Está en la página 1de 4

El secreto de Mattia

(1995)
19

Era una de esas tardes de domingo que él detestaba, aquellos sentimientos que
usualmente se mantenían encadenados en los confines de su corazón, amenazaban
con emprender la huida y explotar dentro de su pecho. Habían quedado en verse,
no obstante, él llamó para informarle que no se sentía con deseos de estar con
nadie en ese momento; como era usual, Alice se resignó a su inexplicable desdén.

Durante esa efímera conversación por teléfono, Mattia consideró retractarse,


confesarle que, en realidad, anhelaba su compañía. Sin embargo, Alice interpretó
sus silencios como una declaración de rechazo, y no le permitió comunicar palabra
alguna. A los ojos del turbado muchacho, la frontera que lo separaba de su mejor
amiga, estaba construida sobre un intenso temor que se había incrustado en sus
extrañas personalidades.

Por lo general, en esas ocasiones, se sentaba frente a su impoluto escritorio y


comenzaba a resolver ecuaciones para adormecer el estruendo de sus emociones.
La naturaleza predecible y sistematizada de los números y símbolos algebraicos,
representaba un enorme contraste con el carácter errático e incomprensible de su
relación con Alice. Mas, esa jornada, no lograba concentrarse en las funciones
matemáticas, todas sus ideas colapsaban en una singularidad de su vida, un
minúsculo centro de entropía llamado Alice della Rocca.

A pesar de que aceptaba que la solución a su predicamento requería de un


enfoque inusitado, el método para hacerle frente a su desasosiego nunca cruzaba su
mente. La visión de él telefoneando a su compañera para invitarla a pasar la velada
era un disparate desprovisto de sentido, una tontería ajena a su estoico
temperamento.

Al final de la noche, en lugar de dedicarse a colmar legajos con fórmulas


complejas, Mattia sólo consiguió plasmar el mismo nombre, una y otra vez en el
papel: Alice, Alice, Alice… El confundido joven jamás lo admitiría en voz alta,
nunca se atrevería a reducir la distancia que los separaba, si bien, una verdad era
evidente para él, tan arraigado como el temor en sus personalidades, el amor por el
otro formaba parte de ellos, y aunque no pudiera exteriorizarlo, siempre iba a estar
ahí.

Sé que te prometí un escrito para tu cumpleaños, sin embargo, cada vez que
empezaba uno, consideraba que no era suficiente, o me llenaba de dudas. Por eso
decidí tomar prestados los personajes de mi libro favorito, porque sólo a través
de ellos logré comprender cuán difícil es expresar lo que sientes, cuando tienes
tanto por decir. Sin embargo, espero que, a pesar de mi inhabilidad para
comunicarlo de manera adecuada, sepas lo importante que eres para mí.

Feliz Cumpleaños

Tu amigo: Daniel.

También podría gustarte