblea General el 28 de julio de 1994 subsanó ese inconveniente y
hoy en día la Convención y su concepto de patrimonio común de la Humanidad para
esa zona se encuentran vigentes.