0 calificaciones0% encontró este documento útil (0 votos)
42 vistas1 página
La persona experimenta pesadillas y visiones aterrorizantes durante la noche que la mantienen en un estado de insomnio y tensión. Se despierta empapada en sudor y orina, lo que la asquea y la lleva a darse una ducha para limpiarse. Sin embargo, al salir del baño siente un malestar en el pecho, dándose cuenta de que ha vuelto a cometer el mismo error y se ha sumergido nuevamente en sus espantos, iniciando otra noche de terror.
La persona experimenta pesadillas y visiones aterrorizantes durante la noche que la mantienen en un estado de insomnio y tensión. Se despierta empapada en sudor y orina, lo que la asquea y la lleva a darse una ducha para limpiarse. Sin embargo, al salir del baño siente un malestar en el pecho, dándose cuenta de que ha vuelto a cometer el mismo error y se ha sumergido nuevamente en sus espantos, iniciando otra noche de terror.
La persona experimenta pesadillas y visiones aterrorizantes durante la noche que la mantienen en un estado de insomnio y tensión. Se despierta empapada en sudor y orina, lo que la asquea y la lleva a darse una ducha para limpiarse. Sin embargo, al salir del baño siente un malestar en el pecho, dándose cuenta de que ha vuelto a cometer el mismo error y se ha sumergido nuevamente en sus espantos, iniciando otra noche de terror.
Cuando reposo mi cabeza sobre la almohada, experimento visiones de pesadillas.
Frente a mis ojos, percibo imágenes fugaces de sombras, siluetas oscuras que permanecen inmóviles, alimentándose de mi terror. Intento mantenerme consciente, saboreando cada aspecto de mi entorno. La iluminación que proviene del alumbrado público, los artículos inertes sobre el mobiliario, el leve aroma a lejía, y la asfixiante atmósfera que impera se diseminan como un líquido turbio que me aprisiona en la vigilia. Debo aferrarme al hiperrealismo, a impresiones meramente físicas, de lo contrario, cada pensamiento que formule se transformará en un ente sombrío, desesperado por arrastrarme al abismo. Siento la fina tela de la sábana rozar la yema de mis dedos, las gotas de sudor que emanan de mi piel generan una adherencia viscosa a mis prendas y a la cama, como flotar en un pozo de aguas densas. No obstante, más temprano que tarde, me percato de que aquella sensación proviene de un fluido diferente. Me levanto de la cama, asqueada conmigo misma; las espesas gotas descienden a través de mis piernas e impregnan la alfombra. El agrio olor a orina inunda la recámara, provocándome unas violentas ganas de vomitar. La percepción del ambiente me sujeta al insomnio, un estado de tensión, pero de total control. Camino hacia la entrada, me deslizo por el pasillo, y me encierro en el baño; la repentina intensidad de la luz me aturde por un momento. Me deshago de mi repugnante indumentaria, la arrojo en la cesta y me meto bajo la ducha. La cálida cascada acaricia mi piel y produce un delicioso cosquilleo en mi interior, por un instante, me permito desaparecer. Cuando salgo de la regadera, un incómodo malestar penetra mi pecho. Paralizada por el horror, acepto que he vuelto a cometer la misma equivocación, no obstante, evito pensarlo. Ese ínfimo segundo de calma me ha sumergido en mi reino de espantos, el cuarto se oscurece, y un lóbrego mar se abre paso en mis pulmones. El oxígeno disminuye, a medida que inicia mi noche.