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Monición de entrada

Ibeth: Muy buenas tardes hermanos y hermanas, se les ruega pagar o silenciar los celulares.
Celebramos hoy con gozo la solemnidad de la Anunciación del Señor; el misterio de la encarnación
del Hijo de Dios en las entrañas de la Virgen María; el momento cumbre de la historia en el que
Dios Padre, que durante tantos siglos había manifestado de diversas maneras su amor al hombre,
nos envió a su propio Hijo como culminación de su obra; el momento en el que María dijo “sí” a la
voluntad de Dios, haciendo posible que la salvación llegase a toda la humanidad. Iniciamos la
celebración cantando junto al coro.
Rito penitencial
Himno del gloria
Oración colecta
Julián: Dios da a su pueblo una señal: una joven y un hijo. Dios cumple su promesa de acercarse y
hacerse presente entre su pueblo a través del Enmanuel. Escuchamos la primera lectura tomada
del libro de Isaías.
El Señor habló a Ajaz en estos términos: «Pide para ti un signo de parte del Señor, en lo
profundo del Abismo, o arriba, en las alturas.» Pero Ajaz respondió: «No lo pediré ni tentaré al
Señor.» Isaías dijo: «Escuchen, entonces, casa de David: ¿Acaso no les basta cansar a los
hombres, que cansan también a mi Dios? Por eso el Señor mismo les dará un signo. Miren, la
joven está embarazada y dará a luz un hijo, y lo llamará con el nombre de Emanuel. Porque Dios
está con nosotros.»
Palabra de Dios
Ibeth: Respondemos a esta lectura con la antífona del salmo: ¡Aquí estoy Señor, para hacer su
voluntad!
R. Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad.

Tú no quisiste víctima ni oblación;


pero me diste un oído atento;
no pediste holocaustos ni sacrificios,
entonces dije: «Aquí estoy. R.

En el libro de la Ley está escrito


lo que tengo que hacer:
yo amo, Dios mío, tu voluntad,
y tu ley está en mi corazón.» R.

Proclamé gozosamente tu justicia


en la gran asamblea;
no, no mantuve cerrados mis labios,
tú lo sabes, Señor. R.

No escondí tu justicia dentro de mí,


proclamé tu fidelidad y tu salvación,
y no oculté a la gran asamblea
tu amor y tu fidelidad. R.

Julián: Cristo vino al mundo para hacer la voluntad del Padre, para glorificar al Padre y para llevar
a cabo el proyecto de salvación del Padre. Escuchamos la segunda lectura tomada de la Carta a
los Hebreos.
Hermanos: Es imposible que la sangre de los toros y de los machos cabríos quite los pecados. Por
eso, cuando Cristo entró en el mundo dijo: «Tú no quieres sacrificios ni ofrendas, pero me has
preparado un cuerpo; no aceptas holocaustos ni víctimas expiatorias. Entonces yo dije lo que está
escrito en el libro: “Aquí estoy, oh Dios, para hacer tu voluntad.”» Primero dice: «No quieres ni
aceptas sacrificios ni ofrendas, holocaustos ni victimas expiatorias», que se ofrecen según la Ley.
Después añade: «Aquí estoy yo para hacer tu voluntad.» Niega lo primero, para afirmar lo
segundo. Y conforme a esa voluntad todos quedamos santificados por la oblación del cuerpo de
Jesucristo, hecha una vez para siempre.
Palabra de Dios
Ibeth: María es grande y modelo para nosotros porque su vida empieza en el momento en que,
como Jesús, se pone en manos del Padre y acepta su voluntad. “Hágase en mí según tu palabra”.
María adoptó la misma actitud de Cristo obedeciendo a los designios de Dios.

A los seis meses, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea llamada
Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la estirpe de David; la virgen se
llamaba María. El ángel, entrando en su presencia, dijo: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está
contigo.»
Ella se turbó ante estas palabras y se preguntaba qué saludo era aquél.
El ángel le dijo: «No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu
vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del
Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob para
siempre, y su reino no tendrá fin.» Y María dijo al ángel: «¿Cómo será eso, pues no conozco a
varón?»
El ángel le contestó: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá
con su sombra; por eso el Santo que va a nacer se llamará Hijo de Dios. Ahí tienes a tu pariente
Isabel, que, a pesar de su vejez, ha concebido un hijo, y ya está de seis meses la que llamaban
estéril, porque para Dios nada hay imposible.» María contestó: «Aquí está la esclava del Señor;
hágase en mí según tu palabra.» Y la dejó el ángel.
Palabra del Señor
Homilía
Credo
Oración universal
Ofertorio
Julián: Presentamos ante el altar del Señor, el pan y el vino, fruto del esfuerzo y trabajo del
hombre, que pronto se convertirá en el Cuerpo y la Sangre de Jesús.
Comunión
Ibeth: Jesús nos prepara el alimento que nos fortalece para que seamos misioneros en este mundo
con nuestro testimonio de vida. Acerquémonos a recibirlo.
COMUNIÓN ESPIRITUAL:
Al término de la distribución de la comunión.
 
Hermanos:
Todos aquellos que no han podido acercarse a recibir a Jesús Sacramentado, pueden hacer
la Comunión Espiritual rezando la siguiente oración:
 
Creo Señor mío que estás realmente presente
en el Santísimo Sacramento del altar.
Te amo sobre todas las cosas y deseo
ardientemente recibirte dentro de mi alma;
pero, no pudiendo hacerlo  ahora sacramentalmente,
ven al menos espiritualmente a mi corazón.
Y como si te hubiese recibido, me abrazo
y me uno todo a Ti;
Oh Señor, no permitas que jamás me separe de Ti.
Amén.

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