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EI liberalismo conservador Gerardo Caetano Ediciones de la Banda Oriental Gerardo Caetano Historiador y politélogo. Doctor en Historia por la Universidad Nacional de La Plata. Investigador y Docente Grado 5 en la Universidad de la Republi- Ca, en la que trabaja desde 1985, Fue Director del Instituto de Ciencia Politica entre los afios 2000 y 2005. Investigador nivel III en el Sistema Nacional de Investigadores del Uruguay. Miembro de las Aca- demias de Letras y de Ciencias del Uruguay. Acadé- mico correspondiente en la Academia de la Historia en Argentina y de la Real Academia Espajiola, Fue Presidente del Consejo Superior de la Facultad La- tinoamericana de Ciencias Sociales, (2012-2020) y Representante por la regién Argentina - Uruguay en el Comité Directivo del Consejo Superior del Con- sejo Latinoamericano de Ciencias Sociales, (2009- 2015) Primer Presidente de la Asociacién Uruguaya de Historiadores, Integra multiples organismos y re- des internacionales en los campos de la Historia, las Humanidades y las Ciencias Sociales, Docente de cursos de grado y de posgrado en el Pais y en el ex- tranjero, Sus temas de especializacién han sido H toria contemporanea de América Latina y Urugua Democracia y ciudadania; Iequierdas y derecha 5 Regionalismos e integracién, Ha publicado nume- rosos libros y articulos de investigacion en su especialidad, por los que ha obtenido varios pre- mios académicos nacionales nternacionales, El liberalismo conservador Genealogias Gerardo Caetano El liberalismo conservador Genealogias F BANDA ORIENTAL Octava edicién: marzo de 2022 ISBN: 978-9974-1-1230-8 © Ediciones de la Banda Oriental S.R.L. Gaboto 1582 - CP 1200 Telefax 2408 3206 - 2401 0164 Montevideo, Uruguay wwwbandaoriental.com.uy ‘www facebook.com/EditorialBandaOriental Disefio: Claudio de los Santos Disefio de cardtula: Fidel Sclavo A Pablo Ney Ferreira, In memoriam Agradecimientos Como siempre ocurre, se imponen varios agradecimientos insoslayables y significativos para mi. A la familia Franzini Batlle, que me hizo el alto honor de permitirme la consulta invalorable del Archivo Batlle, con el objetivo de elaborar un informe técnico sobre el mismo y sobre la necesidad de su compra por el Estado. Ojalé, y es mi deseo, que la lectura de esta obra contribuya para que esa iniciativa -a mi juicio impostergable- pueda concretarse finalmente. También debo agradecer a las autoridades y alos trabajadores del Archivo General de la Nacién (por entonces bajo la direccién de Alicia Casas de Barrén) y del Museo Histérico Nacional (bajo la direccion de Pedro Azpiroz), que me facilitaron en tiempos muy dificiles la consulta de varios de los archi- vos radicados en sus repositorios. Ala Gran Logia de la Masonerfa del Uruguay, que a través de la generosa intermediacién de su Gran Maestro José Garchitorena y de Alvaro Zunino, encargado de la custodia de sus fondos documentales, me habilitaron y ayu- daron para una consulta parcial de sus archivos. A la gran generosidad de las autoridades y trabajadores de la Biblioteca del Palacio Legislativo, que tanto me facilitaron la consulta bibliografica y heu- ristica, muy especialmente en tiempos de pandemia, Un reconocimiento muy especial va dirigido a Pablo Ney Ferreira, un verdadero erudito comprometi- do con los estudios sobre el republicanismo en Uruguay, que dolorosamente nos dejé hace unos meses. ‘A Ernesto Castellano, amigo y exalumno, también portador de una gran erudicién sobre la historia del Partido Colorado, cuya extraordinaria bibliote- cay su generosidad me posibilitaron la consulta de muchos textos, muchos de ellos verdaderamente incunables. ‘A Maximiliano Basile, que en parte de la investigacién me ayudé con su profesionalismo en el relevamiento heuristico. ‘A Rail Jacob, Wilfredo Penco y Carlos Zubillaga, por su interlocucién sabia y generosa. Jacob me aporté muy buenos documentos y sugerencias, 090 GERARDO CAETANO asi como su conversacion siempre estimulante. Penco leyé escrupulosamente buena parte del libro, con sugerencias oportunas y profundas, en un momento especial de la investigacién. Por su parte, mi compadre Carlos Zubillaga leys la versién final del libro Y¥ me aporté documentos, comentarios y sugerencias muy atinadas, renovando mi gratitud con su magisterio, el mismo que hace muchas décadas me ensefié a investigar, Dicho esto, como resulta usual, Ponsabilidad sobre posibl en el libro me correspon: , se vuelve imperativo advertir que la res- ©s errores u omisiones que puedan haberse «colado» de solo a mi, Gerardo Caetano Abril de 2021 slo. Introduccion Hubo un tiempo en que José Batlle y Ordéiez y el batllismo eran percibi- dos como «el jacobinismo uruguayo», al decir de Luis Alberto de Herrera en 1910, 0 como el «socialismo de mandarines», de acuerdo a un texto de Carlos Reyles en 1916. También podia ocurrir que un joven senador colorado, Pedro Manini Rios, se quedara en 1913 con la Ilave de la mayoria parlamentaria del gobierno, interpelando a su lider y a su partido con la pregunta de «jSomos socialistas 0 somos colorados?». Mientras tanto, un gran jurista y empresario a quien se consideraba el «orador de la corona», José Irureta Goyena, pri- mer presidente y fundador de la Federacién Rural en 1915, sentenciaba que el batllismo era el «inquietismo» y que este «era peor que el socialismo». Por su parte, Washington Beltran advertia en 1918 que Uruguay se estaba trans- formando en «un cuartel pintado de socialismo», cuestionando la existencia de un «ejército colorado» que marginaba a medio pais. Sin embargo, desde la institucién militar se tramaban «complots» contra los gobiernos batllistas yen la sociedad empezaba a instalarse el miedo al «motin militar», mientras los altos oficiales se quejaban de que la palabra «cuartel» «comenzaba a ser impronunciable». Por cierto que todos esos juicios y muchos otros que se trabajan en la obra, formaban parte de distintas perspectivas para juzgar los contextos. También referian a la pugna entre intereses contrapuestos, aunque en la época, el es- pacio de las ideas en la politica y en Ja lucha social resultaba bastante mayor al de hoy. Y las identidades politicas ¢ ideolégicas dependian de la dinamica relacional entre ellas. Como sefialara Rod6 en un texto de 1912, ya muy dis- tante del batllismo: «...el calificativo de reformista, de progresista, de liberal, como el calificativo de conservador, son términos esencialmente relativos, que no encierran significado alguno si no se les refiere a cierto tipo de comparacion y acierta realidad politica y social», En esto, el propio Batlle no pensaba muy diferente: en su famosa polémica de 1917 con el dirigente socialista Celestino Mibelli, luego de negar la lucha de clases -no la existencia de diferentes clases elle GERARDO CAETANO sociales~ como motor de la transformacién social, eae . Verdadery conflicto oponia al «reformismo» con el eee ae = o como el «experimento funda- ‘cional de una democracia pluralista y consensual». Cfr. Daniel J. Corbo, Cémo se construyé nuestra Democracia. (1897-1925). Los pactos fundacionales de nuestra democracia pluralista. Montevideo, Ediciones de la Plaza, 2019. +21. GERARDO CAETANO- frecuente lamentablemente en el presente. Muy por el contrario, mi juicio una apertura a visiones renovadas, pluralistas, inscriptas estudios académicos internacionales. | De ese proceso aludido emané una sintesis tal vez asimétrica Pero thee. tiva: la de un «republicanismo liberal», en ese orden, como marco ideolsg., predominante -ni tnico ni excluyente- en la historia politica del pais en due. na parte del siglo XX. En aquel libro de 2011 se profundiz6 en torno al study de la familia «republicana» y del actor que la lideré Y expres de manera mis cabal, aunque no en solitario y tampoco sin contradicciones: el «primer bat. llismo». Toca ahora el turno de indagar en torno a la otra familia ideolégic, principal, la del «liberalismo conservador». Lo haremos a partir de la bis. queda de sus genealogias diversas, desde el siglo XIX y hasta el periodo 1899. 1930, que ha venido constituyéndose como el marco cronolégico referencia] de nuestra investigacién. Para introducir brevemente este recorrido, se vuelve necesario ratificar algunas ideas orientadoras, que aunque obvias en ciertos casos, no resultan triviales a nuestro juicio, en especial pensando en los lectores, Como han estu- diado Quentin Skinner y tantos otros, resulta util comenz: libertad antes del liberalismo»,' lo que entre Per miter ademé, 7 ar por examinar «la otras cosas supone un sefalamien- to previo e indispensable: el concepto de libertad nunca ha sido ni es uno sola, tampoco resulta propio de un sentido comin «natural». Desde una pluralidad de tradiciones, la visién sobre la libertad ha cambiado historicamente, en el marco de una pugna inacabable que, en todo tiempo y lugar, forma parte fun- damental de la politica y se proyecta en ese terreno clave en el que los actores confrontan por convertir a las «palabras» en «conceptos».‘ Sobre este particu- lar, hemos trabajado mucho sobre provenientes desde el republicanis indagatoria, pero por cierto que es las tinicas en esta disputa.? los discernimientos entre las concepciones mo y el liberalismo, centrales para nuestra tas escuelas doctrinarias no son ni han sido 3. Quentin Skinner, La libertad antes del liberalismo, México DE, Taurus - CIDE, 2004 4. Esa clave es la que funda los di : aM Tos enfoques de la Historia Conceptual. La refe- renciabibligritica es enorme, Para una introduccion a ly x hispanoamericana de Histor Conceptual, cfr. Iberconceptos | Proyecto y Red ta Investigacion en Historia Conceptut! Comparada del Mundo Iberoamerican. «Derechos, deberes y garantias implicitos sofia politica y epistemologia del de: homenaje al Profesor Juan Pablo Cajarville Peluf Montevideo, ECU, 2011. +22. EL LIBERALISMO CONSERVADOR. GENEALOGIAS Como también se ha insistido en La Republica Batllista, un uso prudente de la categoria republicanismo y de sus necesarios discernimientos con las visiones liberales aporta varios insumos relevantes para entender en profun- didad la cultura politica uruguaya y su fragua hist6rica. En ese marco, enten- demos necesario insistir sobre algunos de esos aportes: permite una ruptura fértil con la sabiduria convencional que ha tendido a englobar la mayorfa de las genealogias ideoldgicas del siglo XIX y del XX dentro de un liberalismo de proyecci6n tan vaga como monopédlica, a veces matizada por los plurales y los adjetivos;° habilita al discernimiento de visiones diferentes acerca de temas cruciales como las distintas concepciones de libertad, de igualdad, de solida- ridad y de democracia, entre otros temas especialmente relevantes; establece vinculos mas consistentes con los avatares -por cierto controversiales- de la construccién debatida de la modernidad politica en Occidente; habilita una narrativa histdrica que no se queda en lo institucional y en lo juridico, sino que incorpora también otros debates sobre aspectos igualmente centrales, de caracter econdémico, social y cultural, entre otros. Desde un enfoque mis clasico de Historia de las Ideas, la mayoria de los autores tiende a referir que, en el marco de esa auténtica reformulacién del campo ideoldgico que acompaii y estimuld el movimiento de las revolucio- nes atlanticas en los siglos XVIII y XIX, el liberalismo se impuso de manera concluyente sobre el republicanism como la teoria que estarfa en mejores condiciones de explicar la «libertad de los modernos».’ Su triunfo fue tan ro- tundo que provocé una suerte de cborramiento» 0 «desdibujamiento» de la corriente del republicanismo, proceso que se profundizé radicalmente a partir de la historia de esa inflexidn en el mundo de las ideas y de la politica ofrecida por los vencedores de la disputa. En ese marco, el propio concepto de «repu- blica» perdié la riqueza semantica de su tradicién milenaria, restringiéndose fuertemente en sus alcances significativos.* . Sin caer en el famoso «atajo perezoso de los plurales», pueden referirse muchas va- riantes de adjetivacién del concepto liberalismo. Citemos dos ejemplos que se emplean en el libro, como alternativos ~y de uso en la época~ a los del liberalismo conservador: «liberalismo democratico» y «liberalismo progresista». También por entonces se usaba -aunque mucho menos- el sintagma «liberalismo izquierdista». Por un ejemplo de ello, cft. Wilfredo Sols, Georgismo. (Liberalismo izquierdista). Buenos Aires, Talleres Graficos Gasperini y Cia, 1931. 7, Siempre resulta util aqui repasar el célebre discurso de Benjamin Constant titulado Sobre la libertad de los antiguos comparada con Ia de los modernos, pronunciado en el Ateneo de Paris en 1819 y luego objeto de multiples publicaciones hasta la actualidad. 8. No corresponde aqui citar, ni siquiera en clave de resefia selectiva, los miiltiples abor- dajes tedricos de autores muy diversos sobre este particular. Si referiremos los dos tomos del +236 GERARDO CAETANO Desde una perspectiva de Historia cma ee apenas poco Ig un siglo el liberalismo y sus woces oa Pr i fi ser conceptos 0 fig damentales y hasta secundarios a fines del sig! a Fi aa del Xy a convertirse en «conceptos guia» de la moderni ad pol itica a fines del s , XIX y comienzos del XX, asociados con ee wsentido teleol6gico» de la id de «progreso» tan propia del novecientos.” Con el concepto de reptiblca dio un itinerario casi contrastante €n el mismo periodo. A partir de un uy muy usual y de significado extendido a fines del siglo XVIII, el concept fi perdiendo fuerza y poder de persuasion a lo largo de las pugnas del siglo Xix, connotando cada vez mas un sentido de «radicalizacién» y «extremismo», po, lo general asociado a un «desborde popular». Al mismo tiempo, la nocién e republica sufrié una resignificacion reduccionista de sus alcances semintico, Desde una perspectiva originaria de «ethos civico» de la «virtud ciudadana, de un repertorio axiolégico asociado a la nocién de comunidad politica, concepto se reorienté en una deriva gradual hacia la idea acotada de régimen de gobierno alternativo a la monarquia.”” Como hemos analizado en otros textos, este contraste de itinerarios ene binomio liberalismo-republicanismo durante el siglo XIX tuvo una influencia fundamental en la evolucién moderadora y finalmente triunfante del concepto de «democracia» en el mismo periodo, que pasé de ser una «palabra malditae hipécrita» hacia 1800, a ofrecer un panorama de triunfo y plena aceptabilidad un siglo después, aunque luego deberia enfrentar el reto clave del ascenso del fascismo y de los totalitarismos de diverso signo."! Estos sefialamientos con- tribuyen a interpretar con mayor pluralismo las concepciones de libertad y democracia predominantes y en pugna en el novecientos.’” Diccionario politico y social del mundo iberoamericano (2009, 2014), de la red iberoamet cana antes citada, Iberconceptos. Sobre los conceptos de Liberal/Liberalismo y de Repiili Republicano, cf. los estudios coordinados por Javier Fernandez, Sebastidn y Georges Lom Diccionario politico y soil del mundo ieroameriano, Iberconceptos, Too | Madrid Fundacion Carolina, Sociedad Esttal de Conmemoraciones Estatales, Centro de Estudios . A onstitucionales, 2009, PP. 693 a 848 y 1251 a 1380. 10. Cfr. Ge é, : un concepto, en ‘bik pp sto De la Repiiblica y otras reptiblicas: La regeneracio" a 1. Cf. Gerardo Caetano, Iberoamérica. (1770- 1870)», i Fernandez Sebastian, direct IL Madrid, Universidad del 2014, pp. 15 a 39. 12. Sobre este punto, «irrelevancia» de las formas _ tinerarios conceptuales de la voz “Democracia’ € en Diccionario politico y social del mundo iberoamericano Jas ft, Democracia, Gerardo Caetano, editor. Iberconcetas It a s Vasco - Centro de Estudios Politicos y Constitucion™™ en referencia alas ideas de Hobbes sobre lo que consideraba Com ‘gobierno respecto a la libertad, ha sefialado Skinner a POP’ +24. EL LIBERALISMO CONSERVADOR. GENEALOGIAS Mas alla del registro de estos periplos interpretativos basicamente con- vergentes desde enfoques analiticos diversos, varios autores han alertado so- bre ciertos equivocos usuales en la interpretacién dada tanto al proceso de resignificacién aludido, como a sus impactos en la geopolitica del discurso politico de la época. Javier Fernandez Sebastian, por ejemplo, ha advertido contra la sustitucién mecanica «del paradigma liberal por el republicano como esquema explicativo de los procesos de independencia en Hispanoamérica», afir- mando la artificiosidad del registro forzado de una suerte de polaridad entre una «América republicana» y una «Espana liberal». En la misma direccién, este autor ha prevenido acerca de los peligros del anacronismo en la lectura de los documentos representativos de estos conceptos en épocas tan distantes. Al mismo tiempo, ha enfatizado que «el liberalismo es una construccién dindmica, conflictiva y compleja, sometida a todo tipo de sesgos ideolégicos y de influencias politicas e ideolégicas encadenadas en los sucesivos contextos»."° En este sentido, otra «idea fuerza» que queremos establecer como premi- sa de andlisis es que la tension entre los conceptos de libertad e igualdad ha _ sido -y es- central en el debate ideolégico de la modernidad occidental. Esa tensién conceptual tampoco se resuelve de modo «natural»; ha dado lugar a muy diversas sintesis y no resulta legitimo eludirla intelectualmente. Lo que se quiere estudiar en este caso especifico es la sintesis ofrecida a ese respecto por el liberalismo conservador en la época estudiada. Para hacerlo, tal vez re- sulte util partir de una visién sencilla pero consistente, como la siguiente que tomamos de Luis Arrantz: «La denominacién de liberal-conservador parece la sintesis precaria de dos conceptos, en principio, contradictorios. (...) La defensa inequivoca de la propiedad privada y, por ende, del mercado, une a conserva dores y liberales en el terreno de la economia, lo cual no significa que no existan de las diferencias entre republicanos y liberales: «Como (Hobbes) formula en Leviatdn, «sea mondrquico o popular el Estado, la libertad sigue siendo la mismay. Esta sigue siendo una dis- tincién caracteristica de quienes abogan por una concepcién republicana -en contraste con la iberal»- de la politica. Los liberales son demécratas, por asi decirlo, de forma secundaria; lo que les preocupa es el alcance de la libertad, quien quiera que la conceda. Los republicanos son de- mécratas antes que cualquier otra cosa: creen que la libertad depende del gobierno». Cft. Javier Fernandez Sebastian, «Historia intelectual y accién politica: ret6rica, libertad y republicanis- mo. Una entrevista con Quentin Skinner», en Historia y Politica. Ideas, procesos y movimientos sociales, N° 16, Madrid, UCM - CEPC, enero - junio 2007, p. 245. 13. Cfr. Javier Ferndndez Sebastién, «El historiador ante la conmemoracién histérica. Repiiblica y liberalismo desde la historia conceptual», en Los historiadores y la conmemora- cién del Bicentenario, 20 de octubre de 2006, disponible en http://www.bicentenariorosario. gov.ar/uploadsarchivos/fernandez.pdf. 2256 GERARDO CAETANO también matices caracteristicos. (...) Bl horror ante (...) el canon Tevolucionay: contemporaneo, acutiado por la Revolucion Francesa, constituye (...) e] cenen, antirrevolucionario que mejor ayuda a unir a conservadores Y liberates ( La ocasién de los liberal-conservadores (en Italia) llego con el estallidg de Primera Guerra Mundial, y sirvié para demostrar cémo un sustrato nacion, lista y unos métodos autoritarios podian llegar a traicionar la dimensién libel de aquellos»."* Esta primera definicién orientadora nos previene sobre varios atajos in. fértiles, que de no ser advertidos, pueden conducir a error: esa sintesis con. ceptual requiere especificacién histérica y politica, pues desde su mera enun- ciacién puede ser vista como un oximoron; si bien existe una proclividad asu convergencia en el terreno de la economia, aun en este campo los resultados de la conjuncién pueden ser diversos; la postura antirrevolucionaria (en parti- cular desde una visién critica y antijacobina de la Revolucion Francesa, luego resignificada por otros procesos) ha sido por lo general la argamasa funds- mental del vinculo entre ambas identidades, en particular en Occidente; esta sintesis pudo asentarse también en una desconfianza comin hacia la posibi- lidad de desbordes populares, lo que empujado por visiones nacionalistas y en épocas de confrontacion radical, termind convergiendo en derivas auto- ritarias, no democraticas y hasta no liberales, Para decirlo de otro modo, ¢ liberalismo conservador no necesariamente se confirma como democriticos puede tener en ciertos contextos reorientaciones autoritarias. Tal vez la ejemplificacién historica y politica pueda contribuir a una VF sualizacién més concreta sobre este sintagma, Hacia fines del siglo XIX y mienzos del XX, esta articulacién entre liberalismo y conservadorismo resul- taba una definicién fuertemente referida en Europa Occidental y en Amétie a las ideas de Edmund Burke y, en menor grado, a las de Tocqueville. Por !® general, las lecturas de Burke confluian en una apropiacién facilitada des Sinsation ein. Ains tnntl, con frecuencia se arte ays motos eceton an vo SE al desborde jacobino en que h si = en la misma direccion un viv apt visin fueremente vant igulitariste gre ae ie pedi silo XIX por el ascenso del anarguien gS en art oe Boides CO? narquismo y del socialismo, percibidos 14. Luis Arrantz, «El liberali 1939. 10° casos de Francia, Alemania ere Conservador en la Europa continental. 1830-197 02 Madrid, Cé i Ha», en Revista de Estudios Politicos. (Nueva (pO 76. entro de Estudios Politicos e Istitucionales, octubre - diciembre 1998: PP-*?* +266 EL LIBERALISMO CONSERVADOR. GENEALOGIAS «amenazas» reales que emergian. Esa operaci6n ideolégica por lo general ten- dia a fundar la libertad en una suerte de naturalizacién de la desigualdad.'° Como ha sefialado en forma explicita Robert Nisbet: «No hay ningtin principio més fundamental en Ia filosofia conservadora, que el de la incompatibilidad inherente y absoluta entre libertad e igualdad»."® En sus expresiones histéricas, en particular desde fines del siglo XIX y por lo menos hasta mediados del siglo XX, el liberal conservadorismo tendié a asumir como propia esta vision. También se funds en afirmar una profunda desconfianza al doctrinaris- mo abstracto y un fuerte recelo a la perspectiva de un «pueblo» activado por la accion politica que deviniera en «turba», Esa argamasa del «antijacobinismo» y del rechazo al «canon revolucionario» de la historia europea, se proyecté rapidamente en una clara adhesién a la economia capitalista, a las bondades del mercado y a la primacia del individuo frente al Estado. Pero también a menudo pudo conjugarse con visiones nacionalistas, avivadas por cierto en los momentos previos a la Gran Guerra. Este componente nacionalista, aso- ciado con filosofias jerarquicas y a veces ruralistas, levé a muchos exponen- tes del liberalismo conservador a una nueva relacién con el sujeto «pueblo», Jo que significé un cambio de envergadura para posicionamientos que, cabe recordarlo, casi siempre partian de perspectivas elitistas. En la ocupacién de ese espacio por cierto que no solo jugaron factores ideolégicos. Muchas veces la clave fue sobre todo politica, opacando diferencias de origen a partir de confluencias derivadas de una interpretacién sobre los retos de la coyuntura. 15. En un vasto conjunto de referencias tedricas que se orientan en esta direccién po- drian citarse a titulo meramente ilustrativo: Aurelian Craiutu, Liberalism: under Siege: The Political Thought of the French Doctrinaires, Oxford, Lexington Book, 2003; Ivén Jarsié y Eduardo Posada Carbé, Liberalismo y poder. Latinoamérica en el siglo XIX. México: Fondo de Cultura Econémica, 2011; Serge Berstein, Los regimenes politicos del siglo XX. Para una ndo contempordneo. Barcelona, Ariel Historia, 1996; Luis Barrén, “eLiberales conservadores: Republicanismo ¢ ideas republicanas en el siglo XIX en América Latina», en Latin American Studies Association, Washington, 2001; Luis Arranz, Notario, ‘El liberalismo conservador en la Europa continental, (1830-1939). Los casos de Francia, ‘Alemania e Italia» en Revista de Estudios Politicos, N° 102, Madrid, Centro de Estudios Politicos ¢ Institucionales, 1998; Robert Nisbet, Conservadorismo, Madrid, Alianza Editorial, 1986; entre otros muchos. También han sido relevantes para nuestro andlisis los debates so- bre el necesario discernimiento entre liberalismo y republicanismo, que se puede ejemplifi- car con obras como: Nancy Rosenblum (comp.), Liberalism and the moral life. Cambridge, Harvard University Press, 1991; Quentin Skinner, La libertad antes del liveralismo. Madrid, Taurus, 2004; Gargarella - Ovejero ~ Marti, Nuevas ideas republicanas: autogobierno y libertad. Barcelona, Paidés, 2004; Andrés de Francisco, La mirada republicana. Madrid, Catarata, 2012; historia comparada del mu entre otros muchos. 16. Robert Nisbet, Conservadurismo. Madrid, Alianza Editorial, 1995, p. 72. +276 GERARDO CAETANO Como se ver, el cast a este punto radica otro asunto centr sobre a me ay Se dt lo» ha sido y es uno de los mas p : cos y isputad, Pe bine iti Occidente.”” En las referencias que aluden a} de la modernidad politica = ontrar invocaciones del mismo con sent Antigtedad, podemes re clasicos sobre simbolismos y tradiciones, Rey, re an ae ueblo «un cardcter «lunar», es decir, Pasir, aie oe praie viel hea el jefe, el guia»."* Por su parte, Aristotel; asda . bien primero planted ciertos discernimientos an Eee «polis» en el sentido de «comunidad politica», al referir su oe sobre o re gimenes de gobierno, defini a la «democracia» como el «gol a re © aquel «en el que el pueblo ejerce la soberania», como luego tradujeron los jiccionarios espafioles."® a see cu prvecsiones al periodo «tardo colonial» en la América hispéni ca, el manejo del concepto «pueblo» fue uno de los que mas significacons albergo, desde su asociacién con «plebe» 0 «vulgo» por contraposicion a los «nobles, ricos y esclarecidos», hasta su frecuente coexistencia con las noes Polisémicas de «nacién», «patria» o «pueblos», en plural, tan relevante est Ultima en el ciclo de las revoluciones y muy propia de la tradicion hispanica También desde un enfoque radicado en la Historia Conceptual, Elias Palti lo ha definido como un «concepto bisagra», «categorias que, en determinadas circunstancias, sirven de pivote entre dos tipos de discurso inconmensurables 17. Como se advertird en la lectura de la obra, do estudiado fueron especialmente frecuentes los «i significaciones a veces distantes teal discurso— 0 uruguayo ofrece ejemplos muy ilustrativos Sobre eg, yerio~ junto al concepto «pueblo», en el Per s ‘usos politicos» de otros Cee a las mas vigentes -siempre desde la controversia ine en nuestros dias. Sobre este particular, anticipemos algunos de ellos: apilismom, entte , «solidarismo», «posibilismo 18. Juan Eduardo Cir] . . 1985) p.375, t Diccionario de simbolos, Barcelona, Editorial Labo’ ! fate : eptos I M. Madrid, Universidad del Pat ‘ardo Caetano, editor. Iberconcept0s I Tr, 2014, pp. 1539, “t Pals Vasco - Centro de Estudios Politicos y Constituc 20. Noemi Goldman y Gabriel pj (editora), Lenguaje y revoluctoy rest Dt Me { Goldma® Buenos Aires, Prometeo, 2008," "“*P!5 Pol ‘lio, «Pueblo/Pueblos», en Noem! 59-1850) Iticos clave en el Rio de la Plata. (178! +28. EL LIBERALISMO CONSERVADOR. GENEALOGIAS entre si, convirtiéndose asi en nitcleos de condensacién de problemdticas histori- co-conceptuales mds vastas».”! En el marco del monumental Diccionario politico y social del siglo XIX espanol, Juan Francisco Fuentes comienza recordando «el viejo deslinde roma- no entre plebs y populus, entre la vil multitud y la nacién», tensién clave que cruzaria durante décadas la significacién del concepto en disputa. Luego de sefialar las fuertes prevenciones contra la nocién de pueblo derivada del libe- ralismo censitario, siempre atento ante «el peligro de una concepcién tumul- tuaria de la soberanta nacional», Fuentes advierte acerca de la «saturacién del concepto», que provocaria su «significativa fragmentacién terminolégican. En esa direccion, este autor enumera una «amplia serie de combinaciones alego- ricas» en torno a la nocién de pueblo, entre las que destaca la del «populismo ultraconservador», la del «discurso liberal-doctrinario» y aquella proveniente de las «corrientes democriticas e igualitarias», que incluso llegar al corolario de una necesaria «revolucién social». En el segundo tomo del Diccionario... correspondiente al estudio del si- glo XX espaiiol, el mismo autor observa la «revitalizacién del concepto», luego del «desastre colonial» definitivamente confirmado hacia fines del siglo XIX, aunque siempre desde una omnipresente variabilidad polisémica. En ese mar- co registra la «concepcién vindicativa del pueblo» y hasta la «tendencia al po- pulismo» de los republicanos; la visién especialisima de Unamuno («Espafia tiene que morir como pueblo, si ha de sobrevivir como cultura, Iéase: tiene que morir como nacién»); el incremento significativo del empleo de la voz en los periddicos socialistas; la progresiva apropiacién del concepto por parte de la «derecha mas conservadora», convirtiéndolo poco a poco en «coartada de un nuevo autoritarismo»; la confrontacién politica por el «pueblo» entre repu- blicanos y nacionalistas en los afios 30, que luego se resignificaria durante décadas entre la permanente apelacién a la «comunién entre el dictador y su pueblo» y la idea opuesta de pueblo «que pasé del republicanismo en guerra al imaginario del exilio y de la resistencia interior contra la dictadura».” 21. Elias J. Palti, El tiempo de la politica, El siglo XIX reconsiderado, Buenos Aires, Siglo Veintiuno Editores, 2007. 22, Juan Francisco Fuentes, «Pueblo», en Javier Fernandez Sebastién y Juan Francisco Fuentes (dirs.), Diccionario politico y social del siglo XIX espafiol. Madrid, Alianza Editorial, 2002, pp. 586 y ss. 23, Juan Francisco Fuentes, «Pueblo», en Javier Fernandez Sebastian y Juan Francisco Fuentes (dirs.), Diccionario politico y social del siglo XIX espafiol. Madrid, Alianza Editorial, 2008, pp. 1014 y ss. +29 GERARDO CAETANO En la historia del siglo XX en América Latina, el de «pueblo» se trang formé progresivamente en un «concept fundamental», en tanto ~como jy definido Javier Fernandez Sebastién- «7 pilar que no podria eliminarse i, arquitectura argumentativa de los discursos politicos del continente», gy i ciente relevancia alcanzé un grado superlativo, desde una diseminacién g construcciones discursivas que incluso lo volvieron un «concepto Cenicientay, de acuerdo a la acertada calificacion de Mackinnon y de Petrone. Como ta ha sufrido muy fuertes adeslizamientos conceptuales», en particular desde su asociacién a menudo acritica y peyorativa con la resbaladiza categoria de «populismo».”* La tension entre populus y plebe se proyecté de ese modo como diferentes maneras de concebir el pueblo, asi como de dar cuenta del conflicto inevitable entre esas dos visiones. Populus refirié al conjunto, mientras que plebe aun sector, Por lo general, el liberalismo conservador en América Latina tendié a asociarse con la visién de «Populus», mucho més cercana a la de nacién y distante de toda significacién sectorial 0 de clase. Desde esa perspectiva, el liberalismo conservador -también en Uruguay, como se verd— pudo asociarst con una concepcién democratica de pueblo (como «pueblo elector» 0 como factor principal de la «participacién»), aunque también a veces se proyecté __24, Javier Fernandez Sebastién, «Liberalismos nacientes en el Atkintico iberoamerist no: “liberal” como concepto y como identidad politica» en Javier Fernandez Sebastién (i rector), Diccionario politico y social del mundo iberoamericano, Tomo 1. Madrid, Fundacion Carolina, Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales, Centro de Estudios Politicos Constitucionales, 2009, p. 695 y ss. 25. Maria Moira Mackinon - Mario Alberto Petrone, Populismo y neopopulismo "ia atin, El problema de la cenicienta. Buenos Aires, Eudeba, 1999. . Sobre el tema del populismo en América Latina la bibliografia es muy amplia yS* resefia parcial excede absoluta i ‘ mente los limites i itamos cont ejemplos los textos siguientes: Ad de este libro. De todos modos citamos ler, Fleming, Gotttri i ae Populismo posmoderno, ; rls Mls Mackinon- Mar le Populismo y napapuions on UNQ. 1996; Maria Moira Mackinon - Mario Alberto Petro™® Popa ipo epaiono en América Latina, El problema de la cenicienta. Buenos Ait 2005; Carlos de la Torre En, | La raz6n populista. Buenos Aires, Fondo de Cultura Econom democracis on Arnone nie Peruzzotti (eds), El retorno del pueblo Populsmo y populism como espje deh, elo Facso - Ecuador, 2008; Francisco Panizza (com?) Isidoro Charesky (comp.), Qi Enocracia. Buenos Aires, Fondo de Cultura Econémicss 2 Can COMP te democraca en América Latina? Buenos Aires, Clacs®s 20% Century Baltimore - Washington, hy (cds. Latin American Populism in the Twenty fats it Ae , Jhon i i i 200g Erin y Chana Moura kins University Press/Woodrow Wilson Col - Madi, Ieatia 2015 (on COMStFuir pueblo, Hegemonta y radicaizh i « febteny on ores), Nueva Sociedad. Ne 267. Elfantasm® ‘ero 2017; entre otros muchos. +30. EL LIBERALISMO CONSERVADOR. GENEALOGIAS desde versiones autoritarias y cuasi «populistas» del concepto. La receptividad frente al primer fascismo europeo en los afios veinte y la profundizacién de esa adhesion en ciertos casos durante los afios treinta, revelan esa disponibi- lidad autoritaria en tension, que habitaba la «caja de herramientas» politica e ideolégica de muchos liberales conservadores. Debe sefalarse también que, en el caso uruguayo, la fuerza de la «democracia de partidos» supo continen- tar la mayorfa de las veces ese peligro, aunque no siempre.” Aqui vuelve a adquirir centralidad, muy especial para el andlisis histérico del «caso uruguayo», el discernimiento necesario entre los conceptos de liber- tad provenientes (en forma genérica) del republicanismo y del liberalismo. En palabras de Quentin Skinner: «;Qué es entonces lo que separa a la concepcién neorromana (republicana) de la libertad de la concepcién liberal? Lo que los autores neorromanos repudian (...) es el supuesto clave del liberalismo cldsico en cuanto a que la fuerza 0 la amenaza coactiva de su uso constituyen las tinicas formas de coaccién que interfieren con la libertad individual. (...) (Los autores republicanos) insisten en que vivir en una situacion de dependencia es ya en st mismo fuente de restricciones, (...) es ver disminuida no solo la seguridad de ser libre, sino la libertad misma».* Se trata de la vieja distincién entre «la libertad para» y la «libertad de», la «libertad positivay como «capacidad de autogobierno» y la «libertad negativa» como «no interferencia», en tanto soportes de dos visiones alternativas de la politica y de los derechos. En estas visiones se ponen en debate asuntos fun- damentales: la vision del individuo y de la polis, del mercado y del Estado, los limites y alcances del «gobierno de las leyes», la «naturaleza misma de la poli- tica y de la democracia, los limites entre lo publico y lo privado, la teoria so- bre el «sujeto» de la justicia, la relacion entre el individuo y los derechos, entre tantos otros. Por cierto que esos debates estuvieron y con especial potencia en Ia fragua de nuestra «poliarquiay uruguaya. Explorar las genealogias diversas del liberalismo conservador y sus visiones, a propésito de estos y otros asun- tos, constituye la brijula del «viaje» que se propone en las paginas que siguen. 27, Las coyunturas que convergieron en los golpes de Estado de 1933 y en particular de 1973, son ejemplos en los que se producen derivas autoritarias de actores que provenian del liberalismo conservador. También en esas instancias convergieron otros actores de origenes diferentes, provenientes de derechas «alternativas», autoritarias y antiliberales. 28. Skinner, La libertad antes... etc. ob. cit. p. 56. 31s Foto del edificio del Ateneo de Montevideo, cendculo del debate doctoral. Acdpites Capitulo 2 Carlos De Castro, 1864. «Siendo a nuestro juicio la exigencia hacia los gobernantes Nociyg frecuentemente, porque es siempre en perjuicio de la energia individu que con tal sistema se destruiria, desde el momento en que los ciudad. nos gustasen colocarse en condicién de pupilos, antes que aspirar aun ejercicio siempre mayor de sus derechos y deberes. (...) Tome el estan- darte de la libertad y no le abandone jamas; pida siempre libertad para todos, libertad en todo, libertad a pesar de todos los obstaculos...».* José Batlle y Orddiiez, bajo el seudonimo de Néstor. El Dia, Monte- video, 9 de diciembre de 1891. «Tenemos un pais en que la luz es extranjera y privilegiada en for- ma de Compaiiia de Gas; en que el agua se halla en las mismas condicio- nes, en forma de Empresa de Aguas Corrientes; en que la locomociéa Tepresentada por tranvias, ferrocarriles, vapores, es también extranjer® etc. A qué continuar? Todo es extranjero y privilegiado 0 tiende a serlo. Y de esa manera, si en el régimen politico hemos destruido el sistem® colonial, no lo hemos destruido en la industria, en el comercio. os) EA . “ hecho es que una inmensa parte de las riquezas del pais se van (---)” 2 La «Carrera de la Libertad»: trayectorias y debates sobre la libertad en el Uruguay del siglo XIX” Disputas y avatares de la Constitucién de 1830 En una de esas escenas que el dleo del pintor uruguayo Pedro Blanes Viale imprimié en el imaginario colectivo nacional, los orientales eran repre- sentados jurando su primera Constitucién el 18 de julio de 1830. El texto ha- bia sido sancionado por la Asamblea General Constituyente y Legislativa el 10 de setiembre de 1829, a partir de un proyecto redactado por su Comision de Constitucién y Legislacién. Esta comisién estaba compuesta por Juan F. Gird, Cristébal Echevarriarza, José A. Zubillaga, Luis B. Cavia, el presbitero Solano Garcia, Jaime Zudaez y José Ellauri, estos dos tiltimos presentados como los constituyentes portadores de las influencias predominantes.” En la sesién de la Asamblea del 6 de mayo de 1829, José Ellauri (1789- 1867), en calidad de secretario de la mencionada Comisién de Constitucién y Legislacion, pronuncié el discurso en el cual fundamenté el proyecto. Tal como ha demostrado Juan E. Pivel Devoto, Ellauri «entresacé lo medular de las ideas sobre materia constitucional vertidas en su informe» de las Lecciones de Derecho Ptiblico Constitucional para las escuelas de Espafia del espafiol Ramon Salas, un liberal afrancesado. Mas genéricamente, sus ideas constitucionales estaban inspiradas en la Carta chilena de 1828 y en la filosofia politica de 29, Para desarrollos mas extensos en términos cronolégicos y en espacio, cfr. Gerardo Caetano - Ana Ribeiro, «La “carrera de la libertad” (1808-1856). Liberales y liberalismo origi narios al oriente del Rio Uruguay», en Javier Fernandez Sebastidn (coord.), La aurora de la li bertad. Los primeros liberalismos en el mundo iberoamericano. Madrid, Marcial Pons Historia, 2012, pp. 411 a 457. También cfr. Gerardo Caetano - Gabriel Abend, Antologia del discurso politico en el Uruguay. Montevideo, Taurus, 2004. 30. Héctor Gros Espiell y Juan José de Arteaga, Esquema de la evolucién constitucional del Uruguay. Montevideo, Fundacién de Cultura Universitaria, 1991, p. 36 356 GERARDO CAETANO 4 Jeremy Bentham y especialmente ge Benjamin reneinired tanto, Se. giin la célebre -y discutida~ exégesis de oe ae 1 Nabia lider. do en la Asamblea la escuela politica «nutrida en las ideas francesas», oPuesta ala «nutrida en las ideas yanquis», encabezada por Santiago Vazquez. Sin embargo, desde el enfoque metodoldgico proveniente de una pers- pectiva estrictamente histérico-conceptual, el andlisis no resulta tan simple ni lineal. Ellauri desarrollé en su alocucién los tres elementos que, a su jui- cio, «esencialmente debe contener una buena Constitucién»: los derechos de los Ciudadanos, la forma de gobierno y la divisin de los poderes. Ademis, de sus Palabras emergia con fuerza la idea de pacto social, de fundacién contractual del orden politico. Por tiltimo, admitia que la Comisién no hizo ni pudo haber hecho una obra original, pues «en materia de Constitucién (...) poco o nada nuevo hay que discurrir después que las naciones mds civilizadas del globo han apurado las grandes verdades de la Politica, y resuelto sus mds intrincados pro- blemas, que antes nos eran desconocidos», n todo a y nuestra situacién». ‘ello que fuese mas adaptable 4 Una genérica apelacién (consistente d esde e| al «derecho a la libertad» aparecia definids ac Po? de mod 135 de la Carta: «Ningtin habitante del Estado 0 nor; de vista conceptual) a Mativo en el articulo era obligado a hacer lo que no 31, Juan E, Pivel Devoto, «Las ideas consitucionales del Dy Te estudio de las fuentes de la Constitucién uruguaya de 1839, apart Uti. Contribucién al t, XXIII, Montevideo, 1955, pp. 21-22. * 8Partado de la Revista Historica, 2. Francisco Bauza, Estudios constitucionales, Montevideo. wo... 241 al “video, Biblioteca Artigas, 1953, Pp: 33, Discurso de fundamentacién del proyecto de Constituctén aca de mayo de 1829. Actas de la Asamblea General Constituyentey 1 Montevideo, Tipografia de la Escuela Nacional de Artes y Offi +366 @ Cargo de José L. Ellauri, 6 «gislativa del Estado, Tomo 1. 8: 1896, pp. 418-422, EL LIBERALISMO CONSERVADOR. GENEALOGIAS manda la ley, ni privado de lo que ella no prohibe».* Del mismo modo, ese derecho prioritario aparecia explicitado a través de una panoplia de derechos: «libertad fisica», «libertad religiosa», «libertad de expresién» (sin duda, como lo destacaba Ellauri, el més enfatizado), «libertad de trabajo, comercio e in- dustria» y «libertad de circulacién y migracién».* De ese modo, en el propio texto de la Constitucién, las referencias «liberales» efectivamente convergfan, desde muy precisas restricciones censitarias,* en un cumulo muy amplio -y también vago- de explicitaciones, habilitaciones y disposiciones, que aludian a los principios de lo que aquellos constituyentes percibian como «moderni- dad politica». Ocho aiios después y ya en medio de los conflictos caudillescos que si- guieron al surgimiento formal del Estado oriental, una de las figuras princi- pales que formaban parte del circulo de Fructuoso Rivera, quien se autorre- presentaba a menudo como el nticleo del «partido liberal», despotricaba sin embargo contra las habilitaciones a su juicio excesivas que emergian de la vi- gencia de la Constitucién. En efecto, Juan A. Gelly se dirigfa en estos términos a Fructuoso Rivera, en carta fechada en Montevideo el 15 de noviembre de 1838: «...hemos vagado por ensayos perniciosos y estériles, no estamos maduros para la experiencia, ni avezados para la educacin, para seguir con tranquili- dad y firmeza un sistema tan liberal o por mejor decir ultraliberal, como el que establece nuestro Cédigo Politico. En él se encuentran todos los elementos de disturbio, del que los hombres no hacen mds que aprovechar, ¢Por qué pues em- pefiarse en mantenerlas tales como se encuentran establecidas las instituciones en ese cédigo? Es como si Usted se hubiese emperiado en conservar el germen de inestabilidad que nos desacredita y arruina».” Enfrentados a las interpelaciones del proceso politico efectivo, aun los «doctores liberales» ponian en evidencia las ambigiiedades y contradicciones que envolvian sus definiciones doctrinarias. Ello no solo comportaba una 34. Cfr. Carlos Zubillaga, «Proyeccién histérica de la Constitucién de 1830», en Cuadernos del Clach, Ne 13. Montevideo, enero - marzo 1980, p. 48. (1830 Constitucién 1980. Reflexiones en ocasién del Sesquicentenario.) 35. Ibid., pp. 48 a 52. 36. Cf. Romeo Pérez Antén, «Cuatro antagonismos sucesivos. La concreta instauracién de la democracia uruguaya», en Revista de Ciencia Politica, No 2, Montevideo, FCU - ICP, 1988, pp. 41 y ss. 37. Carta de Juan A. Nelly a Fructuoso Rivera, fechada en Montevideo el 15 de noviembre de 1838, Archivo General de la Nacién. Montevideo, Fondo Ex Archivo y Museo Histérico Nacional», Caja 31. 2376 a a GERARDO CAETANO actitud pragmatica sino que revelaba la amplitud — UE en tery nos lexicograficos rodeaba por entonces a los vocablos estudiados, $j et ey la conviccién de un doctor que se ufanaba de pertenecer al «cogollor de |p que daba en Ilamarse, con igual laxitud significante, «partido liberal», a Nadie podia extrafar que un caudillo rural neto como era Rivera contestase poren- tonces que no tendria mayores problemas en «quemar ese librito», refiriéndose ala Constitucién. Los caudillos y la «definicién de los bandos» Fue en el perfodo inicial del Estado oriental que el tema que venimos estudiando pudo expresar sus perfiles de manera mas clara. En ese momento, alas muchas cuentas pendientes que habia dejado el proceso de la revolucién independentista, vinieron a sumarse las tefriegas mds concretas de la lucha los actores se sobreponian de modo muy ncias doctrinarias» de la lucha ideoldgica. Polisémicas por entonces como «libertad», «i- (y mucho mas la voz cada ver me ca», borrada y recelada entre otras cos; fuerte sobre las supuestas «cohere Al mismo tiempo, voces tan beral»,«liberalismon an, ‘ curso, iti a, utilizados con una gran laxitud en funcién de los requeri elites cotidiano y ientos narrativos y argumentativos de los actores en Pugna, terminaron convirns de un lenguaje ambigiio, tan prestigioso como disputado, pene en parte invocar sin demasiado compromiso. Como prueba de ello, Ae todos podian como «lavallejistas» y «oribistas» aparecieron en sus Pronun teat «riveristas» tonces disputando la nocién de ser los verdaderos depositarig ments de en- de constituir lo que también llamaban «el partido era 8 “€1Patrimonio Un recorrido atento por la documentacién de la Poca revel gularidad relevante en el origen de los bandos 0 divisas blanca ot una sin- territorio oriental: unos y otros en sus discursos fundacionale. tenorada en converger en esa matriz comin y laxa de la invocacién a un len, eron a font Maje Ij Mas aun, lo que ocurrié entonces fue la simiente de lo que con a eral * Mpo +386 EL LIBERALISMO CONSERVADOR. GENEALOGIAS se presenté de manera reiterada como una singularidad politica del pais: la invocacion persistente a una matriz liberal tan vaga como ampliamente pre- dominante entre blancos y colorados, solo que representativos de liberalismos diferentes.** En esta idea se produce una efectiva convergencia entre las hipo- tesis verificadas a propésito de una aproximacién al tema desde un enfoque moderno de Historia Conceptual y algunos de los abordajes historiograficos mas clasicos, incluso tradicionales.” Dentro de ese magma ideolégico en plena ebullicién tampoco faltaban componentes residuales de republicanismo, solo que su visibilidad queda- ba supeditada a su inclusién genérica (cuanto més vaga y expansiva mejor) dentro de discursos doctrinarios laudatarios en sus aspectos medulares de un liberalismo también dilatado pero cada vez més triunfante. Como ya se ha sefialado, la connotacién artiguista del concepto «reptiblica» la volvia una pa- Jabra sospechosa y hasta temida, pero su declive también se asociaba con el éxito contrastante de ese «liberalismo» tan vago como omnipresente. Lo que el enfoque moderno de una Historia Conceptual aplicado al periodo obtiene es una aproximacién mas directa y menos ingenua respecto al signo contradic- torio de las posturas ideolégicas manejadas por los actores, tanto individuales como colectivos. Al mismo tiempo, vuelve més libre (y creemos més precisa) la interpretacién y exégesis lexicografica de los documentos, en referencia a Ja problematizacién necesaria de «macro-conceptos» como liberalismo o re- publicanismo, asi como a la aplicacién de nociones rigidas de transferencia centro-periferia en relacion a estas trayectorias ideolégicas. En ese marco, las contradicciones y contingencias de los actores y de sus ideas no sorprenden tanto. 38. Cfr. Francisco Panizza, «El liberalismo y sus otros. La construccién del imaginario liberal en el Uruguay (1850-1930)», en Cuadernos del Claeh, N° 50, Montevideo, 1989/2, pp. B3lyss. 39. Sobre este punto, dentro de una extensa bibliografia, pueden consultarse: Elias J. Palt, El tiempo de la politica. El siglo XIX reconsiderado, Buenos Aires, Siglo Veintiuno Editores, 2007; Javier Fernandez Sebastian y Juan Francisco Fuentes (dirs.), Diccionario poli- tico y social del siglo XIX espariol. Madrid, Alianza Editorial, 2002; Javier Fernandez Sebastian y Juan Francisco Fuentes (dirs.), Diccionario politico y social del siglo XX espafiol. Madrid, ‘Alianza Editorial, 2008; Gerardo Caetano (coord.), Historia conceptual. Voces y conceptos de la politica oriental (1750-1870). Montevideo, Ediciones de la Banda Oriental, 2013; entre otros. 2396 GERARDO CAETANO La «Guerra Grande» y sus configuraciones Si es cierto que, en mas de un sentido, blancos y colorados hunden las rai. Ces originarias de sus respectivas significaciones en la tiltima Colonia, en el ¢. clo revolucionario y en los primeros afios del Estado oriental, fue solo a partir de Ja lamada «Guerra Grande» y de su hondo impacto comarcal en la regién Platense, que las divisas pudieron confirmar de modo consistente sus prime- tas definiciones perdurables, En suma, se trataba del esbozo de dos Patrias subjetivas, como Baltasar Mezzera y otros han dicho en mas de una ocasién, Dentro de una retérica claramente inscripta en una légica dicotémica, en sus mensajes oficiales las autoridades institucionales de ambos campos pugnaron Por obtener una posicién de privilegio en el campo seméntico tan abarcativo de ese «lenguaje liberal». Era a pesar de todo un territorio de argumentacién muy disputado, en su asociacién privilegiada con los principios de las revolu- ciones de independencia y con las referencias de la moderni No cabe duda de que, por muchos motivos na Guerra Grande entre Manuel Herrera y Obes desde La Defensa y Bernardo P. Berro desde el Cerrito, constituyé un documento principalisimo para un anilisis ideol6gico-conceptual sobre el tema que nos ocupa. Convergieron en esta circunstancia la enjundia de los polemistas, su significacién politica (tan- to entonces como en épocas posteriores), la densidad conceptual e ideoldgica de los contenidos confrontados, la relevancia de los medios periodisticos que sirvieron a cada uno de vehiculo difusor de sus respectivas Posiciones. Luego de desempefar diversos cargos destacados en las instituciones de La Defensa, Manuel Herrera y Obes (1806-1890) encabezé dentro del circulo doctoral montevideano la oposicién al caudillismo personalista de Rivera, promoviendo su destierro en 1847, Desde las paginas del periddico Bl Conservador ensay6 la prédica liberal que, en su perspectiva, debs sistetizar el conflicto vigente como la lucha de la Civili: idad politica. , 1a polémica mantenida en ple- en sucesivos ntimeros del citado Periddic y la barbarie de un lado; estén los Princip: : ios de la libertad y de la civilizacién del otro. He ahi la América entera en sus dos altas y generales cuestiones. (.--) EL LIBERALISMO CONSERVADOR. GENEALOGIAS ese precisamente el pensamiento de la Revolucion. (...) Rosas y Oribe al frente de las masas incultas y fandticas, triunfantes por el poder del nvimero, pueden dar a los pueblos los beneficios de la paz, de la justicia, y del orden que son los atributos de las ideas y el blanco de los esfuerzos comunes de la clase inteligente y liberal?». Por su parte, Bernardo Prudencio Berro (1803-1868) no habfa participa- do de los avatares del ciclo artiguista, aunque si pudo revistar en las fuerzas patriotas durante la Cruzada Libertadora de 1825. Fue opositor a Rivera y partidario de Oribe, asi como una figura destacada en el campo sitiador del Cerrito y colaborador asiduo en El Defensor de la Independencia Americana, periédico desde cuyas paginas protagoniz6 esta célebre polémica con Manuel Herrera y Obes. Entre los fragmentos de su réplica, también publicada en va- rias notas sucesivas, se extraen los siguientes: «Compuesta de los mismos ele- mentos que antes, la existencia de la faccién salvaje unitaria que abrigan los muros de Montevideo, se halla en un todo vinculada a la rebelibn que encabezd Rivera (...). Y he aqui por qué el cardcter antiliberal y contrario a la civilizacion que le dan, recae en su rebelién, y de esta en sus creaciones y consecuencias, y en los que en ella tuvieron parte activa y voluntaria (...). Hemos de probar también que la revolucién americana fue mds esencialmente politica que social, y que el haberse empeniado en hacerla abrazar atropelladamente este tiltimo cardcter, bajo el modelo de las modernas revoluciones liberales europeas, y sin dejarlo que acompariase solamente a la nueva posicién de la América en vez de violentarla, es una de las causas principales de sus desgracias»."' No cabe duda de que en el registro de esta polémica resulta plenamente comprobable la progresiva consistencia que iba cobrando la disputa abierta en aquel Uruguay de los origenes por la hegemonia en este campo lexicografico conexo de las voces liberal y liberalismo. Tras el intercambio entre Herrera y Obes y Berro, en la asociacién de la puja por el liberalismo con la contrasta- cién més afinada de la dicotomia sarmientina Civilizacién vs Barbarie (con todas sus implicaciones), se ponia de manifiesto la verdadera conversién de todo ese campo semantico, que rodeaba esa agregacion laxa en torno a valores liberales muy genéricos, como referente principal en relacién al proceso en curso de modernizacién politica. 40. Manuel Herrera y Obes - Bernardo Prudencio Berro, El caudillismo y la revolu- cién americana, Polémica. Montevideo, 1966, Biblioteca Artigas, «Coleccién de Clisicos Uruguayos» N° 110, pp. 11, 12, 14y 61. 41. Ibid., pp. 83, 84, 109, 114, 153. +41 GERARDO CAETANO En ese marco, las voces estudiadas se volvian cada vez mas Sinenimas de toda una interpretacién disputada sobre los logros y herencias le la revoly. cién independentista, los desafios del progreso de nuestras ee Tepii. blicas y las interpelaciones del advenimiento de la modernida ' politica. Por cierto que todos estas polémicas, ademas de a politicas e ideoldgicas, tenfan mucho que ver con la eterna pelea en torno al léxico y a las palabras. El Propio Berrnardo Berro lo percibia de la siguiente forma, en medio del trajin de su polémica con Herrera y Obes: «las ideas se perdian entre la confusién de las palabras; y el uso de un lenguaje revestido de formas poéticas para el examen de cuestiones politicas, en que servian de imagenes algunos denuestos contra el Pardején Rivera y muchas calumnias a los caracteres mds eminentes de ambas Repiiblicas del Plata (...). Las contiendas americanas, exceptuando las pocas re- Serentes a verdaderos partidos politicos Yala defensa de gobiernos legitimos, han sido luchas de facciones (...). Todas han formulado sus programas de acuerdo s mismas ideas (...). Esta uniformidad de en las ideas, esta confusién de las clases en las € una manera evidente que no luchan en ellas en . ; ni elementos sociales colocados en antagonismo, sino Pasiones e intereses de otro género Me se refieren a ciertos vicios heredados, 4 nuestra inexperiencia, Y soby re todo a es it dnsit i 7 ame © repentino transito del régimen absolu! revueltas intestinas, prueba di general principios politicos, _ Peden enogu de Historia Conceptual, los dichos de Berro en 1847 Podian invertir su sj a St Perdian entre la confusién de las palabras» bien ices a cacion. En la puja abierta Por las palabras y el pre- Politica eideolbgica entae Meso? 88 duda un campo decisivo de la luch fue un ejem cipales actores de la €poca. El propio Berro politico nor como senalg pr eS'®: Admirador del pensamient0 sigh XVII», © sefiald Real de Azita, Berro fue «un hombre del » UN «radical cab, y cabal »© Desde esas Premisas ideolégicas « tadicionales y del caudillismo, fusie” 6n de habitos republicanos y PO entre los prin plo paradigmatico teamericano, nista convencido, Ia «orientalizacién “Stin0s nacionales, Sin embargo, és"? — 42. Ibid. pp. 121, 138 y 139, 43. Carlos Real de Aza, een , «Bernard Marcha, N° 5, Montevideo, 1967, p.7. 1° °°: puritang ‘nla tormentay, en Cuadernos 42. EL LIBERALISMO CONSERVADOR. GENEALOGIAS hombre reflexivo, que al decir de Pivel Devoto «se preciaba de hombre practico pero fue un idealista», terminé devorado por las contradicciones violentas de su tiempo. «Puritano en la tormenta», Berto vio fracasar su proyecto politico, ese mismo que se prefigura en su «Programa de Politica» de 1858 y se proyecta en brega desesperada en sus proclamas de 1863 y 1864. Aunque lo mas importante de su accién politica esta sin duda en su pen- samiento, esa mezcla y esa coexistencia desordenada (a veces encubierta) apa- rece en sus escritos con frecuencia, con una invocacién reiterada a conceptos republicanos, algo excepcional como vimos en aquella época: «La repuiblica -decia en su «Programa de Politica» de 1858- se funda y consolida por Ia re- piiblica. A la repiiblica no se va sino con la reptiblica: jamds habré repuiblica, sino por medio de la obra republicana, Lo que no es conforme con la reptiblica la vicia, quiebra sus resortes, introduce en ella un principio de destruccion y de muerte. Obrar antirrepublicanamente para obtener la reptiblica, para llegar a sus efectos propios, es un contrasentido, un absurdo enorme. Nosotros no hemos tenido la reptiblica, ese medio escogido para nuestra felicidad; porque la hemos buscado fuera de ella, porque la hemos querido tener empleando otros materia les que los republicanos. Creimos que la proclamacién de la reptiblica era la re- piiblica, y no cuidamos de fundarla, de irla construyendo, por medio de la accion republicana. La farsa vino luego a ponerse en el lugar de la realidad; y la rea- lidad quedé abandonada sin ser conocida, imposibilitada sin ser imposiblev.* La posguerra y las pugnas por la libertad Terminada la Guerra Grande, predominé un clima de concordia y de pacificacién en las elecciones legislativas realizadas en noviembre de 1851. El elemento caudillesco se encontraba en buena medida aislado ante el clamor generalizado por una paz duradera y ello estimulaba la alianza de los doctores de ambas divisas para promover p' como la muerte de Eugenio Garzén (el candidato ampliamente favorito para ocupar la primera magistratura) y una leve mayoria blanca en la Asamblea General, coadyuvaron para que el candidato colorado Manuel Herrera y Obes desistiera finalmente de su postulacién y Juan Francisco Gird fuera elegido por la casi unanimidad de los legisladores. Los representantes colorados que icas de fusion. Diversas circunstancias, 44, Cir. Bernardo P. Berro, «Programa de politica», tomado de Aureliano G. Berro, Bernardo P. Berro. Vida ptiblica y privada, Tomo I. Montevideo, 2000, pp. 157 y 158. +436 GERARDO CAETANO- adhirieron a su postulacion manifestaron su conviccién respecto a que esta. ban persuadidos de que el novel presidente realizaria «una politica Prudent y digna en el exterior; y en el interior una politica liberal, de fusion y de olvidy absoluto del pasado, con exclusién completa de toda tendencia reaccionariay,s Al tiempo que estas manifestaciones volvian a confirmar la persistencia de ambigiiedades en la conceptualizacién del término liberal, también ponian de manifiesto que eran tiempos fusionistas: las busquedas en esa direccién abrevaban -una vez mas- en la proximidad laxa de las invocaciones comu- nes y vagas al campo liberal. La experiencia de Gird no pudo sin embargo concluir con éxito. La discontinuidad institucional permanente Ilevé a varios dirigentes a buscar soluciones de mayor viabilidad politica en formulaciones menos liberales, aun dentro de formatos censitarios como los previstos en la Constitucién. Sin embargo, esa suerte de confuso «consenso liberal» comenz6 poco a poco a generar disidencias. Calificado por Alfredo Castellanos como «el mds genuino representante del romanticismo politico y literario en nuestro pais», Juan Carlos Gémez (1820-1884) fue uno de esos dirigentes que sintieron la tentacién del abandono de ese liberalismo laxo como «concepto guia» cada vez mas predominante. En un editorial de El Orden de julio de 1853, Juan Carlos Gémez insistia sobre este tema que cada vez generaba mas preocu- pacién en filas doctorales: la necesidad de que «la adhesin a los principios liberales» censitarios presentes en la Constitucién de 1830 no derivara «a la anarquia». «Antes de ahora -sefialaba— hemos manifestado nuestro convenci- miento sobre la necesidad de robustecer al Poder Ejecutivo, de vigorizar su ac- cién y darle la importancia que le corresponde en el gobierno de la sociedad. La Constitucién lo circund6 de obstaculos y dificultades, (... ) Estébamos entonces en Ia fiebre de la exageracién del liberalismo. Nadébamos en la vaguedad de las teorias alucinadoras».*6 Como se observa, el tema del «orden» como sustento del ejercicio de las libertades, asi como el de la pertinencia 0 no de los partidos como actores colectivos legitimos y eficaces para construir una politica de paz, constituian en el Uruguay de entonces los tépicos Principales que envolvian el crecient 45. Manifiesto publicado en el periédico El Oriental, Montevideo, 2 de marzo de 1852¢ impreso en una hoja suelta a modo de volante, Cita tomada de Juan Pivel Devoto, Historia. dé los partidos politicos en el Uruguay, Tomo I. Montevideo, Tipografia Atlantida, 1942, p. 208 46, El Orden, Montevideo, 29 de julio de 1853. Cita tomas de Pivel Devoto, Historia los partidos politicos... Tomo, ete. ob. cit. p. 221, “ : +44. EL LIBERALISMO CONSERVADOR. GENEALOGIAS debate sobre el liberalismo. El conflicto no era nuevo. Estaba ya instalado des- de la consagracién de la Constitucién de 1830. A partir del origen mismo del Estado oriental, doctores y caudillos habian propuesto vias de participacién politica sobre bases incompatibles. La visién doctoral, claramente dominante en la Constitucién de 1830, «imbuida del individualismo esencial de las revolu- ciones burguesas, desconfiaba de los grandes colectivos y promovia un compro- miso atomistico, de hombres razonables y libres, que debatirian tras silenciosa, recoleta meditacion. (...) Su oponente (caudillesco) equiparaba estrictamente menor intervencién politica a pérdida de derechos de toda naturaleza y, a la inversa, atribuia relevancia a las consultas, la amplitud de las convocatorias, los apoyos y consensos. Mientras que la participacién que los constituyentes persiguieron debia rechazar a los partidos, a la forma-partido, la otra (caudi- Iesca) la requeria...».!? Fue en este marco que Andrés Lamas (1817-1891) en julio de 1855 ele- v6 a la consideracién de sus compatriotas su famoso Manifiesto editado en Rio de Janeiro bajo el titulo «Andrés Lamas a sus compatriotas».* Constituido desde que se hizo piblico en el programa ideolégico de la fusién, el llamado desde entonces Manifiesto de Lamas contenia un fuerte alegato anticaudillista, un rechazo intransigente a cualquier forma de continuidad de las divisas, la convocatoria a crear un partido de ideas. Pero también proyectaba —y esto no se recuerda tanto- la necesidad de un cambio de la estructura econémica que dejara atrés la monoproduccién ganadera y el latifundio, planes de reorgani- zacién del Estado y la administracion publica, de colonizacién, de mejora de Ia instruccién piblica y de reformas en las areas militar y judicial, todo sobre la base de una alianza estrecha con Brasil, entendida como el unico sostén posible de la estabilidad oriental. A partir de este Manifiesto de 1855 fue que se conformé la llamada Unién Liberal en octubre del mismo afio, para muchos (aunque resulta un punto discutible) el primer Partido Liberal estricto que existid como tal en el pais.” 47. Romeo Pérez Antén, «Cuatro antagonismos sucesivos. La concreta instauracién de la democracia uruguaya», en Revista de Ciencia Politica, N° 2. Montevideo, ICP - FCU, 1988, pp. 48-49. 48, Andrés Lamas a sus compatriotas, Rio de Janeiro, Imprenta de J. Villenuve y Comp,, 1855. '49, En términos formales, el Partido Liberal fue fundado en Uruguay hacia fines del siglo XIX en torno al llamado Centro Liberal. Obtuvo por primera y tinica vez, represen- tacién parlamentaria en los comicios de 1910, a los que comparecié en alianza con un también flamante Partido Socialista. La abstencién en esa eleccién del Partido Nacional +456 GERARDO CAETANO Enesta agrupacién por algiin tiempo convergieron algunos de los mas conn, tados doctores provenientes de ambas divisas. Por de pronto, ese fue el Caso de los referidos polemistas Manuel Herrera y Obes y Bernardo Prudencio Berto, asi como de Luis y Juan José de Herrera (abuelo y padre de quien seria gran caudillo nacionalista del siglo XX, Luis Alberto de Herrera) y de Lorengy Batlle (Presidente colorado entre 1868 y 1872, padre a su vez de José Batlle y Orddfiez, Presidente en dos oportunidades, entre 1903 y 1907, y entre 19lly 1915, figura clave en la politica uruguaya contemporanea).” Resulta llamativo que, pese a autodefinirse como liberal y a denominara su partido como Unién Liberal, Andrés Lamas no explicité ni una sola vez las voces liberal y liberalismo a lo largo de todo su famoso Manifiesto. Lo mismo ocurrié a lo largo de los dieciséis articulos del programa del novel partido, en el que de todos modos se expusieron, con sistematicidad inédita, los puntos doctrinarios que configuraban Por entonces el consenso de ese lenguaje liberal laxo al que se ha venido haciendo referencia, Se decia por ejemplo en el ultimo articulo del programa de la Unién Liberal: «Emplear, como medios para cor seguir los fines de la asociacién, la libertad de prensa en los limites de lo licito y conveniente, la discusion en la tribuna, el derecho de peticion, etc». epee eo aa el Parte directa de los conflict , a pee ee nes laxas que era elliberalsmo urupee ego oo came significa cano), hacia mediados del « fi uruguayo (y en buena medida el iberoameri- slo XIX, unos y otros no dejaban de pelear po" (sencubrian? it la Libertad, como Juan Bautist rian?) los pleitos por «la Carrera de posibilité que el socialista b eae Tullio Frugoni y el liberal Pedro Dias accedieran a la Cama! 50. Cfi. Catlos Real de Azia, en sefialando por su organiza fe cit, pp. 248 y 959, ». Cft. Pivel Devoto, Historia de los P +46. EL LIBERALISMO CONSERVADOR. GENEALOGIAS Ideas y economia Sin embargo, la verdadera «carrera de la libertad» se jugaria durante la segunda mitad del siglo XIX desde los requerimientos de toda indole que provenfan de la primera modernizacién capitalista que por entonces estaba protagonizando el pais. Fue en ese contexto que el liberalismo terminé de imponerse como «concepto guia» de las elites dirigentes de aquel joven pais. En 1861, el mismo afio en que desde la Memoria del Ministerio de Hacienda Tomas Villalba (1805-1886) realizaba un verdadero alegato liberal y antipro- teccionista, Carlos de Castro (1835-1911), retornado al pais luego de una larga ausencia en Europa, inauguraba formalmente ia Catedra de Economia Politica de la Universidad. Ambos se configurarfan en protagonistas especialmente relevantes de una confirmacién doctrinaria consistente del liberalismo econé- mico dominante en la Europa de la época. La Memoria del Ministerio de Hacienda, presentada en marzo de 1861 por el ministro Tomés Villalba a la Asamblea General, constituye uno de los documentos mas relevantes en materia de politicas econémicas aplicadas en la época, En tiempos més recientes, en su Historia econdmica del Uruguay, el doctor Ramén Diaz la ha calificado de «profesién de fe librecambista», desta- cando la consistencia de las convicciones liberales de Villalba, que, a su jui- cio, cimentaban la prosperidad econdmica luego frustrada por el abandono estatista de dichas orientaciones.* Asimismo, el historiador Juan Oddone ha caracterizado de la siguiente manera su visién sobre los contenidos de la Memoria de Villalba: «Se trata de un alegato antiproteccionista, que aboga por Ia disminucién de impuestos y derechos, reclamando una legislacién aduanera més liberal. [...] La Memoria de Villalba importa también como reflejo del tem- peramento ultraliberal que orientaba a la escuela optimista francesa de media- dos del siglo pasado, representada por Bastiat y Dunoyer...».> Decia Tomés Villalba en uno de los fragmentos de su Memoria fechada el 28 de febrero de 1861: «Estan ya muy distantes los tiempos en que opiniones erréneas, que la difusién de las luces y una larga experiencia han condenado, 32. Ramén Diaz, Historia econdmica del Uruguay. Montevideo, Taurus - Fundacién BankBoston, 2003, p. 153. Cf. también del mismo autor su semblanza sobre Tomas Villalba en Academia Nacional de Economia, Contribucién al pensamiento econdmico en el Uruguay. Montevideo, Barreiro y Ramos, 1987, pp. 22 a 39. 53, Juan Oddone, Economia y sociedad en el Uruguay liberal (1852-1904). Antologia de textos. Montevideo, Ediciones de la Banda Oriental, p. 70. +47 GERARDO CAETANO consideraban a las Aduanas como instrumentos a proposito para proteger la industria. Nuevas ideas y principios mds exactos de economia politica atribuyen con mds razén esa propiedad a la libertad de accién y a la eficaz actividad del interés individual...».* ; Por su parte, ese mismo afio Carlos de Castro exponia en forma siste- matica en su curso, que tuvo un enorme impacto en la generacion de jovenes universitarios de la época, los andamiajes fundamentales de las doctrinas libe- rales europeas por entonces de moda. Estas comenzaban a desplegar su influjo en el pais en los campos de la economia, la filosofia y la politica. Defensor acé- rrimo de las ideas liberales y de su necesaria expansién en todos los campos de laactividad humana, Carlos de Castro se convirtié, como ha registrado Blanca Paris de Oddone, en uno de los protagonistas que hicieron de la Universidad una escuela de civismo liberal.* Fiel a su militante liberalismo de cufio burgués, en la inauguracion de su catedra De Castro terminaba convocando a los economistas a una tarea casi misional que pronosticaba como dificil y poco placentera: «Siendo a nuestro jusicio la exigencia hacia los gobernantes nociva frecuentemente, porque es siem- pre en perjuicio de la energia individual que con tal sistema se destruiria, desde el momento en que los ciudadanos gustasen colocarse en condicién de pupilos, antes que aspirar a un ejercicio siempre mayor de sus derechos y deberes. (.) Tome el estandarte de la libertad y no le abandone jamds; pida siempre libertad para todos, libertad en todo, libertad a pesar de todos los obstdculos...».5°” 54, Oddone, ob. cit., p. 80. 5. Cfr. Blanca Paris de Oddone, La Universidad de Montevideo en la formacion 4 nuestra conciencia liberal, 1849-1885, Montevideo, Publi mad de® Republica, 1958, pp. 162, leo, Publicaciones de la Universidad 56, Carlos de Castro, «Discurso al inauy 1861», en idem, Curso de Economia Politica Oriental del Uruguay. Montevideo, Imprenta 57. Carlos de Castro (1835-1911) fue tiples émbitos. Su influencia no solo pudi Economia Politica y en Derecho Constituc plegé en la politica (fue legislador y minist igurar la clase de Economia Politica en marzo 4 dictado en la Universidad Mayor de la Repsblict de El Pais, 1864, pp. 6-8, 12, 15-16 del Apéndice tuna figura de una muy vasta trayectoria en muh 0 Proyectarse desde la cétedra universitaria (e ‘onal y Administrativo), sino que también s¢ 4°” : 10 en varias oportunid: cin y 8 relaciones internacionales. Sobre este iltimo aspecto, puede al igo D. ovbegele doctor Don Carlos de Castro (1835-1911) en la Diplomaci i ideo EI Siglo Ilustrado, 1953. Fue Soberano Gran Comendadory ie ae de Sut Mone me y entre 1903 y 1906. Cfr. Gran Logia de la Masoneria, Biografias masdnices seientales, T0™ I. Montevideo, Comisién Patrimonio Histérico Masénico, 1991, pp. 36 a 38. Su adhesion * Santos y al colectivismo colorado, asi como su oposicisn al golpe traneictonsl del presid2™ te Cuestas en 1898, lo indispusieron con el emergent batlismos en ans nniontacion 1 +48.

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