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La globalización y el impacto en el

mundo empresarial
Armando Ramírez Velasco
Armando Ramírez Velasco es licenciado en Administración de Empresas por la
Universidad Tecnológica de México. Actualmente es maestrante por la Universidad
Interglobal Plantel Ecatepec de la Maestría de Administración y Negocios. Se inició
profesionalmente como coordinador en sitio de EBTA y Meeting Card, donde administró la
relación de negocios entre FORD y AMEX. Posteriormente ingresó a las filas de la empresa
Fin Común, donde fungió como asesor financiero de pymes del sector abarrotero.
Actualmente se desempeña como Director Administrativo de CONAPI, consultora que
orienta a las pymes en Ciudad de México. Asimismo, imparte en UNAM cursos de
liderazgo y alta dirección para funcionarios de dependencias publicas, y es docente de la
facultad de Administración y Derecho de la Universidad Interglobal Plantel Ecatepec.

La globalización es un proceso dinámico de creciente libertad e integración mundial de los


mercados de trabajo, bienes, servicios, tecnología y capitales. Este proceso no es nuevo,
viene desarrollándose paulatinamente y tardará muchos años aún en completarse. La
globalización sugiere que en el mundo los factores alejados e insignificantes afectan
de manera directa el desarrollo de este planeta.

Hace algunos años pensábamos que el planeta terminaba donde nuestros ojos dejaban de
ver. Si nos remontamos a la historia, esta nos diría que han pasado largos siglos de la
permanencia humana en este planeta, y que a lo largo de esta permanencia hemos
buscado conocer más, saber más, descubriendo así el nuevo mundo, los lugares más
inhóspitos de nuestro planeta y hasta llegando a la luna, ahora sabemos que el mundo es
redondo, que se orienta en dos ejes y que gira sin descanso con la promesa de seguirlo
haciendo, pero con la incertidumbre del momento en el que detendrá su andar.

Hace unos siglos el intercambiar información entre dos personas ubicadas a unos metros
era prácticamente imposible, hoy en día, las señales satelitales, la internet y las TIC nos
permiten comunicarnos en tiempo real de un lado a otro del planeta con el simple fin de
enviarnos un saludo.

La globalización es la revolución que el mundo de


los negocios esperaba y aunque no se ha
explotado como debía ser, y las lagunas de esta
Aún son muchas, las empresas deben empezar a
entrar en este proceso, y entre más rápido
empiecen, más rápido aprenderán a desaprender.
La globalización sugiere que para que este concepto se desarrolle de manera afortunada,
debemos generar un pensamiento global, olvidarnos de los límites impuestos por
las fronteras y la división política de este planeta y generar un pensamiento libre de
ataduras que nos permita hacer intercambios con China, México, USA o España, con
el único fin de lograr una ventaja competitiva sostenible que permita el desarrollo de
nuestra sociedad.

Peter Drucker quien es el padre de la administración moderna, sugiere que la manera mas
precisa de comprender la globalización es “desaprender lo aprendido” para generar un
nuevo concepto que nos permita ampliar las fronteras, crear rupturas epistemológicas y
generar nuevos conceptos.

Pareciera que después de todos los descubrimientos y adelantos que la humanidad ha


generado estamos listos para este gran salto, volvernos uno mismo, y sin ánimos de ser
pesimista detendré este ejercicio literario para preguntarme ¿en realidad estamos
listos?...

Desde que apareció el concepto de globalización en la década de los 90 las opiniones se


han polarizado. Algunos pensamos que la globalización podría ser el antídoto que este
planeta está esperando, ya que hemos reconocido que ni el capitalismo, ni el socialismo, ni
ningún otro régimen económico ha logrado una equidad justa, que nos permita a todos
tener las mismas oportunidades de desarrollo y crecimiento. Sin embargo, hay quienes
pensamos que no es el antídoto correcto, que sucederá lo mismo de siempre: los
países ricos serán más ricos por que seguirán teniendo mejores condiciones de
desarrollo y los pobres serán igual o más pobres a la sombra y condiciones de los
países poderosos. No obstante y a pesar de las diferentes posturas a las que nos
podemos enfrentar, es una realidad que la globalización ha comenzado a operar y lo ha
hecho de lleno. Para muestra de eso basta que echemos un vistazo a las importaciones y
exportaciones de diferentes productos, mismos que viajan desde Asia, Europa o América
fortaleciendo las relaciones comerciales. Aunque esto no es nuevo, ha existido a lo largo
de la historia. Los egipcios intercambiaban productos, los incas también lo hacían y hasta
los mismos vikingos lo hicieron, aunque lo realizaban por el hecho de obtener recursos
naturales escasos o nulos en su lugar de origen.

Hoy en día el intercambio de productos parece ser un deporte: la mitad de los transportes,
tanto aéreos como marítimos, son destinados al intercambio de productos. La economía
también se ha visto afectada por la globalización, las monedas han dejado de ser un valor
intrínseco que le permita a una comunidad intercambiar productos, y representan el poder
adquisitivo de toda una comunidad, convirtiéndose así en la capacidad de pago que posee
una entidad financiera.

Pero qué papel deben jugar las empresas en toda esta historia. Hoy en día las empresas
deben de pensar en grande, porque es prácticamente inaudito seguir pensando en
ser el mejor de una cuadra o un pueblo. Deben de pensar en ser el mejor del mundo,
ya que la globalización ha reorientado los esfuerzos de las empresas a la calidad,
esa que Karol Ishikawa nos presentaba en la década de los 80 y que llevó a Toyota a ser
la automotriz número uno del mundo; esa que permitió que Japón tuviera una economía
sobresaliente y que ganó la admiración del mundo entero.

La calidad hasta hace unos años no era más que un paso de la auditoría que nos permitía
continuar con un diagrama de flujo, donde las decisiones no eran más que un pretexto de
los niveles mínimos para continuar con la operación; hoy el mercado exige más, es más
crítico, más conocedor y no está dispuesto a pagar por un producto de mala calidad.

Las estrategias para entrar a la globalización pueden ser muchas, sin embargo, todas las
áreas de una empresa deben reinventarse para entrar en ese proceso, porque la
globalización pone a todas las empresas del mundo en la línea de salida y les marca
una carrera de 400 metros libres, sin embargo, para poder competir no es necesario ser
de un bloque específico, si no tener la capacidad para reinventarse, adaptarse y decidir.

Philip Kloter, considerado el padre del marketing nos habla de un concepto que junto con
la calidad podrían ser las dos armas secretas para formar parte de esa carrera y
obtener el éxito esperado; sí, el “Customer Relationship Managament” es el secreto
que muchas empresas han olvidado. No existe hoy en día una empresa que no trabaje
para sus clientes, aunque en ocasiones las empresas lo olvidan y orientan su trabajo
exclusivamente a las finanzas, a las relaciones políticas o a la manera más rápida de
generar liquidez, lo que les permita ser rentable y tener una posición financiera cómoda.

Pero la globalización no perdonará más esto, se convertirá en un error, porque la


globalización se orienta al cliente, olvida los monopolios y oligopolios para abrir los
mercados y competir con todo el mundo; no es necesario estar ahí físicamente para
competir, solo es necesario pararse en la línea y empezar a correr; tampoco es necesario
tener un corporativo en Wall Street, en Dubái o en Londres, porque ahora puede operar a
una empresa desde un ordenador portátil en la comodidad del hogar o a través de un GPS
en el tránsito de alguna gran metrópoli. La globalización es la revolución que el mundo de
los negocios esperaba y aunque no se ha explotado como debía ser, y las lagunas de esta
aún son muchas, las empresas deben empezar a entrar en este proceso, y entre más
rápido empiecen, más rápido aprenderán a desaprender. Más rápido generarán esa
capacidad de adaptación, de reinvención y de decisión.

He hablado de la actitud de las empresas, pero qué pasará con esos siglos de
administración empresarial basada en los activos, los pasivos y las utilidades de toda
corporación; de sus participaciones en las bolsas del mundo, de las estrategias financieras
y de las grandes carpetas de contabilidad que día a día se actualizan para conocer el
¿cómo?, ¿por qué? Y ¿en que se invierten los activos? ¿Desaparecerán?…

La pregunta parece muy exigente aún para este proceso paulatino de globalización, pero
en mi opinión, sí, la administración debe reinventarse también, el proceso administrativo
debe dejar de dividirse en planear, organizar, dirigir y controlar, para dar cabida a procesos
como reinventar y aprender.

Autor:
Armando Ramírez Velasco

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