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ES N S y social [IZACIO = mH § = 4 5 i £ OZ 8 3 3 LAS. CIVIL ANTANO, AYER Y HOY: LAS GRANDES CIVILIZACIONES DEL MUNDO ACTUAL Este intento de comprensin y de explicacién de nuestro tiempo tropie- a, en primer lugar, con dificiles problemas de definicién y de método que intentaremos resolver en los capitulos I, II, III, reunidos bajo el titulo co- mtin de Una Gramdtica de las Civilizaciones. Es necesario familiarizarse, en efecto, con una terminologia y casi con un lenguaje. Después estudiaremos de manera concreta (capitulos IV-XIV) las civi- lizaciones no-europeas: el Islam, Africa Negra, China. la India, Jap6n, Co- tea, Indochina ¢ Indonesia. Hemos considerado preferible empezar por es- tas civilizaciones porque permiten distanciarse, en cierta manera, de Europa, y ayudan a comprender que Europa ya no es el centro del Universo, si es que alguna vez lo ha sido. Europa y lo que no es Europa; sin embargo, todavia radica en esta distincién la gran oposicién de toda explicacién seria del mundo. Solo en la tercera etapa (capitulos XIV-XXV) hablaremos de Europa, de sus civilizaciones finas y brillantes, porque el haber estudiado previa. mente las otras nos permitiré considerar a éstas con mds serenidad. Este titulo general englotar4 no sélo a Occidente, a la vieja Europa, sino tam. bién a las nuevas: las Europas de América que provienen directamente de aquélla y esta multiple experiencia europea que supone, digan lo que digan y hasta en su ideologia, la experiencia espectacular de los soviéticos De ahi la divisin de este libro en tres partes: una gramética de las civilizaciones; las civilizaciones no-curopeas: las civilizaciones europeas CAPITULO I GRAMATICA DE LAS CIVILIZACIONES LAS VARIACIONES DE VOCABULARIO Nos gustaria definir el término “civilis ridad y sencillez, a ser posible de la misma define una linea recta, un triangulo o un mico. east Desgraciadamente, el vocabulario de las ci hombre no se presta a las definiciones per cuando en la mayoria de los conceptos no todo minado y esté en un continuo devenir, estos” estan lejos de encontrarse fijados de una vez varian de un autor a otro y no cesan de nuestros ojos. ae Un socidlogo ha dicho que “las palabras son tos que cada uno puede utilizar como desee, a cor que previamente aclare el significado que les cor due equivale a decir que en el campo de las ¢ hombre (como en el de la filosofia), las ples varian frecuente y forzosamente de sentido Pensamiento que les da vida y que las utiliza, 1. EL término “civilizacién”—un_neologismo—a) casi furtivamente en Francia en el siglo XVIII. Fue f: de las palabras “civilizado” y “civilizar” que existian st mucho tiempo y que eran frecuentemente utilizadas en el Hacia 1732, Civilizacié; acto de justicia o un jui Presion mode. na con el s en 1752, bajo la pluma Historia Universal, obra La entrada oficial de mes todavia un término de ju cio que convierte en “civil” un Proceso ci entido de “paso a un estado civilizado’ de Turgot, que preparaba entonces una que no Ilegarfa a publicar é1 mismo. este término en un texto impreso se cién del Tratado de la poblacidn (1756), de lirabeau, el eee Revolucion: lo emplea cuando habla de los “resortes de la lel “lujo de una falsa civilizacién”, Es curioso constatar que Voltaire no utilizé un término tan de civilizacién, “aunque fuera él precisamente quien ae Su Essai sur les Moeurs et sur l'Esprit des Nations a a . Primera vez una historia general de la civilizacién”. (J. H GRAMATICA DE LAS CIVILIZACIONES 13 Al cobrar nuevo sentido, «civilizacién» se opone, grosso modo, a «bar- barie». Por un lado estén los pueblos civilizados; por el otro, los pueblos salvajes, primitivos o barbaros. Ni siquiera a los «buenos salvajes», tan ala- bados por una parte de los autores del siglo xvii, se les reconoce como «ci- vilizados». No cabe duda que en este término de «civilizacién», la sociedad francesa del final del reinado de Luis XV reconoce, con complacencia, su pro- pia imagen, imagen que atin hoy puede seducirnos considerada desde nues- tra perspectiva en el tiempo. En todo caso, quede claro que el nuevo tér- mino surgid porque era necesario. Hasta entonces, los adjetivos «poli» «policé», civil y civilizado (que se aplicaban al que tenia buenas maneras y un correcto comportamiento social) no correspondian a ningun sustantivo. La palabra policia se empleaba mas bien en el sentido de orden social, dife- rencidndose considerablemente del sentido que del adjetivo «poli» da el Diciconario Universal de Furetitre (1690): «en sentido figurado, se emplea en moral y significa civilizado, civilizar, pulir las costumbres, hacer civil y social... Nada mejor que la conversacién con las damas para civilizar y re- finar a un joven». 2. Civilizacion y cultura: lanzado desde Francia, el término “ci- vilizacién” da rapidamente la vuelta a Europa. ¥ con él otro térmi- no: “cultura”. Encontramos el término “civilizacién” en Inglaterra a partir de 1772 y sin duda, desde antes de esta fecha, bajo la forma de civilization, que se asegura la primacia sobre la palabra civility, ya empleada tiempo atrés. Igualmente, Zivilisation encuen- tra su sitio en Alemania frente al viejo término de Bildung. Por el contrario, en Holanda se tropieza con el sustantivo beschaving, formado a partir del verbo bes- chaven, cuyo sentido es refinar, ennoblecer, civilizar. Al tener beschaving aproxi- fnadamente el mismo sentido, asimilé sin dificultad al concepto de civilizacion y resistié, por lo tanto, al nuevo término, que, sin embargo, se empieza a abrir paso bajo la forma de civilisatie, Encuentra una resistencia parecida mds alld de los Al- pesy por las mismas razones: la lengua italiana posee y emplearé en seguida con Pr mismo sentido de civilizacién el antiguo y bello término de civilta, ya utilizado por Dante. Al estar fuertemente arraigado, civilta impedird la intrusién de la nueva palabra, pero no las discusiones que ésta trae consigo. En 1835, Romagnosi trat6 ta vano de lanzar la palabra incivilmento, que para él significaba tanto el paso a la civilizacién como la propia civilizacién, En este viaje a través de Europa, el nuevo término, civilizacién, va acom- pafiado por otro ya conocido: cultura (ya Cicerén decia: Cultura anim!) philosophia est), que se rejuvenece por entonces al cobrar aproximadamente {1 mismo sentido que civilizacién. Durante mucho tiempo, cultura fue sind- nimo de civilizacién. Asi, por ejemplo, en la Universidad de Berlin, en 1830, Hegel utiliza indiferentemente una u otra palabra. Pero llegar4 el dfa en que se sienta la necesidad de establecer una distincién entre ambos términos. El concepto de civilizacién es, en efecto, por lo menos doble. Se refiere tanto a los valores morales como a los materiales. Carlos Marx distinguira las infraestructuras (materiales) de las superestructuras (espirituales), éstas en estrecha dependencia de aquéllas. Charles Seignobos decia en broma que «la civilizacién consiste en las carreteras, en los puertos y en los muelles», LAS CIVILIZACIONES lo que es una manera de decir que al hablar de civilizacién no se tr camente del espiritu. Marcel Mauss definié la civilizacion «como adquirido por el hombre», y el historiador Eugene Cavaignac ha die un minimo de ciencia, de arte, de orden y de virtudes...» Por lo tanto, la civilizacién se da, como minimo, en dos niveles. explica que muchos autores no hayan reparado en distinguir entre ¢ y civilizacién, cargando al primer término con la dignidad de lo e y al segundo con la trivialidad de lo material. : 7 Desgraciadamente, nadie se ha puesto de acuerdo sobre la distincié hacer y a mantener: de ahi que varie segiin los pafses, e incluso en un m pais, segtin las épocas y los autores... ieee En Alemania, tras una primera etapa de vacilacién, la distincién ¢t nara en una especie de primacia concedida a cultura (Kultur) y en una valorizacion consciente de «civilizacién». Para A. Ténnies (1922) y Weber (1935), la civilizacién no es mds que un conjunto de conocin técnicos y de prdcticas, una coleccién de medios para actuar sobre la n raleza ; por el contrario, la cultura estaria constituida por una serie de cipios normativos, de valores, de ideales; en una palabra, por el « Estas posiciones explican la reflexién del historiador alemén Wi Mommsen, que a primera vista puede parecer chocante a un lector franeé «Hoy dia (1951), el hombre debe considerar como un deber el evitar que civilizaci6n destruya la cultura y la técnica al ser humano.» Esta frase sulta paraddjica, porque en Francia es el término «civilizacién» el que p domina, al igual que en Inglaterra y que en los Estados Unidos, mi que en Polonia y en Rusia es a la cultura a quien corresponde la prit lo mismo que en Alemania (y también a causa de ello). En Francia, la pa- labra cultura solo conserva su fuerza cuando se trata de designar «cualquier forma personal de vida espiritual» (Henri Marrou); en este sentido, habla-_ mos de la cultura y no de la civilizacién de un Paul Valéry, ya que civilie zacion se refiere preferentemente a valores colectivos. A todos estos problemas hay que afiadir otro, que es el tiltimo, pero también el mds importante. Los antropdlogos anglosajones, desde E. B. Te 7 lor (Primitive Culture, 1874), han buscado para designar a las soci primitivas que ellos estudian un término diferente al de civilizacién, que por lo general es empleado en inglés para las sociedades modernas. De ahi que digan—y més tarde acabardn por decirlo, siguiendo su ejemplo, todos los demés antropdlogos—las culturas primitivas, en oposicién a las civi= lizaciones de las sociedades evolucionadas. En lo que a nosotros se refiere. tecurriremos con frecuencia, en la presente obra, a este doble uso cada vez que opongamos civilizacién y cultura, Afortunadamente, ninguna de estas complicaciones se plantea en lo que respecta al adjetivo cultural, inventado en Alemania hacia 1850, y cuyo uso resulta extraordinariamente comodo. Designa, en efecto, el conjunto del con= tenido tanto de la civilizacién como de la cultura. En estas condiciones. puede decirse de una civilizacién 0 de una cultura que es un conjunto de bienes culturales, que su localizacién geografica es un drea cultural, su his- GRAMATICA DE LAS CIVILIZACIONES 15 toria una historia cultural, que los préstamos hechos por una civilizacién a otra son préstamos culturales o bien transferencias culturales. ya sean de orden espiritual 0 material. Este adjetivo, de uso tan extendido, suscita buen numero de protestas: se le acusa de ser un barbarismo, una deformacién lingiiistica. Pero mientras no se le encuentre un rival, su porvenir est4 ase- gurado puesto que tiene el monopolio de su significado. 3. Hacia 1819, la palabra “civilizacién”, hasta entonces entendi- da en singular, se pluraliza, Desde entonces «tiende a tomar un nuevo sentido, totalmente diferente: el conjunto de caracteres que presenta la vida colectiva de un grupo o de una €poca». Asi se hablard de la civilizacién de Atenas en el siglo v, o de la civilizacién francesa a lo largo del siglo de Luis XIV. Se tropieza, pues, con un nueyo ¢ importante obstéculo al plantear claramente el problema de la © las civilizaciones. En realidad es el plural el que predomina en la mentalidad de un hombre del siglo xx, ya que con més razén que el singular es directamente acce- sible a nuestras experiencias personales. Los museos nos transportan en el tiempo, nos introducen con mayor o menor intensidad en las civilizaciones pasadas. Estos cambios de ambiente son todavia mds evidentes en el espa- cio: atravesar el Rin o la Mancha, llegar al Mediterraneo cuando se viene del Norte constituyen toda una serie de experiencias inolvidables y claras que subrayan todas ellas la verdad encerrada en el plural de la palabra de que tratamos. No se puede negar que existen unas civilizaciones diferentes. Si se nos pide entonces una definicién de Ja civilizacién, nuestra inde- cisién ser4 indudablemente mayor. De hecho, el empleo del plural corres- ponde a la desaparicién de un cierto concepto, a la progresiva eliminacién de la idea, propia del siglo xvitt, de una civilizacién confundida con el pro- greso en si, y que se reserva para unos cuantos pueblos civilizados, por no decir para unos cuantos grupos humanos, para la «élite». Afortunadamen- te, en el siglo xx han desaparecido un cierto mimero de juicios de valor y no es posible, en realidad, determinar cual es la mejor de las civilizacio- nes, por carecer de criterios fijos para ello. En estas condiciones, la civilizacién entendida en singular ha perdido parte de su esplendor. Ya no es el alto, el altisimo valor moral e intelectual que en ella vefa el siglo xvi. Por ejemplo, hoy dia preferimos decir, en el sentido lingiiistico, que una accién abominable es un crimen contra la huma- nidad y no un crimen contra la civilizacién, aunque el sentido sea el mismo. Y es que el lenguaje moderno se muestra reticente con respecto al empleo de la palabra civilizacion, en su antigua acepcién de excelencia, de supe- rioridad humana, En la actualidad, civilizacién seria mds bien y sobre todo el bien comin que se reparten desigualmente todas las civilizaciones, «lo que el hombre ya no olvida», a saber: el fuego, la escritura, el cdlculo, la domesticacién de las plantas y de los animales, bienes a los que ya no se adjudica ningun 16 origen particular; se han convertido en los bienes lizacién. Ahora bien, este fenémeno de difusién a toda la cultural comin tiene en el mundo actual una amplitud industrial, inventada en occidente, es exportada a través de todo el recoge y la implanta frenéticamente, Puede que legue, al imponer por un aspecto comtin—edificios de hormigén, de cristal y de acero, lineas de ferrocarril con sus estaciones y ‘sug altavoces, ciudades eno poco |g Poco. se van apoderando de la mayor parte de los hombres, esta técnica industrial Negue a unificar al mundo, “Nos encontramos en ha dicho Raymond Aron, en la que descubrimos, al mismo tiempo, la tia del concepto de civilizacién y la insuficiencia de este mismo fase de las civilizaciones esté termindndose y... la humanidad va a ten para bien o para mal, a una nueva fase"; en pocas palabras, a la fase” civilizacion susceptible de extenderse a todo el universo, Sin embargo, la “civilizacién industrial”, exportada por occidente, ire de los caracteres de la civilizacién occidental, Al adaptarse a ella, esta lejos de aceptar el conjunto de esta ci lizacién, Por otra parte, el las civilizaciones se reduce a la historia de las continuas tea 2 ,oias, a lo largo de los siglos, sin que por ello hayan perdido ni laridades ni su originalidad, Debemos admitir, sin embargo, que, por un aspecto decisivo de una civilizacién particular aparece come suse if Shimilado por todas las civilizaciones del mundo y también que la las comunicaciones modernas favorece su rdpida y eficaz difusion, Lo decir a nuestro entender que lo ivilizacion i i vertir en esta civilizacién colecti Cada una de las civilizaciones ha sido, es, 0 seré conmovida ea sus profundas. Es indudable que esta conmocién no ha de suscitar mismas formas de aceptacién o de repulsa, Esta fuerza unificadora chocar contra unos “altos acantilados", en donde se rompe. En resumen, suponiendo que todas las civilizaciones del mundo en un plazo mas o menos corto uniformar sus técnicas mas u través de éstas algunos de sus modos de vida, aun asi, y por mucho ti todavia, nos encontraremos, en fin de cuentas, con una serie de civil nes muy diferenciadas. Durante mucho tiempo todavia, la palabra zacién» conservard un singular y un plural. Y el historiador no tit afirmar esto categéricamente, NOTAS Y DOCUMENTOS 1. A través de la literatura. La discusién planteada por el vocabulario es atin mucho més ambigua de lo an dan a entender nuestras explicaciones. Todos tores tropiezan con ella, se complacen en ella. Asi, por eje no dar mas que este bello ejemplo, Albert Camus, en sus Ca Paginas 44-45, dice: «La civilizacién no reside en un grado n GRAMATICA DE LAS CIVILIZACIONES 17 de refinamiento, sino en una conciencia comin a todo un pueblo. Y esta conciencia nunca es refinada, sino siempre recta. Convertir la civilizacién en el privilegio de una «élite» equivale a identificarla con una cultura, que es una cosa muy distinta. Hay una cultura mediterranea, pero también hay una civilizacién mediterranea. En el extremo opuesto, no se debe confundir civilizacién y pueblo.» Est4 claro que Camus utiliza aqui el término de «cultura» en su sentido de alta formacién intelectual. 2. El vocabulario, en pugna con las engafiosas teorias generales de la Historia de las civilizaciones. Las discusiones respecto de las civilizaciones han dado lugar a una serie de libros apasionados, pseudo-cientificos, pero de gran éxito. A los histo- riadores no les gustan nada las teorias generales y las abusivas «filosofias de la historia». Pero no por ello dejan de existir y su testimonio sigue albo- rotando las polémicas. A. OSWALD SPENGLER (1880-1936) lanzé una teoria patética que profe- tiza, como el mismo titulo de su obra mds importante indica, La decaden- cia de Occidente (primera edicién alemana, 1920-22; traduccién francesa, Paris, N. R. F., 1931). Para este aleman roméntico, el Occidente, después de la Primera Guerra Mundial, es un universo a la deriva. Sin duda de resul- tas de la guerra, pero sobre todo porque se trata de una gran civilizacion y porque el destino de toda civilizacién es nacer, florecer y, por wiltimo, morir. En su punto de partida, toda civilizacién es, en efecto, una «cultura». Vive entonces bajo el signo de la creacién, del impetu, de la imaginacién creadora. «Seres vivos de orden supremo» a quienes toda esperanza estd permitida, puesto que «el destino es siempre joven», sdlo las «culturas» son grandes, «bajo el sol del verano..., en la época de Fidias 0 de Mozart». Cada una de ellas se afirma como un ser original, exclusivo, «una isla en medio del océano». Pero llega el momento en que toda cultura se transforma obligatoria- mente en civilizacién, en este «fin del devenire. Deja entonces de ser un organismo vivo, y sdlo se mantiene gracias a la velocidad adquirida, ya que «el fuego de su alma se ha apagado» y el verano ha cedido el sitio al invierno. La civilizacién ya no inventa nada; no es mas que «un paso de gigante... hacia su muerte». “ Ss ; Este es, para Spengler, el esquema del proceso obligatorio de toda civi- lizacién, y puesto que nosotros mismos, occidentales, somos, por desgracia, ccivilizados», a Spengler no le resulta dificil profetizar el fin proximo de Europa. F B Arnop Toynsee. Contra lo que él dice, y aunque no ponemos en duda su originalidad, Arnold Toynbee (nacido en 1889) contintia la tesis y las profecias spenglerianas, aunque atemperdndolas, traduciéndolas a términos de prosa ¢ imprimiéndoles el distintivo del sentido comin an- glosajén. Las Civitizaciones2 También para él las civilizaciones son seres vivos, que arrollan y mueren. Para fundamentar su tesis se dedica a hacer in bles comparaciones entre todas las civilizaciones del mundo, pi mente lo mAs positivo de los libros de Toynbee, aunque sus c sean muy discutibles. Es discutible su enumeracién de las civiliz que las limita a veintidés exactamente, de Jas cuales slo cinco en vida (la occidental, la musulmana, la china, la india y la orto en el error de distinguir tan s6lo los espacios culturales muy sabemos que, de hecho, éstos se fraccionan en multitud de tanto. Toynbee expulsa de la historia a todas las culturas primit lucionadas, como, por ejemplo, las del Africa Negra. Por encima de las reducciones numéricas, las explicaciones de Toynbee se reducen a un esquema tan elemental como el de Spen das las civilizaciones sufren ineludiblemente los mismos procesos, conducen desde su nacimiento a su desarrollo y a su muerte. No hay nacimientos, ya lo hemos dicho, sin reto de la natural provoca, por parte del hombre, la réplica correspondiente. No hay d les llo cultural sin la accién de las minorias creadoras actuantes. Basta jue tas minorfas de elegidos sean reducidas 0 reticentes para que todo é peligro. La parali y el deterioro finales provocan regula sociales 0 religiosas apoyadas por los proletariados, tanto cinteriores» | «exteriores» (entiéndase por proletariados exteriores, los pueblos it nos ricos y menos desarrollados, como, por ejemplo, los germanos, frontera romana). Por lo general, el fin de una civilizacién es anunci blemente: un primer sintoma es la formacién de un Estado Unit retina el espacio y la masa humana de la civilizacion de la que se tt segundo sintoma consiste en que una nueva religién, victoriosa, se en este Estado. Es el caso tipico del Imperio romano, de cuyo cu apoderé el cristianismo. Tan amplio panorama est4 siempre caracterizado por un optim buena ley: a través de las muertes sucesivas de las civilizaciones, se en efecto, un progreso evidente, desde el infrahombre de antafio al sapiens, y en el futuro al superhombre. Y semejante progreso de la Hu nidad seria de naturaleza fundamentalmente religiosa, Toynbee lama una «inversién de funciones», «las civilizaciones se niendo, cada ve7 ms, al servicio de las religiones superiores y no ést servicio de aquéllas», Esta nota espiritualista se afirma también cz mas en los ultimos tomos de su Study of Story (diez tomos publi C La obra de ALFRED WEBER (1868-1958), hermano del n Weber (1864-1920), es mucho menos conocida: el autor la publicé mal momento (1935) y, por otra Parte, es obra dificil y obscura. Su Kulturgeschichte als Kultursoziologie puede traduci Historia Cultural, wei ‘aducirse por En su género, el libro no tiene equivalente. Expone la historia de qidena continua de sociedades, desde las mas primitives haste Ine mas al Srnas culturales. Las primeras «culturas» del Viejo Mundo se coloct GRAMATICA DE LAS CIVILIZACIONES, +19 4.000 afios antes de C., en el curso de accidentes grandiosos, de mutaciones climaticas y en medio de pueblos de agricultores, de pastores y de pueblos conocedores del caballo, De estos tres elementos, el tiltimo, atento a los ani- males, a las plantas, al cielo, «el ofdo siempre pegado al suelo» seria el ar- ifice responsable de estas civilizaciones de «primer grado», todas ellas de cardcter magico. Al pasar al segundo y mds tarde al tercer grado, las civili- zaciones se van liberando progresivamente de los viejos lazos mégicos. Al ser desviadas por varias mutaciones sucesivas, con frecuencia en un tnico y mismo espacio del globo, evolucionan hacia un mayor racionalismo. Sin duda alguna, el mejor ejemplo de esta evolucién es Occidente. China y la India serfan, por el contrario, civilizaciones encerradas todavia en la magia del primer grado. Estos ejemplos son significativos de la fragilidad de los resultados obte- nidos por la filosoffa de la historia aplicada a las civilizaciones; en cada caso, una gran tesis suministra una explicacién general del destino de toda la Humanidad y se expresa a través de un modelo inmutable. Ni uno solo de los autores citados ha tratado de definir el contenido concreto del con- cepto de civilizacién. A medida que van cobrando importancia todas las ciencias sociales, el pensamiento actual se va desinteresando progresivamente de estas grandes arquitecturas ideoldgicas. 3. Los indios de Kayapo (Brasil Central). Pero, al margen de estas discusiones, lo verdaderamente importante es volver a términos concretos, y subrayar, gracias a un ejemplo preciso, lo que puede ser una cultura en el sentido en que la entienden los antropdlo- gos. Reproducimos a continuacién una nota inédita de Alfred Métraux, en la que se define «el plano cero» de una cultura primitiva. 1. Sociedades aistadas Una cultura primitiva s6lo puede subsistir si se mantiene aislada. De ahi que la vida actual represente para las culturas primitivas una amenaza de muerte. El aislamiento de las tribus del centro de Brasil ha quedado roto a causa del avién, que es un eficaz instrumento de penetracién y de coloni- zacién. Por lo general, el contacto violento con los blancos ha tenido fatales consecuencias para los pequefios grupos indigenas, los cuales, amparados por la savana (sertao), habfan conseguido hasta ahora mantener, junto con su independencia, la integridad de su «cultura». Entre estos pueblos, vic- timas de las comunicaciones modernas, estén los Kayapo, cuyo numero era esumado, hace diez afios, en 3.000, y en la actualidad se reduce a 1,500, siendo objeto, ademas, de una continua disminucién. Con ellos desaparecerd una de las tiltimas tribus que hayan creido posible resistir, con sus arcos y Sus flechas, a la intrusién de los blancos. Hoy dia, los tiltimos Kayapo ya no se hacen ilusiones. Uno de sus jefes, de vuelta de Rio de Janeiro, declaré : «Estamos perdidos; los blancos son tan numerosos como las hormigas.» grupos, varios centenares de individuos. Las luchas intestinas les continuamente. Una vulgar pelea familiar puede dar origen a neral. Los disidentes fundan entonces un nuevo estableci estd a cientos de kilémetros del antiguo, y adoptan otro nombre, 2. Medios de subsistencia. Se ha descrito a los Kayapo como némadas que practican una rudimentaria agricultura. De hecho, si les faltasen los. pri ductos de su suelo—mandioca, maiz, fame, una terrible penuria. Los calveros que abren con el fuego y con el las terrazas de los bosques les obligan, por lo demas, a un itivo tismo. Slo abandonan sus pueblos Para deambular, a lo largo de | semanas, por las savanas, durante la estacién seca cuando los subsistencia son escasos. Estas expediciones preceden también a Ia | cién de las fiestas, ya que tienen, entonces, necesidad de acumular cantidades de viveres. La caza, a la que son muy aficionados, no veces tienen que recorrer grandes distancias antes de encontrarla les resulta dificil matarla, ya que sdlo cuenta con la ayuda de famélicos, sus tinicos animales domésticos. 2 La pesca constituye otra causa de la inferioridad de estos indios. tras que sus vecinos practican diferentes métodos de pesca, los conocen uno: consiste en envenenar las aguas de un rio, medi , tancia téxica del bejuco, que actiia sobre los peces a manera de st ciente. Entre los Kayapo, en comparacién con la agricultura, la ne en segundo lugar. La fruta, los brotes de palmera, las bayas, la cogidos entre los matorrales o en los alrededores de las plantaciones nen, en la estacién seca, un alimento Preparado de antemano. Desconocen la alfareria. Los alimentos, enyueltos en hojas, son ¢ bajo un montén de piedras calentadas al Tojo vivo y después re de tierra. Después de treinta o cuarenta minutos de coccién, horno, apartando las piedras con palos, y se distribuyen los paquetes calientes. Su plato favorito es un Pastel de carne, harina de mandioca. Para calentar el agua, meten piedras de un tronco de palmera vaciado. 3. Medios de transporte y adornos. Por ignorar la técnica de fabricar piraguas, los Kayapo trios por un vado 0 a nado, empujando balsas de fabricacién gro das con su ajuar. Las lianas tendidas de una orilla a otra les ude sistir la corriente. Como ta mayorfa de los indios amazénicos, de ambos sexos no van vestidos, pero son aficionados a todo GRAMATICA DE LAS CIVILIZACIONES 21 nos, siendo los més bellos las diademas de pluma de guacamayo, que lucen los dias de fiesta. Hombres, mujeres y nifios, desde los cuatro o cinco afios de edad tienen el craneo totalmente afeitado. Esta tonsura y un enorme disco de madera, con el que los hombres se perforan el labio inferior, son Jos signos distintivos de los Kayapo. También se introducen pesados ador- nos en los Iébulos de las orejas. El arte kayapo encuentra un libre campo de expresién en las pinturas corporales, particularmente en las de los ni- fios. Con la sustancia negra de la yagua y la roja de la bija dibujan en la piel arabescos de bello efecto. 4. Los pueblos y las moradas. Los pueblos de los Kayapo, situados en la savana, a cierta distancia del bosque en terrazas, se presentan como amplios circulos con centro aproxi- mado en la «casa de los hombres», rodeada de chozas familiares, fragiles estructuras, casi siempre de forma ovoide, cubiertas con hojas de palmera. 5. Los lazos sociales. Hombres y mujeres pertenecen a muy diversos grupos y asociaciones, segtin su edad, su filiacién y los nombres que les han sido otorgados. El Kayapo nace en la choza materna, ya que la costumbre exige que el marido se instale en casa de su suegra. El nifio es recibido y presentado a la tribu por su abuela materna; sus tfos maternos ejecutan entonces la Ila- mada «ceremonia de las pértigas», la primera de las innumerables ceremo- nias en las que el Kayapo participar4 a lo largo de su vida. En el curso de los primeros afios de ésta, su familia paterna 0 materna (segtin su sexo) le va concediendo diferentes nombres—hasta doce—que determinan su perte- nencia a grupos patronimicos con cardcter ceremonial. Por lo tanto, desde su infancia, el joven Kayapo se ve determinado por su familia materna, por su edad y por su grupo patronimico. A los doce afios, con los otros nifios de su edad, abandona la casa materna para instalarse en la «casa de los hombres», donde inicia el aprendizaje de su oficio de adulto, bajo la direccién de un adolescente que Je sirve de mentor, Sdlo vuelve a su casa para recoger la comida, que comparte con sus compafieros. los guerreros. El adolescente sdlo tiene acceso La siguiente clase es la de k . d Ite si a ella después de haber atrayesado una serie de ritos de iniciacién. Al ser la guerra parte integrante de la vida social, el adolescente, mientras no tiene a su cargo una familia, participa en una serie de competiciones, y el prestigio que consiga en ellas le permitira asumir en el interior de la «casa de los hombres» un papel preponderante y ser puesto como ejemplo a los menores que él. Tras estos afios de celibato, se casa con la muchacha que le han destina- do sus padres. Su matrimonio no le aparta de la «casa de los hombres», Aun- que habita en la casa de su mujer, es extrafio en ella. Es el huésped ha- bitual y no el jefe de familia. Esta funcién Ie corresponde a la madre, y en su defecto, se mantiene la ascendencia femenina ocupando el cargo una her- LAS CIVILIZACIONES 22 mana o una hija. El hombre permanece en Te con iy y sus lazos més sdlidos son los que fe unen a sus rie ni ei hombres» contintia siendo el centro de atraccién de la pol a m Una vez casado, el Kayapo escoge pertenecer a uno de lod Ae grup tad») en los que se dividen los hombres adultos. er asi ae jefe, al que acompafia a la guerra y cuyos huertos cul tiva. | an nti participa en las cacerfas y pescas colectivas. Después, se situara en de los hombres», al Este o al Oeste, segtin la «mitad» que haya e: pues cada una de ellas esté asociada a un punto cardinal. « Con Ia paternidad, el joven casado tiene acceso a una nueva clase de En el ultimo perfodo de su vida entra en la clase de los viejos. Su i¢ la «casa de los hombres» es entonces arengar a los jévenes y a los bres maduros, con motivo de cualquier acontecimiento importante o en ras de una partida para la caza o la guerra. Cuando se siente en fot lata, ayuddndose de la mimica, las hazafias de su juventud. 6. Fiestas y religion. Las fiestas absorben Ia actividad de los Kayapo durante una g te del afio. A pesar de sus ritos, las fiestas no son de naturaleza ni magica. A diferencia de los otros indios amazénicos, los Kayapo resan muy poco por el mundo sobrenatural. Aunque temen a los mal ritus, en particular a los de los muertos, nunca los conjuran para obten favores o para calmarlos. Los curanderos tan sdlo gozan de un pres derado. Las ceremonias de los Kayapo se mantienen en un plano p su finalidad fundamental es la integracién social del individuo. Son m taciones artisticas, deportivas, en las que a veces se come mucho, pero ticamente no se bebe, como ocurre en las fiestas de sus vecinos, al d estos indios las bebidas fermentadas. 7. La primacia de lo social. Entre las culturas arcaicas de América del Sur, los Kayapo ap mo una sociedad que tiene poco que ver con lo que se imagina comt como sociedad Primitiva. La clave de sus instituciones no radica ni ¢ creencias religiosas 0 magicas, ni en el principio de filiacién. El cuadro de los Kayapo presenta multiples facetas. Desde cualquier Angulo que st mire, se Presenta bajo el aspecto de grupos con funciones diversas y veces imprecisas. A estos hombres que todavia estén en la edad de Pi les interesa, como a otros, obtener los favores del mundo sobrenatural, | que despliegan toda su energia a favor de la creacién de un universo en que la vida no tiene mas fin que confirmar, con interminables cet n los cambios de estadio social. A la sociedad le corresponde la CAPITULO II LA CIVILIZACION SE DEFINE EN RELACION CON LAS DIFERENTES CIENCIAS DEL HOMBRE El concepto de civilizacién sélo se puede definir a la luz de todas las ciencias del hombre, comprendida la historia. Pero en este capitulo todavia no vamos a tratar de esta ciencia De momento, intentaremos definir el concepto de civi- lizacién en relacién con las demas ciencias del hombre, refiriéndonos sucesivamente a la geografia, a la sociologia, a la economia y a la psicologia colectiva. Es decir, cuatro viajes por tierras que no se parecen lo mas minimo. Pero las respuestas obtenidas tendran mucho mas en comin de lo que a primera vista pudiera pensarse. 1. LAS CIVILIZACIONES SON ESPACIOS Siempre es posibie localizar las civilizaciones en un mapa, sea cual sea su tamaiio, tanto a las civilizaciones ricas como a las pobres. Un aspecto esencial de su reatidad depende de las sujeciones o ventajas determinadas por su medio geografico. Esté claro que este medio ha sido transformado por el hombre desde hace sigios, casi podria decirse que desde hace milenios. En todos los paisajes quedan huellas de este trabajo continuo, que se va perfeccionando con cada mueva generacién. Se va, en suma, capitalizando. Gracias a esta labor, el hombre se ha ido transformando por «ese poderoso trabajo del hombre sobre si mismo» del que habla Michelet, o si se quiere, por «esa produccién del hombre por el hombre», como dice Carlos Marx. ios, de tierras, de 1, r de civilizaciones se habla de espacios, . reteveel ae alge de vegetaciones, de especies animales, de prerro- gativas dadas o adquiridas. cias que esto tiene para el hombre: agricultura, oni, rate Pies comunicaciones, industria... El escenario en el que tienen lugar estas interminables obras de teatro condiciona en parte su deeartolid explica sus peculiaridades ; los hombres pasan, pero el medio permanece relativamente igual a sf mismo. 24 El indianélogo Hermann Goetz considera que au Indias India huimeda de las grandes Iluvias, de los lagos, de ierras pant plantas y de las flores acudticas, de los bosques yf elvas, Ia Tomy iel oscura, por un lado, y, por el otro, la aie el curso hentg del Indo y del Ganges y que se prolonga a través esta ultima habitada por hombres de piel clara, casi siempre gu se reduciria al didlogo, a la lucha entre estos dos espacios, entre manidades. Sin embargo, el medio natural y transformado por el hombre unico factor de condicionamientos, que de antemano lo encierra todo. rigido determinismo. Aun siendo un factor importante, bajo la fo ventajas, tanto dadas como adquiridas, no todo lo explica el medio, Bajo el signo de ventajas naturales, toda civilizacién seria conse privilesios. inmediatos. pronto aprovechados por el hombre. Asi, por ejempl “eerincipio de los tiempos, las civilizaciones fluviales del Viejo, Mundo | cieron a lo largo del rio Amarillo (civilizacién china); del Indo. (civili india); del Eufrates y del Tigris (Sumer-Babilonia, Asiria); del Nilo (ci egipcia). De la misma manera, florecieron las civilizaciones thalassocrd secuencia directa del mar Fenicia, Grecia, Roma (ya que si Egipto es del Nilo estas tres civilizaciones son un regalo del Mediterréneo), conjunto de poderosas civilizaciones del norte de Europa, en {oreo al y, al Mar del Norte; sin olvidar al océano Atlintico y a sus civilizaciones Hicas; y. en efecto, el miicleo del occidente actual y de sus dependencias {rado en torno al océano, como antafio el mundo romano lo estuve en Mediterrdneo. De hecho, estos ejemplos clasicos demuestran la municacién. Ninguna civilizacién puede dose cada una de ellas con Jos inter< obligada por una vecindad préspera, inconcebible sin el movimiento de sus sin agua” que son las estepas y los desi navegaciones a través del Mediterrdne China, Pero al enumerar estos éxitos culturales sobrepasamos ya las condiciones rales favorables, inmediatas, supuestos origenes de la ivi izacién. Vencer la tilidad de los desiertos y las violentas céleras del Mediterrdneo, utilizar los whueeaulares del océano Indico, poner diques a un rio suponen ye otros esfuerzos humanos, otras tantas ventajas adquiridas, o mejor dicho cor El problema, entonces, es saber por qué han sido capaces de la feliz c cién de estas empresas unos hombres sf y otros no, en unos determinados t ¥ ne en otros, y esto a lo largo de muchas generaciones, A este respecto, Arnold Toynbee ha elaborado : consecucién de todo éxito humano es necesario lo que él Hama un challenge (esponse, es decir, un reto y una réplica a este reto, es necesarlo que la n leza se le presente al hombre como una dificultad ¢ vencer; si el hombre rete, su réplica pone los cimientos de la civilizacion, Serfa, sin embargo, necesario concluir, st se lleva esta teoria hasta sus consecuencias, que cuanto mds fuerte sea el reto de la naturaleza or réplica del hombre, Esto parece dudoso. El hombre civilizado del primacfa de los medios ir sin movimiento propio, ‘cambios y con los conta Asi, por ejemplo, la ci naturaleza eiaderas,civilizaciones. Por lo. tanto: ee verdad ‘que uuraleza, es verdad que hay répii Secuencia surja una civili én. Por io ne emteres ero eh 7 izacién, tr nicas y réplicas melange én, Por lo menos, hasta que se hayan encont armpits nde ltt send LAS CIVILIZACIONES... Y LAS CIENCIAS DEL HOMBRE 25 Por consiguiente, cada civilizacién est4 sujeta a un ambito y a unos limi tes mds o menos estables; de ahi que cada una de ellas tenga una geografia particular, la suya, que implica toda una serie de posibilidades, de sujecio- nes dadas, algunas prdcticamente permanentes, que nunca son las mismas para mas de una civilizacién. Como resultado, tenemos una abigarrada su- perficie del mundo, en la que los mapas indican, a voluntad, zonas de casas de madera, de adobe, de bambi y de papel, de ladrillos o de piedras ; zonas de diferentes fibras textiles: lana, algodén, seda; zonas de grandes cultivos de base: arroz, maiz, trigo...; los retos varian, y de la misma manera varfan las respuestas que se les dan. La civilizacién occidental es la del trigo, la del pan, y hasta la del pan blanco, con todas las sujeciones que esto supone, ya que el trigo es un cultivo muy exi- gente, Es un cultivo, en efecto, que exige una rotacién anual y que se deje en Feposo unas veces cada dos afios y otras todos los afios la tierra en donde ha sido cultivado. De la misma manera, el arrozal inundado, progresivamente exten- dido a las tierras bajas del Extremo Oriente, implica, también, muchas sujeciones. Por lo tanto, las réplicas del hombre, al tiempo que le liberan del medio que le rodea, le van esclavizando a las soluciones que ha imaginado. Se li- bera de un determinismo para caer en otro. 2. Para los antropélogos, un area cultural es un espacio en el interior del cual predomina la asociacién de ciertos rasgos culturales. Asi, por ejemplo, cuando se trata de pueblos primitivos, ademds del idio- ma, determinadas culturas de subsistencia, determinada ceremonia matrimo- nial, determinadas creencias, técnicas de alfareria, de flechas guarnecidas de plumas o de fabricacién de tejidos... Estas areas distinguidas por los antro- pélogos, definidas a partir de detalles precisos, son, por lo general, pequefias. Sin embargo, determinadas 4reas culturales se agrupan en conjuntos mas amplios, segtin ciertos rasgos comunes al grupo y que, entonces, las diferen- cian de otros amplios conjuntos. Marcel Mauss creja que, en torno al inmenso Océano Pacifico, las culturas primitivas formaban, a pesar de las sensibles diferencias existentes entre ellas y de la enormidad de los espacios interpues- tos, un unico y coherente conjunto humano o, mejor dicho, cultural. De manera natural, y siguiendo el ejemplo de los antropdlogos, los geé- grafos e historiadores han aceptado (en este caso, a propésito de civilizacio- nes evolucionadas y complejas) el concepto de dreas culturales. Lo que equi- vale a designar espacios susceptibles de ser desintegrados en una serie de dis- tritos particulares. Como veremos, esta posible desintegracién contintia sien- do fundamental en el caso de las grandes civilizaciones que generalmente se disocian en unidades restringidas. ae) \” estd constituida tanto por la civilizacién de {2 Hamada civilization voce age America Latina y también por la de Rusia, }. claro esta, por la de Europa, Europa misma comprende una serie de civ Ciones, la polaea, la alemana, la italiana, la inglesa, la francesa, etc. Sin contar con que estas civilizaciones nacionales se dividen a su vez en “civi iones” toda- a ma : nda, Catalufia, Sicilia, Pais Vasco, etc. “ No peauelas Taree iene divisiones, estos mosaicos de piezas de diferente ‘olor, son practicamente rasgos permanentes, 26 LAS CIVILIZACIONES 3. La fijeza de esos ambitos, sélidamente ocupados, y de fronteras que los limitan no excluye la permeabilidad de estas mas fronteras ante las multiples transferencias de bienes ¢ que las estan franqueando continuamente. Todas las civilizaciones exportan y reciben bienes culturales. Lo puede tratarse de una técnica para fundir cera que de la brijula, de la vora de caiién, de una habilidad especial en el temple del acero, de un tema filosdfico total o fragmentario, de un culto, de una religién, o de famosa cancién de Malborough, que, a parti: ael siglo xvimt, dio la vuelta Europa—dice Goethe, que la oyé en las calles de Verona, en 1786. Un socidlogo, Gilberto Freyre, se ha entretenido en hacer el inventario de lo que su pais, el Brasil, recibié de Europa, entonces tan lejana, durante los tiltimos decenios del siglo xvi y los cinco o seis primeros del xix: la cerveza de Hamburgo, el cottage inglés, la maquina de vapor (un barco de vapor circulé | por la bahia de San Salvador a partir de 1819), el traje de verano de tela blanca, la dentadura postiza, el gas de alumbrado, y con anterioridad a todos estos viajeros, las sociedades secretas, sobre todo la franc-masoneria, que desempefié un tante papel en toda la América hispano-portuguesa en la época de la indi cia. Algunas docenas de afios mds tarde Megara el sistema filosdfico de Comte, que tuvo una influencia tan considerable que atin hoy se encuentran re- siduos vivos de él. Todas estas transferencias demuestran, en un ejemplo escogido entre otros mil, que no existen fronteras cerradas ni impermeables, Verdad de ayer y de antano: los bienes culturales llegaban por aquel entonces con cuenta-gotas, retardados por la lentitud de los viajes, De creer a los historia- dores, las modas chinas de la época de los T’ang (siglo vu desp. de J. C.) siguieron un camino tan Jento que sélo alcanzaron la isla de Chipre y la fastuosa Corte de Lusifidn en el siglo xv, difundiéndose entonces con la velocidad de los répidos trd- ficos mediterrdneos, hasta legar a Francia, a la Corte un poco loca de Carlos VI: hicieron all furor los atavfos, los sombreros cénicos, los zapatos de punta retor- cida, herencia de una civilizacién desaparecida mucho tiempo atrds. De esta manera Iega todavia hasta nosotros Ja luz de estrellas apagadas desde hace siglos. En la actualidad, la difusién de los bienes culturales se ha acelerado pavoro- samente, Dentro de poco no quedard4 en todo el mundo un solo sitio que no esté “contaminado” por la civilizacién industrial, nacida en Europa. En el norte de Borneo (que junto con el vecino Sarawak pertenece a la jurisdiccién britdnica) al- gunos altavoces difunden las emisiones de radios lejanas, como las de comunista e Indonesia. Ahora bien, los oyentes no comprenden absolutamente nada y, sin embargo, los ritmos ofdos han alterado ya los bailes y miisicas tradi- cionaies. Y no hace falta hablar de la influencia ejercida sobre los gustos por el cine, particularmente por el cine americano y europeo, e incluso sobre las cos- tumbres de pueblos muy lejanos, 7 z Ninguin ejemplo es, sin embargo, tan revelador como la historia que cuenta él pequefio libro de una antropéloga americana, Margaret Mead, En su jut esta investigadora habia hecho una encuesta en una isla del Pacifico en la que, durante varios meses, habfa convivido con un pueblo primitivo. La guerra, con los extrafios contactos que provoca, ha levado a estos hombres a una nueva tencia que, por primera vez, estd en relacién con la vida del resto del mundo. Margaret Mead ha vuelto a hacer el viaje, y su libro, en donde se encuentran & veces cotejadas las unas con las otras, las fotografias de los mismos hombres con veinte afios de intervalo resulta un emotivo relato de esta extraordinaria aventura. Asi se percibe nuevamente el didlogo, que oiremos del principio al fin de este libro, entre la y las civilizaciones. Puede darse el caso de que esta — LAS CIVILIZACIONES,., Y LAS CIENCIAS DEL HOM! 7 difuston, en continua aceleracién, haga saltar algiin dia las fronteras de tas civilizaciones y esos limites, hasta entonces mas o menos fijos, de la historia del mundo, Muchos lo ereen asi y se alegran de ello, 0 lo deploran. Pero sea cual sea la avidez de las civilizaciones en pedir prestados los avances de la vida «moderna», no estin preparadas para asimilarlo todo indistintamen- tc. Por el contrario, se da el caso (y volveremos sobre ello) de que se obsti- nen en rehusar clertos préstamos, lo que explica, hoy como ayer, que con- sigan salvaguardar sus originalidades, amenazadas por todos lados. Il, LAS CIVILIZACIONES SON SOCIEDADES Son las sociedades las que sustentan a las civilizaciones y las animan con sus tensiones y sus progresos, De ahi, una primera pregunta que no se puede eludir: jera necesario crear el término de civilizacién, e incluso promoverlo en el plano cientifico, cn el caso de que fuese un sinénimo de sociedad? Arnold Toynbee emplea constantemente la palabra society en lugar de civilization. Y Marcel Mauss juzga al «concepto de civilizacién como mucho mds confuso que el de so- ciedad, al que, por otra parte ese concepto supone». 1. Es imposible separar a la sociedad de la civilizacién (y reci- procamente): ambos conceptos se refieren a una misma realidad. O, como dice C, Lévi-Strauss, «no corresponden a objetos distintos, sino a dos perspectivas complementarias de un mismo objeto que es deserito adecuadamente, tanto por uno de los dos términos, como por cl otro, segtin cl punto de vista que se adopte». * ; El concepto de sociedad supone un contenido extremadamente rico, lo mismo que el de civilizacién, al que tantas veces se aproxima. De esta ma- nera, la civilizacién occidental en la que vivimos depende de la «sociedad in- dustrial» que es la que le da vida. Seria facil describirla, analizando esta misma sociedad, sus grupos, sus tensiones, sus valores intelectuales y mora- les, sus ideales, sus regularidades, sus gustos, eteétera. En pocas palabras, endo a los hombres portadores de esta civilizacién, y transmisores de ella. i acemte se mueve O Se transforma, la ci’ lizacion 2 oo Wer, Esto es lo que viene a decir el bello libro de Lucien Goldmann, Le Dieu Caché ( 1955), que estudia la Francia del Siglo de Oro, Seguin él, las caracteristicas fundamentales de una civilizacién estén determinadas por «la vision del mundo» que adopta, Ahora bien, en cada caso, esta vision del mundo se reduce a la transcripeion y a la consecuen- cia de las tensiones sociales dominantes. bs ee. de un es- jones: ° ejo, es la maquina que rfl ot Racine, de Pascal, del Abate de Saint- En ja época del ‘cuyas cartas encontradas por L, Goldmann Cyran y del Abate i i tienen bi C és tan grande, en este momento apasionado del destino de 28 LAS CIVILIZACIONES: Francia que analiza Le Diew Caché, la vision trégica del mundo q mina entonces debe incluirse en el activo de la alta burguesia p ria, enfrentada con la Monarquia y defraudada por ella. Su trdgica el tomar conciencia de ello, su ascendencia intelectual le permiten — una impronta al Gran Siglo francés, la suya. 4 Con un espiritu absolutamente diferente, las tesis de C, Lévi-Strauss diferenciacién entre sociedades primitivas y sociedades modernas, si se « entre culturas y civilizaciones tal como las ‘distinguen los antropdlogos, se en una identificacién entre sociedades y culturas, A las culturas corresponden sociedades “que crean poco desorden, lo fisicos llaman “entropia", y que tienen tendencia a mantenerse indefinid su estado inicial, lo que explica, por otra parte, que se presenten como soc sin historia y sin progreso. Mientras que nuestras sociedades (las que c den a las civilizaciones modernas)... utilizan para su funcionamiento una cia de potencial que se encuentra realizada en diversas formas de jerarquia Son estas sociedades las que han llegado a provocar en su seno un d social que emplean, por un lado, para producir mucho mas orden—entre ellas las sociedades del maquinismo—y, por otra parte, mucho més desorden, menos entropia en el plano mismo de las relaciones humanas' En resumen, las culturas primitivas serian producto de sociedades igi en las que las relaciones entre los grupos estén reglamentadas de una vez siempre y se repiten invariablemente, mientras que las civilizaciones se fund bre sociedades con relaciones jerarquizadas, con fuertes diferencias entre los ¥, por lo tanto, serfan objeto de cambios de tensiones, de conflictos luchas politicas y de una perpetua evolucién. 2. La sefial exterior mas importante de estas distinciones “culturas” y “civilizaciones” es, sin duda alguna, la presencia 0 cia de ciudades. En el nivel de las civilizaciones, las ciudades proliferan mientras apenas estén esbozadas en el nivel de las culturas. Esté claro, que una categoria y otra hay jalones intermedios. El Africa negra estd tuida por un grupo de sociedades tradicionales de culturas empefiadas proceso dificil y a veces cruel, de una civilizacién naciente y de una nizacién moderna. Sus ciudades, atentas a lo que viene de fuera, a desemboca en la vida unitaria del mundo, son como islas en medio tancamiento del resto del pais. Anuncian la sociedad y la civilizacién Sin embargo, las civilizaciones, las sociedades mds flamantes, ¢ x dentro de sus propios limites, culturas y sociedades elementales. A este pecto, basta pensar en la relacién dialéctica, siempre importante, ciudades y el campo. En una sociedad, el desarrollo nunca ha igual a todas las regiones, a todas las capas de la poblacién. Es queden islotes de subdesarrollo (zonas montafiosas demasiado pobres, 0 4F tadas de las redes de comunicacién), verdaderas sociedades primitivas, daderas «culturas» en medio de una civilizacién, El éxito principal de Occidente radica, sin dejar lugar a dudas, ef captacion, llevada a cabo por las ciudades, del campo, de sus cculturase. e pesinas. En el Islam, la dualidad permanece mds sensible que en te, las ciudades son instaladas mas de prisa, se convierten mas p LAS CIVILIZACIONES... ¥ LAS CIENCIAS DEL HOMBRE 29 en ciudades, si cabe decirlo asi, que en Europa, mientras que el campo con- serva un mayor grado de primitivismo, con amplias zonas de nomadismo. En el Extremo Oriente, la desconexién campo-ciudad continia siendo regla- mentaria: las calturas han permanecido muy al margen, viviendo de ellas mismas y por sf mismas. Intercalandose entre las ciudades mds importantes, el campo vive en una economia practicamente cerrada, a veces salvaje. 3. Dada la estrecha relacién existente entre civilizacién y socie- dad, conviene plantearse en términos sociolégicos la historia larga de las civilizaciones. Pero, puesto que somos historiadores, no podemos confundir socieda- des y civilizaciones. En el préximo capitulo explicaremos en qué consiste, a nuestro enten- der, la diferencia; en el plano de Ja duracién, la civilizacién comprende, su- pone espacios cronolégicos bastante més amplios que una realidad social dada. Se transforma més raépidamente que Jas sociedades que lleva o arras- tra consigo. Pero no ha Ilegado el momento de enjuiciar esta perspectiva histérica. Cada cosa a su tiempo. Ill, LAS CIVILIZACIONES SON ECONOMIAS Toda sociedad, toda civilizacién esté determinada por unos datos eco- némicos, tecnicos, biolégicos, demogrdficos. Las condiciones materiales y bioldgicas son siempre un factor importante en el destino de las civiliza- ciones. El aumento o la disminucién de la poblacién, la salud o la decre- pitud fisicas, el auge o la decadencia econédmica 0 técnica repercuten tanto en el edificio cultural como en el social. La economia politica, entendida en su sentido mds amplio, es el estudio de todos estos inmensos problemas. * rtancia del nimero: durante mucho tiempo el hom- wre tial ‘a ee instrament, el unico motor al servicio del hombre, por consiguiente el anico artesano de la civilizacion material. Ha construido esta civilizacién con Ja fuerza de sus brazos y de sus manos. i fica ha favorecido el snoinh de hecho, toda expansién geografica auge de las chilizaclones. ‘Asi ocurrié en Europa en los siglos Xl, XVI, XVII er tos isos anbién, la excesiva abundancia de hombres, beneficiosa en ReSularmente are’ yuelve nociva, cuando el aumento de la poblacién encode °* fento econémico. Esto fue, probablemente, lo que ocurrié en Europa, antes de terminar el siglo xvi. ¥ lo mismo ocurre en la actualidad ‘ sarrollados. En el mundo entero se han co Je mayor aaa ak de hambre, disminucin del salario Has nee ee ch Oa siniestras de retroceso. Hasta el momento 30 en que las epidemias venian a sumarse al hambre, clareando asi h masiado densas de hombres. Después de estas catdstrofes biolégics por ejemplo, la de la segunda mitad del siglo xv europeo, con la gra y las epidemias subsiguientes, o la que se precisa en el siglo supervivientes viven de momento con mas soltura y el movimiento de sién vuelve a empezar y a acelerarse hasta un nuevo frenazo. Parece que la industrializacién ha roto, a finales del siglo XVIIL, y en siglo XIX, este circulo vicioso y que ha devuelto al hombre, incluso en ¢ de superpoblacién, su valor y la posibilidad de trabajar y de vivir. demuestra la historia de Europa: este valor creciente del hombre, p dose la necesidad de economizar sobre su empleo, ha determinado de las maquinas y de los motores. A pesar de su alto nivel intele antigiiedad greco-romana no conté con las méquinas adecuadas a su ligencia. En realidad, no hizo ningun intento serio para conseguirlas, p que, en sustitucién, tenia esclavos, La China cldsica, constituida muct tes del siglo xi, tan inteligente ella también y en particular en lo q refiere a las técnicas, tuvo, desgraciadamente, una superabundancia de bres. El hombre no cuest ja; realiza cualquier tarea con la mayor nomia, mayor incluso que la del animal doméstico... En na, que durante largo tiempo fue progresiva en el plano cientifico, no fi queard cl umbral de Ja ciencia moderna, A Europa le corresponderd honor, este privilegio, este beneficio, La incidencia de las fluctuaciones econémicas: la vida mica esta continuamente oscilando en fluctuaciones, las unas las otras largas. As: se suceden, a lo largo de los afios, los momentos de buen n de mal tiempo econdmicos, y, en cada caso, las sociedades y las civil nes acusan las consecuencias, sobre todo cuando se trata de movi prolongados. El pesimismo y la inquietud del final del siglo Xv—ese «otofic de la Edad Media», que tanto preocupé a J. Huizinga—corresponden a ul claro repliegue de la economia de Occidente. Igualmente, mds tarde, Romanticismo europeo coincide con un retroceso econdémico de larga du cién, entre 1817 y 1852. Las expansiones econémicas de 1a 3 del siglo xvit (a partir de 1733) fueron objeto de algunos frenazos ( el que precedié a la Revolucién Francesa), pero, en su conjunto, su b acelerac situa el auge intelectual del «Siglo de las Luces» en un. texto de bienestar, de comercio activo, de expansién industrial y de au to de la poblacién, 8, La vida econémica es casi siempre creadora de Sea cual sea el sentido de la tluctuacion. Ahora bien, el gasto, el despilfarro de estos excedentes han sido las condiciones indispensables para el lujo de las civilizaciones, para formas del arte. Al admirar, hoy en dia, esta arquitectura, aquella LAS CIVILIZACIONES... Y LAS CIENCIAS DEL HOMBRE oa © aquel retrato, contemplamos también, sin ser siempre conscientes de ello, el tranquilo orgullo de una ciudad, o la vanidosa locura de un a ola riaueza recién estrenada de un comerciante banquero. En Europa, desde el siglo xv1 (y probablemente desde antes), la civilizacién en su ultimo grado estd bajo el signo del dinero y del capitalismo. La civilizacién se encuentra as{ en funcién de una cierta redistribucién del dinero. Las civilizaciones se particularizan en su cumbre y, mas tarde, en su masa, segtin el mecanismo de redistribucién que les es propio, segtin los mecanismos sociales y econémicos que reserva en los circuitos del dinero la parte destinada al lujo, al arte, a la cultura. En el siglo xvi, en los afios econémicamente muy duros del reinado de Luis XIV, en la Corte no hay mas que mecenas. Toda la vida literaria y artistica se centra en este estrecho circulo. Con la riqueza y las facilidades econémicas del siglo xvi, tanto la aristocracia como la burguesfa, toman parte activa, al lado de la Monar- quia, en la difusién de la cultura, de la ciencia y de la filosofia... Pero, en esta época, el lujo contintia siendo un privilegio de una mino- rfa social. La civilizacién subyacente, la de la vida cotidiana y pobre no tiene participacin alguna. Ahora bien, la capa mds baja de una civiliza- cién es la que determina su grado de verdad. ,Qué es, entonces, la libertad? {Qué es la cultura del individuo, cuando un minimo vital esté fuera de su alcance? Desde este punto de vista el tan denigrado siglo x1x europeo, el siglo x1x de los nuevos ricos y del «empuje burgués», el tan aburrido si- glo xix es el que anuncia ya, aunque no lo realice ain, un nuevo destino para las civilizaciones y para la persona humana. Al tiempo que aumenta el numero de los hombres, éstos empiezan, cada vez en un niimero mayor, a participar en una cierta civilizacién colectiva. Sin ninguna duda, el precio de semejante transformacién—que, por otra parte, fue inconsciente—ha sido, socialmente, muy gravoso. Pero se ve contrarrestado con creces: el desarro- Ilo de la ensefianza, el acceso a la cultura, a las Universidades, la movilidad social, son conquistas, ricas en consecuencias, del ya rico siglo xix. Tanto en la actualidad como en el futuro, el problema estd en crear una civilizacién que sea al mismo tiempo cualitativamente rica y civilizacién de masas, tremendamente cara, inconcebible, si no se pone una cantidad impor- tante de excedentes al servicio de la sociedad, inconcebible, también, sin los momentos de ocio que el maquinismo puede y debe proporcionar. En los paises industrializados, este futuro estd previsto para un plazo de tiempo relativamente corto. Pero el problema es mucho mds complejo a escala mundial. Porque las desigualdades en el acceso a la civilizacién que la vida econémica ha hecho surgir entre las diferentes clases sociales. también las ha creado entre los diversos paises del mundo. Una gran parte de éste consti- tuye lo que un ensayista califieé de «proletariado exterior», lo que comun- mente se Hama Tercer Mundo, portador de una inmensa masa de hombres para quienes el acceso a un minimo vital se plantea bastante antes que el ac ceso a la civilizacion—que muchas veces les es totalmente desconocida—de 32 LAS CIVILIZACIONES ACTI su propio pais. La Humanidad tiene que trabajar para colmar estos inme sos desniveles, si no quiere correr el riesgo de extinguirse con armas gajes. IV, LAS CIVILIZACIONES SON MENTALIDADES COLECTIVAS La psicologia, después de la geografia, de la sociologia y de la eco mfa, nos obliga a una ultima confrontacién. Con una diferencia, y es psicologia colectiva no es una ciencia tan segura de si misma ni tan ri Tesultados como las otras ciencias del hombre a las que, hasta ahora, 1 hemos referido. La psicologia colectiva rara vez se ha aventurado en el po de la historia. 1. {Psiquismo colectivo, tomas de conciencia, mentalidad o uti Haje mental? Es dificil escoger entre los términos que propone el tulo tan largo de este apartado. Y estas mismas vacilaciones en terminologia testimonian de la inmadurez de la psicologia como ciencia. Un historiador, gran especialista en estos temas, Alphonse Dupront, feria utilizar la palabra psiquismo. Toma de conciencia s6lo alude a un - mento dado de estas evoluciones (generalmente, el final de Jas mismas Mentalidad resulta, evidentemente, de uso més cémodo. Pero, Lucien - vre. en su admirable libro, Rabelais, opta por emplear la expresion | utillaje mental. Pero poco importan las palabras, ya que el problema no radica en el A cada época corresponde una determinada concepcién del mundo y de cosas, una mentalidad colectiva predominante que anima y penetra a la masa global de la sociedad. Esta mentalidad que determina las actitudes las decisiones, arraiga los Prejuicios, influye en un sentido o en otro movimientos de una sociedad, es eminentemente un factor de civilizacié Con mayor justificacién que los accidentes o las circunstancias histéricas sociales de una época, es producto de antiguas herencias, de creencias, d temores, de viejas inquietudes, muchas veces inconscientes, en realidad, ducto de una inmensa contaminacién, cuyos gérmenes estan perdidos en pasado y transmitidos a través de generaciones y generaciones humanas. L Teacciones de una sociedad, frente a los acontecimientos del mom frente a las presiones que se ejercen sobre ella, y a las decisiones que exigen, obedecen menos a la légica e incluso al interés egoista. que a imperativo no formulado, muchas veces informulable, que nace del incon ciente colectivo. ahd ‘ Seguramente, lo mds incomunicable que tienen las civilizaciones entre lo que las aisla y las distingue mejor, es este conjunto de valores fund les de estructuras psicolégicas. Y estas mentalidades son, igualmente, poe sensibles al paso del tiempo. Varian con Ientitud, sdlo se transforman 7 largas incubaciones, de las que también son poco conscientes. te LAS CIVILIZACIONES... Y LAS CIENCIAS DEL HOMBRE 33 2. A este respecto, la religion es el rasgo predominante en el co- razon de las civilizaciones, a la vez su pasado y su presente. a. sobre todo, claro esta, en el corazon de las civilizaciones no europeas. En la India, por ejemplo, todos los actos cobran forma y justificacién a par- tir de la vida religiosa, no de la racional. La anécdota recogida por Eusebio, obispo de Cesdrea (265-340), demuestra que ya los griegos se extrahaban de ello: “‘Aristéjanes, el miisico, hablando de los hindues, cuenta la siguiente historia: uno de ellos, al encontrar a Sécrates, en Atenas, le pidié que definiera su filosofia, “Es un estudio de las realidades huma- as”, le contesté Sécrates, Al ofr esto, el hindd se eché a reir y exclamé: “jEs imposible cue un hombre estudie las realidades humanas mientras ignore las reali- dades divinas!” ___A propésito de la impotencia humana para medir, al mismo tiempo, el inmenso misterio y la unicidad de lo sobrenatural, un fildsofo hindt' contem- pordneo, Siniti Kunar Chatterji, formula la siguiente metéfora: «Nos pare- cemos a hombres ciegos, que al palpar una u otra parte de un elefante, estan convencidos, el uno de que toca una columna, el otro una serpiente, un ter- cero una substancia dura, un cuarto una pared, o también un cepillo con mango flexible, segiin que lo que estén tocando sea, respectivamente, la pata, la trompa, las defensas, el cuerpo o Ia cola del animal.» Al lado de esta profunda humildad religiosa, parece que el Occidente ha olvidado sus origenes religiosos. Pero mas que de una ruptura operada por el racionalismo entre lo religioso y lo cultural, habria que hablar, de hecho, de una coexistencia entre laicismo, ciencia y religién. 0, mejor di- cho, de una serie de didlogos dramaticos o esperanzados, pero nunca inte- rrumpidos, a pesar de las apariencias. El Cristianismo se afirma como una realidad esencial de la vida occidental, y a veces deja su huella en los ateos, aunque éstos no siempre sean conscientes de ello. Las reglas éticas, las acti- tudes ante la vida y la muerte, el concepto del trabajo, el valor del esfuer- zo, el papel desempefiado por las mujeres y por los nifios, son otros tantos comportamientos que, aunque aparentemente no tienen nada que ver con el sentimiento cristiano, derivan de él. Pero, asi y todo, la tendencia de la civilizacién occidental, desde el des- arrollo del pensamiento griego, es la de un continuo movimiento hacia el racionalismo, y, por Jo tanto, un igualmente continuo alejamiento de la vida religiosa. De ahi, su originalidad, de la que tendremos que ocuparnos mis adelante. Salvo contadas excepciones (ciertos sofistas chinos, ciertos filé- sofos arabes del siglo x11), estos alejamientos se han producido con més cla- ridad en Occidente que en el resto del mundo. Casi todas las civilizaciones estan invadidas, sumergidas en lo religioso, lo sobrenatural y lo magico; viyen en ellos desde siempre y de ello sacan las motivaciones mas podero- sas de su psiquismo particular. Tendremos ocasién de repetirlo mds de una vez. Las Civilizaciones-3 CAPITULO IIL LAS CIVILIZACIONES SON CONTINUIDADES Es necesario introducir a Ia historia, con sus dimenslo- nes y sus explicaciones, evidentemente fundamentales, en este debate tan complicado al que ella complicard mas, pero al que “dara un sentido”. Y, en efecto, ninguna civl- lizacién actual es verdaderamente comprensible sin un co- nocimiento de los itinerarios ya recorridos, de los valores antiguos, de las experlencias vividas. Una clvillzacién es siempre un pasado, un cierto pasado vivo, Por consiguiente, la historia de una civilizaclén no es sino el intento de entresacar de sus coordenadas antiguas Jas que siguen siendo validas para la actualidad. No se trata de exponer todo lo que se sabe de la civilizacién griega o de Ja Edad Media china, sino todo lo que, de esta vida de an- tafio, continua siendo eficaz y activo, hoy dia, en la Europa occidental o en la China de Mao Tsé-Tung, respectiva- mente. Todo lo que relaciona al pasado con el presente, con frecuencia a siglos y siglos de distancia. 1. LAS CIVILIZACIONES EN SUS COYUNTURAS Pero, empecemos por el principio. Cualquier civiliz ayer, se presenta, en primer lugar, como una serie de manifes les de aprehender: una obra de teatro, una exposicién de pintura, el éxito de un determinado libro, una filosoffa, una indumentaria, un descubrimien- to cientifico, una puesta a punto técnica.,., todos ellos, acontecimientos apa- rentemente independientes los unos de los otros (a primera vista, nada o poco tiene que ver la filosofia de Merleau-Ponty con el tiltimo cuadro de Picasso). Estos hechos de civilizacién tienen siempre, sefialémoslo, una existencia efimera. Lo importante es saber cémo ‘pueden conducirnos hacia esas coor: denadas que investigamos, que son al mismo ticmpo pasadas y actuales, pues to que, en realidad, parece que estos hechos se suceden y en ocasiones se destruyen, los unos a los otros, en lugar de continuarse, J. Estos espectdculos son, en efecto, objeto de cambios obstinay dos. Un programa cambia porque nadie tlene interés en que se mane tenga durante mucho tiempo en cartel. IZACIONES CON CONTINUIDAD 35 atiabilidad se traduce en la sucesién misma de las épocas litera- ticas o filosdficas, que se reducen a una serie de episodios cerra- si mismos. Cabe decir, aplicando la terminologia de los economis- jue hay coyunturas culturales. lo mismo que hay coyunturas econémi- s decir, fluctuaciones mis o menos largas 0 precipitadas, y que, en la ia de los casos, se suceden contraponiéndose violentamente. Entre una otra, todo cambia o parece cambiar, de la misma manera que en el I proyector, sin necesidad de que cambien la decoracién y los ros- todas estas “épocas”, el Renacimiento es el ejemplo mis bello. Tiene temas, _ Preferencias y hasta tics que le son peculiares, Esta dominado por la intelectual, por el amor a lo bello, por las discusiones libres y tolerantes. que las frases ingeniosas son sélo una forma suplementaria de la ale- de vivir. También se encuentra bajo la impronta del descubrimiento o del ibrimiento de las obras de la antigiiedad, en el que participa apasionada- toda la Europa culta de entonces. la misma manera, existe una coyuntura romantica (que en sentido am- va de 1800 a 1850. aunque han existido, naturalmente, un pre-Romanticis- ‘un Romanticismo retardado); influird en las sensibilidades y las inteligencias afios tristes que suceden a la Revolucion francesa y al imperio napoleénico el curso de una época turbulenta, dificil, durante un periodo de retroceso eco- o de toda Europa (entre 1817 y 1852). No creemos que este retroceso expli- por si solo, la inquietud roméntica; puede haber también ciclos particulares sensibilidad, artes de vivir y de pensar, independientes 0 semiindependientes todo contexto... En todo caso, cada generacién se complace en negar a la que a precedido, devolviéndoselo la siguiente con creces. Asi, por ejemplo, se ha ducido una continua oscilacién entre Romanticismo (0 Barroco, como decia io d’Ors) y Clasicismo, entre la sequedad de la inteligencia y la inquietud corazén con espectaculares derrumbamientos. La imagen predominante es, pues, la de un continuo ir y venir. Una ci- acion, lo mismo que una economia, tiene un ritmo propio. Se presenta mo una historia interrumpida por eclipses, historia que facilmente puede recortada en pedazos sucesivos, que practicamente se desconocen los nos a los otros. Y, de hecho, se habla del Siglo de Luis XIV o del Siglo las Luces e, incluso, de «la civilizacién clasica» y de la «civilizacién del elo xvitiv. Se trata de «civilizaciones de época», «diabélicas invenciones», omo las denomina un economista fildsofo, Joseph Chappey, ya que, segtin esta terminologia va en contra de la idea misma de civilizacién, idea fe, como veremos, supone una continuidad. Pero, de momento, no dis- tiremog esta contradiccién, ya que, por otra parte, unidad y diversidad an pronto se enfrentan como conviven, y tenemos que admitirlo asi. él, 2. “Cambios”, acontecimientos, héroes: las coyunturas, los episo dios sucesivos ayudan a comprender el lugar aparte que ocupan en ia historia de las civilizaciones clertos acontecimientos o personajes ccepcionales. Cada episodio se desintegra en una serie de actos, de gestos, de tuncio- nes. En fin. de cuentas, las civilizaciones estin constituidas por los hombres, y, por lo tanto, por las gestiones, las acciones, los entusiasmos y los «com. 36 LAS CIVILIZACIONES promisos» de los hombres, y también sus paraddjicos cambios en. la de actuar o de pensar, Sin embargo, se impone hacer una seleccién en | serie de actos, de obras y de biografias: los acontecimientos ° los hi que sefialan un «cambio», una fase nueva, destacan por si mismos. mds importante es la aportacién, mas necesaria es la sefializacién. Un gran acontecimiento (es decir, rico en consecuencias) fue el brimiento de la gravedad universal por Newton en 1687. Pero la Pi representacién del Cid (1636) 0 de Hernani (1830) fueron acontecimit significativos. q De la misma manera, sobresalen una serie de hombres, en la medida que su obra anuncia o resume una etapa hist6rica. Este es el caso de chim du Bellay (1522-1566) con su Defensa e ilustracién de la lengua cesa; de Leibnitz (1646-1716), inventor del cdlculo infinitesimal, o de Papin (1647-1714), inventor de la mdquina de vapor. Pero los nombres que verdaderamente dominan la historia de las ci lizaciones son los que franquean una serie de coyunturas, al igual que el barco que atraviesa varias tempestades. En la conjuncién de amplios perfo- dos destacan con frecuencia espiritus privilegiados en los que se A al mismo tiempo varias generaciones: Dante (1265-1321) al final de la Edad Media «latina»; Goethe (1749-1832), al terminar la primera moder- nidad europea; afiadamos a Newton, en el umbral de la fisica cldsica, 0 también, aunque agrandado por las ensiones monstruosas de la ciencia contemporanea, al célebre Albert Einstein (1879-1955). A esta categoria excepcional pertenecen los creadores de los grandes sis- temas del pensamiento: Sécrates o Platén, Confucio, Descartes 0 Carlos Marx dominan varios siglos a la vez. Son los fundadores de la civilizacién, apenas menos importantes que los astros de primera magnitud, fundadores de las religiones: Buda, Cristo, Mahoma, todos ellos sumidos en una ilu- minacién todavia viva, sin que sea necesario insistir en ello. Il, LAS CIVILIZACIONES EN SUS ESTRUCTURAS. El lenguaje de las distintas épocas sélo nos da a conocer imagenes cam- biantes: aparece sobre ei escenario de las civilizaciones, para desaparecer — después. Pero, si se quiere captar lo que no varia en el fondo del escenario, — mientras se desarrolla el espectaculo, entonces hay que prestar atencién a otras realidades mds simples, depositarias de un interés nuevo. Las unas per- manecen por espacio de dos o tres espectaculos, otras atraviesan varios si- glos y, finalmente, hay unas terceras que duran tanto tiempo que pueden parecer inmutables. Claro est4 que esto no es cierto, ya que ellas también varian aunque lenta e imperceptiblemente. 1. Entre ellas estan las realidades consideradas en el capitulo an-_ terior: las sujeciones impuestas sin término aparente por el geografico, por las jerarquias sociales, por las “psiques” colectivas, por LAS CIVILIZACIONES CON CONTINUIDAD + 37 las necesidades econémicas, todas ellas fuerzas profundas y, sin em- bargo, dificilmente reconoscibles a primera vista, sobre todo para aquellos que viven al mismo tiempo, para quienes aparecen como natu- rales y sin problemas. Estas realidades son conocidas, en la actualidad, con el término de “estructuras”. El mismo historiador no las capta en seguida en su habitual relato cro- nolégico, demasiado precipitado. Por lo mismo, sdlo es posible comprender y, sobre todo, seguir el rastro de estas realidades en su lentisima evolucién si se recorren y se contemplan espacios de tiempo muy amplios. Los movi- mientos de superficie de los que hablébamos antes, los acontecimientos ¢ incluso los hombres se borran ante nuestros ojos, destacando entonces las grandes permanencias o semipermanencias, tanto conscientes como incons- cientes. He aqui los «fundamentos» 0, mejor dicho, «las estructuras» de las civilizaciones: los sentimientos religiosos, por ejemplo, o bien el inmovilis- mo de las comunidades campesinas, o las diferentes actitudes ante la muer- te, el trabajo, el placer o la vida familiar... Estas realidades, estas estructuras son, en general, antiguas, de larga du- racién, y siempre tienen rasgos distintivos y originales. Son las que caracte- tizan y crean a las civilizaciones. Y éstas no las cambian porque las consi- dcran valores insustituibles. Es evidente que estas permanencias, estas se- lecciones heredadas o estas denegaciones con respecto a las otras civiliza- ciones son generalmente inconscientes para la mayoria de los hombres. Y para destacarlas claramente conviene alejarse, por io menos mentalmen- te, de la civilizacién en la que uno mismo se encuentra inmerso. Tomemos a titulo de ejemplo —ejemplo simple pero que afecta a estructuras profundas—la funcién de la mujer en el siglo xx, en una sociedad dada, ponga mos la nuestra, fa suiedad europea. Consideramos sus peculiaridades hasta tal punto “naturales” que sdlo resaltarén en comparacién con el papel desempefiado por ia mujer musulmana 0 colocdndonos en el extremo opuesto, en comparacién con el de la americana de los Estados Unidos. Si queremos comprender el por qué de esta situacién social debemos remontarnos en el pasado, por lo menos hasta el siglo xm, hasta la época del amour courtois para esbozar lo que ha sido el concep- to del amor y de la pareja humana en Occidente. Después tendremos que acudir a una serie de explicaciones: al cristianismo, al acceso de la mujer a los colegios y a las Universidades; a la idea que tiene el hombre europeo de la educacién de los nifios; a las condiciones econémicas: nivel de vida, trabajo de la mujer en e! hogar y fuera de él, etc.. La funcién de la mujer se presenta siempre como una estructura de la civili- zaci6n, como un test, porque es, en cada civilizacién, una realidad de larga du- racién, resistente a los empujes exteriores, dificilmente modificable de un dia para otro. 2. Una civilizacién se resiste, por lo general, a la incorporacién de una aportacién cultural que ponga en tela de juicio una de sus estruc- turas profundas. Esta resistencia a nuevas incorporaciones, estas hos- tilidades secretas, son relativamente escasas, pero llevan generalmente al coraz6n de una civilizacién. Las civilizaciones estén incorporando continuamente bienes culturales de las civilizaciones vecinas, aunque luego los sometan a un «reajuste» a fin LAS CIVILIZACIONES de asimilarlos, A primera vista, toda civilizacién puede ser comparada a estacién de mercancias que no cesa de recibir y de reexpedir cat heterogéneos. Sin embargo, puede darse el caso de que una civilizacién rechace nadamente una determinada aportacién exterior. Marcel Mauss ha it en que no existe civilizacién digna de este nombre que no tenga re cias y repulsas que le sean propias. Pero, en cada caso, la repulsa como la decisién con la que terminan una larga serie de vacilaciones y experiencias. Por lo tanto, tiene una importancia tanto mayor cuanto ha sido meditada y decidida muy lentamente. Como caso clisico, puede presentarse la toma de Constantinopla por los cos en 1453. Un historiador turco contempordneo sostiene que la ciudad se emt fue conquistada desde dentro mds que desde fuera. Esta tesis, aunque excesiva, es inexacta, De hecho, la Iglesia ortodoxa (por no decir la civilizacién bizant prefirié la sumisién a los turcos a la alianza con los latinos, que era el tinico de salvarse del que disponia, No se trata de una “decisién” tomada a la sobre el terreno, impuesta por los acontecimientos. Se trata de la culmi légica de un largo proceso, tan largo. como la propia decadencia de Bi y que fue acentuando progresivamente la repugnancia de los griegos respecto ja alianza con los latinos, de los que les separaban divergencias teolégicas. La unidn era posible, El emperador Miguel Paledlogo la habia aceptado en Concilio de Lyon en 1274. El emperador Juan V, en 1369, habia hecho en profesién de fe catélica, En 1439, el Concilio mixto de Florencia venia a mar de nuevo la posibilidad de una unidn, Los tedlogos griegos mds emii Juan Beccos, Demetrios Lydones, Besario, se habjan pronunciado en favor de unién con un talento superior al de sus adversarios, Sin embargo, entre el y el latino los griegos prefirieron al turco, “La Iglesia bizantina, celosa de su Yependencia, llamé al enemigo y le entregé el imperio y la cristiandad”, porque, como escribfa ya en 1385 el patriarca de Constantinopla al Papa Urbano VI, el turco dejaba a la Iglesia griega una “total libertad de actuacién”, y en ello la clave del asunto. Fernand Grenard, del que hemos tomado esta interpretaciém. aaade: “la servidumbre impuesta por Mohamed II a Constantinopla supuso el triunfo del patriarca anti-unionista”. Por otra parte, Occidente era plenamente Consciente de esta antipatia que inspiraba a Oriente. “Los cismaticos, escribfa Pe- trarea, nos han temido y odiado con toda su alma.” Otra repulsa de lenta formulacién (en Francia, donde Ja vacilacién fue mayor, tardard casi un siglo en formularse) fue la que impidié la penetracién de la Refor- ma en Italia, en la Peninsula Ibérica y mas tarde en Francia, campo de batalla durante mucho tiempo indeciso entre las dos manera de tener fe en Cristo. Otra resistencia, y no solamente politica, es la ofrecida por ciertos sectores Occidente evolucionado y de la América anglosajona (comprendido el Canada) al marxismo y a las soluciones totalitarias de las Republicas socialistas: las rechazam de manera categrica en los paises germédnicos y anglosajones; de manera mt mas mitigada y mucho mds compleja en Francia, en Italia y en los Paises Puede tratarse de la resistencia opuesta por una civilizacion a otra civilizacién. En este mismo sentido cabe decir que, de adoptar el comunismo la Europa oC cental, lo organizaria probablemente a su manera, lo reajustaria como reajusta a6 tualmente al capitalismo, dindole un enfoque diferente al que le dan los Estados Unidos. 3. Esta labor de aceptacién o de rechazo practicada por una el vilizacién frente a otras exteriores, se realiza también Jentamente en su interior. Casi siempre, la seleccién es poco consciente o prictlea- mente inconsciente. Pero, poco a poco y gracias a esa seleccién, una LAS CIVILIZACIONES CON CONTINUIDAD 39 civilizacién va transformandose, “separandose” de una parte de su propio pasado. De entre la masa de bienes y de actitudes que su pasado y sus desarro- los le ofrecen va entresacando poco a poco, apartando y favoreciendo a unos Si y a otros no, hasta el momento en que adopta, por la seleccién hecha, un aspecto nunca enteramente nuevo, pero tampoco absolutamente igual. Estas repulsas internas pueden ser francas, mitigadas, duraderas 0 pasa- jeras. S6lo los rechazos duraderos resultan esenciales en este terreno, progre- sivamente aclarado por los estudios de historia psicoldgica, cuando alcanzan las dimensiones de un pafs o de una civilizacién. Asi, por ejemplo, los dos trabajos pioneros de Alberto Tenenti, sobre la vida y la muerte de los si- glos xv y xvi, o el estudio sobre La idea de la felicidad en Francia en el siglo XVIII de R. Mauzi, 0 el libro apasionante y apasionado de Michel Foucault sobre la Historia de la locura en la edad clasica (1961). En los tres casos se trata de un trabajo de uno mismo sobre sf mismo, de una civilizacién sobre ella misma, trabajo que pocas veces se realiza a Ja luz del dia. Todo sigue una marcha tan lenta, que sélo excepcionalmente jos contempordneos son conscientes de ella. En cada caso, las eliminaciones —con las afiadiduras que a veces provocan—tardan siglos en realizarse a causa de los vetos y de los obstaculos que encuentran, de las dificiles cica- trizaciones, con frecuencia incompletas, pero siempre muy lentas. Se trata de lo que Michel Foucault denomina en su terminologia particular se partager, es decir, al hablar de una civilizacién, rechazar fuera de sus fron- teras y de su vida un determinado valor del que ha renegado, “Es posible—es- cribe M. Foucault—hacer una historia de los limites, de los gestos oscuros, hecesariamente olvidados, en cuanto se han realizado, a’ través de los cuales una civilizacién rechaza algo que se convierte en su Exterior; y, en el curso de la historia, este vacfo, este espacio en blanco por el que se ha aislado, representa a la civilizacién al igual que sus valores peculiares. Porque estos valores los re- cibe y los mantiene en la continuidad histérica; pero en esta regién de la que Gueremos hablar, realiza sus selecciones esenciales, realiza el reparto (somos nos- Otros los que subrayamos) que le confiere su aspecto positivo; es aqui donde se encuentra el espesor originario en el que se forma.’ Este texto, tan bello, merece ser lefdo y releido. Una civilizacién sdlo alcanza su verdad personal al rechazar lo que la molesta en la oscuridad de las tierras limitrofes y ya extranjeras. Su historia es Ja decantacién, a lo largo de los siglos, de una personalidad colectiva, encajada, como toda persona- lidad individual, entre un destino consciente y claro y un destino oscuro ¢ inconsciente, que sitve de base y de motivacién al primero, aunque no siem- pre se da a conocer. Se nota que estos estudios de psicologia retrospectiva han sido afectados por los descubrimientos del psicoanilisis. i jchel Foucault estudia un caso particular: la separacién entre er ees: voice locos y sensatos, separacién desconocida en la Edad Media ceroped, en la que el loco, como cualquier otro hombre desdichado, era mas ‘0 fends considerado como un enviado de Dios. Sdlo se encerrard por primera vez senOS sementes, dura y brutalmente, en el siglo xvi1, siglo enamorado del orden octal, y que considera a los locos como, unos seres molestos que deben ser, ex: pulsados del mundo, lo mismo que se rechaza a los delincuentes y a los vagabun-

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