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ESTADOS UNIDOS Pena de Muerte
ESTADOS UNIDOS Pena de Muerte
"El tribunal acepta hoy (ayer viernes) las seis declaraciones de culpabilidad a los
seis cargos que se le imputan" a Moussaoui, dijo la magistrada federal encargada
del caso, Leonie Brinkema, durante una audiencia celebrada en Alexandria
(Virginia).
Moussaoui es el único detenido en Estados Unidos en relación con los atentados del
11 de septiembre de 2001, en los que murieron unas 3 mil personas.
"Me estaban entrenando con un (Boeing) 747 para utilizar eventualmente este avión
con el objeto de atacar la Casa Blanca", señaló.
La magistrada dijo que había hablado con Moussaoui sobre las implicaciones de
declararse inocente o culpable.
"Él entiende mejor el sistema legal que algunos abogados que he visto en el
juzgado", afirmó Brinkema.
Moussaoui fue detenido en agosto de 2001 por supuestas transgresiones a las leyes
migratorias, un mes antes de los atentados del 11-S, tras despertar sospechas por
haberse inscrito en una academia de aviación.
Moussaoui ya quiso declararse culpable hace tres años, pero cambió de opinión.
Entonces dijo que no había participado en el plan del 11-S, pero reconoció ser
miembro de la organización terrorista Al Qaeda y haber prometido lealtad a su líder,
Osama bin Laden.
En tanto, el Gobierno de Estados Unidos anunció ayer que pedirá la pena de muerte
para Moussaoui.
El anuncio fue hecho por el secretario de Justicia de EU, Alberto Gonzáles, quien
señaló que el franco marroquí sabía que se planificaban los atentados del 11 de
septiembre de 2001 contra Washington y Nueva York.
El secretario Gonzáles añadió que Moussaoui había llegado a Estados Unidos para
aprender a pilotar aviones con el objeto de llevar a cabo su misión terrorista.
Gonzáles afirmó ayer que "el hecho de que Moussaoui participó en esta conspiración terrorista no
está más en duda. Él y sus co-conspiradores fueron responsables por las muertes de miles de
inocentes el 11 de septiembre".
Moussaoui ahora dijo que no quiere pena de muerte por atentados del
11-S
El único acusado por los ataques que dejaron cerca de 3.000 muertos intentó
este jueves distanciarse de declaraciones anteriores en el sentido de que quería
ser ejecutado.
Zacarías Moussaoui, el único acusado por los atentados del año 2001 en Estados
Unidos, afirmó este jueves que no desea la pena de muerte porque ese castigo
contraviene las enseñanzas del Islam, al tiempo que criticó el trabajo de su equipo
defensor.
Durante la segunda fase del juicio en su contra, en la localidad de Alexandria (Virginia),
Moussaoui trató de distanciarse de declaraciones que hizo en los últimos cuatro años
en el sentido de que quería ser ejecutado.
Interrogado por uno de sus abogados, Gerald Zerkin, sobre una declaración que hizo
en agosto del 2002 a favor de su ejecución, Moussaoui explicó que consultó varios
libros del Islam y determinó que la pena de muerte viola las creencias de su fe.
Es la segunda vez que Moussaoui ofrece testimonio en el juicio y, como en la anterior,
lo hizo en contra de los consejos de sus abogados.
Moussauoi siempre se quejó de que su caso no fue asignado a un abogado musulmán
y ha mantenido un tono desafiante con el equipo que lo defiende.
En esta ocasión, Moussaoui también acusó al equipo de letrados que lo representa de
actuar en contra de sus intereses, pese a que intentan salvarlo de la pena de muerte.
Los abogados defensores "han puesto el interés de mantener el caso en sus manos por
encima del interés de salvar mi vida", dijo Moussaoui.
Agregó que la defensa, asignada por el tribunal federal que lleva el caso, ha actuado
con "negligencia criminal", porque, entre otras cosas, no solicitó un traslado del caso a
un tribunal fuera del estado de Virginia.
El acusado teme que, debido a su proximidad con el Pentágono, uno de los blancos de
los atentados de 2001, el jurado no mostrará imparcialidad a la hora de sentenciarlo.
En los atentados del 11 de septiembre del 2001, 19 terroristas secuestraron cuatro
aviones comerciales y estrellaron dos contra las Torres Gemelas de Nueva York y uno
contra el Pentágono, en Washington.
El cuarto, presuntamente dirigido al Capitolio en Washington, se estrelló en una zona
rural de Pensilvania tras un forcejeo de los pasajeros con los secuestradores.
El franco-marroquí, de 37 años, se declaró culpable de seis cargos de conspiración en
conexión con los atentados, atribuidos a Al Qaeda y en los que perecieron cerca de
3.000 personas.
La semana pasada, el jurado determinó que Moussaoui puede ser sentenciado a la
pena capital porque sus mentiras al FBI sobre los planes terroristas permitieron las
muertes del 11 de septiembre del 2001.
El mes pasado, Moussaoui aseguró que él y Richard Reid, conocido como el "terrorista
de los zapatos", debían secuestrar un quinto avión y estrellarlo contra la Casa Blanca,
aunque durante muchos años había negado cualquier participación directa en los
atentados.
Esquizofrénico
Pese a la tensión entre Moussaoui y sus abogados, la defensa intentó este jueves
convencer al jurado de que su cliente es un enfermo mental y tuvo un papel limitado en
el 11-S, para salvarlo de una condena a muerte.
Los abogados defensores tienen previsto presentar pruebas del historial de
esquizofrenia en la familia de Moussaoui y argumentarán que una sentencia de muerte
sólo lo convertirá en "un mártir".
Un experto consultado por la defensa ha dicho que Moussauoi probablemente sufre de
esquizofrenia, pero los médicos no han podido corroborar este dato porque se niega a
colaborar en las evaluaciones correspondientes.
Entre los testigos que la defensa piensa convocar se halla Reid, que ocultó explosivos
en los zapatos para hacer volar un avión con 197 personas a bordo.
Reid fue condenado en enero del 2003 y cumple una sentencia a cadena perpetua en
Colorado (EE.UU.).
Tal y como hizo la Fiscalía, la defensa prevé llamar al banquillo de los testigos a
familiares de las víctimas del 11-S, algunos de los cuales han dicho públicamente que
se oponen a que Moussaoui sea ejecutado. (Agencias)
Amnistía Internacional manifiesta su satisfacción por el hecho de que Zacarias Moussaoui no vaya a
ser juzgado ante una comisión militar especial, y sigue pidiendo que se derogue la orden en materia militar antes
de que ninguna persona sea juzgada por esas comisiones.
Zacarias Moussaoui es la primera persona acusada en relación con los atentados del 11 de septiembre
contra Nueva York y Washington. El 19 de diciembre compareció ante un tribunal federal de primera instancia en
Virginia, donde el fiscal declaró que cuatro de los seis cargos que se le imputaban eran punibles con la pena
capital. El fiscal general John Ashcroft anunció el 11 de diciembre los cargos contra Zacarias Moussaoui, que
lleva bajo custodia desde mediados de agosto.
La orden en materia militar del presidente Bush ha suscitado las críticas de muchos sectores. Más de
300 catedráticos de derecho de todo Estados Unidos enviaron una carta al presidente del Comité Judicial del
Senado manifestando que los tribunales militares propuestos son «legalmente deficientes, innecesarios e
imprudentes». La carta declaraba también que esos tribunales minarían la capacidad del gobierno
estadounidense para protestar en caso de que se utilizaran tribunales militares contra ciudadanos
estadounidenses en el extranjero.
NUEVAS ACCIONES RECOMENDADAS: Envíen llamamientos para que lleguen lo más rápidamente
posible, utilizando sus propias palabras, en inglés o en su propio idioma:
- manifestando satisfacción por la decisión de no juzgar a Zacarias Moussaoui ante una comisión militar
especial;
- pidiendo a las autoridades que no pidan la pena de muerte contra Zacarias Moussaoui, y citando la tendencia
mundial hacia la abolición de este castigo desfasado;
- pidiendo una vez más que se derogue la orden en materia militar del 13 de noviembre, ya que pasa por encima
de los principios fundamentales de la justicia, como el derecho a apelar ante un tribunal de instancia superior;
- instando a que nadie sea juzgado ante las comisiones militares especiales;
- manifestando que la orden en materia militar y el constante uso de la pena de muerte por parte de Estados
Unidos socavan los esfuerzos de cooperación internacional, ya que muchos países se niegan a extraditar a
Estados Unidos a sospechosos que puedan enfrentarse a un juicio sin las debidas garantías o ser condenados a
muerte;
- manifestando que los juicios ante las comisiones militares especiales dañarían la reputación de Estados
Unidos y minarían la confianza en la búsqueda de justicia para las víctimas de los atentados del 11 de
septiembre y sus familias
Miles de personas han sido detenidas en el mundo entero en el contexto de la "guerra contra el terrorismo"
anunciada por el presidente Bush tras los atentados perpetrados en Estados Unidos el 11 de septiembre del
2001. Desde aquella atrocidad, que se cobró unas 3.000 vidas, Amnistía Internacional ha pedido a los gobiernos
de todo el mundo que se aseguren de que en su búsqueda de justicia y seguridad, ya sea unilateral o en
cooperación con otros países, mantienen en todo momento un estricto respeto por los principios de derechos
humanos. Este informe, que se compone de una serie de capítulos breves semiautónomos sobre cuestiones
relacionadas principalmente con los detenidos extranjeros bajo custodia estadounidense fuera de Estados
Unidos, actualiza los motivos de preocupación de Amnistía Internacional sobre la política que las autoridades
estadounidenses están aplicando en este terreno.Índice AI: AMR 51/114/2003/s
Las detenciones arbitrarias, la detención prolongada en régimen de incomunicación, la tortura, los malos tratos,
las detenciones secretas, el traslado de detenidos, los interrogatorios sin la presencia de un abogado, la
denegación del hábeas corpus, la reclusión prolongada sin cargos ni juicio, la amenaza de ser sometido a juicios
injustos ante organismos militares que carecen de independencia frente al poder ejecutivo, son todos abusos
que cada año se denuncian en los informes que el Departamento de Estado estadounidense elabora sobre la
situación de los derechos humanos en otros países. Ahora es al gobierno estadounidense a quien se acusa de
cometer esos mismos abusos en el contexto de su "guerra contra el terrorismo".
Centenares de personas de unas 40 nacionalidades, incluidos niños, han sido recluidas en la base naval
estadounidense de la bahía de Guantánamo, en Cuba, fuera del alcance de los tribunales de Estados Unidos y
sin acceso a sus familias ni a asistencia letrada. Las entrevistas mantenidas con algunos de los pocos detenidos
(apenas unas decenas) que han sido liberados de Guantánamo confirman lo que Amnistía Internacional ha
temido desde el principio: que la totalidad de las condiciones de reclusión –incluido el hecho de que esa
reclusión es prolongada, indefinida y en régimen de aislamiento– pueden constituir trato cruel, inhumano o
degradante. Además, estas condiciones pueden ser coactivas en el contexto de los reiterados interrogatorios a
los que han sido sometidos los detenidos, unos interrogatorios que pueden ser utilizados tanto con fines
procesales como para obtener información.
La preocupación por los interrogatorios o por la posibilidad de que los detenidos, ante las coacciones sufridas,
accedan a declararse culpables de cargos a cambio de penas ya establecidas, se ve acrecentada por los planes
de Estados Unidos de juzgar a algunos de los detenidos ante comisiones militares, unos órganos ejecutivos que
permitirán un nivel probatorio inferior al de los tribunales ordinarios y que estarán facultados para imponer
condenas de muerte. El derecho de los detenidos a asistencia letrada y a contar con una defensa eficaz se verá
severamente restringido. No habrá derecho a apelar ante tribunal alguno. El sistema de comisiones militares
será un bucle totalmente cerrado controlado por el poder ejecutivo y aplicable únicamente a los detenidos que
no sean ciudadanos estadounidenses. Será un caso de justicia de segunda clase para los ciudadanos
extranjeros, que viola la prohibición de aplicar discriminatoriamente el derecho a un juicio justo.
Aunque muchos de los detenidos de Guantánamo fueron puestos bajo custodia en el contexto del conflicto
armado de Afganistán (a ninguno se le otorgó la condición de prisionero de guerra ni se lo llevó ante un tribunal
para que determinara dicha condición, tal como establecen los Convenios de Ginebra), una cifra no determinada
de ellos fueron detenidos en otros lugares, como Bosnia y Herzegovina, Gambia o Pakistán. En este informe se
incluyen algunos ejemplos ilustrativos.
En cualquier caso, el gobierno estadounidense ha dado muestras de una inquietante tendencia a atribuirse un
poder ejecutivo irrebatible en el contexto de su "guerra contra el terrorismo". En este caso, el conflicto, tal como
lo define el gobierno, es de duración indefinida y de alcance muy amplio. De hecho, esta "guerra" ha dado ya
lugar a dos conflictos armados –la invasión de Afganistán y el conflicto de Irak, ambos encabezados por Estados
Unidos–, pero también ha traído consigo una intensificación de las labores de cumplimiento de la ley tanto en
Estados Unidos como en el extranjero. Mientras el Departamento de Justicia sigue llevando a cabo
investigaciones sobre el "terrorismo" dentro del sistema de justicia penal estadounidense (una cuestión que no
incluimos en este informe), esta tarea se ha combinado con otra estrategia: la creación de un sistema paralelo
en el cual el poder ejecutivo está facultado para detener, interrogar, acusar o juzgar a sospechosos en virtud de
las "leyes de guerra". Además de los centenares de ciudadanos extranjeros recluidos bajo custodia
estadounidense fuera del país, tres personas, dos de ellas ciudadanos estadounidenses, permanecen detenidas
en Estados Unidos sin cargos ni juicio y en régimen de incomunicación, designadas por el ejecutivo como
"combatientes enemigos".
El gobierno ha tratado de aislar sus actos de los mecanismos nacionales de revisión judicial y del examen y las
críticas de la comunidad internacional. Amnistía Internacional considera que, con ello , Estados Unidos está
dando un peligroso ejemplo. Está socavando el Estado de derecho y restando credibilidad a sus repetidas
afirmaciones respecto a ser un país que respeta las normas internacionales y que defiende firmemente ese
mismo Estado de derecho como uno de los "requisitos no negociables de la dignidad humana", según lo
denomina el gobierno estadounidense. Su propio secretario de Estado dijo este mismo año que "los Estados que
muestran un elevado grado de respeto por los derechos humanos son los que más probabilidades tienen de
contribuir a la seguridad y el bienestar internacional". Si se mide frente a este principio, con el cual Amnistía
Internacional está de acuerdo, la política estadounidense amenaza con convertir el mundo en un lugar menos
seguro.
Este informe forma parte de los esfuerzos de Amnistía Internacional por persuadir a las autoridades
estadounidenses de que, en su respuesta a las atrocidades del 11 de septiembre del 2001, cumplan las normas
internacionales. La organización reconoce el deber de los gobiernos de proteger a sus ciudadanos. Pero los
gobiernos tienen también la obligación de proteger y promover los principios de derechos humanos, unos
principios que no son un obstáculo a la seguridad, sino una parte esencial del camino que lleva a ella.
Este texto resume el documento titulado Estados Unidos. La amenaza de un mal ejemplo: Se socavan
las normas internacionales mientras continúan las detenciones relacionadas con la "guerra contra el terrorismo"
(Índice AI: AMR 51/114/2003/s), publicado por Amnistía Internacional en agosto de 2003. Si desean más
información o emprender acciones sobre este asunto, consulten el documento principal. Pueden encontrar una
amplia selección de materiales sobre éste y otros temas en http://www.amnesty.org, y nuestros comunicados de
prensa se pueden recibir por correo electrónico: http://web.amnesty.org/ai.nsf/news. Para los documentos
traducidos al español consulten: <http://web.amnesty.org/library/eslindex>.