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Este documento narra la nueva vida del protagonista después de mudarse a una nueva escuela en Virginia. Aunque extraña a su amigo Jim y a Mariana, conoce a un nuevo amigo llamado Juan con quien puede identificarse. El protagonista decide enfocarse en sus estudios para lograr ser alguien en la vida y resolver conflictos de manera pacífica, como le enseñó su maestro.
Este documento narra la nueva vida del protagonista después de mudarse a una nueva escuela en Virginia. Aunque extraña a su amigo Jim y a Mariana, conoce a un nuevo amigo llamado Juan con quien puede identificarse. El protagonista decide enfocarse en sus estudios para lograr ser alguien en la vida y resolver conflictos de manera pacífica, como le enseñó su maestro.
Este documento narra la nueva vida del protagonista después de mudarse a una nueva escuela en Virginia. Aunque extraña a su amigo Jim y a Mariana, conoce a un nuevo amigo llamado Juan con quien puede identificarse. El protagonista decide enfocarse en sus estudios para lograr ser alguien en la vida y resolver conflictos de manera pacífica, como le enseñó su maestro.
Incluso en mi nueva escuela, en Virginia, seguía pensando en mi viejo amigo Jim, pero, sobre todo, en la hermosa Mariana. La escuela tampoco era muy buena. Las cosas no eran muy diferentes a mi vieja escuela: Mis nuevos compañeros también se peleaban y se insultaban; nunca hablaban respetuosamente ni mucho menos formaban amistades. Mí maestro, José Madera, me recordaba mucho a Mondragón. Hablaba sobre cómo el día de mañana mis compañeros y yo deberíamos ser hombres capaces de resolver problemas y de crear un mundo sin fraudes ni injusticias. Uno de esos días al llegar a mi casa, mi madre me esperaba, sentada en una silla, como si hubiera hecho algo malo para enojarla de nuevo. Me acerqué a ella, y me senté a su lado sin decir una sola palabra. Me miró seriamente, y me preguntó si aún pensaba en la madre de Jim. Le dije que no. No quería que volviera a verme como un loco o como un hijo egoísta que no aprecia sus esfuerzos. Claro que seguía pensando en Mariana, pero no quería que pensaran que era como mi hermano, que sólo piensa en mujeres, alcohol y el billar. Mi madre no parecía muy convencida, pero asintió con la cabeza sin decir nada y me dejó irme. Fui a mi habitación. Estaba triste. Desde que nos mudamos a Virginia no pude dejar de pensar en Jim y en Mariana; además, mis compañeros de la nueva escuela, también me veían como si fuera con desconfianza, y no había hecho ni un solo amigo nuevo. Al día siguiente, tuve una pelea con Gómez, el chico más agresivo de la nueva escuela nos agarramos a golpes mientras nos decíamos malas palabras. Él terminó con un ojo morado, yo con la nariz sangrando. Al salir de la escuela, me encontré con Juan, un chico muy amable y tranquilo. Nunca habíamos conversado, pero había escuchado hablar de él gracias a mis maestros, lo cual no era extraño, pues era el único alumno en la escuela que nunca ocasionaba problemas y era muy respetuoso con los demás. Nos sentamos en un banco y platicamos. Yo estaba confundido. No entendía por qué se acercó a hablarme. Me contó que él y su familia se habían mudado recientemente. Al parecer había tenido un gran problema que no les gustó a sus padres, por lo que, tuvieron que mudarse. Al escucharlo supe a lo que se refería, y por qué se veía tan triste. Yo me sentía igual. No pude evitar enamorarme de Mariana y debido a eso perdí mi amistad con Jim. Entendía perfectamente por lo que Juan estaba pasando. Le dije que lo comprendía. Le conté sobre Jim, mis padres y todo lo que había pasado con Mariana. Al escucharme su expresión cambió. Me miró a los ojos y yo a él. Nos levantamos y caminamos hasta mi casa. Una vez ahí, nos despedimos, pero antes prometimos juntarnos para conversar en la escuela. Subí a mi habitación. Miré al techo, y reflexioné sobre mis experiencias y sobre cómo sería mi vida a partir de ese momento. Me dije a mí mismo que no serviría de nada seguir pensando en Jim ni en Mariana. Incluso si no podía olvidarlos. Incluso si no podía dejar de lado el sentimiento de culpa por todo lo malo que había pasado, decidí que lo mejor era seguir adelante. Ya nada de lo anterior importaba. Sólo debía enfocarme en mis estudios. Lograr ser alguien en la vida. Recordar las palabras de mi maestro Mondragón. Asegurarme de ser un buen hombre, capaz de resolver conflictos y no recurrir a la violencia. Y aunque lograrlo no sería fácil, ahora tenía un nuevo hogar, un nuevo amigo.