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El Castillo de la Inmaculada: Breve historia y rehabilitación


Jorge Eduardo Arellano/Secretario/AGHN En representación de la Academia de Geografía e Historia de Nicaragua, participamos en la “Reunión de Arquitectos e Historiadores para la
recuperación de forti�caciones americanas” –celebrada en la ciudad de Campeche, México, del 12 al 15 de marzo– con esta ponencia. Su objetivo consistió en fortalecer la propuesta, iniciada
por el Gobierno […]

por Webmaster La Prensa


Publicado 5 de abril de 2004 12:01 AM

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Jorge Eduardo Arellano/Secretario/AGHN

En representación de la Academia de Geografía e Historia de Nicaragua, participamos en la “Reunión de Arquitectos e Historiadores para la recuperación de forti�caciones
americanas” –celebrada en la ciudad de Campeche, México, del 12 al 15 de marzo– con esta ponencia.

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Su objetivo consistió en fortalecer la propuesta, iniciada por el Gobierno de Nicaragua, de nominar como Patrimonio de la Humanidad la ciudad de Granada que este 2004 cumple
480 años de fundada. El suscrito fue el ùnico asistente centroamericano a dicho evento internacional, patrocinado (entre otros organismos) por el Centro de Patrimonio Mundial de
la UNESCO y el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) del Estado de Campeche.

De ahí que hayamos observado, en los trabajos que se leyeron y discutieron, la ausencia del Reino de Guatemala dentro del Sistema Defensivo del Imperio Español en el Caribe; e
insistido en las forti�caciones de Nicaragua, vinculadas a Granada, la más antigua ciudad en Tierra Firme que se mantiene en su sitio original. También destacamos la
rehabilitación ejemplar del Castillo de la Inmaculada Concepción, construido en la ribera derecha del Río San Juan, eje geográ�co de la historia colonial de Nicaragua.

Ante las agresiones y establecimientos de ingleses en el Caribe, cuya amenaza estaba en toda su pujanza a mediados del siglo XVIII, las autoridades del Reino de Guatemala
levantaron defensas forti�cadas en los puertos del Mar del Norte o Atlántico. Para los del Mar del Sur desde principios del XVI, fue ordenado que se excusasen, aunque en El Realejo
–donde en 1585 se construyeron dos galeones destinados a Manila, Filipinas, de 350 toneladas cada uno– existía una empalizada construida en 1747 por el gobernador Alonso
Fernández de Heredia.

En las del Norte se estableció una cadena de forti�caciones sobre la costa: los castillos de San Felipe, en el golfo Dulce; el de Omoa, en Honduras; el de la Inmaculada Concepción, en
el Río San Juan de Nicaragua, y el de San Fernando de Matina, en la provincia de Costa Rica. En el interior de la provincia de Guatemala, el fuerte de Petén-Itzá –inicialmente
concebido para defenderse de los indios– se mantenía para impedir cualquier avance de los ingleses de Belice.

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Las Baterías de Granada a �nes del XVIII

Asimismo, el Capitán General de la Audiencia de Guatemala, don Matías de Galvez, recomendó erigir dos Baterías para proteger la ciudad de Granada: una, acasamatada, en las
isletas (el llamado “Castillo de San Pablo”, restaurado en 1974) y otra en la costa del Gran Lago (“El Fuertecito“). Pues bien, a mediados de 1783 el ingeniero Ordinario José María
Alexander, ejecutaba los planos de ambas, comenzando a construir “El Fuertecito” (cuyo terraplén y parte de sus murallas se conserva) y luego la segunda. De manera que, ya para
1790, ambas baterías estaban concluidas, cruzando sus fuegos y auxiliados por cuatro lanchas cañoneras que recorrían el Gran Lago.

Pero la primera etapa constructiva de esta actividad en la provincia de Nicaragua se remonta al Castillo de San Carlos de Austria: respuesta al primer saqueo pirático de Granada
-encabezado por Edward Davis- el 29 de junio de 1665. El fuerte se levantó a la entrada del Río San Juan en el orden siguiente: primero las trincheras, luego los cuarteles para los
soldados y después el fortín, consistente en dos torres de madera. Cuatro años después, era tomado fácilmente por el pirata “Gallardillo” que saqueó luego Granada.

LA CONSTRUCCIÓN DEL CASTILLO DE LA INMACULADA

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La construcción del Castillo de la Inmaculada Concepción marca una segunda etapa en el desarrollo de la arquitectura militar del Reino de Guatemala en Nicaragua. Erigido de 1673
a 1675, en la margen derecha del Río San Juan, se concibió como un punto defensivo ante los ataques de piratas, zambos-mosquitos y tropas regulares del ejército inglés. Ellos
pretendían tomar la ciudad de Granada que, en ese entonces, constituía el corazón de la provincia al asumir el papel de puerto de salida de la plata del Reino hacia la Metrópoli y de
los productos de la provincia hacia los puertos del Caribe: Portobelo y Cartagena de Indias.

Desde el momento que fue inaugurada, la fortaleza tuvo una vida activa dentro del programa defensivo de las forti�caciones españolas de ultramar. Así, en 1761 el Castillo poseía
123 plazas de gente de toda graduación y de servicio, entre ellas 10 artilleros, 20 mosqueteros y 64 arcabuceros. De acuerdo con el reconocimiento de José Antonio Lacayo y
Briones, realizado pocos años atrás, su armamento consistía en: 64 arcabuces, 61 fusiles, 26 mosquetes, 2 trabucos naranjeros, 103 granadas cargadas y cebadas, 99 chafarotes, 80
lanzas, 23 chuzos, 6 picas y 4 ballonestas, además de 671 balas de artillería, 500 saquitos de metralla, 18 quintales de pólvora y 700 balas de arcabuces y mosquetes. Se mantenía
en el castillo una guarnición de 89 personas con estos sueldos:el castellano con 900 pesos al año,el capellán con 360 pesos, el alférez con 276, un condestable de la artillería con
260, el cirujano con 240, un sargento con 156, cuatro cabos de escuadra con 11 pesos al mes libres de ración, 20 mosqueteros con el mismo sueldo, 48 arcabuceros con 7 pesos al
mes cada uno,11 artilleros con 15 pesos al mes libres de ración, de los cuales 2 vivían enfermos “más o menos según los tiempos”. Además, servían en la fortaleza 11 hombres o
“milicianos remeros” con el mismo sueldo de los arcabuceros, sirviendo en las canoas del Castillo para traer leña y cocinar, aparte de 8 molenderas de maíz con el sueldo de 20
reales al mes.

ABANDONO Y UTILIZACIÓN POSTERIOR

En 1762 alcanzó un momento culminante al desarrollarse la gesta de Rafaela Herrera en defensa de España, frente a una invasión formal de la corona inglesa. Posteriormente, a
�nales del siglo XVIII, ya no llenaba los requisitos de la guerra moderna, por lo que se inició un ciclo de abandono. En su reconocimiento de 1781, el ingeniero José María Alexaindre
lo consideró “un agregado de cascajo y ripio informe” (AGIS, Guatemala, 465). Tal abandono duraría hasta inicios del XIX, cuando las Cortes de Cádiz retomaron la idea del canal de
Nicaragua. Entonces la fortaleza volvió a utilizarse.

Ya en la época independiente, y con la �ebre del oro en California, surgió la Compañía del Tránsito que trasladaba a los pasajeros de la costa Este de los Estados Unidos a la Oeste y
viceversa, atravesando el Gran Lago, pasando luego el Istmo de Rivas, hasta llegar a la bahía y puerto de San Juan del Sur; durante esta época, el fuerte sirvió como punto de enlace
para sortear raudales.

A inicios del siglo XX, el Presidente J. Santos Zelaya lo transformaría en cuartel, reconstruyendo el techo de lo que había sido la residencia del Castellano con rieles y ladrillos. Hacia
los años 40 fue utilizado por la Guardia Nacional como cuartel y prisión, y en los 80 volvió a ser base militar, esta vez del Ejército Popular Sandinista.

Como se observa, su utilización ha sido constante, lo que resulta una paradoja, ya que dicha estructura, tres siglos atrás, había sido mandada a destruirse, pues la administración
colonial la consideró obsoleta e inutilizable.

CLASIFICACIÓN ARQUITECTÓNICA

Clasi�cando el monumento, puede de�nirse como una forti�cación defensiva natural (levantada sobre una montaña de roca viva) y de campaña en cuanto a su situación aislada, sin
vinculación física a ciudad alguna; y de tipo moderno, por pertenecer a las forti�caciones posteriores al Renacimiento, en la que la relación activa-pasiva se alteró completamente.
Asimismo resulta irregular, puesto que no constituye una �gura geométrica elemental, sino rectangular, siendo una de las variantes que admitían los tratadistas en la práctica de las
soluciones de campaña.

Pasando al tema de la realidad social, basta plantearnos: ¿Qué era más ruina: el poblado o el monumento? Por ello, además del proyecto de la Conservación y Puesta en valor de la
fortaleza, en el que se contempló la consolidación de la estructura y su nuevo uso (Museo y material documental), fue ejecutado paralelamente el Plan de Rehabilitación de la
localidad de El Castillo.

Esta rehabilitación se realizó partiendo de un diagnóstico en el cual se detectaron áreas que requerían intervenciòn inmediata y el mejoramiento de los diversos servicios, lo que se
logró a través de la cooperación internacional de España, con el apoyo del municipio y los habitantes.

UNA VISITA EN OCTUBRE DE 1992

La primera vez que lo contemplamos desde el aire nos pareció como lo habíamos imaginado. El imponente vigía del Río San Juan, casi en el extremo sureste de nuestro triángulo
territorial, era el destino de una sesión extraordinaria de la Comisión Nacional del Quinto Centenario con el Embajador de España. Este había coordinado el viaje para evaluar también
el trabajo de rehabilitación de su conjunto histórico, concebido por la Dirección de Patrimonio Cultural del Instituto Nicaragüense de Cultura (INC), y ejecutado por la Alcaldía local
bajos los auspicios de la sociedad estatal del mismo Quinto Centenario de España y el �nanciamiento del organismo de cooperación “Solidaridad Internacional”.

Ese domingo de octubre, 1992, fue para mí inolvidable. Llegamos al poblado de El Castillo, tras un aterrizaje en San Carlos, el puerto lacustre y �uvial donde a los visitantes nos
dividieron en dos grupos para proseguir el viaje: uno en el mismo helicóptero que contrató el Ministro de Gobernación, Carlos Hurtado, y el otro por agua, en panga de motor, sobre el
río que Isabel la Católica llamó “muy grande, como el Guadalquivir que pasa por Sevilla”.

Ya en pleno trópico húmedo, caminamos por las tristes callecitas de la semiabandonada localidad, observando la pobreza de sus habitantes que nos saludaban desde sus viviendas
de tambo, asistimos a la inauguración de la Casa Comunal frente al rumoroso raudal y escalamos, impregnando nuestros zapatos de lodo, el promontorio estratégico, donde se alza
la fortaleza desde hace más de tres siglos.

REHABILITACIÓN EJEMPLAR

Esta, que surgía como una pirámide ruinosa ante nuestros ojos deslumbrados, ya estaba limpia y disponible no para ser restaurada, mucho menos para reconstruirse, sino para
rehabilitarse y constituir un verdadero sitio de atracción histórica y turística. Porque lo merecía desde muchos años atrás, como lo clamaban y reclamaban autoridades y ciudadanos
conscientes de su valor. Tal rehabilitación comprendía la reconstrucción de la rampa de acceso, del puente levadizo y del portón de hierro; la consolidación de los pisos y las gradas
que conducen a los Fosos y al Caballero; la recuperación de todos los drenajes y la intervención en los cuatro baluartes (Santa Rosa, Santa Ana, Santa Bárbara y Santa Teresa) para
prolongarlos; la colocación de una pasarela doble al Castellano, donde se adecuarían una Biblioteca pública y un Museo de sitio; la incorporación de servicios sanitarios y de una
bodega, más la iluminación escenográ�ca y la reposición de la bandera de Nicaragua que ondea imponente sobre el Caballero.

LA ACCIÓN HEROICA DE RAFAELA

Todo ello fue una realidad plena desde que la presidenta Violeta Barrios de Chamorro inauguró, un año después, esa culminante obra de conservación que sinceramente no llegamos
a sospechar en nuestra primera visita. Entonces subimos al Caballero –el espacio de mayor altura y de más perspectiva para admirar el paisaje y la esplendidez del río– donde
tuvimos la citada sesión del 92 y pronunciaron sendos discursos de rigor el doctor Emilio Alvarez Montalván y el embajador Fernández de Mazarambroz, precedidos del documento
de Rafaelita Herrera, en el que relata su hazaña al rey:

“…animada del espíritu español de su difunto padre y abuelos, y conociendo el riesgo a que se exponía su honor y virginidad con la barbarie de los zambos y moscos, se opuso
fuertemente a tan pública afrenta de las armas españolas; y para su remedio mandó cerrar la puerta del Castillo, tomó sus llaves, puso centinelas y llegó hasta la formalidad de dar la
misma suplicante el sando y contraseña. Después subió a el Caballero, cargó el cañón y principio a hacer el fuego a los enemigos. Quiso Dios que fuese con tanto acierto, que al
tercer cañonazo que dirigió a la tienda del Comandante inglés, quedase muerto, toda su gente en confusión, que, poniendo su cadáver en un tapesco, se retiraron huyendo dejando
libre el Castillo y guarnición” (AGIS, Guatemala, 878).

No voy a evocar sino sucintamente esta acción heroica con el que “La Niña del Río” –hija ilegítima de un militar, nacida en Cartagena de Indias–, defendió desde el Castillo la
provincia de Nicaragua del expansionismo británico el 29 de junio de 1762, acertando un cañonazo que mató al comandante invasor, hecho que dieciocho años después cali�caría de
glorioso, añadiendo que era “tan público y notorio, que no hay en estas provincias personas de toda clase que lo ignoren”. Si hubiera fracasado, probablemente nuestro territorio sería
una colonia como Belice.

NELSON EN EL CASTILLO

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Tampoco detallaré la posterior toma de los ingleses, encabezados por John Polson, Stephen Kemble y Horatio Nelson, en abril de 1780 que, sin embargo, no pudo avanzar por el
rechazo de la naturaleza –las enfermedades tropicales– que casi lo extinguió. Pero sí debo recordar que el Castillo terminó de construirse durante la segunda mitad del siglo XVII (en
1675), cumpliendo su función: impedir la penetración de los piratas que habían saqueado Granada –atravesándolo– en 1665 y 1670. Por eso el acontecimiento de su conclusión fue
celebrado en la ciudad del Mar Dulce con un sermón del fraile guatemalteco, José de Velasco, pronunciado en la parroquia, en honor de la Inmaculada Concepción.

Tras la toma de 1780, el Castillo quedó en un estado tan ruinoso, de acuerdo con reconocimiento que el Capitán General de Guatemala ordenó al ingeniero don José María Alexander.
Estado que se prolongaría hasta nuestros días, pues Squier en 1850 constató que se hallaba abandonado, cubierto de vegetación; y José Coronel Urte0cho en un verso de 1940
a�rmó que sólo era “ruina y piedra amontonada”. Por eso su rehabilitación fue un logro que merece un reconocimiento unánime y abarca todo el poblado del Castillo que ya no es un
villorio olvidado, sino una localidad admirable y limpia, reactivada por nuevas construcciones y, sobre todo, por su Hotel Albergue, de propiedad municipal, que se levanta a unos 30
metros de la fortaleza.

Integrado de�nitivamente a la población, el rehabilitado Castillo de la Inmaculada Concepción vale la pena visitarse hoy más que nunca. Nosotros lo hicimos el 15 y 16 de septiembre
de 1994, gracias a la voluntad patrimonialista del arquitecto Mario Molina y al espíritu cooperante de esa mezcla de misioneros laicos y pioneros que eran Joaquín Rabella y Alberto
Romero, ambos españoles y, respectivamente, coordinador desde Managua y ejecutor in situ del proyecto que dejó de serlo para continuar como un programa solidario.

BIBLIOGRAFÍA

Arellano, Jorge Eduardo: Historia básica de Nicaragua. Vol. I, 2da. Ed., El mundo aborigen II, La Conquista III. La paz hispánica, Managua, Fondo Editorial,CIRA, Programas escolares,
Nacionales, 1997.

Molina, Carlos Argüello: “La hazaña de Rafaela Contreras”. Presentación, compilación y notas. Revista Conservadora, Managua, Núm. 22, julio de 1962 y “El reino de Guatemala en el
siglo XVIII”. Boletín nicaragüense de bibliografía y documentación, Num. 74, septiembre de-octubre, 1992, pp 17-37.

Trigueros Bado, Rodrigo: “Defensas estratégicas de la Capitanía General de Guatemala (en colaboración con Mariana Rodríguez Bada)”. Revista consevadora del pensamiento
centroamericano, Núm. 105, julio 1969.

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