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Instrucciones para

Proclamadores de la
Palabra de Dios

Jose V. Grau | Servidor de Cristo


Lectura de la Carta a los Hebreos
4, 12-13
Porque la Palabra de Dios es viva y eficaz, y más
cortante que cualquier espada de doble filo: ella penetra
hasta la raíz del alma y del espíritu, de las
articulaciones y de la médula, y discierne los
pensamientos y las intenciones del corazón. Ninguna
cosa creada escapa a su vista, sino que todo está
desnudo y descubierto a los ojos de aquel a quien
debemos rendir cuentas.
Palabra de Dios
La liturgia de la Palabra es parte integrante de las celebraciones sacramentales. Para
nutrir la fe de los fieles, los signos de la Palabra de Dios deben ser puestos de relieve:
el libro de la Palabra (leccionario o evangeliario), su veneración (procesión, incienso,
luz), el lugar de su anuncio (ambón), su lectura audible e inteligible, la homilía del
ministro, la cual prolonga su proclamación, y las respuestas de la asamblea
(aclamaciones, salmos de meditación, letanías, confesión de fe...).
La palabra y la acción litúrgica, indisociables en cuanto signos y enseñanza, lo son
también en cuanto que realizan lo que significan. El Espíritu Santo, al suscitar la fe, no
solamente procura una inteligencia de la Palabra de Dios suscitando la fe, sino que
también mediante los sacramentos realiza las "maravillas" de Dios que son anunciadas
por la misma Palabra: hace presente y comunica la obra del Padre realizada por el Hijo
amado.
CIC 1154-1155
Oración por los Proclamadores
Dios todo poderoso, limpia el corazón
y los labios de los que proclamaran tu Evangelio;
Bendice sus esfuerzos de preparación y
los momentos de meditación de tu palabra
para que entiendan mejor el mensaje y
lo proclamen fielmente a tu pueblo;
Llena su ministerio con tu presencia,
ayúdalos a prepararse cuidadosamente
para que quienes los escuchen confíen plenamente
en Jesucristo que anuncia el Reino de Dios y
la promesa de vida eterna;
Haz que crezca la fe en los corazones
de los que escuchan tu Palabra y te glorifiquen siempre.
Por Jesucristo nuestro Señor.
Amen
Se llaman ministros a
“todos los que intervienen en la
celebración litúrgica cumpliendo
una determinada función”.
Los ministros ejercen su función
en el presbiterio.
El lector es instituido para proclamar las
lecturas de la Sagrada Escritura, excepto
el Evangelio. Puede también decir las
intenciones de la oración universal y, en
ausencia de un salmista, proclamar el
salmo responsorial.
En la celebración eucarística el lector
tiene un ministerio propio que sólo él debe
ejercer.
IGMR 99.
Podemos distinguir entre
los ministros ordenados y los instituidos.
Los Ministros ordenados son aquellos que han recibido el
sacramento del Orden en alguno de sus grados.

¿Quiénes son los ministros intituidos?


Son aquellos que mediante el rito de la institución -
que no es parte del Sacramento del Orden- son habilitados
para realizar determinados ministerios en la comunidad
eclesial.
Lector
Es un ministerio antiquísimo, del que habla ya San Justino.
Puede llevar el Evangeliario, cuando no haya diácono.
Tiene la misión de proclamar las lecturas, excepto el Evangelio.
Ha de hacerlo con claridad y pausa, pero sin afectación.
Debe leer con anticipación los textos que ha de proclamar.
El mismo lector u otras personas idóneas pueden hacer las
peticiones en la “Oración de los fieles”.
Ministros
“De Facto” o “Ad Actum”
Son simples fieles llamados a ejercer
un determinado oficio en un momento
concreto de la celebración.

No tienen título oficial de ordenación


o institución. En primer lugar están los
lectores y los acólitos.
¿Qué oficios son esos?
Salmista: dirige el canto del Salmo Responsorial, alternando con los
fieles. En caso de no haber salmista, el lector recita –sin cantar– el salmo,
alternando como siempre con el pueblo.

Cantor: su función es incoar y apoyar las melodías que cantan todos


fieles. El “salmista” puede también ejercer este ministerio.

Monitor: tiene por función ayudar a todos los fieles para que su
participación en la Misa sea más consciente y fructuosa. En momentos
determinados hace algunos comentarios y da algunas indicaciones.
“Cristo está presente en su palabra ya que es
Él mismo el que habla cuando las Escrituras
Sagradas son leídas en la Iglesia”.
Esto viene de una autoridad de tanta confianza como lo es el documento del
Segundo Concilio Vaticano: La Constitución Sacrosanctum Concillium. Esto
significa que, como lector, cuando usted proclama las Escrituras durante la Liturgia
de la Palabra, Cristo habla a través de usted.

Usted, el lector, no es simplemente alguien que se para delante de la asamblea


Eucarística y lee en voz alta algunas palabras sagradas de una página impresa.
Cuando usted proclama las lecturas bíblicas algo sucede –un gran misterio– que no
sucedería si cada uno de los fieles en la congregación leyera en silencio las lecturas
del misal para ellos mismos.
¿Qué hace a Cristo presente?
Es la acción de escuchar las Escrituras al ser leídas
en voz alta, o proclamadas, en la iglesia.
Por lo tanto, la manera como usted proclama las Escrituras
es sumamente importante para que la congregación entera
tenga una experiencia cercana a Cristo.
El ministerio de lectorado es muy
importante porque la Palabra de
Dios es primero que todo, una
palabra hablada, una palabra
dinámica, una palabra dirigida a
nosotros por Dios.
Cuando usted proclama la Palabra de
Dios, ésta cobra vida y su papel es dejar
que la Palabra de Dios tome vida dentro
de usted mismo; y de esta manera, la
congregación sentirá que la Palabra de
Dios ha cobrado vida dentro de ellos
también.

Como lector, usted llega a ser el medio


que Dios utiliza para tocar los
corazones de la gente, reunida
precisamente con ese propósito.
Hemos dicho que la Palabra de Dios es primeramente hablada y
proclamada, no un texto escrito.
Pero es importante que cuando usted está en el ambón lea del Leccionario
mismo y no del misal o de alguna página impresa o revista.

Piense en la gente que no puede recibir la Sagrada Comunión.


Tal vez es porque algunas de estas personas no están casados por la
Iglesia o jamás hicieron su primera comunión. Sin embargo, ellos todavía
pueden recibir a Jesús en la PALABRA que ustedes les proclaman.
Usted es como el ministro extraordinario de la Comunion que les trae a
Jesús a través de la Palabra. Jesús quiere nutrir y alimentar a su pueblo.
Experimentamos el poder y la presencia del Dios vivo en esta
comunidad, aquí y ahora. Esto es el descubrimiento de que las
grandes obras de Dios no son simplemente historia pasada, sino
son promulgadas de nuevo en nuestra propia comunidad, cuando
nos reunimos para dar culto a Dios en la Misa.
Así que su propósito como lector no debe ser leer textos bíblicos,
sino revelar a Jesús en una manera que llame a la gente a tener un
encuentro con El y después a responderle, porque cuando la
Palabra es realmente proclamada y escuchada transforma
nuestras vidas.

Si usted aspira a ser un buen lector en un mundo ruidoso, sea


experto en el silencio. Tome tiempo cada día para calmar su
corazón. Prepárese antes de que usted lea. Use pausas
mientras usted lee. Dios está presente también en el silencio.
Imaginemos que faltan 10 minutos para la celebración de la Santa
Misa y la persona encargada nota que no hay lectores para la Misa
de ese domingo. Va hacia una persona que está visitando la iglesia
solamente porque sus familiares lo llevaron ahí. Él no sabe mucho
de la Biblia y no ora mucho ni recibe los sacramentos, pero como
él es maestro y está relacionado con la política acepta leer La
Palabra ese día.

Los grandes lectores nos conmueven e impresionan desde


las profundidades de sus almas y de su más profundo amor
por el Señor. No importa que maravillosas sean sus habilidades
de discurso, cuando usted no sabe acerca de lo que está leyendo,
los fieles, la congregación, son los primeros en sentirlo.
Antes de leer en la Misa
El lector se debe asegurar que tiene una verdadera familiaridad con los
textos bíblicos que él va a proclamar. Esta preparación tendrá que
implicar el estudio de antemano de los textos bíblicos que se van a
proclamar. Si es posible, es bueno leer su lectura en su contexto dentro de
toda la Escritura, y dentro del contexto del año litúrgico y las otras lecturas
para ese día. Esta preparación próxima puede consistir también en practicar
en voz alta los textos que usted va a leer. Usted debe tener cuidado de
evitar ser demasiado dramático, pero al mismo tiempo presentar las lecturas
en toda su profundidad y riqueza.
…Antes de leer en la Misa

Estudie y practique a lo largo de la semana. Piense mucho sobre lo que


usted está leyendo. Se recomienda comenzar a leer la lectura del Domingo que
usted va a proclamar, aproximadamente seis días antes. Simplemente léala
algunas veces, y en silencio confíela a su corazón con una oración al
Espíritu Santo. La lectura se quedará inconscientemente en su subconsciente,
y sin que usted se dé cuenta, su subconsciente la estará rezando.

Usted va a comenzar a ver cosas relacionadas con su lectura. Una coincidencia


por aquí, una palabra de alguien más allá. ¡Este es el Espíritu trabajando!
La manera como nos vestimos es
importante. Debe reflejar la dignidad de
la tarea que estamos realizando al leer
la Palabra de Dios. ¿Cómo nos
vestiríamos para visitar el Presidente de
la república, o para ir a una entrevista
para un empleo? Pues, en La Iglesia ¿a
quién visitamos? ¡A la Segunda
Persona de la Santísima Trinidad,
Jesucristo, Cuerpo, Sangre, Alma y
Divinidad!
La tarea del lector es ayudar a la asamblea reunida a
encontrar a Dios en Su Palabra. Así que todo lo que el
lector hace durante la Misa deberá ayudar a los fieles a
enfocarse en la Escritura, y no en el lector mismo. Esto
quiere decir que el vestuario del lector no debe distraer
a la audiencia de la lectura de la Palabra de Dios, sino
que deberá expresar la dignidad de la Palabra, y la
importancia que el lector da a su servicio en este
ministerio.
Como lectores, no se espera que seamos
actores profesionales. Sin embargo, la
expectativa es que tomemos nuestro
ministerio con mucha seriedad y que
busquemos siempre mejorar nuestras
habilidades como proclamadores de la
Palabra. De esta manera, también
aprendemos a ser más transparentes y
permitimos que Dios sea visible en la Palabra
En esta «acción», por la que nos acercamos, orando, a la participación, no hay
diferencia alguna entre el sacerdote y el laico. Indudablemente, dirigir la oratio al
Señor en nombre de la Iglesia y hablar, en su punto culminanate, con el Yo de
Jesucristo, es algo que sólo puede suceder en virtud del poder que confiere el
sacramento. Pero la participación es igual para todos, en cuanto que no la lleva a cabo
hombre alguno, sino el mismo Señor y sólo Él. Para todos nosotros se trata, según se
lee en 1 Cor 6,17 de que: «El que se une al Señor es un espíritu con Él». Se trata de
superar, en última instancia, la diferencia entre la actio de Cristo y la nuestra, de modo
que exista únicamente una acción, que sea, al mismo tiempo, suya y nuestra -nuestra
en el sentido de que nos hemos convertido en «un cuerpo y un espíritu» con Él. La
singularidad de la liturgia eucarística consiste, precisamente, en el hecho de que es
Dios mismo el que actúa, y que nosotros nos sentimos atraídos hacia esta acción de
Dios. Frente a esto, todo lo demás es secundario.
Ratzinger, J. El Espíritu de la Liturgia.
Ediciones Cristiandad, Madrid, 2001. p. 198
LECTURAS BÍBLICAS
Por las lecturas se prepara para los fieles la mesa de la Palabra de Dios y
abren para ellos los tesoros de la Biblia. Conviene, por lo tanto, que se
conserve la disposición de las lecturas, que aclara la unidad de los dos
Testamentos y de la historia de la salvación […]. En la celebración de la
Misa con el pueblo, las lecturas se proclamarán siempre desde el ambón.
[…] La lectura del Evangelio constituye la cumbre de la Liturgia de la
Palabra. La Liturgia misma enseña que debe tributársele suma veneración,
cuando la distingue entre las otras lecturas con especial honor […].
Cuando en la Iglesia se leen las Sagradas Escrituras, Dios
mismo habla a su pueblo, y Cristo, presente en su Palabra,
anuncia el Evangelio. Por eso las lecturas de la Palabra de
Dios que constituyen un elemento de suma importancia en
la Liturgia, deben ser escuchadas por todos con
veneración.
IGMR 29
En los textos que se han de proclamar en voz alta y clara, sea
por el sacerdote o el diácono, o por el lector o por todos, la
voz ha de adaptarse a la índole del respectivo texto, según se
trate de lectura, oración, monición, aclamación o canto;
igualmente debe responder a la clase de celebración y a las
circunstancias de la asamblea. Además téngase en cuenta la
índole de las diversas lenguas y el genio de los pueblos.
IGMR 38.
En ausencia de un lector instituido, se puede encomendar
la proclamación de las lecturas de la Sagrada Escritura a
algunos laicos que realmente sean aptos y estén
diligentemente preparados para desempeñar este
ministerio, de manera que los fieles al escuchar las
lecturas divinas conciban en su corazón un amor suave y
vivo por la Sagrada Escritura.
IGMR 101.
Ejercen también una función litúrgica:
[…] b) El Monitor, que según las circunstancias propone a los
fieles breves explicaciones y admoniciones, para
introducirlos en la celebración y disponerlos a entenderla
mejor. Es necesario que las admoniciones del guía estén
preparadas mesuradamente y sean claras en su sobriedad.
Al cumplir su función el guía permanece de pie en un lugar
adecuado frente a los fieles, pero no en el ambón.
IGMR 105.
En la procesión hacia el altar, en ausencia del diácono, el
lector, revestido con una vestidura aprobada, puede llevar un
poco elevado el Evangeliario: en este caso, antecede al
sacerdote; de lo contrario va con los otros ministros.
Cuando llega al altar, hace junto con los demás la inclinación
profunda. Si lleva el Evangeliario, se acerca al altar y deja
sobre él el Evangeliario. Luego se ubica en su lugar en el
presbiterio junto con los otros ministros.
IGMR 194-195.
Lee en el ambón las lecturas que preceden al Evangelio.
Cuando no hay salmista, puede proclamar el salmo responsorial
después de la primera lectura.
En ausencia del diácono, el lector puede proclamar desde el
ambón las intenciones de la oración universal después que el
sacerdote ha hecho la introducción a la misma.
Si no hay canto de entrada o de Comunión, y los fieles no
recitan las antífonas propuestas en el Misal, puede decirlas en
el momento conveniente.
IGMR 196-198.
La preparación para proclamar debe ser, en primer lugar, espiritual,
pero también es necesaria la preparación técnica.
La preparación espiritual supone, por lo menos, una doble
instrucción: bíblica y litúrgica. La instrucción bíblica debe
encaminarse a que los lectores puedan comprender las lecturas en
su contexto propio y entender a la luz de la fe el núcleo central del
mensaje revelado.
La instrucción litúrgica debe facilitar a los lectores una cierta
percepción del sentido y de la estructura de la liturgia de la
palabra y la relación entre la liturgia de la palabra y la liturgia
eucarística. La preparación técnica debe capacitar a los lectores
para que cada día sean más aptos en el arte de leer ante el pueblo,
ya sea de viva voz o con la ayuda de los instrumentos modernos
para amplificar la voz.
Ordo Lectionum Missae, 55.
En la celebración eucarística el lector tiene un ministerio propio, reservado a él,
aunque haya otro ministerio de grado superior. Al ministerio de lector, conferido
por el rito litúrgico, hay que darle la debida importancia. Los que han sido
instituidos como lectores, si los hay, deben ejercer su función propia por lo
menos los domingos y fiestas, durante la Misa principal. Se les puede confiar a
ellos, además, el encargo de ayudar en la organización de la liturgia de la
palabra y de cuidar, si es necesario, de la preparación de otros fieles que, por
una designación temporal, han de leer las lecturas en la celebración de la Misa.
La asamblea litúrgica necesita tener lectores, aunque no hayan sido instituidos
para esta función. Por eso, hay que procurar que haya algunos laicos, los más
aptos, que estén preparados para desempeñar este ministerio. Si se dispone de
varios lectores y hay que leer varias lecturas, conviene distribuirlas entre ellos.
Ordo Lectionum Missae, 51 y 52.
Gracias | Dios les Bendiga

Preguntas y Respuestas
Jose V. Grau: Servidor de Cristo y los Hermanos

josegrau@gmail.com

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